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STERN, Steve J. - Los Pueblos Indígenas Del Perú y El Desafío de La Conquista Española Huamanga Hasta 1640 - Censurado PDF

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Alianza América Steve J.

Stern
Historia de América II 2012
Monografías
19 copias (17)

Los pueblos indígenas


del Perú y el desafío
de la conquista española
Huamanga hasta 1640
7/1311 19 copias

Versión española
Fernando Santos Fontenla

l\lVERS!DAO DE BUENOS A!R.ES


FACULTAD DE ffiOSOfl~ Y LETRAS
Dfre~r,'.6¡¡ de Bib¿jiotecas

Alianza Editorial

1/19
Introducci6n

El presente libro narra cómo la conquista transformó a los vigorosos


pueblos autóctonos de la Sierra andina en una casta inferior de «indios»
subordinados a los colonizadores españoles, y a la creación europea de
un mercado mundial. Pese a la labor pionera de algunos historiadores
y antropólogos se trata de algo que todavía no se ha narrado, y sobre
todo no se ha narrado desde el punto de vista de las experiencias, los
logros y los fallos de los pueblos andinos colonizados.
En resumen, en este libro se estudia la creación de una nueva socie-
dad -de una sociedad colonial- en los Andes durante el siglo siguiente
a la conquista española del Imperio Inca en 1532. A fin de comprender
mejor este proceso he preferido adoptar un enfoque regional, pero un
enfoque en el cual se tiene presente el contexto más amplio que condicio-
na la historia de toda región. La investigación a nivel regional me ha
permitido contemplar a la gente, las instituciones y las tendencias de
forma mucho más concreta. Igual importancia tiene el hecho de que un
enfoque regional refleja una dinámica fundamental de la colonización
española. Los conquistadores fundaron una serie de ciudades importantes
como puntas de lanza para su control y su expansión sobre sus hinterlands
respectivos. Donde el enfrentamiento entre europeos e indios creó un nue-
vo tipo de sociedad en las Américas fue a los niveles regional .y local.
La región que he seleccionado para estudiar este proceso ha sido la
controlada por la ciudad de Huamanga (hoy Ayacucho), fundada en 1539
El desarrollo colonial de Huamanga estuvo condicionado por todas las
tendencias socieconómicas clásicas: población autóctona decreciente, auge
15
16 Steve J. Stem Introducción 17

de la agricultura comercial y de las manufacturas de paños, expansión


minera, etc. El descubrimiento de importantes centros mineros (Huan-
cavelica y Castrovirreyna) en la región facilita una visión de cerca de .cajamarca
las relaciones entre las economías minera y agrícola y entre los centros 1

comerciales urbanos y los hinterlands rurales. Los estallidos de herejías ')


...
antieuropeas entre los indios de Huamanga dejaron tras de sí datos que ' \BRASIL.
nos permiten acercamos más a las ideas de los propios indios. Como \
Huamanga no era la capital del Imperio Inca, su historia nos habla cla-
ramente de las experiencias de las sociedades andinas locales --el cam-
pesinado-- sin las deformaciones que impone el caso especial de la élite
india del Cuzco. Por último, Huamanga abarca una zona geográfica lo
bastante amplia (Mapa 1) como para que podamos tener en cuenta las
variedades locales significativas de las tendencias coloniales. Por estos !,...._;"-,--.,_,.
y otros motivos, Huamanga es una región muy adecuada en la que estu- \
\

diar Ja dinámica principal en la que se basó la fundación de la sociedad \ \


andina colonial.
Además, Huamanga tuvo mucha importancia a lo largo de todo el \
período en estudio. En sus primeros años coloniales tenía un valor estra-
tégico como zona en la que la consolidación de los colonizadores espa-
/
1

ñoles podía neutralizar la amenaza militar que representaban los rebeldes


incas al noroeste de Cuzco'. Poco después Huamanga adquirió una im-
- Inca)¿

?
1

portancia económica vital. La región estaba en medio del camino de la ,


sierra que enlazaba Lima, Jauja, Cuzco y Potosí (en Charcas, o sea, en PAR INACOCHAS ( -

