El Mundo de Tolkien - David Day PDF
El Mundo de Tolkien - David Day PDF
El Mundo de Tolkien - David Day PDF
El mundo de Tolkien
Las fuentes mitológicas de «El Señor de los Anillos»
ePub r1.0
Titivillus 24.06.16
Título original: The World of Tolkien
David Day, 2003
Traducción: Teo Gómez
Ilustradores: Víctor Ambrus (43, 58, 61, 123, 131. 132, 155, 164); Jaroslan Bradac (22, 24, 31, 33, 65,
160); Tim Clarey (1, 29, 54,109,112, 115, 116,119, 156); Alan Curless (42, 91, 114, 134, 172): Gino
D’Achille (96, 151, 158, 169, 179): John Davies (108, 157); Sally Davies (16-17); Les Edwards (139);
Michael Foreman (45, 120, 143); David Frankland (32, 88, 163); Neil Gower (27. 64, 83. 84); Melvin
Grant (53, 68,102, 106, 135, 146, 152); Sam Hadley (9, 39, 59, 76, 80, 95.124. 137, 166); David
Kearney (12, 34, 57. 62, 98, 105, 141, 177); Barbara Lofthouse (2, 49, 50, 101,); Pauline Martin (21);
Ian Miller (36, 40, 63, 67, 77, 78, 79, 82, 89, 90, 97); Lidia Postma (111): David Roberts (71, 72, 75,
127, 145)
Los ilustradores son numerosos. En la página de créditos están relacionados sus nombres con
los números de páginas, entre paréntesis, donde se encuentran sus ilustraciones. Para poder
localizar fácilmente al ilustrador se ha insertado en el texto al pie de cada imagen el número
de página del original.
Para Roisin, Aisling and Amy Magill
Introducción
Cincuenta años después de la publicación de El Señor de los Anillos en el año 2004, la
popularidad y el persistente atractivo de John Ronald Reuel Tolkien siguen creciendo. La
trilogía de novelas sobre la Tierra Media —La Comunidad del Anillo, Las Dos Torres y El
Retorno del Rey— han sido votadas recientemente como la obra de ficción más importante
del siglo XX, colocando a Tolkien por delante de reputados autores como George Orwell y
James Joyce. Por otra parte, las oscarizadas adaptaciones cinematográficas de Peter Jackson
han roto los récords de taquilla en todo el mundo y han llevado la magia de la Tierra Media
a una generación entera de espectadores.
El mundo de Tolkien está pensado para aquellos aficionados a los libros y las películas
que quieren saber más sobre el genio que se esconde detrás de esta impresionante creación
y sus notables ideas. Para crear la Tierra Media, Tolkien se sirvió de una gran variedad de
fuentes, mitológicas, históricas, literarias, lingüísticas, personales y geográficas.
Conociéndolas, apreciaremos aún más a este maravilloso autor y comprenderemos un poco
más sus intenciones.
El interés y la pasión de Tolkien por la mitología no tenían parangón, y uno se da cuenta
enseguida cuando estudia El Señor de los Anillos u obras semejantes como El hobbit o El
Silmarillion. Tolkien utiliza como fuente de inspiración Beowulf y otras historias
anglosajonas, de cuya lengua era profesor en Oxford. Investiga los relatos celtas, por
ejemplo, para los personajes de los elfos. En la mitología nórdica, el dios Odín actúa como
acicate para el rey de los Anillos Sauron y el mago Gandalf. También se vale de los mitos
artúricos, islandeses y teutónicos, de las historias bíblicas, de las mitologías griega y
romana, de los mitos tibetanos y del mito de la Atlántida. La lista, como vamos a descubrir,
es exhaustiva.
Las fuentes históricas son igualmente impresionantes. Para los reinos de Arnor y Gondor,
por ejemplo, Tolkien se inspiró en los reinos divididos de Roma y Bizancio. Del mismo modo
que Carlomagno intentó reunir a toda Europa en el Imperio Carolingio, así Aragorn trató de
reunir a los pueblos dúnedain. Los elfos, como las tribus hebraicas de Moisés, son el pueblo
elegido, que ha de sobrevivir a terribles penalidades para llegar a la «tierra prometida» de
las Tierras Imperecederas. La poderosa flota de guerra de los Señores de Umbar, sin
mencionar el uso de los elefantes, es comparable al ejército de los señores de Cartago.
Las influencias literarias de Tolkien, en cambio, tienen su lado positivo y su lado
negativo. Melkor, alias Morgoth el Enemigo Oscuro, utiliza características del Satanás de
Paraíso perdido, de Milton. La Canción de Roldán, obra maestra de la literatura medieval
inspira la última aparición de Boromir en su batalla contra los orcos en Aman Hen.
Shakespeare resultó menos halagador. A Tolkien le desagradaba el drama en general, del
cual decía que «no necesitamos tanto sofocar nuestra incredulidad como ahorcarla,
arrastrarla y despedazarla», y rechazaba la herejía literaria criticando al gran bardo. En la
«Marcha de los ents», resuena la llegada del Gran Bosque de Birnam a la colina de
Dunsiname, descrita en Macbeth, y la muerte del Rey Brujo se basa en la profecía de
Macbeth sobre su propia muerte. Tolkien reescribe estos temas de Shakespeare, como dice
él mismo, para mejorarlos.
El lenguaje es un elemento crucial en el desarrollo de a Tierra Media. Como explica
Tolkien en una de sus cartas: «La invención de lenguaje es el punto departida… Para mí, el
nombre viene primero, y después viene la historia». Tolkien tenía interés en la filología, y su
trabajo en la edición del Oxford English Dictionary, su trabajo como profesor y su
conocimiento de una docena de lenguas, le ayudaron a darle forma a sus escritos. Por
ejemplo, Tolkien siempre fue un enamorado de la lengua galesa, de su belleza y cadencia, y
utilizó el galés para darle forma a la lengua de los elfos. El westron, la lengua predominante
de la Tierra Media, comparte muchas palabras con el inglés antiguo.
La geografía también tiene su papel. La Tierra Media, después de todo, es nuestra
Tierra, excepto en los Tiempos Míticos. Tolkien explicó una vez que, en su trilogía de El
Señor de los Anillos «la acción de la historia tiene lugar en el noroeste de la Tierra Media,
equivalente en latitud a una zona en torno a la orilla norte europea del Mediterráneo». Este
marco enlaza inevitablemente con nuestro mundo moderno, como dice Tolkien: «Si
Hobbiton y Rivendel están situados (se entiende) en la latitud de Oxford, Minas Tirith,
seiscientas millas al sur, está en la latitud de Florencia».
Por último, es inevitable que lo personal también juegue un papel en el mundo de
Tolkien. El hogar de los hobbits, la Comarca, se sitúa en la Inglaterra rural y preindusrrial
de la tardía infancia victoriana de Tolkien. La villa de Hobbiton se puede comparar a la
aldea de Sarehole donde Tolkien pasó cuatro años durante su niñez. Llamó Bolsón Cerrado
a la casa del hobbit, que era el nombre usado localmente para la granja de su tía Jane en
Worcestershire. Pero estaba mucho más lejos de su infancia de lo que Tolkien relataba. Por
ejemplo, en la historia de Beren y Lúthien de El Silmarillion, que se corresponde con su
amor por Edith Bratt, y que se confirma en la inscripción de su sepultura.
Esperamos que este libro logré incrementar el aprecio de los lectores de Tolkien hacia
este gran escritor. Magníficamente ilustrado, le guiará por la épica de Tolkien y le mostrará
lo que hay detrás de su inspiración. La riqueza de sus fuentes es tan excelente y variada
que, al realizar sus propias creaciones, Tolkien se crecía para ponerse a su nivel. No hay
mayor elogio a su genio, sin embargo, que la constatación de que los mitos y leyendas que
creó sean ahora disfrutados y conocidos por tantas personas.
Un mundo de lenguas
La estrella de Tolkien
Todo empieza con una estrella. Y a partir de esta simple luz, fue
creado un mundo entero. Primero fue el «lucero del alba». También
conocida como estrella de la tarde, es el planeta que nosotros
conocemos como Venus, nombre tomado de la diosa romana del
amor. En 1913, mientras todavía era estudiante en Oxford, un joven J.
R. R. Tolkien descubrió que esa luminosa estrella provocaba en él
«una curiosa emoción, como si algo se removiera en mi interior,
mitad despierto, mitad dormido». Aquello que tanto excitaba a
Tolkien no era tanto la propia estrella como el uso literario que hace
de ella el poema místico-religioso escrito en inglés antiguo
(anglosajón) conocido como El Cristo de Cynewulf.
Como Tolkien escribió más tarde: «Había algo muy remoto y raro y
bello detrás de estas palabras; si logro entenderlo, mis allá del inglés
antiguo». En este contexto, Tolkien dedujo que Earendel debía
referirse al lucero del alba, reluciendo como un faro de fe sobre la
tierra de los hombres, a medio camino entre el cielo y el infierno,
conocida, por otra parte, como Tierra Media.
La excitación de Tolkien era lógica porque, con Earendel, «el más
luminoso de los ángeles», comprendió que había descubierto un mito
original de la antigua Inglaterra. El mito se encontraba en un cuento
de hadas islandés: la historia del heroico marinero Orentil, que en la
mitología nórdica era identificado con la estrella matutina. Un año
después, Tolkien se impuso a sí mismo la tarea de reconstruir de
manera imaginaria lo que consideraba el verdadero mito de
Earendel. El resultado fue un largo poema narrativo titulado «El
viaje de Eärendil».
El Eärendil de Tolkien —como un viejo holandés errante— es un
marinero condenado a vagar a través de un interminable laberinto de
mares sombríos e islas encantadas. Transformada en un pájaro
marino blanco, la princesa élfica Elwing, amada de Eärendil, le lleva una joya sagrada de
luz viva. El héroe y su barco se elevan al firmamento, donde Eärendil el Marinero navegará
para siempre por el cielo. Encima de su frente hay una joya radiante de luz que ahora vemos
como el lucero del alba.
Tolkien escribió «El viaje de Eärendil» a finales del verano de 1914. El poema se origina
en las líneas de otro verso, como dice Humphrey Carpenter en su biografía del autor. Pero
Tolkien ha creado en Eärendil algo único —y ha ido más allá. Como dice Carpenter, «fue, de
hecho, el principio de la propia mitología de Tolkien».
Imagen p. 9 — La reconstrucción de Tolkien de la historia de Eärendil el marinero en la mitología de la Tierra
Media se deriva de fragmentos poco conocidos de los mitos islandeses, anglosajones y nórdicos
La Tierra Media y sus historias tienen su raíz en el amor y la fascinación de Tolkien hacia
las lenguas. Como explica en una de sus cartas: «la invención del lenguaje es la base… Para
mí, primero viene el nombre y después viene la historia». En el mundo, dicho de otra
manera, fue el principio. Tan difícil como crear un mundo imaginario era la construcción de
un lenguaje completo, con su vocabulario, sintaxis, gramática y todo lo demás; incluso es
una tarea más ardua. Pero esto es lo que hizo Tolkien a lo largo de su vida. A partir de su
propio panteón de idiomas —que incluía el griego, el latín, el lombardo, el gótico, el
escandinavo antiguo, el sueco, el noruego, el danés, el inglés antiguo, el inglés medieval, el
alemán y el holandés— Tolkien creó una docena de idiomas propios.
En «El viaje de Eärendil», que aparece en El Silmarillion y en El Señor de los Anillos,
tenemos una fantasía inspirada en el profundo conocimiento de Tolkien de las lenguas y de
la tradición más antigua. Tolkien quiso recrear una historia que capturaba el espíritu o,
dicho de otra forma, la «verdadera tradición» de una civilización perdida. Para comprender
por qué se sintió llamado a reconstruir un mito antiguo, echemos un vistazo a la disciplina
académica que lo sustentaba: la filología.
La filología es el estudio de la historia de las lenguas. Propiamente conocida como
«filología comparativa», se ha desarrollado a lo largo de los siglos como una especie de
ciencia forense, basada en las teorías sobre las leyes que gobiernan todas las lenguas. Los
filólogos estudian modelos fonéticos y gramáticos con el propósito de crear el equivalente
lingüístico de las «huellas genéticas» que permiten a las lenguas y a los pueblos ser
rastreados a lo largo de los milenios. A parar de grupos de palabras de idiomas extintos, los
filólogos afirman haber descubierto muchas civilizaciones previamente «perdidas»; de ahí
su importante papel devolviéndolas a su lugar en la historia.
Al empezar su vida académica, Tolkien fue contratado como compilador del Oxford
English Dictionary, la obra filológica más grande que se ha hecho nunca. Más adelante,
escribió o editó ediciones académicas de muchos de los textos más importantes que existen
en inglés antiguo y medieval. Se puede decir con seguridad que ha habido pocos autores de
ficción y poesía que hayan tenido los conocimientos del idioma inglés que terna Tolkien.
Igualmente, hay pocos que hayan comprendido con tanta profundidad el significado y la
historia de las palabras, especialmente en lo relacionado con los nombres de personas,
lugares y cosas.
Tolkien estudió filología con pasión. Era disciplinado y tenía facilidad para comprender
las estructuras del lenguaje, de ahí su gran perspicacia en lo relativo a la evolución de las
lenguas y las palabras. Esa perspicacia le hizo muy creativo a la hora de investigar las
lenguas y las palabras en sus niveles más fundamentales y, lo más importante, le permitió
desarrollar su teoría de la «reconstrucción». A la manera de los antropólogos, que intentan
reconstruir civilizaciones perdidas partiendo de la evidencia física de sus restos
fragmentarios, los filólogos ven en la recuperación de panes del lenguaje y de la literatura
la posibilidad de reconstruir los mitos primarios y, por tanto, el cosmos de naciones hace
tiempo desaparecidas.
La nación desaparecida que interesaba a Tolkien era la nación inglesa —todos los mitos
antiguos que había tenido la gente de su misma sangre se habían perdido. Los ingleses
llegaron tarde a la alfabetización y se convirtieron pronto al cristianismo; su literatura más
antigua fue ignorada por el clero que escribía en latín, y suprimida implacablemente por los
conquistadores normandos franceses.
Tolkien creía que «los mitos estaban en gran parte hechos de “verdad” y muchos de sus
aspectos sólo pueden ser abordados desde este punto de vista». Creía que sólo a través del
mito podría ser revelado «el alcance de la realidad que subyace a la verdad» de la vida
humana. Sentía que la pérdida y supresión de sus antiguos mitos y leyendas significaba que
el pueblo inglés había sido privado de su «verdadera tradición». Estos mitos, las «joyas
primitivas de luz viva» del pueblo inglés, es lo que quería recuperar.
Fe y cuentos de hadas
Como devoto cristiano que había tenido un sacerdote católico como preceptor, el desafío de
reconstruir caos mitos creaba una crisis de conciencia en el joven Tolkien. Después de todo,
el agente responsable de la supresión de sus amados mitos y leyendas ancestrales era su
amada Iglesia. Pero Tolkien, como estudiante piadoso, esperaba que esta brillante estrella
fuera la cabeza plateada de un remache, el remache que habría de proporcionar la
justificación intelectual y la coartada moral a través de la cual el firmamento de la mitología
pagana se uniría al universo físico y la fe cristiana. En la historia de Eärendil, Tolkien creyó
haber descubierto algo que permitiría a su conciencia cristiana aceptar su pasión por el
mito pagano. Como muchos estudiantes cristianos, la coartada de Tolkien consistía en
encontrar en los mitos antiguos una base histórica para los hechos bíblicos y la «prueba»
definitiva de los «mitos verdaderos» del cristianismo.
En una serie de artículos y conferencias que tituló Sobre cuentos de hadas, Tolkien dejó
claro que la literatura de la raza humana poseía un vasto volumen de narraciones de este
tipo: de la historia tradicional folclórica a la Odisea de Homero, de La reina de las hadas de
Spenser al Paraíso perdido de Milton. Asumiendo su papel profesional, Tolkien señaló los
elementos esenciales del cuento de hadas. Y, aunque él no creía que las historias de hadas y
los mitos paganos fueran literatura de verdad, los consideraba primordiales en el sentido de
identidad nacional y personal, y necesarios para la evolución espiritual del alma humana.
Los Evangelios también son en parte una historia de hadas, o una historia a gran escala
que contiene la esencia de todas las historias de hadas. Poseen muchas cualidades artísticas
y encierran muchas maravillas, míticas en su perfección, con su propio significado. Entre
ellas hay una de las más completas eucatástrofes (concepto inventado por Tolkien que hace
referencia a finales felices). La diferencia aquí es que, en el caso de los Evangelios, el relato
contiene la historia completa del mundo primordial, que culmina en el nacimiento de Cristo.
La Resurrección es la eucatástrofe de la historia de la Encarnación. Tolkien creía
sinceramente que, en la historia de Cristo, la mitología y la historia se unían y se
fusionaban: «Porque esta historia es suprema; y es verdad, lo ha verificado el arte. Dios es
el Señor, de los ángeles, y de los hombres —y de los duendes». Aquí es donde se da la
importancia del mito: sólo a partir de la «prefiguración» de historias paganas milagrosas, la
imaginación humana podría haber sido preparada para aceptar la verdad y el milagro
histórico de Jesucristo.
En la historia de Eärendil el Marinero, Tolkien creyó haber descubierto el enlace de ese
mundo pagano con una leyenda atribuida a un santo cristiano. Desde los primeros tiempos
del cristianismo, la aparición del lucero del alba está relacionada con Juan el Bautista, el
celebrado «precursor» del Mesías. La aparición de esta estrella anuncia la brillante llegada
del sol, y la aparición de la luz espiritual que representaba Juan el Bautista anuncia la
brillante llegada del Hijo de Dios.
Para Tolkien, este mundo mítico fue «precursor» de un mundo cristiano en el cual el
conflicto entre Dios y el diablo era el aspecto más notable del héroe pagano. Fue la edad
heroica de sus ancestros, y, como en el simbolismo cristiano, que vendría después, existió
una luz espiritual antes de la llegada de las edades del sol en el mundo mortal.
Imagen p. 12 — El único poema del mundo anglosajón que nos ha llegado, Beowulf, fue una fuente abundante de
inspiración para los escritos de Tolkien. En la imagen, Beowulf entra en las aguas del lago de Grendel, infestadas
de monstruos marinos, decidido a matar a la madre de Grendel. De igual manera, cuando los miembros de la
Compañía del Anillo tratan de entrar en las minas de Moria, son desafiados por un monstruo marino de
numerosos tentáculos, que vive en un lago frente a la Puerta del Oeste
En sus cartas de 1950, Tolkien escribe varias veces sobre la confusión que provoca la
posición de la Tierra Media. Se sentía frustrado porque la gente asumía que la Tierra Media
se hallaba en otro planeta. De hecho, el nombre de Tierra Media deriva de «middle-erd» o
«midden-erd», el antiguo nombre del lugar donde vivían los hombres, y por lo tanto es parte
del mundo real, el mundo primario.
La confusión sobre la situación de la Tierra Media puede ser atribuida a un malentendido
sobre la cuestión de su localización: es más una medida temporal que una cuestión espacial,
un problema no de dónde está la Tierra Media, sino cuándo. «El escenario de mi historia es
la Tierra», explicaba Tolkien en una carta, «aquella en la cual vivimos, pero el periodo
histórico es imaginario». Este tiempo imaginario se puede considerar una era mítica antes
del principio de la historia humana y de que surgiera una civilización documentada.
Empieza con la creación del mundo conocido como Arda (la Tierra Media y las Tierras
Imperecederas) dentro de una vasta esfera de aire y de luz. Pasarán 37.000 años de la
historia de este mundo tan particular antes de que tengan lugar los sucesos descritos en El
Señor de los Anillos. Después de que acabara la Guerra del Anillo, transcurrirán muchos
milenios antes de llegar a los orígenes de la historia ordinaria de la humanidad.
Tolkien consideraba que nuestro tiempo empieza unos seis mil años después de la
Tercera Edad —en el sistema de la Tierra Media, aproximadamente el siglo XX de la V o VI
Edad. Yendo hada atrás de nuestro propio sistema de tiempo, podríamos situar la Guerra del
Anillo entre 4000 y 5000 a. C. y la creación de Arda en 41.000 a. C.
Ésta es la verdadera trampa de la Tierra Media de Tolkien, un tiempo imaginario de la
auténtica era de los mitos que tiene una existencia paralela y evoluciona antes de que
empiece a contar el reloj de la historia humana. La Tierra Media de Tolkien está cercana a
lo que Platón vio como el mundo ideal de los arquetipos: el mundo de las ideas detrás de
todas las civilizaciones y naciones del mundo. Todos los sueños tienen su origen en este
mundo.
J. R. R. Tolkien lo reconoce en muchas de sus cartas: la literatura «fantástica» es una
categoría altamente sospechosa. Si no completamente ilegítima, al menos una «locura
pueril» que un lector maduro debería evitar. Más aún, se suele pensar que la fantasía o la
novela épica es un género escrito o leído por quienes desean «escapar del mundo real».
Respecto a esto, Tolkien no era un escritor de fantasía. O al menos no de la manera en que
está establecida esta categoría. Estrictamente hablando, él no diseñó mundos o lugares
imaginarios. Aún se ajusta menos a la categoría de ciencia-ficción, aunque parezca tener
importantes conexiones con el continuo espacio temporal de Einstein. Y, aunque prescinde
de la evolución darviniana, parece ser un entusiasta de la teoría de la evolución geológica
de Lyle. Demasiado entusiasta, de hecho, pues pone la teoría de la deriva continental en
avance rápido, acelerándola en unos pocos cientos de millones de años. El hundimiento del
Reino isleño de Númenor en el mundo de Tolkien hace que su Mundo Mítico plano se
transforme en el Mundo Primario histórico —nuestra Tierra antes de que empezaran los
registros históricos— y lo que se recuerda como el cercano cataclismo mítico universal de la
Atlántida es este dramático acontecimiento. La masa terrestre de la Tierra Media deriva
gradualmente hacia la configuración familiar de los continentes que conocemos hoy día.
Así, la Tierra Media no tiene que ser una fantasía del todo. La verdad es que Tolkien no
leyó ni escribió ficción fantástica para «escapar de la realidad». Muy al contrario, escribía
para aprender más sobre el mundo real. En su vida estudió tanto las gentes y las cosas
como las palabras y los lenguajes. Veía que aspecto tenían y lo que aparentaban. Sin
embargo, para comprender las palabras y las cosas profundamente, insistirá, las cosas
tienen que verse a través del tiempo, o mejor aún, más allá del tiempo. Uno mira atrás, a
sus orígenes, y hacia delante, a su destino final. Sólo entonces es posible comprender su
propósito y su espíritu esenciales.
Tolkien tenía su propia categoría para lo que escribía: mitopoeia. La mitopoeia provoca la
sensación de que lo ordinario es maravilloso, aun en el mundo que nos rodea. Tolkien creía
que el Mundo Primario estaba «completamente iluminado» por el mundo ideal del mito y la
fantasía, que revelaba la «luz viviente» que hay en todas las cosas. Decía que a través del
mundo de los cuentos de hadas se empezaba a comprender el poder de mundos que hadan
verdaderas maravillas de las cosas más elementales: de piedras, hierro, árboles, fuego, vino
y pan. Tolkien dijo que el mundo de los mitos no sólo es el reino de los dragones y los elfos,
sino de cosas corrientes como la hierba, el mar y el sol, y, más importante, nos contiene —
humanos mortales— cuando estamos «encantados», es decir, cuando miramos detrás del
universo de las simples cosas materiales.
La idea de Tolkien es que a menudo estamos ciegos porque nos hemos vuelto demasiado
banales y hemos perdido el sentido de lo que es verdaderamente maravilloso en la vida. A
través del mito y la fantasía, el sentido de la maravilla reaviva nuestra imaginación y
agudiza nuestros sentidos. El mundo arquetípico del mito y el cuento de hadas, creía
Tolkien, no ha sido creado para sustituir a la realidad o escapar de ella. Tiene un significado
que nos permite conectar con él. Si nos dejamos llevar por la imaginación, podemos
reconocer y valorar lo que es eterno y verdadero en un mundo de apariencias. Significa
estar completamente encantado con la realidad, un mundo verdadero y eterno que no se
confunde con las ilusiones y las cuestiones diarias.
Por ejemplo, durante la forja de la espada mágica del matador de dragones se nos revela
la verdadera maravilla del descubrimiento del hierro frío. A través de las leyendas de
Sombragrís, Grani o Pegaso vemos la verdadera belleza de todos los caballos. En las
historias de Las manzanas doradas del sol y Las plateadas manzanas de la luna,
descubrimos el poder mágico de todos los árboles, plantas y frutos.
Tolkien establece el escenario de la Guerra del Anillo en el noroeste de la Tierra Media.
Por su latitud, esta región de la era de los mitos podría estar situada en la orilla norte del
Mediterráneo. La Comarca de los hobbits, situada más al norte, es análoga a las tierras
interiores de Inglaterra en la frontera de Gales. Como era una geografía de los tiempos
míticos, estaba proyectada con la mente puesta en la cartografía medieval, centrada en las
familiares tierras del noroeste y con un sentido de las proporciones que le daba una mayor
importancia al propio hogar.
En sus orígenes, la Tierra Media de Tolkien tenía mucho en común con el reino de Midgard
de la mitología nórdica. Midgard, que quiere decir «Mundo Medio», estaba en el disco
central de tres discos situados uno encima del otro. El nivel más alto era Asgard, reino de
los dioses guerreros, pero también Alfheim, tierra de los Altos elfos. En esta imagen de
mundos separados, tenemos algo en común con las Tierras Imperecederas, puesto que éstas
sólo pueden ser alcanzadas por los barcos mágicos de los elfos que siguen el Camino Recto,
y el único camino que lleva a Asgard desde Midgard era el flamante Puente del Arco Iris de
Bifrost. Midgard era el hogar de los hombres, los enanos, los gigantes y los elfos oscuros.
Estaba rodeado por un vasto mar; considerado imposible de cruzar. Bajo Midgard había el
tercer nivel de Niflheim, el mundo de la muerte, no muy diferente de la Tierra Media de
Melkor durante la Edad de la Oscuridad.
En el Cambio del Mundo, cuando la Tierra Media cambia su forma de llana a redonda,
Tolkien echa mano de otro mito, o como se suele argumentar, de otra historia: el antiguo
mito de la Atlántida. Discutiremos esto más adelante, en el capítulo de los Hombres de la
Segunda Edad, pero conviene mencionarlo aquí por su importancia en la estructuración del
mundo de la Tierra Media. En la destrucción de Númenor, Tolkien busca recrear la leyenda
de la destrucción de la Atlántida, si pensamos que es una isla del tamaño de España en el
mar Occidental. Númenor, al oeste de la Tierra Media, está situado de manera parecida.
Imagen p. 16-17 — La Tierra Media es nuestra tierra, pero existe en un tiempo imaginario. Los barcos
encantados de los elfos parten en una dimensión eterna del mito hacia las Tierras Imperecederas y la Tierra
Media empieza a evolucionar hacia un mundo redondo y cerrado poco antes del «amanecer de la historia».
El hecho de que la Tierra Media de Tolkien sea anterior a nuestra Tierra permite
establecer numerosas e intrigantes asociaciones entre su mundo y el nuestro. Los
conocimientos de Tolkien en los ámbitos histórico y mitológico sirven además para
incrementar su resonancia. Empecemos con la «Comarca», que, en esencia y latitud puede
ser comparada con las «tierras verdes y agradables» de Inglaterra —un canto a la Comarca
rural y preindustrial de la infancia de Tolkien. En particular, la Comarca está íntimamente
relacionada con los campos de las West Midlands, las tierras medias occidentales de
Inglaterra, en las que el pueblo de Hobbiton representa la aldea de Sorehole (ahora en las
afueras de Birmingan) donde Tolkien pasó su infancia. Para reforzar la relación, Tolkien
llama a la casa de los hobbits Bolsón Cerrado (Bag End), que fue el nombre usado
localmente para la granja de su tía Jane en Worcestershire.
Si la Comarca es Worcestershire, el reino elfo de Rivendel podría ser el equivalente de
Oxford. Ambos son lugares de excelente erudición —frente a los lenguajes quenya y sindar
de los Altos elfos que se emplean en Rivendel, tenemos el griego y el latín antiguos,
utilizados en la Universidad de Oxford desde su fundación. Ambos disfrutan de la eternidad,
una cualidad casi etérea (las «agujas de ensueño») y ambos son centros de refugio y
consejo. Cerca, al oeste de Rivendel, se halla el reino elfo de Lindon. El norte y el sur de
Lune son divididos por el golfo de Lune y el río Lune. Aquí, la comparación es evidente con
Gales y Cornwall, ambas al oeste de Oxford, separadas por el canal de Bristol. La asociación
establecida por Tolkien entre los elfos y los galeses, sobre todo lingüística, es sustancial,
como veremos más adelante.
Si nos desplazamos a otros lugares cercanos, el reino de los dúnedain se puede comparar
al que ocupó el Imperio Romano. Dividido en los reinos de Arnor en el norte y Gondor en el
sur, puede ser visto en esencia como la división del Imperio Romano en imperio Occidental,
con Roma como capital, e Imperio Bizantino, centrado en Constantinopla. Aún más, la
división de Arnor en Arthedain, Rhudaur y Cardolan reproduce las divisiones romanas de
Italia, Alemania y Francia-España. Como sucede en Gondor, Tolkien sugiere algo similar
entre la cada vez más refinada cualidad de su cultura y el «yermo creciente» de los
bizantinos.
