Santos Dominicos PDF
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COMPENDIO HISTÓRICO
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CANONIZADOS Y BEATIFICADOS
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ADVERTENCIA PRELIMINAR.
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Parece justo que al referir las Vidas de los Santos de la Orden Do
minica se dé principio por la Madre de los Predicadores María, que á
bien mirar es el canal por donde Dios ha comunicado al mundo tantos
favores cuantos son los Santos que esta ilustre Orden ha producido, y
cuantas son las obras buenas que estos Santos han hecho en beneficio del
mismo mundo. Recuérdese por de pronto la misteriosa vision en que apa
reció Jesucristo flechando tres lanzas, símbolos de su ira, contra nues
tro globo que iba á destruir por sus crímenes, y se verá desde luego á la
amabilísima María que le aplaca, y le hace deponer su rigor con solo
presentarle á santo Domingo como á un hombre que con su celo dester
raria de nuestro suelo los crímenes, y reformaria las costumbres de los
mortales. Este solo hecho es una prueba de haber ella sido la que com
cibió la idea de este Orden Apostólico, y la que se valió del Grande Guz.
man para verificarla. En efecto, al armar á este glorioso Patriarca con
su Rosario, no solo parece que le escogió para su Capellan, y para Pre
dicador de sus glorias, sino que tambien le dió una mision singular con
la que debia convertir al mundo; la misma que debia perpetuarse ínte
rin subsistiesen las causas de la corrupcion de los hombres; esto es, siem
pre, porque siempre necesitan los hijos de Adan de la mediacion de Ma
ría para que Dios no los estermine en su justicia. Asi es que los hijos de
Domingo han hecho prodigios con el Rosario, y que María ha sido para
con ellos tan piadosa y tan tierna Madre, como celosos han sido ellos en
estender su culto y la devocion de su Rosario santísimo. Los Alanos de
Rupe, los Ulloas y otros mil han esperimentado sensiblemente esta ver
dad, que la misma Orden Dominicana demostró en sus principios, an
tes que cambiase el humilde y modesto título de Frailes de la Vírgen, con
el de Orden de Predicadores.
i Frailes de la Vírgen! Asi se llamaron, dicen los historiadores, nues
tros Padres en un principio, y yo no sé por qué sus hijos hemos olvida
do esta dulce denominacion que nos honraria demasiado, y que debe es
citar en nosotros las emociones mas consoladoras. La Madre del amor
hermoso, la Reina de las Vírgenes María, la mas bella de todas las cria
turas estaria siempre ante nuestros ojos, porque nuestro mismo nombre
nos recordaria las relaciones que debemos tener con ella, y que ella ha
tenido y tiene para con nosotros. Su piedad maternal, interesada enton
ces en protegernos, renovaria en nosotros los prodigios de ternura que
verificó con nuestros mayores, y haria que su Orden peculiar, la Orden
de los Predicadores, contase como en sus principios tantos Santos cuan
tos individuos.
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SAN GONZALO DE AMARANTE.
dosa y la distraida, los que iban por edificarse y aprender, y los que por
curiosidad y acaso por tener que murmurar.
El Santo, no obstante, de todo sacaba partido, á todos hablaba a?
corazon, y en todos causaba efecto su predicacion, apoyada con la aus
teridad de su vida, y con la multitud de sus milagros. Sabido es aquel
con que convirtió á algunos que despreciaban las censuras de la Iglesia.
Predicaba una vez, y le oían algunos de éstos. El Santo lo advirtió, y
mandó traer á su presencia un cesto lleno de panes, á los cuales esco
mulgó, y escomulgándoles hizo perder su color, quedandose negros como
carbones. La vista de este prodigio aterró á los circunstantes, y el San
to, despues de haber perorado sobre los efectos de las censuras, absolvió
á los panes, les volvió su primer color, y obligó á que depusiesen su er
ror los que antes no temian las penas de la Iglesia.
En estos apostólicos egercicios pasó su vida, el fin de la cual le anun
ció una grave enfermedad que le sobrevino. Consolado en ella con la vi
sita de la Reina de los cielos, y dispuesto con los santos Sacramentos, re
cibió alegre la muerte, y pasó á recibir el premio de sus trabajos y vir
tudes el dia 1 o de enero del año de 1259. Los Sumos Pontífices Julio III
y Pio IV mandaron celebrar solemnemente su festividad en todo el rei
no de Portugal, y Clemente X la estendió con oficio propio á todo el Or
den de Predicadores.
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SNIcoLAS DE JovENAzzo.
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SAN NICOLÁS DE JOBENAZO.
Amaos mútuamente, hijos mios, decia el Apóstol san Juan á los prime
ros fieles. ¿Con cuánta razon podríamos repetir esto mismo á los hijos é hi
jas de Domingo á semejanza de san Nicolás º Cosa es que no se repetirá
demasiado.
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sANTA ESTEFANA DE QUINZANIS.
Nació Estefana de padres mas piadosos que nobles, en una aldea inme
diata á Brixia, y pareció desde luego nacida para el cielo por el amor
de Dios con que aun en su niñez se abrasaba su tierno corazoncito. A los
siete años de edad ofreció su virginidad á Jesucristo, y no contenta con
sacrificarle la integridad de su cuerpo, le ofreció su voluntad, juran
do obedecerle en todo. Verdadera muger de deseos avanzaba de dia en
dia por el camino de la perfeccion, y concibiendo de cada vez mas hor
ror al pecado, hizo voto de no cometer ninguno que la separase entera
mente de su Dios.
Aun no satisfacia todo esto á su espíritu; queria unirse con el que
amaba, del modo mas íntimo posible, y suspiraba por la Cruz, como
quiera que ella es la que nos hace mas conformes á nuestro adorable Re
dentor. Por eso despreció las ventajosas bodas terrenas que le propusie
ron, y por eso tambien tomó el hábito de la Tercera Orden de santo
Domingo, con el cual se creyó en obligacion de mortificar su cuerpo con
los ayunos, las vigilias, el cilicio y los azotes, porque no ignoraba que
los colores de que se compone indican á la inocencia, conservada bajo la
capa de la penitencia.
Era, pues, un verdugo de sí misma, y trataba á su delicada é ino
cente carne como á un enemigo odioso, á quien queria conformar con su
amado paciente, y humillar para tener á raya sus pasiones, cuyos afec
tos desordenados son la causa de todos los crímenes. Amaba ademas, y
su caridad era la causa de esta su sed de padecer, que acaso no se vió
harta sino cuando el Esposo de sangre la hizo esperimentar lo que sufrió
él mismo por nuestro remedio. Por espacio de cuarenta años la regaló to
dos les viernes con la esperiencia sensible de los dolores de su pasion, y
con un dolor interno tan vehemente que la hacia agonizar; del mismo
modo, decia la Santa, que si su corazon atado á una rueda diese vueltas
al rededor de ella. Tambien la regaló con las señales de sus llagas y con
hacerla sentir, como es de suponer, los dolores.
