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Santos Dominicos PDF

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Acerca de este libro

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Compendio his tÓII co de las vidas de


los Santos canoniza dos y ...
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COMPENDIO HISTÓRICO
DE

LAS VIDAS DE LOS SANTOS

CANONIZADOS Y BEATIFICADOS

DEL SAGRADO ÓRDEN DE PREDICADORES

por e ¿?. ¿Sr. &S anus 3 nabo,


Maestro de Estudiantes, Catedrático de Filosofía en el
Real Colegio de Santo Tomás. º

MADRID:
Imºnenta de D. EUsEbro AGUADo, BANADA DE sANTA CRUz.
- WAMAWAMAWAWA
V
1829.
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,
AL EXCNIO, Y RNIO,
P A D RE MAESTR O

\). 5 Nº ) ,
$ráy Noaquín Si,
DOCTOR EN SAGRADA TEOLOGÍA,

GRANDE DE ESPAÑA DE PRIMERA CLASE,


Y MAESTRO GENERAL

4 a 44 a.án 443.4z4.

En vano sería, Padre Reverendísimo, el deseo de elegir,


cuando median la obligacion y el deber. No pensaba yo
cuando escribia este libro en buscar un Mecenas tan alto;
pero se me indicó que no debia esta obra llevar otro, y tuve
que decidirme á ofrecer á Puestra Reverendísima lo que me
3e
IV

decían no debía ofrecer á otro. Convine en esta dulce obliga


cion, y acaso no habre cumplido jamas con ninguna tan
gustosamente. Las virtudes y el saber que adornan al Ge
neralato de la Orden..... pero de esto me prohibe hablar la
modestia: los beneficios y la benevolencia que ha esperímen
tado mi cortedad de parte de un Padre tan amable; el
asunto de la obra, que no es otro que el de estender en
cuanto sea posible la gloria de nuestra ilustre Religion, y
la de sus hijos nuestros hermanos, los que ya reinan con
Cristo, me han hecho concebir la idea de que efectivamen
te debo dedicar esta parte de mis trabajos á mí Supe
rior Gefe, y ademas han violentado mi corazon para que
se ofrezca á Puestra Reverendísima con ella; es decir, que
estas cosas me han hecho hallar el placer en el cumplimien
to de lo que debo. -

Reciba, pues, Vuestra Reverendísima esta muestra de


mi deferencia á la autoridad de que está revestido, y de
mi auor á su persona, y sírvase echar su paternal bendi
cion al mas humilde e índigno de sus subditos Q. B. S. M.

3%. Aéanue/ 6maa.4


PROLOGO
º
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ADVERTENCIA PRELIMINAR.

N, dudamos de que en un siglo todo filosófico, segun


él se cree, ó todo frívolo segun algunos sabios le llaman,
y á nuestro juicio no sin graves fundamentos, podrá pa
recer estraña la produccion que presentamos al público. Las
estampas y las virtudes de algunos héroes de la Religion,
reunidas en este libro, deben chocar, ¿por qué disimular
lo? con el estragado gusto de nuestra miserable edad de
fierro, para la que no hay saber do hay Religion, ni na
da bueno sin corrupcion, sin libertinage, sin impiedad.
Las locas aventuras de un amor sin regla, los estravíos de
la incredulidad, las estravagancias de una razon orgullosa,
que en nada quiere sujetarse al testimonio de la razon uni
versal, los delirios de un fanatismo furioso que todo lo quie
re destruir á fuerza de quererlo todo reformar, las ilusio
nes que enseñan la corrupcion á la inocencia, ó conservan
eIl SUl corrupcion al criminal, lo que favorece, en una pa

labra, á las pasiones mas degradantes del hombre, es todo


y solo lo que merece la aprobacion del siglo actual en que
por desgracia vivimos.
¿Y qué fruto por consiguiente puede prometerse el que
en él se dedica á presentar estampas, vidas y reflexiones,
que solo recuerdan al hombre su deber para con Dios, con
sigo y sus semejantes? ¿ que solo enseñan virtudes, y vir
tudes inspiradas por una Religion divina ? Lo confesamos;
muy poco ó ninguno. Pero ¿será esto bastante para discul
par nuestro silencio, si callamos, en un tiempo en que la
irreligion y la inmoralidad han desplegado todos sus resor
VI

tes, y agotado hasta los últimos recursos para propagar las


ideas destructoras de todo órden, así religioso como civil?
Los fuertes, los valientes que guardan el lecho de Sa
lomon, y que deben sostener los derechos de la Iglesia de
Jesucristo, y los tronos de los representantes de Dios en la
tierra, no deben dormir á la vista del triunfo que se pre
para al Ateismo y á la Anarquía, cuyos estandartes vemos
tremolar en muchas naciones Católicas y Monárquicas tam
bien en otro tiempo. Á ellos toca no permitir que los hi
jos de las tinieblas sean mas sagaces para pervertir la raza
santa, que no ha doblado aún su rodilla ante Baal, que los
hijos de la luz verdadera para sostenerla; pues sería muy
duro el que á la vista del inminente peligro que nos amena
za de parte de aquellos enemigos de nuestra creencia, que
á toda costa nos quieren arrebatar atacándola en todas di
recciones, y presentándonos con el mayor descaro las obras,
los retratos y las vidas de sus mayores enemigos, permane
ciesen éstos frios espectadores de sus maquinaciones, de nues
tra desgracia, y de la disolucion del mundo social. Pero por
fortuna no podemos hacer este cargo á muchos sabios de
nuestra religiosa nacion. Las Colecciones Eclesiásticas, las
Bibliotecas de Religion, los Rancios y otras muchas obras
tan sólidas como piadosas, se han opuesto á las produccio
nes de los que la Filosofía de nuevo cuño nos quiere ha
cer ver como otros tantos héroes, y como modelos acaba
dos de filantropía, de amor á la sociedad, y de despreocu
pacion, de los Rousseaus, Voltaires, Diderots, Rainalds, &c.,
&c. Nada por esta parte nos queda que desear, y nuestro
gozo sería completo, si como la impiedad ha prodigado sus
caudales para multiplicar las ediciones y las formas de los
libros de los coriféos de la desmoralizacion, así tambien gas
tasen los amantes del órden los suyos para proporcionar á
todos á poca costa, y en formas cómodas y agradables, los
libros de sana doctrina.
Repetimos que nada sino esto nos queda que desear
en esta parte; pero hay otra que hasta aquí se ha descui
VII

dado, y que no ha debido ni debe abandonarse por los


amantes de la Religion y de las costumbres. Un diluvio de
pinturas obscenas inunda la sociedad. Las plazas, las calles,
las habitaciones estan atestadas de cuadros, en los que solo
se ven ó trofeos ó incentivos de la lujuria: los muebles,
las barajas, las sortijas, los relojes, las cajas estan decora
das con esta especie de prostitucion, en la que el vicio tor
pe se enseña metódicamente, y de un modo capaz de esto
magar al que no esté totalmente estragado. Los alfileres y
las especies y clases todas de miriñaques mugeriles, que
hoy son el adorno de muchos, á quienes la naturaleza hizo
hombres por equivocacion..... estan esmaltadas con figuras
y representaciones, capaces por sí solas de dar en tierra
con el pudor mas bien radicado.
¿Y por qué una vergonzosa apatía ha de dar lugar á
que corra libremente este torrente destructor de la ver
güenza, este devorador incendio que todo lo mancha con
su pestilencial humo, y todo lo profana con sus llamara
das de azufre y de betun ? ¡Ah! Esta omision, ¿no será
algun dia una acusacion cruel contra los talentos que pue
den y deben oponerse á tamaño mal? Creemos que sí, y
tratamos de evitarla, en la parte que nos sea posible, pre
sentando al pueblo español este pequeño fruto de nuestros
trabajos. Nuestros talentos son cortos, y no podemos pro
ducir mas que algunas modestas y humildes flores: nues
tros recursos son muy escasos, y no nos han permitido ege
cutar en las estampas todo lo que quisiera nuestro deseo;
pero nos congratulamos de que con uno y otro escitaremos
á algunos sabios y poderosos á que contribuyan cuanto pue
dan á la destruccion del mal uso que se hace de la pintu
ra, á la reforma de las costumbres, y por consiguiente á
afirmar mas y mas de cada vez la Religion santa y los
"Tronos. -

Demostrarán, si así lo hacen, las ventajas que tiene el


Catolicismo sobre toda filosofía, haciendo ver que las vir
tudes sublimes y el heroismo verdadero solamente han po
VIII

dido nacer de este principio; y harán ver al mismo tiempo


que las instituciones cristianas han sido unos seminarios fe
cundos en hombres grandes, unos planteles de donde han
nacido para bien del mundo los mas brillantes modelos de
filantropía, de amor á la humanidad, &c.
Por lo que nos toca, no necesitamos decir que esto es
lo que principalmente nos mueve á dar á luz este trabajo,
en el que presentamos al pueblo español, y con especiali
dad á los hijos é hijas del Gran Patriarca de los Predica
dores santo Domingo de Guzman, el Compendio de lo mu
cho bueno que hicieron todos los Santos de esta sagrada
Religion. Por este medio, al paso que mostramos el deseo
que tenemos de ver renovada la piedad característica de los
españoles, hacemos tambien ver los hermosos frutos que ha
producido en España y fuera de ella la Religion Domini
cana. Ya corren siete siglos de su fundacion, y en todos
ellos no ha dejado de dar al mundo hombres poderosos en
obras y en palabras, Doctores insignes, Mártires ilustres,
Pontífices eminentes en santidad, Misioneros llenos de celo,
Anacoretas víctimas de la penitencia, Predicadores Apostó
licos, Vírgenes portentos de virtud y de sabiduría eelestial,
Viudas llenas del espíritu de Dios, Reinas, Princesas, No
bles, Plebeyas, de toda clase, condicion y estado; todos y
todas las cuales pueden mirarse como otros tantos brillan
tes astros que, al par que adornan este hermoso cielo, der
raman y derramaron arroyos de luz benéfica en favor de
sus hermanos los mortales todos, que quisieron y quieren
aprovecharse de los sacrificios que hicieron para serles úti
les. ¿Quién á la vista de tantos héroes podrá decir de bue
na fé que la Religion que los produce es inútil, y que nada
merece á la sociedad ?
Por obligar, pues, á que callen los labios dolosos y fa
laces, reproducimos aquí los trabajos de los Tourones, Mar
chesses y otros ilustres dominicanos, á los que añadimos en
parte, en parte quitamos, y renovamos en el todo. Protes
tamos el buen fin que nos anima, y deseamos que el éxi
to le corresponda, aunque no podemos menos de descon
fiar de nuestro trabajo, ya porque no es de todos el decir
muchas cosas en pocas palabras, y ya porque aunque esto
se logre no es fácil hacerlo de un modo claro é inteligible
á todos; y nosotros para todos escribimos. Obras volumi
nosas, que en este asunto podríamos hacer, no son del caso:
son muy escasos los medios en todas las clases, y entre los
Religiosos y Religiosas de santo Domingo mas escasos qui
zá que en parte alguna.
En beneficio, pues, de éstos, hemos compendiado; pe
ro debemos advertir que refiriendo en grande las bellísimas
acciones de nuestros gloriosos hermanos, solo hemos omi
tido los prodigios sobrenaturales con que el cielo quiso hon
rarles. Seguimos en esto un consejo del Grande san Ber
nardo: referimos lo que hicieron imitable, para mover á
que se copien sus virtudes, y dejamos lo que practicaron
admirable, porque esto contribuye poco á la santificacion
propia de cada uno. Alabamos á nuestros Santos, y queremos
que sean alabados; pero del modo que prescribe san Juan
Crisóstomo cuando dice: “Que es necesario que el que ala
» ba á los Santos se haga tambien laudable á sí mismo por
» la práctica de las virtudes que los santificaron á ellos.”
Recibid por tanto, ó hijos é hijas de Domingo, este
librito, tal cual os lo puede ofrecer el menor de vuestros
hermanos. Teneis en él á todos los Santos y Beatos de nues
tra Orden, y entre ellos á la gloriosa Abuela que nos dió
el cielo, y acaba de poner la Iglesia en los altares. Esco
ged de entre tantos el que mejor os acomode para mode
laros por él, y demostrad tambien vosotros con vuestro celo,
con vuestros trabajos, con vuestras virtudes, que aún hay
Profetas en Israel, y que aún encierran los claustros hom
bres capaces de ser útiles al mundo, si el mundo quisiera
servirse de ellos, ó si siquiera les permitiese dar á sus lu
ces y á su celo toda la estension y desarrolle de que unas
y otros son capaces.
Ojalá que el Señor no nos juzgue indignos de este
X

premio, y ojalá tambien que otros sugetos de las muchas


Órdenes religiosas que ilustran la Iglesia de Dios, se dedi
quen á imitar con nuestro fin nuestro trabajo, para que
aquellos que nos odian, ó nos miran con ojos torcidos, vean
que las órdenes religiosas son obra de la especialísima pro
videncia y predileccion que Dios tiene á su Iglesia, y un
ameno campo donde la moral pura, las virtudes austeras,
y el heroismo mas sublime han florecido siempre, FLoRE
CEN AúN Hoy, y FLORECERÁN, Dios mediante, en lo suce
sivo. KALETE. - -
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Parece justo que al referir las Vidas de los Santos de la Orden Do
minica se dé principio por la Madre de los Predicadores María, que á
bien mirar es el canal por donde Dios ha comunicado al mundo tantos
favores cuantos son los Santos que esta ilustre Orden ha producido, y
cuantas son las obras buenas que estos Santos han hecho en beneficio del
mismo mundo. Recuérdese por de pronto la misteriosa vision en que apa
reció Jesucristo flechando tres lanzas, símbolos de su ira, contra nues
tro globo que iba á destruir por sus crímenes, y se verá desde luego á la
amabilísima María que le aplaca, y le hace deponer su rigor con solo
presentarle á santo Domingo como á un hombre que con su celo dester
raria de nuestro suelo los crímenes, y reformaria las costumbres de los
mortales. Este solo hecho es una prueba de haber ella sido la que com
cibió la idea de este Orden Apostólico, y la que se valió del Grande Guz.
man para verificarla. En efecto, al armar á este glorioso Patriarca con
su Rosario, no solo parece que le escogió para su Capellan, y para Pre
dicador de sus glorias, sino que tambien le dió una mision singular con
la que debia convertir al mundo; la misma que debia perpetuarse ínte
rin subsistiesen las causas de la corrupcion de los hombres; esto es, siem
pre, porque siempre necesitan los hijos de Adan de la mediacion de Ma
ría para que Dios no los estermine en su justicia. Asi es que los hijos de
Domingo han hecho prodigios con el Rosario, y que María ha sido para
con ellos tan piadosa y tan tierna Madre, como celosos han sido ellos en
estender su culto y la devocion de su Rosario santísimo. Los Alanos de
Rupe, los Ulloas y otros mil han esperimentado sensiblemente esta ver
dad, que la misma Orden Dominicana demostró en sus principios, an
tes que cambiase el humilde y modesto título de Frailes de la Vírgen, con
el de Orden de Predicadores.
i Frailes de la Vírgen! Asi se llamaron, dicen los historiadores, nues
tros Padres en un principio, y yo no sé por qué sus hijos hemos olvida
do esta dulce denominacion que nos honraria demasiado, y que debe es
citar en nosotros las emociones mas consoladoras. La Madre del amor
hermoso, la Reina de las Vírgenes María, la mas bella de todas las cria
turas estaria siempre ante nuestros ojos, porque nuestro mismo nombre
nos recordaria las relaciones que debemos tener con ella, y que ella ha
tenido y tiene para con nosotros. Su piedad maternal, interesada enton
ces en protegernos, renovaria en nosotros los prodigios de ternura que
verificó con nuestros mayores, y haria que su Orden peculiar, la Orden
de los Predicadores, contase como en sus principios tantos Santos cuan
tos individuos.
3k.
4.

Pero me equivoco: los hijos de santo Domingo no han dejado de ser


hijos de María, aunque hayan dejado de llamarse los Frailes de la Vír
gen. El escapulario que visten es la librea de la esclavitud que profesan
á la mas amorosa y amable de las madres, y nunca se olvidarán de que
ella fue quien les dió este distintivo de la pureza y del candor. ¿Qué
fraile Dominico no se en vanecerá santamente al mirar su escapulario, y
recordar que aquella es la túnica ó vestido con que como Jacob á José
quiso adornarle amorosa la verdadera Raquel? Hé aquí el hábito de tu Or
den, dijo la Señora mostrando el escapulario á uno de nuestros primeros
padres; y nosotros tomando el mismo escapulario en las manos podemos
muy bien decirla: Hé aquí, ó Madre, el hábito de tus hijos, la vestidura
de tus siervos, la librea de tus esclavos. ¡Qué gloria!
Sin duda que es grande y bien capaz de causarnos una vanidad (per
mítase la espresion) muy santa. Pero ¡ah! que no es esto solo. Al leer
las historias de la Orden es imposible el no sentirse embriagado de dul
zura en muchos pasages de ellas, que nos declaran el cuidado de María
para con nosotros. ¿Adónde vais Señora? preguntó una vez una buena
alma á esta tierna Madre, viéndola pasar como de camino y cuidadosa.
“A cuidar de mis frailes, la respondió, porque estan sin Prior.....” ¿Es
posible? Así sucedió de hecho. El convento de Colonia se hallaba sin Pre.
lado, y María egerció, aunque invisible, oficios de tal mientras la vacan
te. En los dormitorios cuántas veces se la vió rociando con agua bendi
ta las camas de los frailes que dormian, repitiendo con sus puros y vir
ginales labios el Ave María, gratia plena, que debe ser la aspiracion con
tinua de todo Dominico ! ¡En el coro cuántas veces se mezcló con ellos,
y cantó en compañía de ellos las alabanzas de Dios y las suyas No es
posible ni siquiera indicar ligeramente todo lo que la debemos, y todo lo
que ha hecho por nosotros. Quien quiera saberlo debe acudir á historias
dilatadas, y allí hallará que si los Dominicos han sabido, á María se lo
deben; que si su Orden ha tenido hombres grandes, María se los ha pro
curado; que si han hecho fruto en los pueblos, María ha dado virtud á
sus palabras; que si se han santificado, María ha hecho la costa; y que
si, en fin, aún son algo, que gracias á Dios aún algo son..... es porque
María los protege, y les hace con su manto una sombra todo-poderosa.
¡Hijos de Domingo! ¿Y será necesario pediros en vista de esto que
alabeis á María nuestra comun madre? Creo que no se debe hacer esta
injuria á vuestra gratitud , y por eso un hermano vuestro que desea con
vosotros ver glorificada á María, se contenta con suplicaros que, al paso
que la alabeis, la pidais con el Real Profeta que vea, visite y haga flo
recer esta viña que plantó su diestra sagrada.
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SAN GONZALO DE AMARANTE.

Nació el glorioso san Gonzalo de padres nobles en Atanagilde, pue


blo pequeño del reino de Portugal, y un Sacerdote virtuoso le enseñó en
la niñez los rudimentos de la virtud y de la ciencia. Trabajaba este buen
maestro en una tierra agradecida, y el buen Gonzalo se aprovechaba de
sus lecciones, ya estendiendo sus conocimientos, y ya enfervorizando su
devocion á Jesus crucificado y á su purísima Madre, á quienes desde el
bautismo habia mostrado un afecto tan singular, que hacia creer á todos
que la principal ocupacion de Gonzalo sería el servir á María y á su Hijo.
Admitido cuando jóven en la familia del Arzobispo de Braga, dió á
conocer mejor sus talentos y sus virtudes, á favor de las cuales mereció
que le diesen el curato de san Pelayo, donde desplegó á la vez todas las
luces que deben adornar á un Pastor segun el corazon de Dios. Como
tal cuidaba de sus feligreses, y sin duda que hubiera hecho la felicidad
de ellos, si entre ellos hubiera estado mucho tiempo. Pero una voz in
terior le llamó á la Palestina, y dejando en su Iglesia un Vicario, par
tió con la licencia de su Prelado á la visita de los santos lugares.
Catorce años empleó en esta santa peregrimacion, al cabo de los cua
les volvió á su parroquia; pero habiendo sido arrojado de ella por su
mismo Vicario, á quien reprendiera el lujo y la malversacion de las ren
tas, se retiró al desierto de Amarante para emplearse en amar á Dios,
en persuadir á los hombres las saludables verdades de la Religion. Aquí
vivia ocupado en esto, y en tributar á la Reina de los Ángeles un culto
filial; mas no hallándose satisfecho con este género de vida, ayunó, oró,
y la Señora le dijo que debia vestir el hábito de los Predicadores, pues
su Hijo le llamaba á esta sagrada Orden.
Le vistió pues, profesó el instituto, y como á hombre capaz de lle
nar los fines de él, le enviaron los Prelados á Amarante para que anun
ciase á estos pueblos, que ya conocian su voz y su santidad, la doctrina
de salud. El efecto hizo ver cuán acertada era esta disposicion. Las gen
tes corrian en tropas á escuchar la doctrina de su Apóstol, las conver
siones se multiplicaban, y con ellas crecia el deseo de oirle.
El paso del rio Tamaga ofrecia mil peligros para los que de la par—
te allá querian escuchar las palabras de vida que predicaba el siervo de
Dios, si bien esto no les servia de obstáculo. La caridad empero del San
to concibió la idea de hacer un puente, para el cual, aunque no tenia
ningun recurso humano, contaba bastante con la Providencia. El celo se
lo hizo emprender, y á fuerza de milagros consiguió verle concluido. Los
peces á su llamada venian á sus manos, y las piedras le manaban vino,
con que alimentaba y pagaba abundantemente á los obreros.
Estos lo veían, la fama lo divulgaba, y las turbas que venian á oir
le se hacian de cada vez mas numerosas, y las conversiones de toda cla
se de pecadores eran de cada vez mas frecuentes. Podian todos y de to
das partes concurrir sin obstáculo, luego que el paso del rio no ofrecia
peligros, y de hecho concurrian los de cerca y los de lejos, la gente pia
6

dosa y la distraida, los que iban por edificarse y aprender, y los que por
curiosidad y acaso por tener que murmurar.
El Santo, no obstante, de todo sacaba partido, á todos hablaba a?
corazon, y en todos causaba efecto su predicacion, apoyada con la aus
teridad de su vida, y con la multitud de sus milagros. Sabido es aquel
con que convirtió á algunos que despreciaban las censuras de la Iglesia.
Predicaba una vez, y le oían algunos de éstos. El Santo lo advirtió, y
mandó traer á su presencia un cesto lleno de panes, á los cuales esco
mulgó, y escomulgándoles hizo perder su color, quedandose negros como
carbones. La vista de este prodigio aterró á los circunstantes, y el San
to, despues de haber perorado sobre los efectos de las censuras, absolvió
á los panes, les volvió su primer color, y obligó á que depusiesen su er
ror los que antes no temian las penas de la Iglesia.
En estos apostólicos egercicios pasó su vida, el fin de la cual le anun
ció una grave enfermedad que le sobrevino. Consolado en ella con la vi
sita de la Reina de los cielos, y dispuesto con los santos Sacramentos, re
cibió alegre la muerte, y pasó á recibir el premio de sus trabajos y vir
tudes el dia 1 o de enero del año de 1259. Los Sumos Pontífices Julio III
y Pio IV mandaron celebrar solemnemente su festividad en todo el rei
no de Portugal, y Clemente X la estendió con oficio propio á todo el Or
den de Predicadores.

La devocion á María Santísima, siendo verdadera, es una de las notas ó


señales de predestinacion, y forma sin dificultad el carácter de nuestro San
to. Amar y servir á María es obligar á Jesucristo; el que empeña en su fa
vor á esta Señora no perecerá, porque, como dice un Padre, “Lo que Dios
con su poder, puede María con su ruego.”
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SNIcoLAS DE JovENAzzo.
a /4 de ACórero.

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SAN NICOLÁS DE JOBENAZO.

En Jobenazo, y de una familia ilustre en la tierra de Bari, nació el


glorioso san Nicolás, tan prevenido con las bendiciones de la gracia, que
parece nació con él el amor de la abstinencia y de la mortificacion. Dios
le llamaba á cosas grandes, y quiso que se previniese para ellas, como
otro Moisés con el ayuno. Era éste tan rigoroso, y era tan escrupulosa la
atencion que ponia en no comer cosa de carne, que su ayo, un Sacerdote
virtuoso, que era ademas el Capellan de sus padres, creyó debia mode
rarle, y de hecho le reprendió el esceso que á primera vista no podia de
jar de ser culpable en su tierna y delicada edad. Le advirtió del peligro
que hay en estenuar el cuerpo, porque se hace inhábil para la virtud;
le predicó sobre el medio justo que debe guardarse en todo..... pero “todo
»eso está bien, replicó el santo niño, á mí se me ha aparecido un hermo.
»so Señor, y me ha mandado que ayune mucho y no pruebe la carne, por
» que debo ser Religioso de una Orden donde he de observar uno y otro.”
Con esto le dejó tranquilo el ayo, que no querria resistir á lo que
parecia inspiracion del cielo, y el suceso manifestó que lo era efectiva
mente. El Gran Padre de los Predicadores trabajaba por entonces en la
estension de su santa Orden, y andaba de provincia en provincia predi
cando en todas ellas el temor de Dios y la reforma de las costumbres. Ni
colás le oyó, le pidió el hábito de su religion, y recibido marchó á tener
el noviciado en Canosa, donde santo Domingo acababa de fundar con
vento. Cuán bien mostró aquí el glorioso jóven que Dios le habia desti
nado desde luego para hijo del Gran Guzman . Se le vió hacer milagros
antes de profesar; le admiraron consumado en la perfeccion cuando em
pezaba á ser Religioso.
Su santo Patriarca le hizo su compañero luego que concluyó el tiem
po del noviciado, y cualquiera conocerá que sería mucho lo que apren
diese un jóven tan bien dispuesto como el nuestro al lado de un maes
tro tan consumado como Domingo. Podemos llamarle su Eliseo. Cuando
subió al cielo el Elías de la gracia, quedó éste para reflejar en los frai
les las virtudes de su Patriarca, y consolarlos en la gran pérdida que ha
bian hecho. Celoso cual él en la propagacion de la Orden, fundó con
ventos en Trani y en Perusa, bajo el pie de la mas exacta disciplina.
Emulo de su caridad para con los pecadores, predicó en Jobenazo, su pa
tria, en Brescia, en Bolonia, en Nápoles, en toda la Italia; y lleno co
mo él del espíritu de Dios, convirtió en todas partes multitud de pcca
dores á penitencia, confirmó á muchos en la virtud, promovió en todos
el honor de Dios, y el respeto á las cosas santas.
La fama de su santidad, de la que daban testimonio sus multiplica
dos milagros, se estendia por todas partes; y al paso que este buen olor
de Cristo produjo admirables efectos en todos los lugares donde llegaba,
estinnuló tambien á los Religiosos á que le eligiesen por su Prelado. La
provincia Romana le hizo su Provincial, y en verdad que pudo en lo su
cesivo darse el parabien de su acierto. Cargado con el trabajo, dejando
3

aparte el honor, se mostró como el padre de todos. El afligido hallaba


en él consuelo, el débil un apoyo, el tibio quien le inflamase, el fervo
roso quien le animase; todos un guia que los edificaba, que los enseña
ba, y que con sus multiplicados trabajos les hacia ver que el fraile Do
minico solo puede santificarse trabajando en la santificacion agena. Su vi
gilancia por la conservacion de la disciplina, sus desvelos porque sus frai
les predicasen y moviesen á la práctica de la virtud, no solo con la pa
labra sino con el esterior, sino con las costumbres, merecieron á su pro
vincia el que produjese, durante su gobierno, muchos hombres eminen
tes en letras y en santidad.
La paz, la concordia fraternal que debe reinar entre Religiosos, ó
mas bien entre los discípulos de Jesus, no fue la que le mereció menos
conatos. Baste decir en prueba, que no dudó sacrificar su modestia refi
riendo en un Capítulo Provincial, que se le habia aparecido despues de
muerto un fraile que le habia injuriado en vida, y no le habia pedido
espresamente perdon de ello. Dos veces, dijo, se me apareció para que
le perdonase, porque Dios no queria perdonarle si yo no le perdonaba,
para que por aquí conociesen cuánto importa ó no injuriará ninguno, ó
darle luego pronta satisfaccion.
Por último, habiendo tenido el consuelo de asistir como Provincial
al Capítulo de Bolonia, en que se hizo la traslacion de las reliquias de
su Santo Padre, y de ver los prodigios que Dios obraba por medio de
ellas, se retiró á su convento de Perusa á ocuparse en solo Dios, y á pre
pararse, para ir á verle. Una vision celestial le hizo saber que la Reina
de los Ángeles le llamaba á la gloria; y habiendo recibido los Sacramen
tos, y desatádose de los lazos del cuerpo, entró en ella felizmente el dia
1 1 dé febrero del año de 1265. Son muchos los prodigios que los histo
riadores de su vida refieren del santo Nicolás: por este motivo desde su
feliz fallecimiento comenzó el pueblo á ofrecerle votos, é invocarle como
á Santo; y este culto, continuado por tantos siglos, lo aprobó nuestro
santísimo Padre Leon XII, y concedió oficio y misa átodo el Orden de
Predicadores.

Amaos mútuamente, hijos mios, decia el Apóstol san Juan á los prime
ros fieles. ¿Con cuánta razon podríamos repetir esto mismo á los hijos é hi
jas de Domingo á semejanza de san Nicolás º Cosa es que no se repetirá
demasiado.
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sANTA ESTEFANA DE QUINZANIS.

Nació Estefana de padres mas piadosos que nobles, en una aldea inme
diata á Brixia, y pareció desde luego nacida para el cielo por el amor
de Dios con que aun en su niñez se abrasaba su tierno corazoncito. A los
siete años de edad ofreció su virginidad á Jesucristo, y no contenta con
sacrificarle la integridad de su cuerpo, le ofreció su voluntad, juran
do obedecerle en todo. Verdadera muger de deseos avanzaba de dia en
dia por el camino de la perfeccion, y concibiendo de cada vez mas hor
ror al pecado, hizo voto de no cometer ninguno que la separase entera
mente de su Dios.
Aun no satisfacia todo esto á su espíritu; queria unirse con el que
amaba, del modo mas íntimo posible, y suspiraba por la Cruz, como
quiera que ella es la que nos hace mas conformes á nuestro adorable Re
dentor. Por eso despreció las ventajosas bodas terrenas que le propusie
ron, y por eso tambien tomó el hábito de la Tercera Orden de santo
Domingo, con el cual se creyó en obligacion de mortificar su cuerpo con
los ayunos, las vigilias, el cilicio y los azotes, porque no ignoraba que
los colores de que se compone indican á la inocencia, conservada bajo la
capa de la penitencia.
Era, pues, un verdugo de sí misma, y trataba á su delicada é ino
cente carne como á un enemigo odioso, á quien queria conformar con su
amado paciente, y humillar para tener á raya sus pasiones, cuyos afec
tos desordenados son la causa de todos los crímenes. Amaba ademas, y
su caridad era la causa de esta su sed de padecer, que acaso no se vió
harta sino cuando el Esposo de sangre la hizo esperimentar lo que sufrió
él mismo por nuestro remedio. Por espacio de cuarenta años la regaló to
dos les viernes con la esperiencia sensible de los dolores de su pasion, y
con un dolor interno tan vehemente que la hacia agonizar; del mismo
modo, decia la Santa, que si su corazon atado á una rueda diese vueltas
al rededor de ella. Tambien la regaló con las señales de sus llagas y con
hacerla sentir, como es de suponer, los dolores.
No se crea con todo que solo la regalaba dolores; los consuelos inefa
bles con que inundaba su alma cuando le recibia Sacramentado, eran
cuando menos iguales á aquellas penas, y puede decirse sin exagerar que
así como sufrió aquestas por un milagro, así sobrevivia á aquellos con
suelos por un prodigio. \
Su amor á los prógimos era proporcionado al amor que tenia á Dios. En
socorrer sus necesidades corporales oficiosa, se quedó alguna vez desnuda
por cubrirlos, y lena de celo por la conversion de sus almas, no per
donaba medio que á esto pudiese contribuir. Sabia bien que este es el ob
jeto soberano de su Orden, y se dedicó por tanto á la enseñanza de mu
chas jóvenes que quisieron tenerla por maestra, y en quienes introdujo
de tal modo la piedad, que no pocas se decidieron á imitar sus santos
propósitos. Las mas se consagraron á Jesucristo en el estado de virgini
dad, y su santa Maestra quiso perfeccionar lo que habia comenzado, edi
3
0
ficando un monasterio en el que como en otra Arca, pudiesen estas sen
cillas palomas custodiarse y defenderse de los insultos de las infernales
aves de rapiña.
Tambien ella queria guarecerse y buscar en la soledad al que en la
soledad habla al corazon de los que le aman. Por lograrlo, se encerró con
sus discípulas, y permaneció con ellas enseñándolas é instruyéndolas en
la obediencia mandando, como tambien á mandar obedeciendo.
Mlas no es posible detallar las virtudes todas, ni tampoco la genero
sidad de espíritu que esta Vírgen gloriosa desarrolló en el claustro. Nos
contentaremos, por consiguiente, con decir que celosa siempre del honor
de su Dios, «ansiosa siempre de la salvacion agena, siempre cruel consi
go misma, siempre íntimamente unida con el inefable Autor de todo
bien.... murió al fin para entrar en posesion de lo que amaba á los 73
años de su edad, y en el dia 2 de enero de 153o de nuestra redencion.
El Sumo Pontífice Benedicto XIV aprobó su culto y rezo para todo el
Orden de Predicadores, y el Clero de las diócesis de Brixia y Cremona,
año de 174o.

Corresponder agradecidos á las gracias que Dios nos dispensa, es un


paso seguro para alcanzar otras. Estefana correspondió fiel á las que reci
bió en el bautismo; por eso fue siempre creciendo en santidad. Nosotros cer
ramos ingratos nuestro corazon á las que Dios nos ha dispensado, ¿qué es
traño es que seamos lo que somos º Si como esta Santa hubiéramos corres
pondido, seríamos regularmente lo que ella fue.

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1

SAN ANDRES DE PISCARIA.

San Andres, llamado de Piscaria porque se llamaba así el lugar de su


nacimiento, fue hijo de padres pobres; pero la gracia se empeñó en en
riquecerle con sus dones, de tal modo que aun siendo niño edificaba con
su modestia, su retiro de los juegos y del bullage, y su decidido gusto
por la oracion. Era ademas tan amable por sus modales candorosos, y
por la prudencia que brillaba en todas sus acciones, que su padre no du.
dó encomendarle el manejo y cuidado de su casa, pues le queria, como
Jacob á Josef, mas que á los otros sus hijos, por las ventajas que les hacia
en la virtud.
Esta predileccion le acarreó el odio de sus hermanos, quienes habien
do muerto su padre le persiguieron con tanta crueldad, que tuvo alguna
vez que salvarse de sus iras con la fuga, sin que por eso su corazon con
cibiese el mas pequeño aborrecimiento contra ellos. Habiéndose antes bien
decidido á esconderse en el retiro de un claustro, les dió muestras del
amor que les tenia besándoles los pies, y dejándoles en prenda de su cari
ño el báculo que llevaba, que era todo lo que le restaba de los bienes pa
ternos. De este báculo que plantado se convirtió en un árbol hermoso, se
sirvió Dios despues para obrar un gran número de prodigios.
Con tan bellas disposiciones como estas tomó Andres el hábito en la
Orden de santo Domingo, y es fácil conocer cuántos serian sus adelantos
en los primeros años de Religioso, y la constancia con que sostuvo su fervor
en los demas, si se considera la árdua empresa que le encomendaron los
Superiores, y el éxito feliz con que la llevó á cabo. Hablo de las misiones de
la Valtelina , á que le enviaron sus Prelados cuando aun era bien jóven:
los que le enviaban conocian perfectamente su espíritu, y sabian por es
periencia cuán anciano era en las costumbres, y por eso le encomenda
ron este penoso oficio, para el que sin duda se requiere mas fervor que
años, y mas virtudes que canas.
El éxito hizo ver cuán acertada fue la eleccion. En cuarenta y cinco
años de apostolado no desmintió jamas las esperanzas que se habian con
cebido de él; y las fatigas que sufrió y los trabajos que toleró, y las con
versiones que hizo, sobrepujaron y muy mucho á aquéllas.
Alentado con el egemplo de su ilustre y muy santo Patriarca el Gran
santo Domingo de Guzman, regó con sus sudores toda la Valtelina y las
provincias comarcanas, llevó la palabra de Dios y los consuelos de la Re
ligion á los sitios mas escarpados y á las chozas mas despreciables, sin
otro interes que el de ganar almas á Jesucristo, y el de hacer felices á
los desdichados que las habitaban. Alimentándose con unas pºcaººººº!
ñas,
agua ysola,
cuando mejor siempre
alojándose con un en
pedazo de pan
la cabaña masdepobre
maiz,deque ¿
los ¿ On

de iba, durmiendo siempre sobre el duro suelo, ó cuando SO Dre º


haz de sarmientos, y siendo al mismo tiempº el recurso y ¿? ue
todos los necesitados, ganaba los corazones de todos en tales ¿ ¿
de todos era tenido por un Apóstol, por un Padre º
los pobres, P
12
Angel del Dios de los egércitos; y esta opinion que para otro menos ci
mentado en la humildad hubiera sido peligrosa, era provechosísima á nues
tro Santo, quien no se servia de ella sino para adelantar mas y mas el
reino de Jesucristo.
Ella le procuraba un absoluto dominio en los corazones; ella le ha—
cia dóciles á los mas obstinados, y era consiguiente que ni los hereges
mas tercos, ni los pecadores mas rebeldes, pudiesen resistir á la verdad
que hablaba por su boca.
Ganando, pues, siempre victorias contra el error y contra el pecado
envejeció, y se vió obligado á retirarse á su celda despues de haber cons
truido en las provincias que habia evangelizado tantos valuartes contra la
heregía y los vicios, cuantos conventos y parroquias edificó, que no fue
ron pocos. En la soledad de su celda vivia para el cielo, olvidado ente—
ramente de sus méritos y trabajos. Abismado en la humildad, no quiso
nunca aceptar ninguno de los cargos honrosos con que le convidaban sus
hermanos. Contento con pedir para ellos de puerta en puerta el susten—
to, llegó al término de su vida mortal, y profetizando la hora de su trán
sito espiró llegada ésta, entre las manos y lágrimas de sus frailes para
ir á gozar en el cielo el premio de sus muchas fatigas el año de 148o.
Pio VII aprobó su culto, y concedió rezo á todo el Orden de Predicado
res, y á la diócesis de Verona el año de 1824.
º

¿ Qué tiene el mundo que pueda satisfacer á un corazon hecho para


JDios º Si quieres, pues, que el turo viva contento, desprecia todo lo terre
no como lo despreció nuestro Santo, y nada desees sino lo que te puede ha
cer de verdad dichoso.
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13

SAN RAIMUNDO DE PEÑAFORT.

Bralona, capital del Principado de Cataluña, fue la patria de san


Raimundo, y su apellido de Peñafort indica bastantemente la nobleza de
su familia. Si fue amable cuando niño por la hermosura de su alma, que
se traslucia mas que bien en sus acciones y en la belleza de su cuerpo,
se hizo admirar y mucho mas cuando jóven por su aplicacion y por los
adelantos que hizo en las ciencias, por su modestia, y por una virtud
tan sólida y tan rara que lo hizo famoso en toda Italia, donde habia ido
á cursar las facultades mayores. Graduado de Doctor en ambos derechos,
dejó la Universidad donde habia terminado sus estudios, y regresó á su
patria en compañía de su Obispo Berenguer, quien volviendo de Roma
á España quiso pasar por Bolonia para ver y traerse consigo á su jóven
diocesano. - -

Apenas llegaron á Barcelona le dió aquél un canonicato y una pre


benda, que fueron para éste unos estímulos que le impelieron á caminar
de cada vez con mas fervor á la perfeccion por el egercicio y práctica de
las virtudes mas heróicas. De todas era un espejo, y á todos predicaba la
santidad, con el buen olor que su santa vida exhalaba: se aventajaba, no
obstante, entre todas su devocion á María Santísima, cuyo culto propa
gaba no solo con su egemplo, sino tambien con sus consejos, con su pre
dicacion, con cuantos modos podia.
Puede creerse que esta piedad filial para con la Madre de los Predi
cadores, fue la causa de que se consagrase al Apostolado en la Orden de
santo Domingo. No dudamos que hubiese otras; pero nos persuadimos á
que fueron incidentes de que María se sirvió para traer á su Orden á este
hombre que tanto habia de ilustrarla. A los 45 años de su edad vistió,
pues, en ella nuestro Santo el hábito de la humildad, de la inocencia y
de la mortificacion, y con él emprendió nuestro Raimundo una carrera
toda nueva. Considerando que desde que se hizo Religioso Dominico mo
era suyo sino de sus prógimos, dilató su corazon en el amor de éstos de
tal suerte, que hizo unos adelantos estraordinarios en él, y produjo unos
efectos que nunca se ponderarán bastante. La Orden de la Merced, obra
en parte de su celo y de su caridad, puede dar alguna idea de lo gran
de que era la caridad de nuestro Santo.
Puede añadirse á ella la solicitud con que cooperó al buen gobierno
de la Iglesia universal, cuando egerció el oficio de penitenciario ó con
fesor del Sumo Pontífice, quien conociendo lo acertado de sus consejos,
y lo estenso de su saber, le dió la dificil comision de reunir en un
cuerpo de derecho los decretos y los cánones que andaban dispersos, sin
método y sin órden hasta entonces. Trabajo penoso! pero que no era su
perior á la caridad de Raimundo, cuyo deseo de ser útil le hizo salir con
el lucimiento que no se esperaba.
El Papa en premio le convidó con un rico Arzobispado, en el que
sin duda pudiera haber hecho mucho bien; pero la humildad del Santo
no era inferior á su caridad. Queria ser provechoso, pero en el estado
N
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SAN RAIMUNDO DE PEÑAFORT.

Brain, capital del Principado de Cataluña, fue la patria de san


Raimundo, y su apellido de Peñafort indica bastantemente la nobleza de
su familia. Si fue amable cuando niño por la hermosura de su alma, que
se traslucia mas que bien en sus acciones y en la belleza de su cuerpo,
se hizo admirar y mucho mas cuando jóven por su aplicacion y por los
adelantos que hizo en las ciencias, por su modestia, y por una virtud
tan sólida y tan rara que lo hizo famoso en toda Italia, donde habia ido
á cursar las facultades mayores. Graduado de Doctor en ambos derechos,
dejó la Universidad donde habia terminado sus estudios, y regresó á su
patria en compañía de su Obispo Berenguer, quien volviendo de Roma
á España quiso pasar por Bolonia para ver y traerse consigo á su jóven
diocesano.
Apenas llegaron á Barcelona le dió aquél un canonicato y una pre
benda, que fueron para éste unos estímulos que le impelieron á caminar
de cada vez con mas fervor á la perfeccion por el egercicio y práctica de
las virtudes mas heróicas. De todas era un espejo, y á todos predicaba la
santidad, con el buen olor que su santa vida exhalaba: se aventajaba, no
obstante, entre todas su devocion á María Santísima, cuyo culto propa
gaba no solo con su egemplo, sino tambien con sus consejos, con su pre
dicacion, con cuantos modos podia.
Puede creerse que esta piedad filial para con la Madre de los Predi
cadores, fue la causa de que se consagrase al Apostolado en la Orden de
santo Domingo. No dudamos que hubiese otras; pero nos persuadimos á
que fueron incidentes de que María se sirvió para traer á su Orden á este
hombre que tanto habia de ilustrarla. A los 45 años de su edad vistió,
pues, en ella nuestro Santo el hábito de la humildad, de la inocencia y
de la mortificacion, y con él emprendió nuestro Raimundo una carrera
toda nueva. Considerando que desde que se hizo Religioso Dominico no
era suyo sino de sus prógimos, dilató su corazon en el amor de éstos de
tal suerte, que hizo unos adelantos estraordinarios en él, y produjo unos
efectos que nunca se ponderarán bastante. La Orden de la Merced, obra
en parte de su celo y de su caridad, puede dar alguna idea de lo gran
de que era la caridad de nuestro Santo.
Puede añadirse á ella la solicitud con que cooperó al buen gobierno
de la Iglesia universal, cuando egerció el oficio de penitenciario ó con
fesor del Sumo Pontífice, quien conociendo lo acertado de sus consejos,
y lo estenso de su saber, le dió la dificil comision de reunir en un ,
cuerpo de derecho los decretos y los cánones que andaban dispersos, sin
método y sin órden hasta entonces. Trabajo penoso! pero que no era su
perior á la caridad de Raimundo, cuyo deseo de ser útil le hizo salir con
el lucimiento que no se esperaba.
El Papa en premio le convidó con un rico Arzobispado, en el que
sin duda pudiera haber hecho mucho bien; pero la humildad del Santo
no era inferior á su caridad. Queria ser provechoso, pero en el estado
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44.
obscuro de fraile; por eso renunció tan alta dignidad, como renunció tam
bien el Generalato de su Orden, despues de haberla servido dos años en
este oficio.
La celda sola tenia bastantes atractivos para él, y en ella hubiera vi
vido, si los puestos y cargos honrosos no le hubieran buscado con tanto
y mas ahinco que él los huia. Apenas renunció las dichas dignidades, le
buscó para confesor suyo el Rey don Jaime I de Aragon; y no pudiendo
negarse nuestro Raimundo, se dedicó á llenar como Santo este espinoso ofi
cio. Sabido es el torpe amancebamiento de aquel Monarca, y se juzgará
sin dificultad que el Santo hizo cuante pudo por separarle de él. Todo fue
inútil, y san Raimundo iba á dejar el oficio de confesor, cuando el Mo
narca trató de pasar á la conquista de Mallorca. Amaba al Santo, y sen
tia que le abandonase; pero el Santo temia á Dios, y no se determinó á
seguir al Rey, sino cuando éste le prometió con las mayores veras la en
mienda. La enmienda empero no se siguió: la concubina fue á Mallor
ca, y Raimundo al saberlo decide la marcha: llega al mar, y no ha
llando barco que lo admitiese porque el Rey lo habia prohibido, tiende
su capa sobre las ondas, sube sobre ella, llega en menos de seis horas á
Barcelona, y entra en su convento cuando todas las puertas estaban cer
radas. Así salvó su ministerio, y nadie en adelante volvió á inquietarle
en su retiro. Su vida dilatada hasta casi los cien años no fue en lo sucesi
vo mas que una preparacion para la muerte, y ésta cuando llegó solo fue
un paso para la gloria, donde reina hoy con Jesucristo. Sus milagros en
vida fueron tantos y tan brillantes, que la Iglesia en su rezo dice haber
resucitado cuarenta muertos, y el polvo de su sepulcro aun en nuestros
dias obra prodigios. Le canonizó el Papa Clemente VIII.

Posponer todos los respetos humanos cuando se trata de los intereses de


Dios, es el soberano deber de todo cristiano, que dí imitacion de san Rai
mundo no debe buscar mas que la gloria de Dios, el bien de su alma y de
las de sus prógimos.
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SAN MARCOLINO DE FORLI.

