Este poema es una oración dirigida a Jesús en la hostia donde el autor pide perdón por sus pecados y le ruega por su misericordia y protección. El autor reconoce que ha ofendido a Dios mucho pero busca el perdón a través de la intercesión de María, la madre de Jesús. El poema expresa el arrepentimiento sincero del autor y su fe en la compasión de Dios.
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Este poema es una oración dirigida a Jesús en la hostia donde el autor pide perdón por sus pecados y le ruega por su misericordia y protección. El autor reconoce que ha ofendido a Dios mucho pero busca el perdón a través de la intercesión de María, la madre de Jesús. El poema expresa el arrepentimiento sincero del autor y su fe en la compasión de Dios.
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Tabernáculo augusto, excelso trono
que sostienes al Todopoderoso
en ese corazón reluciente y misterioso que adoro con ferviente devoción.
Manjar del alma, prenda inestimable
del indecible amor del Dios Omnipotente; Pan consagrado que alimentas a la gente que te ofrece agradecida el corazón.
Hostia Pura que allá en la última Cena
en expiación perpetua ofreciste, delicioso Maná que descendiste del cielo para al hombre alimentar.
Arca preciosa que cerrada guarda
el tesoro más rico y más preciado, como es Jesús, Jesús Sacramentado a quien rendido adoro en este Altar
en el que quiso recorrer los velos
de la fe: PARA DEJARSE VER, y obligar al incrédulo a creer que en la Hostia está el Rey de los cielos.
Indigno soy, es cierto, de acercarme
ante tu trono, porque te he ofendido pero hoy vengo contrito, arrepentido, a implorar de mis culpas el perdón.
Son horrendos y muchos mis delitos
por los cuales me hiciera tu enemigo, por eso al venir, está aquí conmigo tu Madre, rodeada de angelitos
brindándome su amparo y protección;
y Tú a Ella nada puedes negar pues es como una orden su rogar desde el día de tu Santa Encarnación.
De esa Señora tan amante y tierna,
convertida en mi Madre, licencia tengo para verte Señor, por eso vengo confiado en nuestra relación materna...
¿Te negarás Señor a recibirme
cuando traigo a María por mi abogada, cuando se que es para Tí la más amada y por Ella perdonarme y oírme?
Tú no puedes negarme tu favor
siendo como es, tan grande tu clemencia, al contrario Señor, tengo la creencia de aplacar con mis ruegos tu rigor.
Espero confiado que mis ruegos mitiguen
tus enojos, Jesús mío y lo espero yo así, porque confío contar con tu gracia en los días nuevos
que quiero vivir en el dos mil diez
y hoy, gracias a Tí aquí doy inicio suplicándote me libres de todo vicio y me asegures contarme entre tu mies.
Tú dijiste al bajar del alto cielo
que venías a buscar con tus amores no a los justos, y sí a los pecadores, miserables y pobres como yo...
Tu Sangre derramada en el Calvario
fue en abundancia por tu amor vertida; mas comprendo que sería invertida para lograr mi eterna salvación...
Y, “Venid a mí”, dijiste bondadoso
los que sufrís trabajos y aflicciones; conmigo no tendréis tribulaciones y a todos os daré mi corazón.
¿Y habrá quien sufra como yo he sufrido
las consecuencias del fatal pecado? ¿Quien en el mundo más necesitado, quien más ingrato como yo?
Por eso vengo a confesarte ahora
mis incontables faltas y malicia... ¡No me alzaré de aquí si no me escuchas y como Redentor me otorgas el perdón...!
¡Perdón, Señor, perdón, yo te lo pido
por tantos como han sido mis errores; perdón, Señor, y vuelve tus favores al que llora su maldad contrito.
No me alzaré de aquí, si Tú, mi Cristo
no me concedes lo que anhelo tanto, ten compasión de mi, mira mi llanto, vuelve tu Rostro, por tu Madre insisto...
Siquiera porque nunca te he negado,
olvida mis pecados, mis delitos, ¡Oye Señor, de un pecador los gritos la voz de un corazón ya desgarrado...
Soy cristiano, líbrame de toda enfermedad,
y que la honra adquirida en el bautismo no se pierda en el hondo y ancho abismo, en donde pierde a tantos la impiedad;
Soy pecador, y mucho te he ofendido,
puedo decir que soy un delincuente, pero tu Sangre que cayó en mi frente superior es, a todo lo que yo he delinquido.
Acuérdate cuando allá en la cumbre
del Gólgota tremendo agonizabas, con palabras de amor me encomendabas a tu Madre, a su santa protección...
Tus moribundos labios pronunciaron
las palabras: “Mujer he ahí a tu hijo”, pues veme aquí, que en tus encargos, fijo: por Ella, atiéndeme y escucha mi oración...
Ya ves Señor que no estoy ante Ti solo,
está conmigo la que tú amas tanto..., por sus dolores y su amargo llanto: tenme piedad, perdóname Señor... Piedad, piedad, misericordia pido con lágrimas que corren por mis ojos; piedad, mi Dios, y acaben tus enojos por el pesar sincero de este pecador.
¡Hostia Sangrante, tu perdón imploro,
de tu gracia y amor perdí el derecho, mas Tú que ves el fondo de mi pecho, bien sabes que te quiero y que te adoro
Y ya que me das la gracia de otro nuevo año,
dame con el todo cuanto necesito, siendo tu bendición el principal requisito que me asegure y libre de cualquier daño. Amén.