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Imaginación Activa

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Vivenciando los mundos internos: la imaginación activa y su

relación con el proceso de individuación y el desarrollo de la


personalidad. [ Autor: Dr. Daniel Wilhelm ]

En el campo psicológico e incluso en el dramatúrgico, es común


escuchar hablar de las denominadas “técnicas imaginativas”, como así
también de las “técnicas psicodramáticas”. La técnica de la “imaginación
activa” constituye un método junguiano por excelencia, y fue creada por
Carl Jung como un medio o recurso terapéutico que posibilita profundizar
en la exploración del inconsciente.

La técnica fue utilizada por Jung desde el año 1916, y consiste


básicamente en un contacto e interacción dinámica de la consciencia del
Yo/Ego con una serie de imágenes psíquicas, en el plano imaginal, pero
estando plenamente conscientes de tal situación y entregándonos, desde un
estado de apertura y receptividad mental, a una verdadera experiencia
vivencial-fenomenológica de dicho plano y de sus imágenes simbólicas.

El desarrollo de la original técnica de la imaginación activa hizo


posible que, posteriormente, otros autores desarrollaran técnicas y recursos
basados en principios similares a la técnica de Jung. Entre las más
conocidas pueden mencionarse el “ensueño dirigido” de Robert Desoille, el
“psicodrama” de Jakob Levy Moreno, y la técnica de la “silla vacía” de Fritz
Perls, quien fuera el creador de la psicoterapia gestáltica.

Tal vez la más elemental de las definiciones de la imaginación activa


es la dada por el propio Jung (1948), en la que sostiene que se trata de un
método para “llevar a la conciencia los contenidos inconscientes” . Así,
entonces, en principio, su propósito es “tomar conscientes los contenidos
del inconsciente” (Jung, 1940).

Por su parte, Daryl Sharp (1991) define a la imaginación activa como


un método que permite asimilar contenidos inconscientes (como ser sueños,
fantasías, imágenes simbólicas, etc.) a través de alguna forma de
autoexpresión. De este modo, según Sharp, el objetivo de la técnica de la
imaginación activa es “dar una voz a aspectos de la personalidad
(especialmente al “ánima / ánimus” y a la “sombra”) que normalmente
no son escuchados, estableciendo así una línea de comunicación entre la
consciencia y el inconsciente”; agregando que: “aun cuando los
productos finales -dibujo, pintura, escritura, escultura, danza, música,
etc.- no sean interpretados, algo ocurre entre el autor y la obra que
contribuye a una transformación de la consciencia.” (Sharp, 1991). Es
importante destacar aquí el proceso de transformación de la consciencia al
que hace referencia Sharp, ya que toda transformación de la consciencia
implica también, en mayor o menor grado, una transformación del Yo, es
decir, de una parte de la personalidad.

También Marie Louise von Franz, discípula de Carl Jung, explica la


técnica de la imaginación activa como un “dejar surgir del inconsciente,
estando despierto, emociones, sentimientos, fantasías, ideas obsesivas o
imágenes oníricas, en una actitud desprovista de atención crítica y
abordando las imágenes interiores como si se tratara de presencias
objetivas” (von Franz, 1972), afirmando además que la Imaginación Activa
nos ayuda a comprender que “toda fantasía constituye un auténtico
proceso psíquico que nos asalta, convirtiéndonos en figura actuante y
paciente al mismo tiempo, en un drama interior” (von Franz, 1972).

Sin embargo, la actitud del sujeto frente a tal escenificación no


debe ser la de un simple observador pasivo, sino que debe actuar e
interaccionar dinámicamente con las imágenes psíquicas que emergen
desde el inconsciente, pero no como si éstas fueran sólo pura fantasía,
sino como si fuesen reales.

Tampoco basta con una mera comprensión, descripción o abordaje


intelectual-racional de la experiencia, sino que se debe asumir una actitud
y un compromiso ético, moral y vivencial, de modo que entonces, según von
Franz, “la corriente de las imágenes interiores comienza a servir para la
construcción de la totalidad personal, es decir, para la Individuación y
para establecer una seguridad íntima capaz de resistir el asalto de los
problemas exteriores e interiores” (von Franz, 1972).

