Gestión y Psicología en Empresas y Organizaciones (PG - 1 - 97) PDF
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Sánchez, Gómez, Roberto. Gestión y psicología en empresas y organizaciones, ESIC Editorial, 2016. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/bibliouniminutosp/detail.action?docID=5885816.
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Gestión y psicología en empresas
y organizaciones
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Madrid 2014
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Primera edición: Febrero 2014
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Avda. de Valdenigrales, s/n - 28223 Pozuelo de Alarcón (Madrid)
Tel.: 91 452 41 00 - Fax: 91 352 85 34
www.esic.es
ISBN: 978-84-1670-131-5
Cubierta: Gerardo Domínguez
Maquetación: Santiago Díez Escribano
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Índice
Presentación
1.2.1 Percepción
1.2.2 Atribución y sesgos
Atribución
Sesgos
Atribución y dinámica competitiva
1.2.3 Memoria
Concepto y tipos de memoria
Funciones de la memoria
Errores de la memoria
1.2.4 Toma de decisiones y sesgos
Intuición, razonamiento y decisión
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Estilos cognitivos
Fuentes de error en la realización de juicios y en la toma de decisiones
Cómo decidir mejor
1.3.1 Inteligencia
Noción y teorías
La inteligencia emocional
Inteligencia y estupidez
1.3.2 Personalidad
Teorías descriptivas
Teorías de proceso
1.5.1 Motivación
Características del trabajo y motivación
1.5.2 Emoción
Emociones, estados de ánimo y sentimientos
Funciones de las emociones
La dinámica de las emociones
Tipos de emociones
El trabajo emocional
1.6.1 Aprendizaje
Concepto y determinantes
Fallos en el aprendizaje
1.6.2 Creatividad
La creatividad individual
La creatividad en las empresas
1.6.3 Competencias
2.7 La comunicación
Psicología y marketing
2.8.1 Grupos
Concepto y funciones
Tipos de grupos
Técnicas de toma de decisiones en grupo
Conformidad y pensamiento grupal
2.8.2 Equipos
Equipos e innovación
3.1 Cooperación
Bibliografía
Índice analítico
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Índice onomástico
Índice de figuras
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Presentación
Como todo el mundo, solo tengo a mi servicio tres medios para evaluar la existencia humana: el estudio de
mí mismo, que es el más difícil y peligroso, pero también el más fecundo de los métodos; la observación de los
hombres, que logran casi siempre ocultarnos sus secretos o hacernos creer que los tienen; y los libros, con los
errores particulares de perspectiva que nacen entre sus líneas.
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Capítulo 1
Variables psicológicas de la persona
equipare o confunda con la arbitrariedad, lo que sirve para deslegitimar al evaluador como
tal.
Los sistemas son claves porque son los responsables de que se produzcan círculos
virtuosos y círculos viciosos. Por ejemplo, si los estudiantes son aplicados y responsables, es
probable que darles la posibilidad de evaluar a sus profesores redunde en una mayor calidad
de la docencia. Pero, aun considerando que las evaluaciones de los alumnos sean una medida
bienintencionada para garantizar el esfuerzo del profesorado, el mismo mecanismo puede
resultar perverso si los alumnos no son aplicados y responsables, en la medida en que este
afecte a la capacidad del profesor para implementar un sistema de evaluación exigente. Dado
que la naturaleza humana no tiende a la imparcialidad y que un mayor esfuerzo suele
recibirse con menos entusiasmo que un menor esfuerzo, es posible que tal sistema de
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evaluación actúe en realidad como una espada de Damocles que lleve al profesor a reducir el
nivel de exigencia. En consecuencia, la aplicación de medidas sistémicas puede tener
resultados muy diferentes según el contexto concreto (estudiantes trabajadores y motivados o
estudiantes holgazanes y desmotivados).
FIGURA 1.1.
CONTEXTO, SISTEMA Y TIEMPO
medida a la empresa cuanto más dinámico sea este. La dinámica organizacional, esto es, el
conjunto de relaciones entre las personas, grupos y equipos que forman la organización
depende, en buena medida, de cuál sea la dinámica competitiva (Figura 1.2), es decir, la
relación entre la organización y el entorno en el que están sus competidores (siguiendo con el
ejemplo anterior, la relación entre universidades que compiten entre sí por captar alumnos
brillantes y profesores de prestigio).
A lo largo de este libro hablaremos de las relaciones que configuran la dinámica
organizacional, las cuales constituyen diversos procesos de tipo psicosocial. Por ejemplo, en
el caso de una universidad, la dinámica organizacional incluye la relación entre los miembros
de un departamento, la relación entre el profesorado y el personal administrativo, la relación
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de los departamentos con el rectorado, o la relación entre equipos de investigadores de un
mismo o de varios departamentos.
FIGURA 1.2.
DINÁMICA COMPETITIVA Y DINÁMICA ORGANIZACIONAL
Factores contextuales
El ser humano es esencialmente dependiente del contexto, el cual afecta a la cognición,
la emoción, la motivación y la conducta. Los factores contextuales pesan mucho más de lo
que suele pensarse en la conducta individual, hasta el punto de que la especificidad del
contexto puede llevar a la gente a actuar de forma incoherente. Por ejemplo, utilizar el
ascensor para subir al gimnasio y, una vez allí, hacer ejercicio en un aparato que simula subir
las escaleras.
Las situaciones son poderosas porque para nuestra mente lo presente siempre es lo
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primero. Las fuerzas situacionales conforman las percepciones de rol, y las presiones para
obtener conformidad pueden hacer que actuemos automáticamente sin que lleguemos a
darnos cuenta de ello. Por lo tanto, los resultados del comportamiento no son consecuencia
siempre de una elección libre.
Como hemos señalado, los factores contextuales son diversos. Algunos no están
presentes en cualquier contexto (los económicos, los políticos y los tecnológicos), mientras
que otros siempre lo están: estos son los factores físicos, los temporales y los socioculturales.
Dentro de estos últimos se encuentran las normas y las costumbres sociales. Como muestra la
Figura 1.3, estos factores son adyacentes. Por ejemplo:
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• Las normas sociales pueden instaurar costumbres sociales. Y viceversa, las
costumbres sociales determinan el tipo de normas sociales.
• En ocasiones las normas y costumbres sociales determinan las pautas
temporales. Otras veces, en cambio, sucede lo contrario: son factores
temporales los que originan una norma social para regular un determinado
comportamiento o que se instaure una costumbre social.
• Los factores físicos influyen en las normas y las costumbres sociales, pero también
sucede a la inversa (por ejemplo, si las normas y las costumbres no se orientan a
preservar la salud laboral, es muy probable que no se preste atención a los factores
físicos presentes en el trabajo, lo que hará que estos sean insanos).
FIGURA 1.3.
COMPONENTES SIEMPRE PRESENTES EN EL CONTEXTO
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Factores físicos
Orandum est ut sit mens sana in corpore sano
Juvenal
et al., 2004).
Un diseño de la iluminación adecuado tiene que tener cuenta los condicionantes de: (1)
el observador: capacidad visual (agudeza visual, sensibilidad al contraste y rapidez de
percepción) y edad, (2) el entorno (dimensiones, colores, forma, función y textura), (3) el
tipo de tarea y su dificultad (duración, velocidad de respuesta), (4) las características de los
objetos a observar o manipular, y (5) la estructura del espacio (posición de los puntos de luz,
distribución lumínica –dispersa, concentrada–, tipología y diseño de los puntos, significado
cultural del tipo de luz y relación entre luz natural y luz artificial).
El nivel de iluminación óptimo es el que da como resultado un mayor rendimiento con
una mínima fatiga, adaptándose siempre a las características de la tarea, la edad del
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trabajador y las condiciones reales en que se ejecuta el trabajo. Un exceso de luz, sobre todo
si es brillante, crea fatiga y molestia. También hay que tener en cuenta que con la edad se
incrementan los requerimientos de una mejor iluminación.
Especialmente importante es la iluminación de las pantallas de visualización de datos,
que ya de por sí suponen una fuente muy importante de fatiga visual (producen sequedad
ocular y pueden provocar trastornos como la blefaritis). Para no crear nuevas fuentes de
fatiga además de la que supone su uso, hay que considerar cuál es el contraste, el brillo y la
inclinación de la pantalla, la distancia entre la pantalla y el usuario, y la orientación de la
pantalla y del usuario (por ejemplo, es imprescindible evitar que la luz incida directamente
tanto sobre la pantalla como sobre los ojos del usuario).
En cuanto al ruido, este se puede definir como todo sonido no deseado. El confort
acústico se mide mediante: (1) la intensidad del sonido (decibelios), (2) su frecuencia o tono
(grave o agudo) (hertzios), y (3) su timbre o composición espectral. El ruido puede proceder
del exterior, del edificio, de la falta de aislamientos (por ejemplo, en las oficinas abiertas,
donde no existen paredes sino un amplio espacio compartido), de las máquinas y los equipos
informáticos, de las herramientas o de las personas.
El ruido es una de las fuentes de estrés más dañinas. Del mismo modo que el dolor
crónico, absorbe la atención, produce un coste fisiológico muy alto e impide el rendimiento.
Los ruidos pueden consistir en zumbidos, pitidos o vibraciones, y son especialmente
molestos cuando son intermitentes e irregulares, pues provocan distorsiones en las tareas
motoras y mentales, perjudicando o impidiendo la concentración, el aprendizaje e incluso el
recuerdo.
Las formas y las dimensiones (volúmenes) de las cosas también tienen una influencia
capital en el rendimiento y el bienestar. De su estudio se ocupa la ergonomía, que es un
campo científico de carácter multidisciplinar cuya finalidad es adecuar los espacios (lugares)
y objetos (herramientas, productos) a las características, necesidades y limitaciones de sus
usuarios, para optimizar su eficacia, comodidad y seguridad, así como evitar o reducir el
estrés.
La ergonomía tiene en cuenta los aspectos visuales, motores y posturales que implica el
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trabajo, de ahí que fuera en las empresas el ámbito en que primero se aplicó, fruto del estudio
de los aspectos físicos de la interacción entre personas y máquinas (lo que se denominó
ingeniería de los factores humanos o human factors engineering). Se prestaba atención a las
variables antropométricas (las dimensiones físicas de las personas), biomecánicas (análisis de
palancas y fuerzas implicadas en cada tarea) y fisiológicas (funcionamiento interno del
organismo, como la circulación o la respiración).
Hoy día, como entonces, las enfermedades laborales más frecuentes son las
relacionadas con las dolencias de espalda provocadas por malas posturas y las lesiones
producidas por las vibraciones causadas efectuando movimientos repetitivos, tales como
artrosis del codo, lesiones de muñeca, calambres y agarrotamiento en las manos o trastornos
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de sensibilidad. Por otra parte, el conocimiento sobre la importancia de la ergonomía ha
evolucionado de modo que hoy sabemos que también son fundamentales los aspectos
cognitivos. Es más, en realidad existe una interdependencia entre los factores físicos y los
factores cognitivos. Estos últimos se refieren a los procesos y herramientas relacionadas con
las operaciones mentales que comporta el trabajo, y cobran especial importancia en la
actualidad dado el carácter tecnológico de la mayoría de las herramientas que se utilizan.
Un diseño adecuado del puesto de trabajo en términos de ergonomía cognitiva requiere
conocer cómo la persona recibe e interpreta los estímulos del ambiente, cómo recibe
información de otras personas, y de qué manera decide qué acciones son las más adecuadas o
cómo de hecho las lleva a cabo. Se trata de diseñar sistemas que utilicen al máximo las
capacidades de los individuos en el uso de las herramientas tecnológicas que emplean, que
sean, en una palabra, “usables”. Según la International Organization for Standardization
(ISO), la usabilidad se refiere a la eficacia (consecución de los objetivos) o productividad
(medida que relaciona el nivel de eficacia con el consumo de recursos) y satisfacción (nivel
de comodidad) con las que determinados usuarios alcanzan determinados objetivos en
determinadas condiciones.
Por último, consideremos el espacio físico en que se desarrolla el trabajo. Este puede
generar, facilitar, limitar e impedir la producción de determinados comportamientos. La
arquitectura crea espacios, y la forma y dimensión de estos determinan su funcionalidad. Por
ejemplo, configura la situación de las ventanas, la cantidad y distribución de la luz, o la
disposición del mobiliario.
La distribución física del espacio de trabajo determina las posibilidades de movimiento
y de cambio de postura, y condiciona las posibilidades, el tipo y la calidad de la
comunicación entre las personas, especialmente cuando esta se establece cara a cara o dentro
de un grupo. Por ejemplo, una mesa redonda tiende a crear menor distancia y favorece una
comunicación más personal e informal. Otro ejemplo es que la proximidad física de los
puestos de trabajo supone una oportunidad para la formación de grupos informales (aunque
esta depende fundamentalmente de la compatibilidad o de la similitud entre las personas y no
solo de la cercanía entre ellas).
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A nivel personal, el contexto espacial tiene implicaciones psicológicas puesto que los
lugares adquieren significado para las personas a través del proceso de apropiación del
espacio que estas llevan a cabo. La satisfacción tiende a disminuir a medida que disminuye el
espacio disponible. Las características del lugar de trabajo afectan a la privacidad o intimidad
de la persona, lo que incluye la posibilidad de mantener conversaciones privadas (posibilidad
de confidencialidad), estar aislado de ruidos y no ser visto por terceros. La privacidad
satisface la necesidad de autonomía personal, es decir, de mantener la propia intimidad y no
estar constantemente “bajo los focos”, siendo observado por otros, lo que proporciona un
descanso emocional. De este modo, la privacidad puede contribuir a la reflexión e incidir
positivamente en la calidad de la planificación y de la toma de decisiones.
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Un aspecto importante de la distribución física del espacio es la demarcación de
territorios. Esta permite a las personas establecer zonas de control, de influencia y de
regulación de las interacciones sociales. Contar con un territorio propio, con un espacio
limitado que permita la interacción entre un número relativamente pequeño de personas y
con unas condiciones físicas que faciliten la privacidad, influye positivamente en la cohesión
de los grupos. Las oficinas abiertas, en cambio, como disminuyen las oportunidades que
tienen los empleados de utilizar un territorio propio, no siempre favorecen la comunicación
porque restringen la posibilidad de mantener conversaciones privadas o confidenciales, y
generan una percepción de falta de intimidad o privacidad y de pérdida de estatus.
En resumen, los factores físicos externos influen en los factores físicos internos
(corporales y mentales) y en la posibilidad y el modo de desarrollar tareas. Aunque las
implicaciones funcionales de los factores físicos externos son las que tienen una influencia
más significativa sobre el rendimiento, este puede depender también de factores de tipo
simbólico o estético. Las implicaciones simbólicas o señalizadoras se refieren al modo en que
los factores físicos sirven para comunicar información a terceros. El lugar de trabajo
simboliza el estatus del individuo dentro de la organización e informa de este a compañeros,
clientes o usuarios. Y puede emplearse para condicionar la comunicación. Por ejemplo, una
mesa rectangular de despacho, a diferencia de una mesa redonda, tiende a aumentar la
distancia subrayando la dependencia de las posiciones que se ocupan y fuerza una
comunicación más formal.
Las implicaciones estéticas de los factores físicos externos aluden a la capacidad de
estos para motivar o generar emociones con independencia de los aspectos funcionales. La
influencia de lo estético en lo psicológico es enorme. Por ejemplo, los colores pueden influir
en el estado de ánimo a través de sus connotaciones estéticas (e incluso simbólicas). Y lo
psicológico influye en el rendimiento. Por ello, la participación del trabajador en el diseño
estético del lugar de trabajo puede influir en su rendimiento. Empresas como Google o Pixar,
además de disponer de lugares de recreo en sus instalaciones, fomentan una cultura de ocio
en el trabajo dejando libertad a sus empleados para personalizar su espacio de trabajo con
objetos personales como cuadros, fotografías, plantas, adornos o cualquier otro objeto no
directamente relacionado con su labor.
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• Los factores físicos externos influyen en los factores físicos internos (corporales y mentales) y en la
posibilidad y el modo de desarrollar tareas, a través de sus implicaciones funcionales, simbólicas y
estéticas.