No se crea con todo que solo la regalaba dolores; los consuelos inefa
bles con que inundaba su alma cuando le recibia Sacramentado, eran
cuando menos iguales á aquellas penas, y puede decirse sin exagerar que
así como sufrió aquestas por un milagro, así sobrevivia á aquellos con
suelos por un prodigio. \
Su amor á los prógimos era proporcionado al amor que tenia á Dios. En
socorrer sus necesidades corporales oficiosa, se quedó alguna vez desnuda
por cubrirlos, y lena de celo por la conversion de sus almas, no per
donaba medio que á esto pudiese contribuir. Sabia bien que este es el ob
jeto soberano de su Orden, y se dedicó por tanto á la enseñanza de mu
chas jóvenes que quisieron tenerla por maestra, y en quienes introdujo
de tal modo la piedad, que no pocas se decidieron á imitar sus santos
propósitos. Las mas se consagraron á Jesucristo en el estado de virgini
dad, y su santa Maestra quiso perfeccionar lo que habia comenzado, edi
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ficando un monasterio en el que como en otra Arca, pudiesen estas sen
cillas palomas custodiarse y defenderse de los insultos de las infernales
aves de rapiña.
Tambien ella queria guarecerse y buscar en la soledad al que en la
soledad habla al corazon de los que le aman. Por lograrlo, se encerró con
sus discípulas, y permaneció con ellas enseñándolas é instruyéndolas en
la obediencia mandando, como tambien á mandar obedeciendo.
Mlas no es posible detallar las virtudes todas, ni tampoco la genero
sidad de espíritu que esta Vírgen gloriosa desarrolló en el claustro. Nos
contentaremos, por consiguiente, con decir que celosa siempre del honor
de su Dios, «ansiosa siempre de la salvacion agena, siempre cruel consi
go misma, siempre íntimamente unida con el inefable Autor de todo
bien.... murió al fin para entrar en posesion de lo que amaba á los 73
años de su edad, y en el dia 2 de enero de 153o de nuestra redencion.
El Sumo Pontífice Benedicto XIV aprobó su culto y rezo para todo el
Orden de Predicadores, y el Clero de las diócesis de Brixia y Cremona,
año de 174o.
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SAN MARCOLINO DE FORLI.
¿Qué vida tan dichosa la vida pasada en la inocencia Pero como ésta
mo se puede conservar sin la capa de la penitencia, nos es necesario morei
ficar nuestros miembros como mortificó los suyos san Marcolino, y ocultar
así esta mortificacion como aquella inocencia para que el aire de la alaban.-
za, y el moho de la vanagloria, no corroan tan rico tesoro.
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Padecer por Dios, qué padecer tan glorioso Celar su honor, ¿qué of
cio mas digno de un alma que le ama de veras / Trabajar con el deseo, si
mas no se puede, en la conoersion de los pecadores, qué empleo tan sublime!
Lo primero es una nota de predestinacion: lo segundo es oficio de Angeles;
y lo último es un trabajo que deshace los pecados propios, y nos asemeja al
que vino del cielo á salvarnos.
Oh, pues, tú que esto lees, imita en estas tres cosas á la grande Ca
talina de Riccis, y gozarás de la gloria que ella goza l
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Hacemos por Jesucristo cuanto hacemos por sus pobres: pero no todos
pueden darles socorros corporales, aunque no por eso deban estar dispensa
dos de la limosna. San Jordan es un egemplar de misericordia para todos ;
cuando rico socorria con dineros, cuando pobre con consejos, con oraciones,
con egemplos. Imítale, pues, sea cualquiera tu situacion. -
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¿Qué dicha, dirás alguna vez, la de aquellos Santos á quienes Dios lla
ma desde luego para sí, y conserva siempre en su gracia ! No te quejes de
tu suerte. Dios te ha llamado como á ellos, y culpa tuya es el no haber
oido su voz. Su gracia á todos se reparte como conoiene; tú has cerrado tu
corazon á su santo influjo, ¿qué mucho te haya dejado º Si le hubieras fran
queado tu pecho, Dios te poseeria hoy ; sin duda serías todo suyo.
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to, y le oyeron no pocas repetir las palabras que el Espíritu Santo le dic
taba en figura de paloma.
Una abrasada caridad coronaba ademas en él una humildad tan pro
funda como la que le hizo creer que era indigno de la borla de Doctor,
y de la Mitra que le ofrecian. Constante en la oracion, guarda perpetuo
de su pureza, verdugo cruel de su cuerpo, tenia todas las cualidades de
un verdadero discípulo de los Apóstoles, y como tal hacia fructuosa en
sus oyentes la doctrina del Evangelio. Tambien eran fructuosos sus tra
bajos para él mismo, puesto que cuantas almas ganaba para Dios eran
otros tantos esmaltes que añadia á la corona que le estaba preparada. Su
cuerpo es verdad que padecia, pero qué cosa hay mas preciosa para
un predicador que el sacrificarse por la doctrina que predica, y por aque
llos á quienes predica Solo, pues, faltaba á nuestro Santo la corona del
marticio, y ésta se la procuró en algun modo su caridad. Predicando una
vez contra la usura y los usureros, se enardeció su celo de tal modo, que
rompiéndosele una vena del pecho por dos partes, le ocasionó la muerte,
y en lenguage mas cierto, le abrió una puerta por donde voló su alma á
unirse para siempre con Dios. A consecuencia del heroismo de sus virtu
des, el Papa Clemente VIII mandó poner en el Martirologio Romano á
este Varon Apostólico, y Gregorio XV estendió su festividad á todo el
Orden de Predicadores.
Se engaña quien piensa que el demonio nos tienta siempre como demonio.
Las mas de las veces se transfigura en ángel de luz, y entonces es casi mas
seguro su triunfo. Fallimur specie recti. La humildad es la sola que enton
ces puede salvarnos de sus garras, como salvó a nuestro Santo cuando tra
taba de ser religioso: una alma presumida de su virtud ó de su saber hubio
ra dado sin remedio en el lazo, como dan por lo comun los que se fian de
sus luces en las materias del espíritu.
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Pernie Dios muchas veces que sus escogidos caigan en defectos y aun
en pecados graves, para que levantándose despues con mas fervor, ha
gan servir á sus santos designios lo que mas se opone á ellos, que son
las culpas. Ya se habrá notado esto en alguno de los Santos anteriores;
pero en ninguno está mas clara esta verdad, que en el glorioso Mártir
san Antonio Neirot. Nació éste en Rípoli, pueblo de Italia; y habiendo
tomado el hábito de Dominico en el convento de Florencia de manos
del gran san Antonino, logró aprender de este Santo los rudimentos de
la vida religiosa. Una ligereza de ánimo, preludio de su siguiente caida,
le movió á dejar el convento de Florencia, y embarcarse para Nápoles,
sin que pudiesen detenerle los vaticinios de su santo Prior que le anun
ciaban su desgracia. Embarcóse, pues, y no bien habia salido de los puer
tos de Sicilia, cuando le cautivaron unos piratas de Tunez, quienes le
condugeron al Africa, y le hicieron sufrir todo cuanto puede dar de sí
la barbárie de unos hombres sin costumbres y sin otra Religion que la
de Mahoma.
Por de pronto todo lo sufrió nuestro Antonio con una resignacion
propia de un discípulo del Crucificado. La educacion le sostuvo por al
gun tiempo, pero al fin empezó á titubear, y cediendo á las tentacio
nes del demonio, renegó de nuestra santa fé, y se hizo Mahometano.
