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Fragmento Berlin Lo Singular y Lo Plural PDF

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LO SINGULAR Y LO PLURAL

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4
ISAIAH BERLIN

LO SINGULAR Y LO PLURAL

CONVERSACIONES CON
STEVEN LUKES

Traducción de
Roberto Ramos Fontecoba
y Ana González Castro

PÁGINA INDÓMITA
Título original: Isaiah Berlin
in Conversation with Steven Lukes

© Salmagundi, 1998
© del prólogo y las preguntas, Steven Lukes, 1998, 2003
© de la traducción, Roberto Ramos Fontecoba
y Ana González Castro
© de la presente edición, página indómita, s.l.u.
Providencia 114 bis, 4º 4ª. 08024 Barcelona
www.paginaindomita.com

Diseño de cubierta y composición: Ángel Uzkiano


Impresión y encuadernación: Romanyà Valls
Primera edición: mayo de 2018

Todos los derechos reservados

isbn: 978-84-948167-1-0
Depósito legal: C-572-2018
ÍNDICE

Nota a la presente edición 9

Prólogo, por Steven Lukes 11

Primera parte. De Riga a Oxford 59

Infancia y Revolución rusa 61


Escolar en Londres 79
Estudiante y profesor en Oxford 85
Los años en Washington durante la guerra 107
Moscú y Leningrado en 1945 115
Regreso a Oxford 121

Segunda parte. La sociedad plural


y sus enemigos 147

Pluralismo, relativismo y liberalismo 149

7
lo singular y lo plural

La izquierda hoy 191

Índice onomástico 211

8
NOTA A LA PRESENTE EDICIÓN

Las conversaciones incluidas en este volumen, que re-


presentan en cierta medida la última gran entrevista con-
cedida por el autor, y que hasta la fecha permanecían in-
éditas en nuestra lengua, tuvieron lugar en el año 1991
y fueron publicadas por primera vez en italiano, bajo el
título «Isaiah Berlin: Tra la filosofia e la storia delle
idee», en la revista Iride (n.º 8, enero-abril 1992). La ver-
sión original e íntegra en inglés, que es la que hemos se-
guido para la presente edición, no sería publicada hasta
el año 1998, cuando vio la luz en la revista Salmagundi
(n.º 120). A modo de prólogo hemos incluido el breve
ensayo que Steven Lukes dedicó al autor y que fue pu-
blicado originalmente en 1994, en la revista Social Re-
search (61/3).

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10
PRÓLOGO

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lo singular y lo plural

12
EL LIBERALISMO DISTINTIVO
DE ISAIAH BERLIN

Isaiah Berlin es un pensador desafiante. El desafío de su


pensamiento —y en particular, tal como argumentaré,
de su forma de pensar— no ha disminuido en el último
medio siglo, sino que por el contrario ha crecido en
fuerza y relevancia, o así lo creo yo. En este escrito in-
tentaré ofrecer mi visión de tal desafío.
En primer lugar, no se trata de una cuestión de di-
ficultad, ni en lo que respecta al pensamiento ni a la
forma de expresión. Al contrario, los escritos de Berlin
resultan excepcionalmente accesibles para un público
excepcionalmente amplio. Como escritor y como con-
ferenciante, el autor siempre ha mostrado un don espe-
cial para comunicarse a diversos niveles con una gran
variedad de públicos: desde los académicos especializa-
dos en historia y filosofía hasta el oyente o lector general
y el amante de la literatura interesado en las ideas. Su
prosa nunca es abstrusa, ni siquiera abstracta: en ella, las
ideas siempre son atribuidas a personas de épocas y lu-
gares identificables. Como Joseph Brodsky ha subra-
yado, «las vidas de los otros son el punto fuerte de este

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lo singular y lo plural

hombre» (y «las dos cosas más interesantes en este mun-


do», añade Brodsky, «son el cotilleo y la metafísica»).1
Las ideas y los argumentos sobre los que Berlin escribe,
tal como señala Bernard Williams,2 siempre son de al-
guien, y han sido desarrollados en respuesta a alguna si-
tuación específica.
Pensemos, por ejemplo, en su descripción de los
orígenes del nacionalismo como una reacción contra la
Ilustración francesa, como «una visión en las mentes de
un pequeño grupo de poetas y críticos alemanes»:

[…] aquellos escritores que de forma más aguda se


sentían desplazados por la transformación social de Ale-
mania, y en particular de Prusia, a causa de las reformas
occidentalizadoras de Federico el Grande. Apartados de
todo poder real, incapaces de adaptarse a la organización
burocrática que se imponía a las formas de vida tradi-
cionales, acosados por el mezquino despotismo de dos-
cientos príncipes y extremadamente sensibles al hecho
de que su perspectiva básicamente cristiana, protestante
y moralista, era incompatible con el temperamento cien-
tífico de la Ilustración francesa, los más dotados e inde-

1. Joseph Brodsky, «Isaiah Berlin: A Tribute», en Edna Ull-


mann-Margalit y Avishai Margalit (eds.), Isaiah Berlin: A Celebra-
tion, The Hogarth Press, Londres, 1991, pp. 211 y 214.
2. Bernard Williams, «Introducción», en Isaiah Berlin, Con-
ceptos y categorías. Ensayos Filosóficos (ed. Henry Hardy), The Ho-
garth Press, Londres, 1978, p. xii.

