Antropologías Contemporaneas PDF
Antropologías Contemporaneas PDF
Antropologías Contemporaneas PDF
ISBN: 978-84-15295-71-6
Armado y composición: Suipacha, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
Impresión: San Martín, Prov. de Buenos Aires, Argentina.
Antropología,
estudios culturales
y relaciones de poder
dirigida por Sergio Caggiano y Fernanda Figurelli
9 Introducción
por Silvina Merenson y Débora Betrisey
21 I. Antropologías disidentes
por Eduardo Restrepo
57
III. La creación de espacios para la revilitación
cultural. La investigación antropológica en la
globalización
por June Nash
71
IV. Acerca del posicionamiento: investigación
activista, crítica cultural o activismo crítico
por Laura Kropff
Introducción
Silvina Merenson y Débora Betrisey
E
l tí�tulo que hemos dado a esta compilación –Antropo-
logías contemporáneas– puede tomarse como un giño
cómplice hacia la imagen que habitualmente suele aso-
ciarse con el trabajo antropológico: un hombre o una
mujer que solitariamente y en tierras remotas convive por largos
periodos de tiempo con exóticos “nativos” registrando en una li-
breta sus costumbres, creencias y rituales para luego describir
minuciosamente la diversidad de lo humano, siempre apelando
al “relativismo cultural” para batallar contra cualquier forma de
“etnocentrismo”.
Posiblemente algo de este imaginario “aventurero y román-
tico” forme parte del mito fundacional de la disciplina, también
portadora del peso de la empresa colonial. Pero hoy, bastante poco
parecidos a Indiana Jones, los y las antropólogas desarrollamos
nuestra profesión en los más variados ámbitos, espacios y paí�ses
del planeta. Con distintos posicionamientos sociales, culturales y
polí�ticos, hay antropólogos trabajando a miles de kilómetros de
sus hogares y hay quienes lo hacen a unas pocas calles de su es-
critorio; hay quienes hacen trabajo de campo en el seno de comu-
nidades indí�genas, pero también quienes trabajan con miembros
de familias aristocráticas, sectores más empobrecidos o las clases
medias de las más diversas sociedades. Con nuestros enfoques,
técnicas y método, también haciendo uso del género narrativo
que nos identifica –la etnografí�a–, pueden encontrarnos partici-
pando activamente de un ritual religioso, cocinando en una fiesta
10 Silvina Merenson y Débora Betrisey
Bibliografí�a
I. Antropologí�as disidentes
Eduardo Restrepo
Introducción
H
ace un poco más de diez años, antropólogos en diferen-
tes paí�ses empezamos a establecer un diálogo sobre lo
que llamamos “antropologí�as del mundo”. Nos convocó
un malestar compartido ante ciertas prácticas discipli-
narias que invisibilizaban múltiples tradiciones, autores y formas
de hacer antropologí�a. Para dar cuenta de esta asimétrica situa-
ción, nos embarcamos en lecturas inspiradoras de muchos otros
colegas que habí�an escrito sobre esto y, con base en sus aportes,
sugerimos una serie de conceptos y se adelantaron algunos estu-
dios en aras de comprender mejor las caracterí�sticas y efectos de
estas relaciones de poder en y entre las distintas antropologí�as.1
Cabe resaltar que la elaboración conceptual del proyecto de
las antropologí�as del mundo fue el resultado de un intenso de-
bate durante los primeros años entre un grupo de antropólogos
situados en Europa, Estados Unidos y América Latina. Aunque
una parte importante de este debate se realizó a través del correo
electrónico, fueron de gran importancia una serie de reuniones
adelantadas en diferentes lugares (Argentina, Colombia, Estados
Unidos e Italia). Varias publicaciones colectivas o individuales,
entre las que cabe resaltar cinco números de una revista electró-
Desplazamientos
Antropologí�as disidentes
Bibliografí�a
C
omienzo con una especie de testimonio personal sobre
algunas cuestiones que siempre me han acompañado y
producido asombro, y de las que apenas hasta hace poco
tiempo tuve plena consciencia para tratarlas con la aten-
ción que merecen. Tanto durante mi estadí�a entre los Sanumá1
como en varias otras ocasiones, por ejemplo, eventos polí�ticos en
Brasilia, siempre me llamaron la atención algunas caracterí�sticas
del estilo de comunicación indí�gena, entre ellas, el uso de la re-
petición y la paciencia extrema para oí�r. Ya fuera en la intimidad
de las aldeas, en la impersonalidad de los fórums polí�ticos o en la
formalidad de los encuentros académicos, percibí� en estos rasgos
la idiosincrasia que distingue el modo indí�gena de comunicarse, y
el cual pasé a admirar aunque sin la competencia y perseverancia
indispensables para emularlo de forma sostenida. Fue necesa-
rio volcarme a los asuntos de las epistemologí�as transculturales
y de las polí�ticas de la diferencia para que esas impresiones se
transformaran en objeto de reflexión antropológica. El valor de
la repetición, el ejercicio incondicional de la atención solí�cita, los
2. Traducir pensée sauvage como pensamiento salvaje es ser injusto con Lévi-
Strauss. Serí�a más apropiado y fidedigno decir pensamiento silvestre, en el
sentido de no ser cultivado en la escuela y de no estar imbuido de un ethos
cientí�fico.