Cayó, pues, en un baratro y en un precipicio horrorosos; y esta cai
da hubiera decidido su eterna condenacion, si el Dios de nuestros padres
no le hubiera mirado piadoso con los mismos ojos con que miró á Pe
dro en el atrio del Príncipe de los Sacerdotes la noche de su pasion. Pe—
ro le iluminó con su gracia, y la luz de ésta escitó en el corazon de
nuestro renegado un conocimiento claro de su estado envilecido, y un
sincero arrepentimiento de su torpe cobardía. Se avergonzó de sí mismo,
y á los cuatro meses de haber apostatado, abjuró la infame secta que
abrazára, y se dispuso á borrar el escándalo que pudiera haber causa
do por medio de una confesion pública de su fé. Lloró primero, morti
ficó rigorosamente su cuerpo, cual buen atleta que se ensaya para el
martirio, y recibió los santos sacramentos de la Penitencia y de la Eu
caristía, y con ellos fuerza sobrenatural para vencer en la pelea que le
amenazaba. Vestido despues con el hábito de su Orden, se presentó al
Dey de Tunez, y haciendo en presencia de éste la apología del cristia
nismo, condenó los torpes absurdos de Mahoma, y se acusó á sí mismo
de impiedad, por haber abandonado aquél y abrazado éstos.
No era necesario tanto para escitar la cólera de aquel bárbaro, quien
disimuló no obstante al principio, por si con alhagos podia retener en
su infidelidad á nuestro generoso confesor. Mas viendo que estos eran
inútiles, le mandó encerrar en un calabozo, y dispuso que se tentasen
los caminos del rigor y de la dulzura, para que ó aquél ó ésta condu—
gesen al Santo á su objeto, que era el de volverle a ver musulman.
¡Cuán en vano todo. Los verdugos se cansan de atormentarle, y los se
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ductores de hacerle promesas; y ni los tormentos ni la seduccion ga
nan un palmo de tierra en el corazon de Antonio. Este despues de ar
repentido, no es el mismo que era antes de renegar. La gracia ha
hecho de él un nuevo hombre, y tan esforzado, que no contento con
lo que le hacen padecer los enemigos de su religion, se mortifica y se
atormenta con ayunos y con cuantos medios puede. Con solo pan y
agua se sustenta en la carcel todo el tiempo que está en ella, pues aun
que la generosidad de los cristianos le proporcionaba otros alimentos,
los repartia con los otros presos para espiar con la abstinencia la ingra
titud con que habia ofendido á su Criador.
En un hombre, pues, así dispuesto, ¿qué mella harán los tratamien
tos crueles de los bárbaros? ¿cómo infundirá temor en él, ni la presen
cia de un juez irritado, ni la sentencia de muerte que pronuncien con
tra él, ni la egecucion de esta misma sentencia ? de ningun modo. Por
consiguiente, despues de haberle maltratado sin fruto, le conducen ante el
juez, quien le examina, le halla firme en la resolucion que ha tomado de mo
rir antes que volverá negar á Jesucristo, y decreta que muera apedreado.
Al momento le conducen al campo como á otro san Esteban, y empiezan la
egecucion, sin que se le oiga otra cosa que pedir á Dios por los que le mal
tratan. Inmóvil y de rodillas recibe las piedras que se disparan contra él, has
ta que su alma lavada en su sangre y vestida de una preciosa estola, vo
ló al cielo á unirse con Jesucristo, á quien confesára sobre la tierra. Los
bárbaros trataron de quemar su cuerpo, pero el cielo lo conservó intac
to, y los fieles en vista de los beneficios que por su intercesion conse
guian, le tributaron el culto de los Santos, que Clemente XIII apro
bó, estendiendo el rezo á todo el Orden de Predicadores.
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S la criatura tiene á Dios por padre, ¿qué falta le hacen los que la en
gendraron ? Santa Margarita es una sensible demostracion de la provi
dencia paternal que Dios tiene para con los desvalidos, y del tierno cui
dado con que protege á los que no tienen mas amparo que él. Nació cie
ga, de unos padres tan desnaturalizados, que aunque la llevaron á la
ciudad de Tiferno á visitar el cuerpo de un Santo con la esperanza de
que Dios le daria vista, la abandonaron cruelmente luego que advirtie
ron que seguia con su ceguera. Hubiera perecido infaliblemente, porque
era demasiado niña, si el que alimenta á los pollos de los cuervos no hu
biera movido en su favor el corazon de una piadosa muger, que hallán
dola desamparada la recogió compasiva, y la tuvo en lugar de hija.
En compañía de ésta pasó Margarita santamente la niñez, y llegando
á la juventud tomó el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo, y
se animó con el espíritu de este Santo Patriarca. Continua en el ayuno,
y constante en la oracion, redujo á su inocente cuerpecito á una servi
dumbre racional. Observantísima de las leyes de su Orden ayunaba sin
dispensa todos los dias desde Santa Cruz de setiembre hasta Pascua de
Resurreccion, y no contenta con tan larga CUla reSIIna ayunaba ademas
cuatro dias de las otras semanas del año, y los viernes de todo él á pan
y agua. Cual su Padre santo Domingo, despedazaba tres veces todas las
noches sus carnes azotándolas hasta derramar sangre, y con estas auste
ridades habilitaba cada vez mas su espíritu para que volase al cielo, y se
dilatase en la tierra, especialmente cuando llegaba á recibir los sacra
mentos, que era casi todos los dias. En todos ellos purificaba su concien
cia, casi todos ellos recibia su espíritu en la sagrada mesa á Jesucristo, y
con él una luz tan abundante que se podia decir muy bien que ninguna
falta hacian los ojos del cuerpo, á quien tenia tan perspicaces los del alma.
De memoria se sabia todos los Salmos de David, que rezaba con fre
cuencia; pero esto es poco: ella esponia del modo mas sublime los luga
res mas dificultosos de estos cánticos sagrados, y esto es sin duda admira
ble; pero tan ilustrada como esto estaba por la gracia, y tan de veras la
habia enseñado y enseñaba el mismo espíritu que se los habia dictado al
Profeta Rey. -
¿Qué falta hacen los ojos, de que tambien gozan hasta las hormigas, á
los que tienen dentro de sí otros como los de los Angeles º Así decia un San
to á otro Santo ciego, y asi debíamos decirnos á nosotros mismos para po
ner un freno á nuestros ojos corporales. Son éstos unas ventanas por donde
entra la muerte á nuestro corazon: cerrémoslos pues, ¿ qué falta nos hacen
teniendo otros en el alma º Sin aquéllos se santificó Margarita.
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e Hay quien desea vivir embriagado en placeres º pues que los busque en
donde solo pueden hallarse los verdaderos. ¿Quieres ser dichoso, mortal, y
buscas tu dicha en la satisfaccion de tus sentidos / Ciego, búscala en tu Dios,
y verás como la caridad y la gracia te proporcionan delicias puras, y tan
grandes que ni aun puedes imaginarlas. Si por acaso una cruel filosofía ha
desecado tu corazon en términos que ni aun entiendes esto, fíate á la es
periencia. Ven y vé: llega á Dios, haz la prueba, verás cuán dulce y sua
ve le encuentras.