Forli, ciudad de Italia, fue la patria de san Marcolino, cuyo corazon


poseyó la gracia desde luego con tanta abundancia, que hasta en su ni
ñez fue Santo. Amable en sus primeros años, se hizo admirar á los 1 o
por el fervor con que siendo de esa edad pidió y recibió el hábito de san
to Domingo, y por la exacta observancia con que practicando todas las
leyes y austeridades de un Orden Apostólico, hizo ver á todo el mundo
que ignora el amor de Dios los impedimentos de la edad.
Trasplantado tan temprano al jardin de la Religion, y acostumbrado
á llevar desde tan niño el yugo santo del Señor, era regular que produ
gese siempre frutos de santidad y de justicia; y con efecto obraba la gra.
cia en él con tanta actividad, que con su sola presencia animaba á los
tibios, corregia á los relajados, y era un modelo para todos. Modelo per
fectísimo en quien jamas se entibió el fervor, á quien aventajó ninguno
en la pobreza, en la obediencia, en el retiro, y de quien puede asegu
rarse que escedió á todos en la humildad ingeniosa con que sabia ocultar
sus raras prendas.
Enemigo de su carne la mortificaba con una extraordinaria severi
dad, añadiendo á las mortificaciones de su Orden otras abstinencias vo
luntarias, el cilicio, la falta de sueño y el azote. Incansable centinela de
sus sentidos, los traia siempre á raya para que no percibiesen lo que des
pues podia causar daño á su alma.
Teniendo á su cuerpo en esta sujecion, le era fácil elevar su espíritu
á la contemplacion de los bienes celestiales, y hallar en ella la suavidad
y las dulzuras que han hallado todos los Santos. No es fácil decir cuales
eran las que gustaba Marcolino en este piadoso egercicio, aunque sí se
podrá conjeturar algo del mucho tiempo que gastaba en él, y de la ena
genacion en que vivia con respecto á todo lo que no era Dios. Sus ro
dillas, cuando murió, admiraron por los enormes y duros callos que ha
bian contraido en la oracion, y sus oidos nada percibian sino el sonido
de la campanilla cuando al alzar la Hostia el Sacerdote la tocaban, como
es costumbre. Sus miembros ademas, cuando celebraba él mismo, per
dian muchas veces su uso, porque el amor en que ardia su pecho impe
dia todas las demas acciones vitales.
Su ternura para con María Santísima era proporcionada á este amor,
y la Señora se dignó corresponderle hablándole dulcemente muchas veces
en una devota Imágen suya. Su caridad para con el prógimo, ¿podia ser
en él pequeña ? El que amaba á Dios con tanta intension, ¿ podia ser ti
bio ó remiso en amar á las Imágenes vivas de este Señor? ¿ podia, con
tra lo que dice san Juan, mirar con indiferencia á sus hermanos que te
mia ante los ojos? No por cierto; y la mejor prueba de ello es el honro—
so título de Padre de los pobres que le daban comunmente. Este solo dic—
tado nos hace conocer la santa oficiosidad con que socorria sus necesida
des corporales, y la tierna efusion con que volaba al consuelo de los
miembros de Jesucristo necesitados. Pues ya el celo con que trabajaba en
46
socorrer sus necesidades espirituales no necesitamos decirlo, porque es fá
cil conocer que quien era tanto de Dios se haria todo para todos, y tra
bajaria por el provecho de todos, ya en la oracion, ya en el confeso
nario, ya en el púlpito, ya con consejos, ya con reprensiones, ya con
egemplos.
Concluiremos diciendo de una vez que era un héroe en todas las
virtudes, y añadiremos como un esmalte de su retrato, y para su ma
yor gloria , que fue tan diestro en ocultar así éstas como los favores
innumerables que el cielo le hacia, que era tenido de todos por un San
to sí, pero por un Santo simple y vulgar. Acaso jamas se hubiera co
nocido su raro mérito, si el milagro acaecido en su feliz tránsito no hu
biera escitado la curiosidad. Pero Dios, que queria darlo á conocer, hi
zo que un niño desconocido publicase su muerte, ocurrida á los 8o años
de su edad, y que los pueblos, atraidos por una mano invisible, cor
riesen como de tropel á venerar su santo cadáver, y á testificar con
el culto que le daban la gloria que su alma gozaba en el cielo. Desde
este momento no pudo ya ocultarse que habia sido nuestro Santo uno
de aquellos párvulos á quienes Dios se revela y comunica sin medida.
Su culto fue aprobado por el Papa Benedicto XIV.

¿Qué vida tan dichosa la vida pasada en la inocencia Pero como ésta
mo se puede conservar sin la capa de la penitencia, nos es necesario morei
ficar nuestros miembros como mortificó los suyos san Marcolino, y ocultar
así esta mortificacion como aquella inocencia para que el aire de la alaban.-
za, y el moho de la vanagloria, no corroan tan rico tesoro.
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17

SANTA MARGARITA, PRINCESA DE HUNGRÍA.

La bienaventurada santa Margarita, sobrina de santa Isabel, Reina de


Hungría, apareció desde luego como fruto de bendicion; pues el cielo
se la concedió á los Reyes Vela IV y á su esposa como una prenda de
la paz que concedia al reino y á ellos, atemorizados por los estragos y
la fuerza de los tártaros. Como á otro Samuel ofreció la Reina á Dios
y á santo Domingo lo que llevaba en su vientre, y fiel á su promesa
condujo ella misma á Margarita, luego que tuvo suficiente edad, á un
convento de Monjas Dominicas para que la instruyesen en el santo te
mor de Dios. Cumplieron las Monjas con este encargo; pero hubieran
hecho bien poco si el Rey de los Reyes no hubiera hablado al cora
zon de la jóven Princesa, y la hubiera ilustrado, como la ilustró, en
lo perteneciente á la salud de su alma. Dios, en efecto, habló al oido
interior de su sierva, y al momento, echando ella en olvido sus rea
les palacio y padres, se hizo verdadera discípula de la Cruz. A los 7
años pidió y vistió el hábito de la pobreza y de la negacion propia , á
los 12 profesó, y á poco, molestada de las instancias con que muchos
y grandes Príncipes la pedian por esposa, facilitándole la dispensa de
sus votos, tomó el velo sagrado en el altar de su santa Tia para cor
tar así de una vez las esperanzas de los que querian tener entrada en
SUL COI"azOne

Desde este momento no pensó mas que en imitar al esposo de su


alma Jesucristo crucificado. Anhelaba por ser martirizada con él, que
ria verse crucificada como él; mas no siéndole esto posible, se desqui
taba con humillar su cuerpo, ocupándolo en los oficios mas viles, mas
trabajosos é incómodos, en despedazarle á golpes, en estenuarle á fuer
za de ayunos, en afligirle con todo género de mortificaciones. Esto era
lo ordinario: los viernes, los quince últimos dias de cuaresma, y las vís
peras todas de las grandes solemnidades, subia de punto el martirio, por
que avivándose la fé se inflamaba mas el amor; y como éste es activo, y
desea mostrarse hácia afuera, obligaba á Margarita á acciones estraor
dinarias, y tanto como era estraordinario el principio de donde proce
dian. Cual es la fé, tal es el amor, y cual el amor, son las acciones;
abrasándose, pues, nuestra Santa á la manera de un serafin, no se veía
contenta ínterin no se inmolaba toda entera en las aras de la caridad.
Pareceria, no obstante, imposible el que su carne delicada pudiese
sufrir y padecer tanto, si no supiésemos que su adorable dueño la comu
micaba fuerzas para ello en todos tiempos, y especialmente cuando ella
derramaba su corazon ante los altares, ó ante alguna imágen de su Je
sus crucificado; pero el Señor, que queria hacerla participante de su pa
sion , la comunicaba sobrenaturales esfuerzos, con los cuales no es es—
traño que fuese un milagro de mortificacion. Cual el hierro atraido por
el iman se impregna de la virtud de éste, así nuestra Margarita se ar
rojaba á los pies de Jesucristo, se introducia en sus llagas, se unia con
él por medio del amor mas puro, y quedaba como el Apóstol capaz de
poderlo todo en el que la confortaba. 4.
13
¡ Angelito! No parece que vivia sino para amar, puesto que toda su
conversacion estaba en el cielo, y todo su trato era con los moradores
de la patria celestial. Enamorada de Jesus, como hemos visto, obsequia
ba á la Madre de este amor hermoso como hija, y jamas oía pronunciar
su Dulce Nombre de María sin añadir; “Madre de Jesus y mia” y esto
con una ternura que indicaba bien las dulces emociones y el transporte san
to que la causaba la memoria de esta Reina, y amparo de las Vírgenes.
Es escusado decir despues de esto que todo el tiempo de Margarita
estaba santamente empleado, y que cumplia exactamente con todos los
deberes de Religiosa. Los momentos que éstos le dejaban desocupados se
los llevaba la oracion, y ó bien rezaba el salterio, ó bien saludaba hu
milde á todas, y á cada una de las Personas de la augustísima Trinidad,
ó bien felicitaba por su dicha á su Madre, como ella decia, la Reina de
los Ángeles; mejor diríamos de una vez, que llenaba su tiempo orando
siempre.
Tambien es superfluo el indicar que fueron muchos los prodigios que
IDios obró por su medio: desde bien niña empezó á hacerlos; y crecien
do en virtudes y en gracia, era regular que se multiplicasen á su ruego.
Ella misma era un milagro no pequeño, y las señales de las llagas con
que el Salvador la hermoseó, no dejan de serlo y grande. Para referir
los demas era necesario muchas fojas, y debemos contentarnos con aña
dir, que habiendo llenado en pocos años mucho tiempo, murió á los 28
de su edad, y subió al cielo á unirse para siempre con su Amado. Pio VII
estendió el culto, que ya se le tributaba por concesion de Pio II, á todo
el Orden de Predicadores.

Conviene orar siempre, dice Jesucristo; mas no todos pueden cumplir es


to á la letra. ¿ Cómo, pues, orarán siempre º Haciendo lo que dice san Agus
tin, obrando siempre bien, y dirigiendo siempre á Dios todas sus acciones.
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SANTA CATALINA DE RICCIS.

Cain, natural de Florencia, y de la noble familia de Riccis, nació


para gloria de su siglo, y para lustre de la sagrada Religion Dominica
na. Habiéndole tocado en suerte un alma buena, mostró desde sus pri
meros años una índole sublime, que sus padres procuraron fomentar co
locándola en un monasterio para que aprendiese en él la Religion y la
virtud. En el convento de san Pedro, apellidado de Monticulis, fue don
de empezaron á desarrollarse las altas cualidades con que Dios habia ador
nado el corazon de la niña Catalina; y puede asegurarse sin temeridad,
que las monjas de él aprendian de su educanda tanto ó mas que lo que
podian enseñarla.
Debia edificarlas cuando menos su perseverancía en la oracion, y la
avaricia piadosa con que robaba el tiempo al descanso para ir á gas
tarlo á los pies de un Crucifijo, meditando su pasion. De hecho, esta
ban contentísimas con la posesion de este tesoro, y es de creer que de
searian poseerle siempre. Pero Dios que lo disponia de otro modo, qui
so que fuese trasladada á otro convento del Orden de santo Domingo,
y que á los 13 años de su edad hiciese en él sus votos solemnes de Re
ligion, &c.
Es fácil suponer que despues de consagrada solemnemente á Jesu
cristo tendiese las velas de su devocion, la que cuando niña habia sido
tan devota. Su caridad inflamada la hacia mirar su profesion como un lazo
que la unía indisolublemente al Esposo de las Vírgenes, y desde que
la hizo no reposaba sino cuando su espíritu se unia, por medio de la
oracion, con el bien que adoraba su alma. A este fin privaba á su de
licado cuerpo de reposo; y cuando la naturaleza fatigada apetecia el sue
ño, lo ahuyentaba de sí golpeándose fuertemente, y con una gruesa ca
dena, á imitacion de su Padre santo Domingo. Queria tener su carne á
disposicion del espíritu, para que aquélla no impidiese á éste su trato con
Dios; y á este efecto, ademas de estos crueles azotes, la hacia tolerar
otras y otras mil mortificaciones á cual mas ruda y cruel.
Cuarenta y ocho años pasó sin probar la carne ni otra cosa que le
gumbres y yerbas, de las cuales aun se privaba muchas veces, conten
tándose con solo pan y agua. Su mas gustosa comida era el hacer la vo
luntad de Dios, y cumplir en el modo que podia con el fin del instituto
dominicano, que es la salvacion de las almas. Desfallecia la suya acor
dándose de los pecadores que abandonan la ley del Señor, pedia fervo
rosamente por ellos, y se mortificaba por alcanzarles la gracia de la con
version. Hubiera deseado hacerse lenguas para anunciar las verdades
eternas á todos los mortales, que ó las desconocen é ignoran, ó no quie
ren vivir al tenor de ellas. Hasta las Ánimas del Purgatorio se esten
dia esta su caridad; pues está escrito de ella que aceptó y padeció unos
dolores vehementísimos por bastante tiempo, para que un alma deteni
da allí fuese á gozar de Dios cuanto antes.
Las enfermas de su convento esperimentaban tambien su piedad tier
20
na y compasiva. Prelada era y tenia el mayor placer en servirlas, en
asearlas, en hacer por ellas, como igualmente por las sanas, los oficios
mas viles, y que acaso á cualesquiera otra hubieran causado nauseas,
Era tan humilde como caritativa, y así ninguna accion de caridad se
le resistia. El Esposo de las Vírgenes se complacia tambien en pagarla
cuanto hacia por su amor, y Catalina admirando tanta dignacion se hu
millaba, y tenia sus delicias en abatirse cada vez mas. Al leer su vida
prodigiosa se advierte una competencia generosa entre la Santa por ser
vir á Dios, y Dios por honrar á su Santa. Fue poco para este inefable
amante el regalarla con un anillo precioso, índice del amor tierno que
la tenia: tampoco le bastó el señalarla con sus llagas, y el hacerla sen
tir por su órden todos los dolores de su pasion los jueves y viernes todos
de muchos años: ni se satisfizo con haberla dado el poder de hacer mi
lagros; su eterna é incomprensible caridad no quedó satisfecha, sino cuan.
do la llevó á hacerla eternamente feliz con la posesion de sí mismo. Be
nedicto XIV la canonizó solemnemente año de 1746.
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Padecer por Dios, qué padecer tan glorioso Celar su honor, ¿qué of
cio mas digno de un alma que le ama de veras / Trabajar con el deseo, si
mas no se puede, en la conoersion de los pecadores, qué empleo tan sublime!
Lo primero es una nota de predestinacion: lo segundo es oficio de Angeles;
y lo último es un trabajo que deshace los pecados propios, y nos asemeja al
que vino del cielo á salvarnos.
Oh, pues, tú que esto lees, imita en estas tres cosas á la grande Ca
talina de Riccis, y gozarás de la gloria que ella goza l
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21

SAN JORDAN DE BOTTERG.

S. Jordan, natural de Botterg en la Sajonia, debió á la providencia


un nacimiento ilustre segun el siglo, y á la gracia el que naciese y cre
ciese con él la misericordia para con los pobres, como habia nacido
crecido con el santo Job. Enviado á París á que cultivase allí las ciencias,
se aplicó en primer lugar á la práctica de las virtudes, en las cuales se
egercitaba, y de las cuales era un bello egemplar, especialmente de la ca
ridad para con los necesitados.
Habia hecho un voto de no despachará ninguno sin limosna, y ha
biéndose hallado una vez sin tener que dar á uno que le pedia, se des
ciñó la propia faja y le socorrió con ella: á poco entró en una Iglesia,
alzó los ojos á mirar una imágen de Jesus crucificado, y le vió ceñido
con el cíngulo que acababa de dar, y quedó mas que pagado de su gene
rosidad con esta fineza de nuestro Redentor.
Conmovido con ella su ánimo, se decidió á dar á Jesucristo algo mas
que lo que le habia dado hasta entonces, pues trató de sacrificarle cuan
to tenia, cuanto podia y cuanto era, abrazando un estado de perfeccion.
Le halló cual podia desearlo en la Orden de Predicadores, y en efecto
vistió en ella el hábito y el espíritu de un Apóstol, cuando aún vivia su
Patriarca santo Domingo. Manso de corazon y suavísimo en su trato pa
ra con todos, era al mismo tiempo cruel consigo mismo, si bien esta
crueldad con su cuerpo, al que maceraba con continuos ayunos y con lar
gas vigilias, se dirigia á que libre su espíritu del yugo de las pasiones,
pudiese entregarse totalmente á la oracion y á la meditacion, que era con
el estudio su continuo egercicio.
Tan verdadero fraile predicador era, que su Orden le creyó capaz de
llenar el inmenso hueco que en ella dejaba su gran fundador cuando mu
rió; y eligiéndole segundo General, no parece sino que el espíritu de aquel
Elías cayó sobre este su discípulo Eliseo. Lleno de celo como aquél por
la salvacion agena, trabajó al modo que él en que se propagase una Re
ligion que no tenia otro fin, y abrasado en caridad para con sus herma
nos los prevaricadores de los mandamientos divinos, predicaba todos los
dias para convertirlos, sin que le impidiesen hacerlo tantos cuidados como
debia acarrearle el gobierno de su Orden.
Deseoso de que fuese esta una Congregacion de Santos, corregia se
veramente las menores faltas de sus hijos, pero mezclaba con la seve
ridad una prudencia y una gracia que hacia amables y provechosas las
correcciones. No se contentaba empero con que sus frailes se santifica
sen á sí mismos, porque esto no basta á un Religioso Dominico; y así
les enseñaba y obligaba á que fuesen útiles al prógimo, disponiéndose
á este efecto con el estudio de las santas Escrituras, alternado con la
oracion. Queria que fuesentan sabios como santos, porque en verdad
que no cumplen con menos si tienen talentos para ello.
Devoto de María Santísima, cual conviene que lo sea un fraile pre
dicador, enseñó un modo muy útil de obsequiar á esta Señora, y fue el
22
primero que dispuso se la cantase la Salve todos los dias en la Iglesia
despues del oficio de completas. Cumplia en esto con un deber: eran
entonces frecuentes, eran visibles los prodigios con que la Señora mani
festaba su afecto, y la proteccion que dispensaba á su Orden Dominicana,
y Jordan cumplia con la gratitud, celebrando el nombre y dilatando el
culto de la gloriosa Madre de su Orden.
Por último, era héroe de santidad egercitado en todas las virtudes, y
tanto, que habiendo perdido un ojo, reunió á sus frailes y les convidó á
que se alegrasen con él, porque tenia ya un enemigo menos. Un hom
bre que así pensaba, ¿no estaba bien maduro para el cielo? El al menos
por solo el cielo suspiraba, mas no queriendo ser inútil á su Orden mien
tras estaba en la tierra, se embarcó para visitar los conventos de la Pa
lestina, y habiendo padecido una furiosa borrasca, se ahogó con otros
dos compañeros; ó diremos mejor, pasó por el agua al refrigerio de la
bienaventuranza eterna. Así lo aseguran los prodigios obrados por su in
tercesion, los cuales deshicieron las sospechas que el género de su muer
te hizo nacer, y movieron á la Silla Apostólica á que le colocase en el
número de los santos. El sumo Pontífice Leon XII estendió su culto á
toda la Orden de santo Domingo, año de 1827. - a

Hacemos por Jesucristo cuanto hacemos por sus pobres: pero no todos
pueden darles socorros corporales, aunque no por eso deban estar dispensa
dos de la limosna. San Jordan es un egemplar de misericordia para todos ;
cuando rico socorria con dineros, cuando pobre con consejos, con oraciones,
con egemplos. Imítale, pues, sea cualquiera tu situacion. -
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23

SAN ÁLVARO DE CÓRDOBA.

Caracia, ciudad de Andalucía y madre fecundísima de santos, fue la


patria del ilustre san Alvaro, quien supo juntará la nobleza de su li
mage una virtud mucho. mas esclarecida y mas capaz de ennoblecerle.
Despreciando, aunque jóven, como sabio los bienes y fortuna de este
mundo, que á bien librar, solo son impedimentos para la vida eterna,
se abrazó generoso con la pobreza tomando el hábito de santo Domingo,
y con él el espíritu de este gran Patriarca. Aplicado desde entonces á
santificarse y á ser un instrumento de la santificacion agena, aprovechó
de tal modo en las ciencias y en la santidad, que los Prelados le juzga
ron capaz de egercitar el ministerio de la palabra, como lo hizo evange
lizando en muchas provincias no solo de España, sino tambien de Italia.
Los copiosos frutos que hubo de coger en sus tareas apostólicas, y la
fama de sus virtudes y doctrina, movieron sin duda al Rey don Juan
el II de Castilla, para que le eligiese confesor suyo y de su madre la
Reina doña Catalina; pero no teniendo la corte ningun atractivo para
un religioso enamorado de la soledad, pidió y obtuvo la dimision de este
oficio, y se aplicó á la fundacion de un convento de su Orden, que con
cluyó á espensas del Rey en un desierto fuera de Córdoba, con la advo
cacion de Scala caeli,
En esta casa, que debia ser un retiro para los mas fervorosos, vi
vió con sus hermanos haciendo una continua guerra á su cuerpo, á quien
maltrataba sin piedad con todo género de aflicciones. Sobre todo le
mortificaba con la falta de sueño, haciéndole pasar noches enteras de ro
dillas en presencia de Jesus sacramentado, y si alguna vez le concedia
algun descanso, solo era en el suelo de la Iglesia, y reclinado ó sobre
alguna fria piedra, ó sobre la mesa de algun altar.
Con tanta crueldad para consigo juntaba una caridad sin límites y
una tierna misericordia para con todo género de necesitados. Considera
ba en cada uno de ellos á Jesucristo, y los servia y los obsequiaba con
el mismo amor y piedad con que hubiera servido y obsequiado al mismo.
Señor que le daba esta tan santa conmiseracion. Admirable es un lance
que le sucedió egercitándola. Hallóse una vez con un pobre ulceroso y
lleno de llagas, por las cuales todas arrojaba podre en tanta abundancia,
que hubiera conmovido al estómago mas robusto. Al verle san Álvaro
no consultó mas que con su caridad, y considerándole como prógimo ó
como un hermano enfermo, le envuelve en su capa, le pone sobre sus
hombros, y le conduce al convento para cuidarle. Al llegar á la portería
le descarga para tomar sin duda aliento, desenvuelve á su Lázaro en pre
sencia de otros frailes que por casualidad allí se hallaban, y se encuentra
en lugar del pobre con un hermoso Crucifijo, que despues se ha conser
vado en la Iglesia de dicho convento.
Este prodigio hace ver cuán agradable era al Señor la misericordia
de su siervo, así como ésta nos demuestra que tendria una devocion gran
dísima á Jesucristo paciente, quien se compadecia de este modo de sus
24
miembros afligidos, Hemos visto lo que hacia por satisfacer esta piedad,
y sería un gran bien para nosotros el que pudiésemos verle caminando á
Jerusalen y visitando los santos lugares por dar satisfaccion á aquella
tierna compasion de su amado. ¡Qué devotos egercicios en su viage con
qué ternura imprimiria sus labios en los sitios que el Salvador regó con
su sangre! Aprenderíamos y nos edificaríamos sin duda mucho. De vuel
ta de su peregrinacion formó en las cercanías de su convento una Imá—
gen del Via-crucis, en que se entretenia su piedad visitándole de rodi
llas, esto es, andando de estacion á estacion sobre las rodillas desnudas.
¡Mortificacion cruel! pero que nos descubre bien claro la sed de padecer
que agitaba su alma, y los deseos que tenia de conformarse en algun
modo con el varon de dolores que nos redimió á costa de su vida, mien
tras llegaba el instante de unirse para siempre con él.
Al fin llegó éste, y Álvaro marchó al cielo á recibir el premio de sus
fatigas y trabajos en la eterna posesion de Dios. Los muchos milagros
que obró en vida y despues de su muerte, escitaron la devocion de los
pueblos, y Benedicto XIV aprobó su culto y el rezo para todo el Or
den de Predicadores, y para la ciudad de Córdoba su patria.

No hay devocion mas provechosa, que la devocion á la pasion de Jesu


cristo. Un cuarto de hora empleado dignamente en ella, equivale á muchas
horas en otros egercicios, dice san Alberto el Grande; y la razon lo per
suade así. Esta devocion enternece el alma, escita la gratitud, y movién
donos á padecer con Jesucristo, nos hace acreedores á reinar con él. Si
compatimur et conglorificabimur.
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SAN BERNARDO SCAMMACCA,

Sin Bernardo, llamado de Scammacca por ser este el apellido de su ilus


tre y piadosa familia, nació en Catána ciudad de Sicilia, y fue uno de
aquellos hombres á quienes destinó la Providencia para mostrarnos lo
grande de su piedad y lo mucho que puede su gracia. Seducido en su ju
ventud por los encantos del mundo, corrió tras la vanidad como loco, y
se precipitó de tal modo en los vicios que llegó á verse como sumergido
en el cieno de la deshonestidad. Cual la de un caballo desenfrenado era su
conducta, y al parecer no habia ya riendas que le sujetasen; pero el
Dios, de misericordia que hace de las piedras hijos de Abraham, le tenia
destinado para sí, y se valió para salvarle de lo mismo que debia preci
pitarlo en los infiernos.
Una herida peligrosa recibida, segun se puede congeturar, en un desa
fio, fue la puerta por donde entró la luz de la verdad en su duro co
razon. Por la llaga por donde salia la sangre, habló Dios eficazmente á
su alma, la que conociendo su peligro, dió de mano á los placeres del
mundo, y se avergonzó de haber sido por tanto tiempo víctima del des
órden y del crimen.
Sano así de su principal dolencia, sanó tambien de su herida, y de
seando ponerse á cubierto para siempre de los engaños del siglo, pidió
con humildad y con constancia el hábito de santo Domingo en su Orden
de Predicadores. Admitido en ella, apareció como un nuevo hombre, y
sobreabundando la gracia en donde habia abundado el delito, empezó á
correr como gigante por las sendas de la perfeccion cristiana. Humilde,
modesto, casto, procuraba copiar en sí las virtudes de los mas perfectos,
y conociendo ademas que no debia estar sin miedo de sus pecados pasa
dos, procuraba aventajar á todos en la penitencia para lavar con sus
lágrimas y con su sangre los pecados en que creía haber escedido á todos.
Se abstenia de muchas cosas lícitas, porque habia usado de muchas ilícitas,
y dejaba el goce de aquéllas para las almas dichosas que no habiendo ofen
dido gravemente á Dios, no tenian cosa mayor que reparar. Esto era
hacer penitencia segun la regla de san Gregorio el Grande.
No se crea empero que dedicado á corregir sus faltas se olvidaba del
fin de su profesion, omitiendo el procurar la salvacion agena. Como hom
bre, antes bien, que habia esperimentado lo dura y cruel que es la tira
nía del dermonio, se esforzaba en sacar de ella á los que eran sus escla
vos, y en indicar á los que en ella no habian caido los lazos y las re
des que tiende á los mortales para hacerlos suyos el enemigo de nuestra
felicidad. Castigándose, pues, predicaba ya para no hacerse réprobo cuan
do procuraba salvar á los otros, y ya tambien para evadir aquel “¡ay de
» mí si no evangelizo!”
Tampoco se piense que abismado en la humildad eran sus mortifica
ciones y trabajos un efecto de solo el conocimiento de su mala vida pa
sada: no, su corazon se hallaba elevado por la gracia á un rango mas
noble que el de los siervos. Amaba fervorosamente, y este amor era el
26
origen de la gratitud con que queria sacrificarse en honor de aquel que
tanto le habia perdonado y tan de lleno se le comunicaba. Amaba; me—
jor diré que se abrasaba su corazon en un volcan de caridad la mas ac—
tiva, como lo prueban sus raptos, sus éxtasis admirables, sus elevaciones....-
aquellas elevaciones en que el alma arrebatada hácia el soberano bien,
arrastraba al cuerpo tras de sí, y los resplandores de que le vieron mu
chas veces rodeado, y que eran sin duda emanaciones del fuego interior
de su pecho que se difundia hácia afuera, porque no cabia todo en él
Amaba; y esa era la causa de sus penitencias: sentia haber ofendido á
un Dios tan bueno; y por eso mortificaba su carne, causa de aquellas
ofensas. - -

El amor y la penitencia estenuaron al fin su cuerpo, que no por eso


dejó de sufrir y de amar hasta el último instante de su vida. El término
de ésta fue el término de su llanto, puesto que luego que murió voló
al cielo á recibir en él el premio de sus virtudes. A la fama de sus mu
chos milagros se siguió la veneracion de los pueblos; y el Papa Leon XII
aprobó su culto y concedió el rezo para todo el Orden de Predicadores,
y la ciudad y diócesis de Catána.

Mucho debe á Dios el que ha alcanzado perdon de sus culpas; pero no


le debe menos el que ha conservado su inocencia. Aquél debe amar mucho,
porque mucho se le perdona; y éste no debe amar menos, porque de mucho
se le ha librado. Si pues tú que esto lees, hallas tu conciencia limpia porque
nunca se manchó, no te engrías, humíllate antes bien, y dí con san Agus
tin : º á tí, ó mi Dios, soy yo deudor de no haber sido criminal: tibi debeo
» et quod non feci.”
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SAN CONSTANCIO DE FABRIANO.

N, tuvo que llorar san Constancio el mal empleo de su primera edad


como el penitente san Bernardo, pero no por eso fue menos fervoroso,
ni menos fiel á su Dios. Nació de padres honrados en un pueblo del Pi
ceno, y habiendo pasado sus primeros años santa é inocentemente, le
pareció debia satisfacer los deseos de su corazon, que no eran otros que
abrazar la perfeccion evangélica. Con este designio entró en los claustros
de santo Domingo, pidió su hábito, y habiéndole vestido, aprendió del
Gran san Antonino, y del célebre Conrado de Brixia, los rudimentos
de una sólida piedad, y las leyes de su santa Orden. Con tales maes
tros se dejó ver en poco tiempo como una perfecta imágen de la perfec
cion religiosa. Observantísimo de la abstinencia, añadia á los ayunos de
su Religion, que no son pocos, otros muchos bien austeros; y en los
viernes de cuaresma se contentó toda su vida con un poco de pan y agua.
Dormia sobre unas pocas pajas, y refrenaba los ardores de la concupis
cencia con un áspero cilicio, vestido áraiz de la carne, con crueles azo
tes y con otras mil penalidades.
Rezaba muchos dias el salterio entero, y todos el oficio de los difuntos;
y era tal la eficacia de esta piadosa devocion, que jamas le negó el Señor
cosa que pidiese por este medio. Así es, que habiendo invadido los Ma
hometanos la Grecia, le suplicaron con vivas instancias para que rezase
el oficio de difuntos; pero Dios en castigo del cisma de los Griegos, no
permitió que aun cuando principiase muchas veces á rezarlo, pudiese con
cluirlo. A estos egercicios añadia un estudio y meditacion continuos de
las santas Escrituras, con las cuales nutria su alma, y de las cuales sa—
caba aquellos tiernos afectos con que derramaba su corazon en la presen
cia de Dios. Por las noches, especialmente cuando despues de los Maiti
nes á media noche se quedaba solo en el coro, como lo tenia de costum
bre, eran tantos los suspiros, eran tales los gemidos en que se exhalaba
su amante corazon, que pasaban á ser algunas veces clamores descompa
sados que se oían de bien lejos.
Dedicado despues á la predicacion, no habrá dificultad en creer que
con aquellas disposiciones haria fruto en los que oían sus discursos. Sa
lian de su boca las palabras como saetas encendidas, que penetrando en
los corazones de los oyentes, los encendian ó inflamaban en el amor de
Dios y de la virtud. Ademas, su doctrina era conforme á su vida, y se
apoyaba en multitud de prodigios que Dios obraba por su medio: y en
este caso ¿ deberá estrañarse que su voz fuese poderosa á reconciliar los
enemigos y á reducir los pecadores? Era la voz de un hombre Apostó
lico, y por consiguiente debia ser voz de virtud y de energía, como en
efecto lo fue. La ciudad de Asculí en Italia, miserablemente despedazada
por las facciones de sus ciudadanos, y reducida al goce de la paz por la
palabra poderosa de nuestro Santo, es una demostracion sensible de esta
verdad.
Su Orden le encargó despues el oficio de Prelado, en el cual mos
28
tró la prudencia y demas virtudes de que debe estar adornado el que ha
ya de mandar á frailes. A todos los que fueron sus súbditos, los redujo
á la observancia estrecha de sus leyes. Era su deber el hacerlo, y lo pu
so por obra sin que ninguno resistiese á sus insinuaciones. ¿Quién resis
tiria? Era el primero y el mas exacto en cumplir cuanto está mandado,
y ademas se le rendian todos al ver que usaba de la persuasion mas bien
que del imperio, de la modestia y mansedumbre que enamora, mas bien
que de la aspereza y autoridad que chocan y exasperan. El santo por su
parte era un amigo de todos, y como tal, se mostraba lleno de bondad
para con todos. ¿Cómo los habia de exasperar? Queria el bien de todos,
lo procuraba del modo mas capaz de producir efecto. ¿Cómo le resistirian?
De ningun modo.
Lo procuraba como sabio, lo logró en todas ocasiones como Santo; y
esto, al paso que hacia respetable su nombre, hacia amable su direccion
y enseñanza. Un hombre terreno ¿qué mas podia apetecer? Pero nues
tro Santo no se satisfacia con esto; deseaba como celestial los eternos bie
nes, y no tuvo satisfaccion completa, sino en el momento en que des
atada su alma de los lazos del cuerpo, pasó á unirse para siempre con Je
sucristo en el cielo. El espíritu de profecía, la gracia de visiones, en las
que entre otras vió el alma de san Antonino que volaba á los cielos, y
los milagros con que el Señor le glorificó, le conciliaron la veneracion
pública. Sus paisanos le eligieron por su Patrono, y celebraron su fiesta
con grandes regocijos; y el Sumo Pontífice Pio VII estendió su culto á
todo el Orden de Predicadores, y al Clero Asculano, Fabrianense y
Mlatelicense.
-

¿Qué dicha, dirás alguna vez, la de aquellos Santos á quienes Dios lla
ma desde luego para sí, y conserva siempre en su gracia ! No te quejes de
tu suerte. Dios te ha llamado como á ellos, y culpa tuya es el no haber
oido su voz. Su gracia á todos se reparte como conoiene; tú has cerrado tu
corazon á su santo influjo, ¿qué mucho te haya dejado º Si le hubieras fran
queado tu pecho, Dios te poseeria hoy ; sin duda serías todo suyo.
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29

SANTA VILANA DE BOTTIS.

L, gloriosa santa Vilana, natural de Florencia, y de la familia de


Bottis, nació para ser una prueba de las misericordias de Dios con sus
escogidos. Desde niña empezó á amar y á servir á Dios con una ternura
y un celo poco comunes, al paso que creía tener en su cuerpecito un ene
migo digno de todo su ódio, y merecedor de todos los castigos y morti
ficaciones que podia sugerirle su deseo de padecer por Cristo. Tan deci
dida estaba por la penitencia, que viendo no podia entregarse en su casa
á todos los rigores de ella, porque sus padres se lo impedian, trató de
huirse á un convento, donde creyó le sería fácil satisfacer sus deseos de
mortificarse.
Huyó de hecho; pero la Providencia, que tenia sobre ella otros de
signios; la hizo volver, y su padre para evitar otra fuga pensó colocar
la en el estado del matrimonio. Repugnaba la Santa este yugo; pero al
fin hubo de someterse á él por no repugnar á la voluntad de Dios, que
se le manifestaba en la voluntad de su padre. Hasta aquí todo bien; mas
apenas se hubo casado cuando empezó su espíritu á entibiarse, siguió la
disipacion á la tibieza, y á la disipacion el abandono de sus santos eger
cicios, el amor al lujo y á la vanidad, y por último el mal empleo del
tiempo en engalanarse, en los saraos, y en los festines ó convites.
Derecha caminaba á su perdicion, si Dios mo hubiera contenido sus
lotos pasos. Pero este buen Pastor llamó á su perdida oveja, y la volvió
á su redil cuando ella menos lo pensaba. Ataviábase un dia con mas es
mero que nunca, y acercándose á un espejo para ver cómo decian los ador
mos en su rostro hermoso, vió á un demonio adornado con sus mismas
galas, tan horrible que fue menester todo su valor para que no cayese
en tierra desmayada. Creyó por de pronto que fuese una ilusion; mas ha
biendo repetido por tres veces, y en tres espejos distintos, la prueba, se
convenció de que su alma se hallaba tan fea y abominable, como la figu
ra que en los cristales veía.
Su espíritu conmovido se avergonzó de su debilidad y vanidades:
una santa vergüenza sucedió en su corazon á los deseos de parecer her
mosa, y tirando con santa indignacion todas sus preseas al suelo, voló á
los pies de un confesor para lavar sus pasadas manchas, y renovar en la
presencia de Dios los santos propósitos que tan livianamente habia olvi
dado. La gracia obraba ya en su corazon de un modo el mas enérgico,
y Vilama volviendo toda entera á su antiguo género de vida, hizo ver
que no era sorda á sus insinuaciones. Ni se contentó con vivir en ade
lante inculpable; se creía criminal, y este testimonio de su conciencia
aguijoneaba su fervor, en términos que llegó muy en breve al colmo de
la perfeccion cristiana. Abstinente, mortificada, humilde, miraba con un
soberano desprecio todos los bienes de este mundo, al paso que abrasa
da en amor de Dios solo vivia para este inefable bien. Solia decir “que
» era tanta la dulzura que la caridad la hacia sentir, que el alimento me
•cesario le causaba un fastidio insoportable.”
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Caritativa con los pobres queria pedir de puerta en puerta para so—
correrlos, y lo hubiera hecho si no la hubiera impedido su familia : pa
ciente en sumo grado sufrio con la mayor resignacion injurias, calum
nias y desprecios crueles de parte de los hombres, tentaciones y atroces
insultos de parte del demonio; y por último, enfermedades largas y do
lorosas de parte de Dios, quien se complacia en hacer padecer á su sier
va para purificarla mas y mas de sus defectos, y añadir grados y quila
tes á la corona que la tenia preparada.
Heroina, en fin, en todo género de virtudes, traía siempre la muer
te ante los ojos, y todos los momentos de su vida eran otras tantas pre
paraciones para que la muerte no la cogiese desprevenida. Vivia muerta
al mundo, debia morir para vivir en Dios, y esto fue lo que sucedió
cuando llegó su última hora. Un sueño dulce transportó su alma al seno
de Dios, mientras que su cuerpo vestido con el hábito de santo Domin
go, cuya Tercera Orden habia profesado, fue enterrado en santa María
la Novella entre los aplausos de una multitud innumerable que testifica
ba á voces la santidad y la gloria de Vilama; despues de haber permane
cido sin enterrar por mas de un mes para saciar la devocion de los pue
blos, que venian á la fama del suavísimo olor de su cuerpo, y de los mi.
lagros que el Señor obraba por su sierva. Este culto, propagado por tan
tos tiempos, lo aprobó Leon XII, y concedió su rezo á todo el Orden de
santo Domingo, y al Clero secular y regular del Arzobispado de Flo
rencia.

Estraoiarse alguna vez del camino de la virtud, no es lo peor para el


hombre, con tal que de este estravio se sirva para levantarse con mas fer
vor. Lo malo es el sentarse en el camino de los pecadores. Esto es: el aña
dir pecados á pecados, dilatando de un dia para otro la enmienda : quien
así vive, muerto está; y solo un milagro estraordinario puede revocarlo á
la vida.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO.


Poana de cuando en cuando la gracia, lo mismo que la naturaleza,
algunos hombres tan gigantes que solo sirven para la admiracion, y para
que alabemos al Supremo Hacedor de todo, que á tal altura sabe elevar
nuestro miserable barro. Nada aventuramos en asegurar que ha sido uno
de éstos el Grande á todas luces ToMás de Aquino, quien, juntando á
una nobleza ilustre la santidad mas sublime, y un saber incalculable, me
reció el título de Sol de la Iglesia, acaso porque el conjunto de sus pre
ciosas cualidades le hizo tan singular como el sol lo es en el mundo.
Anunciado como un prodigio á la Condesa Teodora, su madre, se
ñaló su infancia por la devocion con que, al quererle una vez lavar, co
gió del suelo un papel en que estaba escrita el AVE MARIA, por las
lágrimas con que sentia que se le quitasen de las manos, como se le qui
taron, y por la voraz ternura con que lo devoró luego que, cansados de
su llanto, se lo volvieron; y entregado despues á los monges de Monte
Casino para que le educasen, hizo ver en su juventud que Dios le desti
naba efectivamente para grandes cosas.
Sus padres lo creían así, y en consecuencia de sus esperanzas le en
viaron, luego que estuvo en disposicion de enmpezar el estudio de las cien
cias, á la Universidad de Napoles para que las estudiase; mas la Providencia
que tenia grandes designios sobre Tomás, aunque muy diversos de los que
conceptuaban aquéllos, le condujo á aquella ciudad para que tomando en
ella el hábito de santo Domingo, pusiese á sus pies las esperanzas lison
geras, y los bienes aparentes que el mundo y la carne le ofrecian. La Re
ligion de Predicadores le recibió en sus claustros como á un ángel, y él
conservando el hábito, á pesar de los esfuerzos de su madre, de los in
sultos de sus hermanos, y de las maquinaciones del infierno, hizo ver cuán
digno era de vestirle.
Sabido es que habiéndole preso en el castillo de Roca-sica introduje
ron en su prision una jóven prostituta que, manchando su castidad, le
a partase de su propósito de ser fraile; pero tampoco debe ignorarse que
habiéndola echado de su presencia á tizonazos, mereció que los Ángeles
le ciñesen un cíngulo de castidad, y que sus padres le dejasen seguir li
bremente el impulso de su vocacion. Desde este punto debemos mirará
nuestro Santo como á un Querubin, abrasado en la caridad mas activa,
ó como á un hermoso fuego que ardiendo vorazmente en sí mismo, di
funde por todas partes con la mayor generosidad sus luces y resplando
res. Era poca cosa para su amor el hacerle correr como gigante por la
senda de los mandamientos divinos, y el tenerle siempre unido con la
mayor intimidad á la fuente de todos los bienes; necesitaba difundirse há
cia afuera, y dar algun desahogo á sus ardores porque su grandeza no
podia, al parecer, contenerse en un solo sugeto, aun cuando éste fuese
un Tomás. Le hacia, pues, brillar, le hacia ser la admiracion y el mo
delo de cuantos tenian la dicha de estar junto á él, no solo en cuanto sus
acciones todas eran rectas, sino tambien en cuanto con todo lo que ha
cia enseñaba.
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Nápoles, Colonia, París, Roma, el mundo todo enseñado con su cien
cia, la Iglesia universal defendida con su profunda doctrina, ¿no son otras
tantas pruebas del amor luminoso de Tomás, que volando hácia su cen
tro reflejaba despues hácia nosotros? Sus libros, esos libros inmortales,
que resistiendo á los embates de los siglos triunfarán siempre de todas las
heregías, de todos los errores, y de todos los estravíos del espíritu hu
mano, ¿no son un monumento eterno de su celo por la casa y gloria de
Dios, de sus trabajos, de su angelical saber, de lo abrasada, de lo pu
rificada que siempre se hallo su alma?
Cual en un espejo reverberaban en ella los rayos de la divinidad ; y
como ésta es un bien que desea difundirse y comunicarse, imprimia el
mismo deseo en nuestro Santo, y era causa de que comunicase sin en vi
dia lo que habia aprendido sin ficcion. De ahí sus inmensas obras, de ahí
sus muchos y fructuosos sermones, de ahí sus continuas é instructivas lec
ciones, de ahí las conversiones que hizo, que hace, y que hará.
¿Qué diremos de aquella oracion elevadísima, de aquella contempla
cion sublime en que siempre estaba absorto? ¿qué de aquellos raptos en
que se enagenaban sus sentidos siempre y cuando queria? Lo mismo que
de la facilidad y claridad con que esplicaba lo mas obscuro y misterioso
de Dios, de los Ángeles, y de la naturaleza humana. Aquello y esto le
convenian: lo primero en cuanto era arrebatado hácia el bien que ama
ba su alma; y lo segundo en cuanto derramaba hácia nosotros los rauda
les que bebia en él. ¿ No es esto lo que hacen los astros, que recibiendo
su luz del sol iluminan las tinieblas de la noche? Pues y de su humildad,
¿qué diremos? Si hay algun fenómeno en lo moral, es el que presenta
un sabio humilde, y así quizá será lo mas admirable en Tomás el verle
lleno de ciencia, y conocerlo al mismo tiempo exento de toda soberbia.
Pero ¿y quién dirá de este hombre ángel cuanto de él se puede de
cir? Concluiremos, pues, con afirmar, que habiendo vivido y hablado to
da su vida de Dios como un espíritu celestial, murió como serafin; esto
es, amando: es lo menos que puede escribirse de él. Fue un sol del mun
do, fue la sal de la tierra, fue un astro benéfico que se nos ocultó cuan
do se fue al cielo. ¿ Cómo describiremos su curso? ¿ su influencia ? ¿ sus
beneficios? Con su doctrina, bebida en las fuentes de los Antiguos, destru
yó los errores de los doce siglos que le precedieron, y confundió á los he
reges de su tiempo; y con su doctrina, toda del cielo, revestida de una
prevision profética, disipó en su raiz las heregías de los siglos posteriores:
obró y enseñó como un héroe de primera magnitud; su premio es pro
orcionado, es verdaderamente grande en el reino de los cielos. El Papa
Juan XXII le colocó en el número de los Santos, asegurando que habia
hecho tantos milagros como Artículos habia escrito; y san Pio V le de
claró quinto Doctor de la Iglesia.
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Trabajar en utilidad de la Iglesia debe ser la primera ocupacion de todo


cristiano. No pueden todos hacerlo como Tomás ; pero todos pueden hacer
algo, cual con doctrinº, cual con egemplos, cual con oraciones. Ninguno pue
de razonablemente escusarse.
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SAN PEDRO JEREMÍAS.

San Pedro, llamado Jeremías del apellido de su ilustre familia, nació


en Palerino, y estudió cuando jóven en Bolonia con tanta aplicacion que,
concluidos sus cursos , se trataba de hacerle Doctor en ambos derechos.
Nada le faltaba ya para conseguir este honor, cuando una luz celestial
le hizo ver la nada de las cosas del mundo, y lo amables que son las ce
lestiales; é inflamándose en un sincero deseo de conseguir éstas, lo aban
donó todo por dedicarse á conseguirlas bajo el yugo de la Religion.
Vistió con este designio el hábito de santo IDomingo en la misma ciu
dad de Bolonia, y supo vencer, apenas le vistió, las tentaciones que la
carne y la sangre oponian á sus santos proyectos y vocacion. Su padre,
á quien la determinacion de Pedro habia causado bastante enojo, le su
plicó, le amenazó, hizo cuanto pudo para sacarle del claustro; pero nues
tro jóven opuso ruegos áruegos, y lágrimas á amenazas, y consiguió al
fin que le dejasen tranquilo.
Profesó pues, y habiéndose aplicado al estudio de las ciencias divi
nas, se halló bien pronto en estado de anunciar las verdades eternas á
sus prógimos, ya en el confesonario, y ya en el púlpito. Dedicado á este
ministerio era infatigable en confesar y en predicar, y mereció que el
grande y glorioso san Vicente Ferrer le asegurase de que su trabajo era
agradable á Dios. Pero como los Santos cuanto mas favores y segurida
des reciben del Señor, tanto son mas humildes, por eso nuestro Pedro,
bien lejos de descuidarse con lo que san Vicente le digera, se aplicó con
un esmero singular á castigar y á roducir su cuerpo á una justa servi
dumbre para no hacerse réprobo á sí mismo, cuando predicaba á los de
mas. Ciñó á este fin sus lomos con una gruesa cadena de hierro, com
puesta de cinco círculos, y tan apretada que para quitársela despues de
muerto, fue necesario aguardar á que se secase el cadaver. Como si esto
fuera poco, se mortificaba ademas de otras mil maneras, con ayunos vo
luntarios, con dilatadas vigilias, con azotes sangrientos, á todo lo cual se
añadian dolores crueles y enfermedades continuas con que Dios le rega
laba, y que el Santo sufria con una paciencia admirable. Se escribe de
él, en prueba de sus muchas ansias de padecer por Cristo y asemejárse—
le, que se afligia y lloraba cuando estaba sin dolores, ó se veia sin al
guna tribulacion.
A este espíritu de penitencia correspondian sus demas virtudes. Egem.
plar y modelo de todas, le destinaron los Superiores á que las enseñase
de Maestro de Novicios á los jóvenes alumnos de su Apostólica Or—
den, lo que hizo no solo dirigiendo á los que habia ya en el Novicia
do, sino atrayendo ademas otros á él tras el olor de su santidad. Entre
ellos, esto es, entre los que vinieron de este modo, se cuenta á san
Juan Licio. Elevado despues á la Prelacía en muchas casas de su Orden,
se portó en todas ellas como Santo, reformando la disciplina en donde
necesitaba de reforma, y sosteniéndola y ampliándola en donde estaba
floreciente. Con sus consejos, con sus paternales amonestaciones, con sus
* Ó
34
egemplos, corregia á los tibios, animaba á los fervorosos, prevenia los
desórdenes, y hacia brillar las virtudes.
Un gobierno tan sabio no podia menos que hacer volar su nombre
con honor por todas partes. El Sumo Pontífice, movido de tan buena fa
ma, lo llamó al Concilio general de Florencia, y tuvo ocasion de cono
cer que era Pedro Jeremías mucho mayor que su fama cuando le tuvo
cerca de sí en el citado Concilio. Alli conoció sus virtudes, y éstas sin du
da fueron las que le movieron á encomendarle la reforma del Clero de
una provincia, que nuestro Santo tomó sobre sí en la parte que miraba
á los Regulares (su humildad le hizo no aceptar el encargo de reformar
al Clero secular), y que efectuó á satisfaccion de todos.
Por último, habiendo evacuado este tan penoso como honorífico en
cargo, se retiró al convento de Palermo, en donde concluyó sus dias, lle
no de méritos y de trabajos, y desde donde se fue al cielo á gozar en él
del premio prometido á los justos. Sus muchos é insignes milagros atra
geron á su sepulcro la devocion de los pueblos, y el Papa Pio VI aprobó
su culto, y concedió el rezo á todo el Orden de Predicadores.