II. Mentes indí�genas y ecúmene antropológico 37
Agradecimientos
Bibliografí�a
Gadamer, H-G. (1975) Truth and method. Ramos, A. R. (2011) “Por una antropo-
Nueva York, Crossroads. logí�a ecuménica”. En: A. Grimson,
S. Merenson y G. Noel (comps.) An
Goody, J. (2008) O roubo da história:
tropología ahora: Debates sobre la
Como os europeus se apropriaram
alteridad. Buenos Aires, Siglo XXI.
das ideias e invenções do Oriente.
São Paulo, Contexto. Ricoeur, P. (1978) “The metaphorical
process as cognition, imagination,
Goody, J. (2011) Renascimentos: Um ou
and feeling”. En: S. Sacks (comp.),
muitos? São Paulo, Editora Unesp.
On metaphor. Chicago, University
Harjo, J. y G. Bird (comps.) (1997), Re- of Chicago Press.
inventing the enemy’s language:
Said, E. (1979) Orientalism. Nueva York,
Contemporary native women’s writ-
Vintage Books.
ings of North America. Nueva York,
Norton. Silva, N. (2004) Aloha betrayed: Native
Hawaiian resistance to American
Kovach, M. (2009) Indigenous methodo-
colonialism. Durham, Duke Univer-
logies: Characteristics, conversa-
sity Press.
tions, and contexts. Toronto, Uni-
versity of Toronto Press. Sioui, G. (1992) For an Amerindian au-
tohistory. Montreal, McGill-Queen’s
Lakoff, G. y Johnson, M. ([1980] 2003)
University Press.
Metaphors we live by. Chicago, Uni-
versity of Chicago Press. Tuhiwai Smith, L. (1999) Decolonizing
methodologies: Research and indi-
Luciano, G. (2011) “Educação para ma-
genous peoples. Londres, Zed Books.
nejo e domesticação do mundo:
Entre a escola ideal e a escola real, Whorf, B. L. (1956) Language, thought,
os dilemas da educação escolar in- and reality. Berkeley, University of
dí�gena no Alto Rio Negro”. Tese de California Libraries.
doutorado, Departamento de Antro-
Wilson, S. (2008) Research is ceremony:
pologia, Universidade de Brasí�lia.
Indigenous research methods. Hali-
Ramos, A. R. (2008) “Disengaging an- fax, Fernwood.
thropology”. En: D. Poole, A compan-
ion to Latin American Anthropology.
Oxford, Blackwell.
57
Introducción
L
a base paradigmática del trabajo de campo etnográfico
es una respuesta a los cambios en los mundos en que vi-
vimos, así� como a los cambios en los modos en los que la
ciencia se construye desde la academia. Hace medio siglo,
cuando comencé la investigación de campo para mi tesis doctoral,
nos veí�amos a nosotros mismos como observadores con un interés
cientí�fico por las más variadas formas de ser humanos. Nos aden-
trábamos en el campo no para juzgar, ni tampoco para rescatar a
pueblos en peligro, sino para registrar sus modos de adaptarse a
su entorno o su incapacidad para ello. Estábamos fuera de su sis-
tema de intercambio, donde la reciprocidad desde cada lado hací�a
peligrar las condiciones para un encuentro “de laboratorio”. Una
regla tácita prohibí�a el pago por la información, pues ello implica-
ba la mercantilización del conocimiento. Tampoco era aceptable
introducir programas que fueran considerados una violación de
la regla fundamental del relativismo cultural, según la cual uno
solo puede juzgar la conducta de acuerdo con un determinado
sistema cultural. � sta era la premisa para el rechazo por parte de
la Asociación Antropológica Americana en la Convención de las
Naciones Unidas sobre Derechos Humanos en 1946.
1. Escribí� sobre esta experiencia tiempo después, cuando Smith y Abigale Adams
llevaron a cabo una conferencia sobre el quincuagésimo aniversario del golpe
de Estado guatemalteco.
III. La creación de espacios para la revilitación cultural 59
2. Saler, un etnólogo alemán que habí�a precedido a Tax, tomó como unidad
etnográfica el dialecto lingüí�stico. Esto ocultó quinientos años de prácticas
coloniales españolas en el tratamiento de los municipios, comparables a los
condados en los Estados Unidos como unidad de gobierno. Las muchas prác-
ticas tradicionales que se habí�an desarrollado en cada una de las distintas co-
munidades de Chiapas se habrí�an perdido, al igual que las acciones que cada
una utilizó para adaptase al gobierno colonial y durante la independencia.
