Lachenmann
Lachenmann
Lachenmann
Helmut Lachenmann
El compositor alemán Helmut Lachenmann es uno de los compositores vivos que más
coherentemente han desarrollado un lenguaje personal desde la década del ’60 hasta nuestros
días. Este lenguaje ha hecho escuela prácticamente en el mundo entero y ha llegado también
hasta nuestro país donde no pocos compositores han sufrido la influencia de su estética. Para
muchos, Lachenmann es la gran figura creadora de la 2º mitad del S XX. Además, por suerte,
este compositor ha dejado un cuerpo teórico (escritos) muy completo que nos permite tener
una idea muy precisa de sus principios estéticos, es su ideología y de sus herramientas.
El hecho de que desde su juventud haya trabajado en una misma dirección estética
contribuyó decisivamente a la profundidad que llegó en su actual época de madurez. Quizás
también haya influido la trayectoria estética de su maestro, Luigi Nono, quien también mantuvo
un único lenguaje durante toda su vida1. Es poco conocida la anécdota que cuenta que los
antiguos compañeros de Darmstadt criticaban a Nono diciendo “…él se quedó [en su lenguaje
de los ‘50], nosotros avanzamos…”, a lo que él respondía “… yo me quedé, ellos
retrocedieron…”2.
Cito: En todo caso, quedan las preguntas que me formulo a mí mismo: ¿cuáles son las
condiciones de la composición?, ¿qué es lo que caracteriza al proceso interior que la ordena?,
más allá de los procesos inmediatos –aquellos que un análisis estructural puede simular o al
menos dejar entrever de manera especulativa.
Por “medios” entiendo, antes que nada, el material musical en un sentido estrecho, ese
intrumentario preestablecido, regido por la sociedad, hecho de sonoridades, de estructuras
sonoras, de estructuras temporales, de fuentes sonoras, de instrumentos en un sentido estricto
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Esto no quita que, justamente a causa de esa constante evolución, haya habido cambios
radicales en su producción musical. Baste para eso comparar las obras Varianti, para violín y
orquesta (1957) y “Hay que caminar” sognando, para 2 violines (1989), ambas de Nono. Hay un
universo entre ambas.
2
Comunicación personal del autor al que esto escribe.
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La tonalidad
Reflexionar sobre la tonalidad. Esto va desde su significado estricto hasta ir más allá,
igualándolo como sinónimo de “tradición” y que en su análisis último representa todo aquello
que caracteriza al “aparato estético” que se encuentra frente a nosotros.
El salto sobre el muro de la tonalidad no ha tenido éxito – el muro salta al mismo tiempo;
los cursos de Darmstadt no son otra cosa, para la opinión pública, que una dominante un poco
más disonante que precede a la tónica del festival de Salzburgo...
El aura
Cito: Donde no tenga lugar esa reflexión, los cencerros y los gongs tailandeses,
dispuestos según criterios seriales en una mezcla insignificante de ruidos y sonidos
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Cito: He aquí “el aura” – y sería necesario agregar todo lo que se pueda a este respecto,
componer no quiere decir otra cosa que transformar, distanciar, de la manera que sea, aquello
que es familiar.
Pero “reflexionar sobre los medios” no quiere decir solamente, como se ha descrito,
reconocer las condiciones a priori que determinan los medios, sino también probar otros,
presentarlos bajo otros aspectos, en resumen, iluminarlos de una manera diferente.
Así, el paso más largo y necesario, consistió en una reflexión expandida sobre los
materiales que resultó en una llamada “polifonía de disposiciones”. Desde el comienzo
nombré a esas disposiciones “familias”.
¿Cómo es que se deja medir en conjunto a una familia por el padre, la madre el hijo, la
hija, el ama de llaves, el perro y el gato si no es por el hecho de que viven juntos bajo el mismo
techo y porque conforman en conjunto una jerarquía más o menos integrada? Poco hay que se
deje ordenar en fila de manera cuantificable, es en cambio más importante aquello que entre
ellos se juega: el destino común que actúa indirectamente en los destinos individuales,
totalmente diferentes e incomparables, de cada miembro de la familia.
pertenecientes a este grupo, i) los que se comportan alborotadamente, k) los que son dibujados
con un pincel muy fino de pelo de camello, l) etcétera, m) los que han roto el jarrón, n) los que
de lejos parecen moscas.
Poco dice esta abstrusa escala, que de hecho no es tal, sobre una jerarquía en cuanto a
los tipos de animales, pero mucho dice acerca del “cosmos mental” del cual podría surgir
semejante clasificación.
