Taller #3 - LA REGENERACION - El Nuevo Nacimiento - Maestro
Taller #3 - LA REGENERACION - El Nuevo Nacimiento - Maestro
Taller #3 - LA REGENERACION - El Nuevo Nacimiento - Maestro
Taller Nº 3 ¡MÁS VIVO QUE NUNCA! Que Sucede Cuando Nacemos De Nuevo
Tema: ¿Qué, Por Qué y Cuales son los Efectos del Nuevo Nacimiento?
Porción Bíblica: Juan 3:1 – 10
Introducción.
La primera pregunta que desarrollaremos es: ¿Qué ocurre al nacer de nuevo?
Antes de intentar contestar, permitidme mencionar unas series de preocupaciones que tengo.
Soy consciente de que este taller será inquietante para muchos de vosotros y existen al menos 3 razones para esto:
Conclusión.
Miremos hacia atrás ahora y hagamos un resumen.
¿Qué ocurre al nacer de nuevo? al nacer de nuevo, el Espíritu Santo nos da una nueva vida espiritual sobrenaturalmente y nos
conecta con Jesucristo a través de la fe.
O dicho de otro modo, El Espíritu nos une a Cristo al limpiar nuestros pecados y sustituye nuestro corazón duro y que no
responde por uno suave que valora a Jesús por encima de todo y que se transforma mediante la presencia del Espíritu en el tipo
de corazón que ama llevar a cabo la voluntad de Dios ( Ezequiel 36:27).
Ptr.: Esteban B. Cruz 2
Iglesia Cristiana Evangélica Bautista “PUERTA DE BENDICION”
Taller Nº 3 ¡MÁS VIVO QUE NUNCA! Que Sucede Cuando Nacemos De Nuevo
Así que la pregunta es: ¿Qué significa esto? ¿Este estar muerto? El Nuevo Testamento nos proporciona al menos diez respuestas. Si las
consideramos con sinceridad y oración, nos harán profundamente humildes y harán que nos maravillemos por el regalo del nuevo
nacimiento.
Aquí están las diez explicaciones bíblicas de nuestra condición, lejos del nuevo nacimiento y de por qué este es tan importante.
1. Lejos del nuevo nacimiento, estamos muertos a causa de nuestros delitos y pecados (Efesios 2:1-2).
La muerte implica la ausencia de vida, pero no física o moralmente. Versículo 1: Nos “dejábamos arrastrar” por las corrientes de este
mundo. Versículo 2: Nuestra conducta estaba dominada por “deseos” puramente humanos, y éramos “empujados por toda clase de
pasiones y malos pensamientos”. Así que no estamos muertos en el sentido de que no podemos pecar, sino en el sentido de que no
podemos ver o sentir la gloria de Cristo. Estamos espiritualmente muertos. No respondemos ni a Dios, ni a Cristo ni a la palabra. Ahora
considerad como esto se despliega en otras nueve descripciones de nuestra condición antes de que nazcamos de nuevo.
2. Lejos del nuevo nacimiento, nuestra naturaleza nos hace objeto de la ira de Dios (Efesios 2:3).
Versículo 3: “Nuestra naturaleza nos hacía objeto de la ira de Dios, lo mismo que a todos los demás”. La intención de esto es clarificar que
nuestro problema no reside tan sólo en lo que hacemos sino en lo que somos. Lejos del nuevo nacimiento, yo soy mi propio problema.
Vosotros no sois my mayor problema. Mis padres no fueron mi mayor problema. Mis enemigos no son mi mayor problema. Yo soy my
mayor problema. No mis acciones, ni mi circunstancias, y tampoco la gente que tengo alrededor, sino mi naturaleza, ella es mi problema
personal más profundo.
Yo no tenía una naturaleza buena al principio, hice cosas malas y eso la convirtió en mala. “He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me
concibió mi madre” (Salmo 51:5). Esto es quien soy. Mi naturaleza es egoísta y egocéntrica, exigente y experta en hacerme sentir que
otros son el problema. Si vuestra primera reacción a esta afirmación es “ Yo conozco a gente así ”, puede que estéis totalmente cegados
por la falsedad de vuestro propio corazón.
Pablo describe nuestra naturaleza antes del nuevo nacimiento como “objetos de la ira de Dios”. En otras palabras, la ira de Dios nos
pertenece de la misma manera que un padre le pertenece a los hijos. Nuestra naturaleza es tan rebelde, tan egoísta y tan cruel hacia la
majestad de Dios, que su ira santa es una respuesta natural y correcta hacia nosotros.
3. Lejos del nuevo nacimiento, amamos más las tinieblas y odiamos la luz (Juan 3:19-20).
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo
el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas. (Juan 3:19-20)
Las palabras de Jesús nos muestran aspectos de nuestra naturaleza lejos del nuevo nacimiento. No permanecemos neutrales cuando se
acerca la luz espiritual, nos resistimos. Y no somos neutrales cuando nos envuelve la oscuridad espiritual, la adoptamos. Amor y odio
permanecen activos en el corazón que no se ha regenerado. Y se mueven precisamente en las direcciones equivocadas, odiando lo que
se debería amar y amando lo que se debería odiar.