60 June Nash
que impedí�a que los pollos y los perros compartieran los granos
de maí�z evacuados.
Junto a estas lecciones de supervivencia en mi primer trabajo
de campo también entendí� los valores que subyacen a las conduc-
tas. Al principio estaba horrorizada de que los niños no fuesen a
la escuela que se introdujo en Chiapas en la década de los años
cuarenta, y de que solamente los muchachos que eran enviados a
un internado de las tierras bajas de Ocosingo pudiesen aprender
a leer y escribir. Aprendí� a darme cuenta de que es así� como los
indí�genas preservaban su modo de vida, resistiendo a las insti-
tuciones gubernamentales que sistemáticamente destruí�an su
cultura. Las muchachas se convertí�an en repositorios de cultura,
ya que permanecí�an al margen de la escuela, monolingües y anal-
fabetas. Esto no cambió hasta que un oficial retirado del ejército
se convirtió en director de la escuela local. Insistió para que los
padres llevaran a los niños a la escuela, y la mayorí�a aceptó, ya
que tení�a un formidable aire autoritario y un arsenal de viejos
rifles del ejército a la entrada de la escuela.
El mantenimiento de las tradiciones culturales se basaba tam-
bién en la defensa de su economí�a de subsistencia. Amatenango
ganó más tierra cuando comenzó a hacerse efectivo el artí�culo
de la constitución de 1917 sobre la reforma agraria en los años
treinta. A diferencia de Chamula, donde los hombres se veí�an obli-
gados a buscar trabajo en las plantaciones costeras, los ejidos pro-
ducto de la reforma agraria eran suficientes para las necesidades
diarias, y solamente los hombres jóvenes que estaban ahorrando
dinero para los costos de sus compromisos de boda y también
aquellos que habí�an asumido la carga de las celebraciones de los
santos, buscaban trabajo asalariado. Además, las mujeres gana-
ban dinero con la venta de la cerámica. Hombres y mujeres por
igual rechazaban comprar cualquier otro bien de consumo que
no fuese material para elaborar trajes tradicionales, y que se con-
seguí�a en los pueblos vecinos. Hasta los años setenta no habí�an
tenido acceso a créditos bancarios. Cuando estaba terminando
mi trabajo de campo en 1967 el gobierno comenzaba a ofrecer
créditos a través del Banco Nacional de México, promoviendo así�
la adquisición de fertilizantes petroquí�micos introducidos por la
compañí�a petrolí�fera Petróleos Mexicanos (Nash, 1970).
Cuando regresé a visitar Amatenango dos décadas después me
encontré con que los cambios que se habí�an iniciado durante mi
primera estancia habí�an erosionado las bases para la autonomí�a.
III. La creación de espacios para la revilitación cultural 61
Conclusión
Bibliografí�a
the Study of the Indigenous Langua- Nash, J. (2001) Mayan Visions: The Quest
ges of the Americas, Pittsburgh, PA, for Autonomy in an Age of Globaliza-
January 8, 2011. tion. New York and London, Rout-
ledge [Traducido como Visiones Ma-
Gluckman, M. (1964) Closed Systems and
yas: El problema de la autononmia
Open Minds: The Limits of Naivete in
en la era de la globalización, 2006,
Social Anthropology. Chicago, Aldine
Buenos Aires, Antropofagia].
Press.
Nash, J. (2011) “The limits of Naivete in
Hewitt de Alcántara, C. (1984) Anthro-
Anthropology: The 1954 U.S. Ins-
pological Perspectives on Rural
tigated Coup in Guatemala”. En: T.
Mexico. London and New York,
Smith y A. Adams (eds.), After the
Routledge and Kegan Paul.
Coup: An Ethnographic Refrasming
Lutz, C. and D. Nonini (2003) “The econ- of Guatemala 1954. Urbana IL, Uni-
omies of violence and the violence versity of Illinois Press.
of economies”. En: H. Moore (ed.),
Nash, M. (1956) Machine Age Mayas.
Anthropological Theory Today.
Washington DC, American Anthro-
Blackwell, Oxford and Malden Mass.
pological Association Monographs.
Manz, B. (1988) Refugees of a Hidden [Re-editada en 1958, Chicago Uni-
War: The Aftermath of Counter- versity of Chicago Press].
