Efraín Trelles Arestegui. Lucas Martínez Vegazo Funcionamiento de Una Encomienda PDF
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Peruana Inicial
Segunda edición
corregida y aumentada
y hermanos
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CONTENIDO
INTRODUCCION 13
CAPITULO I El Conquistador.............................. 17
CAPITULO m El R ebelde........................................ 61
APENDICE......................................................... 273
E. T.
INTRODUCCION
Villena
i dispu-
supuso
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1 Pease
’-ografía
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nio del
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CAPITULO I
■as :
EL C O N Q U I S T A D O R
■fu
1) Los datos sobre su s p ad res figuran en el testam ento que dejó, AGI Lima 124, así
como en las reseñas biográficas que de 61 hicieron Santiago M artínez, eventual
descendiente suyo, y Róm ulo Cúneo Vidal. En Gobernadores de Arequipa colonial
1539-1825 (en adelante M artínez 1930) y en Fundadores de Arequipa (en adelante
M artínez 1936), S antiago M artínez publica, sin m ayor alteración, una m ism a re
seña biográfica d e n u estro personaje. Semejante duplicid ad registra el caso de la
reseña biográfica hecha p or C úneo Vidal quien la publicó en La Villa de San Mar-
18
eos de Arica y, sin m ayor variación, en su Diccionario histórico biográfico del Sur del
Perú, correspondientes a los tom os V y VI, respectivam ente, de sus recientem en
te editadas Obras completas (en adelante Cúneo V idal 1977) M artínez 1930: 22-
1936:194. C úneo Vidal 1977: V, 74-84; VI, 276-283.
En las crónicas figura indistintam ente como Lucas M artínez Vegazo, Lucas M ar
tínez o sim plem ente com o Lucas M artín. N osotros usarem os cualquiera de las
prim eras fórm ulas. El apellido M artínez es bastante com ún, del Vegazo no ha
sido posible encontrar información.
El cálculo sobre la ed a d d e Lucas M artínez se ha efectuado teniendo en cuenta,
adem ás de su testam ento, su s p ro p ias declaraciones cuando fue p resen tad o
como testigo en inform aciones d e testigos. En la Revista del Archivo Nacional del
Perú (En adelante RANP) en el volum en I, páginas 511, 516. Tam bién en la 44 del
tom o II de los Documentos para la historia de Arequipa (en adelante Barriga 1940).
Lucas declara su edad, adem ás en docum entos depositados en el A rchivo Gene
ral de Indias (en adelante AGI) en Patronato 93, N Q7, Ramo 1; P atronato 93, N° 8,
Ramo IV; Patronato 93, N° 11, Ramo 2; P atronato 97, N° 1, Ramo 1; Patronato 105,
N° 1, Ramo 9, Patronato 107, N° 1, Ramo 2;, P atronato 109, NQ1, Ramo 4; P atro n a
to 113, N° 1, Ram o 8; Justicia 422 y Justicia 1052. Las referencias del AGI las debe
m os al Dr. José A ntonio del Busto. James Lockhart en The Men of Cajamarca (en
adelante Lockhart 1972) le atribuye a Lucas 19 años en la tom a de Cajam arca, lo
que confirm a n uestro cálculo. Este tam poco p u ed e tom arse literalm ente, p u es
casi todas las referencias de e d ad están seguidas de la fórm ula "poco m ás o m e
nos" y los propios conquistadores no tenían generalm ente clara m em oria del año
d e su nacim iento. Term inarem os diciendo que la fecha m ás tem prana que hem os
enco n trad o corresponde a 1510 y la m ás tardía a 1515.
2) En la p ág in a 48 y siguientes de La transformación social del conquistador d e José Du-
ra n d (en ad ela n te D urand 1958) se encontrará u n a excelente interpretación del
contexto histórico y social de esta frase, así com o de las m otivaciones que mo-
19
vieron a los prim eros españoles que pasaron a Indias. Ruggicro Romano, en la
prim era parte de su libro Los conquistadores (en adelante Rom ano 1978), ofrece
un a certera síntesis sobre las m otivaciones d e los conquistadores y las caracterís
ticas generales d e su em presa. Es posible que en la decisión de Lucas M artínez
haya influido alguna relación especial con los Pizarro. N o nos consta q u e ella
existiera ya en este m om ento, pero posteriores rum bos d e su qxistenda perm iten
—cu a n d o m enos— suponerlo. •
En su Pizarro, Raúl Porras Barrenechea anotó la extraña ausencia de datos en los
libros del ayuntam iento trujillano, cuan d o en 1529 Pizarro pasó p o r allí, reclutan
do gente (Porras 1978 y ss.). En cuanto a las fechas generales d e la expedición así
com o d e la invasión y conquista del P erú nos apoyam os en los trabajos del Dr.
José A ntonio del Busto, especialm ente su reciente Historia general del Perú, Descu
brimiento y Conquista. (En adelante Del Busto 1978).
3) AGI Lima 124. A Lucas M artínez le correspondieron solam ente 14 pesos de plata
y unos p u ñ ad o s de chaquira, que po d rían valer otros 2 pesos. Semejante canti
d ad era proporcional a su condición de h om bre d e a pie y personaje, todavía, de
orden secundario.
20
que por ser Lucas uno de los españoles m ás recios que había en Coa-
19 que, iba siem pre a las entradas en busca de comida.
Sin em bargo, Lucas no pasó del todo inadvertido; algo de tinta y
papel habría de corresponderle en Coaque. C uando el testim onio del
s— se
spués, cronista se m uestra esquivo o insuficiente, el del notario resulta el
te año m ejor auxilio para el investigador. Inicial escala de la expedición y es
cdaba cenario del prim er reparto de oro, Coaque fue el lugar en el que se
tar. asentaron tam bién las prim eras cartas d e venta, poderes y obligacio
:ontin- nes suscritas po r estos hom bres en su doble em presa: de conquista y
t, pues de comercio. Es gracias a estas escrituras que podem os saber algo
i costa, m ás sobre el joven Lucas M artínez.
nevita- Entre abril y m ayo de 1531, M artínez Vegazo figuró como testi
los ha- go en un p ar de cartas d e venta de esclavas indias, así como en po d e
an m a- res y cartas d e cancelación de d e u d a s4. C onviene detenerse breve
a Coa- m ente en el carácter m arcadam ente m ercantil de éstos y otros docu
>d e un m entos suscritos en C oaque. H ay que entender que la m ayoría de es
lo cfec- tos hom bres no eran soldados, en el sentido estricto del térm ino. No
[uel lu- habían recibido form al y regularm ente instrucción m ilitar, ni habían
peleado antes en Europa. Eran en realidad aventureros, hom bres con
vocación d e enriquecim iento que debían em puñar las arm as prim ero,
m a era
para m over el dinero y las m ercancías después5.
iba ex
im ente
adición 4) En la Biblioteca del C ongreso de los Estados U nidos se encuentran docum entos
íxpedi- de la época que fueron publicados en dos volúm enes y corresponden a la Hark-
ness Collection (en adelante HC 1932 y HC 1936), en los cuales figura la inform a
iistab a ción que nos interesa.
’ la ex- El 25 d e abril d e 1531, Diego Melgarejo y Alonso de A rellano firm aron una carta
pués^— d e obligación p rom etiendo pagar 35 pesos p o r una esclava india, y Lucas M artí
nez figuró com o testigo junto con Francisco de Lucena, veedor, y Diego M aldo-
nado (H C 1932: 2-3). El 23 de m ayo, Lucas apareció como testigo, junto a Juan
no, en la
G arcía y Pedro d e Alconchel, en u n a carta de poder q u e otorgara Job Fernández,
i), ofrece
trom petero, en favor de Lorenzo H ern án d ez de Soria, m ercader de P anam á (HC
aracterís-
1932: 4). Ese m ism o día, Jorge Griego otorgó una carta de obligación en favor de
M artínez
B artolom é Ruiz, sobre el pago d e 25 1 /2 pesos p o r u n a esclava y Lucas hizo las
i q u e ella
veces d e testigo (HC 1932:3). Lo m ism o ocurrió el 14 d e junio, cuando Diego y
perm iten
M elchor Palom ino se obligaban a p ag ar 140 pesos a H ern an d o Pizarro, p o r una
esclava de N icaragua (HC 1936: 7).
tos en los 5) Lockhart (1972: 17-26) ha tocado con am plitud este aspecto m ilitar de los con
reclutan- quistadores, d em o stran d o que ni ellos m ism os se consideraban soldados, en el
dición así sentido estricto del térm ino, y que la alusión a ellos com o a tales corresponde en
as del Dr. realidad a crónicas y testim onios bastante posteriores.
rú, Descu-
is de plata
inte canti-
adavía, de
21
6) H C 1932: 4. El m arinero se llam aba Juan de Vera y los testigos, adem ás de Lu
cas, fueron Pedro M ilanés y Ximón Suares. Lockhart (1972: 35) ha establecido
u n a distinción entre quienes sabían firm ar y quienes no leían ni escribían.
22
7) RANP I: 567 y ss. Se trata de la declaración que p restó Lucas M artínez en la in
form ación de servicios d e G erónim o d e A liaga. Allí d a una serie de detalles so
bre su experiencia de Cajam arca que sugieren, cuando m enos, que estuvo en el
centro d e los acontecim ientos. Vió y oyó a V alverde cuando le gritó a Pizarro, lo
qu e nos sugiere que peleó bajo las ó rdenes de este últim o.
El detalle sobre la custodia d e T um balá d u ran te el cruce de las balsas a Tum bes
se encuentra en la pág in a 566.
8) AGI Lima 124, Lockhart 1972: 100. Q uien se interese p o r el m anejo y fundición
del m etal precioso p u ed e consultar el trabajo de N oble D avid Cook "Los libros
de cargo del tesorero A lonso R iquelm e con el rescate d e A tah u alp a" en Humani
dades 2, (En adelante Cook 1968).
23
9) AGI Lima 124. En su testam ento Lucas refiere q u e en Cajam arca com pró u n caballo
que le costó 2700 pesos. En el índice del Libro Becerro, RAHP XIV: 228, figura una
carta de obligación de Lucas M artínez a Diego O rtiz de C ariaga, p o r la can tid ad de
1,800 pesos, valor de u n caballo ensillado y frenado, hecha en Cajamarca el 22 de
m ayo de 1533. La extrem a diferencia con el precio que figura en su testam ento
perm ite su p o n er q ue se trata d e dos caballos; m ás todavía si, seg ú n el testam ento,
el de 2,700 pesos fue v en d id o luego en el Cuzco. A p ro pósito de esto últim o, en AGI
P atronato 104 N ° 1, Ramo 5 (otra referencia del Dr. Del Busto) consta que Lucas
vendió a tres estantes en el Cuzco un caballo ru d o ro d ad o en 2,500 pesos. La venta
se efectúo en julio de 1535 y no tenem os p o rq u é d escartar que se trate del mismo
de Cajam arca o de un tercero .
El hecho de que las sum as del p re d o d e los caballos exceda los m ontos de lo
obtenido p o r Lucas en los rep arto s hechos hasta entonces perm ite suponer—
excepción hecha d e las usuales v entas a crédito y el saqueo no registrado—que
quizá ya d esd e entonces Lucas M artínez y A lonso R uiz habían hecho com pañía y
u n id o sus capitales.
24
(11) Este relato de Lucas M artínez fue p arte de la declaración que prestó en la Pro
banza que presentaron los hijos de A tahualpa en 1555, ante la A udiencia de
Lima, reclam ando el auxilio del estado español. El docum ento se encuentra en
AGI P atronato 188. Ramo 6 y h a sido publicado p or U do O berem en Estudios
Etnohistóricos del Ecuador (en adelante O berem 1976), pp. 1-25. Lucas dijo, a la le
tra, lo siguiente: "... este testigo sabe e vido al tiem po que dieron garrote e m ata
ron al dicho A tabalipa dixo que encom endaba sus hijos al governador don fran
cisco pigarro e apercibiéndole d o n Fray Vicente d e balverde obispo de la orden
del sancto dom ingo que olvidase sus m ugeres e hijos y m uriese como cristiano e
q ue si lo quería ser q u e rescibiese el agua de san to bautism o y el tornaua siem
pre con gran llanto a p orfiar e encom endar su s hijos señalando con la m ano el
tam año dellos d a n d o a enten d er p o r las señales que hazia y palabras que dezia
que heran p equeños e q u e los dexaba en Q uito" (O berem 1976: 19-20). John
H em m ing en The Conquest of the Incas (en adelante H em m ing 1970) refiere la
m ism a escena casi con las m ism as p alabras d e Lucas M artínez. H em m ing da
como referencia el artículo "La descendencia d e A tahualpa" publicado p or Gan-
gotena y Jijón en el Boletín de la Academia Nacional de Historia de Quito, 38, N ° 91,
(en adelante, G angotena y Jijón 1958). Destaca q u e tam bién actuaron com o testi
gos Juan D elgado, Pedro d e Alconchel, Inés H uaylas Y upanqui y D om ingo de
Santo Tomás. A sim ism o H em m ing llam a la atención sobre el hecho de que
aquel legado de A tah u alp a fue m encionado p o r Pedro Sancho, Jerez, O viedo y
G arcilaso, (H em m ing 1970: 79-80, 557).
26
12) ; O bcrem 1976: 21. En el capítulo VI ten d rem o s ocasión d e ver d eten id am en te las
cuestiones vinculadas a los cargos de conciencia y escrúpulos que, años des
pués, asaltaron a algunos d e los conquistadores.
13) AGI Lima 124. Los 240 m arcos d e p lata valdrían, seg ú n testim onio del pro p io
Lucas, 400 pesos m ás o m enos.
14) Lockhart 1972: 343-346; M artínez 1930: 30-33; 1936: 159; 1964: 202-206. Tam bién
hay inform ación sobre Lucas y R uiz en el Tom o 1 d e los Documentos p ara la histo
ria de Arequipa, de Víctor Barriga (en adelante Barriga 1939) en las páginas 84-86.
A lonso Ruiz se casaría posteriorm ente con u n a herm an a de Lucas y llegaría a
o cupar u n asiento en el C abildo de Trujillo de E xtrem adura.
27
suerte de este destacam ento. Lucas y su socio, que habían llegado pa
ra triunfar, salieron ilesos y continuaron la m archa, luego de reunirse
con el conjunto de la expedición15.
Juntos en traron a fines d e 1533 a la ciudad del Cuzco. Luego del
asom bro inicial y el saqueo consecuente, correspondía disponer lo ne
cesario para hacer de aquella u n a ciudad de españoles, aunque esto
últim o fuera du ran te algunos años todavía poco m ás que un decir. Lo
prim ero, la fundación española del Cuzco, seguida de la distribución
de solares entre los vecinos. A Lucas M artínez le correspondió un so
lar en H atun Cancha, "m edido el solar de Pedro del Barco y la calle
del Sol abajo". Tam bién se efectuó u n nuevo reparto pues las riquezas
del Cuzco lo perm itían. Lucas recibió esta vez 2,000 pesos ensayados
en oro y u n a sum a de plata equivalente a 1,517 pesos que se sum aron
a la incuantificable cantidad de riqueza que le cupo, de u n saqueo
cuyo m onto en el rubro de ropa fina solam ente alcanzó los dos m illo
nes d e pesos16.
M artínez Vegazo era p ues cada vez m ás rico y las m ercedes no
tenían cuando acabar. Al siguiente año se hizo un reparto provisional
o depósito de encom iendas. Fueron encom endados en Lucas M artí
nez los indios C arum as, de los cuales tom ó posesión a m ediados de
1535, ante el nuevo alcalde del Cuzco. El joven infante que se había
em barcado cinco años atras era ahora caballero, vecino del Cuzco y
hasta encom endero 17.
15) La participación de Lucas en estos com bates, así com o en o tras contingencias
que m ás adelante se verán, se infiere d e su s declaraciones en la p robanza de
M an d o Sierra de Leguisam o, hecha en Lima en enero de 1562. AGI P atronato
107 N ° 1, Ramo 2.
16) Porras, en su artículo "Dos d ocum entos esenciales" en la Revista Histórica XVIII:
92, publica el A cta d e la fu n d a d ó n española del Cuzco, efectuada p o r F randsco
Pizarro el 23 de m arzo d e 1534, en la cual figuran tanto Lucas com o su socio
Ruiz.
Por su parte Barriga (1940: 51) indica en una nota a pie d e pág in a la posición del
solar q u e le correspondió a Lucas M artínez en el Cuzco, a u n q u e sin d ta r un
apoyo d o cu m en tad o claro.
La in fo rm ad ó n sobre lo que le correspondió d e los rep arto s del Cuzco se en
cuentra en AGI Lima 124. Las refere n d as de los cronistas sobre los alcances que
tuvo el cerco del Cuzco son innum erables. Del Busto (1978: 106) reconstruye el
saqueo del Cuzco en térm inos p or d em ás claros respecto a su volum en. La capi
talización lograda p or Lucas hasta ese m om ento d ebió ser notable.
17) AGI Justicia 405. Esta encom ienda fue luego objeto de litigio, como puede apre
ciarse al final del sétim o capítulo. La encom ienda provisional fue efectuada el 4
28
c a pre
da el 4
29
fante peleó bajo las órdenes de Pizarro, cabalgó m ás tarde bajo las de
Soto.
Como jinete de H ernando de Soto le correspondió a Lucas M ar
tínez una agitada participación en las expediciones sucesivas que este
capitán efectuó contra Q uisquís: unas veces acom pañado de Alm agro
y sus jinetes, otras de M anco Inca, Paullu o algún m iem bro distinto
de la nobleza cuzqueña y sus guerreros, quienes habían hecho frente
com ún con los españoles. Los valles del A purím ac y del M antaro fue
ron el escenario de aquella tenaz confrontación en la cual, luego de
los sangrientos enfrentam ientos de C upi, Yacus y M araycalla, el ejér
cito de Q uisquis fue diezm ado y los sobrevivientes obligados a reti
rarse definitivam ente al norte. Posteriorm ente, Soto m ism o se vió
ante la alternativa de abandonar el Perú, pues no había espacio poli
tico ni físico p ara los Pizarro, A lm agro y él.
Años después, Lucas M artínez declararía —luego de evocar las
refriegas d e Vilcas y Vilcacunga, incursiones a C ondesuyos a perse
guir generales d e A tahualpa y a Jauja a socorrer a Riquclm e— que
cuando H ern an d o de Soto dejó el Cuzco para irse a España, él, como
jinete suyo que había sido, lo acom pañó m edia legua fuera de la ciu
d a d 19.
19) A unque en su testam ento Lucas M artínez no m enciona haber form ado parte del
cuerpo d e caballería que com andaba Soto, su participación en los com bates que
éste libró queda fuera de d u d a a la luz de otros testim onios del propio M artínez
Vegazo, recogidos en las p robanzas de M a n d o Sierra de Leguisam o y en la d e los
herederos d e H ernando de Soto. AGI P atronato 107 N ° 1, Ramo 2 y Patronato
109, N ° 1, Ramo 4, respectivam ente . La mejor síntesis sobre los acontecim ientos
bélicos en los cuales destacó Soto y participó Lucas se encuentra en Del Busto
1978: 102-105; 163-166. E d m u n d o G uillén en su re d é n te Visión peruana de la
Conquista (en adelante G uillén 1979) se ocupa del aspecto particular de la resis
tencia in d íg e n a .
Lockhart (1972:190-201) traza u n a reseña biográfica de Soto, ab u n d an d o en el rol
político que desem peñó en la conquista del Perú. En la pág in a 195 hace u n a ob-
serv ad ó n que perm itiría su po n er que Lucas M artínez fue asignado como jinete
de Soto, precisam ente en co n d id ó n d e agente d e Pizarro. "A little south of Tum-
bez, he (Soto) w as involved in a n ear m utiny, or so says Pedro Pizarro; possibly
he h o p ed to attem pt the conquest of Q uito on his own. A fter that the Pizarros
leavened his m en w ith som e trusted friends". Lo que en una traducción libre
nuestra diría: "U n poco al su r d e Tum bez, él (Soto) se vió envuelto en u n a suerte
de m otín, cuando m enos así dice P edro Pizarro; posiblem ente pensó que podía
intentar la conquista de Q uito p or su cuenta. Luego de esto los Pizarro infiltraron
sus hom bres con algunos am igos d e confianza".
30
20) La síntesis general sobre lo ocurrido con los indios de M oguer y Becerril, así
como sobre lo v inculado al Villac U m u, se p u ed e encontrar en Del Busto 1978:
171-175 y en Guillen 1979: 58. La participación d e Lucas M artínez en tales suce
sos consta en AGI P atronato 107 N ° 1, Ramo 2, la ya citada pro b an za d e M a n d o
Sierra d e Leguisam o, así com o en AGI Patronato 93 N ° 8, Ramo IV y P atronato
137 N° 1, Ramo 11, dos docum entos cuyas referencias debem os al Dr. José A nto
nio del Busto.
En el prim ero d e ellos Lucas da fe d e que el presbítero R odrigo Bravo se halló en
la jornada de los A ndes y en el p eñón de Aconcagua. En el segundo, Juan Flórez
de G uzm án, hijo del conquistador Juan Flórez, recu erd a h ab er tenido 10 ó 12
años cuan d o vió salir a Lucas M artínez, Pedro d e los Ríos, su p a d re y distintas
com pañías del Cuzco y traer preso al Villac U m u que se había levantado en los
C ondesuyos. La p robanza de Rodrigo Bravo, cuya tercera p reg u n ta se refiere a la
jornada d e A concagua fue p u blicada en Barriga 1940: 42-53. Las declaraciones de
Lucas M artínez aparecen en las páginas 50-51.
31
21) El docum ento en cuestión (cuya referencia debem os al doctor del Busto) d ata de
1542 y es u n a declaración hecha p o r Lucas M artínez, suponem os nosotros que
con el objeto de acreditar m ejor su derecho a m ercedes. AGI Justicia 422.
Para las cuestiones generales del cerco del C uzco y la rebelión indígena p u ed e
consultarse del Busto 1978:163-206 y Guillén 1979: 58-81.
22) AGI Lima 124. La cantidad de 200 cabezas es una estim ación n u estra q u e nos p a
rece confiable. En su testam ento Lucas M artínez valoró el m onto del ganado ex
prop iado p o r él en 1,200 pesos, afanado p o r restituir y descargar su conciencia.
Por la época en que Lucas hizo su testam ento, 1565, la cabeza d e gan ad o de la tie
rra valía en térm inos generales 6 pesos ra d a una. Si hubo alguna variación en el
precio — con relación a 1536— éste debió ser m enor entonces, p u es la cantidad
de ganado era m ayor y la d em an d a inferior. Esto hace que nuestra estim ación de
200 cabezas de ganado sea el m ínim o estim able d e la can tid ad de gan ad o expro
p iada a los habitantes de C anas y C anchis d u ra n te el cerco del Cuzco.
Los cronistas tam bién ofrecen testim onios al respecto. En la página 144 de la cró
nica de Pedro Pizarro recientem ente editad a p o r la U niversidad Católica (en ade
lante Pedro Pizarro: 1978) se p u e d e leer que d u ran te el cerco se trajeron 2.000 ca
bezas d e ganado del Collao.
32
a p u ede I ii e l lomo III de la Biblioteca Peruana, editado en 1968, se publica, en las páginas
'• l'> (>12 la anónim a "Relación del sitio del Cuzco". En las páginas 530-531 se hace
: nos p a hlm aplé en esta cuestión d e los abastecim ientos. Por otra parte, en Pedro P izarro
nado ex- l'i/H 149 150 se recoge la anécdota en la q u e él, Lucas y otros tuvieron participa-
ncienda. i le en directa. Los otros jinetes fueron Pedro de Hinojosa, Francisco de C árdenas,
de la tie- Miguel I lórez y Miguel Cornejo.
MI Aquella d errota fue inapelable; p ara m enguar los efectos desm oralizadores, H er
ión en el
nando P l/arro manifestó públicam ente que la retirad a de los jinetes españoles
cantidad
podía considerarse una victoria, d a d a s las condiciones y circunstancias p artícu
a d ó n de
la i que se produjo (Del Busto 1978:201). La participación d e Lucas consta en
o expro Ai .1 l'alronnlo 107, N° 1, Ramo 2, citado anteriorm ente .
le la eró-
ten ade-
2.000 ca-
33
llam ada prim era guerra civil. Conocem os apenas u n incidente ocurri
do entre él y el capitán Gabriel de Rojas, uno de los tres capitanes que
habían tenido a su cargo la caballería du ran te el cerco del Cuzco. Este
Rojas había 6Ído hom bre de confianza de H ernando Pizarro, pero lle
gado el m om ento del ingreso de Alm agro al Cuzco, defeccionó y
tom ó p artido por este últim o.
En una inform ación —hecha por A lm agro contra H ernando Pi
zarro— se consigna que Lucas tuvo en una ocasión u n cam bio de p a
labras con el capitán Gabriel de Rojas, enem igo ya de H ernando y
G onzalo, los cuales en lugar de frenar a M artínez Vegazo se expresa
ron a favor de él y le insinuaron que hiriese o m atase a Rojas. Lucas
se le cruzó al po r entonces alcalde Rojas en la plaza del Cuzco y,
agraviándolo en público, sacó la espada para m atarlo. Rojas en carec
ió a Lucas, pero H ernando logró sacarlo d e prisión y aún decía que
Lucas — por ser m uy m uchacho—había com etido un error en no m a
tar a Rojas25.
Lo anterior nos presenta la im agen de u n M artínez Vegazo abier
tam ente partidario de los Pizarro, que sin em bargo no corresponde a
su abstención en el encuentro del puente de Abancay y en la batalla
final de las Salinas. En am bos enfrentam ientos Lucas no estuvo en
ninguno d e los bandos beligerantes26.
27) La inform ación sobre la encom ienda de C arum as se encuentra en AGI Justicia
405, la d e los U binas (cuya referencia tam bién debem os a la señora M aría Rost-
w orow ski d e D iez Canseco) corresponde a AGI Justicia 436. De am bos casos nos
ocuparem os en el sétim o capítulo.
La escritura q u e d em u estra la presencia d e Lucas en Lima d ata d el 6 d e noviem
bre d e 1537. En ella Lucas se p u so d e acuerdo n ad a m enos que con el Licenciado
Benito Suárez de Carbajal y el V eedor G ard a d e Salcedo p ara hacerse cargo de
los puercos que ellos p oseían en el asiento de C huquitanta (RANP XXVII: 75).
S orprende el contenido d e este d ocum ento p u es no corresponde ni es congruente
con la posición q u e p o r entonces tenía ya Lucas M artínez. ¿N o sería esta la oca
sión p ara p erm an ecer m ás tiem po en Lima, sirviendo p re d sa m e n te a tan ilustres
personajes?
co o Lima, a cam bio de lo por ganar en A requipa. Prom etedoras enco
m iendas y generosas m ercedes de tierras y solares esperaban a quie
nes estuvieran dispuestos a cam biar de aires.
Lucas M artínez reunía esas condiciones. H abía estado en la con
quista desde el com ienzo, era vecino del Cuzco pero ahí su lugar
—quizá por ser m uy joven todavía— era a ú n secundario. Estas consi
deraciones (m ás todas las que no hayam os sido capaces de percibir
cuatro siglos después) m ovieron a Pizarro a elegir a M artínez Vegazo
como vecino de A requipa y dotarlo de u n a encom ienda nueva, en
buena cuenta la definitiva, y a Lucas —cercano a cum plir los treinta
años— a aceptar la nueva situación. T erm inaban sus días de conquis
tador, au nque volvería a e m p u ñ ar las arm as: com enzaban los tiem pos
de ganarse u n sitial como rico colono, poderoso encom endero y p ró s
pero com erciante.
35
loras enco
jan a quie-
»en la con-
ú su lugar
istas consi-
de percibir
lez Vegazo
nueva, en
los treinta
le conquis
os tiem pos
ero y pros-
CAPITULO II
EL E N C O M E N D E R O P R O S P E R O
región inscili
P, , 1 . I * tiiiii'iil.i. ii'm co rrespondiente a la fundación de A requipa y sus anteceden-
poblar la CIU imh n. mmli n im Barriga 1939: 61-62, 66-67, 75-76, 79. El acta d e la votación está
C i l m i. .1. I.-i luí mía y según el propio Barriga, quien sigue en este p u n to al doc-
l"i I i iii. lavlci Helgado, se encuentra incom pleta. N o figura, en la p arte co
cada, con alguna .. . i l . ,1 v. >tn de I ,ucas M artínez. N o cabe d u d a sin em bargo sobre su condición
luestro trabajo en jl" lum ia.I.n . I.■ Arequipa.
mposición de la c B.illlg.l I " '1' III l i l e p ilm er reparto d e tierras debió estar acom pañado de otro
11" Mullan v nulnii"! A laicas le correspondió el área que actualm ente ocupan la
e se estaba encon IrI*"»Mi I • l.ni'ilin ilel convento de San Francisco. Posteriorm ente, am bos socios
'.nda de Arequipa. ! " ’ ..... ... " " 1' " I'«»i•>np¡iH-lao, Paucarpata y Yarabam ba.
i Polo de Ondegm
lo que daba ni ni
orno referencia la
41
m ism a casa sin diferencia alguna, teniendo un solo patrim onio co
m ún, sin m ayor división y haciendo el uno la voluntad del otro6.
