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Alvaro Moreno - Desigualdad y Macroeconomía - 2016

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DESIGUALDAD Y MACROECONOMÍA

DEL CONFLICTO ARMADO AL CONFLICTO DISTRIBUTIVO

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”


Charles Dickens

Álvaro Martín Moreno Rivas1


1.0 Introducción

Desde el momento en que se conoció el acuerdo de la Habana entre el Gobierno Nacional


y las FARC, el punto que ocupó mayor espacio en los medios televisivos y la prensa
escrita fue el que define el monto de recursos públicos dirigidos para adelantar proyectos
productivos y el sostenimiento de cada excombatiente durante el proceso de
desmovilización y desarme total. Sin embargo, los comentarios y discusiones no pasaron
de ser ejercicios retóricos, sin mayor análisis y claridad conceptual. Un ejercicio sencillo
desde una perspectiva macroeconómica diría que los efectos para la economía
colombiana y la población no solo son beneficios en términos sociales, sino sobre todo
económicos.

El gobierno estima que cerca de 17500 combatientes se desmovilizaran. Si a cada uno se


le asignan $620000 pesos mensuales por 24 meses2 y reciben adicionalmente $10000000
de pesos para instalarse y adelantar proyectos productivos, el gasto público seria de
$435400 millones de pesos. Asumiendo que todos estos recursos se gastaran en el
periodo (no existe razón para pensar que no), el efecto del multiplicador keynesiano 3,
muestra que el PIB real colombiano podría aumentar por $487501 millones, es decir, se
generarían nuevos ingresos y ganancias para los empresarios y las familias colombianas
en una proporción mayor (1.5) del costo financiero de la desmovilización y desarme total.
Además, los ingresos tributarios podrían aumentar en el orden de $38513 millones de
pesos. Es decir, nuevos ingresos para el gobierno sin necesidad de hacer una reforma
tributaria.

Es sorprendente que todo esto que se enseña en los cursos básicos de macroeconomía en
cualquier universidad del mundo, sea ignorado o desvirtuado sin razones sólidas por los
partidarios del no. Este ejercicio muestra que se requiere una mayor ilustración desde la
perspectiva macroeconómica para entender los efectos reales del acuerdo de la Habana y
establecer las condiciones macroeconómicas para construir una paz duradera y sostenible
en el país. Este trabajo busca contribuir en algo en ese sentido.

2.0 La naturaleza de los acuerdos de la Habana

1
Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia
2
Se descuenta el 27% para salud y pensiones
3
El multiplicador keynesiano es 1.5 para Colombia (Garay et al, 2007)
En Colombia, la solución a las tensiones distributivas que demandan “reformas”
estructurales e institucionales, se abortan o se aplazan mediante dos mecanismos:
primero, surge una facción disidente del “bloque histórico” 4 en el poder ya sea para
captar la impaciencia ciudadana por cambios progresistas o para dirigir desde posturas de
“derechas” los anhelos “reaccionarios” de los ciudadanos que se aterran por el ascenso de
sectores sociales y populares que buscan por medios institucionales mayor participación
democrática para extender los derechos reales de ciudadanía a un mayor espectro de la
población. El segundo ha sido históricamente el uso de la violencia como variable de
ajuste para cerrar la brecha distributiva que exige el patrón de acumulación de capital, sin
recurrir a mecanismos macroeconómicos civilizados como la inflación (Revéiz,1989;
Hirschman, 1974). El proceso de negociación en la Habana es el penúltimo de los
intentos de las elites para renunciar a la violencia como mecanismo para resolver el
conflicto social moderno en el país (Dahrendorf, 1988; Tovar Panzón, 2016).

De allí que la llamada “polarización” política de la “nación” no sea más que una ilusión
óptica producto de los medios. Es cierto que existe una especie de “patria boba” entre los
santistas y los uribistas, la que se reduce a una interpretación muy particular de la
naturaleza y especificidad de los diálogos de paz en la Habana. El uribismo considera que
la negociación es del tipo “esto o esto” (conflicto no divisible) , es decir, o pagar cárcel o
impunidad; mientras que los negociadores del gobierno insisten hasta la saciedad que son
del tipo “mas o menos” (conflicto divisible), por ello se requiere aceptar algo de
impunidad, para poder terminar con el conflicto armado y alcanzar un “segundo mejor”
que cumpla con los estándares internacionales de verdad, justicia y reparación que exigen
la justicia transicional (Hirschman,1994a).

Con lo anterior, no pretendo decir que los santistas y los uribistas no presenten
diferencias retóricas respecto a las consecuencias de los acuerdos, y su posterior
refrendación por el constituyente primario. Por supuesto que no. De hecho, los uribistas
con una prosa “incendiaria” consideran que sí la sociedad colombiana se compromete con
los acuerdos negociados entre el gobierno y la FARC, la economía colombiana podría
atravesar por una periodo de transición de bajo crecimiento y reducción del bienestar. Por
el contrario, el gobierno insiste que la terminación del conflicto armado es un activo neto
para la sociedad colombiana, a todas luces muy rentable en el mediano y largo plazo, ya
que no solo la tasa de crecimiento de la economía será mayor, sino que el bienestar de
todos los colombianos se incrementará, casi inmediatamente, sin valle de lagrimas -como
lo sostienen las más acaloradas voceras del uribismo-.