14
prólogo

pendientes de estos escritores respondieron con cre-


ciente rebeldía al socavamiento de su mundo, un soca-
vamiento que había comenzado con la humillación in-
fligida a sus abuelos por los ejércitos de Luis XIV.
Contrastaron la profundidad y la poesía de la tradición
alemana —su capacidad para el irregular pero auténtico
discernimiento de la inagotable e inexpresable variedad
de la vida del espíritu— con el materialismo superficial,
el utilitarismo y el insustancial y deshumanizado juego
de sombras del mundo de los pensadores franceses. Esta
es la raíz del movimiento romántico, el cual, al menos
en Alemania, celebró la voluntad colectiva —una volun-
tad sin las ataduras de las reglas que los hombres podían
descubrir con los métodos racionales—, celebró la vida
espiritual de un pueblo en cuya actividad (o voluntad
impersonal) los individuos creativos podían participar,
aunque no podían observar o describir dicha actividad.
La concepción de la vida política de la nación como ex-
presión de la voluntad colectiva es la esencia del roman-
ticismo político, es decir, del nacionalismo.3

Este pasaje ilustra muy bien diversos aspectos que


explican la accesibilidad de la prosa de Berlin: la clari-
dad, la precisión de las referencias históricas, la caracte-
rización de ideas complejas mediante la búsqueda de sus
3. Isaiah Berlin, «Nacionalismo: pasado olvidado y poder pre-
sente», en Contra la corriente. Ensayos sobre historia de las ideas
(ed. Henry Hardy), The Hogarth Press, Londres, pp. 348-349.

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lo singular y lo plural

«raíces» y su «esencia», el verdadero esfuerzo por des-


cribir «el mundo desde dentro» (¿cómo veían estos ale-
manes, en particular, la Ilustración francesa?), de manera
que la aceptación de las ideas en cuestión parezca lo más
natural posible (¿por qué les parecía así a ellos?). El pa-
saje también ilustra las cualidades literarias de la prosa
berliniana, las cuales, a juicio de Brodsky, son «típica-
mente rusas»: «el cúmulo de oraciones subordinadas, las
digresiones y las interrogaciones, la cadencia de una
prosa que recuerda a la elocuencia sardónica de la mejor
ficción rusa del siglo xix».4 El propio Berlin señala que
Tolstói y «otros escritores rusos, tanto novelistas como
pensadores sociales, de mediados del siglo xix [...] han
ejercido una enorme influencia en [su] visión».5
La accesibilidad de la escritura berliniana, sin em-
bargo, no implica la vulgarización o la simplificación;
Berlin invita al lector u oyente a considerar ideas, argu-
mentos o visiones del mundo que han sido objeto de de-
bates académicos que él domina en profundidad, aun-
que no hace alarde de ello. Recurre poco a las citas y no
analiza los textos en detalle, sino que prefiere ofrecer in-
terpretaciones generales de los pensadores, en parte
como un reportero fiel y empático, en parte como un
interlocutor contemporáneo y en parte como abogado

4. Brodsky, Isaiah Berlin: A Celebration, p. 212.


5. Isaiah Berlin, «La persecución del ideal», en El fuste torcido
de la humanidad. Capítulos de historia de las ideas (ed. Henry
Hardy), John Murray Publishers, Londres, 1990, pp. 2-3.

16
prólogo

defensor, frente a los lectores, de su propia posición, a


la que ha llegado mediante el examen de la visión que
dichos pensadores tienen del mundo. Los ensayos bre-
ves de Berlin (salvo la biografía de Marx6 y el estudio de
Johann Georg Hamann publicado recientemente,7 todos
sus escritos pertenecen a dicho genero) son casi siempre
reflexiones sobre alguna gran cuestión eterna, el tipo de
asunto sobre el que la mayoría de nosotros ha pensado
en un momento u otro: ¿existe un patrón general de la
historia y, tal como sostenían Saint-Simon y Comte,
Hegel y Marx, es posible conocerlo? ¿Hay, como los
pensadores de la Ilustración creían, «un movimiento
que, si bien resulta tortuoso, conduce de la ignorancia
al conocimiento, del pensamiento mítico y las fantasías
infantiles a la percepción de la realidad tal como es, al
conocimiento de los fines y los valores verdaderos y las
verdades fácticas»?8 ¿«Los valores positivos en que los
hombres han creído» son en última instancia compati-
bles entre sí?, ¿o bien los conflictos entre dichos valores
son «un elemento intrínseco e inamovible de la vida
humana»?9 ¿Es la naturaleza humana básicamente la

6. Id., Karl Marx. Su vida y su entorno, 4.ª ed., Oxford Uni-


versity Press, Londres, 1978.
7. Id., El mago del norte. J. G. Hamann y el origen del irra-
cionalismo moderno (ed. Henry Hardy), John Murray Publishers,
Londres, 1993.
8. Id., «La persecución del ideal», p. 7.
9. Id., «Dos conceptos de libertad», en Cuatro ensayos sobre
la libertad, Oxford University Press, Londres, 1969, p.167.