Sólo esta reflexión puesta en acto puede llevar a cabo el necesario distanciamiento del
creador con respecto a los medios y sus contextos reconocibles, para arribar a una nueva
función expresiva. Ella conserva, en tanto que desafío al espíritu, la ruptura como momento de
libertad.
– el sonido como resultante de sus componentes temporales, sea cual fuere la forma en
que se organice, el sonido como experiencia de la estructura.
Hace más o menos veinte años, establecí a este respecto una especie de tipología de los
sonidos.
1- Sonido - cadencia. Un impulso que resuena y simplemente desaparece
y el cual desde un punto de vista temporal representa a la escucha un diminuendo.
Esto puede derivar en no cresc. Seguido por un diminuendo.
Desconfío del compositor que sabe exactamente lo que quiere, pues usualmente él
quiere lo que conoce – y por lo tanto muy poco.
Cito: Estructuras que quiebran el material anticipadamente significa: liberar los elementos
sonoros concretos de su contexto precedente y en apariencia funcional y, a su vez,
subordinarlos a otras nuevas categorías establecidas por el compositor. A su vez, esto
significa: movilizar así la percepción, ponerla nuevamente en funcionamiento, hacerla para sí
mismo experimentable. Así es que la percepción liberada se sitúa en el centro de cada proceso
de quiebre, como un producto directo.
Una percepción libre, que no se pueda pronosticar, de hecho no existe. Pero en el paso
de una escucha habitual a una percepción estructuralmente resignificada destella de manera
inasible una percepción “liberada”, la cual a su vez, nos recuerda nuestra falta de libertad
impuesta desde el exterior que nos exhorta a la determinación de superación de esa falta de
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El concepto de la percepción es más aventurero, más existencial que el del oír: él coloca
todos los preconceptos y seguridades en el juego, él implica una sensibilidad altamente
intelectual e intuitiva y su consecuente actividad del espíritu, para el que no existe nada
evidente, y a través del objeto tanteado por medio de la percepción se experimenta no sólo su
estructura y medios constitutivos, reglas y el espíritu actuante, sino que también y
simultáneamente percibe y roza su propia estructura que se concientiza de forma más clara.
Estructuralismo Dialéctico
Y tras la premisa ¡vuelta a la música! Pretenden “finalmente” volver a significar para el Hombre
expresión de sus sentimientos y deseos. Pretenden que de las estanterías de los
supermercados puedan servirse “tradición” y puedan recurrir a todas las reservas de “afectos”
que están fijas y funcionan en la sociedad, y que en el mercado comercial de la música desde
hace tiempo estaban excluidas.
Así se cultivan situaciones que fascinan a los burgueses contemporáneos, sin verdaderamente
molestarlos. Ambas posturas compositivas parecen oponerse pero para mí representan lo
mismo, son las dos caras de una misma moneda. Ambas, consciente o inconscientemente,
tejen alianzas entre ellas. Ambas reaccionan siempre precipitadamente en la misma dirección
que la sociedad, ambas son corruptibles. Ambas corporizan el estancamiento de nuestra
industria cultural en el cual nuestra música se encuentra; y en con el cual cada uno de nosotros
debe confrontar -interior y exteriormente- si queremos escaparnos de su parálisis.
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El posterior desarrollo de la música desde los años ´70, con la aparición de una segunda
generación representada a través de nombres como Ligeti, Penderecki, escuela polaca, Kagel,
Schnebel, pero también Berio, significó la estrategia del abrazo de la sociedad contra lo
estridente e incómodo, es la historia de la lucha perdida contra la expulsión; es la historia de la
regresión, al comienzo en forma inconsciente pero poco a poco abiertamente. Esta generación
intentaba liberarse de los academismos seriales y de las fijaciones escolásticas del serialismo.
La esperanza de una ruptura con respecto al limitante pensamiento originario en función de
parámetros, no llevó a un desarrollo de nuevas categorías de descubrimientos sino a una
regresión hacia un pensamiento pre-serial, expresivo y con un ethos “pro-social”. Se echó
mano a gestos y todo tipo de “reliquias tonales” en el más amplio sentido de la palabra, es
cierto, bajo nuevos aspectos, y sin embargo, ese material en apariencia bajo una nueva
iluminación en verdad se apoyaba más y más sobre su nostálgica evocación y bogaba por una
restauración de los antiguos códigos estéticos, los que ya Adorno cierta vez, en alusión al
concierto para violín de A. Berg, definió irónicamente como “nueva reliquia alemana”.