En el gráfico 1 se presentan las sendas -que según las dos facciones de la elite en el
poder- puede experimentar la sociedad colombiana después de los acuerdos de paz.
Como se puede ver, el gobierno insiste que la terminación del conflicto en el momento to
tiene efectos de bienestar positivos, el diferencial en términos de bienestar y crecimiento
siempre es positivo entre un mundo en paz y uno en guerra, el segmento b-a. El uribismo
anticipa un valle de lágrimas en el cual el bienestar y el crecimiento caen
sustancialmente, lo que significaría una perdida social en términos netos. Lo llaman
4
Este concepto es de Gramsci.
eufemísticamente el periodo Castro-Chavista. Lo curioso es que ninguna de las facciones
(Santistas y Uribistas) considera que sea necesario hacer cambios sustanciales en el
régimen de crecimiento, ni mucho menos en el orden económico y la regulación de los
mercados. En este sentido, decimos que el santismo y el uribismo son las dos caras del
mismo proyecto: conservador en lo político y neoliberal en lo económico.

Grafico 1

PIB per capita


y Bienestar Senda con conflicto armado
Senda sin Conflicto armado
b

Senda Santista
a

Senda Uribista

t
to tn

Fuente: Adaptado de Przeworski(1980).

Mientras que el santismo se aferra a la idea ingenua de que “todas las cosas buenas van
juntas”, es decir, que el progreso social y político irán de la mano después de la firma de
los acuerdos; los uribistas hacen uso de la retórica reaccionaria, resumida en la tesis del
peligro, según la cual el proceso de paz amenaza los supuestos “logros” de la mal llamada
“seguridad democrática”; a lo cual se suma la nueva tesis del efecto perverso
(Hirschman,1991), que sostiene que la aplicación de Ley de restitución de tierras traerá
consigo nuevas victimas.

Esta manera de presentar las alternativas, no solo es maniquea, sino que deja de lado la
discusión mas importante: ¿cuáles son las condiciones necesarias para liderar un
proceso de crecimiento sostenido y de cambio estructural que permita reducir las
desigualdades en el largo plazo y que respondan eficazmente a las demandas de los
sectores populares y de las victimas del conflicto armado?.

Este trabajo busca hacer un modesto esfuerzo en este sentido, con el fin de abrir las
discusiones en la sociedad colombiana, para ir más allá del llamado “momento uribista-
santista”. Es decir, reconocer que la relación entre progreso político y crecimiento es
compleja, siendo del tipo switch, a veces están conectados y en otras aparentemente cada
uno va por su lado, esto es lo que Hirschman(1994b) denomina procesos de “segunda
naturaleza”. Es por ello que la terminación de la confrontación armada mediante la
negociación es una condición necesaria aunque no suficiente para que la sociedad
colombiana tenga una segunda oportunidad. Solo en un escenario en el cual los conflictos
distributivos sean resueltos mediante procesos de negociación entre las partes,
reconociendo las tensiones y los intereses de las clases, será posible transitar hacia un
modelo democrático de crecimiento incluyente que penalice los comportamientos
predatorios y nepotistas, sustentados en “instituciones políticas y económicas extractivas”
(Robinson, 2016; Tovar Pinzón,2014).

3.0 Primera condición : el retorno de la edad de oro del crecimiento

Los patrones de acumulación en Colombia pueden caracterizarse de acuerdo a la


clasificación taxonómica de las edades de crecimiento propuesta inicialmente por Joan
Robinson(1962). Si bien las categorías y las edades fueron creadas para comprender los
procesos dinámicos de crecimiento en economías desarrolladas, recientemente se ha
aplicado a la historia de los países de América Latina (Fuentes,2015; Vernengo,2015).
Las edades de crecimiento son: la edad de oro, la edad de plomo, la edad de platino
galopante y la edad de platino incipiente.

La denominación obedece a la constelación de un conjunto de variables


macroeconómicas. La edad de oro se caracteriza porque la tasa de crecimiento del capital
deseado se ajusta a la tasa de crecimiento potencial (crecimiento poblacional mas la tasa
de cambio técnico) bajo condiciones de pleno empleo. En este caso, los salarios crecen
con la productividad y la tasa de ganancia permanece constante. En la edad plomo la tasa
de inversión cae por debajo de la tasa de crecimiento potencial, la productividad crece a
tasa cero o negativa, el desempleo aumenta y se deteriora ostensiblemente la distribución
del ingreso.