La am istad entre Lucas M artínez y Alonso Ruiz había llegado a
tal extrem o de unión que en térm inos em pleados por ellos m ism os
era tan u n a y m ism a y conform e que no se podía pagar del uno al
otro y viceversa, sino conjuntam ente po r vía de m atrim onio entre
Ruiz e Isabel M artínez, herm ana de Lucas. Fue por ésto que am bos
socios concertaron el desposorio. El m atrim onio había sido consulta
do prim eram ente a los p adres de la novia e incluso, aceptado por ella
m ism a. Ruiz se com prom etió, en la escritura que venim os glosando, a
em barcarse en el prim er navio que partiese a España a cum plir su pa
labra. En respuesta, Lucas M artínez dotó a su herm ana con dos mil
pesos y Alonso Ruiz, —puesto que Isabel M artínez lo venía esperan
do bu en tiem po— aportó otros d o s mil pesos para la dote de la novia.
En realidad la docum entación sobre los socios, correspondiente
al m es de octubre de 1540, es tan abundante porque se estaba prepa
rando la p artida d e Ruiz, quien acabaría dejando el Perú de m anera
definitiva. El retorno de Ruiz, tardío respecto al de quienes dejaron el
Perú apenas obtenido el prim er oro, ha llam ado la atención de quie
nes han visto en él un prim er caso de incidencia lascasiana en el país,
u na verdadera cuestión de escrúpulos y conciencia. Según Garcilaso,
Ruiz poco m enos que se detuvo a predicar a un indio anciano, m ien
tras sus com pañeros saqueaban el Cuzco. Lo cierto es que Ruiz, quien
parece haber estado angustiado por la licitud de lo obtenido a través
de la conquista, obtuvo licencia para p artir en octubre de 1540 y no
regresó7.
6) La curiosa escritura de la cual hem os extraído estos detalles sobre el trato d e los
socios así com o el p osterior m atrim onio d e Ruiz con u n a herm ana de Lucas, data
del 7 d e octubre d e 1540. H a sido publicada íntegra en Barriga 1939: 84-85, p a r
cialm ente en M artínez 1930 y 1936. El original se encuentra en AMA L P L O l:
80r-80v, Fuentes: 136.
7) Según G arcilaso, Ruiz poco m enos que se d etuvo a predicar a un in d io anciano
m ientras su s com pañeros saqueaban el Cuzco. Las anécdotas d e G ard laso sobre
Ruiz se encuentran en las p ág in as 91-92 del tom o III de sus Obras Completas edi
tad as en M ad rid p o r Carm elo Sáenz de Santa M aría (en adelante Garcilaso 1960-
65). L ockhart (1972: 343-346) traza una reseña biográfica d e Ruiz con estos y
otros detalles. G uillerm o Lohm ann Villcna, en su artículo "La restitución por
co nquistadores y encom enderos; u n aspecto d e la incidencia lascasiana en el
Fue en este contexto que am bos socios acordaron
com pañía que habían tenido y levantar toda aquella docta
que venim os glosando y felizm ente se ha conservado. Col
con el equilibrio que siem pre habían g u ardado, decidiera!
las cosas de m anera tal que Lucas se qu ed ara con el rucio y
fino, la m orisca Beatriz (con quien tendría hijos), las casas
del Cuzco y las que le acababan de ser asignadas en Arequi
parte Ruiz retendría el otro caballo, el negro Diego, las casi
de A requipa y la encom ienda, bien que siem pre fue individ
ca com partieron. Am bos socios pagarían po r partes iguale
das de la com pañía y dividirían entre ellos, proporcionalm
lo que p u d ieran cobrar.
Por últim o, Ruiz firmó una escritura d e obligaciói
constancia de cómo llevaba a España una buena cantidac
plata que am bos com pañeros habían ganado en la g uerra dt
ta y en el cerco del Cuzco. Era p o rtad o r de cinco mil maree
fina, de valor estim ado de veinte mil pesos, y dos m il cua
pesos d e oro de doce kilates. Debía venderlos en Sevilla, o
dinero en beneficio d e am bos socios8.
Antes de partir, el socio d e Lucas dejó una carta d e de
favor d e Isabel Ruiz, a quien reconoció como hija ilegítim a
cebida po r su criada Francisca M iranda. A esta su hija le i
m il pesos de plata blanca, que le correspondían d e los dos
la com pañía debía Pizarro. Lucas M artínez se los debía entr
bel Ruiz una vez cobrados. En caso que no se p u d iera cobi
da, Ruiz donaba a su hija la granjeria que tenía en el valle d
ajena, por cierto, a la com pañía9. El viaje de Ruiz coincidú
con su elección com o representante de la justicia y regim u
Villa H erm osa de A requipa para obtener m ercedes ante la
romo con los varios encargos que recibió para procurar reconocim ien
tos y m ercedes de carácter particular10.
La p artid a del socio sirvió a Lucas para reforzar sus vínculos
ordaron liq m n España, a juzgar po r u n p o d er suyo en favor de Francisco Martí-
lella docum nrZ/ su padre, y Alonso Ruiz, a quien llam ó "mi herm ano". El otor-
vado. Cons j.,,nte los autorizaba a representarlo ante cualquier juez, cobrar sus
decidieron ,|t.|idas, solicitar en su nom bre m ercedes ante las A udiencias de Espa-
cl rucio y el iyi, Santo D om ingo, Panam á y N ueva España, contraer obligaciones
las casas y |,,,S|a p0r u n valor de cinco mil ducados, com prar rentas y censos y
en Arequip: (,|()rgar arrendam ientos en su nom bre11.
o, las casas De m anera análoga, la perm anencia de Lucas en A requipa era
íe individuí p,ira p ujz u n a garantía de que sus intereses quedarían bien resguar
des iguales c|ati0s. El m ism o día en que fue firm ado el poder anterior, Ruiz otor-
orcionalmei j.y, 0 jr0 en favor de Lucas M artínez p ara tener en adm inistración to
dos sus indios, cobrar deudas, contratar m ozos a sueldo p ara que es- .
obligación (uvieran en su hacienda, tom ar m inas de plata y oro y hacer compa-
t can tid ad ( nías; para cobrar todos los tributos, así como oro, plata u otra cosa
i g u erra de ,|lu. sus indios dieren, dar recibos, revocar y sustituir poderes, etc.12,
mil m arcos
3S m il cuatr
Puede consultarse Barriga 1939: 91-92, 97, 99,105.
Sevilla, o bii Barriga 1939: 87-89, AMA LPL 01: 81r-82r, Fuentes: 136. H ay que recordar que no
existía aú n la A udiencia d e Lim a y m uchos asuntos se ventilaban en Panam á. El
arta d e don poder de Lucas fue o torgado el 7 de octubre de 1540.
AMA LPL 01: 83r, Fuentes: 138. Posteriorm ente, el 15 de octubre, Ruiz habría de
ilegítim a su !) otorgar un p o d er sim ilar en favor de Rodrigo Ximón, el cual debía entregar los
u hija le ce< frutos de su hacienda a Lucas M artínez Vegazo. Este R odrigo Ximón, como h a
le los dos n brá advertido el lector que siga las notas, era hom bre d e confianza d e ambos so
iebía entref cios. El segundo poder se encuentra en AMA LPL 01: 79v, Barriga 1939: 103-104,
Fuentes 150. U na versión extensa de este m ism o p o d er se encuentra en LPL 01:
diera cobrai 159r-160r.
i el valle de m I n realidad d ud am o s que R uiz haya tenido en m ente, d esd e u n principio, viajar
z coincidió a España y no regresar al Perú. Partió en goce d e u n a licencia otorgada por Piza-
y regimien n o, al térm ino de la cual consiguió, m ediante u n a cédula real, su prórroga p or
un año m ás. En m ayo de 1543 obtuvo la extensión de la licencia p o r ocho m eses
les ante la c adicionales. En setiem bre de ese m ism o año le fue concedido otro plazo de doce
meses, con la condición que se em barcase en la p rim era flota p ara las Indias, p o r
el mes d e m arzo d e 1544, so pena d e perder el derecho a su encom ienda. Lo cier
Xlll: 21-69, se to es que Ruiz, cuyos escrúpulos debieron acentuarse con la rebelión de Gonzalo
Pizarro, no volvió. A ntes bien, se presentó ante el E m perador Carlos V a ofrecer
: en cuentra en le lodo lo que había ganado en la conquista, p o r no saber con precisión a quien
i entregar a Li» ilebín ser restituido aquello. Recibió en recom pensa u n juro p erp etu o que asegu-
neda, con exce| i iilni su existencia y la de sus descendientes .
16) Pedro Pizarro 1978: 189-192. La referen d a del cronista form a parte del capítulo
26 titulado "De las m inas que auía en este reyno y los naturales labrauan". La
disgresión sobre T arapacá y la alusión a Lucas es dem asiado larga p ara d ta rla
textualm ente, d e m an era q u e en los siguientes párrafos la glosamos.
Se hablaba, allá por 1542, de una veta principal y m uy i
cuya ubicación los indígenas gu ard ab an estricta reserva. Le
tínez explotaba po r entonces una veta ubicada en una cue
cual anteriorm ente se había sacado plata para el Inca. En re
m inería ofrecía al com ienzo m uy pocas dificultades de ordei
En la cueva de Lucas M artínez, po r ejem plo, la plata se ei
suelta entre la tierra, en form a de unas bolas que los indios
p ap as y que llegaban a valer entre doscientos y quinientos p
una.
N os cuenta Pedro Pizarro que en cierta ocasión le fue
por un indígena que existía u n a veta m ás rica que la que Li
tínez trabajaba. C am ino a ella, el cronista encontró u nas ca
cuales, apenas a u n par d e m etros d e p ro fu n d id ad , se ext
adobes que al ser golpeados dejaban caer una costra de tien
do a relucir una plancha de plata de m uy buena ley. Se er
tanto el cronista con este éxito inicial, que gastó posteriora-
de veinte mil pesos en excavaciones, sin m ayor resultado.
Entretanto, se habían despertado los celos y la codicia
M artínez. Em pezó por regañar du ram en te a sus curacas de
p o r no haberle m ostrado a él cuál era aquella fam osa m in
que Pedro Pizarro acababa, aparentem ente, de descubrir. Tal
las recrim inaciones y am enazas de m uerte po r parte del en
ro, que los curacas term inaron confesando que la veta que
zarro acababa d e encontrar no era la que se suponía, que ell*
trarían a Lucas la verdadera m ina del Sol; que no habían re\
tes su ubicación por tem or a ciertas profecías funestas, res
que ocurriría con ellos y sus sem enteras.
Luego que Lucas M artínez les hiciera entender com pu
te que las profecías d e sus "hechiceros" eran falsas, los <
m ostraron dispuestos a llevarlo a la m ina del Sol. Sin em ba
anterior a la partid a se produjo u n eclipse solar que desani
m orizó m ás aú n a los curacas. Lucas tuvo que apelar a i
argum entos explicando que los eclipses eran fenóm enos n
a m ayores m edidas de fuerza. Por fin p u d o vencer la resi:
los curacas, resignados a p artir nuevam ente en busca de
m ina.
IM
I'It‘d ivam ente, los curacas y el encom endero enrum baron ha-
■1 1 la mina, pero estando a m edio cam ino se produjo un fuerte tem -
Mor de tierra que term inó por hacer estériles los esfuerzos y recur-
cipal y m u y rica* 1 1 1 desplegados hasta entonces por Lucas. Los curacas se negaron a
.1 reserva. Lucas*" poli. anunciaron que los m atarían antes de obligarlos a revelar su
i en u n a cueva,*"" telo y no hubo fuerza hum ana capaz de hacerlos cam biar d e acti-
■1 Inca. En realidad
ides de orden tí No encontró, pues, Lucas la m ina del Sol: lo m ás que hicieron
a plata se cncoil"■* cónicas fue llevarlo aquí y allá fingiendo que no daban con ella,
ic los indios llaiLi ,i , i que el propio encom endero desistió. N o obstante, seguía siendo
quinientos pesor! m inero m ás im portante de la región y estam os seguros que —en
mili época en la cual no se había fijado tasas de tributo ni se habían
:asión le fue revfnimado todavía grandes m ercados urbanos en los cuales comerciali-
|ue la que Lucas ,u | m uluctos d e la encom ienda— la m inería constituyó la principal y
itró u nas catasIm.c. m utable actividad económ ica de nuestro personaje,
lidad, se extraía I ,as ganancias de la m inería y las em presas que Lucas tenía en
ostra de tierra, j m ente posteriorm ente instalaría u n a cordonería en Arica, tendría
aa ley. Se entus mi molino en G uaylacana, u n a viña en Ocurica y u n a estancia en Ta-
6 posteriorm enl • "Imi justificaban largam ente una buena inversión en m ano de obra
•csultado. v cu tecnología. En agosto d e 1541, Lucas cerró u n a operación p o r la
y la codicia de 1 com praba ocho negros jóvenes —u n p ar de ellos con algún ofi-
5 curacas de Tai 11<» que le servirían trabajando en sus em presas y en el m anteni-
fam osa m ina di m lentn de su c a s a 17.
cscubrir. Tales I l ’"' mismo mes, Lucas M artínez firm ó otros dos arreglos vincu-
parte del encoir ' , "I trabajo de las m inas, con Diego G utiérrez y Diego García de
la veta que Ped Vill ilmi1" G utiérrez fue contratado por u n año para afinar y fundir
m ía, que ellos lt | ' l 1,1 *(He I uc,»s M artínez tenía en Tarapacá, a cambio d e u n pago de
o habían revelai |M**»rm I Ina de las condiciones del trato obligaba a G utiérrez a en-
unestas, respecl
, . . * * AMA I IM. 01 I99v-200r, Fuentes: 316. Lam entam os desconocer el precio total de
IK cr C O m p u S1V • ■•* « ." lu p ia venta de esclavos, pues la obligación de Lucas con el v endedor,
falsas, los cura |uan 'nlm lie/., correspondía solam ente a u n saldo de quinientos pesos. Los escla
>1. Sin embargo, vón un m e l ló n eran Diego, Juan Ivo, A ndrés, Jordanillo, A ntón M ulato, Juan
1 Calo, o , |o an Sastre y Pedro M osinga. Por los nom bres parece que alguno de
• que desanimó'
albín Inula olb lo Iv.ln fuerza d e trabajo que se incorporaba a los recursos de Lu-
e apelar a reno ■ i ■M allines 'icila biislcnmente destinada a los trabajos en las m inas de T arapa-
■nómenos natur ■a I a i lim pia vi ola aa selló el 18 de agosto d e 1541
ncer la resisten SM \ I l'l III "Obi .’O'/i, 207v 208r; 208r-209v. Fuentes: 330, 331, 332. Todos estos
iba iiiin o t" . li na un firm ados el 23 de agosto d e 1541.
i busca de la fi
49
19) Alonso García, el capitán C ristóbal d e Ervas y Juan C respo otorgaron sendos p o
deres en favor de Lucas M artínez para buscar y explotar m inas en su nom bre, en
tre el 20 y el 22 d e agosto de 1541. M ás ad elante o tras personas harían lo mismo.
AMA LPL: 209v, 205r, 211v-212r; Fuentes: 323,327, 329.
Ruggiero R om ano (1978: 159-173) ha establecido —siem pre a m anera de síntesis
general— la relación entre conquista y econom ía m inera. La im agen que él p re
senta de la in d u stria m inera colonial —d o n d e la clave parece haber estado en la
fuerza d e trabajo— coincide cabalm ente con la hegem onía de Lucas, apoyada en
su condición de encom endero.
20) P uede verse AGI Lima 124, tam bién Tomás T hayer Ojeda, ios conquistadores de
Chile Im prenta Cervantes, Santiago de Chile, 1908: 50, 70, 72 (en adelante, Thayer
O jeda 1908). También V icente D agnino, E l corregimiento de Arica 1535-1784. Imp.
La Epoca, Arica, 1909.
obligaron a ausentarse. En previsión, Lucas otorgó am plios p '
en favor de personas de su m ayor confianza, autorizándolos a f
lo en el entretiem po. Los facultaba, incluso, para otorgar testa (*
en su lugar, quedando como herederos u n hijo natural suyo, lli
Francisco, y los propios a p o d e ra d o s21. 1 I
¿Qué cosa aprem iaba a Lucas M artínez al punto de hao I
m er por su propia vida? Dos m eses atrás — a fines de junio de ¡I
Francisco Pizarro había sido asesinado por "los de Chile", agn 1
en torno a la figura de Diego de A lm agro el m ozo. La proclai 1
de éste como G obernador del Perú, causó general revuelo. 1I
Si bien la ubicación de su encom ienda lo conectaba ne<
m ente con las cuestiones relacionadas a Chile, Lucas M a rtín e z 1
—lejos de estar vinculado a los alm agristas— se preciaba de
firme pizarrista. El propio Francisco Pizarro no hubiera otorga)
encom ienda tan im portante y en zona tan estratégica a algi
cuya fidelidad no estuviera seguro. Fue así que Lucas Martí
unió a quienes desde diversos puntos del Perú se aprestaban
la m uerte de Pizarro y convergían en torno a las figuras de Pe<
varez de H olguín y Alonso de Al varado — quienes se habían
21) La existencia de este hijo n atu ral era hasta el m om ento desconocida por p
y su origen,—aun q u e sospechem os que la m orisca Beatriz lo dió a lú a I
incierto. Este Francisco debe ser el m ism o Francisco M artínez V egazo qu
escritura incom pleta, otorgada en noviem bre de 1555, tuvo que prestar j
to por ser m enor de 25 años. Solam ente se conserva la p arte final del do<
Parece haber sido u n a obligación d e A lonso García Vegazo, herm ano d
con Diego H ernández de la C uba en la cual el joven Francisco habría salí
fiador de su tío. ADA G aspar H ernández 1554-1555: 640. La suposidóii
m atern id ad de la m orisca Beatriz se fun d am en ta en la certeza que tcnen
la existencia d e una hija d e ella y Lucas. Esto últim o se encuentra en A(
cho Indígena y Encom iendas, Legajo 2, C u ad ern o 15 . (en adelante AGI
C15).
Lockhart (1972) deja abierta la posibilidad d e que u n hijo d e Lucas
haya m uerto en la conquista de Chile, siguiendo lo referido p o r Roa y
El reino de Chile. El propio Lucas no hizo en su testam ento ning u n a alusil
cim iento o la m u erte de este hijo suyo. H ubo tam bién un Lucas Martínel
el M ozo que figuró en varias escrituras del XVI. Pero éste era en realidai
A lonso García Vegazo, es decir sobrino d e n u estro personaje.
Los poderes a que nos referim os en el texto y p or los cuales consta la e;
de este hijo Francisco, eventual heredero en caso de u n a súbita m uerte q
se encuentran en AMA LPL 01: 212r-213v, 216r-217v; Fuentes: 337-343. 1
SI
ista la exil
nuerte del
7-343.
53
22) Barriga 1939: 184-186, 190, 392. E i^u n a inform ación d e testigos p resen tad a p o r
Lucas en el Cuzco el 9 de julio de 1548 se preg u n tab a sobre cóm o era cierto que
había tenido tal participación en la cam paña d e C hupas. Diego G arcía de Villa
lón y el bachiller Alvaro M arín declararon favorablem ente a Lucas, afirm ando
inclusive el prim ero haberlo acom pañado al encuentro d e Vaca d e Castro. Poste
riorm ente, cuando en 1575 Toledo efectuó u n a inform ación de servicios d e la ciu
d ad de A requipa, se preg u n tó p or el rol cum plido p or los arequipeños en la g u e
rra de C hupas. H ernando A lvarez de C arm ona, el único que parecía recordar los
nom bres con precisión, m encionó a Lucas entre aquellos que pelearon al lad o de
Vaca de Castro.
Ocho días después de la victoria, los vecinos dirigieron u n a carta al rey, d esd e
San Juan de la Frontera, haciendo u n a porm enorizada relación d e los sucesos y
destacando la participación d e los arequipeños. Lucas M artínez firm ó esa carta
en tercer lugar detrás de H ernando d e Silva y Pedro Pizarro .
La relación escrita p or los vecinos de A requipa fue publicada en la Historia de la
Conquista del Perú de I’rescott (en adelante Prescott 1853) en las pp. 251-252 y
tam bién en Barriga 1939: 167-170. Los detalles de cóm o Lucas y su gente se em
barcaron en busca de Vaca de C astro se encuentran en RANP I: 569-570.
23) Los poderes fueron otorgados p o r Lope d e A larcón, Francisco Osorio y el capi
tán Alonso de Cáceres. AMA LPL 01: 393r-393v, 392v-393r, 395. En los dos ú lti
m os aparece tam bién como ap o d erad o u n tal Alonso d e Cuevas, probablem ente
algún otro m inero asociado a Lucas M artínez. El p o d er de Cáceres incluía a otros
encom enderos com o Pedro Pizarro.
Particularm ente interesante es u n docum ento de dejación firm ado p o r el Presbí
tero A lonso García, hom bre d e confianza d e nuestro personaje, quien afirm ando
haber tom ado dem asiadas m inas en Tarapacá (junto a las que tenían Lucas y su
hijo Francisco) renunciaba a ellas en favor de M artínez Vegazo. Semejante re n u n
ciación, si fue sincera, p uede ser testim onio d e la existencia de u n límite al tam a
ño y riqueza de las vetas que no fueran del encom endero m ism o. Como sea, no
podem os dejar d e maliciar —d etrás de esta operación— la existencia d e form as
m ás o m enos encubiertas de acaparar y controlar u n m ayor nú m ero de asientos
m ineros. AMA LPL 01: 278r-278v, Fuentes 435.
54
24) AMA LPL 01 337r-337v, 338r-338v- Fuentes: 513-514. A sí lo revelan estos dos p o
d eres o to rg ad o s am bos el 3 de abril d e 1543 p o r distintos co m erd an tes en favor
de Diego G a rd a de Villalón. A lonso de Castro y Lucas Fernández de A lm enara,
respectivam ente, querían in tro d u cir m ercaderías en la región de Chile, al m ism o
tiem po que tom ar cuentas a sus apoderados. Para ello otorgaron sendos poderes
en favor de García de Villalón, advirtiéndole que el dinero que recaudase les fue
se env iad o a A requipa en el barco d e Lucas M artínez.
de la cam paña de C hupas, Lucas encontró a los capitanes Dieg
y Felipe G utiérrez em peñados en la com pra de u n navio para
lo a Chile a auxiliar a la gente de V aldivia, que andaba sin alij
ni equipo. La situación aprem iaba: otro capitán de V aldivia,!
M onroy, se veía im pedido de intentar el auxilio po r tierra, d
su falta de recursos económicos. Lucas M artínez tom ó la inic:
envió su propio navio —con Diego García d e Villalón por ca
cargado a su costa de las cosas necesarias para socorrer a la j
ción de Valdivia. Adem ás, ayudó con arm as, cabal~os y dineri
pitán Alonso de M onroy, para que p o r tierra p u d iese inte
auxilio necesario25.
En setiem bre de 1543 arribó con éxito el navio a su desti
vándose de esta m anera Valdivia y los que con él estaban. En u
ta posterior, dirigida a H ernando Pizarro, Valdivia habría de
esta situación en form a por dem ás ilustrativa respecto a Luc
gesto:
" (Lucas M artínez Vegazo) . . . por haber sido serv
M arqués, mi señor, y serlo d e v.m., m e favoreció
navio, quitándolo del trato de sus m inas d e Tarapa
no perdió poco; en el cual m e envió diez o doce m
de em pleo, de arm as, herrajes, hierro y vino pat
misa; que había quatro m eses que no la oíam os p
dél; y con u n am igo suyo que se dice Diego Garcf;
Halón, que v.m. conocería a la p asad a de Panam á
envió para que hiciese dél a m i voluntad y lo gast
los soldados y se lo pagase cuando quisiese y to
que no le diese por todo nada: que d e todas estas
dades usó, p o r ser él el que e s " .26.
25) Barriga 1940: 185-193. Estos datos los p resen taría Lucas en una probai
rior.
26) Pedro de V aldivia Cartas, Santiago de C hile 1970 (en ad elante Valdivia
carta entera se encuentra en las pp . 45-65. La p a rte que hem os citado en
IS
i Ih>i .i
en condiciones d e actuar com o m ilagroso y poderoso protector
li rHln obra. El anónim o peón de entonces se había convertido entre-
m i lo en toda una celebridad.
Mego I No hay que olvidar sin em bargo que, al m argen de los mecanis-
ara en '" " 'l d e solidaridad evidenciados, Lucas M artínez defendía indirecta-
i alim< m riile su propio m ercado al socorrer a Valdivia. A juzgar por su tes-
via, Al • anriito, M artínez Vegazo había incluso equipado previam ente a al-
a, debi HUMOS hom bres que m archaron con V aldivia, sino a éste m ism o. Me-
iniciati 'liante el auxilio naval Lucas "había defendido tam bién su propia in-
>r capit vorslón.
\ la ex) Lo cierto es que años después, el propio M artínez Vegazo no
lineroi |mtardaría tan b u e n recuerdo de esta aventura suya. Ni Chile resultó
intent in i H gran m ercado que se pensaba, ni volvió Lucas a ver los veinte y
laníos mil pesos que — según él— le había costado el socorro a Valdi-
destino • la ".
En una A lrededor de aquel año d e 1543 se p u e d e fijar uno de los
a d e rt pi lludos de m ayor p ro sp erid ad d e Lucas M artínez Vegazo. La ri-
Lucas '|ni /a de sus m inas le facilitaba elevadas sum as de dinero que des
tinaba a diversos fines: d esd e la construcción d e barcos hasta la
servido
ecio CO
trapacé 1 1 AGI Lima 124. Lucas siem pre m iró h a d a Chile. Por su testam ento n o s enteram os
que tam bién había hecho n e g o d o s con gente de la expedición de A lm agro. La
ce mil | m entablem ente p ara él, las cosas n unca le salieron bien en este aspecto. Un am ar
t para go párrafo d e su testam ento es bastante ilustrativo de cóm o consideraba Lucas
tos por sus aventuras de Chile. Leámos: "Yten declaro que en la provincia d e Chile m e
deven cantidad de dineros, entrellos Pedro d e Valdivia, en com pañía d e Diego
Jarcia d
García de Villalón, y d e ellos e ansí otras personas com o parescerá p o r las escri
aamá, r turas que están en m i p o der y en el del dicho D iego G a rd a d e Villalón. Las qua-
' gastas los deudas no señalo, porque aquella tierra es tan p o b re y p erd id a; declaro sólo
y tovic pa que si algo se p u d iera cobrar, se cobre".
'ii En m arzo de 1543, Lucas firm ó dos o b ligadones, en favor de u n o s m ercaderes,
;stas lib por un total de seis m il setecientos treinta pesos. El concepto de las obligadones
ora un conjunto de m ercaderías adq u irid as p o r Lucas M artínez, seguram ente
con la intención de com erdalizarlas ventajosam ente. C om o quiera que la fecha
de esta operación resulta relativam ente cercana al p osterior envió del navio a
0 a la m
Chile, n ad a im pide suponer que gran p arte de aquella m ercadería haya servido,
teresanti ílnalm ente, para socorrer a Valdivia. AMA LPL 01: 331r-331v, 333r-333v; Fuen
1cuya tr tes: 505-508. Los m ercaderes eran A ntonio d e A ran d a en el p rim er caso y H er
ná, estu nando A lvarez y Juan Baeza, en el segundo. Las o b ligadones eran del orden de
los 2,300 pesos a ocho m eses de plazo y 2,430 pesos a diez m eses, respectivam en
te. Las escrituras datan del 16 y 19 de m arzo de 1543.
probanza
aldivia 197
;ado en la 5!
57
29) AMA LPL 01: 317r-318v; Fuentes 485. Se trata d e un concierto entre Luis de León,
regidor, y Juan d e Santa C ruz p ara form ar u n a com pañía que se d edique a la
producción de cal. Santa C ruz se com prom etió, de ahí en adelante, a no fabricar
cal en ninguna o tra parte, salvo la que necesitase Lucas M artínez p ara la cons
trucción de un m olino y una capilla. Es m u y probable que Santa C ruz haya con
traído u n com prom iso con Lucas, previo a la firm a d e esta escritura que d ata del
9 d e febrero de 1543. Suponem os nosotros, p or otra p arte, que el m olino en cues
tión es el qu e Lucas— según su p ro p io testam ento— tenía en G uaylacana.