La música de los años ´60 coqueteó siempre de una u otra forma con su rol involuntario de
terror de la burguesía, era consciente de ser un monstruo surrealista. Como tal, en su calidad
de “progreso diligente”, fue tolerada y subvencionada por el mercado cultural; música tolerada
como una extraña y “disonante” experiencia, una fascinación masoquista, paradójicamente
dirigida a una conciencia cultural filarmónica que permaneció intacta.
Posteriormente, con el correr de los últimos 15 años3 esta secreta regresión se tornó abierta, la
tendencia se profundizó hacia el antiguo repertorio de los afectos, hacia un tipo de “sonido
pleno”, hacia un arreglo tonal-consonante como una alternativa verdaderamente amigable y
digna para la gente; la que, frente a la “arrogante” vanguardia del ayer, le guiña un ojo y adula
a la sociedad.
Yo mismo no tengo ningún temor de cercanía con semejante arte, si bien estoy en contra
de esas tendencias. Creo haberlas entendido, y reconozco que se da una dialéctica de
progreso y regresión que puede ser más sólida que todo apetito por una visión pionera del
progreso.
En un tiempo donde la técnica está ahí, disponible para mil formas de ilusiones
regresivas, sujetos emocionales en el sentido burgués-romántico del término, preparados para
ser puestos en una suerte de punto de comando para poder desde ahí fijar y manipular el
mundo sonoro; y a través de ese control realizar su viejo espíritu, un espíritu que renueva un rol
“interesante”, “fantástico”, surrealista, exótico, y ocasionalmente hasta incluso agradablemente
decorativo. Así, observamos, como en un gabinete-de-curiosidades, a una sociedad
culturalmente reaccionaria, la que ha desarrollado una muy elaborada integración, es decir
defensa, es decir, un sistema de regresión contra todas sus inseguridades –especialmente, en
el arte-; y para esto ha desarrollado un inocente y públicamente feliz neo-estructuralismo que,
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Artículo leído en el año 1990
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indiferente a las caídas, fatalmente se instala en un intacto confort, el mismo que aquel de la
mentirosa sociedad.
Efectivamente, obras del período “clásico” serial como “Canto Sospeso” e “Incontri”, de
Luigi Nono; “Estructures” y “Le Marteau” de Boulez; o “Gruppen y “Kontrapunkte” de
Stockhausen, no deben simplemente su clarividencia a la honradez y consecuencia con la que
funcionan –y se auto justifican- sus reglas internas, sino con la sabiduría con la que la música
frente a las previas estructuras estéticas de la sociedad burguesa, y sus reglas de juego,
incontestables hasta ese momento.
Está comprobado que una relación estructural musicalmente innovadora solo es eficaz
en la medida en que rompen -e incluso destruyen- inoportunas estructuras previas. Crear
estructuras significa de una forma u otra quebrar otras anteriormente dadas. Sin ese momento
de ruptura, de particular negación, se mantiene un determinado estructuralismo como un
recurso de “salida” del problema, un exótico autoengaño.
Romper las estructuras que reinan por anticipado en los materiales, esto significa: liberarse de -
romper- las relaciones funcionales que los elementos concretos poseen en forma
aparentemente sobreentendida; y al mismo tiempo establecer otras (nuevas) categorías de
ordenamientos. El acorde de Do mayor en la primera escena del segundo acto del “Wozzeck”
de Alban Berg (“Da ist wieder Geld, Marie”), es en el contexto Bergiano una construcción
atonal, y porta su herencia tonal como algo degenerado, roto, finalmente rechazado en sí
mismo. Nosotros escuchamos no solo lo que el sonido es, es decir, sus cualidades interválico-
musicales en un contexto dado, sino además lo que él fue y no es más. En relación a su
perdida, pero absolutamente recordada y aquí rota, característica tonal ya no es más integrable
de forma meramente mecánica a un devenir tonal.
Donde la música no se involucra de esa manera con lo inconmensurable, donde ella no entra
en juego con lo incuantificable, está muerta. La música solo puede volver a ser una
provocación del espíritu si se presenta como una experiencia dialéctico-estructural, sin lo cual
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La pregunta acerca del rol del compositor hoy en día: esta pregunta solo puede formularse
desde una perspectiva de su responsabilidad. Ese rol yo lo veo desde la reafirmación del
concepto de arte, contra su debilitamiento y comercialización. Reafirmación dentro de -y contra-
la sociedad, la mayoría de cuyos miembros tiende a una tradición mal entendida y abusada;
una sociedad que tiende al énfasis del momento, llámese “gozar-el-arte”, entendido como una
veloz magia siempre disponible y al servicio de la expulsión, la ilusión del acostumbramiento,
una sociedad que está marcada por frases hechas que ha aprendido en realidad a usarlas para
encubrir su mudez.