En Rhovanion, encontraremos a los antiguos romanos denominados «germanos»; el gran
bosque del norte de Europa, En los Jinetes de Rohan, tenemos una asociación con los
excelentes jinetes de las tribus germánicas: visigodos, ostrogodos y lombardos. Las Tierras
Negras de Mordor, en cambio, equivalen al actual mar Negro (concuerda con la estratégica
importancia de Gondor/Constantinopla en el control del río Anduin/Bósforo).
Esto también concuerda con la situación del antiguo puerto y refugio de Pelargir,
equivalente a la Troya de los días modernos de Turquía. En la mitología griega, Troya fue
fundada por el mítico héroe Ulises y se hizo famosa por la Guerra de Troya, provocada por
el secuestro de Helena, esposa del rey griego Menelao, llevado a cabo por Paris. En la
Tierra Media, Pelargir adquiere un estatus equivalente en el nacimiento de la civilización
cuando llega la aristocracia la destrucción de Númenor.
Más al sur, tenemos las tierras salvajes y bárbaras de Harad, también llamadas Tierras
del Sol, por sus vastos y cálidos desiertos. La comparación con el calor de España y África
acaba de completarse con sus habitantes, los sureños, contra los que combate Aragorn,
como hizo Carlomagno con los sarracenos.
La ambición de Virgilio fue tan vasta y elaborada como el mundo de Tolkien, y su
ambición no tuvo precedentes. En su patriótico intento por crear un rival romano en la
épica de los griegos, cuando escribió la Eneida, Virgilio consideró necesario inventar una
mitología antigua casi entera en tomo al héroe Eneas, el hijo de Afrodita, que sobrevivió a la
caída de Troya y cuyos descendientes fundaron Roma. Después de Virgilio, esta «literatura
épica» demostró ser la forma más eficaz de reescribir la historia y adquirir ancestros
famosos. Al adquirir ancestros troyanos, los romanos se inventaron una excusa moral para
la conquista de Grecia y la asimilación del Imperio Helénico. Además, al adquirir a Afrodita
como su divino antepasado, Julio César pudo establecer su «divino derecho» a convertirse
en el emperador de Roma.
Lo mismo sucede con la Historia de los reyes de Inglaterra de Geoffrey de Monmouth, en
la cual el bisnieto de Eneas, Bruto, aparece como fundador de Britania y, a través de su
descendiente Enrique I, heredero legítimo del Imperio Romano. Una revisión parecida de la
historia está detrás de las Canciones de gesta, de La reina de las hadas de Spenser, de La
muerte de Arturo de Malory y del Paraíso perdido de Milton. En el siglo XIX, la demanda
popular de mitos nacionales, reales o imaginarios, acabó en el frenesí de la literatura de
«reconstrucción»: las Baladas de la frontera de Scott, los Cuentos de hadas de los Grimm,
los Idilios del rey, de Tennyson, El anillo de los nibelungos de Wagner, y el Kalevala de
Lonnrot, en Finlandia. Tolkien consiguió crear «una leyenda heroica en el límite entre el
cuento de hadas y la historia». Se puede decir que a través del poder de su imaginación,
Tolkien ha reinventado, lo más humanamente posible, la «verdadera tradición» de sus
antiguos ancestros ingleses, dando lugar a un corpus literario tan celebrado como ninguna
otra mitología nacional.
Dioses y deidades
La música de la Creación
Así, el hombre interior y el cosmos podían ser unidos a través del universo de la música.
La mente de un hombre puede contar la estructura del universo, y esto llevó a Platón a la
concepción de un «alma del mundo» basada en la estructura músico-aritmética de la octava.
Esta conclusión filosóficamente creíble fue más tarde transferida a la creencia absoluta en
un universo musical basado en principios matemáticos de armonía. Y éste fue el principio de
la cuasi ciencia de la astrología.
Se creía que la estabilidad y existencia del universo dependían de la armonía: un espíritu
sensible que existía entre el mundo físico, el alma humana y el espíritu cósmico. Como
consecuencia, se creía que había tres tipos de música. La primera era la música
instrumentalis: la música matemáticamente precisa de las voces y los instrumentos. La
segunda era la música humana: la música verdaderamente ascética y tan solo fisiológica del
organismo humano. La tercera era la música mundana, la música completamente mística
del universo físico. Estos tres tipos de música, coordinadas, daban lugar al sistema de
creencias definido como Música de las Esferas.
Basando su mito de la Creación en la «Música de los Ainur», Tolkien había colocado su
cosmos en una tradición filosófica que era consecuente con su fe. La Música de las Esferas
no sólo superaba la transición de la filosofía pagana a la fe cristiana, sino que se convertía
en una de las más poderosas doctrinas de la historia de la Iglesia.
Entre las diosas está Yavanna, Reina de la Tierra y Dadora de Frutos, y su joven hermana
Vina, Reina de las Flores. Ambas diosas tienen paralelos en el panteón grecorromano. La
madre de la tierra y diosa de las cosechas griega es Deméter, a quien los romanos llaman
Ceres, mientras su hija es la diosa de la primavera, Perséfone, a quien los romanos llaman
Proserpina.
La contrapartida del dios valariano de Tolkien, Aulë el Herrero,
es el dios griego Hefesto, el romano Vulcano. Ambos eran capaces
de forjar maravillas desconocidas de los metales y los elementos de
la Tierra. Ambos eran herreros sobrenaturales, armeros y joyeros.
Otras divinidades comparables a los dioses griegos eran Tulkas el
Fuerte, que comparte muchas características con el griego Heracles
(el romano Hércules) y Oromë el Cazador, que guarda cierto
parecido con el dios griego celeste Orion el Cazador.
En el jardín del Edén hebraico había también dos árboles, en esta caso de una naturaleza
fatídica: el árbol de la vida y el árbol de conocimiento. Pero los árboles dadores de luz de
Tolkien son únicos, sirven para recordarnos que os árboles juegan un importante papel en
nuestras vidas. Su sensibilidad hacia los árboles se mostrará de nuevo en la discusión entre
los ents y los huorns.
Más tarde en la Tierra Media, cuando los elementos divinos retroceden y empieza la
edad de los hombres, reconocemos la cosmología que nos es familiar actualmente: el sol y la
luna siguen su curso normal. Se mencionan una o dos estrellas y algún planeta: Borgil, el
planeta rojo, y Menelvagor el Cazador, presumiblemente Orión. Curiosamente, la luna es
masculina, como en alemán, donde se dice «der Mond», y así era en antiguo inglés.
Aunque hay muchas conexiones, unas veces conscientes y otras inconscientes, directas e
indirectas, entre el mundo de Tolkien y las culturas y leyendas de civilizaciones reales del
pasado —y sería fascinante explorar este tema— no deberíamos perder de vista el hecho de
que lo que realmente importa es cómo el autor las combina en un sistema con su propia
coherencia interna y su realidad. La gran atracción del mundo de El Silmarillion y El Señor
de los Anillos no se debe a los inmensos conocimientos de Tolkien o a su dominio de las
lenguas, sino a su genio creativo a la hora de construir un universo armonioso y
comprensible, que ha sido creado (en su mayor parte) y formado (en su totalidad) por su
propia imaginación. Sin este poder de combinación, su mundo parecería un conjunto poco
convincente de elementos obtenidos de aquí y de allá, y su narrativa perdería las bases de
su propia realidad. El hecho es que Tolkien ha conseguido un éxito remarcable creando un
universo cuyo parecido con el nuestro, en sus paisajes y sus tradiciones, hace que sea más
atractivo para el lector.
Águilas y emisarios
Imagen p. 27 — Una vez completada su tarea y destruido el Anillo, los hobbits San Gamyi y Frodo Bolsón yacen
exhaustos a los pies del Monte del Destino, rodeados por todas pana por el fuego y la devastación, justo a tiempo.
Gwaihir, el Señor del Viento de las Águilas de la Tierra Media, y Meneldor el Veloz descienden y llevan a los
hobbits a la salvación.
Morgoth — El Señor Oscuro
En las historias de la Tierra Media, sólo hay dos tiranos con voluntad
de hierro que asuman el título de «Señor de la Oscuridad» y reúnan
todas las fuerzas demoníacas en una alianza única. En El Señor de
los Anillos este tirano se manifiesta en el fiero Ojo del Mal de Sauron
el Nigromante. Por su maestría en el fuego oscuro, Sauron se
convirtió en Señor de los Anillos y Señor Oscuro de la Tierra Media.
Sin embargo, el mayor y más grande Señor de la Oscuridad tuvo el
rango más alto de los poderes angélicos, el de aquellos cuya música
formó el mundo. Hablamos de Melkor, «El que se alza en el poder»,
el Vala Rebelde y Primer Señor Oscuro.
En el mundo aún no cristiano de Tolkien, Melkor tiene
paralelismos con Lucifer, el arcángel caído, que personifica el
principio del mal. Pero en este caso la imaginación de Tolkien se
aparta de su propia línea. Todavía no hay humanos a los que Melkor
pueda seducir o corromper. La sutileza teológica y las dificultades
del pecado mortal original son sabiamente evitadas. En su lugar
existe una fuerza negativa, que trata de deshacer todo lo que está
bien hecho. Sus «creaciones» son cosas deformes, no seres
verdaderos, sino espantosas parodias de elfos y enanos.
El mal en el mundo de Tolkien es una elección personal.
Aprovechando la libertad entregada a seres de cualquier inteligencia
y poder, Melkor elige rebelarse y oponerse. Una vez hecha la
elección, lo demás viene solo. Escapar del mal es difícil si no
imposible: ninguno de los más importantes desalmados de Tolkien
muestra el menor signo de arrepentimiento. Al contrario, siempre
resulta fácil para una buena persona caer, como Boromir de Gondor,
que elige tomar el Anillo de Frodo, por buenos motivos. Padece la
misma debilidad que Melkor, el orgullo que impide valorar las cosas,
y contemplar la realidad desde la perspectiva correcta.
Actuando como el poder angélico caído que provoca una guerra
entre «el cielo y el infierno», Melkor-Morgoth se parece mucho a
Lucifer-Satanás, el ángel caído de la tradición judeocristiana. Por su
uso del lenguaje bíblico y sus descripciones de las batallas entre las
fuerzas del «cielo y el infierno», el magnífico ángel rebelde de John
Milton, el Satanás de Paraíso perdido, tiene mucho en común con
Morgoth y sus muchas guerras con los Valar, los poderes angélicos
de Arda. En la cosmogonía de los antiguos griegos, los titanes de la
tierra se enfrentaron a los dioses en numerosas batallas, y, en este conflicto, las montañas
se alzaron y se hundieron en el mar. Al final, las fuerzas titánicas de la tierra fueron
derrotadas y forzadas a volver al mundo subterráneo, como sucede durante las guerras de
los Valar.
¿Por qué había de prohibirse a los Ainur componer su propia música y crear vida y
mundos propios? De esto se quejaba Melkor, que quería liberarse de la tiranía sobre su
espíritu y sus creaciones, como Lucifer cuando proclama su desafío a Jehová en Paraíso
perdido.
Fue Lucifer, el «Portador de luz», quien cayó desde su lugar en el cielo al abismo para
convertirse en el infernal Satanás, «Príncipe del Mundo». De manera similar, la caída de
Melkor acaba con la creación de su propio reino en los abrasadores abismos y cavernas de
Angband («la prisión de hierro») satánica de Morgoth el Enemigo. Ambos presentaron
fuerte desafíos, aduciendo que deberían «gobernar en el infierno tanto como servir en el
cielo». Podrimos llegar a admirar a estos ángeles rebeldes de creer que su desafío era en
nombre de la libertad; en cambio, ambos mienten. Sus rebeliones están provocadas
únicamente por la envidia y el deseo de usurpar el lugar del tirano. Nunca ha habido dos
tiranos más naturales que Morgoth y Satanás.
Imagen p. 29 — En Paraíso Perdido de Milton, Satanás emerge de un lago de fuego. Es un despiadado y
magnifico antihéroe, muy parecido a Melkor, el Vala caído del mundo Tolkiano de Arda.
El modelo de Morgoth puede ser encontrado también en los cuentos de los antiguos
godos, germanos, anglosajones o noruegos, donde hay gigantes parecidos que acaban
derrocando a los dioses y llevan el mundo a un cataclismo final conocido como Ragnarok o
Gotterdammerung. Melkor-Morgoth puede ser visto como el aspecto más negativo de Odín,
rey de los dioses, y Loki, rey de los gigantes. Loki el embaucador era la personificación de la
Discordia y el Caos. Odín era rey de los dioses, y en algunos aspectos, es comparable a los
dos dioses olímpicos Zeus y Hermes. Odín tiene un aspecto espantoso, relacionado con el
nombre élfico «Morgoth», que significa «Enemigo Oscuro», que nos lleva al «Godo Negro»,
a quien Tolkien llamaba Odín el Godo, el Nigromante, «El más glotón de los cuervos», el
«Dios de los ahorcados».
Los acontecimientos que siguieron a la caída de Melkor tampoco resisten la comparación
con las primeras historias de la mitología griega. Aquí, el Caos da lugar a dos divisiones:
Urano, el cielo, y Gea, la tierra. Gea da nacimiento a los siete titanes y sus esposas, pero
Urano los lanza a todos al Tártaro. Hasta que el séptimo titán, conocido como Cronos o el
Tiempo, se rebela y acaba con la tiranía de Urano sobre la tierra castrando a la deidad con
una hoz. Y así, con un rápido golpe de efecto, el Tiempo empieza a gobernar sobre la tierra.
Mortales e inmortales son iguales, dentro de las Esferas del Mundo, donde gobierna el
terror de la cadenciosa hoz del tiempo. De ella, más pronto o más tarde, no hay escape. El
destino de todos está contenido dentro de su cadencia, e incluso Cronos fue derrocado con
el tiempo.
De manera parecida, después de que Melkor fuera derrocado, el tiempo sigue
gobernando sobre el mundo hasta que el motivo de la hoz se repite. Y en lo alto del norte,
como un desafío a Melkor, Varda, la Reina de las Estrellas, se coloca una corona de siete
poderosas estrellas en rotación, Valacirca, la «Hoz de los Valar» y una señal del Destino. El
conflicto no será tolerado mucho tiempo, pues la Gran Música era el orden del universo.
Desentonar con la Música era desentonar con la Naturaleza. Y todas las cosas tienen su
sitio asignado en el sistema. En tiempos históricos, esta estructura y la filosofía
consiguiente pertenecían a la Música de las Esferas, codificada en la «Gran Cadena de la
Existencia». Algunos, como el Satanás de Milton y el Melkor de Tolkien, opinan que la Gran
Cadena de la Existencia es la cadena de la esclavitud.
Imagen p. 31 — Una vez Melkor asume su permanente forma maligna será conocido como Morgoth, el «Enemigo
Oscuro del Mundo». Su rostro estaba maltrecho y contraído de rabia, y llevaba una robusta armadura negra.
Hay cierta semejanza entre el barón Frankenstein de Mary Shelley y los malvados
hechiceros de Tolkien, como Morgoth, Sauron y Saruman. Este parecido está en su
malogrado intento de usurpar la autoridad y el poder de crear vida de Dios-Eru. Esta
usurpación de poder sólo puede producir monstruos que son meras imitaciones de la vida.
Hay criaturas que por su naturaleza carecen de una conciencia moral y una voluntad propia.
Al final, sólo pueden servir a un señor del mal, aunque incluso el mal puede a veces tener
buenos propósitos.
A lo largo de su carrera como escritor, Tolkien empleó el recurso literario de inventarse una
«historia prototipo», un «acontecimiento» anterior que ayudaría a explicar los cuentos y
leyendas que conocerán los pueblos más adelante. En El Señor de los Anillos, intenta crear
el arquetípico ciclo de la búsqueda del anillo en la que están basadas todas las demás. La
verdad es que, para el personaje de Sauron, el Señor del Anillo, y su búsqueda del Anillo
Único, Tolkien se apoya en historias celtas, griegas, germánicas e incluso tibetanas. Sin
embargo, las sagas que tienen la asociación más fuerte, y quizás la más cercana a la historia
de Sauron, son los mitos y leyendas vikingos, y en particular los relacionados con el
supremo dios de los vikingos Odín.
Dios, brujo, guerrero, embaucador, manipulador, nigromante, místico, hechicero y rey,
ninguna figura en la mitología está tan cerca de Sauron como Odín. Ambos tienen poder
sobre lobos y pájaros, los cuervos en el caso de Odín, la corneja en el de Sauron. El ansia de
Odín por el dominio de los Nueve Mundos coincide con el ansia de Sauron por controlar la
Tierra Media, Sus intenciones son idénticas: obtener el control de un mágico y
todopoderoso anillo: el Anillo Único en el caso de Sauron, Draupnir en el de Odín. Si el
Anillo Único combina los talentos de Sauron y del elfo Celebrimbor, el anillo escandinavo
era una combinación de las habilidades de los elfos Sindri y Brolc y de toda la sabiduría de
Odín. Si el Anillo Único controla todos los otros Anillos de Poder, Draupnir gotea otros ocho
anillos cada día noveno, que Odín les da a otros para que gobiernen por él.
Además de los parecidos que encontramos en la fuente del poder de Odín y Sauron,
ambas historias están dominadas por su búsqueda del Anillo Único. Sauron pierde el anillo
en la guerra contra la Última Alianza de elfos y humanos, y Odín lo pierde en el funeral de
su hijo favorito, Balder. Odín coloca en el pecho de Balder el anillo Draupnir cuando éste se
quema junto a su barco en el funeral. Como en el caso de Sauron, el poder del Odín
disminuye sin el anillo. Como el Anillo Único, Draupnir no puede ser destruido, pero se va
con Balder al reino oscuro de Hel, la prisión de la muerte. Y de la misma manera que
Sauron envía a sus Jinetes Negros a recuperar el anillo, Odín monta en su corcel de ocho
patas Sleipnir con la intención de reclamar Draupnir.
Hay un tercer parecido sorprendente entre Odín y Sauron, y su razón es el ojo solitario.
Hemos visto ya como en la Tercera Edad Sauron toma la forma de un fiero ojo maligno. En
el canon escandinavo, tenemos a Yggdrasil, el gran fresno conocido como Árbol Mundo,
cuyas ramas míticas soportan los Nueve Mundos. Al pie de Yggdrasil se halla la Fuente de
la Sabiduría y es aquí donde, sediento de conocimiento, Odín sacrifica un ojo, y lo hace sin
vacilar. Desde entonces, fue siempre el Dios de un Solo Ojo.
Aunque sea el más obvio, Odín no es la única figura mitológica con relevancia en el mito
de Sauron, En los mitos celtas, tenemos a Balor, el Ojo del Mal, rey de una monstruosa raza
de gigantes deformes que se llaman Formors. Balor tenía dos ojos, pero sólo uno era
normal. El otro estaba hinchado, era enorme, y permanecía cerrado porque había sido
llenado con algo horrible, poderes mágicos que incineraban virtualmente cualquiera cosa
que mirara.
Imagen p. 34 — Como el legendario anillo del brujo tibetano Kurkar, que sólo podía ser destruido por un gran
horno, el Anillo del Poder sólo podía ser destruido en las llamas de la Grieta del Destino.
En la epopeya tibetana de Gesar el Ling aparece Kurkar, demonio maligno y rey de Hor.
Kurkar tiene un inmenso mandala de hierro, o anillo talismán, del que obtiene el poder, y
como el Anillo Único, se considera casi indestructible. Y si el Anillo Único sólo puede
destruirse con el poder volcánico del Monte del Destino, Gesar el Ling manda llamar a sus
hermanos sobrenaturales y a una multitud de espíritus para construir un gran horno con
«pilas de carbón altas como montañas».
Deberíamos mencionar otros dos importantes mitos. En la aparición de Sauron como
Annatar hay algo del titán Prometeo de la Antigua Grecia. Prometeo también tiene las
habilidades de un maestro herrero, y como Annatar, que ofrece compartir sus habilidades
con los elfos de Eregion, el dios Prometeo las comparte con la especie humana. Esta
decisión enfurece a los demás dioses, que por esto atan y esclavizan a Prometeo hasta que
Zeus decide romper sus cadenas, y le ordena llevar uno de los eslabones rotos con un
fragmento de roca, dando lugar al primer anillo.
Además, en el final de Sauron, hay parecidos con la leyenda alemana de Dietrich von
Berne y la Reina de Hielo. Dietrich descubre, en su batalla con Janibas el Nigromante, que
el poder de éste le viene de una placa de hierro. Cuando Dietrich levanta la espada y rompe
la placa, los glaciares de la montaña se agrietan y hacen pedazos, tronando en gigantescas
avalanchas que entierran todo el mal para siempre. El efecto de la destrucción de la placa
de hierro sobre las legiones del mal de Janibas iguala el de las legiones de Sauron a
consecuencia de la destrucción del Anillo Único.
Los más terribles de los espíritus corruptos que se volvieron siervos de Melkor fueron los
demonios de fuego Maiar conocidos como «balrogs». De todas las criaturas de Melkor, sólo
los dragones de fuego de las Edades del Sol fueron considerados tan grandes en poder.
Aunque los balrogs eran conocidos por llevar una maza, un hacha o una espada de fuego, su
patrón y arma más terrible era el látigo de múltiples colas de fuego. Los balrogs de Tolkien
eran demonios de fuego, salvajes y destructivos, no muy distintos de las Furias, los espíritus
enfurecidos, ahítos de venganza que llevaban serpientes por cabellos, portaban antorchas
llameantes y usaban látigos para azotar a sus víctimas.
En muchas mitologías hay espíritus malignos de los volcanes que viven como los
profundos balrogs en las entrañas de las montañas. El cristianismo medieval sitúa con
frecuencia volcanes en los túneles que conectan con el infierno. Para los antiguos griegos y
romanos, los volcanes eran los fuegos del dios herrero Hefesto (o Vulcano), en cuyo seno los
espíritus salvajes de la tierra y el fuego eran sometidos y esclavizados por los dioses
olímpicos y utilizados para los propósitos más rentables de la forja.
Imagen p. 36 — Los balrogs eran monstruos malignos al servicio de Melkor. Vivían en las profundidades
ardientes de las montañas, y eran parecidos a los espíritus de Fuego encontrados en las mitologías escandinava y
anglosajona.
Tolkien parece estar muy impresionado por los espíritus del fuego encontrados en la
mitología escandinava y anglosajona. Midgard era una «tierra de hombres» muy similar a la
Tierra Media de Tolkien. El norte de Midgard estaba muy cerca de la tierra de los gigantes
de hielo, mientras el sur era una tierra de gigantes de fuego. Esta tierra demoníaca y
ardiente era llamada «Muspellsheim». El Muspellsheim que inspira la imaginación de
Tolkien en la creación de sus extraordinarios demonios de fuego, los balrogs.
En la mitología escandinava, encontramos que, en los límites de Muspellsheim, había un
gigante guardián en cuclillas armado con una gran espada de fuego. Este guardián de las
ardientes puertas de Muspellsheim, conocido como Surt, señor del fuego, podría ser una
antítesis infernal del arcángel Miguel de la Biblia, con su justa espada de fuego. Siempre
alerta, Surt espera el retumbo de Heimdall, el dios de la luz, que sopla Gjall, el cuerno de
los dioses, llamando a Odín y a los otros dioses a Ragnarok, o Gotterdammerung. Estamos
hablando del apocalipsis, la batalla del fin del mundo, y Heimdall era el gigante guardián
del Puente del Arco Iris que cruzaba los cielos en la tierra de los dioses.
Acompañando por el toque del gran cuerno, Surt encabeza, con su espada de fuego, a los
hijos de Muspell, que «forman una hueste por sí mismos, y una muy brillante», en la batalla,
donde el señor del fuego tiene un duelo con Freyr, dios del sol y de la lluvia, patrón de la
generosidad y de la paz. El Puente del Arco Iris es destruido cuando las llamas ardientes de
Surt caen desde el cielo. En la conflagración, los dioses, los gigantes y el mundo serán
enteramente consumidos por las llamas.
En El Silmarillion, al final de la Guerra de las Grandes Joyas, cuando el enviado de
Valinor viene de hacer la guerra contra Morgoth en Beleriand, encontramos cierto
paralelismo con los detalles narrativos de la batalla escandinava de Ragnarok. La batalla de
Tolkien también empieza con el sonido de un cuerno, el Cuerno de Eönwë, el Heraldo de los
Valar. Con su sonido, un demonio ardiente, el balrog Gothmog también se une a la batalla,
como Surt en Ragnarok. Y por último, como resultado de la batalla, Morgoth y todos sus
siervos, incluyendo muchos de la raza de los balrog, son destruidos, como en la batalla
escandinava de la destrucción final del mundo.
Las culturas chamánicas de todo el norte de Europa y Asia que usan armas de hierro y
acero tienen un dicho: «el brujo y el herrero vienen del mismo nido». Ambos tienen
conocimientos alquímicos y el nombre de «maestros del fuego». Sin embargo, la fuente de
este fuego lo que determina su naturaleza y propósito. El Anillo Único de Sauron fue forjado
en el «fuego oscuro» de Morgoth el Enemigo. Éste le da al Señor del Anillo el dominio de
todos los fuegos satánicos sobre la tierra.
Pero Gandalf también empuña el poder del fuego, el celestial fuego de Eru. En el duelo
de Gandalf con el balrog, tenemos una batalla entre dos clases de fuego alquímico, el blanco
y el oscuro, vívidamente ilustrada. La batalla del mago con el balrog de Moria tiene
paralelismos en el mito escandinavo de Ragnarok. En El Señor de los Anillos, el balrog de
Moria se enfrenta, con su ardiente espada de fuego rojo, a Gandalf el Mago, con su espada
de llama blanca y fría, en el estrecho puente de piedra sobre el abismo de Moria. Se trata
de una versión abreviada de la titánica lucha entre Surt y Freyr en el Puente del Arco Iris.
Ambas batallas empiezan con el sonido del Gran Cuerno, el cuerno escandinavo de los Aesir,
soplado por Heimdall, y el Cuerno de Gondor, soplado por Boromir. También, ambas batallas
empiezan con un desastre —los dos puentes se caen, y los dos combatientes se precipitan
en un rugir de llamas a su destino.
El encuentro entre Gandalf y el balrog es un punto y aparte en más de un aspecto.
Literariamente, el puente de piedra colapsa y el mago es arrastrado al abismo. La
Comunidad del Anillo se rompe por la pérdida de su guía y mentor. Sus amigos asumen que
la vida del mago se ha acabado. Y la cuestión es que han llegado a un punto desde el que no
hay retorno. Desde ahora, sólo pueden seguir adelante. Es un buen ejemplo del arte de
Tolkien como narrador de historias: eliminar (aparentemente) al personaje clave en el medio
de la acción es una atrevida apuesta. También clarifica la dimensión moral moderna del
mundo de Tolkien, separado de las grandes épicas narrativas de los primeros tiempos. En
La Ilíada, cuando Héctor es matado por Aquiles, es como una predicción del destino de
Troya. El asesinato de Sigfrido en El anillo de los nibelungos presagia la calamidad que
acontecerá sobre todos los nibelungos. Pero la eliminación del sobrenatural Gandalf
representa una oportunidad para los humanos. Elfos, enanos y hobbits ponen en práctica su
entereza y su coraje y se salvan a sí mismos de una situación aparentemente sin esperanzas.
Imagen p. 39 — El mago Gandalf planta cara a su poderoso enemigo, el balrog de Moría, en el puente de Khazad-
dûm, en una lucha muy parecida a la que se da entre Surt y Freyr en el Puente del Arco Iris, en la batalla
culminante del final de los tiempos de la mitología escandinava.
La No-Luz de Ungoliant
No resulta fácil crear algo tan profundamente desagradable como la Gran Araña Ungoliant
de J. R. R. Tolkien. Representa algo más que el simple horror físico de los arácnidos
gigantescos y antinaturales, tramando maldades peores que el asesinato. Algo que podría
ser descrito como informe y en movimiento, una especie de agujeros negros conscientes.
Ungoliant encarna todos los pecados mortales en uno, con un poco más de maldad. En esta
criatura, Tolkien descubre un horror oscuro en la sustancia denominada No-Luz. Tenemos
una cuidadosa descripción de la araña, y quesea una hembra hace que sea mucho más
espantosa y chocante. Es difícil imaginar la reproducción de esta criatura, que conlleva la
producción de más No-Luz, de esa especie de agujeros negros que podrían considerarse una
especie de No-nacidos. Si Ungoliant no tuvo ningún tipo de nacimiento, fue porque en
principio era un corrompido espíritu Maia, una manifestación del malvado espíritu de
Morgoth creciendo separado de sí mismo en el frío y la oscuridad. En Ungoliant, Morgoth
da rienda suelta a elementos más allá de la maldad y de la oscuridad.
Imagen p. 40 — Ungoliant, junto con Melkor, destruye los Árboles de los Valar en las Tierras Imperecederas y
consume su luz.
Asombra que el profesor Tolkien compartiera la aversión de las personas normales a las
arañas. Ciertos arácnidos juegan un papel decisivo y poco amistoso tanto en El hobbit como
en El Señor de los Anillos, así como en los primeros tiempos de la Tierra Media. Está claro
que Tolkien conocía bastante bien la historia natural de las arañas y era consciente de que
las hembras son el género activo y normalmente dominante. Algunos estudiosos han ido
más lejos al interpretar el relato del episodio de Ella-Laraña por parte de Tolkien como una
evidencia de su latente misoginia.
Las arañas no han tenido siempre tan mala prensa. Es sabido que una araña enseñó
perseverancia a Robert Bruce, rey de Escocia, en sus épocas de penuria. Otra araña hiló su
telaraña en la boca de la cueva donde se hallaba oculto el profeta Mahoma, e hizo que sus
perseguidores pasaran de largo. Sus habilidades han sido elogiadas con frecuencia. Incluso
se supone que tienen cualidades medicinales: en Inglaterra, los afectados de ictericia
habían llegado a comer una gran araña untada en mantequilla. Se aproveche o no de las
fobias privadas de cada uno, la descripción de Tolkien de las grandes arañas escondidas en
túneles claustrofóbicos es para muchos lectores el episodio más escalofriante de la trilogía
del Anillo.