Las edades de platino se consideran edades de transición. La edad de platino galopante se


caracteriza porque la tasa de acumulación es mayor que la tasa de crecimiento potencial,
requiriendo cambios intersectoriales con el fin de cumplir con los requerimientos de
aumento del sector productor de bienes de capital. Del mismo modo, la tasa de empleo
crece por encima de la tasa de aumento de la oferta laboral, pero la economía no enfrenta
la llamada “barrera inflacionaria”, es decir, no se presenta tensiones distributivas
insolubles entre trabajadores y empresarios. La edad de platino incipiente también se
presenta cuando la tasa de inversión supera la tasa de crecimiento potencial, sin embargo
existe un exceso de acumulación de bienes de capital, que hacen que se desacelere el
ritmo de acumulación y se reduzca el sector de bienes de capital en la economía.

Como lo señala Vernengo(2015), la aplicación de la taxonomia robinsoniana a países en


desarrollo exige incorporar especificidades propias de la región. Por ejemplo, es posible
hablar de edad de oro de crecimiento, a pesar que el ritmo de acumulación o de inversión
supere la tasa potencial, pues un rasgo de los países latinoamericanos es la existencia de
oferta ilimitada de trabajo o sectores informales con baja productividad, que relajan las
tensiones distributivas o inflacionarias. De otro lado, la demanda de bienes de capital se
puede resolver mediante importaciones, solo que ello puede conducir a hacer la
restricción externa (déficit de la cuenta corriente) un limitante adicional del proceso de
acumulación y crecimiento (la falta de divisas).

En este orden de ideas, las economías latinoamericanas atravesaron por una edad de oro
entre los años 50s y principios de los 60s; luego, entre finales de los 60s y principios de
los 70s, siguió una edad de platino galopante, que concuerda con la culminación de la
primera fase de la industrialización. La década de los 80s es la edad de plomo del
continente -mejor conocida como la década perdida-, que significó un quiebre negativo
en la tendencia de crecimiento de largo plazo; y finalmente, el periodo que va de
principios de los 90s hasta 2015, que se asocia a una edad de platino incipiente,
acompañada de procesos de des-industrialización y des-agriculturación acelerada, altos
flujos de capitales y reevaluación de las monedas que terminaron por reversar la
especialización productiva, hacia exportación de materias primas, minería y bienes
intensivos en recursos naturales y maquila con bajos contenidos de valor agregado
(Fuentes, 2015; Vernengo,2015).

Es cierto que durante éste último período, las desigualdades y la pobreza se redujeron en
la mayor parte del continente, no obstante, la culminación del ciclo largo de altos precios
de los bienes primarios en el mercado mundial amenaza la continuidad de dichos logros,
a no ser que se implementan políticas industriales y comerciales estratégicas que
permitan cambiar el modelo “especulativo de crecimiento” por uno de desarrollo
productivo que abra el núcleo del “espacio de producto” hacia bienes de mayor
intensidad tecnológica y altas elasticidades ingreso en los mercados internacionales. Esta
es tal vez la única alternativa –en medio del estancamiento económico global- para
superar la heterogeniedad estructural y reducir los altos índices de desigualdad del
continente(Cimoli et al, 2016). Para Colombia no solo es la oportunidad de mejorar su
inserción económica internacional, sino la posibilidad de construir un camino al andar
que supere las causas objetivas del conflicto armado y ofrezca a los ciudadanos una
segunda oportunidad sobre “su” tierra recobrada.

En el gráfico 2 se presenta la evolución de la productividad media del trabajo y la tasa de


inversión (FBKF) en Colombia durante 1970-2014. El periodo cubre las edades de
platino galopante, la edad de plomo y la edad de platino incipiente. Claramente, los
patrones observados en los índices de productividad e inversión concuerdan con las
predicciones que se derivan de las edades de crecimiento de Joan Robinsón. En la edad
de platino galopante (década de los 70s), la tasa de inversión (FBKF) y la productividad
mantiene altas tasas de crecimiento. En la edad de plomo ( la década perdida), la
productividad prácticamente se estanca, registrando tasas negativas, mientras que la tasa
de inversión se reduce hasta mediados de los ochenta, cuando se implementan una serie
de políticas de ajuste macroeconómico y una maxi-devaluación del tipo de cambio.
Finalmente, en la edad de platino incipiente, la inversión y la productividad se recuperan,
después de pasar por un periodo que se puede definir como de “barrera inflacionaria” a
principios de la década de los noventa. De todos modos, es importante decir que si bien la
inversión se recuperó a un ritmo acelerado desde 2002, la tasa de crecimiento de la
productividad media del trabajo aun no alcanza los ritmos de crecimiento de la edad de
oro y de platino galopante.
Gráfico 2
2.5
Edad de Platino Edad de Plomo Edad de Platino incipiente
Galopante

2 Barrera Inflacionaria

1.5

0.5

0
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014
Inversión Indice de Productividad Media trabajo
Fuente: Dane, cálculos propios

Tal vez una de las razones de este fenómeno sea el cambio de especialización productiva
que sufrió la economía colombiana durante los últimos 20 años, pasando de una alta
participación de la industria y la agricultura en el PIB durante los 70s, a una abierta des-
industrialización y desagriculturación que comienza en la apertura y se profundiza con el
modelo de “confianza inversionista.” (Gráfico 3). Los sectores que han ganado
importancia son la minería y el sector financiero.