~··" . .:=~~',
la actual Bolivia). Así, Huamanga servía de corredor comercial entre los
dos mercados más importantes de la Sudamérica española: Lima, la ca-
pital de la costa del Pacífico, que controlaba los enlaces comerciales con
o 50 100 200 km.
Europa, y Potosí, la ciudad fabulosamente rica que surgió a raíz del 1 1 1
• <o
1 1
descubrimiento de una vena enorme de plata en 1545, y que tenía o so 100 mi.
ú~
150.000 habitantes en 1600. Además, Huamanga era una región minera (.:' ~·~
importante por derecho propio. Tenía minas de mercurio y de plata que
JcY- ~~-.:
r:-i Distritos nucleares de la reglón ,~ '. ~
originarían dos centros urbanos: Huancavelica (1564) y Castrovirreyna ~ de Huamanga
j ')
(1591), respectivamente, además de la ciudad de Huamanga. El mercurio, ~ Distritos intermedios entre las reglones
!e!!! de Huamanga y Cuzco CHILE'
'
en especial, era indispensable para beneficiar la plata de Potosí a partir
del decenio de 1570, y los virreyes españoles consideraban con razón
que Huancavelica y Potosí eran los dos pilares económicos en los que
se sustentaba el virreinato del Perú. La estratégica ubicación económica
de ~uai:nanga, las minas de mercurio y de plata y las grandes poblacio- Nota.-Parinacochas y Andahuaylas pertenecieron formalmente al hinterland de
la ciudad del Cuzco, pero en determinados aspectos estaban orientados hacia Hua-
nes mdt~s eran t~das e~as razones suficientes para atraer la atención manga. Andahuaylas perteneció al obispado de Huamanga en el siglo XVII, y Pari-
de coloruzadores comerciantes y funcionarios. nacochas a la Intendencia de Huamanga en el xvm. No citaré datos nj pautas de
A~ rel~tar una historia de opresión no pretendo limitarme a repetir esas provincias periféricas más que cuando estén acordes con los datos de los distri-
~~~n :tf~~\~;io~u: l~~n;:ita~ que ~os colonizadores españoles maltra-
tos nucleares de Huamanga.
p o . ron. ampoco pretendo escribir una his-
MAPA 1.-La región de Huamanga en el Gran Perú, circa 1600.
18 Steve J. Stem Introducción 19

toria definitiva ni «completa» (empresa que a mi juicio sería imposible zado en Huamanga en el decenio de 1560. El capítulo culmina con las
Y estaría mal concebida) de los pueblos autóctonos de Huamanga en reacciones españolas a una crisis general del virreinato del Perú, com-
los años de 1532 a 1640. Y aunque los colonizadores españoles ocupan prendidas las reformas generales establecidas por el Virrey Francisco
un lugar muy destacado en mi comentario, mucho menos pretendo haber de Toledo en el decenio de 1570.
escrito su historia, tema complicado y vasto que merece, y ha recibido, En los capítulos 4 a 7 se estudian diversas consecuencias sociales,
gran atención por sus propios méritos. económicas y polCticas de Ia reforma del régimen, así como de la resis-
Lo que yo deseo es centrarme más concretamente en cómo hicieron tencia y la adaptación de los indios. A un determinado nivel cabe inter-
frente los pueblos indios de Huamanga al desaíío de la conquista eu· pretar esos capítulos como dimensiones diferentes de un solo proceso
ropea, y con qué consecuencias para ellos mismos, para sus colonizado- que define todo el período de 1570 a 1640. A otrn nivel, la secuencia
res y para la sociedad que se creó. Al narrar esta historia espero alcan- de capítulos corresponde a una evolución cronológica. En el capítulo 4
zar tres objetivos relacionados entre sí. En primer lugar. deseo docu- se estudia la economía política del régimen colonial reestructurado en
mentar y comprender las luchas y los logros de los pueblos andinos fren· el decenio de 1570. En el capítulo 5 se documenta una estrategia de
te a su colonización. En segundo lugar, deseo demostrar cómo sus actos resistencia india que fue adqu iriendo cada vez más importancia en el
condicionaron la evolución de la sociedad colonial y limitaron las op- siglo xvn : el empleo con gran destreza de las instituciones y los meca-
ciones de la clase dirigente europea. Aunque los autóctonos no lograron nismos judiciales españoles para socavar las prácticas explotadoras. En
abolir la estructura opresiva como un todo, su resistencia y sus adapta- el capítulo 6 se comenta la evolución del carácter de la economía polí-
ciones creativas desafiaron a los colonizadores y los obligaron a elaborar tica colonial, y en particular del sistema laboral, que sustentaba el ré-
nuevos modos de explotación, so pena de ir deslizándose hacia la deca- gimen colonial en el siglo XVII. Lo que yo sostengo, en parte, es que
dencia. Por último, espero utilizar la experiencia colonial en Huamanga los nuevos sistemas laborales representaron una adaptación europea a
como estudio monográfico que pueda enfocar cuestiones clave en la his- las crisis y los problemas planteados por la resistencia india que se des·
toria de las sociedades de clas,es. La clase dirigente europea, pese a mo- cribe en el capítulo 5. En el capítulo 7 se analiza el auge de una mino-
mentos de crisis y de cuasi fracaso, logró establecer una sociedad explo- ría de «indios triunfadores o de éxito», cada vez más destacada a partir
tadora que ha durado siglos. El estudio de cómo logró superar los múl- de 1640, y se estudian las formas en que sus logros afectaron a la evo-
tiples obstáculos que los autóctonos recalcitrantes les interpusieron en lución de la estructura y de la cultura internas de la sociedad autóctona
el camino -y que los indios «amigos» les ayudaron a eliminar- puede y provocaron nuevas formas de enfrent~mientos y de conflictos entre los
servirnos para comprender las fuerzas que apoyan o socavan la tentativa indios.
por parte de una clase dominante de consolidar su hegemonía sobre una Las ilustraciones que se reproducen en Los capítulos 1 a 7 se han
sociedad. El comprenderlo puede incluso profundizar nuestra percepción extraído de una extraordinaria «Carta» de 1.200 páginas de longitud,
del carácter polifacético de la explotación en sí.
escrita al Rey de España por un indio aculturado y descontento de la
Es posible que al lector le resulte útil una guía ·de los capítulos que
parte meridional de Huamanga, Felipe Guamau Poma de Ayala. La des-
siguen . El capítulo 1 constituye una introducción a la vida indígena en
cripción que hace Poma de Ayala de la vida precolombina y la colonial,
Huamanga antes de la conquista española, en el contexto de un comen-
tario más general en el que se reconstruyen las instituciones y las rela- así como las reformas que propone, constituyen una de las fuentes indí-
ciones característicamente andinas que se hallan en muchas de las cul- genas disponibles más valiosas del Perú colonial. Sus dibujos, tan reve-
turas serranas del Perú meridional y central y de Bolivia. En el capí- ladores, figuran en el facsímil publicado de su carta que se menciona
tulo 2 se estudia el primer ciclo de las relaciones hispano-indias en en la Bibliografía. Existe una importante edición crítica de su carta pu-
Huamanga; se centra en las circunstancias favorables a las alianzas -a· blicada por Siglo XXI Editores en México en diciembre de 1980, de-
por lo menos a la cooperación- entre los pueblos autóctonos de la masiado tarde para consultarla cuando se estaba preparando la presente
región y los conquistadores españoles y en la dinámica que llevó inexo obra•.
rablemente al derrumbamiento de las alianzas entre indios y blancos.
En el capítulo 3 se documenta la crisis de las relaciones coloniales ini-- • En la edición española de este libro todas las citas e ilustraciones de Poma
ciales, manifestada en el movimiento milena-isla anticristiano generali- de Ayala remiten a la de Siglo XXI, a Ja que alude el autor (N. del T.).
20 Steve J. Stern

En el último capítulo del libro se evalúa la significación histórica


de un siglo de colonización en Huamanga. En él se identifican los lega-
dos persistentes que, con algunas modificaciones, siguen configurando
hoy día la vida en las regiones serranas «indias». Se procede a analizar
las fuerzas que sostuvieron la hegemonía de una clase dirigente colonial
y en consecuencia hicieron que un ataque en masa por el campesinado
indígena contra la estructura explotadora resultara irrealista a fines del
siglo XVII. Por último, en el capítulo 8 se examina la evolución de] sis-
tema laboral de Huamanga como producto de una lucha y un conflicto
sociales constante. Las pautas específicas de explotación de la mano de
obra empleadas por los colonizadores fueron cambiando, como conse-
cuencia de las presiones y en reacción a las adaptaciones y la resisten-
cia de los indios. Vistos desde esta perspectiva, los pueblos autóctonos
de Huamanga fueron agentes de su propia historia, aunque no pudieran
conformar la sociedad conforme a sus propios sueños.
2. Ascensión y caída de las alianzas postincaicas

Las conquistas fáci1es crean místicas falsas-. Por ejemplo, tn1Jchos


de nuestros contemporáneos recordarán la Blitzkrieg nazi en Europa;
' ' aquellos ataques reláillpago dieron al inundo una visión aterradora
de la invencibilidad del fascismo. Pero, por lo general, la realidad
acaba por imponerse y la mística empieza a derrun1barse. Cusndo los
nazis se quedaron empantanados en el frente ruso perdieron sus dimen-
siones sobrehumanas. Hace cuatro siglos y inedia, en 1532, los 168 con-
quistadores que con tanta rapidez derrotaron y capturaron a Atahual-
pa, el emperador de los incas, impresionaron sin duda a los pueblos
andinos con su poderío y su buena suerte. No hace falta asurnir inter-
pretaciones ingenuas de los extranjeros como dioses para con1prender
el halo de invencibilidad que rodeaba a una banda de forasteros que
habían derrotado al jefe de un in1perio que se extendía a lo largo de
miles de kilómetros, ni para comprender ta1nbién la disposición ct'e~ las
poblaciones locales a adaptarse a ellos. Pero el halo podía irse desvane-
ciendo, especialmente si los españoles trr:itriban de hacer la transición
del mero saqueo a la ocupación territorial y, por último, a la domina-
ción imperiaL Tras capturar el I1nperio Inca, los europeos tendrían que
aprender a gobernarlo.
Los europeos, montados en la cresta de la ola de la explosiva bús-
queda española de oro, territorio y salvación católica, querían riq11ezas
y señoríos, Tras Ja distribucióff de Jos metales preciosos llevados a Caja-
marca como rescate del Inca Atahualpa, Francisco Pizarra y sus comp<:t-
ñeros de conquista se lanzaron al sur, a someter, saquear y regentar una
- 2/19
?
59
61
60 Steve J, Stern Ascensión y caída de las alianzas postincaicas

colonia andina. El saqueo de santuarios prestigiosos y la sed europea


de metales preciosos crearon las leyenda popular de que los españoles se
alimentaban de oro y plata, en lugar de comida 1• Pizarra distribuyó en-
comiendas de indios a sus aliados en la conquista. El encomendero se
encargaba de atender a las necesidades nlilitares y políticas de la Corona
en la colonia, y de atender al bienestar material y espiritual de los indios
paganos <<encon1endados» a su cuidado. A cambio, podía exigir a sus
tutelados tributos y trabajo. Co1no representante personal de la Corona
sobre el terreno, el enco1nendero podía utilizar su señorío sobre <(SU»
gente para enriquecerse, pero tarr1bién había de soportar la carga de
forjar relaciones coloniales con los nuevos súbditos indios 2 •
La seguridad n1ilitar se convirtió en seguida en cuestión de la máxi-
ma prioridad. El ~n1perador títere inca, Manco Inca, se cansó de sus
an1igos europeos y escapó a la montaña al noroeste del Cuzco en 1536.
Desde su fortaleza escondida en la selva, Manco Inca organizó incur-
siones que perturbaron las rutas comerciales europeas y hostigaron a las
sociedades indias aliadas con los europeos. La resistencia del «Estado
neoinca)) ilegó a plantear tantos problemas que Pizarra decidió conso-
lidar el control y la expansión de los europeos, en los can1inos de mon-
taña entre Lima y el Cuzco. Los pocos europeos que habían establecido
una población íronteriza en la zona de Hua1nanga, en Quinua (véase el
n1apa 2) resistieroa precarian1ente contra Manco Inca y los grupos loca-
les L1Ue apuyab<i.n la causa inca. En 1539 Pizarra envió a la región a
Vasco de Gucvara, veterano de Nicaragua y de Chile, con 25 españoles,
con la esperanza de establecer a los españoles de manera más firn1e en
la región de Huan1anga 3.

1 Pon1a de Aya1a (1615), Nueva corónica, 369 y 370.


2 Véanse his condiciones de las prin1eras encomiendas concedidas por Pizarra
en Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos (Colección Harkness), Docu1nents
fro1n Eerly Peru. The Pizarras and the A(nuigros, 1531-1578, ed. de Stella R. Cle-
n1e!H.:'.:. (Washington, D.C., 1936), 154, 170. \ 1 éanse con1ent<::irios sobre la encoinienda
en John H. Ro\ve, </fhe Incas under Spanish ColoniuI Institutionsi>, HAHR, 37
(n1<lYO de 1957), 159 f! 161; Enrique Torres Sa!dnn1ando (1879-1880), Apuntes his~
tóricos sobre !(is enco111ie11das en el Pení (LínHi, 1967); 1vínnuel Bclaúnde Guinassi,
La enconlÍendu en el Perú (Liina, 1945); Ivfanui:d Vicente Villurán, Apiuites sobre
la reulidud social de {os indígenas ante las leyes de Indias (Lima, 1964), 25 a 100;
Jan1cs Lockh.:irt, Spanish Peru, 1532-1560. A Colonilil Society (Mudison, 1968), 11
a 33 y po:;sin1; Lockhart, «Encornicnda y I-IacicndLl: The Evolution of the Grent
Estate in lhe Spanish 1ndies;), HAHR, 49 (agosto de 1969), 411 a 429.
3 \,'.§use V¿1sco de Guevara (1543), citndo por Marcos Jirnénez de la Espada
en RGJ, 181 y 182, notn 2; Pedro de Cieza de León, ;;Guerra de las Salinas1i, en
CDIE, LXVIJI, cnp. 35; Obispo Vicente Valverde al Rey, Cuzco, 20 de marzo • ' - 1
Supuesio encuentro entre un 1nd10 y u.11 es pano: en e
e
/ "'CO El irdígena pregunta
U- ·_ la' es oro v plata.
de 1539, en CDIAO, III, 122; Jfln1es Lockhart, Tfie Nlen aj Cajcunarca: A Social lo que cotnen los espaiiole~; la respuesta, seg~1n. ~01n~ de.,Aya ' ~
and Biographica! Study of ihe First Conquerors of Peru (Austin, 1972), 424. Véase Pese a siis consecuencias on11nosas, el encuentro 1n1cuil es an11stoso.
3

3/19
62 Ascensión y caída de las alianzas postincaicas 63
Steve J. Stern

Para los encomenderos asentados en aquella zona, que eran más de militar de los españoles, grandes maestros a caballo y con la espada,
20, el p~oblema .de la seguridad militar era algo omnipresente en los pri- in1presíonó a los kurakas que acon1pañaron a Atahualpa en Cajamarca
meros anos. Var1os de eHos eran veteranos del aterrador ataque y asedio en 1532. Para sobrevivir, las sociedades campesinas necesitan una sensi-
de Cuzco en 1536-1537 por Manco Inca. Bajo Vasco de Guevara los bilidad especial a las modificnciones en el equilibrio del poder, y los
españoles decidieron, en 1540, desplazarse hacia el sur a partir de Üui- pueblos lucanas de Andamarcas y Laramati reconocieron inmediatamen~