Insurgency in Guatemala. Albany,
Nigh, R. y N. D. Rodriguez (1995) Te-
State University of New York Press.
rritorios Violados: Indios, Medio
Manz, B. (2004) Paradise in Ashes: A Ambiente y Desarrollo en América
Guatemalan Journey of Courage, Te- Latina. México DF, Dirección Gene-
rror and Hope. Berkeley, University ral de Publicaciones Publicos del
of California Press. Consejo Nacional para la Cultura y
Nash, J. (1960) “Social Relations in Ama- las Artes.
tenango del Valle: An Activity Analy- Rus, J. y D. Rus (2012) “The Taller
sis”. Ph.D. dissertation, University Tzotzil of Chiapas, Mexico: A Na-
of Chicago. tive Language Publishing Project
Nash, J. (1967) “Death as a Way of Life: 1985-2012”. En: F. Mallon (ed.),
The increasing recourse to homi- Decolonizing Native Histories: Colla-
cide in a Maya community”. Ame- borations, Knowledge, and Language
rican Anthropologist, vol. 69, n° 5. in the Americas. Durham, Duke Uni-
versity Press.
Nash, J. (1970) In the Eyes of the An-
cestors: Belief and Behavior in a Schepper-Hughes, N. y Ph. Bourgeois
Maya Community. New Haven, Yale (2004) Violence in War and Peace:
University Press [Traducido como An Anthology. Malden, Wiley-Blac-
Bajo la Mirada de los Antepasados: kwell pub.
México DF, Primera edición en es- Warren, K. (1993) “Interpreting La Vio-
pañol: 1975, Instituto Indigenista lencia in Guatemala.: Shapes of Ma-
Interamericana y 1993, Instituto yan Silence and Resistence”. En: The
Nacional Indigenista]. Violence Within: Cultural and Poli-
tical Opposition in Divided States.
Boulder, Colorado, Westview Press.
71
Introducción
L
a reflexión en torno al ví�nculo que los investigadores cons-
truyen con sus interlocutores en la trama de relaciones
que constituye el campo, tiene una larga tradición en la
antropologí�a. La polí�tica de esa relación se convirtió en
un tema central de discusión a partir de los debates acerca del
lugar de la antropologí�a en el proceso colonial producidos desde
de la década de 1960 (un texto clásico al respecto es Asad, 1973).
La intención aquí� es retomar una de las muchas aristas de esa
reflexión que es la que indaga acerca del compromiso polí�tico de
los investigadores. Si algo aprendimos en el debate, es que no es
posible pensar la antropologí�a por fuera del contexto geopolí�ti-
co en el que se produce. El punto de vista del investigador está
siempre situado y configura la práctica de construcción de cono-
cimiento en múltiples niveles.
En ese sentido, Rosana Guber se detuvo en el análisis de la
polisemia que el término compromiso ha tenido desde los ini-
cios del desarrollo de la antropologí�a social en Argentina en la
década de 1960 y trazó dos lí�neas fundacionales que condensan
sentidos. Una de ellas asume que el compromiso tiene que ver
con la rigurosidad metodológica y teórica, mientras que la otra
entiende que el compromiso implica orientar la práctica de pro-
ducción de conocimiento a la transformación revolucionaria de la
72 Laura Kropff
El anclaje en el campo
Conclusiones
Bibliografí�a
� perdida.
V. En busca de la antropología
Refelexiones sobre una
antropología� renegada en Colombia
Colectivo Estudiantil Rexistiendo
Introducción
L
os sistemas de clasificación que distinguen entre antro-
pologí�as «metropolitanas» y «periféricas» (Cardoso de
Oliveira, 2000) o entre “antropologí�as del norte” y “antro-
pologí�as del sur” (Krotz, 1993, 2011) ponen el acento en
las caracterí�sticas territoriales y geopolí�ticas de la producción del
conocimiento antropológico. Otras formas de nombrar la antro-
pologí�a, con apellido incluido, desví�an dicho énfasis para ponerlo
en la acción: antropologí�a activista, antropologí�a militante, an-
tropologí�a comprometida, antropologí�a colaborativa, entre otras,
cuya existencia define también la figura de su par de oposición.
Ninguna de estas formas, sin embargo, pierde de vista un movi-
miento que es de doble ví�a: el contexto y la realidad especí�fica
modelan y definen los desarrollos teóricos y metodológicos de la
antropologí�a y, a la vez, dichas formas particulares de hacer an-
tropologí�a producen también esas realidades y contextos. Todas
estos modos de nombrar, de clasificar y de hacer sitúan en primer
plano el papel del poder y los contextos diversos y disí�miles en los
que éste se despliega y ejerce. Aun cuando los variados epí�tetos
atribuidos parecen designar caracterí�sticas intrí�nsecas y esen-
ciales a la antropologí�a, es importante recordar que sus formas
diversas son un producto social e histórico.
94 Colectivo Estudiantil Rexistiendo
1. El Frente Nacional fue una coalición polí�tica y electoral entre los partidos
liberal y conservador que estuvo vigente entre 1958 y 1974. Crearon un
acuerdo en el que ambos partidos se alternarí�an la presidencia de la Repú-
blica de Colombia con una idéntica cantidad de parlamentarios liberales y
conservadores en el Congreso.