Gráfico 3
0.3
Edad de Platino Edad de Plomo
Edad de Platino incipiente
Galopante
0.25

0.2

0.15

0.1

0.05

0
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014

Agricultura Industria

Fuente: Dane, cálculos propios


El otro aspecto importante que permite indagar el modelo de las edades de crecimiento es
el conflicto distributivo. En la edad de oro, la tasa del salario real crece a la misma tasa
del crecimiento de la productividad, por tanto, la distribución funcional permanece
constante. En las edades de platino, la tasa de salario real puede crecer por encima de la
productividad, sin embargo, no necesariamente se presentan tensiones inflacionarias pues
la alta tasa de inversión y los ajustes de la capacidad instalada permiten resolver el
problema sin mayores tasas de inflación. La edad de plomo se caracteriza por una
reducción importante de la tasa de empleo y un deterioro de la distribución funcional del
ingreso.

Como lo muestra el gráfico 4, los patrones observados en Colombia concuerdan


parcialmente con lo predicho. Durante los 70s, la tasa de salario creció levemente por
encima de la productividad, ello permitió reducir la desigualdad funcional y personal del
ingreso en el país. En la edad de plomo, todos los indicadores se deterioran, el salario real
disminuye y la productividad prácticamente se estanca, ello conduce a un deterioro de la
distribución del ingreso y la riqueza que se agudizó con las políticas de ajuste
macroeconómico. Finalmente, en la edad de platino incipiente se presenta una presión
inflacionaria a principios de los noventa, que se corrige con políticas monetarias
restrictivas, y posterior a la crisis de 1999, el esquema de inflación targeting consolida un
patrón de desigualdad permanente, con altas tasas de interés y un desempleo de dos
dígitos que se mantiene hasta el presente, todo lo cual acarreó que se ampliaran las
brechas entre el salario real y la productividad, haciendo de la economía colombiana una
de las más desiguales del continente.

Gráfico 4
2.5
Edad de Platino Edad de Edad de Platino incipiente
Galopante Plomo

2 Barrera Inflacionaria

1.5

0.5

0
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014

Indice de Productividad media del trabajo Salario Real Medio de la Economía


Fuente: Dane, cálculos propios
Una variable que mide las tensiones distributivas en Colombia es el número de huelgas a
nivel nacional. Si bien el indicador deja de lado otro tipo de conflictos arraigados en la
estructura social colombiana, como lo es la lucha por la tierra, por lo menos indica la
tensión y el conflicto de clases, cuyo reconocimiento y manejo es crucial para el
desempeño de una democracia. En el gráfico 5 se presenta el indicador.

Gráfico 5
250
Edad de Platino incipiente
Edad de Edad de Platino Edad de Plomo
Oro Galopante
200

150

100

50

0
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
Fuente: CINEP

Como se observa, la edad de oro se caracteriza por la menor tensión del conflicto
distributivo. En la edad de platino galopante, aumentan ostensiblemente las huelgas,
mostrando que las luchas sindicales tienen un gran espacio papa mejorar la participación
de los trabajadores en el ingreso, en la medida que mejora la productividad y la demanda
de trabajo crece a ritmos superiores de la oferta. En este periodo los trabajadores logran
sus objetivos y el salario crece por encima de la productividad. La edad de plomo
también revela un alto índice de conflictividad, sin embargo, en este caso la solución no
favorece a los trabajadores, pues la situación de crisis de la economía obliga a los
trabajadores a reducir sus pretensiones como consecuencia de los altos índices de
desempleo.

Por ultimo, la edad de platino incipiente muestra una reducción drástica del numero de
huelgas, sin embargo, esto no se explica por una distensión distributiva, sino por la
llamada pax uribista, que contempla una inflación de violencia contra el movimiento
sindical y social, acompañada con políticas regresivas de orden macroeconómico y
sectorial, que minan el poder de las organizaciones sindicales. El Banco Central olvida el
objetivo de pleno empleo y se preocupa esencialmente por el control de la inflación,
mientras que los gobiernos desde 1990 renuncian abiertamente a la industrialización,
asumiendo la ley de hierro de la división internacional del trabajo que le impone al país
como única alternativa la re-primarización de su economía y el resurgimiento galopante
de la búsqueda de rentas por las elites, a causa de la privatización y la desregulación de
todos los mercados, empezando con la flexibilidad aguda del mercado laboral. Mientras
que las políticas sectoriales y macroeconómicas debilitaban el poder de los sectores
populares urbanos, la inflación galopante de la violencia organizada en el campo
eliminaba cualquier resistencia campesina al despojo y a la locomotora minera y de gran
plantación. El gráfico 6 presenta el indicador más dramático: población víctima de
desplazamiento forzado.