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Creo en Dios decimos todos los dias: pero tambien creen en Dios los
demonios á pesar suyo. ¿ Cómo nos distinguiremos de ellos º Creyendo comº
san Pedro. Si creyendo amamos, si amando caminamos hácia él con el afec
to por la senda de la virtud.
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Pero ¿quién podrá delinear en una pequeña tabla las grandiosas hazañas
de este héroe de la Religion? El fue quien con el santo objeto de dar la tran
quilidad á la Europa, reunió y ayudó á los Príncipes cristianos para con
tener el ódio bárbaro y feroz de los turcos, que amenazaban al orbe cris
tiano: él fue quien con donativos, quien con sus oraciones, y con las ro
gativas públicas que mandó hacer en toda la cristiandad, logró aquella
nunca bien ponderada batalla de Lepanto, que fue la libertad de Italia y
de toda la Europa, y cuyos felices resultados disfrutamos hasta el dia. Las
naciones, el Cristianismo todo son acreedores á su celo. Las costumbres
de Roma recibieron un nuevo lustre con los decretos de prohibicion de
las luchas de fieras y espectáculos públicos, y con el destierro de las pros
titutas. Las ciencias y los sabios le reconocen por su especial Protector: la
Iglesia y el orbe literario le son deudores de la edicion mas correcta y
completa de las obras de santo Tomás: de la edicion y publicacion del
Catecismo del Concilio de Trento, cuya observancia promovió por todos
los medios, y de la condenacion de las proposiciones de Bayo: el Orien
te le aclama su Protector por el celo con que favoreció sus misiones. No
hubo, en fin, objeto á que no estendiese su paternal solicitud. Instituyó
la festividad del Rosario, arregló el Oficio divino y la liturgia, y en la
Letanía de nuestra Señora añadió el Auacilium Christianorum. Solo la muer
te pudo detener á Pio en la carrera de sus gloriosas hazañas : en medio
de unos dolores mortales, meditaba aún dar el último golpe á los enemi
gos de la Religion ; pero Dios quiso coronar todo el cúmulo de sus virtu
des trasladándole al coro de los Santos Pontífices para alabar eternamen
te al Sumo Sacerdote, segun el órden de Melquisedec. El gran número
de prodigios que obró el cielo por la mediacion de Pio, le colocó en los
altares á los 1 oc años de su gloriosa muerte. Clemente X le beatificó el
año de 1672, y Clemente XI le canonizó solemnemente en 1712.
No vivo yo, sino que vive Cristo en mí, decía san Pablo, y podemos
aplicar á san Pio; unº r otro no respiraban mas que para promover la glo
ria de Cristo. ¿P en nosotros quién vive? ¿cuyo provecho buscamosº El nues
tro: ; así es de desastrada nuestra vida
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¡Que no nos sea posible detallar las bellas acciones de este buen Pas
tor! Piden demasiado tiempo, y no podemos dar de todas ellas mas que
una pequeña pincelada, diciendo que así como los grandes hombres que
acabamos de nombrar fueron las delicias de su pueblo, así tambien An
tonino era amado de toda su grey y de cada una de sus ovejas. Todas
ellas lloraron su pérdida (y es la mayor prueba que pudieron dar de que
le amaban ) cuando el Padre de familia Dios le llamó para prerniarle
en el cielo el buen uso de los talentos que le habia encomendado. El Pa
pa Pio II que se hallaba en Florencia, asistió á su funeral y fue testigo
de los muchos prodigios que obró, y nos ha transmitido en sus obras. El
sumo Pontífice Adriano VI le canonizó solemnemente el año de 1523.
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Seroir á Dios es reinar, decia nuestro Santo cuando estaba para morir,
y ojalá que todos gustasen la verdad de esta sentencia ! El que sirve á
Dios reina sobre el mundo, á quien desprecia; sobre el infierno, á quien no
teme; sobre sus pasiones, á quienes pone á rara. ¿Quieres, pues, oh mortal,
contentar tu ambicion º Ahí tienes el medio: sirve á Dios, y pondrás bajo
tus pies al mundo, al infierno, y aun á las estrellas que hermosean el cielo.
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Tambien sería esta la causa de su amor para con los prógimos. Veía
en cada uno de ellos otras tantas imágenes de su bien querido, y era pa
ra ella alguna especie de consuelo el hacer que se espresase esteriormen
te su amor y gratitud á Dios en los beneficios que les hacia. De ahí sus
limosnas, de ahí el cuidado de enseñar á los ignorantes, de ahí su ansia
por catequizar á los infieles, y de ahí tambien el que mientras beneficia
ba á todos, fuese cruel y muy cruel consigo misma. Sus ayunos, su po
co sueño, y ese en una cama durísima, como tambien el áspero cilicio
que ocultaba con las ricas vestiduras, nada eran mas que los efectos de
su amor generoso, de su amor activo que procuraba desahogarse por es
tos y por aquellos medios. • -
¿Qué vida tan cumplida la del que emplea sus años en seroir á Dios f
y al contrario j qué vida tan corta la del que se emplea en ofenderle Im
porta poco que la del primero se acabe en pocos años, y la del segundo
se estienda á centenares. Consumado en breve el justo, habrá llenado mu
chos años, mientras que del pecador se podrá asegurar en su misma lon
gevidad que no ha vivido ningun dia. ¿Cuál de ellos ha sido dia de vida ?
¿en cuál de ellos ha vivido contento y satisfecho su corason? ¿y se vive
cuando éste se halla inquieto f
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Nació en Venecia san Diego de una familia muy ilustre, y quedó huér
fano de padre y madre en los primeros años de su edad. Una tia suya
compadecida de su horfandad le recogió, y dirigido por ella hizo, aun
que jóven, unos progresos mada comunes, así en la piedad, como en
las letras. Dios le llamaba para sí, y Diego no fue sordo á su voz. Re
flexionando no obstante que los bienes y aun la solicitud de los bienes de
la tierra son un impedimento ó un estorbo para seguir espeditamente al
Señor, determinó desnudarse de cuanto poseía, para poder correr necesi
tado y pobre en pos de Jesucristo pobre y necesitado.
Distribuyó por tanto su patrimonio entre los infelices, y cuando ya
no tuvo mas que dar, se consagró á sí mismo á Dios para que fuese del
todo completa la ofrenda. En la Orden de Predicadores fue donde vis
tiendo el hábito religioso, y poniendo su cuello bajo la gamella de la obe
diencia, se enagenó enteramente á sí mismo, y donde proponiéndose á
Jesucristo por modelo, se hizo él mismo un modelo para los demas. Es
dificil poder dar una idea del anhelo con que aspiraba Diego á la per
feccion, luego que se vió religioso. No corre un avariento con mas an
sia tras las riquezas, ni busca un ambicioso con mas ardor los honores,
que buscaba él, y egecutaba cuanto podia contribuir á su santificacion.
Ora fuese mortificarse; ora tuviese que sufrir humillaciones; ora se vie
se en la precision de obrar lo que una voluntad agena le insinuaba, to
do era para él lo mismo, y todo le era precioso si con todo agradaba á
Dios, y hacia su inefable voluntad. A
» hablar,” y con este silencio se fortalecia, segun que está escrito, para
llevar como llevó toda su vida el tesoro de la santidad virginal en el bar
ro fragil y deleznable de su cuerpo. s.