Lobos y vampiros
El Señor Oscuro tiene muchos sirvientes leales que, como los Valar, pueden tomar cualquier
forma que deseen; algunos asumen la forma de los grandes lobos que cazan en la noche.
Otros elegían la forma de un vampiro gigante. Estas criaturas eran también maestros de la
transformación que atacaban a sus enemigos en la oscuridad y chupaban la sangre de sus
víctimas.
La creencia en la licantropía y el vampirismo es tan antigua como la raza humana: hay
recuerdos de estas prácticas incluso en el antiguo Egipto. La transformación de hombres en
animales y de animales en hombres forma parte de todas las culturas chamánicas. El primer
licántropo tuvo origen en Arcadia, donde Zeus transformó al rey Licaón en hombre lobo. A
lo largo de la Edad Media, era normal creer en vampiros con aspecto de murciélagos que
chupaban la sangre de los seres humanos.
Hasta el siglo XX, los zoólogos europeos no se pusieron a la altura de la imaginación
humana al descubrir una especie de murciélago en América del Sur que se alimentaba,
efectivamente, de sangre. Licantropía y vampirismo son términos que se usan tanto en
psiquiatría como en el folclore, generalmente como metáfora de un estado psicológico.
Entre las culturas humanas, ha habido tradiciones que consideraban la ingestión de sangre
y el canibalismo como prácticas comunes para aterrorizar enemigos y someter a los propios
súbditos.
En la obra de Tolkien encontramos elementos de estas tradiciones, desde los más
pequeños a los más grandes. Las moscas de Mordor —criaturas grises, marrones y negras
marcadas con la forma de un ojo rojo sobre la espalda— atraviesan el reino en enjambres
chupadores de sangre. En la Búsqueda del Silmaril, Thuringwethil, la «mujer de la sombra
secreta» era una vampiresa gigante con grandes alas y garras con
espolones de hierro con los que desgarrar a sus presas. En otro
incidente, Sauron cambia de hombre lobo a vampiro alado, con el
propósito de poder volar y encontrar refugio en los profundos fosos
de Angband.
Cuando era un niño en los Midlands, Tolkien se sintió atraído por las extrañas lenguas
escritas en los laterales de los camiones de carbón galeses. En aquella época, desarrolló su
sentido estético del lenguaje, y comprendió que algunas lenguas eran «hermosas» y otras
eran «desagradables». Escuchando hablar en galés y, aún mejor, los cantos corales de las
iglesias, Tolkien no tuvo duda de que en esta lengua había descubierto uno de los lenguajes
más bellos y musicales del mundo. Tolkien pensó que, si los elfos tenían una lengua, era
lógico buscar sus orígenes en estos británicos arcaicos. Como consecuencia, inventó un
lenguaje élfico (el sindar de los elfos grises) basado en la estructura del idioma galés.
Como Tolkien señalaba con frecuencia, la Comarca de los hobbits era análoga a
cualquiera de las comarcas de los Midlands ingleses (región de la Inglaterra central) en los
límites de la frontera galesa. Si echamos un vistazo a la vasta duplicación geográfica de las
líneas costeras de Gales y Cornwall, divididas por la ostentosa cuña del canal de Bristol y el
río Severn, y delimitadas por las montañas galesas en la frontera de Inglaterra, veremos
que es obvio que el norte y el sur de Lindon son análogos a Gales y Cornwall.
La historia, mitos y lenguajes del antiguo Gales y el Lindon élfico muestran dos caras de
la misma moneda de Tolkien. Los coros de Gales son renombrados en rodo el mundo,
mientras Lindon era la «tierra de la canción», o, con más precisión, la tierra de la «sagrada
canción». Históricamente, Gales y Cornwall eran los últimos refugios de los verdaderos
«británicos», distintos de los «ingleses». Esta distinción entre británicos e ingleses es
crítica para comprender la cosmogonía de la Tierra Media. Tolkien insiste en que, hablando
propiamente, el término «británico» se refiere a los celtas hablantes de galés asentados en
la tierra al menos dos milenios antes de la llegada de las relativamente primitivas tribus
inglesas (anglosajones) en el siglo V. Después de muchos siglos de contacto y de gobierno
bajo los romanos, los más aristocráticos britones (antiguos británicos) y todo el clero
británico hablaron latín. Consciente de esto, Tolkien explicó que el elfo gris o lenguaje
sindar fue creado para parecerse al galés. El quenya o latín élfico fue inventado respecto al
sindar con una relación similar a la que hay entre el galés y el latín. Curiosamente, Tolkien
eligió el finlandés —un oscuro lenguaje de origen desconocido— como base del lenguaje de
los «parlantes» o «quendi», los Altos elfos de Eldamar
Había algo más sobre Rivendel. Algo que veremos mucho mejor examinando la palabra
«Imladris». No su nombre élfico, sino una realidad alternativa; alguna «otra» cosa que tiene
que ver con los aspectos élficos de doble visión, sueños proféticos y visiones despierto. La
Casa de Tradición no sólo guarda artefactos históricos y documentos. El maestro Elrond de
los Medio-elfos era por sí mismo un archivo viviente —seis mil años. En Imladris, Elrond
Medio-elfo era sin embargo mucho más consultado como un antiguo oráculo viviente.
Tolkien deja con frecuencia pistas en los nombres: el nombre westron de Rivendel
«Karningul», que significa «Valle hendido», se repite en su nombre sindarin «Imladris», que
significa «Valle profundamente hendido», porque se halla en una grieta rocosa oculta al pie
de un paso en las Montañas Nubladas. Imladris se mantiene oculto por ilusiones ópticas
creadas por el relieve de la superficie rocosa del profundo valle cortado a pico. Esta grieta
oculta en la oscuridad era también una alusión —en reverso— a la mucho más reveladora
Grieta de Luz del reino inmortal de Eldamar.
Nos referimos al Calacirya, la «Grieta del valle de la Luz», el único paso a través de las
montañas Pelori que rodean las Tierras Imperecederas. Esta grieta de luz permitía a los
Árboles de los Valar brillar sobre Eldamar. La alta, blanca torre del reino de Tirion —la más
grande de las ciudades élficas permanece erguida en este Valle de Luz. Esta Grieta de Luz
era el equivalente élfico de las puertas del paraíso y su luz se consideraba una divina
bendición y fuente de inspiración.
Imagen p. 53 — El tranquilo refugio de Rivendel acoge a los cuatro hobbits en su trayecto desde la Comarca. Por
su carácter mundano y de conservación de la sabiduría y la tradición élficas, Rivendel de la Tierra Media equivale
a la ciudad universitaria de Oxford, donde J. R. R. Tolkien realizó gran parte de su carrera como profesor de
anglosajón.
En la antigua Grecia, había otra sagrada «Grieta de Luz». Era el oráculo de Delfos, que
estaba construido en un angosto paso a través de la montaña del Parnaso, consagrado al
dios solar Apolo. Delfos significa «grieta» en griego. El oráculo de Delfos era la Grieta de
Luz a través de la cual fluía la sagrada luz de Apolo. Esta sagrada luz era a la vez de una
naturaleza literal y metafórica, ya que Apolo, el dios sol, era también el dios del intelecto, y
el dios de la profecía. Dentro del santuario del templo de Apolo, había oculta una grieta
abierta en la sagrada montaña de la cual emergían vapores que inducían al trance de la
profecía. Y como Apolo era también el dios de los poetas y los músicos, había otra grieta en
Delfos. Se trata de una hendidura en la sagrada montaña que daba lugar (y todavía lo hace)
a un frío manantial que se conoce como fuente de Castalia, consagrada a Apolo y las musas,
y que tiene el poder de inspirar a músicos y poetas.
Imagen p. 54 — Aunque los elfos silvanos viven en el norte del Bosque Negro, en tiempos de la Guerra del Anillo
este hermoso bosque fue ocupado en su mayor parte por el mal de Sauron. Se convirtió en hogar de una colonia
de grandes arañas, con las que se encontró Bilbo Bolsón durante sus aventuras en El hobbit.
Todos los maestros del antiguo mundo venían a consultar al oráculo de Delfos. Los
tesoros de muchas ciudades y los archivos de Delfos estaban protegidos dentro del
santuario por tratado o acuerdo diplomático, y algunos en mayor grado por miedo a la ira
de Apolo. Como Imladris, se creía que Delfos estaba bajo la protección de los espíritus del
río y de la montaña que lo rodea. En El Señor de los Anillos, los Espectros del Anillo
intentan invadir Imladris, pero son rápidamente rechazados cuando el río se desborda en
una poderosa crecida que arrastra a los demoníacos jinetes. En un episodio parecido, los
historiadores antiguos dicen del rey persa Jerjes que, en el curso de la invasión de Grecia,
ordenó a sus lugartenientes avanzar sobre el santuario no fortificado de Delfos. En este
intento, los persas fueron completamente destruidos. Sus fuerzas fueron barridas por una
serie de atronadoras y descomunales inundaciones, seguidas por un deslizamiento masivo
de tierras que bloqueó el paso montañoso y acabó con la invasión.
El templo de Apolo era la casa de la memoria, de la ley y de la tradición. Era también la
casa de las consultas antes de una gran aventura o campaña. Sus profecías tenían con
frecuencia un doble sentido, y eran a la vez una llamada a la prudencia y una advertencia a
los orgullosos y a los poderosos. El futuro no estaba fijado, sino que lo determinaban el
coraje personal y la voluntad. Sobre la entrada del templo de Apolo está escrito «Conócete a
ti mismo». Delfos e Imladris eran lugares en los que se fortalecía primero el viaje interior,
antes de emprender el otro viaje con más confianza. Delfos e Imladris eran refugios desde
los cuales los aventureros se enfrentaban al ancho mundo con esperanza, y una señal de
buena fortuna.
La puerta de la montaña
En el mundo de Tolkien, entrar en el reino de los enanos es hacerlo a través de una puerta-
secreta-en-la-montaña, que no puede ser cruzada excepto por aquellos que poseen la llave.
En muchos cuentos de hadas que hacen servir el motivo de las puertas en la montaña, el
héroe entra en un vasto mundo subterráneo que está lleno de maravillas y riquezas,
peligros y conocimiento. Estas historias de magia y puertas prohibidas llevan con frecuencia
al descubrimiento de una herencia perdida o un tesoro maldito, y requieren la inteligencia
del héroe para burlar o calmar a los guardianes de este tesoro escondido en las montañas.
Esta norma se cumple en la Misión de la Montaña Solitaria, cuando la compañía de
Thorin envía a Bilbo Bolsón a través de la puerta secreta de la montaña en la primera
novela de Tolkien El hobbit. De vez en cuando, se puede entrar en semejantes lugares con
una simple llave. Sin embargo, con más frecuencia, se ha de entrar por medio de un hechizo
o a través de la respuesta a un acertijo que únicamente conoce el genio de la montaña.
Oscilan entre el «Ábrete Sésamo» de Alí Babá y los cuarenta ladrones, el hechizo secreto
que abre la cueva de Aladino y la nota musical que gobierna la puerta de piedra de El
flautista de Hamelín.
El más grande de los primeros Siete Reinos de los enanos fue Khazad-dûm. En los
últimos años, estas vastas y profundas minas de enanos fueron conocidas como Moria, y su
Gran Puerta Occidental era una de las maravillas de la Tierra Media. A la luz del día, no
podía ser discernida ni la más pequeña grieta de la montaña. Por la noche, en cambio, a la
luz plateada de las estrellas, los hermosos símbolos y las inscripciones heráldicas de la gran
puerta relucían cuando ésta era tocada por la mano de quien dijera las palabras en un
antiguo lenguaje. Cuando la Compañía del Anillo llega a la puerta occidental de Moria, está
precintada, y Gandalf comenta: «Es probable que estas puertas estén gobernadas por
palabras». Sólo el gran conocimiento de Gandalf de los lenguajes antiguos le permite
resolver el acertijo y pronunciar la palabra «mellón» que significa «amigo».
En la Tierra Media de Tolkien, se logra entrar en el mundo secreto de los enanos a través
del lenguaje. Para Tolkien, las palabras eran la llave de todos los reinos perdidos de la
Tierra Media, un mundo descubierto a través de lenguas, runas, caligrafía gnómica y claves.
Todo esto implica la necesidad de abrir las puertas de la imaginación. Tolkien empieza con
la palabra «enano» (en inglés, dwarf). Es una palabra muy antigua, de al menos cuatro
milenios de antigüedad. Parece ser originaria de la palabra con raíces indoeuropeas
dhwergwhos, que significa algo así como «minúsculo». Para empezar, Tolkien insiste en que
el plural debe ser dwarves, no dwarfs (enanos, en todo caso, en español). Tolkien quiere
sobre todo que consideremos a los enanos como miembros de una raza, de gente menuda y
barbada que vive dentro de las montañas, no que los veamos como si fueran humanos más
pequeños. Empieza intentando definir y estandarizar la raza reconociendo un término
propio plural para este pueblo. Por eso opta por dwarves, aunque sabía que, en términos
propiamente lingüísticos, sería más correcto decir dwarrows.
Imagen p. 61 — Oculto en un árbol, Alí Babá oye por casualidad la palabra mágica usada por los cuarenta
ladrones para entrar en la cueva llena de tesoros. Esta historia aparecerá más tarde en muchas fábulas e
historias. Tolkien también hizo entrar a la Compañía del Anillo en las minas de Moría a través de una puerta
oculta, gracias a que Gandalf dio con la contraseña adecuada.
Estudiando las raíces de la palabras en los primeros textos germánicos de los antiguos
godos y lombardos (o Langobard, largas barbas), J. R. R. Tolkien llega a la conclusión de
que, en general, se creía en los enanos y una poderosa pero atrofiada raza subterránea de
demonios o espíritus que vivían dentro de las montañas. Estos enanos eran guardianes de
tesoros y de mágicos presentes y también maestros del fuego y de la forja y hacedores de
armas y joyas. En la Tierra Medía, Tolkien continúa con una tradición muy sólida: sus
enanos eran los genios de las montañas, como los hobbits eran los genios de las tierras
cultivadas y las granjas, y los ents eran los genios del bosque. A través de su investigación,
Tolkien sintió que tenía el poder de comprender la verdadera naturaleza y el carácter de su
herética y atrofiada raza de enanos de la montaña. Resolvió que sus enanos eran
comparables en todo a los escandinavos, una orgullosa raza de guerreros, artesanos y
comerciantes que tenían su vivo retrato en las sagas islandesas —similares en todo a los
amantes del mar escandinavos.
Imagen p. 62 — Como los enanos de muchas otras tradiciones mitológicas, los enanos de Tolkien eran feroces en
la batalla, como demostraron Thorin Escudo de Roble y su ejército en la Batalla de los Cinco Ejércitos.
Probablemente, los enanos de la Tierra Media se parecían más a los antiguos
germánicos, antepasados de los vikingos antes de los barcos y los caballos. Ambos eran
estoicos e independientes por naturaleza, admiraban la fuerza y la bravura, tenían sentido
del honor y la lealtad y adoración por el oro y los tesoros. Eran casi idénticos en destreza en
el manejo y la fabricación de las armas, en su orgullo obstinado, y en su implacable sed de
venganza cuando percibían una injusticia.
Como los antiguos escandinavos, los enanos eran bravos e intrépidos en su propio
terreno, pero desconfiados y displicentes con todo aquello que no conocían. A diferencia de
la cultura guerrera de los escandinavos, que eran también trotamundos, silvicultores y
granjeros, los enanos de Tolkien temían el mar abierto, el bosque profundo y las llanuras
abiertas. Preferían tirar de un caballo que cabalgarlo, cortar un árbol que subirse a él, o
quemar un barco que navegar. Los enanos sólo se sentían seguros en las profundas raíces
de las montañas y gozaban con el trabajo del oro y los metales preciosos, la forja de armas
de acero, la talla en piedra y el engaste de gemas.
Partiendo de los tradicionales cuentos de hadas en que aparecen enanos, Tolkien intentó
descubrir más sobre esta raza arquetípica: su conexión con las minas, el acaparamiento de
tesoros, la forja de armas sobrenaturales y la creación de objetos con cualidades mágicas.
El estudio de cuentos como Rumpelstiltskin, indujo a Tolkien a dotar a sus enanos de
nombres secretos, amor a los acertijos y un lenguaje secreto escrito en runas. Tolkien
decidió que, aunque los enanos no eran exclusivamente varones, sus mujeres (y también sus
niños) serían pocos y estarían ocultos a fin de que nunca fueran vistos por otros pueblos.
Así, las grandes pasiones de los enanos se centraban en la obtención y el modelado del oro y
otros materiales semejantes de la tierra. En Rumpelstiltskin, Tolkien también observó la
asociación esencial de los enanos con anillos mágicos de poder. Este cuento de hadas sobre
hilado de oro puro a partir de la paja, nos conecta directamente con los enanos de los
grandes anillos épicos buscados en el Cantar de los nibelungos alemán y la Volsunga Saga
noruega. La rueca de Rumpelstiltskin es una versión de cuento de hadas de los poderes
mágicos incorporados en la forja de anillo de los enanos de los antiguos mitos. El anillo
mágico de oro era conocido como Andvarinaut en el Cantar de los Nibelungos, que significa
«el anillo de Andvari el Enano». También llamado «Telar de Andvari», porque gracias a su
poder se reproduce a sí mismo eternamente. Era la última fuente del oro maldito de los
tesoros de los nibelungos y de los volsung.
En la mitología nórdica, este anillo acaba en posesión de Odín. Conocido como Draupnir,
el «goteante» porque cada nueve días goteaban de él ocho anillos nuevos de oro. Hay que
tener en cuenta el significado del número nueve: número de las brujas. Como rey de los
dioses nórdicos, Odín era realmente el Señor de los Anillos. Draupnir era el único anillo que
era símbolo de su dominio sobre los Nueve Mundos de la cosmogonía nórdica, como el
Anillo Único de Sauron lo era de su dominio sobre la Tierra Media.
Entre las historias que dieron forma a los enanos de Tolkien, dos de
las que más influyeron son el cuento de Blancanieves y los siete
enanitos y un poema islandés, el Voluspa (que significa la profecía de
la sibila), una visión profética muy poderosa de la creación,
evolución y destrucción final del cosmos nórdico. En el Voluspa,
Tolkien descubrió el nombre «Dunn», de un enigmático y misterioso
Imagen p. 63 — El rey
creador de los enanos. Seguramente, debió de haberle estimulado enano Thorin, cuyo
advertir que el creador que «despertaba» una raza tenía un nombre nombre obtuvo Tolkien de
las historias nórdicas de
que significaba «durmiente». Puede que Durin fuera enanos.
cuidadosamente traducido como «Dormilón», y adoptado (de la misma fuente) en el cuento
de hadas Blancanieves y los siete enanitos.
Imagen p. 64 — Los enanos llevaban máscaras de acero para soportar la lucha contra los dragones de fuego
Glaurung en la batalla de las Lagrimas Innumerables. Muchas culturas de África y Asia tienen la misma
costumbre de utilizar máscaras de guerra con aspecto de ferocidad.
Tolkien creía que el cuento de hadas tenía que recuperar el mito original o la historia de
la antigua raza que lo había inspirado. Al principio, pensó que los durmientes serían los
siete enanos, no Blancanieves. En este cuento de hadas, él veía un revoltijo de los orígenes
de la raza de los enanos. Los siete enanos podían haber sido los primeros de su raza, pero
Durin el Durmiente no era su hacedor. Tolkien llegó a la conclusión de que Durin era el
primero de los Siete Durmientes —los padres ancestrales de la raza— que quedaban en las
profundas cavernas, «bajo las rocas», esperando el momento de despertarse para completar
su destino.
El origen de esta idea, basada en leyendas sobre ancestros dinásticos «durmiendo» en
cavernas bajo las montañas, es corriente en muchos países. El rey Arturo, Carlomagno y
Gengis Khan eran un poco como esos héroes nacionales que se supone habían dormido bajo
las montañas mientras esperaban ser llamados a defender su país en un momento de gran
necesidad. La historia de Rip van Winkle es la versión americana de esta leyenda. Para
encontrar siete durmientes bajo la montana en la mitología, sin embargo, debemos
distanciarnos más, a las leyendas místicas del islam y de la India. Aquí, los siete durmientes
son alternativamente sabios, siete profetas o los ancestros de los siete reyes de los siete
reinos.
Imagen p. 65 — Los Siete Durmientes eran los padres ancestrales de los enanos de la Tierra Media. Tolkien
buscó, en diversas mitologías, historias que contuvieran personajes y enanos durmientes, seres familiares en
cuentos de hadas como Blanca nieves y los siete enanitos.
Una vez Tolkien ha descubierto sus Siete Durmientes, se obliga a sí mismo a pensar en su
hacedor. Al principio, nos dice Tolkien, Los Siete Padres de los enanos fueron concebidos y
formados por Aulë el Hacedor de Montañas, Maestro del fuego,
Herrero de los Valar. Entre los enanos era conocido como Mahal,
porque le dio forma a su raza a partir de elementos de las
profundidades de la tierra. De Aulë viene el deseo de buscar en las
raíces de la montaña, una búsqueda que lleva a descubrir el brillo de
los metales y las joyas más bellas de la tierra. Con el descubrimiento
de estos materiales sin pulir viene el deseo de llevar a la maestría
oficios como la talla de la piedra, la forja del metal y el engaste de
gemas. En Aulë el Hacedor de Montañas y Herrero de los Valar,
descubrimos un ser que tiene mucho en común con el dios griego del
fuego, Hefesto (el dios romano Vulcano), que era el herrero de los
dioses del Olimpo. Como Hefesto, Aulë posee el espíritu de los
artistas y artesanos más puros, ya que creaba por el gusto de crear,
no por la posesión ni por su uso para obtener poder y dominio sobre
los demás.
Sin embargo, parece que los enanos se apartaban con frecuencia
de la verdad y el ideal natural de su Hacedor, y, en según qué
circunstancias, acaba por sucederles alguna tragedia. Hay que decir
que, por su destreza y pasión por la guerra, y por su embravecida y
violenta naturaleza, los enanos parecen tener más que ver más con
otros grupos, por ejemplo, el culto guerrero de Thor. A diferencia del
herrero de los dioses, Thor, el dios nórdico del trueno, encuentra la
gloria en la batalla, y el honor en la acumulación del oro ganado en
combate por las virtudes de su martillo de guerra, el trueno forjado
por los enanos.
Los Siete Padres de los enanos creados por Aulë eran en muchos
aspectos similares a las criaturas concebidas por el dios herrero de
los griegos, Hefesto. Parecen criaturas vivas, pero de hecho son
robots autómatas designados para ayudarle en su tarea de preparar
el metal y trabajar las forjas. Los Siete Padres originales eran al
principio como autómatas, incapaces de pensar de manera
independiente. Fue Ilúvatar quien les dio el regalo de la vida
verdadera, y no permitió a los enanos caminar sobre la Tierra Media
antes de que despertara su propia creación, los elfos. De ahí que los
Siete Padres de los enanos durmieran a través de las eras hasta que la oscuridad eterna de
los cielos se llenó con la luz del día de Varda, la Reina de las Estrellas.
Puede haber una pequeña duda sobre las intenciones de Tolkien en este caso, pues uno
de los muchos nombres de la Reina de las Estrellas es el de Alta Ella «Fanuílos», cuya
traducción más simple es Blancanievcs. Esto desorienta. Ahora que se nos ha revelado que
los Siete Enanos eran los auténticos durmientes en la tradición de los cuentos de hadas,
descubrimos que es Blancanieves, la supuesta «belleza durmiente», la responsable del
despertar de los enanos.
Hay otra belleza de sangre real en el Bosque Dorado, la princesa de los elfos, Arwen,
Estrella de la Tarde, cuyo cabello oscuro rivaliza con el dorado de Galadriel, bajo cuya
protección se encuentra. La belleza de Arwen fue renombrada y muy unida a Varda, la
Reina de las Estrellas. Varda era célebre entre los enanos, porque en el Despertar de las
Estrellas creó las Siete Estrellas conocidas por los enanos como Corona de Durin, con
ocasión del Despertar de los Siete Padres de los enanos. Y fue Varda la que, por su propio
resplandor, fue llamada Fanuilos, Blancanieves. Tan grande era la belleza de Arwen, la
futura reina de los dúnedain, que se la tenía por la Estrella Reina en su venida a la Tierra
Media. Digamos que Arwen del Crepúsculo era otra manifestación de Blancanieves.
Ahora que hemos profundizado en la relación de Blancanieves y los elfos, nos queda una
pequeña duda sobre un asunto que subyace en El Señor de los Anillos. Una simple
descripción de los hechos nos muestra la relación de las dos reinas del Bosque Dorado con
el cuento Blancanieves, y sugiere dónde hay algo extraño. Veamos: una belleza de cabellos
oscuros, una pálida princesa, se esconde en un bosque encantado cuya entrada está
protegida por poderes desconcertantes y un ejército invisible de infalibles arqueros. En este
reino oculto, la princesa se oculta cuidadosamente del mundo. Es constantemente velada
por su belleza, un encanto inmortal que conoce poderosos encantamientos, rechaza
pretendientes y consulta un espejo mágico. Desde luego son variaciones de Blancanieves.
Especialmente si consideramos las relaciones entre La bella durmiente y los Siete Padres de
los enanos.
Imagen p. 67 — Moria, o Khazad-dûm, era uno de los reinos más grandes de los enanos. Era el hogar ancestral de
Durin, el primero de los Siete Padres de los enanos de la Fierra Media.
Imagen p. 68 — Las Cavernas Centelleantes de Aglarond fueron temporalmente el cobijo del enano Gimli, uno de
los héroes de El Señor de los Anillos. El nombre de Gimli significa «centelleante o resplandeciente» y está
tomado del nombre del refugio creado para los supervivientes de la batalla de Ragnarok (que señala el fin del
mundo) en la mitología nórdica.
El espejo mágico de Galadriel parece tener un elemento (difícil de identificar al
principio) que situaría el asunto fuera de discusión. Es algo que tiene que ver con las
hechiceras que están mirando constantemente su espejo mágico. Tolkien sugiere que no hay
rivalidad y que las hechiceras están protegiendo a su hija adoptiva. El cuento de hadas, en
cambio, deja sentada la vanidad de la madrastra bruja y los celos por la belleza de su
hijastra.
Tolkien hace un guiño obvio a esta tradición del cuento de hadas, en el debate
desarrollado entre Éomer, rey de Rohan, y Gimli el Enano, sobre la belleza de las reinas
Arwen de Gondor y Galadriel de Lothlórien. Aunque las dos reinas eran para Tolkien
demasiado virtuosas para tener nada que ver en esta rivalidad, su situación es precisamente
como un acercamiento al cuento de hadas. Y es fácil imaginar a un travieso narrador de
cuentos de hadas inventando una hechicera malvada que está llena de odio hacia la belleza
de Blancanieves y le pregunta al espejo mágico: «¿Quién es la más bella de todas?»
Pastores de árboles
J. R. R. Tolkien era un adorador incondicional de los árboles. Desde su infancia, admiró y
amó esta antigua forma de vida y creyó que eran de alguna manera seres sensibles. A una
pregunta sobre el origen de los ents, Tolkien escribió: «Debería decir que los ents están
compuestos de filología, literatura y vida. Deben su nombre al “eald enta geweorc” del
anglosajón». Esta referencia al anglosajón se debe a un fragmento del bello e inquietante
poema inglés antiguo El trotamundos. La palabra enta se traducía comúnmente por
«gigante», y la frase se refiere a las prehistóricas ruinas de piedra consideradas como el
trabajo de una antigua raza de gigantes. Sin embargo, más allá de que los ents fueran el
nombre anglosajón para gigante, la «Marcha de los ents» de Tolkien está inspirada de
hecho en un aspecto negativo. Venía de su disgusto casi herético y su, digamos,
desaprobación del tratamiento que le da William Shakespeare a los mitos y leyendas. El
mayor abuso estaba concentrado en su obra de teatro más popular, Macbeth.
La creación de los ents, como explicó una vez Tolkien, «se debe, creo, a mi más amargo
desacuerdo y enfado de los días de colegio con el mal uso que hace Shakespeare de la
llegada del “gran bosque de Birnam a la colina Dunsiname”. Echo de menos concebir un
escenario en el cual los árboles puedan marchar realmente a la guerra». Otra vez, Tolkien
creyó estar escribiendo la verdadera historia de su tradición. Sintió que Shakespeare había
trivializado y malinterpretado un mito auténtico, proponiendo una simple y barata
interpretación de esa marcha del bosque hacia la colina. Tal vez no había leído lo bastante
sobre este tema; Tolkien, a veces divertido, a veces irritado por aquellos que buscaban las
fuentes y los significados ocultos en su obra, era bastante capaz de crear un escenario falso
para la ocasión. Pero ciertamente, en su «Marcha de los ents», la oposición fundamental de
los espíritus del bosque y las montañas estaba revelada y representada de una manera que
presta poder y dignidad al milagro del bosque marchando hacia la colina.
Imagen p. 71 — El ent Bárbol era una parodia de C. S. Lewis, escritor de fantasía, amigo y compañero de Tolkien,
la tendencia del círculo de amigos de Tolkien, los Inklings, hacia la locuacidad sobre los orígenes de las palabras
queda reflejado en la Cámara de los Ents, donde éstos discuten largamente sí deben emprender alguna acción
contra el traicionero mago Saruman.
