PARASITE
PARASITE
PARASITE
Antes del estreno de Parasite, el nombre Boon Joon-Ho no aparecía más que en un cuadro
de Netflix con la película ‘Okja’ y en las puertas de algunas salas de cine independiente con
títulos como ‘The Host’. Después de la proyección de Parasite, Boon Joon-Ho arrasó
poéticamente los premios Oscars; fue reconocido con la Palma de Oro en Cannes, recibió
más de un Globo de Oro y pasó a ser el nombre más aclamado dentro y fuera de los
círculos sociales de cineastas, cinéfilos y simples aficionados al cine.
Muchos críticos, optan por pensar que la ‘obra maestra’ del director surcoreano, se trata de
una nueva muestra artística que reivindica –una vez más– la lucha de clases a través del
“Hell Joseon” (concepto usado por la juventud para mostrar su enojo social); otros tantos
creen que se trata de lo que para Marx sería un sueño húmedo: la exposición de las
debilidades del capitalismo, la revelación de los puntos de quiebre de la ascensión neo-
liberal, en sí: la desnudez de un sistema económicamente esquizofrénico, que permanece al
borde de la desigualdad y el colapso súbito. Sin embargo, ninguna de las dos
interpretaciones acierta en un cien por ciento, ya que no son totalmente fieles a lo que
Parasite nos muestra en pantalla.
En realidad no podemos afirmar con certeza, que ‘Parasite’ nos muestra los efectos de la
lucha de clases; principalmente, porqué la película de Boon Joon-Ho, nos retrata la vida de
un subproletariado, de un padre sin planes o esperanzas, capaz de poner a su familia a la
deriva, con tal de seguir un destino labrado a partir de decisiones azarosas y caóticas. Por
tanto, no se trata de un obrero, ni mucho menos tiene el orgullo proletario, ni la casta de
lider. Así que, Parasite, flaquea por la ausencia de uno de los personajes principales de la
lucha de clases: el obrero; el verdadero obrero de a pie, de pico y pala. El tipo duro que
madruga a la intemperie y hace frente a las atrocidades del sistema, sin dejar que le
arrebaten sus últimos rastros de dignidad.
Diría Ángel Ferrata, de mejor manera y con palabras más profundas: “(el film), se refugia
en la burla sentimental a los ricos y la exaltación demagógica de los pobres; lo que se llama
pobrismo. Desde luego a esta maratón maniquea en relación a los ricos estúpidos y vacuos,
debe corresponder un opuesto ‘pobre’ dotado de la elemental panoplia del pobrismo y la
mendicidad. Es curiosos cómo se tiene aquí a la burguesía por un lado y al subproletariado
por otro, sin imaginar a la clase obrera”