La esperanza tambien de la gloria, de la cual estaba lleno su cora
zon, era el norte de sus acciones todas; y así como nada pensaba ni
queria sino á Dios, nada hablaba sino de Dios, ni era regular que de
otra cosa hablase estando escrito tambien, que la boca regularmente ha
bla de aquello que muestro corazon trae entre sí. -
4.
Trabajan los Santos por esconder sus virtudes para librarlas de la car
coma de la vanagloria. ¿Qué cautela tan prudente Dejarian de ser Santos
si hiciesen lo contrario, así como no son mas que unos meros hipócritas mu
chos y muchas que creen no hacer cosa de provecho, si no salen al público
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una dulzura encantadora, y tenia una gracia tan singular para encomen
dar la virtud y hacer odioso el pecado, que era muy raro el que no sa
lia muy mejorado de sus visitas, y muy aprovechado de su conversacion.
Sus familiares sobre todo como tenian la felicidad de admirar y ver de
cerca sus acciones, aprovecharon estraordinariamente en el santo temor
de Dios y en la religiosidad de costumbres. Los educaba como Santa con
el egemplo y las amonestaciones siempre, y con éstas y su autoridad cuan
do por muerte de sus padres quedó con el cuidado y gobierno de la casa.
Mas no se crea que por ser ama fuese nunca áspera ó agria su cor
reccion. Blanda, amable y suave para con todos, reservaba toda la du
reza para sí misma, y solo consigo era cruel é intratable. Se tenia por
la mas vil de las criaturas, y descargaba con mano fuerte sobre su cuer
po todos los rigores y austeridades de la penitencia. Ya cuando jóven se
le habia aparecido Jesus con la Cruz al hombro, y la habia anunciado la
gran parte que debia tocarla de esta misma Cruz. Así es que ademas de las
muchas y crueles mortificaciones con que afligia su carne, su divino Esposo
la hizo esperimentar por una gracia especialísima los dolores de su pasion;
y sidamos crédito á sus historiadores, renovó en ella el prodigio de mudar—
la el corazon como á santa Catalina de Sena, y los Ángeles la enseñaron
á orar, y la dieron la sagrada comunion. El amor á su Dios era la vida
de su alma; pero como se hallaba aun en este valle de lágrimas, suspi
raba por unirse enteramente con su Bien amado. Una grave enfermedad
la abrió las puertas del cielo, á donde entró á gozar por eternidades del
que forma la felicidad de los Ángeles. Los dones de profecía, de curacio
nes y milagros con que la habia enriquecido el Señor en su vida, y los
prodigios obrados despues de su dichosa muerte, movieron al Papa Leon X
á conceder oficio y misa al Clero de Mantua, é Inocencio XII estendió
esta gracia á todo el Orden de Predicadores.
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Entre los Mártires que en el siglo XVI, célebre por los tumultos de
los Calvinistas y demas novadores, dieron con su sangre un testimonio
glorioso de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, y del Prima
do del sumo Pontífice en la universal Iglesia, ocupa un lugar distinguido
el ilustre san Juan de Colonia. Fraile de la Orden de santo Domingo,
recomendable por su virtud, por la gravedad de sus costumbres, y por
la estension de su saber, administraba en Holanda de órden de sus Pre
lados la parroquia del pueblo Horn cuando el azote de la heregía em
pezó á devastar y destruir aquellas regiones. Un espíritu de vértigo que
se apoderó de los Holandeses los sepultó á todos en el error, y los es
puso á todos los desórdenes de la anarquía, cuando nuestro Santo dedi
cado á llenar el ministerio pastoral, procuraba afirmar á sus ovejas en la
fé y en la piedad verdadera. -
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éstos hicieron despues, podemos conocer cuál fue con ellos su conducta.
Quedó vacante el-Arzobispado de Génova, y debia estar vigente enton
ces la antigua disciplina, segun la cual el Clero elegia sus primeros Pas
tores. Pero que estuviese ó no, el hecho es que los Genoveses pidieron
rogaron al sumo Pontífice que les diese por Prelado á nuestro Santo. ¿Es
tarian contentos con él ? es indudable que sí, y no puede ponerse duda
en que tambien el sumo Pontífice lo estaria, puesto que condescendió é
hizo que Jacobo tomase sobre sus hombros esta carga para ser con ella
útil á sus prógimos. Bajo este punto de vista la aceptó él, y conociendo
que los males del rebaño regularmente provienen ó del descuido ó del
mal egemplo de los pastores, juntó un concilio provincial en el que ar
regló la disciplina, y con el cual haciendo observar los cánones, refrenó
la licencia que se habia introducido en la casa de Dios. Dado este pri
mer paso se aplicó á la cura de sus ovejas, á las cuales reconcilió, estin
guiendo las antiguas facciones que reinaban desde muy antiguo en su ciu
dad arzobispal, y entre las cuales hizo reinar la virtud, desterrando los
vicios, y moderando las pasiones de sus diocesanos con la fuerza de su
elocuencia divina, y con el impulso irresistible de su egemplo. Se puede
decir que dió un muevo aspecto á todo su Arzobispado.
Contento con una comida frugal, un equipage modesto y una habi
tacion sin lujo, ahorraba las rentas de su mitra para tener mas que re
partir á los pobres. Su caridad inmensa halló modos de alimentarlos á to
dos en una gran carestía, y su oficiosa misericordia se introdujo en los hos
pitales y otros asilos de la humanidad necesitada y doliente para pro
veerla en ellos con larga mano. Así trasladó sus riquezas al cielo, adonde
le conducian sus virtudes y le introdujo su caridad al cumplir los 7o
años de edad, y los 6, 4 meses y dias de pontificado, y en el de 1298
del Señor. Desde su muerte todos los pueblos del Genovesado y del Sa
bones le aclamaron por Santo, y tributaron los honores de tal. Este cul
to, que jamás se ha interrumpido, lo aprobó para su mayor incremento el
Papa Pio VII, concediendo oficio y misa al Clero secular y regular de
la diócesis de Génova y Sabona, y á todo el Orden de Santo Domingo.
"Arder y lucir, hé ahí las dos cualidades forzosas que deben tener los
Prelados. Arder ellos en amor de Dios, esta es la mas esencial; pero sola
no les basta. Es necesario que luzcan, que difundan sus resplandores. Son
antorchas, ¿ y cómo distinguirán los subditos lo bueno de lo malo, si sus
faroles ó antorchas no lucen º
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salir de una de las referidas ciudades en que habia sido Prior, y si los
grillos aherrojaron sus pies en términos que para otro hubiera sido una
desgracia, Antonio los consideraba como preseas de que podia gloriarse
como san Pablo. Su conversacion, como la de este Apóstol, era en el cie
lo, y ni las prisiones le impedian el volar por él, ni la libertad que ad
quirió milagrosamente tuvo para él otro aspecto que el de un nuevo be
neficio de Dios, por el que debia aumentar su gratitud y su fidelidad.
