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La Danza y Cuerpo - Ushio Amagatsu

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La danza y su cuerpo *

Por Ushio Amagatsu

Danse, dance, tanz: en francés, en inglés o en alemán, esta palabra, según los diccionarios,
significa originalmente “alargar”, “distender”, “estirar”.

En la mayor parte de las demás lenguas europeas esta palabra presenta fuertes similitudes al
comenzar con el sonido an, que les es común. Etimológicamente, se puede remitir la palabra al
sánscrito tan. En griego existe el vocablo teiveiv y, en latín, teneo, los cuales nos reenvían a la
idea de alargar, de distender… Tensión.

La tensión está profundamente relacionada con la danza. Todas las danzas folclóricas, el ballet
clásico y la danza contemporánea encuentran el principio de su expresión en una serie de
tensiones físicas.

Pero, tratándose de danza o de gestos cotidianos, la tensión no es suficiente para iniciar el


movimiento. Para mover, por ejemplo, un brazo alargado en la horizontal, primero hay que
relajar la tensión, lo cual permitirá alargar nuevamente el brazo. Es en la relajación de las
tensiones en donde está el trabajo con el brazo, una después de otra a partir del extremo,
después los dedos, el puño, el codo; así, el brazo podrá encontrar de nuevo su posición
suspendida a partir del hombro. Liberado de estas tensiones, en libre suspensión desde el
hombro, el brazo no tiene ya una movilidad propia, no puede ser movido más que por una
acción exterior; será necesaria una tensión interna para imprimirle un movimiento propio.

El movimiento nace de esta oscilación entre tensión y distensión. Si la palabra danza nos
remite esencialmente a la idea de tensión, debo referirme a los dos términos: tensión y
distensión (relajación, reposo), porque el movimiento no tiene otro fundamento que el
cuerpo.

El cuerpo es el soporte, la base misma de la danza, aun antes de que éste nazca y hable
propiamente. Su emerger comienza por su pasaje por el vientre materno. Se trata de una
reminiscencia de la aparición de la vida en las aguas del océano, hace tres millones de años. La
matriz está llena de estas aguas primitivas. La vida nace en el mar, tanto en tiempos arcaicos
como en tiempos fetales.

En su formación, el individuo repite la formación de toda la especie. Él es la memoria de la vida


primitiva y su futuro a lo largo de la historia de la Tierra. Yo estoy ahí en tanto individuo
porque tengo padres que también han tenido padres, y llego a la idea que yo nací después de
rehacer, en el vientre de mi madre, una aventura de siglos.

“¡Baila, baila!”, dicen los padres al niño que camina, y aplauden para hacerle un ritmo. Así, el
niño descubre la danza. Antes de elevarse, el cuerpo del niño pasa por un primer estado de
desplome. Sus articulaciones no son lo suficientemente fuertes. Antes de estirarse, las
articulaciones de sus piernas se relajan en una alternancia que va creando un ritmo. Se trata
de una forma en la que el cuerpo asume de manera muy natural el movimiento espontáneo
del desplome. Al final de este proceso, el niño logra mantener el equilibrio sobre una pierna.
Construye así un ritmo, desplazando su centro de gravedad, de una pierna a otra. Entonces, no
es descabellado sostener que bailar es la capacidad del cuerpo para poder sostenerse en una
sola pierna.

Sin embargo, quiero pensar que la danza comienza más allá, en el proceso que precede al
nacimiento. E, incluso, más atrás: en los ciclos de una evolución de cientos de millones de
años. Levantarse y ponerse de pie, moverse: ningún movimiento se hace sin implicar la
gravedad, sin comprometer un intercambio con ella. Finalmente, de esta manera, la danza es
un diálogo con la gravedad.

* Extracto. Publicado en su totalidad en Revista DCO, número 0, julio-agosto, 2004. Solicitar la


edición correspondiente al 3219-1647 o 04455 3715-0975, o al e-mail
revistadco@yahoo.com.mx.

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