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NÚMEROS
Raymond Brown
PUBLICACIONES ANDAMIO®
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08038 Barcelona.
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Publicaciones Andamio es la sección editorial de los Grupos Bíblicos
Unidos de España (G.B.U.).
Libros Desafío
2850 Kalamazoo Ave. SE
Grand Rapids, Michigan 49560-1100
1
Estados Unidos
www.librosdesafio.org
All rights reserved. This translation of The Message of Números first published in 2002 is
published by arrangement with Inter-Varsity Press, Nottingham, United Kingdom
© PUBLICACIONES ANDAMIO®
1ª Edición castellano 2010
Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de
los editores.
Depósito legal:
— A Él sea la gloria —
Contenido
Prólogo
Prólogo del autor
Bibliografía
Abreviaturas principales
Introducción
PRIMERA PARTE: LA PREPARACIÓN (1:1–10:10)
El pueblo de Dios se prepara (1:1–2:34)
2
Siervos de la comunidad (3:1–4:49)
Mantener limpio el campamento (5:1–31)
Un servicio voluntario a corto plazo (6:1–21)
Riquezas heredadas (6:22–27)
Dar y recibir lo mejor (7:1–89)
Los modelos a seguir de Israel (8:1–26)
La gracia tridimensional (9:1–10:10)
SEGUNDA PARTE: LA PARTIDA (10:11–12:16)
Compartir cosas buenas (10:11–36)
Temas de liderazgo (11:1–35)
Compañeros desleales (12:1–16)
TERCERA PARTE: EN RETROCESO (13:1–14:45)
¿Uvas o gigantes? (13:1–33)
La noche en blanco de Israel (14:1–45)
CUARTA PARTE: LA ESPERA (15:1–25:18)
Cuando Dios habla de nuevo (15:1–41)
Más tensiones en el liderazgo (16:1–50)
Como señal (17:1–18:32)
Los peligros de la contaminación (19:1–22)
Enfrentarse a las crisis (20:1–21:3)
Vida por una mirada (21:4–9)
La marcha a Moab (21:10–35)
Ver por medio del vidente (22:1–24:25)
Una trágica secuela (25:1–18)
QUINTA PARTE: HACIA DELANTE (26:1–36:13)
Enfrentarse a un futuro diferente (26:1–65)
Derechos humanos y mandamientos divinos (27:1–11)
Un estilo de vida de liderazgo (27:12–23)
Variaciones de un tema majestuoso (28:1–29:40)
Mantener promesas e identificar peligros (30:1–31:54)
Destinos alternativos (32:1–42)
Recuerdos y propósitos (33:1–56)
Provisión generosa (34:1–36:13)
Prólogo
3
Hay muchos cristianos que a menudo se sienten desorientados cuando leen el
Antiguo Testamento. ¿Qué hacemos con estas tres cuartas partes de la Biblia? Es como
si de alguna manera tuvieran menos que ver con nuestras vidas, que el Nuevo
Testamento. Su contexto nos parece demasiado lejano. Y su literatura muy diferente a
la que conocemos hoy. Porque la verdad es que no hay mucha gente que lea leyes,
códigos, oráculos contra naciones extranjeras, o poesía sin rima…
Es cierto que nos gustan algunas de sus historias. Nos identificamos con sus
personajes, tentaciones y conflictos. Participamos de la misma realidad de pecado y
obediencia, éxito y fracaso… Pero ¿es esto lo que quieren decir estas historias? ¡Todo
parece tan subliminal! Porque bien visto, si somos cristianos, ¿no es el Nuevo
Testamento, el que nos habla principalmente de Jesucristo, como nuestro Salvador?
“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y
diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué
tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de
antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A éstos se les
reveló que no para sí mismo, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os
son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado
del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 Pedro 1:10–12).
Los profetas indagaron acerca de esto; los ángeles anhelaban verlo; y los discípulos,
no lo entendían; pero Moisés, los profetas y todas las Escrituras del Antiguo
Testamento hablaban de ello (Lucas 24:25–27): Jesús tenía que venir y sufrir, para ser
después glorificado. Él no vino sin ser anunciado. Su llegada fue declarada con
antelación en el Antiguo Testamento. Pero no sólo en aquellas profecías que
explícitamente hablan del Mesías, sino por medio de las historias de todos los sucesos,
personajes y circunstancias del Antiguo Testamento.
Dios comenzó a contar una historia en el Antiguo Testamento, cuyo final se
esperaba con impaciencia. Desarrolló el argumento, pero faltaba la conclusión. En
Cristo, Dios ha llevado el relato del Antiguo Testamento a su culminación. Los cristianos
aman por eso el Nuevo Testamento. Pero Dios estaba contando una sola historia, que
se extiende a lo largo de todas las páginas de la Biblia. Desde Génesis a Apocalipsis, Dios
desvela progresivamente su plan de salvación.
La Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, presentan una sola
revelación de Dios, centrada en Cristo. Cuando estudiamos los diferentes géneros,
estilos y enseñanzas de cada libro, vemos que anuncian y señalan a Cristo. El carácter
cristocéntrico de la Biblia puede parecer “oculto en el Antiguo Testamento”, como
decía Agustín, pero es “revelado” en el Nuevo. Ver la relación entre Antiguo y Nuevo
Testamento es clave para comprender la Biblia.
El Antiguo Testamento nos revela a Jesús. El Dios de Israel es el Dios encarnado en
Jesús: “El mismo, ayer, y hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8). La Biblia de Jesús es el
Antiguo Testamento. Los apóstoles se refieren continuamente a él. Porque el Antiguo
Testamento no es sólo para Israel. ¡Es para nosotros! Nos enseña acerca de Dios y su
4
propósito en la Historia, pero también sobre nuestra propia vida.
La Palabra eterna
Estos libros parten de los presupuestos clásicos de la teología evangélica, como es la
unidad del texto y su mensaje cristocéntrico. Se atreven a veces incluso a prescindir de
toda referencia crítica, para concentrarse en el sentido del texto, que explican con
claridad y pasión evangélica. Estas obras están destinadas por eso a ser libros de
referencia durante años, siendo apreciadas por muchas generaciones, que descubrirán
en su trabajo una obra perdurable, que trasciende las absurdas polémicas entre uno y
otro autor de esta generación, para desvelarnos el verdadero mensaje del libro.
La publicación de estas obras nos da, en este sentido, un modelo de lo que debe ser
un comentario evangélico. Cuando muchos de los libros que abundan en este tiempo,
sean finalmente olvidados, las obras que seguirán atrayendo al lector del futuro, son las
que transmitan el mensaje de la Palabra eterna, más allá de modos y modas, sobre los
que prevalece el espíritu de la época.
Estos autores muestran una capacidad excepcional para sintetizar lo que otros
hacen en multitud de páginas de oscuro contenido. Su extraordinaria claridad se ve
resaltada a veces por una increíble genialidad para dividir el texto en unos
encabezamientos tan atractivos, que uno no puede resistirse a la tentación de
repetirlos en su propia exposición. Son comentarios ideales, porque animan a predicar
estos libros de la Escritura.
Alguien ha dicho que nunca se debería escribir un comentario sobre un texto
bíblico, que no se haya predicado. Es más, los comentarios que resultan más útiles a los
predicadores, son aquellos que están escritos por predicadores. Y eso es lo que son los
autores de estos libros, maestros que piensan que es más importante comunicar la
Palabra de Dios, que obtener un prestigio académico. Son servidores de la Iglesia, pero
anunciadores también al mundo de la Buena Noticia que hay en este Libro.
Estas obras son una excelente ayuda para estudiar la Biblia y exponerla, en nuestra
lengua y generación. Esperamos con impaciencia todos los títulos de esta colección,
deseando que sean usados por muchos predicadores y lectores de la Escritura, para
anunciar el Evangelio a un mundo y una Iglesia necesitada de la Palabra viva, puesto
que Dios sigue hablando hoy por su Palabra y su Espíritu.
José de Segovia
7
Prólogo del autor
William Tyndale, como exiliado forzoso, luchó para conseguir que los ingleses
dispusieran de todas las Escrituras. Mientras se introducían clandestinamente copias
recién impresas de su Nuevo Testamento en su país natal, dedicó su aguda mente al
Antiguo Testamento. Dominaba el hebreo bíblico, una habilidad poco común en el siglo
XVI, y se lanzó a traducir el Pentateuco. Los prólogos de cada uno de sus cinco libros
revelan su pasión por aplicar el mensaje de las Escrituras a los asuntos contemporáneos
de su época. El que introduce Números relaciona la enseñanza de este libro con algunas
de las distracciones espirituales perjudiciales de la época y mantiene la convicción de
que el libro aún se aplica a las necesidades cotidianas de las personas. La generación del
desierto intentó tercamente dirigir su vida sin “la ayuda de la fe en las promesas de
Dios”. Estaremos pisando tierra más firme si “no hacemos nada que no podamos
justificar con las palabras de Dios”. Al principio de un nuevo milenio, nosotros también
nos encontramos en medio de un peregrinaje, con recursos infinitamente más grandes
que los que tenían los viajeros israelitas. Dios les proveyó ayuda milagrosa, pero en
Cristo nosotros “estamos en la luz del día y… aquel que se nos prometió vendría a
bendecirnos ya ha venido y ha derramado su sangre por nosotros… y en él lo tenemos
todo”.
Más tarde, Tyndale fue encarcelado, pero continuó su trabajo. Pidió a sus captores
que, como se aproximaba el invierno, pudiera disponer de su ropa de más abrigo y de
“una lámpara por la noche; se hace muy cansado estar solo en la oscuridad”. Pero,
“sobre todo”, les pidió que pudiera tener su Biblia en hebreo, su diccionario y su
gramática, “para que pueda pasar el tiempo estudiando”. Consiguió un progreso
excelente, pero al año siguiente fue ejecutado. Es un inmenso privilegio poder leer un
libro bíblico en nuestro propio idioma, obtenido a costa de un gran precio; poder
discernir su relevancia en los asuntos de nuestros tiempos es una responsabilidad
enriquecedora.
Como parte de mi propia preparación, he llevado a cabo una exposición de varios
pasajes en unas conferencias de estudio los fines de semana, semanas de la Biblia y
convenciones. He valorado especialmente la oportunidad de hacerlo con mis amigos de
la Convención Portstewart en Irlanda del Norte, y durante una semana memorable en la
Convención Seoul “Keswick”, donde mi mujer y yo apreciamos grandemente la bondad
del Dr. Myung H. Kim y los cariñosos miembros del comité de la Comunidad Evangélica
de Corea.
También estoy en deuda con algunas personas especiales: Peter Jamieson, por su
pericia en temas informáticos; el Dr. Alec Motyer, por sus comentarios tan útiles; Colin
8
Duriez y sus compañeros de IVP por sus habilidades editoriales; y mi mujer, Christine,
por su ánimo y su cariño durante mi ministerio de escritor durante mi “jubilación”, y
por su ayuda práctica con este manuscrito en particular.
Raymond Brown
Bibliografía
Comentarios
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Otras obras
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Clines, D. J. A., The Theme of the Pentateuch, JSOT Supplement Serie 10 (Sheffield:
Sheffield Academic Press, 2ª ed., 1997).
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10
Gregorio de Niza, The Life of Moses, trad. con introducción y notas de A. S. Malherbe y
E. Ferguson (Nueva York: Paulist, 1978).
Jensen, I. L., Numbers: Journey to God’s Rest-Land (Chicago, IL: Moody, 1964).
Jenson, P. P., Graded Holiness: A Key to the Priestly Conception of the World, JSOT
(Supplement Serie 106 (Sheffield: Sheffield Academic Press, 1992).
Kidner, D., Understanding the Old Testament: Leviticus, Numbers, Deuteronomy
(Londres: Scripture Union, 1971).
Olson, D. T., The Death of the Old and the Birth of the New: The Framework of the Book
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1985).
Orígenes, Homilía 27 en Números, en Origen, trad. R. A. Greer, Classics of Western
Spirituality (Londres: SPCK, 1979).
Wenham, G. J., Numbers, Old Testament Guides (Sheffield: Sheffield Academic Press,
1997).
Abreviaturas principales
ANET Ancient Near Eastern Texts, ed. J. B. Pritchard, 3ª edición (Princeton:
Princeton University Press, 1969).
JSOT Journal for the Study of the Old Testament.
NBD New Bible Dictionary, ed. I. H. Marshall et al., 3ª edición (Leicester: IVP,
1996).
NIDOTTE New International Dictionary of Old Testament Theology and Exegesis,
ed. W. A. VanGemeren, 5 vol. (Carlisle: Paternoster, 1996).
NIV The New International Version of the Bible (NT, 1961, segunda edición
1970; AT, 1970).
NKJV The New King James Version of the Bible (AT 1982; NT 1979).
RSV The Revised Standard Version of the Bible (NT, 1946; segunda edición,
1971; AT, 1952).
Introducción
Si hubiera un concurso sobre el “libro favorito de la Biblia”, seguro que Números no
11
ocuparía las primeras posiciones. Tiene listas aburridas, estadísticas sobre las tribus,
archivos de comunidad, condiciones legales, formalidades ceremoniales, obligaciones
de los sacerdotes y leyes antiguas, intercalados con historias desalentadoras sobre crisis
de liderazgo, envidia familiar, descontento general, incredulidad y rebelión recurrente
e, incluso, apostasía. Un predicador cristiano del siglo III pronto descubrió que otros no
solían compartir su entusiasmo por su mensaje: “si se lee el libro de Números, el oyente
juzgará que no ofrece nada… como remedio a su debilidad o beneficio para la salvación
de su alma”. Si Orígenes percibió que, al oír tales pasajes, las personas de su entorno
“los rechazaban y escupían”, desestimando una comida “pesada y onerosa”, ¿cómo lo
aceptarán nuestros contemporáneos?
Vivimos en un mundo infinitamente distinto, que se mueve a toda velocidad, con
tecnología increíble, instalaciones accesibles y recursos ilimitados. ¿Cómo la historia de
una migración israelita innecesariamente pospuesta a nuestra vida afecta como
cristianos a principios de un nuevo milenio? Empecemos considerando la importancia,
el título, el contenido, la recopilación y autoría, y la relevancia del libro.
Importancia
El libro de Números no es una unidad literaria aislada que se pueda descartar o
marginar según convenga a causa de su contenido inicialmente prohibitivo; ignoramos
una parte en detrimento de la otra. Números está íntimamente conectado con los
libros qu le acompañan, con los acontecimientos que se describen gráficamente en
Éxodo, los detalles de sacrificios y sacerdotes de Levítico4, y el mensaje de
Deuteronomio, por no mencionar la literatura posterior del Antiguo Testamento. Sus
narrativas y legislación se recuerdan en su historia más temprana6 y más tardía, en la
adoración en el templo8 y en la predicación profética.
El mensaje de Números no sólo era significativo para las personas del Antiguo
Testamento, sino que también era importante para Jesús. ¿Se deben atrever los
cristianos a ignorar un libro que le importaba a él? Jesús tenía en la mente a menudo las
historias y las enseñanzas de cada uno de los cinco primeros libros de las Escrituras (el
Pentateuco) y ocupaban un lugar destacado en su mensaje. Dirigía la atención de sus
contemporáneos a las verdades que se le confiaron a Moisés,11 al igual que Pablo y el
autor de la carta a los Hebreos.13 Cuando quería ilustrar la eficacia de su muerte
redentora, el libro de Números (21:4–9) proporcionaba a Jesús una historia adecuada, y
hay ecos de su enseñanza en las referencias que hace a la restitución (5:7), los flecos de
los vestidos (15:38), el día de reposo (28:9–10), el ayuno (29:7) y los votos (30:2). El
mensaje del “buen pastor”20 incluso podría recordar a una historia de “subpastor” en
este libro (27:15–17).
Además, varios escritores del Nuevo Testamento realizan un uso directo de este
libro para explicar, interpretar y ampliar su mensaje. Cuando Pablo escribió a los
creyentes de Corinto, algunos de los cuales habían sido liberados de una vida llena de
crímenes, inmoralidad y libertinaje, utilizó el libro de Números como ilustración
adecuada. Mantenía que las historias de Números eran sorprendentemente relevantes
12
para recién convertidos, que sufrían fuertes tentaciones en un puerto marítimo
moralmente decadente del primer siglo. Las narraciones que hay en el libro de
Números ilustran la convicción que tiene de que estas historias “fueron escritas como
enseñanza para nosotros… Por tanto… tenga cuidado, no sea que caiga”.
Otras cartas del Nuevo Testamento también hacen especial referencia a Números.
Judas, Pedro, Juan y el autor de Hebreos utilizan las enseñanzas de este libro como
parte de su deseo de ayudar a los cristianos que estaban expuestos a numerosos
peligros morales en una sociedad pagana.
El título
El título no ha ayudado mucho al libro. Data de los primeros siglos cristianos,
cuando la traducción en griego del Antiguo Testamento (la Septuaginta) denominó al
libro Arithmoi. Cuando San Jerónimo preparó su influyente traducción al latín más
adelante, la Vulgata, lo llamó Numeri y este título ha pasado a las versiones posteriores.
En tiempos bíblicos, el pueblo israelita aportó dos títulos mejores, sacados del
primer versículo del libro. Algunos lo llamaban “en el desierto”, la octava palabra de
1:1, que describe su contexto histórico. Otros preferían un título que se centrara en el
contenido teológico, la palabra con la que comienza el libro (1:1): “El SEÑOR habló”. Lo
que el Señor dijo a su pueblo e hizo por ellos en el desierto es el contenido principal del
libro.
Contenido
Una de las características distintivas de Números es la increíble variedad de
literatura que se utiliza en su compilación. Incluye una colección diversa de prosa y
poesía, listas de tribus, instrucciones para el campamento, reglas sacerdotales,
calendarios de adoración, documentos sobre viajes, registros militares, historias,
discursos y canciones. Un estudio reciente ha enfatizado que, lejos de ser un
“trastero”25 del Antiguo Testamento, existen claras conexiones entre géneros
aparentemente diferentes en el material que se va desvelando. Mary Douglas cree que
esta “obra de arte literaria” ha “sido construida con mucho cuidado” y que se puede
discernir una “estructura retórica inesperadamente compleja y elegante” en la
presentación literaria final de la historia.27
Antes de comenzar un estudio más detallado de estos capítulos, puede servirnos de
ayuda una panorámica general del contenido. La historia se puede dividir en cinco
secciones desiguales.
La primera, “La preparación” (1:1–10:10), continúa la narración que se empezó en
Éxodo y que describe lo que el Señor les dijo a los israelitas redimidos durante el año
que permanecieron en Sinaí. La segunda sección, “La partida” (10:11–12:16), presenta
las etapas iniciales del viaje, mientras que la sección central, “En retroceso”
(13:1–14:45), narra la mayor tragedia del libro. Aquí, el pueblo se niega a entrar en la
tierra y planean elegir a un líder sustituto que les conduzca de nuevo a la tierra en la
13
que antes vivían en cautiverio. La cuarta sección, “La espera” (15:1–25:18), describe
algunos de los acontecimientos que tuvieron lugar y la enseñanza que recibieron
durante el tiempo de espera obligada que tuvieron que pasar en el desierto. La última
sección, “Hacia delante” (26:1–36:13), documenta las experiencias de la nueva
generación desde el momento del segundo censo hasta la conclusión del libro.
Compilación y autoría
Hasta principios del siglo XIX, se aceptaba generalmente (con considerables
excepciones) que Moisés era el autor de los cinco primeros libros de las Escrituras.
Desde entonces, han surgido visiones radicalmente diferentes que rechazan la autoría
de Moisés y conjeturan que el Pentateuco es obra de editores que utilizaron varias
fuentes literarias, todas ellas derivadas de períodos mucho más tardíos de la historia de
Israel. Esta “hipótesis documental” ha producido un asombroso número de variantes,
pero su idea básica es que cuatro fuentes distintivas, identificadas como J (los siglos X y
IX a.C.), E (el siglo XVIII a.C.), D (principalmente, Deuteronomio, finales de siglo VII a.C.)
y P (Sacerdotal o presbiterial, los siglos VI y V a.C.) se utilizaron para compilar una
historia de los principios de Israel antes de la conquista de Canaán y esta obra literaria
tomó forma posiblemente durante o después del exilio de Babilonia.
Quienes están a favor de esta hipótesis de fuente diacrónica (“a través del tiempo”)
generalmente consideran que buena parte del Pentateuco no es históricamente fiable y
que esta historia combinada de los orígenes de la nación es “ficción ideológica”,
religiosamente informativa para el período en el que se escribió, pero poco más que
reflexiones imaginativas acerca de posibles acontecimientos. Se mantiene que el
propósito principal era inspirador y didáctico: animar y enseñar al pueblo de Israel
mientras intentaban construir una nueva vida en la pisoteada Jerusalén después de su
estancia forzosa en Babilonia.
Hay estudios más recientes sobre el Pentateuco que han sugerido que, aunque
algunas de sus fuentes escritas pertenecían a un período posterior, estas dependían de
tradiciones antiguas, algunas de tiempos de Moisés o anteriores, y varias de ellas puede
que tengan una buena base histórica. La investigación arqueológica y el estudio que
comparan textos contemporáneos antiguos del Oriente Próximo y las costumbres
sociales han ofrecido un cierto apoyo a la fiabilidad del Pentateuco; por ejemplo, las
narrativas patriarcales.
Incluso entre los eruditos convencidos de que la hipótesis documental de JEDP, o
una de las hipótesis que se ha desarrollado a partir de esta, quizás pueda explicar los
orígenes literarios del Pentateuco, hay quienes reconocen que un libro como Números
debe ser estudiado como una obra terminada. La recopilaron personas que no eran
indiferentes a la estructura literaria y merece ser leída y estudiada tal y como la
encontramos ahora, y no como una serie de retales literarios seleccionados al azar, de
autenticidad dudosa.
Esta lectura sincrónica (“al mismo tiempo”) u holística del libro se ha hecho cada vez
más popular e incluye la disciplina de estudiar “la forma del texto en un punto
14
específico en el tiempo” y el debate sobre su “estructura, forma literaria y significado
sin hacer referencia a sus primeras etapas”. Cuando un comentarista se ha aventurado
a trazar la posible fuente de un pasaje en particular del libro, el debate no termina; hay
cuestiones cruciales que permanecen sin respuesta. Esta visión holística se hace
evidente en exposiciones más recientes del libro, como las de Wenham, Olson, Ashley,
Milgrom y Douglas.
Tanto Números (33:2) como su continuación, Deuteronomio, establecen que Moisés
ejerció sus habilidades como escritor para compilar estos libros. Si él escribió algo de
este material, la tradición oral también tuvo un papel importante a la hora de
comunicar fielmente las historias antiguas. En la cultura semítica, su poesía era su
“registro público… a través del cual se recuerdan las genealogías y gloriosas hazañas
que han quedado para la posteridad”. Un erudito alemán observó en persona “los
poderes excepcionales de dos pastores árabes, a quienes escuchó en Kal ‘at el-Hsa,
mientras cantaban las genealogías y las grandes hazañas de su propia tribu y de otras
tribus”.33 A lo largo de muchos siglos, el pueblo del antiguo Oriente Próximo adquirió
habilidades extraordinarias para transmitir fielmente las historias del pasado.
Quizás Moisés se beneficiara de la experiencia de un equipo importante de
ayudantes con talento a la hora de completar un empresa literaria tan enorme. Escogió
personas responsables para elaborar el primer censo (1:16–18) y Harrison mantiene
que estos “administradores literarios… eran los šōterîm (por utilizar su nombre
posterior)”, cuya función era “ayudar a registrar y administrar las decisiones judiciales”.
Estos ayudantes “se comprometerían a escribir todas las decisiones judiciales que se
hicieran” y también a registrar “todos los acontecimientos importantes que tuvieran
lugar durante el período del desierto”. Aunque son conjeturas, es una sugerencia
interesante acerca de los posibles medios por los que un material literario tan
cautivador pueda haber sido fruto del compromiso de Moisés y sus colegas.
Los Evangelios en el Nuevo Testamento mencionan las palabras de Cristo sobre los
“escritos de Moisés”. ¿Jesús y sus contemporáneos estaban simplemente utilizando una
convención literaria, una coletilla tradicional? ¿O realmente estaba el Hijo de Dios, “la
verdad”,36 afirmando su convicción sobre la mente y habilidades que había detrás de la
compilación de estas inspiradas historias de los orígenes de su pueblo?
La postura que se adopta aquí es que las teorías sobre las fuentes son hipótesis sin
probar y que no hay razón firme para dudar de que, con la colaboración de ayudantes
cultos, la figura histórica extremadamente cultivada conocida como Moisés fuera capaz
de componer, coleccionar y editar la mayor parte del Pentateuco como lo conocemos
hoy en día, y utilizando otras fuentes sin duda (por ejemplo: 21:14–15, 27–30;
22:1–24:25). Quizás había otras manos que compartieron la tarea de editar estas
historias. Moisés no registró, por supuesto, los datos de su propia muerte y entierro, y
es poco probable que hubiera escrito el comentario positivo de 12:3. Sin duda, esto fue
obra de contemporáneos igualmente inspirados o editores más tardíos.
Relevancia
15
Una exposición de la narración del Antiguo Testamento se puede desviar fácilmente
de su propósito teocéntrico. La pregunta principal que debemos hacer sobre estas
historias es: “¿Qué revela Dios aquí acerca de sí mismo?” y hemos de considerar la
aplicación y relevancia de su mensaje sobre Dios para el lector del siglo XXI. La
necesidad de ser amados, seguros, libres y limpios es esencial para el ideal de vida
humana.
16
ellos sí lo harán (15:1); en este caso, el castigo por el pecado no pasaría de padres a
hijos.
Nosotros vivimos en una sociedad extrañamente individual y no tenemos estas
relaciones fuertes de las que depender. El matrimonio es algo que se puede desechar
fácilmente. Los padres divorciados, separados o sin casar han pasado un mensaje triste
a sus hijos; estos no están seguros de la fiabilidad del amor humano. El trabajo ya no es
un ambiente social seguro como lo fue para muchos de nuestros padres o abuelos. La
vida de las personas es más cerrada y muchas veces no se hace caso de las necesidades
de los demás; las organizaciones de voluntarios precisan ayudantes urgentemente. Los
partidos políticos tienen dificultades para encontrar personas dedicadas que les
apoyen. Se calcula que un 60% de las personas en Gran Bretaña no pertenece a nada.
En un contexto tan individualizado, se deja a un lado el compromiso firme con la iglesia
local; es más fácil andar de una congregación a otra, anteponiendo las preferencias
personales al compromiso con la membresía en una iglesia. El mensaje de Números es
extremadamente relevante con la seguridad que nos ofrece de que un Dios que ama
nos valora grandemente y nos creó para que viviéramos en comunidad.
PRIMERA PARTE
La preparación
Números 1:1–10:10
Números describe algunas de las esperanzas y miedos que pasó Israel durante el
medio siglo crucial de su vida como comunidad. Reconocemos la importancia que tiene
la historia para el pueblo de Israel; la identificación de las diferentes tribus en esta
introducción nos recuerda la historia patriarcal de los hijos de Jacob. No obstante, una
narración que describe un obligado recuento de cabezas de sus sucesores del siglo XIII
a.C. sugiere que quizás hemos abierto un libro que en realidad está anticuado y que
posiblemente sea irrelevante e incluso aburrido.
Sin embargo, sería un error pasar rápidamente estos primeros capítulos con la
esperanza de encontrarnos con algo más interesante. Aquí están las personas en
comunidad, recordando sus raíces. Todo esto puede estar más cerca de la realidad
contemporánea de lo que parece al principio. La fascinación con la historia de la familia
y la genealogía se está convirtiendo rápidamente en una obsesión. Hay más de 80.000
páginas en Internet que se dedican a esto y, si consideramos el número de visitas que
reciben estas páginas, son las más populares después de las páginas sobre sexo. Las
personas están interesadas en su pasado. Estos registros israelitas conservan las
convicciones e ideales del pueblo más significativo del mundo; en forma narrativa,
20
encontramos una exposición de la teología, dada por Dios, de una comunidad espiritual
ideal.
Dios habla
El pueblo israelita era un pueblo privilegiado porque Dios se comunicaba con ellos.
En marcado contraste con los dioses silenciosos de los pueblos vecinos, El Señor habló
(1:1). Esta declaración inicial es característica de todo el libro, donde se repite más de
150 veces, de al menos veinte formas diferentes, que el Dios de Israel le dijo algo
especial a su pueblo.
Dios habló a través de un siervo escogido, Moisés. Este era el hombre designado y
preparado para realizar una tarea que iba a hacer época, para llevar al pueblo de Dios
de la esclavitud a la libertad, de lo antiguo a lo nuevo. Se le confirió una autoridad única
para recibir y comunicar esta revelación que se conserva en las Escrituras.
Dios hablaba en un lugar especial, la tienda de reunión. Los intrincados detalles de
las medidas, la construcción y el mobiliario de este centro de adoración portátil se
conservan en la narración del éxodo. Los primeros capítulos de Números tratan sobre la
ubicación (2:2), el cuidado (3:5–8, 21–38), la protección (3:9–10), el transporte (4:33), el
mantenimiento (7:1–89), la iluminación (8:1–4) y la singularidad (9:15–23). Varios
eventos clave en los capítulos posteriores tienen lugar en la tienda de reunión, donde
Dios daba sus órdenes, revelaba su voluntad, justificaba a sus siervos, expresaba su
descontento y manifestaba su misericordia.
Dios habló en un momento crucial. Conversó con Moisés en su tienda en el desierto
de Sinaí, más de un año después de que los israelitas hubieran sido liberados de la
tiranía de Egipto. Habían esperado en el monte Sinaí mientras Moisés comunicaba las
promesas del pacto de Dios con su pueblo, un acuerdo reflejado en la ley y los
mandamientos. Su estancia obligada había sido estropeada por la impaciencia, la
idolatría, la falta de respeto, la deslealtad,57 la ingratitud, el sincretismo,59 la
irreverencia y el libertinaje, pero Dios en su gracia les había perdonado y restaurado, y
el pueblo ya estaba preparado para su larga travesía por el desierto. El desierto que
tenían por delante estaba lleno de peligros y pocas personas se enfrentarían al viaje con
ilusión. Pero, si Dios estaba entre ellos para hablar con ellos y ellos, a su vez, recibían la
gracia de la obediencia, todo podía ir bien.
El primer versículo es un recordatorio positivo para el lector contemporáneo de que
Dios sigue dirigiéndose a nosotros, exclusivamente a través de las páginas de las
Escrituras. Con varias narraciones, Números nos recuerda que evitemos la indiferencia,
la displicencia o el rechazo arrogante de esta palabra. Quizás el mensaje no sea
21
demasiado agradable al principio o particularmente bienvenido, pero varios momentos
en este libro indican que rechazar la Palabra de Dios quita la alegría, la utilidad y la paz
al desobediente.
Dios actúa
Dios les habló claramente en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto (1:1).
No pronunció sus órdenes simplemente; actuó con poder. El milagro de su redención
atestigua la singularidad de la revelación. Sólo Dios podía conseguir una emancipación
rápida y completa después de cuatro siglos de opresión despótica. El Señor es más que
una voz majestuosa que trona desde las lejanas alturas del Sinaí. El Dios que les había
liberado milagrosamente de “la mano de los egipcios” tenía la intención de completar la
segunda mitad de la promesa que hizo al pie de esa misma montaña, cuando Moisés vio
la zarza que ardía en fuego que no se consumía. El Señor no sólo les había sacado del
cautiverio, sino que también les iba a llevar “a una tierra que mana leche y miel”. Es un
Dios redentor, que siempre actúa con poder y misericordia en la vida de los que están
decididos a escuchar lo que dice.
Así que, con palabras que abren esta memoria de su monumental viaje, se recuerda
al lector que esta comunidad privilegiada fue sacada de Egipto. El pueblo necesitaría ser
liberado en más ocasiones en el transcurso del viaje, a veces de peligros externos;
normalmente, de los problemas internos. El hambre, la sed y los ejércitos amenazantes
serían vencidos por su Dios poderoso, pero vendrían tiempos en los que no se volverían
a él para recibir ayuda con adversarios más desafiantes como el descontento (11:1–9),
el orgullo y la insubordinación (12:1–3), el miedo (13:27–29), la duda (13:30–33), la
desesperación (14:1–4), la incredulidad (14:5–10), la desobediencia (14:39–45), la
insurrección (16:1–14), las quejas persistentes (16:41; 17:5), un espíritu de pelea
(20:2–5), la idolatría y la inmoralidad (25:1–2). El recuerdo de su redención de Egipto en
la frase introductoria de esta narración evoca a los lectores que, una vez liberados de la
condenación del pecado, todos los creyentes necesitan la obra constante salvadora de
Cristo. Al igual que aquellos esclavos israelitas, nosotros hemos sido gloriosamente
liberados, pero necesitamos esa liberación continua que se nos ha prometido y se ha
hecho posible a través del poder del Espíritu Santo que vive en nosotros. La salvación
en términos bíblicos es tridimensional: hemos sido salvados del juicio del pecado y
somos salvados de la tiranía del pecado; y al final, en el cielo, seremos salvados de la
presencia del pecado.
Siervos de la comunidad
Números 3:1–4:49
En Números, hay más de setenta referencias a los levitas, más que en cualquier otro
libro del Antiguo Testamento. Su particular censo enfatizaba la función especial que
debían tener en la vida espiritual de Israel (1:47–54). Los próximos dos capítulos, 3 y 4,
describen su papel de protección y apoyo en la historia del pueblo de Dios.
27
Todas las responsabilidades del sacerdocio de Israel fueron asignadas a un miembro
particular de la tribu de Leví: Aarón, el hermano de Moisés. Para impedir que estas
tareas santas fueran codiciadas, compradas o reclamadas por otros, las
responsabilidades fueron asignadas exclusivamente a los hijos de Aarón, los sacerdotes
ungidos, a quienes él ordenó para que ministraran como sacerdotes (3:3), y a nadie más.
Dios actúa de manera soberana al elegir a quien quiere para llevar a cabo su obra,
aunque sus decisiones siempre son para el bien de su pueblo. Él conocía los peligros a
los que su pueblo se podía enfrentar si los sacerdotes eran elegidos por sus amigos o
escogidos por aquellos que se beneficiarían de los privilegios.
28
estarían ubicadas alrededor de la tienda de reunión, asegurándose de que el
tabernáculo no sería profanado por personas no consagradas que pudieran entrar allí.
Incluso los levitas no podían entrar en el santuario, puesto que cualquier persona
excepto Aarón y sus hijos que se acerque será muerto (3:10).
En los años siguientes, los sacerdotes podían ejercitar su papel como
representantes espirituales de Dios, ayudantes pastorales y guardianes morales en
medio de la comunidad solamente si los aspectos prácticos de su trabajo eran
respaldados por este equipo de compañeros que les ayudaban.
29
Un privilegio único (3:14–16)
La tribu de Leví era especial y por eso se contaba por separado (1:47–49; 2:33) y
además dos veces, una de niños y otra para el servicio (4:34–49). Todos los niños
varones de más de un mes debían ser registrados cuidadosamente en un censo
específico. A medida que iban creciendo, estos chicos sabían que habían sido elegidos
por Dios para su obra; lo que nos recuerda la gran verdad de la elección y la importancia
de los niños en los propósitos de Dios.
Estos levitas varones habían sido apartados por Dios desde su infancia. No destaca
el privilegio, sino la responsabilidad. La elección en términos bíblicos significaba que
Dios escogía a sus siervos, como Abraham, Jacob, José, Moisés y Jeremías, para la obra
específica que deseaba que hicieran. No les seleccionaba arbitrariamente ni quería que
fueran sus favoritos, o porque tuvieran más cualidades espirituales o morales que otros.
Al contrario, a menudo cometían graves errores. Fueron elegidos porque Dios quería
utilizarlos como instrumentos en el mundo: un tema central tanto en el Antiguo como
en el Nuevo Testamento.