La inform ación sobre la com pra del solar se encuentra en AMA LPL 01: 346v-
347r; Fuentes: 527. Puede tratarse de las casas que posteriorm ente donó al hospi
tal de naturales.
58
30) AMA LPL 01: 311v-312v; Fuentes: 480. Por el p o der nos enteram os que Lucas te
nía u n a d em an d a puesta contra los h erederos d e Fray V icente d e V alverde,
quien suponem os que m urió sin haber cancelado la d e u d a que tenía con la com
p añ ía d e Lucas y Ruiz. El docum ento autorizaba al licenciado a rep resen tar a Lu
cas ante la justicia local y ante las A udiencias d e P anam á y Santo Domingo.
31) Sobre la so rp ren d en te historia d e esta Isabel Palla encontrará el lecto r m ayor in
form ación tam bién en las páginas del capítulo sétim o d e este m ism o trabajo. En
cuanto a la recuperación de parte d e los C arum as y la obtención de C ochuna,
anotarem os que se llevaron adelante en perjuicio d e H ern an d o d e Silva, en ade
lante enem igo principal de Lucas M artínez .
32) Esto consta en B arriga 1939: 146,151. Tam bién h ay inform ación al respecto en el
Nobiliario de conquistadores de Indias, editado p o r la Sociedad de Bibliófilos Espa
ñoles (en adelante Sociedad d e Bibliófilos Españoles 1892) en las p ág in as 278-
279.
En la sesión del C abildo del 27 de octubre de 1946, se pid ió a P ed ro d e Fuentes
que entregase el p en d ó n de la ciu d ad con el objeto d e tenerlo bien g uardado.
Inm ediatam ente Lucas argüyó que era a él a q uien correspondía su custodia,
p u es había sido traíd o a su costa. AMA LAC 02: 28-29; M álaga, Q uiroz, A lvarez
Indice del libro segundo de actas de sesiones y acuerdos del Cabildo de la ciudad de
Arequipa (en adelante M álaga, Q uiroz, A lvarez 1974): 28.
de m ar. Tenía casas y sirvientes en A requipa, Cuzco y Lim.t
ahora sí, uno de los hom bres principales del Perú.
En este estado de cosas y cuando se encontraba en su I
m iento de Tarapacá, llegaron a oídos de Lucas las prim eras nuil
una serie de acontecim ientos que habrían de convulsionar trel
m ente al Perú, desencadenarían la rebelión de los encomenú
afectarían, d e m anera especial, el transcurso de la vida de |
personaje.
.
'
CAPITULO III
EL R E B E L D E
5) Pedro A lonso de Valencia fue facultado p o r Lucas para adm inistrar su s indios en
condición d e m ayordom o. Juan d e Villareal debía velar en A requipa p o r los
asuntos judiciales q u e nuestro personaje tuviera pendientes. Por su p arte M artín
Pérez y Juan Vélez, tam bién residentes en A requipa, debían cobrar las d eu d as
que M artínez V egazo detallaba en el docum ento d e poder.
BNP A30: 78v-80r; 80v-82r; 82v-84r. Todas estas escrituras datan del 26 de n o
viem bre d e 1544.
6) Fernández I: 60; G utiérrez 11: 339. En la relación del cronista Fernández, Lucas
ocupa el octavo lugar, m ientras en la d e G utiérrez encabeza el g ru p o de vecinos
de A requipa. G onzalo dispuso que Carbajal fuese con la gente p o r tierra, m ien
tras él se haría a la m ar en otra em barcación. G utiérrez 11: 340.
Es m u y im p o rtan te tener p resente que el testim onio d e los cronistas n o p u ed e ser
utilizado críticam ente, tom ado com o v erd ad absoluta, sin m ayor exam en. Al
m argen d e la subjetividad p ro p ia a todo o bservador y a toda representación de la
realidad es evidente que m uchos d e ellos escribieron sobre hechos que no habían
visto y copiaron—m uchas veces sin decirlo— el testim onio d e otras fuentes. Es
sabido —p or ejem plo— que Diego F ernández (el Palentino) copió la prim era
p arte de su H istoria del Perú (escrita d esp u és de la segunda) de u n a relación
m andad a hacer p o r La Gasea. Se conoce la form a en que A ntonio de H errera sa
queó el patrim onio d e Cieza e hizo p asar p o r suyos los escritos d e éste, d u ran te
siglos. Se sabe —en caso que verem os m ás detalladam ente— que el m estizo m e
xicano P edro G utiérrez de Santa C lara n o estuvo en el Perú.
Ya en 1877, el estudioso don M arcos Jim énez de la Espada hacía las siguientes re
flexiones: "¿Cabe ya d esd e hoy en adelante citar sin toda clase d e reservas un lu
gar, un a frase de Z árate o Fernández? Q uien falta a su conciencia, ¿no faltará m e
jor a la verdad, ya q u e no p or antojo, obligado de altísim os respetos, o bien por
am istad, g ratitu d , am bición o salario?" (página IX del prólogo a la Guerra de Qui
to). T erm inam os esta disgresión sobre la confiabilidad de los cronistas, anotando
que nosotros citam os a todos los autores que se han ocupado de los hechos que
nos interesan y —en n u estro texto— nos hem os cu id ad o de n o seguir una
67
9) AMA LAC 02: 41r-41v; Barriga 1939: 242-243; 1940: 171-176. El nom bram iento
fue expedido el 8 de febrero de 1547.
10) AMA LAC 02: 403-41r; M álaga, Alvarez, Q uiroz 1794: 31. El recibim iento de Lu
cas se pro d u jo en la sesión del Cabildo correspondiente al m iércoles d e sem ana
santa. En la m ism a cerem onia fueron recibidos com o R egidores Garci M anuel de
Carbajal y H ernando de Silva. Este últim o tendría acción decisiva en la posterior
captura d e nuestro personaje.
69
11) La carta está fechada el 12 d e abril d e 1547. U na versión inglesa d e ella fue publi
cada p o r E. H untington en From Panama to Perú. The conquest ofPeru by the Pizarro
and the pacification by La Gasea (en adelante H untington 1925) en las pp. 316 y ss.
U na versión en el idiom a original fue luego p u blicada p o r Barriga 1940:163-165.
Los párrafos que siguen se apoyan en el contenido de ésta y otras cartas que ire
m os glosando y citando oportunam ente.
70
timos, ordenó Luías que no hicieran m ás que ahorcarlos con las cre
denciales atadas al cuello.
Una vez liquidado este asunto, Avila y sus com pañeros debían
dirigirse al Collao y atacar a los indios de H ernando de Torres, por
sus recientes desm anes. Allí debían enterarse —por espías que Lucas
había previam ente enviado a Tarapacá— de lo que el capitán Antonio
de Ulloa anduviera haciendo en aquella región y, según el informe,
juntarse o no con los hom bres del capitán Alonso de M endoza. Si
—como sospechaba Lucas— Ulloa se encontraba haciendo arcabuces,
Avila tenía órdenes de atacarlo, capturarlo y cortarle la cabeza.
En la carta que venim os glosando, Lucas se lam entaba ante Ce
peda de no ir él personalm ente a poner coto a los robos y bellaquerías
—son palabras d e nuestro personaje— que A ntonio de Ulloa andaba
haciendo en su repartim iento de Tarapacá. N o se atrevía a hacerlo
por tem or a que se dijera que m ás cuidaba de los intereses propios
que de los d e Gonzalo. Lucas afirm aba tener p o r m ejor que se perdie
se todo lo suyo, antes que d ar ocasión a q u e se dijera sem ejante cosa
de su persona.
Otro m otivo d e lam entación era la falta de arm as, pues la m ayo
ría de ellas había sido enviada a Lima. Urgía que C epeda enviase a
A requipa algunas cotas y coracinas necesarias para defender la ciu
dad. Los vecinos pagarían las arm as que se les enviasen y si así no lo
hicieran, el propio Lucas correría con los gastos, pues deseaba d a r
buena cuenta de lo que el G obernador — su señor— le había encarga
do. La fragata de Lucas se encontraba en Q uilca debidam ente custo
diada y sin ella nadie podría servirse d e las m inas de Tarapacá, por
falta de bastim entos. Lucas term inaba la carta recom endando una
m erced para Juan Vélcz y contando que había enviado hom bres a su
puerto de lio para evitar sorpresas y custodiar otro navio que allí se
encontraba, a cargo de Juan Bautista.
O tra carta escrita p o r Lucas M artínez el 20 de abril —dirigida al
propio Gonzalo— nos aclara m ás a ú n el contexto en el cual nuestro
personaje había asum ido el cargo12. N o había noticias favorables sobre
12) H untington 1925: 349; Barriga 1940: 156-167. En la carta, Lucas se dirigía m uy
respetuosam ente a G onzalo y le anunciaba la m u erte p o r ahogam iento d e u n tru-
jillano llam ado Villarejo, así com o otras cosas vinculadas a E spinar — todavía
prófugo— y a cierta expropiación d e cabalgaduras. Las líneas d edicadas a d eter
%
71
m in ar la person a que debía recibir los indios que había tenido el difunto Villare-
jo son reveladoras del grado en que influyeron los regionalism os peninsulares
en las decisiones políticas de la época.
13) AM A LAC 02: 28-29; 43r43v; M álaga, Q uiroz, A lvarez 1974: 28, 31. Miguel
Cornejo era encom endero de C ondesuyos, región en la que se hallaba escondido
Diego C enteno. La p rim era petición fu e p resentada por Lucas el 27 de octubre
de 1546. La rectificación del Cabildo se pro d u jo el 20 d e abril de 1547.
14) H untington 1925: 374; Barriga 1940: 168-169. Esta carta, del m ism o tenor que
las anteriores, fue fechada el 8 de m ayo d e 1547.
En otra serie d e docum entos editados p o r Juan Pérez de Tudcla, los Documentos
relativos a don Pedro de la Casca y a Gonzalo Pizarro (en adelante Pérez de Tudela
1964) se encuentran varias cartas d irig id as p or G onzalo a los vecinos de Arequi
p a y viceversa, que confirm an a p len itu d la veracidad de lo que las cartas de
Lucas refieren. P uede consultarse Pérez de Tudela 1964 I: 81, 108, 109, 218, 309,
532, 536, 563,566, 567, 577, 581,582, y II: 65,222, 223,438,466, 597.
72
Sobre A ntonio de Ulloa—q uien efectivam ente tenía órdenes d e G onzalo, aun q u e
se extralim itó— y el regidor Beltrán, se hallará inform ación especial en Pérez de
T udela 1964; I: 80-81,108-109.
15) B arriga 1940; 169. Es im portante apreciar que el propio Lucas M artínez se refirió
a su encom ienda como algo distinto a Chile. A notam os esta evidencia, p u es en el
capítulo Vil —a propósito de la configuración geográfica y dem ográfica d e la en
com ienda— observarem os que algunos estudiosos contem poráneos com eten la
im p ro n ta d e alu d ir a las regiones en cuestión —en el siglo XVI— discrim inándo
la en térm inos d e "sur peruano" y "norte chileno" (puede consultarse la n o ta 18
del capítulo Vil).
73
16) Barriga 1939: 236-237; 1940: 181-182. Beltrán fue nom brado el 16 de noviem bre
de 1546 y puesto en prisión entre abril y m ayo del año siguiente. Los vecinos
que se negaron a entrar al Cabildo m ientras Beltrán continuase siendo Regidor
fueron, entre otros, H ernando de Silva, Garci M anuel d e Carbajal y Alonso de
Avila.
17) La cuestión referida al tesorero Espinar se resolvió, según G utiérrez de Santa
C lara, de la m anera siguiente: los perseguidos habían logrado escapar hacia los
"despoblados" de C hucuito, pero fueron a caer en m anos de Pedro de Villacas-
tín, que quería llevar a los presos al Cuzco.
E nterado inm ediatam ente de ésto, p o r boca d e Juan de Silvela que iba p or Te
niente de G onzalo a las Charcas, Lucas M artínez salió furioso en búsqueda del
Tesorero. Lo alcanzó a m edianoche en A yaviri, donde ahorcó a Espinar y a los
que iban con él, G utiérrez III: 373.
Según el cronista Fernández, quien ahorcó a los prisioneros fue el propio Silvela.
Fernández I: 190.
74
18) Barriga 1940: 178-179; López 1970: 74. Este últim o cita como fuente AGI Justicia
401.
19) F ernández I: 183; Calvete IV: 373; G utiérrez I: 357; Pérez de Tudela ed. V: 309.
75
21) Los personajes alu d id o s p o r M artínez Vegazo y Juan de la Torre —el doctor To
rralba y el dem onio Zaquiel— form aron p arte d e u n o d e los casos d e hechicería
m ás espectaculares del prim er tercio del siglo XVI. Julio Caro Baroja, en sus Vidas
Mágicas e Inquisición (en adelante C aro Baroja 1967) anota que Eugenio Torralba
nació en Cuenca —España— entre 1485 y 1490. Estudió m edicina en Italia, en u n
am biente lleno d e esoterism o y p restigiado p o r el estudio de la cábala y las cien
cias ocultas. Un dom inico am igo le entregó a un "espíritu fam iliar" —fenóm eno
típicam ente renacentista— d e nom bre Zaquiel. D esde entonces, Zaquiel solía
aparecerse ante el doctor Torralba y decirle —con anticipación— los grandes su
cesos que conm ocionarían al m u n d o (la m u erte de Fernando el C atólico se con
taba entre los aciertos d e Zaquiel). Inclusive en u n a ocasión en que T orralba se
m ostró totalm ente escéptico respecto a u n a nueva que Zaquiel le traía de Roma
—el asalto de las tropas im periales del 6 de m ayo d e 1527— el dem onio fam iliar
ofreció llevar p or el aire al doctor Torralba, para que viese con sus propios ojos lo
que ocurría en Italia .
D enunciado a la Inquisición, Torralba no tuvo n ingún inconveniente, en aceptar
la existencia de Zaquiel, ni encontrar sus m últiples aciertos. D esde 1528 hasta
1531, en sucesivas audiencias (con torm ento de p o r medio), Torralba sostuvo
ante los inquisidores que no consideraba m aligno a Zaquiel. Al final, la propia
actitud de los jueces parecía prestarle cierta credibilidad a la im agen que T orral
ba m antenía de su "dem onio fam iliar": le preg u n tab an qué había dicho Zaquiel
d e Lutero, qué d e Erasmo, etc. (Caro Baroja 1967: 211-242).
C aro Baroja maneja la posibilidad de que T orralba hubiese llegado a v ivir la se
g u n d a m itad del XVI, cuando C ervantes —que lo cita en su Quijote -—era u n jo
venzuelo y afirm a (apoyado precisam ente en el pasaje de G utiérrez d e Santa Cla
ra qu e venim os anotando) que "su fam a era tan grande p o r entonces, que los fie
ros soldados q u e se m ataban entre sí cuando las guerras civiles del Perú, cono
ciendo d e o íd as sus hechos, se lam entaban a veces d e no tener a sus servicios a
Z aquiel com o lo tuvo el m édico conquense, p ara conocer lo que pasaba en el
m u n d o ". (C aro Baroja 1967:235).
77
22) El m aestre de arcabuces que desertó se llam aba Frías- O lívete IV: 377.
23) Posteriores testinlonios de testigos y el del p ro p io Lucas dan a entender claram en
te que la captura se produjo en realid ad al día siguiente. Barriga 1940:171-176.
Los vecinos levantaron u n acta d e desconocim iento de G onzalo Pizarro y prisión
de Lucas M artínez fechada el 12 de junio de 1547. Barriga 1939: 246-247.
López M artínez, citando AGI Justicia 401, afirm a q u e el alzam iento contra Lucas se
produjo el 11 de junio d e aquél año. López 1970: 86.
78
24) Este P edro M artín V egazo que el cronista m enciona debe ser en realid ad Alonso
García Vegazo, herm ano de Lucas. Al respecto Calvete afirm a que Lucas "p u so a
punto u n a fragata para que fuese en ella u n herm ano suyo y llevase m ás d e trein
ta m il pesos que en A requipa había de G onzalo Pizarro . Calvete IV: 376.
Por su parte, el P alentino afirm a que nuestro personaje "en una galeota propia
con su herm an o aderezó m ás d e treinta m il pesos que había de G onzalo Pizarro".
F ernández 1 :190.
Q ue sepam os, el único herm ano que tuvo Lucas en el P erú se llam ó A lonso G ar
cía Vegazo.
25) A ntonio de Robles, a cuyo d esv en tu rado final alude el cronista, era Teniente d e
G obernador de G onzalo Pizarro en el Cuzco, cuando C enteno tom ó la antigua
capital d el T aw antinsuyu. Intentó refugiarse en los claustros del convento d e San
Francisco, p ero fue capturado y ahorcado. López 1970: 81-85 .
26) G utiérrez III: 374-375. Esta versión q u e hem os citado es la m ás com pleta d e las
que los cronistas ofrecen. Puede verse tam bién F ernández I. 189-191; Calvete IV:
376-377; Pedro Pizarro V: 235; Pérez d e T udela ed. V: 313.
79
27) La polém ica en torno a la auten ticid ad d e los Quinquenarios de G utiérrez de San
ta C lara lleva años. Por u n lado, h a q u ed ad o claro que G utiérrez d e Santa Q a ra
fue un m estizo m exicano que —hasta d o n d e se sabe— no estuvo en el Perú. Es
in d u d ab le que utilizó p rofusam ente u n conjunto de crónicas que circulaban im
presas cu ando él com puso su obra. Pero las intim id ad es d e su crónica —a b u n
d an te en detalles originales— dejan abierta la posibilidad que —en el p eo r de los I
casos— G utiérrez d e Santa Q a ra haya usad o algún m anuscrito desconocido,
confeccionado p o r u n espectador d e p rim era línea.
C on iguales m uestras d e erudición y m anejo de la crónica, M arcel Bataillon y I
Juan Pérez de T udela han acom etido la tarea d e aclarar la situación: el prim ero,a
favor de la inau ten ticid ad y poco valor de la obra de G utiérrez d e Santa Clara, el j
segu n d o en defensa d e ésta. La posición m ás com pleta nos parece la asu m id a por
Pérez d e T udela, al pro m ed iar su prólogo a la edición d e las Crónicas del Perú: I
"H uelga casi ad v ertir — pero no q uerem os dejar de hacerlo— que n u estra incon- j
fo rm id ad con la tesis central d e Bataillon no significa en m odo alguno ignorar el
reconocim iento que se debe a los d e n u ed o s críticos del justam ente célebre hispa
nista, gracias a los cuales se nos abre cuando m enos u n horizonte d e contem pla
ción de los Quinquenarios que no p u e d e ser ya el de sim ple rendim iento a las a se -s
v e ra d o n e s d e esa crónica, com o a las de*tm ingenuo evangelio de 'observaciones F
directas', p u es se nos han evidenciado todo lo m ucho q u e ese estupendo relato
tiene de construcción realizada sobre m ateriales p restad o s y literarios. A unque
p o r n u estra p arte sigam os viendo en ella tam bién y ante todo, el p red o so testi
m onio d e u n a experiencia v ivida" (Pérez d e Tudela, I: XLVI).
P uede consultarse tam bién los siguientes estudios. De M arcel Bataillon. "Pedro
G utiérrez de Santa Clara pseudo -eh ro n iq u eu r" en Annuaire de College de France:
395-399 (en ad elante Bataillon 1961) y "G utiérrez d e Santa Q a ra escritor mexica
no, en Nueva Revista de Filosofía Hispánica XV. N ° 3-5 (en adelante Bataillon .]
1961a). La historiografía p eru an a tam bién se ha ocupado del tema. Puede verse
el estudio d e Raúl P orras B arrenechea "Pedro G utiérrez d e Santa Q ara, cronista
m exicano de la conquista del P erú", en la Revista de Historia de América (en ade
lante Porras 1946), y el de A urelio M iró Q uesada "Un cronista mexicano del
Lo cierto es que el otrora todopoderoso y rebelde Teniente de
G obernador y C apitán General de la ciudad de A requipa devino —a
m ediados de junio de 1547— en el m ás m odesto y hum ilde servidor
del rey. N o precisam ente el m ás callado, como advierte algún cronista
al aludir a la grandilocuencia de Lucas, siem pre dispuesto a decir
unas palabras dem ás. Q ue M artínez Vegazo no era corto de lengua
consta tam bién por otros testim onios. U na vez en el Cuzco, Lucas h a
bría dicho a u n grupo de leales: "Mil liviandades y buena barragana-
da habéis hecho, no me pesa por vosotros sino po r vuestras m ujeres
que las dejáis viudas"28.
Podem os im aginar a Lucas M artínez Vegazo m asticando su ra
bia por verse despojado1del m ando y obligado a pelear del lado d e
los reales, a órdenes de aquél a quien precisam ente se le había o rd e
nado capturar: Centeno. Sus sentim entos se confundían aú n m ás, ante
la posibilidad de que G onzalo Pizarro o Francisco de Carbajal — éste
últim o no veía con buenos ojos a Lucas— decidiesen tom ar algún tipo
de represalias contra él o sus bienes. Centeno, bajo cuya custodia se
encontraba M artínez Vegazo, había tom ado ya el Cuzco y aglutinaba
a las fuerzas fidelistas. A su encuentro se dirigía el ejército gonzalista
dirigido po r Carbajal: el célebre D em onio de los A ndes. C uando C en
teno ordenó dejar la antigua capital de T aw antinsuyu y m archar ha
cia el Collao a enfrentar a Carbajal, Lucas supo que las líneas de su
destino lo colocaban nuevam ente ante u n crucero clave: el cam po de
batalla.
Aquella m añana del 20 de octubre d e 1547 —fecha de la b ata
lla— Lucas M artínez salió con su tem or a cuestas a correr los cam pos
de H uarina y a entrevistarse con los corredores del ejército gonzalista.
Pudo haber desertado entonces y reintegrarse a la causa que original
m ente había sido suya. Pudieron haberlo m atado ahí m ism o los gon-
zalistás en represalia por su cam bio d e bando. N ada de ello ocurrió y
Lucas M artínez regresó al cam pam ento de Centeno, a alistarse para la
inevitable batalla.
En ella Carbajal hizo gala de genio m ilitar, las fuerzas leales fue
ron diezm adas, y el propio C enteno se vió obligado a em prender una
poco decorosa huida. N uestro personaje corrió una suerte algo distin
ta: herida su cabalgadura, fue dejado a pie, rodeado po r los gonzalis-
tas y tom ado prisionero. En una probanza posterior, un testigo afir
m aría haber oído después en el Cuzco decir a G onzalo Pizarro, refi
riéndose a Lucas: "hi de pucha y qué buen am igo, por N uestra Señora
que le prendim os a buenas lanzadas"29.
¿Por q u é Carbajal en lugar d e conducir al preso Lucas M artínez
al Cuzco no lo m ató inm ediatam ente? ¿Por qué G onzalo le perdonó la
vida y lo volvió a recibir en sus filas? En favor de Lucas debieron con
tar varios factores: la escasez de efectivos gonzalistas, su am istad con
Pizarro y el hecho d e contar aú n con ciertos recursos que utilizar en
apoyo de la causa de los rebeldes. O tro testigo habría de declarar
— posteriorm ente— "que a los que estaban en el real d e Gonzalo, es
pecialm ente siendo presos y vencidos, les convenía hacer m uestras y
decir palabras a su apetito del dicho Gonzalo Pizarro y su M aestre de
C am po, que ansí le convenía al dicho Lucas M artínez, porque no esta
ba bien con el dicho C arbajal"30. ¡A qué artificios no habrá echado
m ano Lucas M artínez Vegazo para ser perdonado y figurar nueva
m ente entre los leales a G onzalo y a la causa de los encomenderos!
En cualquier caso, los recursos del em pedernido transfuga si
guieron m erm ando, como consecuencia d e sus constantes cambios de
bando. El reciente tránsito le costó a Lucas —cuando m enos— la pér
d id a de u n barco grande que tenía varado entre Arica y Tarapacá. Un
cronista refiere que una vez que C enteno y los suyos se hubieron reu
nido con la Gasea en A ndahuaylas, fueron enviados hom bres a los
puertos del sur, con órdenes de quem ar aquél barco de Lucas M artí
29) Barriga 1940: 179. La persona que afirm ó haber oído aquello fue Garci Diaz
(¿Garci D iez d e San M iguel, V isitador d e Chucuito?). La actuación d e Lucas
como corredor en la batalla de H uarin a y la suerte que en ella corrió se p uede ver
en Barriga 1940:175 y ss.
30) Barriga 1940: 182. El testigo que declaró esto últim o fue el bachiller Alvaro M arín
82
31) Q uien recibió la orden fue Bartolom é C arro. Debía ir a A ric a /'d o n d e estaba v a
rado u n gran barco d e Lucas M artínez y le quem ase, p o rq u e se decía que querían
aderezar y rep arar los enem igos p a ra se p asar con él si fuesen d esbaratados, o d e
le arm ar p ara ir ro b an d o p or aquella costa". Calvete V: 10.
32) "Item si saben etc., quel d ía que. se dió la batalla en el valle d e Jaquijahuana, el
dicho Lucas M artínez se pasó al cam po del señor Presidente, de los prim eros que
se pasaron, e se m etió debajo del estan d arte real, contra el dicho G onzalo Piza
rro, e si saben quel dicho Lucas no p u d o antes p o r las g ran d es g u ard as q u el d i
cho G onzalo Pizarro tenía en su real, e si lo intentara hacerlo lo m atara el dicho
G onzalo Pizarro, p o r tenelle, com o lo tenía, p o r sospechoso" Barriga 1940:176.
su hacienda m erm ar notablem ente como consecuencia de su agitada
participación en la rebelión— estaba decidido a em peñar cuanto le
quedase, en la defensa d e su inocencia I
M enos d e un m es después de la batalla —el 2 de m ayo de 1548,
presentaba Lucas u n a inform ación de testigos hecha por su defensa i
en el Cuzco34. Según este docum ento, al m om ento de llegar el Virrey,
Lucas se encontraba en Tarapacá y era ajeno al alzam iento de G onza
lo. U na vez enterado de la rebelión, había ofrecido, —a través de un
paje suyo— toda su ay u d a y servicios a N úñez Vela. A continuación,
Lucas habría enviado m uchas cartas a varios am igos, persuadiéndo
los de no participar en la rebelión y advirtiendo que si Gonzalo Piza
rro quería hacer algo, lo hiciera a costa de su propia honra y no de la I
de los hijosdalgos del Perú. Lucas había preparado su barco en su
puerto de lio y en com pañía de am igos y criados se había em barcado
entonces hacia Lima, con el firme propósito de servir al Virrey.
Al llegar a la capital, había sido atacado por u n barco capitanea
do po r H ernando Bachicao, el cual había tom ado po r la fuerza su n a
vio, le había robado cuanto llevaba — arcabuces y m ucha cantidad de
plata y oro— conduciéndolo finalm ente ante el propio G onzalo, que
tuvo preso a Lucas p o r algunos días.
G onzalo le había obligado a seguirlo a Q uito a dar batalla al Vi- j
rrey y le hubiera dad o m uerte, si Lucas se hubiera negado. En su in
form ación de testigos — cuyo tenor venim os glosando— Lucas pre
tendió hacer constar que en aquella jornada de ida y vuelta a Quito,
había hecho m uy bu en as obras a los servidores d e su m ajestad y na
die le había visto com eter agravio alguno.
Vuelto a Lima, G onzalo le había ordenado que fuese su Teniente
en A requipa. Lucas habría consultado"en tortees con dos p adres dom i
nicos, los cuales le aconsejaron que era preferible que fuese él antes
que cualquier otro m alvado y que aceptar era servir al Rey.
33) Calvete V: 74. Del testim onio del cronista se desprende que nadie en el Cuzco
pagaba tanto como Lucas M artínez p o r la defensa de su causa.
34) La inform ación contiene u n a serie d e p reg u n tas de cuyo tenor se extraía la ima
gen de u n Lucas M artínez perm an en tem en te leal al Rey y que había servido a
G onzalo solam ente obligado p or las circunstancias. Los párrafos que siguen es
tán apoyados en esta inform ación. Barriga 1940:171-193.
Llegado a A requipa, M artínez Vegazo le había anunciado a Juan
de la Torre que él había aceptado el cargo, solam ente para p o d er m e
jor servir al Rey después y que no era su intención agraviar a nadie.
Siendo Teniente, le habían venido a avisar el lugar do n d e se escondía
Diego Centeno, y a pesar d e tener órdenes de G onzalo d e m atarlo
donde lo hallara Lucas había perm itido que perm aneciera escondido,
hasta que alzara bandera por el Rey.
Por m andato d e Lucas, sus criados habían recogido, escondido y
dad o de com er a soldados d e C enteno que se refugiaron en su rep a r
tim iento35. Una vez recibida la carta de G onzalo —en la que le an u n
ciaba la llegada de la Gasea y le ordenaba ir con toda la gente a
Lima— Lucas habría dem orado lo m ás posible la partida, como se lo
habría confiado a Juan de la Torre.