Consultar á Dios al emprender cualquiera accion de importancia, espe


cialmente cuando se trata de elegir un estado, y seguir sin arrepentirse
aquello que Dios nos indica, es el único medio de vivir felices, y de obrar
siempre con acierto. Si está lleno de desgraciados el mundo, no es por otra
causa sino porque no se cuenta con Dios, porque no se consulta con él, ó
porque se abandonan las luces con que él se dignaba guiarnos. En el prin
cipio está todo el mal,
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SAN AMBROSIO DE SENA.

Una niñez candorosa fue en san Ambrosio el preludio de una juven


tud santa, y de unos dias llenos todos de buenas obras. Nació en Sena,
de padres nobles; y habiéndose decidido á tomar por Padre en Jesucris
to al Grande santo Domingo, vistiendo el hábito de su Orden , tuvo la
gloria de ver combatida su vocacion por el demonio, quien apareciéndo
sele, ya en hábito mentido de hermitaño, ya en figura mas propia para
combatir su castidad, demostró lo que habia de ser el jóven Ambrosio,
si verificaba su designio, con los esfuerzos que hacia por apartarle de él.
Temia el padre de la mentira que fuese fraile Dominico, y lo temia con
razon, puesto que habia de ser un Apóstol que con su doctrina y su celo
sacaria de sus garras una multitud de hereges y de pecadores, y por eso
procuraba desviarle del estado religioso.
Pero ¿qué puede el dragon infernal contra lo que Dios ordena? Am
brosio tomó el habito de los Predicadores, á pesar de sus astutas arterías,
se aplicó al estudio de las ciencias sagradas, teniendo por condiscípulo en
ellas al Angélico santo Tomás, y fue tal su aprovechamiento que el Su
mo Pontífice le llamó á Roma para que reformase ó restableciese en aque
lla Metrópoli del mundo el estudio de la sagrada teología. Obedeció, mar
chando luego adonde le llamaba el primer Gefe de la Religion y de la
Iglesia; y no solo hizo lo que le habian encargado, sino que habiendo co.
nocido mas de cerca los talentos y virtudes de Ambrosio, le enviaron co
mo Legado suyo los Sumos Pontífices á muchos Príncipes cristianos para
que evacuase graves negocios, como en efecto los evacuó á satisfaccion de
todos.
Trabajaba sin duda en esto segun el espíritu de su vocacion, porque
trabajaba para bien de la Iglesia; pero la predicacion del Evangelio era
su empleo mas favorito, porque es tambien el primer objeto de su insti
tuto. Tan pronto, pues, como la obediencia le dió lugar se dedicó al
Apostolado, y los efectos hicieron ver que le llamaba Dios á este oficio.
Predicando desterró la infame secta de los Bohemos de muchas partes de
Alemania, que estaban infestadas de sus errores groseros: predicando hizo
que huyesen de Roma las crueles facciones que la despedazaban; y pre
dicando tambien contribuyó á que fuese pacífica y enteramente libre una
eleccion de Sumo Pontífice, para la que no habia toda la libertad que
exigen los santos Cánones.
Su voz fue el clarin y el lazo que escitó y unió entre sí á los Prín
cipes cristianos, para que libertasen del poder de los turcos los lugares
santos de la Palestina: su voz fue el trueno que hizo estremecer de su
mal estado á los pecadores, á aquellos pecadores principalmente á quienes
ó su elevacion segun el mundo, ó sus riquezas, parece que ponen á cu
bierto de toda reprension. El Apóstol Ambrosio reprendia con surna li
bertad así á los grandes como á los pequeños, y tuvo el consuelo de ver
abrazar con fervor la penitencia á muchos de todas clases. No es estra
ño: le vieron muchas veces predicar levantado en el aire sobre el pulpi.
3:
36

to, y le oyeron no pocas repetir las palabras que el Espíritu Santo le dic
taba en figura de paloma.
Una abrasada caridad coronaba ademas en él una humildad tan pro
funda como la que le hizo creer que era indigno de la borla de Doctor,
y de la Mitra que le ofrecian. Constante en la oracion, guarda perpetuo
de su pureza, verdugo cruel de su cuerpo, tenia todas las cualidades de
un verdadero discípulo de los Apóstoles, y como tal hacia fructuosa en
sus oyentes la doctrina del Evangelio. Tambien eran fructuosos sus tra
bajos para él mismo, puesto que cuantas almas ganaba para Dios eran
otros tantos esmaltes que añadia á la corona que le estaba preparada. Su
cuerpo es verdad que padecia, pero qué cosa hay mas preciosa para
un predicador que el sacrificarse por la doctrina que predica, y por aque
llos á quienes predica Solo, pues, faltaba á nuestro Santo la corona del
marticio, y ésta se la procuró en algun modo su caridad. Predicando una
vez contra la usura y los usureros, se enardeció su celo de tal modo, que
rompiéndosele una vena del pecho por dos partes, le ocasionó la muerte,
y en lenguage mas cierto, le abrió una puerta por donde voló su alma á
unirse para siempre con Dios. A consecuencia del heroismo de sus virtu
des, el Papa Clemente VIII mandó poner en el Martirologio Romano á
este Varon Apostólico, y Gregorio XV estendió su festividad á todo el
Orden de Predicadores.

Se engaña quien piensa que el demonio nos tienta siempre como demonio.
Las mas de las veces se transfigura en ángel de luz, y entonces es casi mas
seguro su triunfo. Fallimur specie recti. La humildad es la sola que enton
ces puede salvarnos de sus garras, como salvó a nuestro Santo cuando tra
taba de ser religioso: una alma presumida de su virtud ó de su saber hubio
ra dado sin remedio en el lazo, como dan por lo comun los que se fian de
sus luces en las materias del espíritu.
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SAN VICENTE FERRER.

El Pablo de nuestra Europa, el Apóstol del siglo XV, el mas bello


ornamento de nuestra España moderna, el Ángel designado en el Apo—
calipsis, ó lo que vale tanto y mas que todo esto, el glorioso san Vicente
Ferrer nació, creció y tomó el hábito de los Predicadores en la ilustre
ciudad de Valencia, capital del reino del mismo nombre. Anciano desde
sus primeros años, corrió á pasos de gigante por el camino de la perfec
cion; y si la gracia tomó empeño en formar de Vicente un monstruo y
un portento de santidad, Vicente se empeñó tambien en corresponderla
y en estenderse siempre como san Pablo hácia adelante, creciendo de
cada vez mas en la virtud. Poderoso en milagros desde niño, aprendió
las ciencias como Angel, pues estudiaba, no como algunos amando para
saber, sino como quiere san Ambrosio, deseando saber para amar ca
da vez con mas fervor. Su estudio era una fervorosa oracion, y su ora
cion era un estudio profundo: así aprovechó tanto y tan en breve, que
los Prelados le destinaron cuando aun era jóven, á que enseñase las cien
cias y la virtud á los estudiantes de su Orden.
Enseñó efectivamente algunos años: pero no era la Religion de san
to Domingo órbita suficiente para este Sol. Dios le destinaba para
Maestro del mundo, y le envió á que predicase el juicio universal á las
naciones. Como una saeta despedida por un brazo fuerte, así apareció
Vicente en España, en Francia, en Inglaterra, en Italia, desterrando
de todas partes, cual astro luminoso, las tinieblas del error, ablandando
en todas partes, á la manera de ardiente sol, los helados pechos de los
pecadores, admirando á los mortales todos con los prodigios mas asom
brosos y multiplicados, cual si fuese un árbitro de la naturaleza, y
transformando enteramente la faz de todos los pueblos adonde podia al
canzar su voz por la mudanza que hacia de las costumbres.
¿Quién describirá en corto espacio la carrera inmensa de este tan in
fatigable como benéfico planeta? Lleno de celo por la gloria de su Dios,
é inflamado en una caridad ardientísima con respecto á los hombres sus
hermanos, corrió reinos, sufrió trabajos, toleró persecuciones, porque
conociesen y amasen á Jesucristo los judíos, los moros, los hereges, los
pecadores de todos los pueblos, de todas las lenguas y de todas las nacio
nes. Arbitro de las coronas, dió paz á las Monarquías; hijo reverente de
la Iglesia trabajó y afanó por reducir á la unidad á los que trataban de
dividirla; oráculo de las gentes, de todos era respetado y venerado aun
en vida, porque de todos era tenido por lo que efectivamente era; esto
es, por unAngel del Dios de los egércitos.
Entretanto no se tenia á sí mismo mas que por un pecador despre
ciable. º Fr. Vicente pecador” tal era el título ó dictado con que se firma
ba siempre. Pero no se crea que era esta humildad de labios que suele
costar muy poco á la hipocresía. Las obras de Vicente eran conformes
con sus palabras: se llamaba pecador y se trató siempre como tal. Po
díamos en prueba citar las amarguras que sufrió su alma un tiempo,
33
ocasionadas por terribles dudas acerca de su salvacion. Pero ni todos
pueden conocer la dureza de este infierno, ni á nosotros nos es dado
el esplicarlo. Nos contentaremos por tanto con indicar algunas de sus
rudas y crueles penitencias, las cuales tenian por motivo el bajo con
cepto que el Santo tenia de sí, y el gran bulto que hacian á sus ojos
las imperfecciones de que no puede prescindir la humanidad.
Todos los dias cantaba su misa, todos los dias predicaba y algunos
dos y tres veces; todos los dias comia de abstinencia, porque así en
esto como en todo, era observantísimo de las leyes de su Orden. Si
esto parece poco, añadase su continuo viajar, y siempre que pudo á pie;
añádanse las privaciones anejas al Apostolado, las fatigas que debian
causarle tantos como le buscaban para que sanase sus almas, compu
siese sus pleitos, y remediase sus trabajos; la solicitud de los que le se
guian: y si aun esto no basta, considéresele ceñido de un áspero cilicio,
despedazado por las disciplinas que diariamente ó se daba, ó hacia que
le diesen otros, y se verá que su humildad nacia del conocimiento ín
timo de su nada, y tenia todos los caractéres de heróica.
Probada ésta, no hay dificultad en creer que era gigante en todas
las virtudes, y tanto que su vida será siempre un asombro aun para los
mas inteligentes en la vida espiritual. Es un tegido de maravillas tan
asombrosa cada una de ellas, como el héroe á quien formaron. Sus gran
des servicios por la estirpacion del cisma y paz de la Iglesia, los publi
caron los Padres del Concilio de Constanza en la honrosa y singular le
gacion que le mandaron; y toda nuestra España le tributa el homena
ge de su gratitud en la adjudicacion de la corona de Aragon á don Fer
nando Infante de Castilla: la Francia, la Italia, la Iglesia toda es acree
dora al heroismo de su celo. Mas de cien mil pecadores reducidos á una
verdadera penitencia, veinte y cinco mil Judíos, y ocho mil Sarracenos
atraidos al gremio de la Iglesia, esmaltan su Apostolado. Pero al fin,
nuestro Santo era mortal, y debia terminar su carrera. Llegó pues el dia en
que el mundo debia perder este su bello ornamento, y Vicente subió
cargado de méritos á recibir la corona de justicia que le esperaba en el
cielo. Calixto llI, á quien el mismo Vicente habia profetizado su eleva
cion á la Silla de san Pedro, le colocó en el número de los Santos.

El fin viene, el jui, io se acerca r no temes pecador á tu juez y En


aquel dia se publicarán tus maldades á la vista de todo el mundo g de qué
te sirve el esconderlas ahora º ¿ no será mejor que te ahorres la vergüenza
de entonces, no haciéndolas al presente º
7, s=
º ¿?NIOBRIº
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reclícadozerº I a Palou/cap.
39

SAN ANTONIO NEIROT.

Pernie Dios muchas veces que sus escogidos caigan en defectos y aun
en pecados graves, para que levantándose despues con mas fervor, ha
gan servir á sus santos designios lo que mas se opone á ellos, que son
las culpas. Ya se habrá notado esto en alguno de los Santos anteriores;
pero en ninguno está mas clara esta verdad, que en el glorioso Mártir
san Antonio Neirot. Nació éste en Rípoli, pueblo de Italia; y habiendo
tomado el hábito de Dominico en el convento de Florencia de manos
del gran san Antonino, logró aprender de este Santo los rudimentos de
la vida religiosa. Una ligereza de ánimo, preludio de su siguiente caida,
le movió á dejar el convento de Florencia, y embarcarse para Nápoles,
sin que pudiesen detenerle los vaticinios de su santo Prior que le anun
ciaban su desgracia. Embarcóse, pues, y no bien habia salido de los puer
tos de Sicilia, cuando le cautivaron unos piratas de Tunez, quienes le
condugeron al Africa, y le hicieron sufrir todo cuanto puede dar de sí
la barbárie de unos hombres sin costumbres y sin otra Religion que la
de Mahoma.
Por de pronto todo lo sufrió nuestro Antonio con una resignacion
propia de un discípulo del Crucificado. La educacion le sostuvo por al
gun tiempo, pero al fin empezó á titubear, y cediendo á las tentacio
nes del demonio, renegó de nuestra santa fé, y se hizo Mahometano.
Cayó, pues, en un baratro y en un precipicio horrorosos; y esta cai
da hubiera decidido su eterna condenacion, si el Dios de nuestros padres
no le hubiera mirado piadoso con los mismos ojos con que miró á Pe
dro en el atrio del Príncipe de los Sacerdotes la noche de su pasion. Pe—
ro le iluminó con su gracia, y la luz de ésta escitó en el corazon de
nuestro renegado un conocimiento claro de su estado envilecido, y un
sincero arrepentimiento de su torpe cobardía. Se avergonzó de sí mismo,
y á los cuatro meses de haber apostatado, abjuró la infame secta que
abrazára, y se dispuso á borrar el escándalo que pudiera haber causa
do por medio de una confesion pública de su fé. Lloró primero, morti
ficó rigorosamente su cuerpo, cual buen atleta que se ensaya para el
martirio, y recibió los santos sacramentos de la Penitencia y de la Eu
caristía, y con ellos fuerza sobrenatural para vencer en la pelea que le
amenazaba. Vestido despues con el hábito de su Orden, se presentó al
Dey de Tunez, y haciendo en presencia de éste la apología del cristia
nismo, condenó los torpes absurdos de Mahoma, y se acusó á sí mismo
de impiedad, por haber abandonado aquél y abrazado éstos.
No era necesario tanto para escitar la cólera de aquel bárbaro, quien
disimuló no obstante al principio, por si con alhagos podia retener en
su infidelidad á nuestro generoso confesor. Mas viendo que estos eran
inútiles, le mandó encerrar en un calabozo, y dispuso que se tentasen
los caminos del rigor y de la dulzura, para que ó aquél ó ésta condu—
gesen al Santo á su objeto, que era el de volverle a ver musulman.
¡Cuán en vano todo. Los verdugos se cansan de atormentarle, y los se
40
ductores de hacerle promesas; y ni los tormentos ni la seduccion ga
nan un palmo de tierra en el corazon de Antonio. Este despues de ar
repentido, no es el mismo que era antes de renegar. La gracia ha
hecho de él un nuevo hombre, y tan esforzado, que no contento con
lo que le hacen padecer los enemigos de su religion, se mortifica y se
atormenta con ayunos y con cuantos medios puede. Con solo pan y
agua se sustenta en la carcel todo el tiempo que está en ella, pues aun
que la generosidad de los cristianos le proporcionaba otros alimentos,
los repartia con los otros presos para espiar con la abstinencia la ingra
titud con que habia ofendido á su Criador.
En un hombre, pues, así dispuesto, ¿qué mella harán los tratamien
tos crueles de los bárbaros? ¿cómo infundirá temor en él, ni la presen
cia de un juez irritado, ni la sentencia de muerte que pronuncien con
tra él, ni la egecucion de esta misma sentencia ? de ningun modo. Por
consiguiente, despues de haberle maltratado sin fruto, le conducen ante el
juez, quien le examina, le halla firme en la resolucion que ha tomado de mo
rir antes que volverá negar á Jesucristo, y decreta que muera apedreado.
Al momento le conducen al campo como á otro san Esteban, y empiezan la
egecucion, sin que se le oiga otra cosa que pedir á Dios por los que le mal
tratan. Inmóvil y de rodillas recibe las piedras que se disparan contra él, has
ta que su alma lavada en su sangre y vestida de una preciosa estola, vo
ló al cielo á unirse con Jesucristo, á quien confesára sobre la tierra. Los
bárbaros trataron de quemar su cuerpo, pero el cielo lo conservó intac
to, y los fieles en vista de los beneficios que por su intercesion conse
guian, le tributaron el culto de los Santos, que Clemente XIII apro
bó, estendiendo el rezo á todo el Orden de Predicadores.

Mudar de lugares, de directores, &c. ¿ de qué nos sirve si no nos mu


damos á nosotros mismos º En tal parte, en tales circunstancias &c., ser
viria yo á Dios, dicen algunos, pero qué engaño / La mudanza en verdad es
necesaria, pero la mudanza de costambres, la mudanza del corazon, la
mudanza interior del hombre todo, no la mudanza de sitios, que por lo co
mun solo contribuye á la disipacion.
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cadá 155de Pa m/cap.
de Abº, ..

4

SANTA MARGARITA DE CASTELO,

S la criatura tiene á Dios por padre, ¿qué falta le hacen los que la en
gendraron ? Santa Margarita es una sensible demostracion de la provi
dencia paternal que Dios tiene para con los desvalidos, y del tierno cui
dado con que protege á los que no tienen mas amparo que él. Nació cie
ga, de unos padres tan desnaturalizados, que aunque la llevaron á la
ciudad de Tiferno á visitar el cuerpo de un Santo con la esperanza de
que Dios le daria vista, la abandonaron cruelmente luego que advirtie
ron que seguia con su ceguera. Hubiera perecido infaliblemente, porque
era demasiado niña, si el que alimenta á los pollos de los cuervos no hu
biera movido en su favor el corazon de una piadosa muger, que hallán
dola desamparada la recogió compasiva, y la tuvo en lugar de hija.
En compañía de ésta pasó Margarita santamente la niñez, y llegando
á la juventud tomó el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo, y
se animó con el espíritu de este Santo Patriarca. Continua en el ayuno,
y constante en la oracion, redujo á su inocente cuerpecito á una servi
dumbre racional. Observantísima de las leyes de su Orden ayunaba sin
dispensa todos los dias desde Santa Cruz de setiembre hasta Pascua de
Resurreccion, y no contenta con tan larga CUla reSIIna ayunaba ademas
cuatro dias de las otras semanas del año, y los viernes de todo él á pan
y agua. Cual su Padre santo Domingo, despedazaba tres veces todas las
noches sus carnes azotándolas hasta derramar sangre, y con estas auste
ridades habilitaba cada vez mas su espíritu para que volase al cielo, y se
dilatase en la tierra, especialmente cuando llegaba á recibir los sacra
mentos, que era casi todos los dias. En todos ellos purificaba su concien
cia, casi todos ellos recibia su espíritu en la sagrada mesa á Jesucristo, y
con él una luz tan abundante que se podia decir muy bien que ninguna
falta hacian los ojos del cuerpo, á quien tenia tan perspicaces los del alma.
De memoria se sabia todos los Salmos de David, que rezaba con fre
cuencia; pero esto es poco: ella esponia del modo mas sublime los luga
res mas dificultosos de estos cánticos sagrados, y esto es sin duda admira
ble; pero tan ilustrada como esto estaba por la gracia, y tan de veras la
habia enseñado y enseñaba el mismo espíritu que se los habia dictado al
Profeta Rey. -

Siendo esto así, ¿quién estrañará el que siempre estuviese fija en la


contemplacion de nuestros sagrados misterios ? A nadie debe causar sor
presa el oir que nuestra Santa hallaba en ellos mil dulzuras, y que por
consiguiente eran el pávulo ú ordinario alimento de su alma. Le mani
festaba Dios los arcanos de su sabiduría, y su entendimiento no podia
separarse de la presencia de esta luz divina. Sobre todos, donde mas se
habia fijado su corazon era en el nacimiento de Jesucristo. La vista de un
Dios abatido hasta nuestra miseria, que habia querido nacer de una Vír
gen, y sufrir en sus delicados y tiernecitos miembros la intemperie de
los elementos, y mil penosas privaciones, era para Margarita una llama
tan activa, y al mismo tiempo tan suave, que no sabia separarse del pe
42
sebre de Jesus, ni abandonar el portal en que su adorable Esposo se dejó
ver la primera vez hecho hombre.
No es esto tampoco estraño, pues aquí la queria Dios. Se complacia
tanto el Señor de la devota piedad con que su sierva meditaba este mis
terio, que hizo ver con un prodigio lo que este egercicio le agradaba.
Muerta la Santa se hallaron en su corazon tres piedrecitas, en una de
las cuales se veia al Niño Jesus en el pesebre, en la otra á la Vírgen Ma
dre, y en la tercera á san José, y á Margarita puesta de rodillas con
una paloma sobre la cabeza. ¡Qué asombro! ¿Y admirará ya que el Niño
Jesus llevase al cielo á la que habia sido compañera inseparable de su
infancia en la tierra? ¿Admirará que franquease las puertas de la gloria á
aquella en cuyo corazon habia puesto por su mano una señal tan clara
de su amor? No por cierto, antes debe mirarse como un efecto de este
amor el que al morir Margarita introdugese á su alma en los eternos ta
bernáculos, como lo hizo al cumplir ésta los 33 años de su edad. Al mo
mento acuden los pueblos á su sepulcro, se multiplican los milagros,
todos aclaman su santidad. El Papa Paulo V concedió al Clero de Tifer
no la facultad de celebrar la fiesta de santa Margarita, y Clemente X es
tendió su rezo á todo el Orden de Santo Domingo. -

¿Qué falta hacen los ojos, de que tambien gozan hasta las hormigas, á
los que tienen dentro de sí otros como los de los Angeles º Así decia un San
to á otro Santo ciego, y asi debíamos decirnos á nosotros mismos para po
ner un freno á nuestros ojos corporales. Son éstos unas ventanas por donde
entra la muerte á nuestro corazon: cerrémoslos pues, ¿ qué falta nos hacen
teniendo otros en el alma º Sin aquéllos se santificó Margarita.
----
■ ■ ■ ■ . --------
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a
-
º

GONZALEZ YM.
el ( 5va en de Preciº
43

SAN PEDRO GONZALEZ TELMO.

E célebre Albano Butler en su interesante obra de las Vidas de los San


tos dice: “que los mejores historiadores ponen el nacimiento de san Pe
» dro Telmo en Astorga, reino de Leon en España, donde fue descen
» diente de una familia ilustre;” y con efecto cita en prueba de ello á Bzo
vio, á Bollando y á Touron. Mlas sea de esto lo que quiera, el hecho es
que nuestro jóven dió tan desde luego tamañas pruebas de su talento, que
su tio, Obispo de Palencia como se ha creido hasta aquí, ó de Astorga
como dice el Butler, le propuso para una canongía, y poco despues le hizo
tambien Dean de su cabildo. Empero como no siempre los grandes talen
tos estan acompañados de la luumildad que les es tan necesaria, sucedió
que nuestro jóven Dean, aunque exento de vicios groseros, se dejó do
minar de la vanidad y del deseo de figurar en el mundo por medio de la
pompa y de un fausto indigno de su estado. Un dia de fiesta en el que
la bizarría del caballo que montaba, y la riqueza de los jaeces, creyó de
bia atraer sobre sí las miradas de todo el pueblo, fue no obstante el es
cogido por Dios para sanar su ceguedad, y tocar de lleno su corazon. En
medio de su triunfo tropezó su caballo, arrojó al loco ginete en un sitio
lleno de fango, y la inmundicia de que se vió cubierto, y las risadas de
la plebe con que fue recibido, le hicieron entrar en sí, abandonar el mun
do y sus engaños, retirarse á Palencia, y dedicarse á una vida toda nue
va bajo el hábito de la austera Orden de santo Domingo.
El retiro, la obediencia, la penitencia y la humildad fueron las ar
mas con que triunfó en el noviciado de su viejo hombre segun la carne,
y de las ideas seductoras que éste le presentaba para arrancarle de los
claustros; y el amor de Dios, la caridad para con sus prógimos, y un ar
dentísimo celo por la gloria de aquél y la salvacion eterna de éstos, las
virtudes que le caracterizaron luego que hubo pronunciado sus votos. Los
Prelados, á quienes estos preciosos dotes no se ocultaban, le encargaron
el ministerio de la predicacion, y el Santo se entregó á élla con un ahin
co que demuestra bien haberle Dios elegido para este oficio. Despues de
gastar la mayor parte de la noche en la meditacion, ó en el canto de las
divinas alabanzas, espendia todo el dia en instruir á los fieles; y sus pa
labras animadas por la caridad y sostenidas por el egemplo producian en
ellos el espíritu que deseaba inspirarles. Los mayores libertinos se desha
cian en lágrimas al oirle, y se arrojaban á sus pies llenos del espíritu de
penitencia y compuncion. Las conversiones que Dios obró por su medio
fueron tantas y tan brillantes, que estendieron la fama de su nombre co
mo un aroma suave, y movieron al santo Abuelo de nuestros Reyes san
Fernando á llamarle cerca de sí para oirle y conocerle. Fué, le acompa
nº en sus espediciones, predicó en su corte y en los acampamentos, y des
terró con su predicacion los vicios así de los áulicos como del egército.
Viviendo en los campos como si estuviese en los claustros, autorizaba
º predicacion con la regularidad de su vida, y su castidad pura, y su
desinteres generoso, y su caridad ardiente confundian la tibieza, la am
3k.
44.

bicion, la lujuría y desenvoltura de cuantos le conocian. Sabido es el


triunfo que logró de la impureza una vez que se vió tentado é instigado
por una bella é impudente cortesana. La llevó á un brasero, se lió en
su capa, y arrojándose en las llamas “ven, la dijo, hé aquí el solo sitio
» donde yo puedo esperarte: acércate si te atreves.” Pasmada la muger al
ver que no se quemaba, se convirtió á penitencia, y movió á que se con
virtiesen algunos señores que la habian movido á dar este inicuo paso.
Este hecho es mil veces mas heróico que el tan ponderado de Mucio Scevola.
Tan amante y mas útil que éste á su patria, contribuyó no poco con
sus oraciones y consejos á la toma de Córdoba, y tuvo una no pequeña
parte en todas las conquistas y ventajas que san Fernando alcanzó sobre
los moros. Esforzando con su predicacion á los guerreros, podemos de
cir que los conducia á la victoria; pero no es esto lo mas. Moderando su
ardor despues de alcanzado el triunfo, salvando el honor de las vírgenes,
protegiendo las vidas de muchos enemigos, nos hace ver que si era todo
de su patria, era tambien un hombre de Dios que hacia cuanto estaba
de su parte para que la verdadera Religion de éste fuese respetada y ama
da como la sola amiga de la afligida humanidad. Todo de Dios, solo as
piraba á la gloria de su inefable nombre, y á la estension de su culto, el
que podemos decir que recibió de san Pedro tantos aumentos, cuantas fue
ron las mezquitas que convirtió en Iglesias, que no fueron pocas, y en
tre las cuales se cuenta la de Córdoba, que justamente era la mas famo
sa de todas las de España. -

Un corazon comun se habria sin duda satisfecho con estos sucesos fe


lices; pero el de un Apóstol no descansa sino cuando evangeliza á los po
bres. Así nuestro san Pedro abandonando la corte, en la que ni los rue
gos, ni los empeños le pudieron detener, caminó á Galicia, predicó á
los necesitados pueblos; y haciéndolo como un discípulo del Crucificado,
iluminó toda aquella provincia, al paso que las privaciones que sufria,
los trabajos que pasaba, y las fatigas que el Apostolado trae consigo, le
iban encaminando á él hácia su Ocaso. No era posible que su cuerpo re
sistiese mas, y así murió víctima de la caridad y de la mortificacion el
dia 15 de abril de 1246 en la ciudad de Tuy, donde reposan sus reli
quias. El Papa Inocencio IV le beatificó ocho años despues de su muer
te, y Benedicto XIV estendió su rezo á toda la Orden de Predicadores,
y al Clero secular y regular de todos los dominios del Rey Católico.

g Hay mayor locura que perder el tiempo en agradar al mundo º Ja


mas el mundo se dará por bien servido de nosotros. Quiso Dios que cuanto
hay en él nos advirtiese con su despego de que esta no es nuestra patria, y
así lo hace. Con el mas mundano se porta el mundo peor. Hé pues, sirve á
este ingrato, verás cuán bien pagado sales /

- a e
CAP-SO\ph A
-
¿NES DE MoNTE poyº edº
&gen del Ord de Preclícoº Palomadº
45

SANTA INÉS DE MONTE POLICIANO.

Una. hachas encendidas milagrosamente en el cuarto donde nació san


ta Inés, fueron la primera señal con que dió el cielo á conocer la santi
dad agigantada á que la gracia habia de elevarla. Nada diremos de su
infancia, porque nada hubo en ella que no mostrase la madurez de la ra
zon. A los nueve años se encerró á servir á Dios mas libremente en un
claustro, y á los quince fue hecha superiora del Monasterio por un de
creto espreso del sumo Pontífice. Cuál sería su prudencia en una edad
tan jóven, cuando la cabeza de la Iglesia echó mano de ella para que
gobernase á las otras monjas!
Pues no era menor su santidad : modesta, obediente, humilde, era un
modelo y un dechado perfectísimo de las prendas todas que deben ador
nar á una esposa de Jesucristo; si bien en algunas era objeto de admi
racion mucho mas que de imitacion. Su abstinencia por egemplo, aque
lla abstinencia con que ayunó quince años enteros á pan y agua ¿quién
la imitaria? Su mortificacion, aquella mortificacion que la hizo no tener
otra cama que el suelo, mi otra cabecera que una dura piedra, no era
tampoco para todos. Su caridad y ternura para con Dios era tan singu
lar, como los favores con que era correspondida;, y si por éstos habemos
de juzgar á aquélla, podemos asegurar que Inés era un serafin. En su
oracion que era continua, tuvo su inefable esposo el placer de rociarla
muchas veces con un blanco maná, cuyas gotas figuraban todas una cruz.
En los sitios donde se hincaba de rodillas, nacian, apenas se levantaba,
rubicundas rosas y bellas flores que admiraban con su hermosura y re
creaban con su fragancia. En sus rodillas recibió algunas veces de ma
nos de la Vírgen Madre, al Dios niño, que llena de júbilo á los cielos;
muchas le estrechó en su casto pecho enlazándole dulcemente con sus vir
ginales brazos, y una entre ellas se atrevió á quitar del cuello de Je
sus niño una crucecita que traia en él colgada de un hilo delicado.
Facil es creer que la incredulidad mirará todas estas cosas con la risa
sardónica del desprecio; única respuesta que el error sabe dar á la verdad:
pero debe inquietar esto muy poco á los que creen como conviene. De
be causar nos antes bien mucha compasion el ver como se esfuerzan los
hombres por atormentarse, negando á Dios, fuente de todas las delicias
del corazon, ó admitiendo cuando mas á un Dios de hierro que solo sir
ve para oprimirlos y hacerlos miserables. Que se rian, pues, y volva
mos á admirar en nuestra Santa las dignaciones del inefable dueño que
adora mos. - -

La favorecia como hemos dicho el esposo de las Vírgenes, y los es


píritus bienaventurados se esmeraban en favorecerla del mismo modo.
Los Ángeles la dieron muchas veces la sagrada Comunion, y la enrique.
cieron con preciosísimas reliquias, tales como un poco de tierra mancha
da con la sangre que derramó el Salvador en la pasion, y un pedazo de
la palancana en que María Santísima lavaba á Jesus pequeñito. Los Após
toles san Pedro y san Pablo la visitaron tambien, y la regalaron unos
46
pedacitos de sus santos vestidos. Pero sería no acabar el referir cuanto
en esta parte hizo Dios á favor de Inés, como tambien el indicar ó de
tallar los prodigios que el mismo Señor hizo por su medio. El pan, el
dinero, los recursos multiplicados en sus manos, los demonios espelidos
de los cuerpos y de los sitios que pacíficamente ocupaban, las cosas le—
janas y las futuras referidas por ella, como si las tuviese ante los ojos,
las aguas en que su virginal cuerpo se bañó, hechas una fuente de salud
para toda clase de enfermedades, el maná y las flores de que antes hici
mos mencion, con otras muchas cosas que callamos, son otras tantas prue
bas irrefragables del poder que Dios habia dado á su Inés, así como este
debe serlo del amor y de la fidelidad con que Inés servia á su Dios.
Embriagada en caridad pasó los dias de su vida, y esta misma cari
dad la condujo sobre sus alas al seno de su adorado esposo, cuando des
atados los lazos de la carne dejaron libre su espíritu. Murió Inés en el ós
culo de Jesus, y pasó á gozar en el cielo dichas que la lengua humana
no puede referir. Su cuerpo íntegro é incorrupto participaba en algun
modo de la gloria. Sería largo referir los muchos prodigios de su sepul
cro; pero no deben pasarse en silencio aquellos en que visitando santa
Catalina de Sena el sepulcro de Inés, y queriendo besar los pies, la
misma santa Inés levantó el pie hasta la boca de Catalina; y en otra
ocasion en que volvió ésta al mismo sepulcro, é inclinándose hácia la ca
beza de santa Inés, llovió un maná como nieve, predicando el cielo con
estos prodigios el heroismo de la santidad de Inés y de Catalina. En vis
ta de estos portentos el Papa Clemente VII aprobó su culto, y concedió
oficio propio á todo el Clero regular y secular de Monte Policiano: Cle
mente VIII lo estendió á todo el Orden de Predicadores, y Benedicto XIII
la canonizó solemnemente. -

e Hay quien desea vivir embriagado en placeres º pues que los busque en
donde solo pueden hallarse los verdaderos. ¿Quieres ser dichoso, mortal, y
buscas tu dicha en la satisfaccion de tus sentidos / Ciego, búscala en tu Dios,
y verás como la caridad y la gracia te proporcionan delicias puras, y tan
grandes que ni aun puedes imaginarlas. Si por acaso una cruel filosofía ha
desecado tu corazon en términos que ni aun entiendes esto, fíate á la es
periencia. Ven y vé: llega á Dios, haz la prueba, verás cuán dulce y sua
ve le encuentras.
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47

SAN PEDRO MARTIR.


Qae admirable aparece la naturaleza cuando de una mañana tenebro


sa y obscura hace salir un dia claro y luminoso! Nos llenaria de ason
bro el que un feo cambron produgese bellas rosas y ricos frutos, y no
debe admirarnos menos el verá un santo de primera magnitud, engen
drado por unos padres hereges y obstinados en el error. No puede la
gracia menos que la naturaleza: puede antes bien mucho mas, y produ
ce, como ella, sus fenómenos, de los cuales no es el menor el glorioso
san Pedro de Verona. Era de creer que el niño Pedro recibiendo en
sus tiernos años el veneno de la heregía de la boca de sus padres, prosi
guiese en él por costumbre ó por preocupacion; pero le dirigia el Espí
ritu Santo á sus designios, y habiendo tenido la dicha de frecuentar una
escuela católica, aprendió en ella el símbolo de la fé, y lo aprendió tan
de veras, que no solo confundió, recitándolo cuando niño, la protervia
de sus padres, sino que la fé que en él se contiene, fue el alma de toda
la vida de Pedro. -

Vivia como justo de la fé: creía, y creyendo amaba; y amando diri


gia todas sus acciones de modo que fuesen agradables á Dios, objeto de
su creencia. Por servir con menos peligro y mas fervor á este inefable
dueño, vistió el hábito de los Predicadores, bajo el cual conservó á su
cuerpo y á su alma tan limpios de toda impureza, que así el uno como
la otra era un templo en que habitaba gustoso el Espíritu Santo. Mas
no obstante esta castidad tan sublime, eran sus penitencias tan crueles
como pudieran serlo las de un pecador manchado con mil obscenidades,
y sus ayunos y sus vigilias no serán quizá creibles al que no sepa los de
seos de padecer que infunde el amor á un Dios crucificado. Celoso de la
gloria de este Señor, trabajaba sin descanso por corregir á los pecadores,
por convertir y refrenar á los hereges, y por encender en los corazones
de todos los hombres el sagrado fuego de la caridad en que se abrasaba
el suyo. Y para esto ¿qué fatigas no toleró ? ¿qué sudores no derramó?
¿qué viages nó hizo? ¿cuántas penalidades tuvo que sufrir? ¿cuántas lá
grimas que derramar? ¿cuántas aflicciones que ofrecer á Dios?
La naturaleza misma de este trabajo es un campo bien lleno de es
pinas» que se hacen sin duda mas sensibles cuando se cultivan corazones
protervos y pertinaces. Oyentes dóciles hacen dulces las penalidades al
A póstol; pero si son rebeldes, le llenan de amargura y le agravan la aflic
cion, caso que no le maltraten ingratos, como hicieron con nuestro San
to. ¿Quién podrá referir las injurias y los padecimientos que tuvo que
sufrir de parte de aquellos mismos por quienes sacrificaba su quietud, su
salud y el retiro de su celda ?
Si asombra lo que hizo, mo debe causar menor espanto la paciencia
con que toleró, y la constancia con que superó tantos trabajos como
vinieron sobre él. Pero su fé era viva, y cuando una fé de esta clase se
ha apoderado de un corazon, no se sabe lo que es capaz de obrar y de
padecer por medio de la caridad. Que se presenten enemigos , que ºº
48
multipliquen dificultades, que se sucedan agolpadas las fatigas, el amor
todo lo vence, todo lo sufre, de nada se acobarda. Que le amenacen,
que le insulten; ¿y qué? Al que vive verdaderamente de fé ¿quién le
separa de la caridad de Cristo ? ¿quién apartaria á Pedro de su adorado
Redentor? ¿ la multitud de faenas que le suscitaban por todas partes, ya
su celo, ya su penoso oficio de Inquisidor? Se multiplica por ocurrir á
todas. ¿El hambre ? Su comida era el hacer la voluntad de Dios. ¿La per
secucion? No temia á los que no podian causar daño mas que á su cuer
po. ¿La calumnia? Ya alguna vez agoviado del peso de ella y de los cas
tigos que sin causa padecia, se quejó al Señor diciéndole: “¡Qué he he
cho yo, bien mio, para que me traten así!”. Pero habiendo respondido el
Crucifijo en cuya presencia oraba, “¡Y yo, Pedro, qué hice para que me
pusiesen aquí!” miró con indiferencia y aun con placer el que le calum
niasen. ¿ El hierro por último? ¡Ah! Pedro sabía que un asesino le espe
raba para cortar el hilo precioso de sus dias; ¿ pero dejará por eso de ir
á donde le llama su obligacion ? ¿torcerá sino el camino para evitar el
golpe ? Ni uno ni otro: desea con ansia el nartirio para pagar con su
vida algo de lo que debe á Dios, y ni huye, ni se defiende cuando el
agresor le acomete. Á vista del cuchillo, ofrece su cabeza con placer al
matador, y muere escribiendo con el dedo, teñido en su sangre, el sím
bolo de la fé que aprendió cuando niño y practicó toda su vida. Es es
cusado añadir que su alma fue al cielo, donde goza la corona de Már
tir, la laureola de Doctor, y la palma de Vírgen. Fueron tantos los
prodigios que obró Dios por la intercesion de san Pedro Mártir, y tan
tos los hereges que se convirtieron aun despues de su muerte, que en
debida proporcion puede aplicársele el elogio que el Espíritu Santo hace
de Sanson : multoque plures interfecit moriens, quam ante vious occiderat.
Esto movió al Papa Inocencio IV á colocarle en el número de los San
tos Mártires en el mismo año que padeció el martirio. El culto y la
veneracion de los fieles se estendió con la mayor rapidez por todo el orbe
cristiano, y en casi todas las ciudades y pueblos se le han levantado Alta
res: en su dia se bendicen ramos para preservar los campos de los es
tragos de las nubes, y las casas de exhalaciones: en todos tiempos el tri
bunal de la Inquisicion le ha venerado como á su Angel tutelar, y su
cofradía, con puesta siempre de las personas mas distinguidas, ha sido
renovada en nuestros dias con el mayor entusiasmo por nuestro augus
to Soberano el señor don Fernando VII.

Creo en Dios decimos todos los dias: pero tambien creen en Dios los
demonios á pesar suyo. ¿ Cómo nos distinguiremos de ellos º Creyendo comº
san Pedro. Si creyendo amamos, si amando caminamos hácia él con el afec
to por la senda de la virtud.
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SANTA CATALINA DE SENA.

L, no bien apreciada por no bien conocida CATALINA, esto es, la pre


dicadora y legada apostólica de muchos Papas; la consejera de los Car
denales; la reformadora del Clero, y por consiguiente de toda la Iglesia;
el portento de su siglo por su sublime santidad, por su elevada é infusa
ciencia, por sus escritos divinos, y por sus trabajos apostólicos, nació en
la ciudad de SENA de padres piadosos y plebeyos, y Dios la escogió des
de luego para mostrarnos, que ni la obscuridad del linage, ni la debi
lidad del sexo, son impedimentos á su gracia. En lo mas tierno de su edad
comenzó á demostrar Catalina que esta gracia todopoderosa obraba en su
corazon; y sus esfuerzos por unirse aun desde entonces, y consagrarse
toda entera á su Dios, eran señales bien claras de la heroicidad á que
algun dia habia de arribar en la virtud.
Siempre abrasada en caridad, siempre mortificada, siempre decidida
á no admitir otro Esposo que el del cielo, apareció mas amante, mas pe
nitente y mas casta cuando logró vestir el hábito de la Orden Tercera de
santo Domingo; porque creyó entonces, que siendo su vestido esterior el
ropage de su union con Cristo, debia mostrar mas á las claras que era
efectivamente esposa de este Dios, amador de los hombres. Así es que des
de entonces fue su abstinencia superior á todo encarecimiento, y la aus
teridad de su vida mayor que la que podria sufrir aun el hombre mas
robusto. Muchas cuaresmas pasadas sin otro alimento que el pan celestial
que recibia en la sagrada mesa; muchas enferinedades sufridas en pie, y
sin hacer caso de ellas, aunque algunas veces la abrasaban las entrañas;
las noches, unas tras otras, gastadas enteras en la oracion; los azotes re
petidos hasta regar con su sangre el suelo, son otras tantas demostracio
nes de su espíritu gigante, y de la valentía estraordinaria de su alma.
Añádase á esto, si se quiere, las terribles y frecuentes luchas que tuvo
que sostener contra el demonio; las ansias vivísimas que le causaban los
pecados con que los hombres ofendian al bien amado de su corazon ; las
angustias y aflicciones que la hacian padecer los escándalos que veía en la
Iglesia, y la solicitud con que miraba por esta santa Madre, y se verá
que ó Catalina tenia un temple superior al nuestro, ó que Dios la daba
fuerzas para padecer, ó mas bien entrambas cosas.
Pues ¿sus viages? ¿sus predicaciones? ¿ sus legacías ? ¿y los dolores
estraordinarios que el Esposo de sangre la hacia padecer? Le imprimió
en pies, manos y costado las señales de sus llagas, haciéndola sentir en
todas estas partes un dolor tan vivo, que hubiera muerto muy en breve
si no la hubiera sostenido el mismo Señor. ¡Oh muger fuerte! ¡oh mu
ger estraordinaria ! ¡oh muger asombro de los hombres mas esforzados!
¡Qué diremos de tí, heroina ilustre! Gloria de la Religion Dominicana,
¿qué diremos de tí al verte de flaco sexo, de complexion debil, y sobre
debil estenuada , caminar de Sena á Roma, de Roma á Bolonia, de Bo
lonia á otras mil partes á pie y ayunando para promover la virtud, es
tablecer la paz, quitar de enmedio los escándalos, y colocar al Gefe del
Catolicismo en su Silla?
3
50
No es fácil en lo humano la solucion de este problema, ni creemos
poder resolverlo de otro modo que reflexionando en que suele el Señor.
dar á sus siervos los consuelos que los sostienen, á medida de las penas
que por él sufren; y no habiendo esceptuado áCatalina de esta regla,
podemos decir que la abundancia de la suavidad y favores con que la re
galaba, era quien la daba fuerzas para hacer lo que hacia enmedio de sus
padecimientos. La regalaba el Señor; pero ¿y quién referirá los regalos
con que la favorecia? Trocó con ella su corazon: el mismo Jesus, el ado
rable Jesus arrancó con sus propias manos el corazon del pecho de Ca
talina, y le puso en su lugar otro corazon segun el de Dios: hablaba fa
miliarmente con ella, en su compañía rezaba el oficio divino, se le es
condia á veces para manifestársele despues mas gracioso, y á veces trans
formaba á Catalina en sí mismo de un modo tan misterioso como cierto.
No se puede reprochar nada á su venerable confesor, que testifica haber
sido testigo de una de estas transformaciones.
Así pues la regalaba, así la consolaba, así la inflamaba, diré mejor,
de cada vez mas en amor suyo, hasta que no pudiendo sufrir el pecho
de Catalina tanto incendio, murió víctima del amor, de la penitencia y
del celo en Roma á los 33 años de su edad, para conformarse aun en
esto con aquel á cuya posesion voló, y en cuyos brazos vivirá eternamen
te. La vida de esta heroina será siempre un perfecto modelo de imitacion,
y uno de los mas rarós fenómenos de la Gracia para la admiracion. Un
Fr. Luis de Granada llegó á decir que despues del asombroso misterio de
la Encarnacion del Hijo de Dios, de ninguna otra cosa se admiraba mas
que de la familiaridad y del cúmulo portentoso de gracias que su esposo
Jesus la comunicó. Su ciencia infusa y sus escritos, llenos de uncion y de
piedad, la darán en todos tiempos un renombre superior á su sexo, y
todo el conjunto de sus raras y estraordinarias empresas formará la glo
ria de la Iglesia, y el honor del Orden de Predicadores. Pio II, Sumo
Pontífice, la canonizó solemnemente, y él mismo compuso el oficio pro
pio y los himnos que reza la Orden de santo Domingo; y el Papa Urba
no VIII añadió de su puño la leccion tercera de la vida de la Santa.