Gráfico 6
450000

Edad de Plomo Edad de Platino Incipiente


400000

350000

300000

250000

200000

150000

100000

50000

0
1985

1987

1989

1991

1993

1995

1997

1999

2001

2003

2005

2007

2009

2011

Fuente: Codhes y Centro de Memoria Histórica

El retorno de la edad de oro exige un cambio importante del patrón de acumulación y


distribución del ingreso y la riqueza en Colombia. En primer lugar, se requieren políticas
macroeconómicas que busquen alcanzar el pleno empleo, esto es, tasas de interés que
sean iguales a la tasa de crecimiento de la productividad media del trabajo y políticas
fiscales que garanticen que el ahorro y la inversión se igualen al nivel de pleno empleo.
En segundo lugar, el gobierno debería adelantar políticas industriales y comerciales
estratégicas con el fin de reducir el peso de los sectores minero y financiero, para jalonar
el crecimiento con los verdaderos motores del desarrollo inclusivo: el sector industrial y
el sector agropecuario. Para ello, se requiere la construcción de una especie de New Deal
a la colombiana que permita ampliar el mercado interno mediante acciones dirigidas a
mejorar sustancialmente el ingreso y la seguridad económica de los trabajadores urbanos,
así como las condiciones de vida en el sector rural y la “sustentación” de la rentabilidad
de unidades familiares agrícolas campesinas. Las acciones deben seguir las siguientes
orientaciones: des-flexifilizar el mercado laboral, des-financiarzar el sector de la salud,
des-feudalizar el campo colombiano y cumplir con los objetivos de restitución de tierras
y de la reparación de las victimas.

4.0 Segunda condición: promover el cambio estructural y la desconcentración del


poder político y económico

Apenas un cuarto de siglo se necesitó para revertir los magros logros alcanzaros durante
la edad de oro y de platino galopante en Colombia. Desde principios de los noventa se
liberaron fuerzas económicas regresivas y acciones para-estales que desencadenaron un
modelo de crecimiento y cambio estructural sustentado en la especialización productiva
de bienes primarios e intensivos en recursos naturales y trabajo no calificado. Se
consolidaron economías de enclave en las zonas de gran explotación minera, cuyas
consecuencias fue el acelerado empobrecimiento de las poblaciones nativas.

El regreso de los flujos de capitales y los desequilibrios en los mercados de materias


primas anunciaron el retorno del esquema “stop and go” de las décadas de los setenta,
acompañadas con la llamada “enfermedad holandesa”. Los sectores transables e
industriales no tradicionales se redujeron ostensiblemente como % del PIB, reviendo la
“restricción externa” como una de las brechas determinantes para el crecimiento y el
pleno empleo en el país.

Los marginales mejoramientos en la distribución del ingreso y la pobreza de los últimos


10 años, están seriamente amenazados por la insostenibilidad del modelo, que se basó en
la extracción de rentas de recursos naturales, bajas tasas de crecimiento de la
productividad y el empleo, conjuntamente con un deterioro en la distribución funcional
del ingreso (Cimoli et al 2016; CEPAL,2012). Se configuró de esta manera un régimen
político cuyos pilares fueron: la búsqueda de rentas, la expropiación de bienes públicos y
la cooptación de las instituciones por los agentes ilegales. Esta es la llamada maldición de
los recursos naturales. Como lo manifiesta un gran pensador latinoamericano:

“La oferta de recursos naturales, la cual en muchos países es concentrada en una pequeña proporción de la
población o centralizada en empresas publicas, muchas veces tiene una influencia negativa en la
distribución del ingreso. Cuando las empresas privadas, ya sea nacionales o extranjeras, están en el
negocio, los recursos son concentrados en pocas manos; en el caso de la empresa publica, el sistema
rentista puede reproducirse en cada empresa, la cual llega a ser una burocracia de dominio feudal, con una
considerable proporción de las rentas generadas dentro de la institución, en forma de salarios y beneficios
que son muchas veces mas altos que los recibidos en otras actividades. Transferir los derechos de propiedad
de estas empresas ya sea al sector privado nacional o extranjero, podría no cambiar el hecho fundamental,
el cual tiene que ver mas con la actitud a la acumulación de riqueza que con una forma particular de
propiedad” (Fajnzylber citado por Cimoli y Rovira, 2008).