V. En busca de la antropologí�a perdida 99
Consideraciones finales
Bibliografí�a
AA.VV. (2008) “Pronunciamiento XII Bonilla, V.D. (1982 [1980]) Historia Po-
Congreso de Antropologí�a”. Revista lítica de los Paeces. Cali, Colombia
Etnias & Política, n° 6, CECOIN, p. 7. Nuestra.
Aranda, M. et al. (1998) Guambianos, Bonilla, V.D. (1983) “Experiencias de
hijos del aroíris y del agua. Bogotá, investigación-educación en comu-
Cerec, Los cuatro elementos.
V. En busca de la antropologí�a perdida 115
Introducción
S
i hacemos un recorrido histórico podemos apreciar que
es especialmente a lo largo de las décadas de 1980 y 1990
que se instala el discurso dominante de “pandillas” o “Ma-
ras”, desde los Estados Unidos atravesando gran parte del
territorio latinoamericano. Era cuestión de tiempo que asomara
en Perú, donde los medios de comunicación sostienen que exis-
ten un total de cuatrocientas diez pandillas o veinticuatro mil
pandilleros en la ciudad de Lima. Este discurso suele acompañar-
se de reflexiones de “expertos” (académicos, militares, policí�as,
trabajadores sociales, etc.) que, en tono de alarma, consideran
este “fenómeno” como consecuencia de la desestructuración fa-
miliar, la falta de educación o una búsqueda de identidad. Otras
teorí�as hacen referencia a un comportamiento “desviado”, rela-
cionándolo con problemas mentales, o peor aún, con un amor a
la violencia. En este contexto, el “pandillaje” es legitimado como
“emergencia social”, principalmente, después del llamado “te-
rrorismo” asociado a la última etapa de violencia polí�tica en el
paí�s, durante los años 1980 y 2000 (Viotti, 2012).1 A través del
2. En referencia al papel de los servicios sociales del Estado y las ONGs como
medios de control y reproducción de las estructuras de poder en el marco
de la gubernamentalidad, ver Fraser, 2003. Sobre este tema resulta intere-
sante el papel de las misiones de la USAID y voluntarios del Cuerpo de Paz
impulsados desde los Estados Unidos hacia Latinoamérica con un interés
funcional a las polí�ticas neoliberales de dicho paí�s (Viola, 2000).
120 Matí�as Viotti Barbalato
minante entre estos jóvenes era que un trabajo sirve para ganar
el dinero suficiente como para comprar todo aquello que la so-
ciedad del consumo exige. En realidad, la microempresa no era
percibida como una posibilidad de desarrollar algo en común y
sustentable para la comunidad, con los valores que conlleva una
cooperativa, sino que más bien se percibí�a como una alternativa
al hecho de no tener nada, como un medio con el que enfrentar
el estigma del “pandillaje”, todo lo que esto conlleva.6 Esto se re-
fleja muy bien en las siguientes palabras de Pera:
…te cansas de tanto piedrón, tanto machete cansa ya... Cuando yo
estaba en la pandilla no pensaba… pero ahora ya tengo mi edad
(veintidós años)… y tengo que preocuparme por mi familia y por mí�
mismo, no quisiera, no quisiera caer en un penal y una comisarí�a,
que me golpeen, o sea, me dan a elegir la pandilla o esto y prefiero
esto porque estamos trabajando estamos en algo, ya no vamos a
hacer daño a nadies (sic.). Vamos a trabajar por nuestra cuenta.
Como ya mencioné, en el grupo tuvo lugar una competencia
importante por el control del material, tanto en el caso de Los
Chacales como en el de Los Dioses. La manera de pensar, organizar
y percibir la agrupación juvenil, se vio totalmente influenciada
por un habitus (Bourdieu, 2008: 86-88) de comportamientos, va-
lores y actitudes que bloquearon cualquier tipo de proyecto en
común. Respecto al enfrentamiento por el lugar donde instalar
la microempresa, Pera se reconocí�a con el derecho a instalarla en
su casa, ya que lo veí�an como “lí�der” y como uno de los que más
empeño y motivación habí�a tenido. Y así� fue.
Estos comportamientos y su manera de percibir el “cambio”
en un contexto de carencias como es el de las “pandillas” mues-
tra la complejidad de la realidad de estas y estos jóvenes. No se
trata de que estén o no dispuestos a “cambiar”, como la sociedad
piensa, sino que más bien se trata de cómo será percibido ese
“cambio” a través del sentido sentido común y de un habitus de-
terminado, que puede generar un mecanismo compartido por
todos los individuos del mismo grupo o clase social (Bourdieu
en Gledhill, 2000: 221).