El celo de tu casa me decoró, decia el Real Profeta, y lo mismo po—


día repetir nuestra Santa. Amaba á Dios, sentia sus ofensas; amaba di la
Iglesia , lloraba sus escándalos; amaba á los prógimos, y se lamentaba de
su perdicion. ¿Y tú que esto lees, dirás que amas á Dios si no te afligen y
lloras los pecados de los hombres º -
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sAN PIO QUINTO,

Nció el Fineés de la gracia san Pio para bien de la Iglesia y gloria


de la Religion de santo Domingo, en un pequeño pueblo de la Insubria,
aunque su ilustre familia Ghisleri era oriunda de Bolonia. A los 14 años
de su edad entró en la Religion de los Predicadores, la que se admiró al
ver en tanta juventud tantas virtudes como desarrolló Pio en su noviciado.
Parecerá exageracion; pero es bien cierto que la paciencia, la humildad,
la austeridad de vida, la continua oracion, y el celo fervoroso que mos
traba el jóven novicio, causaban admiracion aun á los mas adelantados
en el camino de la santidad.
Aplicado, cuando fue tiempo, al estudio de las ciencias monásticas,
hizo en ellas tantos progresos como habia hecho en las virtudes; y su en
tendimiento, perfectamente acorde con su voluntad, supo tanto de Dios,
cuanto le amaba, y no era poco, ésta. De ahí es que los Prelados, ha
llándole enriquecido de todas las buenas cualidades que debe tener un
Maestro, le dieron el cargo de enseñar lo que él habia aprendido, y co
mo él lo habia aprendido. Obedeció, y no puede decirse con cuánto fru
to y con cuánta gloria regentó por muchos años las cátedras de su Or
den; solo sí diremos que su habilidad y trabajos le dieron á conocer, y
le acarrearon el oficio penoso de Inquisidor, con el que cumplió no me
nos gloriosamente que con la enseñanza. Hecho un Argos contra el error,
argüia, reprendia, amonestaba ; y al paso que con sus sermones hacia
amable la Religion, la Religion divina de Jesus, que solo es despre
ciada de los que no la conocen, hacia detestable y odiosa á la heregía.
Con sus desvelos libró á muchas ciudades de la venenosa infeccion á que
habian abierto ya sus puertas; con sus fatigas sostuvo á otras muchas
en la pureza de la doctrina para que no se contaminasen ; y aunque es
muy cierto que no pudo prestará unas y á otras tan singulares bene
ficios sin muchos peligros y trabajos, tambien es seguro que san Pio
apreciaba mas la pureza de la fé y la tranquilidad de la Iglesia, que
la conservacion de su propia vida.
Tantos méritos le hicieron bien merecedor de ser colocado sobre el
candelero, y Dios dispuso que los Sumos Pontífices Paulo y Pio Cuartos
elevándole sucesivamente al Obispado y al Cardenalato, lo preparasen
para que les sucediese en la Silla de san Pedro. En nada menos pensa
ba nuestro Santo. Ocupado en apacentar su grey en los distintos Obis
pados de que fue primer Pastor, no tenia mas pensamiento que el de ser
vir á Dios y á su Iglesia, cuando se halló elegido, como por milagro,
Sumo y Universal Pontífice. Es escusado decir que esta eleccion fue un
golpe bien sensible á su humildad: ella le mortificó bastante, ¿ pero ha
bia de resistirse el Santo á la voluntad manifiesta de Dios? Aplicó, pues,
el hombro á la carga, no mirando su elevacion sino como un aumento
de trabajo, y desentendiéndose enteramente del honor anejo á ella. En
nada varió su tenor antiguo de vida. Tan pobre y mortificado en el só
lio como lo había sido en su celda, solo era Papa para estender su soli
- - 3k.
52
citud y cuidado á todo el mundo, y para sacrificar al bien de los cristia
nos su reposo. - -

Pero ¿quién podrá delinear en una pequeña tabla las grandiosas hazañas
de este héroe de la Religion? El fue quien con el santo objeto de dar la tran
quilidad á la Europa, reunió y ayudó á los Príncipes cristianos para con
tener el ódio bárbaro y feroz de los turcos, que amenazaban al orbe cris
tiano: él fue quien con donativos, quien con sus oraciones, y con las ro
gativas públicas que mandó hacer en toda la cristiandad, logró aquella
nunca bien ponderada batalla de Lepanto, que fue la libertad de Italia y
de toda la Europa, y cuyos felices resultados disfrutamos hasta el dia. Las
naciones, el Cristianismo todo son acreedores á su celo. Las costumbres
de Roma recibieron un nuevo lustre con los decretos de prohibicion de
las luchas de fieras y espectáculos públicos, y con el destierro de las pros
titutas. Las ciencias y los sabios le reconocen por su especial Protector: la
Iglesia y el orbe literario le son deudores de la edicion mas correcta y
completa de las obras de santo Tomás: de la edicion y publicacion del
Catecismo del Concilio de Trento, cuya observancia promovió por todos
los medios, y de la condenacion de las proposiciones de Bayo: el Orien
te le aclama su Protector por el celo con que favoreció sus misiones. No
hubo, en fin, objeto á que no estendiese su paternal solicitud. Instituyó
la festividad del Rosario, arregló el Oficio divino y la liturgia, y en la
Letanía de nuestra Señora añadió el Auacilium Christianorum. Solo la muer
te pudo detener á Pio en la carrera de sus gloriosas hazañas : en medio
de unos dolores mortales, meditaba aún dar el último golpe á los enemi
gos de la Religion ; pero Dios quiso coronar todo el cúmulo de sus virtu
des trasladándole al coro de los Santos Pontífices para alabar eternamen
te al Sumo Sacerdote, segun el órden de Melquisedec. El gran número
de prodigios que obró el cielo por la mediacion de Pio, le colocó en los
altares á los 1 oc años de su gloriosa muerte. Clemente X le beatificó el
año de 1672, y Clemente XI le canonizó solemnemente en 1712.

No vivo yo, sino que vive Cristo en mí, decía san Pablo, y podemos
aplicar á san Pio; unº r otro no respiraban mas que para promover la glo
ria de Cristo. ¿P en nosotros quién vive? ¿cuyo provecho buscamosº El nues
tro: ; así es de desastrada nuestra vida
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SAN ANTONINO DE FLORENCIA.

San Antonino, llamado de Florencia por haber sido esta ciudad su pa


tria, nació de padres honrados, á quienes adquirió con su santidad una
nobleza mas ilustre que la que á él le pudiera dar el linage mas es
clarecido. Habiendo pasado santamente su niñez, vistió el hábito Domi
nicano á los 14 años de su edad, y desde entonces se aplicó con tanta
actividad al trabajo, que no habia para él cosa mas enojosa que la ocio
sidad. No era esto poco para apartar á su alma hasta de la sombra del
vicio; pero no contentándose con cualesquiera ocupacion, dividia su tiem
po entre el estudio y la práctica de todas las virtudes, aunque se diria me
jor que sus ocupaciones literarias eran prácticas virtuosas.
La noche, esa porcion de nuestra vida, en que la mayor parte de
los mortales se entrega á un descanso que es una imágen viva de la
muerte, era para Antonino lo que cualquiera otro tiempo: en ella ora
ba, en ella estudiaba; toda la empleaba entre el coro y los libros de su
celda, sin perder mas que unos pocos momentos que gastaba en reclinar
la cabeza contra la pared para vencer la importunidad del sueño.
Con esta aplicacion, y unos talentos poco comunes, no es estraño que
adquiriese sin maestro el conocimiento de las ciencias, ni debe causar ad
miracion la grande estension de su saber: lo que sí debe admirar es, que
reuniese un mismo sugeto lanta ciencia y tanta virtud que pueda decir
se de él, , que fue tan santo como sabio: pero ya hemos advertido otra
vez que los siervos de Dios estudían para crecer en el amor del Señor
creciendo en su conocimiento, y nuestro Santo se adelantaba en la mor
tificacion que inspira la caridad, al paso que se ilustraba su espíritu.
Así conservaba la humildad, sin que la sabiduría le hiciese padecer en
ella detrimento.
Observantísimo ademas de cuanto prescribe la disciplina de su Orden,
no comio jamas carne, sino cuando se halló gravemente enfermo: centi
nela de sus afectos domaba con un áspero cilicio su cuerpo, causa de
los desórdenes de la voluntad, y custodiaba su virginidad con una faja
de hierro con que ceñia de cuando en cuando sus lomos. Practicaba en
una palabra con suma exactitud los consejos de la Religion, y como
éstos son un baluarte ó antemural de los preceptos, quedaba á favor de
ellos entera y salva su santidad, á pesar de la oposicion que la ciencia
pudiera alguna vez hacerle. Así se esplica la oposicion que pudiera ha
llar alguno entre su mérito, y el gran placer que esperimentaba Anto
nino en humillarse. De súbdito y de Prelado ya Provincial ó ya local
hallaba una dulce satisfaccion en egercer los oficios mas viles, y se le
veía con frecuencia en ocupaciones que otros hombres inferiores á él
en prendas hubieran mirado como indignas de ellos. Es verdad que así
se disponia para ser elevado segun la máxima del Evangelio, pero no
pensaba seguramente en elevaciones un hombre que abatiéndose procu
raba ponerse á cubierto de toda especie de soberbia. Dios no obstante
dispuso que el sumo Pontífice le hiciese Arzobispo de Florencia, su pa
54

tria, y que le obligase con censuras á admitir un honor y un cargo que


le hacian estremecer. - -

Rehusólo por de pronto; pero viéndose amenazado con las terribles


enas de la Iglesia, admitió, y habiendo subido á la cátedra Arzobispal,
¿ brillar en ella, como en un lugar mas á propósito, sus virtudes pas
torales. Una prudencia singular, una piedad útil para todo, cual la que
san Pablo encomendaba á uno de sus discípulos, una caridad ardiente y
una mansedumbre egemplar, unida á un celo verdadero y segun ciencia,
le hicieron comparable á los Ambrosios, á los Martines, á los Hilarios
y Gregorios. Como ellos gobernó su grey y la apacentó siempre con doc
trina sana; cual ellos fue el ojo de los ciegos, el sustento de los cojos,
y el padre de todos los pobres, y como ellos dejó monumentos eternos
de su ciencia piadosa y de su sabiduría, tan vasta como digna en todas
sus partes de un Sacerdote del Señor. -

¡Que no nos sea posible detallar las bellas acciones de este buen Pas
tor! Piden demasiado tiempo, y no podemos dar de todas ellas mas que
una pequeña pincelada, diciendo que así como los grandes hombres que
acabamos de nombrar fueron las delicias de su pueblo, así tambien An
tonino era amado de toda su grey y de cada una de sus ovejas. Todas
ellas lloraron su pérdida (y es la mayor prueba que pudieron dar de que
le amaban ) cuando el Padre de familia Dios le llamó para prerniarle
en el cielo el buen uso de los talentos que le habia encomendado. El Pa
pa Pio II que se hallaba en Florencia, asistió á su funeral y fue testigo
de los muchos prodigios que obró, y nos ha transmitido en sus obras. El
sumo Pontífice Adriano VI le canonizó solemnemente el año de 1523.
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Seroir á Dios es reinar, decia nuestro Santo cuando estaba para morir,
y ojalá que todos gustasen la verdad de esta sentencia ! El que sirve á
Dios reina sobre el mundo, á quien desprecia; sobre el infierno, á quien no
teme; sobre sus pasiones, á quienes pone á rara. ¿Quieres, pues, oh mortal,
contentar tu ambicion º Ahí tienes el medio: sirve á Dios, y pondrás bajo
tus pies al mundo, al infierno, y aun á las estrellas que hermosean el cielo.

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sANTA JUANA, PRINCESA DE PORTUGAL.


La corte de Portugal ennoblecida con una Reina Santa, tiene tambien
la gloria de haber dado una Princesa á los Altares, y una esposa Vírgen
á Jesucristo. Santa Juana, hija del Rey don Alonso el V de este nom
bre, fue el mas bello ornamento de aquel reino mientras vivió, así como
hoy será su patrona segura y fiel. Nacida para amar á Dios, empezó á
caminar al cielo tan luego como fue su corazon capaz de amor, y des
preciando desde niña así las diversiones pueriles, como los encantos que
el Real palacio y corte debian ofrecerla, hizo ver á todo el mundo cuán
de antemano habia preso en su pecho la llama celestial de la caridad.
Suspirando como Angel por el cielo, nada la contentaba en esta region
de llanto, ni podia mitigar su desconsuelo sino, cuando mas, la memo
ria de que tambien habia peregrinado por ella el adorado Esposo de su
alma. De ahí es que sus potencias estaban siempre ocupadas en el hom
bre Dios nuestro Salvador, y tan ocupadas que nada podia separarla de
la meditacion de sus misterios. Los de su Pasion eran especialmente el
mas continuo y amable pábulo de su espíritu, ya quizá porque espresan
con mas claridad el amor que Jesus nos tuvo, ó ya porque escitándola
á llorar, hacian que se evacuase por sus ojos alguna parte del incendio
que abrasaba sus entrañas. -

Tambien sería esta la causa de su amor para con los prógimos. Veía
en cada uno de ellos otras tantas imágenes de su bien querido, y era pa
ra ella alguna especie de consuelo el hacer que se espresase esteriormen
te su amor y gratitud á Dios en los beneficios que les hacia. De ahí sus
limosnas, de ahí el cuidado de enseñar á los ignorantes, de ahí su ansia
por catequizar á los infieles, y de ahí tambien el que mientras beneficia
ba á todos, fuese cruel y muy cruel consigo misma. Sus ayunos, su po
co sueño, y ese en una cama durísima, como tambien el áspero cilicio
que ocultaba con las ricas vestiduras, nada eran mas que los efectos de
su amor generoso, de su amor activo que procuraba desahogarse por es
tos y por aquellos medios. • -

Creciendo entretanto en edad, y creciendo en ella, como antigua


mente en Daniel, la hermosura con la penitencia, la buscaron para es
posa los mayores Príncipes de Europa, alguno de los cuales mereció que
el padre y el Infante hermano de Juana, apoyasen con ella su preten
sion. Pero Juana era de Dios, y no podia ya disponer de un corazon que
habia sacrificado todo entero y sin ninguna reserva al Señor. Dios tambien
queria á Juana para sí, y habiéndola hecho ver que moriria dentro de
poco el que pretendia su mano, para que pudiese responder á las instan
cias de su hermano y padres, dispuso que éstos la dejasen en libertad
para que siguiese los impulsos de su corazon, luego que se hubo verifica
do la muerte del pretendiente.
No se detuvo nuestra Princesa mucho tiempo en deliberar. Cual pa
loma amenazada del diluvio, ó perseguida de gavilanes, voló al arca de
la Religion, pidió con humildad el hábito de santo Domingo en ella, y
56
habiéndole vestido gozosa en el célebre monasterio de Aveiro, desple
gó como en un seguro puerto las velas de su angelical fervor. En el
mismo noviciado era un asombro para las mas santas, é iba tan ade
lante en el desprecio de sí misma, que se habia totalmente olvidado de
su Real nacimiento y sangre. Los oficios mas viles de la comunidad
eran los en que con mas gusto se empleaba: en la obediencia era he
róica, en las obras de caridad continua, en el sufrimiento invencible.
A mas de las penitencias ordinarias, se vió mucho tiempo enferma,
sin que por eso mitigase en nada su austerísimo tenor de vida; y cuan
do ya estaba cercana al término de su vida, la regaló su adorable Es
poso con una larga y penosa dolencia, en la que mostró la santa Prin
cesa lo grande de su alma, y los quilates de su virtud. En medio de
las graves incomodidades y de los dolores horribles de su dilatada en
fermedad, contemplaba los que padeció su adorable Jesus por el reme
dio de los hombres, y esta contemplacion le hacia suaves sus penalida
des, y la hacia desear de cada vez con mas viveza el disolverse para ir
á vivir eternamente con Jesus. Al fin llegó el dia en que el Señor cum
plió sus deseos, y Juana dispuesta con los sacramentos santos de la
Iglesia, espiró en paz, y entregó su puro é inocente espíritu en las
manos del padre celestial á quien sirviera. La fama de su santidad y de
sus milagros, se estendió por todos los reinos católicos, y desde su muerte
feliz la invocaban y veneraban todos como á una santa Princesa. Así
es que el Papa Inocencio XII aprobó su culto, y concedió que en todo
el reino de Portugal y en todo el Orden de Predicadores se rezase su
oficio público.

¿Qué vida tan cumplida la del que emplea sus años en seroir á Dios f
y al contrario j qué vida tan corta la del que se emplea en ofenderle Im
porta poco que la del primero se acabe en pocos años, y la del segundo
se estienda á centenares. Consumado en breve el justo, habrá llenado mu
chos años, mientras que del pecador se podrá asegurar en su misma lon
gevidad que no ha vivido ningun dia. ¿Cuál de ellos ha sido dia de vida ?
¿en cuál de ellos ha vivido contento y satisfecho su corason? ¿y se vive
cuando éste se halla inquieto f
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SAN ALBERTO DE BERGOMO.

S; la mala educacion y el descuido es causa de que los hombres dedi


cados al cultivo de los campos desperdicien tantos recursos como tienen
para santificarse, la del glorioso san Alberto fue tan esmerada como con
venia á un niño que se habia de santificar despues entre los arados. Na
ció de unos padres labradores y muy cristianos, los cuales le educaron
con cuidado, y tuvieron el gusto de ver que el tierno corazon de su hijo
correspondia á sus desvelos como una tierra agradecida, y capaz de mul
tiplicar hasta el céntuplo la semilla de la doctrina que recibia. Aún era
bien niño, y ya se vieron en él señales nada obscuras de su futura san
tidad. A los 7 años se elevaba ya su corazoncito al cielo, y ayunando tres
dias á la semana para poder dar su porcion de comida á los pobres, de
mostraba cuál sería en adelante su amor á la penitencia, y su caridad
con los prógimos.
Aplicado cuando jóven á la labor, mezclaba con el trabajo la con
templacion de las cosas divinas, y engrosando su espíritu con ellas, y do
mando su cuerpo con la fatiga, hacia de una sola vez lo que otros no pue
den sino de muchas. ¿Y cómo no? Cumplia Alberto con la penitencia que
Dios nos impuso en el Paraiso literalmente, y ya se vé que este modo de
santificarse es el mas sencillo, y quizá el mas seguro, por lo mismo que
es el que menos se da á conocer. -

Casáronle despues sus padres, y permitió Dios que la que le dieron


por compañera fuese el martillo de su paciencia. La diversidad de genios,
la caridad, diré mejor, del uno y la miseria ó a varicia de la otra, eran
la causa de que ésta molestase continua y gravemente á su santo esposo,
hasta que la paciencia de éste y un milagro triunfaron de la dureza de su
corazon. Habia una vez distribuido Alberto á los pobres toda la comida
dispuesta para la familia, y su consorte afligida, afligia con su impacien
cia al Santo, quien alcanzó de la Providencia que volviese á aparecer mi
lagrosamente lo que habia distribuido, y que ademas, con la vista de este
prodigio, quedase vencida del todo la pervicacia de su muger. Quedolo
de hecho, y el Santo podia prometerse para en adelante la paz; pero no
bien empezaba á disfrutar de sus dulzuras, cuando se vió perseguido de
unos poderosos que, como á Nabot, querian despojarlo de los campos pa
ternos. Fue tan cruel y tan obstinada la vejacion que le causaron, que
nuestro Alberto se vió en la precision de abandonarlo todo, y de retirar.
se á Cremona, donde ganando su sustento con un jornal, vivió ocupa
do en obras de piedad y de misericordia.
En esta ciudad fue donde profesó la Tercera Orden de santo Domin
go, y donde con el hábito de esta Religion sagrada se empleó en hacer
bien á sus hermanos los prógimos, sobre todo á los pobres, á los viage
ros y á los enfermos, á quienes dispensaba cuantos favores podia de la
manera mas tierna y afectuosa. De aquí tambien emprendió varios via
ges para visitar los Lugares Santos, principalmente los de Jerusalen, en
cuya visita adquirió sin duda muchos y grandes incrementos su piedad
58
su valimiento para con Dios. Se refiere que volviendo de Jerusalen á
Cremona llegó al caudaloso rio Pó, y que no habiéndole querido pasar
los barqueros porque no tenia con qué pagarles, imploró el auxilio divi
no, tendió su capa sobre las aguas, subió sobre ella, y pasó á pie enjuto
al otro lado. - -

No es estraño: la fé es capaz de todo, y la fé de Alberto en Dios no


era ni pequeña ni tibia. Era al contrario tan fervorosa que no solo po
dia, armado de ella, pasar seguro sobre las ondas, sino que era capaz de
triunfar de todo el poder del mundo y del infierno, como lo efectuó cuan
do atacado de la última enfermedad, y dilatándose la sagrada Eucaristía,
el cielo se la mandó por medio de una paloma; y fortalecido con este Pan
de los Angeles, subió á gozar en la patria celestial de la corona prepa
rada á los que pelean varonilmente. Los muchos milagros que se obra
ron en su muerte atrajeron á su sepulcro la veneracion de los pueblos, y
este mismo culto de los Santos, que le han tributado en todos los siglos,
fue aprobado por Benedicto XIV, quien concedió oficio y misa así para el
Clero de Cremona y Bergono, como para todo el Orden de Predicadores,

Será exaltado el humilde, nos dijo el mismo Jesucristo; y efectivamente,


sin humildad en esta vida no se alcanza la bienaventuranza de la otra. Al
gunas virtudes se nos aconsejan; pero la humildad se nos manda, dice san
Bernardo. “¿ Me preguntas qué debes hacer para ser verdadero cristiano, y
»para participar la gloria de Cristo º Ser humilde, escribia san Agustin al
» Conde Bonifacio : la virtud de la humildad. Esta es la que abre las puertas
» del cielo. Y si mil veces me preguntas, ¿ qué virtud debes con mas esmero
» adquirir º mil veces te responderé que la humildad.”
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SAN GIL DE BONCELAS.

Una nueva demostracion de lo pronto que se halla Dios á perdonar al


pecador que se arrepiente, va á ofrecernos el glorioso san Gil. Nació en
Boncelas, pueblo de Portugal en la Diócesis de Viseo; y habiéndose apli
cado de pequeño al estudio de las letras, se adquirió cuando jóven un nom
bre célebre por sus muchos adelantos en la filosofía y medicina, ciencias
á que con especialidad se habia aplicado. Dotado de bellísimos talentos,
hubiera sacado mucho partido de ellos si hubiera puesto límites á su cu
riosidad demasiada; pero soltó á ésta las riendas que debe ponerle la ra
zon, se entregó á mil investigaciones dañosas, y, lo que era muy natural,
se dejó conducir en poco tiempo por este desórden de su entendimiento á
todos los estravíos de una voluntad depravada.
La ciudad de París, fuente fecunda de todos los errores que en estos
últimos siglos han hecho balancear á todos los Tronos de Europa, y cau
sado horribles sacudimientos á todas las sociedades de nuestro globo; Pa
rís, manantial inagotable de voluptuosidades, fue el teatro que escogió
Gil para acabar de perderse: sus costumbres en aquella ciudad recibie
ron el último golpe, cuando despues de haberse encenagado en toda cla
se de delitos hizo pacto con el demonio, á quien entregó su alma en pre
mio de un diabólico servicio.
Esto es lo sumo de la iniquidad á que puede llegar un desdichado, y
aquí esperaba Dios á nuestro disoluto jóven para darnos en él una gran
prueba de su piedad. Cuando mas enojado debia estar nuestro Dios, cuan
do mas próximo á su perdicion se hallaba Gil, entonces fue cuando le
tocó en el alma, y le hizo ver el precipicio á cuyo borde estaba. La luz
divina le ilustró, le hizo volver los ojos á su infelice situacion, y no pudo
verla sin horrorizarse: se vió á la puerta del infierno, y se detuvo en
el camino por do corria desbocado. La gracia obró sensiblemente en él
cual en otro Saulo; y habiéndole mudado del todo le hizo dejar á París,
y en París á todas las causas de sus estravíos. De vuelta á su patria to
mó en la ciudad de Palencia el hábito de los Predicadores, con el cual
juntamente le vistió Dios de un espíritu de oracion, de compuncion y de
penitencia, que le elevó muy en breve á la cumbre de la perfeccion re
ligiosa. Sentido en estremo de los daños que el vicio le habia hecho, de
claró una implacable guerra á los vicios todos, y á todas las concupis
cencias, descargando su fervor de tal modo sobre su cuerpo, que le hizo
pagar con las setenas los gustos y los placeres que le habia dado antes.
El hambre, los cilicios, una gruesa cadena de hierro, las vigilias y el
continuo estudio, fueron los instrumentos de que se valió para hacerle
pagar sus liviandades, y las armas al mismo tiempo con que triunfó re
petidas veces del demonio, su antiguo señor. Las lágrimas tambien que der
ramaba dia y noche en la presencia del Sumo Bien, recordando sus an
tiguos estravíos, fueron un baño saludable en que lavó su alma, y con
que borró la escritura en que habia hecho cesion de su alma á lucifer.
Entre estos egercicios concluyó sus estudios religiosos, y acabados és
60
tos se aplicó á la predicacion del Evangelio. Como habia esperimentado
lo duro que es el yugo de las pasiones, y como sabia bien la miseria y
las raterías del corazon humano, hacia frutos y conversiones innumera
bles, y verificaba lo que comunmente se dice, que los que aman á Dios,
hasta con sus pasadas culpas le dan gloria. La obediencia le obligó des
pues á aceptar las Prelacías de muchos conventos de España; y habién
dolos reformado á todos, se retiró por fin al suyo á vivir para sí solo.
En él fue donde á fuerza de lágrimas alcanzó de la Madre de Jesus, re
fugio de pecadores, que obligase al demonio á que le entregase la pape
leta en que habia escrito la cesion de su alma, y aquí tambien donde se
conoció lo que habia obrado en él la gracia. Era tan alta su contempla
cion, que se le veía perder el uso de los sentidos al oir el nombre de Je
sus, y su union con Dios era tan íntima, que la fuerza del amor arre
bataba muchas veces al cuerpo tras de sí, haciéndole estar en el aire. Vi
via aquí como un Angel; pero como no por eso dejaba de ser viador,
suspiraba por el momento que habia de introducirle en la patria, y es
clamaba frecuentemente con el Profeta: Quid volui super terram º ¿Qué
me detiene en este mundo? Nada; así que nada perturbó su tranqui
lidad cuando llegada su última hora murió la muerte de los justos, y pasó
á ver cara á cara al solo bien objeto de su amor. Los muchos milagros
que obró en vida y en muerte le conciliaron la veneracion y culto de los
portugueses y de otras naciones; y, por último, el Papa Benedicto XIV
aprobó su culto, y concedió su rezo propio y misa al Clero de Lisboa, de
Viseo, y á todo el Orden de Predicadores.

¿Qué ciegos somos cuando pecamos Cuántas veces habremos ofendido


á Dios, proponiendo convertirnos en adelante! Oh tú que así obras, escucha
esta reflearion. Pecas ahora; con que ó te arrepentirás luego, ó no. Si no te
arrepientes, te condenarás sin remedio, y esto no parece que lo deseas. Si te
arrepientes, te salvarás; ¿ pero sabes tú por acaso las lágrimas que te han
de costar los pecados que haces º Te arrepentirás, pero jar cuántas ve
ces desearás borrar con tu sangre esas culpas que ahora cometes !
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61

SANTA COLUMBA DE REATI. -

A santa Columba pusieron este nombre, porque cuando la estaban


bautizando apareció sobre su cabeza una hermosísima paloma, en señal,
segun congeturaron todos, de la pureza y candidez de costumbres con
que se habia de distinguir. El efecto hizo ver cuán acertada era esta con
getura. Aún estaba en la cuna, y ya sabia ayunar todos los viernes, abs
teniéndose en ellos de tomar el pecho de su madre. Como crecia en años
iba creciendo en virtudes, y segun éstas iban tomando raiz en su cora
zon, demostraban con las obras ó frutos que producian el fervor de la
niña Columba. A los diez años consagró su virginidad con un voto al
Esposo de las Vírgenes, y se decidió á no dar entrada en su pecho á nin
gun amor profano.
Por eso fueron inútiles las instancias que le hicieron para que toma
se un esposo terreno: sufrió con paciencia las molestias que con este
motivo la causaron; pero no pensó jamas en faltar á la fé que habia ju
rado á su Dios. Triunfó con generosidad de los ataques de la carne y de
la sangre, y quedó desde entonces aguerrida para triunfar á su vez del
infierno, que en vidioso se armó y dispuso mil baterías contra la casti
dad de Columba. Mil imágenes obscenas, torpes representaciones, pen
samientos lubricos, tales fueron las armas con que la combatió satanás;
mas no sacó de ellas otro fruto que la triste esperiencia de que una jo
venzuela armada de la gracia era capaz de vencer sus arterías infames.
Como veterana pues en pelear las peleas del Señor, era bien digna Co
lumba de vestir por defuera un hábito que se conformase con su hermo
so espíritu; y habiendo elegido el de la Tercera Orden de santo Domin
go, apareció tan blanca esteriormente como lo era en el alma. Vistiólo, y
desde entonces ya no pensó en otra cosa que en sus amores con Jesucristo.
Pero como este amor no es un afecto estéril y ocioso, sino que siempre es
activo, movida de él dejó Columba á su patria, y se vino á Perusa don
de edificó un monasterio bajo la proteccion de santa Catalina de Sena,
para formar, recogida en él, con su doctrina y egemplo siervas de Dios
de las jóvenes espuestas á ser víctimas del mundo y de sus desórdenes.
Con cuánta aplicacion y esmero se dedicaria á este egercicio, puede co
legirse de su vehemente deseo de unirse cada vez mas á su Dios; puesto
que este amor que edifica la celestial Sion, es totalmente opuesto al egois
mo que puebla á la infernal Babilonia: éste se reconcentra, aquél se di
funde, éste lo trae todo á sí, aquél derrama cuanto tiene en los otros; y
. por consiguiente hacia que nuestra Santa se esmerase en ser útil tanto,
cuanto se unia con la fuente inefable de todos los bienes.
Pero ¿y quién podrá decir cuánta ó cuál era esta union? No puede
formarse juicio de ella, solo puede congeturarse alguna cosa, por los ri
gores con que trataba su virginal cuerpo. El cilicio cruel; los rallos y
cadenas de hierro que ceñian sus castos lomos; el suelo duro; las tablas
y las espinas que la servian de cama aun cuando se hallaba enferma; el
poco sueño que se permitia en estos, mas bien potros de martirio y de
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62
dolor, que lugares de descanso; los rigorosos azotes con que despedazaba
sus carnes tres veces todas las noches; la mortificacion, diremos de una
vez, de todos sus miembros, es la que puede instruirnos de cuán vivifi
cado estaba su espíritu: si bien esta mortificacion es no pequeña prueba
de que vivia una vida divina, una vida preciosa, que debia ser, ó me
jor, que no podia ser sino el resultado de su íntima union con el sol eter
no de justicia. Añádanse á esto sus abstinencias: aquel ayunar continuo,
primero á pan y agua, y despues abstenerse hasta de pan, contentán
dose por todo alimento con unos pocos agraces, ú otra cosa equivalente,
y se verá, que no viviendo Columba de pan, debia vivir necesariamen
te del Verbo, ó palabra eterna, que procede del seno de Dios.
Así era efectivamente: vivia la Santa de oracion; vivia de contem
plar á su amado Jesus paciente, vivia de recibirle todos los dias en la
sagrada mesa, vivia de Dios una vida escondida con Cristo en Dios, an
gelical por lo pura, preciosa por lo benéfica con sus semejantes, dulcísi
ma por los consuelos que la hacia disfrutar. ¿Pues y quién referirá sus
éxtasis, sus visiones celestiales, y los dulces deliquios que el amor la
hacia con frecuencia padecer? ¿quién espresará los consuelos en que se
veía muchas veces anegada su alma, y las suaves lágrimas que el conten
to y la compuncion la hacian derramar? ¿quién los favores y gracias es
traordinarias que comprobaron de su santidad? Su esposo Jesus declaró
muchas veces el heroismo de nuestra Santa, adornando su cabeza ya de
refulgentes estrellas, ya de un globo, ó ya de un rayo brillante de luz. Así
la preparó, y así hizo conocer al mundo la gloria inmortal de que habia
de ser coronada en el cielo.
Todas estas gracias, y los muchos milagros que hizo en vida y acom
pañaron su muerte, movieron al Papa Urbano VIII á confirmar el culto
que le tributaban los fieles, y el Papa Benedicto XIII concedió que su
festividad se celebrase por el Clero secular y regular de Perusa y Reate,
y en todo el Orden de Predicadores.

La vida devota es al reves de la mundana. Ésta promete y no dá. Tie


ne la corteza de miel y la médula de agenjos. Aquélla al contrario promete
amarguras y dá placeres. Tiene áspero el esterior, y lo de adentro todo es
miel: Gustate et videte. Probadla y lo vereis.
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SANTA MARÍA BARTOLOMEA DE BAGNESIO.

D. María Bartolomea, nacida en Florencia de la ilustre familia Bag


nesi, dice la historia que mostró en sus primeros años haber nacido pa
ra esposa de Jesucristo. Debia efectivamente formarse este juicio de una
niña que salia fuera de sí de gozo cuando la hablaban de sus bodas
con el Señor, y que lloraba amargamente cuando querian persuadirla
lo contrario. Ni se crea que esto fuese alguna pueril aprension. Todas
sus acciones conspiraban á que se la mirase como una criatura amable
á Dios, y en quien la gracia prevenia á la naturaleza. De bien poca edad
auxilió ó ayudó á bien morir á su madre con una eficacia y un fervor
admirables; y habiendo quedado huérfana, se encargó del gobierno de
la casa, y la administró con una prudencia tan grande como prematura.
Se podia haber dicho de ella lo que del Patriarca José, que en cuanto
ponia las manos, le salia prósperamente.
Su padre veía el acierto de María Bartolomea, y disfrutaba del ob
sequio filial con que le asistia ella, sin dar empero de mano á sus santos
egercicios, ni abandonar la idea que habia formado de ser Religiosa. Des
cuidaba por consiguiente, y hubiera descansado por mucho tiempo, si el
cariño de padre no le hubiese movido á proponerla el estado del matri
monio; pero creyó cumplir con un deber que inspira la naturaleza y
algunas veces la Religion, y con sola esta propuesta perdió, se puede
decir, su apoyo. Una horrible convulsion se apoderó repentinamente de
la jóven Bartolomea cuando oyó que la trataban de bodas terrenas, y,
la que hasta entonces era admiracion de todos por su robustez y belleza,
empezó desde entonces á ser una sentina de enfermedades y dolores.
Calentura continua, rigidez de nervios, dolores repetidos y constan-.
tes, ya en una, ya en muchas partes de su cuerpo, fueron los verdugos
por quienes Jesucristo permitió fuese martirizada su esposa por espacio
de cuarenta años, y los medios de que ésta se valió para buscar con mas
seguridad á su esposo Jesus; con cuya ayuda superó no solo estos tor
mentos, sino tambien las tentaciones del demonio, y las injurias, las ca
lumnias y las persecuciones de los hombres.
Postrada continuamente en la cama, volaba su espíritu por el cielo,
sin que fuese capaz nada de separarlo de allí, pudiéndose asegurar que por
una especie de prodigio inconcebible en lo humano, se juntaron en esta
Vírgen muchas veces las agonías y tormentos mas crueles, con los con
suelos y suavidades mas inefables. Jesus la habia regalado y regalaba con
su cruz, y al mismo tiempo se la comunicaba del modo mas amoroso :
¿qué estraño es, pues, que esperimentase en sí cosas tan contrarias? Es—
te mismo Scñor la ilustraba, y hacia conocer que la dicha del cristiano
está en conformarse con el Crucificado, y los padecimientos mismos eran
para la Santa consoladores bajo este punto de vista.
Nosotros los consideramos tanto mas preciosos, cuanto que no tuvie
ron en ella mas que un ligero intervalo de salud. Pedia y deseaba con
ansia nuestra Santa el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo, que
64 -

consiguió, y cuya regla profesó despues de haber pasado en la cama el


año de noviciado. A poco de su profesion se alivió de todos sus males, se
levantó, y cual víctima del amor mas puro se presentó vestida del há
bitoreligioso en los templos, especialmente en los de su Orden; pero co
mo si su alivio no hubiese tenido mas objeto que el que luciese su hábi
to (permítase la espresion), no bien habian pasado unos pocos dias cuan
do los males la volvieron á sepultar en la cama para no dejarla salir
mas de ella. Se renovó, pues, su anterior martirio, y se aumentaron
tambien las gracias en ella. Desde su cama predicaba y corregia á los
que la visitaban: allí curaba todo género de enfermedades, desde allí
veía lo ausente y lo venidero, y socorria todo género de necesidades. Hu
milde hasta querer persuadir que sus pecados eran la causa de sus males,
mortificada hasta atormentar su casi muerta carne con el ayuno, el cili
cio, &c. Zelosa del honor de Dios hasta hacer estremecer las paredes de
su cuarto con los gemidos que daba al oir el nombre del pecado, comul
gaba con frecuencia, oía todos los dias la misa que por privilegio decian
en su cuarto, y deseaba con ansia ir á unirse con Cristo en el cielo. Imi
tadora en fin de la grande Catalina de Sena, cuyas virtudes copio, devo
ta de María Santísima á quien tenia por madre, vió llegar su última
hora, recibió por la octava vez la santa Uncion, y voló á la gloria á re
cibir el premio de su virginidad y de su martirio. Su cuerpo fue sepul
tado en el convento de santa María de los Ángeles de religiosas Carme
litas, como lo habia suplicado en vida; los milagros y la gracia de cura
ciones eran tan frecuentes, que santa María Magdalena de Pacis hallán
dose con una gravísima enfermedad, hizo voto de visitar su sepulcro, y
al momento quedó sana, concediéndola el Señor al mismo tiempo que
viese á María Bartolomea en el cielo colocada en un trono de gloria, é
igual en méritos y premio á santa Catalina de Sena, y por último, que
algun dia recibiria el culto y veneracion de los Santos. Profecía que se
ha verificado en la aprobacion del culto, hecha por Pio VII, quien conce
dió al Clero secular y regular de Florencia, y á todo el Orden de Pre
dicadores, que puedan celebrar su; festividad con oficio y misa.
y - º* - .

¿Qué importa que nuestro hombre esterior se corrompa, si el interior se


fortalece º Las enfermedades no son temibles en este caso. Dios las envia
para nuestrodebien:
como partes recibámoslas,
su cruz con que pues, ó como penitencias que nos impone, d
nos regakº. y -, .

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65

sAN DIEGO DE VENECIA.

Nació en Venecia san Diego de una familia muy ilustre, y quedó huér
fano de padre y madre en los primeros años de su edad. Una tia suya
compadecida de su horfandad le recogió, y dirigido por ella hizo, aun
que jóven, unos progresos mada comunes, así en la piedad, como en
las letras. Dios le llamaba para sí, y Diego no fue sordo á su voz. Re
flexionando no obstante que los bienes y aun la solicitud de los bienes de
la tierra son un impedimento ó un estorbo para seguir espeditamente al
Señor, determinó desnudarse de cuanto poseía, para poder correr necesi
tado y pobre en pos de Jesucristo pobre y necesitado.
Distribuyó por tanto su patrimonio entre los infelices, y cuando ya
no tuvo mas que dar, se consagró á sí mismo á Dios para que fuese del
todo completa la ofrenda. En la Orden de Predicadores fue donde vis
tiendo el hábito religioso, y poniendo su cuello bajo la gamella de la obe
diencia, se enagenó enteramente á sí mismo, y donde proponiéndose á
Jesucristo por modelo, se hizo él mismo un modelo para los demas. Es
dificil poder dar una idea del anhelo con que aspiraba Diego á la per
feccion, luego que se vió religioso. No corre un avariento con mas an
sia tras las riquezas, ni busca un ambicioso con mas ardor los honores,
que buscaba él, y egecutaba cuanto podia contribuir á su santificacion.
Ora fuese mortificarse; ora tuviese que sufrir humillaciones; ora se vie
se en la precision de obrar lo que una voluntad agena le insinuaba, to
do era para él lo mismo, y todo le era precioso si con todo agradaba á
Dios, y hacia su inefable voluntad. A

La caridad le habia hecho negarse á sí mismo de este modo: era ella


el alma de todas sus acciones y virtudes, y por consiguiente la que le
hacia ocultar ó disimular los milagros que Dios hacia por su medio, y
todo aquello que podia merecerle algun aprecio de los hombres. Tambien
era la caridad la que le hacia todo para todos sus prógimos necesitados,
la que le tenia constantemente fijo en la contemplacion de los bienes ce
lestiales, y la que refrenaba todos sus sentidos para que no se desman
dasen, y especialmente su lengua para que no hablase mas que con Dios,
d de Dios. - -

Es la lengua del hombre uno de los miembros mas dañosos si no se


la refrena con cuidado, y por eso todos los Santos han puesto un gran
de esmero en contenerla por medio del silencio. Hablar siempre bien, es
imposible, ó muy dificil; y así es mucho mejor callar, que decir lo que
no conviene. Aunque siempre se pudiese hablar bien, siempre sería da
ñoso el hablar mucho; porque, como dice un venerable asceta, la devo
cion es un licor precioso encerrado en la botella de nuestra alma, y cuyo
tapon es nuestra lengua: si ésta habla mucho, se descubre el licor; y
como es espirituosísimo se disipa, se evapora, se pierde. Sabedor º pues,
de esto nuestro Santo hablaba poco, y eso poco siempre de Dios, repi
tiendo con frecuencia, para no distraerse en otras materias º la senten
cia de san Gerónimo, que dice: “Feliz la lengua que solo de Dios sabe
1 0o
66 -

» hablar,” y con este silencio se fortalecia, segun que está escrito, para
llevar como llevó toda su vida el tesoro de la santidad virginal en el bar
ro fragil y deleznable de su cuerpo. s.
La esperanza tambien de la gloria, de la cual estaba lleno su cora
zon, era el norte de sus acciones todas; y así como nada pensaba ni
queria sino á Dios, nada hablaba sino de Dios, ni era regular que de
otra cosa hablase estando escrito tambien, que la boca regularmente ha
bla de aquello que muestro corazon trae entre sí. -

Siendo tal su union con Dios, cual prueba lo que acabamos de de


cir, es consiguiente el que nada hiciese muestro Santo sino por Dios, ó
para Dios, y en este caso creemos no aventurar nada aunque digamos
que era un ángel en carne humana. La pureza de su vida, que conser
vó siempre limpia de toda culpa mortal, la elevacion grande de su es
píritu, y la resignacion con que sufrió las muchas enfermedades de su
cuerpo, nos le hacen ver como un hombre en carne sí, pero que no vi
via segun la carne.
Hasta en su última enfermedad se demostró esto. Fue ella una úlce
ra cruel que apoderándose del pecho cortó el hilo de su vida á los 83
años de su edad. Pero ¿de qué modo? sanando enteramente. Cuando se
debia esperar que por la total curacion de la úlcera empezase el Santo á
gozar de una salud robusta, entonces fue cuando murió, ó por mejor de
cir, cuando se fue al cielo ágozar el premio debido á sus virtudes. Estas,
y los muchos prodigios que obró, manifestaron su santidad, y los Vene
cianos desde su muerte gloriosa le tributaron los homenages de su gra
titud, venerándole y honrándole como Santo. Su culto lo aprobaron con
cediendo oficio y misa y elevando su rito los Sumos Pontífices Clemen
te VII, Julio III y Paulo V; y por último Gregorio XV estendió su fes
tividad á todo el Orden de Predicadores año de 1622.

4.

Trabajan los Santos por esconder sus virtudes para librarlas de la car
coma de la vanagloria. ¿Qué cautela tan prudente Dejarian de ser Santos
si hiciesen lo contrario, así como no son mas que unos meros hipócritas mu
chos y muchas que creen no hacer cosa de provecho, si no salen al público
SllS (CCIONl6S. -
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67

S. SADOC Y 49 COMPAÑEROS MÁRTIRES DE SANDOMIRA.

E, célebre en la Orden de santo Domingo el martirio de san Sadoc y


sus 49 compañeros, ya por sus circunstancias que veremos despues,
ya tambien por las de este glorioso Mártir y Campeon de Cristo. Tomó
aun jóven el hábito de los Predicadores de manos del mismo santo Do
mingo, quien habiendo conocido en él una prudencia rara, junta con
una virtud muy sólida, le envió á pesar de sus pocos años á la mision
de la Pannonia con unos cuantos compañeros. Enviaba el ilustre Patriar
ca á sus hijos á predicar el Evangelio, y á fundar casas de su Orden que
fuesen como unos arsenales ó ciudadelas contra el error y contra los vi
cios; y habiendo conocido los talentos singulares de Sadoc para una y
otra empresa, le destinó bajo la conducta del venerable Paulo Hungaro,
apóstol de Ibs Cumanos y fundador de la provincia de Hungría, á que cum
pliese sus santos designios en las provincias del Norte, bárbaras ellas y
espuestas entonces á las incursiones de otros pueblos mas bárbaros aún.
Marchó nuestro Santo jóven llevando por todo viático la bendicion
de su glorioso padre; y habiendo reunido á su compañía algunos otros
operarios evangélicos que recibieron en el camino el hábito de su Orden,
caminaban alegres y gozosos á su penoso destino. El demonio empero,
á quien no puede menos de atormentar todo lo que puede contribuir á
la estension de la fé, y á que el Salvador sea conocido, trató de turbar
su =santa alegría presentándoseles en la mayor agitacion, y blasfemando
de su venida por los daños que habia de causarle; pero los santos reli
giosos en vez de acobardarse se esforzaron, y presagiando favorables re
sultados de los llantos de satanás, se aplicaron á la predicacion con mas
fervor, mas constancia, y mas ahinco.
Sadoc entre todos se distinguió en el trabajo, y no es decible cuánto
fruto hizo con sus sermones en la Hungría y demas provincias comarca
nas, que se le habian designado para regarlas con sus sudores. Convir
tió gentiles, confirmó á muchos que vacilaban en la fé, escitó á peniten
cia á muchísimos pecadores, corrigió abusos, hizo paces, llenó, en una
palabra, de bienes á los pueblos todos por donde pasó evangelizando. En
tretanto sus hermanos quisieron aprovecharse de sus luces y santidad, y
le eligieron Prior del convento que tenia ya la Orden en Sandomira, ciu
dad de Polonia y capital del Palatinado del mismo nombre. Aceptó el
Santo; y persuadido de que el mejor modo de dirigir á sus frailes era
darles buenos egemplos, prosiguió en el Priorato la práctica de las vir
tudes apostólicas, que habian santificado y hecho fructuosas sus misiones.
La observancia de la regla y constituciones, la meditacion junta al estu
dio de las verdades eternas y saludables del cristianismo; y la predica
cion diaria de estas mismas verdades, eran los resortes de que se valia
el santo Prior para formar verdaderos hijos de santo Domingo, y el éxi
to hizo ver cuán acertadamente obraba.
El martirio que toda su Comunidad sufrió con valor heróico, fue la
prueba mas clara que pudo darse de la sabia direccion de Sadoc , y el
- 3k
68 º.

prodigio con que Dios anunció á toda aquella Congregacion de Santos su


muerte, y el tiempo y manera de ella fue tambien una demostracion de
cuán agradables le eran todos los religiosos que la componian. Cantaba
una mañana la calenda en el coro un novicio, segun el rito de la Igle
sia (se llama calenda el anuncio y relacion de los Santos, cuya memória
celebra el dia siguiente la misma Iglesia), y al comenzarla dijo así: “Ma
»ñana..... la pasion ó martirio en Sandomira de san Sadoc y 49 Mártires.”
Admiráronse todos como era regular, y creyendo algun engaño se acer
caron al libro en que el novicio leía; pero creció su asombro cuando vie
ron las dichas palabras escritas en él con letras de oro.
No quedándoles duda sobre su muerte cercana se prepararon á ella,
y Sadoc cumpliendo con su oficio se preparó tambien, exhortándolos y
animándolos á que diesen gloria con su sangre á Jesucristo; y al dia si
guiente, estando cantando la Salve á la Reina de los Angeles en el coro,
entró en la Iglesia una horda de bárbaros, quienes arrojándose como ti
gres feroces sobre ellos, y degollándolos á todos, les abrieroñ con sus ci
mitarras las puertas del paraiso, donde entraron de comunidad, adorna
dos con ricas estolas hermoseadas con la sangre del Cordero, siendo cosa
de la mayor admiracion que aun despues de degollados continuaron y en
traron en el cielo cantando y concluyendo la Saloe que habian principia
do en el coro. Alejandro IV concedió á los que visitasen la Iglesia de es
tos gloriosos Mártires, las mismas indulgencias que pueden ganarse en
santa María la Mayor de Roma; y por último Pio VII aumentó y es
tendió su culto á todo el Orden de Predicadores.