Al llegar el m om ento de su captura, la versión de nuestro perso
naje abundaba en detalles. Según ellos, algunos de los que prim era
m ente habían salido d e A requipa con Lucas M artínez y acam pado a
la espera de los dem ás le habrían dicho "viva el Rey y nuestro Capi
tán", pues todos lo querían a él. Lucas había respondido "sea en b u e
na hora", ya que le placía ser capitán por su m ajestad. En vista de su
respuesta, los hom bres lo habían aceptado como capitán y estaba Lu
cas m andando y proveyendo cuanto debía hacerse, cuando llegaron
en tropel los dem ás vecinos de A requipa vivando al Rey. H ernando
de Silva —como enem igo capital de nuestro personaje— se había
apeado entonces y había pedido a Lucas su espada. "N o quiero que
ya se ha hecho acá la fiesta sin vos"; habría sido la respuesta de M ar
tínez Vegazo, según su propia versión. Pero el capitán Jerónim o de
Villegas había im portunado a continuación a Lucas, diciéndole que
convenía al servicio del Rey que entregase su espada y depusiera su
actitud. N uestro personaje —creyendo que era para otros efectos de
lo que después sucedió y porque finalm ente él y Villegas eran am igos
y com padres— le había hecho entrega de su arm a. Fue entonces que
lo m ontaron en u n a m uía y lo llevaron preso.
35) Los hom bres de C enteno auxiliados eran: el ex-sargento m ayor Segura, A ntonio
Q uixada, un tal Meza y Alonso de Cueva, a todos los cuales G onzalo había o rd e
n ad o d a r m uerte. El lector que tenga presente los trabajos d e m inería reseñados
en el C apítulo anterior recordará que el últim o de los n om brados había trabajado
anteriorm en te con Lucas M artínez en Tarapacá.
85
36) C alvete IV: 376. Lam entam os m ucho no haber p o d id o consultar personalm ente
esta carta, ni estar siquiera seguros d e su conservación.
37) AGI justicia 443: 32r-32v. Parte d e esta sentencia sirve d e epígrafe al próxim o ca
pítulo. Q uien se interese p o r los entretelones d e el juzgam iento a los que partici
paron d e la rebelión d e los encom enderos, p uede consultar el trabajo d e Rafael
Loredo "Sentencias contra los que p articiparon en el alzam iento d e G onzalo Pi
zarro", en el Mercurio Peruano A ño XV, vol. XXII, N° 159 (en adelante Loredo
1940).
CAPITULO IV
LA E N C O M I E N D A P E R D I D A
2) El n ú m ero d e aspirantes a una encom ienda era bastante elevado y excedía larga
m ente al de encom iendas disponibles, lo que generó m uchos problem as a la G as
ea y frustró a quienes, no considerándose d ebidam ente prem iados, se alzaron
m ás tarde contra la A udiencia. Sobre el rep arto q u e hizo La Gasea, rep arto de
H u a y n a rim a , p u e d e h a lla rse in fo rm a c ió n en la o b ra d e E n riq u e T o rres
Saldam ando Apuntes históricos sobre las encomiendas en el Perú, escrita en 1879 y re
editada en 1967 p o r la U niversidad de San M arcos. Torres Saldam ando 1967: 26 y
ss. Tam bién p u ed e verse Del Busto 1978: 318-320.
3) Lockhart 1968: 28-29 traza una ap retad a reseña biográfica d e Villegas que nos ha
servido m ucho. Tam bién López (1970: 104) se ocupa d e este personaje. En lo que
sigue ofrecerem os una síntesis d e su actuación entre 1536 y 1548 apoyados, ade
m ás, en los siguientes testim onios: F ernández I: 27, 28, 39, 58, 115-128; G utiérrez
II: 197-202, 211, 293, 277-278, 210-312, 328-330, 332; IV: 7, 12, 107, 122, 129, 163,
164; Calvete IV. 245-247, 255, 257-259, 272-273, 403-404; Pérez de Tudela ed. V:
257, 329; Pedro Pizarro 1978: 224, 237.
90
C uando llegó la noticia que N ú ñ ez Vela había recu p erad o la libertad, el caudi
llo disp u so que Jerónim o de Villegas y G onzalo Diez fuesen al n o rte con algu
n a gente y se juntasen con H ern an d o de A lvarado, que estaba p o r teniente de
G onzalo en Trujillo. Por su p arte, el V irrey envió al capitán G onzalo Días de
Pereira a hacerles frente. En Jaén d e los Bracam oros el capitán Pereira fue asal
tado y m u erto p o r la gente al m a n d o d e Villegas y los otros dos líderes gonza
listas.
E nterado el V irrey de la suerte q u e había corrido s u capitán, partió él m ism o en
busca de los capitanes gonzalistas a quienes so rp ren d ió —con la guardia baja—
en un pueblo llam ad o C hinchachará. La debacle d e los efectivos gonzalistas fue
total. Los capitanes gonzalistas h uyeron, lib rad o cada u n o a su propia suerte. A
A lvarado lo m ataron los indios, D iez m u rió de h am bre y solam ente Jerónimo de
Villegas logró llegar sano y salvo a Trujillo.
92
leal en A requipa5. Fue gracias a esta acción — tras doce años de frus
traciones— que este capitán accedió por fin al status de encom endero
principal.
D urante los años que Villegas tuvo a su cargo la encom ienda
que estudiam os, continuó explotándola en la m ism a form a—m ás o
m enos—en que Lucas M artínez lo había venido haciendo hasta en
tonces y lo volvería hacer después. Sus actividades como encom ende
ro han sido, felizm ente, descritas con cierta am p litu d p o r otro autor6.
Señalarem os acá solam ente un aspecto de la actividad económ ica de
Villegas, que resulta de m ucho interés y no ha sido posible detectar
en la gestión desarrollada por Lucas M artínez.
Como ya se sabe, la com unicación y el transporte m arítim os re
sultaban fundam entales para el aprovecham iento de los recursos de
la región. Villegas trató d e com prar un barco en 1548, cuando acababa
de serle concedida la encom ienda. N o logró su objetivo, pero en cam
bio resolvió el problem a de una m anera singular. A dquirió la tercera
parte d e una em presa pesquera que unos españoles habían sacado
adelante. Con dos barcos y algunos negros esclavos, la com pañía h a
bía venido pescando a lo largo de la costa su r y obtenía sus ganancias
vendiendo el pescado seco en A requipa. Al en trar a la em presa,
acom etida tenazm ente por nuestro personaje; tanto más, si tenem os
presente que el proceso de Lucas M artínez fue de los m ás sonados de
su tiempo. A penas dos cartas dirigidas al rey —p o r el factor Bernal
dino de Roma ni y p o r doctor G regorio de Cuenca— hacen alusión di
recta al juicio de Lucas, la pertinaz apelación de nuestro personaje y
su posterior reivindicación7.
La dem anda de M artínez Vegazo no se apoyó solam ente en la
oportunidad y pertinencia de ésta o aquella escritura judicial, ni en la
sola posibilidad de desviar —con argum entos de oro y plata— el cur
so del litigio. Lucas no habría podido rem ontar su caída, si las fluc-
tua-ciones de la coyuntura entre 1548 y 1560 —década en la que lo
encon-trarcm os plenam ente reivindicado— no hubieran sido directa
m ente favorables al logro de sus objetivos y, m ás bien, desfavorables
para Jerónim o de Villegas y sus sucesores.
El prim er hito favorable lo m arcó una disposición que perm itía,
a quienes habían sido culpados y condenados por participar en la re
belión de Gonzalo, pagar a la corona una com posición, reparación ci
vil, de doce mil pesos. C uando m enos el destierro d e Indias, verdade
ram ente m ortal p ara nuestro personaje, dejaría de ser una am enaza.
11) D u ran d 1958: 23-24 trae a recuerdo aquél proverbio y el contexto histórico en que
se acuñó. La rebelión d e H ernández Girón, q u e tan pro n to p u e d e parecer una im
pronta levantisca o la continuación natu ral d e la rebelión ¿ e los encom enderos y
.Gonzalo Pizarro, aún no ha sido objeto del análisis histórico que logre d esentra
ñar los intereses económicos, políticos y sociales q u e espolearon las cabalgaduras
y a fila ro n las a rm a s d e su s a c to re s. En c o m p e n sa c ió n — si se p re fie re ,
paradójicam ente— el desarrollo bélico, la historia m ilitar de esta rebelión que en
frentó a las fuerzas ag ru p ad as tras la figura d e G irón contra la que organizó y
condujo la A udiencia, es harto conocida. El lector interesado p u ed e consultar,
adem ás del testim onio de cronistas y observadores d e la época, el prólogo de
Riva-A guero a La correspondencia de la Audiencia de Lima de Levillier. Este notable
balance d e la actuación de la A udiencia d e Lima fue reeditado cuando se publi
caron las obras com pletas de Riva-A guero, en 1968, com o p arte del tomo VI.
Riva A güero (1921) 1968: VI, 121-195. La síntesis de los hechos m ilitares se en
cuentra en Del Busto 1978:339-347.
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12) C uando G irón se alzó en el Cuzco, la A udiencia nom bró a Villegas C orregidor
de A requipa y le encargó la defensa d e la ciudad. Villegas, en lugar de hacerlo,
d ep u so arm as ante la inm inente llegada de las fuerzas de G irón y term inó con
venciendo a los vecinos de A requipa de la conveniencia d e nom brar a H ernán
dez G irón com o p ro cu rad o r general d e la ciudad. El cronista Pedro Pizarro, actor
de estos acontecim ientos describe esta defección de Villegas en su Relación y re
m ata su juicio diciendo q u e Villegas "hizo lo que acostum braua y auía hecho con
el V irrey Blasco N uiiez Vela". El p ro p io cronista y otros vecinos—no queriendo
nom brar a H ernández G irón p ro cu rad o r— se em barcaron rápidam ente cogiendo
un navio que estaba en el p u erto de C hulé, con el objeto d e ponerse bajo las órde
nes de la A udiencia d e Lima. N o n o s llam aría la atención que aquella em barca
ción d e C hulé haya sido u n o de los bienes que Lucas M artínez logró retener.
M ayores detalles sobre la actuación d e los vecinos de A requipa, — de Jerónim o
de Villegas en particu lar— d u ra n te la rebelión de H ernández Girón, se p o d rá
encontrar en AMA LAC 02: 237-244; Barriga 1939:326-344; Fernández I; 345, 354;
II: 37-38; Pedro P izarro 1978: 255.
En cuan to a la participación de M artínez Vegazo, hem os encontrado felizm ente,
evidencias en la inform ación d e testigos d e los herederos de M iguel Cornejo, fa
llecido en aquella cam p añ a (Barriga 1940: 309-313).
P reguntado sobre lo ocu rrid o en A requipa, Lucas respondió que "no sabe nada
porq u e com o tiene d icho estaba en los Reyes y que "este testigo (M artínez Vega
zo) fue en aquella sazón en seguim iento del ejército Real a la batalla que se dió en
Pucará al dicho Francisco H ernández".
99
13) "El pleyto que siguió en esta A udiencia y en vista se sentenció liantes q u e yo vi
niese a este reyno y se rebocó la sentencia del licenciado C ianea y se absoluio y
dio por libre Lucas M artínez" (Levillier 1921: 254).
Q uien se interese p o r la historia de Lope d e A guirre, m encionada lineas atrás,
p u ed e consultar el tom o XXI d e la Biblioteca H om bres del P erú (1965), d o n d e el
Dr. José A ntonio del Busto presenta su biografía. Tam bién se p u e d e ver las pági
n as ded icad as a L ope d e A gu irre en el libro d e Julio C aro Baroja, El señor
Inquisidor y otras vidas por oficio (Caro Baroja 1968: 65-121).
14) El doctor Cuenca afirm ó tajantem ente que Villegas estaba "acusado en esta a u
diencia p o r el fiscal p o r auer sido el m ás culpado deste reyno en la alteración de
francisco hern an d ez p o rq u e siendo corregidor p o r vu estra alteza en la ciudad de
areq u ip a y capitán no m b rad o p o r esta audiencia lebanto aquella ciu d ad p or
francisco hern an d ez". (En Levillier 1921:254).
15) En esta ocasión es el testim onio del factor B ernaldino de Rom aní el que arroja luz
sobre este arreglo: "Dos cosas notables m e ocurren en caso dé justicia. La una es
que u n Lucas M artínez traia pleito sobre unos indios q u e le fueron quitados por
q ue siguió el partid o de G onzalo Pizarro, con u n A ntonio (sic) de Villegas y es
tando el negocio p a ra d a r sentencia en g rad o de Revista, capituló con el dicho
Lucas M artín, por escrito, quel le dejaría los yndios y el derecho del fruto dellos
por cierta sum a d e pesos de oro" (En Levillier 1921: 490). N o sabem os si Lucas
M artínez hizo efectivo el pago, creem os que sí lo hizo, p ero en cambio podemos
asegurar —com o se verá inm ediatam ente— que el arreglo no prosperó.
16) Villegas había hecho testam ento el 22 d e enero de 1555 (López 1970: 104). N oso
tros afirm am os que falleció en 1556, p o rq u e fue el 27 d e agosto de aquél año que
100
bía dejado una hija, Ana de Villegas, que—d esd e el punto d e vista
form al— tenía derecho a heredar la encom ienda (cuando m enos a se
guir terciando en el juicio), no obstante el acuerdo a q u e su padre, en
vida, hubiese llegado con Lucas M artínez. Es verd ad que Ana de Vi
llegas era po r entonces apenas una niña, pero la riqueza de la enco
m ienda en cuestión era lo suficientem ente grande com o para desper
tar—en terceras personas—apetitos y conveniencias m uy poco edifi
cantes. El difunto había dejado como tutor de su m enor hija a Juan de
la Torre, que por entonces enfrentaba la m ism a acusación de traición,
por su actuación en la reciente rebelión. El veterano de la Isla del G a
llo se disponía a sacar el m ayor provecho de la tutoría que le había
sido encargada, como inm ediatam ente se verá.
Entre los personajes de m ayor influencia en la A udiencia, desta
caba, por entonces, el licenciado H ernando de Santillán, uno de los
jueces que había votado a favor de Lucas M artínez y de cuyo veredic
to dependía—tam bién—la suerte de Juan de la Torre. Para ganarse el
apoyo del licenciado Santillán, Juan de la Torre ofreció a su tutorada,
en m atrim onio, al sobrino del letrado (tam bién H ernando de Santillán
de nom bre). De esta form a Juan de la Torre ganaba u n voto de m ucha
im portancia dentro de la A udiencia, a cam bio del cual el licenciado
Santillán tenía ante sí la posibilidad de lograr que su sobrino y hom ó
nim o accediera—por vía m atrim onial—a una de las m ejores enco
m iendas del Perú.
A pesar que po r entonces.— fines de 1566— la A udiencia había
vuelto a ver la causa d e M artínez Vegazo, y el voto del licenciado h a
bía sido nuevam ente favorable a Lucas, Santillán aceptó el trato: to d a
vía quedaba la posibilidad d e revocar su voto, argum entando que al
pasar a ser parte no podía seguir siendo ju e z 17.
llegó a A requipa la noticia del fallecim iento del capitán Jerónim o de Villegas y el
alcalde Francisco de G rado hizo inventario d e sus bienes. Lo sucedió su hija A na
d e Villegas. La m u erte de Villegas debió producirse, a lo m ás, con u n p a r de m e
ses d e anticipación a aquella fecha, p ero difícilm ente en 1555. ADA G aspar H er
nán d ez 1556-57: 336.
17) El doctor Cuenca detalla este m atrim onio en la m ism a carta que hem os venido
citando (En Levillier 1921: 254-255). En su versión — abiertam ente hostil al licen
ciado Santillán— C uenca destacó la baja catadura m oral d e H ern an d o d e Santi
llán, el sobrino, acusado de haber com etido asesinato en el C uzco y de haberse
su b o rd in ad o contra Pablo M eneses en plena cam paña d e H ern án d ez Girón. En
v erd ad , solam ente la trem enda influencia de su tio, el licenciado, p u d o salvarle
101
tillán. Cuenca afirma, adem ás, que como A na de Villegas era todavía m enor d e
diez años, luán d e ]a Torre indujo a H ern an d o de Santillán a violarla, p ara hacer
el m atrim onio inevitable. "Efectuado este casam iento el licenciado Santillán re
bocó luego los botos que había dado en fauor del dicho lucas m artinez p o r tocar
ya el pleyto al dicho H ernando d e Santillan su sobrino como parecerá p o r el m is
m o libro del acuerdo", afirm a, finalm ente, n uestro inform ante.
Por su parte, el factor Bernaldino de Rom aní refiere que, a pesar del acuerdo que
M artínez Vegazo y Jerónimo de Villegas tenían suscrito, y sin consentim iento de
Lucas, '1a otra parte que tocaba al licenciado Santillán se agravió dello y se su s
pendió hasta que se dio sentencia" (En Levillier 1921: 490).
El fallo de la A udiencia favorable a Lucas M artínez estu v o fechado el 22 de d i
ciem bre de 1556 (AGI Justicia 443: 33v-34r) au n q u e no p u d o ser efectivo in m e
diatam ente, entre otras cosas, p o r la irrupción del licenciado Santillán. A quél fa
llo se había em itido luego de ver p o r segunda vez la causa judicial. Con an terio
rid a d —el 4 de m arzo de 1550— la A udiencia se había pron u n ciad o favorable a
la inocencia de M artínez Vegazo, lo que generó la apelación del fiscal d e turno.
Así consta en el volum en Vlll p. 428 de la Colección de documentos inéditos para la
historia de Chile, editada por José Toribio M edina.
18) El p ropio Cuenca recoge esta versión en su carta, precisam ente p ara refutarla.
C onsideram os que si se anim ó a poner sem ejante cosa p o r escrito fue p o rq u e la
versión del soborno debió ser vox p opuli. De la carta de Cuenca se desprende
que entre él y el licenciado Santillán se cruzaron acusaciones m u tu as pero, que
sepam os, el asunto no llegó a m ayores. Si Santillán n o p u d o probar el soborno en
su m om ento, mal haríam os nosotros si pretendiéram os probarlo cuatrocientos
años después, p o r m ucho que estem os convencidos de su autenticidad.
Creem os firm em ente que lo único p or dem ostrar sería —en todo caso— si fueron
doce y seis mil los pesos que recibieron, respectivam ente, el Virrey y Cuenca. De
cimos esto, porque sem ejante pasión en la defensa de Lucas M artínez difícilm en
te p u d o haber sido g ratuita y p o rq u e d u d am o s que haya un lector que piense,
102
a estas alturas, que este pleito p o r la recuperación de la encom ienda fuera sola
m ente cuestión de razones m ás o razones m enos. C ualquier conocedor d e la épo
ca convendrá en que para ganarle u n juicio al licenciado Santillán—en los años
cincuenta del siglo XVI— era preciso tener a varios jueces y aún al propio Virrey
inclinados del lado de uno.
19) Felizm ente los dos principales testim onios que hem os venido utilizando, las car
tas d e C uenca y Romaní, representaban am bas tendencias. Cuenca actuaba de
acuerdo y bajo la protección del V irrey (Riva-Agiiero 1968 VI: 182). Romaní, en
cambio, se quejaría am argam ente d e los atropellos del M arqués d e C añete y de
su m arginación de la argolla. .
El juicio histórico sobre este perio d o de la constitución del V irreinato — y la acu
ñación d e una línea d e com portam iento d e gobernantes y gobernados que la
m entablem ente parece haberse pro lo n g ad o indefinidam ente en nuestra historia
nacional— está todavía m u y lejos d e n u estro alcance. Por el m om ento, nos lim i
tarem os a destacar solam ente aquellos aspectos que p u ed an contribuir a la expli
cación de la actuación judicial d e Lucas M artínez, en u n m edio en el que los favo
ritism os y rivalidades, la com pra y venta d e votos crearían el peor clima para la
correcta adm inistración de justicia. Tengase p resente que algunos historiadores
no han vacilado en calificar a la A udiencia d uram ente, losé A ntonio del Busto —
p o r ejem plo— ha dicho que la A udiencia de Lima era "una olla de grillos", en El
conde de Nieva, Virrey del Perú, (Del Busto 1963:174 y ss.).
20) La carta d e Rom aní (En Levillier 1921: 485-504) refiere que el Virrey dió tres mil
pesos de renta a Jerónim o de Z urbano y nom bró G obernador de Q uito a Gil Ra
m írez C ávalos, conspicuos allegados a la casa d e N icolás de Ribera. El lector que
consulte Riva-A güero 1935: 24 y ss., 25-54, p o d rá apreciar m ás detalles respec
to a estas personas, así com o en torno a n u estro personaje.
La introm isión d e Santillán como parte interesada y el i «Ming
cuente cam bio de su voto generaron u n im pase judicial, po r diseoiilM I
de votos. El proceso tuvo que qu ed ar u n tiem po en suspenso- a. la
m ás— por falta d e jueces, pues las rivalidades de Santillán lo balilititl
llevado a recusar a la m ayoría de jueces y letrados en facultad de la
llar en el proceso.
Solam ente quedaba una persona apta, seguram ente por su m u
dición de hom bre nuevo: el licenciado Ram írez de C artagena, relato)
de la A udiencia. Este se convirtió en el hom bre clave, p u es de su pM
recer d ependía la ratificación del fallo de la A udiencia, favorable a
Lucas M artínez. Todo el éxito de la penosa tarea llevada adelante pul
M artínez Vegazo y la suerte de la m aquinación tram ada por Sanll
llán— para q u ed ar él y su sobrino en la posesión de la encom ienda ■
pasaron a d ep en d er del veredicto de esta única persona.
Fueron grandes la responsabilidad que le cupo a Ram írez »l<
C artagena y las presiones— tentadoras y am enazantes—d e que anfth.i i
partes lo hicieron objeto. Por la carta d e C uenca nos enteram os que el
licenciado Santillán trató d e sobornar al relator Ram írez de Cartagena
ofreciéndole tres mil pesos si fallaba en contra de Lucas M artínez (ha
ciéndole saber, adem ás, que aquella era práctica com ún en el reino)**]
El relator d e la A udiencia se negó a aceptar el soborno, no sabe
N o está dem as ad v ertir en este pu n to , que Lucas M artínez no solam ente contó
con la h o spitalid ad y el apoyo d e N icolás de Ribera en los m om entos m ás difíci
les, sino que llegó a d esposar —tiem po desp u és— a u n a d e su s hijas.
21) El intento de soborno corrió p or cuenta d e u n licenciado d e apellid o Luzio, abo
g ado de H ern an d o d e Santillán, el sobrino del licenciado y m arid o d e A na de VI
llegas (Levillier 1921: 255-256).
El licenciado Santillán había tratado, previam ente, d e sobornar al propio doctor
Cuenca y, hacerle cam biar su voto. "... en este estado llegue yo y vi el proceso y
no escriuo las diligencias q u e conm igo se tubieron p o r p arte d el licenciado santl
lian p ara m e ynclinar a v o tar contra Lucas M artínez p o rq u e no las podría pro
bar", afirm aría C uenca, al parecer bastante agrav iad o p o r el intento de soborno
(Levillier 1921: 256).
Los térm inos en los cuales el doctor Cuenca suele referirse a Ram írez de Cartage
na, "buen letrado y m u y b u en cristiano", así com o la reacción de éste ante los re
querim ientos d e Santillán nos llevan a su p o n er que el relator form aba parte de la
argolla d e C uenca y, com o él, había sid o p reviam ente ganado p o r Lucas M artí
nez, con argum entos só lid o s y contables.
Por lo que C uenca relata, las form as y m ecanism os que se utilizaban p o r enton
ces p ara sobornar funcionarios tienen poco que envidiar—en m ateria de refina-
104
EL E N C O M E N D E R O REH ABILIT AD O
5) El 16 de julio d e 1558, Lucas firm ó otra carta de obligación en la cual se com pro
m etía a pagar 730 pesos d e p lata corriente a los m ercaderes Francisco Gonzáles
de Tapia y luán G onzáles d e Alcalá, M artínez V egazo se com prom etió a cancelar
la d eu d a antes d e tres m eses (ADA G aspar H ernández 1558-6: 248r). El 11 d e oc
tubre de ese m ism o año, com praba al contado 21 yeguas de A lonso Díaz, las ven
día en su condición d e fiador de Pedro Collado y al precio d e 19 pesos y 7 tom i
nes de plata corriente cada cabeza
6) El d ato lo trae M artínez 1930: 23; 1936:195-196. El afirm a que ese p o d er fue otor
g ado p o r Lucas ante el notario G aspar H ernández, sin precisar fecha o núm ero
de folio. N osotros hem os revisado el viejo protocolo en cuestión, sin encontrar
aquella escritura. C om o m uchísim as escrituras notariales d e A requipa, este po
der ha desaparecido: h ab rá sido com ercializado a alguna biblioteca del extranje
ro o será atesorado p o r algún p erro del hortelano.
G uillerm o L ohm ann com probó la exasperante p érd id a d e im portantes docu
m entos arequipeños y la dió a conocer en u n a n o ta p u blicada en julio de 1978 en
la revista Histórica Vil, N ° 1, P.U.C., bajo el título "U na depredación inaudita
(¿D ónde están los docum entos sobre Pedro P izarro desaparecidos en Arequipa?)
". L ohm ann señala varios docum entos q u e debieran estar y no se encuentran
más. Si quedaran d u d as, quien esto escribe p u e d e d ar fe d e varias otras escritu
ras desaparecidas.
Volviendo a este p o d er q u e —según M artínez— Lucas otorgó en 1558, nos llama
•poderosam ente la atención aquella distinción entre esclavos y negros (por eso el
sic). ¿Esos supuesto s esclavos no negros eran "piezas de caoba" traídos de A m é
rica C entral o se trata de un sim ple error paleográfico? En fin, querem os cerrar
esta am arga nota con la esperanza d e que alguna vez podam os recuperar lo per
dido.
Lucas7. Bien sabem os q u e p ara el m anejo de los negocios de Lucas
M artínez los barcos eran vitales. U nían la costa de Tarapacá con los
puertos de Arica, Chulé, lio, Quilca y —po r cierto— el Callao. Le p e r
m itían proveer de agua y bastim entos a las m inas, ayudaban a trans
portar el tributo a los centros de com ercialización, aum entaban los in
gresos del encom endero po r concepto d e fletes y facilitaban una fluida
comunicación entre él y sus em pleados.
A estas alturas de su existencia, una inquietante cuestión había
em pezado a preocupar seriam ente a nuestro personaje: el descargo de
su conciencia, la salvación d e su alm a. Los veteranos de Cajam arca ya
tenían sus años y la cercanía de la m uerte acentuaba, en algunos, los
escrúpulos y culpas por los vejám enes perp etu ad o s d u ran te la con
quista. Por entonces, adem ás, la prédica lascasiana había llegado larga
m ente a los púlpitos de Lim a y A requipa y la condena religiosa d eter
m inó que m uchos conquistadores se apresuraran a arreglar sus cuen
tas con el cielo, m ediante restituciones y donaciones8.
Por eso, cuando en 1558 el C orregidor de A requipa fue a Arica a
com unicarle a Lucas M artínez que el C abildo pensaba levantar u n h os
pital para curar a los indígenas enferm os, Lucas no vaciló en responder
que se contase con sus casas, para tan digna em presa, y que apenas se
encontrase nuevam ente en A requipa, oficializaría la donación. El 17 de
octubre, lam entando que sus obligaciones le hubiesen im pedido cum
plir su palabra con anticipación, Lucas M artínez suscribió la escritura
de donación e hizo entrega d e sus casas al encargado del futuro hospi
ta l9.
7) El 4 de diciem bre d e 1559, Lucas M artínez y M aestre Gallego, arm ador de barcos,
firmaron un contrato ante G aspar H ernández. Gallego se com prom etió a construir
un barco enteram ente nuevo para Lucas M artínez y a reparar, d esarm ar y recons
truir otro barco viejo d e nu estro personaje. Lucas M artínez pagaría a M aestre Ga
llego 250 pesos de plata corriente por la hechura del barco nuevo y 110 p or la refac
ción del viejo. Todos los gastos de m aterial corrían p o r cuenta del encom endero, así
como la alim entación del arm ad o r y su ayudante. ADA G aspar H ern án d ez 1558-
60: 235v-236r.
Ya hem os m encionado algo sobre la incidencia de la prédica lascasiana en el Perú,
con ocasión del viaje de Alonso Ruiz a España en la nota 7 del capítulo segundo. En
el siguiente capítulo nos ocuparem os d etenidam ente de los problem as de concien
cia que tuvo M artínez Vegazo.