Este censo de los hijos varones de Leví de un mes arriba nos recuerda nuestra
responsabilidad espiritual con los niños. Deben ser valorados como un regalo de Dios
para nosotros y para el mundo, ser enseñados en las verdades transformadoras de la
Palabra de Dios, ser apoyados por el ejemplo consistente de aquellos que aman a
Cristo, recibir oración de intercesores fieles y ser animados a convertirse en cristianos
comprometidos, reconociendo que ellos también tienen un destino en los propósitos
de Dios para las vidas humanas. Millones de niños en mi país, el Reino Unido, no tienen
ningún tipo de vínculo con una iglesia u organización cristiana; es un reto permanente
para los cristianos contemporáneos convertirse en sus “padres espirituales” y pensar
formas imaginativas de hablarles del Cristo que amaba, recibía y oraba por los niños.
Reflexión
Al reflexionar acerca de estos primeros capítulos, miramos más allá de los registros
de números, formalidades sacerdotales y requisitos ceremoniales, para ver el retrato
inspirado del Dios que estableció estas estipulaciones. Estos censos y normas son un
escenario extraño para nosotros en una cultura diferente, pero la enseñanza acerca de
Dios que está detrás de este material introductorio es igual de crucial para hoy en día
que para su tiempo. Antes de comenzar su viaje por el desierto, se les recordaba la
naturaleza y los atributos del Dios que les estaba guiando hacia una nueva tierra.
En primer lugar, Dios habla. “El SEÑOR habló” (1:1) en su campamento en el
desierto al pie del monte Sinaí y seguiría hablándoles a través de su siervo Moisés
durante sus viajes y a lo largo de su historia. Su palabra (un tema clave en todo el libro)
debe ser escuchada, creída, valorada, obedecida y compartida.
En segundo lugar, Dios es poderoso. Estaba allí en Sinaí, comunicándose con ellos
un año después de su salida de la tierra de Egipto (1:1). Es el lenguaje de redención.
Eran un pueblo único para quien Dios había actuado de guía, liberador,90 guerrero y
proveedor.92 No tienen por qué temer al futuro. Un Dios todopoderoso supliría sus
necesidades generosamente y siempre serían victoriosos, a su lado, si le escuchaban
atentamente y respondían a su voz.
En tercer lugar, Dios es fiable. Contar la población masculina de Israel era un
testimonio extraordinario de que Dios era fiel en mantener sus promesas. Cuando los
israelitas entraron en Egipto (Jacob y sus hijos), eran un total de setenta personas.
Recién rescatados de Egipto, ese número había aumentado a proporciones colosales. Lo
que había resultado incomprensible para Abraham cuando no tenía hijos, se había
hecho gloriosamente real para Moisés. Lo que Dios dijo había ocurrido; su pueblo era
imposible de contar, como los granos de arena del desierto o las estrellas de la noche.94
31
El Señor ciertamente tendría que cumplir la otra promesa hecha al patriarca en el
mismo momento: “Te daré… toda la tierra de Canaán como posesión perpetua”. Con
esta confianza, debían marchar hacía su destino prometido.
En cuarto lugar, Dios es soberano. Había escogido a Moisés y a Aarón como sus
siervos para esta empresa, y también había establecido que otros miembros varones de
la tribu de Leví fueran sus ayudantes. Al saber siempre lo que es mejor, Dios en su
gracia hace planes para su pueblo creyente; siempre deben confiar en que, cuando obra
soberanamente con ellos, continuamente está actuando con misericordia.
En quinto lugar, Dios está presente. Que fuera soberano no significaba que tuvieran
que pensar que era remoto y distante, reinando en el trono de una eternidad lejana.
Estaba junto a ellos en su campamento, una verdad que se capta gráficamente en el
lugar central que se le otorgaba a la tienda de reunión, donde manifestaba su presencia
en medio de ellos.
En último lugar, Dios es santo. Dios estaba presente, pero no debían abusar de ello
comportándose de forma despreocupada o irreverente. Los detalles prácticos de la
disposición del campamento aseguraban que todos los hombres, mujeres y niños
hebreos fueran conscientes de la distancia adecuada que había entre su Dios santo y su
pueblo, que tenía necesidades morales, físicas y espirituales.
32
ese atributo divino. Prácticas que corrompen no deben tener lugar dentro del
campamento. Tres fuentes potenciales de peligro se resaltan en esta primera norma.
Una persona leprosa era una amenaza para una comunidad primitiva. Cualquier flujo
también se podía considerar un peligro potencial y, bajo el calor sofocante del desierto,
un cuerpo en descomposición suponía un riesgo muy serio. Las enfermedades podían
extenderse como un fuego incontrolado. Cualquiera que llegara a estar en contacto
directo con un cadáver mientras atendía con amor a un pariente fallecido podía
transmitir una enfermedad sin darse cuenta. Junto con las otras dos posibilidades de
contagiar enfermedades, esa persona tenía que pasar algún tiempo fuera del
campamento para cerciorarse de que era seguro regresar a esta comunidad nómada y
muy vulnerable.
Detrás de esta primera serie de instrucciones sanitarias para la comunidad, había
tres grandes temas doctrinales: la pureza, la presencia y la palabra de Dios.
En primer lugar, Dios es santo. Estos transmisores potenciales de infección podían
contaminar su campamento, un lugar en el que un Dios puro y santo había prometido
habitar. Quitar de en medio a personas potencialmente dañinas temporalmente se
convertía en una necesidad, además de un remedio para salvaguardar a la comunidad
En segundo lugar, Dios está presente. Esta comunidad peripatética era el lugar
donde yo habito en medio de ellos. Su sensibilidad hacia la presencia declarada de Dios
era un factor crucial en su entendimiento del bienestar de la comunidad. No querían
ofender al ojo de un Dios infinitamente puro, omnisciente y omnipresente.
En tercer lugar, Dios habla. Cada uno de los tres problemas potenciales, físicos,
morales y domésticos, que se tratan en este capítulo se presentan con una introducción
idéntica: Y habló el SEÑOR a Moisés (1, 5, 11). Había hablado claramente a su pueblo
acerca de tales asuntos y la total obediencia es un requisito divino. En los temas físicos
(1–4), al menos, hicieron tal como el SEÑOR había dicho a Moisés. Reconocieron la
sabiduría de estas instrucciones tan protectoras, no importa lo incómoda que fuera la
aplicación estricta de los patrones de la salud de la comunidad.
Gordon Wenham señala que, aunque “el Nuevo Testamento mantiene en alto la
parte moral de estas normas contra la impureza, se suprimen cada una de las
distinciones físicas simbólicas” que se mencionan aquí. Jesús tocó al enfermo de lepra,
fue tocado por la mujer que sufría una hemorragia y dio vida a los muertos a través de
un toque transformador. “Así declaró que estas condiciones que durante siglos habían
separado de Dios al pueblo escogido por él ya no tenían importancia”.101
Ofender al Señor
Ofender de estas maneras no implica solamente hacer un daño social; es un acto de
deslealtad espiritual. Aunque los demás no se percaten del daño, ha sido visible y
audible para un Dios omnisciente. En este tema, el infractor está actuando
pérfidamente contra el SEÑOR. Todo pecado es una ofensa contra Dios. Si valoramos
nuestra relación con Dios, el problema se debe arreglar.
34
exoneraba a la persona culpable de la responsabilidad de restitución económica total.
Debía pagarse a los parientes más cercanos la suma adecuada para que se hiciera
completa restitución por el daño causado.
El sacerdote se ha de involucrar. En todos los casos, debe ofrecer el sacrificio
necesario para el infractor, con el cual se hace expiación por él, para que la comunidad
entera pudiera conocer que ha tenido lugar la restitución total y que la transgresión ha
sido perdonada. En algunos casos, si no había ningún pariente vivo en la familia
ofendida para hacer restitución completa, el sacerdote debía recibir la suma pertinente.
Se tenía que hacer algún tipo de restitución si el pecador quería experimentar la
limpieza generosa, completa, inmediata y asegurada que solamente Dios puede dar.
El tema de la restitución se pasa por alto fácilmente en las interpretaciones
contemporáneas del perdón. Aunque estemos convencidos, como es correcto, de que
“la sangre de Jesús su Hijo”, literalmente, “nos limpia” (verbo en presente) “de todo
pecado”, no estamos absueltos de la responsabilidad por tener un corazón triste y
hacer una confesión en oración. ¿Se puede arreglar lo que hemos hecho a nuestro
prójimo? ¿Una disculpa profunda, una pago monetario, un gesto de perdón práctico? J.
John ha hablado por todo el Reino Unido acerca de los diez mandamientos. Al predicar
en la catedral de Liverpool sobre el octavo mandamiento, destinó un tiempo para que
la multitudinaria congregación devolviera objetos robados, que se podían depositar en
recipientes para que los organizadores de la reunión, en la medida de lo posible,
pudieran hacerlos llegar a los dueños originales. “Nuestras reuniones dan la
oportunidad a las personas de hacer restitución”, dijo el evangelista. “Devolver los
objetos es una cosa catártica para estas personas”.106
38
apartó a sí mismo para el SEÑOR, será santo (5). Las promesas que hacía la persona le
prohibían que asistiera a las fiestas o funerales, pues ni por su padre, ni por su madre, ni
por su hermano, ni por su hermana se contaminará de ellos cuando mueran (7). La
decisión de hacerse nazareo no se debía tomar con ligereza; las obligaciones que
conllevaba implicaban exigencias rigurosas para cualquier hombre o mujer que
decidiera ser santo al SEÑOR (8). Nos recuerda que los que se rinden a Cristo reconocen
que hay que pagar un precio.
En sexto lugar, en circunstancias normales, el voto era temporal. Se hace una norma
para cuando se hayan cumplido los días de su nazareato (13). En algunos casos, el voto
se expresaba como una devoción de por vida, como en el caso de Samuel, y como se
suponía que fue con Sansón, pero lo normal es que el voto durara un tiempo específico.
La idea es similar a la decisión de las personas que hoy en día determinan ofrecer un
servicio voluntario, un “año sabático” en su país o en otro lugar. En el mundo actual,
existen oportunidades, no sólo para los jóvenes, sino también para los que tienen más
experiencia y se han jubilado hace poco o se retiran voluntariamente. Muchos han
ofrecido servicio voluntario a sociedades misioneras y a las iglesias locales, utilizando
sus habilidades como nazareos contemporáneos, y la iglesia de todo el mundo está
agradecida por su ministerio abnegado.
Peregrinaje continuo
Se abstendrá de vino y licor y no comerá nada de lo que se hace de la vid, desde las
semillas hasta el hollejo (3–4). No solamente se les prohibía el vino, sino también las
uvas frescas o secas. La vid tardaba tres años o más en crecer y dar fruto, así que la viña
simbolizaba un asentamiento permanente en la tierra. Jeremías decía que, en contraste
con la apostasía de su pueblo más adelante, los años del desierto se caracterizaban por
la devoción, como el amor de una novia. El desierto era “tierra no sembrada”. Durante
aquellos años, Israel dependía de Dios, pero en cuanto se asentaron en la tierra,
heredaron viñas y olivos que ellos no plantaron118, y empezaron a confiar en los bienes
económicos, los recursos minerales y los bienes materiales en vez de en Dios, quien tan
generosamente les había abastecido.
Al negarse a consumir los productos de la viña, los nazareos afianzaban su
compromiso de vivir como personas destinadas a una tierra mejor. La viña simbolizaba
una vida asentada, mientras que este mundo no era su hogar. Este tema del peregrinaje
39
es tan importante en el Nuevo Testamento como en el Antiguo. Los cristianos tienen un
destino mejor e imperecedero, la ciudad “que está por venir”.
Un testimonio distintivo
La demostración exterior más inusual del voto nazareo era la prohibición de
cortarse el cabello: no pasará navaja sobre su cabeza… dejará crecer las guedejas del
cabello de su cabeza (5). Este aspecto del voto era una prueba visible ante la comunidad
de Israel para mostrar que entre ellos había personas que estaban dispuestas a dedicar
su vida completamente al Señor. Para una mujer que hacía el voto, el hecho de dejarse
el cabello largo no era un rasgo distintivo, pero para un hombre era una prueba
irrefutable de que era santo al SEÑOR. Al llevar esta “marca más visible”, todo el mundo
sabía que había alguien en la comunidad que creía que Dios era lo más importante. Esta
es otra característica que encontramos en el retrato de la vida cristiana que hace el
Nuevo Testamento. Todos los creyentes son testigos, que dan testimonio de la realidad
transformadora de una nueva vida en Cristo.
40
Los últimos versículos se concentran en el proceso correcto cuando se terminara el
período de separación (13–21). Una vez más, la ceremonia pertinente daba testimonio
público de la persona que hacía el voto (llevará la ofrenda a la entrada de la tienda de
reunión, 13), el sacrificio costoso (presentará su ofrenda delante del SEÑOR, 14) y la
rendición total: el nazareo debe rasurarse el cabello de su cabeza consagrada (18). El
cabello, que simbolizaba la dedicación total, debía presentarse como ofrenda al Señor.
El nazareo había guardado este período de dedicación no como un acto de
exhibicionismo o para agradar a los líderes espirituales de la comunidad, sino como una
muestra de rendición total al Señor. Este compromiso se mostraba al ofrecer el cabello,
la “corona” (nēzer) del voto. Era una manera simbólica de decir que este proceso
completo de dedicación, separación y servicio nazareo era una ofrenda al Señor.
Por supuesto, nos podemos preguntar cómo funcionaban estos nazareos dentro de
la vida de Israel. ¿Con el voto, ascendían de rango en el servicio práctico o pastoral
dentro de estas comunidades? El voto daba testimonio de tres realidades espirituales
tan relevantes hoy en día como cuando se dieron estas normas: honrar a Dios, negarse
a sí mismo y servir a los demás.
En primer lugar, los nazareos hacían el voto porque deseaban honrar a Dios. Era una
declaración pública de lealtad y devoción al Señor, quien les había dado la vida y más
riqueza de la que se merecían. Al “coronarles” tan generosamente con innumerables
bendiciones, ellos acertadamente se ofrecían a sí mismos a él como agradecimiento.
En segundo lugar, el voto era una oportunidad de negarse a sí mismos. Afectaba a
sus preferencias personales, apariencia física, convenciones familiares, valores sociales
y convicciones religiosas. Durante ese período de separación, renunciaban
conscientemente a algunas de las cosas que solían formar parte de la vida diaria. Jesús
nos enseñó que negarse a uno mismo era la marca esencial del discipulado auténtico.
No sabemos exactamente para qué servían los nazareos, porque la mayoría de las
referencias relevantes en las Escrituras se refieren a personajes notables, como la mujer
de Manoa, Sansón, Samuel, Juan el Bautista y el apóstol Pablo. El hecho de que estas
personas eran utilizadas por Dios, de distintas maneras, para enriquecer la vida de
otros, sugiere que los nazareos no eran fanáticos religiosos, aislacionistas raros o
desechos sociales, sino personas que expresaban su rendición personal como un
servicio práctico hacia los demás.
La mujer de Manoa es un modelo de madre nazarea ejemplar, un recordatorio de
que quienes crían familias de forma que honran a Dios son de inestimable valor para la
vida de cualquier nación. Sansón estaba destinado a ocupar un puesto importante de
liderazgo, aunque no se esforzó para aceptar las renuncias que se esperaban
claramente de un nazareo; pero aun así, en su momento más bajo y de total
dependencia de Dios, él le utilizó para llevar a cabo el acto más grande posible de
negación a sí mismo.129
Samuel es un ejemplo más sorprendente de nazareo que era profeta, intercesor131 y
juez, y un ejemplo loable de persona que honraba a Dios al edificar “un altar al
SEÑOR”133 mientras otros adoraban a ídolos. Este “hombre de Dios”135 estaba en
41
comunión diaria con su Señor; un nazareo que servía al pueblo de Dios de todo corazón
durante un período crucial de transición.
En tiempos del Nuevo Testamento, Juan el Bautista fue separado para el Señor
desde su infancia y, como nazareo devoto, nunca bebió “ni vino ni licor”. Su ministerio
profético y ungido por el Espíritu Santo sirvió para que miles de personas se
arrepintieran y preparó el camino para la venida de Cristo. Jesús mismo testificaba que,
en el servicio a Dios a través de los siglos, nadie podía igualar a este heraldo de la
verdad.139 Era un ejemplo de perfecta humildad, un nazareo cuya dedicación al Señor
trascendía cualquier otra cosa.
Parece ser que el apóstol Pablo hizo un voto de nazareo o algo muy similar. Su vida,
“apartado para el evangelio de Dios”142, es un modelo de servicio de sacrificio. La
ofrenda que hace Pablo de su cabello en Cencrea simboliza la ofrenda de sí mismo al
Señor, ilustrando la petición a los romanos acerca del sacrificio de sus cuerpos, “santos
y aceptables a Dios”.
Antes de terminar con este pasaje, apreciamos una seria advertencia acerca de las
personas de los tiempos del Antiguo Testamento que intentaban poner obstáculos a los
nazareos. En tiempos de gran deslealtad espiritual, Dios dio a los ciudadanos del siglo
VIII a. C., del reino del norte, modelos distintivos de rendición total al hacer que algunos
de sus jóvenes fueran nazareos. Pero ciertos contemporáneos maliciosos distrajeron a
estos jóvenes de su devoción e hicieron “beber vino a los nazareos”. Era un acto de
rebelión sacrílega por el cual intentaban llevar a jóvenes de Dios hasta el nivel sórdido
de su propia depravación. Aquellos que obstruyen de alguna forma el desarrollo
espiritual de otros145 se ponen en peligro a sí mismos, bajan el listón de la comunidad y
son responsables ante un Dios que ama la justicia y aborrece la iniquidad.
Riquezas heredadas
Números 6:22–27
42
el SEÑOR alce sobre ti su rostro,
y te dé paz.’ ”
Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.
Estas palabras familiares y brillantemente sucintas se repitieron a lo largo del
período bíblico, fueron importantes en la adoración judía posterior y pasaron a formar
parte de la liturgia de la iglesia cristiana. El teólogo isabelino Richard Hooker citó sus
magníficas palabras y el Padrenuestro como autoridades para el uso de oraciones
preparadas. Consideremos el significado, el arte y el mensaje que encierran.
El significado
Esta declaración sacerdotal se centra en la bendición del pueblo de Dios, un tema
que domina la historia de la Biblia desde la creación hasta la consumación. Algunas
palabras en el vocabulario cristiano se suelen explotar demasiado, siendo “bendición”
un ejemplo de ello. El término parece vago y ambiguo, y se resiste a una definición
precisa. Con la expresión tan familiar “Que Dios te bendiga”, ¿la persona que lo dice
hoy en día está expresando algo más que “Espero que te vaya todo bien”? Para los
creyentes israelitas, significaba infinitamente más que eso.149 Para ellos, una bendición
era “un acto deliberado y solemne a través del cual se transmitían ventajas específicas”.
Wenham sugiere que, al igual que nuestros contemporáneos ansían alcanzar el éxito,
las personas del Antiguo Testamento deseaban la bendición.151 Para ellos, el término
tenía muchas dimensiones; lo que se tenía en mente era explícito, preciso, casi tangible.
A medida que estos viajeros israelitas iban a emprender su viaje lleno de aventuras,
el mayor consuelo que podían tener era la garantía de que el Dios que no cambia les
bendijera al igual que lo había hecho tan claramente con sus antepasados.
El arte
Esta oración tan lacónica está perfectamente elaborada. Sus tres líneas se presentan
en medio de una estructura construida de manera hermosa, que lo presenta (22–23) y
después lo desarrolla y lo concluye (27). Las tres líneas, en hebreo, van aumentando en
número de palabras: 3, 5 y 7, respectivamente. El uso de las sílabas con naturalidad (12,
14 y 16) y el empleo de consonantes también va en aumento (15, 20 y 25),
construyendo una consciencia de generosidad divina, que se va incrementando. Esta
intensificación gradual expresa de manera literaria la idea de que Dios multiplica y
acrecienta los dones.
El mensaje
Las palabras se presentan de forma que las puedan usar Aarón y sus hijos y expresan
una proclamación hecha con confianza. Más que verbalizar lo que querían, exponen lo
que Dios da. Al otorgar una voz elocuente a los deseos del pueblo, confirman la
43
benevolencia del Señor. Esta declaración divina expone las facetas de una bendición
divina que este pueblo necesita al emprender el viaje a través del vasto e inhóspito
desierto. Se enumeran dimensiones espectaculares de la naturaleza divina en esta
bendición memorable y asegura a los viajeros su riqueza espiritual.
45
“… el SEÑOR… tenga de ti misericordia”. La palabra misericordia recuerda el
momento en el que, solamente unos meses antes, un hombre de oración había rogado
a Dios por el perdón que necesitaba su pueblo tan desesperadamente. Habían ofendido
al Señor con la apostasía del becerro de oro, pero Moisés pasó tiempo en la cima del
monte, hablando con Dios “cara a cara”, “el SEÑOR descendió en la nube… mientras
este invocaba el nombre del SEÑOR… ‘el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para
la ira y abundante en misericordia y verdad’ ”. Fue en este momento cuando el rostro
de Moisés se iluminó al salir de la presencia divina con la promesa de que perdonaría al
pueblo.
El propio hermano de Moisés era el que había encabezado la ofensa en rebelión
idólatra. Ahora lo vemos aquí, un hombre perdonado, proclamando a otros con estas
palabras la misericordia abundante de un Dios perdonador que no les condenaría por
esa enorme maldad (ni cualquier otra).
46
innumerables y ricas provisiones. Miles de nuestros contemporáneos tienen bienes
materiales y seguridad económica, pero sus manos vacías se extienden para recibir más;
no tienen contentamiento, satisfacción ni šālôm.
Números 7, el capítulo más largo de la Biblia después del Salmo 119, describe un
acontecimiento único en la historia de Israel. Durante una fiesta de doce días, se traían
ofrendas para que sean usadas en el servicio de la tienda de reunión (4). Cada día, un
líder escogido presentaba las ofrendas de una tribu diferente; las ofrendas que ofrecían
y la fórmula literaria que utilizaban para describirlas cambiaban. Los que traían tales
ofrendas para la dedicación del altar (11) eran los mismos hombres que se habían
encargado del censo (1:5–16; cf. 2:3–31). Hay una lista de todas las ofrendas (7:84–88)
y un versículo al final se centra en el lugar en el que Moisés se encontró con Dios (89).
Aunque este extenso pasaje parece un simple registro de ofrendas de sacrificio, es
mucho más que un ejemplo de contabilidad bíblica. Al igual que con las listas anteriores
y posteriores de este libro, algunos temas claves bíblicos se presentan con una claridad
inequívoca.
La responsabilidad de escuchar
Al final de este relato de cuando la comunidad hacía ofrendas, el interés se dirige
hacia un individuo en especial. Al entrar Moisés en la tienda de reunión para hablar con
el Señor, oyó la voz que le hablaba… (89). Era el cumplimiento directo de la promesa
anterior de Dios al líder de Israel de que “allí… entre los dos querubines que están sobre
el arca del testimonio, te hablaré acerca de todo lo que he de darte por mandamiento
para los hijos de Israel”.
Moisés tenía mucho de qué hablar con Dios y, a medida que avanzaban en el
camino, cada día traía nuevas preocupaciones pastorales, quejas irracionales,
acusaciones arrogantes. Sin embargo, aunque Moisés estaba desesperado por hablar de
sus problemas, le inundaba una prioridad mayor que el hecho de hablar. La tienda de
reunión se convirtió en el lugar de escuchar atentamente. Moisés oyó la voz… y Él le
habló (89).
La historia acerca de la revelación bíblica es la saga majestuosa no simplemente de
un Dios que habla, sino también de la respuesta de la humanidad a la voz divina. A lo
largo de todas las Escrituras, se cita a personas que estaban sordas a la voz de Dios o
pendientes de lo que él decía. Algunos ejemplos familiares ilustran la primacía de este
tema.
Sansón, posiblemente el nazareo más famoso, hizo caso omiso constantemente a lo
que Dios le estaba diciendo. Si Sansón hubiera entrado en una “tienda de reunión”
49
privada y hubiera pasado tiempo con Dios, la historia sería de otra manera. Habría
aprendido regularmente acerca de temas de importancia espiritual, siendo guiado con
gracia en tiempos de incertidumbre y corregido con amor cuando falló. Era un joven
prometedor, pero un adulto condenado, con dones, pero insensato. Otras cualidades
menguan cuando las mujeres y los hombres se resisten constantemente a escuchar lo
que Dios está diciendo.
David es un ejemplo de alguien ocasionalmente sordo a la voz de Dios. Grandes
hazañas, logros inspirados y salmos magníficos dan testimonio de las ocasiones de su
vida en las que su oído estaba atento a lo que el Señor le estaba diciendo. Sin embargo,
hasta las mejores personas no son inmunes al peor de los pecados. Un pecado
destructivo condujo a otro a medida que este hombre, físicamente fuerte pero
moralmente vulnerable, se iba volviendo sordo a la voz de Dios. Hizo falta un profeta
con una historia efectiva para atraer su atención de nuevo y conseguir que reconociera
su pecado. David captaba el pecado rápidamente en los demás,180 pero tardaba en ver
el suyo propio. Anteriormente, había escuchado la voz de Dios a menudo y transmitía el
mensaje que plasmaba fielmente a través de canciones que enriquecerían la adoración
de las personas durante siglos, pero el hecho de escuchar la voz en el pasado no es
garantía de victoria en el presente.
Salomón, el hijo de David, era otro hombre con dones que escuchaba la voz de Dios
al principio, pero no continuó con esa disciplina de escuchar diariamente. Su oído, que
un día estuvo atento a la voz de Dios, se iba cerrando cada vez más a lo que el Señor
estaba diciendo. Dios había manifestado claramente que el pueblo hebreo no debía
casarse con sus vecinos paganos. Salomón sabía que esta política era espiritualmente
desastrosa, pero, sin embargo, la llevó a cabo. Aunque Dios había prohibido a Salomón
que adorara a otros dioses, Salomón no obedeció el mandamiento del Señor.182
Quizás el ejemplo bíblico más triste de un creyente que se negó a escuchar es el
trágico acontecimiento que ocurrió al final de la vida del rey Josías. Desde una edad
temprana, el joven rey había prestado mucha atención a la Palabra de Dios, pero, a
pesar de este magnífico ejemplo de persona que escucha atentamente, Josías ensalzaba
las estrategias políticas, seguía impulsos naturales antes que las instrucciones divinas, y
no quiso escuchar la voz de Dios al final de su vida.184 La espiritualidad pasada te
enriquece inmensamente, pero no ofrece inmunidad ante los peligros del presente.
En claro contraste con estos hombres que estaban sordos a lo que Dios decía, otros
personajes de las Escrituras escuchaban con atención y respondían obedientemente a
la palabra de Dios. Samuel, Isaías y Jeremías eran del mismo tipo que Moisés, quien, a
pesar de entrar en la tienda de reunión para hablar con el Señor, discernía una
necesidad más importante: oír la voz que le hablaba y el Señor le habló (89).
La garantía de la bendición
Mientras Moisés entraba en la tienda de reunión, recibía un recordatorio visual de
cuatro realidades alrededor de las cuales giraba la fe de Israel. Cuando Moisés miraba el
arca, cobraba ánimo porque sabía que el Señor era algo más que una gran voz. Esta
ayuda visual mostraba a Dios como su rey, amante, maestro y proveedor.
En primer lugar, Dios era su rey. El arca se consideraba el trono de Dios, una verdad
captada gráficamente en escritos más tardíos. Los dos querubines (89) formaban los
muebles decorativos para el lugar en el que el Señor está “sentado más alto que los
querubines”. Tenían por delante un futuro incierto, pero su destino estaba en manos de
un Dios soberano, que reinaba sobre todas las naciones.
Pero aún así, aunque la seguridad de la soberanía divina fuera muy reconfortante, el
pueblo de Dios debía pensar en él no como un soberano lejano, sino como un amigo
presente. Esta arca cubierta de oro contenía las dos tablas de piedra en las que estaban
grabados los diez mandamientos, el pacto o acuerdo de amor entre Dios y su pueblo. Él
se había comprometido con ellos con un amor que no podía ser ni igualado ni usurpado
por ningún otro amante. “No tendrás otros dioses delante de mí”.
Como consecuencia, Dios era su maestro. Las tablas de piedra que había en el arca
eran otro recordatorio más de que Dios les había hablado de forma exclusiva y que
debían obedecer su palabra.
Por último, Dios era su proveedor. En el arca, también había “una urna de oro que
contenía el maná”, para recordar la dependencia que los peregrinos tenían de Dios para
que les proveyera su comida diaria.194
Estos símbolos eran recordatorios visibles de un Dios que reina, ama, enseña y
alimenta a su pueblo. Su pueblo estaba seguro en unas manos tan firmes y constantes.
51
Los modelos a seguir de Israel
Números 8:1–26
Cuando Israel entró en la tienda de reunión para escuchar la voz de Dios (7:89), el
Señor le habló con un mensaje específico acerca de los deberes y la consagración de
quienes servían allí. Los sacerdotes y levitas habían sido apartados específicamente
para trabajar en la tienda y, por lo tanto, eran una ayuda visual permanente que
ilustraba las cualidades que Dios espera de todos sus siervos.
El comunicador atento
Moisés debía hablar con Aarón acerca de la disposición de las lámparas en el lugar
santo (1), una de las responsabilidades que se habían concedido específica y
exclusivamente al sacerdocio. Ni siquiera Moisés podía llevar a cabo estas tareas. Su
papel consistía en escuchar la palabra de Dios y después transmitirla fielmente y con
exactitud a la comunidad del desierto. A los cristianos, también se les ha dado un
mensaje que deben compartir con entusiasmo con sus contemporáneos. Los
predicadores tienen la responsabilidad distintiva de ser comunicadores fiables de la
palabra de Dios; no tienen libertad para cambiar, marginar o ignorar esa palabra, al
igual que tampoco Moisés. La iglesia contemporánea necesita siervos fieles que
expongan y apliquen las Escrituras “no solamente el Nuevo Testamento, sino también el
Antiguo… no solamente los pasajes que hablan a favor de los prejuicios particulares del
predicador, sino también los que no lo hacen”.196
El oyente sensible
Aarón obedeció totalmente los mandamientos de Dios. Y así lo hizo Aarón; puso las
lámparas frente al candelabro, como el SEÑOR había ordenado (2–3). El tema de la
obediencia se repite a lo largo de este capítulo (3, 4, 20, 22). Los detalles de la
fabricación de los candelabros siguen apareciendo desde Éxodo; su lenguaje idéntico
enfatiza la respuesta entusiasta de los siervos de Dios para hacerlo todo según el
modelo que el SEÑOR le mostró a Moisés (4).
Este candelabro, con sus ramas y flores, era como un árbol iluminado. Simbolizaba
la naturaleza de Dios como el dador de vida (un árbol floreciendo) y una luz (la
lámpara). Su posición en el lugar santo, además de su fabricación, era un tema bastante
importante. La luz brillaba con intensidad en la mesa del pan de la presencia. Otra
ayuda visual: Dios provee con fidelidad para las necesidades de su pueblo.
52
El instrumento purificado
El Señor siguió hablando a Moisés (5), pasando de las responsabilidades de los
sacerdotes a la consagración de los levitas, que habían sido nombrados ayudantes
suyos. Los miembros varones de la tribu de Leví debían ser apartados para ser
purificados (6) por el ritual de rociar, afeitar, lavar el cuerpo y la ropa (7). Estas
instrucciones simbolizan la necesidad de una purificación total para la obra de Dios, no
simplemente una purificación ceremonial externa, sino también interna. El levita
sincero reconocía que eran tiempos en los que la iniquidad manchaba su vida, servicio y
testimonio; ponía sus manos en la ofrenda por el pecado, el holocausto, para hacer
expiación (12). La ofrenda por el pecado era por “si alguien peca inadvertidamente”,
mientras que la ofrenda de cereal199 era una ofrenda espontánea que expresaba
posiblemente la gratitud del levita por la purificación que Dios había prometido y el
privilegio del servicio. El holocausto, presentado íntegramente, era un símbolo de
rendición total.
Para los cristianos, el mensaje de estas instrucciones casi no necesita aclaración. Los
siervos que están viviendo en pecado mientras hacen la obra del Señor, se engañan a sí
mismos, hacen un daño irreparable a otros y deshonran a Dios. Pedro confesó su
condición de pecador antes de responder al llamado de servir.
El sacrificio vivo
Los levitas no solamente presenciaban las ofrendas; ellos mismos eran ofrendas,
ofrendas vivas que se ofrecían a Dios para que él les usara: “Entonces Aarón presentará
a los levitas delante del SEÑOR, como ofrenda mecida de los hijos de Israel, para que
ellos puedan cumplir el ministerio del SEÑOR” (11, cf. 13, 15). Cuando la ofrenda se
mecía, simbolizaba la presentación pública, visible, total a Dios, enteramente dedicados
(16) a él. Los hebreos enfatizan su dedicación absoluta al repetir el verbo, literalmente
“dedicados, dedicados”, que anteriormente se había utilizado para describir el
ministerio que los levitas realizaban de todo corazón con los sacerdotes (3:9). Fueron
“dedicados por completo” a los sacerdotes en servicio (3:9) y se rindieron ante el Señor.
Ofrecernos a nosotros mismos como sacrificio vivo es la mejor forma, la más alta, más
aceptable y costosa de adoración cristiana.
A través de los siglos, hombres y mujeres se han rendido enteramente en servicio
sacrificado. Inspirados por el ejemplo de Cristo, en respuesta a sus enseñanzas y
decididos a hacer su voluntad, han “muerto” a sus propias ambiciones. Adoniram
Judson predicó durante cinco años hasta que bautizó a su primer converso. Durante ese
tiempo, luchó para aprender el birmano y tradujo el Nuevo Testamento. Varias
personas murieron en su familia, fue encarcelado en condiciones horrorosas, fue
torturado y estuvo enfermo mucho tiempo, pero al final pudo ver cómo se tradujo toda
la Biblia al birmano. La mayoría de sus hijos siguieron su ejemplo, se hicieron ministros
del Evangelio, médicos o profesores; y, justo antes de morir, más de 7.000 creyentes
53
comprometidos estaban sirviendo a Cristo en sesenta y tres iglesias. En Birmania
(Myanmar), actualmente hay 4,5 millones de cristianos, en un país que no es
precisamente conocido por su libertad religiosa: “si [un grano de trigo] muere, produce
mucho fruto”.
El siervo entregado
La tribu distintiva de los trabajadores consagrados era la posesión exclusiva del
Señor: “los levitas serán míos” (14), “enteramente dedicados para mí” (16). Todos los
cristianos son propiedad de Dios y los que trabajan para él honran esta condición en su
vida: no es un concepto popular en una edad posmoderna en que la autocapacitación
es más aceptable que la autoentrega. Las librerías locales tienen grandes cantidades de
libros acerca de cómo realizarse, explorarse y descubrirse a uno mismo, pero pocos
acerca del autosacrificio. Los creyentes contemporáneos están llamados a vivir un estilo
de vida radicalmente diferente, siendo Cristo su modelo y mentor constante.
54
destacan; son las personas que interceden por ellos cada día.
Cuando el apóstol Pablo describió los diversos dones que el Señor da a su iglesia,
incluyó el de “ayudas”. Toda iglesia necesita personas con las que poder contar y que
brindan su ayuda, quienes, a través de la oración, el ejemplo, el servicio y el amor,
fortalecen la unidad, extienden el testimonio y enriquecen el ministerio. Al igual que los
levitas del Nuevo Testamento, no sólo están satisfechos sirviendo y apoyando, sino que
también se sienten privilegiados en hacerlo.
El servicio de estos ayudantes levitas necesitaba tanto madurez como vitalidad. El
servicio levita no podía comenzar hasta que el hombre tuviera veinticinco años de edad
y tenía que estar preparado para retirarse de las obligaciones activas a los cincuenta. En
nuestra cultura, con toda la razón, un hombre así se consideraría que está en su mejor
momento. El mensaje de esta norma es que Dios realmente merece lo mejor.
Una vez que los levitas cumplieran cincuenta años, podían ayudar a sus hermanos
(26), aunque no se les permitía llevar a cabo las tareas principales. Los hombres y
mujeres que han aceptado una jubilación anticipada o han llegado a la edad normal de
jubilación pueden llevar a cabo tareas importantes en la iglesia local o en otros países.