Factores culturales
¿Cómo pueden diferir tanto las personas de unos países a otros si las necesidades
humanas son universales y las características fisiológicas de las personas son comunes? Los
factores culturales son la respuesta.
La cultura es un fenómeno social. Las organizaciones operan en un entorno que
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suministra pautas de tipo cultural. Los modelos más empleados para valorar las culturas son
el de Hofstede y el proyecto GLOBE. El primero se debe al antropólogo Geert Hofstede,
quien a finales de la década de los 70 encuestó a más de 116.000 empleados de IBM en más
de 50 países, acerca de sus valores relacionados con el trabajo. A partir de este trabajo
identificó cinco dimensiones correspondientes a valores de la cultura nacional: la distancia al
poder, el individualismo frente al colectivismo, la masculinidad frente a la feminidad, la
tolerancia a la incertidumbre frente a su evitación y la orientación a largo plazo frente a la
orientación a corto plazo.
La distancia al poder se refiere al grado de desigualdad entre individuos que forman
parte de una sociedad que es considerada por estos como normal. Está relacionada con el
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reconocimiento a la autoridad y los privilegios derivados del estatus. En culturas con alta
distancia al poder, como India, las grandes diferencias de poder son esperadas y aceptadas, y
cabe esperar que la gente sea más obediente a figuras de autoridad como padres, personas
mayores y líderes. En el ámbito organizacional, una alta distancia al poder se traduce en
estructuras más centralizadas. En cambio, en culturas con baja distancia al poder, como en
los países escandinavos, se enfatiza la igualdad de oportunidades y una toma de decisiones
más descentralizada.
El individualismo consiste en la defensa de la autonomía individual frente a la
preponderancia de valores comunitarios (colectivismo). Las culturas individualistas, como la
estadounidense, hacen hincapié en la independencia del individuo frente a otros, mientras que
en las culturas colectivistas se subraya que el individuo forma parte de una colectividad. Por
ejemplo, en los países asiáticos existe un sentido comunitario que sacrifica los valores
individuales en pro de los valores comunitarios. Según el psicólogo social Harry Triandis, las
culturas individualistas surgen en sociedades complejas (formadas por muchos subgrupos
con diferentes actitudes y creencias) y en las que existen relativamente pocas reglas y normas
acerca de lo que se consideran conductas adecuadas en diferentes situaciones. En cambio, las
culturas colectivistas son propias de culturas simples (en las que existe consenso acerca de
las creencias y actitudes) y rígidas (existen muchas normas y reglas acerca de qué conductas
son apropiadas en situaciones distintas).
En términos culturales, la masculinidad se refiere a la promoción de valores y roles
tradicionalmente masculinos, como el logro, el poder y el control, mientras que la feminidad
alude al favorecimiento de valores sociales como la calidad de vida o la ayuda a otras
personas. Por ejemplo, si comparamos dos países con culturas individualistas, como Estados
Unidos y Suecia, la cultura del primero sería masculina mientras que la del segundo sería
femenina.
El grado de tolerancia a la incertidumbre de una sociedad se refiere a la medida en que
la sociedad acepta las situaciones ambiguas, nuevas o inusuales, o, por el contrario, las evita
(como en el caso de sociedades centradas en las tradiciones).
La orientación a largo plazo se refiere a centrarse en el futuro, mientras que la
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orientación a corto plazo consiste en volcarse en el presente. En las sociedades que se centran
en el largo plazo, como Japón, los individuos son más pacientes a la hora de esperar
resultados, mientras que en aquellas con un enfoque de corto plazo, como Estados Unidos y
Canadá, se buscan mejoras rápidas.
El proyecto GLOBE (Global Leadership and Organizacional Behavior Effectiveness)
es un estudio impulsado a comienzos de los años noventa por el investigador Robert J.
House, profesor de la Wharton School de la Universidad de Pennsylvania, a partir del trabajo
de Hofstede. Un equipo de 170 investigadores de 62 culturas diferentes recogieron datos de
17.300 directivos de nivel intermedio en 951 organizaciones. El proyecto confirmó las
dimensiones identificadas por Hofstede pero, no obstante, a diferencia de este, identificó
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nueve dimensiones y agrupó los distintos países en diez grupos. En particular, añade la
orientación al desempeño (performance orientation), que es el grado en que una sociedad
alienta y recompensa la mejora del desempeño y el logro de la excelencia, y la orientación
humanitaria o grado en que una sociedad fomenta y recompensa a sus individuos por ser
justos, altruistas, generosos y amables con los demás.
Modelos aparte, las culturas difieren en diversas variables que influyen en las
dimensiones psicológicas básicas de las personas de forma directa e indirecta (moderando la
relaciones entre dichas dimensiones). Estas variables son:
Cabe destacar que, junto con los tecnológicos, los factores económicos son los que
más pueden contribuir a erosionar las pautas culturales. Por ejemplo, en un
reportaje del programa Informe Semanal emitido el sábado 10 de noviembre de
2012 por Televisión Española, titulado “La China del cambio”, sobre los cambios
en China a raíz del crecimiento económico espectacular de los últimos años, se
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constataba “una creciente pérdida de valores, marcada ahora por la obsesión hacia
el dinero”. ¿Tiene todo el mundo alma capitalista si le dan la oportunidad?
sociedades con mayor malestar afectivo. El psiquiatra Luis Rojas Marcos afirma
que hablar es un protector de la felicidad.
Tiempo y expectativas
La vida no se puede entender sin el tiempo. Todo lo que hacemos o no hacemos tiene
lugar en un tiempo concreto. Básicamente, el tiempo influye en las personas de tres formas:
afecta a su salud física, a su salud psíquica y a la toma de decisiones.
No todas las personas experimentan el tiempo de la misma forma. Difieren en las
percepciones de la extensión, densidad, grado de estructuración y nivel de realismo que
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posee el tiempo. Para el psicólogo Kurt Lewin la perspectiva temporal es la totalidad de las
nociones que tiene una persona, en un momento dado, de su futuro y de su pasado
psicológicos.
El ritmo de las cosas que suceden en el entorno permite al cerebro valorar el paso del
tiempo. Esta percepción no es inmutable: el tiempo puede parecernos más lento o más rápido
según la cantidad de estímulos, lo novedosos que sean y la atención que les prestemos. Por
ejemplo, en una situación peligrosa el tiempo parece alargarse, y tenemos la sensación de que
todo pasa frente a nosotros a cámara lenta porque nuestro cerebro registra todos los nuevos
sucesos que están teniendo lugar minuciosamente, y como registra más información de la que
sería habitual para ese tiempo dado tenemos la sensación de que el tiempo se expande.
La percepción del tiempo, según el psicólogo Robert Ornstein, es un proceso sujeto a
ilusiones cognitivas. En general, cuanto mayor sea el procesamiento cognitivo que llevemos
a cabo en un periodo dado, más tiempo creeremos que ha pasado. Por ejemplo, los años de la
infancia parecen más largos que los de la vida adulta.
La forma de experimentar el paso del tiempo influye poderosamente en la salud mental
y física. Cuando no se vive en plena armonía con el tiempo surgen muchos problemas
psicológicos y fisiológicos. En la empresa, la gestión del tiempo es fundamental.
Generalmente, este aspecto es evidente al hablar de cuestiones de producción u operaciones.
Sin embargo, no suele prestarse tanta atención a otros aspectos relacionados con el tiempo
que también tienen un impacto significativo sobre el rendimiento. Aun cuando las personas
se encuentren en sintonía con el tiempo, cada persona posee unos biorritmos propios que
influyen en su nivel general de actividad. Las personas tienden a ser matutinas o vespertinas.
Las primeras son aquellas que madrugan, se encuentran más activas y rinden mejor por la
mañana, sienten cansancio y sueño por la tarde y se acuestan pronto. En cambio, las personas
vespertinas trabajan mejor por la tarde-noche, se acuestan tarde y se levantan relativamente
cansados. Se ha comprobado que existen diferencias importantes en el rendimiento en
general y en la capacidad de vigilancia y reacción dependiendo del tipo de persona en este
sentido.
Los ritmos biológicos se relacionan con el tiempo psicológico, en el cual influyen el
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Cognición
La cognición se refiere al ámbito del saber, del conocer, lo cual supone el
procesamiento de información y comprende tres funciones: la percepción, el pensamiento y
la intuición.
El pensamiento prepara para el futuro. Pensar nos permite planificar e imaginar
escenarios y resultados diversos. La cognición es dependiente de los estímulos sensoriales.
Pensamos mediante imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones táctiles. Asimismo, los
procesos cognitivos están influidos tanto por nuestras creencias como por nuestras
expectativas, las cuales afectan poderosamente a la manera en que percibimos e
interpretamos los acontecimientos. Nuestras preconcepciones controlan nuestras
interpretaciones e incluso nuestros recuerdos.
La base del pensamiento es el lenguaje y el tipo de conocimiento. El conocimiento
puede ser explícito o implícito, según la posibilidad de ser expresado o no verbalmente.
Nonaka, Toyama y Konno (2001) distinguen cuatro tipos de conocimiento: (1) experiencial,
que es conocimiento tácito compartido a través de experiencias comunes; (2) rutinario, que es
conocimiento tácito derivado de acciones y prácticas frecuentes y comunes; (3) conceptual,
que es conocimiento explícito articulado a través de imágenes, símbolos y lenguaje; y (4)
sistémico, que es conocimiento explícito sistematizado y codificado.
Los procesos cognitivos están sujetos a límites. Por una parte, el cerebro humano solo
es capaz de manejar unas pocas variables al mismo tiempo. En un conocido trabajo –The
magical number seven, plus or minus two–, el psicólogo George Miller señaló que una
persona puede procesar de manera consciente entre cinco y nueve datos en un momento
determinado. Sin embargo, en la actualidad, según el psicólogo Ap Dijksterhuis cualquier
problema con más de cuatro variables distintas confunde al cerebro racional. Por otra parte,
la cantidad máxima de personas que pueden desarrollarse en un sistema determinado son
unas 150. Este número se conoce como el número de Dunbar por el profesor de antropología
evolutiva Robin Durban, quien ha observado que el factor limitador es la capacidad de
manipular la información sobre un conjunto de relaciones (Gazzaniga, 2012). El tamaño del
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grupo social de una persona es limitado porque para tener relaciones sociales se requieren
cinco capacidades cognitivas: (1) hay que interpretar la información visual para reconocer a
los demás, (2) recordar las caras y (3) quién tiene relación con quién, (4) hay que procesar la
información emocional y (5) manipular la información sobre un conjunto de relaciones.
Emoción
La emoción se refiere al ámbito del sentir. En las organizaciones, las emociones juegan
un papel especialmente importante en el liderazgo, la gestión de los conflictos, el cambio
estratégico y la conducta ética en el trabajo.
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Motivación
La motivación se refiere al ámbito del necesitar y del querer. Es decir, alude a las
necesidades, deseos y metas de la persona. Por tanto, a todo lo que tiene que ver con
objetivos. Estos se definen como representaciones internas de estados deseados, donde los
estados son conceptuados de forma amplia como resultados, eventos o procesos (Austin y
Vancouver, 1996). Los objetivos actúan como una poderosa fuerza motivacional que dirige la
atención de los individuos, moviliza la realización de esfuerzos y promueve el desarrollo de
estrategias relevantes para la ejecución de tareas.
Unas pocas necesidades explican buena parte del comportamiento. Son las siguientes:
Conducta
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La conducta se refiere al ámbito del hacer o del no hacer. Puede consistir en la
realización de acciones o en la ausencia de estas (omisiones). Aunque gran parte de las
conductas son plenamente conscientes, otra parte responde a procesos de activación
automática o semiautomática, como en el caso de algunos gestos y movimientos.
Para entender la conducta hay que considerar, como en la investigación de un asesinato,
tres cuestiones:
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Respecto a los factores situacionales, es obvio que todo tiene lugar en un contexto
determinado. La mayoría de las personas pueden sufrir unas transformaciones inimaginables
cuando se encuentran atrapadas por fuerzas situacionales. Aunque la psicología social no
puede establecer con total seguridad qué hará cada persona en cada situación, sí es capaz de
predecir con un escaso margen de error lo que harán la mayoría de las personas de un grupo
una vez conocido el contexto situacional.
El modelo de la Figura 1.5 y 1.6 es dinámico, como representan las flechas, lo que
significa que se producen interacciones entre las distintas dimensiones. Veamos algunos
ejemplos: aunque la creación de sentido o significado de una conducta observada es un
proceso cognitivo, los estímulos físicos y las emociones intervienen en él puesto que estos
influyen en la interpretación y valoración de la conducta; en ocasiones una persona puede ser
consciente de que una conducta le es lesiva y, sin embargo, persiste en ella, porque la
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relación entre cognición y conducta está moderada por la situación, la cual ejerce un efecto
bloqueante que impide a la persona movilizar los recursos que le permitirían cambiar de
conducta; cuando una persona se encuentra sola en un sitio extraño o nuevo (aspecto
situacional) se incrementa el grado de auto-observación (aspecto cognitivo).
FIGURA 1.6.
LA INFLUENCIA DE LOS FACTORES BIOLÓGICOS Y
SITUACIONALES EN LAS VARIABLES PSICOLÓGICAS DE LA
PERSONA
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• Los factores físicos internos o biológicos y los factores situacionales siempre están presentes
• Ejercen una influencia directa o moderadora sobre las variables psicológicas de la persona
factor psicosocial, es decir, no puede entenderse al margen del contexto en que el individuo
está inmerso. En este sentido, la situación condiciona la voluntad y puede socavarla.
Al analizar la conducta de las personas los psicólogos sociales se preguntan en qué
medida esta responde a factores disposicionales o a factores situacionales. Respecto a estos
últimos hay que tener en cuenta su vinculación, en muchos casos, con factores sistémicos y
que, en general, suelen tener más fuerza que los factores disposicionales (Figura 1.8).
FIGURA 1.7.
REALIDAD INDIVIDUAL, REALIDAD SOCIOCULTURAL Y FACTORES
PSICOSOCIALES
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FIGURA 1.8.
ENTENDER LA CONDUCTA: FACTORES DISPOSICIONALES, SITUACIONALES
Y SISTÉMICOS
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Nota: La línea discontinua representa la idea de permeabilidad
En el ámbito empresarial, los factores políticos se refieren a la estrategia formulada por
la dirección. Las empresas operan en un entorno social determinado y en su funcionamiento
siempre hay presentes factores psicosociales.
A continuación analizamos las relaciones bilaterales entre cognición, conducta,
emoción y motivación.
Cognición y conducta
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El análisis minucioso tiene otras desventajas. A veces, el deseo de evitar por completo
riesgos remotos puede exponernos a riesgos mayores que los que intentamos evitar. Otras
veces, nos lleva a explorar preteribles. El problema aquí es que el pensamiento contrafáctico
puede conducir a la inacción: cuando las personas fracasan en un primer intento de ejecutar
una acción pueden volverse reacios a repetirla en el futuro para evitar pensar acerca de la
oportunidad inicial perdida.
La cognición es algo poderoso. Una vez que algo es imaginable se vuelve
potencialmente posible. Y no menos interesante resulta la lectura de esta idea a la inversa:
para que se piense que es posible, debe ser imaginable. Por ejemplo, nunca antes del 11-S
imaginamos que los aviones se pudieran utilizar como misiles contra rascacielos. En las
empresas, esto es una evidencia cuando se trata de innovar: para que el futuro sea posible es
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necesario imaginarlo primero.
Existen diversas teorías en psicología social acerca de los procesos cognitivos, pero sin
duda una de las más importantes es la que en 1957 expuso el psicólogo Leon Festinger: la
teoría de la disonancia cognitiva. Este autor observó que las personas se exponen
voluntariamente a la información que está de acuerdo con sus creencias y con su conducta,
procurando evitar aquella información que pudiera cuestionar su forma de pensar o vivir. La
razón de ello es que cuando se da una discrepancia entre la conducta y las creencias se crea
un estado de malestar psicológico denominado disonancia cognitiva. Este estado tiene un
componente de activación fisiológica equiparable al hambre o la frustración y motiva la
realización de cambios cognitivos para restaurar el bienestar. Cuanto mayor sea la magnitud
de la disonancia, mayor será la motivación para reducirla.