Es el martirio el mayor esfuerzo de la caridad, y por eso, si es como


debe, él solo santifica al hombre. Dar la vida por Dios / ¿Qué desgracia, di
rá alguno, que no haya ahora tiranos, como ha habido otras veces, para pa
decerlo ! ¡Oh! si son sinceros tus deseos, no temas. En la paz puedes ser
mártir; mortifica tus pasiones, está dispuesto á sufrir cualquiera pérdida
antes que ofender á Dios, y vive seguro de que no te faltará la corona del
martirio.
- - -
• • •• • ••
69

SANTA OSANNA DE MANTUA.

Nció en Mantua la Vírgen santa Osanna de padres nobles, con indi


cios mo obscuros de lo que habia de ser, y la gracia que en ella se ade
lantó á la naturaleza, la adornó desde luego con sus inapreciables ben
diciones. Tan pronto y tan de lleno se apoderó de su corazon, que em
pezó á amar á Dios cuando muchos aun no tienen voluntad, ó no pue
den hacer uso de ella. A los 7 años conocia ya todo el precio de la san
ta virginidad, pues que consagró al Esposo de las Vírgenes la suya con
tanta decision, con tanta entereza y afecto, que declaró una guerra cruel
á su cuerpo por conservar la integridad, así de la carne como del espí
ritu. A los 14 tomó el hábito de Tercera de la Orden de santo Domin
go, y si bien sus virtudes la hacian digna de todo honor, su humil
dad la hizo creer que no era digna de profesar este instituto santo; así
que difirió su profesion hasta el año 5o de su edad, que fue el sexto
antes de su muerte. Mas no por eso dejó de aspirar entretanto á lo su
mo de la perfeccion. Orando continuamente, derramaba su alma en la
presencia del Señor para recibir de este inmenso Océano de santidad
gracias nuevas con que enriquecer su espíritu. Contemplando con fre
cuencia los misterios, y particularmente la pasion del Salvador, espe
rimentaba en su corazon tales afectos, que creía muchas veces sentir
los mismos dolores que sintió en su mortal carne el adorable Redentor
del mundo, y otras una suavidad tan admirable que la hacia olvidar
todas las penas y todas las aflicciones que la causaban las criaturas.
La llaga del costado de Jesus era para Osanna una apoteca abun
dantísima en donde se embriagaba de delicias, y un horno al mismo
tiempo de caridad donde tomaban su origen aquellos ardores é incendios
que la sacaban fuera de sí, cuando ó recibia á su Esposo sacramentado,
ó hablaba de su pasion. Tambien era esta llaga la fuente en que bebia
aquella caridad con que miraba á todos sus prógimos, por los cuales de—.
seaba ser anatema como san Pablo. Socorria á los necesitados, consola
ba á los tristes, visitaba á los enfermos, y á veces, oyendo Dios sus ora
ciones, padeció lo que padecia alguno de sus hermanos porque éste que
dase aliviado. ¡Qué amor y en dónde pudo aprenderle una delicada jó
ven sino en el pecho de Jesus ! En esta escuela habia aprendido á enfer
mar con los enfermos, mas no para quedarse contenta con el solo auxi
lio corporal, sino para ganar sus almas para el cielo. La salvacion eter
na de todos los hombres, y principalmente la de sus domésticos y parien
tes, debia ser y era con efecto el primer objeto de la caridad de Osanna,
aunque no se concentraba en ellos, sino que se estendia á todos los que
con ella trataban de cualquier modo, ó venian á visitarla. El buen olor
de su santidad y virtudes atraía con este objeto á muchos, así conciuda
danos como forasteros, y todos eran objeto y daban ocasion á nuestra
Santa para que egerciese su caridad. Corregia á los unos, animaba á los
otros, los inflamaba á todos en el amor de Dios con sus santas conver
saciones, y con lo que les hablaba de este Señor. Les hablaba de él con
A
70

una dulzura encantadora, y tenia una gracia tan singular para encomen
dar la virtud y hacer odioso el pecado, que era muy raro el que no sa
lia muy mejorado de sus visitas, y muy aprovechado de su conversacion.
Sus familiares sobre todo como tenian la felicidad de admirar y ver de
cerca sus acciones, aprovecharon estraordinariamente en el santo temor
de Dios y en la religiosidad de costumbres. Los educaba como Santa con
el egemplo y las amonestaciones siempre, y con éstas y su autoridad cuan
do por muerte de sus padres quedó con el cuidado y gobierno de la casa.
Mas no se crea que por ser ama fuese nunca áspera ó agria su cor
reccion. Blanda, amable y suave para con todos, reservaba toda la du
reza para sí misma, y solo consigo era cruel é intratable. Se tenia por
la mas vil de las criaturas, y descargaba con mano fuerte sobre su cuer
po todos los rigores y austeridades de la penitencia. Ya cuando jóven se
le habia aparecido Jesus con la Cruz al hombro, y la habia anunciado la
gran parte que debia tocarla de esta misma Cruz. Así es que ademas de las
muchas y crueles mortificaciones con que afligia su carne, su divino Esposo
la hizo esperimentar por una gracia especialísima los dolores de su pasion;
y sidamos crédito á sus historiadores, renovó en ella el prodigio de mudar—
la el corazon como á santa Catalina de Sena, y los Ángeles la enseñaron
á orar, y la dieron la sagrada comunion. El amor á su Dios era la vida
de su alma; pero como se hallaba aun en este valle de lágrimas, suspi
raba por unirse enteramente con su Bien amado. Una grave enfermedad
la abrió las puertas del cielo, á donde entró á gozar por eternidades del
que forma la felicidad de los Ángeles. Los dones de profecía, de curacio
nes y milagros con que la habia enriquecido el Señor en su vida, y los
prodigios obrados despues de su dichosa muerte, movieron al Papa Leon X
á conceder oficio y misa al Clero de Mantua, é Inocencio XII estendió
esta gracia á todo el Orden de Predicadores.

. “Quien no cuida de los suyos, márime si son domésticos, dice el Espíri


» tu Santo, negó la fé, y es peor que un ídólatra.” Cuidamos de que nuestros
criados nos sean fieles; queremos que sean robustos, hacendosos, &c.; ¿ pero
virtuosos º Les enseñamos lo que deben hacer, les instruimos en el modo
con que deben halagar y servir nuestra voluptuosidad y deseos; ¿pero á que
sirvan á Dios º De eso no se trata, y menos de darles buenos egemplos. ¿P
somos cristianos º En el nombre puede ser; pero en la presencia de Dios so
mos peores que infieles.
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BE NEDICTO VN DEClN\O lo.
Cory del orden de Predtc. (l, -º de Juº
I”á Palon¿?/ culo.
71

SAN BENEDICTO XI.

Datinaba la Providencia á san Benito para cosas grandes, y le distin


guió desde luego con prerogativas y talentos análogos á los designios que
tenia sobre él. Oriundo de la familia Boccasini, tomó el hábito de santo
Domingo á los catorce años de su edad, y habiendo ilustrado su enten
dimiento y desarrollado sus potencias ó facultades intelectuales en otros
catorce años de estudio, se vió al fin de ellos en estado de enseñar ya pú
blica, ya privadamente con mucha gloria por el espacio de otros catorce.
Finalizados éstos, creyó su Orden que debia aprovecharse de sus conoci
mientos y virtudes poniéndole á su frente, y así fue que despues de ha
berle honrado con todos los grados y dignidades que en ella hay, le eligió
por su Maestro General. -

No hizo en esto otra cosa que confirmar la disposicion de Dios segun


los buenos efectos que aquesta eleccion produjo. Hecho un modelo para
todos, estableció y fomentó en todas partes la disciplina regular, pero con
tal destreza y con tal suavidad, que el Pontífice reinante entonces cre
yó hallar en él un hombre cual deseaba su corazon, para pacificar á al
gunos Monarcas cristianos que estaban en disposicion de hacerse la guer
ra. No podia en efecto encontrar otro mas á propósito. Adornado de una
elocuencia divina, conocia perfectamente el fondo del corazon humano,
y así supo conciliando los intereses de todos, consolidar la paz que esta
ba ya para turbarse.
Este tan feliz desempeño de su legacion le mereció la sagrada púr
pura. El Papa le creó Cardenal, y no bien le habia vestido el capelo,
cuando le puso en una nueva ocasion de que egercitase sus talentos pa
cificadores. Tres Príncipes disputaban á la vez la corona del reino de
Hungría, y cada uno se juzgaba asistido de mejor derecho que sus com
petidores. Los pueblos tambien tomaban partido segun sus pasiones é in
tereses, y aquel reino infeliz iba á ser víctima de la mayor de todas las
desgracias, que es la guerra civil. El Pontífice, pues, envió á Hungría á
Benedicto como á un Ángel de paz que lo serenase todo; y efectivamen.
te lo hizo tan bien, que en breve quedaron todas las diferencias compues
tas, todas las pasiones sosegadas, y todos los ánimos reunidos. La paz vol
vió á estender sus alas sobre aquella Nacion, y el demonio de la discor
dia, apagando su tea fatal, tuvo que retirarse á las cavernas del desórden,
de donde saliera para daño de los mortales.
Su dulzura prudente alcanzaba estos triunfos de las mas fuertes pa
siones, y una entereza cristiana, acompañada de una condescendencia jui
ciosa, le hacia ser de esta manera árbitro de los corazones mas interesa
dos. Jamas se negó á lo que podia conceder, pero jamas cedió tampoco
en lo que tenia algun roce con la justicia, ó con el cumplimiento de su
deber. Una prueba bien clara de su entereza, y de que su prudencia no
degeneraba en la adulacion jamas, se nos presenta en los sucesos trágicos
de Bonifacio VIII. Cuando este Pontífice se vió perseguido, y cuando en su
persona se vió insultada la Religion por los desórdenes y furores de Fe
72

lipe el Hermoso, Rey de Francia..... todos abandonaron á la cabeza de la


Iglesia, que se hubiera quizá visto sola en aquel trance, si Benedicto no
hubiera permanecido intrépido á su lado. Por miedo unos, por adular al
ambicioso y sacrílego Monarca otros, todos huyeron del lado del primer
pastor, y solo nuestro Santo fue quien tuvo fortaleza y pecho para acom
pañarle, para consolarle, y para tomar parte en sus penas. ¿Y cómo lo
hubiera hecho sin una fortaleza á toda prueba?
La tenia, pues, y le hacia digno de los primeros empleos, y aun de
la tiara á que Dios le elevó poco despues en premio de su piedad. En es
ta cumbre de elevacion como en una montaña levantadísima, hizo bri
llar las demas virtudes con que estaba adornada su alma. Su humildad
se demostró cuando no quiso reconocer á su madre, porque se la presen
taron mas adornada de lo que convenia á su propio y antiguo estado: su
piedad filial en la ternura con que la abrazó luego que la vió vestida con
su humilde ropage: su celo por la Religion en el anatema que fulminó
contra los violadores de la persona sagrada de su antecesor: su amor á
la Iglesia en los esfuerzos que hizo por volver á su seno á los disidentes,
y en lo que trabajó por dar la paz á todas las naciones católicas; y su
caridad con Dios, su deseo de los bienes eternos, su desprendimiento de
todo lo visible, su fé....., en el ansia con que suspiraba por unirse con
Jesucristo. -

La Iglesia se gozaba en Dios de poseer tal Pontífice; pero el Señor


por sus altos juicios se lo dejó gozar bien poco. A los nueve meses de su
Pontificado, y cuando meditaba las mas grandes cosas, la privó de él pa
ra llevarlo á su presencia con la que es eternamente dichoso. Aunque el
mismo Benedicto habia mandado se le enterrase como un Religioso entre
sus Hermanos, el cielo premió su humildad honrando su sepulcro con
muchos milagros que aumentaron la devocion de los pueblos, y el Ro
mano desde su feliz tránsito le concedió los homenages de un bienaven
turado; culto que aprobó el Papa Clemente XII, concediendo oficio y
Misa al Clero de Tarvisio y Perusa, y á todo el Orden de Predicadores.

La virtud afable es la mas propia para ganar los corazones. La de


cocion austera es por el contrario dañosísima. Los mundanos juzgan de la
virtud por la cara de muchos devotos, creen que aquélla es tan dura y
seca como ésta, y huyen de ella como de un imposible. ¿ No es este un
engaño que debemos deshacer mostrando en nuestros rostros la dicha que
la virtud nos hace disfrutar º
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73

SAN JUAN DE COLONIA.

Entre los Mártires que en el siglo XVI, célebre por los tumultos de
los Calvinistas y demas novadores, dieron con su sangre un testimonio
glorioso de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y del Prima
do del sumo Pontífice en la universal Iglesia, ocupa un lugar distinguido
el ilustre san Juan de Colonia. Fraile de la Orden de santo Domingo,
recomendable por su virtud, por la gravedad de sus costumbres, y por
la estension de su saber, administraba en Holanda de órden de sus Pre
lados la parroquia del pueblo Horn cuando el azote de la heregía em
pezó á devastar y destruir aquellas regiones. Un espíritu de vértigo que
se apoderó de los Holandeses los sepultó á todos en el error, y los es
puso á todos los desórdenes de la anarquía, cuando nuestro Santo dedi
cado á llenar el ministerio pastoral, procuraba afirmar á sus ovejas en la
fé y en la piedad verdadera. -

Acaso su pueblo fortalecido con su egemplo y persuasiones no hubie.


ra sucumbido á la seduccion del ángel de las tinieblas y del error, si él
hubiera permanecido á su frente. Pero tampoco hubiera en este caso lo
grado la corona del martirio, y Dios, justo siempre en sus juicios, es tan
terrible en algunas de sus permisiones para con unos, como piadoso y lle
no de bondad para con otros. La caridad cristiana hizo á nuestro Santo
que pasase de su parroquia á otro pueblo á visitar en él á los gloriosos
confesores que estaban presos allí por la fé, y éste fue el momento en que
su grey le perdió. Quedó preso con los presos y participante de sus precio
sos trabajos en premio de la caridad con que habia ido á consolarlos. El
cielo lo llenó como á los otros de su virtud y de una fuerza divina, con
la que le hizo tolerar como á ellos los tormentos mas horribles y la mas
cruel persecucion.
Hecho con sus compañeros el blanco en que una soldadesca inmoral,
y sobre inmoral herege, descargaba las burlas mas groseras, y las inju.
rias mas indecentes, sufrió con la constancia digma de un discípulo del
Crucificado las privaciones, los insultos, la muerte mil veces, antes que
megar, como de él querian exigir, ó la presencia real de Jesucristo en el
sacramento de nuestros altares, ó la primacía de sus vicarios en la Igle
sia. Cuántas veces se vió con la muerte ante los ojos, y cuántas debió
creer que llegaba su último instante Se hacian sus verdugos un placer
de la incertidumbre en que los tenian, y se divertian brutalmente en ha
cerles padecer tantas muertes, cuantos eran los amagos de ella que po
nian repetidas veces ante los ojos de los ilustres confesores del Señor.
Muriendo de este modo en vida, pasaron basantes dias, es á saber,
los que bastaron para que se desengañasen los tiranos de que tentaban
en vano la constancia de aquellos héroes; y al cabo de ellos los condu
geron por mar á Brila para que en esta ciudad a purasen, muriendo,
hasta las heces el caliz de la pasion del Salvador; el caliz precioso aun
que amargo de que suele hacer participantes á sus mejores amigos. Pri
sioneros dichosos, y dichosas cadenas las que a herrojaban sus santos 1Inicum"
74
bros Iba nuestro san Juan entre ellos atado como un malhechor, des
mudo de sus hábitos y de casi toda su ropa, hecho como es de suponer,
el ludibrio, el escarnio, y el juguete de los marineros y demas chusma:
pero su alma fija en Dios rebosaba de alegría y comunicaba á su rostro
aquella paz que la inundaba y que tan admirable fue siempre en los que
murieron en defensa del catolicismo. Se veía hecho una perfecta imágen
de su Redentor, y bien lejos de sentir su situacion, daba gracias al da
dor de todos los bienes porque tan perfectamente habia querido confor
marlo con su hijo. De ahí aquella tranquilidad con que sufria á sus ver
dugos, y recibia las injurias y los malos tratamientos que sobre él des
cargaban ; de ahí procedió tambien la imalterable serenidad con que vió
el cadahalso, con que subió á él, y con que dió en él su vida por Jesucris
to, al modo que Jesucristo habia dado por él la suya en una cruz.
Murieron ahorcados; aunque diríamos mejor que subieron á la horca
para que desde aquella elevacion, como de mas inmediato, subiesen sus
almas con mas facilidad al cielo. Su gloriosa confesion los abrió las puer
tas de él, y su suplicio los introdujo triunfantes en la mansion de las
almas justas. Allí viven adornados de preciosas estolas, como nos lo de
mostró Dios cuando quiso que en el sitio de su martirio naciese un her
moso árbol cargado de tantas flores todas estrañas y bellísimas, cuan
tos habian sido los santos Mártires. El Papa Clemente X beatificó con
la mayor pompa y solemnidad á san Juan y sus compañeros, y estendió
á las Iglesias y á las Ordenes religiosas de que eran profesores el oficio
y misa con que deben ser honrados. -

¿De qué aprovecha al hombre ganar el mundo, si su alma llega á per


derse º Este glorioso Mártir no titubeó entre el morir y el ofender á Dios,
fortalecido acaso con esta refleacion. Pudiera pecando haber vivido, pudie
ra haber hecho fortuna, ¿ pero qué es la vida de pocos años, qué son to
dos los bienes de la tierra, adquiridos con daño del alma propia º Por eso
quiso morir antes que ofender á su Criador. ¿ Y tú le ofenderás, venderás
tu alma por una friolera º
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75

SAN JACOBO DE voRAGINE.


San Jacobo ó san Diego, llamado de Voragine por haber nacido en un
pueblo de este nombre en la diócesis de Savona, tomó de bien pocos
años el hábito de religioso en la Orden de Predicadores, y se acostum
bró tan desde luego á llevar sobre sí el yugo del Señor, que hizo en
poco tiempo progresos admirables en todo género de virtudes, al paso
que se adelantaba estraordinariamente en el conocimiento de las cien
cias. Persuadido de que un fraile dominico debe ser tan sabio como san
to, si ha de tener la perfeccion que de él exige su instituto, aprovechó
tanto en el estudio, que era la admiracion de su siglo. Adquirió el cono
cimiento de las artes liberales como un buen cimiento sobre que habia
de colocar su ciencia teológica; y aprendidas cristianamente éstas, se de
dicó á la lectura de los Padres, especialmente de san Agustin, en cuyos
escritos debe buscar el teólogo lo sólido de su facultad.
En el estudio de este último Santo hallaba Jacobo sus delicias: con
tanto ahinco le leía, que tenia impresas en la memoria las mas célebres
sentencias de este águila de la Iglesia, y no para hacer alarde de una
vana erudicion, sino para aprovecharse de ellas, y aprovechar con ellas
á otros. Era el fin de todo su estudio el santificarse y santificar á sus pró
gimos, y por eso bien lejos de esconder sus talentos en el sudario, ó de
hacer con ellos un tráfico mundano, los empleaba en enseñar al ignoran
te, en socorrer al estraviado, en dar consejos al que necesitaba de ellos,
en socorrer, diremos de una vez, las necesidades espirituales de sus pró
gimos. Con ellos formó á muchos ministros del santuario, con ellos des
engañó á muchos de los errores en que vivian, y con ellos volvió al ca
mino de la virtud á muchos que se habian precipitado en el abismo de
los vicios. Las principales ciudades de Italia le oyeron predicar en sus
púlpitos, y todas esperimentaron una grande y saludable mudanza en
las costumbres de sus moradores.
La Religion de santo Domingo conociendo su mucho mérito, le puso
al frente de una provincia, y fue tal el acierto con que la gobernó, que
le hizo seguir en el Provincialato muchos años consecutivos, aunque es
cosa que no ha tenido muchos egemplares. Su prudencia inimitable fue
causa de esta próroga, y de que el suino Pontífice Honorio le comisio
nase para concluir en Génova unos negocios de sumo interes é impor
tancia. Grande sin duda debia ser su acierto cuando la fama de él ha
bia llegado hasta la cátedra de san Pedro; pero por grande que fuese,
podemos asegurar que no escedia á la prudencia y á la amabilidad con
que ponia los medios para conseguir un buen éxito en todas sus negocia
Cl U, Il CS»

Generalmente hablando, el resultado de éstas es que alguna de las


partes entre quienes se negocia, quede quejosa con razon ó por capricho,
y así debemos mirar como un golpe maestro de la ciencia y de la virtud
de Jacobo el que desempeñase su importante comision, de tal modo á
gusto del Pontífice, que no quedasen agraviados los Genoveses. De lo que
3:
76 \

éstos hicieron despues, podemos conocer cuál fue con ellos su conducta.
Quedó vacante el-Arzobispado de Génova, y debia estar vigente enton
ces la antigua disciplina, segun la cual el Clero elegia sus primeros Pas
tores. Pero que estuviese ó no, el hecho es que los Genoveses pidieron
rogaron al sumo Pontífice que les diese por Prelado á nuestro Santo. ¿Es
tarian contentos con él ? es indudable que sí, y no puede ponerse duda
en que tambien el sumo Pontífice lo estaria, puesto que condescendió é
hizo que Jacobo tomase sobre sus hombros esta carga para ser con ella
útil á sus prógimos. Bajo este punto de vista la aceptó él, y conociendo
que los males del rebaño regularmente provienen ó del descuido ó del
mal egemplo de los pastores, juntó un concilio provincial en el que ar
regló la disciplina, y con el cual haciendo observar los cánones, refrenó
la licencia que se habia introducido en la casa de Dios. Dado este pri
mer paso se aplicó á la cura de sus ovejas, á las cuales reconcilió, estin
guiendo las antiguas facciones que reinaban desde muy antiguo en su ciu
dad arzobispal, y entre las cuales hizo reinar la virtud, desterrando los
vicios, y moderando las pasiones de sus diocesanos con la fuerza de su
elocuencia divina, y con el impulso irresistible de su egemplo. Se puede
decir que dió un muevo aspecto á todo su Arzobispado.
Contento con una comida frugal, un equipage modesto y una habi
tacion sin lujo, ahorraba las rentas de su mitra para tener mas que re
partir á los pobres. Su caridad inmensa halló modos de alimentarlos á to
dos en una gran carestía, y su oficiosa misericordia se introdujo en los hos
pitales y otros asilos de la humanidad necesitada y doliente para pro
veerla en ellos con larga mano. Así trasladó sus riquezas al cielo, adonde
le conducian sus virtudes y le introdujo su caridad al cumplir los 7o
años de edad, y los 6, 4 meses y dias de pontificado, y en el de 1298
del Señor. Desde su muerte todos los pueblos del Genovesado y del Sa
bones le aclamaron por Santo, y tributaron los honores de tal. Este cul
to, que jamás se ha interrumpido, lo aprobó para su mayor incremento el
Papa Pio VII, concediendo oficio y misa al Clero secular y regular de
la diócesis de Génova y Sabona, y á todo el Orden de Santo Domingo.

"Arder y lucir, hé ahí las dos cualidades forzosas que deben tener los
Prelados. Arder ellos en amor de Dios, esta es la mas esencial; pero sola
no les basta. Es necesario que luzcan, que difundan sus resplandores. Son
antorchas, ¿ y cómo distinguirán los subditos lo bueno de lo malo, si sus
faroles ó antorchas no lucen º
·
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o ¿? POL.ONO, =º
cº EY.
” de Predº. 16 de \

Palo m? culo.
77

sAN CESLAo POLACo.


San Ceslao, hermano carnal de san Jacinto, y lustre como él del reino
de Polonia y de la Orden de santo Domingo, nació en el Obispado de
VVratislabia de la noble familia Odrovantio. Adornado desde sus prime
ros años con una índole feliz, hizo que se concibiesen de él las mas li
sonjeras esperanzas, que se fomentaban con las muestras que daba de san:
tidad, y con los egemplos amables que ofrecia de todas las virtudes cris
tianas. Dotado ademas de bellísimos talentos, y de un candor angelical,
se hizo amar y se atrajo la admiracion de cuantos le conocian, y no pa
sageramente, como suele suceder con algunos metéoros (que así pueden
llamarse algunos niños cuya viveza y juicio prematuro admira), sino de
cada vez con mas progresos. Como crecia en edad, crecian en él los mo
tivos de admirarle y de amarle, y crecia por consiguiente el amor y la
admiracion.
Aplicado en sus primeros años al estudio de las humanidades, hizo
rápidos adelantamientos en ellas, y su tio el Obispo de Cracovia le hizo
que pasase despues á Italia á que aprovechase y cultivase sus talentos con
la adquisicion de la teología y de la jurisprudencia. Vino pues, estudió
con gloria , y terminada su carrera volvió á Cracovia, su patria , donde
le hicieron d¿ y Tesorero de la santa Iglesia Catedral, sin que ni
dignidades le envaneciesen ó frustrasen las be
su saber le inflase, ni estas
llas esperanzas que se habian concebido de él. Aunque jóven en los años,
era anciano en sus costumbres: las virtudes solas arrastraban su corazon:
la pureza de su alma era el negocio en que mostraba tener mas interes;
y deseando dar buen egemplo á todos, y anhelando porque todos sirvie
sen á Dios, procuraba alejar de sí toda sospecha de culpa, para que con
ella, aunque fuese falsa, no perdiese el ministerio. -

Asistente al coro, y cumpliendo con todos los deberes de un buen


Canónigo, era el espejo de su Cabildo, y lo fue hasta tanto que habien
do de marchará Roma su tio y Obispo le llevó en su compañía. Llegó
Ceslao á la capital del mundo católico á tiempo que en toda ella resona
ban los milagros y la santidad del Gran Padre de los Predicadores santo
Domingo. Oyó cuanto de su virtud se decia, y movido de un impulso
superior corrió á los pies del ilustre Patriarca, le pidió el hábito de su
Orden; y habiendo renunciado de todas veras al mundo, le vistió de ma
nos del mismo Fundador. Tambien aprendió de su boca los rudimentos
de la vida religiosa, en la cual aprovechó tanto que su mismo Santo Pa
dre le proponia á los otros sus hijos como un modelo de castidad, de po—
breza, de sumision, de frugalidad, y por no cansar, de todas las virtu
des religiosas. Efectivamente, se egercitaba con tanto fervor en las vigi
lias, los ayunos, las mortificaciones, la oracion, y todas las otras leyes
de su Orden, que los historiadores de su vida han hallado en él una co
pia perfecta de santo Domingo.
Nosotros tampoco dudamos de la exactitud con que copió sus virtu
des, ya miremos su vida privada, ya la vida apostólica que emprendió
78

luego que concluyó el noviciado. Celoso como él de la gloria de Dios,


y deseoso de llevar el nombre de Cristo á las gentes que no le conocian,
obtuvo su bendicion, y partió con su beneplácito á evangelizar las na
ciones idolatras de nuestro polo. A su paso por Praga, capital de la 13o
hemia, se hizo admirar por su elocuencia divina, con la cual, y con el
buen olor de su santa vida, hizo frutos innumerables en ella. Corrió des
pues predicando toda la Silesia á pie, y con tan feliz suceso, que dester
rando los errores en que estaban infelizmente envueltos aquellos pue
blos, cogió una abundantísima cosecha para los graneros del Padre ce
lestial. Pero siendo para su abrasado celo estrechos los límites de la Bo
hemia y de la Polonia, corrió evangelizando el reino de Dios por los pai
ses helados del Septentrion, la Moravia, la Sajonia, la Ponierania y la
Prusia, y á costa de indecibles trabajos y penalidades convirtió innume
rables gentiles, reconcilió los cismáticos, y redujo á penitencia un sin nú
mero de pecadores. Ministro desinteresado de la verdad, la enseñó gus
toso á cuantos quisieron aprenderla; mortificador severo de la carne y de
sus inclinaciones ó concupiscencias, hizo que muchos muriesen á su cuer
po y afectos carnales para vivir á solo el espíritu; enemigo declarado de
la culpa, movió los corazones de los pecadores á penitencia, y amante ce
losísimo del sumo bien, inflamó en caridad y amor suyo los helados pe
chos de los moradores del Septentrion. Los prodigios le ayudaban en es
ta santa obra, que adelantaba Ceslao con sus oraciones y sus penitencias.
En ella gastó lo que le restaba de vida, y en ella consumió sus
fuerzas y su salud, á no ser que digamos que maduró en ella para el
cielo, cuando al paso que su cuerpo se debilitaba y su hombre esterior
se espiritualizaba en algun modo, su alma y su hombre interior se po
nia-habil para volar al descanso eterno, donde entró cuando murió en
VVratislabia el año del Señor 1242. Fueron muchos los prodigios que
por su intercesion obró Dios en vida de su siervo, y despues de su muer
te. Todos los reinos á quienes anunció la palabra de Dios le reconocen
por uno de sus principales Apóstoles, y siempre le han honrado como á
Santo. Su culto fue aprobado por Clemente XI, quien ademas concedió
oficio y misa á todo el Orden de Predicadores.

El aprovecharse de las primeras gracias y corresponder á ellas, ha he


cho, como hemos advertido, muchos Santos; y el responder con prontitud á
los llamamientos divinos, siempre y cuando que se hagan sentir en nuestro
corazon, puede hacer nuestra felicidad en un instante. Si san Ceslao hubie
se cerrado sus oidos á la voz de Dios que lo llamaba á la Orden de Pre
dicadores, º se habria santificado º ¿Y subiremos nosotros á la cumbre de la
perfeccion si cerranos nuestros corazones á las voces con que Dios nos llama”
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79

SANTA JUANA DE ORVIETO.

Sas Juana de Orvieto, apellidada así por haber nacido en un arra


bal de esta ciudad, se vió huérfana del todo, casi antes de haber cono
cido á sus padres. El cielo, no obstante, la cogió bajo su proteccion
singular, y la dió un padre cariñoso en el santo Angel de su Guar
da, como lo significaba la misma niña cuando mostraba á otras de su
edad la imágen de un Angel Custodio, pintada en una pared de la Igle
sia, y las decia con no menos gracia que verdad que aquél era su padre,
su madre, y su todo. Bajo la tutela de tan santo Protector creció Juana
en la virtud, al par que crecia, en la edad y en la belleza. Se nos refie
re que era estraordinaria la hermosura de su rostro; pero bien lejos de
que la jóven Juana apreciase una cualidad que tanto estiman las perso
nas de su sexo, sabemos que la despreció altamente, caso que no la mi
rase como un enemigo del propósito que habia hecho de consagrar su vir
ginidad á Jesueristo.
La verdad es que por causa de ella tuvo que sostener su castidad mil
asaltos y combates peligrosos, de los cuales todos salió triunfante con el
auxilio de la gracia y de su Angel; como tambien triunfó de las impor
tunas pretensiones de muchos que aspiraban á su mano, y de sus mis
mos parientes que pretenderian acaso sacrificarla á sus caprichos. Nada
fue capaz de abatir la constancia de la santa Vírgen, que despues de es
tas victorias quiso ponerse á cubierto de otras batallas encerrándose en
un claustro. La Religion de santo Domingo fue la que mereció poseer esta
perla en una comunidad de vírgenes que profesan en Orvieto las leyes
de la Tercera Orden. Esta eligió nuestra Santa, y en esta fue en la que
se perfeccionó en la santidad.
Aquí como en una soledad se dedicaba á la contemplacion de los bie
nes eternos; y para poder elevar mejor á ellos su espíritu, mortificaba
su carne con ayunos, con aflicciones y penalidades de toda clase. Conti
nua en la oracion consumia en el egercicio de ella muchas horas inmo
vil, y arrobada casi siempre fuera de los sentidos. Inflamada en caridad,
cual si fuese un serafin, prorumpian los ardores de su corazon hácia afue
ra en tales términos, que siempre que hacia oracion, aunque fuese en lo
mas frio del invierno, sudaba copiosamente por todos los miembros de su
cuerpo. Llena de una compasion amante hácia su adorado Jesus paciente,
lloraban como fuentes sus ojos, y se le escapaba el alma dejando sin uso
á los sentidos cuando hablaba ú oía hablar de su pasion; y crecian estos
afectos cuando la contemplaba..... tanto, que fija en la cruz de su Amado, y
puesta ella tambien en cruz, padecia unos éstasis larguísimos y unos dolo
res tan vivos, que rechinando todos los huesos de su cuerpo, y chocando
de un modo estraordinario entre sí, parecia que todos los ligamentos se
disolvian, y todos sus nervios se iban á despedazar.
Abrasada, como era consiguiente, en el amor del prógimo, queria
encender en los corazones de todos los mortales el fuego celestial que ar
dia en el suyo, y Dios la concedió el placer de que viese á muchas per
80 -

sonas que movidas de sus consejos abandonaron el mundo, y abrazaron


la vida religiosa. Pero con ser todo esto así, no habia cosa mas vil á los
ojos de Juana que Juana misma. Era poco para ella el esconder los fa
vores con que Dios la regalaba; queria que la naturaleza toda se volvie
se contra ella, y la despreciase como á una ingrata que no correspondia
á los beneficios divinos, y deseaba que sus hermanas la tratasen con des
precio, y como á la criatura mas indigna. Parecerá exageracion, pero es
un hecho indudable, el que nuestra Santa encomendaba á Dios como á
una insigne bienhechora á cualquiera que la injuriaba, esforzando su fer
vor en favor de aquellas que la trataban con mas dureza, y duplicando sus
oraciones cuando se aumentaban los malos tratamientos. ¿Es esto ser hu
milde, y sinceramente humilde?
Pacientísima tambien sufrió mil molestias que la causaba el demonio,
con una resignacion inalterable, y padeció las muchas y penosas enfer
medades á que estuvo siempre sujete su cuerpo, sin dar jamas la mas pe
queña muestra de dolor, y mucho menos de sentimiento: teniendo antes
bien siempre alegre el rostro, y lleno de la paz que gozaba su alma, y del
placer que le causaban sus esperanzas. ¡Qué esperanzas tan consoladoras
El cumplimiento de ellas debia ser el término de su vida mortal, ¿ pero
cómo no cambiaria gustosa este lugar de destierro por la patria de la in
mortalidad? Así es que nuestra Santa vió venir con gozo su última hora,
la profetizó, y habiendo recibido los sacramentos de la Iglesia, voló su al
ma dichosa al seno de su Padre Dios el año de 13o6, á los 42 de su bien
empleada vida. Fueron muchas las gracias y grandes los favores que el
Divino Esposo la dispensó, así en vida como despues de su muerte: en
vida su humildad procuraba ocultarlas; pero en su muerte las manifestó
el cielo, y los pueblos la invocaron y acudieron con votos á su sepulcro en
todas sus necesidades. El Papa Benedicto XIV aprobó su culto, y conce
dió oficio y misa al Clero de Orvieto, y á todo el Orden de Predicadores.

¿Qué tiene el hombre de su propia cosecha? Nada mas que miseria y


defectos. ¿ Cómo puede corresponder á Dios? Nunca del modo que él merece.
Hé aquí dos refleaciones que los Santos han tenido siempre á la vista, r
que los han hecho abatirse hasta lo mas profundo de la humillacion. Lo
que tengo es de Dios, á quien por tantos favores he correspondido con
frialdad, decia santa Juana, y lo decía con verdad. Y tú, ¿qué dices á vista
de la humildad suya ?
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sAN ANTONIO DE LA IGLESIA.

San Antonio de la Iglesia nació de una familia ilustre en el pueblo de


san German, que es un arrabal ó barrio de la ciudad de Vercelis ó
Verceil. Aplicado desde niño al estudio de las letras se mostró desde lue
go inclinado á la oracion, pues ocupaba en ella toda la parte de tiempo
que no gastaba en los libros. Un deseo vehemente de consagrarse al ser
vicio de su Dios y á la utilidad de sus prógimos, le condujo á la Orden
de santo Domingo, cuyo sagrado hábito vistió en la dicha ciudad de Ver
celis, despues de haber vencido con su modestia y buenos modos la re
pugnancia que tenia su padre á que abrazase este estado. En él empezó
á correr con pasos de gigante por el camino de la perfeccion, y llegó con
su fervor, ayudado de la gracia, á tanta altura que en breve fue un mo
delo de santidad, y al mismo tiempo un depósito de ciencia. Humilde y
negado enteramente á sí mismo, solo vivia para orar y para estudiar, y
no es estraño que de este modo se hiciese en poco tienpo tan santo y
tan sabio.
Observaba ademas tan exactamente los votos de su profesion, que
era una perfecta imágen del verdadero religioso. Pobre, como que care
cia hasta del deseo de tener: casto, cual un ángel que no tuviese cuer
po; obediente, y tanto que estaba muerta y sin accion su propia volun
tad; y ya se ve que un hombre de temple tan celestial estaba en la me
jor disposicion, no solo para ser perfecto, sino tambien para ser un sa
bio verdadero. Así que, apenas recibió las sagradas órdenes, cuando ya
empezó á ser útil á los prógimos, y á promover con el mayor acierto la
gloria y el honor de Dios. Predicaba siempre con fruto: aconsejaba siem
pre el bien: administraba los sacramentos siempre con discrecion y uti
lidad; y no pueden calcularse los muchos bienes que produjo con estos
trabajos santos, en que empleó toda su vida. Cualesquiera otro hubiera
hecho mucho bien si hubiera tenido su santidad y su saber; pero nuestro
Santo debió hacer mas que ninguno porque á estas cualidades necesarias
juntaba una mansedumbre, una suavidad y un amor tan tierno de sus
semejantes, que, segun se escribe, nadie le visitó jannas que no saliese de
su presencia ó mejorado en sus costumbres, ó consolado en sus aflicciones.
Así fue como reformó las malas costumbres que se habian introduci
do en la ciudad de Novocomo, la cual mudó enteramente de aspecto con
la predicacion, los egemplos y la doctrina de muestro Santo. Tambien fue
así, esto es, con su celo manso y suave, aunque incansable y activo, con
el que reformó ó mejoró la observancia regular en Florencia, en Sabo
na y en Bolonia, casas de su Orden, cuyas prelacías rehusó con humil
dad, y aceptó obligado por la obediencia.
Al que ama á Dios todo se le convierte en bien, y san Antonio ate
soraba riquezas celestiales, así de particular, estado de vida que amaba;
como de Prelado, en el que sola la voluntad agena podia hacerle vivir:
así libre, pues siempre era esclavo de Dios; como cautivo, porque nadie
Podia hacer violencia á su alma. Unos piratas le cautivaron una vez al
12
82

salir de una de las referidas ciudades en que habia sido Prior, y si los
grillos aherrojaron sus pies en términos que para otro hubiera sido una
desgracia, Antonio los consideraba como preseas de que podia gloriarse
como san Pablo. Su conversacion, como la de este Apóstol, era en el cie
lo, y ni las prisiones le impedian el volar por él, ni la libertad que ad
quirió milagrosamente tuvo para él otro aspecto que el de un nuevo be
neficio de Dios, por el que debia aumentar su gratitud y su fidelidad.
¿Pero podia ésta crecer? La gracia de conocer con un espíritu pro
fético lo venidero, el don de los milagros con el cual alguna vez resu
citó muertos, la union íntima consigo mismo á que lo habia Dios ele
vado, los dulcísimos raptos que le habia hecho gozar, las conversacio
nes llenas de suavidad que le habia hecho disfrutar muchas veces con
la Reina de los Angeles, habian sido carbones abrasadores que habian
inflamado su pecho; y la libertad prodigiosa que le hizo obtener cuando
menos la esperaba, sería quizá como aceite que arrojado en aquel incen
dio, le hiciese tomar un incremento voracísimo. En este caso, ¿quién
detendria ya á Antonio en este valle de miserias ? Su espíritu volaba ya
como el fuego á lo alto, y la muerte que le sobrevino el año de 1459, á
los 69 de su edad, le facilitó la entrada en las mansiones eternas de la paz.
Sus escritos, sus muchos y continuados milagros que en vida arrebataron
la admiracion de los pueblos, la continuaron despues de su muerte hon
rada con nuevos prodigios. El culto que desde entonces le tributaron fue
aprobado despues por Pio VII, concediendo oficio y misa al Clero de No
vocomo y Vercelis con sus respectivas Diócesis.

Como un jumento en las manos del que le conduce, así soy yo en tu presen
cia, decia el Real Profeta, y han repetido los Santos con las obras á lo me
nos. Dejarse llevar y conducir por la mano de Dios donde quisiese llevarnos, en
esto estaría nuestra dicha. Todo entonces nos sucederia prósperamente; pero
queremos que se haga nuestra ciega voluntad, y de ahí nuestras desgracias,
y nuestro infierno en esta vida y en la otra.

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83

BEATA JUANA DE AZA.

Pismo. comparar en algun sentido á la ilustre doña Juana de Aza


con la gloriosa madre del Bautista Elisabet. Nacida en Aza, pueblo de
la Vieja Castilla, de una de las primeras familias de este reino, apa
reció desde bien niña adornada con muchas de las bellas prerogativas
que distinguieron á la santa Madre del Precursor. Destinada como ésta
para dar á luz un nuevo Elías, un reformador del mundo, un clarin
animado del Evangelio, empezó desde sus primeros años á practicar las
virtudes santas que habian de hacerla un dia la gloria de su sexo, el con
suelo de su familia, y la primera maestra del grande legislador santo
Domingo de Guzman. r

Buena hija en casa de sus padres, fiel á Dios en su juventud, devo


ta, recogida, y enemiga del fausto y del lujo destructor de las costum
bres, era el modelo de las señoritas de su clase, el gozo y el descanso de
sus padres, y el objeto de un respetuoso amor que no podian menos de
tributarle los jóvenes que aspiraban á encontrar una compañera que hi
ciese su felicidad. -

Don Felix de Guzman el Bueno, rico-home de Castilla, fue el dichoso


que mereció su mano, y con ella una multitud de bienes á que nunca
igualarán los de fortuna. No faltaban ni éstos ni la belleza á nuestra
buena doña Juana: era rica, era mas que regularmente hermosa; pero
su candor, su religiosidad, su vigilancia y su esmero en el cumplimien
to de sus deberes, sobrepujaban y escedian á aquellas esterioridades que
aunque sean recomendables en una muger, no son las solas que en ella
deben buscarse. - -

Tan buena esposa como habia sido buena hija, miraba en su consorte
á un superior, y le obsequiaba y le servia como á tal, respetándole, di
simulando cuanto podia dar motivo á disgustos, y descargándole en to
dos los cuidados de la casa y familia. Madre de sus criados, cuidaba de
ellos con la ternura de tal, velaba porque nada les faltase, y socorria
sus necesidades con una afabilidad y una prevencion, que ganaba y
atraía los corazones de todos. Esto le daba una imponderable ventaja
para estimularlos á que fuesen virtuosos, y la santa matrona se aprove
chaba de ella para corregirlos, para instruirlos, para enfervorizarlos en
el servicio y amor de Dios. Hecha un argos de sus costumbres, traba
jaba porque nada hubiese en su casa que pudiese merecer la indigna
cion divina, y cumplia con lo que tan particularmente encarga el Após
tol á los señores fieles. \
Empero no paraba aquí. Antes bien, así como un astro luminoso
luce primero en sí mismo, ilumina despues su órbita, y difunde por úl
timo sus resplandores á todas partes, así Juana santificándose á sí mis
ma primero, y trabajando en la santificacion de los suyos despues, di
fundia por último los rayos de su virtud y de su beneficencia hácia to
das partes. Con su asistencia al templo, con su recogimiento y devo
cion en él, edificaba á cuantos la veían : con sus limosnas, con sus con
R%
84

sejos saludables llevaba los socorros á los hospitales y á las casas de los
necesitados, y los consuelos á los corazones desolados y afligidos. Cual un
ángel se hallaba en todas partes, y multiplicaba en todas partes los
efectos de su beneficencia compasiva... Pero eran necesarios tomos para
siquiera bosquejar esto. -

Siendo tan fecunda en buenas obras, no parece que debia faltarle


la fecundidad de los hijos, pues que éstos son mirados en la santa Es
critura como una bendicion, y una prerogativa del matrimonio: los tu
vo de hecho con la doble ventaja de verlos dedicados á la práctica de la
virtud , y con la dicha inesplicable de contar entre ellos al inmortal
Domingo de Guzman. La piadosa doña Juana habia recurrido al cielo
en todos sus embarazos para alcanzar por la intercesion de los Santos un
parto feliz. En sus dos primeros habia esperimentado estraordinariamente
la poderosa proteccion de ellos, pues se habia visto madre sin que su vida
corriese ningun peligro; pero estaba reservado para el tercero el que un
amigo de Dios, bienaventurado ya, le manifestase los designios de Dios
sobre el fruto de sus entrañas. Santo Domingo de Silos, á quien la bue
na señora hacia un novenario con el objeto de que su parto fuese feliz,
se la apareció, y la dijo que el niño que habia de parir sería grande
ante Dios y ante los hombres. Esta profecía confirmada con los sueños
que tuvo, y en que veía llevar en su vientre á un cachorro que arma
do de un hacha encendida ponia en combustion al mundo, la consoló
sobremanera, y la inflamó de un modo estraordinario en el amor del
que así la favorecia. Libre despues del embarazo, y testigo de los prodi
gios que Dios obraba en su Domingo, se esmeró en su crianza, quiso
imbuirle por sí misma en los rudimentos de la virtud, y tuvo la gloria
de verle tan aventajado en ésta como sabemos. Dichosa madre de tres
hijos, que todos florecieron en santidad
Al llegar aquí podemos decir que los deseos de la Santa no eran
otros que los de disolverse é ir á reinar con Cristo. Podemos suponer
que habiendo visto á su hijo comenzar la grande obra para que habia
nacido, esclamaria muchas veces con el Profeta, que la dejase ir en paz
á gozar de su presencia; pero tenemos pruebas para creer que no por
eso se entiviaba su virtud ni se apagaba su fervor. Sabemos al contrario
que redoblaba, como la lámpara próxima á su fin, sus esfuerzos, y que
trabajando en ser cada vez mas humilde, mas misericordiosa y mas cons
tante en la oracion, vió tranquila venir la muerte, y murió la muer
te de los justos, llorada de los pobres y de todos los pueblos, que desde
entonces empezaron á tributarla el culto de los santos, que se aumentó
notablemente en la traslacion de sus reliquias, llevadas en hombros del
Infante don Juan Manuel al Monasterio de dominicos de Peñafiel; en
donde, y en toda su comarca, ha recibido siempre el culto de los pueblos,
y el mismo que N. S. P. Leon XII ha aprobado, concediendo oficio
y misa á todo el Orden de su hijo Santo Domingo.
g Qué decis, hijos de Domingo, á la vista de esta santa madre º ¿ có.
mo podreis disculparos de no haberos santificado en el claustro habiéndo
se ella santificado en el siglo º
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SANTO DOMINGO DE GUZMAN.


