Libro Rojo de Monserrat
Libro Rojo de Monserrat
Libro Rojo de Monserrat
- Estamos en el siglo XIV, sin duda uno de los más nefastos de la historia de la
humanidad, el siglo está marcado por las graves plagas y las guerras que asolaron casi
toda Europa. Entre 1315 y 1317 se produjo la denominada Pequeña Edad de Hielo que
acabó con miles de cosechas causando miseria y hambrunas. A mediados de siglo,
entre 1348 y 1355 hubo un brote de peste, en sus variantes bubónica, neumónica y
septicémica, denominada «peste negra», que acabó con un tercio de la población
europea.
EL LIBRO ROJO DE
MONTSERRAT
- El Libro Rojo de Montserrat (en castellano, Libro Rojo de Montserrat) es un
manuscrito conservado en el Monasterio de Montserrat, cerca de Barcelona. Contiene
una colección de cantos medievales y otro contenido de tipo litúrgico que data de
finales de la Edad Media.
- El manuscrito fue copiado a finales del siglo XIV. Inicialmente contenía 172 folios
escritos por las dos caras, de los cuales 35 se han perdido. De los 137 restantes, sólo
siete contienen música, los comprendidos entre el 21v y el 27. Por tanto, sus páginas
musicales no pasan de doce.
- Su nombre, "El libro Rojo de Montserrat", proviene del color de las cubiertas con que
fue encuadernado en el siglo XIV.
- El propósito de la colección era entretener con cánticos y danzas a los peregrinos que
llegaban al Monasterio de Montserrat - que era uno de los sitios de peregrinación más
importantes cuando el manuscrito fue copiado - y se protegían en la iglesia durante la
noche y en las plazas cercanas durante el día, según se explica en el folio 22:
- Los cantos son en catalán, occitano y latín y son todos de autor desconocido. A pesar
de que la colección fue copiada a finales del siglo XIV, la mayor parte de la música se
cree que es anterior. Por ejemplo, el motete Imperayritz de la ciutat joyosa, posee un
texto distinto para cada una de las dos voces, estilo que ya no se utilizaba cuando el
manuscrito fue copiado.
O Virgo splendens hic in monte celso Miraculis serrato fulgentibus ubique quem fideles
conscendunt universi.
Eya pietatis occulo placato cerne ligatos fune peccatorum ne infernorum ictibus graventur sed
cum beatis tua prece vocentur.
Laudemus virginem mater est et ejus filius Ihesus est. Plangemus scelera acriter Sperantes in
Ihesum jugiter.
Maria seculi asilum defende nos. Ihesu tutum refugium exaudi nos.
A ball redon:
Virgo sola existente en affuit angelus Gabriel est appellatus atque missus celitus.
Clara facieque dixit: Ave Maria. Clara facieque dixit: audite karissimi.
Splendens ceptigera Nostris sis advocata Virgo puerpera. Tundentes pectora Crimina
confitentes Simus altissimo.
Imperayritz de la ciutat joyosa / Verges ses par misericordiosa (fol. 25v) (canción polifónica)
Vita brevis breviter in brevi finietur mors venit velociter quae neminem veretur.
Tuba cum sonuerit dies erit extrema et iudex advenerit vocabit sempiterna
Quam felices fuerint qui cum Christo regnabunt facie ad faciem sic eum adspectabunt
Alma Virgo virginum in celis coronata apud tuum filium sis nobis advocata
Cur intumescere quearis. Ut quid peccuniam quearis. Quid vestes pomposas geris.
Ut quid honores quearis. Cur non paenitens confiteris. Contra proximum non laeteris.
Los franciscanos, con sus ideales de pobreza y humildad, estimularon con su ejemplo la piedad
de las gentes sencillas, que se unían a ellos para orar y cantar, extremo que contrasta con el de
órdenes como el Císter, entre los muros de cuyos monasterios encontraban refugio
distinguidos miembros de la nobleza. Si en monasterios cistercienses como el de Las Huelgas,
directamente vinculado a la casa real de Castilla, se entiende que sonasen las ricas polifonías
de la Escuela de Notre Dame, también se entiende que lo que cantaban los franciscanos fuese
básicamente un repertorio “reciclado”, compuesto de ideas muy sencillas; su pista no es fácil
de seguir, puesto que su primera transmisión fue oral. Si la creación del primer corpus musical
sacro de carácter popular se debe a los franciscanos, a otra de las nuevas órdenes mendicantes
que aparecieron en el siglo XIII, la de los dominicos, se debe el estímulo del culto a María.
De unas y otras quedan en la Península Ibérica dos testimonios excepcionales, uno de carácter
culto, las “Cantigas de Santa María”, y otro de carácter popular, aunque sólo en parte, el
“Llibre Vermell de Montserrat”.