La psicología social ofrece pruebas abundantes de que la percepción de disonancia
puede conducir a las personas inteligentes a realizar tonterías, a las personas cuerdas a hacer
locuras y las personas morales a cometer actos inmorales, ofreciendo después buenas
racionalizaciones de por qué han actuado de la forma en que lo han hecho. En pocas palabras,
se reescribe la historia reinterpretando el pasado de acuerdo con las necesidades presentes.
Es un hecho que las personas tienen más capacidad para racionalizar que para ser
racionales. Por ejemplo, tienden a justificar las discrepancias entre su moralidad privada y los
actos que la contradicen. Ello les permite convencerse a sí mismas y convencer a los demás
de que su decisión se ha basado en consideraciones racionales. Por ejemplo, si realizar una
elección supone rechazar algo que resulta atractivo, una forma de reducción de la disonancia
derivada de ello consiste en pasar a valorar más la elección efectuada.
En general, las formas de reducir la disonancia son eliminar cogniciones disonantes o
reducir su importancia y añadir cogniciones consonantes o aumentar la importancia de estas.
En particular, las tácticas empleadas incluyen (1) restar importancia a la decisión tomada
(trivializar la conducta), (2) considerar que las alternativas conducen a un mismo resultado
final, (3) cambiar el atractivo de las alternativas (la estrategia más utilizada) mediante (a) la
eliminación de algunos elementos desfavorables de la alternativa elegida y algunos
elementos favorables de la no elegida; (b) aumentando la importancia de los elementos
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Cognición y motivación
La cognición influye en la motivación. Primero, la sensación sobre la propia
competencia es uno de los determinantes típicos de la motivación. Segundo, la información
de la que se dispone y el procesamiento de esta influye en los objetivos de la persona.
Tercero, la disonancia cognitiva es un factor motivacional.
La motivación influye en la cognición. Las personas recuerdan aquellas cosas por las
que se encuentran motivadas, y las necesidades y los deseos pueden sesgar los procesos
cognitivos al influir sobre los niveles de activación.
Cognición y emoción
Una vital diferencia
implicaciones organizacionales, puesto que las personas con las que la gente se compara son
las más próximas, lo que incluye a los compañeros de trabajo. Por ejemplo, la gente puede
sentir envidia si su compañero de trabajo ha adquirido un coche mejor, tiene mejor salud o
una pareja más atractiva, aun sabiendo que son cientos de miles o millones los que tienen un
coche, una pareja o una salud mejores.
La emoción es poderosa. Los sentimientos pueden distorsionar la experiencia cognitiva
hasta el punto de que es posible que estos pueden generar recuerdos falsos que se sienten
como si hubiesen sido reales. La madurez emocional, es decir, el desarrollo equilibrado de la
dimensión emocional de la persona, requiere de la existencia de capacidades cognitivas que
permitan la canalización de las consecuencias vitales que entrañan las emociones.
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Respecto a la influencia de la emoción sobre la cognición, sabemos que los estímulos
emocionales se procesan con mayor rapidez que los de carácter no emocional. Cuando más
intensa es una emoción, mayor es la huella cognitiva que deja. Como decía Miguel de
Unamuno, “lo pensado es, no lo dudes, lo sentido”. También existe evidencia de que la
experiencia afectiva tiene el potencial tanto de facilitar como de dañar la toma de decisiones.
Por un lado, las emociones pueden facilitar la toma de decisiones. La razón de ello es que la
reacción afectiva dirige la atención consciente y la memoria de trabajo, siendo ambas
necesarias para los procesos cognitivos implicados en la toma de decisiones. Por ejemplo, los
sentimientos momentáneos o pasajeros desplazan la atención hacia elecciones más relevantes
en relación a los requerimientos situacionales. Por otro lado, las emociones pueden llevar a
tomar malas decisiones porque pueden afectar al contenido de la información recuperada por
el cerebro durante la toma de decisiones.
El estado de ánimo influye en el procesamiento de información, afectando tanto a la
memoria como al juicio. En primer lugar, somos propensos a codificar la información de
forma selectiva en función de la congruencia de esta con nuestro estado de ánimo. Tendemos
a almacenar la información positiva cuando nos hallamos en un estado de ánimo positivo y a
almacenar la información negativa cuando nos encontramos en un estado de ánimo negativo.
En segundo lugar, los materiales de la memoria que son congruentes con el estado de ánimo
presente de la persona son más fácilmente recuperables. Tendemos a recordar lo que
concuerda con nuestro estado de ánimo: la información positiva cuando nos hallamos en un
estado de ánimo positivo y la información negativa cuando nos encontramos en un estado de
ánimo negativo. Y lo que recordamos mientras nos hallamos en un estado de ánimo dado está
determinado, al menos parcialmente, por lo que aprendimos cuando nos hallábamos
anteriormente en dicho estado. En tercer lugar, los sentimientos pueden teñir directamente los
juicios requeridos para la toma de decisiones. Numerosos estudios han demostrado que los
sentimientos momentáneos influyen en los juicios sociales. Tendemos a realizar juicios que
son consistentes con el estado afectivo en el momento del juicio.
En resumen, los sentimientos pueden sesgar directamente las elecciones individuales.
Por ejemplo, los sentimientos desagradables intensos a menudo conducen a priorizar las
mejoras a corto plazo, centrándose en lo que es mejor en el momento, aun cuando ello
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Motivación y conducta
Como subrayan los economistas, la motivación influye en la conducta. Es bien sabido
que en muchas ocasiones los incentivos permiten explicar la conducta. Por otro lado,
ajustarse al estado motivacional de la persona es una de las formas más efectivas para influir
en la conducta de esta. Por ejemplo, para promocionar un producto de lujo lo adecuado es
emplear un mensaje publicitario que subraye los conceptos de estatus y exclusividad.
La conducta influye en la motivación. Cualquier conducta implica un resultado y los
resultados pueden afectar a la motivación para perseverar en la conducta o para alterar esta.
Motivación y emoción
La motivación influye en las emociones porque las metas (lo motivante son los
objetivos) suelen concordar con emociones determinadas. Por otro lado, es obvio que la
emoción tiene efectos motivadores, e incluso los estados de ánimo pasajeros (momentary
moods) están implicados en los procesos motivacionales.
Emoción y conducta
Las emociones influyen en la conducta porque orientan, impulsan y condicionan esta.
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De hecho, las personas suelen predecir el comportamiento de los demás al observar sus
emociones. Por otro lado, las conductas generan emociones derivadas de los resultados de
aquellas, especialmente cuando afectan al bienestar físico y psicológico.
Una implicación organizacional de la influencia de la emoción sobre la conducta es que
los individuos que experimentan un fuerte afecto negativo pasan más tiempo holgazaneando
que aquellos que se encuentran de buen ánimo o que únicamente disponen de tareas
distractoras que no son nada interesantes. Estos hallazgos proporcionan evidencia de que caer
en la tentación puede ser, algunas veces, una estrategia cognitiva consciente para reducir la
angustia emocional (Tice et al., 2000).
Quizá la implicación más importante de la relación entre emoción y conducta es que,
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como ha subrayado el psicólogo Robert Zajonc, las personas pueden sentir y actuar sin
pensar en las consecuencias. El psicólogo John Bargh, ampliando el trabajo de Zajonc, ha
encontrado que la mayoría de las conductas presentan una tendencia a la “automaticidad” y
que en las decisiones que tomamos inconscientemente pueden influir elementos sutiles del
entorno actual. En resumen, no siempre tomamos decisiones de una manera consciente, sino
que sentimos y actuamos automáticamente y luego racionalizamos nuestros sentimientos y
nuestras conductas.
1.2.1. Percepción
La percepción es el proceso por el cual los individuos organizan e interpretan la
información captada por sus sentidos. La información puede ser de dos tipos: interna, cuando
se trata de manifestaciones del estado físico del organismo, o externa, cuando procede del
entorno en el que se encuentra el individuo.
El proceso de percepción tiene dos objetivos fundamentales. En primer lugar, detectar
tanto cambios en los estímulos como relaciones entre estímulos. El cerebro es una máquina
de detección de cambios. Estudios sobre respuestas cerebrales han demostrado que las
alteraciones de la normalidad son detectadas con una rapidez y una sutilidad asombrosas. En
segundo lugar, buscar el significado de lo percibido.
A nivel organizacional, es necesario evaluar cómo perciben las personas su trabajo para
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ser capaces de influir en la productividad, puesto que esta depende entre otros factores de la
satisfacción percibida por la persona al llevarlo a cabo.
Una teoría que ha tenido una influencia decisiva en el estudio de la percepción es la
teoría de la Gestalt (“forma” en alemán). Esta teoría surge a comienzos del siglo XX en
Alemania, a partir del trabajo de los psicólogos Max Wertheimer, Wolfgang Köhler y Kurt
Koffka, y sostiene que la búsqueda del significado de lo percibido está guiada por la
tendencia a percibir patrones o formas en lugar de componentes aislados.
La teoría de la Gestalt subraya que las configuraciones son lo relevante y que el todo es
más que la suma de las partes, del mismo modo que una melodía es algo más que la mera
combinación de notas musicales. Esta idea es aplicable no solo a la percepción de objetos,
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sino también a la percepción de ideas y situaciones abstractas, y es útil asimismo para
entender los procesos mentales. Tenemos una tendencia espontánea a atribuir sentido global,
como si fueran eslabones de una narración lógica, a hechos que de otra forma quedarían
desperdigados y cuya comprensión individual nos abrumaría. La búsqueda de regularidades
permite organizar la información.
La percepción de patrones o formas obedece a varios principios o leyes. En primer
lugar, percibimos figuras sobre fondos, siendo una figura un patrón o imagen que llama la
atención, y el fondo aquello sobre lo que se percibe la figura (principio fondo-figura). En
segundo lugar, tendemos a completar las figuras incompletas (principio de cierre). En tercer
lugar, agrupamos los estímulos utilizando como criterios la similitud, la proximidad, la
simetría, la continuidad y el destino o dirección común.
El principio de similitud dice que tendemos a agrupar los estímulos que son similares.
El principio de proximidad afirma que tendemos a agrupar los estímulos que se encuentran
próximos entre sí. El principio de simetría sostiene que percibimos los objetos como si fueran
simétricos a partir de un punto central. El principio de continuidad significa que tendemos a
agrupar los estímulos de un objeto cuando están alineados dentro de un objeto, mientras que
en caso de intersección de objetos la tendencia es percibirlos de forma independiente. Por
último, de acuerdo con el principio del destino común agrupamos los objetos similares que
comparten un movimiento o destino común (por ejemplo, percibimos un pelotón ciclista
como un todo).
Los principios o leyes anteriores ejemplifican un principio general conocido como ley
de Prägnanz (“concisión” en alemán), según el cual percibimos el patrón más simple posible.
Por ejemplo, si observamos cuatro puntos que forman ángulos rectos entre sí tenderemos a
ver un cuadrado antes que un rombo. La razón es que se requiere menos esfuerzo mental para
unir los cuatro puntos formando un cuadrado que formando un rombo.
La percepción es un proceso subjetivo y selectivo, en el que influyen los intereses y
actitudes personales, la experiencia, las expectativas y las demandas de tipo temporal y/o
situacional y/o social. Como proceso, la percepción está sujeta a una serie de condiciones de
las que depende su desarrollo y consecuencias. Uno de las más importantes es la atención.
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Prestamos más atención a aquellos hechos que concuerdan con nuestros intereses y que
confirman nuestras creencias. En algunos casos el sujeto puede regular en mayor o menor
medida el nivel de atención que presta y es precisamente la concordancia de la información
percibida con sus metas lo que explica la dedicación de un mayor o menor grado de atención.
En otros casos, como en el caso de estímulos que comportan peligro o dolor, no es posible
apartar la atención porque los sentidos quedan obligados, es decir, atados (obligación viene
del latín obligare, “con lazo”). Al margen de determinantes físicos, la focalización de la
atención depende de cuán importantes son los estímulos para la persona (relevancia personal
de los estímulos), de su vivacidad y de su saliencia.
Como el sistema perceptivo está orientado a identificar cambios y encontrar
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significados, la información que nos resulta más distintiva es aquella que es novedosa y que
contrasta con el conocimiento previo y las expectativas que la persona tiene en la situación
(por ejemplo, una conducta no habitual en una persona conocida), o aquella que destaca en
términos físicos (como el brillo, el movimiento, el color, el olor, el sonido, el tamaño, la
proximidad y la similitud) o conductuales (comportamientos no frecuentes o extraños).
La vivacidad de un estímulo es cuán llamativo es en sí. En cambio, la saliencia es una
propiedad derivada de la relación del estímulo con su contexto. La diferencia entre saliencia
y vivacidad es, pues, que mientras que la vivacidad implica que el estímulo posee
características llamativas desde el punto de vista sensorial (es una característica propia del
estímulo), la saliencia se refiere a que es el contexto lo que hace que el estímulo cobre
importancia. Por ejemplo, muchos comportamientos en sí no nos llamarían la atención si no
fuera por el contexto en el que se producen.
Ya se trate de objetos o de personas, las percepciones se caracterizan por estar
estructuradas (lo que permite descomponerlas en elementos más simples), así como
orientadas a la identificación de cambios (lo que supone contrastar la información actual con
la información previa disponible) y a la búsqueda de significado. Sin embargo, las personas y
los objetos no se perciben de la misma forma. En el caso de los objetos, el proceso de
percepción tiende a ser menos complejo: primero, porque a las personas, a diferencia de a los
objetos, se les atribuyen intenciones; y segundo, porque la percepción de personas suele
producirse en situaciones de interacción, en las que también se es percibido.
La percepción no es neutra, pero los estímulos rara vez lo son. Por ejemplo, el aspecto
físico de una persona es una característica que influye en cómo es percibida por los demás.
Una implicación fundamental de ello para la gestión empresarial se da en el campo de la
publicidad: no podemos ignorar la apariencia de los otros, aunque lo intentemos.
Los psicólogos y los economistas comparten la idea de que prácticamente todo tiene
implicaciones en términos positivos (ganancias) o negativos (costes). Otra teoría importante
acerca de cómo percibimos, y que se centra en los conceptos de pérdidas y ganancias, es la
teoría de la perspectiva (prospect theory). Sus autores, los psicólogos Daniel Kahneman y
Amos Tversky, mostraron varias ideas que han tenido un gran impacto en ciencias sociales.
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En primer lugar, que tenemos una aversión intrínseca a la pérdida. En el ámbito comercial,
esto explica la atracción por lo gratis (si es gratis no hay posibilidad de pérdida). En segundo
lugar, que realizamos valoraciones en términos relativos (cambios) en lugar de absolutos
(estados). En tercer lugar, que la percepción depende de la referencia que se tome. Por
último, que la percepción de los beneficios y de las pérdidas no sigue la misma pauta. Las
pérdidas pesan más que las ganancias correspondientes. Las personas tienden a sentir
aversión al riesgo respecto a las ganancias (evitan arriesgarse después de haber ganado) y a
buscar el riesgo en el ámbito de las pérdidas.
La teoría de la perspectiva permite entender también lo que se conoce como efecto
dotación (endowment effect), según el cual exigimos mucho más por desprendernos de algo
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que ya tenemos (pérdida) que lo que estaríamos dispuestos a pagar por su adquisición
(ganancia).
Atribución
Al percibir se produce automáticamente un proceso de atribución, es decir, de búsqueda
de explicación a lo percibido. El proceso de percepción está diseñado para reconocer y dotar
de significado todo aquello que el individuo experimenta. Se trata de comprender qué sucede
y por qué sucede. En algunos casos, saber qué es suficiente para saber cómo actuar. En otras
ocasiones, conocer el porqué es imprescindible para saber qué hacer.