Las sociedades misioneras agradecen voluntarios que estén dispuestos a trabajar
durante períodos cortos de tiempo para apoyar el servicio de compañeros que están
sobrecargados de trabajo sirviendo a Cristo en otros países. En nuestro país, la obra de
Cristo podría avanzar si las iglesias dispusieran de equipos de personas jubiladas que
llevaran a cabo tareas vitales en el ministerio para la iglesia local. Estos hombres y
mujeres tienen una oportunidad única de ayudar a sus hermanos a traer lo mejor para
la obra de Cristo.
El guardián moral
El papel de los levitas era servir como agente protector de la comunidad local
(1:51–54; 3:10, 38). Eran los centinelas silenciosos de la tienda de reunión, llevando a
cabo una vigilancia moral, asegurándose de que la palabra de Dios acerca del lugar
santo no fuera ignorada, para que no haya plaga entre los hijos de Israel al acercarse al
santuario (19), “para que no venga la ira sobre la congregación de los hijos de Israel”
(1:53).
Toda comunidad precisa sus guardianes morales, alerta ante el abuso insidioso de
influencias potencialmente peligrosas y destructivas. Necesitamos personas que
escriban a las autoridades de las cadenas de televisión acerca de programas dañinos,
que no tengan miedo a contactar con las autoridades locales y defensores de la ley
acerca del violación de los niveles morales de conducta o comportamiento inaceptable,
pornografía, abuso de drogas, el bienestar moral de los niños, etc. Hay plagas que
acechan a nuestros pueblos y ciudades, que son infinitamente más peligrosas que las
que podían atacar el campamento de Israel. A menos que el pueblo del Señor actúe
como sal y luz en las comunidades locales, los niveles morales que están decayendo
rápidamente a nuestro alrededor degenerarán aún con mayor velocidad, con
consecuencias desastrosas, especialmente para los jóvenes inocentes.
55
La maldad contemporánea prospera en muchos lugares porque faltan mentores
morales. Los levitas eran barreras protectoras que estaban entre el pueblo que hacía
caso omiso y el peligro potencial. Muchos israelitas desprevenidos quizás fueran
salvados de la muerte porque un levita fiel estaba en el lugar adecuado en el momento
oportuno. Nuestra sociedad, tristemente depravada, necesita desesperadamente
guardianes morales que estén alerta moral y espiritualmente.
La gracia tridimensional
Números 9:1–10:10
Estas historias tan gráficas se centran ahora en tres temas importantes en la vida la
comunidad peregrina: la fiesta anual de la Pascua (9:1–14), la aparición diaria de la
nube que les guiaba (9:15–23) y el uso ocasional de trompetas de plata (10:10). Se le
recordaba al pueblo de Israel las antiguas misericordias de Dios, la provisión que ha
prometido y sus recursos presentes.
56
Dios exhibió su poder
Esta celebración era una ayuda visual inolvidable que les recordaba que, aunque
aparecieran peligros en el futuro, nada era demasiado difícil para el Señor. Durante la
primera noche de Pascua, un año antes, había identificado su necesidad, contestado a
sus oraciones, derrotado a sus enemigos y dado la vuelta a su destino. Los lamentos y
lágrimas que habían durado siglos se cambiaron por la libertad y el gozo de una
liberación recién adquirida. Cuando Jesús compartió una comida de Pascua con sus
discípulos, estaba recordándoles que el cordero especial de Pascua haría efectiva la
liberación más grande hasta entonces para ellos y para toda la humanidad.
Hudson Taylor recordó a sus compañeros misioneros que la respuesta cristiana a
una situación desalentadora se expresaba mejor con una frase escueta: “¿Imposible?
Difícil. ¡Hecho!”. Estas palabras describían elocuentemente la experiencia de liberación
del pueblo de Israel. A medida que Dios iba trabajando en el corazón del endurecido
gobernador de Egipto, la situación se volvía incuestionablemente difícil, pero el Señor,
en su omnipotencia, estaba obrando y ocurrió un milagro. La Pascua les aseguraba a
estos peregrinos que el Dios que les sacó de un país ciertamente podía conducirlos a
otro.
58
La nube inspiraba su confianza en Dios. A pesar de sus fallos evidentes, él había
prometido ir con ellos y era esa una señal visible de su presencia fiel. Había momentos
en los que sus corazones le dejaban a un lado, voluntaria o descuidadamente, pero él
no quitaba la nube: Así sucedía continuamente (16). Él había prometido en su firme
acuerdo que podían contar con su compañía que no falla a lo largo de sus vidas. Día y
noche, era una señal de seguridad para los viajeros y una advertencia seria a sus
enemigos: Dios estaba con ellos.
En diferentes momentos de su historia, Dios les suministraba señales visibles para
confirmar su palabra: un arco iris en el cielo, una zarza ardiendo en el desierto de
Madián, una caja recubierta de oro para que la llevaran a través del desierto y esta
nube que les hacía sombra; lo que Calvino llamó las “señales de la gloria celestial”. Sin la
explicación en la Palabra de Dios, estos símbolos no tendrían ningún sentido.221 Lo
mejor es que el pueblo de Dios se regocija en la encarnación, muerte, resurrección y
ascensión de Cristo, que son evidencia innegable y visible del amor, la santidad, el
poder y la soberanía de Dios.
La nube era una prueba de la dependencia que tenían de Dios. El enorme desierto
era territorio desconocido, “por una tierra de yermos y de barrancos, por una tierra
seca y tenebrosa… por la que nadie pasó y donde ningún hombre habitó”, y el peligro
acechaba. Dios sabía cuáles eran los días adecuados para que avanzaran y cuándo
debían quedarse en el mismo sitio. La nube no se movía cada día; su presencia requería
su atención constante: Y cuando la nube se levantaba de sobre la tienda, enseguida los
hijos de Israel partían; y en el lugar donde la nube se detenía, allí acampaban los hijos de
Israel (17). Con esta revelación objetiva, el pueblo israelita discernía las direcciones del
Señor para su viaje. Se necesitaba un alto grado de confianza. A veces, sólo se les
permitía una noche de descanso (21), mientras que otras veces se podían quedar en el
campamento estipulado algunos días (20), un mes o incluso un año (22).
Había días en los que podían ver que estaban avanzando, pero otras veces se
preguntarían por qué no ocurría nada. ¿Por qué se paraban tanto? Para muchos de
nosotros, en un momento u otro, la vida ha tenido períodos de desconcertante espera.
La evidencia del cuidado continuo de Dios parece limitada, incluso ausente. Los
puritanos hablaron acerca de “el invierno del alma”, cuando todo parece frío, gris y
vacío. Deseamos que Dios nos hable más claramente acerca de por qué estamos
pasando los días oscuros, cuando es difícil mantenerse en pie. Pero los períodos de
espera no son tiempo perdido. Si la orientación que buscamos no está ahí, debemos
renovar nuestra confianza en Dios, con calma: “tal propósito nunca te podría conducir
al infierno”, dijo Thomas Goodwin. Hay algún propósito sabio en las malas experiencias
de la vida. Dios aún está presente. “Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba
Dios”. En los años sombríos de la persecución de finales del siglo XVII, John Flavel rogó a
sus contemporáneos que “ejercieran la fe de la adherencia cuando hubieran perdido la
fe de la evidencia”.
La nube exigía su obediencia a Dios. El Señor ofrece su parte al proveerles la nube
como guía, pero ellos deben poner la suya, siguiendo sus direcciones: “al mandato del
SEÑOR acampaban; mientras la nube estaba sobre el tabernáculo, permanecían
59
acampados” (18). La narración contiene ocho referencias a las órdenes de Dios y la
respuesta obediente de los israelitas (18, 20, 23). ¡Si tan sólo hubieran mantenido ese
espíritu educable y dócil!… La historia de Números es una advertencia perpetua del
peligro de saber lo que Dios pide, pero no cumplirlo.
60
de forma tan majestuosa como en la carta a los Hebreos. Los lectores del siglo I estaban
pasando por pruebas y persecución que parecía ir en aumento y ser más frecuente,
pero les animaron las palabras que les daban seguridad: “Porque no tenemos aquí una
ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir”. Abraham era su
inspiración. Él vivió “como extranjero en la tierra de la promesa como en tierra
extraña”, pero “esperaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor
es Dios”.232
Hebreos no es el único libro que llama a los lectores a un “compromiso irrevocable
de una vida con fin sobrenatural”. Hay otras exhortaciones a una vida de peregrinaje en
otros lugares del Nuevo Testamento.234 Jesús les enseñó a sus discípulos que se
aseguraran ser “rico para con Dios”, en lugar de tener riquezas terrenales, las cuales
estaban condenadas a desaparecer. Juan y Santiago advierten que una vida enfocada
primeramente en la satisfacción personal o el beneplácito social no puede ganarse la
aprobación de Dios.236 Como dicen las palabras inspiradoras del salmista, los creyentes
“en cuyo corazón están los caminos a Sión”, al igual que los israelitas, escuchan la
trompeta de la mañana que les llama a otro día de marcha hacia un hogar infinitamente
mejor, “de Dios un edificio, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos”.238
El estilo de vida de los peregrinos es la oportunidad que tiene el creyente de ser un
testigo discreto. Desafía los valores del materialismo contemporáneo, que ofrece
seguridad atractiva, pero perecedera.
SEGUNDA PARTE
La partida
Números 10:11–12:16
63
Compartir cosas buenas
Números 10:11–36
64
autoridad.
Al repetir los detalles de la marcha en el orden correcto, la tosca narración se
convierte en un instrumento educativo: Dios tenía su propia forma de hacer las cosas y
a nosotros nos corresponde discernirla exactamente. Estaban respondiendo al
mandamiento del SEÑOR por medio de Moisés (13). Como líder modelo, fue a comunicar
al pueblo lo que el Señor había compartido con él (7:89).
Si queremos saber lo que Dios quiere que hagamos en nuestra vida, también
debemos estar pendientes de las órdenes a medida que él nos habla a través de las
Escrituras. En la vida contemporánea, el énfasis popular está en la experiencia subjetiva,
no en la verdad objetiva. En este contexto, incluso algunos creyentes han dejado a un
lado los aspectos disciplinarios de la vida cristiana y han desechado cualquier noción de
pasar un tiempo diario con Dios como si fuera legalismo anticuado. Tal visión se está
promoviendo en el mundo que nos rodea. La gente de nuestra cultura posmoderna
rechaza cualquier noción de autoridad externa. Lo único que importa es la satisfacción
personal. Un popular psicólogo americano aconseja a las personas que tienen una crisis
a los 40, que no se preocupen por los niveles morales, las convenciones sociales o las
tradiciones culturales, sino que se muevan siguiendo sus sentimientos.
Déjate llevar… Te estás alejando. Alejando de valoraciones y acreditaciones
externas, en busca de una validación interior. Te estás alejando de los papeles
establecidos y acercándote a ti mismo… Al guardián que llevas dentro, se le deben
quitar los mandos. Cada uno de nosotros debe encontrar un camino que es válido para
nuestra propia opinión… para emerger renacidos, auténticamente únicos, con una
capacidad aumentada de amarnos a nosotros mismos y de aceptar a otros.
Al contrario de esto, el apóstol Pablo sabía que el “yo” no es bueno en su totalidad.
Exaltar el “yo” es abandonar los niveles de Dios, dejar a un lado el ejemplo de Cristo y
rechazar el poder del Espíritu Santo; abre la puerta a la mundanidad, el caos moral y la
degeneración espiritual. “El pecado es autodeificación”.259 El Señor nos ha dado mucho
a disfrutar, pero necesitamos su ayuda para discernir lo que es genuinamente bueno y
lo que es malo en última instancia. Muchas cosas que son atractivas, a la larga son
destructivas. No podemos encontrar satisfacción y realización duradera si no
escuchamos la voz divina en las Escrituras, y, en el poder del Espíritu de Dios,
obedecemos lo que él dice.
65
esperaba recibir ayuda de sus compañeros humanos. Su cuñado madianita, Hobab, ya
estaba deseoso de regresar a su propio pueblo. En los meses anteriores, a Moisés le
habían impresionado las habilidades innatas de Hobab. Conocía bien los caprichos del
tiempo en el desierto, la fuerza repentina de vientos contrarios y los mejores lugares
para acampar estando lo más protegidos posible. Hobab conocía todo lo que había que
saber acerca del desierto y Moisés deseaba tenerlo con él como compañero dotado de
habilidades naturales.
El madianita rechazó la invitación inicial de Moisés, porque no tenía ningún deseo
de mudarse a un país completamente diferente. Moisés le pidió que fuera y al final
Hobab accedió. Aunque Moisés era una figura de líder imponente y eficaz, también era
solamente un hombre, con la indecisión y los temores que cualquiera sentiría al estar a
punto de emprender algo tan grande. Esta historia revela “su humanidad en su
debilidad (al necesitar ayuda) y en su fuerza (al buscar ayuda)”.262 Quería todo el apoyo
que le pudieran brindar. La historia relata el testimonio persuasivo de Moisés al
compartir con Hobab lo que Dios había dicho y hecho.
En primer lugar, es el testimonio de la compasión de Dios. A Moisés, no se le riñó
por buscar ayuda humana además de protección divina. El Señor sabe lo mucho que
nos necesitamos unos a otros y entendía completamente que este hombre, un gigante
espiritual, valorara la colaboración de un compañero. Hay que tener cuidado con la
falsa dicotomía de la dependencia de Dios y la apreciación de los demás. Cada uno de
nosotros es el regalo del Señor para otra persona.
En segundo lugar, es el testimonio de la providencia de Dios. Era el propósito divino
que Hobab fuera los ojos de Moisés en ese terreno desconocido que tenían por
delante. Muchos de los líderes del cristianismo han estado muy agradecidos a personas
modestas que les han ayudado en su ministerio a otros.
Todos los estudiantes del movimiento misionero moderno conocen la contribución
creativa de William Carey, quien llegó a la India en 1793 para comenzar una trayectoria
en la evangelización, la traducción de la Biblia, las empresas de literatura y la educación.
Mientras trabajaba incansablemente en el extranjero, su hermana inválida jugó un
papel decisivo en su tierra natal. Estaba paralizada, exceptuando su brazo derecho, y
estuvo confinada a la cama durante cincuenta años, pero desde su habitación llevaba a
cabo un ministerio de compañerismo compasivo. No podía predicar, viajar o traducir,
pero ejercía su don de dos formas que le eran posibles: escribiendo a su hermano y
orando por él. Se sentaba en la cama y escribía cartas informativas y alentadoras, y
oraba por el ministerio de su hermano al otro lado del mundo. Lo hizo fiel y
constantemente durante casi medio siglo. ¿Hay algún obrero cristiano, misionero,
evangelista, pastor, líder de clase bíblica o trabajador con niños en algún lugar, a quien
debamos animar y apoyar en oración o económicamente?
En tercer lugar, es el testimonio de la fiabilidad de Dios. Cuando Moisés buscó la
ayuda de Hobab, no empezó a describir lo que él quería, sino que declaró lo que el
Señor había prometido: “Nosotros partimos hacia el lugar del cual el SEÑOR dijo: ‘Yo os
lo daré’ ” (29). Moisés quería que Hobab aceptara que la palabra de Dios era fiable; si
había hecho una promesa, realmente se cumpliría. Hobab reconoció que el camino que
66
tenían por delante estaba lleno de peligros y que sus habilidades rozarían el límite. Las
palabras de Moisés acerca de la promesa de Dios aseguraban al experto madianita que
el proyecto no dependía de su pericia natural y de recursos limitados. El Dios de Israel
lo había iniciado y él haría que se llevara a cabo.
En cuarto lugar, es el testimonio de la generosidad de Dios. Moisés le dijo a Hobab
que, si les acompañaba, le tratarían muy bien, “pues el SEÑOR ha prometido el bien a
Israel” (29). Moisés le aseguró al madianita que el Dios de Israel era generoso con sus
dádivas y además se podía confiar en sus palabras. Sus dones abundantes se debían
compartir generosamente: “el bien que el SEÑOR nos haga, nosotros te haremos” (32).
Por último, es el testimonio de la misericordia de Dios. En Egipto, a la comunidad
israelita se la animaba a que dejaran lugar a los extranjeros en sus filas. Estas personas
tenían la libertad de unirse a los peregrinos israelitas en su viaje, siempre y cuando
cumplieran con las obligaciones del pacto. Los madianitas habían sido buenos con
Moisés cuando este huyó de Egipto hacía cuarenta años como refugiado266, y ahora el
“extranjero” habilidoso encontró un lugar en las filas de Israel. Esta invitación, ánimo y
promesa anticipaban tiempos futuros en los que los gentiles podrían formar parte de la
comunidad de creyentes y, especialmente, la invitación generosa del evangelio de que
“todo aquel que cree en Él”, no importa cuál sea su nacionalidad o trasfondo étnico,
tenga vida eterna.
67
Cuando el arca descansaba, Moisés verbalizaba la profunda confianza que tenía la
comunidad en su Dios fiel:
Vuelve, oh SEÑOR,
a los millares de millares de Israel (36).
Mientras acampaban al final del día, estas palabras sencillas recordaban las cosas
milagrosas que Dios había hecho por ellos. Los millares de millares eran un testimonio
innegable de la total fiabilidad de la palabra de Dios. Él había prometido que serían una
gran nación y la promesa se había cumplido. Al mismo tiempo, le había dicho al
patriarca que llevaría a su pueblo a la tierra prometida. Al mirar alrededor, los israelitas
podían ver la inmensidad de su comunidad y esto les aseguraba que el Señor no faltaría
a su palabra. El Dios que había creado a la multitud, también les daría un hogar.
Temas de liderazgo
Números 11:1–35
Los próximos dos capítulos del libro presentan una interpretación fascinante de los
temas de liderazgo, su contexto precario, frustraciones inevitables, recursos
prometidos, ánimo innegable y desilusiones dolorosas. Son tan relevantes para
nosotros al empezar un nuevo milenio como para el líder de Israel que empezaba ese
largo camino a través del desierto con su congregación. Comenzamos con la comunidad
a la que sirve el líder. Aquí, Moisés experimenta las frustraciones del liderazgo.
68
como en tiempos de Moisés. Primero, se lamentaron por cómo les había tratado la vida
y después por lo que se les había negado. Su pesar inicial (1–3) era por lo que tenían
(penurias); el siguiente (4–9) se centraba en lo que no tenían: comida apetitosa.
72
representarle’ ”.290
Dios apoyaba, no dominaba, a Moisés. Moisés era un siervo comprometido, aunque
en estos momentos estaba apenado por esta congregación tan desagradable. A medida
que lanzaba esas preguntas tan desagradables en la presencia divina, deseaba que
fueran sus últimas palabras sobre la tierra: “Y si así me vas a tratar, te ruego que me
mates” (15). Lo que empezó como una queja amarga terminó con una solución que la
apoyaba. El descubrimiento tuvo lugar en el lugar de oración.
76
propios.
El reconocimiento es necesario
Estos ancianos del pueblo y sus oficiales fueron nombrados públicamente para ese
nuevo ministerio a fin de ayudar a Moisés a llevar la carga del pueblo y aliviar a Moisés
en su sentimiento de soledad: “para que no la lleves tú solo” (16–17). El detalle de
reunir al equipo en la entrada de la tienda de reunión no es algo meramente casual;
indica que en la obra de Dios los siervos del Señor deben ser aceptados, reconocidos y
apoyados por la comunidad. Si estos ancianos debían ser de utilidad para Moisés de
alguna forma, los israelitas tenían que reconocer que Moisés los necesitaba y que
habían sido nombrados por Dios, para así ser aceptados por el pueblo. Su nivel
espiritual y papel pastoral se muestran en esta reunión pública en la puerta de la
tienda. La obra de Dios es un trabajo en equipo y la comunidad debe ser respetada e
informada, y se debe animar a que coopere en el nombramiento de los nuevos
compañeros de Moisés.
La rendición es crucial
Aunque el pueblo reconoció a los nuevos compañeros de liderazgo, no eran de su
propiedad. Pertenecían a Dios. Estos compañeros debían permanecer allí con Moisés en
la entrada de la tienda; era la imagen de la rendición total de las personas involucradas.
Los siervos permanecían en la presencia de su amo. Los súbditos, en la presencia del
rey, preparados para responder rápidamente a cualquier deseo de su señor. Elías
permaneció en la presencia de Dios mientras los siervos de la corte de Acab
simplemente estaban ante un rey sin dios. Para Jeremías, estar en la presencia de Dios
como siervo sumiso era la prueba de un verdadero profeta, lo cual le diferenciaba de
los mensajeros falsos que daban al pueblo el mensaje que a ellos les parecía.308 Gabriel
permaneció delante de la presencia de Dios antes de visitar al anciano Zacarías con la
trascendental noticia de que Dios había sus oraciones. Ahora, estos ancianos iban a
permanecer sumisos junto a Moisés en la presencia del Señor para escuchar lo que
tenía que decirles, para recibir lo que él les iba a dar y para hacer lo que les iba a
ordenar.
Los siervos entregados nunca olvidan que, por mucho que cooperen con sus líderes
y sirvan al pueblo, primeramente deben hacer caso al que les nombró. La tensión entre
hacer lo que el Señor dice y lo que las personas quieren ha llevado de cabeza a miles de
siervos de Dios a lo largo de los siglos.
77
estos nuevos compañeros. Antes de que sus seguidores fueran enviados a un mundo
hostil, Cristo les dijo que buscaran a Dios para recibir la ayuda que les había prometido.
Lucas escribe que debían esperar la promesa del Padre. Al enviarlos, primero les
aseguró su fuerza esencial. A los que obedecen la voz de Dios, buscan hacer su voluntad
y trabajan a su servicio, nunca se les negará la provisión inagotable de los recursos del
Espíritu Santo: sabiduría, dirección, gracia, amor, paciencia y fuerza serán dadas de
forma generosa y continua. Dios hizo exactamente lo que prometió. Tomó del Espíritu
que estaba sobre él y lo colocó sobre los setenta ancianos (25). A cada hombre, se le dio
la misma fuerza suficiente que había sostenido a Moisés.
La verdad es primordial
Aunque estas setenta personas quizás ejercitaran dones diferentes en el liderazgo
(pastoral, secretariado, administrativo), hay un rasgo que les caracteriza a todas. Eran
siervos de la palabra. Cuando la presencia y el poder del Espíritu se posaron sobre los
setenta ancianos, todos profetizaron. Como prueba innegable de su preparación
necesaria, estos setenta hombres pronunciaron palabras inspiradas por el Espíritu, que
la comunidad podía oír y a las cuales podía responder. Las palabras proféticas eran un
acontecimiento aislado que confirmaba el don divino. Profetizaron aquel día, pero no
volvieron a hacerlo más (25).
Aunque sus tareas no estaban relacionadas con la comunicación pública directa de
la verdad de Dios, en esos momentos expresaron la prioridad de un siervo; su función
no era ejercitar sus habilidades o hacer gala de sus propias ideas, sino subordinarse a la
palabra de Dios que les comunicaba Moisés. El detalle de que profetizaran en esa única
ocasión puede enfatizar la naturaleza servil de su papel. Eran compañeros, no
predicadores; su trabajo era apoyar, no ser rivales.
La obra de Dios ha sido dañada seriamente a través de la historia cuando las
personas han estado descontentas con el trabajo que se les ha asignado y han perdido
el tiempo codiciando el trabajo que soberanamente ha sido asignado a otros. Uzías de
Judá tenía un éxito increíble en sus responsabilidades reales, pero codiciaba el oficio de
sacerdote e insistía en hacer cosas que estaban expresamente prohibidas a personas
laicas de Israel. Las personas que codician los dones de otros corren el riesgo de perder
los suyos propios permanentemente.
Jeremías hizo una advertencia especial a su compañero desanimado, Baruc: “Pero
tú, ¿buscas para ti grandes cosas? No las busques”. Posiblemente, este escriba con
talento había tenido la esperanza de convertirse en un administrador superior en la
Corte real. En lugar de eso, acabaría en Egipto como refugiado sin hogar.313 Pero,
aunque se le negaron sus sueños para el futuro, estas “grandes cosas” serían eclipsadas
por otras más grandes: hacer la voluntad de Dios, escribir y preservar la palabra de Dios
y apoyar al siervo de Dios, Jeremías. Si se hubieran cumplido sus sueños vocacionales,
se habría convertido en un funcionario completamente olvidado. En lugar de eso, su
nombre ha quedado escrito en la historia como comunicador de la palabra de Dios. Su
papel era pequeño, pero duradero.
78
Los ayudantes adicionales (11:26–30)
Una vez que los setenta ancianos habían recibido al Espíritu y su don había sido
autentificado por esa experiencia única de profecía, otro nuevo acontecimiento causó
malestar en el campamento. Dos de los líderes y oficiales de Israel (16), que claramente
estaban llamados a este nuevo ministerio de apoyo, no se habían reunido con Moisés y
sus compañeros en la entrada de la tienda: habían quedado en el campamento; uno se
llamaba Eldad, y el otro se llamaba Medad. A pesar de su ausencia, ellos también
habían recibido al Espíritu para realizar esta nueva tarea y, al igual que los otros,
profetizaron en el campamento. Esta fascinante narración nos ofrece más perspectivas
de la obra del Señor.
79
juventud y, sin duda, admiraba profundamente a su líder, pero no había razón alguna
para pensar que estos nuevos compañeros estaban siendo irrespetuosos. Debemos
tener cuidado de convertir a personas dignas de elogio en ídolos peligrosos. Jesús es el
único ejemplo sin mancha para el cristiano.
La respuesta que le dio Moisés a su joven ayudante “¿Tienes celos por causa mía?”
(29) sugiere que Josué estaba enfadado con estas dos personas ausentes porque
pensaba que insultaban a Moisés por su comportamiento inusual. Estaba siendo
sobreprotector y su sensibilidad estaba convirtiéndose en alabanza a un héroe, lo cual
no ayudaba en absoluto. No es correcto poner a nadie, por muy bueno que sea, en un
pedestal.
80
La globalidad del testimonio
No tiene sentido especular acerca de las razones por las que Eldad y Medad
estuvieron ausentes, pero había una ventaja evidente en su ministerio profético. Les
daba la oportunidad a otras personas en zonas lejanas del campamento de ver que, a
pesar de las quejas pecaminosas de la comunidad, el Espíritu Santo aún estaba
trabajando entre ellos.
En la mayoría de los períodos de la historia, ha habido movimientos espirituales
anómalos que han desafiado el status quo del cristianismo establecido y cuyas
actividades iniciales han sido poco apreciadas. En la Edad Media, los primeros
franciscanos hicieron una labor tremenda sirviendo en nombre de Cristo a miles de
personas pobres como los mendigos sin hogar y los que sufrían enfermedades como la
lepra. Se pasaron horas atendiendo a personas necesitadas que se refugiaban en las
casuchas que pendían de los muros de todas las ciudades medievales. Su ministerio
humanitario y estilo de vida simple exhortaba a muchos de sus prósperos
contemporáneos y poco después se convirtieron en el centro de las críticas.
George Fox y los cuáqueros desafiaron al nominalismo de muchos contemporáneos,
y su mensaje y actividades no eran bienvenidos. La Sociedad de Amigos tenía mala
prensa en la Inglaterra del siglo XVII y eran constantemente agredidos e insultados. En
el siglo siguiente, muchos metodistas fueron tratados con crueldad. Al pasar por
Darlaston, Charles Wesley dijo que siempre era fácil identificar “las casas de los
nuestros” porque, a causa de ataques anteriores, sus “ventanas estaban todas
tapadas”.
A menudo, las minorías lo pasan mal y además están expuestas a una decadencia
potencial. Todo necesita ser desafiado por estándares superiores. El idealismo inicial se
corrompe fácilmente; el mejor de los movimientos puede llegar a fosilizarse. Hay
verdad en el comentario cínico de que las organizaciones existen para la extinción
indolora de las ideas que las empezaron. En dos siglos, muchos franciscanos llegaron a
ser conocidos por su avaricia, y su movimiento de renovación necesitaba urgentemente
una regeneración. La evangelización apasionada de los primeros metodistas fue
atenuada por el institucionalismo en algunos contextos del siglo XIX. Tanto, que uno de
sus dedicados líderes, William Booth, fue castigado por evangelizar fuera de su circuito.
Dejó sus filas y formó el Ejército de Salvación. Pero nada es sacrosanto; el mejor de los
Salvacionistas admite libremente que los buenos movimientos necesitan una reforma
constante.
La magnanimidad de la gracia
La respuesta de Moisés a la crítica de Josué ilustra la generosidad de su Espíritu. En
lugar de mandar callar a los dos, deseaba que su bendición se extendiera a todos:
“¡Ojalá todo el pueblo del SEÑOR fuera profeta, que el SEÑOR pusiera su Espíritu sobre
ellos!” (29). Es un ejemplo poderoso de las cualidades del liderazgo con un gran corazón
81
que tenía Moisés. La comunidad habría sido transformada de forma extraordinaria si
cada uno de los israelitas hubiera tenido el deseo apasionado de ser llenado por el
Espíritu Santo para extender su Palabra.
Los buenos líderes están felices cuando, involucrados personalmente o no, se hacen
cosas que honran a Dios. El apóstol Pablo se regocijó porque el mensaje estaba siendo
predicado por algunos de sus contemporáneos, aunque sus motivaciones fueran
sospechosas. Por lo menos, el evangelio estaba siendo proclamado por alguien mientras
él estaba en la cárcel y eso le llenaba de alegría.
Compañeros desleales
Números 12:1–16
La triste historia del desafío humano continúa y muestra otro ejemplo de la penosa
rebelión, aún más doloroso porque provino de uno de los miembros mayores de la
misma familia de Moisés. Miriam y Aarón hablaron contra Moisés (1). Seguramente,
habría apenado muchísimo al líder de Israel que las dos personas unidas a él por lazos
de sangre estuvieran yendo seriamente en contra de su liderazgo.
La historia nos hace entender bastante bien el tema de cómo tratar los
desacuerdos, algo que no siempre se les da bien a los cristianos. A veces, nos es difícil
vivir en armonía con personas que no piensan igual que nosotros; diferencias
secundarias llevan a problemas mayores. Pablo pidió a los creyentes en Roma que
aprendieran cómo tratar con las varias opiniones de forma compasiva, constructiva e
incluso creativa. A la hora de tratar un desacuerdo, hay varias cosas que se deben tener
presentes.
Identificar la fuente
83
Cuando las personas no están de acuerdo, las diferencias no siempre se basan en la
controversia inmediata; a menudo, hay varios motivos para la queja. Detrás de fuertes
objeciones suele encontrarse un resentimiento larvado. Puede que haya tres temas
latentes en las conversaciones subversivas de los hermanos de Moisés.
En primer lugar, presentaron una objeción étnica a su liderazgo, por causa de la
mujer cusita con quien se había casado. Estos temas están trágicamente patentes en
nuestros tiempos. Un gran número de personas no pueden vivir felices juntas a causa
de sus trasfondos raciales diferentes o culturas discordantes. El antagonismo por
motivos raciales a veces se debe a factores históricos, conflictos tribales o peleas sobre
los derechos y privilegios de una tierra, el principio de una hostilidad mutua y violencia.
Millones de refugiados sin hogar en nuestro mundo son una prueba estremecedora de
esta trágica discordia tan común hoy en día.
Cusita es otro término para madianita, el pueblo en el que Moisés se había
refugiado cuando huyó de Egipto hacía cuarenta años. Ahora, dos de las personas más
cercanas a Moisés estaban quejándose por la mujer con la que se había casado,
simplemente porque venía de un trasfondo étnico diferente.
En segundo lugar, plantearon una objeción vocacional a su liderazgo. ¿Por qué se
consideraba a Moisés alguien especial en el pueblo? ¿Es cierto que el SEÑOR ha hablado
sólo mediante Moisés? ¿No ha hablado también mediante nosotros? (2). Había surgido
la envidia y no sería la última vez durante el viaje por desierto (16:1–17:13). El pecado
no era menor que el de las multitudes codiciosas; de hecho, era más reprensible,
porque provenía de los parientes más cercanos de Moisés.
En tercer lugar, tras estas quejas quizás existía una rivalidad doméstica. Aarón era el
mayor y, en la tradición hebrea, el primogénito tenía precedencia en la familia. Pero
aquí estaba el hermano menor diciéndole a los mayores lo que Dios quería que
hicieran. Las rivalidades familiares son comunes y, a veces, conducen a disputas
amargas y relaciones enconadas. Es triste que quienes han crecido como niños
satisfechos no puedan vivir juntos de adultos.
Reconocer el peligro
No se puede exigir a los cristianos que tengan la misma opinión acerca de todos los
temas de la vida. No hay nada malo en que existan diferentes opiniones; lo que importa
es cómo las manejamos. Personas alejadas de la fe están minando, si no negando, la
unidad que da Dios. La queja amarga expresada por Aarón y Miriam hería a Moisés,
ofendía a Dios, hacía daño a los que se quejaban y servía de advertencia al pueblo.
En primer lugar, hería a Moisés. El inspirado editor de esta narración nos informa de
que Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier otro hombre sobre la faz de
la tierra (3). La palabra humilde viene de la raíz que significa “postrado”; en el liderazgo,
estaba realmente “subordinando sus intereses personales a los de Dios y su causa”. Su
espíritu sensible debe haberse molestado profundamente cuando los miembros de su
propia familia cuestionaban su papel nombrado por Dios y especialmente su
84
responsabilidad como portavoz del Señor (2). Si alguien sabía lo difícil que le había
resultado emprender las tareas que Dios le había encomendado, eran su hermano y su
hermana. Dios le había proporcionado a Aarón como compañero para apoyarle y los
dos hermanos se habían convertido en aliados incondicionales al confrontar a Faraón
con las órdenes de Dios. Pero, casi un año más tarde, esta asociación se había
quebrado. Un hombre genuinamente humilde que seguía a pie puntillas la voluntad de
Dios para la gloria de Dios se encontraba con un conflicto angustioso en extremo.
En segundo lugar, y más seriamente, el desacuerdo ofendía a Dios. Él había
nombrado a Moisés para llevar a cabo esta exigente tarea y la comunidad tenía pruebas
irrefutables de que él era su líder escogido. Aarón tenía encomendadas otras tareas.
Sus responsabilidades eran sacerdotales; él y sus hijos debían oficiar los sacrificios y
actuar como consejeros pastorales en la comunidad. Cuando surgió este problema que
podía dañar su relación, el Señor respondió de forma que identificaba el pecado y
exponía, juzgaba y perdonaba al pecador.
Dios actuó rápidamente. Moisés no era el único que escuchó la amarga crítica de
Aarón y Miriam: Y el SEÑOR lo oyó (2). Dios sabía que esta queja de familia se debía
tratar inmediatamente antes de que el veneno se infiltrara en la comunidad entera: Y el
SEÑOR de repente dijo… (4). Cuando surgen serios desacuerdos, puede haber daño
adicional si se deja para después. Nadie debe apresurarse sin antes pensar bien y orar,
pero cuanto más tiempo dure el problema, más probable es que se digan y hagan cosas
que puedan hacer daño. La peor característica del pecado es el poder que tiene para
reproducirse. La iniquidad se multiplica a menos que la acción firme y amorosa lo frene
en su misión destructiva.
El Señor aparece decisivamente. Entonces el SEÑOR descendió en una columna de
nube y se puso a la puerta de la tienda (5), y llamó a los dos líderes descontentos para
que pudiera exponerles la seriedad de la rebelión, porque allí se encendió la ira del
SEÑOR contra ellos (9).
El Señor habló con autoridad. Les pidió a los tres miembros de esta familia dividida
que fueran a la tienda de reunión e identificó a Moisés como alguien infinitamente más
importante que un mero profeta (6–8a).
El Señor actuó con justicia; su ira se encendió contra ellos. Los dos hermanos
mayores habían afirmado que el Señor había hablado a través de ellos (2) además de a
través de Moisés. Habían hecho referencia a la voz del Señor sin sensibilidad y ahora
escucharon esa voz y tuvieron miedo. Allí estaban, a la puerta de la tienda de reunión,
abandonados por Dios. El Señor se fue (9) y los dejó allí con sus pecados, aislados con su
culpa, silenciados por su transgresión y decaídos, sintiendo gran remordimiento. La
columna de nube, el recordatorio permanente de la presencia y santidad de Dios, se
elevó muy por encima de la tienda. Dios había hablado su palabra de condenación y se
había ido, dejándoles con su soledad para que sintieran la enormidad de su pecado.