Ptr.: Esteban B. Cruz 3
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4. Lejos del nuevo nacimiento, nuestros corazones son duros como la piedra (Ezequiel 36:26; Efesios 4:18).
La semana pasada ya vimos en Ezequiel 36:26, cuando Dios dice: “Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de
carne”. Aquí, en Efesios 4:18, Pablo busca la evolución de nuestra condición a través de la oscuridad desde la ignorancia y a esta desde
la dureza de corazón. “Con el entendimiento totalmente a oscuras. Por su ignorancia y por la dureza de su corazón permanecen alejados
de la vida que Dios ofrece”. La raíz de nuestro problema no es la ignorancia. Hay algo más profundo. “Por su ignorancia y por la dureza de
su corazón”. La nuestra es una ignorancia culpable, no una inocente. Se encuentra arraigada en nuestros corazones duros y que se
resisten. Pablo dice en Romanos 1:18 que actuando injustamente impedimos que la verdad prevalezca. La ignorancia no es nuestro
mayor problema. La dureza y la resistencia lo son.
5. Lejos del nuevo nacimiento, somos incapaces de obedecer la ley de Dios o de agradarle (Romanos 8:7-8).
En Romanos 8:7, Pablo dice: “ya que la mente puesta en la carne [literalmente: la mente de la carne] es enemiga de Dios, porque no se
sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. A partir del siguiente
versículo podemos deducir lo que Pablo quiere decir con “la mente de la carne” y con “en la carne”. En el versículo 9 dice: “Sin embargo,
vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros”.
En otras palabras, él compara aquellos que han nacido de nuevo y tienen el Espíritu con aquellos que no han nacido de nuevo y por tanto
no tienen al Espíritu, sino sólo la carne. "Lo que nace del ser humano es vida humana; lo que nace del Espíritu de Dios es vida
espiritualmente renovada" (Juan 3:5).
Lo que quiere decir es que sin el Espíritu Santo, nuestras mentes se resisten tanto a la autoridad de Dios que no podremos someternos a
Él. “La mente de la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo”. Y si no podemos
someternos a Él, no podemos complacerle. “Y los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. Eso es lo muertos, oscuros y duros
que somos de cara a Dios hasta que Él nos hace nacer de nuevo.
6. Lejos del nuevo nacimiento, somos incapaces de aceptar la palabra de Dios (Efesios 4:18; 1 Corintios 2:14).
En 1 Corintios 2:14, Pablo nos permite percibir brevemente las implicaciones que esta dureza y muerte tienen en cuanto a lo que no
somos capaces de hacer. Él dice: “Para todo aquel que vive en su estado natural [o sea, la persona sin regenerar], las cosas que
pertenecen al Espíritu de Dios no son sino insensatez y locura, y no puede entenderlas porque solamente son discernibles de manera
espiritual.” El problema no es que las cosas de Dios sean superiores a su capacidad intelectual, sino que él las ve como insensatez y
locura. “Las cosas que pertenecen al Espíritu de Dios no son sino insensatez y locura”. De hecho, son tan insensatas para él que no las
puede entender.
En realidad este es un “no poder” moral y no físico. Cuando Pablo dice: “Para todo aquel que vive en su estado natural... no puede
entenderlas”, lo que quiere decir es que el corazón se resiste tanto a recibirlas que la mente justifica esta rebelión al interpretarlas como
insensatas. Esta rebelión es tan total que el corazón realmente no puede recibir las cosas del Espíritu. Esto es una incapacidad real. Pero
esto no es una incapacidad por coacción. La persona sin regenerar no puede porque no quiere. Su preferencia por el pecado es tan fuerte
que no puede elegir el bien. Es una esclavitud real y atroz, pero no es una esclavitud inocente.
7. Lejos del nuevo nacimiento, no somos capaces de acudir a Cristo o de aceptarlo como nuestro Señor (Juan 6:44; 1
Corintios 12:3).
En 1 Corintios 12:3, Pablo declara: “nadie dirá: Jesús es el Señor, si no es movido por el Espíritu Santo”. No quiere decir que un actor
sobre el escenario o un hipócrita en una iglesia no pueda decir “Jesús es el Señor” sin el Espíritu Santo. Sino que nadie puede decirlo y
realmente hacerlo en serio sin haber nacido del Espíritu. Es moralmente imposible para el corazón muerto, oscuro, duro y que se resiste
celebrar que Jesús es el Señor en toda su vida sin haber nacido de nuevo.
O, tal como dice Jesús tres veces en Juan 6, nadie puede venir a Él sino lo trae el Padre. Y cuando esa llamada lleva a una persona a
vivir en contacto con Cristo, la llamamos nacer de nuevo. Versículo 37: “Yo recibiré a todos los que el Padre me dé y vengan a mí”.