Tendemos de forma inmediata a buscar las causas tanto de los comportamientos de los
demás (heteroatribución) como de nuestras propias conductas (autoatribución). Y estamos
predispuestos desde que nacemos a tener impresiones de causalidad. Este proceso supone un
intento de determinar si un comportamiento determinado obedece a causas internas
(disposicionales) o externas (situacionales). La atribución satisface una necesidad básica del
ser humano, estrechamente ligada al imperativo de saber cómo actuar: la necesidad de
controlar las vivencias.
Al percibir nos formamos impresiones. Inferimos las características psicológicas a
partir de la conducta, así como de otros atributos de la persona observada, organizando estas
inferencias en una impresión coherente. Para causar una buena impresión en los demás, los
individuos generalmente manejan las impresiones (autopresentación), bien a través de
esfuerzos para mejorar el nivel de agrado que uno produce en los demás (automejora) o bien
a través de esfuerzos para inducir sensaciones y reacciones positivas en otros (mejora de
otros).
El proceso de atribución puede ser complejo y, de hecho, no todos los procesos de
atribución presentan las mismas demandas desde el punto de vista cognitivo. Los
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denominados problemas inversos suelen ser más sencillos de resolver: resulta más fácil
regenerar un cubito de hielo a partir del charco de agua procedente de su deshielo previo
(proceso hacia atrás) que predecir la forma que tendrá el charco al derretirse el cubito
(proceso hacia delante). La razón es que hay más de un resultado posible: el cubito derretido
puede adoptar muy diversas formas. Es decir, explicar el pasado es más fácil que predecir el
futuro. El proceso hacia delante se usa generalmente en física e ingeniería; el proceso hacia
atrás, en los planteamientos históricos, no repetibles y no experimentales. En gestión y en
psicología se emplean ambos procesos.
Para comprender qué sucede y por qué sucede, lo que hacemos es, básicamente,
simplificar. Necesitamos resumir la dimensión de las cosas para entenderlas. En términos
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perceptuales, comprender es comprehender. El hecho de simplificar, la falta de información y
los límites cognitivos a la capacidad de procesar esta, implican que, en buena medida,
percibir es un proceso creativo.
El psicólogo social Solomon Asch, influido por la teoría de la Gestalt, demostró en los
años cuarenta que el significado percibido depende del contexto. Lo que hacen las personas
es reconocer un rasgo propio del contexto (denominado rasgo central) y articular la
información restante en torno a él. Cuando se percibe un objeto o una persona también se
capta qué capacidad tiene para alterar el estado emocional. Por ejemplo, todo el mundo se
forma una impresión inicial de cómo puede afectarle la incorporación de un nuevo
compañero de trabajo.
En 1965, los psicólogos Edward E. Jones y Keith E. Davis propusieron la teoría de las
inferencias correspondientes, una teoría de la atribución que describe el proceso mediante el
que una persona realiza una atribución disposicional. Según esta teoría, los factores que el
observador tiene en cuenta para decidir si la conducta corresponde a una causa disposicional
son si el actor tenía o no capacidad y libertad para realizar la conducta y si conocía sus
efectos, la comparación de las consecuencias de la conducta con las de otras conductas
alternativas que el actor podía haber realizado, si se trata de una conducta que se ajusta a lo
que se espera socialmente (deseabilidad social), y si el observador se ve afectado por la
conducta. Respecto a este último factor, se dice que la conducta posee relevancia hedónica
cuando comporta consecuencias positivas o negativas para el observador. Cuando este
percibe que la conducta se dirige expresamente hacia él se habla de personalismo.
Poco después, en 1967, el psicólogo Harold Kelley elaboró una teoría de la atribución
denominada teoría de la covariación, que proponía examinar la conducta comparándola con
las conductas previas. Según este autor, las dimensiones de la conducta que determinan el
proceso de atribución son el consenso, la distintividad y la consistencia. El consenso implica
evaluar si, en la misma situación, otras personas se han comportado de la misma forma (en
caso afirmativo, existe consenso). La distintividad se refiere a si el comportamiento es
inusual o atípico en una persona (en caso afirmativo, la conducta es distintiva). Y la
consistencia alude a si el comportamiento de esta es el mismo en otras ocasiones (en caso
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Sesgos
Los procesos de percepción y atribución están sujetos a diversos sesgos cognitivos.
Estos sesgos se deben a la tendencia a elaborar narraciones coherentes de los sucesos, a
preservar nuestra autoestima, a la falta de información, al intento de superar limitaciones al
procesamiento de la información o al modo de funcionamiento del cerebro.
El sesgo más conocido es quizá el denominado error fundamental de atribución. El
psicólogo austríaco Fritz Heider, influido también por la escuela de la Gestalt, fue el primero
en estudiar el fenómeno de la atribución. Heider observó que al explicar el comportamiento
de los demás, las personas tienden a sobrevalorar las causas disposicionales (internas) y a
subestimar las causas situacionales (externas). Este sesgo fue estudiado después por otros
psicólogos como Edward E. Jones, Keith E. Davis, Victor Harris y Lee D. Ross. Este último
denominó error fundamental de atribución a este sesgo y es así como tradicionalmente se
conoce, aunque más recientemente el psicólogo de Harvard Daniel Gilbert ha propuesto la
expresión “sesgo de correspondencia” (correspondence bias).
Un sesgo relacionado con el anterior es el sesgo de autoservicio. En general, las
personas tienen la necesidad de pensar bien sobre sí mismas. Existe una amplia evidencia
empírica de que la mayoría de las personas realizan atribuciones favorecedoras o
autoservidas (self-service attributions), centradas en el yo. Esto explica que una persona crea
que ha contribuido más de lo que realmente lo ha hecho cuando realiza una tarea junto a otras
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personas, o que se atribuya el éxito a sí misma (a sus capacidades) y, en cambio, culpe del
fracaso a otras personas, a las circunstancias o al azar (a factores externos).
Mientras que el error fundamental de atribución se produce cuando se trata de explicar
la conducta de los demás, las tornas cambian respecto a la propia conducta, que suele
atribuirse a causas situacionales en lugar de a causas disposicionales. Esta asimetría o doble
rasero a la hora de juzgar las conductas propias y ajenas se conoce como sesgo obserfvador-
actor (no es lo mismo ser observador y actor –juez y parte– que solo observador).
En el ámbito organizacional, el éxito induce atribuciones autoservidas y los directivos
son propensos a atribuir el éxito a sus propias capacidades, incluso cuando el éxito se debe a
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la toma de riesgos o a la suerte.
El sesgo de autoservicio está relacionado con el sesgo de invulnerabilidad, esto es,
creer que algo le puede pasar a los demás pero no a uno mismo. Por ejemplo, creer que uno
es menos vulnerable a los prejuicios que los demás. Este sesgo opera incluso aunque el sujeto
sea consciente de la existencia del mismo.
Otro sesgo importante es el sesgo de búsqueda de coherencia narrativa. Al percibir, más
que registrar la realidad, la construimos. Nos ayudamos de un repertorio de esquemas
cognitivos preconcebidos, que nuestra mente activa cuando recibe ciertos estímulos
sensoriales. Para identificar el significado, completamos la información de la que no
disponemos utilizando nuestras creencias, nuestras experiencias o el contexto. Las historias
son importantes porque gracias a ellas el individuo tratar de encontrar sentido a su vida y a
sus experiencias. Pero el deseo de dotar de una dirección coherente a los sucesos puede
conducir a ver tendencias que no existen, a inferir causas de forma incorrecta o a ignorar
determinados hechos que (aunque pueden ser relevantes) no encajan en la historia. De hecho,
lo que importa para que una historia sea buena no es que la información sea completa o que
sea veraz, sino que sea consistente. Con una evidencia pobre se puede construir una buena
historia y, paradójicamente, es más fácil construir una historia coherente cuando nuestro
conocimiento es escaso, puesto que en tal caso hay menos piezas que encajar.
Pero hay muchos más sesgos:
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desagradable, como habrá visto el lector en innumerables programas televisivos en
los que se ha realizado esta prueba con cámara oculta. A las personas atractivas
físicamente se les suele atribuir rasgos y atributos positivos, beneficiándose de un
efecto halo positivo (seguramente también influye el hecho de que las personas
atractivas se perciben como menos peligrosas). Asimismo, existe evidencia de que
las personas atractivas suelen beneficiarse de un sesgo de lenidad (benevolencia o
indulgencia) a la hora de recibir un castigo. Ya lo dijo Confucio: “No he visto
todavía a nadie que ame tanto la virtud como se ama la belleza física”.
• La tendencia a categorizar: el psicólogo social Henri Tajfel destacó el carácter
comparativo que tienen los juicios sobre los rasgos y características de las personas
y la tendencia a categorizar a estas, de modo que se aplican a las personas las
características de los grupos a los que pertenecen. Asimismo, en buena medida,
cada uno también se aplica a sí mismo las características de sus grupos de
pertenencia, lo que contribuye a la generación de una identidad social e incide en la
autoestima.
• El “error último de atribución”: con esta denominación se conoce la tendencia a
exagerar las diferencias entre personas que percibimos como pertenecientes a
categorías distintas (exogrupos) y a minimizar las diferencias entre personas que
pertenecen a la misma categoría (endogrupo). Tendemos a creer que lo que nos
distingue a nosotros de ellos es mucho y muy importante y que ellos son muy
parecidos entre sí mientras que nosotros somos más variados. Este sesgo hace que
concedamos el beneficio de la duda a las personas que nos son afines pero no a
quienes no conocemos. Por ejemplo, cuando se justifica una conducta censurable
cuando se trata de personas que conocemos pero no cuando tal conducta la lleva a
cabo un extraño. Los estereotipos no solo pueden influir sino que también pueden
condicionar la realidad social a través de sus efectos autoconfirmatorios.
• El sesgo de asociación: la presentación de estímulos de cierto signo incrementa la
accesibilidad de otros estímulos semánticamente relacionados, aumentando así la
probabilidad de activar pensamientos de significado semejante.
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en alusión al mito clásico, según el cual el amor que Pigmalión sentía hacia la
escultura de una mujer en la que trabajaba (Galatea) hizo que esta cobrara vida.
En un famoso experimento realizado en una escuela infantil por el psicólogo
Robert Rosenthal y por Lenore Jacobson (la directora de la escuela), se hizo creer a
unos profesores que ciertos niños eran “superdotados latentes”. Pues bien, esos
niños acabaron destacando en los estudios aunque los investigadores los habían
elegido al azar. Las expectativas positivas de los docentes en relación con esos
niños modificaron su comportamiento hacia ellos de una forma que acabó
aumentando el rendimiento de estos. En cambio, el grupo de alumnos normales y
corrientes acabaron siendo lo que se esperaba que fueran.
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• El sesgo de negatividad: es un triste hecho, pero lo malo es más fuerte que lo
bueno. Por ejemplo, el impacto de las emociones malas y de los padres malos es
mayor que el de las emociones positivas y los padres buenos. El mal tiene mayor
capacidad de hacer dependiente al sujeto (de restarle autonomía y, por lo tanto,
capacidad de control) que el bien porque puede restringir o eliminar la posibilidad
de tener experiencias positivas en el futuro. Además, el bien suele ser más pasajero
que el mal. Por esta razón, los rasgos que determinan una evaluación negativa son
más fáciles de confirmar que aquellos que se evalúan de forma positiva, los cuales
son difíciles de adquirir pero fáciles de perder. Según la ley de la asimetría
hedónica, el placer es siempre contingente con el cambio y desaparece con la
satisfacción continua, mientras que el dolor puede perdurar en el tiempo si
persisten las condiciones adversas.
El hecho de que la información negativa tiene mayor valor informativo que la
información positiva se advierte también en que los rasgos negativos observados en
una persona dicen más de ella y con más certeza que los rasgos positivos. De ahí
que una primera impresión negativa sea más difícil de modificar que una impresión
positiva.
En resumen, como las consecuencias de lo negativo son más importantes que las de
lo positivo, somos más sensibles a la información negativa que a la positiva, esto
es, la información sobre las cosas malas es procesada de forma más profunda e
intensa que la información sobre las cosas buenas.
• El éxito duradero: casi todas las empresas que obtienen elevados resultados
financieros decaen a lo largo del tiempo. Además, tendemos a no reconocer los
fenómenos regresión a la media: cuando un rendimiento ha sido excepcionalmente
bueno y el siguiente no lo es tanto tendemos a pensar que este último ha sido malo
en vez de que el primero ha sido excepcional. La promesa de un estándar para el
éxito duradero es atractiva pero no es realista.
• Ver los resultados como absolutos: en una economía de mercado competitiva el
resultado obtenido por la empresa es algo relativo, puesto que siempre se ve
afectado por los resultados de otras compañías. Por ejemplo, una empresa puede
mejorar y estar muy por detrás de sus competidores al mismo tiempo. Sin embargo,
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las empresas son descritas a menudo como exitosas o fracasadas como si los
resultados dependieran únicamente sus acciones, es decir, como si los resultados
fueran absolutos.
• El “lado equivocado de la vara”: puede que sea cierto que las compañías exitosas a
menudo llevan a cabo una estrategia muy definida, pero eso no significa que las
estrategias muy definidas (highly focused strategies) a menudo conduzcan al éxito.
Solemos confundir causas y efectos, acciones y resultados.
• La física organizacional: los resultados obtenidos por la empresa no obedecen a
leyes inmutables de la naturaleza y no se pueden predecir de forma científica, a
pesar de que a los economistas les guste jugar a ser los físicos de las ciencias
sociales. Afirmar que un solo enfoque puede funcionar en cualquier parte, en todo
momento, para todas las empresas, resulta atractivo pero ignora la complejidad del
tema. Incluso si evitamos el efecto halo, e incluso si realizamos un estudio
longitudinal, todavía tenemos el problema de las explicaciones alternativas. Hay
tantas cosas que contribuyen a los resultados de la empresa que es difícil saber
cuánto se debe a un factor particular y no a otro/s.
Un gestor sabio es consciente de que cualquier buena estrategia entraña riesgo, que la
ejecución de esta es incierta (porque lo que funciona en una organización con unos
empleados puede no funcionar en otra organización con otros empleados distintos), que la
ocasión a menudo juega un papel más importante del que pensamos y que ni los malos
resultados significan siempre errores de gestión ni los buenos se deben siempre a aciertos de
gestión.
Por todo lo anterior, sostiene Rosenzweig, si dejamos de lado las conjeturas habituales
sobre el liderazgo, la cultura, el enfoque (focus) y similares –los cuales quizá se entienden
mejor como atribuciones basadas en los resultados que como causa de estos– las
explicaciones se reducen a dos ámbitos: la elección de la estrategia y su implementación.
Respecto a la primera, cualquier elección estratégica es arriesgada porque la demanda es
incierta, los competidores son impredecibles y la tecnología cambia. Es más, a veces ni
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siquiera los propios directivos son capaces de explicar por qué la empresa ha tenido éxito o
no: existe lo que se denomina ambigüedad causal, es decir, no es posible identificar los nexos
causales. El hecho de que existan muchas y sutiles interrelaciones dentro de una organización
hace difícil conocer cuál será exactamente el resultado de un conjunto determinado de
acciones. Por otra parte, la implantación de la estrategia es incierta porque las prácticas que
funcionan bien en una compañía puede que no tengan el mismo efecto en otra. Por ello, el
resultado de una compañía nunca puede ser garantizado y los esfuerzos para aislar los
secretos del éxito siempre se quedarán cortos.
1.2.3. Memoria
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La idea de que tenemos un acceso limitado a las operaciones de nuestra mente es
difícil de aceptar porque resulta extraña a nuestra experiencia, pero es una verdad:
sabemos mucho menos de nosotros mismos de lo que realmente creemos.
Daniel Kahneman
Funciones de la memoria
La memoria constituye el principal elemento del funcionamiento cognitivo. Según la
psicología cognitiva, la memoria es un sistema de procesamiento de información que
interviene en la codificación de la información, su almacenamiento y su recuperación.
La codificación consiste en transformar la información sensorial en patrones con
sentido (palabras, frases y conceptos) que puedan almacenarse y ser utilizados
posteriormente. Habitualmente la codificación pasa desapercibida para el individuo porque se
produce de forma automática. No obstante, memorizar conceptos normalmente requiere un
esfuerzo deliberado de codificación. Mediante un proceso denominado elaboración
(elaboration) se conecta un concepto nuevo con la información existente en la memoria
(como ejemplos personales o concretos). De hecho, la no elaboración es una causa común de
errores de la memoria.