nua hacia un lugar más defendible. Ese lugar era el que se convertiría te a los españoles como sus nuevos señores, Los kurakas de los pueblos
en la ciudad colonial de Huamanga (cuyo nombre oficial, «Ciudad de lucanas de Laramati se proclamaron «amigos de los españoles>; cuando
San fuan de la Frontera de I-Iuan1anga» y cuya condición de ciudad no se pasó por Vilcashuamán el séquito victorioso en ruta hacia su- entrada
promulgaron hasta 1544) 4 . Huamanga estaba situada arriba de una zona histórica en el Cuzco. Cuando los españoles derrotaron a las fue1:zas re-
estratégica al oeste de los neoincas, y los conquistadores intentaron rei- beldes locales y levantaron el cerco inca del Cuzco, esas proclamaciones
teradamente estabiHzar una- población europea en la ciudad recién fun- adquirieron más credibilidad 8 . Además de tener un snno respeto a la
dada a fin de contrarrestar la amenaza de las incursiones de los neoincas capacidad militar española, las sociedades locales de Huan1anga perci-
5
y las rebeliones locales . Los que se asentaron en Huamanga considera- bían unos beneficios positivos en la alianza con los europeos. Por fin
ban las sociedades indias que esperaban do1ninar como una fuente de podían deshacerse del yugo de la dominación inca y defender sus intere-
mano de obra Y de explotación. La sociedad española exigía el trabajo ses étnicos en una nueva era postincaica. Algunas de las poblaciones
y el tributo de los indios para las necesidades más básicas: comida, mitn1aq asentadas en Huamanga septentrional por Jos incas regresaron a
transpor;e .de agua, n:ade~a y me:cancías, construcción de viviendas y sus comunidades de origen y dejaron sus vidas de extranjeros entre po-
obras publicas con10 iglesias, cam1nos y puentes 6 , Pero igual importan- blaciones locales hostiles. Los europeos no eran los únicos que saquea-
cia que esas exacciones tenía la necesidad de los españoles de cultivar la ban la sierra andina en los primeros años< Las comunidades locales sa-
lealtad de las sociedades i-pdias locales para defender la presencia eu- queaban los almacenes consagrados antígu<1mente a los incas _desacredi-
ropea contra 1<:,~ .incursiones incas. El cabildo, o concejo m-unicipal con- tados y -las g1·andes huacas relacionadas con el Estado. Una poblaciün
trolado por la elite europea de los encomenderos, trató en 1541 de im- cada vez mayor de yanaconas que habían abandonado la sociedad del
pedir los abusos, porque <<sería ... dar ocasyon a los dichos yndios tor- ayllu para pasar a convertirse en seguidores dependientes de los:. europeos
nasen a matar españoles como antes lo solyan hazer» 7• se sumaron a sus señores en la búsqueda de metales preciosos?.
En estas circunstancias, y pese a tenues lealtadQs y a conflictos oca-
sionales entre los europeos y sus aliados autóctonos, los conquistadores
El nacimiento de alianzas incómodas obtuvieron la ayuda que necesitaban. A principios de 1541 llegaro'.1 a
Huamanga indios de Huanta nordoriental que habían sufrido el peso de
Afortunadamente para los conquistadores, las sociedades andinas te- los ataques de l\1anco Inca para advertir de los planes incas de conquistar
nían sólidos n1otivos para aliarse con la conquista europea. La destreza la nueva ciudad española. El cabildo envió a Francisco de Cárdenas al
.,.
un caso concreto de mitrnaq incas que combatieron a los españoles en .A.GN, O!, s Monzón y otros (1586), (,Descripción de los Rucanas A.ntamarcas)>, RGI,
Leg. 1, C.9, 1567, f. 5 v. 238; id. (1586), «Descripción de Atunrucnna y Lnrnmati)), RGI, 226 y 227;
4
Los Wterced.arfos en el Perú en el siglo XVI. Docinnentos inéditos del Archivo Gobernantes del Perú, ed. de Roberto Levillier (14 vo]s., I\1cidrid, 1921-1926), 2:
General de Indias, e~. de Víctor M. Barriga (4 vols., Roma y Arequipa, 1933- 103 y 104, 153, 183, 192; Pedro Pizilrro (1571), ((Relación del descubrimiento y
1953), 4: 90 a 94; Libro del Cabildo de la Cíudad de San fuan de la Frontera conquistn de los reinos del P~rú .. ,}>, CD!E, V, 256.
de Hua1nanga, 1539-1547, transcrito por Raúl Rivera Serna (Lima 1966) ?8 9 Libro del Cabildo, 47, 69, 100; Junn Polo de Ondegardo (1561), ,dnforme
" 33, 140. , ' - al Licencindo Briviesca de l\1uñntones)1, en Revista I-listórica, 13 (Lin1a, 1940), 156;
5
Véase Libro del Cabildo, 47, 64 y 65, 68, 71, 91, 95, 100, 121, 128 y 129, sobre los yanaconas con10 brnzo nuxiliflr de la conquístn, VÉílse Nrithan \Vachte1,
137, 165, 194, y la nota 3 supra. Sociedad e ideología, 149 a 158; John Hen11ning, The Conquest of the Incas (Nue-
6
Véase Libro del Cabiláo, 21 y 22, 30, 31, 46 y 47, 54, 62, 64, 112, 189; HC, va York, 1970), 136, 171, 180, 184, 186, 305 y 306, 362. Es posible que algunos
Doc. 985, 1571; BNP, .A.127, 1547, carta de don Pedro de La Gasea, 27 de diciem- de los sirvientes yannconas de los europeos fuernn sirvientes yana enRjenndos de
bre de 1547. la sociedad del ayllu nntes de la conquista esp3fiola. ,.:\cerca de los yana antes
7 Libro del Cabildo, 64. de la conquista, véase l\-1urra, Fonnaciones, 225 a 242.

4/19
64 Steve J. Stern Ascensión y caída de las alianzas postincaicas 65

frente de una expedición de 20 españoles y «dos myll amigos yndios» a


contener el ataque y «amparar [a] los naturales» w A Jo largo de la 1
primera mitad del decenio de 1550 las constantes turbulencias de la gue-
rra civil entre los españoles 11 y los combates con los neoincas causaron
proble1nas a las sociedades locales y sus kurakas. Entre las exigencias de
co11avisTA
todos los bandos de que les dieran su apoyo logístico y militar, los pue-
blos autóctonos no podían optar por la neutralidad. Tenían que decidir
qué tipo de alíanza -dado el equilíbrio de fuerzas en su zona- sería el
n1ás beneficioso para sus propios intereses étnicos o comunitarios. Las
sociedades locales, privadas de la opción de la neutralidad, participaron
mucho en las primeras guerras, que« [dejaron a] los yndios destruydos». s 1 \
Aunque algunos de los indios de I-Iuamanga sumaron sus fuerzas a los
neoincas, casi todos ios grupos -incluso incas asentados en Huarnanga~
con1batieron del lado de la Corona española. El camino estratégico entre
Lima, Jauja, Huamauga y el Cuzco hacía que el peso de los combates
cayera sobre las sociedades de los distritos septentrionales por los que
pasaba: Huanta, Vilcashuamán y Andahuaylas. Además, Huanta y An-
dahuaylas lirnitaban con la zona controlada por los neoincas. Un kura-
ka «questa gualdando un paso de temor del inga» envió en 1544 un
n1ensaje urgente de que 1\1anco Inca, con la ayuda de españoles disidentes,
estaba proyectando un ataque que ponía en peligro a los indios enco-
mendados a Pedro Díaz de R:ojas. Ni siquiera las socjedades mucho más
al sur evitaron verse implicadas en la situación. Cuando Francisco Her- l
nández Oirán se rebeló contra la Corona a principios del decenio de
1550, saqueó los grandes rebaños de los soras y los lucanas a fin de
abastecerse. Las incursiones provocaron a las élites indias a apoyar la
carnpaña real 12 •
Los cncon1enderos sabían que necesitaban tenei- unas relaciones de
trabajo favorables .con «susi> kurakas; los más astutos trataron de conso-
lidar las alianzas con favores y regalos. Los encomenderos y otros espa-
ñoles solían presentarse ante el cabildo en el priiner decenio de Hua-
manga para pedir mercedes de tierras, estancias para la ganadería o tie-

io Libro del Cubildo, 63.


11Vé<1se una historia concisa de lus guerras civiles entre los espnñoles en Lock-
hart, Spanish Peru, 3 a 5; respecto de la función de Huan1anga en la polítíca co-
lonial, v¿a::;e Libro del Cabildo, 71 y 72, 73 a 79, 85 a 88, 93 a 96, 98 y 99, 141,
142 a 145, 146 a 150, 152, 159 a 164, 168 a 174, 199; Do1ningo de Santo Tomás
(1555), en La iglesia de España en el Perú, ed. de Einilio Lissón Chaves (4 vols.,
Sevilla, 1943 a 1946), 2: 5 a 7; Los Nlercedarios, ed. de Barriga, 1: 257 a 262.
12
Véase BNP, A127, 1547, pág. 17; ADA, PN, Navarrete, 1615-1618/1627/ !
1630, ff. 473 r-474 r: AGN, DI, Leg. 6, C.109, 1643, ff. 2 r, 5 v; Bandera (1557),
1(Relac:ión general)), 178; BNP, B44, 1612, f. 8 r; Libro del Cabildo, 121, 142 res-
pecto de las citas; Po1na de Ayala (1615), Nueva coránica, 431 a 433. Is Indios soras y lucanas co1nbaten por la Corona espa1íola y contra el rebelde Fran-
ci.sco Hernández Girón.

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Steve J. Stern
rras d.e cultivo .. Los encomenderos inteligentes lograban que el cabildo desde siempre, emplearon el poderío europeo contra sus enemigos. Cuan-
tamb1en concediera mercedes de tierras a sus kurakas. Los kurakas de do los neo-incas secuestraron a los guardianes chancas de los campos de
Juan de Be~~io recibieron diez fanegadas (unas 29 hectáreas) en el fértil· coca de Mayomarca (entre Huanta y Andahuaylas), los grupos étnicos
valle de V1~.aca, al oeste de Huamanga; un kuraka patrocinado por de Huamanga amenazaron con apoderarse de aquellas ricas tierras limí-
Berna rec1b10 una merced de 20 fanegadas. Francisco de Balboa pidió trofes. Los chancas resolvieron sus dificultades al persuadir a su enea~
al cabildo que concediera 16 fanegadas a su kuraka principal en la rica mendero para que encabezara una expedición a Mayon1arca, que sirvió
H_an.ura de Chupas, al sur de Huamanga 13 • Esas tierras eran sinecuras para garantizarles el control sobre las tierras 17 . La colaboración con los
fertil~s cerca de la ciudad de Huamanga. Algunas las había reivindicado europeos; pese a su carga de guerra, tributos y mano de obra, también
anter1or:nente el ~s.tad? inca, sus santuarios o los mitlnaq incas. Ahora tenía sus ventajas.
er~n objeto de re1v1nd1caciones de los europeos, pero los encomenderos Si se estudia con más atención a los chancas de Andaht1ayla~ se ad~
mas ast~t,os reserva,ban o apartaban una parte para sus kurakas. Die- vierte cómo los encomenderós :inteligentes cultivaban las relaciones de
go G~v1la~ reclamo 20 .fanegadas para sí en el valle de Chigua, y colaboración con las élites y las -sociedades autóctonas. Diego Maldonado,
despues hizo que el cabildo le concediera el resto del valle a su ku- que era uno de 1os encomenderos más ricos y de más éxito, prefería
14
raka • ?iego Maldonado, que era uno de los encomenderos de más éxi- negociar acuerdos con los kurakas, en lugar de recurrir a la fuerza brµta.
to, ll~no de .regalos a los kurakas de su encomienda de Andahuaylas. Mediante uno de esos acuerdos, Maldonado logró que algunos indígenas
La elite autocton~ redbía un esclavo negro, mulas, caballos, ganado que vivían en valles y punas remotos se reasentaran en un valle más
vacuno Y !1n~s panos incas y españoles. En una controversia ulterior, un cerca del camino real del Cuzco. !v1a1donado no usurpó los preciados re-
kuraka senalo que es~s regalos se les_ habían hecho «porque [Maldonado] cursos de los chancas. Por el contrario, para su hacienda rural se hizo
se los deva de seru1c1os que [Ie] ov1esen hecho» 15 . con tierras y rebaños procedentes de las vastas posesiones dedicadas an-
Las comunidades y -Jos grupos étnicos esnerabnn ou~ la .8 1i 8 n7:'1 rrin teriormente al Estado inca y ~· süs cultos. ,-\l principio, por lo menos,
los europeos les sirviera para triunfar en sus ·propias rfvtudad~~~·~~~-ó~t~~~ Maldonado asentó a sus yanaconns personales en sus tierras, en lugar
nas. Como ya hemos visto, el modo local de producción tendía a dividir de exigir mano de obra de su encomienda. Cuando los indios se queja4
a 1~s pueblos autóctonos en grupos económicamente autónomos que com4 ron de que los grandes rebaños de Maldonado dañaban sus cosechas,
pet1an con los .ayullus:
. las comunidades y los grupos étnicos rivales, por· Maldonado (o su administrador) inspeccionó las denuncias y distribuyó
los recursos m~s preciados. i\hora, las sociedades autóctonas, sin el fre4 inaíz, papas, ají y otros productos como indemniz~ción. Ma1donado ne~
no del control inca, trataban de utilizar sus relaciones con los poderosos goció ac11eTdos con los kurakas en los· que se especificaban las obHga-
europeos para proteger o promocionar intereses étnicos. Por ejemplo, en ciones tributarias de su encomienda; prefería ·llegar a acuerdos en lugar
1557 los pueblos l~canas de Laramati denunciaron que los grupos veci- de establecer un saqueo no sistematizado, y en cierto sentido se intégró
nos estaban adentrandose en terrenos de caza suyos y muy valiosos< Con en la sociedad autóctona como patrón generoso y «redistribuidor». El
ayud~ de su en~omendero, Pedro de Avendaño, secretario del Vin·ey hijo de Maldonado exageró más adelante al decir que la impresionante
Y r~s1dente en, L1ma, lo~raron que el Virrey prohibiera la caza contra riqueza de los kurakas se debía a los reg8los de su padre. Maldonado
los lucanas anaamarcas, los yauyos, los huancas, los parinacochas y los so1ía apartar una tercera parte de _los tributos para redistribuirlos;~y en
pueblos de .la• costa en torno a la zona de asentamiento de los ¡ucanas los años de malas cosechas regalaba comida y eximía a sus encomendados
de L aramat1 1º. Los chancas de Andahuaylas, feroces rivales de los incas de varias obligaciones tributarüis ..A.portó la mnno de obra de sus escla~
vos y yanaconas a la construcción de un obraje textil propiedad conjunta
i3 Libro del Cabildo, 45, 50 y 51, 130 (respecto de otros casos 33 45 4g de sus indios y de un empresario español, y regalaba novedades eu~
120, 124, 132). ' ' , ' 61 , ropeas, como tijeras y vasos de cristal. En su testamento, l\-1aldonado legó
14
!bid., 61, 97, 100, 120; AGN, Tierras de Coffiunidades Leg 3 C 19 miles de cabezas de ganado a sus indios, En vida, el conquistador actuó
ff. 40 v, 42 e; BNP, A203, 1557, f. 65 v. ' · ' · ' l806,
15 como si fuera un etnógrafo agudo que aplicaba las normas indias de
AGN. DI, Leg. 2, C.17, 1573, ff. 178 r, 197 r 219 v-220 r
16 «generosidad» para crear dependencias y obligaciones «recíprocas>> de
~C, Doc. 1013'. 1,557. Los yauyos y los huan~as menCion~dos en este docu-
mento ~on los_ que v1v1an ei: Huamanga meridional (Chocorvos y Vilc¡¡shuamán'\
Y no sus homologas de la sierra central al norte de Huamanga. " 11 AGN, DI, Leg. 2, C.17, 1573, ff. 178 r, 197 r, 219 v-220 r.

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interCa1nbio. Los indios que trabajaban en sus tierras recibían, además
de .los pagos ~_costu1nbrados, «regalos» de maíz, coca, sal, ají, carne, trabajadores. El comprador de indios que trataba d.e exprimir el max1-
ov:ias Y, lana. Durante la recolección de la hoja de coca, que duraba mo de trabajo en el mínimo de tiempo, «entra comO lobo ha1nbriento)>,
vemte dias, Maldonado regalaba a los trabajadores ocho cestos de coca 1'. como decía un observador 22 •
Naturahnente, las alianzas no significaban que la vida estuviera exen- Sin embargo, esos abusos no deben cegarnos a hechos que eran evi-