"... (Lucas M artínez Vegazo) digo que p o r q u an to los dias p asad o s estando en el
puerto d e Arica y en él el licenciado A lonso M artínez de Ribera C orregidor desta
dicha C iudad , en presencia del susodicho, enten d ien d o que el Cabildo, justicia
113
I In En el testam ento de Lucas (AGI Lima, 124) encontram os una am plia relación de
los pleitos judiciales que M artínez V egazo tenía pendientes: juicio contra Pablo
de Meneses, contra los h erederos del M ariscal A lonso d e A lvarado, contra el fis
co, etc.
CAPITULO VI
LO S U L T I M O S A Ñ O S
1) En el capítulo n ueve de este trabajo, cuan d o estudiem os las cuentas del m ayor
dom o d e la encom ienda (AGN DIE L2 C15), el lector p o d rá cobrar una idea m ás
am plia y exacta de lo que los barcos llevaban y traían en su s viajes de la enco
m ienda a Lima y viceversa.
2) AMA LAC 02, Barriga 1940: 267. Lucas M artínez fue elegido pro cu rad o r y tam
bién m ayordom o m ayor del C abildo, cargo, este últim o, q u e luego asum ió D iego
G utiérrez, p u es era incom patible con la ausencia de Lucas.
3) Sabem os esto gracias a una serie de escrituras d e p o d er encontradas en los Libros
de A cuerdos del Cabildo arequipeño (AMA LAC) y en los protocolos notariales
del A rchivo D epartam ental (ADA). La m ás tem prana data del 9 de abril d e 1561,
cuando Lucas acababa de dejar A requipa y la m ás tardía es u n poder del Cabildo
fechado en enero de 1566, cuando nuestro personaje estaba ya gravem ente enfer
mo.
Los pod eres de Diego G utiérrez datan del 9 de abril y del 3 de junio de 1561
(ADA G aspar H ernández: 1560-61: 106v-108r, García M uñoz 1561: 306). Lucas
debía presentarse ante el C onde d e N ieva en n om bre de G utiérrez, p ara d efender
las aspiraciones de su p o d erd an te a poseer los indios d e C haracato, a los cuales
había renunciado Pedro G odínez. Este G utiérrez era trujillano, había p asad o a
Indias para adm inistrar los bienes del ilustre preso H ernando Pizarro. H abía tra
bajado con Lucas en las m inas, había sido regidor del Cabildo cuando M artínez
V egazo ejerció la alcaldía; hábil com erciante, era pues "uno d e los d e ad en tro ",
íntim o, de la argolla. A hora tocaba el turno de gestionarle u n a encom ienda ante
N ieva.
T am bién en 1561 Pedro P izarro otorgó un p o d er en favor d e Lucas M artínez, se
guram en te p ara alguna gestión suya ante las autoridades. El p o d er debiera en
contrarse en AMA G arcía M uñoz: 154:487 pero ha sido b u rd am en te arrancado.
El p o d er oto rg ad o p o r A lonso d e Galleguillos el ls de abril de 1562 (ADA G aspar
119
4) El estudio m ás com pleto sobre el tem a pertenece a M arvin G oldw ert y se titula
"La lucha p o r la p erp etu id ad de las encom iendas en el P erú virreynal, 1556-
1600". Fue publicado, en dos entregas, p o r la Revista Histórica XXII: 336-360 y
XXIII: 207-245. N osotros citarem os las entregas com o G oldw ert 1955-56 o G old
w ert 1957-58, según se trate, respectivam ente, de la p rim era o segunda p arte del
trabajo de ese autor. También se p u e d e considerar las páginas que Riva-A guero
(1921) 1968 VI: 184-195. Sobre aspectos m ás específicos vinculados al C onde de
N ieva o a los comisarios, p u e d e verse Del Busto 1963.
En lo que sigue harem os u n a serie de alusiones a los aspectos estelares d e la lu
cha p o r la p erp etu id ad d e las encom iendas, apoyados, fu ndam entalm ente, en
Riva-Aguero y G oldw ert.
5) La reunión de los encom enderos se produjo entre el 2 d e enero y el 22 de febrero
de 1554. Fueron elegidos dos representantes, pero solam ente uno, A ntonio d e Ri
bera, hizo el viaje a Europa. A fines d e 1555, Ribera llegó a Bruselas, d o n d e se en
contraba Felipe de H absburgo, a quien ofreció 7'600,000 pesos por la v en ta d e la
p erpetuid ad con jurisdicción civil y crim inal en segunda instancia, es decir, p ara
atender las apelaciones que los indígenas hicieran de las decisiones d e su s cura
cas. (G oldw ert 1955-56: 350-351).
Fray Domingo de Santo Tomás, que contradijo la argum entación de Ribera, se
encontraba en Bruselas p o r cuestiones ajenas a la p erp etu id ad , pero m ás adelan
te, 1559, sería nom brado defensor d e los intereses indigenas p o r u n a ju n ta d e cu
racas. (G oldw ert 1955-56: 357-359). El m ovim iento d e los indigenistas nació in ter
nacional, pues los curacas acreditaron tam bién a Bartolomé d e las Casas, pero
éste se dedicó a luchar contra la p erp e tu id a d en la N u ev a España — México— y
dejó las cuestiones del Perú en m anos d e su colega (Friede 1974: 221-236).
La oferta hecha por los encom enderos inicialm ente excedía largam ente su s p o si
bilidades financieras, p ero fue suficiente p a ra desp ertar el interés y buen ánim o
de u n m onarca en apuros fiscales. En 1566, Felipe II se m ostró abiertam ente favo
rable a la venta de la p erpetuidad, a u n q u e la realidad lo h aría cam biar d e opi
nión luego. El Consejo de Indias respondió a la iniciativa del rey con u n a abierta
121
negativa, advirtiendo los peligros que esa m edida suponía, p a ra el manejo y control
del Perú com o u n a colonia española (G oldw ert 1955-56: 352-354).
6) T am bién el licenciado M ercado d e Peñaloza, O idor de la A udiencia de Lima, se
m ostró favorable a la perp etu id ad sin jurisdicción, en u n a carta dirigida al rey el 25
de febrero de 1558 (G oldw ert 1955-1956: 355). La opinión de Santillán p u ed e ver
se en el Origen, descendencia, política y gobierno de los Incas (IX) y la d e M atienzo en
el Gobierno del Perú (M atienzo 1967: XXX).
La petición oficial de los curacas, así com o el ofrecim iento d e dinero a la corona tu
vieron lugar en 1560 (G oldw ert 1955-56: 359).
7) Fueron nom brados, a fines de 1559, D iego Briviesca de M uñatones, del Consejo
d e Castilla, Diego de V argas Carbajal, experto económico, y O rtega de Melgosa,
122
llegaron al Perú en 1560. Los dos siguientes años serían testigos d e las
tom as de posición y disputas de los distintos sectores interesados en,
o afectados po r la p erp etu id ad de, las encom iendas.
En m arzo de 1561, los Com isarios hicieron pública una carta ge
neral a los encom enderos de cada ciudad, conm inándolos a convocar
Cabildos para discutir la p erp etu id ad y nom brar representantes que
negociasen la cuestión en Lima. M ientras tanto, se esperaba la llegada
de Fray Dom ingo de Santo Tomás, para organizar juntas d e curacas.
A su turno, los m oradores no encom enderos del Cuzco suscribieron
una carta oponiéndose a la concesión de la perp etu id ad de la enco
m ienda y a la jurisdicción de los encom enderos, p ues se vería p riv a
dos de acceder a la m ano de obra indígena. Esc m ism o año habrían
de producirse m otines y desm anes d e españoles que veían en la per
petuidad de la encom ienda una am enaza para sus sueños de g ran d e
za en las Indias. 1561 fue, en sum a, u n año m uy agitado para enco
m enderos, encom endados y no encom enderos.
A fines de aquél año, los representantes d e los encom enderos
llegaron a form ular las bases para un acuerdo con la corona, en térm i
nos de una cantidad de dinero m uy inferior a la ofrecida inicialm ente.
Ella no consideraba dinero alguno de los encom enderos de A requipa,
que no habían acreditado a tiem po sus representantes, com o sí lo ha
bían hecho los del Cuzco, La Plata, Lima, Trujillo, C hachapoyas y
Santiago de M oyobam ba8.
El hecho de que Lucas M artínez Vegazo hubiera tenido p o d er
del Cabildo pero no de los vecinos de A requipa determ inó que los
arequipeños no acreditaran oportunam ente un representante en las
negociaciones. En todo caso, no term inaría el año 1561 sin que hubie
de la Casa de C o n tratad o n . (G oldw ert 1955-56: 356, Del Busto 1963: 68, Riva-
A guero 1968 VI: 184-185). Respecto a la actuación de estos com isarios y la serie
de latrocinios que com etieron cabría decir, en com paración a la adm inistración
de Cañete, q u e el rem ed io fue p eo r que la enferm edad.
8) G olw ert (1957-58: 211-214) reseña estos im portantes aspectos de la lucha p o r la
p erp etu id a d d u ra n te el año d e 1561. La oferta d e los encom enderos 3'338,000 p e
sos, distaba m ucho d e los siete m illones y m edio ofrecidos p or el p rim er em isa
rio, seis años atrás. Esto, u n id o a la acción de las fuerzas locales opu estas a los en
com enderos, del cam po como d e la ciudad, indígenas com o españoles, contribu
yó al cambio d e parecer d e la corona.
123
10) La p rim era junta de C uracas se hizo el 21 d e enero d e 1562, luego de la llegada de
Fray D om ingo de Santo Tomás. En un intento p o r evitar la eventualidad de que
los indígenas fueran inform ados en form a parcializada, los com isarios no m b ra
ron al licenciado Polo d e O ndegardo, com o adjunto del dom inico, p a ra que en
las juntas hiciera conocer el p u n to d e vista de la corona. El docum ento suscrito
p or los curacas de A req u ip a p u ed e h allarse en ADA G aspar H ernández 1561-62:
504r-504v. A quél año d e 1562 las tensiones entre los encom enderos y el clero al
canzaron su p u n to m ás alto. Excom uniones d e m íos y am onestaciones de la a u
toridad pública en defensa d e los otros, m arcaron esta d isp u ta (G oldw ert 1957-
58: 214-222).
Una versión paleográfica algo im precisa del docum ento suscrito p o r los curacas
d e A requipa (tam bién p o r los d e C hucuito) se publicó en la revista Hombre y
Mundo, O rgano del Colegio Libre d e E studios H um anísticos, 2a Epoca, A requi
pa-Perú N ° 1. Los curacas d e Lucas q u e estuvieron presentes fueron: G regorio
C usiinga de Yumina, Luis Cusiactao, tam bién del m ism o lugar, Pedro Cuya,
H ernán C ayasalty de C arum as, p rincipal aquél, curaca m ayor éste; H ernando
M aysari y Pedro Coaquila, curaca m ayor y principal, respectivam ente, de lio; los
curacas m ayores de O m aguata, Juan T anquina, Lluta, P edro C hura, d e Tarapacá,
y Pica, C arlos Saguaya, y M artín M ari, d e la m ism a región.
II) A ntes de em barcarse a España, los com isarios form ularon u n plan: u n intento de
solución m ediante régim en tripartito, q u e reducía la p e rp etu id ad solam ente a un
tercio de las encom iendas existentes. N ótese cuánto había d ism inuido la fuerza
d e la p erp etu id ad . (G oldw ert 1557-58: 218-219). El cálculo de la proporción entre
españoles encom enderos y españoles no encom enderos ha sido hecho tom ando
com o referencia una carta del M arqués d e Cañete, fechada el 5 d e m arzo d e 1555,
glosada en Friede 1974: 231 y que debe encontrarse en el t. 87, f. 183v, d e la Colec
ción M uñoz, D ocum entos coleccionados p o r Juan B. M uñoz en la Real A cadem ia
d e H istoria, M ad rid (m anuscritos).
125
12) Los com isarios habían hecho d e todo. H abían v en d id o encom iendas reales, a n u
lado las que el M arqués de C añete había otorgado a particulares, con el único ob
jetivo d e que los aspirantes pagasen p o r la confirm ación, u sad o atribuciones in
debidas en la adm inistración judicial, etc.
Por cierto que el C onde de N ieva no era ajeno a todo esto y el descubrim iento de
los sobornos se debió precisam ente a que la m u erte casual d e uno d e sus h o m
bres d e confianza, cam ino a España, determ inó que papeles com prom etedores
cayeran en m anos indebidas. Los com isarios y el Virrey tenían m ontado todo un
operativo, a base d e testaferros, p ara sacar su botín del P erú sin d esp ertar sospe
chas e introducirlo de contrabando en España. N ieva no fue a la cárcel p orque
m urió antes, (G oldw ert 1957-58: 220-222).
13) G oldw ert (1957-58: 214) sostiene que el poco m onto d e la sum a que los encom en
deros estaban dispuestos a pagar, en 1561, p o r la venta d e la p e rp etu id ad refleja
ba 'la poca voluntad d e los encom enderos que no tenían h erederos a com prar la
p erpetuidad". La lucha por la p erp etu id ad y la discusión sobre la solución tri
partita, sostiene el m ism o autor, persistieron hasta fines del siglo XVI y com ien
zos del siguiente. Pero la p erp etu id ad n o tuvo ya n in g u n a posibilidad seria de
ser establecida. (G oldw ert 1957-1958: 223).
126
14) Sobre la m orisca Beatriz hallará el lector inform ación en las p áginas destinadas
a la d esp ed id a d e los socios (capítulo 11). Sobre la hija que tuvo con Lucas M ar
tínez y su estadía en la encom ienda, en AGN D1E L2 C15, docum ento contable
de la encom ienda que verem os am pliam ente en los siguientes capítulos.
En las pág in as y no tas d edicadas a los asientos m ineros d e nuestro personaje,
así com o a sus gestiones previas a la g u erra de C hupas, se podrá encontrar in
form ación sobre Francisco M artínez Vegazo. La suposición de que este hijo de
Lucas m urió en Chile la recogem os h ilv an an d o testim onios referidos p or Lock
hart (1972: 303-304) con los recogidos en la investigación personal.
El p ropio Lockhart no llegó a convencerse de la existencia d e este Francisco
M artínez Vegazo, pero aclara a Roa y U rsúa, quien en su Reino de Chile p resenta
a Francisco M artínez V egazo com o com pañero de conquista y socio em presarial
de Lucas (la confusión con Ruiz es evidente).
L ockhart cita, en cam bio, el testim onio de Pedro de V aldivia, reconociendo h a
ber d ad o encom iendas en Chile a u n tal Diego García de Villalón (nosotros lo
conocem os com o m in ero asociado a Lucas) y a u n hijo d e Lucas M artínez Vega
zo; asim ism o, L ockhart reconoce que u n Francisco M artínez V egazo figura en
127
17) AGI Lim a 124. Este testam ento de Lucas M artínez V egazo pudim os conocerlo ín
tegro, gracias a la gentileza d e la señora M aría Rostvvorowski d e Diez Canscco,
quien nos facilitó u n microfilm . Es un docum ento que contiene inform ación de
m uch a riqueza p a ra nosotros. C ontiene u n a reseña, autoreseña, de la carrera de
Lucas, u n a relación d el oro y la p lata q u e recibió en los repartos. Tam bién recoge
las especulaciones d e n u estro personaje sobre el descargo de su conciencia y la
restitución a que estaba obligado. Presenta todas sus m andas sus d eu d o res y
acreedores, u n a relación de sus bienes y de las personas a quienes q uería favore
cer con ellos.
El docum en to no tiene num eración en los folios, de m anera que resulta difícil dar
indicaciones precisas al lector interesado. En los párrafos siguientes p asarem os a
glosarlo y citarem os algunas p alabras textuales de Lucas. Se entiende que, de no
h aber indicación expresa en contrario, estam os hablando apoyados en AGI Lima
124.
18) Lockhart (1972: 303) ha llam ado la atención sobre la exactitud con que Lucas
sum ó el dinero recibido (antes de la inflación), contraponiéndolo al cálculo que
h izo del valor de su s pías donaciones (después de la inflación) y concluye
q u e Lucas
131
I )o los cálculos de Lucas M artínez se desprendía que había recibido 8,181 pesos,
divide C oaque hasta el Cuzco. De esa cantidad, había que descontar 5,200, por
concepto de las donaciones hechas, u n caballo vendido aj crédito a algún infortu
n a lo conquistador d e Chile y la ro p a de vestir que había com prado en Cajamar-
i ii I >e tal m anera, q u ed ab a 2,981 pesos p or restituir.
L33
21) Lucas M artínez debía: a Alonso Ruiz 4,717 pesos, a Diego G utiérrez 4,000. M a
nuel de H errera 3,000, a los herederos de Pedro A lonso de V alencia 600 y a A lva
ro d e Villa 344. Entre los tres acreedores, solam ente, sum aban el 80% d e la d eu d a
de Lucas. Los dineros que Lucas tenía p o r cobrar eran, en cambio, bastante m ás
im precisos. Pablo d e M eneses le debía 2,800 pesos que había entregado, siendo
de Lucas, a Pedro d e Valdivia. El asunto estaba pen d ien te de juicio. El propio
Valdivia y Diego G arcía d e Villalón, a estas altu ras em presario en Chile, debían a
M artínez Vegazo m ás d e 20,000 pesos. Razón tendría Lucas M artínez en recordar
con am argura sus cuestiones de Chile.
134
ban. Una chacra llam ada G uarasina, que Lucas poseía en el valle de
Tarapacá, quedaría para sus yanaconas de aquél lugar. Los indios de
Tarapacá recibirían en herencia un molino que Lucas había hecho
construir junto a aquel pueblo. La herencia sería adm inistrada por los
curacas, "para que a costa del m olino se sustente y aproveche toda la
com unidad de yndios de aquella provincia". Los indios de lio recibi
rían una huerta, adyacente a u n a viña que Lucas les había cedido an
teriorm ente, "para ayudarse en el pago del tributo".
Los indios Carum as, aparentem ente olvidados en cuanto a tierra
—vivían m ás arriba, donde los españoles no tenían heredades—, reci
birían como herencia del encom endero ornam entos religiosos y una
cam pana, valorados en 500 pesos. Análoga ofrenda alcanzaría tam
bién a los indios Canas y Canchis, a quienes Lucas había arrebatado
cierto ganado, du ran te el cerco del Cuzco. M artínez Vegazo se acordó
tam bién —seguram ente le habían servido— de los indios que habían
sido de su socio Alonso Ruiz. Los de M achaguay recibirían una cam
pana y los de Pocsi heredarían ovejas de Castilla, po r un valor de qui
nientos pesos. El viejo Lucas dispuso tam bién el pago de donaciones
para los hospitales d e indios d e diversos lugares, incluso algunos por
los cuales no había transitado su carrera de conquistador. Juzgue el
lector si M artínez Vegazo estaba o no dispuesto a descargar su con
ciencia de la m anera m ás am plia n .
Tam bién serían recom pensados los españoles que habían acom
pañado y servido a nuestro personaje. Su herm ano Alonso Garcia Ve
gazo y su sobrino Lucas recibirían algún dinero en herencia, au nque
en m enor cantidad que los hijos de los difuntos servidores d e Lucas.
Prácticam ente nadie seria olvidado. N i una sobrina escasa de dote, en
España, ni el hijo m enor d e un servidor suyo, en A ric a B.
2r>) Am bas herm anas d e Lucas serían herederas suyas p o r p artes iguales. Fueron d e
signados albaceas en España: Alonso Ruiz e Isabel M artínez; en el Perú, sus alba-
ceas serían, el licenciado Falcón, A lonso H ern án d ez d e V illabraquim a, M artín de
Meneses, Diego G utiérrez y Diego Velazques. M uerto Lucas, el rem anente de sus
bienes sería entregado a Diego G utiérrez, p ara que lo m andase a España, con
G onzalo Valencia, en el lapso de u n año.
Al m om ento de hacer su testam ento, Lucas m antenía un litigio judicial con los
herederos de Pedro de V aldivia, si los hubiera, contra Pablo de M eneses y contra
los herederos del m ariscal A lvarado. A dem ás, tenía ventilándose u n juicio en
España, por 28,835 pesos que el fiscal le había em bargado en Potosí. Lucas apeló
ante la Audiencia, que falló a su favor en grado de vista. El fiscal apeló, a su vez,
y se le otorgó u n plazo ultram arino d e dos años que corría d esd e el 15 d e m ayo
de 1565. Lucas encargó a su s h ered ero s en form a expresa, continuar el juicio por
asistirle la razón.
Í0) La información sobre este últim o lance d e Lucas M artínez consta en AGI Justicia
'143. La referencia nos la proporcionó la señora M aría R ostw orow ski y el m icro-
lllm, lo debem os a u na gentileza de L aura G utiérrez y A lonso Cueto. El expe
diente en cuestión reúne los autos y p robanzas del juicio seg u id o p o r el fiscal—
licenciado M onzón—contra M aría D ávalos (flam ante v iu d a de n u estro p ersó n a
te), por la posesión de la encom ienda, pu es el fiscal quería que p asara a la corona.
I I representante del fisco quiso p ro b ar que se estaba ante u n a sim ple e ilegal
venta de encom iendas, disfrazada d e m atrim onio; los abogados d e d o ñ a M aría,
que se trataba de tana unión nonm al, fruto del am or y m erecedora de la sucesión.
I tm párrafos que siguen están apoyados en este expediente. A delantarem os que,
137
finalm ente, doña M aría logró qu ed arse con los indios d e la encom ienda, aunque
el fiscal tuviera razón. U na perla m ás d e la adm inistración d e justicia.
27) A sí había obtenido Jerónim o de Villegas, p o r ejemplo, su prim era encom ienda en
Piura. Lockhart (1968:17,18, 29, 31, 57-58, 64,152,155-158) presenta una serie de
casos y aspectos vinculados a las encom iendas y el m atrim onio. En la generali
d a d de m atrim onios sobre todo cuando la diferencia de edades era notoria, la
m otivación era el am or a la encom ienda y n o al encom endero. N o es inusual en
contrar casos de m ujeres que enterraron a dos v hasta tres maridos.
138
30) AGI Justicia 443: 218r. Según el fiscal, Lucas añadió que "porque (para que) mi
los pudieran pedir, ni d a r el dicho Presidente, se casaría. Especialm ente cuando
entendió que H ern an d o de Santillán los pedía".
31) Poco corto d e lengua, n u estro personaje h ab ría acotado, d elante de testigos, lo n|<
guíente: 'Y o no m e caso si n o v endo estos yndios p o r estos diez y seis mil peso»
que m é dan p or ello en barras de plata. Y si estubiera en esta ciudad la hija i lu
Tom ás V ásquez, vezino del Cuzco, que m e d ab a m ás, m e casara con ella". (AGI
Justicia 443: 218r).
140
¡Ul La carta d e dote se encuentra en AGI Justicia 4 4 3 :103v-109r. A ctuaron com o tes
tigos de ella el licenciado Ealcón, D iego de Zúñiga, Ginés de Torres. Las am ones
taciones del m atrim onio, firm adas por el cura Rodrigo Prieto, se hallan en AGI
Justicia 443: 209r. U na vez en posesión de los 16,000 pesos de plata, Lucas en tre
gó 5 o 6 m il a su herm ano y envió a España o tra sum a igual. Seguram ente todo
ese dinero era para cancelar d eudas urgentes. En España el dinero seria recibido
por el viejo cam arada, Alonso Ruiz (AGI Justicia 443: 218r -218v, 235r).
Ul I I m atrim onio lo hizo el m ism o clérigo de las am onestaciones y lo certificó el no-
1
tnrio Juan de Padilla, AGI Justicia 443: 23v-24r.
1
141
34) AGI Justicia 443: 235r. Elvira Dávalos y su hija M aría se instalaron en casa de L u
cas y despidieron a todo el personal anterior. Lucas estaba p o r entonces ya tan
enferm o que resulta algo fuera de lu g ar la suposición d e u n eventual envenena
m iento. Por el contrario, m ientras m ás d u rase el enferm o, m ayor asidero tendría
en el futuro el derecho d e M aría D ávalos a la encom ienda. Q uizá, todo cabe su
poner a estas alturas, la m edida de d esp ed ir al p ersonal y revisar personalm ente
alim entos y m edicina fuera resu ltad o d e u n tem or inverso: que alguien vincula
do a Santillán y A na de Villegas apresurase el final de n u estro personaje, para
frustrar la sucesión. El h om bre sufría de una úlcera que lo tenía a m al traer. Los
datos sobre la cam a de Lucas M artínez están contenidos en su testam ento, AGI
Lima 124. La donación d e las joyas a su m ujer y las lam entaciones p or no poderla
servir con obras constan en AGI Justicia 443: 235r
CAPITULO VII
LA EN CO M I E N D A Y S U ORGANIZACION
La cédula de encomienda
I) Lockhart 1968: 11- 33. Este au to r h a tratado d e m anera m ás detallada los distin
tos cam inos que p o d ían conducir hacia el logro de u n a encom ienda, sobre todo
luego del reparto inicial. Estos iban desde el m atrim onio con la v iu d a d e u n en
com endero hasta la participación oportunista en las guerras civiles. En térm inos
generales, se hicieron rep arto s p or gestión d e Francisco Pizarro, Vaca de Castro,
Pedro de la Gasea, la A udiencia y p osteriorm ente algún virrey; especialm ente el
m arqués de Cañete. Por diferentes m otivos, las encom iendas solían cam biar m ás
de una vez. de dueño. T om em os com o ejem plo el caso d e esta m ism a encom ienda
que estudiam os, la cual pasó p o r m an o s de Lucas M artínez, Jerónim o de Ville
gas, nuevam ente Lucas M artínez, M aría D ávalos, su efím era m ujer y postrer v iu
da, y luego a los siguientes m aridos de ésta y su s sucesores.
El de M artínez V egazo constituye un caso representativo del encom endero que
ha sido conquistador y se h a alzado con distintas banderas en las guerras civiles.
H ubo casos de otro tipo, p o r ejem plo Juan Sandoval: una década peleando en
A m érica C entral y Cartagena, llegó al P erú al com enzar la década de 1540, no
participó en ninguna acción de conquista, alineó siem pre bajo el estandarte real
en las guerras civiles y se las ingenió p a ra evitar la incrim inación en la rebelión
de G onzalo Pizarro y los encom enderos, fingiéndose enferm o. El resu ltad o fue la
rica encom ienda d e H uam achuco y u n a excelente posición en la naciente socie
d a d colonial, que han sido p resentados en la tesis de Lucila C astro G ubbins, Aná
lisis de la Relación de los Agustinos en Huamachuco (inédito, en ad elante Castro
1973).
145
El tem a d e la encom ienda ha sido, p o r supuesto, objeto d e varios estudios. Lam en
tablem ente la m ayoría de ellos ha presentado las cosas d esd e u n p u n to d e vista es
trictam ente institucional o doctrinal. De cualquier form a, los trabajos del estudioso
m exicano Silvio Zavala La encomienda indiana (México 1973,2a e d ), Estudios indianos
(México, 1948) y El servicio personal de los indios en el Perú (extractos del siglo XVI)
(México, 1978) perm iten penetrar bastante el estudio d e la encom ienda, aunque
particularm ente en México y A m érica Central. De m enor cuantía, p ero siem pre útil,
es el trabajo d e Lesley Byrd Sim pson Los conquistadores y el indio americano (Barce
lona, 1970), que con el título original de The encomienda in New Spain, the beginning
of Spanish México fue publicado en 1966 p o r The U niversity of C alifornia Press.
U tilizando los protocolos notariales, José M iranda h a p ublicado u n a m u y intere
sante configuración de La función económica del encomendero en los orígenes del régimen
colonial (Nueva España 1525-1531). U.N.A.M., México, 1965.
C om o se observa, el estudio de la encom ienda en México ha sido m ayor que en el
Perú. E nrique Torres Saldam ando publicó u n siglo atrás sus Apuntes históricos so
bre las encomiendas en el Perú, reeditados en 1967 p or la U n iv ersid ad N acional M a
y o r de San M arcos. A hí presenta u n conjunto de inform ación docum ental y apre
ciaciones personales, que sigue esperando u n a síntesis. La encomienda en el Perú de
M anuel B elaúnde G uinassi se red u ce al marco institucional y pasa p o r encim a de
la realidad interna del funcionam iento de la encom ienda. Los repartos de Rafael Lo-
redo ofrece una selección bastante com pleta de encom iendas y encom enderos, pero
no m ucho más. M anuel Vicente V illarán, en sus Apuntes sobre la realidad social de los
indígenas del Perú ante las Leyes Nuevas (Villarán 1964), ofrece u n a interesante rese
ña de la legislación vinculada al servicio personal indígena. Juan A lvarez Salas
presentó u na interesante tesis sobre La encomienda de Arequipa. Siglo X V I (inédito,
en adelante A lvarez 1974), que a nosotros nos ha sido m u y útil pu es ofrece una
relación general de encom enderos y encom iendas, en la región de nuestro estudio.
146
2) AGI Justicia 405. La cédula de encom ienda d e P izarro en favor de Lucas M artínez
se firm ó el 4 de agosto de 1535 y éste tom ó posesión el 27 de agosto de ese m ism o
año. Luego Pizarro encom endó los C arum as a G óm ez d e Tordoya g enerándose u n a
disputa que verem os m ás adelante.