Es importante, luego, que los contenidos del inconsciente que se


presentan en el campo de acción del Yo/Ego bajo la forma de imágenes
simbólicas, puedan ser plasmados a través de algún tipo de forma
estructural concreta, como ser el dibujo, la escultura, la danza, la
composición musical, la pintura, poemas, escritos, diálogos u otras
expresiones literarias, etc.; otorgándoles en cada caso rasgos y
características particulares, y que aunque no se correspondan fielmente con
la imagen original, tienen su génesis en ella, conservando también sus
vinculaciones y derivaciones simbólicas con respecto a la misma. La
imaginación activa tiene así por finalidad establecer un contacto entre el
Yo y la realidad del inconsciente, de modo que se pueda producir -a
decir de Jung- un “diálogo” entre ambas instancias. Las imágenes
simbólicas que intervienen en dicho diálogo y a lo largo del guión
imaginal son, por lo general, la expresión de los arquetipos.

Las condiciones de la “conciencia imaginal” durante el transcurso del


trabajo imaginativo
La práctica de la imaginación activa requiere un cierto grado de
entrenamiento y familiaridad en el trabajo y la confrontación de
imágenes, ya que de otro modo la consciencia yoica puede fácilmente
“evadir” la situación imaginal por medio de actitudes tales como la crítica,
el juicio, la distracción, la falta de compromiso y la intervención de los
distintos mecanismos de defensa, que buscan evitar el contacto y la
interacción entre la consciencia del Yo y la realidad del inconsciente.

Una de las características diferenciales fundamentales de la


imaginación activa, a diferencia de otras técnicas similares (como la
técnica del “ensueño dirigido”), es que en la imaginación activa se trata de
evitar, en lo posible, la intervención del terapeuta, para minimizar
cualquier tipo de interferencia en el desarrollo espontáneo de la trama
dramática imaginal del sujeto. De hecho, Jung solía prescribir la
imaginación activa como una técnica para que el paciente llevara a cabo
solo, en un estado de total serenidad y libre de interferencias que pudieran
desviar el curso espontáneo del ejercicio. Recomendaba también llevar a
cabo un detallado registro escrito de cuanto había sucedido durante el
ejercicio -tal como suele hacerse con el registro de los sueños-,
principalmente de los diálogos que habían tenido lugar con las figuras
simbólicas emergentes durante el transcurso del guión imaginal. De esta
forma, el material obtenido durante la práctica de la imaginación activa se
convierte en un valioso recurso temático para el trabajo analítico, en las
sesiones terapéuticas posteriores a la experiencia.

Marie Louise von Franz además sostiene que el trabajo con la


imaginación activa facilita en mayor grado el desarrollo de la personalidad,
porque permite, a diferencia de lo que acontece durante los sueños, una
plena participación de la consciencia yoica durante el proceso. Asimismo,
sostiene que es fácil confundir la imaginación activa con la imaginación
pasiva o el fantasear diurno, cuando no se ha realizado un entrenamiento
adecuado en esta técnica.

Al respecto, von Franz aclara que la imaginación activa no debe


confundirse con ninguna de las siguientes situaciones o estados mentales:
1- el “cine interior”, que la mayoría de la gente “ve” cuando cierra
sus ojos
2- los “diálogos internos” con uno mismo, que la gente realiza en
algunos momentos del día
3- la contemplación pasiva
4- con aquellas imágenes que no tomamos como “reales” (es decir,
que consideramos de antemano como una mera fantasía)
5- la adquisición de una personalidad “ficticia”, como ocurre en
muchas fantasías conscientes (e incluso, a través de los roles sociales)
6- con las “fantasías dirigidas”, en las que se anula o inhibe el
desarrollo espontáneo de la situación imaginal
7- las situaciones en las que se mantiene un “juicio crítico” acerca del
desarrollo de lo que acontece, condicionando de este modo su dinámica y
desenlace.