La experiencia con el proyecto de Ahoniken y la microempre-
sa permitieron desenmascarar distintos tipos violencias, como la
simbólica y la cotidiana o normalizada. También permitió obser-
var el derecho a la reparación social después de las heridas de la
violencia polí�tica. El hecho de haber acompañado la iniciativa de
estos muchachos en un intento por cambiar el contexto social, me
dio la posibilidad de explorar otros campos y ampliar la visión
de estudio, (re)construyendo y (re)analizando los procesos de
construcción, funcionales a las fuerzas que los oprimen. Fuerzas
que tienen que ver con unas polí�ticas que dejaron terribles con-
secuencias a lo largo de Latinoamérica durante los años 1990 y
que hoy podemos ver en Europa; polí�ticas que responden a una
estructura histórica de poder punitivo que se repite desde que
el Estado-Nación es Estado y se legitima buscando “culpables”
(Zaffaroni, 2012). Desde esta perspectiva, encontramos un sec-
tor de la juventud envuelta en un universo inestable en el que,
para algunos sectores y actores sociales, ser pobre se convierte
en sinónimo de “criminal”.
Bibliografí�a
Introducción
L
a primera vez que llegué a Perú, en 2007, fue con la in-
tención de realizar el trabajo de campo para mi tesis doc-
toral. El tema escogido fue la última etapa de violencia
polí�tica en el paí�s andino, pero no tení�a completamente
definido el objeto de estudio. Al conversar con la gente aprecié
que dicho periodo resultaba incómodo de tratar y hablar, y que el
sentir general era de “pasar página” y olvidar ese tiempo. Empe-
cé a interesarme cada vez más en el tema con la ayuda de libros,
138 Marta Romero-Delgado
1. Americas Watch denunció que se trató del más devastador atentado contra
los derechos humanos en el Perú en décadas; se mató a sangre frí�a a gran
cantidad de prisioneros después de haberse rendido (Méndez, Chipoco y
Goldenberg, 1988: 38). Para saber más sobre este episodio de la historia
peruana consultar en: [http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/
Seriec_68_esp.pdf]. Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Hu-
manos Sentencia de 28 de mayo de 1999, Corte I.D.H. (Ser. C) N° 50 (1999):
Excepciones Preliminares caso Durand y Ugarte. En la Biblioteca de Derechos
Humanos de la Universidad de Minnesota. Estados Unidos: [http://www1.
umn.edu/humanrts/iachr/C/50-esp.html]. Medidas del Estado peruano para
reparar el daño causado a estas dos ví�ctimas de El Frontón: [http://www.
mimdes.gob.pe/noticias/2002/not26nov.htm]. Informe de la Comisión de la
Verdad del Perú sobre las Ejecuciones Extrajudiciales del Penal de El Frontón
y el Penal de Lurigancho: [http://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMOVII/
CasosIlustrativos-UIE/2.67.FRONTONYLURIGANCHO.pdf].
2. En 2009, Fujimori fue condenado a veinticinco años de cárcel. Fue conside-
rado máximo responsable del grupo Colina, el cual asesinó y desapareció a
numerosas personas durante el conflicto armado interno. Las más famosas
matanzas fueron perpetradas en el vecindario limeño de Barrios Altos, en
1991, y en la Universidad La Cantuta, en 1992, resultando muertas veinticinco
personas. No obstante en agosto de 2012 rebajaron su condena de veinticin-
co a veinte años de cárcel. Ver Caso La Cantuta, 2006: [http://www.corteidh.
or.cr/docs/casos/articulos/seriec_162_esp.pdf]. Y Resolución de la CIDH,
caso Barrios Altos, 2012: [http://www.corteidh.or.cr/docs/supervisiones/
barrios_07_09_12.pdf].
VII. ¿Quién decide qué investigar? 145
Bibliografí�a
Introducción
E
l punto de partida de las preguntas y reflexiones que
deseo poner en discusión en este texto tiene dos gran-
des fuentes de inspiración. La primera refiere a algu-
nos de los análisis sobre los “usos sociales de los dere-
chos” observados por Sigaud (1999 y 2004, entre otros) en su
trabajo de campo en los ingenios pernambucanos de Brasil. Más
especí�ficamente, en lo que la autora identificó como combinato-
rias y pasajes del “lenguaje de los sentimientos” al “lenguaje de
los derechos” en los reclamos y demandas sindicales de los tra-
bajadores azucareros. Su propuesta para pensar las tensiones e
imbricaciones entre las formas “tradicionales” y “modernas” de
expresar los descontentos, en otros abordajes, como el propuesto
por Stolcke (2006), incluye un segundo movimiento vinculado a
la sustitución del lenguaje de la clase por el énfasis puesto en las
“exclusiones” e “inclusiones”.