3) Esta vez se im pu g n ó el derecho que tenía Juan Pizarro p ara efectuar encom iendas.
Vaca de C astro despojó a Lucas M artínez, p ero luego éste apeló de m anera persis
tente. R esultan sum am ente interesantes los térm inos de u n p o d er otorgado por
Francisco Pizarro a su herm ano Juan, p a ra que v ariara los rep arto s iniciales, p u es
el desconocim iento había determ in ad o q u e u nos recibieran m ucho y otros m u y
poco. AGI Justicia 436 (debem os la consulta del microfilm a la señora M aría Rost-
w orow ski d e Diez Canseco).
4) AGI Justicia 401; Barriga 1940: 84. Esta cédula fue em itida desde el Cuzco, el 22 de
enero de 1540, junto con varias otras, destin ad as todas ellas a favorecer a los ñ a m a n
tes vecinos de A requipa. Santiago M artínez la cita en su estudio sobre los fu n d ad o
res de A requipa. Publicada p o sterio rm en te p o r Barriga en base a u n m em orial del
m arqués d e C um bre A ltas que n o hem os p o d id o ubicar, se considera el d o cum ento
esencial p ara fijar la encom ienda d e Lucas M artínez, a u n q u e ésta com o verem os la
excedió. Conviene ad v ertir qu e la versión publicada p or Barriga alu d e a u n a estan
cia del pueblo d e G uator "que pareció tener indios" m ientras q u e la versión de AGI
dice "pareció tener quin ze indios", con to d a claridad. En el capítulo II se p u ed e
apreciar el contexto en el que Lucas recibió esta cédula de encom ienda.
147
CUADRO I
Lugar Tributarios %
La cuestión demográfica
CUADRO II
ratio: 5 .1
CUADRO III
que había 3,933 habitantes en Tarapacá hacia 1540 y no los 4,644, d e n u estro cálculo.
C reem os entender la razón d e esta diferencia. El do cum ento d e 1578 — en el que se
apoya el análisis del estudioso chileno— rep ite las cifras de la visita hecha hacia
1570 por Toledo, que p or lo visto Larraín no p u d o consultar. Lo grave n o es ésto sino
que el docum ento de 1578 contiene un error.
En lugar d e los 3,933 tributarios de T arapacá registrados p or la visita de Toledo
(Cook, ed. 1975: 237) — cifra que repite la visita de M anuel Enríqucz, hecha hacia
1584— (AGI, C o ntaduría 1786), figuran en el d o cum ento d e 1578 utilizado p or La
rraín, solam ente 3,233 personas. Se trata de u n erro r del copista o del paleógrafo,
que ha llevado a Larraín a efectuar cálculos equivocados.
En todo caso el error lo llevó a utilizar u n ratio m enor que la nuestra. En lo demás,
el docum ento d e 1578—que publicó Barriga y utilizó Larraín— sigue fielm ente las
cifras de la visita to le d an a/in c lu so cuan d o ésta se equivoca. En efecto dice el
docum ento que en lio había, en 1578,50 tributarios y 199 personas. Cook ed. 1975
152
CUADRO IV
tributarios 19 21 24 25 13 20 20
viejos 5 4 7 9 5 2 5
m uchachos 26 21 21 25 54 16 26
m ujeres 50 54 48 41 28 62 49
Vel docum ento de AGI C o ntaduría 1786 anuncian tam bién la existencia de 50 tri-
iniliiiloN y 199 personas en lio. Pero la visita d e E nríquez (AGI C o ntaduría 1786)
o ipli ii m error d e sum a d é la toledana (C ooked. 1975), pu es ésta m ism a d ic e—como
ri11111 *1111 que en lio había 50 tributarios, 18 viejos, 208 m uchachos y 109 mujeres.
• • ' O' ti, 185 personas y n o 199.
153
154
CUADRO V
1540 1 5 70
Tributarios Habitantes Tributarios Habitantes
11) Por cierto que estam os h ab lan d o d e la com posición de la población en general,
p u es un lector atento h a b rá n o tad o ráp id am en te q u e la población d e lio, p o r
ejemplo, tenía u n a com posición atípica, con u n a m ayor can tid ad d e m uchachos.
Q ueda pen d ien te la d u d a, sobre si u n a m ayor can tid ad de población su p o n ía n e
cesariam ente m ayor alivio en la prod u cció n del tributo. En Tarapacá, p or ejem
plo— que tenía u n a población b astan te m ay o r que Pica—tributaba u n ad u lto p o r
cada 5.2 habitantes, m ientras q u e en Pica la relación era u n tributario p o r cada 4
habitantes. La respuesta a cual situación su p o n ía m ás presión trib u taria no la te
nem os clara.
12) El fuerte descenso de la población de los m itm as residentes en A requipa debe to
m arse con cuidado, p o r las razones indicadas en la nota 9. Igual cosa p odem os
decir respecto al brusco descenso en la población de Arica, luego d e 1540. An
d an d o los años—lo verem os en este m ism o capítulo— u n a b u en a p arte d e los
444 tributarios reg istrad o s en 1540 fue m arginada d e la encom ienda, a p ed id o de
los curacas d e C hucuito.
155
30 30 A h u e la y n m in a A yta m itm as P ed ro G o d ín ez
35 35 A h u e la y n m in a P au ca m itm a s N o g u e ra l d e U lloa
10 10 A h u e la y n m in a P u rim a q u i m itm a s L u cas M a rtín ez
25 25 Y um ina M ora m itm as S olar „ .
De cualquier form a, el descenso global fue siem pre fuerte. Téngase presente que
nuestra estim ación d e población total p ara 1540 está basada en una ratio de 1570.
¿Cree alguien que la relación trib u tario s/p o b lació n era m ayor en 1570 que30 años
antes? En otros térm inos, los 8,510 h abitantes de 1540 representan la m enor
cantidad estim able. La real debió ser superior, pero en este m om ento no estam os
en condiciones d e determ inar cuánto m ás. La inform ación sobre la cantidad d e
tributarios d e la p arcialidad d e los C arum as encom endados a Lucas M artínez
consta en Barriga 1955: 29.
156
CUADRO VII
173 100
Todos los tributarios estaban sujetos al curaca Pola del cual el do
cum ento afirmó que era pescador y tenía 194 indios tributarios. De la
diferencia entre esta últim a cifra y la del cuadro nos hem os ocupado en
la nota 6. Q uerem os centrar nuestra atención en la condición de pesca
do r que la cédula atribuyó al curaca de lio, así como en la existencia de
pueblos de pescadores. Estam os ante una evidencia m ás del alto grado
de espccialización que tuvo la fuerza de trabajo indígena de la Costa,
aunque lejos de p o d er verificar si esta alta especialización supuso pos
teriorm ente un increm ento efectivo en la valorización de esta fuerza de
trabajo en el m ercado. En cambio, queda casi fuera de d u d a que el vo
lum en de producción de la pesca debió ser considerable. La posterior
tasa de La Gasea (1550) contem pló el pescado en cantidades elevadas y
las cuentas del m ayordom o de Lucas M artínez (1565) m ostraron que el
pescado era uno de los productos cuya tributación m ejor se cum plía 1S.
Este grupo de indígenas sujetos al curaca Pola no estaba vincula
do solam ente al litoral m arino, sino tam bién a las riberas de los ríos.
Así, m ientras el pueblo llam ado Piato quedaba en la Costa m arina, lio
se encontraba "a la boca" del río de M oquegua. A su vez, y siem pre si
15) H oracio Larraín ha publicado dos trabajos sobre los pescadores del litoral del su r
del P erú y norte chileno actual am bos en 1974. "Un estudio de geografía histórico
antropológica: Análisis dem ográfico d e las com unidades d e pescadores C hangos
del N orte de Chile en el siglo XVI", publicado por el Instituto de Geografía de la
U niversidad Católica de Chile, que en adelante llam arem os, Larraín 1974, y "D e
m ografía y asentam ientos de los pescadores costeros del su r p eru an o y no rte chi
leno, según inform es del cronista A ntonio Vásquez d e E spinoza (1617-1618)" en la
revista Norte Grande Vol. I, N ° 1, U niversidad Católica d e Chile y que en ad elante
llam arem os Larraín 1974a.
Sobre los pescadores de la región, especialm ente los de la costa d e Arica, se halla
rá inform ación en la "H istoria d e la fundación d e San M arcos d e Arica" de Rómu-
lo C úneo Vidal, publicada en el tom o 5, volum en IX de sus obras com pletas (en
adelante C úneo Vidal 1977). P uede consultarse Cúneo Vidal 1977: IX: 30-36. -
Investigaciones recientes a cargo de la señora M aría Rostw orow ski de Diez Canse-
co, en la Costa peru an a, en el norte y centro del Perú, confirm an el rol estratégico
d esem peñado por los pescadores y el alto grado de especialización d e la fuerza d e
trabajo. La inform ación respecto al pescado en la tasa de La Gasea y la contabilidad
de la encom ienda se encontrará en los siguientes capítulos d e esto trabajo. Se encon
trará referencias geográficas de algunos pueblos de lio en Stiglich 1922:673,555,570
y Alcedo II: 227, 419.
159
16) Sobre la utilización d e las lagunas d u ra n te el siglo XVI, la existencia de una canti
d ad de lagunas m ucho m ayor que la actual y la im portancia d e la pesca en la pro
ducción del tributo d e la encom ienda, p u ed e encontrarse inform ación de prim era
línea en el artículo de Pilar O rtiz de Zevallos y Lía del Río de Calmell, publicado en
las páginas 57-62 d e Etnohistoría y antropología andina, volum en editado conjunta
m ente p o r el M useo N acional de H istoria y la Com isión Fullbright. Este artículo lo
citarem os en adelante com o O. d e Zevallos y del Río d e C. 1978.
17) En razón d e su ubicación geográfica esta porción d e la encom ienda de Lucas M ar
tínez Vegazo, así com o la m ás m eridional, Tarapacá, han m erecido m ayor atención
p o r p arte de quienes se han d edicado al estu d io del actual norte chileno. Puede
consultarse Larraín 1975.
En ese artículo, Larraín hace tam bién u n estu d io de la cédula de encomienda otor
gada en favor d e Lucas M artínez. Las precisiones geográflicas de Larraín, aunque
160
CUADRO VIII
446 100.0
lam entablem ente red u cid as a la región su reñ a de la encom ienda, nos h an sido de
extrem a u tilidad y nos apoyam os en él com o referencia general p ara los p ueblos de
Arica y Tarapacá. Los pueblos de C am arasa, G uator, A riaca e U llabaya correspon
derían, según Larraín a los actualm ente llam ados C am arones, G uanta, Arica e
H ilabaya, respectivam ente. Q uisiéram os observar que Stiglich 1922:192 m enciona
C am araca, cerro conspicuo en tre Arica y el valle de Vítor, lo qu e restaría seg u rid ad
a la identificación entre el C am arasa d e la cédula y el C am arones actual, ubicado
m ás al sur.
O tras referencias sobre Arica se encontrarán en Stiglich 1922:112; A lcedo 1 : 104-
105; Relaciones geográficas d e Indias 1:150, 252, 255; II: 56, 306, 334, 338, 345, 352,
378,13,50; III: 22. Referencias sobre A zapa, se encontrarán en Stiglich 1922:115. So
bre Ilabaya en Stiglich 1922: 553 y A lcedo II: 224. Tam bién h ay inform ación sobre
Ilabaya y Arica en Cúneo-Vidal 1977: II, 429-445, 457-466.
161
El caso de los pueblos de estos valles perm ite form ular algunas
consideraciones sugerentes en tom o a los curacas y el poder. Ya sabe el
lector que u sar el título de Arica para esta región es u n a arbitrariedad
nuestra, validada por una intención d e hom ogeneizar estos cuadros
con los de la posterior contabilidad dé la encom ienda de nuestro per
sonaje. H acia 1540, los núcleos principales eran A zapa y Lluta, m ien
tras que los valles de Sama y Locum ba albergaban a los m itm as. El d o
cum ento m encionó solam ente al curaca principal del valle de Lluta, de
nom bre Cayoa (nada específico dijo la cédula sobre u n curaca princi
pal de Azapa), y añadió una relación d e los principales de cada pueblo,
que pu ed e verse en el cuadro.
Llama nuestra atención que la cédula no haya expresado la exis
tencia de u n curaca principal para todo el valle de A zapa. ¿Era Cayoa,
curaca d e Lluta, tam bién señor de A zapa o estam os quizá ante un re
flejo— en la form ulación de la cédula de encom ienda— de la ingerencia
de los Lupaqa en el área? Sobre la subordinación de los tributarios
asentados en la región norte de esta fracción de la encom ienda a los
señores del altiplano, prácticam ente no queda d u d a 18. Una observa
ción detenida de los m itm as incluidos po r la cédula en este reparti
m iento nos lo hará ver m ás claram ente.
18) N os sorprende m ucho que Larraín (1975) se em peñe en p resen tar la zona de Sama
y Locumba, especialm ente la ocu p ad a p o r los m itm as, com o.dependiente de Aza
pa y Lluta. M ás todavía si presenta las cosas com o si el "sur p eruano" hubiera es
tado subordinado al "norte chileno".
Al m argen de la im pronta que supone la inserción de sem ejantes distinciones en el
siglo XVI, nos extraña que Larraín p ase p o r alto im p o rtan tes aportes docum enta
les y analíticos. El "R esultado d e la visita secreta legal que hicieron en la provincia
de C hucuito ..." de Pedro G utiérrez Flores, hecha en 1572 y publicada en el n úm e
ro 4: 5-48 de la revista Historia y Cultura d el M useo N acional de H istoria (en
adelante, G utiérrez Flores 1970), así com o el ya citado M urra 1972:438 dejan clara
m ente establecido que los L upaqa controlaban regiones cercanas a la costa del
Pacífico desde Lluta hasta M oquegua.
A dem ás, hace ya m uchos años que C úneo Vidal sostuvo lo m ism o. En Cúneo Vidal
1977: IX, 23, (la obra fue escrita y p u blicada m ucho antes), se refiere cómo Almagro
se entrevistó en C hucuito con el curaca C atari A passa (en 1535). El señor de C hu
cuito preguntad o p o r sus dom inios, incluyó en ellos el valle de M oquegua, lio e Ite,
los valles de Sama y Locumba, el valle de A zapa, el pueblo de Arica y los valles de
Lluta y C odpa.
T am poco tiene en cuenta Larraín u n docum ento publicado en el tomo III de los
162
CUADRO IX
O po Cato Pachica
Puchuca
G uam ba
A yavire y Carvieza C anina
Taucari
Ayaviri O m aguata
Chuquecam beco C huyapa
21) Las altitudes han sido tom adas del trabajo d e Larraín sobre la población d e T ara
pacá. Los pueblos que en la cédula aparecen com o Puchuca, G uam ba, Canina,
O m aguata y C huyapa, corresponden seg ú n el m ism o autor a las actuales Puchur-
ca, H uaviña, C am iña, U sm agam a y C hiapa, respectivam ente .
Referencias sobre C am iña se encontrará en Stiglich 1922:188; A lcedo I: 208. Sobre
C huyapa o C hiapa se p u ed e v er Stiglich 1922: 365; sobre G uam ba o H uaviña,
A lcedo II: 208; sobre Pachica, Stiglich 1922: 756 y A lcedo II: 87. Finalm ente se
hallará inform ación sobre Tarapacá en Relaciones geográficas d e Indias II: 56, 60 y
62.
C onviene anotar que el alcance del control d e recursos p or p a rte de los indígenas
de Tarapacá no tiene que haberse lim itado necesariam ente a los 3,000 m etros de al
tura. Larraín (1975:278) indaga la vinculación de los de Tarapacá con los recursos
altiplánicos y expone inform ación correspondiente a 1614 y 1810, por la cual parece
constar qu e los pueblos agrícolas de Tarapacá tuvieron cierto acceso a pastos alti
plánicos.
166
22) Larraín (1975: 277-278) h a llam ado la atención sobre la discrim inación entre C ato
y Tarapacá. Es procedente que el lector interesado tenga presente que estam os ante
una jerarquía españolizada, d esd e que es una cédula d e encom ienda la q u e la es
tablece. Pero esto no significa necesariam ente que la form ulación de la cédula no
haya sido expresión d e u n a realid ad tam bién prehispánica. De ser así, estaríam os
ante un caso d e dom inio de las regiones bajas sobre las altas, en cierto m o d o an á
logo a un estudio hecho p or M aría R ostw orow ski sobre Q uives. R ostw orow ski,
Etnta y sociedad: 176 y ss. (en ad elan te, R ostw orow ski 1977). Inform ación adicional
sobre T arapacá se enco n trará en C úneo V idal 1977: II, 479-486 (sobre la vecina Pica,
en 467-478).
23) N o p u e d e descartarse, en este p u n to , q u e el aceite de lobo, p o d ría ser u n tributo pre-
hispánico, com o h a sido su g erid o po r M aría R ostw orow ski en com unicación p e r
sonal. En cualquier caso, hacia 1565 este tributo no era cum plido p o r los indígenas
ni reclam ado p o r los españoles.
167
24) ¿Cuál puede haber sido el motivo de esta dedsión de Pizarro? Puede pensarse en
el hecho de que Lucas Martínez no tuviera una acción definida en el enfrenta
168
26) Esta suposición m erece u n a m ayor aclaración, pu es se apoya casi únicam ente
en la carta de acuerdo a que llegaron am bos c o n ten d o res/p ara cerrar su contro
versia sobre los indios de C ochuna. Lam entam os carecer d e m ayor apoyo do
cum ental p ara p o d er vislum brar con m ayor confianza la im agen de un "siste
m a d e m itm as" dependientes del Collao, p ero con centro en A requipa o en algún
170
iu s - 30) N o tenem os certidum bre sobre la identificación actual del pueblo A uca, p ero sí
in- de la del otro pueblo de m itm as. Inchenchura debe ser el m ism o Inchachura o In-
chura qu e aparece en u n a provisión d ad a p o r el V irrey en 1661, sobre el tributo
102, q ue debían p ag ar los m itm as del Collao. Q uien cita esta provisión es Franklin
i la Pease, en u n a nota a su reciente artículo "La form ación del Taw antinsuyu: m eca
¡les nism os d e colonización y relación con las u n id a d e s étnicas", publicado en el vo
JU C lum en III, N ° 1, pp. 97-120 de la revista Histórica (en adelante Pease 1979). Allí
Pease identifica Inchachura con San Benito de Tarata.
11ió
ba,
ia-
r
173
31) Barriga 1955: 299-301. Se trata de una "Provisión del V irrey Don H urtado de
M endoza a petición d e los caciques de C hucuito para que le devuelvan algunos
pueblos de la costa de A requipa". Casos sem ejantes se m encionan en M urra 1975
y Pease 1978.
174
32) Un año antes, el 20 de octubre d e 1558, Juan de Castro elaboró u n a inform ación
de testigos sobre la conveniencia d e efectuar el intercam bio, atendiendo a las ra
zones q u e hem os aludido. D eclararon: D om ingo R odríguez, C ristóbal de Ville
gas, Pedro de A yala, Lucas d e Salazar, G regorio A zelenque y Fernando de Salce
do. T odos ellos afirm aron conocer bien am bas regiones y estar de acuerdo con la
perm utación de encom iendas. (Barriga 1955: 308-314). La provisión del m arqués
de C añete que tom aba en cuenta ésta y otras inform aciones levantadas con tal
p ro pósito fue librada, p rev io consentim iento de los curacas, el 29 de diciem bre
de 1559 (Barriga 1940: 287-292).
1'
33) AGI Justicia 405. La anulación del arreglo n o p rosperó cuando m enos en vida c
Lucas M artínez, pu es h a d a 1565 su s m ayordom os seguían cobrando el tributo t
los indios de Pica.
176
La administración de la encomienda
34) Es lam entable no contar con m ayor inform ación en torno a este caso: apenas dos
escrituras notariales. U na de ellas (ADA García M uñoz 1559-60: 371-v), fechada
el 23 d e setiem bre de 1559 deja entrever que el cronista Pizarro y M artínez Vega
zo habían llegado a u n acuerdo y reafirm aban su v o lu n tad d e cum plirlo, p ero no
revela nada m ás. El otro docum ento —q u e contiene el meollo de la situación— es
un a carta de concierto firm ad a el 18 d e julio d e aquel año p or am bos encom ende
ros, ante el notario G aspar H ernández.
Sin la oportuna intervención d e Franklin Pease, estaríam os hasta ahora ignoran
tes de los térm inos de la disp u ta y arreglo entre n u estro personaje y el cronista.
El fue quien encontró el docum ento en u n a colección docum ental del extranjero,
y la fotocopió. En la nota 6 del capítulo V d e este trabajo nos hem os ocu p ad o de
la p érd id a y robo de docum entos vinculados al cronista Pedro Pizarro. T erm ina
rem os agregando que el docum ento suscrito p or am bos encom enderos y extraí
do p o r m anos inescrupulosas del legajo correspondiente a ADA G aspar H ernán
dez 1558-60. h a term inado en Indiana: Latín American Manuscripts mss. Perú, Ma-
nuscripts D epartm ent, Lilly Library; Indiana U niversity, Bloomington, Indiana.
(Sobre C arangas y C odpa, p u ed e consultarse Stiglich 1922: 210-296).
\
177
35) La p rim era tom a de posesión tuvo lu g ar el 17 d e febrero de 1540, ante Garci M a
nuel d e Carbajal y con A lonso de L uque p o r notario. Los curacas que acom paña
ron a Lucas fueron: Pauca, M atax (no figuró ninguno con ese nom bre en la cédu
la), C ayta (¿Ayta?) y C ullim aqui (¿Purim aqui?) (Barriga: 1955: 19). En cuanto a la
diferencia de nom bres entre los curacas, téngase presente que el m ercedario Ba
rriga realizó u n a obra m onum ental de divulgación de fuentes, pero a veces (ge
neralm ente con nom bres autóctonos) hizo paleografía de buen cubero.
C uando Lucas recuperó la encom ienda, 1557, fue preciso que tom ara nueva p o
sesión d e ella (AGI Justicia 443: 34v-35v). U na vez m uerto Lucas M artínez, los
aspirantes a heredar la encom ienda em prendieron m ía carrera inau d ita con los
representantes del fisco. Jerónim o d e Z urbano -—en nom bre d e la viuda de Lu
cas— tom ó posesión de los indios de M artínez Vegazo en A requipa, prim ero, y
luego en cada uno d e los pueblos de la encom ienda. M ientras el fiscal le seguía
los pasos —a veces con apenas m in u to s de diferencia— contradiciendo las tomas
de posesión (AGI Justicia 443: 87v-94r).
178
36) N o sabem os si entre Lucas M artínez y los V alencia existía algún vínculo d e p a
rentesco. El hecho de que ni él ni M artín d e V alencia lo m anifestaran expresa
m ente en sus respectivos testam entos, abona en favor de u n a negativa. A ntes de
descartar toda posibilidad, recuérdese que la m adre de Lucas se llam aba Francis
ca d e Valencia lo que induce a pen sar en vinculos sanguíneos lejanos. C abe tam
bién la p o sibilidad de que los Valencia hayan sido fam iliares de A lonso Ruiz, el
socio d e Lucas quien precisam ente envió a M artín de Valencia al Perú. La infor
m ación sobre los V alencia se apoya fu ndam entalm ente en el testam ento d e uno
d e ellos, M artín d e Valencia, y en el del prop io Lucas M artínez: ADA Juan d e To
rres 1562-65: s /n ., y AGI Lima 124, respectivam ente. Tam bién hay inform ación al
respecto de los V alencia en BNP a,30: 78v-80r. U na excelente visión general sobre
los m ayordom os d e las encom iendas p u ed e encontrarse en Lockhart 1968: 22 y ss.
17
2 IO S I 37) Para tener una mejor idea de la capacidad adquisitiva que suponía u n sueldo de
m ayordom o anotarem os que p o r la m ism a época, Lucas M artínez pagó 417 pe
í del I sos po r la com pra de 21 yeguas, 250 p o r la hechura d e u n barco y 150 p o r el servi
jbla- I cio de u n mozo d e espuela (ADA G aspar H ern án d ez 1558-60: 149r-150r; 235v-
dos- I 236r; 129v-130r).
bían I 38) La generosidad postrera de Lucas M artínez alcanzó tam bién a otros m ay o rd o
m o s y aún a sus herederos si aquellos hubieran fallecido. Sin em bargo, no se
no I.) I p u e d e generalizar librem ente a p a rtir d e este caso, p u es la docum entación del
'O C X - I XVI m u estra otras situaciones en las cuales encom enderos y m ayordom os no
esta I ajustaban su s cuentas con claridad. R ecuérdese —com o nota saltante sin d u d a —
el caso del m ay o rd o m o d e Diego C enteno, que valiéndose d e u n a argucia legal
dejó a los h ered ero s de C enteno sin u n solo peso (López 1970).
. La I
o do I
181
EL T R I B U T O Y SU O R G A N I Z A C I O N
Tributo y encomienda
1) T anta fue la im portancia del tributo, que sobre él se organizó b uena p arte d e la
v ida colonial. La ren ta de la adm inistración, p o r ejem plo, reposaba fuertem ente
en el tributo indígena, de m anera tal que las crisis del sistem a tributario afecta
ron seriam ente al aparato burocrático. Q uien desee u n a presentación de la rela
ción existente entre el tributo y el com ercio colonial la encontrará viendo la tesis
d e Javier Tord, El corregidor de indios del Perú: comercio y tributos, (en adelante
T ord 1974). Téngase presente que el tributo indígena se convirtió en u n elem ento
tan sustancial p ara la sociedad p eru an a, q u e sobrevivió al derrum bam iento del
E stado colonial.
2) Ya en fecha tan tem prana com o noviem bre d e 1536, la C orona expresó su m ales
ta r respecto a los térm inos en que se estaba d esarro llan d o la relación entre enco
m en d a d o s y encom enderos.
En las "O rdenanzas p ara el gobierno y buen tratam iento d e los indios en los re-
185
A quel docum ento ordenaba que los funcionarios del rey confecciona
ran cuanto antes u n a relación de pueblos y tributarios, así como d e lo
que estos últim os debían dar a sus encom enderos.
Pero el Perú de 1538 —y aún el d e u n a década después— no
reunía las condiciones necesarias p ara la aplicación d e esta disposi
ción. Las rebeliones indígenas y las gu erras entre los españoles im pi
d ieron toda suerte de funcionam iento d e lo q u e la disposición oficial
ordenaba y dejaron la relación entre indios y españoles librada —m ás
que el azar— al caprichoso juego de o p ortunism os e intereses particu
lares y oficiales3.
D urante los años anteriores a la adm inistración de Pedro de la
Gasea — gestor de la prim era tasa general d e tributos— los encom en
deros dem andaron de sus tributarios lo q u e quisieron, sin que m edia
se lím ite norm ativo alguno. Carecem os d e d ato s concretos sobre lo
que Lucas M artínez percibió de tributo, entre 1540 y 1548. Solam ente
partim ientos y penas a los encom enderos q u e n o los cum plan o que lo contrario
hicieran" (Barriga 1955: 4-7), se hace hincapié en la n ecesidad d e enviar religiosos
a las encom iendas, la prohibición d e m altrato s a los indios, el resp eto a los indios
vacantes, cuidado de puentes, aguas y tierras, p ero n o se alude en m odo alguno
al tributo. La cédula es del 30 d e noviem bre d e 1536 y u n a atenta lectura perm ite
vislum brar en cada entrelinea los excesos que los encom enderos com etían y la
ausencia de un régim en jurídico que los p u d ie ra lim itar.
La cédula de 1537 —a la que aludim os en el texto— d ata d el 7 d e diciem bre (Ba
rriga 1955: 8-11). Este docum ento fue m ás preciso respecto a la opresión y grave
daño de que eran objeto las poblaciones recientem ente encom endadas:
"... nos som os ynform ado que por aver estado todos los yndios d e esa p ro v in
cia encom endados a diversas personas e no estar tasados los derechos e tributos
que los yndios de cada pueblo han d e pagar, los españoles q u e los han tenido en
com endados les han llevado m uchas cosas de m ás can tid ad d e lo q u e deven e
buenam ente p u ed en y deben pagar, d e que se an seguido y siguen m uchos in
convenientes en gran daño de los n aturales de esa provincia, lo cual cesaría sy
por nuestro m an d ato estuviese tasado y sabido los tributos que cada uno avía
de pagar".
3) N o existe todavía u n estudio integral sobre la form a en la cual la población in
dígena fue afectada p or las guerras civiles, a p esar d e la p ro d ig alid ad de que la
inform ación de los cronistas hace gala. En la cédula en la cual Pedro de la Gas
ea, tras la sofocación d e la rebelión de G onzalo Pizarro, encom ienda a Jerónimo
de Villegas el repartim iento que había sido de Lucas M artínez, se recom ienda
otorgar a los indios u n año de gracia en el p a g o del tributo a fijarse "porque con
las guerras y alteraciones p asadas que en estos dichos reinos han havido quedan
los naturales dellas dism inuidos, cansados e faltos d e com ida" (Barriga 1955:
127).