En tercer lugar, el desacuerdo era dañino para los que se quejaban. Estas dos
personas descontentas, sintiéndose ahora avergonzadas y asustadas, se miraron el uno
al otro e hicieron un terrible descubrimiento. Miriam había sido infectada con una
temible enfermedad de la piel. Nos podemos preguntar por qué sólo fue afectada
85
Miriam y Aarón no, si ambos habían cometido la ofensa. Posiblemente, ella había sido
la cabecilla; inició la queja y dejó que Aarón hiciera de portavoz. Una cosa sí es cierta:
con la angustia mental, él se sentía igualmente culpable y no hizo nada para esconder
su remordimiento. Clamó a Moisés: “Señor mío, te ruego que no nos cargues este
pecado, en el cual hemos obrado neciamente y con el cual hemos pecado” (11).
Aarón admitió que habían actuado no sólo con mala intención y de modo
irresponsable, sino también neciamente. Aarón le rogó a Moisés (“Señor mío, te ruego”)
y Moisés le rogó a Dios: Oh Dios, sánala ahora, te ruego. El hombre que se había puesto
en contra del papel de Moisés, ahora lo llamaba señor y se alegraba de hacerlo.
Aarón sabía que, para se le perdonara su ofensa, debía arrepentirse. En nuestra
sociedad contemporánea, el hecho de pedir “perdón” es un acto de cortesía que está
desapareciendo rápidamente. Ellen Goodman escribió en The Boston Globe
recientemente sobre por qué pedir perdón es algo no americano. El problema no es
exclusivo de EE.UU., ni mucho menos. Los médicos, hospitales y fabricantes no suelen
pedir perdón hoy en día; se les pone una demanda. Un barco americano y uno japonés
colisionaron en el mar. Los japoneses intentaron pedir perdón, pero hubo un choque
cultural. En Japón, “se dice que las disculpas evitan juicios”, mientras que en América
una disculpa se ve como “una admisión de culpabilidad legal en lugar de una expresión
de lamento emocional”. Pero “pedir y recibir perdón es una parte importante de
nuestra coexistencia civilizada”. Es una dimensión vital de nuestra relación con Dios y la
familia de Moisés lo sabía.
Por último, este incidente sirvió de advertencia al pueblo. Dios respondió a la
intercesión de Moisés y le dijo que, si su hermana hubiera sido deshonrada por un
padre terrenal, tendría que haber pasado siete días fuera del campamento para
lamentarse por su pecado. Como había sido deshonrada públicamente por su Padre
celestial, debía hacer lo mismo. La comunidad del desierto pararía su viaje
temporalmente y les daría una semana entera en el campamento para reflexionar
acerca de la seriedad del pecado (1–2), la inevitabilidad de ser juzgado (10), la
necesidad de arrepentirse (11–12), la urgencia de orar (13) y el milagro del perdón (14).
Intentar sanar
En esta narración de amargura, antagonismo y alteración, podemos encontrar
algunas dimensiones terapéuticas del cuidado pastoral.
En primer lugar, debemos valorar a los siervos de Dios. Antes, Miriam y Aarón
habían sido utilizados grandemente por Dios. La joven voz de la hermana había jugado
un papel crucial en la salvación de su hermano pequeño cuando era un bebé. Más
tarde, su don profético había inspirado a los viajeros de Israel al reconocer el poder de
Dios. Los fuertes brazos de Aarón habían sido utilizados mientras compartía el
ministerio de la oración con Moisés. Ambos habían sido utilizados en el pasado y lo
continuarían siendo en el futuro si usaban sus propios dones en lugar de desear los de
otras personas. A los infractores, se les dijo dos cosas importantes acerca de Moisés
para que valoraran su ministerio en lugar de criticarlo.
86
Se les dijo que Moisés había sido preparado por Dios. Había sido formado como el
siervo de Dios (7–8) para llevar a cabo una tarea específica para la comunidad del
desierto. Mientras que Dios comunicaba su mensaje a otros por medio de visiones y
sueños, Moisés era llamado personalmente a la presencia de Dios: “contempla la
imagen del SEÑOR”. Dios se sorprendía de que estas dos personas murmuradoras,
después de haber sido testigos del rostro resplandeciente de Moisés, envidiaran su
función especial y no les inspirara la confirmación visible de su siervo por parte de Dios.
También se les dijo que Moisés era completamente digno de confianza: “en toda mi
casa él es fiel” (7). Escuchar (7:89) y hablar eran responsabilidades solemnes, no
beneficios codiciados. A Moisés, se le presenta dos veces en este pasaje como el siervo
del Señor, era humilde (3), fiel (7), misericordioso y una persona de oración (13).
Cuando las personas se ven envueltas en una amarga rivalidad, solamente los creyentes
del calibre espiritual de Moisés serán los que seguramente ejercitarán un ministerio de
sanidad efectivo.
En segundo lugar, debemos entrar en la presencia de Dios. El Señor le dijo a la
familia desunida que fuera a la tienda de reunión, donde se reunieron bajo la sombra
de la enorme nube. Las divisiones serias y las rivalidades amargas nunca se rectificarán
lejos del asiento de misericordia. Solamente cuando oramos y nos exponemos a la luz
de la presencia de Dios, todas las partes se dan cuenta de la necesidad que tienen de él.
Si no hacemos eso, los rivales seguirán luchando para poner al bando opuesto en el
banquillo de los acusados mientras ellos asumen el papel de juez imparcial. Dios a
menudo invierte los papeles cuando pasamos tiempo con él, ayudando a la persona
agraviada a ver que quizás ha participado, aun sin ser consciente de ello, en la
generación del enfrentamiento, o quizás lo haya facilitado por mostrar un espíritu falto
de cariño.
En tercer lugar, debemos escuchar la Palabra de Dios. “Oíd ahora mis palabras”, dijo
el Señor (6). Tenía cosas que manifestar sobre él mismo (que habla y nombra), sobre
Moisés (como siervo fiel) y sobre los infractores: “¿Por qué, pues, no temisteis?” (8). En
tiempos de seria división, todas las partes necesitan reunirse dependientemente
alrededor de una Biblia abierta, no lanzarse textos unos a otros con ira y pretensiones
de superioridad. Deben escuchar atentamente lo que Dios puede estar diciendo a todos
acerca de los acontecimientos que han llevado a tal situación.
Por último, debemos amar al pueblo de Dios. Aarón clamó a Moisés porque estaba
quebrantado por lo que le había ocurrido a Miriam (“No permitas que ella sea como
quien nace muerto”, 12). Moisés clamó a Dios porque estaba preocupado por los dos
infractores. La falta de amor de ambos murmuradores había sido transformada por la
compasión de Moisés; la ira de ellos se había encontrado con la misericordia de él.
TERCERA PARTE
En retroceso
Números 13:1–14:45
88
¿Uvas o gigantes?
Números 13:1–33
Esta dramática narración, que describe el episodio del envío de los espías y los
acontecimientos consiguientes, quedó grabada en la memoria colectiva del pueblo de
Dios. Los escritores posteriores hablaban de estos incidentes con un sentimiento de
dolorosa decepción. Presenta un tiempo de toma de decisiones, cuando los peregrinos
del desierto se equivocaron catastróficamente. Es muy fácil dejarse influenciar por
actitudes impropias, corromper por motivaciones impuras o manipular por personas
poco adecuadas. Los versos de Walt Whitman expresan en qué se ha convertido la
insistencia posmoderna de la total libertad de elección, la indiferencia a las
consecuencias morales o las convenciones sociales:
A pie y con el corazón ligero, tomo el camino abierto,
saludable, libre, el mundo a mis pies;
el largo camino ante mí me lleva a donde yo quiera.
Los creyentes reconocen que hay una prioridad mayor: la importancia de esperar en
Dios. Nuestro pensamiento dominante no es “¿Qué me va mejor?”, sino “¿Qué honra
más a Dios?” Al igual que Israel en este momento crucial de su historia, nosotros
también nos enfrentamos a un futuro incierto. Nos gusta pensar que tenemos las cosas
razonablemente planeadas, pero no conocemos los meses y años que tenemos por
delante.
Millones de nuestros contemporáneos desean tener algún tipo de consuelo y
seguridad sobre los acontecimientos inminentes de la vida. Leen, ya sea en broma o no,
las páginas de los horóscopos en su diario o revista favorita. Muchos buscan seguridad a
través de actividades ocultas más siniestras, consultando a adivinos o utilizando cartas
de tarot, tableros de ouija, etc. Los cristianos se toman en serio los claros
mandamientos de las Escrituras que prohíben tales prácticas, que nos “contaminan” y,
más aún, son “abominables” para Dios. Hay otros, hoy en día, que buscan un futuro
próspero y seguro a través de mitologías orientales y antiguas, y de nuevas religiones.
En los últimos años, en el Reino Unido, se ha puesto muy de moda el Feng Shui, una
antigua ideología china. Influye en la elección y la situación de los muebles, el color de
la pintura, la preferencia de las ventanas: se dice que todo afecta a la energía de la casa
y garantiza un futuro próspero. En nuestra aldea global, las novedades religiosas de un
continente viajan rápido y se adaptan a las tensas necesidades de otro.
Los cristianos reconocen que sólo Dios sabe el futuro y tiene su destino en sus
poderosas y fiables manos. La vida es más que una serie de accidentes desconectados y
los cristianos no deben tener miedo a lo desconocido. Su papel es vivir cada día para su
89
gloria, discernir su voluntad en momentos de decisión y confiar en el Señor para recibir
la orientación que ha prometido que proporcionará.
De esa gran multitud, solamente cuatro personas entendieron la importancia de
buscar la voluntad de Dios y confiar en su palabra. Los demás se sintieron torturados
por la incertidumbre, invadidos por la ineptitud y paralizados por el miedo, y se negaron
a seguir el viaje. Los lectores cristianos aprenderán de los errores de Israel y seguirán el
camino hacia el futuro con los hitos bien reseñados en esta gráfica narración. Quizás
haya momentos en los que, al igual que ellos, tengamos miedo real de lo que pasará en
el futuro. Algunos han descubierto que tienen una grave dolencia o han escuchado que
alguien a quien aman tiene una enfermedad terminal. La seguridad en el trabajo se
tambalea; el despido y el paro se convierten en una triste posibilidad. Las relaciones en
la iglesia quizás hayan empeorado por el mal ejemplo de un líder admirado o la
deserción de buenos amigos. La estabilidad de la familia se ha puesto en peligro por la
infidelidad de la pareja, o quizás los padres están muy preocupados por la tensión en la
vida de sus hijos casados. Lo que parecía una existencia bastante tranquila y segura, de
repente se convierte en un desconcierto agonizante. ¿Cómo reacciona el creyente ante
un cambio tan dramático y desagradable de las circunstancias?
La historia que aparece aquí ha sido “escrita para enseñarnos”, para que, con la
fortaleza que Dios nos da y con el “consuelo de las Escrituras, tengamos esperanza”.
Caleb y Josué aparecen en esta narración como los confiados animadores del pueblo de
Dios. Su ministerio alentador fue rechazado por la comunidad de Israel. Nosotros no
debemos hacer lo mismo. Hemos de escuchar de nuevo el ruego optimista de estos dos
espías al intentar convencer a sus contemporáneos incrédulos para que confíen en
Dios: lo que él prometió (1–16), logró en la historia (17–22), consigue con la experiencia
(23–27) y provee en abundancia (18–33).
94
sus compañeros hubieran dado “un mal informe a los hijos de Israel de la tierra que
habían reconocido” (13:32). Parecía que los diez asustados iban a ganar, pero los dos
que confiaban estaban decididos a no rendirse tan fácilmente. A pesar de las señales
ominosas que parecían indicar que iban a perder, aún tenían la esperanza de que fuera
posible darle la vuelta a la situación. La narración que sigue nos presenta cinco estudios
de carácter, descritos gráficamente, y merece la pena prestarles atención. Estas
personas todavía están con nosotros y sus respectivos ejemplos negativos o nobles aún
perduran.
101
Sin embargo, aunque Dios juzgó a su pueblo (34), actuó con compasión. No
solamente cuidaba a los niños y jóvenes inocentes; los rebeldes seguían siendo su
pueblo y estaba decidido a proveer para ellos. En su juicio justo, no podía dejarles ir
impunes; en su amor, no les dejaría ir.
102
CUARTA PARTE
La espera
Números 15:1–25:18
La continuidad de la palabra
Al comenzar a viajar de nuevo “para el desierto, camino del mar Rojo” (14:25),
recordaron las últimas palabras que Dios les había dicho. “cuarenta días… llevaréis
vuestra culpa… Yo, el SEÑOR, he hablado, ciertamente esto haré” (14:34–35). Aunque
tenían que pagar por su transgresión, Dios quería que supieran que aún era su Dios y
que estaría en comunión con ellos a través de Moisés, revelando verdades no sólo para
beneficio suyo, sino también para todos los que les siguieran en el peregrinaje de la fe.
El tema de “Dios aún habla” es evidente en todo el capítulo y estas personas
culpables necesitaban desesperadamente su consuelo, el cual se confirmaba
repetidamente en palabras idénticas: Y el SEÑOR habló a Moisés, diciendo: Habla a los
hijos de Israel, y diles… (1, 17, 37). El mensaje hace referencia a observar todos estos
mandamientos que el SEÑOR ha hablado a Moisés (22–23, cf. 35, 40). Si el Señor se
estaba comunicando tan claramente con ellos, habiendo pasado poco tiempo desde
que le habían rechazado, no podían poner en duda que Dios permanecía con ellos para
103
dirigir sus pasos.
La seguridad de la tierra
Aunque su pueblo le había tratado a menudo con desdén (14:11, 23), Dios les habló
con benevolencia, repitiendo la verdad de que la nueva generación entraría en la tierra.
Sus leyes sobre los sacrificios comienzan con la palabra de una promesa continua:
“Cuando entréis en la tierra que yo os doy por morada…” (2) y después de esta
afirmación viene una declaración similar más adelante en el capítulo, como si se
quisiera confirmar la fiabilidad de esa promesa: “Cuando entréis en la tierra adonde os
llevo” (18). En el momento que Dios había establecido, la nueva generación la poseería
y disfrutaría de sus abundantes productos.
Agradar al Señor
104
Otra nota característica que resuena en todo el capítulo es la frase recurrente,
aroma agradable al SEÑOR (3, 7, 10, 13, 14, 24). Le agradaba, porque la ofrenda era
indicio de obediencia personal (hacer lo que Dios había ordenado), declaraba su lealtad
renovada y confesaba su fe personal. Al Señor, le entristecía que, lejos de complacerle
(14:8), los rebeldes lo habían “desdeñado” (14:11, 23), pusieron a prueba
repetidamente (14:22), habían murmurado (14:27) y se habían “juntado contra” él
(14:35). Un día, al entrar en la tierra, la generación nueva traería ofrendas agradables al
SEÑOR, en respuesta obediente y agradecida a su generosidad.
Traer lo mejor
La ofrenda de productos de cereal, aceite y vino, además de los animales, sugiere el
aspecto de “comida sagrada” del sacrificio del Antiguo Testamento. Estos ingredientes
tendrían funciones de celebración en sus hogares y la ofrenda de sacrificios debía incluir
esta idea de comida participativa. En la mayoría de las ocasiones, una parte del
sacrificio animal era para el sacerdote y, a veces, otra se compartía entre los que traían
la ofrenda.
La orden de ofrecer el vino quizás implicaba una suave exhortación a una
generación que le había restado importancia a las pruebas visuales de la abundancia de
Canaán, como ese gran racimo de uvas, que se recogieron en el valle de Escol. Al
decirles Dios que ofrecieran vino, les estaba prometiendo que sería suyo para poder
presentarlo en abundancia.
No se debe pasar por alto el detalle de la ofrenda de harina. Las primeras
referencias se deben a la ofrenda de flor de harina (4, 6, 9), muy refinada, de alta
calidad y utilizada en ocasiones especiales o en casas reales.379 Simbolizaba la entrega
de lo mejor que tenían para el Señor. Una referencia que se hace a la harina más tarde
también es importante; los israelitas iban a ofrecer de las primicias… una torta como
ofrenda cuando estuviera disponible de la era (20). No había tiempo para refinarla hasta
obtener la harina de la mejor calidad, pero el uso inicial de este grano más grande era
por un motivo similar porque simbolizaba el hecho de poner al Señor en primer lugar.
Debían hacerlo repetidamente cada año que recogieran el grano: “De las primicias de
vuestra masa daréis al SEÑOR una ofrenda por vuestras generaciones” (21).
Amar a su pueblo
Estas normas para los sacrificios no estaban limitadas a los nativos (13), aquellos
israelitas privilegiados criados desde su infancia en la comunidad del pacto. Dios
también provee para los extranjeros y los refugiados, uno que esté entre vosotros que
quisiera confesar la fe en el Dios de Israel (13–16). El extranjero que deseara
identificarse con el pueblo de Dios debía ser protegido de xenófobos que quizás
utilizarían estas ocasiones de sacrificio para excluir a personas de otras naciones. Era
igualmente importante proteger la fe en sí misma por si acaso algún extranjero
105
imaginarse que podía simplemente abrazar la fe de Israel además de otras religiones
que le habría gustado mantener. Convertirse en un adorador del Señor de Israel
significaba entrar en la comunidad del pacto, aceptar sus leyes y cumplir los requisitos,
además de disfrutar de los privilegios. El estatuto perpetuo por vuestras generaciones,
que los israelitas y el extranjero serán iguales delante del SEÑOR, no sólo recordaba a
los no israelitas la naturaleza exclusiva de su compromiso con el Señor, sino que
también les protegía de la marginación social y las prohibiciones exclusivistas.
La inclusión del “extranjero” es mucho más importante en este contexto, puesto
que Caleb, el héroe de la narración anterior, pertenecía a este grupo. En un pasaje
posterior, en el que se le alaba una vez más por su completa lealtad (32:12), se le
identifica deliberadamente como un “cenezeo”. Tanto Josué, un creyente nativo (13),
como Caleb, un extranjero que reside con ellos (15), siguieron al Señor de todo corazón.
En la sociedad contemporánea, donde desgraciadamente las tensiones étnicas y los
conflictos raciales caracterizan la vida de cada continente, estos dos hombres
representan el modelo de creyente ejemplar. Insistían en que un pueblo que pone a
Dios en primer lugar nunca menospreciará a otros. Quienes reconocen que su vida
pertenece en primer lugar a Dios saben que confesarle significa vivir como él; el Señor
se preocupa por todos y les ama, ya sea nativo entre los hijos de Israel o extranjero (29).
106
acción en concreto (un pecado de comisión), que, aunque no se percataran de ello,
estaba expresamente prohibida. Pecar por ignorancia se diferenciaba de pecar “con
desafío” (30), aunque, en la misericordia de Dios, incluso los pecados intencionados
podían ser perdonados (5:5–8) porque se podía recibir expiación (Lev. 6:7). Ni David ni
Manasés pecaron inadvertidamente, sin embargo fueron perdonados. Un Dios santo
quería que su pueblo entendiera la seriedad del pecado y que hicieran todo lo que
estuviera en su mano para mantenerse alejados del mismo; pero aquí tenemos algunas
reglas que establecen qué hacer en caso de haber pecado inadvertidamente. El pasaje
nos ayuda a centrarnos en el entendimiento del creyente de la gravedad del pecado y
cómo afecta a nuestra relación con Dios.
En primer lugar, el pecado debe ser identificado. Dios, que es santo y
profundamente sensible a los efectos nocivos del pecado, nos ha dado sus
mandamientos para que su pueblo sepa lo que le agrada o le agravia. La Palabra de Dios
juega un papel crucial a la hora de identificar y exponer el pecado humano; es como un
espejo que nos muestra cómo somos a ojos de Dios. Leer y aplicar regularmente las
Escrituras evitará que nos acomodemos a los patrones de conducta cada vez más
inmorales del mundo contemporáneo. Si no somos conscientes de la gravedad del
pecado expuesta por las Escrituras, podemos caer fácilmente en una visión casual del
pecado, llegando a ser indiferentes, impasibles e incluso a no tenerle miedo.
Una vez que el pecado haya sido identificado, debe ser rechazado. Este pasaje nos
presenta la seriedad con la que Dios se toma el pecado, y la Palabra de Dios no sólo nos
alerta de sus peligros, sino que también nos muestra cómo huir de él. El predicador de
la iglesia primitiva Juan Crisóstomo enfatizó que la Biblia sirve para mucho más que
para desempeñar una simple función negativa de exponer nuestros errores. Las
Escrituras son “mucho más excelentes” que un espejo que revela crudamente lo que
somos, pero no tiene poder alguno para hacer que seamos mejores. La Palabra de Dios
“No sólo nos muestra nuestra propia deformidad, sino que también la transforma, si
nos prestamos a ello, en algo extraordinariamente hermoso”.
Por lo tanto, el pecado debe ser confesado. La comunidad, preocupada por sus
pecados no intencionados, enviaba representantes al sacerdote local para que pudieran
reconocer que habían pecado inadvertidamente. Sabían con qué facilidad y rapidez el
pecador podía contaminar a una comunidad, así que estaban deseosos de arreglarlo
antes de que pudiera extenderse como una enfermedad infecciosa. Un pecado no
confesado propaga rápidamente otro.
Además, el pecado se debe eliminar. Los miembros de la comunidad querían estar
seguros de que su pecado era perdonado. Sólo un sacerdote podía hacer expiación por
medio de un sacrificio adecuado por toda la congregación de los hijos de Israel para que
pudieran ser perdonados. Esta expresión de hacer expiación significa “limpiar”, para que
la infracción sea completamente anulada. La infracción se limpiaba de la mente de Dios
y los infractores eran limpiados: serían perdonados.
El pecado se perdonaba no porque los infractores hubieran pagado el precio de un
sacrificio animal, sino porque Dios es misericordioso. El sacrificio confirmaba la
penitencia de los infractores y expresaba la gratitud de los creyentes. El Nuevo
107
Testamento recoge este rico contexto de sacrificios en la confirmación de que
solamente Cristo es el Sacerdote para el creyente, quien hace de mediador entre el
pecador y un Dios puro y santo. Nuestro Sacerdote único se convirtió en la víctima de
sacrificio al tomar sobre sí el juicio por nuestros pecados y los cargó en su cuerpo físico
al morir por nosotros en la cruz. Por medio de un sacrificio totalmente suficiente y
completamente efectivo, podemos saber que somos completamente perdonados.
108
en su vida personal y comunitaria.
Al principio, se les dio una advertencia verbal para recordarles las graves
consecuencias de la desobediencia intencionada. En Sinaí, comenzaron una relación de
pacto con el Señor, prometiendo obedecerle y guardar el pacto. Por desgracia, le
agraviaron con su constante desobediencia. Dios les advirtió, una y otra vez, que
adoptar una actitud rebelde sería perjudicial para ellos. Un Dios santo y justo no puede
ser indiferente con una conducta pecaminosa desafiante, cualquiera que sea quien la
tenga.
El Señor empezó la advertencia tratando la naturaleza de la ofensa; obrar con
desafío (30) emplea una palabra hebrea gráfica que significa “pecar con la mano en
alto” que está “preparada para golpear”, “como si el transgresor estuviera a punto de
atacar a Dios”.388 Un término que describía la asertividad confiada de los israelitas
mientras salían con mano fuerte, “a la vista de todos los egipcios” (33:3), se utiliza ahora
no para describir su dependencia de Dios, sino su oposición a él.
Además, el Señor enfatiza las implicaciones de la ofensa. No han menospreciado la
palabra del SEÑOR (31) simplemente, sino que han ofendido a su persona. El infractor
intencionado blasfema contra el SEÑOR (30), o actúa deslealmente, una palabra que
Ezequiel utiliza para describir la adoración idólatra del pueblo.
La advertencia también se centra en la universalidad del juicio. Su palabra se aplica
a cualquier persona que peque de esta manera ofensiva e insubordinada,
independientemente de su trasfondo étnico, ya sea nativo o extranjero (30). No hay
excepciones que reciban su favor; nadie puede alegar una experiencia religiosa, un
logro moral o el estatus social.
La advertencia también habla de la gravedad de las consecuencias. La persona
pecadora debe ser cortada de entre su pueblo (30), ya sea por ejecución o por
excomunión. Blasfemar es actuar con deslealtad hacia el nombre del único por el cual
podemos ser perdonados. El castigo advierte a la generación más joven de la
comunidad que no sigan el negativo ejemplo de sus padres.
La rebelión que se presenta aquí está influenciada por el contexto inmediato de la
seria apostasía del desierto en las fronteras de Canaán y también por la rebelión que se
narra en el capítulo siguiente. Describe a uno que insiste firmemente en mantener una
actitud desafiante ante el Señor. Había pecados deliberados en el Antiguo Testamento
que, a pesar de su seriedad, podían ser perdonados por la gracia de Dios. Sin embargo,
en estos casos, el infractor tenía que confesar el pecado para que hubiera la restitución
necesaria y para traer al Señor la ofrenda por la culpa. Así, el sacerdote podía hacer
“expiación por él” para que el pecador pudiera ser perdonado “por cualquier cosa que
haya hecho por la cual sea culpable”. La diferencia entre esta provisión misericordiosa
por los pecados deliberados y la regla implacable de Números 15 parece referirse a una
actitud de penitencia en lo primero y desafío continuo en lo segundo. Si el infractor
insiste en alzar un puño enfadado en la presencia de un Dios santo, anula el único
medio por el cual es posible el perdón.
109
Un ejemplo actual (15:32–36)
Un duro ejemplo de pecado desafiante es la historia que se presenta para ilustrar
este tipo de pecado. Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto (32), un hombre
rompió el acuerdo del pacto al infringir el cuarto mandamiento sobre de acordarse del
día de reposo para santificarlo. Incluso sabiendo perfectamente que hacer trabajo de
ese tipo está prohibido, el hombre insistió en recoger leña. El Señor había expresado
claramente las instrucciones acerca del castigo si esta prohibición no se seguía, así que
el hombre estaba quebrantando la ley de forma deliberada, especialmente porque
estaba prohibido encender un fuego en el día de reposo.394 Este hombre estaba
rechazando la Palabra de Dios, rompiendo la armonía de la comunidad redimida, siendo
un mal ejemplo para la generación más joven y haciéndose daño a él mismo.
Más adelante, Ezequiel insistió en que esta generación del desierto incumplía
repetidamente la ley del día de reposo, desechando el día que es diferente. Pero este es
el único ejemplo de tal castigo que se menciona en el Antiguo Testamento. siendo
testimonio externo ante sus vecinos paganos, el día de reposo les marcaba como
pueblo diferente que no trabajaba ese día porque Dios lo había prohibido, brindándoles
así una oportunidad específica para llevar una vida de obediencia. Ese pecado
desafiante no se podía ignorar ni minimizar.
111
rápidamente a través de todo el campamento como una enfermedad de descontento,
incredulidad y temor, que hizo estragos. Lo que empezó siendo una queja en solitario,
expresada por cuatro individuos (16:1), se convirtió enseguida en algo más extenso, con
la unión de 250 conocidos jefes de la congregación, personas con mucha
responsabilidad que habían sido escogidos en la asamblea (2). Cuando Dios expresó su
desacuerdo con un acto de juicio, la comunidad entera se unió en contra de Moisés y
Aarón (41–43). Los temas de liderazgo dominan esta parte del libro, cuando los líderes
que Dios ha elegido son desafiados (1–14), probados (15–22) y vindicados (23–50).
116
Los líderes escogidos por Dios son vindicados (16:23–50)
El juicio de Dios se expresó por tres medios dramáticos: un terremoto (31–33),
fuego (35) y una plaga (46), que visitaron a los tres tipos de infractores: los cabecillas y
sus familias (27), las personas que le apoyaban más directamente de entre los 250
compañeros (35) y la compañía en general de personas que se unieron al descontento
(41). Hay varias características en esta gráfica narración que merecen nuestra atención.
En primer lugar, las personas son volubles. Quienes estaban allí siendo testigos del
terremoto y el fuego habían visto por sí mismos que Dios estaba afligido por la rebelión
de estos levitas descontentos. Una vez más, el Dios de Sinaí estaba mostrando su
presencia; el terremoto y el fuego fueron pruebas externas de su poder incomparable
cuando la palabra de Dios les fue dada.
Ese día, en Sinaí, el pueblo había prometido hacer “todo lo que el SEÑOR ha dicho”,
pero aquí estaban, metidos en una contienda, descontentos con el Dios que tanto había
hecho por ellos. El pueblo que un día corría despavorido (34) había vuelto al día
siguiente (41) para quejarse, echando de nuevo la culpa a Moisés y a Aarón por todo lo
que había acontecido. Les hicieron responsables personalmente por la muerte de los
infractores (“Vosotros sois los que habéis sido la causa de la muerte del pueblo del
SEÑOR”, 41), cuando era evidente que había sido Dios exclusivamente quien había
intervenido con justicia. ¿Cómo podían los dos líderes organizar un terremoto o
provocar un fuego que consumiera? Las personas son volubles. Un día están temerosos
de lo que les pueda ocurrir y al día siguiente no les importa ofender a Dios.
En segundo lugar, los recordatorios son importantes. Los incensarios utilizados por
los levitas descontentos se sacaron de los restos del fuego de justicia y se hicieron con
ellos placas de bronce para cubrir el altar. Esta señal a los hijos de Israel (38) les
recordaba el castigo que tenía lugar cuando se rechazaba descaradamente la palabra de
Dios. Cada uno de los rebeldes levitas sabía que ningún laico, que no fuera descendiente
de Aarón, debería… quemar incienso delante del SEÑOR (40). La nueva cubierta para el
altar era un recordatorio visual. Si alguien en el futuro osara tener una actitud similar,
también le ocurriría como a Coré y a su grupo (40).
Dios, en su gracia, proveyó a su pueblo símbolos visibles de lo que él había dicho y
hecho, y esta sección de enseñanza nos presenta varios: los flecos azules en el borde de
sus vestidos (15:39), la nueva cubierta de bronce y la vara de Aarón que florecía (17:10).
El arco iris había sido una señal anterior de la fidelidad de su pacto y la circuncisión era
otra.417 La celebración anual de la Pascua también era “señal” inspiradora del poder de
Dios y su misericordia. Las piedras memoriales en el Jordán fueron después otra “señal”
de la presencia del Señor que hacía posibles las cosas,419 así como la piedra colocada
por Samuel como testimonio de la bondad del Señor en medio de los problemas.
El día del Señor es una “señal” parecida para los cristianos, al igual que el día de
reposo lo era para el pueblo de Israel, y les recordaba las prioridades espirituales y la
necesidad de obedecer los mandamientos del pacto. El valor de las señales tiene su
máxima expresión en el bautismo y la cena del Señor, que describen gráficamente de
117
forma visible la muerte salvadora y la resurrección victoriosa de Cristo.
En tercer lugar, la expiación es crucial. La ira de Dios se expresaba con gran poder
cuando la comunidad se juntaba contra Moisés y Aarón (42). El Señor les dijo a los
líderes que quería destruir a los rebeldes y los dos hombres cayeron sobre sus rostro
(45), rogando a Dios que interviniera con misericordia. Moisés obró con rapidez y le
pidió a Aarón que tomara un incensario y fuera ante la presencia de la asamblea. Era un
asunto de extremada urgencia; cada minuto que pasaba, las personas estaban cayendo
a causa de la plaga que se extendía ferozmente entre el pueblo. Aarón corrió en medio
de ellos para hacer expiación por ellos (46).
El sumo sacerdote de Israel se colocó entre los muertos y los vivos, y la plaga se
detuvo (48), una imagen fascinante de un Mediador infinitamente mayor. El Hijo de
Dios vino a un mundo rebelde, en el que las personas eran indiferentes al poder y a las
consecuencias del pecado, y cuyos efectos eran infinitamente peores que los de la plaga
más mortífera, pero él hizo expiación por ellos (46). Con su sacrificio por medio de la
muerte en la cruz, se coloca entre los vivos y los muertos. Nuestra respuesta a su obra
salvadora determina si vamos a vivir con él para siempre o si pasaremos a una
eternidad perdida.
En cuarto lugar, el pecado es devastador. Lo que empezó como un pensamiento
rebelde en la mente de Coré y sus compañeros, se extendió por todo el campamento.
Una queja expresada por más de 250 personas infectó a millares. Cuando, al final de ese
triste día, enterraron a los que habían muerto por la plaga, cavaron miles de tumbas.
Los levitas debían proteger de la plaga a la comunidad (8:19) y aquí algunos de ellos la
habían causado. Dentro del tabernáculo, la nueva cubierta del altar era el trágico
recordatorio de la desobediencia humana; fuera de la tienda, expuestas a la vista del
público, estaban esas tumbas innecesarias, más símbolos fruto de una insurrección
desastrosa.
En último lugar, Dios es misericordioso. Al final de estos trágicos días, un gran
número de personas había sido objeto de la ira de Dios. Irónicamente, muchos de los
infractores habían muerto en el desierto, destino que habían deseado en su queja
(14:2). Aun así, había más israelitas vivos que muertos. Moisés y Aarón intercedieron,
cayendo sobre sus rostros ante el Señor (45). Se había hecho expiación y la gran mayoría
se libró del juicio. Una vez más, Israel se dio cuenta de que pecar “con la mano en alto”
tiene consecuencias desastrosas. Habría sido mejor que aquellos levitas y rubenitas
ambiciosos y todos sus seguidores hubieran aprendido la lección de los flecos antes que
ofender la santidad del Señor.
Como señal
118
Números 17:1–18:32
120
La historia mostró cómo el pueblo de Dios debía discernir la voluntad de Dios. Los
líderes de las casas paternas debían escribir su nombre en las varas individuales (2) y el
nombre de Aarón se debía poner en la vara de la tribu de Leví (3). Tenían que colocarse
por la noche delante del arca, que simbolizaba el trono de Dios (en este tiempo, el
Señor identificaba figuradamente el santuario como el lugar en el que se encontraba
con su pueblo). Había dos cosas que eran claramente importantes: en temas de disputa,
debían buscar la presencia de Dios (“donde me encuentro contigo”, 4) y someterse a la
autoridad del Señor (“las pondrás… delante del testimonio”, 4). Es un llamado a entrar
en el lugar de oración para discernir la voluntad de Dios, no para conseguir apoyo para
nuestras propias ideas. El santuario era un lugar en el que los sacerdotes se
encontraban con Dios y guardaban su Palabra, conservada con amor en las tablas del
arca.
121
fidelidad, santidad y provecho de la orden de los sacerdotes, establecida por Dios. Su
autoridad ha sido confirmada por esta vara milagrosa que floreció “a través del poder
que Dios puso en él”. La relación cercana con la palabra de Dios estaba representada
por el nombre del árbol; los sacerdotes estaban “cuidando a las personas
instruyéndolas” en la Palabra de Dios.434 Sus atractivas flores blancas reflejaban la
pureza moral necesaria para el oficio, y sus preciadas almendras, el fruto espiritual.
El objetivo de la señal era terminar con las quejas de los hijos de Israel contra sus
siervos (5) y contra Dios mismo (10). El Señor sabía que aunque el milagro quizás
convencería a los testigos inmediatos, no silenciaría a la multitud que se quejaba como
un todo. Por desgracia, Números vuelve a tocar el tema de las quejas más adelante
(20:2–5; 21:4–5).
Dios tenía paciencia con ellos y su compasión se revela por medio de otra
característica de esta historia. Cuando el pueblo se negó obstinadamente a entrar en la
tierra, Moisés recordó que el Señor “castigará la iniquidad de los padres sobre los hijos
hasta la tercera y la cuarta generación” (14:18) y los hijos de los rebeldes comprobaron
esta verdad porque tuvieron que esperar hasta poder entrar en Canaán. Aun así, la
rebelión de Coré demostró no sólo el juicio de Dios, sino también su misericordia. Sus
hijos no murieron como había muerto su padre (16:27, 32). Algunos de ellos quizás
respondieron a la advertencia de alejarse de la tienda de los infractores, aunque esto
significara tener que dejar a sus padres (16:25–27). Las generaciones futuras no
sufrieron, porque “los hijos de Coré no murieron” (26:11); los miembros lejanos de esa
familia vivieron para inspirar a otros, a través de salmos majestuosos,437 para poner su
esperanza y confianza439 en Dios, y no dudar ni a rebelarse contra él, como había hecho
su agresivo antepasado.