¿Pero podia ésta crecer? La gracia de conocer con un espíritu pro
fético lo venidero, el don de los milagros con el cual alguna vez resu
citó muertos, la union íntima consigo mismo á que lo habia Dios ele
vado, los dulcísimos raptos que le habia hecho gozar, las conversacio
nes llenas de suavidad que le habia hecho disfrutar muchas veces con
la Reina de los Angeles, habian sido carbones abrasadores que habian
inflamado su pecho; y la libertad prodigiosa que le hizo obtener cuando
menos la esperaba, sería quizá como aceite que arrojado en aquel incen
dio, le hiciese tomar un incremento voracísimo. En este caso, ¿quién
detendria ya á Antonio en este valle de miserias ? Su espíritu volaba ya
como el fuego á lo alto, y la muerte que le sobrevino el año de 1459, á
los 69 de su edad, le facilitó la entrada en las mansiones eternas de la paz.
Sus escritos, sus muchos y continuados milagros que en vida arrebataron
la admiracion de los pueblos, la continuaron despues de su muerte hon
rada con nuevos prodigios. El culto que desde entonces le tributaron fue
aprobado despues por Pio VII, concediendo oficio y misa al Clero de No
vocomo y Vercelis con sus respectivas Diócesis.
Como un jumento en las manos del que le conduce, así soy yo en tu presen
cia, decia el Real Profeta, y han repetido los Santos con las obras á lo me
nos. Dejarse llevar y conducir por la mano de Dios donde quisiese llevarnos, en
esto estaría nuestra dicha. Todo entonces nos sucederia prósperamente; pero
queremos que se haga nuestra ciega voluntad, y de ahí nuestras desgracias,
y nuestro infierno en esta vida y en la otra.
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Tan buena esposa como habia sido buena hija, miraba en su consorte
á un superior, y le obsequiaba y le servia como á tal, respetándole, di
simulando cuanto podia dar motivo á disgustos, y descargándole en to
dos los cuidados de la casa y familia. Madre de sus criados, cuidaba de
ellos con la ternura de tal, velaba porque nada les faltase, y socorria
sus necesidades con una afabilidad y una prevencion, que ganaba y
atraía los corazones de todos. Esto le daba una imponderable ventaja
para estimularlos á que fuesen virtuosos, y la santa matrona se aprove
chaba de ella para corregirlos, para instruirlos, para enfervorizarlos en
el servicio y amor de Dios. Hecha un argos de sus costumbres, traba
jaba porque nada hubiese en su casa que pudiese merecer la indigna
cion divina, y cumplia con lo que tan particularmente encarga el Após
tol á los señores fieles. \
Empero no paraba aquí. Antes bien, así como un astro luminoso
luce primero en sí mismo, ilumina despues su órbita, y difunde por úl
timo sus resplandores á todas partes, así Juana santificándose á sí mis
ma primero, y trabajando en la santificacion de los suyos despues, di
fundia por último los rayos de su virtud y de su beneficencia hácia to
das partes. Con su asistencia al templo, con su recogimiento y devo
cion en él, edificaba á cuantos la veían : con sus limosnas, con sus con
R%
84
sejos saludables llevaba los socorros á los hospitales y á las casas de los
necesitados, y los consuelos á los corazones desolados y afligidos. Cual un
ángel se hallaba en todas partes, y multiplicaba en todas partes los
efectos de su beneficencia compasiva... Pero eran necesarios tomos para
siquiera bosquejar esto. -
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¿Qué bellos son los pies de los que evangelizan la paz y los verdaderos
bienes / Jesucristo los sigue, dice san Gregorio el Grande, porque su predi
cacion nos hace templos dignos en que el Señor habite,
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Sabe vivir sin pecado quien sabe orar santamente, decia el águila de la
Iglesia san Agustin, y repetia con mucha frecuencia nuestro Santo. Nues
tra vida es un reloa , dice el venerable Granada, y en la oracion debe bus
carse el peso que equilibre y ordene nuestros afectos, que son las ruedas de
él. ¿Qué es una máquina de estas sin peso, cuerda , &c. ? Pues eso es
la vida del hombre sin oracion.
39
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de Predicad ¿16 de 49
Palom/culº -
9
SAN JACINTO.
San Jacinto, hermano carnal de san Ceslao (véase la estampa 36), fue
lo mismo que él un modelo de candor, de inocencia y de virtud en su
niñez, un egemplar de pureza y de buenas costumbres en su juventud,
y un espejo de santidad y de perfeccion cristiana en todo el resto de su
vida. Tantas prendas unidas á un talento y una erudicion singulares, le
merecieron una canongía de la Iglesia catedral de Cracovia, cuyo cabil
do en noblecia nuestro Santo, y cuyo pueblo edificaba cuando su tio Ivon
ó Juan, Obispo de la misma Iglesia, le trajo consigo á Roma para que
le acompañase en el canino, ó acaso con otras miras que la historia mo
nos ha trasmitido. El hecho es que la Providencia se valió de esta veni
da como de un medio para sacar á Jacinto del siglo, é introducirlo en el
secreto de los claustros para que saliese despues lleno del espíritu de Dios
á llevar su nombre á las naciones.
La Religion de santo Domingo le recibió gustosa en los suyos, y en
verdad que podia mirar como un dia fausto para ella aquel en que el mis
mo santo Patriarca le vistió con sus sagradas manos el hábito de los Pre
dicadores: con el hábito le comunicó su espíritu, su valor, sus luces, y
hasta su genio. Es esto tan cierto, que cuando la historia nos presenta á
Jacinto en Polonia, su patria, adonde volvió luego que se halló bien
instruido de los deberes que le imponia su profesion, creemos ver en él
al mismo santo Domingo, que se habia quedado en Roma. Humilde, mo
desto y casto como su gran Padre, era al mismo tiempo como él, un
verdugo y un enemigo de su carne. Como Domingo despedazaba sus es
paldas con la disciplina, hasta que la sangre corria con abundancia de
las llagas. Cual Domingo se mortificaba con el ayuno y la parsinonia, y
á semejanza de Domingo, en fin, pasaba las noches en la Iglesia sin to
mar otro descanso ni en otra cama que un rato que se recostaba sobre la
peana de algun altar.
Nada mas fácil nos sería que llevar este paralelo hasta el fin, hacien
do oir en las heladas montañas del Norte el eco de las voces que Domin.
go daba en el Mediodia de la Europa, y haciendo ver los rayos que di
fundia este sol español en nuestros climas, reflejados del modo inas bri
llante en las regiones septentrionales por su parhelio el Polaco Jacinto.