En líneas generales, el tiempo de práctica recomendado para la


ejercitación de la imaginación activa es de aproximadamente 10 o 15
minutos por sesión. En forma resumida, puede decirse además que los pasos
básicos a seguir para realizar la práctica de la imaginación activa son los
siguientes:

1- “vaciar” la consciencia del Yo/Ego (consciencia yoica), liberarse


del flujo de pensamientos.
2- dejar aparecer una imagen en la mente, y hacer un
“seguimiento” de ella. Se debe evitar que esta imagen cambie
demasiado rápido, pero tampoco es correcto aferrarse demasiado a ella,
de modo que nada suceda y que la misma permanezca estática e
inmutable.
3- plasmar u objetivar la forma de la imagen, materializándola de
algún modo, por ejemplo escribiendo una descripción de ella,
pintándola, dibujándola, esculpiéndola, expresándola bajo la forma de
música o danzándola, entre otras posibilidades.
4- aplicar lo que uno ha “aprendido” o asimilado durante el
ejercicio imaginal, en el contexto de la vida diaria (además de poder
utilizar, obviamente, el material psíquico que se hizo presente durante
el ejercicio para un análisis y elaboración durante las sesiones
terapéuticas).

Resulta también importante mencionar aquí que, con respecto al


“diálogo” imaginal con lo inconsciente y sus efectos, von Franz sostiene que
para el complejo del Yo el contacto con el inconsciente posee un efecto
vivificante e inspirador.

A continuación, para una mayor clarificación de lo antedicho,


citaremos la descripción que el propio Jung (1956) realiza acerca del
proceso de la Imaginación Activa:

“Como he dicho, este proceso puede tener lugar espontáneamente


o ser inducido artificialmente. En el último caso escoja un sueño o
alguna otra imagen-fantasía, y concéntrese sobre ella contemplándola y
reteniéndola. También puede utilizar el mal humor como punto de
arranque, y entonces intente averiguar qué tipo de imagen-fantasía se
produce, o qué imagen expresa este estado de ánimo. Luego fije esa
imagen en la mente concentrando su atención. Normalmente se alterará,
pues el mero hecho de concentrarse en ella la animará.

"Las alteraciones deben ser cuidadosamente anotadas todas las


veces, porque ellas reflejan los procesos psíquicos en el fondo
inconsciente, los cuales aparecen en forma de imágenes constituidas por
los recuerdos de la memoria consciente. De esta manera, consciente e
inconsciente se unen, de la misma forma que una cascada conecta lo de
arriba con lo de abajo. Una cadena de ideas de fantasía se desarrolla y
gradualmente asume un carácter dramático: el proceso pasivo se pone
en acción. Al principio consiste en figuras proyectadas, y estas imágenes
se observan como escenas en el teatro. En otras palabras, usted sueña
con los ojos abiertos. Como regla, hay una marcada tendencia
simplemente a disfrutar este entretenimiento interior y no pasar de ahí.
Entonces, por supuesto, no hay ningún progreso verdadero, sino sólo
variaciones interminables sobre el mismo tema, lo cual de ningún modo
es el objetivo del ejercicio.

"Lo que se representa en el escenario todavía sigue siendo un


proceso de fondo, no mueve de forma alguna al observador, y cuanto
menos lo mueva menor será el efecto catártico de este teatro privado.
La pieza que está siendo interpretada no requiere simplemente ser
observada imparcialmente, quiere forzar a su participación. Si el
observador entiende que su propio drama está desarrollándose en ese
escenario interior, él no puede permanecer indiferente a la trama y a su
desenlace. El notará, cuando los personajes aparezcan uno a uno y la
trama se complique, que todos ellos tienen una relación definida con su
situación consciente, que está siendo dirigido por el inconsciente, y que
eso provoca que las imágenes-fantasía aparezcan ante él.

"Por consiguiente se siente compelido, o animado por su analista,


para que tome parte en la obra y en lugar de sentarse simplemente en
un teatro, le pide cuentas a su “alter ego”. Pues no existe en nosotros
nada totalmente exento de contradicción, y la consciencia no puede
asumir posición alguna que no haga surgir en alguna parte de las
esquinas oscuras de la psique, una negación, o un efecto compensatorio,
aprobación o resentimiento. Este proceso de aceptar las condiciones del
Otro que hay en nosotros bien merece la pena, porque de esa manera
nosotros conseguimos conocer aspectos de nuestra naturaleza que no
permitiríamos que alguien nos mostrara, y que nosotros mismos nunca
admitiríamos.