ta de conflictos ní de abusos. Muchas veces, detrás de las negociaciones dentes para los propios pueblos autóctonos. Los grupos diferentes, a
se cernía la violencia y la lucha por el poder. En un cierto momento los menudo rivales, tenían que adaptarse de algún modo a la presencia es-
indios mataron' a un esclavo africano de Maldonado, y el encomendero pañola, especialmente si vivían cerca de la ciudad de Huamanga, en
encarceló a veces a las élites chancas. En 1542 un grupo de indios anM zonas estratégicas desde el punto de vista militar o a lo largo del camino
garaes se levantó y mató a su primer encomendero, .0.1artín de Escarcena. comercial que enlazaba Lima con Huan1anga y el Cuzco. La cooperación
Una __l~sta d~ n:iultas cobradas por funcionarios de Huamanga a partir o la alianza con los conquistadores de los incas brindaba al menos la
de 1:L)9 docun;¡_enta los episodios de violencia que tacharon n1uchas re- posibilidad de protección contra la violencia n1ás o:·xtren1a. Resulta sig-
laciones. En 1~61, Gonzalo Pérez se metió a caballo en medio de una nificativo que la mayor parte de las multas cobradi.s por abusos perso-
rr~ultitud de indios y arrolló a una mujer. Ese incidente no fue sino un nales de los indios no se impusieran a n1iembros del pequeño círculo de
eiemplo de los abusos personales que sometían a los indios a los lati- familias de la élite de Huan1anga, sino a residentes españoles, n1estizos
gazos, los saqueos Y las violaciones por parte de los españoles, los ne- y autóctonos de menor rango. Si bien las alianzas no crearon una era
gi;os, los meüz?~ Y los mulatos 19 • Además, las condiciones de trabajo po- idílica, sí ofrecieron, no obstante, los beneficios arriba esbozados: con-
d1an s~r pr1~1:1~as y <l;iras. ~a construcción de Huamanga en su em- tinuación de la libertad respecto de la dominación inca (o neoinca) y de
plazamiento In1c1al costo las vidas de trabajadores indios. Los encomen- sus exigencias de trabajo, privilegios especiales para los kurakas amigos
deros ~ amos de yanaconas, como señores conquistadores que aspiraban de los conquistadores y una ayuda muy útil en las rivalidades o los
a"' requisar la fuerza de trabajo de sus súbditos, tendían, siempre que po~ enfrentaniien'tos endémicos entre las comunidades y lo: grupos étnicos
d1an, a tr_a,tar. ~\su~_ ~utelados como si fueran propiedad personal suya 20. locales.
Esa_ relac1on 1n1por'a unas exigencias muy duras a los trabajadvres au~ O sea. que las relaciones inicialei;; entre los pueble~. andinos -autóc~
tóctonos a"' los_ qu~ C ~ntrolab"'an. El alquiler de trabajadores indios, 0 la
1
venra de subditos i:nn~os, creo unos negocios muy prósperos 21. El alquiler
tonos y los europeos contenían una mezcla incórnoda de fuerza, negocia-
ciones y alianza. Las partes en las alianzas postinC,aic se estudiaban
de la fuerza de;-, t:·~baJO de los indios alentó a sus explotadores, y a algu- entre sí en busca de debilidades o puntos vulnerables. ;iara ver hasta
n~s de los conq'.u1sradores que querían volver a España tras unos cuantos dónde llegaban las nuevas relaciones. En los prime1.os _:·~os, cada enco-
anos de saqueo, a pasar por alto la supervivencia a largo plazo de los mendero -acompañado de soldados si era necesariÓ- -:,pedía a su ca-
9ique [kuraka] lo que le pares9ía, y [el cacique] rregateava lo que
1
~ l~i~., ff~ 2~: r so~re rea~ent~1,niento; 191 v, 208 v sobre tierras y rebaños de podía». Los malos tratos y las extorsiones variaban <(conforme a la dili-
los incas, 19: ~ :;Obre 1nde1n1uzac1on; 208 r-v, 179 r-v sobre tributos; 195 v sobre gencia [y] codicia que cada [encornendero] tenía, y maña que se <lava
r~?a1os a ~a elite; 195 r, 226 r, 194 v, 179 r sobre distribución de comida y exen-
c1on de tributos; 194 r sobre n1ano de obra para el obrai'e· -:io9 v sobre , . .,
con sus yndios» 23 • Su mis1na ignorancia de los recursos a disposición de
'd · 194 b • - lJeras y las sociedades locales era en sí un freno a los conquistadores. La prime-
v1 ~~os; . v so :e regalos de ganado; 192 v sobre regalos a los trabajadores.
lb:d., ff. 19'.l r, 208 v, 215 v; Los A1ercedarios, ed. de Barriga, 4: 109· Libro ra visita de inspección de la región de Huamanga, reaEzada en 1549,
d~l Cabildo, 1;1; BNP, A336, 1559, passini (arrollamiento; entrada del 4 'de no- sólo reveló la existencia de 12.179 varones indígenas enÍre los quince
viembre de 15o1); Libro del Cabndo, 122.
y los cincuenta años de edad; varios años después, cuando la población
2D Los en_co~1enderos se consideraban agentes responsables personalmente de
'.as ta:·eas publicas fundan1entales. Para la construcción de una iglesia se auto- debería haber disminuido, Damián de la Bandera contó 21.771 tribu-
1mpus1eron ~na leva de mano de obra de 150 trabajadores indígenas. Más ade- tarios. Pese a sus notables conocirnientos y capacidades, Bandera tenía
lante se hanan c~rgo de la responsabilidad de aponar indios para llevar agua a
las ?~asas de la ciudad Libro del Cabildo, 21 y 22, 112 22 Do1ningo de Santo Tomás (1550), en Vargas, Fray Domingo, «Escritos>), 10.
- l~1d, 30, 31 64, cf. Ma1ie Heline1, ((Notas sobre la encomienda peruana Z3 Polo (1561), <1Informe al Licenciado Briviesca de Muñatones>), 157. Es
ez: el siglo XVI», en Revista del Instituto de Historia del Derecho 10 (Buenos probable que las observaciones de Polo se basaron en las pautas del Cuzco, pero
Aires, 1959), 124 a 143. ' véanse datos parecidos sobre Huamanga en Monzón y otros (1586), «Descripción .
de los Rucan as Antamarcas», 238.

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pocas opciones para obtener su información, aparte de la de preguntar de hoja de coca. El cabildo supervisaba las obras públicas, comprendidas
2
a los kurakas .;. Felipe Guarnan Poma de Ay ala escribió una acusación las reparaciones de los caminos. Como órgano político de la Glite de
lacerante de, los cofonos europeos hacia 1600, pero es significativo que Huamanga, el cabildo se ocupaba de poner freno a los abusos que podían
este duro critico indio de Huamanga elogiara a la primera generación de poner en peligro el futuro de la ciudad. La deforestación por 19s espa-
enc~n1enderos. Decía que :el conquistador «sentaua a co1ner y le daua ñoles, los negros, los yanaconas y los indios encomendados amenazaba
best1dos y rropa quanto quería a los prencipales [indios]. y se elaua con desolar el paisaje de Huamanga, En 1543 el cabildo prohibió la tala
o se perdía sus comidas le perdonaua a los indios pobres [sus tributos]», de determinados árboles en un radio de dos a tres kilón1etros (media le-
Francisco de Cárdenas, qu_e había mandado un ejército de 2.000 indios gua) de la ciudad n
contra los neoincas en 15¿t.1 dejó a sus indios miles de ovejas en su 5 Lo que quizá fuera más importante es que el cabildo asumió Ja tarea
punas de Chocorvos (Casi:rovineyba) y Vilcashuamán. Don Pedro de de asignar solares para viviendas, tiendas, huertas y jardines 28 :'y la de
Córdova, escribió Poma dé. Ayala, ayudó a proteger a sus pueblos luca- conceder n1ercedes de explotaciones agrícolas y pastos. Entre 1540 y 1543
nas de Laramati contra clérigos y funcionarios abusivos 25 • Los lucanas el cabildo concedió 42 mercedes de estancias y explotaciones ngrícolas
de Laran1ti, que siempre habían aspirado a ser «amigos de los españo- a 20 residentes 29 • En 1546 el municipio se apropió de tierras de comunes
les)), dieron a Córdoba una estancia enor1ne « [p] or muchas sueltas de «que ay alrededor deste pueblo que no están labi·adas de yndios ny estan
tasas y tributos que como encomendero les auia hecho y Perdonado» 26. pobladas)). Dieciocho vecinos importantes de HuDmanga recibieron por
Las partes en las alianzas postincaicas comprendían perfectamente que, término medio 80 hectáreas (casi 28 fanegadas) cada una 30 • Do~e años
en un s~ntido muy real, se necesitaban mutuamente. después, el cabildo distribuyó miles de hectáreas en las llanuras regadas
de Chaquibamba a más de 60 vecinos por 1o general encomenderos y
otros residentes 31 •
l,fl economía comercial inicial Los vecinos principales querían tierras y pastos para obtei!cr ·bene-
ficios de las opÓrtunidades con1erciales. Los tributos de la enCon1ienda
Al establecer relaciones de cooperac1ón con las élites y las socieda- ya aportaban a las ciudades cornida, pafios, productos de artesanía y
des autóctonas, los encomenderos, que aspiraban a ser una clase domi- meta1es preciosos 32 , Un encomendero que tuviera una buena c~sa en la
nante, echaron los cimientes de una economía y una sociedad coloniales ciudad y que poseyera una encon1ienda rural tenía pocos moti?os para
en Huarnanga. Para el decenio de 1550, los corregidores y otros funcio- ansiar una gran estancia con la que satisfacer si.is pretensiones s_,:::ñoriales
narios por nombramiento empezaron a asumir la responsabilidad de mu- de ascensión social. Pero la agricultura con1ercial brindaba posibilidades
chas tareas judiciales y administrativas. En consecuencia, el Estado co- lucrativas. La capital de Lima, la antigua capítfll incn del Cuzco y las
lonial, centrado en Lima, empezó a intervenir de forma limitada para prósperas i11inas de plata de Potosí (en Charcas) creaban mercados de
reducir la autonomía regional de las principales familias de Huamancra. productos a1imenticios, paños, vino, azúcar, coca, sebo, pieles y produc~
Sin en1bargo, los funcionarios coloniales tendían a concertar alian:as tos artesanales. La propia Huarnanga actuaba como un polo económico
con las personalidades poderosas de la localidad, y en los primeros años que atraía productos del campo. Por ejen1plo, el precio del maíz y de,}as
el cabildo, don1inado por los enco1nendcros, se había puesto rápidamen-
te a establecer normas y directrices para una sociedad colonial. En la Ii Libro del Cabildo, 132 respecto de la picota o rollo; 46 y 47, 12ó, 145,

plaz~ central,, las .autoridades ~nst~l~ron una picota pública o rollo para 184, 196 respecto de las reglamentaciones; 21 y 22, 4-2 y 43, 54, 62 112 respecto
la dispensa rituahzada de la Just1c1a. El cabildo limitaba el precio del de las obras públicas; 132 respecto de ln deforestnción.
2íl !bid., 35, 36, 38, 39 a 41, 43 u 46, 48, 51, 53, 54 a 59, 65, 72, 97, 121, 154.
maíz, contrataba el suministro de pan para la nueva ciudad, regulaba los 29 !bid., 40, 43, 46, 48, 52, 54, 56 a 61, 63, 73, 93, 120 a 122, 126 y 127, 130,
pesos y medidas Y trataba de impedir el fraude en las ventas de pan y 133, 153 a 155.
30 !bid., 179 respecto de la cita, 180 y 181, 182 y 183 respecto de la distri-
24
Bandera (1557}, {<Reladón general», 176; AGN, DI, Leg. 1, C.9, 1567, fo-- bución.
líos 20 r-22 v. 31 BPN. A203, 1557, fL 24 v·25 r.
25
Pon1a de Ayala (1615), Nueva coránica, 559. 32 Respecto de la asombrosa variedad de artículos incluidos en las listas de
26
Monzón y otros (1586), .:<Descripción de Atunrucana y Laramati», 227; tributos anteriores a 1570, vénse AGN, DI, Leg. 1, C.8, 1576, ff. 109 v-112 r;
AGN, TP, C.747, 1625, íf. 4y (cita), 16 r-v. Leg. 2. C.17, 1573. ff. 179 V·180 v. 184 v-186 r.
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patatas se duplicaba cuando se vendían en Huamanga en lugar de la le- --el lucro, en «dinero)) o en productos fácilmente intercambiables- q~e
33
3ana Y rural Lucanas • Mediante las mercedes, las ventas de los kura- motiva la producción éapitalista. Una sed insaciable de la <<mercanc1a-
kas, las negociaciones o la fuerza, los encomenderos y otros residentes dinero» (es decir, de metales preciosos) y la esperanza de hacer que el
europeos de n1enos nota empezaron a reivindicar tierras. En lugar de dinero «trabajase)> o creciese cautivaba ahora una in1aginación empresa-
co:isolidar u:1ª. única propiedad de gran extensión, los europeos solían rial en expansión. Los colonizadores del Perú podían aspirar a realizar
asignarse multiples parcelas -muchas veces pequeñas o intermedias- esas ambiciones mediarite la minería y el comercio, pese a la escasez· de
en tierras cuya fertilidad, idoneidad para cultivos muy apreciados como mano de obra libre asalariada. El capital comercial (entendido en el sen-
. la coca o el vino o ubicación cerca de la ciudad o de las rutas comerH tido de comprar (y producir) barato para vender caro, se convirtió en la
ciales pro1netían 1·ecompensas materiales. Los valles de Huatata, Yucay sangre de la economía .colonial 35 . Ni siquiera el obispo del Cu_z~o. podía
Y Viñaca, cerca de la ciudad de Huamanga, empezaron a llenarse de reH resistir a la tentación de vender miles de cestos de coca -of1c1almente
ba~os de vacas, ovejas y cabras, de parcelas regadas para el trigo, el considerada como prod~1cto censurable por la Iglesia- en los caros mer-
maiz, las verduras y la alfalfa, de molinos a tracción hidráulica, de huer- cados de Potosí".
tos de Írutales y de viñedos bien cuidados. Los encomenderos se atri- Por tanto, los euroÍieos buscaban oportunidades en la agric~ltura co-
buyeron haciendas y estancias en medio de los territorios <(nucleares» de mercial, la minería, las n1anufacturas y el comercio para enriquecerse.
sus sociedades autóctonas. Junto con otros colonizadores, también bus- Como ya hemos visto, los colonizadores de Huamanga pusieron su vista
c~ron tierras o pastos fértiles cerca del camino principal en Huanta y empresariales a los nuevos mercados en la agricultura. Antes incluso del
Vilcashuamán. Los en1presarios más dinámicos establecieron plantacio- descubrhniento del Potosí, en 1545, la coca se había convertido en un
nes de coca a lo largo de los límites orientales de Huanta "· cultivo comercial apreciado". Ya en 1541 Pedro Díaz de Rojas había
O sea, que el capital comercial estructuró la empresa y el desarrollo descubierto ricas minas de oro en la montaña de coca de Níayon1arca
~co~ón1ico~. Claro que en una so~iedad en la que la mayor parte de los (Huanta oriental). Las minas de oro atrajeron a buscad~res de .f,ortuna
indios pod1a producir para satisficer sus propias necesidades en las tie- llenos de pasión y de ,sueños de gloria; en 1545 el cabildo envio a un
rras_ del ayllu, la producción cap_italista era in1posible. La producción vecino iinportante a 1<3stablecer el orden y la autoridad en el estilo d_e
c:apítalistn se bas& en la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un vida violento y desordenado que siempre caracterizaba a los centros mi-
s~lario, no inducida funda1nentaln1ente por coacciones políticas, sociales neros 38 . El descubrimiénto de grandes yacimientos de oro y de plata en
n1 culturales, sino inás. bien por la necesidad ecc.:-:ómica. Los trabajado- Atunsulla (Angaraes) en 1560 y de minas de mercurio en Huancavelica
res, separados de las tierras y de los recursos necesarios para producir en 1564 convirtieron ~ Huamanga en una importante región minera por