Les pintaríamos semejantísimos hasta en lo que parece el carácter espe
cial de santo Domingo, que fue la devocion y la ternura á la Reina de
los Angeles; pero nos estenderíamos mas allá de lo que deseamos, y es
forzosa la brevedad. Limitémonos pues á Jacinto, que penitente y mor
tificado se preparaba á ser el instrumento de la santificacion agena, por
los mismos medios con que se santificaba á sí mismo. Nada mas pre
cioso para él que el tiempo; lo gastaba con suma economía, empleando
en el estudio, en el confesonario, ó en aprovechamiento de otros, el
que le quedaba de la oracion y de sus egercicios de piedad. Todos sus
momentos le dejaban alguna ganancia, ninguno de ellos perdió. Así es
que cuando el celo le condujo á las misiones iba como una nube carga
- 3:
92
da de preciosos rocios de gracia y de doctrina, capaces de hacer produ
cir frutos de justicia y de vida eterna á los corazones mas incultos y
estériles. -
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95
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sAN DIEGo DE MEVANIA,
Halo prodigios que anunciaron, cuando nació, lo que habia de ser en
adelante el glorioso Diego de Mevania. Hijo de padres piadosos y no
bles, recibió de ellos una educacion cristiana que la gracia perfeccionó,
ilustrándolo bien desde luego en lo que es este mundo y sus bienes, y
en el modo con que el hombre debe usar de aquél y de éstos, para que
no le causen detrimento. Despreciólos, pues, (es el mejor uso que de
ellos podemos hacer) y cambiando las esperanzas del siglo con la obscu
ridad del claustro, tomó el hábito de Dominico, y empezó á demostrar
con los milagros que hacia, y con la santidad en que se aventajaba á todos,
que no fueron vanos ni infundados los pronósticos que se hicieron en su
nacimiento. No podemos decir de él que subió de virtud en virtud, y su
cesiva y paulatinamente á la cumbre de la perfeccion religiosa, puesto que
siempre se le vió perfecto; á no ser que digamos haber comenzado á su
bir por donde suelen acabar los mas aventajados y provectos. En el mis
mo noviciado era un espejo de santidad que humillaba á los mas santos:
tanta era la ventaja que les hacia. Sus Prelados convencidos de ello, cre
yeron que debian proponerle á la vista de los mundanos, para que imi
tasen sus virtudes; y con este objeto le encargaron el oficio de la predi
cacion, cuando a penas tenia los 25 años.
No podia haberse hecho mejor uso del tesoro de gracias que Dios ha
bia depositado en él. Cual un Apóstol se dejó ver en los púlpitos, hacien
do mudanzas predigiosas en los corazones de cuantos le oían, y dester
rando de todas partes el error, los vicios, y la maldad. La heregía de
los Nicolaitas cayó en tierra, y fue reducida á nada por el impulso de
su triunfante elocuencia, y lo que es aun mas que esto, el mismo here
siarca ó corifeo de la maldad cayó en las redes de Diego, pues se con
virtió y retractó sus errores. -
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Emperº san Luis Beltran á ser santo casi cuando empezó á vivir. Se
sabe que fue su patria Valencia, y que nació de una familia honrada;
pero se ignora comunmente el que no bien habia salido de la infancia,
cuando ya sabia mortificarse durmiendo en el duro suelo el poco tiempo
que quitaba á las obras de piedad, en cuya práctica juntaba incansable
los dias con las noches. Podíamos decir que con sus prácticas piadosas ha
cia dias de las noches, porque es cierto que vestido como buen soldado
de Cristo de las armas de la luz, no hallaba ni veía obscuridad ó timie
blas en sus noches. Todo para él era bien claro, todo le era luminoso; y
por tanto no pudo el mundo seducirle ni engañarle, porque á favor de
la luz del cielo descubrió su vanidad, y lo digno que es con todas sus
pompas de desprecio. Trató, pues, de huir de sus lazos cuanto antes, y
habiendo encontrado en la Religion Dominicana un retiro segun sus de
seos, se escapó de entre las manos de sus padres, quienes se esforzaron
é hicieron jugar mil poderosos resortes para retenerlo en el siglo, y se
fue á encerrar para siempre en los claustros del Gran Domingo.
En ellos se dejó ver como un ángel, ó como un maestro de perfec
cion, que acusando de flojedad aun á los mas fervorosos, aspiraba de ca
da vez á lo mas sublime. Los ayunos, los azotes, los cilicios y las vigi
lias eran mortificaciones nada estrañas á su cuerpo, quien acostumbrado
de antemano á ellas, se hacia mas fuerte de cada vez para sufrirlas. La
oracion, la compostura esterna é interna, y la pureza que son á ellas con
siguientes, tampoco le eran desconocidas; pero siendo de dia en dia mas
fervorosas, le unian de cada vez con mas intimidad al Ser inefable, obje
to de todas sus afecciones.
No podia esto ser desconocido por mas que quisiese esconderlo la hu
mildad, ni los que lo conocian podian dejar ocultas y abandonadas unas
luces de que debia sacarse mucho provecho. Por eso, aunque jóven, le hi
cieron maestro de novicios, los ilustres discípulos que formó, demos
traron que no podia haberse hecho eleccion mas acertada. La casa de Pre
dicadores de Valencia se llenó de hombres poderosos en obras y en pa
labras, á quienes Luis habia enseñado los rudimentos de la virtud, y hu
biera sido felicísima con solo que Luis hubiera seguido muchos años en
este tan interesante como dificil oficio. -
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¿cobo pEULMA
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() C. Parza,
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SAN JACOBO DE ULMA,
San Jacobo, natural de Ulma, ciudad del imperio de Alemania, de
bió á la Providencia el tener por padre un hombre recomendable por el
esmero con que le educó, y por la piedad que supo inspirarle desde lue
go. Tambien le debió un corazon bueno, que dócil á las instrucciones de
su padre, sºro aqrovecharse de ellas aun desde niño, puesto que en es
ta tierna edad mo-.ábia para él ocupacion mas dulce y deleitable que la
de oir á los predicadores del Evangelio, y asistir en los templos á la ce
lebracion de los santos oficios. Creció con el tiempo su devocion, y ésta
le inspiró el designio de visitar los lugares santos, especialmente los que
encierra en sí la Metrópoli del orbe cristiano. Pidió á este fin licencia á
su padre, y obtenida, marchó, visitó el sepulcro del Príncipe de los
Apóstoles, y tantos sitios como en Roma hay adornados con la sangre
de los infinitos Mártires que en ella dieron su vida por la Religion; lo
grando tantos incrementos su piedad, que se decidió á, no buscar ni que
rer en adelante ninguna otra cosa mas que á Dios. Con tan santas in
tenciones volvia á su patria, por Bolonia, y quiso Dios que se detuvie
se algunos dias en esta ciudad, en los que habiendo visitado algunas ve
ces la Iglesia de santo Domingo, y admirado la regularidad y santa vi
da de los religiosos de aquella casa, se enamoró de su instituto, y pro
puso vivir en él, escondido con Jesucristo en Dios. Olvidado, pues, de
la casa de sus padres, de su patria y, demas relaciones, y olvidado tam
bien de su literatura, en la que estaba medianamente instruido, pidió
por humildad y recibió con sumo placer, el hábito de religioso lego.
No bien le hubo recibido, cuando se dedicó todo entero al servicio
de Dios con tal fervor y desprecio de sí mismo, que al cumplir el año
de probacion, era un modelo de humildad la mas profunda. Se ponia de
rodillas ante los otros religiosos, sus hermanos, y les pedia con el ma
yor encarecimiento que olvidasen sus muchas y graves faltas, y no le -
despidiesen de su santa compañía. ¡Qué delicadeza de conciencia! Nacia
ella sin duda del bajo sentimiento que tenia de sí mismo, el cual le ha
cia mirar como delitos enormes las faltas casi imperceptibles de que la
miserable humanidad no está exenta, aun en los justos: pues por lo de
mas, Jacobo habia llegado á un grado de perfeccion poco comun, y que
ignoramos si tendria igual entre los mismos, cuya compañía deseaba con
tanta ansia. - -
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¿Qué puede el demonio contra los que te aman, oh Dios mio Él sir
ve antes bien para glorificar á los que ée temen, y deberá ser muy ridí
culo el temor de los que espantados del demonio , dejen perezosos ó co
bardes de seroirte, ¿No redujo á nada sus arterías Magdalena º ¿ por qué
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ésta no la niega el Señor á los que fervorosamente se la piden.