"Es muy importante fijar todo este procedimiento por escrito en el


momento que se produce, ya que entonces se tiene la evidencia ocular
que neutralizará eficazmente la tendencia, siempre lista, al auto-
engaño. El comentario de un testigo presencial es completamente
necesario al tratar con la sombra, pues de otro modo su realidad no
puede ser concretada. Sólo de esta forma dolorosa es posible obtener
una visión positiva de la naturaleza compleja de nuestra propia
personalidad.” (Jung, 1956).
Individuación y desarrollo de la personalidad

Otra idea importante en la psicología junguiana, y en este caso en su


relación con la imaginación activa, es la del “desarrollo de la
personalidad”, que se encuentra estrechamente vinculado con el proceso
de “Individuación”.

Antes de pasar a la definición de cada uno, corresponde dejar en


claro que ambos conceptos se implican mutuamente, es decir: la
Individuación requiere, para su dinámica y su fin, del desarrollo de la
personalidad; y el desarrollo de la personalidad es, sin lugar a dudas, una
condición de la Individuación. Concretamente, no es posible la
Individuación sin el desarrollo de la personalidad. En este sentido, también
es posible definir a ambos como dos aspectos de un proceso dialéctico, el
que corresponde, en última instancia, a la realización del Sí-mismo (self);
es decir, a la realización de la totalidad psíquica. De este modo, la
experiencia de Individuación es parte, también, de la experiencia del
devenir-sí-mismo; es decir, de llegar a ser uno mismo. Como es de esperar,
este proceso muchas veces se ve obstaculizado por diferentes factores,
tanto intrapsíquicos como externos, que exigen ser resueltos para permitir
su continuidad y desarrollo.

La relación entre estos términos puede ser esquematizada de la


siguiente manera:

La Individuación corresponde a uno de los conceptos centrales en la


obra junguiana. Según Jung: “De un modo general puede decirse que la
individuación es el proceso de la constitución y particularización de la
esencia individual, especialmente el desarrollo del individuo desde el punto
de vista psicológico como esencia diferenciada de lo general, de la
psicología colectiva. La individuación es, pues, un proceso de diferenciación
que tiene por objeto el desarrollo de la personalidad individual.” (Jung,
1921).

Por otro lado, de un modo más específico y en cuanto mecanismo


psicológico, Jung define la Individuación como un proceso de “integración
de lo inconsciente en la conciencia” (Jung, 1934). Por lo tanto, la
Individuación se trata de un proceso de síntesis, en el que nuevas formas
(por ejemplo, de la personalidad) emergen a partir de la dinámica
interaccional entre la consciencia y el inconsciente, mediada por la función
trascendente, la que posibilita la integración de los opuestos
complementarios. Este proceso implica entonces, también, una integración
de polaridades psíquicas.
Debe distinguirse y diferenciarse, aquí, la integración de lo
inconsciente del mero hecho de hacer consciente lo inconsciente. Esto
último suele corresponder, por lo general, a un estado transitorio, pasivo,
que produce un cambio momentáneo de carácter cuantitativo en el campo
de la consciencia, pero que no afecta significativamente su naturaleza
estructural. Cuando se habla de la integración de lo inconsciente, en
cambio, nos referimos a un cambio de tipo cualitativo en el campo de la
consciencia, de modo que se produce en la misma -y por lo tanto en la
estructura del Yo- una modificación que perdura en el tiempo, y que
permite a su vez un cambio en la dinámica del funcionamiento de la misma.
Podemos hablar también, en este caso, de una ampliación de la conciencia.
Este proceso constituye, por lo tanto, uno de los mecanismos
fundamentales del desarrollo de la personalidad.

Desde un punto de vista psicológico, como parte imprescindible del


proceso de Individuación también se lleva a cabo la integración del
inconsciente colectivo (Jung, 1951), por lo que la Individuación implica, en
líneas generales, la asimilación en la conciencia de elementos estructurales
inconscientes, como ser las imágenes simbólicas ligadas a los arquetipos, los
complejos y sus imágenes asociadas, los afectos, los recuerdos reprimidos y
sus componentes emocionales, ideas, etc.

Con respecto al desarrollo de la personalidad, para una mejor


clarificación, debemos partir del hecho de que Jung sostiene que la
problemática del proceso de formación de la personalidad corresponde a la
problemática del proceso de individuación (Jung, 1944); tal como se
expresa, por ejemplo, a través del simbolismo de la alquimia o a través del
simbolismo de los sueños (ver artículo online).