su subsisiencia, o las mercancías necesarias para intercambiarlas por derecho propio. El cori.:Lador real de Huamanga se unió a los encomenQ.e-
productos de s~bsistencia, venden libremente su fuerza de trabajo para ros que se lanzaron a Atunsulla a extraer minerales por valor de decenas
ganar un salario vital. La producción capitalista basada en relaciones de millares de pesos. Varios años después, el 1 de enero de 1564, el en-
laborales asalariadas (el capital industrial, para distinguirlo del capital comendero Amador de Cabrera registró las fabulosas minas de mercurio
mercan!!!) era algo que sencillamente se hallaba más allá de los hori-
zontes sociales y econón1icos de los conquistadores. Sin embargo, las ., ..
35 Acerca de la distinción entre la del capital industrial o la producción capi-
en1presas coloniales de España y Portugal crearon un auténtico mercado talista y el capital comercial en contextos precapitalistas, véase J\.1arx, El Capital,
mundial y un siste1na con1ercial que desencadenaron el in1 pulso clave esp. el vol. 3, caps. 20, 36'y 47. Con10 señala Marx es importante disti~guir entre
la dinárnica del capital comercial en una economía capitalista y el capital comer·
cial que antecede al predominio de la producción capitalista. En el texto me re·
~ AGN,_DI, Leg. 1, C.8, 1576, ff. 110v respecto de los precios en 1563. fiero a esta última forma del capital con1ercial.
. Adeinas .de las fu~ntes que figuran en las notas 29 a 31 y 26, véase el 36 ADA, PN, Ysidro 1577, ff. 248 r-249 v. Respecto del carácter difundido de
Libro ~el Cabr.'.do, ~2; C1eza de ,León (155~), ,~arte J!rÍinera, cap. 87; Juan López 1
la actividad en1presarial, en los primeros tiempos del Perú colonial, véase Lockhart,
de Velas:o _(1)71-1J74), Geograf1a y descnpc1011 u1uversal de las Indias ed. de 1
Spanish, Perú, passirn.
Marcos Jimenez de la Espada (Madrid, 1971), 241 · BNP Z303 1578· BNP B75
16?6 ff 23 6 · A - ' ' • ' ' ' l7 Libro del Cabildo, 126.
- .' : V, 4 r, GN, TP, Leg. 1, C.8, 1J68; ADA, Corregi1niento, Causas 38 !bid., 50, 123, 142, 166; véase Gobernantes, ed. de Levillier, 1: 190. Acerca
Ord1nanas [Leg. 2], 1678, esp. f. 935 r·v; RPIA, ton10 21, partida XXXIII 330· 1

I~
BNP, A203, 1557, f. 33 v. ' ' del clima social en los centros mineros, véanse las multas recaudadas en Atunsulla
en el decenio de 1560 y registradas en BNP, A336, 1559.

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tosí 42. Sin el freno de las reivindicaciones incas sobre los campos de coca,
de Huancavelica. El mercurio, valioso porque servía para beneficiar el las sociedades locales ampliaron la producción ,Y las ve~tas de co~a. ~~
mineral argentífero extraído en Huamanga y Potosí, empezó en seguida grupo utilizaba la coca para pagar «el tributo q les cabia ... y con-~ qb
a circular como medio regional de intercambio, igual que la plata o el sobraua pagado el tributo se auian susten:ado)). Otro grupo ut~ i~a a
oro". Con el descubrimiento de grandes minas en el decenio de 1560, la coca que quedaba después de pagar el tnbuto para comprar oveias y
los empresarios de Huamanga empezaron a construir talleres textiles y cerdos 43. En el decenio de 1ssb, los chancas y A~rián de :~rgas,_ q~~
obrajes. Al cabo de quince años del descubrimiento de Cabrera, los en- era un empresario español, convinieron en constrtnr un ~.btaJe, prop1e
comenderos habían montado por lo menos tres grandes obrajes rurales dad a medias de los indios, que vendían parte de los te]ldos acabados
para abastecer los centros mineros y comerciales en expansión de Hua- su encomendero en el Cuzco •
44
• •
3
manga. En la cercana Andahuaylas, otro obraje venía abasteciendo al También en el plano indivicfual los indígenas re:cc1onaron de r_nanera
mercado de textiles del Cuzco desde el decenio de 1550 40 • Los encamen· . do a a la nueva e"ononiía colon in l. Para 1::i47' los trabaJadores
mnova r ~ , · · t d l
deros de Huamanga habían establecido redes comerciales con Lima desde y los comerciantes indios habían capturado una pa.rt.e lmpres1ona~~cto:
muy temprano, y el tambo (hospedaje para viajeros) de Vilcastuamán, 1 de oro de i'v1ayomarca a cambio de sus serv1c1os y sus pro .
en el camino inca de Huamanga al Cuzco, se convirtió rápidamente en un ~~:ºdinero, un europeo podía <<alquilar», trabajador:s indios pa:~ el t~an~~
importante centro comercial 41 • . 1 coca 45. Los comerciantes ind1genas cornan a abaste..,cr lay mi
Como de costumbre; los indios, en lugar de aislarse de esos aconte· porte Y ª . d H 46 y lo< artesanos
nas los centros comerciales dinámicos e uan1a~ga , ... ,
cimientos económicos, trataron de aprovechar las nuevas tendencias y y h b de los ayllus en busca de oportunidades en otras par-
oportunidades. Individual y colectivamente, Jos indios incorporaron la se marc a an d d Hu"mancra don
tes Los lateros se fueron con los en comen eros e "'1 ':' ' •. -
búsqueda de dinero y de beneficios comerciales en su existencia cotidia- de .su ofi~o estaba muy bien pagado. Los picapedreros~ estab~n b1:;"~ot1:
na, y en beneficio propio. Claro que las .sociedades autóctonas tenían que .. ,.,· - colnn;al 11 los artesanos autoctonos cah.i... ado~
zados en la cons t 1UC1.-l0 n ,,_, ~" '~ , ,._ ·-~·~r- .-.l.,, l_T,,,,._,.,,.,_
encontrar medios de ganar dinero para pagar los tributos en dinero de- · ··- -' · id 1 ··¡)'°'¡-Sao1-·::; \'.::"\ H1' ullua~ c,c _¡_1uo.01.-"'
<:"' convirt~eron en espec1a11sta~ lL ~ -" i ~ 11
bidos a lo:-; encomenderos. Pero los prilneros documentos ·aportan datos ,v . · 41
ve 1tea ·
Ya "

hemos visto antes que las «familias>) étnicas estaoa:1 enas


. h
,

la sociedad colomal ofre-


'

que refutan la conclusión de que las sociedades autóctonas participaron de tensiones y estratificaciones 1nternas~ a ora, ·- ,
con renuencia en Ja economía comercial con el único objeto de obtener , .b.l"dades a las personas descontentas d1~puestas a aban-
el dinero necesario para el tributo. Por el contrario, las comunidades die~ cia nuevas post u , l' Al busca
l soc1'edºd del ayllu o 3' afloJ:ar los lazos con e ta. , gunos -
d onar .a "' , ·E 1 · es
ron muestras de una actitud abierta, dinán1ica ~incluso entusiasta- que ron otras noslbilidades en la ciudad de Huamanga. n as .rn1nas, a vec
rivalizaba en osadía con la etnografía de aHcionado de Diego Maldonado ' , las lealtades de los mitmaq a las comumdades que los
se d esvanec1an ·
en Andahuaylas. Mucho antes de que los espafioles llegaran a dominar
Atunsulla, hacia 1560, comunidades situadas a bastante más de 100 ki- 42
AGN M' ería Leg. 2, .l\.y-acucho, 1622, f. 79 r; AGI, V, Lima 313, Do-
lómetros de distancia habían enviado mitmaq a extraer la «montaña de mingo de Sa~t~nTo~ás.
al R.enl C?nsejo fde 1 ~~s-ci~.ndt~~ lb~ª' L~~.d~~u~~·i;:· ~5;3e,
oro» abandonada por los incas. Los indios lucanas trabajaban las minas abril de 1562; AGI, VI, Lima, J29A, . .).)::> \, - , ' º
de oro y de plata locales en su propio beneficio, pero después denuncia- ff. 192 v-193 r. ., . AGN DI Leg 1 C.9:'- 1567,
43 Bandera (1557), «Relac1on general», 177, , , · ,
ron amargamente las exigencias de que se fueran a trabajar rnínaS de oro
españolas en lugares remotos. Los kurakas de Andahuaylas enviaron a ff. 1 r (res?ecto de la citaC), 137v.1"73 ff 19? v-193 r 193 v-194 r; cL BNP, B1441,
44 .A.GN, DI, Leg. 2, . , :i , · - ,
sus gentes a establecer avanzadillas étnicas en las remotas minas de Po-
163;5 ~ib\~2~~! CabiTdo,
193, 112; AGN, DI, Leg._2, C.17, 1573, f. 192v; Polo
ldo B··ivi"'~cn de Munatones)), 189.
-¡ · "" -·
39 Véase AGN, Minería, Leg. 2, Ayacucho 1622, ff. 55 r, 169 r-172 v, 192 r-v;
(1561), :Informe ··· a ..,t~~n~~~l· J~an cP~lo de Ondegnrdo (1562), qQrdenan:zas
46 Vease HC, Doc. 98 ' ' 1"' . 'n de libros docurnentos referentes a la
Fernando Iv1ontesinos (1642), Anales del Perú, ed. de Víctor M. Maurtúa (2 vols.,
de las. minas de ~uamangla)), Le.n Co,l~~~o) 4· 142· L/pez de Velasco (1571-1574),
Madrid, 1906}, 1:278; AGN, Minería, Leg. 13, Hua-qcavelica 1585-1595, Exp. l, historia del Peru (4 vo s., ima, · · , · ,
f. 49 r-v; Leg. 11, Huancavelica 1562-1572, fÍ. 254 r-255 v.
Geografía, 241. BNP Z306 1592 ff 490 r· ADA,
"' Véase BNP, 2313, 1616, ff. 164 r-165 r; ADA, PN, Romo 1577, ff. 202 r-204 r;
BNP, Bl485, 1600, ff. 62 r, 247 r; AGN, DI, Leg. 2, C.17, 1573, ff. 193 v-194 r.
Bandera (1557), «Relación general>}, 177;
47 '- . , N ~{in.ería, Le . 11
PN, Padilla, 1602/1613, f. 339 v; HC, Doc. 1014, 1'59, AG ' - g •
4 1 Véase Lockhart, Spanish Peru, 23; Lochart, The 1\1en of Cajan1arca, 297;
Huancavelíca, 1562-1572, f. 258 r·V.
López de Velasco (1571-1574), Geografía, 241. \O
10/19
Steve J. Stern
Ascensión y caída de las alianzas postincaícas 77
habían enviado a trabajar en yacimientos remotos de minerales·". El ani-
mado comercio de la coca llevó a los empresarios indios, y especialmente Los pueblos lucanas de L arama t'l, q ue forjaron , relaciones ·· ···· d'nosde parecían
amistad
con los encomenderos, aunqu~ .
a los kurakas, a unirse a los españoles en la creación de plantaciones pri- no con sus vecinos an I ,
vadas de coca 49 • cosas de los españoles» 52.
«inclinados a saber leer y escribir y saber la~ de un pueblo en la for-
De hecho, los kurakas eran los que mejor dotados estaban para apro- Dada la influencia de los d1oses-antepas". ~s icloriosos dictaba una
vechar las nuevas oportunidades. Los europeos necesitaban su coopera· tuna de los vivientes, la ahanza.:on los espa~~o es v ai·ustaba a una pauta
dina: incluso cuando se tra~
ción para estabilizar la colonia inicial y para extraer tributo y fuerza de d ,d des tambien Esa opc1on se
alianza con sus ei a , , 1 , r-.
trabajo de la sociedad del ayllu. Además, la élite autóctona gozaba de histórica de larga durac1on de a po rndcR an t lar ~gradar o apaciguar,
privilegios especiales precisamente porque sus «paríentes» los reconocían . ,. , ente tratar e con ro , ª
taba de enemigos, era rrecu 1 de sus dioses 53. Por con-
y no de destruir, las facultades sobren~ftu1~a ~sn receptivos a la religión
como tutores del bienestar colectivo de sus ayllus y comunidades. EJ in-
tercan1bio (<recíprocÓ» de larga data entre los hogares campesinos y los . l "'blos ~ndinos se man1 es.a10 ,
kurakas daba a las élites, como dirigentes privilegiados, los medios de siguiente, os pu: ª- , ·r cado en los términos de su propia
católica, aunque interpretaran su s1gn1 1 ., on los clérigos católi-
iniciar actividades remuneradoras en la economía colonial. Un observa- bl . ¡ ·ones de cooperac1on c
cultura. Esta ec1eron re aci lo autóctonos lucanas
dor bien infonnado calificaba a ras explotaciones pariiculares de coca de · la ciudad de Huamanga, s .
cos en el campo, Y en . . - io-lesia india· de Santa
«particular grangería suya». El poder de los kurakas, lamentaba el corre- de J\ndan1arcas const.ruyer~n la impresionan~ ;liarse con el panteón
gidor de Huamanga, les permitía «alquilarlos [los indios] como a bes- Ana"· El santuario simbolizaba. la volumad de'd los san.tos) política
tias y llevarse ellos el precio» 50 • Es cierto que si un kuraka violaba cons-
1 . d. ~
d l'd des religiosas (comp1en 1 os '
cristiano e persona 1 a . o exigía abandonar las
tantemente lo que sus parientes entendían como intercambio recíproco que -desde el punto de vista de os ;n 10;:,- n
justo, corría el riesgo de fomentar la emigración o la deslealtad. En casos d. · l de la SO"íedad autoctona. .
huacas tra 1c1ona es 1...-- • , d na sociedad colonia
extren1os, los indios recurrían incluso a las autoridades o ]os patronos . d. aron a la creac1on e u 1
Así, los in ios se sum . d i e o "01nercial Las alianzas
impulsada por la búsqueda de dinero y ae ;~st~n~~i~a no sÓlo mejoraron
coloniales para denunciar a un kuraka o poner en tela de juicio su auto-
entre indígenas y blancos dedla nud.~vaHeran1'nºa ºPa.r';:; ro·eár una variedad
ridad. En 1559, los funcionarios de Huarnanga multaron a uno de esos
, jefes con 250 pesos por «ciertos tormentos e muertos de yes;> 51 • Pero
, 0n c&.svs rnt:nos extremos. o cuando las sociedades autóctonas conside-
. , ¡
la capac1dao de os co oruza
1 ·
~
ores e u '' "'"
. :· -
-- ~ ~L
sino aue además re-
~
- . . d . .""" y relaciones 1..-ome1c1a1es,
impresionante e empic~as . _ . _, es decir, la vo-
raban que la alianza con los colonos europeos iba en pro de sus inte- forzaron las estrategias «abiertas» entre l~s ~uto~~n:~ar de abstenerse
reses, las iniciativas económicas de los kurakas no erosionaban necesaria-
luntad de aprovechar las nuevas oport~n1da ~~~ obi'eti~os de los indios
mente su prestigio o «influencia» tradicionales con los «parientes» ét- d todo contacto Como veremos.
nicos.
rencorosos e ·. f de cuentas contradictorios,
y los de los españoles eran diferentes Y. a m - , "omerial era
También en lo cultura] un amplio espectro de la sociedad autóctona b 1 ·f"Ípa,..ión andina en la econorn1a e '-'
refutaba de mala gana las imágenes de participación en la socÍedad co- pero, no o stante, a pa1 ¡~ .' b. . l e trada del capital comer-
lonial. Los indios daban n1uestras de una actitud <{abierta>} hacia la cul- un hecho indiscutible. Los indios a 1aza1?~ ah n , t rde que era eI
cial en el escenario . an d'ino, J1 n 0 descubr1r1an . asta . mas ªla alianzá'~ con
tura y la religión europeas. Naturalmente, los yanaconas, que se convir-
b d la muerte Los enco1nenderos adv1rt1eron que
tieron en los sirvientes· personales de Jos amos europeos, aprendieron
con facilidad los estilos europeos de vestir. así como su religión y sus
~asr~~~es ey las sociedades locales podía servir para sentar las bases para
costumbres_ En la sociedad del ayllu. los kurakas iniciaron la tendencia
hacia la adopción de símbolos hispánicos. La ~lite autóctona se aficionó .
51 Véase Matienzo (1567), Gobierno, 27 a 30·, LHC , Doc.
, .. 1015, 1557; Monzón
226 (cita).
~ . ,·, d Atunrucana v arama11J}, .
a las mulas y los caballos, que alünentaban con los excedentes de maíz. y otros (1J86), {(Descnpc1on ... e ,· , 1582). idnstrucción para descubnn>, 1 ,
53 Véanse ejemplos en Alborno~ (c'.rca
7
mb1'.es 130 a 135. Sin duda, a veces
18 20, 35; Avila (circa 1598), Dioses _Y ha. ~, 1 s deidades enemigas.
48 los' grupos ana1no
,. s optaban' por desafiar d1rect"1nente a ª
ADA, PN, Peña 1596, f. 311 r; AGN, DI, Leg. 2, C.17, 1573, f. 193 r.
Véase Hen1ming, Conques!, 240 a .2~~· d•
49
Polo (1561), ((Informe ... al Licenciado Briviesca de Muñatones», 189. (1557) (<Relación generah>, 176; Ma-
Citas ibid.; Bandera (1557), <(Relación generaL>, 180 (véase asimismo 177). 54 Véase HC, Doc. 1009, 1557, ar:_ era , loni~l (A. acucho, 1924), 69 y 70;
nuel J. Pozo, JJistoria d~ Hua1nan.~a, (e'.ocaf ~~e Six:ee1~t~ Century (2 vals., New
55Q
1 BNP, A336, 1559, asiento del 13 de octubre de 1559.
cf. George Kubler, Mexican Arclurectu1e o
\\ Haven, 1948), 2:417.

11/19
78
Steve T, Stern ., y e a1'da de las aHanzas postincaícas