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incremento admirable. Sería menester un gran volumen para referir con
dignidad la grandeza de su amor á Ebios, y la fineza con que Dios la cor
respondia. Extasis, arrobamientos, revelaciones, visiones, milagros, pe
ro esto es poco: se deshacia de ternura Magdalena al oir el nombre de
su amado Jesus, y Jesus se con placia en magnificar y hacer feliz de to.
dos modos á su amante Magdalena. Hacia que la visitasen los bienaven
1urados en sus respectivos dias, se recreaba como niño en su regazo las
fiestas de su nacimiento, circuncision, &c.; espresaba, los viernes santos
con especialidad, en el cuerpo de su querida todas las circunstancias de
su pasion, haciéndola sudar sangre por la frente y por todas las demas
partes por donde él la habia derramado: la vestia finalinente de su glo
ria el dia de su resurreccion gloriosa, y la enchia de sus dulzuras cuan
do entraba dentro de ella Sacramentado... tan sin medida... tan inefable
mente, que no nos es dado el poderlo ni aun indicar.
Proporcionado á la caridad de Magdalena, debia ser y era con efec
to su amor al prógimo. Misericordiosa, cuántas veces se quedó sin ali
mnento por dar de comer al necesitado! Sus entrañas se conmovian al en
cnentro de un pobre, y su compasion la hacia que se multiplicase para
asistir á los enfermos, para remediar á los faltos, para dar á todos lo
que el estado de cada uno pedia. - *,
¿Qué puede el demonio contra los que te aman, oh Dios mio Él sir
ve antes bien para glorificar á los que se temen, y deberá ser muy ridí
culo el temor de los que espantados del demonio, dejen perezosos ó co
bardes de seroirte. ¿No redujo á nada sus arterías Magdalena º ¿ por qué
no podremos hacer nosotros lo mismo º Con la gracia todo nos es facil, y
ésta no la niega el Señor á los que fervorosamente se la piden.
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da contento cuando consuma el sacrificio de sí mismo á gloria del sumo bien.
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Con todo no era ésta siempre tan grande como la que le producia su
celo por la salvacion de las almas. Arrebatado del deseo de ganarlas to
das para Dios, se le vió muchas veces correr con una cruz en los bra
zos por las calles de la ciudad, arguyendo á los pecadores, reprendiendo
á los protervos, y enseñando á los niños de todas clases los rudimentos
de la virtud y de la fé, con tal suceso que fueron muchos los que con
virtió, y muchos á los que inflamó en el amor divino. En estas conver
siones era indecible lo que ganaba, ya para la otra vida, como es de supo.
mer, y ya tambien para ésta por el consuelo inefable que con ellas sentia.
reciendo pues de este modo en merecimientos, llegó por último el
dia de su deseo, en que se unió para siempre con el que amaba su cora
zon. Despues de haber cegado en fuerza de llorar los pecados de los hom
bres, y despues de haber sufrido con una resignacion sublime los dolo
res y la enfermedad con que Dios quiso regalarle, se fue á gozar de su
vista el dia 13 de octubre del año 1319. El don de profecía con que le
ilustró el Señor, los muchos milagros que obró aun en vida, los resplan
dores, la suavidad de los olores con que á presencia de los pueblos le
honró el Dador de todos los bienes, le conciliaron el culto que siempre
ha recibido, y que el Papa Pio VII aprobó, concediendo oficio y misa á
toda la diócesis de Rímini, y á todo el Orden de Predicadores.
¿ Qué hay tan bueno para mí como el estar siempre unido á mi Dios!
Quien conozca lo que gana trocando al mundo por Dios, la vanidad por la
verdad, la miseria por el sumo bien, no tardará en despreciar las coronas
por buscar á este Señor en el rincon mas despreciable,
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Cuida Dios de los pollos de los cuervos, y los alimenta cuando sus pa
dres los abandonan. Cristiano, y tú no confiarás en la Providencia de un
Dios tan bueno jno depondrás todos tus cuidados en el seno de un Padre
tan benéfico! Mira su cuidado con este Santo, y no dudes de que tendrá co
razon de padre para contigo, si tienes tú corazon de hijo para con él.
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¡Qué grandeza de alma tan sublime! ¿ Hay un héroe que así haya
vencido el mundo, despreciado el nacimiento y riquezas de que tanto se
pagan las almas bajas, y superado las debilidades de la naturaleza, de la
educacion, del sexo? A Margarita, pues, no la faltaba ya mas que la in
mortalidad, y ésta la adquirió cuando fue á gozar en el seno de su Dios
el premio de sus virtudes. Entró en ella el año 1464. En vista de los mu
chos milagros que la santa Princesa obró, así en vida como en muerte,
y que fueron aprobados por la sagrada Congregacion de Ritos, el Papa Cle
mnente X concedió oficio y misa á todo el Orden de Predicadores.
==
No har maror nobleza á los ojos de la verdadera filosofía que la que ad.
quiere el hombre por la adopcion de hijo de Dios en el bautismo. Bajo este pun
to de vista cuán noble es el miembro de Jesucristo cubierto de andrajos y de
laceria ! El comido de gusanos es digno de la atencion y asistencia mas es
merada. El mejor nacido no se degrada obseguiándole.
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129
Es muy bueno para el hombre llevar desde luego sobre sí el rugo sante
de la ley de Dios. Cuanto mas temprano se carga, con tanta mas facilidad
se lleva, porque es mucho menor el trabajo que hay en vencer las pasiones
tuernas entonces y débiles.
I N D IC E
de los meses, dias y páginas en que se halla cada uno de los
Santos, cuyas láminas y vidas componen este libro.
MAYO.
San Pio W. . . . . . . . . . . . . . . . . á 5. . . . . . . e e • • d • 0 •
JUNIO.
Peato Sadoc y Compañeros Mártires. . á 2. . . . . . . . . . . . ... 67
Beata Osanna de Mantua. . . . . . . . á 18. . . . . . . e e º e e º e e 69
JULIO.
AGOSTO.
La Santa Abuela. . . . . . . . . . . . . á 2 e e º s º e e 83
N. G. P. y Patriarca, su hijo. . . . . . á 4. . . . . . . . º e e e º e e 85
Beato Agustin Lucerino. . . . . . . . . á 8 . . . e e e e º a e e 87
Beato Juan de Salerno. . . . . . . • . á 9. . . . . . . . . . . . . . . 89
San Jacinto. . . . . . . . . . . . . . . . á 16. . . . . . . . . . . . . . • 9I
Beata Emilia Biquer. . . . . . . . . . . á 17. . . . . º- 4 e º e s e s e 93
Beato Jacobo de Mevania. . . . . . . . á 23. . . . . . . . ... . . . . 95
Santa Rosa de Lima. . . . . . . . . . á 3o. . . . . . . . . . . . . . . 97
- - SETIEMBRE,
Beata Catalina de Raconíaío. . . . . . á 5. . . . . . . . . . . . . . . 99
Beato Francisco de Posadas. . . . . . á 2o. . . . . . . . . . . . . . . IO I
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