Una simple manera de ver las consecuencias del modelo de acumulación y cambio
estructural colombiano es correlacionar la participación del sector minero y financiero en
el PIB con la distribución funcional del ingreso. Efectivamente, una mayor participación
del sector minero y del financiero en el PIB están relacionados con un deterioro creciente
en la distribución del ingreso, esto es, la participación de los beneficios –vía las mayores
rentas no ganadas como son los intereses y los arriendos del suelo- aumenta, mientras que
el rubro de los salarios pierde peso en el ingreso nacional (Panico y Pinto, 2015; CEPAL,
2016). Claramente, éste modelo también repercute en la estructura tributaria y la
elasticidad de los ingresos del gobierno. El patrón exige una mayor tributación indirecta y
reducciones sistemáticas de las obligaciones tributarias directas para el capital nacional o
extranjero, pues solamente con altas tasas de rentabilidad, los llamados inversionistas
tomaran el riesgo de invertir en sectores de recursos naturales y no transables
(construcción y turismo, por ejemplo). El modelo de “extraer para exportar” mina la
capacidad del Estado para corregir la inequidad, pues le impone reglas fiscales arbitrarias
de austeridad. En los gráficos 7 y 8 se muestra la evolución de la participación del sector
minero y financiero y la participación de los beneficios (Excedente Bruto de Explotación)
en el PIB.
Gráfico 7
0.22 0.6
Edad de Platino Edad de Edad de Platino Incipiente
Galopante Plomo 0.58
0.2
0.56

0.54
0.18
0.52

0.16 0.5

0.48
0.14
0.46

0.44
0.12
0.42

0.1 0.4
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014
Beneficios Finanzas

Fuente: Dane, cálculos propios

Gráfico 8
0.12 0.6
Edad de Platino Edad de Plomo Edad de Platino Incipiente
Galopante 0.58
0.1
0.56

0.54
0.08
0.52

0.06 0.5

0.48
0.04
0.46

0.44
0.02
0.42

0 0.4
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014

Beneficios Mineria

Fuente: Dane, cálculos propios


Como se puede observar, durante la edad de oro y de platino galopante, tanto el sector
financiero y el minero perdieron importancia o mantuvieron su participación como % del
PIB relativamente constante, mientras que la industria y la agricultura ganaron puntos
porcentuales importantes, alcanzando los niveles mas altos a lo largo de la historia
económica del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Este dinamismo tuvo resultados
positivos, los salarios reales de los trabajadores aumentaran su participación en el PIB,
reduciendo de esta manera las tensiones distributivas. Esto no quiere decir que la “lucha
por la tierra” y el conflicto rural cesaran, por el contrario, aumentaban las tensiones y los
problemas, sin embargo, en el agregado, los indicadores arrojan saldos netos positivos
para la clase trabajadora.

En este sentido, un cambio de la estructura productiva que favoreció sectores modernos e


intensivos en conocimiento e innovaciones, permitió aumentar la demanda del empleo
formal, reducir la informalidad y mejorar los índices de productividad, por ello, fue
posible mantener los incrementos del salario real sin enfrentar presiones inflacionarias o
un deterioro agudo en la cuenta corriente de la balanza de pagos.

Por el contrario, la edad de platino incipiente que abarca prácticamente desde inicios de
los noventa hasta hoy, muestra un patrón de una creciente desigualdad en la distribución
funcional del ingreso, acompañada de un cambio estructural regresivo sustentado en una
re-primarización de la economía y el uso intensivo de recursos naturales, que en lugar de
compensar las mayores demandas de importaciones, han contribuido al deterioro del
saldo de la cuenta corriente. La des-industrialización y des-agriculturación acelerada de
los últimos 20 años ha sido una de las mayores externalidades negativas del modelo de
apertura económica, privatización y desregulación de los mercados. Aunque los campos
se llenaron de palma y de caña de azúcar, la economía colombiana se quedo sin sus
motores de crecimiento.

Sin duda alguna, se requieren cambios sustantivos en las políticas sectoriales y


macroeconómicas. Solamente de ésta manera, se podrá consolidar un modelo de
acumulación y cambio estructural con mayor igualdad que provea de los recursos
estatales para financiar los bienes públicos y garantizar que la reparación de las victimas
del conflicto armado sea una realidad. Es necesario revertir el patrón de especialización y
el sesgo de la estructura productiva, reduciendo el peso del sector minero y del sector
financiero en el PIB. El primero solo ha dejado altos costos ambientales, concentración
de rentas, corrupción del régimen político y enfermedad holandesa. El segundo es un
costo para la economía, y como tal es necesario minimizar su tamaño, mantenerlo
regulado en sus justas proporciones, con el fin de que cumpla con el objetivo de ofrecer
los recursos de crédito para el financiamiento de la inversión productiva (Nell y Semmler,
2010). Solo de esta manera se logrará construir una sociedad con mayores índices de
igualdad y eficiencia social, cuyos conflictos distributivos no requieran de más
derramamiento de sangre.