Ascens1on 79

la explotación colonial, y hasta más tarde no descubrirían que esas bases de estilo andino, para obtener artículos que más adelante suministraría
eran inestables y que la presión podía cuartearlas.
, t nal más hispanizada. 'b
una econom1a ar esa . b', fin de obtener sus tri u-
La documentación sugiere tam ,1en que, eªspetar por lo menos, algu-
. menderos ten1an que r ' '
Trabajo y tributo al estilo andino tos ' los primeros enco d. · 1 s que reg1an , e1 traba¡·o ' y los «impuestos»
nas de las normas tra 1c1ona e d s11s derechos exclusivos a las
h iguieron conservan o , f' d
El problema era que, conforme a los términos de las primeras alian- 'andinos. Los ogares s . el a llu ara el consumo local; a m . e
zas, la economía colonial seguía dependiendo casi totalmente, para la cosechas producidas en tierras dl y 11 ~ aportaban tiempo de traba10
obtención de productos y de mano de obra, de un sistema social andino pagar el tributo los. hogares y ~;. ay unte para satisfacer a los domi-
organizado y controlado por actores sociales, relaciones y tradiciones an- en otras tierras des1gnad~ esped~l .1camle ºTI te esas prácticas haOían pro~
11 d de fuera Tra 1c1ona m... , - · .
dinos. En Huamanga, el aparato estatal colonial no se había arraigado ::na dores
. 1ega os 11 los horrares· cont.i a e1 pago de tributo en especie con -
sino parcialmente, o nada. Pese a la presencia de funcionarios coloniales ,teg1do a os1 .ay us y . º . 1·lmen tos a1macenados para 1os , anos
d bs1 "tenc1a o a a
venidos de fuera, y de listas oficiales de tributos, en el decenio de 1550, •
0
carcro a cu t1vosh e u su agudo ~ observa dor de la vida andina comento . ._que
los colonos no podían contar con el Estado para organizar un nuevo sis- de malas cosec as. n nidad para trabaJar quince
f · ,
~ d d en tributo unas cuantas pata·
desplazarc.:e corno comu
tema económico que les canalizara los productos y la mano de obra de los indios pre er1r1an
días en otros campos, en 1lugar e ce erpi'o- consumo 58 Los elogios he·
los indígenas. Por el contrario, los autóctonos «pasaban por encima» de 1 f · ·a para su pro ' ·
los colonos locales y pedían dictámenes favorables de los funcionarios tas cultivadas por a am111 1 .. os encomenderos de Huamanga
P de A.y'ala de os pnmer •
de orientación metropolitana, en Lima y Espafia. En lo esencial, en Hua- chas 1por
. . orna1 cra ,de los tri . 'b utas
. de los indios ~ en los malos años pro-
manga el «Estado1)
55
seguía siendo la responsabilidad personal de 25 en- por a iv1ar a ca~º . cídad o la indisposición de los encome~­
comenderos y de un puñado de funcionarios cooperadores que, como bablemente refle¡aba la mcapa ·adas E'1 Andahuaylas, Diego
;,deros de -ehm1nar .una . 'ana ~ n"'"ccsar1a
. . 5 norma<.-: tan consag1' ·
1

representantes del ¡·ey, trctJaban de gobernar la región. En esas condicio- . pala--··". J,_.--,,r
.iüL-c
1os 'Ce]idos_.que
.
les
13 1
nes resultaba difícil reoi-denar la economía autóctona. tvlaldona_·do aportaba , .'"' da ºX"epcíona1es en absoluto en
d b, s9 E~as oract1cas -na ""' . . . ·
En cambio, los colonizadores consideraban más viable basar su ex- indios le « e 1an» · ~ ~ d 1 ·a éú -re<::petaban la norma
d 1 . e -o-: tiempos e 1a coionic ·· .
tracción en tradiciones seculares andinas. Como ya hen1os visto, los en~ el Perú e os pr1m· I - portaran a sus dominadorps tiempo de trabajo, d ' • ..... -

comenderos y los kurakas negociaban acuerdos sobre tributos. Las listas ., de que los campesinos a
. rimas ni pro d uc t os locales de "Ub"Í"tencia. ~ - Los grupos
~ y, no. mater1as
w

más formales establecidas por los funcionarios en los decenios de 1550 - d".1s t ri'b u1'an tributarias -com-
p
1 omunidad\;s , - las oblicrac-ionesb
y 1560 tendían a incluir una variedad asombrosa de artículos, mucho etn1cos y as e ¿· tr ellos por ayllus, conforme .a 1as
prendidos los tributos en inero- en .e
más impresionante que los contenidos de las listas cortas de tributos a d. . 1 61
partir de 1570. Además del oro y la plata, los alimentos, los animales prácticas tra 1c1ona es . - ~ 1 b as públicas, los transportes y la
y los paños de las listas a partir de 1570, los primeros tributos compren- A Íin de extraer traba JO para. , as o r a Hcar una política parecida.
. 1 Jonizadores ten1an que P ·
dían artículos como platos de madera, jarras, artesas, sillas, calzado, ta- agricultura, os co ' tes de cuerdas va o-astados,
t dos k~s caciques [kurakas] e yndios
· l _ puentes co1eran ' • º
labartería, sacos grandes, maromas, cojines, alfombras y látigos 56 • Esta Con objeto de reconstruir ?s
diversidad no sólo revela la capacidad de las sociedades autóctonas para el cabildo ordenó «que se 3unten ~o d 11 los oue son oblir.rados a hf?_cer
. . y :untos se sepa e os i • ~ ]
incorporar nuevos productos y oficios en la organización de su vida eco- desta
las puentes ... dee as
prov1nc1a tiempo J
antigo .
e se1es m andp.... a los dueños [europeos
nómica, _sino que también pone de relieve la dependencia de los europeos
respecto de las comunidades indígenas, regidas por relaciones laborales
~... al L'1c_e~c1a: d o Briviesca de Muñatonesi>, lo 9 ·
(1-- 71 Rela,..ión generah> 179. ,.
Bandera
57
Polo (1561),'.'.l:J «Inforn1e
58 , <(
ss El número de encomenderos no era totalmente estable en los primeros años "'AGN DI Leg. 2, C.17, 1573, f. .85.r.
los la25.fundación de Huamanga en 1539, pero
atras · generalmente oscilaba en torno ' ' d' De indio a ra1npes1no, 31 a 60. h
éO Véase Spal 1ng,_ d 1: 70 1j 72 en Andahuay1as y Parinacoc. a en
Respecto de lfls listas de tributos en los decenios de 1550 y 1560, véase AGN, 61 Véanse ejemplCos17cla~~;3 erf J181 ~ a 183 V; YC, voL 5, f. 62 v; cf. BNP,
56 AGN, DI, Leg. 2, . , ' ~ · ·
DI, Leg. l, C.8, 1576, ff. 109v·l12r; Leg. 2, C.17, 1573, ff. 184v a 188v. A236, 1597, ff. 20 r, 22 r.
12
12/19
81
Steve J. Stern Ascensión y caída de las aliam..as postinca.icas

'd d de los crrupos étnicos. En el primer año


dellos que den yndios ... conforme a los repartimientos pasados» 62 • Los portavoces de las comun1 a es Y _ b. d · dios para que trans~
kurakas, en su papel de tutores y jefes, se convirtieron en los mediadores habían dado a Mal donado llamas y t_ra ªlªE ores brnble que una lista de
, p t s' y a Lima s pro a
indispensables de las relaciones laboráles. Para «alquilar» indios que portaran merca d er1as a 0 0 1 · . . - b el nún1ero de tra-
transportasen mercaderías o trabajasen los campos, los europeos muchas tributos de 1552 sisten1atizara norn1as anter101e;:i so re b . en las es-
d' rb . para que tra apsen
veces tenían que llegar a un acuerdo con los kurakas, en lugar de contra- bajadores que los ku~aka~ po ¡~ns ~ ~¡"rsprvicio doméstico de Maldona-
tar a los trabajadores directan1ente. Todavía en 1577 un contrato indíca tancias, los huertos, . as acie:1 a . l l~ éxito de Maldonado guardaba
que la in1portante familia Cárdenas no podía contratar por su cuenta a do ro Como hemos visto anter1or1uen e, e R ba la
. - t ta etnoo-rafía an1nteur. "-ecompensa
los trabajadores que necesitaba en su~ estancia de Chocorvos (Castro- relación directa con una as u _ 0
o- ,· ba acuerdos con los ku.
virreyna). Un kuraka prestaba 27 <(parientes» a esa fa111ilia y recibió los cooperación , con <<regalos» y .fa.~or~~Ív~:~~c~~nas tradicionales.
162 pesos que se les debían al cabo de. seis meses de trabajo (es de su- rakas y tend1a a respetar dlas .p1e1 eogl,., mayo•<l"' , d ., '"s c.v.~ed"n'"s
. _, ,_,...,...., agrícolas
poner que después el jefe distribuiría seis pesos a cada uno de los tra- Quiz2i no sea sorpren ente qu ~a 'd :¡ ~
·oporción cons1 era o e "
d; '-'í

Íos tributos en metales


~...,

bajadores) 63 , y artesana 1es Y una P1 d di'era nlucho de la capacidad


, ]' do< a los europeos epe1Y
Pero, evidentemente, no debernos exrigetar la situación de dependen~ preciosos cana 1za " .. d b ·a de sus parientes conforme
cia en que estaban los europeos. Teníar~_ diversas opciones, y las utiliza- de los kurakas para movilizar la m~.no te· ºd.1c1· anales Lo que resulta más
expectativas ana1nas ra 1 · ,
ban. Además de un número in1presionante de yanaconas, podían recu- a 1as normas Y 1aS · ' -< d. árnicas de la econon11a
. , • so en los sectores mas 1n
rrir a los servicios de esclavos o de mestizos y de otras personas a su llan1a~1vo es qu~ in~1u l anufacturas textiles- los europeos no pu-
cargo de sangre mezclada, o explotar a Jos autóctonos a nivel individual, colon1al -la m1ner1a y .las r:1 t d los kurakas Las n1inas y los
directa1nente por extorsión o mediante un acuerdo. Pero, para las em- dieran superar su dependencia ~i .
respec o e
~ , ,_ · t, · cos para e crec1m1en
1 . . . to de una
presas ambiciosas, esas opciones no podían sino complementar, y no obrajes eran cenr:·os neur~ g1co:::; S~srra e~~ go la corriente de voluntarios
sustituir, }a mano de obra de los indios encomendados del ayliu. En el ~conon1ía comercial fl~re~1ente .. _1~ e~1 r o, bastaba para asegurar una
caso de la estancia de Cárdenas, los 27 pastores de la encomienda eran . d r ·r para trabajar en .~s minas n . 1
o e ram1 ias . . , , . t E 1562 una comisión especia
muchos más que los <{synco yanaconas y_ quatro yos vaqueros» de toda f . de trah"10 .:reo-ular y si-._ .c1e.n e. n . b'l'
uerza_, . _, ._..<'"'J º .- . 1 s minas de I{uan1anga y esta i izar una
la estancia &i. Además, aunque un encornendero tr.s.-tz_r directa- intento sm exH? reform~r a '-59 A ador de Cabrera tuvo que ne-
n'.!er:te con lvs indígenas uno por uno para que- trabajaran en sus estan~ fuerza de traba JO. Todavia en ··-~on;ien~a a fin de contratar los indios
cías y haciendas, la posibilidad de que lo lograse estaba en función de gociar con los kurakas de su ' '" , ¡ ¡· El corregidor
b · I~- -. minas de I- uancave ica.
un espíritu general de cooperación con L1s sociedades autóctonas con10 que necesitaba para tra aJar e::: • d H a oa lano-ui~
. b de que los ricos yaci1nientos n11neros e uam no º
un todo, encabezadas por sus jefes. Por ~jemplo, los hábiles Maldonado se queja a - oo
d . ·o ·naleros»
de Andahuaylas podían conseguir trabajadores individuales, que se ocu- decían «por falta de yn !OS J r . f decen1·0 de transiw
d · de 1570 -que ue un
paran de los distihtos rebaños, del cultivo del trigo y la cebada, de la Bien entrado e1 . ecen1.o dían de los kurakas para que les
cosecha de la hoja de coca, etc. Esas relaciones tenían a veces el matiz ción- los empresarios ern opeos .depen H . : G i!lén de Men-
, d 1 obr·11es En 1567 ernan u .,,
de un intercambio directo· con los indígenas a nivel individual, que a
ca1nbio de su trabajo obtenían co1nida y dinero. Pero muchas veces los
~~:~ª~~;g~r:bua~aa~~·::d~ e~~ los ~indi.os tanquíl~'uas Cde, su e~comi~~ d~¡f::: 1
60 . d. para su obraje « aca1natca»
indios no trabajaban por dinero, sino para pagar las cuentas tributarias rotar una ~uerz~ ded 1:1 i~~ Castrovirreyna, los kurakas de la fa111ilia
colectivas convenidas con los kurakas. Incluso en los casos en que los huan1án. Diez anos espues,
indios de su enco111ienda recibían pagos inüíviduahnente en dinero o en
especies, el acceso de Diego Maldonado a su trabajo se veía facilitado . C.17, 1573, ff. 179 r~v, 186 v-187 r, 191 r-192 v,
65 Véase AGN, DI , Leg' 2 -
por la aprobación previa de esas relaciones por los kurakas, como 207 r-v, 2.13 r, 216 v~17 r. V'll"' a Las níinas de Huancavelica en los sigl~s XVI
66 Gu1llen:io Lo man~ ~1-n '92· Polo (1562), «Ordenanzas de 1us mina~ de
62 Libro del Cabildo, 40. y XVII (Sevilla, 1949), 8, y T S
, (1562) en Va1gas Fray Domingo,
63 Bandera (1557), ({Relación generab>, 180; ADA, PN, Romo 1577, ff. 331 v Guan1anga», 139 a 151; Domin~·ºi· de,, anLtog onl1las I-Iuanca~elica 1562.1572, f. 62r;
. 62· AGN ;v ineua e . , L .. .
a 332 v. Cf. tres contratos inscritos en el Cuzco en 1560, en Revista del Archivo (( E scritos>1: 57 a ' ' - V, ' , . Gobernantes ed de ev1l11er,
Histórico 4.4 (Cuzco, 1953), 25, 31, 32. BNP, A603, 1568, f. 23 V (cita). ease, as1n11sn1 0 , , .
"' ADA, PN, Romo 1577, f. 332 v. 2, 573, 578.

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82 Steve T. Stem Ascensión y caída de las alianzas postincaicas 83

Cárdenas aceptaron aportar 40 adultos y 50 nmos para trabajar en un la capacidad militar española en Cajamarca y en otros lugares, Y con
nuevo obraje. Los contratos que dependían de relaciones andinas para alguna disposición a ayudar a las sociedades locales a p:on:over 1.os in-
movilizar una fuerza de trabajo estaban condicionados por las normas tereses étnicos, parecía sensata en su momento. No fue n1ngun accidente
tradicionales que regían el trabajo en las sociedades locales. En esos que en los primeros decenios surgiesen figuras con10 Juan Polo de Onde-
casos, ni el encomendero, ni un estado colonial, ni uno ni dos kurakas gardo y Domingo de Santo Tomás. Como colonizadore_s. experimentados
principales podían requisar la mano de obra de ros indios del ayllu que y astutos, exhortaron a la Corona a basar su explotac1on de ~as econ~­
constituían una comunidad o un grupo étnico, El acuerdo entre los jefes mías autóctonas en el respeto de las relaciones y las prerrogativas tr~d1-
de los diversos linajes -vinculados entre sí y con su pueblo por las ciona]es de la sociedad andina. En la mayor medida de lo compatible
perspectivas y los intercambios seculares de parentesco local y recipro~ con los intereses de la Corona, la poHtica real debía extraer los produc·
ciclad- era lo único que podía comprometer a ilos indios del ayllu a tos y la mano de obra excedentes de las economías autóctonas existen-
68
trabajar en el obraje. Un contrato celebrado en; Hriamanga dejó cons- tes, en lugar de reorganizarlas ni controlarlas directamente · •
tancia de la aprobación formal de siete jefes diferentes; un contrato Para los _conquistadores, la extracción de un excedente mediante :a
análogo concertado en otra región deja constancia del acuerdo unánime alianza con los dirigentes de unos sistemas económicos autónomos Y n;-as
de 16 kurakas y principales. Resulta significativo que los kurakas de bien ricos era la vía realista de n1enor resístencia, pero pronto llevo a
Cárdenas enviaran a un jefe menor a supervisar la productividad en el un callejón sin salida. Los kurakas contro1aban los ?l~ocesos bási~co7 de
nuevo obraje. En el decenio de 1570, al contrario que en años ulteriores, producción y reproducción que sustentaban las pos1c1ones econom1cas,
Antonio de Oré tuvo que designar a indios principales de su encon1ien~ sociales y políticas de los colonizadores. Si los kurakas n.o. e~·an en abso~
da, y· no a europeos ni mestizos, para dirigir su obraje de Canaria luto «lnferiores>) a los europeos, sino que de hecho d1r1g1an las rela-
(Vilcashuarnán). Las élites autóctonas supervisaban las relaciones de tra- ciones sociales y las eco~o111ías dinámicas fundamentales para la s~~~r·