En un nivel personal divertido, los ents estaba de alguna manera satirizando a los
profesores de Oxford y particularmente a los filólogos retrógrados (entre los cuales Tolkien
se nombraba a sí mismo). Los ents, como los académicos, se mostraban largos en las
discusiones y los problemas, pero cortos a la hora de actuar. Con frecuencia, sin embargo,
la acción se demuestra innecesaria —en Oxford como en el bosque de los ents— y los
debates duran más que los problemas. Una discusión en éntico, sin embargo, podría haber
sido una pesadilla para un estudioso de filología. Eran más lentos que los humanos porque
cada cosa nombrada debía incluir la propia historia de la cosa: «hojas a las raíces» como
podrían decir los ents. Como consecuencia, las reuniones de ents o «asambleas» —con
requisitos, incorporaciones, excepciones y notas verbales en cada punto— deben haber
tenido un sabor especial para quienes tienen alguna familiaridad con los encuentros
editoriales de los compiladores del Oxford English Dictionary. Bárbol es un «árbol de
tradición» y se puede argumentar que la narración de Tolkien sobre Bárbol y el bosque de
los ents en El Señor de los Anillos equivale exactamente a su representación de Bárbol.
Durante las últimas décadas de su vida, Tolkien reconoció en una entrevista que el líder de
los ents era explícitamente conocido como una satirización completa y bienintencionada de
su amigo y colega, C. S. Lewis, autor de Las crónicas de Narnia, con su retumbante voz, sus
absurdas interjecciones «Rum, rum» y la autoridad de un completo
sabelotodo que, curiosamente, lo sabe todo.
Para encontrar seres míticos que se correspondieran con los ents,
Tolkien sólo tenía que mirar en el folclore local inglés, donde los
«hombres verdes» juegan un importante papel. Se les ve a menudo
como un rostro, entrelazado en la mampostería del porche de una
iglesia o en la madera tallada de su interior. Le rodean volutas de
follaje que salen también de sus orejas, narices y boca, incluso de sus
ojos. Las historias y las tallas del hombre verde son comunes en los
Midlands occidentales y junto a la frontera galesa. Era un espíritu de
la naturaleza celta, relacionado probablemente con un culto a la
fertilidad de la primavera, en el cual se le representa llegando
victorioso sobre los poderes del frío y el hielo. Esencialmente
benevolente, también podía ser muy poderoso y destructivo, como el
Caballero Verde derrotado por sir Gawain en el poema de la
Inglaterra medieval Sir Gawain y el Caballero Verde.
El tema del hombre verde está desarrollado en un famoso libro
que había leído Tolkien. La rama dorada, de sir James Frazer, fue
publicado en 1922. Frazer muestra que muchas culturas creen que
los árboles son merecedores de adoración por sí mismos, o porque
están poseídos por espíritus. Pero va más allá. «La concepción de
árboles y plantas como seres animados da lugar a que sean tratados
como machos y hembras, y estos pueden enlazarse en matrimonios
reales, y no sólo figurados.» Después de presagiar la trágica pérdida
de sus esposas, Frazer también da evidencias de la afinidad de los
ents hacia el agua. «Mostraré, afirma, que, primero, los árboles
considerados como seres animados tienen acreditado el poder de
hacer que caiga la lluvia y que brille el sol, que los rebaños y la
manadas se multipliquen, y que las mujeres den a luz con facilidad, y,
segundo, que los mismos poderes son atribuidos a dioses árboles
concebidos como seres antropomórficos (como los humanos) o a su
encarnación actual como hombres vivos.»
Los semiconscientes huorns, que inspiran el terror del ejército
orco de Saruman, representan el aspecto más salvaje y peligroso de
los hombres verdes: un poder inhumano que explota los recursos más
profundos del mundo natural. Frazer recuerda casos en que aves,
animales e incluso niños eran sacrificados para aplacar espíritus demoníacos de ciertos
árboles.
Esta tradición antropológica era precisamente el material básico y salvaje con el que J. R.
R. daba forma a su mitología, eterna, arraigada en la experiencia humana y aún en la suya
propia. No sorprenden sus sentimientos respecto al bosque andante de Shakespeare en
Macbeth, en el que los soldados simplemente cortan una rama ante ellos, algo trivial
comparado con el profundo potencial y los atributos de los antiguos y venerados espíritus
del bosque.
Imagen p. 72 — La Marcha de los Ents, durante la cual ents y huorns destruyen la ciudadela de Saruman en
Isengard, le da a Tolkien la oportunidad de desarrollar la idea de un bosque que cobra vida, tema que según él ha
sido pobremente recreado nada menos que por el bardo en persona, William Shakespeare, en su obra Macbeth.
«Había una vez un trasgo que vivía en un agujero.» Así empieza una
cancioncita en una historia que J. R. R. Tolkien escribió para sus
hijos. Es obvio que esta música resonó en su mente porque, décadas
después, Tolkien escribió una historia sobre otra diminuta criatura
que moraba en un agujero, y que empieza con aquella primera línea
famosa: «En un agujero en el suelo, vivía un hobbit».
La historia que ayudó a Tolkien a inspirarse fue La princesa y el
duende, de George MacDonald. Publicada en 1872, describe
ampliamente los conflictos entre los mineros y los trasgos en los
túneles bajo tierra, que prefiguran con intensidad las escaramuzas
entre los hobbits y los trasgos de Tolkien.
En el mundo de Tolkien, sin embargo, el conflicto se da entre los
trasgos y otra raza de menudos, los enanos, que también eran
mineros. Los enanos hacían enemigos peligrosamente persistentes,
como prueban los siete años de la Guerra entre los Enanos y los
Orcos que tuvo lugar hacia el final de la Tercera Edad del Sol. Este
conflicto tiene resonancias en varias culturas, desde Cornwall a
China, donde se dice que trasgos y demonios sabotean a los mineros
en los túneles, y dificultan su trabajo por pura maldad.
En la historia de Tolkien, los pies más grandes de lo normal de los
hobbits son importantes. En la historia de MacDonald los pies son la
única debilidad de los trasgos, y son derrotados por los mineros, que
les aplastan los pies y les echan encantamientos mágicos. Tolkien
comentó una vez que nunca creyó en unos trasgos con los pies
blandos. En la historia de Tolkien, los trasgos podían ser repelidos
por ciertos hechizos, pero sus pies estaban calzados de hierro. Eran
los hobbits quienes llevaban los pies descalzos, aunque ambos
parecen haber estado preocupados por sus pies.
En la historia de MacDonald, sin embargo, tenemos la frase:
«Había una vez un trasgo que vivía en un agujero: enfrascado en la
reparación de uno de sus zapatos sin suela». Esta rima es una
especie de acertijo (en inglés rima hole, agujero, con sole, suela), y
es digno de un hobbit, ya que ¿por qué hacen los trasgos zapatos sin
suela? Porque los trasgos son criaturas sin alma. Los trasgos de
Tolkien pueden ser protegidos por sus zapatos hechos de hierro,
pero comparten con los trasgos de MacDonald la condición de carecer de alma; Los hobbits
de pies descalzos de Tolkien poseen, también, la misma condición de carecer de alma
(ninguno de los habitantes no humanos de la Tierra Media tiene alma).
En las novelas de Tolkien, los hobbits y los trasgos son dos pequeñas i moradoras de
agujeros que personifican la lucha entre las fuerzas del bien y el mal.
A la hora de crearlos, hobbits y trasgos parecen haber salido del mismo agujero en la
imaginación de Tolkien, pero con naturalezas opuestas. Sólo en la historia de El hobbit, sin
embargo, son usados los términos «hobgoblins» y «goblins» (trasgos en la traducción de
Minotauro). Cuando empezó a escribir El Señor de los Anillos y El silmarillion, Tolkien
decidió que emplearía un nombre más maligno para estas criaturas: los orcos.
Imagen p. 75 — Los orcos de Tolkien eran no nacidos, ya que eran formas creadas de elfos torturados. Con esta
idea, Tolkien se hace eco de la idea cristiana de que Satanás no es capaz de crear nueva vida —sólo Dios puede
hacerlo—, pero puede corromper las formas de vida existentes y darles una vida al servicio del mal.
Los orcos eran tan independientes como podrían serlo hoy en día, digamos, los perros y
los caballos respecto a sus amos humanos. Según para qué asuntos, éstos toman
directamente la forma de orcos, aunque más grandes y más terribles. Había historias que
hablaban de grandes orcos o capitanes orcos que no habían sido asesinados y que
reaparecían en las batallas a lo largo de más años de los que abarca la vida de los humanos.
En tiempos, también estaba claro que los humanos podían, bajo la dominación de Melkor
o sus agentes, ser reducidos casi a un nivel mental de orco o a sus costumbres en sólo unas
pocas generaciones. Entonces se aparean, o son obligados a aparearse, con orcos, dando
lugar a nuevas razas, con frecuencia más grandes y más astutas. No hay duda de que
mucho más tarde, en la Tercera Edad, Saruman el Blanco descubrió esto, o lo aprendió de
su experiencia, y en su deseo de dominio llevó a cabo su perversidad: una generación
cruzada de orcos y hombres.
Uno de los significados de orco anotado en el Oxford English Dictionary deriva del latín
orcus, convertido casualmente en el siglo XVI en el inglés orc, que significa monstruo
devorador. Los orcos en los cuentos de Tolkien suponen un
contrapeso de los elfos, en cualquier caso. Los elfos son hermosos,
los orcos son horrorosos. También son negros, y esto ha provocado
cierta angustia en lectores que han visto en ello una difamación de
las personas de piel negra. Mientras J. R. R. Tolkien era un escritor
políticamente correcto, era improcedente imputarle racismo alguno.
Los orcos no eran humanos. La oposición de blanco y negro es un
tema básico de El Señor de los Anillos, expresado de muchas formas,
aunque de manera muy notable, en la emergencia del reencarnado
mago Gandalf como Gandalf el Blanco, el gran oponente del Señor
Oscuro. Pero este contrapeso no es el único propósito o tema de la
historia, en el sentido de hacer una declaración como «negro = malo
y blanco = bueno». También podríamos recordar la horrible palidez
de Gollum. Tolkien, escribiendo a mediados del siglo XX, estaba
usando una convención que era corriente en Inglaterra y Europa
desde hacía siglos antes de él, y que sólo recientemente ha sido
motivo de merecida controversia y discusión por cuestiones de
sensibilidad.
Su función en el esquema más amplio de las historias contribuye
al «equilibrio del mal»: muestra que los efectos del orgullo fatal de
Melkor y Sauron podrían estar estableciendo un modelo de hacer el
mal que tiene las mayores consecuencias y las repercusiones más
desastrosas. A nivel narrativo, proporciona los ejércitos terroríficos e
innumerables del Enemigo, enfrentados con las menos numerosas
fuerzas de Dios. Todas las descripciones de Tolkien de los orcos
crean un sentido de vasta y anónima cantidad: son como un
enjambre, una ola devastadora. Salen en espesos mantos de sus
madrigueras, inexorables e impersonales como insectos, comparados
con frecuencia por el autor a moscas u hormigas. En la batalla
tienen una fuerza mecánica y resignada, pero también una peligrosa
debilidad; si algo sacudiera esta feroz concentración, entonces la
masa entera se detendría, desconcertada, súbitamente vulnerable.
Elfos, hombres, enanos, piensan por sí mismos, pero los orcos sólo
pueden seguir órdenes.
Imagen p. 78 — En un intento por abrumar a sus enemigos en la Guerra del Anillo, Sauron crea una raza de
superorcos, los uruk-hai, que comparten muchas características con los demonios de la India y los mitos persas.
Los orcos comparten muchas cosas con criaturas míticas de todo el mundo. En los cuentos
chinos, su equivalente son las repulsivas criaturas conocidas como kouei. Son criaturas muy
grandes, con la cara negra o verde y alargada, con dientes afilados. Sus rostros están
cubiertos de largos cabellos. Los kouei deambulan por lugares corruptos y a través de la
suciedad, se transforman a sí mismos en demonios de agua y entran en los pulmones de los
hombres, para poder introducir perniciosas y a veces letales sustancias. Los kouei provocan
enfermedades, accidentes y catástrofes, pero pueden ser pacificados por medio de
exorcismos y sacrificios. Eran, sin embargo, raramente comprensivos hacia los humanos y
eran la encarnación de p o, el espíritu del mal que ronda los cadáveres cuando han sido
liberados de sus almas trascendentes. Eran identificados con frecuencia con los espíritus de
los muertos, especialmente de aquellos que han muerto en accidente o sido asesinados.
Imagen p. 80 — Saruman envió a su ejército de orcos y uruk-hai contra las fuerzas que defendían la fortaleza del
abismo de Helm. Aunque los orcos tuvieron éxito en la ruptura de las defensas, fueron finalmente destruidos por
los refuerzos simultáneos de los guerreros rohirrim y los gigantescos huorns.
En la mitología hindú, tenemos a los raksha, espíritus malignos que representan a todas
las fuerzas hostiles. Se aparecen tanto con un aspecto horrible como con una forma
seductora. Se dice que entran en cadáveres abandonados, se comen su carne, y entonces les
hacen obedecer sus deseos, con la intención de extender el mal a su alrededor. El líder de
los raksha era Ravana, el enemigo de Rama. Ravana encabezaba un reino que siempre
estaba en conflicto con los dioses y el trabajo de sus devotos.
En Japón, los tenga estaban estrechamente unidos a las montañas, aparecían de pronto y
embrujaban a los humanos. Poseían poderes mágicos, cambiaban de aspecto, robaban, y
podían hacerse invisibles. Sus actos eran por lo general maliciosos: secuestrar niños,
sembrar discordia, hacer que caigan los edificios, interrumpir ceremonias religiosas e
incluso prender fuego a los templos. Normalmente eran representados como pájaros con
poderosas garras.
En Haití y Latinoamérica, había fraternidades de hechiceros particularmente malignos
que se hallaban en lugares secretos. Celebraban grandes banquetes para conmemorar sus
crímenes y realizaban ritos ideados para atraer las almas de sus enemigos y poder obtener
un dominio completo sobre ellos. Se decía que «los habían consumido». Estos enemigos se
convertían, a través de sus ritos mágicos, en lo que se conoce como «zombis», los muertos
vivientes. Eran completamente autómatas, bajo las órdenes de aquellos que los habían
consumido. Vomitaban sin vacilación ni escrúpulo, y cometían crímenes y atrocidades que
les habían sido dictadas; de ese modo permitían a aquellos que habían sido verdaderamente
responsables escapar al castigo.
Tribus de trolls
Los trolls se encuentran en la tradición de los cuentos de hadas escandinavos. Los trolls
escandinavos eran tan altos como las montañas y les crecían abetos sobre la cabeza. Eran
los espíritus malignos de las montañas y los bosques. Conocidos como ogros, windigos,
glotones o titanes, estos trolls estaban presentes en todas las regiones del mundo. Dejaban
sus huellas por todo el paisaje, movían las rocas en sus discusiones, y cambiaban el curso de
los ríos. Todos ellos estaban conectados con los poderes de la tierra y normalmente vivían
bajo las montañas o en cuevas en el bosque. Malévolos y a veces cómicos, estos trolls eran
enormes y fuertes, pero tan estúpidos que sufrían por lo común humillaciones y derrotas
por culpa de los menos fuertes, pero sutilmente más inteligentes oponentes humanos —
algunos de éstos eran niños y, en un caso particularmente memorable, una familia de
machos cabríos.
En los cuentos de hadas, los trolls poseen con frecuencia tesoros robados: un cúmulo de
oro y gemas preciosas, o a veces un arpa que canta o una espada encantada. Otros trolls
piden un pago a los viajeros que quieren pasar a través de su bosque, montaña o puente. El
pago puede ser hecho en monedas o niños, o en donaciones o adivinanzas imposibles. Los
trolls de estas historias son bromistas, como en el dicho: «Guárdate de la cuota del troll del
puente» («Keepers of troll toll bridges»). En cualquier caso, un héroe trotamundos poco
escrupuloso se encontrará con un ardid, un timo o un robo por parte de un troll más bien
triste. Si no fuera por los pequeños defectos del asesinato y el canibalismo, uno podría casi
sentir pena por esta especie de mentalidad cuestionable.
Imagen p. 84 — Los trolls aparecen en diferentes fuentes literarias, desde la leyenda anglosajona a las historias
de niños como Los tres chivitos. Los trolls de Tolkien se parecen mucho a los trolls de Jotunheim de la leyenda
nórdica, donde las gigantes jotun cabalgan a espaldas de los lobos, y usan serpientes como riendas.
De modo parecido, en los mitos nórdicos, trolls y gigantes eran normalmente monstruos
dedicados a la destrucción. Vivían en Jotunheim —tierra de gigantes— y buscaban alcanzar
la soberanía del mundo de los dioses. En la antigua Grecia, eran los hijos de la Tierra y
luchaban contra Zeus por el control del mundo.
El episodio de El hobbit donde Bilbo Bolsón y sus compañeros encuentran a los tres trolls
y apenas consiguen escapar burlándolos se basa claramente en el cuento de los hermanos
Grimm El sastrecillo valiente. Una historia parecida de engaño aparece en la mitología
islandesa, donde encontramos a Loki, el dios embaucador y generador de problemas.
Baldur, hijo de Odín, tiene un sueño que le hace temer por su vida. Cuando les habla a los
dioses sobre su sueño, Frigg, su madre, decide pedir a todas las cosas vivas y muertas que
no hagan daño a Baldur. Pero olvida pedírselo al muérdago, pensando que es demasiado
joven e inofensivo. Loki se aprovecha de esto y engaña al hermano gemelo de Baldur, Bod,
para que le dispare una flecha hecha de muérdago a su hermano, y lo mata. Del mismo
modo, el troll es engañado para que mate a sus compañeros, de manera directa o indirecta,
en El sastrecillo valiente y El hobbit.
«El dragón tiene la marca registrada del “cuento de hadas” cuando se escribe sobre él»,
declaró J. R. R. Tolkien en sus celebradas conferencias sobre el arte y la tradición del cuento
de hadas. Tolkien creía que los dragones y su tesoro dorado pertenecían al reino del cuento
de hadas. La verdad es que estos magníficos monstruos enriquecen la imaginación y
encienden los espíritus que dieron lugar a la Tierra Media y sus habitantes. «Anhelaba a los
dragones con un profundo deseo», declaró.
Cuando escribió la aventura en clave de cuento de hadas El hobbit, Tolkien decidió que
un dragón no era solo necesario, sino esencial en su mundo. Pero no cualquier dragón;
había que buscar al cazador del monstruo en su cubil. No era sólo una coincidencia que las
fuentes más importantes de la tradición de dragones estuviera tan a mano en la forma del
poema épico inglés Beowulf.
A primera vista, no se encuentran parecidos obvios entre El hobbit y Beowulf. Hay
parecidos, sin embargo, en la estructura argumental del episodio del asesinato del dragón
en Beowulf y en la del episodio que se encuentra en El hobbit. El dragón de Beowulf se
despierta cuando un ladrón entra en la guarida del monstruo. El ladrón roba una copa
preciosa del tesoro escondido y salva la vida escapándose. Esto se repite en el robo
efectuado por Bilbo Bolsón en el tesoro del dragón dorado cuando el hobbit también roba un
cáliz de oro del tesoro escondido. Ambos ladrones evitan ser capturados y escapan a la ira
de los dragones correspondientes. En ambas historias, los dragones montan en cólera por la
proximidad de los ladrones.
Los respectivos campeones, Beowulf y Bardo el Arquero, en El hobbit, matan a la bestia.
Ambos héroes tienen éxito al matar a sus dragones, pero a un precio. Bardo sobrevive y se
convierte en rey de Valle, mientras que el más viejo Beowulf no logra sobrevivir al conflicto.
Como le sucedió a Sigmund el Volsung del mito nórdico que había visto hacerse añicos su
espada de acero en la última batalla, el destino de Beowulf queda sellado cuando su espada,
Nailing, se rompe en la lucha contra el monstruo. Aunque victorioso, Beowulf no sobrevivirá
a sus heridas. La muerte de Beowulf está reflejada en El hobbit, pero no en Bardo, sino en
otro rey guerrero de historia, el enano Thorin Escudo de Roble, que es también vencedor en
la Batalla los Cinco Ejércitos, pero muere a causa de las heridas.
El hobbit es la historia del dragón de Beowulf desde el punto de vista del ladrón. Aquí,
sin embargo, tenemos un problema con el dragón de Beowulf, que resulta parecerse más a
la personificación terrorífica de una maldición que a un malvado que casualmente es un
dragón. Todos los personajes de un buen cuento de hadas deben tener algo íntimo, algún
sentimiento propio. Esto se puede aplicar a todos los personajes de la aventura, incluso —o
especialmente— a los malvados. Cuando el encuentro con el dragón de Beowulf está a punto
de producirse, lo mejor es retroceder. No puedes echarle mano: el dragón ni siquiera tiene
nombre.
Para Tolkien, esto era un pecado cardinal. Dentro de las esferas de la Tierra Media, los
nombres eran factores primarios en todas las formas de vida y la creación de todas las
cosas. Tolkien se sentía como la doncella en Rumpelstiltskin, cuyo destino depende de
descubrir el verdadero nombre de la criatura. Con este fin en mente, Tolkien se encontró
con una frase que supuso era una adivinanza, o un hechizo, para protegerse de los
dragones. La frase dice: wid smeogan wyrme, cuya traducción significa: «contra el gusano
penetrante».
A Tolkien le gustó el sonido de la palabra smeogan. También le gustaba la profunda
ambigüedad de su significado: «penetrante». Suena como algo que puede ser a la vez
divertido y serio, o ambas cosas a la vez. Todavía no era un nombre. Como gramático,
Tolkien observó que smeogan era un adjetivo, y por tanto, estrictamente hablando, no podía
ser considerado un nombre. Tolkien sabía que no estaba siguiendo el camino adecuado. Con
el perfume inconfundible de la bestia sin nombre en las narices, Tolkien soltó los perros de
caza de la filología y le dio caza.
Desde una perspectiva desafortunadamente adjetival, el aroma de smeogan nos lleva a
un serio smeagan, que significa «investigar algo». Desde aquí, no cuesta nada tirar por
tierra una pobre relación, el avasallador smeogol —«colarse en»— tan bueno como su verbal
y artero smugan —«arrastrase a través de»—. Ya en caliente, Tolkien se entera de otro
antecesor en lenguaje fronterizo: smugan aún más antiguo y menos utilizado. Como los tres
miembros de la vieja familia inglesa nos suministran un ancestro común, la caza se redujo al
viejo bosque fantasma del alemán prehistórico. Aquí, el reservado habitante de la cueva,
Smugan —que significa «meterse por un agujero»— era el último intento. Después de un
corto interrogatorio, se reveló que en los viejos días había sido un verdadero dragón, pero
no muy duradero. Aquellos días se habían ido, a menos que sus perseguidores conocieran la
palabra secreta con la cual le obligarían a volver del pasado.
La reservada Smugan no era adecuada para el astuto Tolkien, que adivinó su significado
en un momento. Convirtiendo el prehistórico verbo alemán Smugan en su pretérito, se
convertía en: «se metieron por un agujero» en el pasado. Y así, el enigma estaba resuelto:
¡el nombre del dragón había de ser Smaug! ¡Ye, utúvienyes!
¡SMAUG! ¡Smaug el Dorado! ¡Ahora tenía un nombre! Sí, esto era mejor que un lagarto
enorme pero sin nombre. Smaug el Magnífico llevaba en su significado la composición
colectiva de diversas partes del inglés antiguo: penetrando, interrogando, excavando,
atravesando algo y arrastrándose dentro. Ya tenía toda la información necesaria para un
villano verdaderamente escurridizo, inteligente y repugnante. Simultáneamente, se
encontró con un apropiado, si no accidental, juego de palabras con niebla tóxica (smog),
que insinuaba su paso a través de un distinguible tufillo de azufre.
Imagen p. 88 — Ancalagon el Negro fue el primero de los dragones alados de la Tierra Media, y fue criado en las
profundidades de Angband por Morgoth.
Mientras escribía El hobbit, Tolkien descubrió «un profundo deseo» por los dragones, que
acabó centrándose en el «deseo de un profundo dragón». En la creación del alado dragón
de fuego, Tolkien investigó toda la filología que pudo encontrar sobre dragones y lo que
consideró la mejor tradición de dragones.
Una vez más, Tolkien usó los nombres de las cosas como una aventura de
descubrimientos. Eligió empezar con el nombre de la bestia. Dragón viene directamente del
griego drakon, que significa simplemente «serpiente», pero es un derivado de la palabra
griega drakein, que significa «mirada, destello, brillo». De ese modo, el griego drakon que
mira con fiereza va unido a la idea de alguien que vigila, un feroz guardián. De manera
similar, el sánscrito darc implica una «criatura que te observa con una mirada mortal». En
griego también, las palabras para dragón o gran serpiente, expresan el sentido de «alguien
que mira con una mirada mortal o terrible», que es también el guardián de un tesoro o un
sitio sagrado. Estas palabras sugieren una criatura con la capacidad de tener visiones
proféticas y «ver» en el sentido de poseer un conocimiento antiguo, arcano.
Los dragones también son conocidos comúnmente como gusanos. En inglés antiguo y en
la literatura escandinava, y en otras mitologías europeas, dragón y gusano son usados
indistintamente para describir el mismo monstruo. El resultado es que uno y otro se
transfieren características. La palabra «gusano», sin embargo, tiene raíces diferentes
relacionadas con las características físicas de sierpes y serpientes. Hemos de partir de la
palabra en inglés para gusano, worm, relacionada con el inglés antiguo wyrm, el noruego
antiguo ormr, el gótico waurms y el latín vermis, que tienen todos la misma raíz wer, que
significa «girar, retorcer». Por tanto, la palabra para «gusano» en inglés, worm, lleva las
características de una «criatura que se retuerce».
Las serpientes son también criaturas que dan vueltas y que se retuercen, y, en muchas
lenguas modernas del norte de Europa, estas palabras están entrelazadas con la palabra
worm y sus variaciones: wurm es la palabra alemana para serpiente; worm es el alemán
antiguo para serpiente, y orm significa serpiente en danés y en sueco. Serpent (que en
inglés arcaico se usaba para definir una criatura que se arrastra, sisea y pica, es decir, una
«serpiente») y snake (serpiente), tienen raíces diferentes, que dependen de las dimensiones
de nuestro monstruo. Snake (serpiente) viene del alemán prehistórico snag, que significa
«arrastrarse», mientras que serpent viene del latín serpere, que significa «reptar y
arrastrarse».
Todas aquellas cualidades siniestras obtenidas dándole nombre a Smaug, se añaden
ahora a multitud de aspectos: un fiero guardián del tesoro; una criatura de terrorífica
mirada, ondulante y retorcida, que se arrastra lentamente, posee una visión profética y
guarda un conocimiento misterioso y secreto; en fin, un ser de brillantes ojos y mirada
destellante. Cualquier cosa que se hiciera con una criatura de estas características, sería
terrorífico e hipnotizador. Es cierto que, de esta reserva de palabras, Smaug el Magnífico ha
heredado sus ojos como el rayo, su brillante intelecto, sus hechizos paralizantes y no pocas
de sus otras cualidades terribles.
En la creación de Smaug el Dorado, vemos la perfecta historia de hadas con dragón: un
villano de gran encanto, inteligencia y vanidad. Un dragón de luego volador cuya terrible
cólera y deseos de venganza son admirados de algún modo por un
observador impresionado por tan espectaculares fuegos artificiales.
La razón por la que la naturaleza traviesa de estas criaturas es de
cuento es que, no importa lo espantosas que sean, uno sabe que el
terror volador será derrotado y que toda persona decente tiene
garantizado un final feliz.
La Primera Edad del Sol fue una edad heroica para la Tierra Media,
un tiempo que se puede comparar a las grandes historias de los
mitos griegos y vikingos. Hay ecos de los héroes clásicos de Grecia,
personajes parecidos a Hércules, que llevan a cabo labores y tareas
imposibles, realizadas de alguna manera por medio de una
combinación de fuerza física y determinación mental. Hay
semejanzas, también, con los héroes de las leyendas nórdicas,
particularmente su resistencia y su espíritu combativo, el hecho de
enfrentarse a la muerte con rigor y con coraje. Donde encontramos
más parecidos es, sin embargo, en la Volsunga Saga, descrita por
William Morris como «la gran historia de los escandinavos, que
debería ser para nuestro pueblo lo que la historia de Troya fue para
los griegos». Tolkien se sirvió de su héroe principal, Sigurd el
matador de dragones, para modelar su guerrero amigo de los elfos,
Túrin Turambar.
El comienzo de las Edades del Sol fue una señal de la venida de
los hombres, pero también marcó los últimos días de los sindar, los
reyes elfos más grandes de la Tierra Media. El Alto Rey Thingol y su
reina, Melian, la Maia, tuvieron una hija que fue considerada la
doncella más bella de cualquier raza y la cantante más hermosa de
las Esferas del Mundo. Por esto fue llamada Lúthien Tinúviel, que
significa «doncella del crepúsculo», alrededor de la cual se reúnen
los ruiseñores. Como Arwen, la Estrella de la Tarde en El Señor de
los Anillos, Lúthien es la mejor encarnación de la «dama de blanco»,
un rasgo común en las leyendas celtas. En la leyenda galesa de los
cortejos de Olwyn, Olwyn también es considerada la mujer más bella
de su época. Sus ojos, como los de Lúthien, brillan con luz propia; su
piel también es blanca como la nieve. El nombre de Olwyn significa
«la de las huellas blancas» porque, en el suelo del bosque, brotan
cuatro tréboles blancos después de que ella haya posado los pies;
por otro lado, el niphredil es una flor blanca con forma de estrella
que floreció por primera vez en la Tierra Media en celebración del
nacimiento de Lúthien y florecería eternamente sobre su túmulo
funerario. Conseguir la mano de Olwyn requiere conseguir el casi
imposible «tesoro de los británicos»; para conseguir casarse con
Lúthien, su pretendiente ha de recuperar el Silmaril.