Dios había mostrado su voluntad por medio de la señal del almendro y la vara, pero
el pueblo aún tenía miedo por lo que había ocurrido. Fuego repentino había consumido
a los oponentes (16:35) y el juicio de Dios había enviado a la tumba a un gran número
de rebeldes (16:49). La multitud que quedaba estaba asustada temiendo el mismo final.
La tienda de reunión, que durante más de un año había simbolizado su seguridad,
ahora parecía ser una amenaza para su paz. Los israelitas, angustiados, pidieron ayuda a
Moisés: “He aquí, perecemos, estamos perdidos; todos nosotros estamos perdidos.
Cualquiera que se acerca al tabernáculo del SEÑOR, muere. ¿Hemos de perecer todos?”
(12).
El Señor, que les dio una señal auténtica para acallar sus quejas, habló una palabra
de consuelo para quitar sus miedos. La palabra y la señal deben ir juntas. Es improbable
que las señales por sí solas eliminen las dudas de un pueblo incrédulo. El Nuevo
Testamento demuestra lo inadecuado de las señales como “disolventes del
escepticismo”. Jesús se lo dejó suficientemente claro a sus contemporáneos441 y a Pablo
tampoco le convencía su poder de resolver una discusión. Así que el Dios que había
revelado su voluntad a Moisés hablaba ahora por medio de Aarón (18:1), el sacerdote
que fue acreditado por la señal milagrosa. Aunque normalmente hablaba al pueblo a
través de Moisés, utilizó a Aarón como portavoz como otra prueba más de que el
sacerdote era el siervo escogido por Dios.
122
Una confirmación verbal (18:1–7)
Esta transición repentina de una narración extensa (16:1–17:12) a las normas
sacerdotales tiene una relación directa con lo que ha ocurrido anteriormente. El tema
principal de la conducta problemática de Coré y sus seguidores era la distinción entre
los sacerdotes y los levitas. Por lo tanto, después de la señal visual, este pasaje presenta
la palabra confirmadora de Dios que repite la distinción entre los sacerdotes y los
levitas para que no hubiera ningún malentendido sobre sus papeles respectivos y bien
definidos.
Mientras el pueblo actuara según la Palabra de Dios, no habría ningún peligro de
muerte (17:12–13). Los hijos y la familia de Aarón debían llevar la responsabilidad de los
ofensas, para que, en el caso de que algún israelita inocente entrara en el Tabernáculo,
no fuera condenado. Guardar el santuario era la responsabilidad explícita de los
sacerdotes y levitas. No estarían cumpliendo sus responsabilidades como “pararrayos
espirituales” si alguno de ellos dejara de hacerlo, y, de ser así, los sacerdotes y sus
asistentes los levitas tendrían que asumir las consecuencias.
Primero se enumeran las responsabilidades de los levitas (2–4) y después las de los
sacerdotes (5–7).
Los levitas tenían el papel de servir y apoyar a Aarón y a sus hijos (2), y eso es lo que
Coré y sus amigos encontraban inaceptable. Sin embargo, la disposición de someterse a
otros es un componente esencial del liderazgo espiritual. Minimiza la posibilidad de una
dictadura.
Debían rendir cuentas de lo que hacían: atender a lo que los sacerdotes ordenaran
(3) en su trabajo relacionado con la tienda (2). No debían ser innovadores aventureros,
sino sirvientes que cumplían la voluntad de Dios. La sumisión en el servicio sólo se
puede llevar a cabo si tomamos a Jesús como modelo principal. Como Hijo, se entregó y
se supeditó completamente en obediencia al Padre, y, como siervo ejemplar, se
sometió voluntariamente por amor a sus discípulos.446
También era un papel restrictivo, de dos formas. Por un lado, no podían asumir las
responsabilidades de los sacerdotes; no debían acercarse a los utensilios del santuario y
del altar. Si llevaban a cabo inadvertidamente una actividad que estuviera
exclusivamente reservada a los sacerdotes, tantos ellos como el sacerdote morirían (3).
Por otro lado, los no levitas tampoco podían llevar a cabo las tareas de los levitas. Su
trabajo era proteger la tienda de intrusos descuidados o indiferentes.
Además, era un papel privilegiado, porque habían sido escogidos para los
sacerdotes: “He aquí, yo mismo he tomado a vuestros hermanos, los levitas, de entre los
hijos de Israel; son un regalo para vosotros, dedicados al SEÑOR, para servir en el
ministerio de la tienda de reunión” (6). El Señor sabía que los sacerdotes necesitarían
ayudantes fiables para llevar a cabo las tareas físicas que requerían mucho trabajo,
especialmente cuando la tienda de reunión se debía mover de un lugar a otro. Se
requerían personas que fueran lo suficientemente fuertes para desmontar la tienda y
su patio portátil, y organizar el transporte y la instalación en el próximo lugar.
123
Cualquier tipo de ministerio es algo servil. No es una oportunidad para lucirse de
manera arrogante. El siervo es el regalo de Dios para su pueblo, un hombro firme en el
que apoyarse, no una vara para sus espaldas. Pablo tomó esta idea de que los siervos
de la iglesia eran el regalo de amor de Dios como el concepto del ministerio que
estableció para las iglesias del primer siglo. La gracia “ha sido dada” a todos por medio
del gran y variado número de siervos con los que el Señor enriquece la vida de su
pueblo.
A los sacerdotes, también se les recordó sus obligaciones exclusivas. Aarón sabía
perfectamente que, con anterioridad, dos de sus hijos habían ofendido a Dios
ofreciendo “fuego extraño, que Él no les había ordenado”. Además, más adelante en su
historia, otros sacerdotes fallarían por su estilo de vida inconsistente449 o por rechazar
su palabra, así que era necesario repetir estas normas a menudo. Al igual que el papel
de apoyar que tenían los levitas, el sacerdocio también era un regalo. Tenían la
responsabilidad claramente definida de defender la tienda de los rebeldes irreverentes
que, como Coré, Datán y Abiram, se mantuvieran indiferentes a la Palabra de Dios. El
rey Uzías de Judá agarró arrogantemente un incensario, como Coré hizo en su
momento, y él también sufrió la mano dura del juicio de Dios.451
Su singularidad
Todos debían participar de las ofrendas que el pueblo hacía al Señor: “He aquí que
yo te he dado el cuidado de mis ofrendas, todas las cosas consagradas de los hijos de
Israel; te las he dado a ti como porción, y a tus hijos como provisión perpetua” (8).
Cuando ofrendamos para el sostenimiento de los siervos de Dios, estamos ofrendando
directamente a él; y a la inversa, si no ofrendamos, estamos dejando de dar a Dios. Ser
mezquino a la hora de dar es lo mismo que robarle a Dios, como dijo el valiente
Malaquías a sus contemporáneos materialistas.
Su variedad
Debían recibir porciones de los sacrificios regulares (9–11), las primicias de las
ofrendas de cereal (12–13), una parte de los objetos especialmente “dedicados” al
Señor después de capturar una ciudad enemiga (14), los animales primogénitos (15) y el
dinero de redención que se pagaba en lugar del hijo primogénito en cada hogar
124
(15–16). No todas las ofrendas eran idénticas, lo que nos recuerda que, al apoyar a los
siervos del Señor, podemos ofrecer diferentes regalos. Además de la provisión
económica, podemos recordarles en oración, animarles y ayudarles de forma práctica o
quizás escribir una carta de ánimo a un misionero, o proporcionar una revista o libro
que quizás pueda ser de ayuda a un obrero cristiano. Así como las ofrendas de los
israelitas eran muy variadas, las nuestras también pueden serlo.
Su anticipación
Algunas de estas ofrendas no se podrían traer hasta que Israel se hubiera
establecido como una comunidad agrícola. Para presentar las ofrendas de cereal, hacía
falta vivir en un lugar con buena tierra, no en el árido desierto. Estas normas eran
estatuto perpetuo por todas vuestras generaciones (23). La seguridad de que habría
generaciones futuras para ofrecer estos sacrificios alegraba el corazón de muchos
peregrinos desconsolados, pues les aseguraba que algún día llegarían a la tierra.
Sus condiciones
Las cosas que se presentaban al Señor debía ser consideradas santas (8, 32) y
santísimas (9, 10), y todos los que las comían debían hacerlo como ofrenda santísima y
limpia (10, 13). Lo que se daba para el sostenimiento de estos sacerdotes y levitas se
había “apartado” deliberadamente para este propósito santo. Quienes las recibían
debían esforzarse por vivir de manera digna de las ofrendas santas que se habían
presentado. Esto exigía más de los receptores de las ofrendas que de los que
ofrendaban. Las ofrendas santas debían ir de la mano de destinatarios santos.
Su calidad
El pueblo debía presentar lo mejor. Tenían que dar todo lo mejor del aceite nuevo y
todo lo mejor del mosto y del cereal (12) al Señor para el sostenimiento de sus siervos.
Además, estos no sólo debían recibir lo mejor, sino también dar lo mejor.
Los levitas tenían que ser apoyados por los diezmos del pueblo (24) y ellos a su vez
debían dar al Señor una décima parte de todo lo que recibieran. Por ejemplo, si se les
entregaba el diezmo de unas aceitunas de un agricultor, debían seleccionar de lo mejor
de ellas, la parte consagrada de ellas (29) y ofrecerlas como su propio diezmo. Si alguna
cosecha se hubiera deteriorado desde que lo recibieran, tenían que asumir esa pérdida
y no ponerla como su “ofrenda”. En el siglo V a.C., Malaquías estaba apesadumbrado
porque el pueblo estaba ofreciendo a Dios animales con menos calidad, que no se
atreverían nunca a presentarlos a un jefe terrenal.
El Señor puede quedar decepcionado a veces con nuestras ofrendas, especialmente
cuando gastamos infinitamente más en posesiones y placeres, que en su obra.
Su necesidad
125
Había un día específico en la agenda de Dios para su pueblo en el que sin duda
entrarían en la tierra prometida. Cuando eso ocurriera, la tierra se repartiría entre las
tribus, pero la tribu de Leví no debía recibir tierra por heredad (20, 23–24). Ellos habían
sido “apartados” como personas santas para llevar a cabo responsabilidades
espirituales específicas y no debían ser distraídos de esas obligaciones con
preocupaciones como arar la tierra, sembra, cultivar los campos y recoger la cosecha. El
Señor, no la tierra, debía ser su herencia. Para que el sistema de sostenimiento
funcionara, el pueblo debía obedecer (o sea, confiar en la Palabra de Dios acerca de
ofrendar generosamente) y los siervos tendrían que depender de Dios (en su provisión
antes que en la posesión de tierras).
Su organización
Para evitar debates interminables acerca de la cantidad que sería aceptable como
ofrenda al Señor, les dio un principio básico para apartar una cantidad de su dinero y
posesiones: la idea de entregar una décima parte como orientación general. Los
sacerdotes y sus familias serían sustentados con su parte de la comida de sacrificios,
aceite, cereal y vino que se ofrecería en el santuario, y por los pagos en moneda de
cinco siclos de plata (aproximadamente, el salario de seis meses) que se les daría cada
vez que recibieran el dinero de redención (16) por el nacimiento de un hijo varón
primogénito.
Al principio, los levitas serían muchos y no participarían de estas ofrendas del
santuario. Su sostenimiento vendría del sistema de diezmos (21, 24) por el que todos
los israelitas ofrecerían a Dios una décima parte de lo que el Señor les había dado. Sin
querer ser legalistas, un gran número de cristianos en todo el mundo demuestran que
el diezmo sigue siendo una guía útil para dar y testificar que Dios ha asegurado que las
nueve partes restantes serán suficientes para cubrir sus necesidades.
Su continuidad
Estas normas debían ser como un pacto permanente delante del SEÑOR para ti y
para tu descendencia contigo (19). El acuerdo representaba la provisión perpetua para
sostener a los siervos de Dios. Las normas eran algo más que reglas temporales:
contenían principios bíblicos que siguen siendo tan relevantes hoy en día como lo
fueron entonces.
Su propósito
La intención principal no era proveer comida para los sacerdotes, sino agradar al
Señor. Nos volvemos a encontrar con una frase que ya habíamos visto sobre las
ofrendas: como aroma agradable al SEÑOR (17). Con la excepción del holocausto, la
parte más grande de aquellos animales de sacrificio y las ofrendas de cereal debían
126
abastecer a los sacerdotes y sus familias. El Señor quería que su pueblo fuera
consciente de que le agradaba asegurarse de que sus siervos tuvieran sus necesidades
vitales cubiertas. El propósito principal de la ofrenda del cristiano no es apoyar a los
obreros, sino glorificar al Señor.
Dios continuó hablando, esta vez a Moisés y a Aarón (19:1), sobre un tema
importante en la comunidad israelita: los inmundos y su purificación. El sacrificio e
incineración de una novilla alazana garantizarían la purificación de cualquiera que
hubiera estado en contacto con un cadáver. Aunque vivimos en un mundo distinto, las
verdades que encierra este pasaje siguen siendo tan relevantes hoy como el que día en
el que Dios habló por primera vez a esta comunidad del desierto sobre los peligros de la
contaminación.
Su contexto
La contaminación por entrar en contacto con un cadáver era un tema que
preocupaba grandemente a la comunidad israelita (5:2; 6:6; 9:6; 31:19). Una aprensión
así puede extrañar al lector actual, pero debemos recordar cuatro aspectos
importantes: su contexto histórico, su dimensión teológica, su aspecto social y su
asociación con el paganismo.
En primer lugar, estas normas están hechas en un contexto histórico específico. Este
ritual de purificación se promulgó en un tiempo en el que los peregrinos israelitas se
encontraban a menudo con la muerte en la comunidad. No se trataba solamente de
que a lo largo de las siguientes décadas fuera a morir una generación entera en el
desierto; desde que se fueron de Sinaí, se habían encontrado a menudo con la muerte
súbita, impredecible, alarmante, misteriosa.
La muerte real o potencial es un tema trágicamente recurrente (11:13–24; 14:2, 10,
15–16, 29, 33, 35, 37, 43). Los individuos desobedientes (15:36), grupos rebeldes
(16:31–35) y un gran número de murmuradores (16:49) murieron todos en el desierto.
Al ser testigos de la demostración del poder de Dios en la vara florida, el pueblo
exclamó aterrado: “He aquí, perecemos… ¿Hemos de perecer todos?” (17:12–13).
Incluso los líderes espirituales de la comunidad no estaban libres de esta amenaza de
exterminación (18:32) y la historia de la muerte continúa después de las normas de la
novilla alazana (20:1, 22–29). Con un énfasis tan reiterado en la muerte, es natural que
127
en este momento de la historia se les dé instrucciones al pueblo israelita sobre cómo
deben reaccionar por la presencia de un cadáver.
También había una dimensión teológica de la muerte en la comunidad. Desafiaba su
forma de entender a Dios como el Dios viviente y santo. Adoraban al Dios viviente y la
presencia de un cadáver era algo ajeno a todo lo que conocían de Dios, el dador y
custodio de la vida.458 El hecho de morir era un fenómeno siniestro; era como si Dios
hubiera abandonado al cuerpo que él mismo había creado. También adoraban a un Dios
santo, pero su experiencia de la muerte era que un cadáver se deterioraba y
descomponía rápidamente. La presencia de un cuerpo sin vida era “incompatible con la
santidad de Dios”, quien exigía pureza en la vida de la comunidad. Un cadáver les
exponía a la profanación espiritual además de a la contaminación física. La presencia de
la muerte era una afrenta a la santidad divina; debían mantenerse alejados de ella.
Quizás había un aspecto social innato en este miedo a un cuerpo humano sin vida.
Un cadáver sin enterrar representaba un serio peligro de salud. En climas extremos, la
descomposición acelerada podía dar lugar a una infección en masa y normas como
estas animaban a las personas a mantenerse alejadas de lugares en los que alguien
hubiera muerto recientemente. El campamento se debía mantener limpio a toda costa
(5:1–4).
También pueden hallarse ocultas asociaciones paganas peligrosas detrás de esta
preocupación por la muerte dentro de la comunidad. Los vecinos de Israel tenían ideas
dañinas sobre el poder de los muertos sobre los vivos. Los rituales paganos asociados
con “el culto a la muerte” formaban parte de la cultura religiosa del antiguo Próximo
Oriente y el pueblo de Dios siempre corría el peligro de adoptar las costumbres paganas
que incluían prácticas como la de “consultar a los muertos”. Los rituales de duelo era
una parte común de la vida pagana.463 A los israelitas, se les había advertido que no se
mutilaran ni se rasuraran el cabello a causa de los muertos ni que les ofrecieran
comida,465 lo cual ilustra la gran incidencia del ocultismo. Algunos de estos peligros
quizás sean motivos por los que se dictaron estas normas acerca del contacto con
cadáveres.
Su particularidad
Este ritual tiene varias características que lo diferencian de las ofrendas que se
describen en otros lugares del Pentateuco.
En primer lugar, al contrario que la práctica de sacrificios, lo que se debía ofrecer
era una novilla, no un novillo. El sacerdote no era una figura clave a lo largo del ritual.
Estaba presente cuando se sacrificaba a la novilla y rociaba un poco de sangre con el
dedo hacia el frente de la tienda de reunión (4); su función era más bien ser testigo de lo
que estaba ocurriendo en lugar de ser el oficiante principal. El sacrificio no debía
realizarse en la tienda de reunión, sino en las afueras del campamento. No hay un
momento específico en el que el individuo que presentaba la novilla se identificara con
la ofrenda poniendo su mano sobre el animal, tal y como era costumbre en los
sacrificios de animales. Lo más extraño era que se incineraba el animal, incluso la
128
sangre. Esto lo diferencia de otras ofrendas en el Antiguo Testamento en el que se
vertía la sangre, y la piel y los restos se utilizaban para otros propósitos.
Otra característica diferente era que todos los que participaban en este
procedimiento de purificación quedaban inmundos simplemente por participar. Los
rabinos señalaron que estas aguas limpiadoras “purifican a los inmundos y hace
inmundos a los puros”. Se nos presenta una ordenanza que parece funcionar de forma
distinta y servir a un propósito diferente al de los rituales sacerdotales que se describen
en otros lugares del Antiguo Testamento.
Su característica más distintiva es la conservación de estas cenizas para utilizarlas en
un evento posterior. Otros sacrificios en el Antiguo Testamento tienen un sentido de
inmediatez; el ritual de la novilla alazana está diseñado para cumplir requisitos
inevitables en el futuro antes que necesidades del presente.
Sus condiciones
Una novilla alazana sin defecto que nunca se hubiera utilizado debía llevarse al
sacerdote Eleazar, el hijo de Aarón, para ponerla así en un lugar fuera del campamento
en el que ser sacrificada. Eleazar debía rociar un poco de sangre siete veces hacia el
frente de la tienda de reunión (4). Entonces, se quemaba todo el animal, su cuero, su
carne, su sangre y su estiércol (5), mientras el sacerdote echaba madera de cedro, e
hisopo y escarlata (6) en el fuego. Tanto el sacerdote como la persona responsable de la
incineración debían lavar su cuerpo y ropa cuidadosamente. Quedarían inmundos hasta
el atardecer y sólo podían entrar en el campamento de nuevo después de este tiempo
de purificación.
Entonces, un hombre que no estuviera involucrado en los procedimientos
anteriores debía recoger las cenizas de la novilla y guardarlas para utilizarlas con
posterioridad, fuera del campamento en un lugar limpio (9). Esta persona, por estar en
contacto con las cenizas, también debía lavar su ropa y quedaría inmundo hasta el
atardecer (10).
Cualquier miembro de la comunidad, ya fuera israelita o extranjero (10), que tocara
un cadáver quedaría inmundo durante una semana. La persona contaminada debía
lavarse completamente los días tercero y séptimo después del contacto con el cadáver.
Cualquiera que no cumpliera esto quedaría inmundo; contamina el tabernáculo del
SEÑOR y esa persona sería cortada de Israel (13). Esto es una referencia a la amenaza de
una muerte súbita en manos de Dios, o a la ejecución, o a la excomunión de la
comunidad.
Se establecen normas estrictas para la muerte. Un hombre o una mujer que entrara
en una tienda israelita después de la muerte de una persona quedaría inmundo durante
una semana y cualquier recipiente abierto en esa tienda también se contaminaba.
Cualquiera que entrara en contacto directo con un cadáver fuera, o si tocaba un hueso
humano en el desierto, o una tumba, también quedaba inmundo durante una semana
entera.
Quien quedara inmundo por estas razones, podía ser purificado con una pequeña
129
cantidad de las cenizas que se guardaban de la novilla quemada, mezcladas con agua
fresca. Una persona limpia debía mojar una rama de hisopo en esta agua y rociarla
sobre el miembro de la comunidad que hubiera quedado inmundo por la muerte, y
sobre cualquier tienda o mueble en el que hubiera ocurrido la muerte, y sobre
cualquier persona que hubiera tocado un hueso humano o una tumba. Esta misma
persona debía rociar las aguas purificadoras sobre el hombre o la mujer inmunda en los
días tercero y séptimo después del contacto físico con la muerte. La persona que
rociaba las aguas purificadoras también quedaba inmunda por el procedimiento y debía
lavar su ropa. Cualquiera que toque el agua para impureza quedará inmundo hasta el
atardecer (21). La contaminación se consideraba un peligro muy contagioso; todo lo que
la persona inmunda toque quedará inmundo; y la persona que lo toque quedará
inmunda hasta el atardecer (22).
Su simbolismo
La importancia de estos rituales está en la presentación visual de las verdades
esenciales. Los profetas expresaban el mensaje de Dios verbalmente, aunque también
tenían habilidades con la imaginería, fascinantes descripciones gráficas y acciones
simbólicas que ilustraban su mensaje. Los sacerdotes confiaban casi por completo en la
comunicación visual de la palabra de Dios. Permanecían prácticamente callados a
medida que la palabra era comunicada a través de signos elocuentes de realidades
mayores.
El problema que tenemos nosotros es que, normalmente, estas señales no se
explican ni se interpretan; en su cultura, el significado era obvio para todos. Si nos
dejamos llevar por nuestra imaginación, podemos conferir a estos aspectos significados
ajenos. Calvino se angustiaba porque algunos de sus contemporáneos deducían muchos
“temas cuestionables” en sus interpretaciones de este pasaje. Cuando aparecía algo
extraño, se sentía más cómodo confesando su ignorancia que “sugiriendo algo dudoso”,
y así evitaba una alegorización excesiva de cada minúsculo detalle.
Una buena forma de guiarnos a la hora de explicar un simbolismo es dejar que un
pasaje de las Escrituras interprete otro. Si un símbolo tiene un significado de una
verdad específica en un contexto específico, es posible que presente un mensaje similar
en otro contexto. Teniendo esto en cuenta, vamos a estudiar el simbolismo que se
emplea en estas normas.
131
contaminación está restringida aquí al contacto con la muerte, la cual, a su vez, se
asocia deliberadamente con el pecado: el agua para la impureza; es agua para purificar
del pecado (9). El pecado y la muerte están unidos inseparablemente en las enseñanzas
bíblicas. El pecado es la causa de la muerte y la muerte es la consecuencia del pecado;
esta enseñanza nos lleva al principio de la historia de la humanidad. Los que quedan
inmundos, ya no pueden vivir dentro de la esfera en la que habita y reina Dios; deben
permanecer fuera de las fronteras hasta que sean purificados por los medios que él
provee.
Su mensaje
Debemos preguntarnos qué nos puede enseñar sobre nosotros mismos esta
increíble señal visual, acerca de la vida y, sobre todo, del Dios por cuya gracia se originó
tal señal. La imagen representa gráficamente algunos aspectos cruciales del mensaje
bíblico.
La contaminación es seria
En esta norma básica para cuando alguien se contaminara con un cadáver, se
contenían valores espirituales cruciales y altos niveles morales.
La contaminación hacía que el individuo quedara inmundo. La ofensa no se podía
ignorar o dejar a un lado. Es un recordatorio visual de los efectos contaminantes del
pecado en la vida humana. Perjudica seriamente a los hombres y las mujeres, y hace
que sean peores de lo que querrían ser en sus mejores momentos.
Además, la contaminación personal afecta a otros. Si no se trataba de la forma que
mandaba el Señor, la contaminación se extendía de la persona inmunda a otras. Quien
estando inmunda no hubiera sido purificada sería cortada de en medio de la asamblea
(20), ya que representaba un peligro moral y espiritual en el campamento. Esto es lo
realmente destructivo del pecado humano: se propaga rápidamente de una víctima a
otra. Incluso cuando pecamos en secreto (como con el pensamiento), somos inferiores
moral y espiritualmente de lo que podríamos ser.
132
El problema de la contaminación no se puede despreciar como si fuera una
preocupación atrasada del mundo antiguo. Nuestra cultura corre sus propios peligros
de contaminación que puede provocar el caos en la vida personal, familiar y de la
comunidad. Las víctimas de abusos infantiles que sufren recuerdos imborrables; los
pederastas, uno de los agentes de contaminación del nuevo milenio; los
narcotraficantes, que provocan no sólo un grave mal uso del cuerpo, sino al aumento
del crimen para asegurarse el dinero para el próximo “chute”. La promiscuidad
empeora la ya alarmante situación del SIDA, que se describe como “la epidemia más
mortífera de la historia”. Se estima que, en el 2050, el número de muertes a causa del
SIDA en África llegará a su máximo; solamente en Nigeria, 1,25 millones. La mente de
las personas se ciega con la disponibilidad instantánea de pornografía por Internet, con
las oportunidades de contacto dañino en salas de chat. Hace una década o dos, los
cristianos responsables en el Reino Unido luchaban por proteger a nuestros hijos
insistiendo en que las revistas pornográficas se debían colocar en las estanterías más
altas de las tiendas. Ahora, tienen al alcance de la mano materiales destructivos y
degradantes en la pantalla del ordenador. Hace poco, se publicó un estudio que
demostraba que de 290.000 niños que clicaban en páginas pornográficas,
aproximadamente un 8% tenía diez años o menos. Alrededor de uno de cada cinco
chicos menores de 17 años afirma haber visitado estas páginas al menos una vez al mes
durante una media de 28 minutos.
La contaminación entristece a Dios. El israelita que no se purifique a sí mismo,
contamina el tabernáculo del SEÑOR (13) y la persona que haya contaminado el
santuario del SEÑOR (2) por no haber buscado la purificación insulta al Señor que ha
provisto los medios de purificación. Cuando cometemos una falta, pecamos contra
nosotros mismos y contra nuestros prójimos, pero, sobre todo, contra Dios, lo cual aún
es más serio. David conocía esta verdad: después de pecar contra Betsabé y su marido
asesinado, clamó al Señor: “Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo
delante de tus ojos”.
La necesidad es universal
Esta purificación estaba disponible tanto para los israelitas como para el extranjero
que reside entre ellos (10). El ritual sirve de testimonio para la necesidad más amplia de
la humanidad y, junto con otros pasajes similares (9:14; 15:15–16, 29), mira hacia atrás
y hacia delante. Realizaban una reflexión sobre la promesa hecha a Abraham (una idea
clave en Números), que, como padre espiritual de “multitud de naciones”, sería la
fuente de bendición para “todas las familias de la tierra”, y anticipa el momento en el
que las personas de todo el mundo responderían a las buenas nuevas de la purificación
en Cristo a través de la misión universal de su Iglesia.482
La gracia es continua
Este ritual debía ser un estatuto perpetuo (10, 21). No sólo estaba disponible
133
durante sus viajes por el desierto, cuando la muerte era una característica habitual en la
sociedad. Dios había dado un lugar en su ley a esta ayuda visual para que las futuras
generaciones pudieran conocer el peligro de la contaminación y la necesidad de
purificación. Esta norma ceremonial anticipa un tiempo en el que Dios haría un
sacrificio único y definitivo por el que las personas puedan recibir perdón
gratuitamente, disponible para todos aquellos que se arrepientan, para que se alejen
de sus pecados y reconozcan a Cristo como su Salvador.
Nuestro problema es infinitamente más serio que el de los israelitas inmundos. El
suyo era la impureza ceremonial; nosotros somos culpables de corrupción moral. Ellos
habían errado porque habían tocado un cadáver; nuestra ofensa es que estamos
muertos, hemos sido asesinados por el poder destructivo del pecado en nuestra vida.
Quienes están “muertos en… delitos” sólo pueden ser resucitados de nuevo al ir al
Cristo que murió por ellos y resucitó. La muerte que salvó al delincuente que murió
junto a Jesús sigue siendo igual de efectiva hoy en día como lo fue aquel Viernes
Santo.484 La oración de Jesús para que fuera perdonado, y millones de personas como
él, obtiene una respuesta gloriosa cuando una persona inmunda reconoce su impureza
interior.
La pureza es costosa
Para que ningún israelita quedara inmundo, se ofrecía un sacrificio costoso. El
animal era maduro y perfecto; nunca se había utilizado para arar, así que no tenía ni la
más mínima marca. Tenía mucho potencial económico para producir terneros, grandes
cantidades de leche, una fuente continua de ingresos. Su corta vida terminaba para que
nadie fuera cortado (13, 20); moría para que las personas inmundas (7, 8, 10, 11, 13, 14,
15, 16, 17, 19, 20, 21, 22) pudieran ser liberadas de la contaminación que las aislaba.
Su cumplimiento
Las imágenes del ritual de la novilla alazana anuncian la salvación eterna de Cristo
para la humanidad inmunda. Por su muerte y resurrección singular, quienes se
134
encuentran fuera del campamento, “lejos” en términos espirituales, son acercados a la
comunidad redimida.
En primer lugar, la novilla debía ser perfecta (sin defecto, 2), dedicada para este
propósito único, sobre la cual nunca se haya puesto yugo (2). El Hijo de Dios, perfecto y
sin mancha, vino al mundo única y exclusivamente para procurar nuestra salvación y
cumplir así la voluntad de Dios.
En segundo lugar, una muerte en el pasado hace efectiva la purificación en el
presente. El animal fue sacrificado no simplemente para responder a una emergencia
inmediata sino, también para suplir una necesidad final. Esta característica lo diferencia
del sistema normal de sacrificios del Antiguo Testamento. A pesar de que Cristo murió
por nosotros históricamente ese primer Viernes Santo, los beneficios de su muerte
siguen siendo tan efectivos como el día de su sacrificio transformador.
En tercer lugar, solamente las personas inmundas podían administrar el ritual
purificador. Un hombre que esté limpio (9) recoge y conserva las cenizas, y después, en
el momento de necesidad, una persona limpia (18) rocía el agua purificadora en la
persona inmunda. Cristo es el sacrificio purificador y el que logra sus beneficios para
nosotros, y no tiene mancha, como afirman frecuentemente los escritores del Nuevo
Testamento.
En cuarto lugar, el proceso de descontaminación incluía la absorción de la impureza.
La persona que administraba el proceso de purificación tomaba la impureza, tal y como
hizo el Señor Jesús al morir en la cruz, absorbiendo nuestro pecado en su propia
persona, para que, como lo expresa Pablo tan emotivamente, “al que no conoció
pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él”.
Utilizando el famoso canto del siervo de Isaías,491 Pedro expresa la misma verdad: “Él
mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz”.
En quinto lugar, el procedimiento de purificación era costoso; las personas limpias
que recogían las cenizas y las rociaban en las aguas purificadoras quedaban inmundas.
El precio más grande del sacrificio de nuestro Salvador fue que un Padre puro, santo y
justo apartó su cara de su Hijo, que portaba nuestro pecado, para que Jesús clamara
angustiado: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Por último, la novilla alazana tenía que ser sacrificada fuera del campamento. Un
sacrificio por el pecado de la contaminación debía tener lugar lejos del santuario santo
del centro del campamento. Jesús fue llevado fuera de la ciudad al Calvario, el campo
de la muerte, rechazado por sus contemporáneos y expulsado de los límites de sus
instituciones religiosas.495 Para llevar a cabo la purificación de los demás israelitas,
algunos miembros de la comunidad tenían que estar preparados para salir de la
seguridad de los límites del campamento con el fin de ayudar a aquellos que, a menos
que su contaminación fuera purificada, no tendrían la esperanza de volver a vivir en la
comunidad segura y limpia.
Sin embargo, por muy considerables que fueran los paralelismos con Cristo en este
ritual con la novilla alazana, hay un gran factor que separa este medio de purificación
del Antiguo Testamento de su cumplimiento en el sacrificio único de Cristo. Este
sacrificio es el tema principal de la carta a los Hebreos.
135
Era vital mantener el campamento limpio de impureza en tiempos del Antiguo
Testamento. La contaminación era real y aislaba a las personas, pero la purificación
disponible solamente se limitaba a la ceremonia. No llegaba a lo que Bunyan llamaba la
conciencia “trastornada” o “dañada”. El sacrificio de Cristo no era un ejercicio de
limpieza ceremonial, sino una purificación interior que deja al pecador completamente
purificado. “Porque si… la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han
contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de
Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará
vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” La provisión de la novilla
alazana anticipaba algo infinitamente mayor. El agua rociada permitía que el israelita
inmundo volviera al campamento; la sangre derramada de Cristo, que el pecador
limpiado entrara en el cielo.
136
automáticamente bien por el hecho de amar a Dios. Su experiencia no sirve de base
para la euforia optimista de las personas que creen en la “teología de la prosperidad”,
por la que aseguran que tendrán salud y riquezas. La Biblia es más realista y más
honesta. Como dice el puritano Richard Baxter, cuando tenemos “vino y vinagre en la
misma copa”, las malas experiencias nos conducen a Dios: “¿Nunca has visto a uno
‘andando en medio del horno de fuego’ contigo?” Y nos animan a mirar hacia delante,
porque “esta inconstancia no existe en el cielo”.
A medida que iban apareciendo acontecimientos imprevisto en su agenda, había
momentos en los que Moisés se enfrentaba al peligro; pero, en los planes soberanos de
Dios, las peores experiencias se pueden transformar en oportunidades creativas para el
Señor. La narración nos invita a considerar sus diferentes personalidades y escenas que
contrastan.
145
al final, descubrimos que era necesario andar con palos, pegando a los arbustos
mientras pasábamos descalzos con cautela… nos irritaron tanto, que incluso el
más valiente de nosotros tenía miedo de pisar la tierra.
La experiencia que tenía Israel con estos reptiles letales les hizo despertar a la
realidad. El texto familiar de la serpiente de bronce describe la provisión sanadora del
Señor para esta malhumorada multitud. Tras su uso gráfico por el Señor Jesús para
ilustrar los efectos de salvación de su muerte en la cruz, la historia fue interpretada
imaginativamente por maestros cristianos primitivos.530 El pasaje tiene aspectos
importantes que decir sobre el pecado, la adversidad y la misericordia.
146
Dios había provisto: “no hay comida ni agua, y detestamos este alimento tan miserable”
(5). La provisión fiable, nutritiva, de maná fue tachada de “miserable” y “liviana” (Reina
Valera 1960) y, una vez más, se entristecieron porque ellos no vieron nada “excepto
este maná” (11:6). El adjetivo tan despectivo que utilizaron para describir el maná no se
encuentra en ningún otro lugar del Antiguo Testamento. Viene de una raíz que significa
“menudo” o “insignificante” y se refiere a comida de poca importancia. No podrían
haber ridiculizado más la generosidad del Señor.
Un psicoterapeuta ha hablado acerca de los problemas básicos que llevan a las
personas a buscar ayuda y los identifica como “los cuatro temibles”. Los mismos que
aparecen en esta narración: el resentimiento (“¿Por qué nos habéis sacado de Egipto?”),
el miedo (“para morir en este desierto”), el ensimismamiento (“detestamos este
alimento tan miserable”) y la culpabilidad (“Hemos pecado, porque hemos hablado
contra el SEÑOR”). El descontento del pueblo tenía una serie de defectos espirituales.
En primer lugar, no reconocieron su poder. Su liberación de Egipto demostró su
omnipotencia y ahora se lamentaron de que hubiera ocurrido. ¿Cómo podía alguien ser
testigo del asombroso milagro en el mar Rojo y no creer que el Señor estaba de su
lado? Incluso entonces se quejaban de que iban a morir en el desierto, aunque Dios
tuviera mejores cosas reservadas para ellos.
En segundo lugar, no apreciaron su generosidad. Desde la liberación dramática de la
tiranía de sus opresores, el Señor les había dado de comer con este regalo caído del
cielo. El maná había sostenido al pueblo de Israel durante las últimas cuatro décadas.