El almacenamiento implica la retención de material codificado a lo largo del tiempo. La
información que memorizamos de forma más completa y precisa es aquella a la que
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prestamos atención, en la que estamos interesados, que nos activa emocionalmente, que está
conectada con experiencias previas, o que repasamos/revisamos. La mejor forma de añadir
material a la memoria a largo plazo es asociarlo, mientras que está en la memoria de trabajo,
con material ya almacenado en la memoria a largo plazo. El procesamiento profundo, esto es,
el establecimiento de más conexiones con la memoria a largo plazo, convierte a la nueva
información en más significativa y memorable.
La recuperación es el acceso a la información almacenada en la memoria y depende de
la forma en la que se almacenó la información. La activación de un contenido de la memoria,
por ejemplo al percibir una situación, arrastra un esquema de pensamiento que facilita el
acceso a otros contenidos de la memoria, lo que condiciona el manejo de la información. Los
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factores que afectan a la recuperación de esta son varios. En primer lugar, que la información
sea significativa (meaningful organization), familiar, notoria o emocional. La evocación
(recall) se refiere a la recuperación a partir de pistas mínimas. El reconocimiento consiste en
identificar si un estímulo ha sido experimentado con anterioridad y normalmente es menos
demandante que la evocación porque las pistas son más completas. En segundo lugar, la
recuperación depende del ajuste entre las pistas de recuperación y la forma en la que la
información fue codificada. Cuanto más se ajusten las pistas a la forma en la que la
información fue codificada más efectivas serán para acceder a la memoria. Esto se conoce
como principio de especificidad de la codificación (encoding specificity). En tercer lugar, el
estado de ánimo, al sesgar nuestras percepciones, puede afectar al modo en que recordamos
(mood-congruent memory).
La memoria tiene una función adaptativa, que contribuye a la supervivencia. La
información se guarda porque tiene valor adaptativo. Las funciones de la memoria –
codificación, almacenamiento y recuperación– están relacionadas con los objetivos
siguientes:
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• Dar significado a las vivencias: necesitamos dar significado a los estímulos y
construir una representación interna de las situaciones. Pero esto es imposible si no
se dispone de creencias, actitudes y expectativas almacenadas en la memoria.
• Desarrollar el lenguaje y la capacidad de expresión verbal: por una parte, resultaría
imposible desarrollar pensamientos complejos sin un vocabulario cuyo significado
está almacenado en la memoria. Por otra parte, la riqueza del proceso de
pensamiento (que depende de su flexibilidad y aplicabilidad) está ligado a la
capacidad de emplear las palabras en sentido distinto del que propiamente les
corresponde, pero con el que tienen alguna conexión, correspondencia o
semejanza. Esta capacidad comprende la utilización de metonimias, sinécdoques y
metáforas.
La metonimia consiste en utilizar el nombre de una cosa para referirse a otra cosa
de la cual es un atributo o con la que está asociada (por ejemplo, la corona para
referirse a la monarquía; o esférico en lugar de balón de fútbol).
La sinécdoque consiste en extender, restringir o alterar de algún modo la
significación de las palabras, designando el todo con la parte o viceversa; el género
con la especie, o viceversa; o una cosa con la materia de la que está formada. Por
ejemplo, cuando se hace referencia a la postura de “Washington” para aludir a la
política del gobierno de Estados Unidos.
La metáfora consiste en utilizar una palabra o frase que denota un objeto o idea en
lugar de otro/a para sugerir un parecido o analogía entre ambos/as o para establecer
un paralelismo tácito entre dos situaciones. Las metáforas son omnipresentes:
facilitan la comprensión de realidades complejas, alertan sobre acontecimientos
futuros (por ejemplo, decir que una decisión será una bomba) y juegan un papel
muy activo en los conflictos humanos.
La memoria tiene un lado positivo: nos permite sacar provecho de nuestros errores y de
lo que sabemos para crear un futuro mejor. Pero también tiene un lado negativo, cuando los
recuerdos conllevan rencor, indefensión aprendida y cavilación sobre traumas, los cuales
pueden conducir a la depresión. En estos casos, el pasado suele verse con añoranza porque en
él quedaba la posibilidad del futuro.
Errores de la memoria
La memoria es un almacén complejo porque opera constantemente de forma dinámica y
constructiva. A pesar de lo que solemos creer y nos gusta pensar, la memoria no es algo fijo y
tampoco suele ser un registro exacto del pasado.
La función adaptativa que tiene la memoria tiene un coste. La memoria no es perfecta,
comete errores. Los hechos que conocemos no siempre vienen a la mente cuando los
necesitamos. Nuestros recuerdos son falibles. Podemos olvidar cosas que han sucedido
realmente y podemos recordar cosas que no han ocurrido. La psicóloga Elizabeth Loftus ha
aportado evidencia de que crear recuerdos falsos es sorprendentemente fácil.
Según el psicólogo Daniel Schacter, podemos clasificar los errores de memoria en siete
categorías o tipos, a los que este autor denomina pecados de la memoria, aunque como él
mismo afirma no son realmente pecados o defectos, sino costes que pagamos para obtener los
beneficios que hacen que el sistema funcione, generalmente, tan bien como suele hacerlo.
Tres de ellos implican distintos tipos de olvidos (pecados de omisión):
Otros tres son pecados de comisión, aquellos en los que sí recordamos pero lo hacemos
de forma equivocada:
evaluar la decisión tomada. Aunque esta secuencia es clara, frecuentemente no seguimos este
proceso sistemático y ordenado por diversos motivos. Primero, muchas veces no existe tal
forma idónea, de modo que no podemos aspirar a optimizar en tales circunstancias, sino solo
a satisfacer algún/os objetivo/s en cierto grado. Segundo, en contra del principio de la
expectativa, cuando las personas toman decisiones, los valores que asignan a los resultados
potenciales no suelen corresponder con los valores de las probabilidades de esos resultados.
Las emociones pesan en el proceso de decisión, algo que los modelos matemáticos no
contemplan. Tercero, el proceso racional lleva tiempo, pero muchas veces es necesario
decidir rápidamente. Cuarto, el proceso racional requiere disponer de toda la información
relevante para evaluar las alternativas, y esta información puede no estar disponible por falta
de conocimiento o por falta de experiencia. Quinto, el proceso puede ser muy complejo
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cuando el problema en cuestión es muy complejo o, simplemente, cuando no es un asunto
rutinario. Seguir el camino correcto es fácil cuando es recto y conocido, pero no tanto cuando
tiene curvas y no se ha transitado antes.
Ni siquiera ser experto garantiza siempre tomar buenas decisiones o mejores decisiones
que las que tomarían personas no expertas. Ser un experto puede ser contraproducente,
porque al tener más conocimientos se desarrolla un exceso de confianza en la capacidad de
comprensión. Asimismo, en algunas ocasiones quienes tienen pocos conocimientos sobre
algo pueden acertar más que un experto porque, al no ser expertos, se centran en aspectos
básicos pero relevantes que los expertos pasan por alto.
Al estudiar el comportamiento de expertos, el psicólogo Philip Tetlock constató que
estos se resistían a admitir que estuvieran equivocados, y cuando no les quedaba más
remedio se justificaban (diciendo, por ejemplo, que se había producido un acontecimiento
impredecible). El problema es que los expertos se comportan como erizos. “La zorra sabe
muchas cosas, pero el erizo sabe una importante”, dice un verso del poeta griego Arquíloco,
conocido sobre todo por el ensayo del historiador Isaiah Berlin El erizo y la zorra. El erizo se
enfoca o concentra en una idea, mientras que la zorra improvisa y es astuta. Tetlock observó
que la principal diferencia entre el pensamiento de la zorra y el del erizo es que la zorra tiene
más probabilidades de examinar su propio proceso de toma de decisiones. Mientras que esta
piensa en cómo piensa y acepta la ambigüedad, el experto que piensa como un erizo es
propenso a tener ataques de certeza.
“sistema 2”, siguiendo la propuesta de los psicólogos Keith Stanovich y Richard West. Estos
sistemas no están ubicados en ninguna zona concreta del cerebro, simplemente se refieren a
modos de procesamiento de la información diferentes. La etiqueta sistema 1 se refiere al
modo automático de procesamiento, mientras que con la etiqueta sistema 2 se alude a las
operaciones mentales que se realizan de forma controlada por la persona.
El sistema 1 hace continuamente sugerencias al sistema 2 en forma de impresiones,
intuiciones, intenciones y sensaciones. Sobresale en integrar la información sobre una cosa.
Es capaz de establecer equivalencias de intensidad (por ejemplo, entre tamaño y volumen
sonoro), exagera la consistencia emocional y a menudo calcula más de lo que se necesita o se
desea (este fenómeno es denominado escopeta mental). Su punto débil es que no es hábil en
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utilizar información puramente estadística.
El funcionamiento del sistema 1 se basa en la regla “lo que se ve es todo lo que hay” y
en la coherencia asociativa. Se caracteriza porque no puede ser desconectado; es dependiente
del contexto, impulsivo, rápido y opera sin esfuerzo; distingue lo sorprendente de lo normal;
ignora la ambigüedad, elimina la duda y construye explicaciones coherentes (tiende a la
confirmación); y responde más a las pérdidas que a las ganancias.
La evolución ha favorecido el desarrollo del sistema 1. La intuición puede fracasar
cuando está basada en experiencia que no es relevante para el problema en curso pero, en
general, confiar en la intuición suele dar mejores resultados que confiar en el razonamiento
controlado, como sostiene el periodista Malcolm Gladwell en su libro Inteligencia intuitiva.
Pensamos sin esfuerzo de forma asociativa, metafórica y causal. En cambio, pensar de forma
estadística es costoso. Según el neurocientífico Michael Gazzaniga, la selección natural
favorece los procesos no conscientes. Los procesos deliberados (razonamientos) resultan
caros porque requieren no solo mucho tiempo sino mucha memoria, mientras que los
procesos inconscientes son rápidos. Las ilusiones ópticas, como la conocida ilusión de las
mesas giradas ideada por Roger Shepard, son claros ejemplos de procesamiento inconsciente.
La intuición es el producto del conocimiento almacenado que permite la solución de
problemas por reconocimiento. La intuición es un buen predictor en entornos familiares o
regulares y es menos fiable cuanto más atípico sea el entorno. Asimismo, la intuición puede
ser más efectiva en el caso de los juicios morales y estéticos que en el caso de problemas
estructurados, como los que manejan algunos expertos. Por ejemplo, un pensamiento
probabilístico poco desarrollado puede conducir a los médicos a elegir tratamientos menos
efectivos o llevar a los directivos a cometer errores financieros.
La función del sistema 2 es el pensamiento controlado (razonamiento). Sirve para
realizar cálculos complejos. Opera con esfuerzo, requiere atención y sigue reglas. Observa y
controla las sugerencias del sistema 1 y es movilizado cuando surge algún problema para el
que el sistema 1 no tiene solución.
El sistema 2 tiene la capacidad de adoptar conjuntos de tareas, lo que le permite dudar
(considerar al mismo tiempo posibilidades incompatibles). Puede programar la memoria para
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obedecer una orden que anula las respuestas habituales. Recibe preguntas o las gestiona y en
ambos casos dirige la atención y busca en la memoria para encontrar las respuestas. Su punto
débil es que a menudo racionaliza ideas y sensaciones que han sido generadas por el sistema
1.
El psicólogo Roy Baumeister ha encontrado evidencia de que el esfuerzo de la voluntad
o autocontrol es fatigoso. El esfuerzo cognitivo y el autocontrol son formas de trabajo
mental, y las situaciones y tareas capaces de debilitar el autocontrol es muy larga y diversa
(Kanheman, 2012).
La autocrítica es una de las funciones del sistema 2, pero en el contexto de las actitudes
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el sistema 2 suele ceñirse a verificar si son compatibles con las creencias existentes en lugar
de examinarlas empleando la duda metódica (la razón de ello es que confirmar es menos
costoso que falsar).
El estado de ánimo y físico afecta a las operaciones de ambos sistemas. En primer
lugar, afecta al sistema 1 porque cuando estamos incómodos o tristes perdemos la sintonía
con nuestra intuición. En segundo lugar, es más fácil cometer errores cuando se está cansado
porque en ese caso el sistema 2 no funciona correctamente. En tercer lugar, el buen humor
relaja el control del sistema 2 sobre la acción. El humor positivo se ha relacionado con un
incremento del uso de la intuición y un menor empleo de enfoques racionales en la toma de
decisiones.
Es frecuente que en la toma de decisiones se empleen procedimientos heurísticos. Las
heurísticas son reglas de decisión aproximada que se emplean para dar respuesta a preguntas
complejas o para producir una respuesta de forma rápida. Las heurísticas tienen interés desde
el punto de vista de la estrategia, puesto que la posibilidad de disponer de respuestas a
preguntas difíciles o de obtener una respuesta rápida puede ser valioso en determinados
contextos. Por ejemplo, los expertos en diversas disciplinas como la física, el baloncesto y la
electrónica emplean heurísticas basadas en los aspectos estratégicos de la situación (como las
amenazas y oportunidades). En el ámbito comercial, simples reglas heurísticas pueden
constituir una estrategia más racional en mercados donde existe una elevada incertidumbre
que el empleo de enfoques intensivos en información y analíticamente complejos.
En estrategia empresarial, es común la idea de que las empresas aprenden rutinas a
partir de su experiencia acumulada en los procesos organizativos. No obstante, actualmente
se enfatiza que las empresas aprenden carteras de heurísticas (portfolios of heuristics). Por
ejemplo, las heurísticas se pueden centrar en detectar oportunidades de entrada en nuevos
países. Las empresas aprenden una estructura de reglas común para un rango de problemas
similares de entrada en nuevos países (heurísticas), pero no aprenden detalles extensos y
etapas precisas de aplicación de cada entrada en un nuevo país (rutinas). Bingham y
Eisenhardt (2011) señalan cuatro tipos de heurísticas para capturar oportunidades:
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Heurísticas de prioridad (priority rules): son reglas aproximadas que especifican el
•
ranking de oportunidades aceptables, lo cual permite concentrarse en las
oportunidades más atractivas. Sin ellas, los líderes pueden perseguir oportunidades
menos valiosas y dejar a un lado otras más valiosas.
• Heurísticas temporales (timing rules): son reglas aproximadas relacionadas con la
cronología o secuencia y el ritmo de las acciones a seguir. Ayudan a regular el
tiempo y mantener el “momento” (impulso) de las acciones para evitar desajustes y
pérdidas de esfuerzo. Sin ellas, se pueden llevar a cabo acciones en el orden
incorrecto o a un ritmo equivocado. Las heurísticas temporales incluyen las reglas
de salida, que especifican cuándo abandonar un curso de acción (por ejemplo, dejar
de perseguir un objetivo). Por otra parte, cabe señalar que es más probable que las
heurísticas temporales se aprendan más tarde porque el conocimiento acerca del
tiempo se abstrae a menudo de las experiencias que suceden primero. La psicología
cognitiva apoya esta hipótesis.
ajuste se refiere a que para hacer una estimación tendemos a tomar un punto o valor de
referencia y realizar ajustes a partir de él.
Las heurísticas se usan porque son útiles, ya que funcionan la mayor parte de las veces,
pero pueden conducir a cometer graves errores. Como señalan Thaler y Sunstein (2008), los
decisores son seres humanos comunes con cognición deficiente y poco autocontrol. Es duro
reconocerlo, pero el pensamiento racional puede fracasar, y conocer nuestras limitaciones es
un pobre consuelo, porque la cuestión verdaderamente importante es cualitativa, es decir, en
qué medida la equivocación tiene consecuencias importantes y no el número de
equivocaciones (de poco sirve no errar muchas veces en cosas que no tienen gran
importancia, en cambio equivocarse una sola vez en algo que tiene mucha importancia puede
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marcar una diferencia vital).