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L, sal del mundo y una de las mayores lumbreras de la Iglesia Católi


ca, la gloria de España y el Apóstol de Europa toda, el filantropo mas
verdadero, y uno de los hombres que mas bien han hecho á la humani
dad, el reformador de los pueblos y el sosten de la Religion cristiana,
el capellan favorecido de María, y el promovedor mas infatigable de
su culto, el grande, el ilustre, el admirable santo Domingo de Guz
man, nació en Caleruega, pueblo hoy pequeño de Castilla, de la nobi
lísima familia de Guzman el Bueno. El cielo, que le hacia nacer para que
opusiese un dique á los desórdenes con que en su siglo caminaba el
mundo á su disolucion , y para que contuviese con sus virtudes el bra
zo del eterno Juez que amenazaba esterminar de nuevo la raza pérfida
del pecador Adan, anunció su nacimiento de varios modos, y especial
mente á su madre, á quien hizo ver en un misterioso sueño que lleva
ba en sus entrañas un cachorro, el cual con un hacha encendida en la
boca iba á poner en combustion el mundo.
En su bautismo se vió que una estrella brillante y hermosísima ador
maba como un cielo su frente, y en su niñez admiró el espíritu de mor
tificacion con que se arrojaba de la cuna al suelo para hacer de éste su
cama. En su juventud, tiempo que gastó en Palencia aprendiendo las
ciencias sagradas, fue el consuelo del afligido, el socorro del necesitado
y la libertad del cautivo con una generosidad tan grande, que llegó has
ta vender sus libros por aliviar el hambre agena, y hasta querer ven
derse á sí mismo por rescatar de manos de los moros á su prógino cau
tivo en ellas. -- a

Hecho canónigo suprior de la Iglesia catedral de Osma, edificó con


sus virtudes al Clero de aquella diócesis; pero como toda ésta era tea
tro muy corto para el celo que le abrasaba, emprendió llevado de él
unas misiones penosas, en las que no solo se ensayó en la predicacion
apostólica, é hizo frutos copiosísimos, sino que habiendo sido cautivado
por unos piratas, instituyó en su cautiverio la devocion santa del Rosario
segun quieren algunos autores, y convirtió ó volvió al redil de Jesucris
to por la penitencia á sus tiranos dueños ú opresores.
No está probado el que fuese en esta primera mision cuando insti
tuyó santo Domingo la tan célebre como saludable devocion del santísi
mo Rosario; pero que fuese ahora ó despues, lo cierto es que él la fun
dó, y que á él fue á quien la reveló la Reina de los Ángeles y de los
hombres, como un medio utilísimo para que estos últimos atragesen so
bre sí las bendiciones de Dios, se convirtiesen, y evitasen el esterminio que
por sus desórdenes merecian. ¿Qué no hizo santo Domingo armado de
ella? ¿qué triunfos no consiguió? ¿hubo enemigo que le resistiese ? Cual
Moisés apoyado en la vara que le dió Dios en el desierto, ó como Jere
mías vibrando la espada que se le envió del cielo, triunfaron de los egip
cios y de los enemigos todos del pueblo santo, así este nuevo Elías ma
nejando la espada de la palabra y haciendo prodigios con la vara del ro
86
sario, ganó tantas victorias en favor de la Iglesia de Jesucristo, cuantos
enemigos de ésta tuvo que combatir. Sabido es lo que trabajó y los mu
chos sudores que le costó el esterminio de la heregía Albigense, y tam
poco se ignora el glorioso éxito de sus trabajos, de su doctrina, de sus
virtudes y oraciones. Las innumerables cabezas de esta venenosa hidra,
fueron heridas de muerte; toda esta monstruosa Babilonia fue precipita
da en el abismo..... ¿y por quién sino por el glorioso Padre de los Pre
dicadores?
Sí: Domingo, ayudado de María, ó mas bien María por medio de
Domingo, fue quien reduciendo al silencio el error, y apartando á los
israelitas de las seducciones de Madian, aniquiló la mas pestífera de las
sectas que ha vomitado el abismo. Pudiéramos añadir que cortó en su
raiz los errores todos que puede producir el estravío del corazon humano:
pero tememos parecer arrogantes. La Orden de los Predicadores, esa fa
milia de valientes que armados de la cuchilla de la palabra y de la cora
za de la fé han guardado, guardan y guardarán, segun creemos, la santa
Iglesia y sus derechos, como los otros esforzados que custodiaban el lecho
de Salomon, obra fue del celo de Domingo, ó efecto de la piedad de Ma
ría. ¿De María diremos, ó de Domingo? Acertaremos mejor asegurando
que María la inspiró y facilitó su establecimiento, y Domingo creyó no
haber hecho nada mientras no dejaba para siempre en la Iglesia un egér
cito de fuertes dispuestos á combatir en todo tiempo por la verdad y á
defenderla.
Si lo han hecho no lo diremos nosotros: los libros inmortales que an
dan en manos de todos, los Mártires y los numerosos Apóstoles que de
esta santa Religion reinan hoy con Jesucristo, responden con bastante efi
cacia á la envidia ó al orgullo que deprime por ensalzarse. La verdad
hará conocer un dia que Domingo fundando la Religion que lleva su nom
bre, fundó de hecho un baluarte eterno contra el error y contra el vi
cio. Entretanto nos contentaremos con decir, que habiendo edificado esta
torre de David con sus milagros, con su santidad y su saber, la estendió
con su celo, con sus fatigas y viages, y la conserva desde el cielo con
una proteccion especial. ¡Oh si sus hijos se penetrasen á fondo del alto
rango que ocupan, y del sublime oficio á que su padre los destinó. Ellos
entonces se esforzarian en imitar sus virtudes. Ellos..... pero no nos es
posible detallar ninguna de las que formaron este héroe del cristianismo.
Concluiremos, pues, diciendo que despues de haber vivido todo para Dios,
y de haber consumido sus años trabajando por la Iglesia, murió víctima
de la caridad que le abrasaba, y se fue al cielo á continuar en el oficio
de Querubin en que se habia ensayado en la tierra. El Papa Gregorio IX
que le habia visto resucitar un muerto le canonizó, asegurando que du
daba de la santidad del Padre de los Predicadores tan poco, como de la
de los Apóstoles san Pedro y san Pablo.

¿Qué bellos son los pies de los que evangelizan la paz y los verdaderos
bienes / Jesucristo los sigue, dice san Gregorio el Grande, porque su predi
cacion nos hace templos dignos en que el Señor habite,
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87

SAN AGUSTIN LUCERINO.

S debió san Agustin á la naturaleza un nacimiento ilustre segun el mun.


do, no fue menos deudor á la gracia por las bendiciones de dulzura con
que desde luego le previno. Una niñez inocente fue en él el preludio de
una juventud virtuosa, y ésta fue sin duda una predisposicion para reci
bir gracias y luces abundantes del cielo, las cuales al paso que le confir
maban en el amor á lo bueno, le ilustraban tambien en órden á lo fu
turo. A favor de ellas descubrió, conoció, y supo despreciar las vanida
des del siglo, lo engañoso de sus placeres, y lo aparente de los bienes con
que le convidaba, y con su ayuda todo lo cambió con valor por la po
breza y austeridades de la Religion dominicana. No fue un fervor pueril,
mi un ciego acaloramiento, sino una conviccion nacida de la luz superior
que le habia ilustrado, la que le hizo decir con el profeta Rey que le es
taba mucho mejor el ser despreciado en la casa de su Dios, que el vivir
con esplendidez y regalos en los palacios de los pecadores.
Así es que habiéndose sostenido su fervor en todo el año de la pro
bacion, profesó con todo el placer que inspira á una alma religiosa el
verse para siempre fija en el estado que apetecia, y así es tambien que
habiendo penetrado los Prelados sus bellas disposiciones, le enviaron á.
París á que aprendiese del mas santo de los sabios (perdónese la espre
sion) el célebre Tomás de Aquino las ciencias y la santidad. No podia
habérsele dado maestro mas capaz de perfeccionarle, ni quizá el santo ,
doctor tendria discípulo inas en disposicion, ni mas deseoso de aprove
charse así de sus leccienes, como de sus egemplos. Admirador de la sa
biduría de aquéllas, y de la perfeccion de éstos, procuraba copiar los
unos al paso que no dejaba pasar un ápice de las otras, y logró formar
se tan completo modelo del que le enseñaba, como éste lo era de su
grande Patriarca santo Domingo.
Un hombre en esta disposicion no debia de estar ocioso, pues no ha
bia aprendido para sí; los Prelados, pues, le llamaron á su patria, y
le encargaron el oficio de predicar las verdades de la Religion y la mo
ral á los pueblos, persuadidos á que su saber y su virtud no podian me
nos de ser muy útiles. Fuéron lo en efecto, y tanto, que no se pueden
detallar, por muchas, las ventajas que trajo á la Iglesia con los infie— y
les que convirtió, y los pecadores que redujo á mejor vida. Las leccio
nes de su oficio dicen que nada omitió de cuanto pudiera conducir pa
ra ganar á los unos y mejorar á los otros, y está claro que cuando
un predicador trabaja de este modo, bendice Dios sus sudores, y dá vir
tud á su palabra para que produzca copiosos frutos. Añádase el que sien
do tan continuo en la oracion que juntaba en ella los dias con las no
ches, debia ser grande, debia ser poderosa la uncion de sus sermones y
la persuasion de sus discursos, pues nadie ignora que la oracion es el si
tio en donde se comunica á los Predicadores el espíritu verdaderamente
A postólico. - -

Nos dispensaremos de hablar mas de los efectos de su predicacion,


88
pues sin duda fueron ellos los que movieron al Pontífice Benedicto XI
que le nombrase, como lo hizo, Obispo de una de las Iglesias de Ita
ia, y con esto queda probado que debieron hacer bastante ruido. Por
ellos se le miró como una luz digna de ser colocada en el candelero de
la Iglesia, y los resultados probaron que no era Agustin desmerecedor de
este elevado puesto. En él desarrolló de un modo estraordinario las vir
tudes que deben adornar á un sucesor de los Apóstoles, y su humildad,
su paciencia, su caridad con los pobres, su solicitud pastoral, su infati
gable trabajo, y su celo en la custodia y defensa de su grey, fueron tan
visibles, tuvieron tan buenos efectos, y obraron tal mudanza en su dió
cesis, que el Rey de Calabria suplicó con instancia al Pontífice trasla
dase á nuestro Santo á la Iglesia Lucerina, para que con su sabiduría,
sus egemplos, su cuidado y prudentes providencias la purgase de los er
rores y manchas con que los mahometanos la habian mancillado.
Accedió el Pontífice á tan justa peticion, y nuestro Santo animado
del mismo celo y del mismo amor al trabajo que siempre, se trasladó á
su nueva Iglesia, no sin oir los llantos y ver la tristeza de la que deja
ba. Esto era predicar altamente su mérito, pero para un corazon humil
de ¿no sería una espuela que le animase á merecer mejor estos encomios?
Unido, pues, á su nueva esposa, padeció, sufrió en ella y por ella.....
¿ pero y quién podrá numerar sus padecimientos y fatigas ?Oró, predi
có ya con la voz, y ya con el egemplo, instó, rogó, enseñó y reprendió
á tiempo y fuera de tiempo, hasta que mereció por fin ver á todo su re
baño católico. Despues de esto ¿qué le quedaba que esperar? Nada mas
que el cielo, adonde despues de una muerte igual á su vida, esto es, di
chosa, fue á gozar el premio de sus fatigas el 3 de agosto del año 1322.
En vista de sus heróicas virtudes, y de los muchos milagros obrados por
su intercesion, los pueblos le aclamaron por Santo y dieron veneracion
culto, el cual fue aprobado por Clemente Xl, concediendo oficio y mi
sa á todo el Orden de Predicadores. ..-

Sabe vivir sin pecado quien sabe orar santamente, decia el águila de la
Iglesia san Agustin, y repetia con mucha frecuencia nuestro Santo. Nues
tra vida es un reloa , dice el venerable Granada, y en la oracion debe bus
carse el peso que equilibre y ordene nuestros afectos, que son las ruedas de
él. ¿Qué es una máquina de estas sin peso, cuerda , &c. ? Pues eso es
la vida del hombre sin oracion.
39

SAN JUAN DE SALERNO.

San Juan, llamado de Salerno por haber nacido en la ciudad de este


nombre, debió el ser á una ilustre familia que descendia de los antiguos
Normandos. Lleno de un santo deseo de buscar á Dios, y de unirse pa
ra siempre con él, entró en la Orden de Predicadores en Bolonia, y tuvo
la fortuna de que el mismo Patriarca y fundador le vistiese con sus ma
nos el hábito de la pureza y de la penitencia en esta misma ciudad. Su
espíritu generoso buscaba sin duda lo mas sublime de la perfeccion, y la
Providencia le deparó un maestro de los mas avanzados en ella en el gran
de santo Domingo. A su lado y en su escuela aprovechó tanto, y con tan
ta solidez, que el Santo le creyó en disposicion de ser enviado á propa
gar la Orden y á promover la conversion de las almas en todas las ciu
dades, pueblos y villas de la Etruria. Pero aún no es esto todo. Lo que
mas claramente demuestra los adelantamientos de Juan en la sabiduría y
en la santidad, es la eleccion que el Patriarca hizo de él para que, á pe
sar de sus pocos años, fuese el Prelado, el padre y el conductor de otros
doce religiosos que le agregó, todos mas ancianos que él. Esto es mucho;
y si se considera que en aquellos felices tiempos contaba la Religion Do
minicana tantos Santos como frailes, tantos Varones apostólicos como hi
jos, se convendrá facilmente en que muestro san Juan era un gigante en
la virtud á los ojos de su santo Padre, cuyo discernimiento en materia
de espíritus nunca será bastante admirada.
Lo era en la realidad, y los sucesos probaron el acierto de la eleccion.
Puesto al momento en camino evangelizó, siempre con buen éxito, en
los pueblos de su tránsito, hasta que llegó á Florencia, y fijó su mora
da con los frailes á una legua de esta ciudad. No se crea empero que el
Santo quiso entregarse al descanso cuando se fijó en este punto. La rica
y populosa ciudad de Florencia era por sí sola un campo abierto á su ce
lo, á cuyo cultivo se entregó con ardor viniendo á predicar todos los dias
á ella, ó si se quiere dedicándose infatigable á convertir los malos, y á
confirmar en sus santos propósitos á los buenos que en ella habia.
Nada se dice de mas: su voz en el púlpito era un trueno que ater
raba á los malvados, y un rocío al mismo tiempo que, insinuándose en
los corazones, los gamaba sin que se le resistiesen para Dios. La fuerza y
energía de sus sermones cambiaron enteramente las costumbres de los
Florentinos, é hicieron reinar en aquella poblacion la paz y la felicidad
que pertenece en esta vida á los que aman á Dios.
-
Los beneficios que de este cambio resultaron hicieron abrir los ojos
á los principales ciudadanos, y reflexionar sobre el trabajo que su Após
tol se tomaba por el bien de ellos, andando dos leguas todos los dias, y
fue menester bien poco para que se decidiesen á traerle á la ciudad, ya
para evitarle aquella molestia, y ya tambien para tenerle mas cerca y
poderse aprovechar mejor de sus luces y buenos egemplos. Le trajeron,
pues, con sus compañeros á la ciudad; y habiéndoles proporcionado casa
que habitasen, lograron la ventaja de edificarse, viendo de cerca la re
13
90
gularidad y la estrechez de vida de aquella Comunidad fervorosa. Antes
habian oido al santo Prior de ella, ahora le oían y le veían practicar lo
mismo que predicaba. ¿Cómo no tendria mayor influjo sobre ellos? A pe
sar de sus tareas apostólicas fuera de casa, era en casa el primero en la
observancia de las estrechas leyes de su Orden. No obstante ser el Prior
era el mas humilde de todos, y si se aventajaba á sus hermanos era en
la contemplacion perpetua en que andaba absorto, en su devocion y en
la piedad con que daba culto á Dios, especialmente en el augusto y tre
mendo sacrificio de nuestros altares. Era admirable en todas estas virtu
des, las cuales se hermoseaban en él con una pureza á toda prueba. Una
muger impúdica que se atrevió á tentar su castidad, le puso en peligro
esta su preciosa joya, cuyo brillo es en todos tan fácil de ser empañado;
pero habiendo salido triunfante de un combate en que tan dificil es ven
cer, creció la fama de su santidad por la publicacion que de su triunfo
hizo el mismo demonio.
Tantas bellas acciones le merecieron ser escogido por el Pontífice pa
ra destruir los errores de los hereges Patarenos que infestaban una parte
de la Italia, y que nuestro Santo atacó, confundió y deshizo cuando vol
via de Bolonia, en donde habia asistido á la muerte de su Patriarca y
maestro. Tambien le acarrearon el encargo de reformar á los monges de
san Antimo, de cuya relajacion triunfó con su prudencia, á pesar de las
contradiciones que no podria menos de oponer la carne y el espíritu del
siglo. Las opuso; pero, ¿y quién las detallará? ¿quién podrá decir las
calumnias y trabajos que sufrió, así en esta reforma como cuando hacia
la guerra á los hereges? Solo Dios, que al fin satisfecho de los servicios
de su siervo, le llevó al cielo á premiarle con su presencia. El culto que
desde su preciosa muerte le tributaron los Florentinos, fue aprobado por
el Papa Pio VI con oficio y misa para todo el Orden de santo Domingo.

¿ De qué sirve tener la Religion en la boca, si las obras no lo espresanº


Amas á Dios º dirás que sí; ¿pero cómo lo pruebas º
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de Predicad ¿16 de 49
Palom/culº -
9

SAN JACINTO.

San Jacinto, hermano carnal de san Ceslao (véase la estampa 36), fue
lo mismo que él un modelo de candor, de inocencia y de virtud en su
niñez, un egemplar de pureza y de buenas costumbres en su juventud,
y un espejo de santidad y de perfeccion cristiana en todo el resto de su
vida. Tantas prendas unidas á un talento y una erudicion singulares, le
merecieron una canongía de la Iglesia catedral de Cracovia, cuyo cabil
do en noblecia nuestro Santo, y cuyo pueblo edificaba cuando su tio Ivon
ó Juan, Obispo de la misma Iglesia, le trajo consigo á Roma para que
le acompañase en el canino, ó acaso con otras miras que la historia mo
nos ha trasmitido. El hecho es que la Providencia se valió de esta veni
da como de un medio para sacar á Jacinto del siglo, é introducirlo en el
secreto de los claustros para que saliese despues lleno del espíritu de Dios
á llevar su nombre á las naciones.
La Religion de santo Domingo le recibió gustosa en los suyos, y en
verdad que podia mirar como un dia fausto para ella aquel en que el mis
mo santo Patriarca le vistió con sus sagradas manos el hábito de los Pre
dicadores: con el hábito le comunicó su espíritu, su valor, sus luces, y
hasta su genio. Es esto tan cierto, que cuando la historia nos presenta á
Jacinto en Polonia, su patria, adonde volvió luego que se halló bien
instruido de los deberes que le imponia su profesion, creemos ver en él
al mismo santo Domingo, que se habia quedado en Roma. Humilde, mo
desto y casto como su gran Padre, era al mismo tiempo como él, un
verdugo y un enemigo de su carne. Como Domingo despedazaba sus es
paldas con la disciplina, hasta que la sangre corria con abundancia de
las llagas. Cual Domingo se mortificaba con el ayuno y la parsinonia, y
á semejanza de Domingo, en fin, pasaba las noches en la Iglesia sin to
mar otro descanso ni en otra cama que un rato que se recostaba sobre la
peana de algun altar.
Nada mas fácil nos sería que llevar este paralelo hasta el fin, hacien
do oir en las heladas montañas del Norte el eco de las voces que Domin.
go daba en el Mediodia de la Europa, y haciendo ver los rayos que di
fundia este sol español en nuestros climas, reflejados del modo inas bri
llante en las regiones septentrionales por su parhelio el Polaco Jacinto.
Les pintaríamos semejantísimos hasta en lo que parece el carácter espe
cial de santo Domingo, que fue la devocion y la ternura á la Reina de
los Angeles; pero nos estenderíamos mas allá de lo que deseamos, y es
forzosa la brevedad. Limitémonos pues á Jacinto, que penitente y mor
tificado se preparaba á ser el instrumento de la santificacion agena, por
los mismos medios con que se santificaba á sí mismo. Nada mas pre
cioso para él que el tiempo; lo gastaba con suma economía, empleando
en el estudio, en el confesonario, ó en aprovechamiento de otros, el
que le quedaba de la oracion y de sus egercicios de piedad. Todos sus
momentos le dejaban alguna ganancia, ninguno de ellos perdió. Así es
que cuando el celo le condujo á las misiones iba como una nube carga
- 3:
92
da de preciosos rocios de gracia y de doctrina, capaces de hacer produ
cir frutos de justicia y de vida eterna á los corazones mas incultos y
estériles. -

Bien lo esperimentó el demonio, cuyo culto esterminó muestro San


to en muchas partes, destruyendo los altares idólatras en que muchos in
felices pueblos le tributaban un indigno culto; y lo que es mas haciendo
que los corazones en donde antes reinaba tranquilamente, se convirtie
sen en templos del verdadero Dios: tambien lo conoció, aunque á su pe
sar, el error.....; pero no siéndonos fácil detallar sus tareas apostólicas,
nos contentaremos con decir aquí, como en sumario, que llenó Jacinto
todos los dias de su vida apostólica corriendo de provincia en provincia
y de region en region, y desterrando cual brillante astro, de unas las ti
nieblas de la infidelidad, de otras las espesas nieblas de los errores y su
persticiones, y de todas los vicios, los pecados, el crimen.
Tantos sudores como para esto derramaba no podian menos de ser re
compensados con tribulaciones, con persecuciones y trabajos, que son el
premio de todos los Varones apostólicos, así como lo fueron de Jesucris
to. Todos los verdaderos discípulos de este Señor son regularmente trata
dos como él, y Jacinto no fue exento de esta regla. Ademas de sus pe
regrinaciones y de las privaciones anexas al Apostolado, sufrió, toleró.....;
pero ¿y quién dirá cuanto ? Solo el que conozca á fondo la malicia de sa
tanás, y de los hombres dominados por él. Nosotros solo diremos que
nuestro Santo lo venció todo, y lo pudo todo en el que lo confortaba; y
ann añadiremos que todo se le hizo dulce con el amparo y proteccion que
la Reina de los Angeles le dispensaba. El obsequiaba á María como á una
madre la mas amable, y esta Señora le amparaba y regalaba á él como
á un hijo el mas querido. Encantan y causan indecible suavidad los fa
vores repetidos que le hizo. “Te vas y me dejas, hijo mio?” le dijo una
vez una imágen suya, estando el Santo para huir de los bárbaros que le
buscaban. “Tus oraciones son agradables, le aseguró otra vez, á mi hijo
» Jesus.” Por último, en prueba de su amor quiso llevarle á los cielos, el
mismo dia en que subió ella (el de la Asuncion), despues de haberle asis
tido en su preciosa muerte, sucedida el año 1257. En Polonia y en todo
el Norte de Europa ha sido reconocido y venerado por el Taumaturgo de
su siglo. El Papa Clemente VIII le canonizó solemnemente.
- =s

El que hiciere y enseñare, será grande en el reino de los cielos. El que


hiciere: primero la vida, la enseñanza despues. De Jesus está escrito que
empezó “á hacer lo primero, y á enseñar luego.”
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93

SANTA EMILIA BIQUER.

N, parece sino que nació con la gloriosa santa Emilia la virtud de la


piedad, segun que empezó á practicarla desde luego, ya con Dios, y ya
tambien con sus padres. Nacida de una familia noble en la ciudad de
Vercelis, empezó á admirar á cuantos la trataban desde que principió á
obrar, porque todas sus operaciones eran desde entonces santas, ó tenian
sino el mismo objeto, y se hacian del mismo modo que las que produce
y anima la santidad. Enamorada desde sus mas tiernos años del Esposo
de las Vírgenes, cifraba todo su placer en los egercicios de devocion que
su bien amado le inspiraba; egercicios empero á que no podia entregar—
se toda entera, ó porque la presencia de sus padres la estorbaba, ó por
que la impedian las ocupaciones domésticas en que éstos la empleaban. No
habiendo durado mucho esta especie de opresion, por haber quedado huér
fana al empezar su juventud, tendió las alas á su fervor desde el instan
te en que pudo hacerlo, y se dedicó con el mayor esmero á adquirirse
todas las virtudes que deben adornará una esposa de Jesucristo. Pero el
mundo, no obstante la libertad que ya gozaba, no era una morada con
veniente para esta casta paloma, que queria vivir á salvo del diluvio de
lazos y culpas de que está inundado; así fue que habiendo recogido la rica
herencia de sus padres, edificó con ella un monasterio al que, como á otra
arca de salud, se retiró con otras doncellas nobles á vivir una vida es
condida con Cristo en Dios.
No es fácil pintar el gozo que esta jóven amante del Señor esperi
mentó en su alma, cuando se vió encerrada en un sitio en que, bajo la
regla de san Agustin y las constitnciones de santo Domingo, podia em
plearse toda en el servicio de su Dios, y del modo que habia deseado por
tanto tiempo y con tantas ansias. Bien así cual tínido pajarillo, que es
capado de las garras del gavilan que le perseguia canta alegre en el pe
queño ahugero que le pone á cubierto de su enemigo, del mismo modo
nuestra Santa, alegre por haber escapado del mundo, cantaba y bende
cia á su libertador, en cuya Providencia descansaba anchurosa. ¿Cuántas
veces entonaria con el Profeta: “Mi Dios libertador..... envió desde lo alto
» y me recibió en su amparo, sacándome sin lesion de las muchas aguas
» de la turbulenta Babilonia ! ¡Mi Dios, mi esperanza y mi refugio.....!
» Los torrentes de iniquidad en que abunda el mundo me llenaron de do
» lor; pero te invoqué en mi tribulacion, me oiste, y no dudo seré salva
» de todos mis enemigos ?” - -

Mas no se crea que aunque Emilia viviese confiada en el amparo del


Señor, dejaba por eso de tener temores. Era humilde, y temia su pro
pia iniseria; conocia su nada, y desconfiaba de sí misma; por eso, y pa
ra fijar su natural instabilidad, se decidió á consagrar su cuerpo y su
alma á Dios, por medio de los votos solemnes que pronunció al año de
haberse encerrado en el monasterio, puesto caso que al principio solo ha
bia pensado en ser beata, ó de la Orden Tercera que es lo mismo. Es
trechó, pues, con un lazo indisoluble su union con Jesucristo, y desde
94.
entonces no pensó en mas que en despreciarse á sí misma, como habia
despreciado al mundo. Su carne ya no era para ella mas que un ene
migo irreconciliable, ó un caballo furioso á quien procuraba domar y
sujetar con el azote, con el ayuno, con el cilicio, y con cuantas afliccio
mes y penalidades podia sugerirla una caridad ingeniosa, al paso que, bus
cando el pábulo de su alma en la oracion, juntaba en este egercicio los
dias con las noches, y muchas veces á éstas otra vez con aquéllas.
Deseosa de humillarse cada vez mas, se gloriaba en los oficios mas vi.
les, y se creyó siempre indigna de mandar á las demas, aunque todas la
tenian por madre, sin duda porque en fuerza de abatirse, habia llegado
á formar una idea la mas baja de sí misma. Devota de la Reina de las
Vírgenes, amaba y obsequiaba á esta Señora con la ternura de hija, y la
demision de esclava. Llena de compasion hácia Jesus paciente, en parte
ninguna hallaba tanta dulzura como en las llagas de este Señor, en las
que se escondia como la paloma de los cantares, y en las que meditando
los dolores de este Dios hombre, concebia los mas vivos deseos de parti
cipar alguna cosa de sus penas. Su amor á la penitencia y á la cruz for
ma todo su carácter; para esto quiso el Señor que al nacer se la viese ya
grabada sobre el pecho, al lado del corazon, una cruz de carne. ¡Ah!
¡ cuántas veces arrebatada de una caridad toda fuego, querria quitar de
la cabeza de su Amado y trasladar á la suya la corona cruel que la per
foraba cuántas cargar con su cruz cuántas morir con él, y al lado de
él Solo Dios lo sabe. Sí, este Dios que da y premia los buenos deseos
como si se realizasen, lo sabe bien, y tampoco lo ignora su sierva desde
que empezó á gozar el premio de ellos, despues de su preciosa muerte,
acaecida el año de 1314. El Papa Clemente XIV aprobó el culto que siern
pre le habian dado, y concedió oficio y misa á todo el Orden de Predicadores.

La monja que no se egercita mucho en la oracion, decia nuestra Santa, es


como el forastero que va á una feria á comprar alguna cosa, y ni sabe quién
la vende, ni cuánto cuesta ; quiere decir, que está espuesta á mil engaños.
Y si esto le sucede á la monja que está libre de los peligros del mundo, ¿qué
será á la seglar que vive en medio de ellos? -
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Ord de Predicad A

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95

-
sAN DIEGo DE MEVANIA,
Halo prodigios que anunciaron, cuando nació, lo que habia de ser en
adelante el glorioso Diego de Mevania. Hijo de padres piadosos y no
bles, recibió de ellos una educacion cristiana que la gracia perfeccionó,
ilustrándolo bien desde luego en lo que es este mundo y sus bienes, y
en el modo con que el hombre debe usar de aquél y de éstos, para que
no le causen detrimento. Despreciólos, pues, (es el mejor uso que de
ellos podemos hacer) y cambiando las esperanzas del siglo con la obscu
ridad del claustro, tomó el hábito de Dominico, y empezó á demostrar
con los milagros que hacia, y con la santidad en que se aventajaba á todos,
que no fueron vanos ni infundados los pronósticos que se hicieron en su
nacimiento. No podemos decir de él que subió de virtud en virtud, y su
cesiva y paulatinamente á la cumbre de la perfeccion religiosa, puesto que
siempre se le vió perfecto; á no ser que digamos haber comenzado á su
bir por donde suelen acabar los mas aventajados y provectos. En el mis
mo noviciado era un espejo de santidad que humillaba á los mas santos:
tanta era la ventaja que les hacia. Sus Prelados convencidos de ello, cre
yeron que debian proponerle á la vista de los mundanos, para que imi
tasen sus virtudes; y con este objeto le encargaron el oficio de la predi
cacion, cuando a penas tenia los 25 años.
No podia haberse hecho mejor uso del tesoro de gracias que Dios ha
bia depositado en él. Cual un Apóstol se dejó ver en los púlpitos, hacien
do mudanzas predigiosas en los corazones de cuantos le oían, y dester
rando de todas partes el error, los vicios, y la maldad. La heregía de
los Nicolaitas cayó en tierra, y fue reducida á nada por el impulso de
su triunfante elocuencia, y lo que es aun mas que esto, el mismo here
siarca ó corifeo de la maldad cayó en las redes de Diego, pues se con
virtió y retractó sus errores. -

Sucesos eran estos que po podian provenir sino de lo alto, pues la


persuasion no puede jamas llegar aquí. Ellos por consiguiente nos prue
ban la eficacia que Dios ponia en la lengua de su siervo, al paso que nos
hacen presumir la fidelidad y el esmero con que éste correspondia á las
gracias recibidas, y la constancia y el teson con que trabajaria por me
recer todos los dias otras nuevas. Con efecto, la historia nos enseña que
procuraba el Santo atraer las bendiciones de Dios sobre los pueblos con
las mismas penitencias con que su glorioso Patriarca habia hecho fruc
tuosísimas sus predicaciones. Dormir poquísimo, azotarse cruelmente tres
veces todas las noches, afligir sus carnes con un áspero cilicio, ceñir sus
lomos con una cadena horrible que despues no se le pudo arrancar, el
ayuno..... tales eran los medios de que se valia para que la semilla de
la palabra fructificase, al mismo tiempo que con ellos conservaba intacta
su pureza, y á su cuerpo sujeto á las leyes del espíritu.
¿Pero serian por ventura estos sus padecimientos mas meritorios?
Sin duda decimos que no: el mérito de la pena proviene del motivo que
la causa, y si se quiere, de la intension tambien con que aflige. Ahora
96

supóngase á muestro Santo estenuado por el ayuno, despedazado y exan


giie al golpe de la disciplina, y cargado horriblemente de hierro, de
alambres, &c.; todo esto era nada en comparacion de lo que hacia pa
decer á su alma el temor en que vivia de haber de perder á su Dios.
Este miedo digno de un Angel viador, era su mayor verdugo; y las aflic
ciones que un tan noble principio le causaba, eran sin disputa el sacri
ficio mas agradable que podia ofrecer á los ojos del Señor. Es verdad que
se examinaba, y nada hallaba en su pecho que fomentase estos temores,
pero Dios le probaba por aquí, y su misma pureza, la fama de su sabi
duría, la multitud de sus milagros, y los aplausos de los pueblos, se con
vertian en espadas de dos filos, que atravesaban sin piedad su humildí
sino corazon. ¡Qué anxiedades! Las esperimentó mas amargas que la
muerte misma. La inocencia misma en que habia vivido, y que debia ser
le una congetura muy favorable de su predestinacion, se le convertia al
contrario en un manantial de aflicciones tan duras y tan terribles, que
no se pueden espresar. Ellas eran tales, y con esto se dice todo, que le
hubieran quitado la vida, si el Señor, que por este medio le hacia par
ticipante de su cruz, no las hubiera hecho cesar. Pero se dió por satis
fecho, y una vez que estaba en oracion, le roció con la preciosa sangre
de su costado, y le añadió estas dulcísimas palabras: “esta sangre será
una prenda de tu salvacion.” , - -

Tranquilizóse, y desde entonces solo pensó en disponerse á una san


ta muerte. Cuando llegaba su última hora se halló á su cabecera con la
Virgen nuestra Señora, santo Domingo y san Jorge, quienes recibieron
su alma y la llevaron consigo á los cielos. Los frailes le hacian luego que
espiró la recomendacion del alma; pero tuvieron que cesar, porque oye
ron una voz que les decia: “No pidais á Dios por él, pedid que inter
ceda á Dios por vosotros.” Canonizacion singular! Los muchos prodi
gios que obró en vida y en muerte, y la incorruptibilidad de su cuerpo,
aun 3oo años despues de ésta, le atrajo la veneracion de los pueblos:
Bonifacio IX concedió lndulgencia á los que visitasen su cuerpo, y Cle
mente X estendió oficio y misa á todo el Orden de Predicadores.

¿Qué es la vida del hombre, aun la mas arreglada é inocente, si Dios


la juzga sin misericordia ? Hé aquí el por qué temian, r con razon, los San
dos. No se justificará en presencia de Dios ningun viviente..... ¿Y qué dices
tuí, ó pecador,que esto oyes? ¿ no tiemblas? Pues si esto no te hace estre
mecer , ya te puedes contar entre los muertos.
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97

SANTA ROSA DE LIMA,

L, esmeralda mas preciosa, el tesoro mas apreciable, y el ornamento


mas rico que ha producido el nuevo mundo, la ilustre Virgen, la noble
Santa, la admirable sierva de Dios, RosA de santa María, nació en Li
ma, capital del Perú, y metrópoli de la América meridional, para es
plendor de su patria, honra de su linage, y gloria de nuestra España,
de donde eran oriundos sus Padres. Dios que la destinaba para sí, quiso
hacerla prodigiosa desde sus primeros años, haciendo que cuando niña
se transformase muchas veces su rostro en una bellísima Rosa, ya quizá
para dar ocasion de que se le mudase el nombre de Isabel que le pusie
ron en el bautismo en el de Rosa, y ya tambien para significar que las
virtudes de esta su escogida habian de recrear con su fragancia á los
cielos y al mundo todo. No tardaron con efecto en atraer hácia sí las mira
das de todo el mundo, la paciencia, el amor al retiro, la oracion y la pe
nitencia de este angelito. A los tres años de su edad sufrió una operacion
cruel y dolorosa con una serenidad que llenó de admiracion al cirujano
que la hacia: á los cinco consagró su virginidad con un voto al Esposo
de las Vírgenes, y á los doce habia ya llegado á un grado tan perfecto
en la oracion, y á un conocimiento de Dios y de sí misma tan profun
do, que haciendo siempre oracion, era su oracion siempre intuitiva.
Parecerá exageracion; pero no es estraño, porque todo es prodigioso
en esta Virgen, todo sale fuera del curso ordinario de las cosas; empero
como tiene Dios tantos caminos para conducir á sus siervos, y como no
podemos negar que el Espíritu Santo por sí mismo fue quien enseñó y
dirigió á este prodigio de santidad, convendremos en que nada de cuan
to hubo en ella es increible. Como ademas la gracia la previno muy
temprano, y Rosa la correspondió desde luego con fidelidad, empezó por
donde acaban muchos santos, y logró presentar en sí misma un espec
táculo igual al que presentaria nuestra naturaleza íntegra en el Paraiso :
espectáculo que no se diferenciaria acaso sino por las penitencias con que
Rosa se sacrificaba á su Dios, por las cruces interiores con que la proba
ba Dios, y por las contradicciones con que permitia Dios se acrisolase ó
se demostrase cada vez mas lo sólido de su santidad. Detallemos un poco.
Empezando por sus penitencias, nos es forzoso confesar que solo el Es
píritu Santo pudo enseñar á una niña á que convirtiese en causas de mor
tificacion los adornos y otros instrumentos de la vanidad. Si la ponian
guirnaldas, de flores las entretegia con agujas; si la daban guantes de olor,
suplicaba á Dios y se convertian en fuego que le abrasaba las manos. Ma
¿? en edad, ayunaba continuamente, se azotaba con crueldad, y
acia la mas cruel guerra á su cuerpo con cuantos modos podia. Vestida
con el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo, desplegó el fer
vor de su penitente espíritu, y sobre no comer nunca carne, sobre ayu
mar casi siempre á pan y agua, sobre pasarse muchas cuaresmas con so
los cinco granos de granada, vestia un horroroso cilicio que la cubria to
do el cuerpo hasta las rodillas, y despedazaba sus virginales carnes con
98
las puntas de acero de que estaba sembrado, magullaba sus hombros con
una pesada cruz, despedazaba sus espaldas con un azote inhumano, tos
taba sus pies á la boca de un horno encendido, y martirizaba todo su
cuerpo en un potro de dolor que le servia de lecho compuesto de nudosos
troncos sembrados de agudas tejas, y en el que solo tomaba dos horas es
casas de reposo.
Todo esto empero le era sabroso, aun no satisfacia todo esto su deseo
de padecer cuando su Esposo bien amado le mostraba su cara risueña: mas
una vez que se la hubo escondido: cuando Dios por sus altos juicios de
jó á Rosa llena de obscuridades, de dudas, de sequedad y de tinieblas.....
¡Ah! no dejó, es verdad, ni aun entonces sus penitencias, ¿ pero para qué
mas penitencias que el purgatorio, que el infierno que su alma pa
decia en la ausencia de su Dios ? No es facil formarse una idea de es
ta desolacion con que Dios quiso probar á su querida por el espacio de
quince años, ni tampoco podemos conocer la constancia con que por an
to tiempo sufrió la Santa estas penas, que el Profeta Rey llama dolores
de muerte y carbones desoladores, la bula de su canonizacion designa
con el nombre de tinieblas mentales, superiores á las del calabozo mas
obscuro, y un célebre historiador apellida caos tenebroso: pero Rosa las
toleró sin faltar á su Dios en nada, y toleró junto con esto las aflicciones
que le causaba una madre caprichosa é interesada, igualmente que las que
le ocasionaba el mundo y el enemigo de todo bien. Todo lo sufrió constan
te, á todo fue superior menos á la caridad, de que al fin podemos decir
que fue víctima, pues no pudiendo sufrir su alma unida al cuerpo tan
to incendio, voló al cielo como á su propia region el año de 1617.
Cuánto nos hace omitir la brevedad ! El Papa Clemente X la cano
nizó solemnemente. -

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No nos abandona Dios, aunque parezca que se ausenta en la tribulacion.


De ninguno, al parecer, estaba mas lejos que de Rosa; pero ¿cómo se hu
biera ésta sostenido si Dios no hubiera estado con ella?
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99

SANTA CATALINA DE RACONIXIo.

Un alma escelente que por fortuna vino á un cuerpo sin mancilla, pa


ra usar la espresion del sabio, fue todo el ajuar y toda la nobleza que
santa Catalina trajo al mundo, si bien esto solo le valió mucho mas
que lo que la hubiera valido la estraccion mas ilustre y opulenta. El Es
píritu Santo, á cuyos ojos son tierra y vanidad los timbres y los tesoros,
se agradó de su alma, la hizo su templo, y la inflamó en su amor de
tal manera, que ya á los cinco años se abrasaba esta dichosa criatura en
un celo vivísimo de la salvacion de sus prógimos, y en un vehemente
deseo de padecer por Jesucristo. ¿Pero qué podia hacer en tan tierna
edad ? Concebir santos deseos, y proponer, como lo hizo, no solo el ser
siempre casta, sino tambien el suplir el martirio á que anhelaba, con la
duracion y gravedad de la penitencia.
A la manera, pues, que un avaro creeria perdidos los dias que no
emplease en el negocio, así nuestra Santa empezó luego á mortificarse,
creyendo quizá que era perdido el tiempo que dejaba pasar sin confor
marse con su crucificado Esposo. El ayuno y otras mortificaciones, que no
serian pocas ni pequeñas, puesto que con ellas logró sujetar su cuerpo al
espíritu, y refrenar sus pasiones y deseos, que como á todo hijo de Adan
querrian inclinarla á la tierra, fueron los primeros de que se valió para
imitar en su manera á Jesucristo crucificado. No tardó tampoco este Se
ñor en darla parte de su cruz, ni la caridad en que ardia Catalina se
descuidó en ofrecerla un cáliz bien amargo. Su Dios ofendido por los
hombres, era un motivo de aflicciones para su amante corazon, y la vis
ta de los hombres que se condenaban por la culpa, era otro manantial de
dolores y de angustias para su tierno y caritativo pecho. Con cuánto gus
- to se hubiera inmolado por desagraviar á aquél, y evitar la perdicion
"... eterna de éstos Mas ya que esto no le era dado enteramente, ofrecia
sus mortificaciones como en desagravio al Sumo bien, y le presentaba el
deseo sincero que la animaba de que viniesen sobre ella todas las penas
y castigos que sus hermanos los pecadores merecian.
Desagraviar á su Dios, contribuir á la enmienda y salvacion de los
malos cristianos, tales eran los dos grandes objetos de esta muger heróica.
A esto dirigia sus oraciones, á este fin encaminaba sus egercicios espiri
tuales y todas sus buenas obras, y por lograr tan gran fin, sufria con gus
to las tribulaciones muchas y crueles que sobre ella vinieron en el dis
curso de su santa vida. Tribulaciones no obstante de que se creyó bien
pagada con la gracia que la concedió el Señor, de convertir por sí mis
ma y traer al buen camino á muchos estraviados.
La habia dotado Dios de una doctrina celestial, y con ella convirtió
la Santa, como acabamos de decir, á muchos, mostrándose así verdadera
hija del Gran Domingo de Guzman, y discípula ó émula de la seráfica
Catalina de Sena, cuyas virtudes copió, dicen algunos autores, tan per
fectamente, que solo se distingue de ella en no estar canonizada con toda
la solemnidad que se requiere para que el culto de un Santo sea general
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A 00
en toda la Iglesia. No es mucho decir: el cielo quiso igualarlas en los fa
vores que las dispensó, así como las virtudes con que merecian estos fa
vores eran iguales. Si á la de Sena quitó Jesucristo el corazon para dar
le el suyo propio, á ésta de Raconixio se lo purificó, se lo renovó, y se
lo hermoseó materialmente, con esta bella y encantadora inscripcion:
“Jesucristo es mi esperanza.” Si aquélla era visitada por el Salvador,
A y el Salvador la acompañaba á rezar; ésta hablaba frecuentemente con
los Angeles, tuvo algunas veces en sus brazos como niño al que ale
gra y llena de gloria los cielos, y mereció que la misma Madre del
Amor hermoso la dirigiese á la Orden de Santo Domingo, y la persua
diese á vestir su hábito. Si la primera hizo prodigios, esta segunda no
hizo menos, pues nos consta que al imperio de su voz obedecia la na
turaleza toda, como quiera que respetaba en ella el poder de su Hace
dor Supremo. Si la Senense triunfó del demonio y de todas sus maqui
naciones, nuestra Raconixiense no salió menos victoriosa en los muchos
combates que sostuvo contra el enemigo de las almas. Una y otra fue
ron combatidas igualmente, en una y otra quiso igualmente vencer el
que ambas miraban como su única fuerza. Por último, si la Apósto
la de Italia y legada de los Papas murió de resultas de los viages que
tuvo que hacer, y de los trabajos que sufrió por el bien de la Iglesia;
esta Apóstola tambien en el deseo murió por evitar con su muerte los
muchos males y pecados con que una guerra desoladora amenazaba á su
patria. Para que estos no sucediesen, ofreció á Dios enojado su vida en
sacrificio, y el Señor cumplió su deseo aceptando su muerte sucedida
el año de 1547 á los 62 de su edad. Fueron tantos y tan estraordi
narios los favores que la hizo Jesucristo, tantas y tan singulares las fir
mezas con que la obsequió, que al hombre de mundo le parecerán in
creibles; pero las personas de espíritu, y que han gustado la dulzura y
suavidad de este Señor, admirarán siempre el volcan de amor que abrasa
á Jesus, y que Jesus comunica á las almas escogidas. No solo la honró el
Señor en vida, sino en su muerte con muchos prodigios y milagros. El
culto y veneracion que la daban los pueblos, fue aprobado por Pio Vll,
quien concedió oficio y misa al Clero de Turin, Monreal y Salucio, y á
todo el Orden de Predicadores.

jJesucristo es mi esperanza Hé aquí lo mas dulce á que se puede con


2widar á un corazon cristiano: á que ponga su esperanza en Jesus. Es estº
Señor todo suavidad y dulzura para los que esperan en él; pero no debemos
engañarnos: para esperimentarlo, es forzoso estar destetados del mundo.
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SAN FRANCISCO DE POSADAS,

En la ciudad de Córdoba, provincia de Andalucía, nació de padres po


bres y piadosos el Apóstol del siglo XVII san Francisco de Posadas. Pre
venido con bendiciones de dulzura que la gracia derramó bien temprano
en su corazon, empezó desde bien niño á mostrar cuál sería en adelante,
cuando como san Nicolas de Mira dejaba totalmente el pecho algunos dias
de la semana. La primera palabra que su valbuciente lengua, incapaz de
formar otra ninguna, pronunció distintamente, fue la suavísima voz Ma
ría.....! señal de que sería fiel devoto de esta Señora, pues tan temprano
tenia esculpido su nombre consolador en el alma. -

Libres sus miembros de los ligamentos de la infancia, y cuando al


parecer debia desarrollarlos jugueteando y en travesuras de niño, solo
usó de ellos para practicar las virtudes que hacen admirable aquella can
dorosa edad, y para egercicios mas propios de hombres maduros, que de
muchachos de pocos años. Lleno de misericordia con los pobres corria á
socorrerlos con lo que él habia de alimentarse, y como destinado para
predicador del Evangelio, se ensayaba en este sublime oficio juntando á
otros niños como él, y persuadiéndoles á que fuesen fieles á Dios y pia
dosos con sus padres, con un tono y unas razones muy agenas de su cor
ta edad.
Tales fueron los juegos de su niñez; juegos que tomaron un carácter
mas serio cuando avanzando en la edad se disponia para santificar su ju
ventud, y tras ella toda su vida. A este fin le pareció que debia consa
grarse á Dios en la Orden de santo Domingo; y habiendo logrado su de
seo, despues de mil contradicciones, en el convento de Scala Caeli, des
plegó su espíritu estraordinario de un modo admirable, ya en el egerci
cio de todas las virtudes propias de un varon apostólico, y ya tambien
en el estudio de la sabiduría ó ciencia de los Santos, en cuyas fuentes be-.
bió copiosamente las hermosas luces que derramó despues con tanto pro
vecho de los pueblos. Dedicado al manejo de los libros, tomaba de ellos
los conocimientos propios de un Sacerdote, cuyos labios deben ser un de
pósito de ciencia segun la espresion de un Profeta; pero donde con mas
ardor estudiaba, y de donde sacaba con mas abundancia nociones lumi
mosas y útiles era del crucificado Jesus, libro divino en que los Santos
han meditado con mas esmero que en ningun otro. De éste fue de don
de sacó aquel amor á la penitencia y á la mortificacion con que castiga
ba su cuerpo, reduciéndole á una razonable servidumbre con el ayuno,
el cilicio, el azote, la continua custodia de los sentidos, y la privacion
de todo placer aunque inocente. Aquí fue donde bebió aquel celo y amor
de sus prógimos, que le hizo correr de pueblo en pueblo y de cabaña en
cabaña para enseñarlos, convertirlos, aconsejarlos, y suministrarles los
consuelos de la Religion. Si sus contemporáneos creyeron ver en él á
un san Vicente Ferrer, resucitado para convertir á España, ¿no debe
remos suponer que fue porque habia bebido como este nuevo Pablo en el
costado de Jesus los puros y abrasadores raudales de la caridad? Lo cree
A 02
mos así mejor si comparamos los efectos del Apostolado de ambos. To
dos saben cuáles fueron los del de Vicente. Los de Francisco podemos
asegurar que no fueron pequeños, pues sabemos que triunfó de corazo
nes bien rebeldes, que convirtió á pecadores encenagados en el lodazal
de las culpas, y culpas bien feas; que reformó á su patria, y alcanzó de
sus Magistrados que se desterrasen de ella para siempre los espectáculos
teatrales.
Ocupado siempre en el confesonario, en el púlpito, ó en escribir li
bros piadosos, de todos modos hacia fruto en las alinas; de todos modos
ganaba almas para Jesucristo. Este era su grande objeto. Por entregarse
mas de lleno á él, despreció dos Obispados que le ofrecieron, si no fue
acaso su sola humildad la que le hizo desechar la Mitra, porque aunque
tan ocupado en procurar la salvacion agena, no debe creerse que olvidó
jamas la suya propia. Continuo antes bien en la oracion, paciente en las
persecuciones, humilde hasta gloriarse en los o probios, amante de Dios,
y devorado por el celo de su gloria, se disponia para no perderse cuan
do trabajaba en ganar á los demas. Practicaba la justicia, y enseñaba la
justicia á todos; por eso cuando á los 7o años de su edad dejó esta vida
caduca, pasó á brillar en perpetuas eternidades, cual astro hermoso en
la otra, el dia 2 o de setiembre del año de 1713. Cuarenta años emplea
dos en misiones por las provincias de España, en oir las confesiones de
todas clases de pecadores, en el socorro de los huérfanos, viudas y ne
cesitados, y todo esto acompañado de señales de virtudes y prodigios, le
conciliaron las aclamaciones de los pueblos, y el cielo mísmo parece obró
milagros para que le honrásemos en los altares. A poco mas de un siglo
de su fallecimiento el Papa Pio VII, despues de aprobadas sus virtudes
y milagros, le beatificó solemnemente, y concedió oficio y misa á todo
el Orden de Predicadores.