¿No podían darle gracias por su provisión milagrosa en lugar de criticar sus limitaciones
dietéticas? La ingratitud no tiene cabida entre creyentes; son los paganos los que no
dan gracias, no los cristianos.
En tercer lugar, no reconocieron su misericordia Dios les había dado de comer maná
los días en los que menos se lo merecían. Y eso no como una recompensa por su
fidelidad, ya que habían recibido el maná durante el tiempo de rebelión y apostasía
además de en el tiempo de satisfacción agradecida.
En cuarto lugar, no aceptaron su soberanía. Aún les irritaba que la generación
mayor no vería la tierra prometida, pero no mejorarían las cosas murmurando
continuamente. El Señor no les estaba impidiendo entrar en Canaán por venganza, sino
para preparar una mejor comunidad para los duros días que tenían por delante.
Multitudes de murmuradores persistentes no habrían sido una fuerza competente para
una invasión. La vida no siempre nos da exactamente lo que queremos y la mayoría de
nosotros sufrimos desilusiones inevitables. Cuando nos encontramos en medio de
circunstancias y no tenemos el poder para cambiarlas, no ayuda en absoluto hacer que
la vida sea un canto fúnebre continuo.
Por último, no confiaron en su palabra. A la comunidad del desierto, se le daba
mejor enumerar sus penas que contar sus bendiciones. El Señor había prometido suplir
sus necesidades y no debían olvidar su fidelidad, despreciar su cuidado y negar su
providencia. Eran sus hijos amados, una verdad atesorada por los profetas más
adelante,539 y no permitiría que nada les acaeciera fuera de su soberana voluntad.
147
Los bienes de la adversidad (21:6–7)
Algunas personas aprenden a soportar pruebas insignificantes solamente al
enfrentarse a problemas mayores. Cansado de sus quejas continuas y del rechazo de
sus misericordias de salvación, el SEÑOR envió serpientes abrasadoras entre el pueblo, y
mordieron al pueblo, y mucha gente de Israel murió (6). En la vida humana, la
adversidad no suele estar sola; normalmente, viene acompañada por una comprensión
que no siempre se percibe en tiempos mejores. Algo de esto se aprecia en esta historia
dramática.
En primer lugar, los amigos se apoyan unos a otros. Cuando el pueblo comenzó a
morir por las mordeduras de estas serpientes venenosas, se volvieron a Moisés
instintivamente. Unas horas antes, habían hablado en su contra (5); ahora, les faltaba
tiempo para llegar a él. Sus compañeros, los murmuradores, tenían espíritus rebeldes y
lenguas maliciosas, pero tales amigos no ayudan en medio de un grave problema. Se
volvieron a un hombre de Dios que pudiera escuchar sus aflicciones e identificarse con
su angustia. Cuando nosotros pasamos por experiencias difíciles, amigos fiables son un
alivio inmenso. Los sabios de Israel hablaron a menudo acerca del gran valor de tener
buenos amigos y animaban a los santos a cultivar las cualidades de una amistad de la
que se pudiera depender. El Hijo de Dios valoraba a sus amigos.541 A medida que se iban
acercando sus horas más solitarias, dio las gracias a sus discípulos por su amor genuino
y su discernimiento durante las intensas presiones de la vida.
En segundo lugar, el pecado es destructivo. Estaban descontentos y por eso
acusaron a Dios y hablaron agresivamente a su siervo. La preocupación egoísta del
ensimismamiento humano es así. Lo mejor para combatir la rebeldía es un problema
inesperado o algo que se escapa del control. La adversidad permite que el sufridor
distinga entre lo trivial y lo crucial, lo marginal y lo central. Las mordeduras letales de
las serpientes abrasadoras serían más persuasivas que toda la elocuencia de los líderes
de Israel. Allí, en sus camas, agitados por la fiebre y sintiendo que la vida se les
escapaba de las manos, no les pareció difícil decir “Hemos pecado”.
En tercer lugar, la oración es crucial. Habían estado arrojando a Dios sus incesantes
quejas y tenían que ser representados ante su trono por alguien que pudiera acercarse
al Señor por ellos. El líder difamado se convirtió en el intercesor que necesitaban con
urgencia. La adversidad filtra nuestras prioridades. Ya no estaban interesados en
provisiones culinarias más refinadas. Sabían que Moisés era amigo de Dios y pidieron
algo que ahora importaba más que la comida o la bebida. Los problemas alteraron sus
valores y dieron nueva forma a sus ambiciones. P. T. Forsyth explicó que “el propósito
final de Dios en todos los problemas” es acercarnos a él: “el maestro carpintero, cuando
une dos tablas, las mantiene agarradas fuertemente hasta que fragua el cemento… Así
ocurre con las calamidades, depresiones y desilusiones que nos aplastan y nos unen
más a Dios. La presión que hay sobre nosotros se mantiene hasta que la unión del alma
con Dios se ha fraguado”. Nadie podía negar que estos israelitas, amenazados y
moribundos, estaban “agarrados fuertemente”. Le rogaron a Moisés que intercediera
148
ante Dios: “intercede con el SEÑOR para que quite las serpientes de entre nosotros” (7).
Nuestro mundo necesita urgentemente intercesores informados. Millones de
nuestros contemporáneos no oran casi ni para ellos mismos. Líderes mundiales,
políticos, economistas, educadores, planificadores y tecnólogos toman importantes
decisiones y casi nunca consideran la responsabilidad de la oración. La sociedad
contemporánea excluye a Dios cada vez más y algunas de las personas que nunca oran
necesitan un intercesor. Millones de niños en el mundo viven en familias en las que el
nombre de Dios no se glorifica y no tienen a nadie que ore por ellos. El 85% de los niños
y jóvenes del Reino Unido no tienen ninguna conexión importante con una iglesia local
u organización cristiana. ¿No podrías orar específicamente por un niño que no recibe
oración, para que él o ella sean traídos ante Cristo?
Completamente inmerecida
Aquí tenemos salvación para los pecadores. Las víctimas no se salvaban por su
devoción religiosa, logros morales o excelencia espiritual. Eran rebeldes, culpables de
impaciencia, ira, incredulidad, rebelión, crítica, resentimiento e ingratitud (4–5). Habían
insultado públicamente al Dios que les había bendecido y habían criticado a su siervo
directamente; sin embargo, aquí estaba el Señor ofreciendo una vía de escape. Ahora,
en medio de su angustia, estas personas desleales ya no estaban desasosegados por sus
trivialidades; se habían olvidado de los placeres de Egipto y de los inconvenientes del
desierto. Sus preocupaciones presentes eran, literalmente, cuestión de vida o muerte.
Esta historia gráfica es una parábola incomparable de la maravillosa gracia de Dios.
Él ofrece su don de salvación a rebeldes que no se lo merecen, que han despreciado sus
regalos, rechazado su misericordia, despreciado su palabra y difamado su nombre. El
aristócrata intelectual y fanático que guardó las ropas de los asesinos de Esteban se
enfureció con la audacia de los predicadores cristianos primitivos que proclamaban la
singularidad de Cristo. Estaba obsesionado con poner fin a su misión y empezó a
ejecutar a los líderes, a encarcelar a los seguidores y a acallar su testimonio. Con todo,
aunque lanzaba amenazas de muerte con sus labios, el Señor glorificado se encontró
con él mientras llevaba a cabo su empresa de odio y amargura: “Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues?”. No sorprende, pues, que el apóstol pudiera escribir más adelante
acerca de la demostración única del amor divino por medio de la obra de Cristo:
“Cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo”.
150
En el evangelio de Juan, la enseñanza de Cristo que precede a la ilustración de la
serpiente de bronce deja claro que su salvación estaba destinada a personas que no se
lo merecían en absoluto. Al igual que los contemporáneos de Jesús, nuestra vida está
deteriorada por nuestra ignorancia espiritual, el rechazo decidido de Cristo,553 la
superioridad social, el materialismo grotesco555 y la incredulidad, pero, como con los
rebeldes del desierto, Dios elige salvar a aquellos que menos se lo merecen.557
Urgentemente necesaria
A muchos se les estaba escapando la vida entre sus manos. El letal veneno estaba
acabando con ellos e iban a morir dentro de unas cuantas horas. No era momento para
la reflexión, la postergación o el debate. Quizás, otros habrían tenido tiempo de discutir
si el impacto visual de un objeto metálico podría tener valor terapéutico, pero esto no
era un tema para los moribundos. Si querían vivir, debían mirar y hacerlo sin tardar ni
un instante. La crisis inesperada hizo que reflexionaran sobre los valores de la vida. La
enfermedad consigue eso en la vida de cualquiera. C. S. Lewis nos recordó que “el dolor
demanda atención. Dios nos susurra en nuestros placeres, nos habla a nuestra
conciencia, pero grita en medio del dolor; es su megáfono para llamar la atención de un
mundo sordo”. El dolor “es un instrumento terrible; puede llevar a una rebelión final y
sin arrepentimiento. Pero… quita el velo; planta la bandera de la verdad dentro de la
fortaleza de un alma rebelde”.
Los peregrinos angustiados que miraron en medio de su enfermedad no sólo fueron
sanados, sino que también escaparon de la condenación de la incredulidad. La imagen
de la serpiente de bronce tiene un contexto innegable de juicio en el cuarto evangelio.
El que mire a Cristo no se perderá y “no es condenado”, pero “la ira de Dios permanece”
sobre aquellos incrédulos que rechazan al Hijo de Dios.
151
convirtió en el mediador compasivo. “Intercede con el SEÑOR para que quite las
serpientes de entre nosotros. Y Moisés intercedió por el pueblo” (7). Los rebeldes habían
hablado tan agresivamente contra Dios, que sintieron la necesidad de un mediador. El
Señor, que se había entristecido por las palabras de rechazo por parte de la multitud,
escuchó la petición que hizo Moisés de todo corazón para que fueran salvados. Los
cristianos se regocijan porque tienen un Mediador sumamente mayor que Moisés.
152
Destinada personalmente
Todos podían mirar, pero no todos lo hicieron. Lo único que hacía falta era una
mirada que creyera y la sanación estaba asegurada. No se requería nada más; no se
podía hacer de otra manera. La simplicidad quizás disuadiera a algunos; el evangelio
aún es una ofensa para los sabios. Era típico del Señor darle a este pueblo atemorizado
una oportunidad de creer en su palabra sin forzar la capacidad intelectual. Tanto podía
hacerlo el miembro más joven de la comunidad como el viajero más anciano. Fuertes o
débiles, eruditos o ignorantes, ricos o pobres, todos dependían por igual de esa mirada
única hacia la réplica de bronce de la temida serpiente.
Inmediatamente eficaz
Mirar significaba vivir inmediatamente: cuando una serpiente mordía a alguno, y
éste miraba a la serpiente de bronce, vivía (9). No había otra cura que produjera una
transformación instantánea. Dios les sanaba inmediatamente para que nadie pudiera
negar que fuera sólo él quien lo hacía. Primero, el veneno letal se abría paso por sus
venas con un único resultado: la muerte. Pero la fe en el Señor, quien les había dicho
que miraran, y la voluntad de hacerlo contrarrestarían su infección, garantizarían su
curación, transformarían su vida y cambiarían su destino. Sólo existía una mirada entre
la muerte inevitable y la vida prometida.
Los que miran a Cristo para tener salvación la reciben en el momento en el que
creen. El evangelio que conservó esta historia de la serpiente de bronce también habla
de la promesa que hizo el Salvador de “que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga
vida eterna”. Al principio del cuarto evangelio, Juan el Bautista animaba a sus
contemporáneos a mirar a Jesús como el cordero de Dios;566 al final del evangelio, un
escéptico fue invitado a mirar las manos de Cristo, con las señales de los clavos. El
hombre que había dicho “Si no veo en sus manos la señal de los clavos” vio y creyó.
El incidente del desierto es alegórico. Invita a cualquiera que sea consciente del
poder y el castigo del pecado a mirar a Cristo. Por desgracia, a lo largo de los siglos, las
personas han mirado a otras partes a menudo para suplir su necesidad espiritual.
Algunos lo han hecho a sus propios logros morales, mientras que otros, paralizados por
el pecado, han mirado a sus pecados desesperadamente. Muchos se han vuelto a otras
personas para encontrar ayuda, incluso las buenas personas, pero personas que, al fin y
al cabo, no pueden hacer nada.
En la Inglaterra del siglo XVII, George Fox comenzó buscando en el lugar equivocado.
Estaba angustiado por sus pecados y requirió la ayuda de un responsable de la iglesia.
“Fuma tabaco y canta salmos” fue lo único que le pudo aconsejar como remedio para
su culpabilidad. Fox “intentó razonar con él acerca del problema de la desesperación y
las tentaciones, pero él no sabía nada de mi condición… El tabaco no me gustaba; y los
salmos… no podía cantarlos”. Peor aún, el clérigo traicionó su confianza y ridiculizó su
remordimiento: “Contó mis problemas y mis penas a sus siervos, así que se enteraron
153
las lecheras; esto me apenó profundamente, que abriera mi corazón a tal persona… y
esto me trajo más problemas aún”. Fox recibió ayuda cuando se volvió a Cristo en lugar
de a los religiosos:
Cuando se desvanecieron todas las esperanzas que tenía puestas en ellos, en
los hombres, cuando no me quedaba nada exterior que me ayudara y no sabía
qué hacer; entonces escuché una voz, que dijo: “Hay uno, Cristo Jesús, que
puede hablar a tu situación”. Y cuando escuché esto, mi corazón saltó de alegría.
Entonces, el Señor me hizo ver por qué no había nadie en la tierra que pudiera
hablar a mi situación: para que le diera toda la gloria a él.
Una mañana gris de enero en 1850, un adolescente de Essex, que se sentía culpable,
escuchaba a un predicador, que no conocía, que comentaba un texto de Isaías: “Volveos
a mí y sed salvos… porque yo soy Dios, y no hay ningún otro”. En esa iglesia metodista
antigua en Colchester, el joven Charles Haddon Spurgeon miró y encontró una nueva
vida en Cristo.
Jesús explicó a sus discípulos que, al igual que esa serpiente de bronce en el
desierto, él también sería “levantado”. Moriría por una muerte de sacrificio en la cruz.
Si los hombres y las mujeres dejaban de mirar sus pecados, el esfuerzo humano y la
dependencia de cumplir normas religiosas o logros morales, podrían ser liberados del
poder del pecado y el temor a la muerte, y recibir el don inmerecido de la vida eterna.
Su “levantamiento” era una referencia directa a su muerte por crucifixión. Con este
milagro de misericordia divina, millones de personas a lo largo de la historia mirarían y
vivirían.
Posdata
Esta memorable historia tiene una secuela que ofrece una lección. Las bendiciones
más grandes pueden venir de las peores tentaciones; las cosas más hermosas pueden
ser corrompidas por el pecado humano. Mientras los israelitas levantaban el
campamento y “partieron” (10), nadie podía imaginar que, un día, la serpiente de
bronce se convertiría en una distorsión idólatra. Los peregrinos estarían tan
impresionados con el milagro y tan agradecidos por la misericordia que representaba,
que se lo llevaron con ellos a Canaán. Israel hizo con la serpiente de bronce lo mismo
que Gedeón con el efod de oro: “vino a ser ruina”.
Unos 700 años después de su milagrosa liberación de aquellas mordeduras letales,
otro tipo de veneno estaba infectando la vida espiritual del pueblo de Dios. La serpiente
de bronce que había fabricado Moisés se convirtió en un ídolo, al igual que las piedras
sagradas y los pilares de Asera de la religión cananea. El pueblo empezó a “quemar
incienso ante él”. Seguramente, lo “levantaron en el patio del templo, donde se podía
ver y adorar”, y donde “el que ofrendaba podía mirar a la serpiente, esperando repetir
el milagro mosaico de la sanación… Además, puesto que los cananeos consideraban a la
serpiente un objeto de culto de vida y fertilidad renovada, con el tiempo quizás se
154
convirtió en un puente a la adoración pagana dentro del mismo templo”. Durante un
período de reforma espiritual, el rey Ezequías reconoció su uso idólatra y ordenó
sabiamente su destrucción.574
Es un recordatorio triste, pero necesario, de que, por muy significativos que sean,
los símbolos externos pueden convertirse en “sustitutos de salvación”, trágicas
realidades engañosas. A pesar de su entusiasmo contagioso y testimonio heroico, al
cabo de poco tiempo algunos primitivos maestros cristianos empezaron a confiar en
ceremonias religiosas, buenas obras, generosidad caritativa o logros morales en lugar
de hacerlo en el Cristo que murió por ellos. Algunos autores, preocupados por la
peligrosidad de un cristianismo poco ético, enfatizan la responsabilidad humana a
expensas de la gracia divina: “trabajarás para rescate de tus pecados”. En tiempos de
persecución, sufrimiento y martirio, se convirtió en garantía de salvación: “los pecados
de ellos fueron quitados porque sufrieron por el nombre del Hijo de Dios”.576 En otras
palabras, lo que hace el cristiano tiene más importancia que lo que hizo Cristo. Estas
ideas crean una doctrina de autosalvación, la triste antítesis del mensaje bíblico de la
generosidad divina y la gracia inmerecida.
La marcha a Moab
Números 21:10–35
Esta nueva sección, el último documento de viaje de este libro, cuenta el tiempo en
el que los israelitas llegaron a su destino estratégico antes de cruzar el Jordán, el
desierto que está frente a Moab (11), la frontera de Moab (13), la tierra de Moab (20) y,
por último, “acamparon en las llanuras de Moab… frente a Jericó” (22:1). “Crea la
impresión de una marcha decidida y con determinación hacia la tierra prometida”.
Pasando Transjordania, los viajeros tuvieron una serie de experiencias que cambiaron
su vida. No podemos situar con exactitud todos los lugares de campamento, pero el
objetivo del pasaje es más doctrinal que geográfico. Ofrece un retrato de la
dependencia de los israelitas de Dios para que él les guiara, les proveyera de recursos
esenciales y les otorgara éxito militar.
El pasaje utiliza bastantes detalles geográficos, pero es mucho más que un relato
formal de su último viaje por terreno peligroso. Una de las características más
sorprendentes es la interacción entre Dios, que posibilita, y los humanos, que
responden. En este sentido, continúa un tema que es tan importante como la narración
anterior, en la que Dios proveyó el método de sanación para Israel, pero sólo para los
que respondieran mirando a la serpiente que se había erigido. El Señor suple las
necesidades de su pueblo; el papel de ellos es obedecer y confiar en Dios.
155
A medida que iban de un lugar a otro, a diferentes personas (no sabemos sus
nombres, excepto el de Moisés) se encomendó tareas específicas. Encontramos viajeros
que continuaban el viaje (10); escritores que registraban información geográfica y
militar importante (14); cantantes que celebraban el don del Señor del agua (17);
excavadores, incluso entre la nobleza, que hacían que el agua fuera accesible para
todos (18); diplomáticos que llevaban mensajes importantes a una nación extranjera
(21); soldados que libraban batallas cuando no había ninguna otra forma de llegar a su
destino (23–24); vencedores regocijándose en el poder del Señor sobre sus enemigos
(24–26); poetas (o “cantantes de baladas”) que recordaban las victorias de otras
naciones además de la suya (27–30); espías que llevan a cabo importantes misiones de
reconocimiento para maximizar sus oportunidades militares (32), y guerreros
dependientes (34).
Con estos incidentes deliberadamente seleccionados acerca del largo viaje a través
de la zona de Transjordania, la narración refleja las convicciones de Israel acerca de la
naturaleza de Dios como omnipresente (en la nube que les guiaba), omnisciente
(identificando la fuente de agua) y omnipotente (“entregándoles” sus enemigos). Ya
habían probado que era su sanador (21:4–9); aquí, le reconocen como guía, proveedor
y conquistador.
157
También era el momento de trabajar. Aunque el Señor les había conducido al
manantial subterráneo, el pueblo tenía que cavar hondo en la arena antes de que el
agua comenzara a brotar. Las palabras del poema
El pozo que cavaron los jefes,
que los nobles del pueblo hicieron
con el cetro y con sus báculos.
quizás conserven un detalle acerca de las costumbres de trabajo de los viajeros, cuando
sus líderes de la tribu cavaron las primeras paladas de arena, indicando que era una
actividad de la comunidad en la que todos debían participar de alguna manera. Todos
necesitaban agua, tanto ricos como pobres; todos deseaban ser representados en una
empresa de cooperación entusiasta con los propósitos de Dios.
También era el momento de cantar.
“¡Salta, oh pozo!
A él cantad”.
El pueblo agradecido entonó las notas de una canción de obreros o “de
celebración”, a medida que cavaban profundamente a través de las capas de arena y
roca. Cantaron al pozo escondido, pidiéndole que mostrara su preciado tesoro; pero, al
hacerlo, estaban adorando al Dios que les había traído a ese lugar en el que las
necesidades diarias se suplían con abundancia.
158
había olvidado esa promesa. El texto enfatiza la increíble naturaleza de su éxito militar
citando otro poema (27–30), “una antigua canción antimoabita”, escrita para celebrar
una anterior conquista amorrea sobre los moabitas. En esa ocasión, Quemos, el dios de
los moabitas,590 no había dado a sus adoradores la victoria que necesitaban (29), al
contrario que el Señor, que no fallaba y que permitió a su pueblo derrotar a un
enemigo que podía alardear de haber tenido un éxito militar considerable. No
sorprende que el rey de Moab se preocupara al ver el gran número de israelitas que se
acercaban a su territorio (22:2–3). El temor de Balac no tenía fundamento, porque el
Señor no quería que su pueblo invadiera el territorio de Moab, aunque sí había
planeado entregarles la tierra de Basán, ocupada por los súbditos de su rey Og. Este era
el siguiente reto.
Aunque vencieron al ejército amorreo de Sihón, los viajeros tenían razones para
temer. El territorio que había ante ellos estaba habitado por aquellos guerreros de gran
estatura que décadas antes habían atemorizado a la generación mayor (13:28, 32–33).
El rey Og de Basán era físicamente enorme. Su cama “tenía nueve codos de largo y
cuatro codos de ancho”, pero, aunque los hombres pudieran tenerle miedo por sus
desmesuradas proporciones, el Señor le dijo a Moisés que no era ninguna amenaza
para un Dios omnipotente: “No le tengas miedo porque lo he entregado en tu mano, y a
todo su pueblo y a su tierra” (34).
Al oír que Israel había derrotado a sus vecinos amorreos, el pueblo de Basán, como
es natural, preparó a sus mejores soldados para la batalla. La gran figura de Og, que
salió con todo su pueblo, debió intimidar a los soldados israelitas. Pero el Señor entregó
al rey gigante en su mano, a un pueblo que antes se habían autodenominado langostas
(13:33), y tomaron posesión de su tierra.
La victoria se debía completamente a la soberanía de Dios y no a la potencia militar.
Anteriormente, habían sido una multitud descontenta y murmuradora, divididos
trágicamente entre sí, deseando no haber salido nunca de Egipto e incluso buscando
regresar al lugar de su antiguo cautiverio. Sin embargo, a pesar de tales defectos, Dios
estaba de su parte.
El territorio de Og en Basán era conocido por sus robledales y abundantes pastos,
tan fértiles y tan buena “tierra para ganado” (32:4), que dos de las tribus pidieron
quedarse más tarde con su ganado en lugar de cruzar el Jordán con el resto. La palabra
de Dios se cumplía ante sus ojos; aquí estaba la tierra que fluía leche y miel. No se
merecían su generosidad, pero sus dones se basan en la misericordia divina, no en el
mérito humano.
Subyugar los reinos de Sihón y Og era el aliento más grande que podía recibir un
pueblo al que esperaban grandes retos en la tierra más allá del Jordán. “Se equiparaba
al éxodo como paradigma de la intervención milagrosa de Dios para su pueblo”. Sus
victorias al este del río quedaron en la historia como recordatorio permanente de la
omnipotencia de Dios en tiempos de vulnerabilidad humana.595 El Señor que les había
dado la victoria a un lado del Jordán no les fallaría al otro.
159
Ver por medio del vidente
Números 22:1–24:25
Los próximos tres capítulos de Números contienen una de las partes que encierran
más material literario y enseñanza teológica de todo el libro. Comencemos recordando
la historia gráfica de Balac y Balaam.
El escenario
Las noticias de las conquistas de Israel se extendieron rápidamente por todo el
territorio moabita. Balac, el rey, estaba angustiado por la posibilidad de ser invadido,
especialmente porque los viajeros acababan de conquistar a los amorreos, un pueblo
que había sometido a Moab en el pasado. Su mente trastornada tuvo una brillante idea:
buscaría ayuda sobrenatural en lugar de confiar exclusivamente en la fuerza militar.
¿Por qué no llamar al famoso adivino Balaam de Mesopotamia y pagarle muy bien para
lanzar una maldición a los israelitas? Entonces, los soldados de Balac podrían luchar
contra un pueblo que no tenía posibilidades de vencer desde el principio. Llevando una
cantidad tentadora de dinero, los mensajeros de Balac emprendieron el viaje de diez
días hasta Balaam. Aunque era un pagano que llevaba a cabo brujería y nigromancia
prohibida por Dios, el mago le preguntó al Señor qué debía hacer con la petición
moabita. Desde el principio, se le prohibió maldecir al pueblo, porque es bendito
(22:12). Balaam contestó con una negativa al rey de Moab.
Balac se molestó por la negativa del vidente y decidió volver a pedírselo con una
delegación más impresionante prometiendo a Balaam que sería honrado en gran
manera si maldecía a los israelitas (22:17). Parece ser que Balac sabía que al vidente le
importaba el dinero. Balaam dijo que simplemente no podía traspasar el mandamiento
del SEÑOR, aunque Balac le diera su casa llena de plata y oro (22:18), pero sugirió que la
delegación podía pasar la noche allí para que él le preguntara de nuevo al Señor. Dios le
dijo al vidente que podía ir con la delegación, pero que sólo debía hacer lo que le
indicara. La mañana siguiente, Balaam aparejó su asna y se fue con los jefes de Moab.
Pero Dios se airó porque él iba (22:21–22).
No fue el viaje más cómodo, ni para el animal ni para el hombre. En tres ocasiones,
un ángel le bloqueó el camino. Cada vez, el asna se dio cuenta de la presencia del
mensajero divino con la espada, se hacía a un lado y, durante uno de los encuentros, la
pierna de Balaam quedó apretujada contra una pared. Balaam no sabía por qué el
animal se estaba comportando así y le golpeó con su vara. El asna se molestó por los
160
golpes injustificados y, de pronto, se puso a hablar. Balaam se sorprendió porque se
encontraba junto a un asna que hablaba y, de repente, él mismo vio al ángel y entendió
por qué su animal, que normalmente era dócil, se había comportado de manera tan
rebelde. El ángel le dijo que la terca asna le había salvado la vida y que, si no se hubiera
negado tantas veces a seguir adelante, el mensajero de Dios le habría matado.
El ángel confirmó que Dios quería que Balaam fuera a Moab, pero sólo debía hablar
las palabras que el Señor le dijera. La delegación regresó a Moab con el vidente, quien
posiblemente estuviera más contento porque aún cabía la posibilidad de que se ganara
algún dinero extra. Sorprendido por la demora, el rey Balac le dio a Balaam una fría
bienvenida: “¿No envié a llamarte con urgencia? ¿Por qué no viniste a mí? ¿Acaso no soy
capaz de honrarte?” (22:37). El rey llevó a Balaam a los lugares altos de Baal (llamados
así por la asociación con la adoración pagana) y preparó sacrificios costosos, tal y como
indicó el vidente. Balaam le pidió al rey que esperara junto a los siete altares que había
construido mientras se fue a un cerro pelado (23:3) para recibir la palabra de Dios.
Balaam recibió una serie de mensajes opuestos a lo que el rey quería. Israel era un
pueblo perpetuamente bendecido, no maldecido. Balac quería desesperadamente una
maldición que los inmovilizara y siguió repitiendo el proceso inútil, ofreciendo nuevos
sacrificios y esperando que Dios cambiara de opinión. Al final, el rey volvió a casa
enfadado y frustrado. No había recibido la palabra que quería, pero, por medio de esos
mensajes, los israelitas cobraron el ánimo que necesitaban justo antes de la invasión de
Canaán.
Antes de interpretar el mensaje de estos tres capítulos, debemos reflexionar sobre
su calidad literaria. Quizás nos ayude a entender el impacto dramático en la mente
hebrea a lo largo de los siglos y por qué influyeron en la enseñanza del Nuevo
Testamento además del Antiguo.
Su calidad artística
En todo el Oriente Medio de la antigüedad, contar historias era un arte supremo e
inspirado por el Espíritu de Dios; los israelitas eran buenos narradores de cuentos. Los
padres relataban historias como estas a sus familias. Podemos imaginar a los niños
hebreos a la hora de acostarse: “Cuéntanos el día en el que el asna habló”. Pero por
muy memorables que sean estas historias, son mucho más que cuentos lúdicos. Forman
parte de las Escrituras reveladas e infinitamente más importante que meros recuerdos
ancestrales.
Las historias han adquirido un nuevo valor en esta generación posmoderna. El
interés de las personas no se puede captar con conceptos abstractos o ideas definidas
con precisión; disfrutan escuchando situaciones de verdad, experiencias específicas y
acontecimientos reales. La “teología narrativa” ha encontrado un hueco y ha surgido
una gama de nuevos términos y definiciones para explicar y refinar el arte de discernir
el mensaje de estas apasionantes narraciones. La historia de Balaam, como parte de las
Escrituras únicas, inspiradas y con autoridad, sigue siendo relevante para cada
generación. En la dramática exposición del Antiguo Testamento que hace Esteban,
161
describe estas historias sobre Moisés y sus contemporáneos como “palabras de vida
para transmitirlas a vosotros”, es decir, no solamente al sanedrín que se resiste
espiritualmente, sino también a nosotros que vivimos en la sociedad del siglo XXI. La
historia del asna parlante y su sorprendido dueño es una narrativa que se conserva para
nosotros, hombres y mujeres al principio de un nuevo milenio, quienes, al igual que
estos peregrinos israelitas, seguimos nuestro camino hacia un futuro incierto.
Esta “obra de arte de la narrativa antigua israelita” tiene algo que decir a los
comunicadores de la Palabra de Dios en el siglo XXI. El encuentro de un rey pagano
preocupado y un adivino materialista se cuenta en prosa excelente y poesía
memorable, con varios intercambios de palabras y motivos específicos y repetidos,
todos diseñados para captar y mantener la atención del oyente. Estos incluyen
categorías de “ver” y “escuchar”, empezando la narración porque el rey Balac vio todo
lo que Israel había hecho a los amorreos (22:2). El rey vio un peligro y buscó al adivino.
En el mundo antiguo, los hombres como Balaam se ganaban la vida como adivinos o
videntes; su negocio era “ver” el futuro de las personas que les pagaban grandes sumas
de dinero para recibir un mensaje favorable. Pero este vidente de Mesopotamia no era
capaz de ver al ángel del Señor que obstruía el paso. El asna, perceptiva, en cambio,
podía ver al ángel claramente. Además, el vidente, a quien le pagaban bien por decir las
cosas correctas, no podía hablar por lo que le estaban pagando; pero el asna no era
tonta. El animal fue osadamente elocuente al ver al ángel del Señor que estaba delante
de ella, espada en mano.
En este fascinante texto, encontramos otros elementos de historias de calidad. El
elemento sorpresa es importante en una buena narración. Aquí tenemos al famoso
vidente babilónico, bien conocido por su éxito garantizado (22:6), que no puede
complacer al cliente que mejor paga de toda la región (22:7, 16–17, 37). Tenemos un
animal que literalmente no es impasible ante los problemas (22:27); esta asna sabe
cómo hablar por sí misma. No podemos imaginarnos qué va a pasar a continuación.
El elemento humorístico no se halla muy soterrado. Un vidente famoso no podía ver
lo que era obvio para un asna y un orador profesional no podía entregar la mercancía.
Cuando por fin habló, sólo podía decir lo que enfadaba a su rico cliente. El mensajero
elocuente fue acallado, pero el asna silenciosa habló.
Nótese también el uso de la ironía del que cuenta la historia, potenciada por la
yuxtaposición habilidosa de frases idénticas. El vidente enfadado habló a su animal
(“Ojalá tuviera una espada en mi mano, que ahora mismo te mataba”, 22:29), sabiendo
que no podía responder…, pero sí lo hizo. La única ofensa del asna inofensiva fue salvar
la vida de Balaam del ángel… con la espada desenvainada en la mano (22:23). El asna se
convirtió en una bendición para el instrumento de la maldición; Balaam habría matado
al animal, a pesar de que le había salvado.
El elemento de la repetición se utiliza de forma excelente en la narración. Las
palabras estas tres veces aparecen de nuevo en la historia: en boca del asna (22:28), del
ángel (22:32–33) y del rey (24:10). A Balaam, se le recuerda tres veces los beneficios
materiales considerables de su siniestro encargo (22:17, 37; 24:11) y Balac, frustrado, se
encuentra en tres situaciones improductivas con el vidente impotente (22:39–23:3;
162
23:13–15, 27–29).
La historia está llena de misterio. La narración no simplemente entretiene al oyente;
hace que el lector piense. No siempre estamos seguros de lo que está pasando. Cuando
Balaam recibió a la delegación moabita, les pidió que pasaran allí la noche hasta que él
trajera palabra según lo que el SEÑOR me diga (22:8). Aunque desconocemos la religión
de Balaam, sí sabemos que no creía en el Dios de Israel y, sin embargo, fue utilizado por
el Señor. ¿Qué debemos deducir de esta situación?
Primero, el Dios de Israel le dijo al vidente pagano que no debía ir con los
mensajeros de Balac (22:12). Después, le permitió que fuera (22:20), pero Dios se
enfadó cuando lo hizo (22:22). ¿Cambió Dios de opinión? Es posible que nuestro Dios
omnisciente se enfadara porque sólo él sabía por qué iba Balaam (con codicia,
esperando aún el dinero), cómo iba (engañando, haciendo que Balac pensara que
todavía podía conseguir la maldición) y a dónde iba, a los lugares altos de Baal, un
santuario encima de una montaña, dedicado a adorar a Baal. Esto complacía al rey de
Moab, pero insultaba al Señor de Israel.
Podemos deducir de la narrativa que, en intentos anteriores de discernir el mensaje
divino, Balaam quizás recurrió a la brujería pagana (24:1), pero en el tercer encuentro
vino sobre él el Espíritu de Dios (24:2). ¿Podría el Espíritu Santo utilizar la voz de un
adivino ateo que se ganaba la vida haciendo algo que estaba expresamente prohibido
por Dios? Hay muchos interrogantes que mantienen la atención del oyente. Más
adelante, en la historia, hay elementos que pueden explicar estas incógnitas, así que
escuchreamos más atentamente.
El uso de las imágenes es fascinante. Imágenes y palabras familiares construyen
realidades espirituales. El búfalo y el león asumen más importancia que el asna en la
siguiente historia. Balac estaba angustiado porque miles de viajeros israelitas podían
acabar con sus recursos limitados, como el buey lame la hierba del campo (22:4).
Aquellas fueron las palabras que Balaam oyó primero del atemorizado rey y en el
mensaje del Señor el vidente escuchó claramente que los paganos tenían motivos para
temer al Dios de Israel. Utilizando la imagen de un búfalo, el Señor dijo que su pueblo
era para él como los cuernos del búfalo (23:22; 24:8). Justo antes de la gran invasión, se
les recuerda su milagroso éxodo. Fue Dios el que los sacó de Egipto (23:22); esta era la
fuente de la fuerza del búfalo. Las victorias del pasado inspiraban confianza para el
futuro.
Las imágenes de los animales continuaron a medida que el pueblo escuchó no sólo
acerca de un asna domesticada y un búfalo fuerte, sino también de un león victorioso.
Con el poder de la fuerza invencible del Señor, el pueblo se levanta como leona y se
yergue como león (23:24). Y de nuevo, se agazapa, se echa como león, o como leona,
¿quién se atreverá a despertarlo? (24:9). Balac tenía razones para temer. Si Dios estaba
contra él, los invasores no lamerían todo lo que había a su derredor, como el buey
(22:4), sino que, más bien, serían como el feroz león, que no se echará hasta que devore
la presa y beba la sangre de los que ha matado (23:24). Imágenes tan gráficas son
inolvidables, pero estas verdades iban dirigidas más a los oídos de Israel que a los de
Balac.