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lo singular y lo plural

misma en todas las épocas y todos los lugares, como


Hume creía, pero Vico negaba? ¿Son los métodos de las
ciencias naturales aplicables con idéntico éxito a los
campos de la ética, la política y las relaciones humanas
en general, como los positivistas sostenían, pero Vico,
una vez más, negaba? Y, si no es así, ¿por qué? Los en-
sayos berlinianos conducen al lector a la discusión de
tales cuestiones, y lo hacen siguiendo el camino que
ciertos pensadores de particular interés para Berlin re-
corrieron en su afán de encontrar respuestas.
No cabe duda de que estas ideas reviven en las pá-
ginas y las conferencias de Berlin. ¿A qué se debe?, ¿cuál
es el peculiar don del autor para revivirlas? Creo que
parte de la respuesta, al menos, se encuentra en la propia
amalgama de perspectivas mencionada más arriba, en el
hecho de que Berlin adopta la posición del intérprete,
del interlocutor y del pensador. Como intérprete, posee
en grado notable esa facultad que Vico denominaba fan-
tasía: la habilidad de adoptar otras visiones del mundo,
de «escuchar las voces de los hombres, conjeturar (sobre
la base de todas las evidencias disponibles) cuáles pue-
den haber sido las experiencias, las formas de expresión,
los valores, las perspectivas, los objetivos y la forma de
vida de esos hombres».10 Las interpretaciones de Berlin
suelen enfocarse en la visión central que anima a deter-

10. Id., «Giambattista Vico y la historia cultural», en El fuste


torcido de la humanidad, pp. 64-65.

18
prólogo

minado pensador y no en la lógica de sus argumentos,


y suele estudiar a aquellos pensadores que mejor se
prestan a este tipo de enfoque —pues a menudo (aun-
que por supuesto no siempre) los argumentos no son
más que «el muro externo: el sistema defensivo contra
las objeciones reales y posibles de los críticos y oposi-
tores reales y potenciales»—.11 Como interlocutor,
Berlin extiende su fantasía para imaginar cómo los con-
temporáneos comprendían y respondían a los pensa-
dores en cuestión. En este sentido, su enfoque incor-
pora hasta cierto punto el contexto de inteligibilidad
que tanto ha acentuado el profesor Quentin Skinner, si
bien centrarse exclusivamente en este aspecto hace que
la relevancia transcontextual y el continuo poder de las
ideas resulten ininteligibles. Como pensador, Berlin in-
tenta poner las ideas discutidas al servicio de un argu-
mento o un conjunto de argumentos más amplio y de
plena vigencia. A menudo, como puede apreciarse en
sus ensayos sobre John Stuart Mill12 y Georges Sorel,13
la interpretación trata de transmitir cuál sería la posi-
ción del pensador analizado respecto a las cuestiones
de nuestro tiempo o, como ocurre en el ensayo sobre
Joseph de Maistre, muestra que su pensamiento toca al-

11. Id., «Joseph de Maistre y los orígenes del fascismo», en El


fuste torcido de la humanidad, p. 161.
12. Id., «John Stuart Mill y los fines de la vida», en Cuatro en-
sayos sobre la libertad.
13. Id., «Georges Sorel», en Contra la corriente.

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lo singular y lo plural

guna nota inquietantemente contemporánea. Para Ber-


lin, la historia de las ideas nunca es meramente histó-
rica, sino que supone al mismo tiempo una exploración
de los puntos fuertes y débiles de dichas ideas y, como
escribe en el ensayo sobre Sorel, de su «relevancia para
nuestro tiempo».14
Pero, en segundo lugar, el desafío del pensamiento
berliniano no es el de un sistema ambicioso y omnicom-
prensivo. Berlin no es un pensador sistemático; no está
interesado en vincular la metafísica y la moral (aunque
sostiene que esta suele basarse en aquella, en el sentido
de que los juicios morales y políticos se fundamentan
en visiones de la naturaleza del hombre y del universo),
o la filosofía, la política y la economía, o las ciencias bio-
lógicas y las sociales en una concepción general de la
evolución. No pretende elaborar un conjunto de prin-
cipios de amplia aplicación en diversas disciplinas inte-
lectuales o esferas de la vida social. Berlin no es lo que
hoy en día llamaríamos un «fundacionalista»; no busca
principios o axiomas firmemente basados con los que ex-
traer conclusiones morales y políticas, o con los que
obtener un criterio de clasificación o comparación de
los valores. Ni siquiera nos presenta una «teoría» de la
libertad o la igualdad (los dos valores sobre los que ha
escrito de forma explícita), o de las relaciones entre
ambas, para nuestros tiempos.

14. Ibid., p. 296.

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