Juzgar la probabilidad por la representatividad permite aprovechar el hecho de que a
menudo las impresiones intuitivas son certeras y precisas. Sin embargo, los juicios de
similitud y los de probabilidad no está sujetos a las mismas reglas lógicas. Aunque es común,
la predicción por representatividad no es estadísticamente óptima. Cuando los estereotipos
sean falsos la heurística de la representatividad inducirá a error, especialmente si se ignora la
información de la tasa base (el valor en el conjunto del que se extrae la muestra). Es
totalmente aceptable en los juicios de similitud que estos no resulten afectados por las tasas
base, pero ignorar estas en evaluaciones de probabilidad conduce inevitablemente a cometer
errores.
Estilos cognitivos
Las personas difieren en su forma de enfocar los problemas y de procesar la
información del entorno. Se han identificado distintas etiquetas que hacen referencia a
diferentes estilos cognitivos (Armstrong et al., 2012):
• Globales frente a locales (nivel): los globales son soñadores que prefieren abordar
problemas abstractos y no bien definidos. Los locales prefieren trabajar con
problemas bien definidos y pierden la visión de conjunto (lose sight of the bigger
picture).
• Internos frente a externos (alcance): los internos son individuos introspectivos y
prefieren trabajar solos, mientras que los externos son extrovertidos y prefieren
trabajar de forma cooperativa.
• Liberales frente a conservadores: los liberales son gente dispuesta a ir más allá de
las reglas y procedimientos existentes, a maximizar los cambios y a perseguir
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situaciones que son ambiguas de algún modo. En cambio, los conservadores son
individuos a los que les gusta seguir las reglas y evitar las situaciones ambiguas
siempre que sea posible.
particulares. Los psicólogos Richard Nisbett y Eugene Borgida descubrieron que cuando
presentaban a sus alumnos un hecho estadístico sorprendente, estos no intentaban aprender
nada del mismo. Sin embargo, cuando les mostraban casos concretos, inmediatamente hacían
una generalización (en sus propias palabras: “La nula disposición de los sujetos a deducir lo
particular de lo general solo la contrarrestaba su disposición a inferir lo general de lo
particular”). Sexto, y menos evidente, al establecer juicios estadísticos sobre una
característica es frecuente que ignoremos la tasa base, esto es, la probabilidad de ocurrencia
de dicha característica en la población, lo que puede conducir a conclusiones completamente
erróneas.
Es necesario ser cautos a la hora de decidir. Pero pensar sobre algo detenidamente no
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asegura tomar decisiones correctas siempre. El control sobre los cálculos intencionados está
lejos de ser preciso, y muchos errores son resultado de meditados procesos en frío. Somos
maleables. Podemos manipularnos a nosotros mismos con gran facilidad. Y aunque seamos
conscientes de ello, la hipervigilancia no nos garantiza mejores resultados, porque la
supervisión continua de unos aspectos, además de ser muy costosa en términos energéticos,
se lleva a cabo a expensas de subestimar otros aspectos.
Por último, pese a todo el esfuerzo que realicemos por decidir correctamente, la única
racionalidad al alcance en un mundo imprevisible generalmente es de tipo procedimental, no
sustantiva. La racionalidad procedimental equivale a seguir reglas de decisión o
procedimientos consistentes, mientras que la racionalidad sustantiva define la racionalidad en
función de los resultados derivados de las acciones (algo sería racional si comporta ventajas o
evita pérdidas) que, cuando existe incertidumbre, no pueden predecirse con seguridad.
Los aspectos temporales también afectan a la toma de decisiones, la cual se ve influida
a menudo por la evaluación del pasado. Sin embargo, las reglas que rigen tal evaluación
suelen ser malas guías para la toma de decisiones, porque en ellas el tiempo no cuenta. El
procesamiento temporal es casi siempre fundamental para tener éxito en la toma de
decisiones. Sin embargo, la mente, que es buena contando historias, no lo es tanto para
procesar el tiempo. Tendemos a aceptar el veredicto del yo que recuerda, pero la perspectiva
de este no siempre es la correcta. El yo que recuerda tiende a minusvalorar la duración de lo
que sucedió y enfatiza los picos y el final de las experiencias. Esto, unido a la tendencia a
hallar explicaciones retrospectivas, puede contribuir a deformar nuestra experiencia real.
Respecto al papel que juegan las emociones, las malas decisiones pueden ser resultado
tanto de los estados afectivos y físicos negativos como de los estados afectivos y físicos
positivos. Un estado afectivo y físico negativo genera un estado de concentración mental (en
un problema o situación o en determinados aspectos de este/a), que restringe la posibilidad de
considerar otras opciones o de explorar nuevas posibilidades, lo puede conducir a tomar
malas decisiones. Pero un estado afectivo y físico positivo también puede llevar a tomar
malas decisiones porque puede hacer que haya riesgos que se subestimen.
No obstante, en ocasiones los estados afectivos positivos pueden generar facilidad
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Torres Gemelas de Nueva York? Sin embargo, nuestra percepción de los cisnes negros se ve
afectada por el sesgo de retrospección, que nos produce la sensación de que no se trataba de
sucesos tan impredecibles.
Nuestra incapacidad para predecir los cisnes negros puede llevarnos tanto a asumir
riesgos de forma estúpida como a subestimar las oportunidades. En este sentido, merece la
pena tener en cuenta las siguientes observaciones que realiza Taleb, relativas a nuestra
tendencia a pensar que el mundo es más comprensible, más explicable y, por consiguiente,
más predecible de lo que lo es en realidad. Primero, cuanta más aleatoria es la información,
más necesitamos resumir la información. Cuanto más se resume, más orden se pone. De
modo que la misma condición que nos hace simplificar nos lleva a pensar que el mundo es
menos aleatorio de lo que realmente es. Segundo, la historia nos oculta los cisnes negros y
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nos da una idea falsa sobre las probabilidades de esos sucesos, una ilusión de estabilidad.
Esta disminuye nuestra percepción de los riesgos en que incurrimos en el pasado cuando
tuvimos la suerte de haber sobrevivido a ellos. Tercero, pensamos que sabemos lo que pasa
en un mundo que es más complicado (o aleatorio) de lo que creemos. Cuarto, en los entornos
caracterizados por la incertidumbre y las grandes desviaciones, lo que Taleb denomina
Extremistán, el pasado no es útil para decidir. Además, olvidamos que los rasgos de los que
tuvieron éxito (confianza en sí mismos, saber correr riesgos, optimismo, etc.) son los mismos
que poseían los que fracasaron, y que la diferencia principalmente es una cuestión de suerte.
Quinto, la estabilidad (ausencia de volatilidad) se confunde con la ausencia de riesgo: sin
embargo, la evolución hacia Extremistán puede venir marcada por una reducción de la
volatilidad y un mayor riesgo de que se produzcan grandes cambios (como cuando una
burbuja económica está a punto de estallar) o saltos (como sucede habitualmente en los
mercados de valores).
• Reconocer qué ideas son malas es tan importante como reconocer cuáles son
buenas. Como decía Steve Jobs, “Estoy tan orgulloso de lo que no hemos hecho
como de lo que sí hemos hecho”.
• Mirar constantemente las cosas de un modo diferente. Cuando uno cree que sabe
algo es útil mirarlo de un modo distinto, aunque pueda parecer absurdo o
equivocado.
• No desesperar y aprender de los errores: los mejores decisores son aquellos que
reconocen sus errores y los analizan (estudian qué ha salido mal) para sacar
conclusiones de mejora. Confesar nuestros errores reduce la motivación de superar
las disonancias cognitivas. Como dijo Jonathan Swift, “un hombre nunca debe
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avergonzarse por reconocer que se equivocó, que es tanto como decir que hoy es
más sabio de lo que fue ayer”.
Buena parte del trabajo mental que realizamos es inconsciente. Ello hace difícil
verificar la lógica y los datos que se utilizan cuando tomamos una decisión. Nuestro cerebro
tiende a saltar a las conclusiones y es reacio a considerar alternativas, como ha mostrado el
psicólogo Gary Klein; no es propenso a revisar el marco de decisión inicial, y al enfrentarnos
con una nueva situación realizamos asunciones basándonos en la experiencia pasada.
Campbell et al. (2009), al examinar por qué buenos líderes hacen juicios incorrectos,
encontraron que en todos los casos aparecían tres causas que distorsionaban las señales
emocionales o fomentaban que vieran un falso patrón: el autointerés, los apegos
distorsionantes (distorsing attachments) y los recuerdos desorientadores. En primer lugar, es
difícil ser objetivos porque no es fácil prevenir que el autointerés sesgue los juicios. En
segundo lugar, podemos sentir apego por personas, lugares y cosas cuyos lazos pueden
afectar a los juicios que hacemos acerca de la situación en que nos hallamos y de las acciones
a llevar a cabo. Por ejemplo, un directivo puede ser reacio a vender una división con la que se
ha sentido cómodo trabajando. En tercer lugar, los recuerdos desorientadores son aquellos
que parecen relevantes y comparables con la situación presente pero que dirigen nuestro
pensamiento por un camino erróneo. Ello puede hacer que ignoremos o que infravaloremos
algunos factores cruciales. Si nuestras decisiones en experiencias similares previas dieron
buen resultado es más probable que pasemos por alto las diferencias con la situación
presente.
Campbell et al. (2009) también encontraron que muchos líderes comprenden
intuitivamente que su pensamiento puede estar distorsionado, pero pocos lo comprenden de
un modo estructurado. Una forma de mejorar la toma de decisiones es, pues, cuestionarse,
antes de tomar una decisión, si el autointerés, el apego o los recuerdos están condicionando
negativamente nuestro modo de ver el problema o la situación presente.
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1.3.1. Inteligencia
Noción y teorías
La inteligencia es un concepto resbaladizo. Como suele suceder con las grandes
categorías y constructos, es difícil de definir y existen múltiples definiciones. Pongamos
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simplemente un ejemplo: diferir la gratificación y rechazar los beneficios a corto plazo con el
fin de lograr una mayor ganancia posterior, es un conducta de tipo inteligente desde el punto
de vista económico… porque es “racional”, dado que la aceptación económica de este
término suele ser preferir más a menos. Pero, desde el punto de vista psicológico, inteligencia
y racionalidad no son sinónimos. Cuanto más inteligente se es más capacidad de
racionalización se tiene pero no se es necesariamente más racional.
La inteligencia es uno de los ámbitos de investigación de la psicología que ha tenido
mayor impacto. A pesar de que la inteligencia se asocia generalmente con el éxito académico
y personal, no existe, en términos culturales, una noción universal de inteligencia. Por
ejemplo, asociar la inteligencia con el éxito académico y el hallazgo soluciones rápidas a los
problemas es una concepción occidental, no universal.
La inteligencia es un constructo que integra el conjunto de capacidades que permiten al
individuo aprender y abstraer conceptos para aplicarlos luego a la resolución de problemas, y
que refleja una capacidad amplia y profunda para comprender el ambiente (darse cuenta de lo
que sucede, dar sentido a las cosas o imaginar qué se debe hacer).
En general, los verbos que se relacionan con la inteligencia son percibir, aplicar,
planificar y controlar. La planificación y el control son funciones de carácter directivo. Todas
las funciones relacionadas con la inteligencia tienen un sustrato cognitivo, si bien la función
de aplicación pone de manifiesto la importancia de los aspectos conductuales y emocionales.
Según el biólogo y premio Nobel Jacques Monod, una función principal del
pensamiento es imaginar, es decir, representar y simular sucesos y programas de acción. El
rasgo distintivo de la inteligencia humana es que tenemos una imaginación muy potente.
Gracias a la imaginación se puede visitar el pasado y anticipar el futuro, así como asumir el
punto de vista de otra persona.
Existen diversos enfoques sobre la inteligencia. Desde el punto de vista biológico, la
inteligencia es el resultado de la actuación fisiológica del cerebro. Se asocia con la velocidad
de transmisión en la corteza cerebral, la actividad eléctrica del sistema nervioso y el ahorro
de recursos energéticos cerebrales.
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El desarrollo del análisis factorial (una técnica estadística que permite la reducción de
una serie de datos en factores) permitió centrarse en el estudio de los aspectos estructurales
de la inteligencia. Siguiendo este enfoque, el psicólogo Raymond Bernard Cattell propuso los
términos inteligencia cristalizada (crystallized intelligence) e inteligencia fluida (fluid
intelligence). La inteligencia cristalizada hace referencia al conocimiento adquirido mediante
la educación. Se mide por lo que se ha aprendido, como por ejemplo el manejo práctico de
distintos tipos de problemas verbales, numéricos o espaciales. Es la parte de la inteligencia
más efectiva y que puede modificarse. La inteligencia fluida constituye la habilidad innata
para aprender. Según Cattell este factor es heredable y representa la inteligencia básica de un
individuo o factor g (capacidad mental general). Permite ver relaciones complejas, resolver
problemas y razonar de forma inductiva o deductiva. Se denomina fluida porque puede
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expresarse en diferentes tipos de aprendizaje, dependiendo de las oportunidades educativas
del individuo.
Tradicionalmente, se ha enfatizado el cociente intelectual (CI) como medida de
inteligencia general (este consiste en dividir la edad intelectual de la persona por su edad
cronológica y multiplicar el resultado por 100) y el estudio de la inteligencia se ha centrado
en la capacidad para adquirir conocimientos, razonar y resolver problemas lógicos, es decir,
en el modo de procesamiento de la información. Sin embargo, la concepción actual de la
inteligencia destaca, además de los aspectos cognitivos, la importancia de las dimensiones
conductual y emocional. La dimensión conductual está asociada a la oportunidad y la astucia.
La dimensión emocional se refiere a la regulación y expresión de las emociones. Estos
aspectos se centran en que el carácter inteligente de una conducta debe evaluarse a partir de
referencias sociales.
Las distintas teorías que existen sobre la inteligencia comparten que para medirla hay
que considerar varias habilidades, pero difieren en cuáles y cuántas son. Dos de las
principales teorías sobre la inteligencia han sido elaboradas por Robert J. Sternberg y
Howard Gardner. Ambos autores critican la trascendencia dada a las pruebas de CI,
consideran que todos los componentes de la inteligencia son igualmente importantes y que el
valor de cada uno es determinado culturalmente. A continuación hablaremos de cada una de
ellas.
La teoría triárquica de la inteligencia, propuesta por el psicólogo Robert J. Sternberg,
considera que las aptitudes que configuran la inteligencia son de tres tipos: analíticas,
creativas y prácticas. Las aptitudes analíticas son evaluar, juzgar y contrastar. Las personas
con gran capacidad analítica son capaces de razonar de forma lógica, comparando y
contrastando ideas. Esta capacidad les permite conocer bien tanto a los demás como a sí
mismas. Las aptitudes creativas son inventar, descubrir o imaginar. Permiten desarrollar
nuevas ideas y ver nuevas relaciones entre conceptos. Las aptitudes prácticas son habilidades
para desenvolverse entre la gente y en el entorno. Incluyen las capacidades de adaptación y
modificación del ambiente, así como de selección de un ambiente diferente.
En la teoría de las inteligencias múltiples, el psicólogo evolutivo y neurólogo Howard
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Gardner propuso que la inteligencia no es algo unitario, sino que existen diversos tipos de
inteligencia. Para este autor la inteligencia es la habilidad para resolver problemas o elaborar
productos valiosos en un contexto cultural o en una comunidad determinada. Cada
inteligencia es susceptible de codificarse en un sistema simbólico, un sistema de significado,
producto de la cultura, capaz de capturar y transmitir formas importantes de información. Las
inteligencias no deben ser evaluadas mediante cuestionarios sino en relación a situaciones
cotidianas en las que normalmente deben emplearse.
Para Gardner, inteligencia y aptitud no son sinónimos. Las inteligencias no son
directamente aptitudes, ya que estas últimas son consideradas perfiles de inteligencias
funcionalmente integrados. Gardner considera los siguientes tipos de inteligencia:
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• Inteligencia musical: habilidad para percibir, apreciar, interpretar y componer
ritmos, sonidos, tonos, cadencias, melodías o patrones musicales. Es propia de
músicos, amantes de la música, lutiers y directores de orquesta.