163
Los personajes
Ahora vemos los personas del drama; cada uno de ellos tiene elementos
importantes que decirnos en el mundo moderno.
El aterrorizado rey
Balac tuvo mucho temor (22:3); literalmente, “le sobrecogió un gran temor” al
pensar en la multitud que se acercaba y expresó a sus consejeros su ansiedad (4).
Muchos de nuestros contemporáneos podrían verse reflejados en él. El temor es uno de
los peligros recurrentes de nuestros tiempos. Al igual que la mucha ansiedad que se
suele sentir, sus peores temores no tenían fundamento. Dios le había dicho a Moisés:
“No molestes a Moab… Tú cruzarás hoy por Ar la frontera de Moab”. El gran predicador
victoriano Charles Haddon Spurgeon solía decir que “la ansiedad no hace nada para
eliminar las penas del mañana; lo único que hace es quitarnos la fuerza de hoy”.
Podemos aprender algo de Balac: tanta ansiedad es energía emocional desperdiciada y
tortura mental innecesaria. Debemos recordar lo que dijo Jesús acerca de la tiranía de
la preocupación.603
El manipulado vidente
El vidente pensaba que quizás podría amasar una pequeña fortuna diciéndole a
Balac lo que quería escuchar. El rey estaba dispuesto a darle parte de sus riquezas para
quitar sus miedos, guardar sus posesiones, asegurar su país y proteger a su pueblo.
Balaam imaginó soberbiamente que podía hacer lo que quisiera, pero no había contado
con un Dios soberano. Sus nociones paganas tenían que ver con las pseudodeidades
con las que él normalmente trataba, que se centraban en ofrecer los sacrificios más
adecuados, la forma correcta de aplacar o seguirles la corriente y los mejores lugares
para colocarse para obtener sus favores y cumplir los requisitos del cliente. Si a estos
dioses se les trataba correctamente, se les podía adular, controlar o someter. Pero al
Dios de Israel no se le podía comprar ni engatusar para que hiciera lo que los humanos
querían o no. Él había declarado planes para su pueblo y ni un rey temeroso ni un
adivino codicioso podrían frustrar sus planes. Balaam era una voz que Dios pretendía
utilizar, sin más, y no podía hacer nada para evitarlo. Hemos de aprender algo de
Balaam. No debemos asumir con arrogancia que, utilizando fórmulas espirituales
adecuadas, lenguaje correcto de oración o suficiente intensidad en nuestras creencias,
podremos convencer a Dios para que haga algo que vaya en contra de sus sabios
propósitos.
La sorprendida asna
El animal no había hablado nunca hasta entonces y nunca más lo volvería a hacer.
164
Ella también fue un instrumento en manos de Dios. Fue el Señor quien abrió la boca del
asna muda (22:28) y los ojos del vidente (22:31). Por medio de esta increíble historia, el
Señor presentó a su pueblo un mensaje alentador y grandes verdades doctrinales. Una
serie de proposiciones teológicas, por muy nobles e inspiradoras que sean, pueden
desaparecer, pero la historia del asna elocuente perdurará para siempre. El asna juega
un papel en un drama enorme; ni el asna más ambiciosa se lo podría haber imaginado.
Cuando Dios quiere anunciar cosas importantes, influenciar a multitudes, cambiar vidas
y moldear destinos, utilizará a quien sea y lo que quiera (un rey pagano, un vidente
codicioso, incluso un asna que no podía hablar). Esta cautivadora narrativa no trata
acerca de lo que idean los humanos, sino de lo que planea Dios. Para que se cumpla su
voluntad, puede utilizar lo que sea o a quien sea con el fin de conseguir sus fines justos.
A lo largo de las Escrituras, nos enfrentamos repetidamente a instrumentos frágiles
que son utilizados para llevar a cabo los propósitos de Dios: un patriarca mercenario
que engaña a su hermano, un joven inocente encerrado injustamente en una cárcel
egipcia,605 un refugiado irascible culpable de homicidio, un líder oscuro luchando una
batalla solo utilizando una aguijada de bueyes como única arma,607 un miembro de una
tribu que escondía su miserable cantidad de trigo del invasor. Cuando Dios se decide a
hacer algo, puede utilizar cualquier cosa: aguijada de buey, el sueño de un rey pagano,
trompetas, cántaros, antorchas e incluso asnas, para llevar a cabo sus sabios planes. El
asna es nuestra maestra; nadie se debe desanimar porque esté poco preparado. A lo
largo de los siglos, el Señor ha querido escoger y utilizar los don nadie del mundo para
hacer su voluntad, para extender su obra y para comunicar su mensaje “para que nadie
se jacte delante de Dios”.
El mensaje teológico de esta historia tiene una importancia infinitamente mayor
que el atractivo vehículo que se utiliza para comunicarlo, y ahora procederemos a
considerar estas grandes verdades.
Su mensaje
Animados por las victorias anteriores, los viajeros israelitas llegaron a las llanuras de
Moab. Podían ver su destino prometido mientras acampaban al otro lado del Jordán,
frente a Jericó (22:1). La idea de cruzar el río podía intimidar a cualquiera que no fuera
valiente; nadie conocía los peligros que acechaban. Todos somos aprendices con
respecto al futuro. La generación mayor recordaría a menudo el pesimismo de los diez
espías: un territorio extranjero, peligros ocultos, ciudades amuralladas, habitantes
enormes. Ahora, otra colección de “langostas” estaba aquí, a punto de invadir el
enorme país (13:32–33). Lo que necesitaban era una palabra del Señor que les
asegurara que los Balac y Balaam del mundo estaban bajo la soberanía de Dios: el
SEÑOR puso palabra en la boca de Balaam (23:5, cf. 16). Él “bendice a los de dentro, a
través del de fuera”. La palabra de Dios que comunicó a través del vidente se convirtió
en un mensaje de seguridad para los preocupados peregrinos. Las “profecías de
Balaam” se centran en tres temas bíblicos.
165
El privilegiado pueblo de Dios (23:1–12)
En el contexto de una amenaza de maldición, se les recordó la bendición prometida.
El lenguaje de esta primera profecía, las imágenes gráficas e ideas principales reflejaban
deliberadamente las grandes historias patriarcales de Génesis acerca de la bendición de
Abraham y su familia. Al igual que ellos, Abraham estaba en territorio pagano cuando
Dios le dijo que emprendiera un viaje hacia la tierra delante de la cual se encontraban
ahora los viajeros. Él también fue peregrino, con recursos físicos limitados, pero el
Señor prometió a este hombre anciano y sin hijos que de su familia futura surgiría una
“nación grande”. Los viajeros no eran conscientes de la amenaza que suponían las
maldiciones, pero Dios estaba renovando la promesa que le hizo a Abraham de una
bendición segura, utilizando palabras y frases familiares. Dios le había asegurado al
patriarca: “Bendeciré a los que te bendigan y al que te maldiga, maldeciré”.
El vidente no conocía su rica historia y era imposible que supiera que su vocabulario
y sus metáforas llevarían a los israelitas a sus raíces espirituales. El vidente imaginó que
estaba hablando en privado a Balac, pero, en realidad, estaba animando públicamente
a Israel. El primer mensaje de Dios a través de Balaam reiteró la primera promesa de
Dios a Abraham. Era una promesa de personas y de tierra. En aquel entonces, Abraham
y Sara carecían de ambas cosas. Eran una pareja sin hijos y lo único que tenían era una
promesa, pero eso les bastaba.
Ahora, a las puertas de Canaán, una parte de la promesa se había cumplido
gloriosamente. Aquí estaban, un pueblo tan numeroso como prometió Dios: “Ahora
mira al cielo y cuenta las estrellas, si te es posible contarlas… Así será tu descendencia”.
Cuando el mensaje de Balaam se dio a conocer en el campamento, recordarían de
repente las promesas a Abraham: “Te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la
tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua; y yo
seré su Dios”.613 “Te bendeciré grandemente, y multiplicaré en gran manera tu
descendencia como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar, y tu
descendencia poseerá la puerta de sus enemigos”.
Lejos de convertirse en el objeto de una maldición, el pueblo de Dios sería
instrumento de bendición: “y en tu simiente serán bendecidas todas las naciones de la
tierra”. El pueblo israelita llevaba escuchando acerca de las promesas patriarcales desde
el principio, y, ahora, a través del mensaje de Balaam, las promesas estaban ofreciendo
a los viajeros una seguridad renovada. La primera profecía del vidente identificó la
seguridad inexpugnable, la identidad distintiva, el patrimonio único y el destino final.
En primer lugar, Balaam reconoció su seguridad inexpugnable (23:7–8). El vidente
no esconde su impotencia. ¿Cómo podía maldecir a quien Dios no ha maldecido o
condenar a quien el SEÑOR no ha condenado? Se pronunció una bendición específica
sobre el pueblo de Israel, en el que el Señor prometió “guardarles” o protegerles (6:24).
Los que habían recibido la bendición de Aarón estaban a salvo de la maldición de
Balaam. Su confianza estaba en el que ponía palabras de bendición en la boca del
sacerdote devoto de Israel y del adivino materialista de Balac.
166
La promesa a Abraham había dejado claro que cualquiera que les maldijera se
encontraría con que sus palabras se volverían contra: “al que te maldiga, maldeciré”.
Los poderes ocultos de Balaam eran muy peligrosos, pero el vidente carecía de poder
para hacer daño al pueblo al que Dios estaba empeñado en bendecir. En días
posteriores, mientras entraban en la tierra nueva y en una cultura extraña, no sufrirían
daño a causa de los hechiceros, videntes o nigromantes. El Señor reinaba sobre tales
poderes hostiles y su soberana voluntad no podía ser frustrada. Él protegería sus
hogares y vencería a sus enemigos; les guardaría tanto de los peligros visibles, como de
los invisibles. Balaam era maldecido, no los israelitas: poco tiempo después, él murió
por el juicio de un Dios justo (31:8, 15).
En segundo lugar, Balaam enfatizó su identidad distintiva (23:9). Desde la cumbre de
las peñas, el vidente identificó que ese gran campamento lleno de peregrinos era un
pueblo que mora aparte, y que no será contado entre las naciones. Al comenzar su viaje,
Moisés había distinguido a los israelitas “de todos los demás pueblos que están sobre la
faz de la tierra”, como pueblo “apartado de los pueblos para que seáis [suyos]”. El
vidente pagano recordó al pueblo de Dios que era único. El Señor creó el mundo y las
naciones que habitan en él, y todos estaban bajo su control soberano. No era
simplemente el Dios de Israel, una deidad nacional o tribal que no se preocupaba por
aquellos que vivían más allá de las fronteras del país. Tal y como descubrió Abraham, el
“Juez de toda la tierra” se preocupaba por la inmoralidad de Sodoma además de por el
destino de Israel. Abraham también conoció el estatus sin rival que tenía Israel en los
propósitos de Dios, no para engrandecerse, sino para que, a través de ella, otras
naciones pudieran ser enriquecidas: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”.
Eran una nación escogida, separada para él, un pueblo que llevaría el mensaje distintivo
hasta los confines de la tierra.
En tercer lugar, Balaam identificó su patrimonio único (23:9–10a). El lugar
geográfico de la profecía es significativo. Balaam fue hasta la cumbre de las peñas en
una montaña que había cerca, donde al menos podía ver una parte de la multitud de
Israel. Los videntes consideraban que era mejor estar en un lugar alto con una vista
completa del pueblo al que iban a maldecir, o donde el vuelo de los pájaros podía
sugerir el mensaje correcto para el cliente ansioso. Aquella cumbre de las peñas (9) del
mensaje de Balaam recordó a los israelitas cuando el patriarca subió a una parte alta de
Canaán desde donde había mirado en todas direcciones de la tierra prometida, hacía
varios siglos: “toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre”.
Ahora, la descendencia que había prometido había llegado a las puertas de la tierra
prometida.
El vidente demostró su incapacidad de contar tal multitud de personas: “¿Quién
puede contar el polvo de Jacob, o numerar la cuarta parte de Israel?” (10). El Dios que
multiplicó milagrosamente el número de personas cumpliría la otra parte de la promesa
al traer a esta gran multitud a la tierra que escogió. Incluso el lenguaje utilizado por
Balaam recuerda al mensaje a Abraham: “Y haré tu descendencia como el polvo de la
tierra; de manera que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también tu
descendencia podrá contarse”. Ahora, siglos después, Balaam estaba citando las mismas
167
palabras que Dios habló al patriarca: “¿Quién puede contar el polvo…?” Sólo los
hombres habían sido censados por motivos militares, pero nadie podía ni empezar a
estimar una parte del número total de personas.
Esta frase “contar el polvo” inspiraba mucha confianza. A lo largo de los siglos, los
innumerables granos de arena del desierto se habían convertido en su ayuda visual
inspiradora. El mensaje de Balaam llamaba la atención especialmente porque esas
promesas patriarcales las estaba pronunciando un orador pagano que no podría haber
sabido nada acerca del encuentro de Dios con Abraham. Les recordaba la fidelidad de
un Dios que estaba decidido a obrar sus planes soberanos para su pueblo.
Por último, Balaam anhelaba su destino final (10b). Su declaración mezcla un deseo
personal: “Muera yo la muerte de los rectos, y sea mi fin como el suyo” (10). El hecho de
que fuera un vidente tan codicioso el que pronunciara el deseo de morir la muerte de
los rectos, quizás no sea más que la esperanza de que, con los años, acumulara
riquezas, propiedad y seguridad; pero la segunda parte del paralelismo, sea mi fin como
el suyo, sugiere que quizás tuviera algo más en mente aparte de los beneficios
terrenales. Aunque fuera disimuladamente, quizás deseara bendiciones en la vida
después de la muerte.
La triste esperanza de Balaam de que quería morir la muerte de los rectos, quizás
suene a la historia patriarcal. Abraham y sus contemporáneos santos eran identificados
con frecuencia como “justo” o “recto”. Al llegar al final de su vida, el patriarca “murió en
buena vejez, anciano y lleno de días, y fue reunido a su pueblo”. A diferencia del pagano
Balaam, Abraham había honrado a Dios y llegado al destino que tenía marcado. Había
todo un mundo entre la vida de Balaam y la del patriarca. El ministro Philip Henry solía
decir que “todos los que van a ir al cielo cuando mueran, deben comenzar su cielo
donde viven”.626 La petición sentimental de Balaam no le fue concedida. Como
contrario al pueblo y a los propósitos de Dios, padeció la muerte de los malvados (31:8,
16).
El mensaje de esta primera profecía llegaría a animar a los israelitas, que era a quien
iba dirigido en un principio, pero eran noticias desastrosas para Balac. Utilizando el
lenguaje de la bendición y la maldición, que era tan característico de las promesas
patriarcales, el rey de Moab protestó a Balaam: “Te tomé para maldecir a mis enemigos,
pero mira, ¡los has llenado de bendiciones!” (11). El vidente insistió en que sólo podía
hablar “lo que el SEÑOR pone en mi boca”. Balac rechazó lo que estaba escuchando y
pensó que merecía la pena probar de otra forma. El rey y el vidente encontraron otra
peña con una vista diferente, pero con sacrificios idénticos. Balac esperó pacientemente
con la esperanza de recibir una respuesta mejor. La segunda profecía expone dos temas
importantes, ambos extremadamente relevantes para un pueblo que va a entrar en una
tierra nueva: la palabra de Dios digna de confianza (23:18–20) y su presencia invencible
(23:21–26).
172
tenemos magnífica poesía que utiliza la estructura familiar del paralelismo hebreo en el
que se presentan ideas idénticas, relacionadas o contrarias, en líneas sucesivas:
tiendas/moradas (5), valles/jardines (6a), áloes/cedros (6b), agua/simiente (7a),
rey/reino (7b), devorará/desmenuzará (8b), león/leona (9), bendigan/maldigan (9b). La
poesía es un recurso excelente para la memorización; se asegura de que estas grandes
verdades no se olviden rápidamente.
En tercer lugar, atrae la mirada. El mensaje se ilustra de forma brillante. La
descripción gráfica de esta tercera profecía recurre a imágenes muy visuales que
impresionan al oyente con la forma que tiene el Señor de dar abundante y
generosamente. Después de una ilustración doméstica (tiendas/moradas, 5), viene una
geográfica (valles/jardines, 6a) y de horticultura (áloes/cedros, 6b). Los bienes minerales
preciados (agua, 6b–7a) se igualan al crecimiento físico (simiente, 7a), cuando las
imágenes pasan a ser de la realeza (rey/reino, 7c), históricas (sacados de Egipto, 8a),
militares (devorará/desmenuzará) y animales (búfalo, león, leona, 8a, 9a).
Por último, informa a la mente. Las imágenes gráficas son un recurso literario
efectivo y encierran ideas doctrinales y principios espirituales importantes para el
oyente. Dios supliría las necesidades de su pueblo proveyendo los recursos necesarios
para la vida: disfrutarían de paz en las tribus (hermosas… tiendas y moradas seguras, 5);
ventajas geográficas (valles que se extienden, jardines junto al río, 6); agricultura fértil
(áloes plantados por el SEÑOR, cedros junto a las aguas, 6) y bienes minerales (nótese la
repetición: junto al río… junto a las aguas… Agua correrá… muchas aguas, 6–7). Una
fuente de agua predecible es la mayor de todas las bendiciones en un clima como este.
(La referencia a los baldes probablemente describa el transporte del agua desde los ríos
o los pozos por parte de las personas que recogían el agua para regar los cultivos).
Crecerían en número (simiente quizás nos evoque la promesa a Abraham, que les
recuerda de nuevo lo que se le dijo al patriarca sobre el aumento de la descendencia) y
seguridad nacional (más grande que Agag será su rey, 7, puede que prediga una victoria
futura o tal vez “un nombre común entre los reyes amalecitas”[como los nombres de
Abimelec en Filistea y Ben-Hadad en Siria]).657 El pueblo de Dios también estaría
confiado espiritualmente (se le recuerda que el Dios que lo saca de Egipto, 8, cf. 23:22,
haría efectiva su conquista de Canaán) y tendría éxito militar (Devorará a las naciones
que son sus adversarios… y los traspasará con sus saetas, 8). Así como los egipcios
fueron devorados por las aguas del mar Rojo y el rey cananeo de Arad (21:1–3) y Sehón
y Og (21:21–35) fueron vencidos por el ejército de Israel, los enemigos de Israel serían
destruidos en los inevitables conflictos que surgirían en el futuro.
El mensaje es un recordatorio oportuno de que a los que heredan sus bendiciones
(23:20), confían en su Palabra (23:19) y disfrutan de su presencia (23:21) nunca les
faltará su provisión. La profecía termina con una dramática conclusión cuando el
vidente pagano, que desconoce la fuente, repite la promesa hecha a los patriarcas:
“Benditos los que te bendigan, y malditos los que te maldigan” (9). Fueron las palabras
que el rey Balac había utilizado, también sin darse cuenta, para adular y describir la
reputación del adivino (22:6). Se habían hecho realidad en las inesperadas profecías
que había recibido el rey; aquellos a quienes Balaam había bendecido repetidamente,
173
disfrutarían de esa bendición, y la maldición que se suponía que era para ellos acabaría
cayendo sobre la cabeza del adivino (31:8, 16).
Al escuchar el tercer mensaje, Balac estaba enfurecido (10–11) y batió palmas con
desdén. Ordenó a Balaam que regresara a casa e hizo alusión a la fortuna que se había
perdido (“Yo dije que te colmaría de honores”), (11) por haberse negado a maldecir a la
multitud de Israel. Balaam repitió que le era imposible traspasar el mandamiento del
SEÑOR (13). Más tarde, volvería a su país natal, pero sorprendió al frustrado rey con la
promesa de un mensaje final. La última profecía no había sido solicitada ni bienvenida y
advertía a Balac sobre lo que este pueblo hará a tu pueblo en los días venideros (14).
177
se unió a Baal de Peor (3). Vamos a ver de cerca a aquellas personas involucradas en la
historia de la caída de Israel.
El enemigo despiadado
Detrás de la caída idólatra de Israel, había un enemigo más siniestro que Balac, uno
que siempre está trabajando para contaminar y hacer daño al pueblo de Dios: el diablo.
A lo largo del viaje por el desierto, había utilizado todas las artimañas posibles para
crear problemas y estragos en el campamento israelita: descontento (11:1–6),
relaciones dañadas dentro de una familia del liderazgo (12:1), envidia (12:2), miedo
(14:31), rebelión (14:4, 10), desobediencia (14:40–45), rivalidad (16:1–3), deslealtad
(16:41–17:5), peleas (20:3–5) e irreverencia (21:4–5). En la frontera moabita, había
fracasado con su nociva estrategia de brujería, pero ahora estaba dispuesto a probar
otra táctica: el atractivo de la inmoralidad sexual. Cuando el diablo fracasa en una
empresa, crea otra rápidamente. Pedro describió al enemigo destructivo como “león
rugiente”, constantemente al acecho “buscando a quién devorar”. En el campamento
de Israel, encontró muchos “a quién” el día en el que llegaron las mujeres moabitas
para invitar a los hombres a su fiesta local. Los cristianos deben estar alerta por si
aparecen peligros por parte del diablo.680
El Señor agraviado
Mientras tenían lugar estos sórdidos acontecimientos en el campamento moabita,
se encendió la ira del SEÑOR contra Israel (3). Los hombres israelitas habían ofendido su
santidad, ignorado su palabra, deshonrado su nombre, manchado su testimonio y
provocado su ira. Le dijo a Moisés que castigara a los líderes de las tribus que hubieran
participado en este escándalo, seguramente porque no habían detenido a sus hombres
con su influencia como líderes. Aquellos de los suyos que se han unido a Baal de Peor (5)
debían ser ejecutados. La ofensa era un acto público de apostasía tan grande, que no se
podía pasar por alto. Junto al incidente del becerro de oro y los sucesos paralelos, la
ofensa entró en los anales de la historia de Israel como uno de sus actos más idólatras,
una fea mancha imposible de borrar de su memoria como pueblo.697
El sacerdote entusiasta
En la narrativa de Baal de Peor, hay dos personajes que contrastan completamente.
Ambos ocupan puestos de considerable influencia social. Uno era el hijo de un dirigente
del pueblo, de la tribu de Simeón; el otro era el nieto de Aarón. Uno representa la
insubordinación descarada; el otro, la obediencia incondicional. Los viajeros israelitas ya
podían divisar la tierra prometida; estaban en el umbral del peligro religioso y moral. La
adoración de Baal no se limitaba a la región de Peor. La tierra de Canaán estaba llena de
altares; cada uno de ellos era escenario de ceremonias de fertilidad corruptas y
pornográficas que incluían rituales inmorales, prostitución sectaria y sacrificios de
niños. Ante tal tentación siniestra, ¿tendrían los israelitas la debilidad moral de Zimri o
el compromiso espiritual de Finees?
En medio de un vasto e inhóspito desierto, no existía la tentación de participar en
decadentes rituales de fertilidad, pero ahora estaban a punto de entrar en un entorno
agrícola y no podían minimizar la seriedad del pecado. Si cedían a la maldad, como
acababan de hacer, provocarían la ira de Dios. Se enfrentaban a un futuro moralmente
precario y necesitaban un ejemplo visual de lo que significaba obedecerle. En este
trágico momento de su historia, el nieto de Aarón se convirtió en el ejemplo para Israel,
obediente a la palabra de Dios, con celo por el honor del Señor y comprometido con su
servicio.
QUINTA PARTE
Hacia delante
Números 26:1–36:13
Y aconteció después de la plaga, que el SEÑOR habló a Moisés y a Eleazar, hijo del
sacerdote Aarón, diciendo “Levantad un censo de toda la congregación de los hijos de
Israel” (1–2). Era el momento de empezar de nuevo. A excepción de Moisés, Caleb y
Josué, todos los que se contabilizaron al principio del viaje (1:1–4:49) habían fallecido
en el desierto. La lista de tribus, clanes y familias con la que empieza esta sección final
de libro se ha conservado con un propósito. Hay cuatro temas específicos que se
pueden extraer de estos históricos registros.
Su contexto militar
Los nombres de las personas incluidas en este segundo censo siguen instrucciones
precisas acerca de los madianitas, quienes, siguiendo el consejo de Balaam, habían
“engañado” a los israelitas (25:16–18; 31:16) y fueron la causa de la muerte que se
extendió por el campamento. Todos los hombres de veinte años arriba por sus casas
paternas, todo el que en Israel pueda salir a la guerra debían ser incluidos en la lista
como soldados de la comunidad y prepararse para el conflicto no sólo con las fuerzas de
Madián en la región de Transjordania (31:1–24), sino también a gran escala cuando
entraran en Canaán. Después de perder tanta gente con la apostasía de Baal de Peor,
los líderes de Israel necesitaban saber exactamente de cuántos hombres capaces
disponían para los inevitables conflictos del futuro.
La famosa mitología de Homero nos presenta una descripción gráfica de los desafíos
de la vida en clave de viaje (“La Odisea”) y de batalla (“La Ilíada”). El viaje es un tema
183
principal en Números; el conflicto, en Josué. En las enseñanzas del Nuevo Testamento,
las dos imágenes del viaje y de la guerra se utilizan para describir la vida cristiana: el
creyente es peregrino y soldado.
El tema de la guerra se repite enfáticamente en el primer censo al principio del libro
(1:3, 20, 22, 24, 26, 28, 30, 32, 34, 36, 38, 40, 42, 45; cf. 10:9); no hay victorias sin
esfuerzo. No se puede describir la vida cristiana de manera realista y bíblica si negamos
el elemento del conflicto y el aspecto costoso. Pablo, quien a menudo estuvo en
presencia de soldados romanos, utilizó imágenes militares frecuentemente para
explicar la responsabilidad, la disciplina y el precio de la vida cristiana.705
En la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de la vida cristiana combativa, hay
tres aspectos muy relevantes: la seriedad del conflicto, la fiabilidad de los recursos707 y
la victoria garantizada. Los mismos tres temas inspiraron a los mejores hombres de
Israel a medida que se preparaban para la lucha al otro lado del Jordán. Como
presentían un encuentro difícil con los soldados cananeos, tenían que estar seguros de
que podían contar con hombres que pudieran salir a la guerra (2). El contexto de este
segundo censo recuerda al lector moderno que en el transcurso del viaje del creyente
hay muchas batallas. No debemos ser contados como que “retroceden” al igual que
aquella generación incrédula (14:3–4), sino como los que avanzan, prosiguiendo
constantemente hacia la victoria.
Su propósito geográfico
Era importante saber el número exacto de los componentes de cada tribu para que
el territorio recién conquistado pudiera ser dividido sabia y justamente entre la gran
comunidad. La cantidad variaba de una tribu a otra después de todos los funerales
celebrados en los últimos cuarenta años. Si comparamos la primera y segunda lista,
vemos que algunos como Judá, Isacar y Zabulón (1:27, cf. 26:22; 1:29, cf. 26:25; 1:31, cf.
26:27) tenían más hombres que cuando sus padres salieron de Egipto; otros tenían
menos (1:21, cf. 26:7; 1:25, cf. 26:18): en el caso de Simeón, la reducción fue drástica
(1:23; 26:14). Era vital saber el número exacto para llevar a cabo el propósito de dividir
la tierra equitativamente: “La tierra se dividirá entre éstos por heredad según el número
de nombres” (53).
Como si fueran dos columnas estructurales, la primera y la segunda lista de censo
“aportan la clave” al “tema que unifica” al libro. Cada lista sirve de introducción a una
sección principal, a la antigua generación y a la nueva. En esta segunda parte del libro,
la comunidad peregrina obtuvo nuevas fuerzas con la seguridad renovada de que, a
pesar de los pecados y fracasos de sus padres, la nueva generación entraría en la tierra
que Dios les había prometido. Esta promesa se confirmó y visualizó por medio de tres
acontecimientos.
En primer lugar, el censo en sí es una promesa de que esta enorme comunidad del
desierto, cuyo ingente número demuestra que se había realizado la primera parte de la
promesa a Abraham (“a tu descendencia”), sería testigo del cumplimiento de la segunda
parte: “daré esta tierra”. Debían ser contados para asegurarse de que todas las tribus
184
recibieran suficiente tierra al otro lado del río Jordán. En segundo lugar, en el siguiente
capítulo, las cinco hijas de un miembro de la tribu de Manasés pedirían consejo a
Moisés acerca del reparto de tierras para su familia (27:1–11). Se debían establecer
temas legales como el de los derechos de la tierra, aunque la posesión de Canaán es
aún una ambición militar y no una realidad física. El tercer acontecimiento (27:12–23)
trata de la elección del sucesor de Moisés. El actual líder de Israel no entraría en la
nueva tierra, pero sabía que sus contemporáneos sí lo harían. En ese momento, un
nuevo líder les “haría salir” a la batalla y les “haría entrar” (27:17) de vuelta a su hogar
sanos y salvos al terminar cada campaña militar.
El hecho de enumerar a los viajeros reafirmó su fe, aclaró sus ambiciones y centró
sus prioridades. Eran un pueblo con un futuro. A medida que reunían sus estadísticas, el
Señor estaba identificando a los habitantes de la nueva tierra. Técnicamente, nunca
serían propietarios de la tierra, sino inquilinos privilegiados, porque Dios era el dueño.
Por eso, tenía el derecho de echar a los anteriores ocupantes. Permitió que los
cananeos la utilizaran durante cientos de años, pero la habían contaminado en gran
manera713 con sus deterioros sociales, perversión moral y prácticas espiritualmente
corruptas. Ahora, había decidido quitarles la posesión y darle la tierra a su pueblo, pero
entendiendo, sin lugar a dudas, que la reconocían como propiedad de Dios y no suya.
Su importancia teológica
La lista no es simplemente una colección de nombres casi olvidados, una
enumeración de antepasados tribales irrelevantes. De nuevo, estos registros conservan
algunos aspectos importantes de la doctrina bíblica de Dios.
Dios es fiable
El hecho de que estas listas sigan el esquema de tribus anima al escritor diligente a
recordar las bendiciones pronunciadas por Jacob a sus hijos. Dios prometió a los
patriarcas repetidamente que un día su progenie entraría en la tierra y aquí estaban,
contando a una multitud más grande de lo que podrían haber imaginado Abraham,
Isaac o Jacob. Aunque más de 600.000 hombres de la antigua generación habían
muerto en el desierto, “Dios hizo” que casi “el mismo número de personas quedaran”.
Las personas “deben estar increíblemente ciegas si no ven la maravillosa providencia de
Dios… y su firmeza al mantener sus promesas”.
Dios es justo
Dios hace promesas, pero sus hijos no deben imaginar que eso les permita actuar
como quieran. Pueden olvidar sus privilegios y rechazar sus bendiciones, como hizo la
generación incrédula en Cades-barnea. No aceptaron el discurso apasionado de Caleb
(13:30; 14:6–9), decidieron escoger a un nuevo líder (14:4), desearon no haber sido
liberados de la tiranía de Egipto (14:2), planearon regresar al cautiverio (14:4) y
ofendieron a Dios (14:11–12). El Señor declaró que una comunidad tan desobediente y
desagradecida se merecía el destino por el que suspiraba: “¡Ojalá hubiéramos muerto
en este desierto!” (14:2, 28–29, 32–35). Se rebelaron contra Dios (14:35). Quienes se
oponen deliberadamente, sistemáticamente y sin sentir reparo alguno, sufrirán una
gran pérdida personal. Jesús, Esteban y Pablo advirtieron a sus contemporáneos acerca
de tales peligros.
Dios es generoso
Esta multitud de viajeros estaba a punto de salir de su último lugar de acampada
(33:49) en las llanuras de Moab y lo haría con menos gente que la multitud que salió de
Egipto. Durante las últimas cuatro décadas, la nueva generación había enterrado a sus
187
antepasados incrédulos, pero el número de personas no había menguado de forma
importante. Una de las diferencias entre el primer y el segundo censo es que, en el
segundo, se añaden los nombres de los clanes y sus distintas familias (por ejemplo,
5–7), los cuales no se incluyen en el primer censo (por ejemplo, 1:20–21). Es como si los
que están redactando el censo quisieran registrar el endeudamiento que tenía la nueva
generación con un Dios que no los exterminó junto con sus desobedientes padres. Una
vez más, había sido fiel a su promesa de que sus hijos serían protegidos y preservados
(14:31) a lo largo de su viaje por el desierto. Sus padres habían fracasado
estrepitosamente, pero aquí tenemos una prueba evidente de la generosidad del Señor.
En este caso, los pecados de los padres no habían recaído sobre sus hijos. Los pastores
que habían pasado cuarenta años en el desierto (14:33) estaban a punto de convertirse
en los soldados de la conquista y los agricultores del futuro. Los que buscan la voluntad
de Dios demostrarán su bondad ante aquellos que lo ponen en primer lugar.
Dios es soberano
Un propósito práctico del censo era organizar la distribución justa de la tierra: “Al
grupo más grande aumentarás su heredad, y al grupo más pequeño disminuirás su
heredad” (54). El hecho de distribuir la tierra según el tamaño era un procedimiento
sabio y simple, pero, ¿y los lugares en concreto? Una vez hubieran conquistado a los
ocupantes de la tierra, habría un problema mayor: ¿cómo establecerían las zonas
específicas para cada tribu?
Según la selección por suerte se dividirá la heredad entre el grupo más grande y el
más pequeño (56). Así se solucionaba el problema dejando que el Señor escogiera
exactamente. Era su tierra, no la de ellos, y él decidiría qué partes del territorio recién
conquistado debían ir a cada tribu en particular. Como Señor soberano, no sólo era el
dueño de la tierra, sino también el Señor del pueblo. Como Dios omnisciente, sabía lo
que era mejor para cada tribu y, por medio del sistema familiar de la suerte, indicaría
qué parte del país iba mejor con su temperamento, dones y habilidades.
Dios es misericordioso
La lista ofrece más pruebas de la gracia de Dios, la cual no nos merecemos. Datán y
Abiram habían sido protagonistas de un ataque hostil hacia Moisés y Aarón (16:1–3).
Habían conspirado con Coré, un levita que parece que deseó un estatus más alto que el
del sacerdocio aarónico. Al igual que sus cómplices, Coré también fue juzgado
severamente por Dios (16:4–35), pero los hijos de Coré no tenían culpa del papel de su
padre en el levantamiento, ni pagaron por su rebeldía. Pero los hijos de Coré no
murieron (11). El clan de Coré debía continuar como ayudantes levitas, a pesar de que
uno de sus antepasados había traído la desgracia a su familia; sus ofensas no debían
afectar negativamente a sus descendientes.
Siglos después de aquel levantamiento en el desierto, dos profetas de Israel
comunicaron la palabra de Dios sobre el exilio de Babilonia. Al igual que esta generación
188
más joven del desierto, los exiliados quizás podrían tener miedo de sufrir por la
desobediencia de sus padres. El mensaje tanto de Jeremías como de Ezequiel les
asegura que, a pesar del proverbio familiar acerca de la retribución divina (“Los padres
comieron uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen dentera”), no serían castigados
por la apostasía y la inmoralidad de las generaciones anteriores: “El alma que peque,
ésa morirá”, no el niño inocente ni el descendiente sin culpa.
Los nombres de los hijos de Coré se encuentran en los títulos de salmos que
levantan el ánimo y desafían al espíritu. Los “padres” contaminaron el tabernáculo del
desierto; los “hijos” enriquecieron la adoración del templo de Jerusalén. Uno de los
descendientes de Coré declaró su prioridad: “Porque mejor es un día en tus atrios que
mil fuera de ellos. Prefiero estar en el umbral de la casa de mi Dios que morar en las
tiendas de impiedad”. Rechazó la actitud egoísta y rebelde de su famoso antepasado,
creyendo que la “gracia y gloria” las da Dios y no deben ser codiciadas avariciosamente
por los humanos, como hizo Coré. Al entrar en Canaán, los hijos de Coré demostraron
que “nada bueno niega a los que andan en integridad”. Quienes siguen sus pasos
comparten su testimonio.
189
de las mujeres se llevó a cabo públicamente delante de Moisés, delante del sacerdote
Eleazar, delante de los jefes y de toda la congregación, a la entrada de la tienda de
reunión (2). Así, toda la comunidad era confrontada con la petición de las hijas y
animada por su fe incondicional. Después de tantos años en el desierto, la posesión de
la tierra ya no era algo distante, sino un evento inmediato. Su padre murió en el
desierto (3), pero sus hijas pertenecían a la nueva generación (14:3, 31–33).