. Desfallecí al ver los pecadores que abandonan tu santa ler. Hé aquí la


espresion del celo que anima á los sieroos de Dios, y que no ayuda poco
á santificarlos. Desfallecí! ¿para murmurar de ellos º No, que este celo no
es amargo. Desfalleci / ¿ y me estuve quedo º No, que este celo es todo ac
tivo, y no perdona medio para lograr que vuelvan al redil del Salvador los
que le abandonaron. -
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I. a Palom/ca º lo
J
4 03

SAN DALMACIO MONER.

En la villa de santa Coloma, Principado de Cataluña, y Obispado de


Gerona, nació el glorioso san Dalmacio Moner de padres honestos y pia
dosos para gloria de su siglo, y honor de la Orden de Predicadores. Do
tado en la niñez de una inocencia y un candor que hacian presagiar gran
des cosas, supo en su juveniud conservarse sin mancilla en medio de una
universidad, á que concurrió para perfeccionarse en las ciencias que ha
bia empezado á cultivar en Gerona. No tendria poco que hacer para con
servarse inocente en medio de una juventud sin freno, cual es la que
concurre á las universidades, pero como buscaba con ardor la verdadera
sabiduría, y sabia ya muy bien que ésta no puede entrar en un alma mal—
vada, ni habitar en un cuerpo sujeto á pecados, huía con un valor ge
neroso de los vicios y malas compañías, y caminaba de virtud en virtud
al monte de la perfeccion cristiana, al mismo paso que iba adquiriendo
los conocimientos y las ciencias.
Aprovechó, pues, y mucho en letras y en santidad, y enriquecido
con estos tan preciosos tesoros, volvió á su patria y al seno de su familia
donde le esperaba la gracia de la vocacion al estado religioso, para ha
cerle volver de una vez las espaldas al mundo, á quien nunca habia mi
rado con buenos ojos. No bien habia llegado, cuando le llamó Dios al
claustro, y cuando Dalmacio que nunca habia repugnado á la voz de su
Hacedor, voló al estado que le indicaba. Marchó á Gerona, pidió y obtuvo
el hábito de santo Domingo, y recibió con él la plenitud, podemos de
cir, del espíritu religioso. Desde luego en el noviciado se aplicó á la ob
servancia de las leyes con un esmero escrupuloso, y con una decision tan
constante que todo el resto de su vida fue una espresion fiel de cuanto
mandan las constituciones de los frailes Predicadores. No mandan poco,
mi hace poco quien puntualmente las observa: un Papa solia decir que
canonizaria sin dificultad al que las hubiese observado todas y conforme
estan escritas; pero para nuestro jóven era su egecucion una cosa facil,
porque el espíritu que espira y hace oir su voz en donde quiere, alen
taba su pecho de tal modo, que ni aun se contentaba con el cumplimien
to exacto de estas leyes que para cualquiera hubiera sido demasiado.
Se adelantaba, pues, á ellas, y tanto, que podemos asegurar que se
abrazó nuestro Santo con todo lo mas perfecto, sin conocer otro térmi
no de su fervor que el que ponen las mismas sabias leyes; esto es, el
que prescriben la discrecion y la prudencia.
Por de pronto empleado nuestro Santo en la enseñanza de los jóve
nes religiosos, era para ellos un modelo de penitencia y de todas las vir
1udes, pero no hay duda en que este interesante oficio ponia muchos
obstáculos á su fervor. Desembarazado de él por la renuncia que hizo y
le admitieron los Prelados, despues que le dejaron enseñar muchos años
con aplauso de todos y provecho de los que le oían, no hubo ya para él
mas ocupacion, ni mas vivir que para orar, para meditar, para morti
ficar de cada vez con mas fuerza su cuerpo, y purificar de cada vez con
104
mas ahinco su espíritu. Juntaba los dias con las noches, derramando su
alma en la presencia del Señor, y si alguna vez tomaba algun descanso,
era sobre el desnudo suelo. Se alimentaba raras veces, y eso con algu
nas legumbres y raices, á las que apenas llegaba el fuego. Nunca bebió
mas que agua, y hubo vez que se pasó veinte dias de los del caluroso
estío sin probarla.
Añádase á todo esto la aspereza del cilicio que siempre usaba, lo ri
goroso del azote con que armaba su rigorosa mano para castigar sus ino
centes espaldas, y la abstraccion de cuanto pudiera dar algun placer á
sus sentidos, y se verá que nada le faltó para compararlo con aquellos
anacoretas que en la Oasis y en la Tebaida fueron en los siglos de oro
de la Iglesia el asombro de todo el mundo. Ni aun le faltó la soledad.
Enamorado devotamente de santa María Magdalena, y deseoso de imi
tar en algun modo la penitencia de esta ilustre pecadora, cavó en una
peña viva dentro de la clausura del convento una cueva horrible don
de estuvo escondido cuatro años, mortificándose de tal modo y con tanto
rigor, que solo pueden detallarlo los Angeles que fueron testigos de la
vida admirable que aquí vivió. Muerto y sepultado viviendo, se dispuso
para que su muerte fuese un paso para vivir eternal ó verdaderamente;
y de hecho el Señor al cabo de los cuatro años de su encierro lo llevó al
cielo á premiarle su largo martirio el dia 24 de setiembre de 1341. No
es facil detallar los milagros y prodigios que obró en vida y en muerte:
á proporcion de su asombrosa penitencia le honró el cielo, y por lo mis-.
mo el Papa Inocencio XIII aprobó su culto; y Benedicto XIII estendió
su rezo á todo el Clero secular y regular de la diócesis de Gerona, que
le festeja como á su Patrono, y á todo el Orden de Predicadores.

De nada sirve saber mucho, si la humildad y las virtudes no hacen


al hombre agradable á Dios. La ciencia por sí sola infla, y el sabio or
gulloso bajará derecho al infierno, mientras que el ignorante humilde subi
rá al cielo á coger el fruto de sus buenas obras. ¿ No es mas apreciable ser
amado de la Trinidad, que el saber cosas profundas de la misma Trinidad,
y ser al mismo tiempo enemigo de ella º ¡Oh humildad /
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105
v.

sAN MATEO CARRERIO.

San Mateo, natural de Mantua y de la ilustre familia Carrerio, abra


zó desde bien jóven el sagrado instituto de los Predicadores, y con tan
to fervor y devocion, que sería de desear que muchos ancianos llegasen á
imitar el de este santo novicio. Bien así como un crecido fuego se estien
de vorazá cuanto halla combustible cerca de sí, sin que diga nunca bas
ta, si no se le pone un obstáculo tan fuerte ó mas que él, del mismo mo
do la generosa llama en que ardia el espíritu de este tierno candidato hu
biera acaso consumido á fuerza de penitencias su cuerpo, aún delicado y
tierno, si la obediencia no le hubiera puesto un coto. ¡Qué valentía tan
singular. Pero acaso, y sin acaso, es mas preciosa la prontitud con que mo
deró sus rigores, luego que oyó la voz de sus Prelados. Esta moderacion
debia serle violenta, y con todo la abrazó y se sostuvo en ella mientras
que no se le permitió mas. Pero una vez que obtuvo el que se le levan
tase el precepto, soltó los diques á sus deseos represados de padecer, y se
desquitó de lo que habia dejado de sufrir con muchas, muchísimas ga
mancias. Admirable era por cierto esta ánsia de penar que padecia nues
tro Santo, y que la filosofía y prudencia de la carne debian pesar en jus
ta balanza, para confesar siquiera que no pudiendo ella nacer del amor
propio del hombre terreno, debe tener otro principio mas elevado y su
blime. Pero está escrito que el hombre animal no percibe las cosas de
Dios, y se nos manda tambien que no gastemos palabras con quien ca
rece de oidos.
Nuestro Santo por consiguiente debia ser admirable, y lo era con
efecto en todas aquellas virtudes que refrenando los miembros y deseos
del cuerpo, le subyugan al espíritu. Así se hace creible lo que se nos dice
de él en su historia; esto es, que su corazon estaba tan fijo en el cielo,
que su alma era una perpetua compañera de las inteligencias felices que
alaban continuamente á su Hacedor. Otra prueba de esto nos suministra
su amor á la soledad y al silencio : en aquélla habla Dios al corazon; y
no gusta de hablar con las criaturas el que ha oido algunas veces la voz
suave del Criador.
¿Qué estraño será, pues, que nos le pinten retirado siempre en su
celda? Ella era su paraiso, desde el cual ó subia su alma á hablar á Dios,
ó en la cual hablaba Dios á su alma. Jamas salió de ella sino obligado;
pero ni aun entonces dejaba de estar solo, pues se retiraba á la soledad
que se habia formado en su pecho, á cuidar de sus sentidos, y á velar
sobre su pureza. Debia ser ésta angelical, segun era su abstraccion de
todo lo terreno y su mortificacion; pero como ningun cuidado está de
mas respecto á este tesoro que llevamos en vasos de lodo, velaba conti
nuamente Mateo sobre ella, y la custodiaba con antemurales firmes que
la sostuviesen, sobre todo con la humildad, que es la mejor defensa, así
como el mejor ornamento de la castidad, y con la piedad para con Dios.
Siempre tenia ante los ojos de su alma á este Señor, y bien así co
mo es imposible el que la leña bien seca deje de arderá la inmediacion
15 *-
1 06
del fuego, del mismo modo nuestro Santo no podia menos de abrasarse
en caridad, y de hacer ver en sus egercicios esteriores los ardores inter
nos de su amor. Todo por consiguiente estaba en él arreglado, todo par
ticipaba en su modo de la caridad que le poseía; así que no dudamos
asegurar que era un Varon perfecto en toda clase de virtudes, y el mas
á propósito para el ministerio de la predicacion, que egerció toda su vida
con un celo de la gloria de Dios, y un deseo de la salud de los prógi
mos análogo á su caridad, ¿ y con cuánto fruto? Son innumerables los
pecadores que convirtió, y los tibios que animó á que corriesen con fer
vor por el camino de la perfeccion cristiana. ¿Qué tiene esto de estraño
Predicaba lo que hacia él mismo, y se preparaba siempre para predicar con
una larga oracion. -

Sus palabras ademas salian de su boca encendidas, cual llamaradas del


volcan de caridad que ardia en su pecho, é inflamaban como era regu
lar á los que las oían. Estos estaban por otra parte bien penetrados del
amor que el Santo profesaba á todos sus prógimos, amor que le hizo ha
cerse esclavo para que gozasen la libertad una jóver y su madre, cuyo
eautiverio era un peligro para la primera; y no podian menos de ser dó
ciles á sus reprensiones y consejos.
Dios por último daba eficacia á su palabra, del mismo modo que sa
tisfacia piadoso sus deseos santos. Anhelaba muestro Santo padecer con Je
sucristo, y sintió en su corazon atravesado, como con una espada, un do
lor que le puso á las puertas de la muerte. Suspiraba porque se desatasen
- los lazos que detenian á su alma en este destierro, y el Señor le satisfizo
llevándola á gozar de su presencia el año de 147 o en que murió. Los mu
chos milagros que obró en su muerte movieron á Sixto V, á los 12 años
de aquélla, á la aprobacion de su culto, y Benedicto XIV concedió oficio y
misa á las iglesias de Mantua y Viglevano, y á todo el Orden de Predicadores,

El que de la tierra es, cosas terrenas habla; y al contrario, el hombre


celestial no habla sino con Dios, ó cosas de Dios. Esta diferencia es notable
para los miserables que andamos siempre cual reptiles por el suelo. ¿Habla
mos de tierra º Terrenos, y por eso desgraciados, no aprenderemos á ele
varnos sobre el barro. -
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107

SAN LUIS BELTRAN.

Emperº san Luis Beltran á ser santo casi cuando empezó á vivir. Se
sabe que fue su patria Valencia, y que nació de una familia honrada;
pero se ignora comunmente el que no bien habia salido de la infancia,
cuando ya sabia mortificarse durmiendo en el duro suelo el poco tiempo
que quitaba á las obras de piedad, en cuya práctica juntaba incansable
los dias con las noches. Podíamos decir que con sus prácticas piadosas ha
cia dias de las noches, porque es cierto que vestido como buen soldado
de Cristo de las armas de la luz, no hallaba ni veía obscuridad ó timie
blas en sus noches. Todo para él era bien claro, todo le era luminoso; y
por tanto no pudo el mundo seducirle ni engañarle, porque á favor de
la luz del cielo descubrió su vanidad, y lo digno que es con todas sus
pompas de desprecio. Trató, pues, de huir de sus lazos cuanto antes, y
habiendo encontrado en la Religion Dominicana un retiro segun sus de
seos, se escapó de entre las manos de sus padres, quienes se esforzaron
é hicieron jugar mil poderosos resortes para retenerlo en el siglo, y se
fue á encerrar para siempre en los claustros del Gran Domingo.
En ellos se dejó ver como un ángel, ó como un maestro de perfec
cion, que acusando de flojedad aun á los mas fervorosos, aspiraba de ca
da vez á lo mas sublime. Los ayunos, los azotes, los cilicios y las vigi
lias eran mortificaciones nada estrañas á su cuerpo, quien acostumbrado
de antemano á ellas, se hacia mas fuerte de cada vez para sufrirlas. La
oracion, la compostura esterna é interna, y la pureza que son á ellas con
siguientes, tampoco le eran desconocidas; pero siendo de dia en dia mas
fervorosas, le unian de cada vez con mas intimidad al Ser inefable, obje
to de todas sus afecciones.
No podia esto ser desconocido por mas que quisiese esconderlo la hu
mildad, ni los que lo conocian podian dejar ocultas y abandonadas unas
luces de que debia sacarse mucho provecho. Por eso, aunque jóven, le hi
cieron maestro de novicios, los ilustres discípulos que formó, demos
traron que no podia haberse hecho eleccion mas acertada. La casa de Pre
dicadores de Valencia se llenó de hombres poderosos en obras y en pa
labras, á quienes Luis habia enseñado los rudimentos de la virtud, y hu
biera sido felicísima con solo que Luis hubiera seguido muchos años en
este tan interesante como dificil oficio. -

Pero el cielo le llamaba á otra parte, y el Santo obedeciendo á su


voz marchó á la América, para dar á conocer el nombre de Jesucristo á
muchas naciones que le ignoraban. Aquí trabajó y sufrió lo que no es de
cible; como no lo es tampoco el mucho fruto que hizo entre los pueblos
que lograron la dicha de tenerle por misionero. Largos y peligrosos via
ges por entre ásperas sierras, por entre bestias venenosas y carniceras,
por entre salvages antropófagos, enemigos rabiosos del nombre español:
privaciones horribles no solo de las connodidades de la vida, sino tam
bien de lo mas necesario para conservarla: calores intolerables, malos
tratamientos, ya de parte de los bárbaros idólatras, y ya de la de los
º:
408
cristianos viciosos, egercitaron su paciencia, y coronaron el apostolado ilus
tre con que santificó en algun modo al nuevo reino de Granada. Tuba
rá especialmente fue la que mas recogió el fruto de sus sudores, porque
la convirtió, quemó sus ídolos, y libró á todo su territorio de la potes
tad de satanás. Bien conocian los indios, habitantes de estos Cantones,
cuánto debian al siervo de Dios que los habian engendrado para Jesu
cristo. Le tenian como padre, le oían como nmaestro, y le miraban co
mo á un ángel de paz, que Dios habia enviado á sus tierras para col
marlos de sus beneficios. Cuánto, pues, le llorarian cuando se apartó
de ellos para no volverlos á ver jamas en esta vida! Quedaron inconso
lables; pero el Santo tuvo que dejarles para volver á Europa, y á Va
lencia su patria, donde le esperaba no el honor, sino el trabajo de la
prelacía de su convento. La rehusaba él; pero la obediencia la cargó so
bre sus hombros, y ya que no tuvo otro remedio cumplió con ella co
mo Santo. Nada de agradar á los hombres con perjuicio de la obser
vancia; nada de permitir la mas pequeña relajacion en la disciplina; na
da de tratarse á sí mismo mas que como á un vil gusano. Así mandó,
siendo el primero en todo lo mas penoso, y así tambien fue como mere
ció el premio prometido á los ministros prudentes y leales, que subió á
recibir el año 1581 en que sucedió su dichosa muerte. Modelo de la per.
feccion religiosa, era la admiracion de los muchos Santos que en su tiem
po habia en Valencia y en toda España, y que ahora veneramos en los
altares, así como habia sido el Apóstol y el Taumaturgo entre los indios,
en donde se conservan aún al través de las revoluciones vestigios indele
bles de su celo, de su beneficencia, de sus raros y estraordinarios pro
digios. San Luis fue uno de los primeros ornamentos de muestra España
en el siglo XVI, siglo de Santos, de sabios y de gloria para nosotros. Mu
rió Luis el año de 1581; ó mejor diremos su alma fue trasladada por los
Angeles al seno de Abraham , y su cuerpo incorrupto se conserva en su
convento de Predicadores de Valencia. El Papa Paulo V le colocó en el
número de los Beatos, Clemente X le canonizó solemnemente, y Alej v
dro VIII lo declaró Patrono del nuevo reino de Granada, y esiendió su
oficio y misa al Clero secular y regular de todos los dominios del Rey
de España. -

No sería siervo de Dios su tratase de agradar á los hombres. Jesucristo


y el mundo estan en contradicion ; no es por consiguiente posible agradar á
entrambos. Pues, ¿ y á cuál elegiremos º Lo seguro es decir con el Profe—
la Real y con nuestro Santo: “Para mí no hay cosa tan buena como el ser
» todo de mi Dios, y adherirme en un todo á él.”
º
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() C. Parza,
- --
SAN JACOBO DE ULMA,
San Jacobo, natural de Ulma, ciudad del imperio de Alemania, de
bió á la Providencia el tener por padre un hombre recomendable por el
esmero con que le educó, y por la piedad que supo inspirarle desde lue
go. Tambien le debió un corazon bueno, que dócil á las instrucciones de
su padre, sºro aqrovecharse de ellas aun desde niño, puesto que en es
ta tierna edad mo-.ábia para él ocupacion mas dulce y deleitable que la
de oir á los predicadores del Evangelio, y asistir en los templos á la ce
lebracion de los santos oficios. Creció con el tiempo su devocion, y ésta
le inspiró el designio de visitar los lugares santos, especialmente los que
encierra en sí la Metrópoli del orbe cristiano. Pidió á este fin licencia á
su padre, y obtenida, marchó, visitó el sepulcro del Príncipe de los
Apóstoles, y tantos sitios como en Roma hay adornados con la sangre
de los infinitos Mártires que en ella dieron su vida por la Religion; lo
grando tantos incrementos su piedad, que se decidió á, no buscar ni que
rer en adelante ninguna otra cosa mas que á Dios. Con tan santas in
tenciones volvia á su patria, por Bolonia, y quiso Dios que se detuvie
se algunos dias en esta ciudad, en los que habiendo visitado algunas ve
ces la Iglesia de santo Domingo, y admirado la regularidad y santa vi
da de los religiosos de aquella casa, se enamoró de su instituto, y pro
puso vivir en él, escondido con Jesucristo en Dios. Olvidado, pues, de
la casa de sus padres, de su patria y, demas relaciones, y olvidado tam
bien de su literatura, en la que estaba medianamente instruido, pidió
por humildad y recibió con sumo placer, el hábito de religioso lego.
No bien le hubo recibido, cuando se dedicó todo entero al servicio
de Dios con tal fervor y desprecio de sí mismo, que al cumplir el año
de probacion, era un modelo de humildad la mas profunda. Se ponia de
rodillas ante los otros religiosos, sus hermanos, y les pedia con el ma
yor encarecimiento que olvidasen sus muchas y graves faltas, y no le -
despidiesen de su santa compañía. ¡Qué delicadeza de conciencia! Nacia
ella sin duda del bajo sentimiento que tenia de sí mismo, el cual le ha
cia mirar como delitos enormes las faltas casi imperceptibles de que la
miserable humanidad no está exenta, aun en los justos: pues por lo de
mas, Jacobo habia llegado á un grado de perfeccion poco comun, y que
ignoramos si tendria igual entre los mismos, cuya compañía deseaba con
tanta ansia. - -

Los religiosos la conocian y le dieron la profesion, la cual fue para


nuestro Santo como un nuevo campo que se descubria á su fervoroso ce
lo. Aplicado desde que la hizo á guardar los votos que habia en ella pronun
ciado, llegó á ser un modelo para todos en la obediencia, en la pobreza y en
la pureza ó castidad, así interna como esterna. No empero sin trabajo: esta
castidad, virtud que hace de los hombres ángeles, y nos hace vivir co
mo sin carne, aunque nos deja la carne con todos sus apetitos y tenden
cias, no puede guardarse comunmente, sin una continua vigilancia so
bre sí mismo, y sin una mortificacion constante de los sentidos. De ahí
f 0
nace el que todos los santos hayan macerado con tanto rigor su cuerpo,
y de ahí el que nuestro Jacobo tuviese condenado el suyo á una perpe
tua penitencia. Ayunos, vigilias, cilicios, azotes, acormpañados de una fer
vorosa y continua oracion, y añadidos al trabajo ó trabajos en que le
empleaba la obediencia, eran el escudo con que se defendia de los ar
dores de la lujuria y de las saetas del enemigo, al paso que eran tam
bien los instrumentos con que se inmolaba víctima de suave olor al Ser
supremo. -

Persuadido tambien de que la ociosidad es la mayor º “la, así de la


eastidad como de todas las virtudes, pues por sí sola” es un vicio y fuen
te fecunda de todos los vicios, entretenia todos sus momentos utilmente,
ó en el trabajo de manos propio de su estado, ó en la meditacion de los
misterios de muestra Fé, cuando no tenia que trabajar. Sobre todo, la
contemplacion de Jesus paciente, y de la muerte amarga que este inefa
ble Redentor sufrió por nuestro remedio, era el perpetuo entretenimien
to de su piedad. ¡Qué horas tan dulces gastó, y qué lágrimas tan tier
mas derramó á los pies del Crucificado, admirando la inmensa caridad
que le hizo morir por el hombre De allí sacaba la ternura compasi
va en que andaba siempre embebecido, y allí era tambien donde se in
flamaba en aquel amor del prógimo que le hacia acudir volando al so
corro de sus hermanos los miembros de Jesucristo, especialmente cuan
do estaban enfermos: nada habia para él mas amable que el asistirlos.
Por último; en este divino libro aprendió la constancía y la con
formidad con que toleró por mucho tiempo unos crueles dolores con que
la divina Providencia quiso probar y acrisolar su virtud, ó con que
quiso acabar de conformarlo con el hombre Dios. Los dolores de éste
le hacían dulces sus dolores, y su muerte cruelísima hizo preciosa la
de Jacobo. Murió para vivir eternamente en el cielo á los 8o años cum
plidos de su edad. El buen olor de sus virtudes y de los milagros con
que el Señor honró su vida y su muerte, le consiguieron el culto y
veneracion de los pueblos, y en vista de ellos y del heroismo de sus
virtudes, el Papa Leon XII aprobó su culto, y concedió oficio y misa
á la diócesis de Bolonia y á todo el Orden de Predicadores.

Así como el vaso vacío está en disposicion de recibir lo que se le quie


ra echar, así el hombre ocioso está preparado para ser víctima de las se
ducciones del enemigo, g Por qué tenemos malos pensamientos º pregunta
san Agustin. Porque las potencias de nuestra alma no estan de antemano
ocupadas por pensamientos buenos : huye, pues, de la inaccion como de un
veneno el mas nocivo.
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sº. MACDALENADE TRINo.
dé/a 2/4.ána/édéOózzeóre.
Aráuaérer
CáVayas4 ºraro.
- - - -
- 1 1

SANTA MAGDALENA DE TRINO,

En Trino, pueblo del Monferrato no lejos de Vercelis, y de la no


ble familia Panatieri, nació la gloriosa santa Magdalena, llamada vul
garmente de Trino. Dotada de los bienes de la maturaleza pródigamente,
mereció que no se le escaseasen los de la gracia, y por medio de es
ta union preciosa logró ser amada de Dios y de los hombres, al mo
do de lo que se nos dice de Moisés. Estremadamente hermosa, enrique
cida de un prodigioso talento, cuyas luces empleaba en el estudio de
cuanto puede y debe saber una muger de su clase, se hizo célebre,
diee la historia, por su hermosura y su ciencia singulares. Pero adorna
da al mismo tiempo de todas las virtudes que en un buen natural
puede plantar y desenvolver una educacion óptima, hizo ver que tan
las y tan bellas prerogativas no debian emplearse en el suelo, sino
antes bien consagrarse al dador de todas ellas. -

Bien lejos, pues, de que ellas la ensoberbeciesen ó la hiciesen con


cebir lisongeras esperanzas terrenas, contribuyeron á que despreciando
todo lo mundano, dedicase su virginidad á Jesucristo, y procurase em
bellecerse con todas las virtudes que deben adornar á una esposa de este
Dios crucificado. Modesta por tanto y aun pobre en el vestido, despre
ció desde muchacha la caduca belleza de su rostro y de su perecedero
cuerpo, sin hacer mas cuenta de esta ventaja que la que hacemos de una
cosa insignificante. La pureza de su alma era la que sola llevaba su aten
cion : por conservarla pidió y obtuvo el hábito de Tercera de santo Do
mingo, vistiendo con él de tal manera el espiritu de este Gran Padre,
que desde luego fue su perfecta copia. Continua en el ayuno, añadia, á
los seis meses que prescribe la Regla de los Predicadores los otros me
ses del año: eterna en la oracion, hacia de ella el cuotidiano alimento y
egercicio de su alma; y fervorosa penitente, se despedazaba todas las no
ches con el azote hasta derrarnar abundante sangre: dormia poquísimo y
eso sobre dos yertas tablas sin mas ropa, caso que no fuese en el duro
suelo; vestia á las carnes una tosca gerga, y ceñia sus delicados lomos
con un duro y cruel cilicio. - - -

Igual en la humildad que en la paciencia, sufrió sin la menor alte


racion las injurias é insultos de los mundanos, y habiendo recibido una
vez una bofetada de mano de un sacrílego, á quien caritativa corregia,
tuvo la gloria de ofrecerle con paz la otra megilla para que le diese otra,
segun el consejo del Evangelio. Acosada frecuentemente y atormentada
por el demonio, jamas se desmintió su paciencia, antes era tanta su tran
quilidad, que prorrumpia algunas veces en esta jocosa esclamacion: “¡Ben
» dito sea mi celestial Esposo, que para disipar mi melancolía me envia
» esta bestia que me divierta!”
Estos frutos debia producir su inflamada caridad, y estos efectos era
regular que dejasen en ella los singulares favores que la dispensaba el
cielo. Sus virtudes merecian el que el Señor la regalase, y los regalos de
este buen Dios eran un riego fecundo que daban á aquellas virtudes un
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incremento admirable. Sería menester un gran volumen para referir con
dignidad la grandeza de su amor á Bios, y la fineza con que Dios la cor
respondia. Extasis, arrobamientos, revelaciones, visiones, milagros, pe
ro esto es poco: se deshacia de ternura Magdalena al oir el nombre de
su amado Jesus, y Jesus se con placia en magnificar y hacer feliz de to.
dos modos á su amante Magdalena. Hacia que la visitasen los bienaven
1urados en sus respectivos dias, se recreaba como niño en su regazo las
fiestas de su nacimiento, circuncision, &c.; espresaba, los viernes santos
con especialidad, en el cuerpo de su querida todas las circunstancias de
su pasion, haciéndola sudar sangre por la frente y por todas las demas
partes por donde él la habia derramado: la vestia finalinente de su glo
ria el dia de su resurreccion gloriosa, y la enchia de sus dulzuras cuan
do entraba dentro de ella Sacramentado... tan sin medida... tan inefable
mente, que no nos es dado el poderlo ni aun indicar.
Proporcionado á la caridad de Magdalena, debia ser y era con efec
to su amor al prógimo. Misericordiosa, cuántas veces se quedó sin ali
mnento por dar de comer al necesitado! Sus entrañas se conmovian al en
cnentro de un pobre, y su compasion la hacia que se multiplicase para
asistir á los enfermos, para remediar á los faltos, para dar a todos lo
que el estado de cada uno pedia. - *,

El bien espiritual del prógimo ya se ve cuánto la debia ocupar. Sus


oraciones, sus consejos, sus ingeniosas insinuaciones lograron convertir
á muchos, y la hicieron en esta parte como en todas, completa y per
fecta discípula del Apóstol Guzman. Como á él por tanto debian ele-.
varla al firmanento para que luciese en perpetuas eternidades, y efecti
vamente subió allá á gozar de la posesion del Sumo bien el viernes 13
de octubre de 161 o, á los 6o años de su edad. Su preciosa muerte fue
antecedida y seguida de milagros, los cuales movieron la santidad de
N. P. Leon XII á aprobar su inmemorial culto. º

¿Qué puede el demonio contra los que te aman, oh Dios mio Él sir
ve antes bien para glorificar á los que ée temen, y deberá ser muy ridí
culo el temor de los que espantados del demonio , dejen perezosos ó co
bardes de seroirte, ¿No redujo á nada sus arterías Magdalena º ¿ por qué
no podremos hacer nosotros lo mismo º Con la gracia todo nos es facil, y
ésta no la niega el Señor á los que fervorosamente se la piden.

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incremento admirable. Sería menester un gran volumen para referir con
dignidad la grandeza de su amor á Ebios, y la fineza con que Dios la cor
respondia. Extasis, arrobamientos, revelaciones, visiones, milagros, pe
ro esto es poco: se deshacia de ternura Magdalena al oir el nombre de
su amado Jesus, y Jesus se con placia en magnificar y hacer feliz de to.
dos modos á su amante Magdalena. Hacia que la visitasen los bienaven
1urados en sus respectivos dias, se recreaba como niño en su regazo las
fiestas de su nacimiento, circuncision, &c.; espresaba, los viernes santos
con especialidad, en el cuerpo de su querida todas las circunstancias de
su pasion, haciéndola sudar sangre por la frente y por todas las demas
partes por donde él la habia derramado: la vestia finalinente de su glo
ria el dia de su resurreccion gloriosa, y la enchia de sus dulzuras cuan
do entraba dentro de ella Sacramentado... tan sin medida... tan inefable
mente, que no nos es dado el poderlo ni aun indicar.
Proporcionado á la caridad de Magdalena, debia ser y era con efec
to su amor al prógimo. Misericordiosa, cuántas veces se quedó sin ali
mnento por dar de comer al necesitado! Sus entrañas se conmovian al en
cnentro de un pobre, y su compasion la hacia que se multiplicase para
asistir á los enfermos, para remediar á los faltos, para dar á todos lo
que el estado de cada uno pedia. - *,

El bien espiritual del prógimo ya se ve cuánto la debia ocupar. Sus


oraciones, sus consejos, sus ingeniosas insinuaciones lograron convertir
á muchos, y la hicieron en esta parte como en todas, completa y per
fecta discípula del Apóstol Guzman. Como á él por tanto debian ele
varla al firmanento para que luciese en perpetuas etermidades, y efecti
vamente subió allá á gozar de la posesion del Sumo bien el viernes 13
de octubre de 161o, á los 6o años de su edad. Su preciosa muerte fue
antecedida y seguida de milagros, los cuales movieron la santidad de
N. P. Leon XII á aprobar su inmemorial culto. -

¿Qué puede el demonio contra los que te aman, oh Dios mio Él sir
ve antes bien para glorificar á los que se temen, y deberá ser muy ridí
culo el temor de los que espantados del demonio, dejen perezosos ó co
bardes de seroirte. ¿No redujo á nada sus arterías Magdalena º ¿ por qué
no podremos hacer nosotros lo mismo º Con la gracia todo nos es facil, y
ésta no la niega el Señor á los que fervorosamente se la piden.
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A 3

sAN PEDRO DE TIFERNo.


Nació de la noble familia Capuccio y en el lugar de Tiferno, el ilustre
y glorioso san Pedro con tan felices auspicios, que con su recogimiento, y
lo abstraido que se le veía de todas las puerilidades, daba bien á conocer
cuál y cuánta sería, si no mudaba, su futura santidad. La gracia que tan
temprano se habia insinuado en su corazon, y á que él habia correspon
dido fielmente, se aumentó al par que crecia en los años: á los quin
ce de su edad le tenia ya ilustrado sobre la vanidad y la nada del mun
do, y de cuanto halaga los sentidos. Aborreciendo pues su malignidad,
voló á la Religion de santo Domingo, deseoso de guarecerse en sus claus
tros de los muchos lazos que en el siglo amenazarian su inocencia. Ad
mitido y profeso en ella, encantaba á sus cohermanos el candor angeli
cal, la sencillez y fervor con que se dedicaba á las cosas del culto, al
mismo tiempo que los edificaba el desprecio de sí mismo, y el esmero cui
dadoso con que practicaba todas las leyes de la Orden.
Enamorado de la soledad por lo mucho que ayuda á la contempla
cion, buscaba en ella con tal ánsia al sumo bien, que parecia no tener
otro objeto del que tienen los espíritus bienaventurados; si bien como per
fecto religioso dominico, no olvidaba el estudio, que es el medio ordina
rio por donde podemos habilitarnos para ser útiles á nuestros prógimos.
Es verdad que ni su estudio dejaba de ser oracion, ni su oracion era otra
cosa que un estudio intenso, y así aprovechó tanto en ambas cosas, que
a penas recibió el sacerdocio, se atrajo la admiracion de todos por su cien
cia y su virtud en Cortona, en Tiferno su patria, y en todas partes.
Oráculo de todos, era al mismo tiempo un modelo para todos, pues aun
que todos le veneraban, no impedia esta veneracion el que se emplease
así dentro como fuera del convento en los oficios mas viles y desprecia
bles. Pedir la limosna de puerta en puerta, servir á los pobres y á los
enfermos aun en los ministerios mas asquerosos, y otros empleos de esta
clase eran sus mayores delicias, ya porque en estas humillaciones se con
formaba mas y mas con el egemplar de toda santidad, y ya tambien
porque humillándose de este modo, se disponia mejor para evitar el su
til veneno de la soberbia y los dardos de la vanidad; vicios terribles que
han hecho caer de lo mas alto del Líbano de la perfeccion á sublimes ce
dros que allá llegaron, taladrándolos suavemente.
Podíamos añadir que en estos bajos egercicios desahogaba algun tan
to nuestro héroe la caridad que le abrasaba, porque no hay la menor du
da en que el fuego del amor halla algun lenitivo á sus incendios, cuan
do prorrumpe de cualquier modo hacia afuera. Es verdad que un va
ron apostólico tiene siempre ocasiones de satisfacer su amor á Dios por
activo que sea; pero está escrito que el que es fiel en lo poco lo será tam
l,ien en lo mas, y no puede asegurarse lo contrario. Por eso pues se hu
millaba nuestro Santo, aunque su fin y su empleo principal, como tam
bien el mas precioso para su amante corazon, fuese la salvacion de las al
mas. Con cuánto ardor se empleaba en este sagrado objeto de su insti

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tuto y con cuán feliz éxito! Sediento de la conversion de los pecadores,
tuvo el consuelo de ver abrazar la penitencia á millares de ellos, é in
cansable en procurarles la salvacion, concedió Dios alguna vez á sus rue
gos, á sus instancias y porfia el que fuesen ilustrados por la gracia, al
gunos abismados ya en el báratro de la desesperacion. Dos infelices á quie
nes la justicia humana iba á quitar la vida por sus crímenes, y la di
vina iba á arrojar al infierno, porque persuadidos como Cain á que sus
delitos eran imperdonables, nada querian hacer para merecer el perdon,
esperimentaron la oficiosa caridad de nuestro Santo, que con su persua
siva les libró de la muerte eterna, y con un milagro de la temporal.
Otro jóven inmoral que corria como un caballo por la senda de la ini
quidad, debió su salvacion á nuestro Santo, quien conociendo proféticamente
que estaba cerca el término de su vida, le avisó de ello, le espuso la necesi
dad de convertirse, y lo trajo á verdadero conocimiento. Otros y otros.....
¿ pero á quién no convertiria? ¿ó quién podria resistir á la predicacion
de un Apóstol, cuya doctrina y santidad aprobaba el cielo con mila
gros y con los dones mas preciosos.....? ¿hay alguno que pueda evitar la
luz y el calor del sol si se pone á sus alcances? Pues nuestro Santo era
un astro..... y con esto está dicho que alumbró y calentó..... y que con
cluida su carrera se escondió para siempre en el cielo. La muerte que
siempre habia meditado, y cuya imágen casi tenia siempre en las ma
nos, ya orase, ya predicase, desatándole de los lazos que le detenian en
la tierra, le abrió las puertas de la bienaventuranza el año de 1445. Sus
virtudes y milagros le conciliaron el culto de los Santos, que continua
do siempre y aumentado en las diversas traslaciones que se hicieron de
su santo cadáver, movió áN. S. P. Pio VII á que lo aprobase, conce
diendo oficio y misa al Clero de Cortona y Tiferno, y á todo el Orden
de Predicadores.

Acuérdate de tus postrimerías, y evitarás todos los pecados. Acuérdate


de la muerte..... así lo hacia nuestro Santo, cuya mas frecuente meditacion
era la de aquel instante en que habemos de salir de esta vida para ir á dar
cuenta á Dios de nuestras acciones. Con este diario recuerdo se preparaba
para recibir la muerte sin temor, y vencia las tentaciones de los enemigos
de su alma. ¿Será menos eficaz en tí º
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SAN BARTOLOMÉ DE BREGANZA.

En Vincencia, ciudad de Italia, nació de la muy noble y muy antigua


familia de los Breganzas el ilustre san Bartolomé á principios del si
glo XIII. Sus padres que creyeron descubrir en él unas disposiciones fe
lices para las ciencias, le enviaron para que las estudiase á la universi
dad de Padua; disponiéndolo así Dios para que con mas libertad pudiese
seguir el impulso del Espíritu Santo que le llamaba á la Orden de Pre
dicadores, entonces recientemente fundada. Tomó de hecho en ella el há
bito con un fervor singular, é hizo ver que aquí era donde Dios le que
ria por la constancia con que sostuvo este fervor primitivo todo el tiem
po de su probacion ó noviciado. Se habia propuesto al entrar el mode
larse por los consejos, los preceptos y los egemplos del Gran Padre san
to Domingo, y lo consiguió completamente.
Profesó, pues, y en adelante se aplicó al estudio de las ciencias ecle
siásticas con un aprovechamiento estraordinario. Todos le miraban como
á un hombre consumado en la perfeccion religiosa y en el conocimiento
de las sagradas letras, y como á tal le creyeron los Prelados digno del sa
cerdocio que recibió, y de la cátedra de teología que obediente regentó
en muchas partes, en todas con gloria y con sumo aprovechamiento de
sus discípulos. Formó muchos y buenos ministros de la palabra con sus
lecciones; pero acaso se creyó que sus virtudes harian fructuosa su pre
dicacion, y se le encargó ésta, aunque con la enseñanza llenaba bien
dignamente los fines de su santa Orden. Aplicóse por consiguiente á pre
dicar, y se le vió llevar la paz, la reconciliacion y la fé á las ciudades
de la Emilia y de la Etruria, adonde condujo el Evangelio, muchas de
las cuales estaban inficionadas de la peste del error, y despedazadas con
sangrientas facciones y con crueles guerras civiles. Tambien estirpó de
ellas los vicios, é hizo que floreciese en todas la virtud de tal manera, que
voló la fama de su nombre hasta Roma, adonde le llamó la cabeza de la
Iglesia para tenerle á su lado y tomar consejo de él en todas las cosas
árduas. -

Así estuvo hasta la muerte de Gregorio IX trabajando por el bien de


la Iglesia universal con cuanto estaba á sus alcances. Inocencio IV que
sucedió á Gregorio, le llevó consigo al Concilio de Leon, y le dió un
obispado que muestro Santo gobernó por espacio de ocho años con todo
el celo y vigilancia de un digno sucesor de los Apóstoles, y al cabo de
este tiempo fue trasladado á la Silla de Vincencia, su patria, para que
continuase en esta ciudad y obispado la reforma y mejoras que habia es
tablecido en el anterior.
No podia con efecto el supremo Pastor haber hallado hombre mas á
propósito para desterrar de Vincencia, como queria, la sacrílega faccion
del tirano Eccelino que la dominaba. La solicitud pastoral, el amor al
trabajo, y las virtudes de Bartolomé hubieran bien pronto desterrado
hasta el germen de la discordia y de la rebelion; pero el hombre enemi
go, que habia sembrado la cizaña, trató de estorbar tanto bien, y se valió
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del criminal usurpador Eccelino para hacer asesinar al santo Obispo. No


se le habia permitido tanto, pero al fin logró parte de su intento, pues
impidió el que entrase en su obispado; y por consiguiente que trabajase
como convenia en él. La Providencia lo permitió así, y sin duda para
sacar mayores bienes, pues no fueron pequeños los que procuró á la Igle
sia toda en la legacion que desempeñó cerca del Rey de Inglaterra. La
historia no nos detalla cuales fueron estos bienes; solo nos dice que ha
biendo sido enviado á la corte del indicado Monarca, obró cosas grandes,
interesantes todas al bien de la Religion.
A su vuelta se detuvo en París con el Rey san Luis, cuya amistad
se habia adquirido en la Siria, y habiendo sido regalado por este Santo
con muchas reliquias, entre otras con una espina de la corona del Sal
vador, volvió á Italia, y entró en su Iglesia que á la sazon estaba ya li
bre de la tiranía de Eccelino, pero manchada, como es de suponer, con
los crímenes y depravacion que son consiguientes á la anarquía y al de
sórden revolucionario. Cual operario infatigable se dedicó en el instante
á corregir y á estirpar todo cuanto la afeaba. Orando, predicando, exor
tando, corrigiendo, y siendo el modelo de todos, logró en poco tiempo
reformar las costumbres de su clero y pueblo, desterrar los errores, es
tirpar las facciones, y hacer que reinasen en lugar de aquellos y estas,
la virtud, la paz y la caridad. Es verdad que sus hermanos los Domi
nicos le ayudaron en tan santa obra. Los habia llamado cerca de sí, y
edificado un convento cerca de Vincencia que tituló de la Corona, por
haber colocado en él la espina que trajo de Francia; pero tambien es
cierto que él era el primero en el trabajo, y quien los animaba á todos.
Diez años vivió en esta Iglesia, y todos los empleó en apacentarla con la
palabra y con el egemplo. Al fin de ellos, murió el de 127o, y fue á go
zar en la gloria el premio de sus trabajos.

Como un jumento soy, ó mi Dios, en tu presencia: decia el profeta Rey.


Esto es: así como un jumento no tiene mas voluntad que la del que le con
duce, así yo me dejo dirigir, ó Dios mio, adonde tu quieras llevarme. ¡Qué
nos faltaria para ser Santos, si tuoiésemos esta resignacion ¿no se santifi
có de este modo el glorioso san Bartolomé º
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SANTA BENVENUTA BOYANI.