4. Tercera condición: De la política neoliberal a la consolidación de un régimen


liderado por los salarios
La edad de platino incipiente se ha sustentado en políticas regresivas de orden
macroeconómico y sectorial. La filosofía de la llamada “confianza inversionista” y de la
cohesión social pretendían resolver el conflicto distributivo mediante el ejercicio
autoritario de “estado comunitario”. Todos los esfuerzos se dirigieron a desconocer el
conflicto social y la confrontación de intereses de las diversas clases de la sociedad, para
constituir un cuerpo unitario en contra de la llamada “amenaza terrorista”. Dicha
estrategia instauró en el país explícitamente la lógica maniquea de “amigo-enemigo”
(Cardona,2016), cuyas consecuencias se siguen evidenciando en el escenario de la “patria
boba” entre santistas y uribistas. Sin embargo, tras bambalinas, se esconde un
“invariante” que permanece como derrotero de las políticas macroeconómicas y
sectoriales: garantizar la apropiación de rentas extraordinarias mediante subsidios
tributarios anti-técnicos para las grandes empresas y corporaciones multinacionales y
esquemas de garantías contingentes que reducían a cero el riesgo de los negocios de
producción de insumos de la gran plantación para los biocombustibles y la explotación
minera. A ello se suma el debilitamiento premeditado del sistema nacional ambiental,
capturado prácticamente por los agentes regulados.

Los procedimientos han sido variados y complementarios. En primer lugar, la apertura


económica justificó la adopción de medidas drásticas de flexibilización del mercado
laboral, con el fin de contener los salarios, reduciendo de esta manera las presiones de
costes para las empresas. Las políticas monetarias se orientaron esencialmente a controlar
la inflación, manteniendo la tasa de interés real por encima del crecimiento de la
productividad, lo que redujo la participación de los salarios en el PIB. Las reformas
tributarias y de la seguridad social, otorgaron mayores grados de libertad al sector
financiero para manejar el ahorro y la salud de los colombianos, con márgenes de
ganancia que superan los estándares internacionales. El gobierno renuncio a las políticas
de pleno empleo, abrazando la ideología de la austeridad, incorporando la regla fiscal en
la constitución nacional. Del mismo modo, se procedió a acelerar las privatizaciones de
los activos públicos y a reducir la regulación del Estado en los mercados. Sin duda, “ser
pilo paga” -un programa cautivador y populista- es solo la punta del iceberg del desmonte
del financiamiento estatal de la educación superior pública.

Claramente, el esquema era insostenible. El régimen de crecimiento colombiano se puede


caracterizar como liderado por los salarios, esto es, cambios distributivos a favor de los
salarios, aumentan la demanda agregada y la tasa de crecimiento de la economía (Bhaduri
y Marglin, 1990). De acuerdo a la literatura, políticas dirigidas a promover el aumento de
la participación de las ganancias en el PIB en un régimen dirigido por los salarios, tiende
al estancamiento de la economía. Esto ocurre porque la respuesta de la inversión y de las
exportaciones netas a un aumento de las utilidades, no compensa la caída del gasto en
consumo por la reducción de los salarios (Stockhammer y Lavoie, 2014). Este resultado
se cumple incluso en una economía abierta, cuando las exportaciones se concentran en
bienes primarios o intensivos en recursos naturales, cuyas elasticidades son menores que
uno en los mercados internacionales, mientras que sus importaciones son bienes
sofisticados con altas elasticidades ingreso y precio de la demanda (Cassetti,2010). Sin
duda este es el patrón de especialización colombiano, alentado desde principios de los
noventa. En los gráficos 9 y 10 se presentan unas simples correlaciones entre la
participación del consumo en el PIB y la tasa de inversión con la participación de los
beneficios en el PIB. Lo que observamos es que en el largo plazo, mayores ganancias o
utilidades se correlacionan negativamente con el consumo y positivamente con la
inversión. Sin embargo, el efecto neto es negativo, es decir, cuando aumentan los
beneficios en el PIB la demanda interna se reduce. En este sentido se dice que el régimen
de crecimiento es liderado por los salarios.

Gráfico 9
0.8

y = -0.555x + 0.9651
0.75 R2 = 0.2677
Tasa de consum o

0.7

0.65

0.6

0.55

0.5
0.5 0.51 0.52 0.53 0.54 0.55 0.56 0.57 0.58 0.59 0.6

Participación de los Beneficios en el PIB


Fuente: Dane, cálculos propios

Gráfico 10
0.3

0.25
Tasa de Inversión

0.2

0.15

y = 0.3377x + 0.0191
0.1 R2 = 0.1623

0.05

0
0.5 0.51 0.52 0.53 0.54 0.55 0.56 0.57 0.58 0.59 0.6
Participación de los Beneficios en el PIB
Fuente: Dane, cálculos propios
Aunque es cierto que el aumento de los beneficios en el PIB se acompañó de una
incremento en la tasa de crecimiento y de acumulación durante la edad de platino
incipiente, ello se vio favorecido por el boom de precios internacionales de las materias
primas y el mejoramiento de los términos de intercambio entre 2003 y 2008, así mismo
por el mayor acceso a los mercados crediticios, que facilitaron el aumento del gasto de
los hogares. Sin embargo, el ciclo de los commodities ya llegó a su fin, mientras que la
economía revela síntomas de mayor fragilidad financiera pues las unidades familiares
transitan de posiciones financieras cubiertas a especulativas y ponzi, todo lo cual reduce
las posibilidades de mantener el crecimiento, ya sea liderado por la deuda o las
exportaciones. Consideramos que es imperativo que se cambie el modelo distributivo y
de crecimiento en Colombia. Ello exige una serie de medidas que reversen las políticas
pro mercado y la llamada confianza inversionista que han sido la norma en los últimos
veinte años.