Año tras año, estos hijos habían esperado pacientemente a que se cumpliera la
palabra de Dios y aprendieron a aceptar las promesas que sus padres habían rechazado.
Mientras las hijas de Zelofehad hacían su petición públicamente, el resto de la
congregación se dio cuenta de que estaban ante cinco mujeres que realmente creían
que Dios cumpliría la promesa que había hecho hacía cuarenta años (14:31). Aunque
iba en contra de una antigua costumbre, estas hijas estaban pidiendo derechos
territoriales. Su petición servía de aliento a los peregrinos que seguían esperando. Dios
cumpliría su palabra. “Aún no habían entrado en la tierra ni habían conquistado a sus
enemigos”, pero hicieron su petición “como si la posesión de sus derechos le fuera a ser
entregada ese mismo día”.
195
A pesar de sus fallos evidentes, el anciano líder tenía grandes cualidades. Amaba al
pueblo de Dios intensamente y se preocupaba por el liderazgo futuro de esa gran
comunidad vulnerable. Moisés le pidió a Dios un sucesor: “Ponga el SEÑOR… un hombre
sobre la congregación… que los haga salir y entrar” (16–17). Sin un liderazgo sólido
fiable, esta gran multitud diversa erraría, como ovejas que no tienen pastor (17).
Aunque profundamente apenado porque no entraría en la tierra prometida, estaba
muy preocupado por los que sí iban a entrar. Habían murmurado contra él, despreciado
su importancia, rechazado su liderazgo y desobedecido sus órdenes, pero aún les
amaba. Moisés se muestra muy compasivo al compartir con Dios su preocupación
natural por el futuro del pueblo. En el liderazgo cristiano, lo importante es el amor. Las
diversas cualidades, la amplia experiencia y los mejores recursos no son nada si los
líderes no aman a su pueblo.
196
a casa. Este tipo de liderazgo requiere esfuerzo y valor, que era lo que el Señor le pidió
a Josué cuando los israelitas estaban a punto de cruzar el Jordán. El Señor sabía que una
misión militar de esa envergadura era excesiva para las fuerzas de Moisés. Él había sido
un gran líder en el desierto, pero se necesitaba un hombre con dones diferentes para
que Israel conquistara Canaán.
Los buenos líderes combinan la fuerza con el amor. La segunda imagen es pastoral.
El pueblo del Señor necesitaba un pastor compasivo a la vez que un comandante audaz.
Moisés había llevado a cabo un ministerio así durante su viaje por el desierto e Israel
precisaba otro hombre con un compromiso de pastor. La imagen de las ovejas que no
tienen pastor (17) se utiliza en las Escrituras para describir a los que “no tienen dueño”,
una comunidad vulnerable, un pueblo que necesitaba cariño. Vendrían días difíciles
para el sucesor de Moisés. Debería tener compasión también para guiar la grey, además
de valor para la lucha.
Estas dos cualidades que van de la mano necesitan estar equilibradas. Algunos
líderes tienen una en abundancia, pero no la otra. Dios mismo es el modelo de la
perfecta combinación: “de Dios es el poder; y tuya es, oh Señor, la misericordia”.
Los dos capítulos siguientes (28–29) describen las ofrendas y fiestas de Israel
durante el período de un año. Estos sacrificios solamente se podían ofrecer después de
que el pueblo se hubiera asentado en Canaán, puesto que requerían productos de
ganado y agricultura, lo cual era imposible en el árido desierto. Las fiestas anuales no se
podían celebrar de la manera que se debía hasta que el pueblo se hubiera convertido
en una comunidad establecida. Las instrucciones que Dios dio para la adoración de
Israel les aseguraban de que cruzarían el Jordán, como prometió.
Los dos capítulos nos presentan el calendario de un sacerdote que describe el
patrón de adoración de la comunidad para sus celebraciones diarias (28:1–8),
semanales (28:9–10), mensuales (28:11–15) y anuales (28:16–29:40). Hay listas
similares anteriormente en Números (15:1–16) y en otros lugares de las Escrituras. Este
calendario en particular se centra en las responsabilidades de los sacerdotes en el
orden correcto del sistema de sacrificios, mientras que la lista de Levítico trata más
sobre las obligaciones del adorador. El sumo sacerdote, Eleazar (27:21), y sus
compañeros le acababan de recordar a Josué el papel importante que debía
desempeñar en la vida espiritual de la comunidad. Después de eso, hay una descripción
de sus deberes y privilegios cada día del año. La adoración y celebración dominan este
capítulo.
El patrón de adoración de Israel se transmitía de dos formas. Los sacrificios eran
“oraciones dramatizadas” que expresaban sus anhelos humanos más profundos, y
“promesas o advertencias divinas dramatizadas” que comunicaban visualmente la
voluntad del Señor para la vida diaria de su pueblo. Las sorprendentes ayudas visuales
199
que se describen aquí son variaciones del tema majestuoso de la naturaleza y atributos
permanentes del Señor.
206
Identificar peligros (31:1–54)
El siguiente capítulo describe un ataque a los madianitas locales, para ejecutar la
venganza del SEÑOR en Madián (3). En la triste apostasía en Sitim, habían tratado a
Israel como enemigos cuando les engañaron en Baal de Peor. (25:18). Moisés reclutó a
miles de hombres de cada una de las doce tribus para luchar junto a Finees, hijo del
sacerdote Eleazar… con los vasos sagrados y las trompetas en su mano para la alarma
(6). Los soldados mataron a los hombres madianitas (pero no a las mujeres) y volvieron
al campamento con prisioneros y botín. Al llegar a los límites del campamento, se
encontraron con un Moisés encolerizado que señaló que en la tragedia de Baal de Peor
fueron las mujeres quienes habían sido las participantes inmorales. Los capitanes
recibieron órdenes de ejecutar a todas las mujeres (excepto a las vírgenes) y a los niños.
Las tropas que habían matado a alguien o tocado un cadáver debían permanecer
fuera del campamento durante una semana entera para purificarse antes de entrar de
nuevo en la comunidad. Se les dio instrucciones claras sobre la purificación del botín,
que se debía contar y dividir no simplemente entre las tropas, sino también entre los
que se habían quedado en el campamento de Israel. Parte de ese botín se debía dar a
los siervos y a la obra del Señor. Cuando se hizo recuento, los soldados comprobaron
que no habían perdido ni un solo hombre en la batalla y, para expresar su gratitud y
para hacer expiación por ellos (50), ofrecieron sacrificios al Señor.
En nuestra cultura tan diferente, el pasaje suscita varios problemas éticos. En
nuestro mundo tan trágicamente dividido, nos horrorizamos, y con razón, por los actos
de “limpieza étnica” y genocidio tan extendido que están ocurriendo cada vez más. En
muchos continentes, hay evidencia alarmante de que los vecinos globales, incluso
personas de la misma nación, no viven juntos en armonía. Una parte de esta amargura
racial, tribal o sectaria se refleja en la cultura social de un pueblo y a menudo viene de
mucho tiempo atrás en la historia. Los hijos del país son infectados por el odio del que
se empapan desde que son muy pequeños. Parece que la aparición de la amargura y la
crueldad física no tiene límites. Casi un millón de tutsi murieron a manos de sus
enemigos hutus en África Oriental. Ahora que los tutsi están de nuevo en el poder, se
estima que hay unos 130.000 hutus en prisión y que, al ritmo que va el proceso judicial
para juzgarles, tardará un par de siglos.
Por lo tanto, hay dos cosas importantes a medida que intentamos analizar este
texto. En primer lugar, en vez de comenzar con un juicio negativo, debemos tener
paciencia e intentar recordar lo que hay detrás de estos acontecimientos y procurar
interpretar el pasaje para discernir qué podemos aprender de él. A pesar de lo que
ocurre, este pasaje del Antiguo Testamento, al igual que todos los demás, debe
contener algún mensaje de advertencia, exhortación y ánimo. Nos corresponde a
nosotros entender exactamente qué se nos está diciendo para el inicio del siglo XXI.
Aunque estos acontecimientos parezcan duros, fueron iniciados por el Señor. Así que
quizás sería bueno concentrarnos en el concepto de la naturaleza, atributos, valores y
provisión de Dios que encierra el pasaje. Veremos que este muestra una serie de ideas
207
que aparecen a lo largo del libro. Eran verdades de relevancia inmediata mientras el
pueblo del Señor se encontraba a las puertas de su nueva tierra, y siguen siendo igual
de importantes para nosotros a medida que nos enfrentamos a un futuro incierto.
215
Destinos alternativos
Números 32:1–42
216
Podemos entristecer al Señor tanto por lo que dejamos de hacer como por lo que
hacemos. Santiago lo dice sin rodeos en su carta práctica: “A aquel, pues, que sabe
hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”. En una de sus parábolas, Jesús cuenta la
historia de “aquel siervo que sabía la voluntad de su señor, y que no se preparó ni obró
conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes”. Los pecados por omisión se exponen
crudamente en la triple colección de parábolas en Mateo 25, donde se juzgan a los
personajes por el pecado de hacer nada. Las vírgenes insensatas no tomaron aceite
para sus lámparas. El siervo no utilizó su talento. Los “cabritos” inactivos no
alimentaron a los hambrientos, ni dieron de beber a los sedientos, ni proporcionaron
refugio a los sin techo, ni cuidaron de los enfermos ni mostraron compasión hacia los
prisioneros. Entristecieron al Señor por lo que no hicieron.
A Moisés, le habría frustrado especialmente esta petición de permanecer al este del
Jordán cuando él habría dado lo que fuera por cruzar el río. Se le había prohibido entrar
en la tierra prometida y tuvo que escuchar cómo una parte de personas no querían
continuar. Hay mucho que aprender de la reflexión y respuesta de Moisés a la petición
de Rubén y Gad.
El arrepentimiento
Cambiaron radicalmente de opinión; este es el significado de la palabra
“arrepentimiento” (en griego, metanoia) en el Nuevo Testamento. En lugar de quedarse
atrás, fueron a la vanguardia del ejército del Señor al cruzar el río. Las tribus de Rubén y
Gad constituyeron la avanzada. El pasaje que describe la invasión cuenta que “los hijos
de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla
delante de los hijos de Israel, tal como Moisés les había dicho”. Estas dos tribus
modificaron la opinión que tenían de sí mismos, del Señor, de otros y de la vida.
En primer lugar, cambiaron de opinión sobre sí mismos. Al escuchar a Moisés, se
dieron cuenta de la razón que tenía al exponer su egoísmo. Estuvieron de acuerdo en
que habían actuado como prole de hombres pecadores (14), cuyas ambiciones egoístas
afectarían a otros, les harían daño a sí mismos y entristecerían a Dios. Bajo la influencia
del mensaje de Moisés, vieron cómo eran realmente.
En segundo lugar, variaron la opinión que tenían sobre el Señor. Imaginaron
vanidosamente que no estaba interesado en los detalles menores del plan de invasión y
que eran libres de hacer más o menos lo que quisieran. La respuesta de Moisés a su
petición les convenció de que no estaban complaciendo al Señor, sino todo lo contario.
222
Podían llegar a enfurecerle tanto con su proposición como lo hicieron sus padres con su
rebelión.
En tercer lugar, cambiaron la opinión que tenían sobre los demás. Al planear esta
alternativa egoísta, no habían considerado las necesidades de las otras diez tribus,
quienes saldrían perdiendo. Se dieron cuenta de que lo que precisaba la comunidad
debía prevalecer sobre los deseos del individuo.
En último lugar, modificaron la opinión que tenían sobre la vida. Moisés les acusó de
ser vagos (6) y eso les dolió. Canaán no iba a ser conquistada por personas indolentes.
La necesidad inmediata de Israel requería compañeros esforzados y soldados
dispuestos. Ya habría tiempo en el futuro para los proyectos agrícolas ambiciosos, pero
primero había que conquistar lo que iba a ser el hogar de la mayoría del pueblo de
Israel, al otro lado del río.
La obediencia
Expresaron su cambio de opinión con una declaración de servicio fiel: “nosotros nos
armaremos para ir delante de los hijos de Israel hasta que los introduzcamos en su
lugar” (17). Al ofrecerse a formar parte de la avanzadilla, se exponían al feroz ataque
del enemigo. Sus declaraciones de obediencia resuenan a lo largo de la narración: “tus
siervos harán tal como mi señor ordena” (25); “tus siervos, todos los que están armados
para la guerra, cruzarán delante del SEÑOR para la batalla, tal como mi señor dice” (27);
“Como el SEÑOR ha dicho a vuestros siervos, así haremos” (31).
La obediencia es la clave de la vida cristiana madura y eficaz. Al final de su vida,
cuando Moisés bendijo a las tribus, elogió a una de ellas utilizando palabras que pueden
hallar eco en la vida de todo creyente obediente. El pueblo de Gad “ejecutó la justicia
del SEÑOR” en lugar de sus propios deseos egoístas.
En temas de obediencia, como en todo lo demás, el Señor Jesús es nuestro modelo
perfecto. Él “aprendió obediencia por lo que padeció”, lo que significa que, en todas las
etapas de su vida, se entregaba a la voluntad y al propósito de Dios, y cumplió en total y
constante obediencia todo lo que se le pidió. Su encarnación fue motivada por la
obediencia884 y su bautismo también. Sus prioridades estaban controladas por la
obediencia, al igual que las tentaciones del desierto cuando se volvió a someter a la
enseñanza de las Escrituras, a la voluntad de Dios y al dominio sobre el mal.886
Demostró su amor a Dios por medio de la obediencia: “como el Padre me mandó, así
hago”. Su destino estaba determinado por la obediencia; nada podía desviarle del
camino, ni siquiera el amor de sus amigos, que, aunque tenían buenas intenciones,
estaban equivocados.888 Su entrega se caracterizaba por la obediencia, al arrodillarse en
un jardín apartado y orar repetidamente: “no sea como yo quiero, sino como tú
quieras… hágase tu voluntad”.
La entrega
Las dos tribus no obedecieron por obligación ni tampoco a regañadientes. Se
223
entregaron por completo al servicio del Señor: “No volveremos a nuestros hogares
hasta que cada uno de los hijos de Israel haya ocupado su heredad” (18). Fue un acto de
compromiso inmediato, total e incondicional.
La confianza
Las dos tribus pidieron que, antes de avanzar, pudieran edificar apriscos al este del
Jordán para su ganado y ciudades para sus pequeños (16). Mientras estuvieran
luchando en Canaán por toda la comunidad, sus pequeños se quedarían en las ciudades
fortificadas por causa de los habitantes de la tierra (17). Moisés les permitió que
hicieran esto y acordó que, una vez se hubiera conquistado Canaán, podrían volver a
sus hogares recién construidos en la región de Transjordania.
Fue un acto de tremenda fe. Otros hombres tendrían a sus mujeres e hijos consigo
al establecer su hogar en diferentes partes de la tierra. Si las dos tribus y media querían
regresar al este del Jordán, deberían confiar en que Dios iba a “guardar” (6:24) a sus
familias mientras ellos estaban luchando al otro lado del río.
A menudo, en la vida, adquirimos compromisos que requieren obediencia y entrega,
y tenemos que confiar en Dios para el resultado. No podemos saber cómo saldrá todo,
pero, si buscamos la voluntad del Señor, él nos cuidará y se asegurará de que no
suframos. Conocemos la historia del atleta olímpico de 1924, Eric Liddell, por la famosa
película “Carros de Fuego”. Su experiencia anima a cualquiera que esté respondiendo a
Dios en obediencia y entrega. Liddell se negó a correr los domingos en las pruebas de
100 metros y esta decisión le podría haber costado el éxito, pero se tomó en serio un
mensaje que alguien le escribió en una nota: “Yo honraré a los que me honran”, y así lo
hizo el Señor. Liddell corrió los 400 metros, ganó la carrera y estableció un nuevo
récord.
Los últimos versículos (34–42) aportan un detalle histórico y geográfico sobre el
asentamiento de las dos tribus. Identifican las ciudades fortificadas y apriscos para el
ganado construidos por la tribu de Gad (34–36) y de Rubén (37–38) además de la media
tribu de Manasés (39–42), a la que pertenecían las hijas de Zelofehad (27:1–11;
36:1–12).
Una posdata interesante dice que algunas de las ciudades conquistadas al este del
Jordán recibieron nuevos nombres (38). No era apropiado que el pueblo israelita
habitara en ciudades como Nebo o Baal-meón, dedicadas a dioses paganos. El pueblo
que se estableció en la zona este del río quería comenzar de nuevo viviendo en
comunidades sin rastro alguno de paganismo. A los cristianos, por la gracia inmerecida
de Dios, se les ha dado un nuevo nombre y una vida infinitamente mejor: “las cosas
viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas”.
224
Recuerdos y propósitos
Números 33:1–56
La próxima misión de Moisés era escribir sobre el viaje de Israel por el desierto,
mencionando los cuarenta y dos lugares en los que habían acampado. En el siglo III, en
Alejandría, Orígenes sabía que algunos críticos cuestionaban el valor de este capítulo. El
famoso maestro mantuvo que “no podemos decir sobre los escritos del Espíritu Santo
que haya algo inútil o innecesario en ellos… Más bien debemos… fijar nuestros ojos en
Él, quien ordenó que todo esto se escribiera, y preguntarle el significado”.
Esta lista es “una letanía de la liberación del Señor”, más que un itinerario
geográfico. No sólo recoge los lugares de acampada en un viaje tedioso, sino que
también da testimonio de las verdades bíblicas para una nueva generación en su viaje.
La gratitud por el pasado inspiró la confianza para el futuro.
225
Esta referencia a la iniciativa de Dios de liberar a su pueblo da testimonio de su
palabra fiel (la Pascua, la “plaga” final sobre los primogénitos de Egipto, exactamente
como prometió), su poder invencible (los hijos de Israel marcharon con mano poderosa
a la vista de todos los egipcios, mientras los egipcios sepultaban a todos sus
primogénitos) y su naturaleza incomparable (El SEÑOR también había ejecutado juicios
contra sus dioses). Los soldados de la nueva generación necesitarían estos recordatorios
de que, si querían tener éxito en su próxima empresa militar, debían reconocer que
Dios era único, confiar en sus promesas y recibir fuerza.
226
Señor proveyó todo lo necesario. A través de la oración de Moisés en lo alto del monte,
Josué y sus hombres tuvieron victoria abajo. Cuando los soldados israelitas miraban
hacia arriba, sabían que las manos levantadas de Moisés y sus compañeros estaban así
para darles liberación. El Señor escucharía y contestaría una intercesión tan
dependiente.
Las historias que recuerdan algunos de los lugares en este itinerario eran
evocaciones gráficas de la necesidad, el poder y la efectividad de la oración. Durante
varias crisis, el pueblo había murmurado contra Moisés y él “clamó al SEÑOR”. Dios, que
había prometido proveer todo lo que necesitaran para el camino, respondió
rápidamente gracias a sus oraciones por el pueblo.
228
lugares asignados debían ir acorde con el número de personas involucradas. Cuando el
Señor realizó planes para el asentamiento del pueblo en Canaán, hizo todo lo posible
por minimizar la rivalidad tribal, las disputas entre clanes y las peleas familiares acerca
de dónde iba a vivir el pueblo.
Provisión generosa
Números 34:1–36:13
“Os he dado la tierra” (33:53). Por todo el libro, en las narraciones, declaraciones y
leyes (13:2; 14:8, 16, 23, 30; 15:2, 18; 27:12; 32:7, 9, 11), Dios confirmó repetidamente
su regalo prometido. Las palabras “Cuando entréis en… la tierra que os tocará” (34:2)
afirman esta seguridad renovada. El Señor iba delante de su pueblo, supliendo una
variedad de necesidades esenciales. Los últimos capítulos describen su provisión
229
geográfica, espiritual, legal y tribal.
230
propósito específico e iban a llevar a cabo la tarea a conciencia. Sus responsabilidades
habrían incluido meses de trabajo intenso una vez que se hubiera echado la suerte para
la región específica de cada tribu, puesto que después vendrían delicadas negociaciones
continuas para asegurarse de que los clanes más grandes tuvieran más espacio que los
pequeños y que las familias dentro de los clanes estuvieran acomodadas justamente.
En la obra de Cristo, cada creyente tiene una oportunidad específica de servir al
Señor de una u otra forma. Él nos ayuda a discernir cuál es nuestro don, nos da fuerza,
sabiduría y gracia para usarlo bien, y se merece toda la gloria por cualquier logro. Estos
líderes tribales eran personas fiables que llevarían a cabo su trabajo especial lo mejor
que pudieran, para bendecir a otros y para la gloria de Dios. Nuestro trabajo para Cristo
no se merece nada menos.
232
en la que eran comunes las enemistades entre familias. Si se mataba a una persona, ya
fuera accidental o intencionadamente, las rivalidades entre tribus, clanes o familias
podían abocar a una comunidad entera al caos. El Dios compasivo y justo de Israel
suministró leyes claras.
Muerte accidental
En su compasión por el infractor inocente, el Señor proveyó seis ciudades de
refugio, tres a un lado del Jordán y tres al otro (13–14). Eran lugares donde vivían los
levitas y podía huir allí el homicida que haya matado a alguna persona sin intención. Las
ciudades serán para vosotros como refugio del vengador, para que el homicida no muera
hasta que comparezca delante de la congregación para juicio (11–12). Esta provisión no
sólo era para los israelitas, sino también para el forastero y para el peregrino entre ellos
(15). Cualquier persona, fuera cual fuera su trasfondo étnico, que hubiera causado la
muerte accidental de otra debía estar protegida ante un vengador enfadado y resuelto
a matar al homicida, aunque este último no hubiera querido hacer daño a la víctima.
Estas ciudades de refugio debían ser fácilmente accesibles desde cada región, con
buenas vías de comunicación con otras partes de la zona. Si la distancia era demasiado
grande para que la recorriera el homicida que huía, un vengador podría alcanzarlo y
quitarle la vida “aunque él no merecía la muerte, porque no lo había odiado
anteriormente”. Una vez que los israelitas se hubieran asentado en la tierra, Josué
recibió instrucciones precisas acerca de lo que debía hacer el homicida inocente al
llegar a una de estas ciudades de refugio. “Expondrá su caso a oídos de los ancianos de
la ciudad” y estos “le darán un lugar para que habite en medio de ellos” hasta que
“comparezca en juicio delante de la congregación”.
A la comunidad se les presentó ejemplos de posibles accidentes que podrían
provocar la muerte de otro israelita a manos de alguien que no tuviera intención de
herir a la persona que murió (22–23), y la enseñanza posterior de Moisés muestra otro
ejemplo más de un accidente forestal letal. Si al considerar todos los hechos, los
ancianos confirmaban que no fue intencionado, el responsable podría vivir con
seguridad dentro de la ciudad de refugio, pero no se le permitía salir de ella. Esta
restricción de la libertad era un recordatorio adecuado de que la vida humana es
sagrada. Era un precio pequeño a pagar por su seguridad cuando una acción suya había
propiciado el final de una vida humana y causado inmenso dolor a una familia de Israel,
aunque no hubiera sido deliberadamente. Aun así, el homicida no tenía que quedarse
necesariamente en la ciudad durante el resto de su vida, porque, a la muerte del sumo
sacerdote (25, 28, 32), podría salir de la ciudad tranquilamente sin miedo a represalias.
Se ha debatido mucho acerca de por qué la muerte del sumo sacerdote juega un
papel importante en estas normas. Podría ser que la misericordia y soberanía de Dios
proporcionaran al infractor el comienzo de una nueva etapa. En el mundo antiguo,
cuando moría un rey, a veces se liberaban presos. En Egipto, por ejemplo, la muerte del
faraón garantizaba la remisión de todas las penas capitales. La muerte de un faraón le
dio la oportunidad a Moisés de regresar desde Madián sin miedo a ser castigado por el
233
homicidio que había cometido cuarenta años antes.928 En el caso de Israel, la muerte
del sumo sacerdote tenía un efecto similar en la vida de la comunidad.
La residencia forzosa en la ciudad protegería al homicida, pero ni eso ni una suma
de dinero (32) podían hacer expiación por la muerte, que sólo se podía conseguir por la
ofrenda de otra vida; la muerte del sumo sacerdote quizás se consideraría el sustituto
de la muerte de la persona que falleció accidentalmente.
Asesinato
Los conflictos serios podían conducir a la amargura, la brutalidad y la violencia. El
Señor de Israel era un Dios de justicia y rectitud, además de un Dios compasivo. Las
ciudades de refugio no protegían al asesino. Un asesino ignoraba la obligación del pacto
de no matar, así que debía perder su vida. Hay normas precisas que apoyan estas leyes
sobre la pena capital para los asesinos; normas vitales para que se pudiera aplicar la
justicia dentro de la comunidad.
En primer lugar, si alguien era acusado de asesinato, era esencial que hubiera dos
testigos para confirmar el crimen: a ninguna persona se le dará muerte por el testimonio
de un solo testigo (30).
En segundo lugar, la persona acusada debía hacer frente a las consecuencias de este
pecado tan serio entregando su propia vida. Dios es el dador de la vida y solamente él
puede quitarla. Ningún asesino debía librarse de la pena de muerte por pagar una
compensación al familiar más cercano de la persona asesinada (31). La misma norma
prohibía que el homicida pagara dinero por su deuda (32). Tanto el asesinato como el
homicidio “hacen que la persona sea culpable de derramar sangre y contaminar la
tierra, y los dos casos necesitan expiación: el asesinato, por medio de la ejecución del
asesino, y el homicida mediante el fallecimiento natural del sumo sacerdote”.
En tercer lugar, el familiar del asesino debía ser quien se vengara y solamente él
podía llevar a cabo la ejecución (16–21). Una provisión de este tipo impedía la
interferencia de los miembros vengativos de una comunidad que quizás intentaran
solucionar las cosas por ellos mismos y mataran a una persona inocente que hubiera
sido acusada injustamente.
En cuarto lugar, tales ofensas eran una afrenta al carácter de Dios. Quitarle la vida a
una persona entristecía al Creador y contaminaba deliberadamente la tierra que el
Señor les había dado. El asesino era un ladrón (le robaba a Dios la vida de otro ser
humano) y un profanador (contaminaba la tierra que el Señor le había dado). El Señor
insistía en que se debían cumplir los más altos niveles morales porque él iba a
manifestar su presencia entre ellos en la nueva tierra: “pues yo, el SEÑOR, habito en
medio de los hijos de Israel” (34).
De estas normas sobre el homicidio y el asesinato; se desprenden ocho temas
(9–34).
1. La vida humana es sagrada. La vida era el don más preciado para la humanidad y, si
alguien la robaba, era el crimen más grave. Asimismo, se debía hacer cualquier cosa
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para evitar que se perdieran más vidas a través de un enfrentamiento entre
familias.
2. La justicia imparcial era necesaria. El principal objetivo de estas seis ciudades de
refugio (11) era asegurarse de que el pueblo israelita tuviera tiempo para interrogar
a los testigos, recoger pruebas y considerar todos los aspectos de la muerte de un
hombre o una mujer, y evitar que alguien dentro de la comunidad fuera acusado
injustamente.
3. La responsabilidad era de la comunidad. La persona acusada debía comparecer
delante de la congregación para juicio (12). El caso se debía presentar ante un grupo
de personas imparciales, a ser posible de fuera del lugar en el que se cometió la
ofensa. En casos discutibles, la congregación juzgará entre el homicida y el vengador
de la sangre (24).
4. Todos los seres humanos son iguales (15). Si un forastero, persona desplazada,
esclavo o refugiado se veía implicado en un caso de muerte, a esa persona se le
aseguraba un juicio justo; la misma ley se les aplicaba a todos, fueran israelitas,
forasteros o cualquier otra persona.
5. La expiación por sustitución era esencial (25). La trágica pérdida de la vida de un ser
humano sólo se podía expiar con la muerte de un sustituto, no con dinero.
6. Las pruebas fiables eran importantes (30). Nadie que fuera acusado de asesinato
podía perder la vida simplemente porque un miembro de la comunidad le acusara.
Un individuo vengativo podía incluso tender una trampa a alguien y matar a una
persona para que su enemigo fuera acusado de asesinato, provocando la muerte de
un inocente, basada simplemente en la prueba poco fiable de un solo hombre.
7. El juicio de Dios era real. No se puede hacer expiación por la tierra, por la sangre
derramada en ella, excepto mediante la sangre del que la derramó (33). El juez
divino había dictado sentencia y no sería aplacado porque alguien pagara un rescate
con dinero.
8. La santidad divina estaba presente (34). Toda transgresión representa un pecado
contra el Dios que habita en la tierra. David, culpable, clamó: “Contra ti, contra ti
sólo he pecado y he hecho lo malo delante de tus ojos”.
Antes de dejar este apartado, debemos reflexionar sobre la relevancia que tiene en
nuestro contexto tan diferente histórica, cultural y socialmente. Suscita el tema tan
controvertido de la pena capital, algo con lo que muchos cristianos están en
desacuerdo. Con la autoridad de estas Escrituras y versículos paralelos, muchos
cristianos creen que, basándonos en el principio de la justicia punitiva, la pena de
muerte aún sigue en vigor. Otros cristianos están igualmente convencidos de que,
aunque esta ley era la palabra de Dios para su pueblo, no era lo último que tenía que
decir sobre el tema. La ley mosaica también ordenaba la ejecución de los que no
guardaban el día de reposo, los adúlteros, idólatras y blasfemos. ¿Debemos ejecutarlos
a ellos también hoy en día? Algunos cristianos defienden que esta ley del Antiguo
Testamento se debe mantener. Otros dicen que ha sido reemplazada por la enseñanza
bíblica sobre la misericordia divina, las enseñanzas de Jesús, el ministerio del Espíritu
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Santo (que nos ayuda a contrastar pasajes de las Escrituras), el ejercicio de la conciencia
humana y el peligro de aplicar mal la justicia: que una persona inocente quizás pierda la
vida y más tarde se demuestre que era inocente.
Aunque los cristianos no se pongan de acuerdo en este tema, estamos unidos en
nuestra preocupación por otras formas de “asesinato” en la sociedad moderna, como el
aborto, el suicidio y la eutanasia.
Se dice que, desde el punto de vista de la conservación de la vida humana, el vientre
de una mujer embarazada es el lugar más peligroso del mundo. En 1998, se estimó que
unas 44.000 mujeres menores de 18 años se quedaron embarazadas en Inglaterra y
Gales, un 2% más que las del año anterior (43.000). Alrededor de un 40% de esos
embarazos terminaron en aborto.
El suicidio es asesinarse a uno mismo. Dios es el único que crea vida y debe ser el
único que la quita. Cualquier persona afligida que sienta que no tiene razones por las
que vivir necesita que le apoyen, y cualquier consejo en amor que se le dé debe incluir
la advertencia sensible de que la Palabra de Dios prohíbe firmemente el asesinato de
uno mismo. El dador de la vida ha prometido sustentarnos, por muy difícil que sea la
situación por la que estamos pasando. Él vive en nosotros (34) y hará que recibamos los
recursos más necesarios para nuestra vida en medio de las circunstancias más adversas.
Herimos al Dios que creó la vida si escogemos quitárnosla.
Quienes defienden la eutanasia están haciendo todo lo posible hoy en día por
defender la libertad de las personas para terminar con su vida y lo ponen más fácil
aportando información sobre las mejores formas de llevarlo a cabo. Los que están
firmemente a favor de la eutanasia argumentan que no estar de acuerdo significa
sustraer a la persona un derecho humano básico. Sin embargo, están en juego los
derechos de Dios, no los derechos humanos. La vida humana no nos pertenece para
que podamos acabar con ella. El aliento es el regalo que Dios nos da y él es el único que
tiene autoridad y el derecho de hacer que una vida humana llegue a su fin.
El cuidado de la familia
La propiedad de la familia era una preocupación primordial: los jefes de las casas
paternas de la familia de los hijos de Galaad… se acercaron y hablaron ante… las
cabezas de las casas paternas de los hijos de Israel (1).
La familia era la unidad clave de la sociedad en Israel, ordenado así por Dios.
Génesis comienza con la historia de la primera familia y los trágicos celos. Continúa con
la historia de otras familias, su potencial,940 sus problemas, su conservación942 y cuenta
el desarrollo y los problemas de la vida de las familias patriarcales con Abraham, Isaac,
Jacob y José.
La familia es una unidad social privilegiada y vulnerable. La legislación al principio de
Números habla del problemático tema de la infidelidad en el matrimonio y de los celos
de un esposo que sospecha que su mujer le ha sido infiel y la acusa injustamente
(5:11–31). Más tarde, hubo rivalidad y discordia en el seno de la familia de Moisés. Su
hermano y hermana mayor se ofendieron por su relación conyugal y la situación sólo se
solventó cuando el líder le rogó a Dios que interviniera (12:1–16). En el círculo familiar
más amplio de Moisés, también hubo envidia y amargura. Coré era el primo de Moisés
(16:1; 3:19) y, una vez más, se solucionó la situación por la intercesión de un miembro
de la familia: Aarón “hizo expiación” por la comunidad que fue azotada por la plaga
mortal (16:1–50).
El libro enfatiza que incluso una preocupación tan admirable como el cuidado por la
familia puede escaparse de las manos. Los viajeros israelitas se negaron a entrar en
Canaán porque pusieron la preocupación por sus familias por delante de la voluntad de
Dios (14:3). Los hijos a los que estaban deseando proteger entraron en la tierra (14:31),
mientras que sus padres desobedientes fueron enterrados en el desierto. Incluso las
mejores cosas en la vida se pueden convertir en ídolos si se interponen entre nosotros y
la voluntad del Señor. Jesús advirtió a sus discípulos que ser fieles a él les causaría a
menudo problemas, e incluso persecución, dentro de la familia.
La administración de la tierra
A la familia manasita no le movía el ansia de posesiones ni la avaricia cuando se
acercaron a Moisés para preguntar acerca de la propiedad de la tierra cuando se casara
alguna de las hijas. Su territorio había sido asignado por el Señor y ellos, como
administradores responsables, debían conservar el regalo que Dios les había hecho. No
perderían nada personalmente si un marido no manasita se convirtiera en su vecino.
Era, más bien una preocupación loable por toda la familia de la tribu lo que les llevó a
expresar sus dudas a Moisés.
La administración es un tema central en la Biblia. Es especialmente significativo en
Números, porque los primeros capítulos tratan de la administración del servicio (los
sacerdotes y levitas, 3:1–4:49; 8:5–26; 18:1–7), del tiempo (ofreciendo un período
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específico a Dios como nazareo, 6:1–21), de las posesiones, que ejercían como
congregación cuando traían regalos para la adoración a Dios y el sustento de sus siervos
(7:1–88; 15:1–21; 18:8–32), y de nuestro cuerpo, manteniendo la pureza (simbolizado
en 5:1–4; 19:1–22) y no contaminándolo con prácticas degradantes, como en la
corrupción en Baal de Peor (25:1–15).
Como creyentes, pertenecemos a Dios y debemos utilizar nuestros cuerpos para su
gloria. Además, como Creador, nos ha nombrado administradores de su mundo. Ha
dejado la “tierra” a nuestro cuidado. El calentamiento global es uno de los muchos
temas de preocupación en el debate actual sobre la ecología. Más de mil científicos del
Panel Intergubernamental del Cambio Climático estiman que la temperatura media de
la superficie de la tierra aumentará entre 1 y 3,5ºC antes de que acabe este siglo. Habrá
menos lluvia en muchos lugares de nuestra aldea global, incluyendo algunas zonas que
suministran grandes cantidades de productos agrícolas a otras partes del mundo. El
calentamiento de los océanos afectará al nivel del mar y habrá serias inundaciones en
las zonas bajas, como en el delta del Ganges en Bangladesh, el delta del Nilo en Egipto y
muchas islas pequeñas del Pacífico y el Índico. La administración de los recursos de la
tierra debe ser una preocupación primordial para el pueblo de Dios. No sólo tenemos
que buscar medidas gubernamentales para controlar el consumo de combustibles
fósiles, sino también hacer todo lo posible por reducir la cantidad de energía que
consumimos nosotros. El mundo que Dios creó no es nuestra propiedad personal para
hacer con él lo que queramos o para explotarlo para nuestra propia satisfacción, a
expensas de la próxima generación.
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