Versículo 44: “Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo trae”. Versículo 65: “Nadie puede venir a mí sino se lo ha
concedido el Padre”. Todas estas tareas maravillosas de traer, dar y conceder son la obra de Dios en la regeneración. Sin ellas no
acudiremos a Cristo, porque no querremos acudir. Esto es lo que se tiene que cambiar al nacer de nuevo.
8. Lejos del nuevo nacimiento somos esclavos del pecado (Romanos 6:17).
Pablo celebra nuestra liberación de la esclavitud al pecado dándole gracias a Dios por ella. En Romanos 6:17 nos dice: “Pero gracias a
Dios que, si bien antes erais esclavos del pecado, ahora estáis obedeciendo de corazón las enseñanzas que habéis recibido”. Hubo un
tiempo en que amamos tanto al pecado que no podíamos dejarlo o matarlo.
Pero algo sucedió: el nuevo nacimiento tuvo lugar. Dios fue el causante de nuestra vida espiritual nueva, de la naturaleza nueva que odia
el pecado y ama la justicia. Así Pablo le da las gracias a Dios y no al hombre por esta gran liberación: “Dad gracias a Dios porque
vosotros, que una vez fuisteis esclavos del pecado, ahora obedecéis desde el corazón”. Hasta que Dios nos despierta de nuestra muerte
espiritual y nos da una vida que se alegra de matar el pecado y de santificarse, somos esclavos y no nos podemos liberar. Por esta razón
es necesario nacer de nuevo.
Ptr.: Esteban B. Cruz 4
Iglesia Cristiana Evangélica Bautista “PUERTA DE BENDICION”
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9. Lejos del nuevo nacimiento somos esclavos de Satán (Efesios 2:1-2; 2 Timoteo 2:24-26).
Esta es una de las consecuencias espantosas de la muerte espiritual, que sí responde al demonio. Está en perfecta sintonía con el diablo.
Escuchad la manera en que Pablo describe nuestra muerte spiritual en Efesios 2:1-2: “Tiempo atrás, vosotros también estabais muertos a
causa de vuestros delitos y pecados. En aquel entonces os dejabais arrastrar por las corrientes de este mundo, y obedecíais los dictados
de ese príncipe que ejerce su poder en el aire y que actúa en el corazón de los que se rebelan contra el Señor. Dicho de otro modo, la
marca de la persona sin regenerar es que sus deseos y elecciones “obedecen" a los dictados de ese príncipe que ejerce su poder en el
aire. Los que no están regenerados se pueden burlar de la idea del diablo. Por supuesto, nada está tan de acuerdo con el padre de la
mentira como la misma negación de su existencia.
Pero la esclavitud al demonio se menciona con mayor claridad en 2 Timoteo 2:24-26. Esto es un llamamiento para los ministros acerca de
cómo liberar al pueblo de la esclavitud del diablo. “Un siervo del Señor no debe ser pendenciero, sino amable con todos y apto para
instruir con paciencia a los demás. Corrige con sencillez a los que se oponen y contradicen; si les hablas con dulzura, con cortesía, quizá
Dios les conceda que abandonen su error y lleguen al conocimiento de la verdad. Así podrán también escapar de los lazos con que el
diablo, a su antojo, los tiene cautivos del pecado.
Cuando Pablo dice que: “quizá Dios les conceda que abandonen su error y lleguen al conocimiento de la verdad”, esto es lo que de hecho
ocurre en al nacer de nuevo. Esta es la clave para liberar a la gente de la esclavitud al diablo. Dios les concede que abandonen su error, o
sea, les despierta a la vida que es capaz de ver la fealdad y el peligro del pecado y la belleza y valía de Cristo, así como el carácter
liberador de la verdad. Es como cuando alguien en la oscuridad acaricia un broche de marfil que cuelga de su cuello y cuando se
enciende la luz espiritual se da cuenta de que no es un broche sino una cucaracha y la lanza a lo lejos. Así es como la gente se libera del
demonio. Hasta que Dios hace el milagro del nuevo nacimiento, permanecemos esclavos del padre de la mentira porque nos gusta
podernos creer cualquier cosa que nos complazca.
Un resumen de estas tres razones para escribir 1ra de Juan sería: “Les escribo porque ustedes son verdaderos creyentes,
pero entre ustedes hay engañadores, y quiero ustedes estén totalmente seguros de la posesión presente de vida eterna que
tienen como hijos regenerados de Dios, para que no puedan ser desviados tras el pecado. Y si esta carta tiene ese efecto,
entonces mi gozo será completo”. Así que la esencia de su propósito al escribirles es desear ayudarles a conocer que han
nacido de nuevo –que ahora tienen una nueva vida espiritual, la vida eterna.
5. Los que han nacido de Dios confiesan al hijo y le han recibido (le tienen).
1ra de Juan 2:23: “Todo aquel que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo tiene también al Padre”. 1ra
de Juan 4:15: “Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios”. 1ra de Juan 5:12:
“El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”.
10. Los que han nacido de Dios creen que Jesús es el Cristo.
1ra de Juan 5:1: “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al Padre, ama al que
ha nacido de El”.