bajo en el interior del obraje y adaptaban las téq;'1icas tradicionales an- vivencia cie 1s empress c01onizi1, ¿por CJlH? ib2n ?. ?.cept2r '-"!!l::t pos1c10n
dinas a la manufrrcturu de textiles 67 • subordinada en la sociedad? Por el contrarío, los cargos indispensab~es
Los colonizadores, aislados de la red tradiciqriaí de reciprocidades que desempeñaban tendían a reforzar su actitud de aliados colaborac10-
entre «parientes» que movilizaba la mano de obra y ponía en circula- ~istas, y no de inferiores dependientes. En un sentido n1~1y real, los
ción los productos en las «familias)> étnicas andin~s, y sin poder reorga- colonizadores siguieron siendo elementos forasteros, extran1eros, super-
nizar la economía autóctona ni. controlar djrectan1ente los elementos bá- puestos a una economfa autónoma en la que no servían de mu:ho. Como
sicos de la producción, no podían hacer mucho más que confiar en su veremos n1ás adelante, esa limltac;ión no era de buen augur10 para .la
alianza con los kurakas. Aunque los europeos aspirasen a cargar con. hegemonía de una clase con aspiraciones .ª ser la dorr:jnante, es decir,
la tarea precaria de reordenar internamente la economía autóctona, los para su capacidad a largo plazo de dominar una sociedad y capturar
límites de su posición los obligaban a recurrir a la capacidad de los ku- la riqueza que ésta producía. En cuanto empezaran a des~parecer las
rakas para convencer a sus parientes. I\1ediante el cultivo de relaciones ventajas específicas de la alianza de los kurakas con los esp.anoles -por-
de colaboración con los gestores de las economías autóctonas autónomas, que los europeos exigían demasiado o .porqu: la re~ andina de ?a¡:.en-
los colonizadores de Huamanga podían recibir una parte de la riqueza tesco resistía a las exigencias que le 1mpon1a la alianza- el s1stema
y de la fuerza de trabajo disponible en las dinámicas economías locales, colonial entraría en crisis. La dependencia de los europeos respecto de
sin tener que organizar un aparato estatal impresionante ni reordenar la las élites autóctonas para tener acceso a una mano de obra explotable
sociedad local. Tanto si el carácter de la alianza era más voluntario en la agricultura, los transportes, las obras públicas, las :nanufact~ras
como si era más forzoso, los jefes utilizaban su prestigio tradicional para y la minería revelaba el carácter artificial de la hegemon1a extran1era.
1novilizar una corriente de trabajo y de tributos hacia Ia economía co- La economía erigida por las alianzas postincalcas era muy vulnerable
lonial. Esa estrategia, combinada con una exhibición impresionante de a los canibios en la política de cooperación de los indígenas. La desi1u-
67 BNP, Z313, 1616, ff. 164 r-165 r; ADA, PN, Romo 1577, ff. 202 r-204 r, 6S Santo Tomás, adversnrio de la encomiendn, era el partidario más ext.remo
esp. 203 r-v; BNP, A455, 1571; BNP, B1485, -1600, f. 61 r; Iviiriarn Salas de Coioma, de esta opinión. Acerca de estas dos persona1idades, véase M~rra, Forn1_ac1on:s,
De los obrajes de Canaria y Chincheros a las coniunidades indígenas de Vilcas- 285 y 286, 306 a 311; Patricia f. Bard, ((Domingo de .santo Tornas, a .span1sh fnar
hua1nán. Siglo XVI (Lüna_, 1979), 99 y 100. in lóth-Century Peru}) (Tesis de licenciatura, Universidíld de Columbia, 1967).

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Steve J. Stern Ascensión y caída de las alianzas postincaicas 85

sión con los europeos podi'a augurar el de sas t re. y , naturalmente, llegó a un promedio de quizá el 0,5 por 100 al año o menos, o sea, a un
la desilusión y llegó el desastre. 20 por 100 en todo el período de 1532 a 1570 70 • Estas pérdidas plan-
tearon dificultades a un sistema de agricultura con gran densidad de
mano de obra, pero no fueron desastrosas en sí mismas. De hecho, las
Contradicción y crisis ricas econo1nías pastoriles de Lucanas, Chocorvos y Vilcashuarnán ac-

A fin de comprender por qué llegó la desilusión, hemos de recordar


q~~ .las alianzas entre los indígenas y Jos blancos siempre habían sido
¡ tuaron como una especie de «seguro» contra la reducción de la fuerza
de trabajo disponible para la agricultura 71 • La adaptación con éxito a
las condiciones coloniales había permitido a los indios de Huamanga
dif1ciles .~ contradictorias. Los encon1enderos cultivaban relaciones de 1 mantener las relaciones y la productividad económica tradicionales. Las
cooperac1on con los jefes y las sociedades locales a fin de gobernar en inspecciones realizadas en Humanga en el decenio de 1560 descubrie-
los .Andes Y de extraer el máximo posible de riqueza. Los autóctorÍos 1 ron muchas huacas locales probablemente sustentadas gracias a la con·
andinos acepraban un_a alianza con los extranjeros victoriosos como fÓr~ servación de los derechos sobre las tierras, los animales y la mano de
ma de fome~tar los intereses locales y de lin1itar las exigencias y ios obra del ayllu. Varios años después, el Virrey Francisco de Toledo se
abusos coloniales. Las contradicciones de ]as alianzas postincaicas pues 1 sintió tan irr1presionado ante la riqueza de 1os pueblos lucanas de Lara-
portaban en ~u sen? ~as sen1illas de una grave desilusión. La vi~lenci; mati que casi triplicó su cuota del tributo. Es probable que los kurakas
Y Ia _arr~ganc1a en,dem1cas en l~s _rel~ciones iniciales de los europeos con de Huamanga se sumaran a otros jefes andinos en el ofrecimiento al
lo~ indios advert1an de las hm1tac1ones para arnbos bandos de esas Rey Felipe lI de un soborno enorme a cambio de eliminar el sistema
allanzas.
1 de encomiendas: 100.000 ducados más que cualquier oferta que le hi-
~n. _muchos. sentidos, .ª Ias socied~des autóctonas de Huamanga les cieran los encomenderos españoles 71 •
~a~1a 1do rel~tivamente bien en sus alianzas con los europeos. Sus adap- Sin embargo, la alianza con los europeos había creado unas tenden-
ra~1ones las liberaban de vínculos onerosos con los incas, les aportaban cias ominosas. En primer lugar, aunque las sociedades locales de Hua-
ahados "en __:u~ csnnbates con grupos autóctonos rivales y les brindaht111 manga habían capeado relativarrú::nte bien los--e.fg:c.to...,·- de las epidemias;
l~ 0p0rtLi:li;jJJ de ucun1ular riqueza en forma de metales preciosos. Lo~ - las guerras, las emigraciones y la decadencia demográfica, no obstante
efectos sum~do_s. de enfermedades epidémicas, guerras y emigraciones d-e se trataba de acontecimientos inquietantes. Económican1ente, las reduc-
yanaconas s1gn1f1caron un desgaste para los centenares de miles de indi- ciones y las fluctuaciones impredecibles de la población disponible para
gena.s de Huamanga, pero la decadencia posterior a la conquista no fÚ:~ los trabajos loca]es constituía un n1al augurio para el dinamismo a largo
tan irre~ocab~emente devastadora con10 en otras zonas andinas. La prÍ- · plazo de la sociedad basada en el ayllu. Un cierto nivel previsto de
mer~ epidemia del .Nuevo Mundo, que quizá fue la más devastadora, energía humana disponible constituía un requisito previo del manteni-
llego a la zo.na andma a mediados del decenio de 1520, bastante antes miento de las prerrogativas econó1nicas, las relaciones y los intercambios
de la c?nqmsta europea de 1532. Pese a las epidemias de tifus 0 de
peste, viruela Y gnpe que convulsionaron a los Andes en 1546 y 1558- 70 Véase Noble David Cook, «The Indian Population of Peru, 1570-1620:.,
1559'. los pu_'.'blos lucanas de Huamanga meridional afirmaban en el (Tesis doctoral, Universidad de Texas en Austin, 1973), 238; John H. Ro\ve, {(Inca
decerno de h80 que de hecho su población había aumentado desde el Culture at the Time of the Spanish Conquest);, en Handbook, ed. de Steward,
remado turbulento del inca Huayna Capac (1493-1525) "· Respecto de 2: 184. Véase, asimismo, el comentario metodológico en Daniel E. Shea, «A De-
H~a1nanga con10 un todo, una alta tasa de natalidad, Ia inn1unidad re- fense of Small Population Estünates far the Central Andes in 1520», en The
Native Population of the Arnericas in 1492, comp. por \Villiam M. Denevan (Ma·
lativa de zonas ren1otas y n1uy altas a la enfermedad, una política astuta dison, 1976), 157 a 180.
y la buena suerte ayudaron a reducir las pérdidas demográficas netas 71 Sobre la importancia del ganado como una especie de recurso de seguridad

contra las dificultades en la agricultura en Huamanga y en otras partes, véase


Bandera (1557), «Relación generahi, 177; 1v1urra, Fonnaciones, 202 y 203.
tS Yéase Henr~ F. Dobyns, (<An Outline of .Andean Epidemic HÍstor to 1720 72 Véase <<Relación de Amancebados, Hechiceros y Hµacas» (1584), en Las in-
Bullet1n of the H1s1ory o/ Medicine, 37 (1963), 494 a 497 499 a 50l·y M , », formaciones de Cristóbal de Albornoz: documentos para el estudio del Taki Onqoy,
ot:os. (1586), {(Descripción ... de los Rucanas A.ntarnarcas»' 238· id (Í586~nz~ y ed. de Luis Millones (Cuernavaca, 1971); Tasa de la visita general, ed. de Cook,
cnpción · · · de Atunrucana y Lararnaii», 227. ' ' · ' (< es- ·
1 \S 261; Hemming, Conquest, 386 y 387.

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86 Steve J. Stern Ascensión y caída de las alianzas postincaicas 87

tradicionales que vinculaban a todos los productores. Ideológicamente, !izaban sus puestos para promover sus intereses ComerCia1e·s-, 1 ,¡:---,-~l prin-
las sociedades andinas tendían a interpretar la desgracia -especialmente cipio, es probable que muchas comunidades aceptaran la necesidad de
la enfermedad o la muerte prematura- con10 resultado de unas rela- una alianza con los clérigos. El aliarse con los europeos s1n cooperar
ciones sociales «desequilibradas» y disfuncionales en el seno de la co- con los dioses de éstos carecía de sentido desde el punto de vista andino.
munidad de grupos de parentesco y dioses. Se consideraba que la enfer· Las poderosas deidades cristianas habían derrotado a las grandes huacas
n1edad, en especial, era obra de huacas airadas o a las que se había andinas en Cajamarca y, al igual que los dioses autóctonos, podían a~rr:enH
descuidado. La guerra y las epidemias evocaban el espectro de relacio· tar o reducir el bienestar material de los vivientes. Como los cler1gos
nes fundamentalment,e malas que podían provocar una gran catástrofe católicos mediaban en las relaciones con el panteón de las divinidades
mucho más devastadora que las tendencias anteriores. cristianas (incluidos los santos) que afectaban al bienestar cotidiano, los
En segundo lugar, las relaciones coloniales creaball hun1il1aciones y 1 indios no rechazaban a los curas ni a sus exigencias sin más ni más.
dependencias que socavaban la 1ibertad étnica lograda gracias a la libe- P-ara el decenio de 1550 la sociedad rural estaba salpicada de iglesias
ración respecto de la hegemonía inca. .A.de1nás de los abusos y de las y de cruces -por modestas que fueran~ y _sus sacerd_ot_es exigía1:, unos
extorsiones concretos con que se enfrentaban los indígenas en todas parH servicios considerables de trabajo en los transportes, la construcc1on, la
tes, las sociedades locales se encontraban recurriendo a la autoridad ccr acrricultura el servicio doméstico, etc. Para 1564, la capacidad de los
lonial para defender sus intereses. Una cosa era utilizar una alianza con d~ctrineros' para extraer un trabajo gratis de los indígenas inspiraba
los europeos para protegerse contra las incursiones de grupos étnicos celos entre los encomenderos urbanos 75 . Pero a medida que iban en
del exterior, pero otra completamente distinta era depender de los eu- aumento las exigencias de los clérigos, ¿cuándo juzgarían las sociedades
ropeos para resolver las controversias internas o para corregir los abuH indígenas que eran francamente excesivas a cambio de las supu~stas ve::i-
sos coloniales. Por desgracia, esa dependencia fue haciéndose cada vez tajas que les brindaban unas relaciones _favorables con los dioses cris-
más frecuente. Dados los enfrentamientos internos que afligían a las tianos? .
c'.fc.mi1ias;> é_tnic_a,s, d~sce;;,Jralizadas, resultaba difícil c,virar el recurso a Los kurakas, co1no tutores y represent'antes de lfi CóTI\uñYditl, no po-
- los europeos corno- fuente del poder en las controversias locales en torno dí8-n hacer caso omiso de esas evaluaciones de las ventajas y las desven-
a los derechos sobre la tierra, las obligaciones de aportar mano de obra tajas relativas de la cooperación con los colonizadores. Los kurakas que
tributaria y a las jefaturas. En el decenio de 1550 los indios de Hua- movilizaban mano de obra para la empresa europea no gozaban, a largo
'
plazo, de una libertad aoso ] uta parn imponer
· RC ¡·1vi·d·a d es a <us pue"'ns
manga solían viajar nada menos que hasta Lima para obtener repara- V ,___,,_,__ •

ción contra agravios locales 73 • Los jefes aun1entaban sus privilegios y su «influ~ncla» medi~nte el de-
sempeño de sus obligaciones de custodiar la umdad y el bienestar de
Por último, las nuevas relaciones generaban una demanda de mano
sus comunidades. L.os intercambios tradicionales de reciprocida,des que
de obra que podía ir más lejos de lo que las sociedades locales estaban
permitían a los jefeS movilizar el trabajo de sus parientes ~reaban ~x­
dispuestas a ofrecer a cambio de los beneficios que representaba la alían·
pectativas que podría resultar difícil conciliar con ~na corriente un1la-
za con los colonizadores. Naturalmente, el número de españoles iba en teral de mercancías, trabajo y ventajas para la soc1edad europea.,,~as
aumento a lo largo de los años. Además, las exigencias de los diversos reciprocidades tradicionales tan1bién imponían límites al tipo de peticio-
grupos de colonizadores no permanecieron necesariamente estáticas. Vea- nes que podía hacer un kuraka a sus ayllus y sus hogares. Un~ .cosa
mos, por ejemplo, las relaciones con los clérigos católicos. T~os doctri- era la producción de textiles para los europeos confornle a un s1sierna
neros rurales vivían teóricamente entre los indios del ayllu a fin de adoc- de trabajo a domicilio parecido a las práctic~s andinas ~ceptadas, y ?tra
trinarlos en nombre de los encomenderos. En la práctica, la fase utópica cosa, como Veremos más adelante, era enviar a trabajadores a m1nas
de la «conquista espiritual» de España se había agotado en México, y lejanas. Los indígenas podrían sentir más renuencia a aceptarlo y, una
muchos de los doctrineros peruanos eran <(curas-empresarios» que uti-
74 Véase Lockhart, Spanish Peru, 52 a 55, que acuñó ~1 términ? d~ ((cura~
empresario;>. Véase, asimismo, Rubén Vargas Ugarte, .Histona de l:¡ iglesia en el
73 Véase HC, Doc. 1012, 1j56; Colección de documentos para la historia de fa Perú (j vols., Lima y Buenos Aires, 19j3-1962), 1: 126 a 128; 2: 21..:i Y 214.