Como dijo Tolkien: «hay una línea de sangre, una herencia, que viene de los elfos, y el
arte y la poesía de los hombres han dependido mucho tiempo de han sido modificados por
ello». La sabiduría y la historia de los elfos inmortales de la Era de los Mitos es la herencia
de los hombres, una herencia que ha ennoblecido el espíritu de las civilizaciones humanas.
El compromiso de la bella doncella Lúthien con el héroe mortal Beren fue crucial para
establecer este enlace entre los elfos y los hombres, un compromiso que les obligó a
embarcarse en la Búsqueda del Silmaril.
Esta herencia, transmitida a través de una «línea de sangre» se adquiere con el matrimonio
de hombres y elfos en la Primera Edad, y se manifestó en la Era de los Mitos del Mundo
Primigenio con el matrimonio cruzado entre dioses y héroes, como sucede en las leyendas
de Gilgamesh, de Sumeria; Hércules, de Grecia; Kullervo, de Finlandia; Cúchulainn, de
Irlanda, y Sigurd el Volsung, de Noruega.
Kullervo es el más significativo de éstos, ya que en su origen, El Silmarillion estaba
basado en la epopeya nacional finesa, el Kalevala. Y Tolkien creó una narrativa que
recuerda a las leyendas nórdicas. En el infortunado héroe edain Túrin Turambar
(irónicamente llamado «Maestro de la fatalidad» por los elfos grises), hay un fuerte
parecido con Kullervo, el héroe finés condenado y maldito. Ambos héroes son cazadores de
dragones y acaban derrotados por un destino fatal que los lleva al crimen y al incesto. Como
decía Tolkien, ambos héroes, Túrin y Kullervo, compartían el triplete «incesto-asesinato-
dragón» con Sigurd, el matador de dragones. Tolkien también reconoció la influencia del
rey griego Edipo, cuyo monstruo fue la mortífera Esfinge de Tebas.
La influencia de la lengua y la literatura finesas en El Silmarillion ha sido considerable, y
fue apreciada por Tolkien en varias ocasiones en sus escritos. Llegó a decir que el Kalevala
era el germen original de El Silmarillion y que la lengua quenya de los altos elfos era una
especie de latín élfico, basado en el finés, lingüísticamente similar. Nombres como Ilúvatar y
Ulmo sugieren de manera deliberada los nombres fineses Ilmarinen e Ilmo del Kalevala; los
Valar de la Tierra Media tienen los poderes de quienes han sido «amarrados en el mundo», y
vala en finés significa «vínculo».
Es por tanto casi inevitable que el misterioso premio de ambas epopeyas parezca
igualmente oscuro. En el Kalevala, el enigmático premio que lleva la tragedia a muchos es
el Sampo. Es una especie de misterio: el trabajo del maestro herrero Ilmarinen, entregado
como pago por una novia. Cuando fue robado, se rompió en la persecución y sólo quedaron
los fragmentos. Nadie sabe lo que es, o, por supuesto, lo que era, porque su pérdida es
irrevocable y completa. Es muy parecido a los Silmarils, que fueron forjados por un maestro
herrero, Fëanor, rey de los noldor. Mientras, los filólogos sugieren que el Sampo pueden ser
varias cosas que brillan, algo hecho en una forja, una especie de molino, algo que trae
suerte, o hecho con sal marina.
Alguien ha sugerido que es algo como el Vellocino de oro, o incluso el Santo Grial, que se
cree que es el cáliz que uso Cristo durante la Ultima Cena. El Grial, en muchas historias que
hablan sobre él, se convirtió en un símbolo enigmático y elusivo; es demasiado puro para
pertenecer a nadie de este mundo. Sólo Galahad era lo bastante puro para levantarlo, pero
cuando lo hizo, él y el Grial ascendieron juntos a los cielos. Bueno en sí mismo, el Grial
arruinó a Camelot y a muchos reyes buenos que lo persiguieron. Tolkien supuso que el
Sampo era a la vez un objeto y una alegoría —real y aún abstracta. Lo vio también como la
quintaesencia de los poderes creativos, capaces de inducir al bien y al mal a la vez. Sus
Silmarils eran deseados como objetos de intensidad parecida pero oscuro simbolismo,
puntos focales del inexorable diseño del destino.
En la medida en que el Grial, el Sampo y los Silmarils eran una propuesta, parecen
recordar a todas las cosas creadas que el misterio del último destino y su propósito son algo
que no se puede penetrar. Y aún generan un ardiente anhelo de encontrarlos y poseerlos. Y
aquí hay una paradoja, porque aunque los tres brillan con luz divina, a menudo provocan
una caída en dirección contraria al propósito con el que fueron creados.
Aunque han perecido seres a millares antes que ellos, Beren y Lúthien atraviesan las
puertas de Angband y descienden a la gran sala y frente al trono de hierro de Morgoth. La
canción mágica de Lúthien hace que el lobo guardián Carcharoth caiga dormido ante las
puertas del oscuro reino subterráneo de Morgoth. Una vez dentro, Lúthien canta otra vez
tan bellas canciones que ella y Beren consiguen la joya Silmaril de la corona de Morgoth, el
señor del mundo subterráneo. Lúthien tiene éxito en su fuga de ese mundo, pero en el
último momento, en la boca del túnel, ve caer a su amado Beren.
La «Búsqueda del Silmaril» y los cuentos relacionados de Beren y Lúthien se hallan entre
los primeros relatos de la Tierra Media, los que Tolkien empieza antes de la Primera Guerra
Mundial. El descenso de Beren y Lúthien a Angband es el prototipo de mito temporal de
Tolkien porque es, además de literario, la historia más vieja del mundo: la del descenso del
valiente al reino de la muerte, el poder persuasivo de una música hechizante para conseguir
que un cautivo sea liberado, y el descubrimiento de que la verdad mora eternamente en la
pureza y el poder del amor. Era la leyenda más querida personalmente por Tolkien, como
resultado de su propia separación forzosa y la cercana pérdida de su verdadero amor, Edith
lápida de piedra que cubre su tumba y la de Edith figura grabado: «John Ronald Reuel
Tolkien (1892-1973) Beren»; «Edith Bratt Tolkien (1889-1971) Lúthien.»
Imagen p. 95 — la historia de Beren y Lúthien, aquí ante el trono de Morgoth (Beren con la forma de un lobo),
muestra notables semejanzas con el mito griego de Orfeo y Euridice.
La versión más vieja de esta historia fue descubierta en un cuento de cinco mil años de
antigüedad de la vieja Mesopotamia sobre la diosa Ianna sobreviviendo a su «Descenso y
angustia del infierno». Hay un cuento repetido con algunas variaciones en el mito de la
Babilonia dorada de Astarté. Astarté es la estrella de la mañana y de la tarde —el planeta
Venus— que hace el descenso para rescatar a su amado Tammuz. El mito de la diosa asiria
Ishtar —otra vez el planeta Venus— cuenta una terrible ordalía. La diosa es desollada capa
por capa en su descenso a través de las siete puertas de los siete muros del infierno, y lo
único que queda de ella son la sangre y los huesos. Aún así aguanta para rescatar a su
amor, Tammuz, el dios del grano de dorados cabellos. En la historia egipcia, Isis, la reina de
las diosas, desciende al mundo subterráneo para resucitar al rey de los dioses, su esposo
Osiris. Mejor conocido en Occidente es el mito griego de la diosa Deméter, que desciende al
Hades para rescatar a la diosa de la primavera, su hija Perséfone.
Imagen p. 96 — El personaje de Sigurd de la leyenda nórdica del anillo, la Volsunga Saga, que mata al dragón
Fafnir excavando una trinchera desde la que clavar su espada en el vientre del dragón, inspiró sin duda la idea de
Tolkien del matador de dragones Túrin Turambar.
Pero el tema del poder de la música y el descenso al mundo subterráneo —como sucede
con Beren y Lúthien— no se unen hasta el mito de Orfeo y Eurídice. Los papeles masculino
y femenino son el reverso de los mitos griegos, pero la versión de Orfeo es el reverso virtual
de todos los otros mitos. Orfeo toca el arpa y canta para hacer que el perro guardián
Cerbero caiga dormido ante las puertas del oscuro reino subterráneo de Hades. Una vez
dentro, Orfeo canta de nuevo tan bellas canciones que obtiene de Hades, el señor de los
muertos, la vida de Eurídice. Orfeo tiene éxito en su huida del mundo subterráneo, pero en
el último momento, en la boca del túnel, pierde a su amor Eurídice, cuando, contra las
instrucciones de Hades, ella mira atrás para comprobar si los siguen.
Orfeo era el hijo del rey de Tracia, en algún momento del siglo VI a. C. Era un consumado
tocador de lira y un magnífico cantante. Se hizo famoso como poeta y músico, y los efectos
de su música eran a la vez encantadores y extraordinarios. Hechizaba a dioses, hombres,
animales y pájaros salvajes, e incluso objetos inanimados como piedras y montañas. Los
árboles se inclinaban cuando pasaba para escuchar su hipnotizadora música. En el viaje con
Jasón y los argonautas, canta a los elementos cuando se enfrentan a terribles tormentas, y
trae la calma mediante la suave armonía de sus canciones. Gracias a su arte, vence las
embrujadoras canciones con las cuales las sirenas atrapan a los hombres mortales, y
destruye sus encantamientos. Vuelve con sus compañeros a la senda correcta —como
Eärendil el Marinero, que, por el poder de la luz del Silmaril, navega por la «Senda
correcta» en su propia búsqueda.
En el mito de Orfeo, hemos visto como el trovador traerá de su larga estancia en el
mundo subterráneo una riqueza de conocimientos que le permitirán superar la muerte,
evitar la condenación eterna y alcanzar la tierra de los bendecidos. Estas revelaciones
empezaron a circular ampliamente por la literatura, en himnos, epopeyas y poemas, y
dieron vida a un gran movimiento intelectual. A partir de la misma experiencia, los
protagonistas de Tolkien consiguen visión, sabiduría y profundidad de carácter.
Lúthien y Arwen
Los parecidos entre las historias de estas dos bellas heroínas, elfas o medio elfas, ya han
sido consideradas, y es cierto que no coinciden. Ambas renuncian a la inmortalidad para
unirse a un hombre mortal de heroicas características. Algunos críticos han lamentado el
papel pasivo jugado por Arwen en la historia del Anillo, comparada con el papel crucial de
Lúthien en El Silmarillion. En una de las pocas salidas de la línea argumental de Tolkien
hechas en la versión fílmica de La Comunidad del Anillo, Peter Jackson da a Arwen una
intervención dramática al hacerles frente a los Jinetes Negros. Pero, como muestra la
historia de Éowyn, Tolkien no tiene objeción en situar a una mujer en el corazón de la
batalla. Si Arwen continúa en Rivendel, debe ser como parte del plan completo del autor. En
el contexto del esquema temporal de Tolkien, Lúthien es una figura arcaica, de la Primera
Edad, con una cualidad mítica que añade un aspecto conmovedor a su asunción de la
humanidad. Arwen vive cerca del otro final de la escala temporal. En cierto sentido, es más
real que nuestros ilustres pero remotos ancestros. Y su participación es más moderna, que
nosotros entendamos, que la de la mujer que debe permanecer en casa mientras su amante
asume los riesgos de la vida —y sus alegrías— en una guerra de la cual parece muy
improbable que sobreviva. Tiene una angustia diferente e inmediata, la angustia de
observar y esperar. No tiene la trascendencia absoluta de Arwen, de acuerdo. De alguna
manera, ella también guarda un tesoro, ardiente, como su nombre de «estrella del
crepúsculo» sugiere, en un lugar oculto. Pero su tesoro, también, podría caer en malas
manos, si la acción de hombres o elfos fracasa o si el destino así lo determina.
La caída de la Atlántida
La Segunda Edad empieza con un sueño, un «sueño terrible y recurrente», que Tolkien
interpretó como memoria heredada de un pueblo. Describiendo los efectos de este sueño en
Tolkien, podríamos usar las mismas palabras que él uso como reacción a la estrella de
Eärendil: «algo se agitaba en mí, medio despierto, medio dormido». Era el oscuro terror de
una pesadilla que, estando «medio despierto», creyó revivir como la realidad de un antiguo
desastre.
En las historias de los poderosos reyes del mar de la isla nación de Númenor, que
dominaba la Segunda Edad, encontramos a Tolkien motivado por una visión personal. No
debería sorprendernos que Tolkien creyera que algunos mitos eran esencialmente la
memoria de un pueblo heredada de antiguos acontecimientos históricos. Tolkien entra de
verdad en el reino de lo místico, sin embargo, cuando cree haber heredado una memoria
remota a través de los sueños.
Desde su infancia, Tolkien padece una pesadilla recurrente: «… una Gran Ola,
imponente, saltando inexorablemente por encima de los árboles y los campos verdes». Lo
terrorífico, incluso estando «medio despierto» era la sensación de que era más un recuerdo
revivido que un mal sueño. Tolkien sentía que había algo de su experiencia personal en el
acontecimiento. Hasta que no leyó la leyenda de la caída de la Atlántida, Tolkien no
reconoció el desastre que había detrás de su oscuro sueño de la Gran Ola. Por otro lado,
Tolkien nunca quiso discutir este «sueño terriblemente revelador», sobre todo con sus hijos.
Como resultado, Tolkien no supo hasta años más tarde, que, de manera remarcable, su hijo
Michael experimentó en su primera infancia el mismo sueño recurrente de la Gran Ola.
La idea de Tolkien de la memoria de una raza se extiende al reconocimiento de lenguajes
ancestrales. Como explicó una vez a W. H. Auden: «Soy del oeste de las Midlands por sangre
(y consideré al primer inglés medieval del occidente de estas tierras como una lengua
conocida tan pronto como puse los ojos en ella)…» Para Auden, la idea de que un lenguaje
no hablado durante siete siglos sea una «lengua conocida» tiene un encanto y una estética
que hace las delicias de poetas y espiritualistas. Es una especie de ilógico sinsentido, que
saca de quicio a muchas disciplinas académicas, filólogos aparte; un indicador de herejía o
locura, o ambas.
Estos cargos no parecen afectar a Tolkien. Permanece inmune a cualquier sugestión que
no se ajuste a sus creencias. Parece creer en la actual existencia del reino insular de la
Atlántida y en la leyenda de su espectacular desaparición.
Imagen p. 101 — La leyenda de una civilización isleña perdida es una de las más duraderas en la historia
humana. Se creía que la Atlántida estaba construida en círculos concéntricos, conectados por puentes sobre
canales, que lleva a un gran templo en el centro. Toda la isla está dominada por un gran volcán, y fue finalmente
destruida por una ola de marea gigantesca.
Los primeros registros de la leyenda de la Atlántida vienen del Timeo de Platón, en el
cual un sacerdote egipcio habla con el estadista ateniense Solón. El sacerdote le dice a
Solón que la civilización más grande que el mundo ha conocido existió nueve mil años antes
de su tiempo en el reino-isla de la Atlántida. La Atlántida era el doble de grande que
España, y estaba situada a occidente del mar, más allá de los Pilares de Hércules. El poder
de la Atlántida se extendía a todas las naciones del mundo, pero el tirano de Atlantis metió a
su nación en un conflicto con las leyes de los inmortales. La descripción de Sócrates del
conflicto se expresa en términos de alegoría musical. Como Melkor en la Música de los
Ainur, el Tirano trae tal discordia a la armonía del mundo, que Sócrates lo llama el
«diabolus in música»: el diablo en la música. Como las paredes de Jericó, los cimientos de
piedra de la Atlántida empezaron a romperse. Zeus es llamado a emitir sentencia. No hemos
oído nunca la sentencia, pero la Atlántida desapareció de la faz de la tierra. La narrativa de
Tolkien lleva el testimonio de la validez del extendido mito de una sola civilización que
inspira a la humanidad a través de sus logros en el arte y en la ciencia.
Imagen p. 102 — Mientras Númenor arde y se desmorona en el mar, unos pocos habitantes organizan la
escapada en nueve barcos y navegan a la Tierra Media, donde, como dúnedains, fundarán los reinos de Gondor y
Arnor.
La Segunda Edad fue la era de los poderosos Reyes del Mar de Númenor, la Tierra de la
Estrella. En alto elfo, el nombre de su reino era Atalante o, como era conocida por los
antiguos griegos, Atlántida. El primer rey de los númenóreanos fue Elros. Elros y Elrond
eran los hijos gemelos de Eärendil el Marinero y la princesa élfica Elwing. Como vástagos
de un mortal y un inmortal, eran conocidos como los Peredhil (gemelos medio-elfos). Tenían
su contrapartida en el mito griego de Cástor y Póllux, conocidos como los «Gemelos del
cielo», los Dioscuros, o, más comúnmente, cuando se sitúan entre las estrellas, los Géminis.
Como los Dioscuros, por su sangre mezclada, los Peredhil tuvieron la posibilidad de elegir
entre una vida mortal o inmortal.
Tolkien usó ciertos términos bíblicos para conectar a los elfos con las tribus hebreas de
Moisés, y asoció a los mortales númenóreanos con los egipcios bíblicos (como el pueblo de
Moisés, los elfos eran el pueblo elegido, que soportó terribles privaciones en su viaje a la
tierra prometida). En una carta de finales de los años cincuenta, Tolkien escribió: «Los
númenóreanos de Gondor son orgullosos, peculiares y arcaicos, y creo que la mejor manera
de describirlos es (digamos) en términos egipcios». Hay algo similar entre el destino final de
Númenor y lo que le sucede al ejército del faraón de Egipto en su persecución de los
hebreos de Moisés.
Númenor era la «tierra de los dones» y la «tierra de la estrella», pues tenía la forma de
una estrella de cinco puntas. Esta forma era conocida a veces como la «Estrella del
hombre» porque sus cinco puntas se pueden relacionar con un cuerpo extendido.
Corrompidos por Sauron, los númenóreanos se volvieron tan orgullosos que buscaron la
inmortalidad. Semejante desacuerdo con las Esferas provocó que Ilúvatar hiciera que la
tierra se partiese en dos y se hundiese en el abismo de las aguas. Ésta fue la segunda caída
del hombre, como les sucedió a todas las naciones del mundo en la época de Noé y el
Diluvio Universal.
Los que consiguieron escapar fueron llamados dúnedain (hombres del oeste) y
establecieron los reinos de Arnor y Gondor al norte y al sur de la costa occidental de la
Tierra Media. Los poderosos númenóreanos negros también sobrevivieron y construyeron
un gran puerto en Umbar, en la costa sudoeste de la Tierra Media. Más tarde, se
convirtieron en un poder marítimo e hicieron la guerra a los dúnedain, apoyados por hordas
de bárbaros. El parecido con la historia europea es remarcable: las civilizadas tierras
europeas de los imperios de Carlomagno y Roma sufrieron el ataque de moros, sarracenos y
turcos desde el sur y desde el este.
La caída de Númenor es el paradigma del crecimiento de los imperios. Pero la caída es
de la clase más corriente que se recuerda de poderes que crecen demasiado orgullosos, y
aún más audaces. En términos de la Grecia antigua, estos poderes eran orgullosos y
desdeñosos con los dioses, y siempre serían castigados con extrema severidad. La tradición
de un diluvio universal es muy antigua y puede tener su origen en el ascenso del nivel del
mar que siguió al término de la era glaciar, hace diez mil años; o puede que relate los
efectos de una explosión volcánica colosal, como la de Santorini. La versión más vieja
conocida se encuentra en las tabletas asirías que recuerdan la historia de Gilgamesh, rey de
Erech.
En la Segunda Edad, Tolkien tiene una serie de relatos que le obligan a ponerse al día y
reinventar la verdadera historia después de la destrucción de la Atlántida, una leyenda que
tiene mucho en común con las diversas mitologías del mundo. Tolkien aparenta ser casi
demasiado inteligente en su manera de tejer esta historia. Aunque como muchas de las
obras de Tolkien, esta historia en una «leyenda en los límites del cuento de hadas y la
historia», es obvio que él creía que el mito de la Atlántida era un acontecimiento histórico
genuino. Más que eso, está claro que las revelaciones personales de Tolkien estaban
invadiendo y motivando sus historias en cuanto a «probar» la autenticidad de la historia de
Númenor como una analogía de una Atlántida histórica.
Como Tolkien escribió una vez: «La historia reproduce con frecuencia el mito porque
ambos están hechos en definitiva del mismo paño». Tolkien vivió lo bastante para tener una
prueba histórica de la súbita destrucción cataclísmica de una civilización perdida como la
atlante, con un acontecimiento parecido a su descripción de la Gran Ola que seguía a su
despertar. A mediados de los años sesenta, unas excavaciones en el Egeo revelaron un reino
isleño que fue destruido en el segundo milenio a. C. por una erupción volcánica y una gran
ola. Esta ola de marea devastó el Mediterráneo entero, desde Grecia a Marruecos y España.
Thera, ahora conocida como Santorini, en el centro del Imperio Minoico, fue destruida por
un acontecimiento cataclísmico único en un día único. Todas las ciudades, sus flotas y sus
poblaciones enteras desaparecieron bajo el mar. La Edad de los Reyes del Mar acabó con
ese gigantesco maremoto nunca visto por las poblaciones afectadas de las costas de las
islas.
Así, parece que el terror de la Gran Ola había convertido las pesadillas personales de
Tolkien en una leyenda que sucedió en la Tierra Media, antes de irrumpir en la historia
humana. O, en cambio, como Tolkien sugería, la secuencia transcurre en el orden contrario,
y empieza en la Tierra Media. Sea cual sea el caso, la creencia de Tolkien en este sueño
recurrente dio lugar a los anales de los reyes marinos de Númenor y su reino, el cual, más
tarde (o más pronto, desde que Tolkien quiso hacernos creer que su mitología de la Tierra
Media precedía a la de los antiguos griegos) fue conocido por los antiguos griegos como
Atlántida. Por otro lado, la pesadilla no se había acabado. Como el propio hijo de Tolkien,
Michael, había heredado el sueño, descubrimos en El Señor de los Anillos que, milenios
después, un descendiente de los reyes del mar ha heredado una horrible visión del
hundimiento de Númenor. En la Guerra del Anillo, Faramir, antes de ser Senescal de
Gondor, busca la destrucción de Sauron. Faramir confiesa que recuerda un sueño
recurrente «de una gran ola oscura trepando sobre las verdes tierras… una oscuridad
ineludible que se acerca».
Imagen p. 105 — Umbar era un puerto colonia de los númenóreanos en la Tierra Media. Los corsarios de Umbar
eran célebres por sus incursiones piratas a lo largo de la costa oeste de la Tierra Media. Igual que los piratas
otomanos del Mediterráneo en la historia europea.
«Siete estrellas y siete piedras y un árbol blanco». Estas palabras pertenecen a una canción
que era un rompecabezas para los hobbits Merry y Pippin. El enigma quedó resuelto en
parte cuando, en Gondor, estos hobbits entraron en la Ciudad de la Torre Blanca. La
estructura de la ciudad de Gondor en siete círculos, la librea de los Guardias de la
Ciudadela portando siete estrellas, la presencia del Arbol Blanco de los Elfos y uno de los
siete palantíri eran símbolos de la herencia de sabiduría y cultura de los antiguos elfos
dúnedain.
Imagen p. 106 — La bella ciudad de Minas Tirith, construida por los dúnedain en círculos concéntricos, que
quizás evocaba las costumbres de su ancestral reino de Númenor. Tolkien dio a la ciudad una localización dentro
de la geografía de la fierra Media que da a entender que pensaba en ella como en la Florencia de la Tierra Media.
La ciudad tenía la forma de un enorme diapasón musical de piedra maciza o una octava
musical tridimensional delimitada por los grandes muros de sus siete círculos de piedra: un
corte terrenal macizo de las siete esferas celestiales. Una respuesta a la frase de la canción
que daba que pensar a los hobbits estaría en la Música de las Esferas, y que Tolkien
estableció como lo que acabamos de ver. Las siete estrellas podrían ser interpretadas como
las siete esferas de cristal, la fuente de la Gran Música en la cual todo es y todo será
encontrado. Las siete piedras podrían ser las siete bolas de cristal en las cuales puede ser
revelada una pequeña parte de la sabiduría de la Gran Música.
Los siete círculos de Minas Tirith también podrían haber sido importados por los
antepasados de los habitantes de la ciudad. Quienes sobrevivieron a la caída de Númenor
trajeron consigo el conocimiento y la sabiduría de aquel reino condenado. La Atlántida, con
la que Númenor tiene muchos parecidos, estaba construida en siete círculos concéntricos
de islas, luego la estructura de Minas Tirith era un eco de la tierra perdida de Númenor.
La idea de Minas Tirith como guardiana de la antigua sabiduría rinde testimonio a las
intenciones de Tolkien de hacer la ciudad de la Tierra Media como un equivalente de
Florencia, la ciudad estado del Renacimiento. La verdad es que en Minas Tirith hay
semejanzas con la gran ciudad italiana, hogar de los Medici y centro renacentista. El papel
de Florencia en la humanismo del siglo XVI fue crucial, al rescatar y rehabilitar los textos del
mundo antiguo. En esta ciudad de catedrales y palacios, las obras de arte y los manuscritos
del antiguo mundo fueron preservados y valorados. Muchas de sus reliquias vinieron con los
refugiados de un desastre reciente, la conquista final de Constantinopla por los turcos
otomanos en 1453, y con el eclipse de su largamente sostenida cultura griega.
Osgiliath había quedado convertida en una ruina, y la corte se trasladó a Minas Anor, que
se convirtió en Minas Tirith, la Torre de la Guardia. Gondor era sólo un fragmento de lo que
fue una vez. Es fácil, pero equivocado, ver aquí una descripción de Gran Bretaña y la
decadencia de su imperio. Cuando Tolkien estaba escribiendo El Señor de los Anillos, el
Imperio Británico era todavía fuerte. Es probable que se inspirara en la caída del Imperio
Austro-Húngaro; en 1918, Viena, que había sido el orgullo imperial durante siglos, fue
reducida a capital de un pequeño país. Su emperador fue destronado. En Gondor tampoco
había rey, sólo el senescal. Tolkien tenía razones familiares para estar interesado en Austria,
como veremos más tarde. Por otro lado, la historia está llena de ejemplos de imperios caídos
y dinastías rotas. Roma es un ejemplo elocuente. Las columnas rotas y los arcos hechos
pedazos de la antigua Roma resuenan en la destrozada arquitectura y las nobles ruinas de
Gondor, reflejo del severo y rígido código de vida de aquellos que todavía mantienen la vieja
tradición.
Imagen p. 108 — Isildur sujeta la espada rota Narsil, con la cual cortó el Anillo
Único de la mano de Sauron. La espada rota o recompuesta, y la espada con poderes
mágicos son motivos comunes en muchas leyendas medievales europeas.
Las sociedades humanas antiguas tienen un rey cada año. Elegido en primavera, era
coronado, agasajado y se le proveía de todo lo que pudiera necesitar. Y en otoño, era
sacrificado, para que su sangre fertilizara la tierra. «El rey ha muerto, larga vida al rey» es
un dicho muy conocido. Era como el retorno de las «reinas del grano», las diosas antiguas
que descendían al mundo subterráneo. En la historia de Aragorn, el «retorno del rey» tiene
un significado obvio, pero también uno mítico. Antes de su vuelta a Minas Tirith para ser
reconocido como rey de Gondor, él también pasa a través de una forma del otro mundo, en
su viaje a través del Sendero de los Muertos (y ante ellos despliega por primera vez el
estandarte que Arwen ha hecho para él, aunque en la oscuridad no puede ser visto por sus
compañeros). Esa terrible experiencia era necesaria para hacerle adecuado e idóneo para
asumir el papel de un verdadero rey que ha de hacer su país grande y próspero otra vez,
como tendrá el privilegio de hacer.
Hobbits de la Comarca
«Los hobbits son, en realidad una rama de la raza humana (no como
los elfos o los enanos)», escribió una vez Tolkien a su editor. Por otra
parte, «no poseen ninguno de los poderes no humanos, están
representados como seres más en contacto con la naturaleza… y
anormalmente libres, desde el punto de vista humano, de ambición o
codicia. Son “pequeños”… en parte para mostrar la mezquindad de
los hombres carentes de imaginación y provincianos… y, como se
pone de manifiesto, estas criaturas de poca fuerza física, tienen una
pizca del asombroso e inesperado heroísmo de los hombres
ordinarios.»
Comparados con los humanos, los hobbits tenían
extraordinariamente desarrollados los sentidos del oído, la vista y el
olfato. Son rápidos y hábiles, y capaces de dar la impresión de
desaparecer en el paisaje. Aunque los hobbits no poseen una gran
fuerza física, son de constitución enérgica y su cuerpo resiste con
eficacia todo tipo de rigores. Les encantan las fiestas y las comidas
campestres, las largas celebraciones familiares y los aniversarios
donde se pueda bailar, cantar, discutir genealogías y recitar
chascarrillos. Generalmente, son joviales y saludables y viven por
encima de los cien años.
Conocidos también como medianos (halflings en inglés), los
hobbits son escurridizos, tienen el cabello rizado y son fácilmente
reconocibles por su pequeño tamaño, entre sesenta y ciento veinte
centímetros de altura, y sus grandes pies peludos. La habilidad
hortícola y jardinera de los hobbits es legendaria. Llevan ropas
campestres sencillas, pero tienden a ponerse vistosos chalecos. Les
gusta mucho beber y fumar, y toman hasta seis comidas al día.