186
CUADRO 1
ceden tes de las visitas que, en 1549, se hicieron en las encom iendas de Arequipa.
La de la encom ienda d e Lucas M artínez sigue perdida. Solamente conocemos la
tasa y la fecha en que fue aprobada, p rim ero de m arzo de 1550, como consta en
AGN DIE L2 C15: 250r-271v.
190
CUADRO II
ropa piezas 60
m aíz fanegas 600
trigo fanegas 400
frijol fanegas 12
coca cestos 20
ají cestos 200
aves unidades 300
huevos unidades 2,080
puercos unidades 12
carneros unidades 30
ovejas unidades 100
cueros unidades 25
sogas unidades 2
pescado seco arrobas 200
sebo arrobas 3
hilo ovillos 36
sal cargas 40
aceite cántaros 18
servicio indios 12
g u ard a de ganado indios 10
sogas unidades
o
ropa piezas 30
m aíz fanegas 300
trigo fanegas 200
frijol fanegas 12
coca cestos 60
ají cestos 100
sebo arrobas 12
aves un id ad es 200
huevos unidades 2,080
puercos u nidades 12
corderos unidades 15
carneros unidades 25
ovejas u n id ad es 50
hilo ovillos 36
alpargatas pares 20
sal cargas 15
servicio indios 15
guarda de ganado indios 10
cultivo de sem enteras fanegas 18
10) El pago d e oro y p lata a los encom enderos es tan antiguo com o la institución
mism a. Los indios de Atico d aban sem analm ente 70 pesos d e oro de m inas a su
encom endero, los de A ym araes 30, los de C aravelí 50 pesos de oro en polvo.
Todo esto antes d e que se hubiese pro m u lg ad o la tasa d e La Gasea, esto es,
cuando el tributo estaba librado a la v oluntad del encom endero (Galdós 1975-76:
74-75).
En "C am bios en la tributación en u n a encom ienda del su r peruano: com para
ción de las tasas d e La Gasea y Toledo", Etnohistoria y antropología andina: 33-39
(en adelante Trelles 1978), sosteníam os la creencia de que la tasa de La Gasea h a
bía elim inado del tributo, de m anera general, el metálico. La op o rtu n a adverten
cia de la señora M aría Rostw orow ski de Diez Canseco, ap oyada en "La Visita de
Chinchaycocha" (Anales de la Universidad del Centro, en adelante Rostworowski
1975) y en la n um erosa evidencia que sobre la tasa de La Gasea posee, nos ha
hecho ver con claridad que la elim inación del m etálico en el tributo (que luego
Toledo restau ró en forma general), solam ente tuvo lugar en determ inadas enco
m iendas. Se abre la interrogante en torno a los elem entos discrim inatorios, cuya
averiguación p u e d e arrojar resultados sorprendentes.
Sobre el tributo en general — tanto tributo en dinero com o en productos— se
encontrará num erosas referencias en el libro d e N athan W achtel. Los vencidos.
Los indios del Perú frente a la Conquista española (1530-1570), (en adelante Wachtel
1976). Sobre tributo en din ero W achtel 1976: 162-65, 167, 172-75, passim. Sobre
tributo en productos, W achtel 1976:107-110,159-60,17,180-81 passim.
194
CUADRO V
ropa piezas 16 13 61 12 20
m aíz fanegas 88 150 154 120 111
trigo fanegas 1 9 154 80 51
frijoles y
papas fanegas 26 2 5 4 2
coca cestos — 5 — 24 4
ají cestos --- 45 51 40 22
aves
dom ésticas u n id ad 26 67 103 80 52
perdices u n id ad — — 77 — 8
196
C antidad absoluta de
tributarios 900 444 194 249 1,787
El tributo en funcionamiento
14) Sobre el punto, hay acuerdo general e n tre los estudiosos. En 1958 John M u
rra ofreció una cabal síntesis sobre la im portancia d e los tejidos, en el Segundo
C ongreso d e H istoria del Perú, con la ponencia "La función del tejido en va
rios contextos sociales y políticos". Este ap o rte d e M urra p u ed e encontrarse
en las páginas 145-170 de Formaciones económicas y -políticas del mundo andino"
guíente cuadro se pu ed e apreciar cuál era el tributo de ropa de los
cuatro grupos étnicos, cuya tasa conocem os y cuánta ropa estuvo a
cargo de Valencia en 1565.
CUADRO VI
16) En cuanto a las 115 piezas d e ro p a que les faltaba tributar a los d e lio, téngase
presente q ue la tasa les facultaba en cam bio a entregar lonas, en caso de no p o d er
cum plir con la confección d e ropa. Así ocurrió en 1565, p u es en lu g ar d e la ropa
q ue faltaba, entregaron 10 lonas p a ra el barco d e Lucas M artínez (AGN DIE L2
C15: 421r).
Respecto a la ro p a de A rica, V alencia aclaró, en el m ism o folio, q u e no se hacía
cargo d e ella p u es los tributarios no la habían entregado. El adm in istrad o r se re
m itió com o p ru eb a a u n a declaración de q u ip u s hecha p o r los curacas de Arica.
A nosotros no s q u ed a la d u d a sobre si los de A rica carecían p or com pleto de
ropa, o si, com o verem os o currir con frecuencia, habían entreg ad o la ropa a otra
persona acreditad a p o r Lucas M artínez.
En el extrem o opuesto se encontraban los C arum as, quienes entregaron a V alen
cia 50 piezas d e ropa, aun cuan d o la tasa los obligaba a trib u tar solam ente 30. El
p ropio V alencia se encargó, felizm ente, d e aclarar la situación recordando, m ien
tras se hacía cargo de la ro p a d e los C arum as, cóm o D iego G utiérrez —otrora
encargado de ciertos asuntos de Lucas M artínez— les había au m entado 20 pie
zas d e ro p a a éstos, dism in u y én d o les en descargo la tasa del ganado y otras co
sas (AGN DLE L2 C15: 421). La inclusión en este cuadro de tributos de Pica, cuya
tasa no conocem os se debe al hecho —ad v ertid o en el capítulo anterior— de que
estos indios se incolporaron p osteriorm ente a la encom ienda de Lucas M artínez.
200
5ase
xier
opa 17) Un ejemplo. Los curacas A rones y su encom endero Juan d e San Juan, tenían u n
a L2 litigio sobre desacuerdos de la tasa d e los tributos. El corregidor d e A requipa,
por orden del m arqués d e Cañete, h izo u n a n u ev a tasa de los A rones, m odifican
ada d o d e esta m anera la tasa anterior, contem poránea d e la que venim os estu d ian
i re- do. Los indios apelaron y obtuvieron u n a retasa, hecha p o r los O idores de la A u
*ica. diencia. N o obstante el encom endero seguía cobrando el tributo d e acuerdo a la
>de tasa del corregidor y no con arreglo a la de la A udiencia. Los curacas A rones y
atra Juan de San Juan llegaron finalm ente a u n acuerdo definitivo. El encom endero
d aría a los curacas u n a chacra d e seis fanegadas a orillas del río de A requipa, al
len- tiem po que renunciaba a 100 fanegadas d e trigo de la tasa. En co ntrapartida, los
i. El curacas levantaban cualquier dem anda que p u d ie ra n tener contra su encom ende
en- ro. A sí fue suscrito p o r am bas partes el 10 d e julio d e 1563 (ADA G arcía M u
ora ñ oz 1563-64: 326r-333r).
>ie-
co-
lya
|ue
z.
201
18) C uan do m enos, en el juicio contra Valencia se dispuso que, —en caso de no
poderse probar fehacientem ente su p é rd id a —, el m ayordom o respondiese de
ella com o si efectiv am en te la h u b ie ra v e n d id o (A G N DIE L2 C15: 421 v-
422r, 271 v).
19) Téngase presente que la ropa era uno d e los p ro d u cto s d e m ejor cotización en el
m ercado m onetario. Cálculos hechos en base a precios d e tributos rem atad o s p or
los Oficiales Reales de A requipa, entre 1555 y 1571, ubican a la ro p a d e cum bi co
tizada en prim er térm ino y a la de algodón en cuarto lugar: debajo d e la coca y el
ganado de la tierra y p o r encim a d e la cotización del m aíz y del trigo (Davies
1974: 29).
La comercialización d e la ropa p u e d e advertirse tam bién en el n o rte del Perú. En
"La ropa del tributo d e las encom iendas trujillanas en el siglo XVI" (Historia y
Cultura, N ° 7, Lima 1974:107-127), Jorge Zevallos Q uiñones estudia el ingreso de
la ropa d e tributo al m ercado. Encom endero y com erciante aparecen ahí como
entidades separadas. Las características d e la ro p a d e hom bre y m ujer son simila
res a la de la encom ienda que estudiam os. Zevallos Q uiñones anota, finalm ente,
que la m ayoría de consum idores d e la ro p a del tributo estaba constituida p o r in
dios forasteros.
202
CUADRO .VIII
os el I Procedencia Cabezas %
p ora- 1
; lúe-1 Tarapacá 173 50
nuyó I Arica 100 29
C arum as 55 16
Pica 20 5
ión do I
n 1940 I
TOTAL 348 100
n el li-1
: estas I Fuente: A G N DIE L2 C15
aladas I
a para I
N uevam ente aparece Tarapacá en prim er lugar, a p o rtan d o la
ido de I m itad de todo el ganado trib u ta d o 22. En el extrem o opuesto se ubica
amen- ron los indios de Pica, que cubrieron solam ente el 5% del ganado re
i euro- cogido en 1565. Los de C arum as h ab ían cum plido con el 61% de su
do an- tasa ganadera, m ientras el tributo de los d e Arica había alcanzado un
Diccio-
ino de
«ellos 22) Los de Tarapacá tributaron incluso 13 cabezas d e gan ad o m ás de lo que estaban
supe- obligados, a cam bio d e los 20 puercos que tenían d e tasa y no p o d ían tributar
i hace (AGN DIE L2 C15:422r).
igerc-
i para
tomo
205
23) A sí lo confirm aban las propias declaraciones de los indios y así constaba tam
bién en la cuenta d e p lata corriente, d o n d e él, Valencia, respondía p o r los 120 pe
sos q ue rep resentaban esta form a especial d e tributación (AGN DIE L2 C15:
423r).
24) De los 625 pesos corrientes que resultaban de esta operación se hacía también
cargo Valencia, en la cuenta de plata corriente (AGN DIE L2 C15: 423r).
La explicación de este fenóm eno ofrece diversas alternativas. Es
posible suponer que la riqueza ganadera de estos pueblos dependía
tam bién del acceso a cam pos de pastoreo ubicados en tierras m ás al
tas y que este acceso y control se vieran progresivam ente m erm ados,
al ritm o de la desarticulación general de la econom ía andina. H ay que
tener tam bién en cuenta la existencia de ganado en la costa, que rápi
dam ente desapareció. N o se p u e d e tam poco descartar que la tasa de
1550 haya fijado cantidades sim plem ente excesivas -—im posibilitando
rápidam ente el cum plim iento del tributo—, ni hay po r qué suponer
que las causas deban ser excluyentes. Por otro lado, u n a revisión so
m era de los protocolos notariales de la época m uestra que no era ex
traña la com ercialización del ganado de la tierra, efectuada por los
curacas de m anera directa. C uracas de C abana, C ondesuyos y Lari
vendieron carneros d e la tierra a precios variables, entre 1565 y 1567.
¿H acían los de Arica y Pica lo m ism o?
Téngase presente que en otros repartim ientos, la encom ienda
real d e Yanque Collaguas, p o r ejem plo, la sustitución de cabezas de
ganado de la tasa por dinero estaba institucionalizada y servía en la
práctica como m edio de enriquecim iento del C orregidor y sus agen
tes, quienes term inaban beneficiándose con la com ercialización del
g anado25.
Podría hacerse una últim a suposición, en el sentido de que, sien
do esta venta tan u sual y debido al estratégico rol que el ganado d es
em peñaba en las econom ías d e los pueblos encom endados, los cu
racas prefirieran m an ten er el poco ganado del que aú n disponían pre
servándolo —a cualquier precio— del pago del tributo. L am entam os
la carencia de evidencias lo suficientem ente fuertes como para asegu
rar cuál d e estas líneas de explicación fue la que en últim a instancia
determ inó esta sustitución del ganado por dinero, al m om ento de p a
gar el tributo.
En el siguiente cuadro podem os apreciar la form a en la cual Va
lencia rin d ió cuentas del ganado que había cobrado.
25) Los d ocum entos relativos a la comercialización del ganado p o r los curacas se en
cuentran en ADA García M uñoz 1565-1566: 236, G aspar H ern án d ez 1567: 289r,
290v, 338r-338v. La inform ación sobre la especulación con el ganado d e Y anque
C ollaguas se en cu en tra en el artículo de Juan Carlos Crespo, "Los C ollaguas en la
Visita d e A lonso Fernández de Bonilla" (en adelante C respo 1977), publicado en
el volum en Collaguas I: 53-92, cuyo editor es Franklin Pease.
207
CUADRO X
Concepto Cabezas %
26) Esta enferm ed ad del carache parece haber p reo cu p ad o mucho al ad m inistra
d o r Valencia, p u es p agó 3 pesos corrientes a"tres yndios, que fueron a la puna
a u er el ganado de la tierra y curar el carache que tenían" (AGN DIE L2 C15:
434v, 423v).
208
m uy alto p ara los indios, que estacan pagando incluso m ás del equi
valente del cam ero puesto en Potosí 27.
O tro producto de im portancia eran los cereales. El m aíz desem
peñó una función económ ica de prim er orden en las sociedades agra-
CUADRO XI
28) La im portancia del m aíz y sus vinculaciones con el Estado son felizm ente bastan
te conocidas. M urra (1977: 38-61) y Pease (1977: 31-114) abordan este problem a.
En M urra (1975: 243) p u e d e apreciarse tam bién la im portancia que en las etno-
categorías de los qhipu tenía el maíz.
29) "Y p o r que uos los dichos yndios no teneys tierras d o n d e sem brar y coger m ays
sino m u y poco dareys en cada año en uestra tierra cien anegas d e m ayz" (Rost-
w orow ski 1975: 84).
30) En palabras de Valencia, el m aíz fue cultivado p o r los yanaconas en una "chácara
que ellos propios hicieron p ara el dicho Lucas M artínez su amo, p ara la cual d i
cha chacara se les dio el guano" (AGN DIE L2 C15: 417r). Resulta im portante la
observación sobre los incentivos que Lucas M artínez ofrecía a la producción de
los yanaconas.
210
CUADRO XII
DESCARGO DEL MAIZ
1565
Concepto Fanegas %
31) V alencia aclaró que de las 238 fanegas de m aíz tributadas p o r los C arum as no se
le p o d ía p ed ir cuentas, p o r que n o habían sido entregadas a él, sino a H ernán
Bueno, quien tenía p o d er d e Lucas p ara cobrar y v en d er el tributo (AGN DIE L2
C15: 417r). Esta era una de las form as usuales p or las cuales los encom enderos
cancelaban deudas. D escontadas las fanegas d e C arum as, fueron solam ente 64
las fanegas de m aíz cuyo gasto no p u d o d o cu m en tar Valencia.
211
CUADRO XIII
F uente: A G N D IE L2 C 15
detalladas, pues M artínez V egazo tenía u n a clara idea d e cual era el volum en de
un gasto razonable.
En cuanto a la naturaleza d e u n a cordonería, el Diccionario de la lengua castellana
(M adrid, 1884), anota lo siguiente: "todas las obras que trabaja el c o rd o n e ro //
Oficio de C o rd o n e ro s //O b ra d o r d o n d e se hacen c o rd o n e s //T ie n d a donde se
venden".
36) D istintas eran las condiciones d e los d e A rica, C arum as e lio, no solam ente tribu
taban cantidades considerablem ente m ayores, sino que estaban obligados a en
tregar p arte del tributo—generalm ente la m itad —en casa del encom endero y no
en sus tierras (AGN DIE L2 C15: 252r, 257r, 261v, 266v).
214
CUADRO X IV
Concepto Fanegas %
37) " /F , 3 4 d ./T rein ta fanegas de trigo a seis tom ines la fanega valen v eintidós p e
sos y m edio ensayados (22 ps. 4 ts.). V einte fanegas d e m aíz a seis tom ines la
fanega m ontan quince pesos de la dicha plata (15ps.)", (Cook, ed. 1975: 238).
C abría en este p u n to form ular una vez m ás
el segundo térm ino, fueron vendidas a u n solo com prador —H ernán ]
Bueno: encom endero vecino d e la otra parcialidad de los C arum as—,
a u n precio que desconocem os. S um ando am bas operaciones, el por- I
ccntaje del trigo exportado — vendido p ara ser consum ido fuera de la
encom ienda— alcanzó u n índice del o rd en del 74%, significativa
m ente superior al del m aíz.
Diezm os al m argen, el resto del trigo (23%) fue reservado para
el consum o d e los trabajadores d e la encom ienda. A lim entó a los va
queros de Tacahui, a Valencia, a su fam ilia y pasajeros que an d u v ie
ron p o r Arica. A diferencia del m aíz, el trigo de consum o interno era
reservado casi únicam ente para alim entar a los trabajadores europeos
o negros, no así a los indígenas, hecho que otorga m ás nitidez a la
im agen del trigo, como u n producto destinado a consum o no andino. I
Veam os ahora un producto especialm ente im portante en la re-!
gión de la encom ienda q u e estudiam os: el ají:
CUADRO X V
algunas p reg u n tas plan tead as al observar sem ejante variación d e precios en U
ropa. ¿Se trata de u n a su b v alu ad ó n c o n d en te del precio d e las m ercancías pro
d ucidas p o r los indígenas que p erm itiría a la a d m in istrad ó n colonial m atar doj
pájaros ele un tiro: I) lim itar el v alo r en m etálico de la renta percibida p o r los en
com enderos y 2) abrir la posib ilid ad a que otros españoles se beneficien comer<
cializando aquellos productos, v alorados p or debajo de su cotizaaón real en Ü
m ercado?
El ají era cultivado en regiones d e Costa y d u ran te m ucho tiem
po constituyó uno de los productos fundam entales de la econom ía de
los pueblos de la zona. Los curacas se preocuparon m ucho por su
m antenim iento y en docum entación, bastante posterior, se establece
claram ente la im portancia del a jí38.
La cantidad de cestos d e ají que los indígenas tributaron en 1565
nos parece alta. Tom ando en cuenta solam ente lo tributado por los in
dios de Arica y C arum as, advertim os que se alcanzó a cubrir el 75%
del tributo de ají, porcentaje que sitúa a este p roducto bastante por
encim a de otros, en lo que corresponde al cum plim iento de la ta s a 39.
En el siguiente cuadro podem os ver el destino que tuvieron los
312 cestos de ají que estuvieron a cargo de Valencia.
Resulta altam ente sorprendente el elevado porcentaje del ají
que era reservado para la venta. En este sentido, el ají era, porcentual
m ente, m ucho m ás com crcializable que la ropa, el m aíz y el trigo.
Creem os que esto se debe a que se trata d e u n producto de intercam
bio Costa-Sierra, de m uy fácil transporte, lo cual en el contexto del
m anejo económico de la encom ienda se traduce en u n a ráp id a con
versión a dinero.
38) AGN A guas Tacna año 1762. A ún en fecha tan posterior, el curaca d e Tacna
—vecino al d e Arica y C arum as— reclam aba que le restituyesen ciertas aguas,
sobre todo po rq u e le im pedían cultivar el ají, lo que le causaba m ucho perju i
cio. Esta referencia nos h a sido cedida p o r la señora M aría R ostw orow ski d e
Diez Canseco.
En una relación de las provincias de A requipa, hecha en 1567 y p u blicada en las
pp. 96-109 de Arequipa y sus blasones (en adelan te Barriga 1940a). Se lee lo si
guiente respecto a Arica: "C ultívase m ucho ají, que se com ercia con las p ro v in
cias de la Sierra, y no poco Aceite, A lgodón y alguna A zúcar". En el siglo p asa
do solía valer el ají a esta Provincia cada año 200 m il pesos.
Por otra parte, John M u rra h a p ublicado en el n ú m ero 3 de la revista bolivia
na Historia y Cultura u n artículo (M urra 1979) destacando la acción em presarial
del curaca de Pom ata y el rol preferencial q u e el ají desem peñaba en su s nego
cios: era u n a d e sus principales fuentes d e ingreso y provenía precisam ente de
los valles de Sama y Locumba, sin d u d a u n a región p reciada p o r su p ro d u c
ción d e ají.
39) Téngase presente que no consideram os en n u estra evaluación los 10 cestos d e
Pica, que no estaban incluidos en la tasa que conocem os. A sí m ism o destaca el
hecho — cuya causa desconocem os— d e que los d e Uo n o h ayan entreg ad o
n ad a a Valencia. En cuanto a los 27 cestos d e ají que los C arum as trib u taro n
dem ás, V alencia se encargó d e aclarar la situación: D iego G utiérrez 'le s añadió
en algunos géneros de su tasa y en otros les q u itó ” (AGN DIE L2 C15: 427v).
217
CUADRO XVI
Concepto Cestos %
V enta 287 92
Diezmo 15 5
C onsum o en las m inas 10 3
40) Sobre las ordenanzas de tam bos p ro m u lg ad as p o r Vaca d e Castro, p uede verse el
reciente libro de Silvio Zavala, El servicio personal de los indios del Perú (extractos del
siglo XVI). Zavala 1978: 7-8.
41) Los datos sobre la v ariabilidad de los precios del ají hacia 1619 están tom ados de
M urra 1979: 48-50. El precio de un cesto p o r 1 peso, de 1565, se p uede ver en el
C uadro I del C apítulo IX d e este trabajo.
218
CUADRO XVII
PESCADO
A rrobas
42) El pescado q u e los d e T arapacá debían trib u tar había tenido u n a su erte distinta.
"Los dichos yndios dicen en sus declaraciones que p arte del dicho pescado die
ron a los negros m ineros p a que com iesen y la m ay o r p arte dello dexaron de
d a r", explicaría V alencia al m om ento d e ren d ir cuentas (AGN DIE L2 C15: 428v-
429r).
Recuérdese la cédula de encom ienda y se encontrará u n a correlación entre el ac
ceso al m ar de T arapacá y la m ención — en la cédula— del principal Paño (de Ta
rapacá) q u e residía al m an d o de u nos pescadores en Arica. A sim ism o, el cabal
cum plim iento del tributo de pescado p or p arte de los indígenas d e lio parece
confirm ar el acierto d e la cédula, cuando calificó al curaca Paño com o pescador
(los detalles se p u e d en ver en el capítulo VII de este trabajo).
219
Concepto Unidades %
consum ido en m inas 340 40.5
consum o dom éstico en Arica 200 2^.8
entregado p o r o rd en d e Lucas 200 23.8
consum o d e pasajeros 100 11.9
CUADRO XVIII
FUERZA DE TRABAJO
Indígenas
Servicios 20 12 8 15 55 59
G uarda de ganado 10 10 8 10 38 41
TOTAL 30 22 16 25 93 100
Concepto Fanegas %
consum o en las m inas 15 50
consum o en T acahui 15 50
TOTAL 30 100
Fuente: A GN DIE L2 C15
221
Cambios en la tributación
44) A G N DIE L2 C15:155r. El acarreo de bienes y agua tam bién fue rem u n erad o (ver
los "pagos a indios" en el capítulo IX). Sobre el uso de la fuerza de trabajo indígena
se p u ed e ver Zavala 1978 y las partes pertinentes del capítulo IX de este trabajo.
La ram ada que los indígenas hicieron, fue p ara "hazer la ataracana pa la cordone
ría" (AGN DIE L2 C15: 434v). "Atarazana: llam an los cabestreros aquella pieza
m u y larga, que tienen para trabajar debajo d e cubierto en la fábrica de cuerdas"
(Real A cadem ia E spañola (1724) 1963:1, 461, tom o prim ero).
45) En los "pagos a indios" del capítulo IX, se encontrará la rem uneraci6n a los p as
tores que cuidaban el ganado, con detalles sobre su trabajo.
46) N os referim os a la ya citada ponencia p resen tad a a la Prim era Jornada del M useo
N acional de H istoria, (Trelles 1978). A jlí nos ocupam os de ver los cambios que en
la tributación d e esta encom ienda introdujo la sustitución de la tasa de La Gasea
p o r la de Toledo.
222
47) A G N DIE L2 C15: 423v-424r, 424v. El resto del tributo de Costales se destinaba a
las d istintas labores d e la encom ienda, a cuya comercialización debieron contri
b u ir notablem ente.
48) M aría R ostw orow ski. Com unicación personal.
223
EL D I N E R O Y LA P L A T A
El circulante y la plata
3) Al respecto Burzio aclara que "en la A m érica española se acuñó en los prim eros
tiem pos a m artillo, luego se pasó, al parecer p o r brevísim o m om ento, al m olino
de agua o sangre hasta el siglo XVIII, en cuya p rim era m itad aparecen los volan
tes de la ceca d e México" (Burzio 1958:1, 4). En cuanto a la acuñación, el circulan
te y la historia de la m on ed a en el Perú, p u ed e consultarse varios trabajos de'M á-
n uel M oreyra Paz-Soldán: Antecedentes españoles y el circulante durante la Conquista
e iniciación del Virreinato (M oreyra 1941), "La técnica d e la m oneda colonial" en
Revista de Historia de América, N ° 20: 347-370 (M oreyra 1945), "La tesorería y la es
tadística de la acuñación colonial en la casa d e m oneda de Lim a" en Revista
Hisórica, t. XV: 54-106 (M oreyra 1942) y "C arácter m estizo de la institución de la
m oneda en el P erú colonial" en Revista Histórica, t. XXVIII (M oreyra 1965).
4) R ecuérdese que cuan d o Alonso Ruiz (el socio d e Lucas M artínez) m archó a Espa
ña, llevó consigo u n a b uena can ti d a d d e m etal precioso p ara hacer m oneda. Pue
de consultarse los detalles en el seg u n d o capítulo de este trabajo. Lucas recibió en
A requipa su p arte y disp u so d e ella.
5) El Diccionario de Burzio trae la siguiente anotación: "Gonzalo Pizarro: m oneda de
cuando este conquistador se levantó en arm as contra la au to rid ad real, utilizó
com o num erario u n as barritas o trozos de plata de baja ley a las que p uso su s ini
ciales GP en m onogram a, dándoles curso forzoso" (Burzio 1958:1, 228-229).
encom ienda se efectuaron tam bién con productos ajenos a la carga
im positiva indígena. Al m om ento de rendir cuentas Valencia se hizo
cargo del siguiente dinero.
Antes de iniciar el análisis del cuadro, es conveniente una expli
cación de las distintas cotizaciones que tuvieron los pesos corrientes y
los ensayados. Dos testim onios —uno del propio Valencia (1565) y
otro del cabildo de Q uito (1574)— nos ofrecen la m ism a tasa de cam
bio: cada 10 tom ines de pesos corrientes equivalían a 8 de pesos en
sayados. Com o cada peso —corriente o ensayado— se com ponía de 8
tom ines, podem os afirm ar que u n peso ensayado equivalía a 1.25 pe
sos corrientes, o, al revés, u n peso corriente era igual a 0.8 pesos ensa
yados6. Como nos interesa el com portam iento interno de la circula
ción m ás que el valor m onetario preciso, hem os preferido m antener
separadas —como lo hizo Valencia— las categorías de pesos corrien
tes y ensayados. Para no renunciar a una valoración global, se ha con
vertido los totales de pesos corrientes a pesos ensayados y se presenta
la estim ación entre p a ré n te s is 7.
O tra cuestión a d ilucidar es aquella discusión sobre cuánto de la
m oneda circuló efectivam ente y cuánto fue solam ente m oneda de
cuenta 8. C uando se p ro p o n e que la m ayor parte d e la m oneda tenía
CUADRO I
1 565
11) En el capítulo anterior hem os observado que V alencia trocó 407 fanegas de maíz
por 74 carneros de la tierra, que luego v endió a 4 y 5 pesos. Al d a r cuenta del tri
buto, Valencia afirm ó que de los 254 pesos resultantes d e la operación final se
hacía cargo en la cuenta del dinero (AGN DIE L2 C15: 431r, 418v).