forntación social de Hispanoan-1érica, ed. cte Richard Konetzke (2 vols. en 3 par- 75 HC, Doc. 1009, 1Sj7; Banderas (1557), <<Relación generah,, 176; I1:C, Doc.
tes, Madrid, 1953, 1958), 1:452. 1008, 1564.

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Steve J. Stern Ascensión y caída de las alianzas postincaicas 89
vez en las minas, quizá no volverían nunca al do1ninio de la sociedad
local. tísimo a la necesidad de una reevaluación fue el descubrimiento ~e
Los datos demuestran que las exigencias de mano de obra se con- minás riquísimas en el decenio de 1560. El oro Y la plata de e~~~n=~ ~~
virtieron en una cuestión que provocó resentimiento entre los indios in- (1560) y el mercurio de Huancavelica (1564) atizaron los _su " , P
cluso cuando el trabajo se pedía para actividades superficialmente pare- ñoles de una economía regional próspera cuyas minas est1mu1ar1an. 1
~n
auge del comercio, las manufacturas textiles, los oficios, la con~t~ ucc1o~,
cidas a las prácticas andinas tradicionales. Si las exigencias de n1ano
de obra eran inicialmente el precio por las ventajas relativas de las re- o
la agricultura y la ganadería. El único obstácu~o cu:Ilo d~ b~r~a ªo;~;:: 1
laciones de cooperación con la élite 'de los encomenderos, las ventajas la n1 ano de obra Si las exigencias europeas iban mas alla d . b
podían ir desapareciendo con el tiempo, y el precio podía alcanzar ni- de trabajadores por . cuenta propia,. o d e los C"'ntingentes
u .. que f env1a . an
de
veles inaceptables. Por ejemplo, en la sociedad local la límpieza de los los kurakas, ¿cómo iban los colonizadores a estabilizar una uerza
canales había sido nor1nalmente motivo de festejos en los calendarios trabajo suficiente? ., . .·
agrícolas y rituales. En los rituales di,igidos por 1a élite autóctona, una Para 1562, el problema de la mano de obra mereció un~ i~vesnoa' 0

con1unidad de «parientes» reafirn1aba ia importancia de esas tareas para ción oficial del distinguido jurista Juan Polo de Ondegardo. °° mv~s­
el bienestar colectivo del grupo. Pero '.esa mis1na actividad tenía un ma~ tigó las denuncias de los indios, se dedicó a refor1nar y regu 1ar. 1as prac-
tíz oneroso si se contemplaba como trabajo no remunerado en beneficio ticas· laborales y ordenó a las sociedades autóctonas que env1a~an_ u~:
exclusivo de otros, Los indios huachos y chocorvos se quejaban en 1557 fuerza rotatoria de 700 trabajadores por semana para las mmas
de que estaban obligados a limpiar el gran canal <(con que Jos vezos Autunsulla El régin1en laboral impuesto por los inineros * europeos, ha-
[de Huamanga] Riegan sus [ chácaras] e acequias». Los indios no apro- b , ·.:i duro . ,
y repulsivo. ·
Los m1nero::i,~ ob se sionado~::i con hacerse. ricos, ,
ia SluOtratado de maximizar su exp 1otac1on
habían ., d e 1os t r aba3·adorºS . ., md1cre-
.. bºl
vechaban el agua ni la necesitaban 76 • En esas circunstancias, los kurakas
no podían traspasar el aspecto festivo del trabajo andino a la limpieza nas Estos transporiaban persona1menre . gr a n des caro-as
e de. combusn , e,
de los canales de los colonizadores, aunque hubieran queriOo hacerlo. sal .y o iras prov1s1ones
. . des de zo':as
- .
ien10 tas·, en las propias . _, minas, los "' .
Un kuraka que se síntiera obligado a JJ;..;atlsfacer las demandas de mano trabajadores se enfrentaban cor~ unos cupos , de __ p:·oducc10~ ~rutali;;;s,
de obra de los colonizadores no podía presupoGcr que su posición de -f,.;is ~,. ...~pUr óbltguciones laborales, Lo<lav1a len1an que 1ucnar por
trabajadores se viera aceptada y justífi¡:Jda por sus «parientes>>. Corría ~~bra..,ru1~~s jornales 79, No es de ·::xtrañar que los indios pidieran~ a uno
el peligro de que su confianza se fue1;a desgasiando, lo cual socavaría de sus defensores más desiacadc >, Fray Do1ningo dt( Santo Tomas, ~ue
los intercan1bios rei::íprocos que llevaba'.n a los ayllus a responder a sus inspeccionara las rninas. Santo T·.. -rnás halló que «hasta agora ·· · an sido
peticiones,
los yndios tan mal pagados y peor tratados, .. ., que aunque fuera muy
En eI decenio de 1560 las contradicciones inherentes en las alianzas de su voluntad restos abusos) lo aborrecerran La su voluntad]». Santo
postincaicas se fueron imponiendo de forma más aguda que nunca. La
Tomás, con la esperanzaL de que 1as re f 01mas
. de Polo
. . -reforzadas , ., por ,.-
dependencia cada vez n1ayor de los indios respecto de los europeos para a bida de los i'ornales- pudieran atraer a suf1c1entes trabdJado.es
Ja solución de controversias n, las escaseces o las dificultades econóni.i- un su
voluntarios, advirtió que los indios y los kura k as res1st~r1an· · - a las te¡¡ta . d'-
cas ín1puestas por la extracción colonial, por las e1nigraciones o por la
78 tivas de obligar por la fuerza a los 'autóctonos a trabaJar en las con 1-
población decreciente , la tendencia de los encomenderos, los clérigos
ciones abusivas del pasado, ((aunque sepan los yndios ~sta~se ~on ~oda
locales y los funcionarios a exigir parte~ cada vez mayores de los pro-
su vida en las cárceles». Santo Tomás encontró a lo~ indios inquietos
ductos y de la mano de obra de los ay!lus fueron todos factores que
con el tien1po habrían provocado una reevaluación de las políticas indí- acerca de las exigencias de trabajadores para las minas. Los pueblos
genas frente a los colonizadores. Pero lo que añadió un carácter urgen- soras y lucanas, que estaban más lejos de Atunsulla que otros grupos,

76 HC, Doc. 1017, 1557. * A ¡0 largo de toda esta obra se uüliza el ténnino <(minero» ~n. el fentid,0 d)
77
Véanse eje1nplos del decenio de 1560 en AGN, DI, Leg. 2, C.17, 1573, la tercera acepción del Diccionario de la R.A.E.: {(el que las benefidcia 1~s :nina~o
f. 208
78 r; Do1ningo de Santo Tomás (1562), en Vrirgas, Fray Dorningo, «Escritos)}: 59.
Por su cuenta o especula en ellas», y en el de la segunda acepción e1 diccion_an
Montesinos (1642), Anales del Perú, 1:243; 2:218; AGN, DI, Leg. 2, C.17, 1 de Uso del EspaFiol de María !vio J.iner: <{prop1e · t'ano
· 0 explot"'dor
" e n11na})
1573, ff. 194 V, 209 r.
¡ 11 (N. del T.).
79
. G )) 139 a 151
Véase Polo (1562), «Ordenanzas de las n11nas de uamanga , ·

17/19
90
Steve J. Stern Ascensión y caída de las alianzas postíncalcas 91
se sentían especialmente vejados por tener que trabajar para empresa-
rios codiciosos en minas lejanas y frías so. aenas para nart1c1par. . en un d eb a t e p!-ib] · 1·00 sobre
~ Ja cuestión de d la S en-
Las reformas de Polo cambiaron pocas cosas. La ofetta de trabaja- ~omienda. Naturalmente, los indios siempte se r.onfan cte patte : ~nto
dores alltóctonos llevados a trabajar por la fuerza o mediante el enga- To1nás e2. Los intereses de la Corona y las sens1b1lidades mo1a1e::;, e~~o­
leadas por profundas divisiones entre los enco1:1endero: Y la 1,~~es 1~~
ño, indívidualn1ente o por conducto de los kurakas, siguió siendo irre-
gular y deficiente. El corregidor de Huamanga ¡e quejaba en 1569 de 1 h>ibían creado un debate espectacular. En los n11s1nos a~os en q,,
·t an tes y ominosos
1
que el trabajo en los fabulosos yacimientos de la región era intermitente
c.
descubrimientos . .
de minas h1c1eron n1as, ·
1mpo1 . . : O" ·¿ los r anta-re-
debido a la escasez de mano de obra 81 • . b, icos entre los autóctonos y los blancos, d1stlnc:,t11 ~s. ~~P
gon1s1nos as · ·¡· d 1'ticns d1v1s1ones
Las minas ponían de relieve para ambas pa~tes las limitaciones de sen
t tes de la Corona anuncinban inesta 111 1c1a es po l c. ' ,

las relaciones anteriores. Para los europeos, impuíl_:;ados por la expansión


an . . l .d
entre la élite y recept1v1dad a a I ea ce que a l 1 élite . de , los encomen-d'
internacional del capital comercial, las alianzns cdn las sociedades autóc- cleros era algo de lo que tanto 1a Corona con10 los indigenas po 1an
tonas tenían poco sentido si no podían aportar funa fuerza de trabajo prescindir perfectamente. . . d d obra
fiable a una economía minera en crecimiento. Para los indjos -tanto Si la desilusión cada vez mayor con las ex1genc1a~ e mano ·~e _e
.inspiraba
. . 1
un impu so a 5, abote2r
. o clerrocnr las relac1ones co1onLJes,
, "" : la
ar
los kurakas con10 sus parientes- la colaboración con los colonizadores
te v•ilnerabiJidnd de esas relaciones a una reforn1a impti.. . . s~a p
brindaba pocas ventajas si Jos europeos insistían en absorber los recur-
~paren ·ó no podía por n1enos de dar un nuevo impulso a esos sen-
ali
sos del ayllu en una campaña encaminada a establ.ecer una enorme eco-
nomía minera que la sociedad local no podía controlar. Los europeos
~ r:nen p Poco dº\;;spues, de lS60 ' la generalización
tin11entos. . del descontento
b +. ,.,.·, entre
,...<!da
, ~ . <.:Ó durante un decen10 en una <i. s,en,_1on ...,,.
querían favores que los kurakas no podían o no querían hacerles. Pero los autoctonos ::;e exp1e~ . , . E 1,..6..,. los kurakas de siete
los colonizadores carecían de instituciones estatales efectivas que pudie- vez mavor de la cooperac1on o la ahanza. n J .;, . . . .,

ran obligar a los jefes a enviar grandes continge~.tes de trabajadores a enc.on1i~ndas diferentes de Huan1anga se i:e.garon a env1a:· ~ 1nd10~<.: a 1.la
!2s minGs, nJ:oi7 l::i, ci11d2d l)Br9. preS!Rf 51JS serV1C10S ele rreSt8CJ01l \er, 0~3 ,
~- minas siguieron padec1en d o ¡a utegu
r]p
----ª -- ·-· .. ····. · . . ·l a11.· d a,d en la, oferta ae mono
En ague] mismo momento, las contradicciones entre la -m~"t~ópoli y
Las . '.
de obra T\1uch os d e los put:: l , "'b,os d"' Huan e 1 anP"a -espec1almente T los, pJe-
la colonia alentaron a los indios a replantearse la hecesidad de cooperar V D ,,

con los encomenderos. En España, la Corona llevába mucho tiempo de- blos s~r~; v lucanas-- confirrnoron l8S advertencias de ::ianro_ on:as ºf~
~ h o a 1as petí,...iones de que enviaran trabaJcidore::i a a_
batiendo si abolir o no el sistema de Ja encomienda y transfor1nar a los sus· tercos . a' 1·os lec ,ostºron 7 , llOO ove¡· as a Diego rvfaldonado,
L rec, az s in
pastoreo::
~
- · c. '
indios en vasallos directos de la Corona. Famosos sacerdotes aducían
que Ja elin1inación gradual de las encomiendas a la muerte ·de sus titu- su encon1endero, por rono o falla e . ' . Los encomenderos
minas. os , . d c11idado . .d' cul-a<.:
b a los clérigos de la tendencia cada vez mayor de los n;. igen ,~
lares iría en beneficio de los indios. Su insistencia pesaba mucho en
pahan om1ºso de oblivaciones que antes habían aceptado; otro ab-
España, donde los partidarios del poder real consideraban al encomen- a acer caso ~ " d l - le<.:
d at. ribuía la culpa a los run1ores populares e que ~s. espano . .
dero un obstáculo al control de la metrópoli. Para 1560 la Corona ha- serva
ºb or (a"a"' a los al'tóctonos psra fabricar . ·· t O~" m""dic•n~1"'S
unguen --~ , "tic
con
bía recibido ofrecimientos in1presíonantes de pagos de ambas partes -los 1 an a m t i ' ,
d , . S3 En una econon11a en 1a que os t e.Jro.L a ce~o
¡ 1 oeo~ ::i '*·
depenrlían
encomenderos y los kurakas autóctonos-, pero no, había llegado a una sus ca ave1 es · a m"'no
t to de las alianzas con las élites autóctonas para ener ~ ::; , . .· CL,
decisión. Una comisión enviada a informar sobre los a.spectos de fondo
dean obra exp 1ota bl e, 1a difusión de esa desí1usión y esa res1stencu1 pod1a
de la cuestión de la encomienda, envió a Polo de Ondegardo (parti9-ario
de la encomienda) y a Fr-ay Domingo de Santo Tomás (adversario de
ella) a realizar una investigación. La pareja viajó en 1562 por las sierras K!.AGI \1 Lima 300, Arzobispo Gerónimo de Loayza al ~ey, Lima, 3?0 ~:
andinas. En Huarnanga y en otras partes organizaron reuniones de indí- · · b 'de '156?· Lima 313, Santo Torntís n ;'vfnnuel de Annyci, Hunm_nn_ga, d.3
no,,v1emdre
m~rzo e 1562. Véase en I-!e1nn1ing, Conquest,
. d 385 a 390 una panoramica e 1a
00
AGI, V, Lin1a 313, Santo Tomás a don Alonso Manuel de Anaya, Huaman- cuestión de la perpetuidad de las encomien, as. l e íodo 1561· 1571. BNP,
ga, 23 de marzo de 1562; Santo Tomás a CQnsejo Real de Hacienda en Lima, 83 Todos los d::i;os citudos s~1pra corres~o~d~~ da 1~6;. HC, D¿c. 984, 1571;
Andaht.iaylas, 6 de abril de 1562 (también disponible en Vargas, Fray Domingo,
((Escritos;;: 55 a 62). A336, 1559, anot~c1on c_orrespon~1~~~ald1 d~e~·.ªj, C~7, 1573, Í. 196 r; Lohn1ann,
s1 BNP, A603, 1568, f. 23 v. Lohn1ann, Las nn~as,_ 95, nota¡ 3p, .. b '.
El corregidor de 1nd1os en e ei u a¡o • • i1--
i;s
4."vtrias (i'v1adrid, 1957), 28; J\1olína

\"?18/19
(lS?4), Re!oción de las fábulas, 79.
Steve J. Stern 1

emponzoñar la actividad empresarial. En una sociedad en la que los ·


neoincas mantenían una presencia miJitar en la montaña, entre el Cuzco
y Huamanga, y en la que los colonizadores todavía no habían organi-
zado un aparato estatal impresionante, la hostilidad creciente también
planteaba problemas estratégicos. El corregidor de Huamanga advirtió
a Lope García de Castro, Virrey interino, de que era posible que esta-
llara una rebelión. En las provincias vecinas de fauja y Andahuaylas
unos descubrimientos alarmantes de depósitos de armas confirmaron que
las tradiciones de alianzas y de cooperación entre indios y blancos ya
no eran de fiar 84 •
Las exigencias de mano de obra para Jas minas en una nueva escala,
la vulnerabilidad política de los encomenderos y la probable disposición
de los neoincas a encabezar una revuelta crearon una coyuntura que
obligó a replantearse las alianzas postincaicas. La difusión del sabotaje
y la subversión en el decenio de 1560 era un síntoma de que cada vez
había más recelos. Desde un principio, las contradicciones inherentes de
las alianzas iniciales había creado la probabilidad del desencanto. Pese
al relativo éxito de su adaptación a las condiciones coloniales, los pue- ;
blos autóctonos de Huarnanga se enfrentaban con tendencias que con ,
el tiempo podían socavar la autonomía, las relaciones sociales y la pro-
ducción locales. Tanto la decadencia demográfica como la inestabilidad, i

la humillación y la dependencia, las crecientes exigencias de mano de i


obra, eran factores que tendían a revelar las consecuencias erosionantes a
de una alianza entre socios cuyos intereses fundamentales eran opuestos. r
El descubrimiento de grandes minas de oro, de plata y de mercurio hizo
que estaJlaran esas contradicciones y reforzó el temor típicamente andino
~I
de que la enfermedad y la muerte prematura se debieran a unas rela- e
ciones sociales mal construidas que, de dejarse sin corregir, podrían e
rc
anunciar una gran catástrofe. De repente, una oleada desesperada de i~
miedo y desilusión inundó la sociedad india y anunció el derrumba- ;¡ L

n1iento de las alianzas postincaícas.


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84 l\1olina (1574), Relación de las fábulas, 82; Albornoz (circa 1582), «lnstruc·

ción para descubrir>,, 36. ¡

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