Nació en Torojulio, de la nobilísima familia Boyani, la muy ilustre san


ta Benvenuta, ó Bienvenida, y nació, si se puede decir, con ella el es
píritu de oracion, y el deseo de emplear su tiempo santamente, que la
distinguió toda su vida. Desde sus primeros años se la vió despreciar los
adornos y juegos pueriles, y dedicarse esclusivamente á orar á Dios, y
á entretenerse en otros actos de piedad, con un fervor y una eficacia que
hubieran hecho honor á muchas personas de mas años. En un rincon de
su jardin, desde el que se descubria una Iglesia dedicada á María San
tísima, habia formado su soledad, y en ella se ofrecia esta jóven víctima
en sacrificio agradable á Dios, así como Dios se complacia en comuni
carse de un modo inefable á esta corderita inocente. La molicie, por con
siguiente, el regalo, y todas las dulzuras del siglo, no podian tener nin
gun atractivo para un corazon que habia probado cuán suave es Dios; y
así es que todos sus sentidos estaban en la soledad, toda su ambicion se
reducia á escasear el tiempo para tener mas que emplear en su soledad,
y todo su cuidado se dirigia á merecer que Dios continuase hablándola en
la soledad.
De aquí la severidad con que castigaba su cuerpecito y refrenaba sus
afectos, y de aquí tambien sus continuas genuflexiones y las otras austeri
dades con que se maceraba prudente, ínterin llegaba el tiempo en que cre
ciendo con los años la robustez, pudiese desplegar las alas de su penitente
espíritu. No pudo empero esperarle por mucho tiempo porque, como dijo
un Padre, desconoce las dilaciones prolongadas la gracia del Espíritu Sante;
así es que aun era muy jóven cuando ya ceñia sus lomos con los rallos,
el cilicio y las cadenas, á que añadió despues una cuerda tan apretada, que
habiendo crecido la Santa, quedó metida dentro de las carnes, y tan pro
fundamente, que hubiera sido necesario el hierro del cirujano, si un mila
gro no la hubiera sacado, y hecho caerá sus pies. Temia la Santa espo
ner su cuerpo á las miradas de un hombre, aunque las circunstancias lo
hiciesen necesario Tanto era su casto pudor! Y acogiéndose á Dios en la
oracion, logró que la cuerda se arrancase de las carnes por sí misma, y,
evitase así el auxilio de la medicina.
Hasta aquí Benvenuta no habia hecho otra cosa que seguir el impul
so de la gracia, y los consejos interiores del espíritu divino, el cual le
hacia practicar los consejos evangélicos, sin que hubiese contraido ningu
na obligacion de practicarlos. En adelante este mismo espíritu la dirigió
á la Orden Tercera de santo Domingo, y profesando estas leyes, se obli
gó á caminar con mas esmero por la estrecha senda de la perfeccion cris
tiana. A este fin, y para pensar siempre en las cosas divinas, siendo san
ta en el cuerpo y en el espíritu, segun el consejo que da san Pablo á las
Vírgenes, hizo voto de castidad perpetua, y se propuso ademas ser una
exacta imitadora de su Santo Patriarca, así como éste lo habia sido de
Jesucristo. No podemos decir cuanto fue el fervor con que en su nuevo
estado se dedicóá esta empresa; aunque sí podemos asegurar que logró
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copiar exactamente al que se habia propuesto por modelo. Prohibiéndose,
como se prohibió del todo, el uso del vino y de la carne, pasando las
noches enteras en la contemplacion de los bienes celestiales, durmiendo
los ratos que la naturaleza la obligaba á tomar algun descanso sobre el
duro suelo, sin mas cabecera que una piedra desigual y dura, y despe
dazando sus espaldas con una gruesa cadena que la servia de azote tres
veces todas las noches, parecia que el espíritu del Gran Domingo se habia
trasladado á esta su fiel hija y discípula.
Pero su carne era flaca, y el confesor creyó debia prohibirla tanto ri
gor. Mandóla, pues, que se tratase con mas benignidad, y no podemos
decir si fue el espíritu de Dios, ó la prudencia de la carne, la que ins
piró este precepto. El hecho es que obedeció la santa ; pero el cielo no de
jó por eso ociosa su paciencia. Bien fuese por un efecto ó resultado de sus
mortificaciones anteriores, ó bien porque Dios queria darla á beber del
cáliz de la pasion de su Hijo, lo cierto es que no bien habia cesado de
atormentarse, cuando empezó á padecer una enfermedad tan penosa y
unas úlceras tan crueles, que ni podia respirar, ni estar de otro modo que
sentada. Hasta los socorros que queria prestarla la caridad, eran para ella
un martirio. Si la tocaban, si pensaban moverla, la causaban gravísimos
dolores, y el tocarla y el moverla era una necesidad. Todo empero era
menos que su valor y su deseo de padecer. ¿Se creerá que en medio de
tantos padecimientos no perdió jamas ni la paciencia, ni el hilo de su
contemplacion? Pues así sucedió en los cinco años que estuvo enferma.
Al fin de éstos sanó repentinamente por un milagro de su Padre santo
Domingo, y volvió áreasunir con un teson fervoroso su penitente tenor
de vida. A favor de él sujetó enteramente su cuerpo á las leyes del espí
ritu, y vivia en tan íntima union con Dios, que se arrobaba con la ma
or facilidad, y no vivia sino para contemplar los misterios de nuestra
fé: tan humilde al mismo tiempo, que en nada se gloriaba mas que en
sus enfermedades. A proporcion de su asombrosa penitencia, y de las gra.
vísimas enfermedades con que su Esposo la probó y purificó, fueron los
consuelos, los favores celestiales y gracias con que la honró: los milagros
obrados en vida y en su muerte, acaecida en 29 de octubre de 1292, pu
blicaron su gloria; siguiéndose á ésta la veneracion y culto de los fieles,
el cual aprobó el Papa Clemente XIII, concediendo oficio y misa á todo
el Orden de santo Domingo.

El que de veras ama á Dios padece con gusto por su causa, y solo que
da contento cuando consuma el sacrificio de sí mismo á gloria del sumo bien.
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SAN SIMON BALLACCHI.

Junto á Rímini, en la Flaminia, nació de los Condes de San Arcangel el


glorioso san Sinon, á mediados del siglo XIII, tiempo en que las guer
ras, las facciones, y lo que es consiguiente á ellas, no permitian á nin
gun jóven dedicarse al estudio de las letras, ó á la práctica de la virtud.
Criado nuestro Santo entre las armas y el estrépito de los egércitos, hu
biera sido lo que eran los caballeros de aquella edad toda su vida, si el
espíritu de Dios no hubiera alumbrado de un modo particular su enten
dimiento para que viese la nada del mundo, y le despreciase como ine
rece. Pero un rayo de luz celestial se insinuó en su alma á los 27 años
de su edad, y le hizo dar de mano á las vanidades del siglo, y dedicar
se á servir á solo Dios en la Orden de Predicadores.
Aún se percibia la fragancia y suave olor de las virtudes y de la san
tidad con que el Angélico santo Tomás y el Mártir san Pedro de Verona
habian ilustrado el convento de los Predicadores de Rímini ó Arímini; y
acaso fue esto lo que determinó á Simon á elegir aquella casa para con
sagrarse á Dios en ella con el humilde hábito de Lego. Tan de lleno le
tocó la gracia, y tan de veras le determinó á seguir á Jesucristo por el
camino de la humildad que, aunque de nobilísimo nacimiento, y aunque
sobrino del que entonces era Obispo de aquella ciudad, y del que le su
cedió despues, nada quiso ser, y nada fue sino lego, por mas que le re
prendian, y por mas que trataron de persuadirle otra cosa. Conjetura
ba que en aquel humilde estado habia de vivir mas escondido al mun
do, y podria entregarse mas libremente á la práctica de las virtudes cris
tianas; y efectivamente así fue. Luego que logró profesar declaró una
guerra tan cruel á su cuerpo, y á los afectos carnales, que era egemplo
y admiracion para todos la austeridad de su vida. No contento con do
marle con el trabajo penoso del cultivo de la huerta, y otros no menos
capaces de cansar á un cuerpo criado en la delicadeza y el regalo, le mor
tificaba con la falta de sueño, y con no darle otra cama que una desnu
da y dura tabla; le despedazaba con el azote; le agoviaba con una gruesa
cadena que traia ceñida á raiz de la carne, y le estenuaba con un ayuno
rigoroso. Muchas veces se pasaban dos dias enteros sin tomar bocado, y
en las cuaresmas hacia toda su comida con un poco de pan y agua.
Está escrito que no vive el hombre con pan solo, y la esperiencia nos
hace ver en muchos Santos que siendo el espíritu la parte principal de
nuestra naturaleza, puede muy bien vivir todo el compuesto, estando el
alma alimentada con la palabra que procede de Dios, ó con la verdad que
es lo mismo, la cual es su propio pábulo. La filosofía tampoco deberia
hallar aquí un imposible, si supiese elevarse sobre lo sensible, ó quisiese
conceder á lo intelectual le que no puede negará aquello. El hombre todo
vive comiendo el cuerpo: ¿por qué no vivirá tambien si su alma está só
lidamente alimentada ?
Nuestro Santo vivia de este modo, y una prueba de ello es su absti
nencia rigorosa, y su elevada contemplacion. Ahora, que esta contempla
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cion fuese la causa y el efecto de su union con la fuente de todo bien,
nos lo prueba su humildad profunda y sólida, y la demision alegre con
que se empleaba en barrer las inmundicias, y en todos los demas oficios
que los hombres miran como degradantes; oficios que, aunque para otro
hubiesen sido de poco mérito, eran de mucho para nuestro Santo, quien
á pesar de su nacimiento se ocupaba en ellos con una diligencia, un es
mero y una alegría que edificaba á todos. -

Tambien nos prueba lo mismo el santo esmero con que economizaba


su tiempo, y huía la ociosidad. Bien en el trabajo de manos; bien en la
limpieza del templo y de los altares; bien en el obsequio de los Sacerdo
tes, sus padres, á quienes miraba con un respeto indecible, ó bien en
presencia de Dios pidiendo por la conversion de los hereges y de los peca
dores, todos sus momentos eran empleados; todos le dejaban alguna ga
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Con todo no era ésta siempre tan grande como la que le producia su
celo por la salvacion de las almas. Arrebatado del deseo de ganarlas to
das para Dios, se le vió muchas veces correr con una cruz en los bra
zos por las calles de la ciudad, arguyendo á los pecadores, reprendiendo
á los protervos, y enseñando á los niños de todas clases los rudimentos
de la virtud y de la fé, con tal suceso que fueron muchos los que con
virtió, y muchos á los que inflamó en el amor divino. En estas conver
siones era indecible lo que ganaba, ya para la otra vida, como es de supo.
mer, y ya tambien para ésta por el consuelo inefable que con ellas sentia.
reciendo pues de este modo en merecimientos, llegó por último el
dia de su deseo, en que se unió para siempre con el que amaba su cora
zon. Despues de haber cegado en fuerza de llorar los pecados de los hom
bres, y despues de haber sufrido con una resignacion sublime los dolo
res y la enfermedad con que Dios quiso regalarle, se fue á gozar de su
vista el dia 13 de octubre del año 1319. El don de profecía con que le
ilustró el Señor, los muchos milagros que obró aun en vida, los resplan
dores, la suavidad de los olores con que á presencia de los pueblos le
honró el Dador de todos los bienes, le conciliaron el culto que siempre
ha recibido, y que el Papa Pio VII aprobó, concediendo oficio y misa á
toda la diócesis de Rímini, y á todo el Orden de Predicadores.

¿ Qué hay tan bueno para mí como el estar siempre unido á mi Dios!
Quien conozca lo que gana trocando al mundo por Dios, la vanidad por la
verdad, la miseria por el sumo bien, no tardará en despreciar las coronas
por buscar á este Señor en el rincon mas despreciable,
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SAN JUAN LICIO,

D. una pobre y humilde familia nació en Cacamo, pueblo del Obispa


do de Palermo, el nobilísimo é ilustre san Juan Licio. Reducido desde
niño á la mayor indigencia, porque muerta su madre no podia su pa
dre proporcionarle una nodriza, se mantuvo por mucho tiempo con solo
el jugo de granadas, hasta que una piadosa muger se dedicó por caridad
á darle el pecho. El cielo sin duda la movió á que hiciese esta limosnas
porque queria demostrar con un prodigio lo precioso que era á sus ojos
aquel niño, de quien nadie hacia caso. El marido de esta muger carita
tiva se hallaba hacia ya años baldado; y habiendo recibido una vez al ni
ño Juan de manos de su muger, con objeto de recostarle y tenerle junto
á sí, esperimentó la virtud de aquellos tiernos miembrecitos, puesto que
apenas los tocó, euando se halló total y repentinamente sano. ¡Qué prodi
gio! Ya hubo fundamento desde entonces para esperar grandes cosas de
este niño de la Providencia; y el tenor de vida que emprendió apenas
empezó á usar de su razon, no hizo otra cosa que confirmar ó acrecen
tar estas esperanzas. El ayuno, la oracion y la mortificacion de sus tier
necitas carnes, ignorantes de lo que era culpa, santificaron su niñez, y
fueron todas sus diversiones y empleo en la primavera de su vida.
Entrado en la pubertad marchó á Palermo, donde se familiarizó con
san Pedro Jeremías; y habiendo oido sus consejos tomó en la misma ciu
dad el hábito de los Predicadores, y con él un ánimo decidido á adqui
rirse todas las virtudes. Hizo el ensayo de todas ellas en el noviciado, y
concluido éste, se unió del modo mas íntimo con Dios, pronunciando los
solemnes votos que constituyen la esencia de la vida regular. Una nueva
carrera se abrió desde entonces á su fervoroso celo: hasta aquí habia con
templado para sí mismo, de aquí en adelante tenia que contemplar para
otros; se aplicó por consiguiente al estudio sin perder de vista su propia
santificacion, y aprovechó tanto en ambas cosas, que á poco se le creyó
en estado de ser útil á los prógimos, y se le encargó el ministerio de la
palabra, ó lo que es lo mismo, la predicacion del Evangelio.
Un Santo Doctor ha comparado los hombres apostólicos á las nubes,
que llevando un saludable rocío á los campos los fertilizan y hacen pro
ducir fruto: y nosotros podemos asegurar que la predicacion de nuestro
Santo era una lluvia abundante, que insinuándose en los estériles cora
zones de los que le oían, les hacia producir frutos de justicia y de vida
eterna. Podemos añadir que su voz y sus egemplos le hacian parecer uno
de aquellos enviados que el Profeta Rey compara justamente á una sae
ta despedida por un brazo robusto y fuerte. En su boca la palabra divi
na era una espada de dos filos, que penetrando hasta la division del es
píritu, hacia verter lágrimas de compuncion y de arrepentimiento peni
tente á los pechos mas endurecidos, á los mas rebeldes corazones. Su elo
cuencia divina triunfa de los vicios mas inveterados, y las mas obsti
nadas pasiones no la podian resistir. Pero ¿y qué mucho? Predicaba co
mo Apóstol; esto es, despues de haberse santificado, y estando lleno de
122
celo por la gloria de Dios, y lleno de caridad para con todos los hom
bres. Esto no podia ocultarse, y no era posible tampoco el que dejasen de
llorar los que oían la doctrina del cielo de la boca de este hombre ángel.
Añádase que sus sermones mo eran otra cosa que la espresion de lo que
comunmente practicaba; que en ellos hablaba su corazon, y como éste
era un horno abrasado en caridad, y un depósito de las luces que el Pa
dre celestial se dignaba comunicarle, hacia copioso fruto, porque, hablan
do como se debe, este es el medio seguro de hacerlo.
Devoto, y tiernamente devoto, de la Madre de los Predicadores Ma
ría Santísima, se esforzaba en estender por todas partes su culto y la de
vocion de su Rosario, al mismo tiempo que esta Señora le pagaba sus ob
sequios, haciendo que sus trabajos fructificasen, y que sus oraciones al
canzasen de Dios lo que pedia. A esta proteccion debemos atribuir los
muchos milagros que obró Dios por medio de nuestro Santo, y el buen
éxito que tuvieron todas sus empresas. La fábrica de un convento de su
Orden, para el cual el cielo mismo le destinó sitio en el pueblo de su na
turaleza, y le proveyó de materiales milagrosamente; el buen gobierno
de esta casa, en la que despues de concluida fue Prior nuestro Santo mu
chos años, los prodigios que acompañaron y siguieron á la fundacion, de
ben atribuirse todos á la intercesion de la Reina de los Ángeles. Si salió
sin lesion de un horno de cal encendido, cuya ruina evitó entrando en
él á repararle; si al imperio de su voz se secó una fuente cuyas aguas
impedian el adelanto de la obra; y si despues de concluida ésta volvió la
fuente á brotar como antes, María fue la que le preservó, María la que
dió virtud á su palabra, María fue la que hizo efectivo su mandato. A
ella lo debió todo, y á ella debe el haber perseverado hasta el fin en gra
cia, é ido derecho á la gloria, donde entró cuando á los 11 1 años de su
edad, y á los 15 1 de Cristo, espiró abrazado con un Crucifijo, hacien
do fervorosos actos de amor. -

Cuida Dios de los pollos de los cuervos, y los alimenta cuando sus pa
dres los abandonan. Cristiano, y tú no confiarás en la Providencia de un
Dios tan bueno jno depondrás todos tus cuidados en el seno de un Padre
tan benéfico! Mira su cuidado con este Santo, y no dudes de que tendrá co
razon de padre para contigo, si tienes tú corazon de hijo para con él.
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SAN ALBERTO MAGNo.


San Alberto, llamado el Grande por la mucha estension de su saber,
mamó con la leche la devocion de María Santísima, y mereció que le co
giese desde sus primeros años bajo su poderosa proteccion esta Madre
de piedad. Bien fuese para sacarle de los peligros del mundo, ó bien por
que queria honrar á su Orden Dominicana con un sugeto de las mas ra
ras cualidades, ó bien quizá por ambas cosas, la Señora fue quien le ins
piró y persuadió á que tomase el hábito de los Predicadores, como lo
hizo nuestro Santo, obedeciendo á las insinuaciones de su sagrada Pa
trona.-

La correspondencia empero de Alberto no fue tan sólida como pro


metia tan alto principio. Las tentaciones la combatieron, y nuestro jó
ven iba vencido de ellas á dejar el hábito cuando la Reina de los Án
geles se le apareció, disipó sus temores, y le hizo perseverar en el estado
que por su consejo abrazára. La vergüenza de no poder igualar en el es
tudio á sus condiscípulos, ó un humilde pensamiento de su inutilidad na
cido de su rudeza, fue lo que movió al devoto novicio á abandonar una
Religion, cuyo principal empleo es la adquisicion de la ciencia; mas la
Señora desarrollando milagrosamente sus potencias, no soló cortó el
motivo de aquella tentacion, sino que le hizo aprovechar en las ciencias
para que antes era inepto; y de tal modo, que al mismo tiempo que le
hacia aventajar á todos, le preservaba de las caidas á que estan espues
tos los miserables entendimientos humanos.
La naturaleza desde entonces no tuvo nada que se escondiese á la pe
netracion de Alberto, ni la filosofía nada de peligroso para su entendi
miento. María, cuyo hijo predilecto era, le aclaraba todas las dudas y le
a partaba de todos los errores. Con la seguridad de su proteccion se pa
seaba su ingenio como un lince por el vasto campo de las ciencias, en
todas las cuales fue maestro, y maestro consumado. Como á tal le dedica
ron los Prelados á la enseñanza, y en el egercicio de este honroso cargo
no solo sostuvo la reputacion de sabio que ya se habia adquirido, sino
que con su erudicion inmensa y con una sutileza incomparable, la acrecen
tó del modo mas estraordinario.
París, la mas célebre entonces de todas las universidades del mundo,
oyó con admiracion á este sabio echar de su boca un rio de doctrina y
de ciencia, y no teniendo en su claustro cátedra capaz de contener á los
muchos que iban á aprender de este nuevo Salomon, le vió dar leccio
nes en una plaza pública, que despues se ha llamado por mucho tiempo
la plaza de san Alberto. Colonia, otra universidad ilustre y célebre, ad
miró igualmente lo profundo y lo abundante de su sabiduría, si bien
podemos asegurar que así ésta como aquélla, quedaron aun mas admira
das de la humildad, de la santidad y de la pobreza con que ennoblecia
su saber.
Era efectivamente un fenómeno admirable el que presentaba nuestro
Santo en la reunion que habia hecho en su persona de la sabiduría con
la virtud, ambas en un grado elevadísimo. Acaso no presentó su siglo
3:
124

otro igual, y que tan bien conciliase la celebridad con la humildad, y la


multitud de los conocimientos con la exactitud en el cumplimiento de los
deberes religiosos. Esceptuamos no obstante al sol de la Iglesia el Angé
lico Tomás de Aquino, si bien puede ser mirado éste como un Alberto,
ó mejor podemos mirar á Alberto en este milagro de la gracia. Los hi
jos son la gloria de los padres, porque los perpetúan en algun modo, y
la dicha que san Alberto logró teniendo en Colonia por discípulo á san
to Tomás, le hace acreedor á que hablemos de este modo. El fue, pues,
el que cultivó con mano diestra los prodigiosos talentos del Ángel de las
escuelas, y en verdad que parece que no debia éste aprender los rudi
mentos de la virtud y de la piedad sino de un hombre tan grande y
tan consumado en ambas: nadie sino él hubiera acaso descubierto lo que
encubria su noble alumno en una esterioridad la mas modesta, pero su
espíritu penetrante vió al traves de la humildad de Tomás todo cuanto
éste fue despues: ó por mejor decir, profetizó todo el mérito de Tomás.
¿Pero y qué no veria un entendimiento como el suyo? Veía la nada
de la gloria mundana, y bien lejos de dejarse seducir de sus encantos, se
conservó siempre humilde en medio de los loores con que le ensalzaba el
mundo. Veía la poca solidez de las dignidades del siglo, y supo renun
ciar el obispado de Ratisbona, volviendo á ser humilde fraile despues de
haber ceñido sus sienes con la mitra. Fue el oráculo del Concilio de Lion,
y ni aun pensó en engreirse. Triunfó de los impugnadores del estado Re
ligioso, se vió honrado del Pontífice y de toda la corte Romana, y lue
go que todo esto pasó por él sin que á nada de ello se apegase, volvió
á vivir como fraile entre sus frailes, y á comunicar á todos sin envidia
lo que habia aprendido sin ficcion.
El cielo solo podia llenar su grande alma, y todo lo demas tenia bien
pocos atractivos para un hombre de su temple. Al cielo por consiguiente
era adonde aspiraba, y no tardaron en llenarse sus deseos. La Reina
de los cielos su perpetua protectora le habia dicho que se aproximaria á
su muerte cuando en una leccion pública padeciese un notable olvido so
bre lo que debia decir, y habiendo sucedido esto, conoció que se acerca
ba su última hora, se preparó para morir con la continua oracion, rezo
diario de los salmos todos, y del oficio entero de difuntos que rezaba ó
decia en la sepultura que habia de servir á su cadáver, y cuando llegó el
anomento espiró santa y dulcemente en el ósculo del Señor. Murió el
año 128o á los 87 de su edad. El heroismo de sus virtudes, que al par
de su sabiduría habia llamado la admiracion del mundo, le atrajo la ve
neracion de los pueblos, aumentándose con especialidad al hallar su cuerpo
incorrupto despues de 2oo años, é hincado de rodillas como acostumbra
ba orar. Por cuyo motivo los SS. PP. Urbano VIII, Gregorio XV, y
Clemente X, aprobaron y estendieron el culto en atencion á los grandes
y gloriosos méritos en la Iglesia, como se esplica este último, al Clero de
Ratisbona, de Colonia y Laubing, y á todo el Orden de Predicadores.
Ser sabio y ser al mismo tiempo humilde qué cosa tan dificil Empero
si la humildad sólida se junta con la verdadera ciencia, ¿ quién puede dig
namente alabar al poseedor de estos tesoros º
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SANTA LUCÍA DE NARNI.


Sa. Lucía, natural de Narni, é hija de padres ilustres, hizo creer á
los que fueron testigos de sus primeros años que habia sacado del vien
tre de su madre el don de profecía y el amor de la virtud. Desde bien
pequeña profetizó muchas cosas, cuyo suceso no fue ni equívoco ni fal
so, y se dedicó tan de veras á los egercicios de piedad, que abandonan
do y despreciando los juegos y diversiones propios de su sexo y de su
edad, solo se recreaba en dar culto á las santas imágenes, y en derramar
ante Dios por medio de la oracion su tiernecito é inocente corazon. Con
la edad creció su devocion, y con ésta su trato con Dios y con los San
tos, quienes se familiarizaron con ella tanto, que habiendo padecido di
versas enfermedades, sanó milagrosamente de todas por la intercesion y
con la presencia de muchos de éstos que se dignaron visitarla como á una
conciudadana suya.
Su amor á la castidad debia ser proporcionado á su candor angeli
cal: lo era en efecto, y se propuso no dar entrada en su corazon á otro
que al Esposo de las Vírgenes, quien en cambio y en señal de lo mu
cho que la amaba, la regaló con sus manos un rico y precioso anillo. Un
voto, pues, consagró para siempre á Dios la pureza é integridad de Lu
cía, cuya heroica constancia en rehusar muchas y apreciables bodas para
que fue pretendida, demostró la firmeza con que se habia decidido á no
tener mas dueño que á Jesucristo. Este era el objeto de su alma, que ha
biendo probado cuán suave es el Señor, creía que no podria correspon
derle si dividia su afecto ó no se le consagraba toda entera. Ser toda de
Jesus: á esto aspiraba, y ni aun en el esterior hubiera parecido nunca
de otro, si una espresa órden de Dios no la hubiera intimado el que die
se su mano al que la queria para esposa.
Es Dios admirable en sus Santos, y gusta de serlo tambien muchas
veces en los caminos por donde los conduce á su santificacion. Nada al
parecer mas contrario á la virginidad que el matrimonio, y con todo ya
nos ha hecho ver á muchos vírgenes, al mismo tiempo que casados. La
voluptuosa filosofía de la carne ya puede ser que mire con la risa sar
dónica que acostumbra lo que aquí decimos, pero los verdaderos fieles
se edificarán de ello, y no verán en Lucía casada y vírgen otra cosa
que lo que les dice la Iglesia de las Cecilias, los Eduardos, los Enri
ques y Cunegundas. Como ellos se casó, y habiendo pactado antes con
su esposo que su union sería de solo voluntades, y que ningun derecho
tendria á su integridad, se conservó siempre pura como lo aseguran
todos los escritores contemporáneos, y ha confirmado novísimamente el
oráculo de la Silla Apostólica.
Debemos suponer que habiéndolo querido Dios así, dispuso todos los
medios para que así sucediese, y aun podemos añadir que la vida de
la Santa nos suministra pruebas suficientes para creer que así efectiva
mente sucedió. Sus egercicios piadosos se continuaron en el nuevo esta
do lo mismo que en el anterior de libertad, y si hubo alguna diferen
sia, fue porque á sus ayunos , á sus oraciones, á sus vigilias y de
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mas tuvo que añadir el egercicio de la paciencia. Siempre la misma, na


da habia para ella mas odioso que el lujo y las vanidades del siglo, y
bien lejos de adornar su cuerpo con ostentacion, como pudiera por su es
tado, vestía con la mayor modestia y empleaba sus ricas galas en ves
tir y alimentar á muchos pobres. Humilde y sin ficcion, se empleaba
sencillamente y con el mayor gusto en los oficios mas viles de la casa,
sin que los continuos asaltos del demonio pudiesen separarla ni de es
tas humillaciones, ni de ninguno de sus santos propósitos.
No es decible lo que tuvo que sufrir de parte de este enemigo de to
do lo bueno, que redoblaba sus baterías al par que nuestra Santa alcan
zaba multiplicados triunfos. Visiones horribles, tentaciones crueles..... qué
sé yo. El armó contra ella hasta á su mismo esposo, quien la trató cruel
y bárbaramente, la encerró en una lóbrega y estrecha cárcel, y la mor
tificó de mil maneras, sin que mi la inocencia ni la mansedumbre humil
de de Lucía bastasen nunca á desarmar su cólera y mal humor. Pero
al fin la Providencia la sacó de sus manos, haciendo que la autoridad
la separase de su compañía, y desde entonces ya mas libre nuestra San
ta, siguió con mas prontitud el impulso del espíritu á do quiera que la
llamase. Hecha religiosa Tercera de la Orden de santo Domingo, fue
por Orden de sus Prelados á Viterbo, donde recibió la impresion de las
señales de las llagas de Jesucristo, reformó el convento de religiosas que
alli tiene su Orden, y obró con sus consejos y direccion mil mejoras en
la disciplina, y mil bienes de todas clases. Trasladada despues á Ferra
ra por un órden espreso del sumo Pontífice, dirigió con su virtud y
prudencia la fundacion del monasterio que se edificaba en honor de san
ta Catalina de Sena, y enseñó la religion y la santidad á las jóvenes
nobles que se consagraban en este retiro á Jesucristo, ó querian apren
der en él las virtudes cristianas y los deberes de madres de familia, &c.
¿Quién enumerará las virtudes que practicó, y los bienes que hizo en es
ta última ciudad ? No es para este sitio, y así nos contentamos con
añadir que á pesar de su mérito se vió probada su virtud por las ca
lumnias, las burlas, las injurias é irrisiones mas crueles, y que este
martirio sufrido por espacio de treinta y ocho años, sus penitencias y
sus graves enfermedades la hicieron madurar para el cielo, donde entró
á reinar con Jesucristo el año de 1544, á los 6o de su edad. Pueden de
cirse innumerables los favores que el Señor la dispensó, y las gracias es
traordinarias con que la honró desde su infancia. Se desposó con es
ta inocente criatura , la dió su anillo, la imprimió sus llagas, y és
tas tan visibles, que aun en estos tiempos se ven en su cuerpo in
corrupto. Los Sumos Pontífices Clemente IX y Benedicto XIII apro
baron su culto, y este último lo estendió al d de Narni, Viterbo
y Ferrara, y á todo el Orden de Predicadores.
La paciencia nos es necesaría para alcanzar las promesas de Dios. ¿Qué
leccion esta de san Pablo para muchos cristianos / Son infinitos los que ser
a irian á Dios, si no hubiese para ellos cruz. Otros hay que creen servirle ha
yendo de ella y de cuanto puede aguar su felicidad. Todos yerran, porque
y ay de la vida constantemente dichosa
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SANTA MARGARITA DE SABoYA.

De la estirpe Real de los Duques de Saboya nació santa Margarita, y


en sus inocentes años dió señas bien manifiestas y claras de que habia de
ilustrar á su familia, mucho mas de lo que ésta la ilustraba á ella. Todo
era en Margarita candoroso; todo fue en la ilustre Princesa amable, así
en su niñez como en su juventud; así cuando libre en la casa de sus pa
dres, como despues que puso su cuello bajo el sagrado yugo del matrimo
nio. Teodoro, jóven Marques de Monferrato, fue quien tuvo la dicha de
merecer su mano, que en verdad no es poca ni pequeña la que logra
quien se enlaza tan íntimamente con una persona amada de Dios. En su
compañía, aunque no era regular que pudiese disponer de todo su tiem
po como cuando estaba en libertad, sabia con todo economizar las ho
ras, y emplear en su santificacion las que le dejaban desocupadas las obli
gaciones de casa y familia. Especialmente desde que tuvo la fortuna de
oir al Apostólico san Vicente Ferrer se inflamó su corazon con tantas ve
ras en el deseo de perfeccionarse en la virtud, y aprovechaba tan bien
todas las ocasiones de hacerlo, que fue un modelo y un dechado para las
personas de su clase, como tambien una prueba de que no hay estado
alguno en que el hombre no pueda santificarse, si quiere.
Casada hubiera sido y santa nuestra Margarita, si Dios no la hubie
ra libertado de la ley de su marido; pero habiendo muerto éste, pensó
en aprovecharse de su libertad, segun el consejo del Apóstol, para no ocu
parse en adelante mas que en las cosas de Dios. Para obligarse mas á
esto consagró su castidad vidual á Jesucristo con un voto que observó
constantemente, no obstante que Felipe, Duque de Milan, la ofreció
con instancias su mano, y una dispensa del Sumo Pontífice para aquel
voto. El dispendio de sus riquezas debió tambien ser una consecuencia
, de aquel propósito, pues la Santa las miraba no solo como espinas que
impiden el caminar á la perfeccion, sino como incitativos de la codicia
de muchos. Empezó pues á repartirlas entre los pobres con un amor
tan tierno hácia éstos, cual exigen efectivamente los miembros de Je
sucristo. Los miraba como á tales, y de consiguiente no se contentaba
con alimentar y vestir á los hambrientos y desnudos, sino que consola
ba á los afligidos, reprendia á los estraviados, y curaba á los enfer
mos, no dudando á veces emplear sus delicadas manos en limpiarles las
úlceras y llagas, en quitarles las inmundicias, y en lavarles la podre y
la corrupcion que exhalaban.
Vestida con el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo, que
recibió apenas quedó viuda, desfogaba la caridad que ardia en su cora
zon con estas obras de humildad y de misericordia, hasta tanto que
queriendo ocultarse enteramente al mundo, edificó en Alba Pompeya un
monasterio, en el que con otras compañeras de sus santos propósitos se
encerró para vivir con solo Dios, una vida escondida con Cristo en
Dios. Aquí observante escrupulosa de su regla y constituciones, de las
cuales no traspasaba ni una línea, y ocupada con placer en los oficios
128
mas viles y despreciables de la comunidad, se dejaba ver como una mu
ger comun, criada y educada en la humillacion; y lo que es mas, como
una monja perfecta, capaz de servir de modelo á las mas provectas y
fervorosas.
Obediente á sus Superiores dependia de su voluntad, y especialmen
te oía y egecutaba las insinuaciones y mandatos de su confesor con una
sumision de ánimo, que podia llamarse negacion entera de sí misma. Po
bre de espíritu, nadie la vió jamas cosa superflua, ó que desdijese de una
religiosa que á todo ha dado de mano. Continua en la oracion, esperi
mentaba en ella unos éxtasis tan admirables, y unas delicias tan puras,
que la inundaban en un soberano placer, y la hacian esclamar con el
Profeta: cuán admirable y cuán precioso es, oh mi Dios y Señor, el cá
liz que me embriaga Deseosa de padecer por su amado, abrazó con un
valor generoso tres clases de tormentos, cada uno de los cuales bastaba
para probar al mas fuerte. Jesucristo mismo la presentó tres lanzas, en
que estaban figuradas la calumnia ó pérdida del honor, la enfermedad
y la persecucion, para que escogiese una de ellas..... pero nuestra Santa so
abrazó esforzada con todas, y todas las sufrió heróicamente cuando á su
vez vinieron sobre ella.
Celosa ademas de la pureza de la Religion, trabajó mucho y con fru
to por el bien de la Iglesia universal, cuya paz procuró y logró, á pesar
de los esfuerzos del infierno. Toda de todos los cristianos como buena hija
de santo Domingo, por todos pedia; en favor de todos hacia prodigios, y
á todos los abrazaba con la grandeza de su amor. -

¡Qué grandeza de alma tan sublime! ¿ Hay un héroe que así haya
vencido el mundo, despreciado el nacimiento y riquezas de que tanto se
pagan las almas bajas, y superado las debilidades de la naturaleza, de la
educacion, del sexo? A Margarita, pues, no la faltaba ya mas que la in
mortalidad, y ésta la adquirió cuando fue á gozar en el seno de su Dios
el premio de sus virtudes. Entró en ella el año 1464. En vista de los mu
chos milagros que la santa Princesa obró, así en vida como en muerte,
y que fueron aprobados por la sagrada Congregacion de Ritos, el Papa Cle
mnente X concedió oficio y misa á todo el Orden de Predicadores.
==

No har maror nobleza á los ojos de la verdadera filosofía que la que ad.
quiere el hombre por la adopcion de hijo de Dios en el bautismo. Bajo este pun
to de vista cuán noble es el miembro de Jesucristo cubierto de andrajos y de
laceria ! El comido de gusanos es digno de la atencion y asistencia mas es
merada. El mejor nacido no se degrada obseguiándole.
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129

SAN SEBASTÍAN MAGGI.

D. una antigua y noble familia nació en la ciudad de Brixia el glorio


so san Sebastian, con una índole amable y una inclinacion decidida por
la virtud. Apenas la razon empezó á desarrollarse en él, cuando cono
ció los muchos lazos que amenazaban por todas partes á su inocencia, y
los innumerables peligros que ofrece el mundo á cada paso á los que quie
ren vivir, como ¿ y es razon. Horrorizado de semejante espectáculo
se persuadió á que nada tenia el mundo digno de él, y trató en conse
cuencia de volverle las espaldas para asegurar su salvacion, y trabajar
tambien en la de tantos infelices como veía enredados y cogidos en los la
zos y redes que él trataba de evitar. La Religion de santo Domingo le pa
reció la mejor por mas análoga á sus deseos, y habiendo tomado en ella
el hábito, y profesado solemnemente, se creyó en un asilo seguro con
tra los dardos emponzoñados de los enemigos de su salvacion. Aquí, co
mo desde un arca á quien Dios protege, miraba el diluvio de crímenes
en que naufragan los mundanos, y lleno de un santo celo se dedicó á po
nerse en disposicion de poder prestar algun socorro á tantos desgraciados.
Voló en la carrera de las ciencias eclesiásticas, al par que en su propia
santificacion; y podemos asegurar, que unió felizmente al estudio de un
hombre sediento por saber, la observancia mas exacta de todas las leyes
de su Orden, una inocencia angelical, y la penitencia y la austeridad de
u Il a n a COreta.

El talento y la aplicacion, unidos á estas virtudes, no podian menos


que hacer progresos; así fue que apenas recibió el carácter sacerdotal,
le encontendaron los Superiores el ministerio de la predicacion, para que
aprovechase á los prógimos como él habia aprovechado en la virtud. Nin
guna otra cosa mas á su gusto pudieran haberle encargado, porque nada
tenia mas en su corazon que poder avisar á los mundanos de lo errados
y perdidos que van por la senda de la iniquidad. Entregóse, pues, todo á
este ministerio sagrado, y desplegó en él tanto celo, tanto saber y tanta
santidad, que reformó, ayudado de la gracia, los pueblos todos que me
recieron tenerle por Apóstol. Cortó abusos, estinguió inveterados odios,
hizo volver al camino recto á innumerables pecadores, restituyó la pie
dad en muchas ciudades de Italia, de que habia sido desterrada, y la con
solidó en otras en que habia permanecido.
Los Prelados de su Orden creyeron que era muy justo que este bri
llante astro difundiese sus luces en beneficio de la Religion, y le encar
garon sucesivamente el gobierno de muchas casas de ella. En todas se mos
tró hijo verdadero de santo Domingo, pues en todas hizo que floreciese la
disciplina regular de un modo el mas eminente. Haciendo mucho, y ha
blando poco, siendo el primero en practicar las leyes, y lo que las leyes
aprueban como bueno para la conservacion de ellas mismas, logró no solo
introducir la regularidad, sino tambien que los frailes la abrazasen gus
tosos, sin quejas mi murmuraciones. Raro talento! Así logró restaurar el
espíritu de la Orden en todas las casas en que fue Prelado, y formar de
18
A 30

sus súbditos otros tantos hombres apostólicos, santificados ellos mismos y


capaces de trabajar en la santificacion agena.
Era muy regular que el buen éxito de su gobierno le procurase otros
nuevos cargos, y así fue que del gobierno local de los conventos fue ele
vado al gobierno general de toda su provincia. Tambien es facil suponer
que desde aquí, como de mas elevado sitio, darian sus luces mas brillan:
tes resplandores. De hecho todos sus cuidados se dirigieron á que sus súb.
ditos fuesen verdaderos religiosos, observantes y aplicados al estudio, que
son los dos eges sobre que rueda la Orden de los Predicadores. Cuánto se
desvelaba por conseguir tan santos fines! No se crea empero que condu
cia á sus inferiores á este blanco ó con dureza, ó con imprudencia. La
voz del egemplo era la que hacia resonar con mas eficacia en los coraz0.
nes de sus súbditos, y esta voz era sin duda tanto mas sonora, cuanto
que aunque se veía agoviado con los trabajos de su cargo, no relajaba en
nada ni la dureza de su penitencia, ni la práctica penosa de todas las de
mas virtudes. Su oracion continua como siempre, sus austeridades y mor
tificaciones tan reiteradas, tan crueles y aflictivas como cuando simple frai.
le, ó quizá mas, su asistencia á lo que era de comunidad, y su cumpli
miento de todo lo que está escrito como cuando era novicio, predicaban
de una manera estraordinaria en los corazones de sus frailes, y ya se deja
cónocer que habria pocos que se resistiesen á tan poderosa predicacion.
Al contrario en todos hacia impresion la vista de su Provincial, y todos
publicaban la santidad de este siervo de Dios, en términos que la fama
y buen olor de sus virtudes se esparció como un aroma suave en los claus
tros y en el siglo. -

Pero esto último podia ser un peligro, y nuestro Santo se armaba


para vencerle con una sólida humildad, la cual cuanto mas le abatia á
sus ojos, tanto mas le elevaba hácia el cielo, donde como san Pablo tenia
puestos sus deseos y toda su conversacion. Al cielo solo aspiraba, y Dios le
concedió el que despues de larga vida, cargado de años y de buenas obras,
y dispuesto con los sacramentos de la Iglesia, entrase para siempre en él
el año de 1496. A una vida verdaderamente apostólica, austera y peni
tente, son consiguientes las aclamaciones de los pueblos, y los favores y
gracias estraordinarias que Dios les dispensa por la intercesion de sus sier
vos. Los muchos milagros que obró por la de san Sebastian, y la incor
ruptibilidad de su cuerpo, fueron la causa de la veneracion y culto que
siempre le tributaron los fieles, y el Papa Clemente XIII lo aprobó, con
eediendo oficio y misa á todo el óle de Predicadores.
º

Es muy bueno para el hombre llevar desde luego sobre sí el rugo sante
de la ley de Dios. Cuanto mas temprano se carga, con tanta mas facilidad
se lleva, porque es mucho menor el trabajo que hay en vencer las pasiones
tuernas entonces y débiles.
I N D IC E
de los meses, dias y páginas en que se halla cada uno de los
Santos, cuyas láminas y vidas componen este libro.

Pase ..... • • • •. . . . . . . . . . . . . . . Pág.


• • • • • •

Estampa de portada é introduccion. . . . . . . . . . . . . . . . . . .


ENERO
-Beato Gonzalo de Amarante. . . . . . á 1o. . . . . . . . . - • • • • •

Beato Nicolás de Jobenazo. . . . . . . á 14. . . . . . . . . . . . . . .


Beata Estefana de Quinzanis. . . . . . á 16. . . . . . . . . . . . . - -

Beato Andres de Piscaria. . . . . • • á 19. · · · · · · · · · · · · · ·


San Raimundo de Peñafort. . . . . . . ó 23. . . . . . . . . . . - - - -

IBeato Marcolino de Forli. . . . . . . . á 24. . . . . . . . . . . . - - -

Beata Margarita de Hungría. . . . . á 26. . . . . . . . . . . . . . .


• • . FEBRERO. -

IBeato Bernardo Scammacca. . . . . . á 9. . . . . . . - - - - - - - -

Santa Catalina de Hiccis. . . . . . . . á 13. . . . . . . . - - - - - - -

IBeato Jºrdan de Botterg. . . . . . . . á 15. . . . . . . . . . . . . . .


Beato Alvaro de Córdoba. . . . . . . . á 19. . . . . . . . . . . . . . .
Beato Consiancio de Fabriano. . . . . . á 25. . . . . . . . . . • • • • •

Beata Vilana de Bottis. . . . . . . . . á 28. . . . . . . . . . . . . . .


- IMARZO

Santo Tomás de Aquino. . . . . . . . . á 7. . . . . . . . . . . . . . .


Beato Pedro Jeremías. . . . . . . . . . 4 i o. . . . . . . . . . . . . . .
Beato Ambrosio de Sena. . . . . . . . . á 22. . . . . . . . . . . . . . .
ABRIL.
San Vicente Ferrer. . . . . . . . . . . . á 5. . . . . . . . . . . e • •

Beato Antonio de Rípoli ó Neirot. . . á 1 o. . . . . . . . . . . . - - -

Beata Margarita de Castelo. . . . . . á 13. . . . . . . . . . . . . . .


JBeato Pedro Gonzalez Telmo. . . . . . á 14. . . . . . . . . . . - - - •

Santa Inés de Monte Policiano. . . . á 2o. . . . . . . . . . . e • • •

San Pedro Mártir. . . . . . . . . . . . á 29. · · · · · · · · · · · · · -

Santa Catalina de Sena. . . . . . . . . á 3o. . . . . . . . . . . . . e … •

MAYO.
San Pio W. . . . . . . . . . . . . . . . . á 5. . . . . . . e e • • d • 0 •

| San Antonino de Florencia. . . . . . •' á i o. . . . . . . . . . . . . . .


Beata Juana , Princesa de Portugal, á 12. . . . . . . . . . . • • • •

IBeato Alberto de Bergomo. . . . . . . . á 13. . . . . . . . . . . . . . .


Beato Gil de Boncellas. . . . . . . . . 4 14. . . . . . . . . . . . . . •

Beata Columba de Reati. . . . . . . . . á ao. . . . . . . . . . . . . - -


\

Beata María Bartolomea de Bagnesio. á 28. . . . . . . . . . . . . . . 63


Beato Jacobo de Venecia. . . . . . ... á31. . . . . . . . . . . . . . . 65

JUNIO.
Peato Sadoc y Compañeros Mártires. . á 2. . . . . . . . . . . . ... 67
Beata Osanna de Mantua. . . . . . . . á 18. . . . . . . e e º e e º e e 69
JULIO.

Beato Benedicto XI. . . . . . . . . . . á 7. . . . . . . . . • . . . . . 7r


Beato Juan &c. Mártires Gorgomi. . . . á 9. . . . . . . . . . . . . . . 73
Beato Jacobo de Koragine. . . . . . . . á 13. . . . . . . . . . . . . . . 75
San Ceslau. . . . . . . . . . . º - e e e º á 16. . . . . . . . . . . . . . . 77
Beata Juana de Orvieto... . . . . . . . á 23. . . . . . . . . . . . . . . 79
Deato Antonio de la Iglesia. . . . . . á a8. . . . . . . . . . . . . . . 8I

AGOSTO.
La Santa Abuela. . . . . . . . . . . . . á 2 e e º s º e e 83
N. G. P. y Patriarca, su hijo. . . . . . á 4. . . . . . . . º e e e º e e 85
Beato Agustin Lucerino. . . . . . . . . á 8 . . . e e e e º a e e 87
Beato Juan de Salerno. . . . . . . • . á 9. . . . . . . . . . . . . . . 89
San Jacinto. . . . . . . . . . . . . . . . á 16. . . . . . . . . . . . . . • 9I
Beata Emilia Biquer. . . . . . . . . . . á 17. . . . . º- 4 e º e s e s e 93
Beato Jacobo de Mevania. . . . . . . . á 23. . . . . . . . ... . . . . 95
Santa Rosa de Lima. . . . . . . . . . á 3o. . . . . . . . . . . . . . . 97
- - SETIEMBRE,
Beata Catalina de Raconíaío. . . . . . á 5. . . . . . . . . . . . . . . 99
Beato Francisco de Posadas. . . . . . á 2o. . . . . . . . . . . . . . . IO I

Beato Dalmacio Moner. . . . . . . . . á 24. . . . . . . . . . . . . . . 1 o3


OCTUBRE.
Beato Mateo Carrerio. . . . . . . . . . á 7. . . . . . . . . . . . . . . 1 o 5
San Luis Beltran. . . . . . . . . . . . . á 1o. . . . . . . . . . . . . . . 1o.7
Beato Jacobo de Ulma. . . . . . . . . á 12. . . . . . . . . . . ee . .. I o9
Santa Magdalena de Trino. . . . . . . (no se ha fijado dia). . . . . . 1 1 e

Beato Pedro de Tifermo. . . . . . . . . á a 2. . . . . . . . . . . . . . . 1 13


Beato Bartolomé de Breganza. . . . . á 23. . . . . . . . . . . . . . . . 15
Beata Benºenuta Boyani. . . . . . . . . á 26. . . . . . . . . . . . . . . 1 17
NovIEMBRE.
Beato Simon Ballacchi. . . . . . . . . . á 3. . . . . . . . . . . . . . . 1 19
Beato Juan Licio. . . . . . . . . . . . . á 14. . . . . • • • • • • • • • • I2 L

Beato Alberto Magno. . . . . . . . . . . á 15. . . . . . . . es a e º s a e 1 23


Beata Lucía de Narni. . . . . . . . . . á 16. . . . . . . . . . . . . . . 125
Beata Margarita de Saboya. . . . . . á 27. . . . . . . . . . . . . • - I 27
DICIEMBRE.
Beato Sebastían Maggi. . . . . . á 16. . . . . . . . . . . . . . . 129
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