Este poema describe los golpes poderosos que puede dar la vida, como castigos de Dios o mensajeros de la muerte. Estos golpes abren cicatrices profundas y hacen que todo el sufrimiento vivido se estanque en el alma. El hombre queda desconcertado, volviendo los ojos enloquecidos hacia atrás para ver todo lo vivido convertido en un charco de culpa.
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Este poema describe los golpes poderosos que puede dar la vida, como castigos de Dios o mensajeros de la muerte. Estos golpes abren cicatrices profundas y hacen que todo el sufrimiento vivido se estanque en el alma. El hombre queda desconcertado, volviendo los ojos enloquecidos hacia atrás para ver todo lo vivido convertido en un charco de culpa.
Este poema describe los golpes poderosos que puede dar la vida, como castigos de Dios o mensajeros de la muerte. Estos golpes abren cicatrices profundas y hacen que todo el sufrimiento vivido se estanque en el alma. El hombre queda desconcertado, volviendo los ojos enloquecidos hacia atrás para ver todo lo vivido convertido en un charco de culpa.
Este poema describe los golpes poderosos que puede dar la vida, como castigos de Dios o mensajeros de la muerte. Estos golpes abren cicatrices profundas y hacen que todo el sufrimiento vivido se estanque en el alma. El hombre queda desconcertado, volviendo los ojos enloquecidos hacia atrás para ver todo lo vivido convertido en un charco de culpa.
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HAY GOLPES EN LA VIDA, TAN FUERTES
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el
rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma de
alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos,
como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!