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Cuento de Blancanieves y Los Siete Enanitos

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Cuento de Blancanieves y los

siete enanitos
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Cuento clásico de los hermanos Grimm

© Versión escrita por Paola Artmann

Audio de texto a voz para una lectura asistida

Érase una vez una joven y bella princesa llamada Blancanieves que vivía en un
reino muy lejano con su padre y madrastra.
Su madrastra, la reina, era también muy hermosa, pero arrogante y orgullosa.
Se pasaba todo el día contemplándose frente al espejo. El espejo era mágico y
cuando se paraba frente a él, le preguntaba:
—Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino?
Entonces el espejo respondía:
— Tú eres la más hermosa de todas las mujeres.
La reina quedaba satisfecha, pues sabía que su espejo siempre decía la
verdad. Sin embargo, con el pasar de los años, la belleza y bondad de
Blancanieves se hacían más evidentes. Por todas sus buenas cualidades,
superaba mucho la belleza física de la reina. Y llegó al fin un día en que la
reina preguntó de nuevo:
—Espejito, espejito, ¿quién es la más hermosa del reino?
El espejo contestó:
—Blancanieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú.
La reina se llenó de ira y ordenó la presencia del cazador y le dijo:
—Llévate a la joven princesa al bosque y asegúrate de que las bestias salvajes
se encarguen de ella.
Con engaños, el cazador llevó a Blancanieves al bosque, pero cuando estaba a
punto de cumplir las órdenes de la reina, se apiadó de la bella joven y dijo:
—Corre, vete lejos, pobre muchacha. Busca un lugar seguro donde vivir.
Encontrándose sola en el gran bosque, Blancanieves corrió tan lejos como
pudo hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña cabaña y
entró en ella para dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño. Había
una mesa con un mantel blanco y siete platos pequeños, y con cada plato una
cucharita. También, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas
llenas de agua. Contra la pared se hallaban siete pequeñas camas, una junto a
la otra, cubiertas con colchas tan blancas como la nieve.
Blancanieves estaba tan hambrienta y sedienta que comió un poquito de
vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de cada jarrita. Luego, quiso
acostarse en una de las camas, pero ninguna era de su medida, hasta que
finalmente pudo acomodarse en la séptima.
Cuando ya había oscurecido, regresaron los dueños de la cabaña. Eran siete
enanos que cavaban y extraían oro y piedras preciosas en las montañas. Ellos
encendieron sus siete linternas, y observaron que alguien había estado en la
cabaña, pues las cosas no se encontraban en el mismo lugar.
El primero dijo: —¿Quién se ha sentado en mi silla?
El segundo dijo: —¿Quién comió de mi plato?
El tercero dijo: —¿Quién mordió parte de mi pan?
El cuarto dijo: —¿Quién tomó parte de mis vegetales?
El quinto dijo: —¿Quién usó mi tenedor?
El sexto dijo: —¿Quién usó mi cuchillo?
El séptimo dijo: —¿Quién bebió de mi jarra?
Entonces el primero observó una arruga en su cama y dijo: —Alguien se ha
metido en mi cama.
Y los demás fueron a revisar sus camas, diciendo: —Alguien ha estado en
nuestras camas también.
Pero cuando el séptimo miró su cama, encontró a Blancanieves durmiendo
plácidamente y llamó a los demás:
—¡Oh, cielos! —susurraron—. Qué encantadora muchacha
Cuando llegó el amanecer, Blancanieves se despertó muy asustada al ver a los
siete enanos parados frente a ella. Pero los enanos eran muy amistosos y le
preguntaron su nombre.
—Mi nombre es Blancanieves —respondió—, y les contó todo acerca de su
malvada madrastra.
Los enanos dijeron:
—Si puedes limpiar nuestra casa, cocinar, tender las camas, lavar, coser y
tejer, puedes quedarte todo el tiempo que quieras—. Blancanieves aceptó feliz
y se quedó con ellos.
Pasó el tiempo y un día, la reina decidió consultar a su espejo y descubrió que
la princesa vivía en el bosque. Furiosa, envenenó una manzana y tomó la
apariencia de una anciana.
— Un bocado de esta manzana hará que Blancanieves duerma para siempre
— dijo la malvada reina.
Al día siguiente, los enanos se marcharon a trabajar y Blancanieves se quedó
sola.
Poco después, la reina disfrazada de anciana se acercó a la ventana de la
cocina. La princesa le ofreció un vaso de agua.
—Eres muy bondadosa —dijo la anciana—. Toma esta manzana como gesto
de agradecimiento.
En el momento en que Blancanieves mordió la manzana, cayó desplomada.
Los enanos, alertados por los animales del bosque, llegaron a la cabaña
mientras la reina huía. Con gran tristeza, colocaron a Blancanieves en una urna
de cristal. Todos tenían la esperanza de que la hermosa joven despertase un
día.
Y el día llegó cuando un apuesto príncipe que cruzaba el bosque en su caballo,
vio a la hermosa joven en la urna de cristal y maravillado por su belleza, le dio
un beso en la mejilla, la joven despertó al haberse roto el hechizo.
Blancanieves y el príncipe se casaron y vivieron felices para siempre

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