En cuanto a la identificación en tre dinero y m ercancía téngase en cuenta el traba
jo d e Carlos Scm pat A ssadourian. El observó esta identificación entre m ercancía
y dinero en el P erú del siglo XVI, en u n a ponencia p resen tad a en 1976 al C uarto
Sim posio de H istoria Económica d e A m érica Latina en París y publicada en 1978
en el núm ero 2 d e la revista Economía, ed itad a p o r la U niversidad Católica del
Perú: "La producción d e la m ercancía dinero en la form ación del m ercado inter
no colonial: el caso del espacio p eru an o , siglo XVI", (en adelante A ssadourian
1978). Tam bién se p u e d e consultar el libro ed itad o p o r E nrique flo res Cano. En
sayos sobre el desarrollo económico de México y América Latina (Flores C ano ed. 1979:
223-292).
12) M ás adelante, cuan d o veam os el ru b ro "envíos a Lima", tendrem os ocasión de
ver en detalle la cuestión de las barras d e plata.
232
patrim onio de diversa m anera: para pagar los diezm os, enviar exce
dentes al encom endero pagar vaconas, arrieros, pastores, cirujanos,
sastres... en fin. La diversidad es m ucha, pero existe un denom inador
com ún a todas aquellas operaciones: se trata de pagos p o r servicios,
salarios o utilidades. Esto nos ha anim ado a ag ru p ar los gastos de Va
lencia en función del destinatario de los pagos.
Por esta razón, en el C uadro II establecem os la distinción entre
pagos a españoles y pagos a indios.
CUADRO 11
1565
13) En térm inos m o d ern o s y actuales, asistim os a un proceso análogo cuando vem os
que la política m onetaria de nuestro p aís se m aneja con arreglo a u n a circulación
y cotización m on etaria de carácter doble: la de divisas y la de m oneda nacional.
14) Esta situación tenía tam bién u n cam ino de regreso: la im portación de baratijas
europeas y su v en ta —com pulsiva, al crédito y a precios considerablem ente ele
v ad o s— a la población indígena. N o estam os hablando solam ente de los rep arti
m ientos que hacían los corregidores —fenóm eno posterior al arco tem poral en el
que nos d esplazam os— sino de eventos propios del XVI. Wachtel (1976: 184)
234
Pagos a españoles
CUADRO 111
PAGO A ESPAÑOLES
PLATA CORRIENTE Y ENSAYADA (pesos)
1565
C o n c e p to C a n tid a d %
doctrina 2,131p 5t 29
envíos a Lima l,945p 5t 26.8
m andato judicial y / o gasto notarial l,515p lt 20.9
salarios 578p 8
diezm o 500p 7
m antenim iento barcos 303p 4t 4 .2
fletes 149p 2.1
gastos generales 132p 1.8
15)
C U A D R O Illa
PAGO A ESPAÑOLES
PLATA CORRIENTE (p e s o s)
1565 * *
C oncepto C antidad %
doctrina l,020p 4t 29.7
salarios 578p 16.8
diezm o 500p 14.4
envíos a Lima 373p 10.8
m an d ato judicial y / o gasto notarial 366p 10.6
m antenim iento barcos 303p 4t 10.4
fletes 149p 4.1
gastos generales 132p 4t 3.8
CUADRO IV
PAGO A ESPAÑOLES
DOCTRINA
- 1565
CUADRO III b
PAGO A ESPAÑOLES
PLATA ENSAYADA (pesos)
1565
Concepto C antidad %
PAGO A ESPAÑOLES
DOCTRINA
PLATA CORRIENTE (pesos)
1565
CUADRO IVb
PAGO A ESPAÑOLES
DOCTRINA
PLATA ENSAYADA (pesos)
1565
CUADRO V
PAGO A ESPAÑOLES
ENVIOS A LIMA
21)
C UAD RO Va
PAGO A ESPAÑOLES
ENVIOS A LIMA
PLATA CORRIENTE (pesos)
CUADRO Vb
PAGO A ESPAÑOLES
ENVIOS A LIMA
PLATA ENSAYADA (pesos)
1565
CUADRO VI
PAGO A ESPAÑOLES
TOTAL l,515p l t
(l,442p) 100
(22 ) ■
PAGO A ESPAÑOLES
GASTOS NOTARIALES Y /O M A NDATO JUDICIAL
PLATA CORRIENTE (pesos)
1565
Beneficiario Concepto Cantidad %
H dos. M artín de
Valencia d eu d as 200p 54.6
G onzalo Serrano m an d ato judicial lOOp 27.3
H do. A lvarez de
C arm ona m an d ato judicial 48p 13.1
-------------- om pra d e papel lOp 2.7
escribano R odríguez derecho notarial 6p 1.7
escribano N avarro derecho notarial 2p .6
CUAD RO VII
PAGO Á ESPAÑOLES
GASTOS NOTARIALES Y /O M A ND ATO JUDICIAL
PLATA ENSAYADA (pesos)
1565
una parte im portante d e los pagos por doctrina — suponem os que los
pesos corrientes— perm anecía para el consum o del cura doctrinero.
En cam bio los envíos a Lima — las utilidades en m etálico de M artínez
V egazo— constituían dinero y plata expresam ente destinados al exte
rior. A m anera d e resum en, presentam os los tres rubros en cuestión,
desagregando la inform ación en pesos corrientes y ensayados.
- CUADRO Vil
1565
PAGO A ESPAÑOLES
DIEZMO
24) AGI Patronato 189 Ramo 16. (Debemos esta referencia a J.A. del Busto). Descono
cemos la fecha de la provisión, aun q u e ésta no p u d o ser anterior a 1560, de m a
nera que hacia 1565 —las p ropias cuentas de Valencia lo dem uestran— las m inas
de Lucas estaban sujetas al diezm o y no al quinto.
246
25) El m o n to total de lo que se debía pagar en este últim o caso era, en realidad, 236
pesos. Los 36 pesos de diferencia habían sido p ag ado s previam ente en productos
(AGN DIE L2 C15: 434r, 434v).
247
I ■ CUADRO IX
F uente: A G N DIE L 2 C 1 5
CUADRO X
PAGO A ESPAÑOLES
26) La inform ación sobre estos detalles así com o la especificación del trabajo d e los
em pleados, se en cuentra en AGN DIE L2 C15: 435v, 436r, 438r, 440v, 441r, 441v,
442r. 443r.
24‘)
27) Se trata de naves distintas com o consta en los capítulos III y V de este trabajo. Es
pecialm ente im portan te— p or contener detalles sobre las características d e las em
barcaciones— es el contrato celebrado con m aestre Gallego, p a ra rep arar una nave
vieja y construir otra (ADA G aspar H ern án d ez 1558-60- 235v, 236r).
José A ntonio del Busto, en el tom o III de la Historia marítima del Perú (en adelante
Del Busto 1975), presenta u n a visión del litoral q u e recorrían los barcos de Lucas
M artínez Vegazo. P articularm ente interesante en su presentación del puerto de lio,
d onde deja sentada la existencia de evidencias sobre astilleros en aquel puerto,
hacia com ienzos de XVII. A la luz d e lo que venim os viendo, no queda duda
respecto a la existencia de tales astilleros, incluso en el XVI tem prano (Del Busto
1975:1, 363-374).
250
CUADRO XI
PAGO A ESPAÑOLES
FLETES
28) Los detalles d e lo que los barcos llevaban y traían y cuánto se p ag ab a p or flete se
en cuentran en A GN DIE L2 C15: 435r, 443v.
251
CUADRO XII
PAGO A ESPAÑOLES
GASTOS GENERALES
PLATA CORRIENTE (pesos)
1565
Partida Cantidad %
1 70p 52.9
2 48p 36.2
3 40p 4t 3.4
4 4p 3
5 3p 2.3
6 3p 2.3
CUADRO XIII
PAGO A ESPAÑOLES
GASTO INTERNO
PLATA CORRIENTE (pesos)
1565
Concepto Cantidad %
salarios 578p 50
m antenim iento barcos 303p 26
fletes 149p 13
gastos generales 132p 11
Pagos a indios
Bien se sabe, a estas alturas, que la riqueza de las Indias eran sus
indios: la fuerza de trabajo indígena 30. Ella estuvo en el centro de las
31) Zavala (1978: 3-47) dedica sus prim eras p áginas a presentar y com entar la d ocu
m entación tem prana sobre el servicio personal de los indios. La carta de Berlanga
destacando las irregularidades com etidas en el repartim iento d e los indios fue
fechada el 6 de noviem bre de 1535. La áspera respuesta data del 13 del m ism o mes
y año. En carta del 3 d e febrero de 1536—ya d esd e N om bre d e Dios—, Berlanga se
quejó al rey acusando a Pizarro d e h ab er indispuesto a la gente (léase a los
conquistadores) en su contra (Zavala 1978: 5-6).
254
ya se hallaban cam ino a Lima y con ellas el prim er virrey, el intento es
tatal por cortar drásticam ente el poder de los encom enderos; tam bién
la rebelión y—nuevam ente— la guerra32.
Bien se sabe lo que vino después y la m anera en la que Pedro de
la Gasea fue im poniendo cierto orden: el servicio de Tam bos dejó de
ser gratuito, los indios de encom ienda no podían ser obligados a traba
jar en otros climas. En las tasas se consideró (lo hem os visto) el uso de
la fuerza de trabajo indígena, aunque en form a lim itada y específica33.
Al com enzar la década del 50, la Corona persistió en sus propósi
tos de abolir el servicio personal de los indios. Pero cuando la A udien
cia d e Lima pretendió juntar las palabras con los hechos, las cédulas
reales con la realidad, la rebelión de H ernández G irón sacudió nu ev a
m ente el Perú. La A udiencia m ovilizó a los notables —los vecinos y
encom enderos— en contra de los alzados — H ernández Girón, u n par
32) Una real cédula del 9 de julio d e 1536 o rdenó a Pizarro y V alverde, entre otras co
sas, hacer la tasación de los tributos de los indios. V alverde m urió cuando se d iri
gía a reunirse con Vaca de Castro, luego que los alm agristas m ataran a Pizarro (Za
vala 1978: 4; Lockhart 1972: 204-206).
Las ord en an zas d e Tambos p ro m u lg a d a p o r Vaca de C astro se p u ed en ver en
Z avala (1978: 7-9). El C om isionado no supo m antenerse inm une a las tentaciones
de los vecinos y encom enderos del P erú y al volver a España fue som etido a juicio
de residencia y declarado culpable d e varios cargos (Zavala 1978: 11). El astuto
C om isionado otorgó encom iendas, a p esar que sabía que el virrey llegaría pro n to
y que la nueva legislación —las leyes n u ev as—ordenaban que n o se diesen m ás
m ercedes de indios. Interesa esta anotación, p u es en los capítulos II y VII se ha visto
cómo Lucas M artínez fue u n o de los m ás favorecidos con este nuevo reparto.
33) Zavala (1978 -11-16) p resenta en form a m uy clara la política d e La Gasea respecto
a la encom ienda y el servicio perso n al de los indígenas. El licenciado Pedro d e la
Gasea era en realidad m uy hábil. En la nota 2 del capítulo VIII hem os visto que La
Gasea otorgó a los indígenas u n año d e gracia en el p ago del tributo, p o rq u e se
consideraba que la población había q u ed ad o m u y m altrecha luego d e las guerras
civiles (Barriga 1955: 127). Bien, en una carta del 28 de enero d e 1549, La Gasea
confesó al Consejo de Indias que su v erd ad era intención era ir aplicando disim u
ladam ente algunas disposiciones de las leyes nuevas: "hasta ahora no he m a n d a
d o que se guarde la ordenanza que n o se echen indios a las m inas, p orque d e las
(leyes nuevas) no revocadas, ésta es la que m ás acedo p u ed e causar, sino que so
color d el trabajo que los indios han p asado y la falta de com ida que en m uchas
p artes han tenido y tienen y necesidad p ara rep ararla d e hacer cem cnteras y la
enferm ed ad d e m odorra que en m uchas partes a an d ad o entre ellos y españoles de
dolores de costado, he puesto freno en lo de echar indios a minas, d an d o a entender
que era p o r estas causas” (Zavala 1978: 12-13).
255
34) M ayores detalles al respecto se puede encontrar en el prólogo de Juan Pcrez de Tu
dela a su edición de las Crónicas del Perú (Pérez de T udela cd. I: LXXX1V).
35) Sobre las disposiciones en torno al servicio personal indígena d u ra n te la década del
60, se p u e d e consultar Zavala 1968: 27-50. O tro im portante análisis sobre el servi
cio personal indígena — tam bién basado fu ndam entalm ente en la legislación— se
encuentra la obra de Ernesto Schafer, El Consejo Real y Supremo de las Indias (en
adelante Schafer 1947). Las páginas 249-332 del tom o II están ded icad as a p resen
tar el problem a, a título de "legislación de indios".
Al aspecto de las luchas p o r la p erp etu id ad d e la encom ienda y la castración polí
tica y económ ica de los encom enderos, consideram os q u e es posible enten d er el
signo del desarrollo histórico del ultim o tercio del XVI p eru an o , com o el triunfo del
absolutism o. Al usar el térm ino absolutism o, pensam os m enos en Versalles y Luis
XIV que en el absolutism o del cuño español: aquel que se rem onta a la rebelión de
los com uneros y se en tram p a en el bullonism o de finales del XVI. Particularm en
te interesante p ara la com prensión d e esta perspectiva es el estudio de Parry
A nderson, The L in e a g e s o f the a b s o lu tis State (en adelante A ndcrson 1977). El caso
español—u n o de los linajes del Estado absolutista, que tuvo tam bién linajes colo
niales—se encuentra estu d iad o en las páginas 61-84.
256
CUADRO X IV
PAGO A INDIOS
GENERAL
Concepto Cantidad %
Dos son los rubros que representaron claram ente u n m ayor gas
to: el cultivo d e la viña y el pastoreo. Los verem os en prim er térm ino,
em pezando con el cuadro correspondiente a la viña de Ocurica.
257
CUADRO X V
PAGO A INDIOS
VIÑA DE OCURICA
36) AGN DIE L2 C15: 438r, 438v. Para u n a m ejor inform ación sobre los tipos de m i
tayos, p u ed e consultarse M atienzo [1567] 1967: 35-41. Sobre la ubicación geográ
fica de O curica—-en el valle de A zapa—se encontrará información en Cúneo Vi
d al 1977:1,325.
258
CUADRO X V I
PAGO A INDIOS
SERVICIO DE PASTORES
37) D avis (1974:96-160) toca los problem as vinculados a la tenencia de tierra y a la in
cursión de los fu n d ad o res de A requipa en el m ercado colonial. En M urra (1979) se
p u ed e apreciar que el vino tam bién desem peñaba u n papel im portante en los n e
gocios d el curaca de Pom ata, Diego C ham billa. Los v iñedos d e Cham billa q u e d a
ban p recisam ente en la región o cupada p o r los indígenas de la encom ienda d e
Lucas M artínez.
259
CUADRO XVII
PAGO A INDIOS
M INAS DE TARAPACA
PLATA CORRIENTE (pesos)
1565
a rrear el hato al m ar __ 1 l p 2t .8
arrear m uías a las m inas — 1 4t .3
ir al m ar --- 1 4t .3
38) AGN DIE L2 C15: 437r, 440v, D on M iguel era, seguram ente, algún principal. ¿Ca
beza de los m itayos que servían en las m inas? En cuanto al reem plazo de las m uías
p o r energía hum ana, el Diccionario de Burzio trae la siguiente anotación: "Molino
de agua o sangre. M áquina de m adera destinada a la m olienda del m ineral de plata
extraído de las m uñas. Si funcionaba u tilizando la corriente de u n río o acequia, era
de agua. Si era m ovido p o r la fuerza m uscular del caballo [en este caso las muías]
o del hom bre, era de sangre. Hacia 1577 había 77 m olinos de sangre en Potosí"
(Burzio 1958: 1, 257).
C O NC LU SIO N ES
XI. Hacia 1565, el cum plim iento de la tasa era irregular. Las
cantidades tributadas eran por lo general inferiores a las que
la tasa dem andaba, algunos productos dejaron de tributarse,
el pago d e dinero sustituyó la tributación de pro d u cto s
com o el ganado de la tierra y, en casos especiales, se incre
m entó la obligación tributaria de u n producto a cam bio de
la dism inución de otro. El tributo cobrado era destinado,
m ayoritariam ente al exterior de la encom ienda, do n d e se co
m ercializaba. Productos como la ropa, el ají, el pescado seco
271
TESTAMENTO
Versión paleográfica
Efraín T relies
INTRODUCCION
ante el notario Pedro de Valverde portando unos pliegos escritos y sellados por
el, a pedir que fueran reconocidos notarialmente como su última y expresa
voluntad. A la reseña de su conocida trayectoria siguen un juramento y una
declaración de inocencia en materia de la puntillosa cuestión de la licitud de la
conquista, visto que, en términos del propio Martínez Vegazo, "tube buena fe
y Dios sabe si en esto digo verdad, y ni teólogo ni hombre humano puede sa
ber otra cosa de mi intenzión porque no lo hubo". Los dos párrafos iniciales
del testamento establecen los dos escenarios en que se representara el drama de
este hombre angustiado por su recapitulación de fin de vida: el balance mate
rial, el balance espiritual.
La primera cuenta empezó con catorce pesos recibidos en Coaque y
transcurrió ascendente por los repartos de Cajamarca, Jauja y Cuzco: 8181
pesos. Pero no todo era suma, había que restar los costos de sus donaciones:
5200 pesos provenientes de una casa cedida al hospital de Santa Ana en Lima,
solares al convento de San Francisco en Arequipa, más casas para el hospital
de naturales de Arequipa. Quedaba claro que faltaban por restituir 2981 pesos.
En vista del saldo negativo, la paralela cuenta espiritual se vio forzada a efec
tuar una disgreción más amplia. Fue así que el veterano de Cajamarca distingió
entre los teólogos que sostenían que lo no consumido "en moneda o empleado
en hazienda" fuera distribuido entre los pobres de la misma tierra, y aquellos
que le afirmaban "que no solamente estoy obligado a la restitución de lo que
no hubiese consumido... pero a toda la cantidad que me cupo". No era fácil
hacer oidos sordos a los teólogos, pues "aun ay entre ellos quien se desmanda
a decir que el Sumo Pontífice no puede dispensar de otra manera y que no
valdría su dispensación, ni Dios la admitiría por ir errada la clave".
Sobre el entorno de la restitución, y con el caso del propio Lucas por
ilustración, Guillermo Lohmann Villena (1966) ha analizado las interioridades
de las diferentes doctrinas formuladas al respecto y los alcances de la inciden
cia lascasiana en el Perú. A su vez James Lockhart (1972) ha llamado la aten
ción sobe la exactitud con que Lucas sumó el dinero recibido (antes de la infla
ción), contraponiéndolo al cálculo que hizo del valor de sus pías donaciones
(después de la inflación), para concluir que Lucas Martínez hizo la restitución
más baja posible. Lo nuestro también fue dicho en su oportunidad (1983). Lo
interesante es seguir el curso de ambos balances simultáneamente, rastrear por
igual ambas líneas de pensamiento que se darán la mano en este testamento, en
preclara síntesis de la interacción entre doctrina y economía que anuncia el
inminente Perú toledano por venir.
278
ante el notario Pedro de Valverde portando unos pliegos escritos y sellados por
él, a pedir que fueran reconocidos notarialmente como su última y expresa
voluntad. A la reseña de su conocida trayectoria siguen un juramento y una
declaración de inocencia en materia de la puntillosa cuestión de la licitud de la
conquista, visto que, en términos del propio Martínez Vegazo, "tu.be buena fe
y Dios sabe si en esto digo verdad, y ni teólogo ni hombre humano puede sa
ber otra cosa de mi intenzión porque no lo hubo". Los dos párrafos iniciales
del testamento establecen los dos escenarios en que se representara el drama de
este hombre angustiado por su recapitulación de fin de vida: el balance mate
rial, el balance espiritual.
La primera cuenta empezó con catorce pesos recibidos en Coaque y
transcurrió ascendente por los repartos de Cajamarca, Jauja y Cuzco: 8181
pesos. Pero no todo era suma, había que restar los costos de sus donaciones:
5200 pesos provenientes de una casa cedida al hospital de Santa Ana en Lima,
solares al convento de San Francisco en Arequipa, más casas para el hospital
de naturales de Arequipa. Quedaba claro que faltaban por restituir 2981 pesos.
En vista del saldo negativo, la paralela cuenta espiritual se vio forzada a efec
tuar una disgreción más amplia. Fue así que el veterano de Cajamarca distingió
entre los teólogos que sostenían que lo no consumido "en moneda o empleado
en hazienda" fuera distribuido entre los pobres de la misma tierra, y aquellos
que le afirmaban "que no solamente estoy obligado a la restitución de lo que
no hubiese consumido... pero a toda la cantidad que me cupo". No era fácil
hacer oidos sordos a los teólogos, pues "aun ay entre ellos quien se desmanda
a decir que el Sumo Pontífice no puede dispensar de otra manera y que no
valdría su dispensación, ni Dios la admitiría por ir errada la clave".
Sobre el entorno de la restitución, y con el caso del propio Lucas por
ilustración, Guillermo Lohmann Villena (1966) ha analizado las interioridades
de las diferentes doctrinas formuladas al respecto y los alcances de la inciden
cia lascasiana en el Perú. A su vez James Lockhart (1972) ha llamado la aten
ción sobe la exactitud con que Lucas sumó el dinero recibido (antes de la infla
ción), contraponiéndolo al cálculo que hizo del valor de sus pías donaciones
(después de la inflación), para concluir que Lucas Martínez hizo la restitución
más baja posible. Lo nuestro también fue dicho en su oportunidad (1983). Lo
interesante es seguir el curso de ambos balances simultáneamente, rastrear por
igual ambas líneas de pensamiento que se darán la mano en este testamento, en
preclara síntesis de la interacción entre doctrina y economía que anuncia el
inminente Perú toledano por venir.
280
LA PRODIGALIDAD DE UN ENCOMENDERO
Más allá de las deudas con el cielo, Lucas Martínez Vegazo debía la ele
vada suma de 14768 pesos a diversos acreedores terrenales. ¿Con qué contaba
Martínez Vegazo para hacer frente a esas obligaciones? En primer lugar con
casi treinta mil pesos de plata que le fueran embargados por el fiscal de Posto-
sí y sobre los cuales llevaba un prolongado litigio. También se le debía mucho
dinero, empezando con los más de veinte mil pesos que había empeñado en
ayudar a Pedro de Valdivia y Diego García de Villalón. Pero todo eso era
papel. El activo tangible de Lucas Martínez Vegazo se componía de una vein
tena de negros, la mitad dispersa en el servicio doméstico de Lima y Arica, la
otra mitad concentrada en el trabajo de minas. De casas y solares, en cambio,
no quedaba más que una residencia en Arequipa que había sido hipotecada.
Los barcos eran cosa del pasado. Lucas Martínez poseía huertas, sementeras,
viñedos y molinos en el sur, algún ganado, ciertas armas, mueblería completa
y repostería de plata... pero no mucho más. A pesar de ello, el anciano con
quistador se empeñó en reiterar su voluntad de que algunos de sus bienes fue
ran destinados a beneficiar a los indígenas, lo que contribuiría a la salvación de
su alma y al descargo de su conciencia.
Una huerta y un parral de Arequipa pasarían a ser propiedad de los in
281
juicios, uno de ellos por un valor cercano a los 30,000 pesos, que representaban
la verdadera herencia que el viejo conquistador dejaba a unas hermanas meno
res que no había visto crecer.
BIBLIOGRAFIA CITADA
LOCKHART, James
1972 The men o f Cajamarca. A social and biographical study
o f the first conquerors o f Perú. Austin, Texas.
TRELLES, Efrain
1983 Lucas Martínez Vegazo: funcionamiento de una enco
mienda peruana inicial. Pontificia Universidad Católica
del Perú, Lima.
— I— :-------------
A G I
LIMA
124*
E ante este se sigue lo que de otro que el estaba escrito e firmado el qual el
dicho señor Corregidor empezó a leer por su persona y su tenor dijo assi:
^ L[tos En la zibdad de los Reyes de los reinos del Perú a veinte (lias
^ del mes de noviembre año del señor de mili e quinientos e sessen
ta e cinco años, paresció presente Lucas Martínez Vegasso, vi*/.i
testa
no de la zibdad de Arequipa y dixo que estaba en su sesso y cu
mento
tendimienlo, y dio y presentó ésta scritura serrada e sellada que
dixo tenía scritas quatro hojas y al cabo firmado su nombre, y
dixo que era su testamento e postrimera voluntad y que por tal lo
otorgaba e otorgó, e mandaba e dejaba todo lo en el contenydo y
dexaba por sus herederos y albageas a los en él contenidos y que
dava poder a sus albageas o a qualquier dellos pa que después de
su fallegimiento puedan presentar ante qualesquier justigias e pe
dir que se abra e publique lo en él contenido, y que revoca y revo
có otros testamentos o codizilios que haya fecho y otorgado hasta
ahora, pa que no valga salvo este su testamento y ansí lo otorgó y
firmó de su nombre que doy fe que conozco, testigos que fueron
presentes Juan Bautista e Rodrigo de Lepaveitia e Juan de Santia
go y Diego Ramircz y Alvaro de Yllescas/ y Miguel Ruiz c Latí
rengio Pagi. Lucas Martínez Vegaso, Diego Ramírez, Alonso de
Yllescas, Lorengo Pagi, Miguel Ruiz, Juan Bautista, Juan de San
tiago, Rodrigo de Lepaveitia, yo Pedro de Valverde, scriuano de
su Magestad e su escriuano público del número desta dicha zibdad
de Jos reyes fui presente a lo susodicho y lo fize scribir y fize aquí
el mío signo en testimonio de verdad. Pedro de Valverde, Scriua
no Público.
esta buena fe, como me afirmo, declaro que ube en esta tierra lo
siguiente:
Yten declaro que del oro de quilates que tengo dicho que me
cupo de parte en Caxamalca, compré un caballo y le pagué de
aquél mismo oro en Caxamalca, que me costó dos mil y setenen
los pesos y siendo vezino del Cuzco, vendí este caballo fiado para
Chile, quando el Adelantado don Diego de Almagro fue a descu
brir aquella tierra y no le cobré ni parte de él, ni se puede cobrar
por ser muerto el que lo compró y no dexó de qué se pueda co
brar. Y porque me han dicho teólogos que del / dinero que me
cupo en las partes que he dicho, estoy obligado a la restitución de
lo que no hubiese consumido de aquél mismo dinero y no a más
debaxo de la buena fe que los he dicho que tuve, declaro que no
solamente se perdió el caballo y dinero que di por él, pero en
vestirme y otras cosas gasté lo demás que me cupo en Caxamalca,
antes que entrásemos en el Cuzco.
— Yten mando que luego otro día después que mi cuerpo fuese
sepultado, se encomiende a un fraile de buena vida, el que les pa
regiese a mis albaceas, zinco misas rezadas a las zinco llagas de
mi señor Jesucristo por mi ánima y las comience a dezir el día
mismo que se le encomendare, y se dé la misma limosna acostum
brada.
— Yten mando que los nueve días primeros desde el día prime
ro que yo muriese digan por mi ánima una misa cantada cada día,
y acabados los nueve días digan vísperas de novenario y otro día
la misa cantada por mi ánima y se ofrende quatro botijas de vino
y seis cameros y seis hanegas de trigo y este día digan misas reza
das por mi ánima todos los clérigos y frailes que estuviesen en el
pueblo que yo muriese y se pague de mis bienes lo que es costum
bre todo lo dicho.
— Yten mando a los yndios Canchis que fueron míos, que lla
man Guandora (sic) un hornamento e una campana que queste
todo trezientos pesos, por cargo que les soy siendo allí vezino del
Cuzco
— Declaro que desde la partida de los mili pesos que tengo se
ñalados pa el ospital del Cuzco, hasta el capítulo de duzientos
pesos que mando al de Guamanga reciba Dios por descargo de las
partes que ube en estos reynos, con lo qual y con lo que puse en la
hoja antes dcste my testamento quedará cumplidamente restituido
lo que ube de partes. Y si algo falla, Dios me lo perdone en Reve
rencia de la sangre que Jesucristo su hijo derramó en su pasión
por los pecadores.
fiarían. Mando que si algo las fiaran en algún tiempo, se les pague
de mis bienes e quede la dicha hazienda por mía como lo es.
— Yten declaro que Juan Vclcz declara que vino conmigo, co
bró en la zibdad de los Reyes zierlas barras de plata rnyas y se fue
después a Chile sin darme quenta del las y se ahogó allá sin pagár
melas. Mando que se sepa de Juan Bautista de Postinc, su albagea,
lo que dexa declarado y cóbrese.
— Yten declaro que tengo otro solar en una quadra que tenía los
otros tres Alonso Picado.
— Yten declaro que tengo quatro mesas con sus vancos, dos
grandes y dos pequeños y doze sillas de las que se husan de cade
ras e una silla de terciopelo carmesí e otra de terciopelo negro con
su Huecos (sic) de seda carmesi y seda negra.
Juan Velarde
Traslado con los autos
del pedimento y traslado
de ynformación.
Onze reales.
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A 438
A 595
LILLY LIBRARY