Aunque los hobbits viven en agujeros llamados smiales, no son
oscuros o húmedos, sino que son muy cálidos, bien iluminados, están
revestidos de madera, bien distribuidos, bien abastecidos y muy bien
amueblados con elementos alegres y acogedores.
El hogar de los hobbits en la Tierra Media eran los campos
cultivados y de labranza de la Comarca. Tolkien se permitió esta
romántica analogía con las comarcas de la Inglaterra rural y
preindustrial de su tardía infancia victoriana. Sus hobbits eran los
pequeños propietarios de las «tierras verdes y agradables» de Inglaterra. Y eran a los
ondulados campos de labranza lo que los enanos a las montañas: los genios o espíritus
guardianes del lugar.
«La Comarca está basada en la Inglaterra rural y no en ningún otro lugar del mundo»,
escribió Tolkien una vez. Y también dijo: «“una parodia” de la Inglaterra rural, y sus
habitantes tienen el mismo sentido: ambos están unidos en lo que eso significa. Al fin y al
cabo el libro es inglés y está escrito por un inglés…»
Imagen p. 111 — La Comarca, hogar de los hobbits de la Tierra Media, está inspirada en las tierras donde creció
Tolkien, las West Midlans de Inglaterra. La forma de vivir de los hobbits es una afectuosa y humorística
representación de las costumbres inglesas en general.
Imagen p. 112 — Los dragones son grandes amantes de los acertijos en muchas leyendas europeas, como sucede
en las historias artúricas. En El hobbit, Smaug el Dorado rivaliza con Bilbo Bolsón, quien a su vez trata de
burlarle.
El primer hobbit
Anglosajones y hobbits
Una vez la palabra «hobbit» tiene una historia, la historia del hobbit
pide ser descubierta y Tolkien escribe su crónica. Si el significado de
hobbit era la quintaesencia del inglés, era lógico suponer que la
antigua historia de los hobbits y los anglosajones tuvieran una base
común. Como resultado, Tolkien «descubrirá» que los orígenes de
ambos pueblos estaban perdidos en las nieblas del tiempo más allá
de la distante y enorme cordillera oriental: los Alpes para los
anglosajones y las Montañas Nubladas para los hobbits. Ambos
atravesaron las montañas y permanecieron durante siglos en una
cuña entre dos ríos llamada Ángulo («Angle»). Diversas guerras e
invasiones los forzaron a cruzar las aguas y establecerse en
territorios nuevos: los condados ingleses (english shire) para los
anglosajones y la Comarca (Shire) para los hobbits. No por
coincidencia, los nombres de los anglosajones y los hobbits
fundadores están conectados por las palabras del inglés antiguo para
«caballo»: Hengist (semental) y Horsa (caballo); Marcho (caballo) y
Blanco (caballo blanco). Esta larga etapa de migraciones acaba con
la división de cada nación en tres etnias distintas. Las tres tribus
anglosajonas —sajones, anglos y jutos— son comparables a las tres
ramas de los hobbits: los pelosos, los albos y los fuertes.
Los pelosos eran los más pequeños y típicos de los hobbits: el
diminuto estándar, piel castaña, cabello rizado, pies peludos, el
hobbit habitante de un agujero. Eran los más numerosos de los tres,
a la vez que muy conservadores de sus hábitos y los menos
aventureros, aunque se sabe que comerciaban con los enanos.
Dotados por naturaleza como granjeros, disfrutaban de la paz y la
quietud de su vida campestre.
Harfoot (el nombre inglés de esta rama de los hobbits, traducido como «pelosos») es un
famoso apellido inglés, derivado del inglés antiguo harefoot, que significa «corredor rápido»
o «ágil como una liebre». El más conocido es Harold Harefoot, que fue uno de los reyes
sajones, Harold I. La asociación de los hobbits con las liebres no sólo implica una criatura
ágil, sino también con los ojos y los oídos muy agudos, así como unos pies de considerable
tamaño. También se ve implicado el juego de palabras hair-foot (pelo-pies), tan sugestivo
como extraño para una criatura con los pies peludos capaz de desvanecerse rápidamente en
el paisaje. De esta manera, tenemos una criatura compuesta por «har-hare-hair-foot» («har-
liebre-cabello-pies»), una descripción sucinta de su raza: una criatura pequeña y ágil con
grandes y peludos pies. Sobrenombres típicos de los hobbits pelosos podrían ser: Brown
(castaño), Brownlock (mechas castañas), Sandheaver (arenero), Tunnely (tunelador),
Burrows (cavador), Gardner (jardinero), Hayward ([cortador de] heno) y Roper (cordelero).
Los albos (fallohides) eran habitantes de los bosques originalmente, y son los menos
numerosos y los menos convencionales de los hobbits. Son los más altos y delgados, y tienen
la piel clara y el cabello rubio. Los mejor parecidos se unen a los elfos y viven aventuras.
Casi cualquier manifestación de individualidad o ambición exhibida por los hobbits
convencionales es atribuida a la distante rama de los albos. Desgraciadamente para los
hobbits «normales», la rama de los albos produjo los individuos más distinguidos y
completos en los anales de la Comarca. El nombre de la rama de los albo, fallohide en
inglés, es tan descriptivo como los otros: falo viene del alemán antiguo, y significa «amarillo
pálido» (como el color de un gamo), y hide quiere decir «en la piel», una descripción muy
apropiada de su cabello amarillo y su piel rubia. Fallow significa en inglés antiguo «tierra
recién arada» y hide es en inglés antiguo la medida de tierra necesaria para una casa —y
quizá también para un viejo hobbit. Los nombres típicos de las familias de los rubios albos
son: Fairbairn (grano rubio), Goold (dorado), Goldworthy (oro adorable), Headstrong
(cabeza fuerte) y Boffin (cerebrito).
Imagen p. 115 — Los tres tipos de hobbits, los fuertes (izquierda), los albos (centro) y los pelosos (derecha)
tienen su equivalentes en las tribus, los jutos, los anglos y los sajones, que en diferentes épocas invadieron y se
asentaron en Inglaterra.
Los fuertes (stoors) son los más grandes y fuertes de los hobbits y los más parecidos a los
humanos. Fueron los primeros hobbits en vivir en casas, y tendían a vivir cerca de ríos y
pantanos. También son los únicos hobbits que usan calzado —generalmente, botas de enano
— y son los únicos hobbits capaces de dejarse crecer una especie de barba o pelo facial. Los
fuertes también se distinguen por ser la única rama que no tiene miedo al agua e incluso se
les ocurre remar y nadar. Debido a que comercian en el río, los fuertes están entre los
hobbits más ricos. Su nombre original, stoors, deriva del inglés medieval stur y el inglés
antiguo stor, que significa «duro» o «fuerte». También sugiere store (almacén), en el
sentido de ser mercaderes, pero aún más en el sentido de que todos los hobbits son
acaparadores con muchos espacios y Habitaciones para almacenar en sus agujeros.
Nombres típicos de los Fuertes son: Banks (bancos u orillas), Puddifoot, Cotton (algodón) y
Cotman (hombre cuna).
Imagen p. 116 — A la vuelta a casa de los heroicos hobbits después de la Guerra del Anillo, tuvo lugar la Batalla
de Delagua, para expulsar de la amargada Comarca a los demoníacos sirvientes de Saruman. Tolkien siempre
negó con vehemencia que ésta reflejara acontecimientos ocurridos en Inglaterra mientras escribía, durante la
Segunda Guerra Mundial.
Reyes y medianos
Por supuesto, todo en el universo blanco y negro de Tolkien estaba definido como «blanco»
o «negro». Esta rigidez podría haber impedido el examen del carácter y el desarrollo de la
historia. En este aspecto, el caso más significativo es el de Saruman, que al principio de El
Señor de los Anillos es presentado como una de las fuerzas del bien; encabezando además
el Consejo Blanco de los magos. Gandalf no duda de la virtud de Saruman y de sus buenas
intenciones. Finalmente, vemos demasiado claro que Saruman, por todos sus dones, se
permite a sí mismo ser corrompido. El poder, ese gran seductor, puede incluso con él.
Tolkien era muy consciente del poder y de la autodisciplina a la que se está obligado con su
posesión.
Imagen p. 124 — El malvado mago Saruman encuentra una muerte horripilante a manos de su viejo cómplice
Grima Lengua de Serpiente. La moraleja se da por partida doble: la codicia por el poder puede corromper el bien
y arrastrar a la gente a traicionarse a sí misma, y probablemente a ser engañada.
Sus personajes más admirables, como Aragorn y Faramir, no le dan importancia a sus
poderes o los llevan encubiertos. En alguna ocasión, uno de sus protagonistas se siente
momentáneamente tentado de mostrar sus poderes en su plenitud: la conocida escena entre
Frodo; Galadriel es el mejor ejemplo. Ella sabe que es una prueba, y la supera, pero no sin
un cierto asomo de pesar. Los elfos abandonan la Tierra Media y pierden el poder. Saruman
falla la prueba. La posibilidad de elegir le ha llevado al camino equivocado. Entonces,
estamos de acuerdo, el poder es el elemento principal de toda la saga: es la fuerza del Anillo
Único la que pone todos los elementos en movimiento.
Por raro que parezca, en El Señor de los Anillos hay una conexión entre tres torres, sus
habitantes y el poder. Tres grandes torres, tres señores. Uno, el más poderoso, el señor de
Barad-dûr, está ya enteramente entregado al mal —el dominio y la degradación de todas las
cosas vivas. Otro, Saruman, señor de Isengard, está dando los primeros e insidiosos pasos
en la misma dirección. El tercero, Denethor, senescal de Minas Tirith, es un hombre. No es
un mago. En muchos aspectos, es presentado como un noble. Pero él también ha sido
seducido por la aparición del poder, y se ha vuelto arrogante y de escasa visión en su largo
ejercicio de la suprema autoridad de Gondor. Como contraste, Gandalf, que no es el menos
poderoso de los protagonistas, ni siquiera tiene un hogar.
Es un trotamundos, el Gran Peregrino. Hay algo que vale la pena recalcar, aunque
Tolkien no era consciente probablemente de este punto. Como en otras grandes historias,
muchos de los temas e ideas surgen por accidente, o por coincidencias. Otros tantos pueden
ser encontrados al leer la historia y es probable que el autor nunca considerara o intentara
realizar los vínculos descritos.
En Tolkien eran bastante evidentes, sin embargo, las conexiones entre tiranos
insignificantes, explotadores y amedrentadores, y el mal cósmico de una figura como
Melkor. Cuando Saruman es derrotado y arruinado como mago, al privársele de sus poderes
sobrenaturales, mantiene sus habilidades de dominio, robo y destrucción. Y el autor le
permite infligir sufrimiento en el lugar más cercano a su propio corazón, la Comarca, donde
la parodia de la Inglaterra feliz se vuelve rápidamente una especie de oscura pesadilla de
polución, opresión, colaboración con el enemigo, resistencia pasiva y castigo. Tolkien
siempre negó la menor relación directa entre su propio mundo y lo que había sucedido en
los años treinta y la Segunda Guerra Mundial, y, como hemos visto, su atención creativa
estaba con frecuencia enfocada miles de años antes. En cierto sentido, los acontecimientos
reales fueron imitando los de su imaginación creativa. La ruina de la Comarca es algo tan
intrínseco a la historia como cualquier otro episodio.
Dioses errantes — Hermes y Mercurio
Las descripciones más comunes de los magos es que son caminantes solitarios que llevan un
sombrero acabado en punta y una larga capa de viajero, y portan un largo bastón.
Tradicionalmente, estos caminantes tienden a ser seres solitarios, barbudos y cansados de
distantes o desconocidos orígenes. A menudo fascinan cuando se dedican a contar cuentos y
a recitar historias, pero son «extraños». No parecen tener ninguna riqueza personal ni
respaldo material, tampoco tienen estatus definido o posición social. No tienen familia ni
hogar. Estos caminantes solitarios, expertos en muchas lenguas y costumbres, eran muy
capaces de lanzar hechizos y maldiciones y de realizar actos de brujería.
Lo que resulta sorprendente sobre el atuendo de los magos es que se trata del mismo
atuendo desgastado que llevaban casi todos los peregrinos y viajeros profesionales de la
antigüedad. Había muchas profesiones y actividades ambulantes: estudiantes, peregrinos,
comerciantes, escribientes, agrimensores, músicos, prestidigitadores y boticarios, y todos
llevaban una vestimenta semejante. También se enviaban mensajes, correo, y envíos
diplomáticos, y sus portadores, que siempre estaban en la carretera, llevaban estilizados
«uniformes», que resultaban ser versiones de la misma vestimenta.
Es probable que fuera así porque era una combinación de ropas prácticas para viajar en
todo tiempo. El dios griego Hermes (el romano Mercurio) era considerado de esta guisa
como el dios de los viajeros. Hermes era también el rápido mensajero de los dioses, y como
pilar fundamental de los viajeros este dios aparece en muchos cruces de caminos. Hermes,
como su dios amigo Odín, aparece a menudo en la Tierra como un viajero ordinario, y en
ambos casos las tradiciones de hospitalidad se reflejan en las leyes cívicas y en las
supersticiones —cualquier viajero debería ser tratado como si fuera un dios disfrazado.
No hay que dañar por tanto a los pobres peregrinos por su parecido al dios ciclos
viajeros, que es también el dios de los magos, alquimistas, mercaderes, peregrinos,
estudiantes, mensajeros, enviados, diplomáticos y, previsiblemente, mentirosos y ladrones.
Como heraldo de los dioses, Hermes (o Mercurio) pasa a través de los dominios de todos los
otros dioses: desde Zeus (o Júpiter) en las alturas del Olimpo, donde es el heraldo de los
dioses, hasta Hades (o Plutón) en el mundo subterráneo, donde guía las almas de los
muertos.
Podemos suponer que cuando los antiguos decidieron asignar dioses y sus influencias a
los planetas, Mercurio, que era el errabundo gris (y veloz mensajero) debía haber sido una
de las elecciones más obvias. Después de todo, la palabra «planeta» en griego se usa para
«errante». Como la mayoría de las estrellas están fijas en el cielo, la cualidad más obvia de
un planeta es su capacidad de errar a través del cielo nocturno, de ahí el uso de la palabra y
su significado. Mercurio es observable como un «vagabundo» gris plateado viajando (o
errando) a gran velocidad a través del cielo nocturno, visitando cada dios o planeta que se
cruza en su camino. Es obvio que no sería tan fácil entrar en la naturaleza mercurial de
planeta y dios.
Odín estaba mucho más cerca de sus raíces chamánicas que muchos de los magos y
dioses. El chamán era mago, místico, curandero y poeta. Viajaba entre el mundo de los
hombres y el mundo de los espíritus y animales, e incluso iba a la tierra de los muertos.
Para realizar su ascenso y su descenso entraba en trance y se dejaba conducir por un
animal amigo.
Como Hermes, Odín era un gran viajero y buscador de sabiduría. Recorría los Nueve
Mundos preguntando a todas las cosas vivientes: gigantes, elfos, enanos y espíritus.
Preguntaba a los árboles, a las plantas y a las mismas piedras. Odín soportaba muchas
pruebas y peligrosas aventuras, pero de todas las cosas que encontraba ganaba en
sabiduría y obtenía más poder. Era dios, poeta, brujo, guerrero, estafador, nigromante,
místico y por último rey chamán.
Su forma de viajar forma parte de su tradición y requiere un frenesí extático para
conducir el alma a través de una especie de limbo gris entre los mundos. Por eso tenemos
los viajeros grises, los puertos grises y los caballos grises. Gandalf el Gris eligió el caballo
llamado Sombragrís, por su color gris plateado, que recuerda mucho a Grani el Gris, la
montura de Sigurd, el campeón de Odín en la Volsunga Saga. Grani, que, como Sombragrís,
comprendía la lengua de los humanos, era la cría del caballo sobrenatural de ocho patas de
Odín, Sleipnir. Y con Sleipnir cabalgaba Odín a través de los Nueve Mundos.
El camino entre los mundos es gris. Otra vez, volvemos al planeta gris plateado que es
Mercurio y al metal gris plateado. El mundo de Hermes es también un mundo de secretos.
Más tarde, los alquimistas llaman al metal líquido mercurio. Como el dios Hermes era
conocido por su diplomático silencio, el término hermético viene a significar «sellado» o
«secreto». Por tanto, la alquimia es conocida como la ciencia hermética. Todos estos magos,
estos peregrinos grises, son guardianes de su arcana sabiduría.
En el romance artúrico, Merlín es el más grande de los magos. Es el futuro mentor del rey,
su consejero, y su estratega en tiempo de guerra y de paz. También es el cerebro y principal
organizador de Camelot. Es su protector sobrenatural. Merlín es inmortal, pero tiene
emociones mortales y empatía. Es un hechicero que vive en comunión con los espíritus de
los bosques, las montañas y los lagos, y pone a prueba sus poderes en duelos con otros
magos y hechiceros.
Con todo, si Merlín era el consejero jefe de Camelot, Gandalf ejercía este papel para
Aragorn II, el futuro rey del Reino Unificado del pueblo de los dúnedain.
Aunque la figura arquetípica del héroe y el mago son muy similares en las sagas
paganas, leyendas medievales y fantasías modernas, el contexto en cada una es muy
diferente. Los principios de la moral cristiana del romance artúrico son muy diferentes de la
tradición nórdica de Odín y Sigurd. Curiosamente, aunque el mundo de Tolkien era pagano,
de antes de la religión, su héroe, Aragorn, tiene ideas muy claras sobre el bien y el mal
absolutos. Aragorn puede ser un héroe pagano, pero es incluso más rígido y moral que el
rey cristiano Arturo.
Merlín y Gandalf son viajeros de grandes conocimientos, llevan largas y blancas barbas,
un bastón y un sombrero acabado en punta y visten ropas anchas. Ambos son seres no
humanos. Ambos son consejeros del futuro rey en la paz y en la guerra, y no tienen interés
en los poderes mundanos para ellos mismos.
Las muertes y finales de Merlín y Arturo están directamente relacionadas con las de
Gandalf y Aragorn. La Última Travesía de los Guardianes de los Anillos tiene fuertes
reminiscencias con las tradiciones románticas artúricas, pero los papeles están cambiados.
Merlín y Aragorn permanecerán en tierras mortales, mientras Gandalf y Arturo marcharán
con la reina élfica a la isla inmortal de Avalón.
Conocido como Merlín el Loco, Merlín el mago deja de ser el viajero gris y se convierte
en Merlín el arquitecto de Camelot y el pensador que crea el orden racional. Lo mismo hace
Gandalf con los descendientes de los dúnedain y el Reino Unificado de los reinos del norte y
el sur de Arnor y Gondor. Como mentor de Aragorn II, que se convertirá en el rey Elessar
del Reino Unificado, Gandalf juega el papel exacto del mago Merlín como mentor del futuro
rey Arturo. También está asumiendo el papel del mentor de Carlomagno, el sacerdote inglés
Alcuino, como arquitecto del Sacro Imperio Romano.
Esta diferencia es fundamental entre la Midgard nórdica y la Tierra Media de Tolkien. El
mundo mítico nórdico es esencialmente amoral, mientras que el mundo de Tolkien se
consume en la gran lucha entre las fuerzas del bien y del mal. La epopeya entera de El
Señor de los Anillos versa sobre la lucha por el control del mundo de estos poderes
enfrentados, encarnados en el duelo entre el mago blanco y el mago negro.
Los Espectros del Anillo y el Rey Brujo
El Rey Brujo
El método por el cual Tolkien eleva a su Señor Oscuro a lo más alto del dominio del mal es
interesante. Aunque la autoridad y la decisión están sólo en el insomne Sauron, la jerarquía
de mandos va desde los capitanes orcos y los comandantes de fortaleza a figuras como Boca
de Sauron y Gothmog, lugarteniente de Morgoth. Pero sus supremos sirvientes son los
Nazgûl, y, entre ellos, el supremo es el que fue una vez, Rey Brujo de Angmar, El Señor del
Anillo no admite consejos de nadie, y el Rey Brujo es un jefe sirviente más que un consejero
de confianza (aquí, incidentalmente, identificamos otra debilidad del espíritu del mal:
mientras quienes luchan en el lado del bien pueden discutir sobre sus ideas y confiar entre
ellos, Sauron no puede confiar en nadie). Los Nazgûl son un grupo especializado de
demonios que pueden aparecer, por separado o juntos, donde su dueño sienta necesidad, y
que llevan a cabo sus misiones más cruciales. El terror que provocan magnifica el de su
amo.
El líder de los Nueve Jinetes se distingue por su papel individual
en la narración. En la Batalla de los Campos del Pelennor, es quien
doblega y asesina a Théoden, rey de Rohan, y encuentra su propia
muerte a manos de Éowyn, que cabalga disfrazada de hombre. Una
oscura ironía encubre así su muerte, porque, como él mismo
presumía, una profecía había dicho que ningún hombre podría
matarle. Tolkien nos lleva aquí a otro tema familiar de la antigua
literatura: el oráculo mal interpretado. El rey Filipo el Macedonio,
antes de invadir Persia, le preguntó al oráculo de Delfos si tendría
éxito. La respuesta fue:
Imagen p. 134 — Tolkien «La víctima coronada está dispuesta para la muerte
muestra a los cuervos de antes de que se levante el altar.»
la Tierra Media, que nunca
fueron populares en la El rey Filipo lo tomó como una afirmación de su inapelable
Inglaterra rural, como los victoria, pero la víctima resultó ser él mismo.
espías negros comedores
de carroña de Sauron. Se Tolkien perfila dos figuras principales en su historia del Rey
les puede ver en muchas Brujo. La primera se halla entre los romances medievales
ocasiones, aunque de
manera menos poderosa germánicos que más recuerdan la imaginativa historia y el gran
que los Nazgûl, impacto de El Señor de los Anillos: la historia del héroe Dietrich von
atravesando los cielos de
la Tierra Media a la caza Berne y Virginal, la Reina de Hielo de Jeraspunt. En esta historia
de los enemigos de su
señor. encontramos al malvado Janibas el Nigromante, un personaje del
que Tolkien utiliza elementos tanto para el Rey Brujo como para el
mismo Sauron. El mito del ostrogodo Dietrich von Berne está inspirado en el emperador
romano del siglo VI Teodorico el Godo (a veces Teodorico el Grande o de Verona). Desde su
juventud, Tolkien se sintió cautivado por sus más antiguos ancestros: los godos. Yendo aún a
la escuela, descubrió la lengua gótica casi por casualidad, y en ella «el intenso y ascético
placer derivado de un lenguaje por sí mismo». Asumió que la auténtica cultura germana
podía obtenerse a partir de fragmentos de textos godos y lecturas en latín. Recordemos que
mucho de lo que nos ha llegado de la literatura gótica se debe al godo Teodorico y su corte.
La historia de Dietrich y la Reina de Hielo empieza con el héroe entrando en el reino de
una raza de gigantes gobernados por Orkise, el gigante caníbal, y su malvado hijo, Janibas
el Brujo. Dietrich descubre que los gigantes habían hecho la guerra en las más altas
montañas del reino de las hadas de hielo, en los picos nevados de los Alpes. Éste era el
dominio de las doncellas mágicas de la nieve, gobernadas por Virginal, la Reina del Hielo,
desde el centelleante castillo de Jeraspunt en el pico más alto de los Alpes. Dietrich estaba
metido en una larga guerra contra los gigantes en las montañas, y, en el transe y uña
titánica batalla, halló y mató al terrible gigante Orkise. Cuando entró en el Castillo de Hielo,
encontró el camino de salida cerrado por el hijo del rey gigante, un enemigo más formidable
que el propio Orkise. Janibas el Brujo puso sitio al brillante castillo con un impresionante
ejército de gigantes, hombres malvados y monstruos. Para sus enemigos, Janibas era como
un fantasmal Jinete Negro que dirigía tempestades y era respaldado por demonios y perros
infernales. El poder más terrorífico del mago, sin embargo, era su habilidad para ordenar a
los muertos en la batalla que se levantasen y lucharan otra vez.
Imagen p. 135 — Minas Morgul, una de las ciudades fortaleza del reino de Gondor, se convirtió, en la época de la
Guerra del Anillo, en cuartel del Reino Brujo y los espectros del Anillo. De acuerdo con el gran ojo vigilante de
Sauron, las secciones más altas de la torre giran en constante vigilancia sobre Mordor y las tierras adyacentes.
Dietrich veía el ejército que les estaba sitiando como un mar negro alrededor de la torre
principal de Castillo de Hielo. Era obvio que, por muy bien defendido que estuviera, el
castillo debía caer ante las dimensiones inabarcables del ejército de los brujos. A pesar de
que podría parecer una labor imposible, Dietrich fue espoleado al frenesí de la batalla por la
mirada de la bella Reina de Hielo en las almenas de la torre más alta. Su resplandor
igualaba incluso el de la joya parecida a una estrella que brillaba en su corona.
En su valiente intento por romper el sitio, Dietrich masacra todo lo que encuentra, pero
su intento resulta fútil ante los muertos que se levantan y vuelven a la lucha una y otra vez.
Al ver que Janibas comanda estas fuerzas por medio de una placa de hierro encantada que
lleva encima, Dietrich persigue al Jinete Negro en persona, lo alcanza y le golpea por debajo
de su cabalgadura fantasma, acertando con la espada en la placa de hierro. Al romperse la
placa, los glaciares de las montañas se quiebran y estallan, truenan montaña abajo en
avalanchas y entierran por entero a las huestes malignas de gigantes, fantasmas y
resucitados. Dietrich vuelve al castillo, donde es recibido triunfalmente.
Le espera la incomparable Reina del Hielo, que está rodeada por su deslumbrante corte
de doncellas de nieve, resplandecientes como las hadas en el esplendor de sus velos
diamantinos.
Janibas el Nigromante es como una combinación de Sauron el Nigromante y su
lugarteniente, el Reino Brujo, Señor de los Espectros del Anillo. El Anillo Único es sustituido
por una placa de hierro, pero el clímax de la historia se parece mucho a la última batalla de
Sauron en la Puerta Negra al final de El Señor de los Anillos.
Sin embargo, la mayor inspiración de Tolkien para el Rey Brujo pudo venir del Macbeth
de William Shakespeare. Tolkien estaba muy en desacuerdo con la obra y su autor, aunque
estaba fascinado con la historia y el mito. En su colección de ensayos Sobre los cuentos de
hadas, Tolkien nos informa de que, en el caso del legendario guerrero, «Macbeth es el
trabajo de un dramaturgo que debiera, al menos en esta ocasión, haber escrito una historia,
de haber tenido la habilidad o la paciencia para este arte». Como Shakespeare no estaba
disponible, Tolkien decidió hacer el trabajo él mismo. En su Señor de los Espectros del
Anillo, tenemos un hombre mortal que ha vendido su alma inmortal a Sauron por un anillo
de poder y la ilusión del dominio territorial. Esta tragedia, mostrada en el contexto de su
nueva fantasía épica, está escrita para sugerir el arquetipo, grande y antiguo, de un rey que
ha perdido su maltrecha alma e inspirará la historia de Macbeth.
Para que nadie malinterpretara la comparación, o los cambios de Tolkien a Shakespeare,
la vida del Rey Brujo está protegida por una profecía que es casi idéntica a la que protege a
Macbeth. El Rey Brujo de Tolkien «no puede ser muerto por la mano del hombre», mientras
que la que engañaba a Macbeth era: «no podrás ser muerto por hombre nacido de mujer».
El cambio de Tolkien a Shakespeare es lo que él considera un bonito cumplimiento de su
profecía. La verdad es que, en razón de una trama convincente, se ha de reconocer que la
muerte del Rey Brujo a manos de un hobbit y una mujer disfrazada de guerrero es
preferible a la ambigüedad de Shakespeare al decir que alguien nacido por cesárea no es,
estrictamente hablando, «nacido de mujer».
Imagen p. 137 — Éowyn, disfrazada de guerrero, se enfrenta al Rey Brujo en la Batalla de los Campos del
Pelennor. La naturaleza de la muerte del Rey Brujo es una referencia inequívoca a la muerte de Macbeth en la
obra de Shakespeare.
Tumularios y fantasmas
A menudo, las historias y leyendas relativas a los antepasados de los ingleses se centraban
en muros monumentales, círculos de piedra y túmulos funerarios Algunas de estas historias
han sobrevivido como mitos o relatos fantásticos. Puesto que los únicos monumentos
significativos construidos por los primeros anglosajones fueron túmulos funerarios y
tumbas, los arqueólogos los excavaron con rapidez con la esperanza de descubrir artefactos
de una cultura poco conocida y poco apreciada durante mucho tiempo. Desgraciadamente,
las excavaciones de los túmulos produjeron pocos artefactos de cierto significado. Todo esto
cambió, sin embargo, en los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial.
En la época en que J. R. R. Tolkien estaba empezando a escribir los primeros capítulos de
El Señor de los Anillos, los arqueólogos hicieron un extraordinario descubrimiento en
Suffolk: tres largos túmulos funerarios anglosajones, que fueron excavados en un lugar
llamado Sutton Hoo. Era el equivalente histórico de las Quebradas de los Túmulos de la
Tierra Media. Sutton Hoo es el montículo funerario anglosajón más grande y antiguo que
existe. Estos túmulos y tumbas, que cubren más de cuatro hectáreas, han sido un lugar de
enterramientos a lo largo de tres milenios.
De los primeros tres túmulos abiertos en esa época, el más grande medía 36 metros y
medio por 3,7 metros de altura y contenía un barco de 27,4 metros de largo —más grande
que ningún barco conocido de esa época hasta entonces. También se reveló el tesoro más
rico encontrado nunca de la cultura anglosajona. Las revelaciones de Sutton Hoo sobre el
antiguo mundo germánico fueron tan importantes como el descubrimiento de la tumba de
Tutankamón para nuestra comprensión del antiguo mundo egipcio.