Si a lo largo del siglo XX, el lenguaje de la clase estructuró
las identidades, las luchas polí�ticas y, en buena medida, algunos
de los debates más importantes de las ciencias sociales, en las
últimas décadas las demandas por la inclusión tramadas en las
“polí�ticas de las identidades” –retocadas, adaptadas, estratégicas–
sirvió como soporte de múltiples y diversos reclamos (cf. Segato,
Bibliografí�a
Bartolomé, M. (2003) “En defensa de la Fernández Huidobro, E. (1986) Historia
etnografí�a. El papel contemporáneo de los tupamaros. Montevideo, Edi-
de la investigación intercultural”. Re- ciones de la Banda Oriental, 3 tomos.
vista de Antropología Social, n° 12. Merenson, S. (2009) “Teorí�as, prácticas
Blixen, S. (2000) Sendic. Montevideo, y representaciones de la categorí�a
Trilce. ‘campesino’ entre los peludos de
Borges, A. (2009) “Explorando a noção Bella Unión, Uruguay”. Prácticas de
de etnografia popular: comparações Oficio. Investigación y Reflexión en
e transformações a partir dos casos Ciencias Sociales, n° 3.
das cidades-satélites brasileiras e Rosencof, M. ([1969] 1989) La Rebelión
das townships sul-africanas”. Cua- de los cañeros y los hombres del
dernos de Antropología Social, n° 29. arroz. Montevideo, TAE.
Briones, C. (1998) La alteridad del Segato, R. (2007) La Nación y sus otros.
“cuarto mundo”. Una deconstrucción Raza, etnicidad y diversidad religiosa
antropológica de la diferencia. Bue- en tiempos de política de la identi-
nos Aires, Ediciones del Sol. dad. Buenos Aires, Prometeo.
Calhoum, C. (2007) Nacionalismo. Bue- Sigaud, L. (1999) “Les paysans et le
nos Aires, Libros del Zorzal. droit: le monde juridique de règle-
Campodónico, M. (2001) Mujica. Mon- ment des conflits”. Information sur
tevideo, Fin de Siglo. les Sciences Sociales, n° 38.
Chacrabarty, D. (2008) Al margen de Sigaud, L. (2004) “Armadilhas da honra e
Europa. Pensamiento poscolonial do perdão: usos sociais do direito na
y diferencia histórica. Barcelona, mata pernambucana”. Mana, n ° 1.
Tusquets. Stolcke, V. (2006) “De fronteras y mesti-
Chaterjee, P. (2007) La nación en tiempo zajes”. En: Ventura i Ollier et al., La
heterogéneo y otros estudios subal- frontera. Entre limits i ponts. Barce-
ternos. Lima, IEP-CLACSO-SEPHIS. lona, Casa América Catalunya.
Tupamaros ([1971] 2003) Actas Tupa-
maras. Una experiencia de guerrilla
urbana. Buenos Aires, Cucaña.
169
Introducción
E
n este texto me propongo reflexionar sobre las condicio-
nes de producción de mi tesis doctoral, defendida hace
poco más de un año en el Programa de Posgrado en An-
tropologí�a Social del Museo Nacional, de la Universidad
Federal de Rio de Janeiro –UFRJ– (Bronz, 2011). Sin dudas, la
tesis refleja las contradicciones de mi trayectoria y de mi “doble
ví�nculo”: con la investigación académica que comencé en 2003
y con la investigación como consultora que realizo desde hace
más de diez años.
En la tesis analizo las prácticas de los empresarios en la ima-
ginación social de grandes emprendimientos, bajo la constelación
discursiva que une “desarrollo sustentable”, “responsabilidad so-
cial” y “participación” en el contexto brasileño contemporáneo
de desarrollo económico. Pude acceder a este universo siguien-
do los procedimientos administrativos de concesión de licen-
cias ambientales, conocidos como “licenciamiento ambiental”.
Estos procedimientos, en Brasil, están regulados jurí�dicamente
por legislaciones y normativas especí�ficas; la viabilidad de los
El contexto etnográfico
14. Aquí� el autor retoma la distinción propuesta por Malinowski entre el “campo”
y el “gabinete” (field and desk), entre el trabajo empí�rico de observación y el
trabajo constructivo (y anti-social) de tabulación, inferencia y teorización.
182 Deborah Bronz
Consideraciones finales
Bibliografí�a
Boltanski e Chiapello (2009) O novoes- Reinventing anthropology. New
pírito do capitalismo. São Paulo, York, Random House.
MartinsFontes. Oliveira, J. P. de (2004) “Pluralizando tra-
Brettell, C. B. (ed.) (1996) When they dições etnográfica: sobre umcerto
read what we write: the politics of mal-estar naantropologia”. En: E. J.
ethnography. Westport, Conneccti- Langdon y L. Garnelo (orgs.), Saúde
cut, London, Bergin & Garvey. dos povos indígenas. Reflexões sobre
Bronz, D. (2009) Pescadores do petró- antropologia participativa. Rio de
leo. Políticas ambientais e conflitos- Janeiro, Contra Capa Livraria/ABA.
territoriaisnaBacia de Campos. RJ, Rovere, E. L. (1995) Estado, energía elé-
E-papers/LACED/Museu Nacional. trica e meioambiente. Rio de Janeiro,
Bronz, D. (2011) Empreendimentos e UFRJ/Coppe/PPGAS.
