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La Llorona

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La llorona

La historia cuenta que existió una mujer indígena


que se enamoró de un caballero español, con quien
comenzó a vivir un romance intenso y apasionado.
Fruto de esta pasión nacieron tres niños a los
cuales, gracias a sus cuidados, jamás les faltó
nada. Pero un día la joven le pidió al caballero, para
dar mayor seguridad a sus pequeños, que
formalizaran la relación. Pero él, por temor a ser
degradado socialmente, lo evitó y terminó
abandonándola. Luego, se casó con una dama
española de la alta sociedad. Cuando la joven se
enteró, dolida y desesperada, asesinó a sus tres
hijos ahogándolos en un río. Luego se suicidó.

Desde ese día, se escucha el lamento lleno de


dolor de la joven en el río donde esto ocurrió. Cuando se fundó el Distrito federal,
comenzó a regir un toque de queda a las once de la noche y nadie podía salir ya
que, según varios testimonios de la época, se escuchaba un lamento cerca de la
plaza de la Patria y, al buscar el origen de esos lamentos, veían una mujer vestida
enteramente de blanco, delgada y que se esfumaba en la Presa Calles.

Existe también otra versión, Más antigua que la anterior pero mucho menos
conocida. Se la conoce como la leyenda de "las lloronas":

Antes de la llegada de los españoles a México, la gente que habitaba la zona del
lago de Texcoco, además de temer al dios Yoalli Ehécatl, podía escuchar en las
noches los lamentos de una mujer que estaría por siempre vagando y lamentando
la muerte de su hijo y la pérdida de su propia vida.

La llamaban Chocacíhuatl, La Llorona, y ella era la primera de todas las madres


que murió al dar a luz . Allí flotaban en el aire las calaveras descarnadas y
separadas de sus cuerpos (Chocacíhuatl y su hijo), cazando a cualquier viajero
que hubiese sido atrapado por la oscuridad de la noche. Si algún mortal veía estas
cosas, podía estar seguro de que para él esto era un presagio seguro de infortunio
o incluso muerte.

El cadejo
El Cadejo, según la tradición guatemalteca, es un perro protector de quienes
beben mucho alcohol. Aunque suena extraño, no creas que los ebrios la tienen tan
fácil: según la leyenda, hay dos tipos de cadejo: uno blanco que protege y uno
negro que maldice.
Aunque parecen perros, tienen los ojos rojizos, cascos de cabra y mucho pelaje.
El “bueno” deambula por las calles durante las madrugadas y ayuda a los
borrachos a encontrar el camino a casa sin
que les suceda nada. Hay quienes dicen que
hasta cuida a niños que están solos por la
noche.
 El “malo”, sin embargo, tiene una mirada
feroz y lame la boca de la persona y con eso
la maldice de forma en que nunca más vuelve
a estar sobrio.
Por si fuera poco, queda condenado a que el
cadejo lo aceche durante nueve días seguidos
hasta que finalmente muere.
Nadie puede tocar al cadejo, incluso algunos
dicen que no lo llegan a ver, pero que “sienten” su presencia y tienen la certeza de
que está allí.
También es posible que ambos cadejos deambulen juntos y al toparse con un
borracho, luchan entre sí, uno para protegerlo y otro para atacarlo.
El cadejo blanco, sin embargo, nunca cuidará a una persona que se emborrache
con malas intenciones.

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