Seguimos el modelo propuesto por Palley(2012) que resume de manera didáctica lo que
se tiene que hacer. En términos simples: imponer cotas o restricciones a las
corporaciones, rentistas y mercados financieros (Gráfico 11).

Gráfico 11

Pleno Empleo

Corporaciones
Manejo de la Rentistas Finanzas
Globalización Mercados Funcionales
Financieros Gobierno
regulador

Políticas de protección social y


solidaridad en los mercados
de trabajo

Palley(2012)

Es menester, establecer mecanismos para manejar el proceso de globalización, ello exige


recuperar como instrumentos de política el control de capitales y la estructura arancelaria.
Las políticas macroeconómicas deben tener como objetivo alcanzar el pleno empleo y la
redistribución a favor de los salarios, para ello se requieren tasas de interés real menores
que la tasa de crecimiento de la productividad y que el gobierno renuncie a la austeridad
de la regla fiscal y adopte el esquema de las finanzas funcionales, con el fin de ajustar el
gasto talque que la demanda se iguale a la oferta a nivel de pleno empleo. Por ultimo, se
deben promover políticas dirigidas a fortalecer las organizaciones sindicales y
campesinas, introducir nuevamente esquemas de contratación laboral que respeten los
derechos sociales de los trabajadores, promover empleos de buena calidad y mejorar los
esquemas distributivos del salario mínimo. En esta vía se podría pensar en la
implementación de un buffer de empleo público, que reemplace el mecanismo de
estabilización macroeconómica fundado en la infame tasa de desempleo no aceleradora
de la inflación (Nairu). Todo ello pondrá en cintura el comportamiento depredador de las
grandes corporaciones, en pro una sociedad con mayor equidad y altas tasas de
crecimiento y acumulación de capital, procurando respetar los límites que impone la
naturaleza a la economía.

5.0 A manera de conclusión:

Albert Hirschman(1977) nos recordaba que una de las condiciones para el transito desde
sociedades fundadas en el nepotismo y la arbitrariedad del príncipe hacia la modernidad
fue el desplazamiento de las “pasiones” en el ágora pública por los llamados “intereses”.
En la “Colombia es pasión” del régimen uribista se presentó una reversión en la técnica
para constituir una sociedad moderna. La firma y la refrendación de los acuerdo de la
Habana en el plebiscito, sin duda, es el camino idóneo para reconocer una sociedad de
intereses y de adversarios políticos, en la cual se respeten las normas y reglas de juego,
donde las pasiones de los individuos y sus particulares ideas de “la vida buena” no se
impongan arbitrariamente sobre el resto de conciudadanos.

La existencia de dos clases y el conflicto de intereses en el seno de las sociedades


modernas no es la visión ilusa de una filosofía de la historia anacrónica del siglo XIX.
Recientemente, las investigaciones mas significativas y robustas de una rama novedosa
de la ciencia conocida como Econo-física, ha mostrado de manera rigurosa la existencia
de dos clases en la sociedad. La aplicación de técnicas sofisticadas de la mecánica
estadística a los datos de distribución del ingreso y la riqueza encuentran que dos
distribuciones diferentes explican la desigualdad. La distribución exponencial describe
muy bien los ingresos de las personas de menores ingresos cuya fuente son los salarios,
mientras que una distribución de poder (Pareto) representa la de los mas ricos, quienes
obtienen sus ingresos de la propiedad de la riqueza real y financiera (Silva y Yakovenko,
2005; Shaikh, 2016; Quevedo y Quevedo, 2016).

El reconocimiento del conflicto distributivo como un pilar de las sociedades modernas y


democráticas es el antídoto contra el proyecto del Estado comunitarista que niega la
existencia misma de la sociedad y demanda a los cuatro vientos que no existe alternativa
(Hirschman, 1994a). Sin duda, no es un equilibrio inter-temporal en el cual las decisiones
se determinan en el periodo inicial, dado que se conocen los flujos en valor presente de
todas las variables de interés. Por el contrario, como dice el poeta, se hace camino al
andar, en cada momento las tensiones exigirán nuevas e innovadoras soluciones, no
previstas y mucho menos anticipadas o definitivas. A la pesadilla de un mundo sin
conflictos y ahíto de espíritu comunitario, caben estas palabras de Withehead: “los
mayores avances de la civilización son procesos que casi hacen naufragar a las
sociedades en que ocurren” (Citado por Hirschman, 1994a).

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