No parece que Tolkien visitara Sutton Hoo, pero sabemos que estaba familiarizado con
otros lugares donde había túmulos funerarios. Uno era un túmulo particularmente bien
conservado a unos 32 kilómetros de Oxford llamado Herrería de Wayland. Wayland el
Herrero se manifiesta en el mundo de Tolkien en la figura de Telchar, el herrero enano que
forjó la hoja de Narsil (la espada que cortó el dedo con el anillo de la mano de Sauron).
Ambos eran maestros forjadores de espadas y hacían armas con hojas encantadas que
podían partir una piedra y titilar como una llama.
La figura del maestro herrero se puede encontrar en muchos relatos germánicos y en
sagas nórdicas, en las que Wayland (el herrero con poderes sobrenaturales de la mitología
nórdica) forjó la espada para la mayoría de estos héroes. Pero hay una saga noruega, que
tiene un interés especial porque su protagonista está relacionado con el herrero de
Wayland.
En la saga de Thorsten, se dice que el atrevido pirata Sote el Proscrito entra en el túmulo
de Wayland y encuentra la cámara del tesoro repleta de oro y gemas. Algo le impulsa
entonces a coger un anillo de oro y ponérselo en el dedo. Dentro de las tumbas y pasadizos
de los túmulos, y sin darse cuenta, Sote, el Fuera de la Ley, acaba atrapado por la
oscuridad.
Con la espada desenvainada y una daga, Sote el Proscrito es el guardián que nunca
duerme y que acecha sin cesar los corredores y cámaras de la tumba de Wayland. Así es la
maldición y el poder del anillo de Wayland: Sote acaba poseído por su posesión. El anillo es
su primera, su última, su única posesión. Además de saquear el túmulo, el Proscrito está
condenado para siempre a la oscuridad. Sote el Fuera de la Ley se convierte en el demonio
acechador que guarda el tesoro y de la tumba: el espíritu marchito de los tumularios.
Imagen p. 141 — Las piedras erguidas y los túmulos que se alzan en el paisaje que han de cruzar los hobbits
viajeros podrían encontrarse en cualquier panorama de la Inglaterra anglosajona.
Además de ser otro ejemplo de los enormes poderes de estos anillos mágicos, en Sote el
Tumulario encontramos la fuente de inspiración para el fatal encuentro de los hobbits con
los tumularios en las primeras etapas de las Misión del Anillo. En la historia de Tolkien, hay
un espíritu peculiar, Tom Bombadil, que dispersa sin esforzarse los huesos de los tumularios
y rescata a los cuatro aventureros noveles. En la versión nórdica de la historia, sin embargo,
el asunto es más brutal y menos gracioso. Carente del raro pero sabio Tom Bombadil, el
vikingo Thorsten no es inmune al terror y las intenciones asesinas de los espíritus de los
túmulos. Thorsten sabe que debe pagar un precio por el desafío, y no hay nada de los
cómicos exorcismos de Bombadil en sus acciones. En su vasto esfuerzo, Throsten depende
únicamente de su cuerpo y de su incuestionable espíritu. El vikingo desciende a los
corredores en el interior del túmulo. Muy pronto oye los gritos y lamentos de los muertos
torturados, el grito de un hombre vivo. Escucha el sonido del acero rompiendo piedras y
huesos, y entrevé los destellos de hechizantes llamas. Finalmente, sin embargo, Thorsten
emerge del túmulo tan pálido y sangriento como un fantasma, pero en su mano luce el
destello del anillo de oro.
Con la aquiescencia de Tolkien, uno de los rasgos del poema épico anglosajón Beowulf
encontró su lugar en El hobbit Se podría argüir fácilmente que El hobbit es una versión
fantástica de la epopeya reducida a su forma más elemental. ¿Qué clase de monstruo a
escala reducida llamado Gollum se muestra en este Beowulf de cuento de hadas? Parece
bastante claro que Gollum es una versión miniatura de Grendel, el monstruo de Beowulf.
Por algún poder maligno, al ogro de Grendel se le habían concedido una fuerza sobrenatural
e inmunidad frente a las armas de sus enemigos. El monstruo salía por la noche y asesinaba
decenas de guerreros mientras dormían. Rompía sus huesos y consumía su carne «como un
lobo se comería un conejo». Grendel era temido incluso por los cadáveres ambulantes y por
las bestias medio humanas chupadoras de sangre que aparecen en la fosa infectada de
serpientes que había convertido en su hogar.
Aunque Gollum es una versión suavizada del ogro Grendel, no es menos terrible para sus
menos celebradas víctimas, como los trasgos (nombre de cuento de hadas para los
demoníacos orcos de Tolkien) y el hobbit Bilbo Bolsón. Y de la misma manera que algún
poder desconocido le da a Grendel una enorme fuerza física y una larga vida, el poder
maligno del Anillo alarga la miserable vida de Gollum durante siglos, y aparentemente
realza la fuerza de sus pálidas e insustanciales manos, y les da el poder asesino de
estrangular a sus víctimas. Curiosamente, en las epopeyas anglosajonas, es el héroe,
Beowulf, quien dice tener una fuerza «igual a la de trece hombres».
Ambos monstruos son subhumanos grotescos en apariencia y hábitos. Gollum vive en las
pozas húmedas de oscuras cavernas donde se vuelve escuálido y pierde el pelo. Sus ojos se
vuelven bulbosos, sus pies palmeados, y sus dientes se hacen largos y afilados debido a su
alimentación a base de carne cruda e impura.
El monstruo Grendel tiene una existencia maldita parecida: no tiene o tiene muy poca
habla humana. Su vida nocturna está dedicada casi por completo a actividades como el
merodeo, el canibalismo y el asesinato. Las horas del día parecen estar hechas para ser
consumidas durmiendo en una oscura caverna en el fondo de una asquerosa fosa en el
medio de un pantano frecuentado por fantasmas, no muy diferente de las Ciénagas de los
Muertos de la Tierra Media. Rodeada por su tesoro y los trofeos de las armas robadas a los
hombres asesinados, la criatura vive con sólo carne humana. Su miserable existencia llega a
su fin cuando Beowulf poderoso golpe para arrancar un brazo del monstruo mientras se
hallan enzarzados en combate. Por último, Beowulf sigue el rastro de sangre de Grendel
hasta su cueva del pantano. En la batalla que sigue no le da cuartel, y Beowulf da muerte al
aterrado y herido monstruo.
Imagen p. 143 — Gollum lleva al portador del anillo y su compañero a través de las Ciénagas de los Muertos
donde Tolkien nos vuelve a mostrar las manifestaciones fantasmales que se vieron primero en la Quebradas de
los Túmulos, al estar infestados los pantanos con los fantasmas de los guerreros muertos en una época pasada.
Hobtrasgos y Sméagol-Gollum
En los hobbits y los trasgos de las novelas de Tolkien tenemos a pequeñas razas que habitan
en agujeros y que encarnan la lucha entre las fuerzas del bien y del mal. Hobtrasgo es la
palabra mágica que enlaza imaginativamente a los hobbits con los trasgos, pero hay que
mostrar al menos otra semejanza que muestre al lector como, en su creación, hobbits y
rasgos emergen del mismo agujero.
Los hobtrasgos (hobgoblins en inglés) fueron críticos en la evolución de los hobbits como
especie, y en el desarrollo de El hobbit como novela. Hobbit es el diminutivo de la raíz hob.
Hobtrasgo es una palabra compuesta de «hob», que es un espíritu benévolo, y «trasgo», que
es un espíritu malvado. El hobtrasgo resultante es por lo común una criatura traviesa, que
tiene cierta inclinación a ser como un espíritu bueno y que a veces se comporta como un
espíritu maligno. Por otro lado, los hobtrasgos eran criaturas ambivalentes, no malvados
pero con frecuencia diferentes con respecto al sentido humano de lo correcto y lo
incorrecto. Aún más importante, los hobtrasgos eran criaturas paradójicas que le
proporcionaron a Tolkien una chispa creativa y dispararon su imaginación a la hora de crear
de varios de los personajes y naciones de la Tierra Media.
La naturaleza dual de los hobtrasgos era también evidente en los personajes individuales
de Bilbo Bolsón y Gollum. Gandalf el Mago descubre que Gollum era, en principio, un hobbit
de los Valles del Anduin. Uno llamado Sméagol, y este nombre define en gran medida su
naturaleza. «Sméagol» viene de una raíz anglosajona que significa «excavando y
penetrando». Por lo tanto, «Sméagol» quería decir que poseía una naturaleza inquieta,
inquisitiva. Estaba siempre buscando y excavando en las raíces de las cosas —excavando
continuamente, pero también rotando y girando de esta manera y de la otra. Sméagol vivía
al este de las Montañas Nubladas en el viejo y ancestral valle que fue hogar de los hobbits
fuertes. Sméagol pescaba con frecuencia y exploraba con su primo y querido amigo, Déagol.
Fue Déagol quien descubrió el Anillo Único en el fondo del río. Al primer destello del oro,
Sméagol fue atormentado por el deseo de agarrar y poseer el Anillo. Sin pensar de ninguna
manera en las consecuencias, Sméagol asesinó a su pariente y amigo, y cogió el Anillo
Único.
El nombre Déagol significa literalmente «secreto». Sin duda era apropiado, como el
maldito Sméagol todavía insistía cuando era propietario del Anillo. Su más oscuro secreto
era que había adquirido el Anillo mediante el asesinato y el robo. El conflicto de Sméagol es
bastante similar al del legendario alquimista Fausto, que adquiere sabiduría y riquezas
haciendo un pacto con el diablo.
En la versión de Goethe de su vida, Fausto elige traicionar su conciencia y su amistad:
«Dos almas, ay de mí, en mi pecho, y una se esfuerza por expulsar a su hermano». A un
nivel menos consciente, la culpa y el miedo de Sméagol recaen sobre él. Por miedo a que
alguien pueda descubrir su secreto, Sméagol toma su «precioso» tesoro y se aleja de todos
sus familiares y amigos. Se esconde a sí mismo «excavando y penetrando» en las entrañas
de las Montañas Nubladas.
Así, en «hobtrasgo», tenemos una palabra que incorpora la lucha entre las fuerzas del
buen hobbit y el malvado trasgo. No parece que haya duda de que en Sméagol-Gollum
tenemos un primer ejemplo de hobtrasgo en la cual el hobbit está completamente atrapado
en el trasgo. Si Bilbo Bolsón representa al auténtico hobbit, en su fantasmagórica vida de
hobbit, Sméagol-Gollum representa el auténtico anti-hobbit.
Imagen p. 145 — En la criatura Gollum, Tolkien hace una referencia implícita aunque no intencionada a la ciencia
psiquiátrica en auge del siglo XX. En la época de Tolkien se identifican y definen los desórdenes de doble
personalidad, y el conflicto (moral) interno de Gollum se expresa en los diálogos entre sus dos personalidades,
Sméagol y Gollum.
Aunque Gollum tiene defectos obvios, podemos admirar su habilidad para sobrevivir.
Incluso teniendo en cuenta el legendario renombre de los hobbits por su aguante, Sméagol-
Gollum era notablemente duradero. Sméagol-Gollum retiene otros aspectos de su
naturaleza hobbit que le salvan en muchas ocasiones de sus enemigos. Resulta curioso que,
cuando Gollum coge el Anillo Único, nunca usa su poder para grandes ambiciones o deseos
de poder. Los deseos de Gollum parecen limitarse a mostrarse avaricioso con su oro. Solo en
la oscuridad, con su «Precioso», está cerca de la satisfacción que su alma torturada puede
lograr. La insistencia de Gollum en su apropiación del Anillo es una desilusión. Gollum no
desea poseer el Anillo más que un drogadicto desea poseer su droga. El Anillo es su
adicción, no su posesión. El Anillo, de hecho, posee a Gollum. Si esto es el paraíso, debemos
maravillarnos de que la condenación tenga un lugar para él. El verdadero destino de
Sméagol-Gollum era lejano y desconocido. Por un último y malvado acto de traición de
Gollum, Sméagol-Gollum se convierte sin quererlo en mártir y lleva la salvación a todos los
Pueblos Libres de la Tierra Media.
Imagen p. 146 — Los lectores no pueden evitar ver la caída de Gollum en los fuegos del Monte del Destino como
una simbólica «Caída del hombre», cuando es corrompido por el mal y la ambición de poder.
En la desesperada lucha final de Gollum con Frodo en el interior del Monte del Destino,
el hob y el trasgo están atrapados en un sombrío juego de luchadores que ha sido repetida
una y otra vez por los campeones de las civilizaciones de las edades históricas. Gilgamesh
de Mesopotamia, Indra de India y Heracles de Grecia. Iodos los combatientes se esfuerzan
por vencer a gigantes y monstruos de otras naciones y llevar la paz al mundo.
En la lucha entre el hobbit y Gollum, tenemos una versión en pequeño de la lucha del
Beowulf anglosajón enfrentado en feroz combate con el monstruo Grendel. En la Tierra
Media de Tolkien, el destino del mundo está determinado por el menor de estos campeones,
y la lucha por el destino del mundo es una lucha personal sobre el destino de una sola alma.
Incluso así, todo parece haber ido bien. El hobbit es doblemente derrotado —moralmente
por el poder del Anillo y físicamente por el poder de Gollum. De la misma manera que el
poder del golpe sobrehumano de Beowulf permite al héroe separar el brazo de Grendel del
hombro, el poder del golpe sobrenatural de Gollum (y sus colmillos orkish) permite al
antihéroe seccionar el dedo del hobbit y llevarse el Anillo Único que lo envuelve. Sobre la
Tierra Media, la victoria del mal lleva a menudo a su propia derrota. La demostración es la
victoria de Gollum y su caída en el volcán. Gollum acaba como un mártir reacio cuyas
intenciones malignas acaban provocando el bien más grande.
Hombres del Norte de Rhovanion
Los Hombres del Norte son encontrados por primera vez por Bilbo Bolsón en El hobbit, en
la forma singular del ecuánime Beorn, jefe de los beórnidas. Beorn era un hombre enorme
con una barba negra y una vasta túnica de lana, armado con un hacha de leñador. Aunque
vengativo a la hora de matar orcos y huargos, Beorn no come carne y no mata criaturas del
bosque. A pesar de su imponente tamaño, los ciervos se aproximan a él y permiten que los
acaricie sin tenerle miedo.
En su mayor parte, los beórnidas del Bosque Negro Occidental y sus parientes, los
hombres del Bosque Negro Oriental, tenían un temperamento y naturaleza muy parecida a
Beorn. A veces brutal y despiadado con sus enemigos, en compañía de amigos y aliados era
extremadamente gentil y de buen corazón. En apariencia, los beórnidas y los hombres del
bosque eran en nobleza de espíritu muy parecidos a su líder, excepto en estatura y rango.
Beorn de la Tierra Media podría ser el hermano gemelo de Beowulf, el héroe épico de los
anglosajones. Orgulloso de su fuerza, su código de honor, su terrible ira, su hospitalidad e
incluso la estructura de la Gran Sala de Hrothgar (salvando la pequeña variación de
tamaño) en Beowulf —en todas las cosas salvo en la diferencia de escala entre la épica y un
reino de fantasía— Beorn es Beowulf.
De hecho, Tolkien, por medio de una manipulación filológica, da a su personaje un
nombre que suene y tenga un aspecto diferente, pero al final nos encontramos con la misma
bestia. «Beorn» es un cuidador de abejas y un amante de la miel. Su nombre (beorn)
significa «hombre» en inglés antiguo; sin embargo, en la forma nórdica, significa «oso»
(bear) Entretanto, si buscamos en inglés antiguo el nombre Beowulf, descubriremos que
significa literalmente bee-wolf, es decir, «lobo abejero».
¿Qué es un lobo abejero? Es la típica clase de nombres compuestos que les gustaba
construir a los antiguos anglosajones. «¿Qué “lobo” caza abejas —y les roba la miel?» La
respuesta es bastante obvia: un «lobo abejero», o un lobo al que le gusta la miel, es un
«oso». Beowulf y Beorn significan «oso» (bear). Uno puede decir que Beowulf y Beorn son la
misma persona con diferentes nombres, o, en su aspecto simbólico como lobo abejero y oso,
son el mismo animal con diferente pellejo.
El aspecto serio de este juego de palabras es que, a través de Beorn, Tolkien revela su
propia teoría del origen de Beowulf en los rituales de los antiguos cultos al oso de los
pueblos teutónicos. Entre los más antiguos de todos los cultos de Eurasia, el culto al oso
inspiraba las terroríficas y rarísimas manifestaciones de «batalla sagrada y con rabia». Esta
rabia era célebremente exhibida por aquellos guerreros teutones que eran conocidos como
«bersekers». Eran los guerreros de Odín que cargaban en las batallas —vestidos muchas
veces sólo con pieles de animales. Como guerreros sagrados de Odín, a veces iban a la
batalla desarmados y poseídos por una rabia que les permitía desgarrar los miembros de
sus enemigos con las manos desnudas y los dientes. Eran los guerreros sagrados de Odín,
señor de las batallas. En el momento de su muerte, Odín les enviaría a las valquirias, las
doncellas aladas de las batallas. Las valquirias llevarían a los héroes por encima del Puente
del Arco Iris al Valhala, la Gran Sala de los Muertos, que era el cielo de los héroes, donde
ellos comerían y beberían hasta que fueran llamados para la Última Batalla del Fin de los
Días, cuando se acabara el mundo.
En El hobbit, Tolkien nos da una versión de cuento de hadas del héroe Beorn, como
fundador de los beórnidas (el pueblo de los «hombres-oso»). La historia de Beorn también
fue escrita como apoyo a las creencias de Tolkien en el origen de Beowulf como un hombre
oso «que cambia de piel» parecido, y en el héroe del culto al oso de los bersekers (es decir,
osos-camisa u osos-camiseta). Aunque los históricos bersekers se sentían poseídos por el
espíritu feroz del oso rabioso, estos estados eran sólo rituales que intentaban imitar la
esencia milagrosa del culto: la transformación de un hombre en oso. Esto era exactamente
lo que Tolkien nos proporciona en la historia fantástica de su héroe Beorn-Beowulf y sus
milagrosas transformaciones en la Batalla de los Cinco Ejércitos ante la puerta del dragón
en la Montaña Solitaria.
Imagen p. 151 — Los bersekers, guerreros vestidos con piel de oso del dios nórdico Odín, fueron seguramente
una fuente de inspiración para los beórnidas de Tolkien, que ayudan a expulsar a los malvados habitantes del
Bosque Negro en la Guerra del Anillo
Otra vez, Tolkien usa un nombre como oráculo: Beorn puede estar entre oso y hombre.
Muy pronto, Beorn se revela como un transformista. Es el poder de la transformación:
hombre a bestia, bestia a hombre. Es la herencia de sangre de Beorn de los héroes Beren el
Edain y Sigmund el Volsung, como profesores transformistas y habitantes vegetarianos del
bosque. La Saga del rey Hrolk Kraki escandinava también está protagonizada por un
personaje llamado Bjorn, el «hombre-oso». Este encuentra un trágico final; mientras está
transformado en oso, es cazado y asesinado por humanos. Aunque esto podría explicar el
personaje del Beorn de Tolkien, su desconfianza hacia los hombres y su precavida
naturaleza. En kraki, el hijo de Bjorn, Bodvar Bjarki, hereda algunas de las cualidades
sobrenaturales de su padre. Aparece en la batalla final con la forma de un gran oso,
invulnerable a las armas. La transformación ante todos en el campo de batalla del guerrero
Beorn en el «oso-deseado» fue un acontecimiento que hizo cambiar el signo de la Batalla de
los Cinco Ejércitos. Proporciona de manera espectacular a los seguidores del culto al oso el
milagro esencial que podría haber dado lugar a los rituales y ritos de paso de los guerreros
berseker.
Imagen p. 152 — La hospitalidad ofrecida por Beorn a Thorin y compañía dentro de su casa de madera en El
hobbit es una imitación a pequeña escala del arquetipo de todos los salones, el Valhala, donde las damas aladas
de las batallas, las valquirias, llevaban a los guerreros caídos de Odín.
Otra rama de estos Hombres del Norte eran los mercaderes de Esgaroth, que vivían en la
ciudad de Valle y la ciudad sobre pilares de Esgaroth. Cuando el dragón de fuego Smaug el
Dorado descendía sobre ella fue muerto por una simple flecha disparada por otro héroe de
la Tierra Media.
La inspiración para el matador de Smaug el Dorado podría haber sido aportada por
Apolo. Los demás matadores de dragones míticos matan a sus monstruos con antiguas
espadas rituales. Por alguna razón, sólo los arqueros Apolo y Bardo fueron capaces de
matar a sus dragones con flechas.
En la antigua Grecia, los dragones guardaban tesoros y bienes de naturaleza sagrada o
profética en pozos y cavernas. El dragón-serpiente más famoso de esa época fue Pitón de
Delfos, que tenía su guarida en el paso montañoso del oráculo sagrado de Delfos. El asesino
de Pitón fue Apolo, el dios sol, que fue también el dios de la música, el conocimiento, la
medicina, la juventud y la poesía. Apolo fue también «señor de los arqueros», con su arco de
plata y sus flechas mortales, y él mató al dragón.
Hay un momento crítico en el episodio de la muerte del dragón en El hobbit, que
recuerda de forma curiosa y distante otro famoso incidente en la mitología y la literatura
griega en torno a Apolo y su arco mortal. En ese momento, da la impresión de que el dragón
vaya a destruir el pueblo por completo, y Bardo prepara su última flecha negra, cuando un
pájaro susurra en la oreja del arquero. El pájaro le revela el secreto del «talón de Aquiles»
de Smaug, el lunar fatal por donde una flecha podrá penetrar en la impenetrable piel del
dragón. En la Guerra de Troya, cuando la rabia de Aquiles parece garantizar la destrucción
de la ciudad, y Paris pone a punto su última flecha, Apolo habla al oído del troyano. El dios
le revela el secreto del talón de Aquiles: el punto fatal por donde una flecha puede perforar
el impenetrable cuerpo del héroe. Ambos héroes siguen el consejo, ambas ciudades son
salvadas, y Smaug el Dorado y Aquiles mueren.
El arco y la flecha son conocidos desde tiempos neolíticos. Las puntas de flecha están
entre los descubrimientos más comunes de nuestra época. Se puede asumir que el prestigio
de los arqueros tiene un largo pasado en la historia humana. También tenemos el drama del
último disparo, cuando el enemigo está vivo todavía y sólo queda un flecha. Ésta es la
situación que Tolkien explota con gran dramatismo en la muerte de Smaug. El causante de
la muerte no es un hombre ordinario. Es Bardo, heredero de los reyes de Valle. Un individuo
adusto y seco toma el mando mientras el dragón da vueltas en círculo alrededor de las
vulnerables casas de madera de la Ciudad del Lago. Y es una flecha suya la que encuentra
el único punto vulnerable del dragón y lo mata. En esta historia dramática y llena de
suspense, esto es exactamente lo que debía suceder. La muerte del dragón demasiado
pronto habría puesto las cosas demasiado fáciles, y la historia se hubiera vuelto tediosa. Y,
en una historia bien contada, ha de haber más. Con su hazaña, Bardo toma venganza por la
destrucción de su hogar y restablece sus derechos a reclamar el trono. Es el modelo clásico
de héroe, el salvador de los restos de su pueblo y la promesa de la restauración. El círculo
se cierra: la satisfacción es total. La cualidades del silencioso y melancólico Bardo parecen
ser inherentes a los arqueros famosos; y las comparte con otro arquero legendario.
Guillermo Tell tiene dos flechas en su carcaj cuando el tirano Gessler le obliga a disparar a
la manzana que ha colocado sobre la cabeza de su hijo. Cuando después le pregunta el
austríaco para qué necesitaba una segunda flecha, Tell contesta: «Para vos, si hubiera
fallado».
Jinetes de Rohan
Godos y mercianos
Los jinetes de Rohan eran la caballería suprema de la Tierra Media. Como la histórica
caballería goda en las llanuras del este y el norte de los Imperios Romanos oriental y
occidental, los jinetes de Rohan, o rohirrim, dominaban las llanuras de Rohan y la Marca, y
defendían los pasos en los reinos de Arnor y Gondor. Tanto los godos como los rohirrim
estaban siempre preparados para la batalla y eran similares en apariencia y temperamento.
De hecho, la carga de los rohirrim en la batalla de los Campos del Pelennor al final de la
Guerra del Anillo está basado en un encuentro entre las caballerías goda y lombarda en la
histórica Roma.
Tolkien estaba fascinado con los godos desde que era estudiante y cayó en sus manos
una gramática goda. En el godo, Tolkien veía el primer lenguaje registrado de los pueblos
germánicos y el primer lenguaje registrado hablado por los progenitores del pueblo inglés.
Tolkien creía que a través del estudio del lenguaje, y los fragmentos que habían
permanecido de textos godos, podría obtener nuevos conocimientos sobre este esquivo
pueblo. Encontró muchos aspectos que le interesaban en la corte del siglo V del primer
emperador Teodorico el Grande, que fue la inspiración de muchos cuentos y romances
épicos. Teodorico era una especie de Hércules germánico, conocido también como
Wolfdietrich (Dietrich el Lobo) y como Dietrich von Berne (Dietrich de Verona).
Aunque los jinetes de Rohan tenían mucho en común históricamente con los godos, en su
caracterización (excepto por la abrumadora importancia del caballo en su cultura) eran
parecidos en todo a los antiguos anglosajones. En los rohirrim encontramos al pueblo de
Beowulf, más los caballos.
Cuando Gandalf cabalga hacia la ciudad real de Rohan, Edoras, Tolkien describe la vista
lejana de los tejados de oro de la Sala Dorada de Meduseld brillando a la luz del sol. El
nombre Meduseld, de hecho, es anglosajón antiguo para «sala abierta». La descripción de
esta sala es casi idéntica a la de Herot, la Sala Dorada del rey Hrothgar en Beowulf. Del
mismo modo que Beowulf nos pone en contacto con el reino de Hrothgar, el poeta ve los
gabletes de los tejados de Herot cubiertos de oro remachado que brillan y destellan a la luz
del sol. Estos inmensos salones han tenido los modelos divinos más grandes. Meduseld tiene
un modelo divino en Valinor, en el Gran Salón de Oromë el Jinete, y el Salón de Herot tiene
la Gran Sala del Valhala como modelo divino. Hablamos de la «Sala de los Héroes Caídos»,
techada con placas de oro. Era la sala de la hidromiel y el cielo de los guerreros caídos,
creada para ellos en Asgard por Odín.
Imagen p. 155 — Mientras muchos pueblos a través de la historia han usado a la caballería como parte de sus
fuerzas armadas, los jinetes de Rohan se pueden comparar con mucha precisión a la caballería de los godos y su
papel en la defensa del Imperio Romano.
Imagen p. 156 — Meduseld, en la tierra de Rohan, se parece en muchos aspectos a Herot, la Sala Dorada de los
reyes Hrothgar en el poema anglosajón Beowulf.
Los rohirrim eran llamados también los «jinetes de la Marca». El
término Marca o «margen» significa línea fronteriza y se refiere a
tierra ocupada por un aliado independiente que sirve como
amortiguador entre dos naciones hostiles. Los francos de
Carlomagno establecieron la Marca Danesa como un amortiguador
entre ellos y las naciones paganas de Escandinavia, la Marca
Hispánica para protegerse de los árabes y la Marca del Este en
Austria para protegerse de los ávaros. En Britania, los romanos
establecieron las Marcas Galesas, que los anglosajones llamaban
Mark o Mearc. De aquí vino el reino de Mercia, nombre que aún hoy Imagen p. 157 — Los
define a la región. Durante un tiempo, fue el reino más poderoso de mearas eran los mágicos
caballos que cabalgaban
Britania y, junto con Northumbria y Wessex, dio lugar a los primeros los rohirrim. En El Señor
reyes verdaderos de Inglaterra. Hablamos del corazón de Inglaterra de dos
los Anillos destacaron
en particular:
y el propio hogar de Tolkien. Crinblanca, que perdió la
En la misma época en que Tolkien empezó a escribir El Señor de vida en la batalla de los
campos del Pelennor junto
los Anillos, Tolkien fue con su familia a visitar la colina del Caballo a su jinete, el rey Théoden,
y Sombragrís, la montura
Blanco. Estaba a unos 32 kilómetros de su hogar en Oxford. En este de Gandalf el Blanco.
lugar se hallaba la famosa imagen del gigantesco caballo blanco
cortado en el yeso entre el verde césped y el mantillo vegetal de la colina. No hay duda de
que este Caballo Blanco dio a Tolkien la imagen de un caballo blanco en un campo verde
inscrito en las banderas de los rohirrim.
Los jinetes de Rohan y los reinos de Gondor y Arnor tienen una historia comparable a la de
los godos y el Imperio Romano. En el siglo V, los godos rescataron de manera dramática al
Imperio Romano. Fue una de las batallas más decisivas de la historia de Occidente, y los
invasores eran el enemigo más formidable contra el que se habían enfrentado los romanos,
los hunos de Atila. Fue un momento clave: si los hunos hubieran salido victoriosos ese día,
la invasión de los asiáticos habría subyugado a toda Europa. En el segundo milenio de la
Tercera Edad, los reinos de los dúnedain estaba a punto de ser invadidos por unos invasores
bárbaros conocidos como «orientales». Los rohirrim llegaron cabalgando en el momento
oportuno a los Campos de Celebrant, arrasaron y destruyeron las fuerzas de los orientales y
les obligaron a volver a sus propias tierras.