empreendedores: formas de gestão, Rovere, E. L. La (2005) “Requisitos para in-
classificações e conflitos a partir do serção da dimensão ambiental no pla-
licenciamento ambiental, Brasil, nejamento do setorelétrico”. En: Es-
século XXI. En: [http://teses2.ufrj. tado, energiaelétrica e meio ambiente.
br/72/teses/760475.pdf] (consul- Rio de Janeiro, UFRJ/Coppe/PPGAS.
tado el 30 de enero de 2013). Sigaud, L. (1986) “Efeitos Sociais de
Foucault, M. (1983) “Subject and Power”. Grandes Projetos Hidroelétricos. As
En: H. Dreyfus y P. Rabinow, Michel Barragens de Sobradinho e Macha-
Foucault: Beyond Structuralism and dinho”. Comunicação n° 9, Programa
Hermeneutics. Chicago, The Univer- de Pós-Graduação em Antropologia
sity of Chicago Press. Social/Museu Nacional/Universi-
Mosse, D. (2005) Cultivating Develop- dade Federal do Rio de Janeiro.
ment. An ethnography of Aid Policy Sigaud, L. (1988) “Notas sobre os antropó-
and Practice. London-New York, logos e as hidroelétricas”. Boletim da
Pluto Press. Associação Brasileira de Antropologia,
Mosse, D. (2006a) “Ethics and Deve- n˚ 5, junio-julio.
lopment Ethnography: a response Sigaud, L. (1992) “O efeito das tecnolo-
to Sridhar, at 21[6]”. Anthropology giassobre as comunidadesrurais”. En:
Today, vol. 22, n° 3, junio. T. Maciael, O ambienteinteiro:a contri-
Mosse, D. (2006b) “Anti-social anthro- buiçãocritica da universidade a ques-
pology? Objectivity, objection, and tão ambiental. Rio de Janeiro, UFRJ.
the ethnography of public policy Souza Lima, A. C. de (2002) Gestar e ge-
and professional communities”. rir: estudos para umaantropologia
Journal of the Royal Anthropologi- da administração pública no Brasil.
cal Institute,vol. 12, n° 4, diciembre. Rio de Janeiro, Relume Dumará:
Nader, L. (1972) “Up the anthropo- Núcleo de Antropologia da Polí�-
logist: perspectives gained from tica/UFRJ.
studying up”. En: D. Hymes (ed.),
187
Introducción
L
a iniciativa relacionada con la utilización del método
antropológico en Fagor Electrodomésticos (FED)1 surgió
desde el Centro de Innovación de esta empresa, llamado
Fagor Hometek, nombre que utilizaremos en el artí�culo
desde este momento, y se ha desarrollado desde el año 2008 has-
ta hoy. Su gerente y el coordinador de las áreas de conocimiento
de este centro transversal querí�an explorar las posibles ví�as para
aportar un valor añadido a la innovación, prestando particular
atención a las personas: querí�an, en definitiva, ir más allá de la
innovación tecnológica. Cuando decidieron integrar el análisis
antropológico en sus investigaciones y procesos de innovación
no sabí�an con qué se iban a encontrar, ni lo que iba a significar
para los desarrollos de productos y servicios en la cooperativa.
Es importante hacer hincapié en el hecho de que Fagor Electro-
domésticos es una “empresa social”, una cooperativa. Desde este
punto de vista, es inherente la introducción de las personas2 en el
8. Véase: [http://anthrostrategy.com/2012/08/03/translating-culture-and-
opening-markets/].
9. Véase: [http://anthrostrategy.com/2011/06/27/ethnography-gone-bad/].
202 Inès Dinant, Begoña Pecharromán y Ana Rodrí�guez
Bibliografí�a
Bourdieu, P. (2001) El oficio del cien- Rabinow, P. et al. (2008) Designs for an
tífico. Ciencia de la ciencia y refle Anthropology of the Contemporary.
xividad. Barcelona, Anagrama. Dirham, Duke University Press.
Chomsky, N. e I. Ramonet (2010) Cómo Roca i Girona, J. (2001) “¿Antropólogos
nos venden la moto. Barcelona, Icaria. en la empresa?: A propósito de la
(mal) llamada cultura de empresa”
Hunt, J. (2011) “Prototyping the Social:
Etnográfica, Vol (1), mayo.
Temporality and Speculative Futu-
res at the Intersection of Design and Scrimshaw, S.C.M. y E. Hurtado E. (1987)
Culture”. En: A. J. Clarke (ed.), Design Rapid assessment procedures for nu-
Anthropology, Object Culturing 21st trition and primary health care. An-
Century. Angewandte, Universidad thropological approaches to improv-
de Artes Aplicada de Viena. ing programme effectiveness. Los
Angeles: UCLA Latin American Center.
207