• Inteligencia cinético-corporal: capacidad para utilizar el cuerpo con el objetivo de
expresar ideas y sentimientos. Permite la coordinación y el control del movimiento.
Incluye las destrezas manuales, como el manejo de las manos para transformar
objetos, y el sentido del equilibrio en distintas actividades que requieren
flexibilidad, fuerza, velocidad y percepción de medidas y volúmenes. Es propia de
bailarines, deportistas o cirujanos.
La inteligencia emocional
El término inteligencia emocional fue acuñado por Peter Salovey y John D. Mayer y
popularizado por Daniel Goleman. La inteligencia emocional es un constructo similar a las
inteligencias interpersonal e intrapersonal de las que habla Howard Gardner, consideradas de
forma conjunta. Se puede definir como la metacapacidad para percibir y comprender las
emociones así como para gestionarlas de forma adecuada y adaptativa.
La principal idea que subyace en este concepto es que la inteligencia va más allá de los
aspectos cognitivos e intelectuales, siendo la gestión de las emociones más importante a la
hora de valorar esta.
La capacidad para percibir emociones consiste en poder identificar las emociones de
uno mismo y las emociones de los demás, siendo capaz de distinguir las expresiones
emocionales sinceras de aquellas que no lo son.
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Inteligencia y estupidez
Aunque la inteligencia se suele asociar con la capacidad de resolver problemas, es más
preciso relacionarla, en primera instancia, con la capacidad de observar los problemas. La
razón es que se puede ser muy inteligente y observar lo que otros no ven, y, sin embargo, ser
totalmente incapaz de solucionar los problemas, puesto que esto último no depende
únicamente de capacidades individuales, sino de disponer de recursos adecuados y
encontrarse en las condiciones situacionales apropiadas.
Por ejemplo, la inteligencia no es solo la capacidad de razonar, sino también la
capacidad de concentrarse en los elementos más relevantes de una situación. Pero esto último
no solo depende del individuo, porque la orientación de la atención está condicionada por el
entorno y este puede hacer que la persona pase por alto señales situacionales evidentes. En
resumen, la inteligencia depende del entorno además del individuo. En este sentido, sería útil
distinguir entre inteligencia (como potencialidad) e inteligencia efectiva (o poder de la
inteligencia).
Existen, sin duda, personas estúpidas, pero no es preciso ser estúpido para hacer
tonterías. Lo contrario de la tontería no es la inteligencia sino la sensatez. En las personas, la
inteligencia y la estupidez no son fenómenos mutuamente excluyentes. Keith Stanovich
sostiene que la inteligencia elevada no hace a las personas inmunes a los sesgos. La clave es
que la racionalidad debe distinguirse de la inteligencia. La racionalidad de un proceso de
toma decisiones no guarda necesariamente relación con sus resultados, sean positivos o
negativos.
Aunque se pueden hacer tonterías como consecuencia de estar distraído, las tonterías se
diferencian de las distracciones en que en las primeras la cabeza no está “en otra parte” sino,
por el contrario, demasiado absorta en las cosas. Y la prueba es que las personas se perdonan
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a sí mismas con más facilidad cuando cometen distracciones que cuando hacen tonterías. En
este último caso, la intensidad del arrepentimiento y el sentimiento de culpa es mucho mayor.
La posibilidad de actuar de forma estúpida depende de la fuerza de la situación. Las
personas inteligentes pueden cometer estupideces cuando quedan atrapadas por la situación.
Como veremos al hablar del experimento de la prisión de Stanford en el apartado 2.6.2, las
personas tienden a meterse en la situación, y la fuerza de esta, automáticamente, deshabilita a
nivel cognitivo la opción de salir de la situación. Por eso es tan fácil ser víctima en un
conflicto y que los conflictos se prolonguen en el tiempo. Además, el poder de la situación es
reforzado por el poder del sistema en que esta se produce, que lleva a las personas a meterse
en la situación.
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El psicólogo Paolo Legrenzi ha estudiado qué lleva a las personas inteligentes a
comportarse de forma estúpida, incluyendo casos conocidos de políticos como Bill Clinton,
que se vio atrapado en el caso Lewinsky. Legrenzi identifica las siguientes causas concretas
de la comisión de tonterías. Todas ellas suelen están ocasionadas por el hecho de no haber
identificado un conflicto potencial:
• Estimación errónea del riesgo, basada tan solo en aquello que nos ha sucedido en el
pasado. Las personas son proclives a evaluar el riesgo y el peligro consiguiente
basándose en sus recuerdos biográficos. La estimación de riesgos siempre entraña
una perspectiva temporal. Una estimación incorrecta del riesgo suele ir
acompañada de una percepción temporal errónea, basada en la creencia o esperanza
de que se saldrá airoso incluso si las cosas llegaran a torcerse.
• Tendencia a no tener en cuenta una perspectiva temporal más amplia.
• Pensamiento ilusorio, es decir, la tendencia a confundir lo que quisiéramos que
fuera la realidad con lo que por desgracia es. El fenómeno del pensamiento ilusorio
(wishful thinking) ha sido muy estudiado y existe amplia evidencia empírica de que
es fácil confundir los deseos con la realidad. Este efecto se debe a la incapacidad de
ver las cosas con una perspectiva más amplia que la propia biografía, la dificultad
de imaginarse que las cosas pueden salir mal hasta tal punto que ya no haya
remedio y, de manera más general, una estimación del riesgo realizada conforme a
las propias experiencias personales y no con arreglo a datos objetivos.
• Dificultad de tomar en consideración hipótesis alternativas (como ya vimos, la
capacidad de la memoria de trabajo es limitada).
• No darse cuenta, como decía Bob Dylan, de que los tiempos cambian. Por ejemplo,
no apercibirse de que el mercado demanda otra cosa completamente diferente, que
la opinión pública sobre un tema ya no es la misma, etc.
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Hay que subrayar que la estupidez nace de nuestra relación con el mundo social, que el
componente social siempre está presente:
• Es necesario tener presente que, en general, resulta más fácil reconocer los errores
ajenos que los propios.
• Los mismos factores que conducen a una persona a cometer una tontería pueden
hacer que esta sea víctima de las tonterías de los demás.
• Sobrevaloramos la estupidez de quien ha cometido una tontería que ha tenido
consecuencias negativas. Y al revés: ignoramos a conciencia las tonterías idénticas
que, sin embargo, no han tenido consecuencias negativas.
• Pensar que los demás ven el mundo desde el punto de vista que uno tiene puede dar
lugar a comportamientos tontos, sobre todo en un mundo cada vez más
multicultural como el actual.
• No valoramos adecuadamente la importancia del azar. Una persona inteligente
puede cometer una tontería y, a posteriori, parecer estúpida. Sin embargo, lo que
suele suceder en muchas ocasiones es simplemente que ha tenido menos suerte que
otros. Como dice una canción de Elliott Murphy, you never know what you’re in
for.
• Muchas de nuestras acciones resultan ser aciertos o tonterías en función de lo que
hacen los demás. Las tonterías de origen social, como muchos prejuicios, los
comportamientos arrogantes o la falta de pensamiento crítico de la gente, acaba
derivando en tonterías colectivas y produciendo normativas absurdas. Por ejemplo,
la crisis actual ha tenido consecuencias en las personas corrientes, que se han visto
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1.3.2. Personalidad
Teorías descriptivas
Dentro del estudio de los rasgos de personalidad destacan la teoría de Jung y el modelo
de los cinco grandes factores de personalidad.
El psicólogo Carl Gustav Jung consideró la personalidad como un patrón global de
conducta que surge de cómo puntúe el sujeto en diversos pares de tendencias o disposiciones
opuestas entre sí: consciencia-inconsciencia, extroversión-introversión, racionalidad-
irracionalidad, pensamiento-sentimiento, intuición-razonamiento, bondad-maldad,
masculinidad-feminidad. Por ejemplo, los extrovertidos centran su atención en lo externo y
están más en sintonía con las cosas y las personas que les rodean, mientras que los
introvertidos tienen una mayor autoconciencia y son más tímidos y menos sociables.
Aunque ninguna teoría de la personalidad tiene en cuenta todos los factores relevantes,
existe amplia evidencia empírica que apoya la tesis de que existen cinco grandes dimensiones
que actúan como base de las demás y que explican la mayor parte de la personalidad humana.
De hecho, este modelo es el más utilizado en la actualidad en el ámbito laboral y se ha
constatado su validez intercultural (no obstante se considera que su utilidad es algo mayor en
las culturas individualistas de los países desarrollados que en las colectivistas).
El modelo de los cinco grandes rasgos de la personalidad (the Big Five traits/ Five
factor theory) es un enfoque ateórico. Se limita a incluir de una forma organizada las
dimensiones sobre las que existe consenso acerca de su idoneidad para explicar la
personalidad de los individuos. Se han identificado influencias tanto genéticas como
ambientales en el desarrollo de estas diferencias de personalidad.
Las dimensiones, aunque son bipolares, no son discretas sino que representan los
extremos de un continuo. No hay un acuerdo generalizado sobre su denominación, aunque
las más comunes son:
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carecen de escrúpulos.
• Extraversión: las personas extrovertidas se caracterizan por su adaptabilidad social,
asertividad, sociabilidad, autoconfianza y carácter positivo y gregario. En cambio,
los individuos introvertidos son reservados, tímidos y callados. Esta dimensión
sirve para medir el grado de confort con las relaciones sociales.
• Conformidad (agreeableness): las personas que puntúan alto en esta dimensión son
sensibles, cálidas y adaptables y tienen una conducta prosocial. Por el contrario, las
personas que puntúan bajo en esta dimensión son frías, negativas y antagonistas.
Esta dimensión describe la propensión de un individuo a aceptar los puntos de vista
de otros.
• Neuroticismo (frente a estabilidad emocional): las personas neuróticas son
ansiosas, nerviosas y sentimentales, se irritan con facilidad y tienden a estar en
tensión. Las personas no neuróticas tienden a la estabilidad y el control emocional,
tienen a estar seguras de sí mismas y son capaces de relajarse.
Teorías de proceso
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Las teorías de proceso tratan de explicar la personalidad a partir de los procesos
internos de motivación, percepción, aprendizaje y desarrollo. Consideran tanto los procesos
conscientes como los procesos inconscientes. Entre ellas están la teoría psicoanalítica de
Sigmund Freud, la teoría de la personalidad neurótica propuesta por Karen Horney, las
teorías humanistas y la teoría sociocognitiva.
La teoría freudiana ha sido criticada por no basarse en el método científico y ser
retrospectiva pero no prospectiva (no es una buena teoría para predecir respuestas futuras).
También se ha cuestionado que el inconsciente sea tan poderoso como Freud expone. Sin
embargo, ha realizado contribuciones fundamentales: buena parte de la vida mental es
inconsciente (lo que no significa que el subconsciente opere exactamente como Freud creía);
las personas pueden experimentar conflictos derivados de motivaciones diferentes; y las
características estables de personalidad comienzan a formarse en la infancia, en parte como
resultado de las experiencias infantiles.
Karen Horney defendió que las diferencias de personalidad se debían a roles sociales y
no a necesidades inconscientes. Esta autora estudió la personalidad neurótica y distinguió
diez necesidades neuróticas: (1) la necesidad de afecto y aprobación, (2) la necesidad de
compañía y el temor a ser aislado, (3) la necesidad de restringir la propia vida y pasar
inadvertido, (4) la necesidad de poder y control sobre los otros, (5) la necesidad de explicarse
cómo son los otros, (6) la necesidad de reconocimiento o prestigio, (7) la necesidad de
admiración personal, (8) la necesidad de logro personal, (9) la necesidad de autosuficiencia e
independencia, y (10) la necesidad de perfección e inexpugnabilidad.
Los psicólogos humanistas, a diferencia de los psicoanalistas, consideran que la
personalidad no está dirigida por conflictos inconscientes y defensas contra la ansiedad sino
más bien por necesidades positivas de adaptación, aprendizaje y crecimiento. Consideran que
una personalidad sana surge de una vida productiva y sana, y enfatizan los motivos positivos
como el amor y la autorrealización. Son criticados por enfatizar el autoconcepto, lo cual
supone un sesgo occidental, ya que en las culturas colectivistas se da más importancia al
contexto social. Por otra parte, la autoestima no es necesariamente un indicador de equilibrio
mental. Los agresores suelen tener alta autoestima.
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Según el psicólogo humanista Carl Rogers, una persona sana (fully functioning person)
es aquella que es tanto positiva como congruente con la realidad. Este autor denominó campo
fenoménico (phenomenal field) al conjunto de nuestras percepciones y sentimientos. Dicho
campo forma parte de la personalidad y contiene nuestras interpretaciones de nuestros
mundos externo e interno. Respondemos a nuestra experiencia subjetiva, no a una realidad
objetiva. Es decir, lo que percibimos y sentimos es la única realidad. La psicología humanista
constituye la base de la moderna psicología positiva, que enfatiza la felicidad, el bienestar y
el apoyo social desde una base más científica.
La teoría sociocognitiva enfatiza el aprendizaje social. Estamos motivados por las
expectativas que tenemos acerca de cómo nuestras acciones nos pueden causar beneficios o
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pérdidas. Y muchas de tales expectativas no provienen de la experiencia directa sino de
aprendizaje vicario. En este sentido, la personalidad es una colección de patrones de
comportamiento aprendidos, muchos de ellos mediante observación.
Bandura propuso el concepto de determinismo recíproco para referirse a que la persona,
el ambiente (entorno) y la conducta se refuerzan mutuamente, es decir, influyen todos entre
sí. Una implicación clave de esta teoría es que los malos hábitos se pueden adquirir
observando modelos negativos. A nivel organizacional, esto implica que se debe procurar que
existan buenos modelos de conducta y eliminar cualquier modelo de conducta negativo.
El determinismo recíproco va más lejos que el conductismo –el cual establece que el
ambiente influye en la conducta– porque señala también que la conducta depende de factores
disposicionales (por ejemplo, un alumno puede dedicar el fin de semana a estudiar o a salir
con los amigos) y que la conducta produce cambios en el ambiente (negarse a salir reduce las
presiones o las invitaciones para salir) y en el individuo (estudiar aumenta la autoeficacia, lo
que en este caso contribuye a creer que se podrá superar un examen).
Pese a que cuenta con un sólido fundamento científico, la teoría sociocognitiva ha sido
criticada por centrarse en el procesamiento racional de información y minusvalorar tanto la
emoción como los procesos inconscientes como componentes importantes de la personalidad.
1.4.1. Valores
Los valores ocupan un lugar central en las dimensiones cognitiva y motivacional de las
personas. Constituyen uno de los elementos esenciales en la explicación del comportamiento
humano porque son la base de las actitudes.
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Los valores se diferencian de las actitudes en varios aspectos. En primer lugar, los
valores tienen un alto grado de abstracción, mientras que las actitudes son concretas. Los
valores trascienden a las situaciones y a los objetos, mientras que las actitudes se centran de
manera específica en un estímulo particular, ya sea una persona, un objeto o una situación.
En segundo lugar, los valores poseen un significado intersubjetivo o social, mientras que las
actitudes son significados subjetivos o personales. En tercer lugar, los valores tienden a estar
jerarquizados, mientras que las actitudes –aunque pueden estar relacionadas entre sí– no lo
están. En cuarto lugar, los valores se desarrollan en un número no muy elevado, mientras que
las actitudes pueden ser muy numerosas.
Los valores desempeñan importantes funciones. En primer lugar, son metas deseables
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que no se limitan a situaciones concretas y sirven como principios constituyentes del
comportamiento en general. Pueden motivar la acción, proporcionando dirección e intensidad
a la misma. En segundo lugar, funcionan como criterios para juzgar y justificar la acción. En
tercer lugar, contribuyen a formar la identidad, adquiriéndose a través de la socialización, la
experiencia personal y el aprendizaje.
Entre los valores, cabe citar los siguientes:
La formación de los valores no puede entenderse sin un enfoque social. La razón es que
las creencias de las personas suelen depender de lo que creen otras personas. Los valores se
forman en los ámbitos familiar, escolar y laboral a partir de las experiencias y relaciones que
se producen en los mismos.