Después de rechazar a los invasores hunos, los godos se convirtieron en los principales
herederos de las tierras devastadas por los bárbaros del este del Imperio Romano. Era obvio
que esas tribus de godos no serían vistas nunca más como bárbaros, sino como una parte
vital del imperio. En ambos extremos, el este y el oeste del Imperio Romano, los godos
obtuvieron tierras de su propiedad como compensación por sus servicios militares.
Mientras, como compensación por haberlos salvado ese día, Gondor dio a los jinetes la
tierra llamada Rohan, que significa Tierra de los Señores de los Caballos, en su honor. Y en
estas tierras, los rohirrim estuvieron viviendo como hombres libres bajo sus propios reyes y
leyes, pero siempre en alianza con Gondor.
La escudera Éowyn de Rohan, que mató al Rey Brujo en combate, pertenece a una larga
tradición en el mundo del relato y la saga épicos. Es el modelo idealizado de figuras
históricas que aparecen en la Volsunga Saga nórdica y en el Cantar de los nibelungos
alemán, y los personajes gemelos de Brunhild y Brynhild. En la Volsunga Saga, Brynhild era
una valkiria, una bella doncella guerrera que desobedeció a Odín y fue castigada por ello. El
dios hizo que fuera atravesada con una aguja mágica que la hizo dormir y la encerró en un
anillo de fuego. Esta belleza durmiente será despertada de su sueño por Sigurd, el matador
de dragones, del que caerá enamorada. En el Cantar de Los nibelungos, Brunhild (que
significa «guerrera acorazada») es la reina guerrera de Islandia, que cae enamorada del
equivalente de Sigurd, Sigfrido. Tanto Brynhild como Brunhild están basadas en la
reconocida e histórica reina visigoda Brunilda.
Si en Éowyn encontrarnos elementos de Brynhild/Brunhild, también podemos establecer
comparaciones entre Aragorn y Sigurd/Sigfrido. Lo mismo se puede decir del amor sin
esperanzas de Brynhild/Brunhild hacia Sigurd/Sigfrido que Tolkien utiliza para los
sentimientos de Éowyn no correspondidos por Aragorn. Sigfrido, por ejemplo, ama a otra
reina, Kriemheld (Gudrun en las leyendas nórdicas), y Aragorn ama a Arwen de Rivendel. Y
lo mismo que hace la reina guerrera Brunhild al transformarse por matrimonio en la dulce y
servil esposa de Gunnar, hace Éowyn, a través de su matrimonio con Faramir.
Imagen p. 158 — En la Volsunga Saga, el héroe Sigurd, montado en su caballo Graní, descubre a la doncella
durmiente Brynhild en un carromato fúnebre. Después de sucumbir al aliento negro del Rey Brujo en la batalla
de los Campos del Pelennor, Éowyn también cae en un sueño como de muerte, pero será finalmente despertada
cuando Aragorn le de la hierba curativa athelas (hojas de reyes).
Troya en el Rin
La época heroica para todas las naciones del norte de Europa fueron los caóticos siglos V, VI
y VII, conocidos como la Edad Oscura, la época después del colapso de Roma y antes del
ascenso de Sacro Imperio Romano. Los jefes históricos de estos tiempos se convirtieron en
sujeto de tradiciones orales y fueron elevados al estatus de míticos. Fue una era de héroes
equivalente a los caóticos siglos XI, X y IX a. C. de la Antigua Grecia, que dio lugar a los
poemas épicos Ilíada y Odisea.
La destrucción histórica de Troya fue el acontecimiento histórico que inspiró las obras
maestras del pueblo griego. En el norte de Europa hubo una catástrofe equivalente, la
aniquilación de los burgundios, que actuaban como agentes mercenarios para el Imperio
Romano, en el año 436 por un contingente de hunos bajo el liderazgo de Atila.
La historia del catastrófico final de aquellos guerreros de elite y el exterminio de un
pueblo «que fue poderoso» será recordada vívidamente por sus vecinos francos. La historia
de los burgundios en el Rin fue escrita y reescrita por visigodos, sajones, ostrogodos,
lombardos, austriacos y noruegos.
Hará mil años que la tragedia de los burgundios se convirtió en la catástrofe más
influyente en la literatura europea desde la caída de Troya. Quienes lo duden que echen un
vistazo sólo a una pequeña parte de la literatura inspirada en el acontecimiento. Fue el
catalizador de la Volsunga Saga, la epopeya nacional de Noruega e Islandia, y proporcionó
las bases del Cantar de los nibelungos, el romance épico nacional alemán y austriaco.
Curiosamente, las tres obras, la saga, el romance épico y la opera tienen un motivo
común en la búsqueda del anillo. Las tres, de acuerdo con el incidente original histórico,
han tenido una profunda influencia en El Señor de los Anillos.
Imagen p. 160 — Los caballeros de Gondor permanecen orgullosos y valientes, a
pesar de su reducido número y el gradual declinar de su reino antes de la Guerra del
Anillo.
Hombres de Gondor
Teseo y Aragorn
Comparar Gondor y Atenas no es fácil, pero una semejanza existe, y es más evidente en la
leyenda del héroe Teseo que llegó a rey de Atenas. Para empezar, la ciudadela de Gondor y
la Acrópolis de Atenas tenían idénticas tradiciones de la Fuente Sagrada y el Árbol (para los
antiguos griegos, era un olivo; en Gondor, era el Arbol Blanco de los elfos). Además, la
ciudadela de Gondor era similar en su estructura básica a la Acrópolis, incluyendo la arista
en forma de proa. Desde las alturas de la Acrópolis, los atenienses dominaban unos
cincuenta kilómetros de su territorio, desde la larga muralla que rodeaba la ciudad hasta los
puertos del mar Egeo. Los ciudadanos de Gondor podían ver desde la gran muralla circular
que rodeada la ciudad hasta los puertos en el río Anduin.
En El Señor de los Anillos, durante el sitio de Gondor hay un episodio que reproduce con
exactitud el clímax del famoso mito griego de Teseo. En el relato griego, el héroe es
revelado como el verdadero heredero del trono de Atenas. Su padre le da la bienvenida (a
pesar de las profecías fatales de regicidio). Cuando Teseo descubre que Atenas debe pagar
un tributo anual de siete jóvenes y siete doncellas como sacrificio para el Minotauro decide
acabar con el tributo de sangre. Teseo dispone un barco tributo de velas negras a Creta,
donde, junto con otros atenienses, será entregado como sacrificio al monstruoso Minotauro
en el palacio del rey Minos. Antes de partir, Teseo promete a su padre, el rey de Atenas,
que, si mata al minotauro y libera a su pueblo del tributo, cambiará las velas a color blanco
cuando vuelva del viaje como signo de victoria.
En el fervor de la victoria, sin embargo, Teseo olvida su promesa. Trágicamente su padre,
el viejo rey, ve el barco del homenaje volver con sus grandes velas negras aún izadas.
Creyendo que su hijo ha muerto, y su nación aún está esclavizada, el viejo rey se lanza
desde el alto espolón rocoso de la Acrópolis sobre las focas que hay en su base.
En El Señor de los Anilllos, tenemos a Denethor, el senescal que gobierna Goodor, que ve
a una poderosa flota de barcos con las velas negras de los corsarios de Umbar navegando
por el río Anduin en un momento crítico en la batalla de los Campos de Pelennor, en el
clímax de la Guerra del Anillo. En ese momento, la Gran Puerta de Gondor ha sido hecha
añicos por el Rey Brujo. El único hijo superviviente de Denethor se está muriendo de una
herida envenenada, y todas sus fuerzas sobre el campo de batalla están siendo aplastadas y
masacradas. El senescal asume correctamente que los refuerzos del enemigo en los barcos
con las velas negras son un presagio definitivo, y hacen la defensa de Gondor imposible. La
moral de Denethor está rota. Se entrega a la autoindulgencia y la desesperación (un
verdadero líder como Aragorn no puede ceder su amor propio. Ante todo, debe servir a sus
ciudadanos). Loco de desesperación, Denethor lee los signos equivocadamente y, al ver las
velas negras de los barcos de Umbar, se suicida: sin embargo, como el padre de Teseo, el
senescal de Gondor está trágicamente equivocado.
Como Teseo, también. Aragorn experimenta una terrible experiencia al pasar a través de
un laberinto subterráneo conocido como Senderos de los Muertos, después de la batalla del
Abismo de Helm. Cuando Aragorn emerge, lo hará como rey de los Muertos de Sagrario, y
dirigirá su terrorífico ejército de guerreros noúmenos contra los corsarios de Umbar.
Sorprendidos en el puerto de Pelargir, los corsarios caen aterrorizados antes las Huestes de
las Sombras. Aragorn se hace con los barcos de velas negras de los corsarios y los utiliza
para reunir y llevar tropas de refresco a la batalla de los Campos del Pelennor. Serán el
toque decisivo de la batalla, el enemigo quedará atrapado entre «martillo y yunque» y será
aplastado.
Como Atenas, que fue liberada de la amenaza del tirano y esto permitió que Teseo
sucediera a su padre como rey, Gondor fue liberado de la amenaza del Rey Brujo, y Aragorn
restaurado como rey del Reino Unificado de Gondor y Amor.
Imagen p. 163 — Mientras que es obvio comparar los barcos piratas de los imperios cartaginés y otomano, los
barcos negros de Umbar en la Guerra del Anillo se corresponden con más acierto al barco pilotado por Teseo en
la vieja leyenda griega del Minotauro.
De Bizancio a Egipto
Desde otra perspectiva, es posible comparar el Imperio Romano de Occidente con el reino
de Amor, que se halla al norte. La división de Arnor en Arthedain, Rhudaur y Cardotan es
similar a la división del Imperio Romano de Occidente en tres esferas de influencia: Italia,
Alemania y Francia. En los esfuerzos de Aragorn II en la Guerra del Anillo, vemos a un rey
guerrero que intenta restablecer las antiguas tierras de sus ancestros en un único reino
unificado. Aragorn II acabará poseyendo la doble corona de los reinos de Arnor y Gondor.
Con esto, Aragorn crea el precedente (o así nos los hará creer Tolkien) de la histórica
reconquista del caudillo Carlomagno y el restablecimiento del Imperio Romano. Como
resultado, el día de Año Nuevo del año 800, Carlomagno fue coronado como el primer
«emperador de los romanos».
La verdad, podríamos comparar también los primeros reinos dúnedain con el viejo
Imperio Romano. Observando su división en los históricos Imperio Romano de Occidente e
Imperio Bizantino, es razonable encontrar similitudes con Gondor y Arnor, y el colapso
subsiguiente fue comparable a la verdadera historia del Imperio Romano Occidental. Su
mayor diferencia se debe a que la caída del histórico imperio en el oeste fue más rápida y
más brutal.
Las tres grandes ciudades de Gondor estaban situadas a los lados y a horcajadas del
Gran Río Anduin. Éste entraba en Gondor a través del único hueco que atravesaba dos
cordilleras (las Montañas Blancas y las Montañas de la Sombra). Todo viajero, viniera por el
río, en bote, en carro, a caballo o a pie, tenía que atravesar este angosto desfiladero para
llegar a las tierras al oeste y sur de Gondor. Comparando Gondor con la ciudad histórica de
Constantinopla (una parte en Europa y la otra en Asia) e imaginando las Tierras Negras de
Mordor y el mar Negro, vemos que Gondor está es una posición estratégica perfecta para
controlar el comercio entre el este y el oeste. Constantinopla controla el único paso marino
al mar Mediterráneo con un puerto en el mar Negro y el otro en el Helesponto, Del mismo
modo, Gondor controla un cuello de botella, y sus ciudades están situadas junto al río
Anduin y en el camino hacia el mar.
Tolkien va más lejos en su caracterización de los hombres de Gondor: «Los
númenóreanos de Gondor eran orgullosos, peculiares y arcaicos, y creo que la mejor
manera de describirlos es (digamos) en términos egipcios. En muchos de sus aspectos
parecen “egipcios”: en su aprecio por lo gigantesco y lo masivo y en poder construirlo. Y por
su gran interés en los ancestros y en las tumbas (pero no en lo “teológico”: respecto a lo
cual eran hebraicos y aún mis puritanos…). Creo que la corona de Gondor (el reino del sur)
era muy alta, como la de Egipto, pero alada, y no vertical, sino en ángulo. El reino del norte
tenía sólo una diadema —Nota: la diferencia entre los reinos del norte y el sur de Egipto.»
Imagen p. 164 — Denethor, el senescal de Gondor, Aragorn y sus aliados juntos en la batalla de los Campos de
Pelennor contra las fuerzas de Mordor, donde el ejército de Sauron es derrotado.
A menudo, los lectores ingleses de El Señor de los Anillos encuentran conexiones entre el
legendario rey Arturo y Aragorn. Lo que no es tan frecuente, sin embargo, es saber que las
historias de amor artúricas de los siglos XII a XIV están basadas en epopeyas orales del
primer gótico alemán del siglo V que persistieron en los mitos de sus descendientes
nórdicos e islandeses. Tolkien fue más allá al interesarse en estos elementos tempranos
germánicos de la historia y al enlazar Aragorn con Sigurd el Volsung, el héroe arquetipo de
las leyendas teutónicas del anillo.
Aunque los tres heroicos reyes guerreros son claramente similares, el contexto para los
tres —saga pagana, romance medieval y fantasía moderna— es muy diferente. La creación
del rey Arturo medieval y la corte de Camelot, con sus principios morales cristianos, surge
de una remodelación de muchos de los aspectos más fogosos de las primeras tradiciones
paganas. Sigurd el Volsung es un aguerrido guerrero que habría estado fuera de lugar en la
refinada y atenta tabla redonda de Arturo. Curiosamente, aunque el Aragorn de Tolkien es
destacable como héroe pagano, es a menudo más recto y moral que el cristiano rey Arturo
medieval.
A pesar de estas diferencias de contexto, sin embargo, la comparación de Arturo, Sigurd
y Aragorn demuestra el poder de los arquetipos, especialmente en imponer aspectos del
carácter de los héroes en las leyendas y mitos. Si echamos un vistazo a las vidas de los tres,
veremos ciertos patrones que son idénticos: Arturo, Sigurd y Aragorn son todos hijos
huérfanos y herederos legítimos de reyes muertos en combate; todos han sido privados de
los reinos que les corresponden y corren peligro de ser asesinados; todos son el último de
su dinastía, y su noble linaje acaba si ellos mueren; todos han crecido en secreto en hogares
de acogida bajo la protección de un noble extranjero que es un pariente distante —Arturo
crece en el castillo de sir Hector, Sigurd en la corte del rey Hjalprek, y Aragorn en Rivendel,
en la casa de Elrond.
Durante su acogida —en su infancia y juventud— los tres héroes consignen una fuerza
prodigiosa y habilidades que los prepararán para futuras grande: tres se enamoran de
bellas doncellas, pero deben superar varios obstáculos poderse unir a ellas: Arturo con
Ginebra, Sigurd con Brynhild, Aragorn con Sólo al superar estos obstáculos consiguen el
amor y sus respectivos reinos.
Hay muchas semejanzas en Aragorn, no sólo con Arturo y Sigurd, sino con muchos
héroes de otras naciones. En Aragorn, tenemos esencialmente el ideal del rey guerrero de
todas las épocas. Es la figura central de una historia dinástica que empieza seis mil años
antes en los anales de la historia de la Tierra Media. Zancos es Aragorn II, cabeza del reino
del Norte. Es elegido como el héroe redimido y libertador de la Tierra Media. En la vida de
Aragorn, J. R. R. Tolkien crea el héroe ideal de la Tierra Media y, al hacerlo, da expresión y
definición a lo que el antropólogo cultural, Joseph Campbell, ha llamado el «héroe de las mil
caras». Joseph Campbell planteó la teoría de que todas las mitologías pueden ser
comprendida como partes de un ciclo mítico universal, que él llama «monomito».
El monomito es un gran anillo único de único de historias que marcan todas las etapas en
la vida del héroe: nacimiento, muerte y renacimiento/resurrección. Al final, todos los héroes
son un héroe y todos los mitos son un mito. El círculo eterno es como una serpiente que se
muerde la cola. Tolkien creó a Aragorn antes de que Campbell desarrollara sus teorías, pero
Tolkien tenía sus propias teorías. La razón del parecido de Aragorn con el héroe universal
de Campbell es que ambos autores ven la dimensión mítica como un eterno reino sagrado
con numerosas entidades y arquetipos ideales. Y es así, porque —sugiere Tolkien— las vidas
de muchos de los héroes de la Tierra Media son a menudo comparables a los héroes del
mundo primario, y porque los héroes de mitos y cuentos de hadas tienen un parecido
imperfecto con el héroe ideal que vivió durante la Era de los Mitos en la Tierra Media.
Sobre todo en el caso de Aragorn.
Con una vida tres veces más larga que la de un hombre normal, Aragorn es un héroe con
tiempo de vivir virtualmente a través de todas las etapas del «monomito» de Campbell.
Imagen p. 169 — En la leyenda artúrica, es Arturo quien une a los numerosos reyes británicos representados por
los caballeros de la tabla redonda. De forma similar, es Aragorn quien reúne las tierras fragmentadas de los
pueblos dúnedain bajo su reinado al final de la Guerra del Anillo.
Si el rey Arturo fue el héroe histórico de la Inglaterra del siglo V, celebrado en leyendas y
romances, el emperador Carlomagno del siglo IX fue ensalzado de manera comparable como
el héroe nacional de Francia. Ambos fueron poderosos iconos nacionales. Siempre que una
vieja dinastía real concluye un periodo de la historia, el nuevo régimen intenta casi siempre
darse legitimidad a sí mismo reclamando descender del héroe nacional. Por una notable
coincidencia, cada vez que se establecía una nueva dinastía real, se producía el milagroso
descubrimiento de algún viejo manuscrito u objeto que probaba de manera concluyente que
el nuevo gobernante es el descendiente y el verdadero heredero del fundador de la nación.
El estatus heroico de Carlomagno en Francia era un sinsentido, como el profesor Tolkien
pudo señalar gruñendo porque Carlomagno no era un francés de la misma manera que
Arturo era un inglés. Irónicamente, los más formidables enemigos de Arturo fueron los
primeros ingleses, en especial los paganos sajones. El Arturo histórico fue un primerizo
caudillo británico de habla galesa. Los britones habían sido cristianos y ciudadanos romanos
durante siglos, y su aristocracia hablaba latín, y leía griego. Carlomagno fue un monarca de
habla alemana que también sabía latín y algo de griego. No parece que tuviera interés en
las lenguas de sus súbditos al oeste del Rin. Carlomagno era el rey guerrero germano por
excelencia, excepto por una cosa, que marca toda la diferencia. El rey de los francos era un
cristiano santificado por la iglesia cristiana de Roma, y confirmado por el Papa como el
heredero ungido del último emperador de Roma.
Imagen p. 172 — Teniendo en cuenta el miedo del Occidente europeo a las invasiones del este a través de la
historia, eran hunos, otomanos o soviéticos, los primeros lectores de Tolkien lo identificaron probablemente con
la desconfianza de los dúnedain hacia los aliados orientales de Sauron.
Gandalf el mago fue el tutor, mentor y consejero de muchos reyes de elfos y hombres
durante los miles de años en que deambuló por las extensiones mortales de la Tierra Media.
En El Señor de los Anillos, Gandalf aparece como mentor de Aragorn, consejero militar y
guía espiritual. En la época de Carlomagno, un consejero no cristiano, aunque sabio, no
habría sido tolerado. En cambio, en la vida real de Carlomagno, el mago cristiano más
remarcable fue el clérigo inglés Alcuino de York. Este hombre de iglesia y aristócrata inglés
fue tutor, mentor, consejero y amigo de Carlomagno. Alcuino trajo muchos estudiosos de
York y Roma a la corte del rey. Alcuino fue la fuerza impulsora detrás del resurgimiento
cultural del norte de Europa que aportó el renacimiento carolingio. Fue también uno de los
grandes arquitectos del sistema legal de Carlomagno, del sistema monetario (libras y
peniques), pesos y medidas, usos de la tierra y jerarquía social.
Alcuino también escribió extensos tratados sobre la separación de iglesia y estado, de
obispos y reyes, de emperadores y papas. Y se atrevió a recordar a Carlomagno que la
autoridad del emperador sólo era un préstamo de Dios, quien decide el destino de los
imperios. La autoridad exige obligaciones, como Alcuino escribió una vez al emperador. «No
pienso en usted como señor del mundo, sino como administrador». Algunas de las palabras
de Alcuino a Carlomagno son casi idénticas a las de Gandalf a Denethor, el senescal
[administrador] de Gondor. Y pudo haber sido Alcuino de York, del mismo modo que Gandalf
el Mago, quien gritara: Yo también soy un administrador. ¿Es que no lo sabes? Tanto Alcuino
de York como Gandalf el Mago tienen obligaciones más allá del alzamiento y caída de los
insignificantes reinos de hombres mortales. Gandalf el Mago era la forma mortal del Maia
inmortal Olórin. Y en las dos formas, su lealtad estaba con los guardianes de Arda, cuya
autoridad sólo estaba por debajo de la de Eru Ilúvatar. En definitiva, Gandalf era
administrador de Eru el Único, igual que Alcuino fue administrador de su Dios cristiano
único.
No sólo era el apoyo mutuo, sino la idea clara y definida de separar religión y poder
secular lo que hacía posible la alianza de las diferentes naciones unidas por una religión.
Como en el Sacro Imperio Romano/Carolingio, esta alianza de poderes bajo un único
emperador aguantó a lo largo de mil años. Durante gran parte de este tiempo, Europa fue la
cultura dominante y el principal poder político. Sin embargo, la verdadera naturaleza del
Sacro Imperio Romano estaba casi por entero determinada por la naturaleza de su
fundador. Fueron las políticas militar, política, social y religiosa de Carlomagno las que
dieron lugar a la entidad colectiva que había de ser Europa.
Alcuino volvió a York, otra vez al centro de un resurgir cultural que se convenía en un
renacimiento nacional, especialmente con la publicación de libros y tratados por Bede,
Boecio y otros —incluido él mismo— que habían estudiado siempre el mundo cristiano. Aquí
también, Alcuino fue empleado de nuevo como tutor y consejero de otro príncipe ideal de la
cristiandad, el rey de Inglaterra Edwin.
Mientras se iba dando forma culturalmente a Europa, el poderío militar del Imperio
Romano salvó dos veces a Europa de la extinción. En las dos ocasiones, militantes islámicos
amenazaron con acabar con la Europa cristiana completamente. La primera invasión
islámica tuvo lugar durante el siglo VIII con la conquista de España, Grecia y los Balcanes
por los musulmanes. La caballería pesada de los francos fue la única fuerza capaz de
derrotar a los sarracenos. La batalla desarrollada al sur de París resultó una victoria para
los francos. Las derrotadas fuerzas islámicas retrocedieron a las montañas de España, y
tuvieron que pasar generaciones para expulsar a los musulmanes de España, pero la marea
del islam volvería a mostrar más adelante sus ambiciones militares en Europa.
Pasaron ocho siglos antes de que las fuerzas islámicas intentaran invadir de nuevo
Europa. Fue en el siglo XVI, y esta vez el asalto vino del este. El Sacro Imperio Romano de
Carlos V era mayor y más fuerte que el imperio carolingio de Carlomagno del año 800, pero
así era el enemigo. Geográficamente, el Sacro Imperio Romano se había movido hacia el
este y su capital era Viena en el Danubio. Como la Torre Blanca de Gondor, Viena estaba
situada en ese lugar para controlar todo el tráfico por carretera o río este-oeste y norte-sur.
Viena era la puerta de Europa a Asia; desgraciadamente, también podía ser la puerta de
Asia a Europa. Los turcos otomanos decidieron llamar a esa puerta con balas de cañón. Sin
embargo, las murallas de Viena detuvieron a los invasores, y al final fueron los ejércitos del
Sacro Imperio Romano los que forzaron a los turcos a una retirada sangrienta, y acabaron
para siempre con las ambiciones militares del islam en el occidente Europeo.
Tolkien se tomó esta historia con seriedad —y de forma personal. El hecho de que la
iniciativa espiritual e intelectual en el Sacro Imperio Romano haya provenido en gran parte
de un inglés, Alcuino de York, fue motivo de orgullo para Tolkien. Si el Reino Unificado de
los Dúnedain era comparable al Sacro Imperio Romano, la influencia de Gandalf y los elfos
de Rivendel sobre Aragorn debe ser comparable a la influencia de Alcuino de York y los
clérigos de Roma sobre Carlomagno.
Tolkien vio su mitología personal ligada a la del Sacro Imperio Romano a través de los
primeros ancestros mercianos de su madre, y más tarde a través de los ancestros austro-
germanos de su padre. Si los hobbits fueron elegidos por Gandalf como consejeros en el
reino de Aragorn, los ancestros de Tolkien fueron soldados o caballeros en el ejército
imperial.
Las conexiones ancestrales de Tolkien con el Sacro Imperio Romano fueron
extrañamente simétricas. De la misma manera que los ancestros mercianos de su madre
pudieron haber luchado en el ejército imperial contra la invasión musulmana de Europa en
el siglo VIII, los ancestros de su padre están enlazados con el Sacro Imperio Romano en la
época de la invasión europea de los turcos otomanos en el siglo XVI. La leyenda familiar de
Tolkien nos dice que el Tolkien «original» había sido oficial en la caballería imperial del
Sacro Imperio Romano —comparable a la caballería de Rohan, aliados de los dúnedain. Su
nombre era George von Hohenzollern, y se afirma que luchó junto al archiduque Fernando
de Austria contra las fuerzas de los invasores turcos en el Sitio de Viena de 1529. Se dice
que durante el sitio, von Hohenzollern hizo una serie de cabalgatas extravagantes que
fueron escandalosamente peligrosas, y adquirió el apodo de «Tollkuhn», que significa
«temerario». Fue una historia que Tolkien despreció toda su vida, pero que en secreto le
deleitaba. A menudo, contaba la historia de forma disfrazada tan oscuramente que ninguno
de sus lectores u oyentes pudiera descubrir su pequeña broma privada, En varias ocasiones,
usó el nombre Rashbold (algo así como «imprudente y atrevido»), mientras que en la
introducción de sus famosas lecturas Sobre los cuentos de hadas Tolkien se disculpa por ser
«Overbold» («demasiado atrevido»), cuando dice: «Overbold por nombre y Overbold por
naturaleza».
Imagen p. 177 — Como una reminiscencia de La canción de Roldan, Boromir sopla el cuerno en su lucha contra
una banda de orcos. Después de su muerte, los restantes miembros de la Compañía entregan su cuerpo al río
Anduin.
Imagen p. 179 — La coronación de Aragorn como rey Elessar tiene lugar en una era en la cual la Tierra Media
escaba cada vez más bajo la dominación de los hombres.
Bibliografía selecta
ARGUIJO DE ESTREMERA, Paulino, Tolkien, Madrid: Ediciones Palabra, 1992
CARPENTER, Humphrey, J. R. R. Tolkien: una biografía, Barcelona: Planeta, 2002
—Cartas de J. R. R. Tolkien, Barcelona: Planeta, 2002
DAY, David, Enciclopedia de Tolkien, Barcelona: Timun Mas, 1993
—El bestiario de Tolkien, Barcelona: Timun Mas, 1995
—El anillo de Tolkien, Barcelona: Timun Mas, 1999
—El hobbit, etimología de una historia, Barcelona: Timun Mas, 1999
DURIEZ, Colin, Tolkien y El Señor de los Anillos, Barcelona: Editorial Hispano Europea,
2002
FONSTAD, Karen Wynn, Tolkien: Atlas de la Tierra Media, Barcelona: Timun Mas, 1993
FOSTER, Robert, Guía completa de la Tierra Media, Barcelona: Minotauro, 2003 GÓMEZ,
Teodoro, J. R. R. Tolkien, Barcelona: Océano Ambar, 2001
GONZÁLEZ BAIXAULI, Luis, La lengua de los Elfos: un gramática para el quenya de J. R. R.
Tolkien: tengwesta kwenta. Barcelona: Minotauro, 2002
GREENBERG, Martin Harry, Homenaje a Tolkien, Barcelona: Timun Mas, 1999
GROTTA, Daniel, J. R. R. Tolkien. El arquitecto de la Tierra Media, Barcelona: Andrés Bello,
2002.
NEBREDA, J. M.; BERROCAL, M., Tolkien, Enciclopedia, Madrid: Alberto Santos, 2001
ODERO, José Miguel, J. R. R. Tolkien, Cuentos de hadas, Barañáin: Eunsa, Ed. Univ. de
Navarra, 1987
PEARCE, Joseph, Tolkien, hombre y mito, Barcelona: Minotauro, 2000
KREGE, Wolfang, Tolkien, manual de la Tierra Media, Barcelona: Apostrofe, 1997
RIBELLES ROMEU, Ricardo, Tolkien para profanos, Barcelona: Ediciones de la Tempestad,
2004
SHIPPEY, Tom, J. R. R. Tolkien, el camino a la Tierra Media, Barcelona: Planeta, 2002
SCHENEIDEWIND, Friedhelm, Diccionario Tolkien, Barcelona: Plaza y Janés, 2003
TOLKIEN, J. R. R., Árbol y hoja, y el poema Mitopoeia, Barcelona: Minotauro, 1997
—Egidio, el granjero de Ham, Barcelona: Minotauro, 1992
—El hobbit, Barcelona: Minotauro, 2002
—El Señor de los Anillos, Barcelona: Minotauro, 2004
—El Silmarillion, Barcelona: Minotauro, 1998
TOLKIEN, Christopher ed., Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media. Barcelona:
Minotauro, 1998
—Historia de la Tierra Media (12 vol.), Barcelona: Minotauro, 2004
—Los pueblos de la Tierra Media, Barcelona: Minotauro, 2002
WHITE, Michael, Tolkien: biografía, Barcelona: Península, 2002