De este modo, el desarrollo de la personalidad y la Individuación son


procesos estrechamente vinculados, a través de una relación recíproca
directa. Ya en una de las definiciones anteriores habíamos visto que, según
Jung, en tanto proceso, la Individuación tenía como objeto el desarrollo de
la personalidad individual; dejando establecida así la relación inequívoca
entre Individuación y desarrollo de la personalidad.

Corresponde entonces, ahora, realizar también algunas aclaraciones


pertinentes a lo que, desde el punto de vista junguiano, se entiende como
“individual”. En este sentido, cabe citar la definición que Jung brinda
acerca de la individualidad: “Por individualidad entiendo lo peculiar y
particular del individuo en cualquier aspecto psicológico. Individual es todo
lo que no es colectivo, es decir, lo que sólo a uno corresponde y no a un
grupo considerable de individuos. Difícilmente podrá atribuirse
individualidad a los elementos psicológicos, evidenciándose, en cambio, la
individualidad en su agrupación y combinación peculiares y únicas.” (Jung,
1921).

Queda claro de este modo, en base a la definición de Jung, que las


diferencias individuales no surgen entonces de la desigual “posesión” de
elementos psíquicos entre los sujetos, sino del modo particular en el que
éstos se encuentran combinados en sus respectivas psiquis. Esta idea resulta
congruente con la concepción junguiana de un “inconsciente colectivo”,
presente en todos los individuos, y que encuentra, en cada uno de ellos, un
modo particular de manifestación. Esto mismo resulta válido para las
“funciones psicológicas” presentes en todos los sujetos, diferenciándose las
mismas -en cada caso- por su particular grado de desarrollo y funcionalidad.

Así, Jung describe, casi a modo de conclusión, su visión específica del


“individuo”, afirmando que: “El individuo psicológico se caracteriza por su
psicología peculiar y en cierto modo única. Lo peculiar de la psique
individual se evidencia menos en sus elementos que en sus contexturas
complejas.” (Jung, 1921).

La imaginación activa y el desarrollo de la personalidad

A lo largo de su obra, Jung hace numerosas referencias al proceso


constructivo de la personalidad que se lleva a cabo a través de la
imaginación activa; contribuyendo, el mismo, a la Individuación del sujeto:
es decir, a la realización del Sí-mismo. Este hecho tiene lugar,
principalmente, por el contacto y encuentro entre la consciencia y las
imágenes del inconsciente, facilitado a través de la técnica. En relación a
ello, debe mencionarse que la imaginación activa posibilita -en diferentes
grados- una síntesis entre aspectos conscientes e inconscientes, llevándose
a cabo dicho proceso a través de la función trascendente de la psique. De
este modo, el dinamismo psíquico que se pone en movimiento a través de la
técnica de la imaginación activa también contribuye a la autorregulación
del sistema psíquico, contribuyendo de esta manera a alcanzar un equilibrio
más estable a través del proceso de compensación. Debe mencionarse
también aquí que, tal como sostiene Jung, cuando un contenido
inconsciente es asimilado a la conciencia tiene lugar un cambio que se
produce simultáneamente en tres niveles: a nivel de la consciencia, a nivel
inconsciente, y en la relación entre ambos.
De esta forma, el proceso de Individuación se ve facilitado por la
práctica de la imaginación activa, a través de una dialéctica que reúne -en
un mismo movimiento- la integración y trascendencia de diferentes
aspectos del psiquismo y la personalidad.

De lo expuesto, es posible deducir los motivos por los cuales la


práctica de la imaginación activa contribuye a la Individuación y al
desarrollo de la personalidad. La técnica implica y compromete, ante todo,
nuestra polaridad más básica y fundamental: la polaridad correspondiente
al eje “consciencia-inconsciente”. En otros términos, esto significa una
polaridad entre la esfera del complejo Yo/Ego y las estructuras
inconscientes que pertenecen a los complejos del inconsciente personal, y
también a las imágenes simbólicas vinculadas a los arquetipos del
inconsciente colectivo.

Debemos tener en cuenta también, aquí, que la consciencia del Yo se


caracteriza por un campo de alcance limitado, que carece de acceso a los
estratos más profundos de la psique. Por este motivo, el Yo/Ego, tanto
desde su estructura como desde su autoimagen y autodescripción,
corresponde a una figura de la personalidad que, desde el punto de vista
más amplio de sus posibilidades potenciales, se encuentra siempre en un
estado inacabado, de restricción, circunscripto a sus contenidos y desarrollo
actual.

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