Respecto al ámbito laboral, el significado del trabajo es el conjunto de valores y
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creencias relacionados con el trabajo que las personas y los grupos sociales desarrollan antes
de alcanzar la mayoría de edad laboral (socialización para el trabajo) y durante el proceso de
incorporación al mundo del trabajo (socialización en el trabajo). Estos valores y creencias se
encuentran influidos por los valores que resultan dominantes en cada época histórica como
resultado de las características sociales, económicas, culturales, políticas y tecnológicas.
El trabajo constituye el eje central que articula y estructura la vida de las personas y de
las sociedades. Aunque no suele reconocerse, en general la relevancia real del trabajo suele
ser mayor que la que tienen otros ámbitos vitales como el personal, el familiar o el social,
sencillamente porque estos suelen estar condicionados en gran medida por este. La crisis
económica y los efectos psicológicos del desempleo dejan poco lugar a las dudas a este
respecto.
El trabajo no sirve para satisfacer únicamente las necesidades de tipo económico, sino
que las personas dependen de este además para satisfacer necesidades sociales y
psicológicas. Es difícil encontrar sentido a la vida al margen de los procesos de socialización.
A casi todas las personas les resulta imposible autodirigirse y desarrollarse personalmente al
margen del trabajo porque los procesos de socialización se producen básicamente en el
trabajo o se generan a partir del trabajo. En este sentido, el trabajo sirve para satisfacer la
necesidad de afiliación o integración. Asimismo, es difícil imaginar que una persona pueda
autorrealizarse al margen del trabajo por varias razones. En primer lugar, la autorrelización se
plasma mediante la realización de una obra o trabajo determinado. En segundo lugar, el
trabajo confiere un sentido de dirección, valía y pertenencia, ingredientes básicos de la
identidad (por ejemplo, soy profesor, soy cocinero, etc.) y autoimagen positivas.
Twenge et al. (2010) estudiaron los valores acerca del trabajo a partir de una muestra de
tres generaciones (baby boomers, generación X y generación del milenio) y encontraron que
los valores de ocio han ido cobrando mayor importancia generación tras generación, al
tiempo que la centralidad del trabajo ha disminuido. Los valores extrínsecos (dinero, estatus)
tocaron techo con la generación X pero eran altos entre la generación del milenio y los baby
boomers. También hallaron que, al contrario de lo que señalan los reportajes de prensa, la
generación del milenio no favorece los valores altruistas más que las generaciones previas.
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Los valores sociales (hacer amigos) y los valores intrínsecos (un trabajo interesante,
orientado a los resultados) fueron puntuados más bajo por la generación del milenio que por
los baby boomers.
1.4.2. Actitudes
No esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor.
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Concepto, tipos y relevancia
Las actitudes son valoraciones, positivas o negativas, que las personas hacen sobre
cualquier aspecto de la realidad, concreto o abstracto. Se pueden referir a objetos materiales,
personas, situaciones o ideas.
Las actitudes pueden ser (1) explícitas o implícitas y (2) más o menos fuertes. Las
actitudes implícitas son evaluaciones automáticas cuyo origen está oculto. El rasgo que
diferencia las actitudes explícitas de las implícitas es la conciencia de la actitud, y no su
origen o efectos. Respecto a la fuerza de las actitudes, se ha constatado que las actitudes
fuertes predicen el comportamiento y que las actitudes extremas tienen a cambiar menos.
El estudio de las actitudes resulta sumamente útil para la comprensión de la conducta
social humana porque las actitudes son evaluaciones de aspectos del mundo social. Primero,
las actitudes son relevantes a la hora de adquirir nuevos conocimientos: las personas asimilan
y relacionan la información que reciben del mundo en torno a dimensiones evaluativas.
Segundo, las actitudes desempeñan una serie de funciones imprescindibles a la hora de
buscar, procesar y responder, no solo a la información sobre el entorno, sino también a la
relacionada con uno mismo. Tercero, las actitudes influyen en la forma en que piensan y
actúan las personas: las actitudes guardan una estrecha relación con la conducta, por lo que
conocer las actitudes ayuda a predecir esta. Cuarto, las actitudes permiten conectar el
contexto social con la conducta individual: las actitudes reflejan la interiorización de los
valores, normas y preferencias que rigen en los grupos y organizaciones a los que las
personas pertenecen. Quinto, los cambios en las actitudes de las personas pueden provocar
cambios en el contexto.
proceso de formación. Este último es un ámbito complejo, ya que los individuos pueden tener
actitudes ambivalentes, es decir, pueden mantener de forma simultánea dos evaluaciones de
signo opuesto hacia el mismo objeto de actitud. En cualquier caso, dado que las actitudes son
aprendidas, los factores socioculturales son claves para comprender tanto su formación como
su cambio.
Según Morales et al. (2007) la posibilidad de que las actitudes se formen de manera
instantánea es poco plausible por las razones siguientes. Primero, las personas experimentan
una sensación desagradable e incómoda (activación o arousal negativo) cuando se comportan
de forma tal que violan sus actitudes. Segundo, la mayoría de las personas tienden a defender
sus actitudes cuando reciben información que las contradice o pone en entredicho. Tercero,
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no parece que sea muy útil almacenar en la memoria un montón de información y creencias
sobre el objeto de actitud en ausencia de una representación evaluativa general de ese objeto.
Cuarto, la investigación ha descubierto que existen propiedades estructurales de las actitudes
que pueden influir en su estabilidad y duración. El impacto de variables contextuales sobre
las actitudes depende de parámetros como el de la fuerza de las actitudes. Quinto, se ha
encontrado que la activación automática de las actitudes se puede producir incluso en
condiciones donde los estímulos son presentados de forma subliminal, lo cual hace poco
probable que dichas evaluaciones se construyan en ese momento. Sexto, si las actitudes
fueran construidas en cada momento, entonces daría igual si una persona ha tenido actitudes
diferentes en el pasado con respecto a un determinado objeto de actitud. Sin embargo, existe
evidencia empírica acerca de que, al igual que la conducta pasada influye sobre la conducta
presente, las viejas actitudes también pueden influir en las respuestas actuales de la persona.
Respecto al proceso de cambio de las actitudes, son múltiples los factores que pueden
desencadenarlo, desde físicos (por ejemplo, un cambio en la salud puede provocar un cambio
en los valores, los cuales pueden a su vez reconfigurar las actitudes), cognitivos (por
ejemplo, la nueva información puede llevar al sujeto a replantearse la actitud),
motivacionales (por ejemplo, un cambio en la situación económica puede conducir a un
cambio en las motivaciones, lo que se traducirá en un cambio en las actitudes) o emocionales
(por ejemplo, la necesidad de regular –controlar– determinadas emociones provocadas por un
objeto de actitud puede hacer que el individuo modifique su actitud).
sincera o genuina sino que contestan lo que creen que es deseable socialmente (efecto de
deseabilidad social).
Los procedimientos indirectos consisten en pruebas proyectivas (en las que se pide al
individuo que interprete una serie de estímulos ambiguos, con el fin de que las actitudes
afloren en la interpretación, procedimientos psicofisiológicos (registro de la tasa cardíaca,
grado de sudoración, actividad cerebral), procedimientos conductuales (comportamientos no
verbales, analizando, por ejemplo, grabaciones en video), o estudios de tiempos de reacción
(se trata de ver el tiempo que tardan las personas en responder a determinadas palabras
mientras intentan clasificarlas en distintas categorías. Por ejemplo, en un test de evaluación
automática se solicita a una persona que indique lo más rápidamente posible si un
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determinado estímulo hace referencia a algo positivo o negativo, mientras que en un test de
asociación implícita se pide a las personas que clasifiquen palabras en distintas categorías lo
más rápidamente que puedan). El inconveniente de los métodos indirectos es que la
interpretación de los resultados dista de ser clara, por lo que es difícil determinar su validez y
fiabilidad.
Un problema común a ambos tipos de métodos es que los individuos difieren en su
grado de autoconciencia, es decir, en el grado de conciencia de sus estados internos, entre los
que se incluyen las actitudes.
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FIGURA 1.10.
TIPOS DE CONFIANZA
El compromiso se refiere al grado en que una parte está dispuesta a cooperar con otra.
Es una de las claves del éxito organizacional, ya que las personas que están muy
comprometidas se involucran más en la realización de sus tareas, se encuentran más
motivadas y más satisfechas.
La implicación (engagement) está asociada al vigor, la dedicación y la absorción en el
trabajo. El vigor se caracteriza por altos niveles de energía y activación en el trabajo, y se
manifiesta en la voluntad y predisposición a invertir esfuerzos y a perseverar a pesar de las
dificultades. La dedicación se asocia a estar entusiasmado o inspirado por el trabajo o,
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derivado del distinto grado de importancia que cada uno otorga a que los alumnos se
impliquen en el estudio de la materia impartida.
La implicación con el trabajo en general es más estable que la implicación con un
trabajo concreto, puesto que la primera constituye una creencia acerca del valor del trabajo en
la propia vida y depende básicamente de los procesos de socialización y de condicionamiento
cultural a los que ha estado sometida la persona. En cambio, la implicación con un trabajo
concreto depende de en qué medida este satisface las necesidades actuales del individuo.
Se ha estudiado la relación de la satisfacción con la disminución del absentismo, la
realización de conductas extra-rol (aquellas que el trabajador hace voluntariamente y que
tienen un impacto positivo en la organización; por ejemplo, la satisfacción genera un estado
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de ánimo positivo que favorece las conductas proactivas y asistenciales), y la reducción de
conductas “desviadas” (aquellas que tienen un impacto negativo en la organización).
Desafortunadamente, la evidencia no permite afirmar por el momento que existan relaciones
causales.
Munyon et al. (2010) encontraron que el optimismo, un rasgo disposicional, moderaba
la relación entre la conducta de ciudadanía organizacional y la satisfacción laboral. La
relación entre la conducta de ciudadanía organizacional y la satisfacción laboral era positiva
y lineal para los individuos muy optimistas, mientras que exhibía una forma de U invertida
en el caso de los individuos poco optimistas.
Respecto a la relación entre satisfacción y rendimiento, esta dista de ser obvia como
pudiera parecer a primera vista. Pese a la creencia de que los trabajadores felices son más
productivos, la evidencia empírica señala que la satisfacción laboral no se encuentra
generalmente relacionada con el rendimiento de tarea. La satisfacción puede conducir a un
mayor rendimiento gracias a que más satisfacción implica más motivación y más motivación
genera un mayor rendimiento, pero solo si las variables situacionales lo permiten.
Blaise Pascal
Los motivos y las emociones son factores imprescindibles que aportan significado y
valor a las informaciones y, sobre todo, condicionan las decisiones y los planes de acción.
1.5.1. Motivación
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Existen múltiples teorías sobre la motivación, lo que indica que no es fácil elaborar una
teoría de la misma. La razón principal de ello es que aunque parte de las cosas que motivan a
la mayoría de las personas son las mismas, el grado en que lo hacen es muy variable y en este
influyen complejas relaciones sociales y culturales.
Una distinción común es la que se hace entre motivos primarios y secundarios. Los
motivos primarios son innatos y se refieren a motivaciones biológicas relacionadas con la
subsistencia del individuo y de la especie, como comer, dormir y mantener la integridad
física. En ellos pesan los factores genéticos y son relativamente independientes de las
influencias sociales y culturales. ¿Y el sexo? Es un motivo primario, pero a diferencia de los
anteriores el contexto sociocultural ejerce una influencia importante. Los motivos
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secundarios son adquiridos a través del aprendizaje.
Según la teoría del impulso (drive theory) una necesidad activa unos factores
motivadores biológicos (biological drivers) que guían la conducta hasta que estos se
satisfacen (drive reduction). Los organismos buscan estar en estado de homeostasis
(equilibrio). Sin embargo, los psicólogos cognitivos no tardaron en señalar que los motivos
biológicos no son los únicos que permiten explicar la conducta, sino que existen además
motivos psicológicos, que no responden a una necesidad biológica inmediata sino que están
enraizados en el aprendizaje, los incentivos o las presiones culturales y sociales.
La teoría evolutiva considera que las dos fuerzas que han guiado a la especie humana
hacia los objetivos de supervivencia y reproducción son el hambre y el sexo. Como veremos
en el apartado 2.3.1, Abraham Maslow propuso que la motivación obedece a necesidades que
están jerarquizadas. Los psicológicos evolutivos comparten la idea de la jerarquía de las
necesidades, pero señalan que tal jerarquía no es rígida y depende de la etapa del ciclo vital
(por otro lado, mientras que Maslow considera que la motivación que ocupa la cúspide de la
jerarquía es la autorrealización, los defensores de la teoría evolutiva sostienen que lo son el
apareamiento y el cruce). La teoría evolutiva ha sido criticada porque pasa por alto que la
necesidad de ser creativo o de satisfacer la curiosidad pueden ser funcionales con
independencia de sus raíces evolutivas.
La motivación depende de factores biológicos y contingentes. Respecto a los factores
biológicos la clave es que las personas tienen un nivel de saturación determinado para
cualquier estímulo. A partir de cierto nivel, incluso lo bueno en exceso puede ser
contraproducente (too much of a good thing effect). Los factores temporales pueden moderar
la relación entre el estímulo y el nivel de saturación.
En cuanto a los factores contingentes o contextuales, además de por el estado de ánimo,
la motivación de las personas se ve influida sobre todo por las alternativas disponibles. Por
ejemplo, cuando aparecieron los primeros teléfonos móviles un amante de este producto
estaba muy motivado teniendo el último modelo, situación que cambió radicalmente en muy
poco tiempo al surgir nuevos modelos con prestaciones muy superiores. Por lo tanto, las
alternativas disponibles determinan la motivación (nótese que la disminución de la
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motivación en este ejemplo procede de que surge algo mejor; pero si no hubieran surgido
modelos nuevos el último en salir sería el que más motivaría al usuario, porque era la mejor
opción disponible entonces). Lo mismo puede decirse del atractivo físico de los humanos,
que ha mejorado sustancialmente en las últimas décadas.
Del mismo modo que la economía permite explicar gran parte del comportamiento
social al analizar este en términos de costes y beneficios, la psicología ha considerado que
algunos pocos motivos explican la mayor parte de las conductas. En este sentido, el
psicólogo David McClelland consideró el logro, el poder y la afiliación.
La motivación de logro es la tendencia relativamente estable hacia la consecución del
éxito en actividades o situaciones que serán evaluadas en relación con algún estándar
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referente a la actividad, a uno mismo o a otros individuos. Las personas que puntúan alto en
la motivación de logro buscan activamente el éxito personal en su actividad profesional y
exhiben un mayor rendimiento en tareas que impliquen motivación intrínseca (por ejemplo,
que suponen un reto personal), tienen interés por conocer su grado de desempeño en la
ejecución de las tareas, aceptan responsabilidades y asumen riesgos calculados.
La motivación de poder es el deseo de tener influencia sobre las emociones o las
conductas de otros. Las personas con alto motivo de poder buscan el liderazgo, manifiestan
más impulsos violentos y desarrollan carreras en las que puedan influir en los demás, como
político o médico. Tienden a buscar el reconocimiento en sus grupos de referencia y a
encontrar una forma de hacerse visibles ante los demás con objeto de lograr poder o
influencia.
La motivación de afiliación es la necesidad de relacionarse con otros individuos y de
formar parte de grupos. Las personas con una alta motivación de afiliación se caracterizan
por preocuparse por lo que los otros puedan pensar de ellas y buscan activamente las
relaciones sociales. Los demás constituyen el modo de validarse personalmente de forma que
buscan su aprobación y cercanía.
La afiliación es un mecanismo de defensa frente al miedo porque permite aprovechar
las ventajas de disponer de un soporte social, obtener emociones agradables fruto de la
compañía, experimentar la sensación de competencia que proporciona ser aceptado por los
otros y desarrollar relaciones íntimas. Pero también conlleva aspectos negativos, como la
ansiedad derivada de la necesidad de establecer, mantener y recuperar las relaciones
interpersonales.