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Resumen de Mascara de Padura

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INTRODUCCIÓN

En su novela Máscaras, Leonardo Padura se sirve de la novela negra para representar la


heterogeneidad cubana y la represión político-ideológica, sexual, religiosa y artística
experimentada en la isla. Su investigación, desarrollada tras el tópico de las máscaras, se
enfrenta a las estructuras impuestas desde el Estado, que ha requerido que la noción de
“cubanidad” sea representada como un paraíso socialista. En el transcurso de la novela,
observamos cómo Padura recurre a la transfiguración como fuerza de cambio y
transformación. A partir de la revelación de la realidad que hay tras las máscaras,
Padura reflexiona sobre la integración simbólica del transgresor y marginal “otro” y lo
sitúa en el centro de cambio del orden social.

Máscaras es la tercera de las siete novelas de Padura que dan vida al teniente Mario
Conde, personaje enteramente cubano y a la vez representante del arquetipo del
detective duro de la novela negra. Padura ha mencionado repetidamente las aspiraciones
con las que escribe sus novelas: tienen que ser cubanas sin perder la sensibilidad
literaria. Y, a pesar de expresar su aversión por la escritura con intenciones políticas
obvias, que considera típicas del materialismo social.

Los dos temas principales de este libro son la homosexualidad en Cuba y la


“clasificación crítica” que se utilizó para excluir a muchos intelectuales de la vida
cultural cubana, por razones ideológicas y religiosas o por preferencias sexuales. Uno de
los aspectos más interesantes de este libro es la evolución de Mario Conde, que va desde
una actitud abiertamente homófoba hasta su aceptación de lo que sólo es una
preferencia sexual diferente.

Máscaras no se limita a una crítica no sólo al hecho de la persecución y del tratamiento


de los homosexuales, sino también una crítica a toda la ideología que permitió el uso del
género detectivesco para propósitos como ése.
“La significación del travesti y del travestismo en Máscaras”.

En esta majestuosa pieza, Mario Conde, el inspector de la policía de La Habana tiene


que resolver un asesinato truculento: el de Alexis Arayán, homosexual que aparece
muerto en un parque de La Habana vestido de mujer. Arayán es hijo de un alto
funcionario y miembro del Partido Comunista Cubano y ha sido asesinado por
estrangulamiento.

En su pesquisa, Conde conocerá a Alberto Marqués, dramaturgo gay que vive inmerso
en un exilio autoimpuesto luego de su defenestración política en 1971, poco antes del
estreno de una versión de Electra Garrigó, obra de teatro de Virgilio Piñera dirigida por
él: "Y entonces hablaron de mí", le confiesa Marqués, "como el principal responsable de
la línea estética de aquel teatro. La primera acusación que me hicieron fue la de ser un
homosexual que exhibía su condición, y advirtieron que para ellos estaba claro el
carácter antisocial y patológico de la homosexualidad y que debía quedar más claro aún
el acuerdo ya tomado de rechazar y no admitir esas manifestaciones de blandenguería ni
su propagación en una sociedad como la nuestra".

El travesti, cuyo nombre es Alexis Arayán, tenía una cara femenina, estaba amañado y
tenía un traje rojo, como la protagonista de una obra de teatro de su amigo Marques
(Electra Garrigó). El chico murió el 6 de agosto, día de la transfiguración para los
católicos.

Este personaje impresionante y camaleónico, y su fatídico rumbo, provocará una


profunda impresión sobre el inspector Conde, un hombre homofóbico jurado. Como en
un juego de “muñecas rusas”, la figura del Marqués es quizás una alusión a la vida de
Virgilio Piñera, destacado escritor, poeta y dramaturgo cubano, hacia quien Padura
prodiga una gran admiración (varios de sus libros, incluyendo Máscaras, contienen citas
textuales de la obra de Piñera).

En este texto se puede ver como muchos de los personajes poco a poco pierden sus
máscaras y cambian aquella idea retrograda sobre la homosexualidad y sobre otros
temas tratados. Por ejemplo, se puede ver como el padre, un hombre diplomático e
importante mata su hijo por su reputación y porque no quería que él fuera un travesti y
un homosexual; un policía sincero y bueno en su trabajo, amigo de Mario Conde, en
realidad fue arrestado por razones profesionales.
Piñera, quien al igual que Reynaldo Arenas, Calvert Casey, José Lezama Lima y otros
destacados escritores cubanos, eran homosexuales, estos grandes de la literatura,
tuvieron que enfrentarse a la marginación impuesta por los funcionarios del régimen
luego de la Revolución Cubana: "Esos fueron los que quisieron acabar con gentes como
yo, o como el pobre Virgilio, y lo consiguieron, usted lo sabe. Acuérdese que en sus
últimos diez años Virgilio no volvió a ver editado un libro suyo, ni una obra de teatro
representada, ni un estudio sobre su trabajo publicado en ninguna de estas seis
provincias mágicas", le cuenta Marqués a Conde.

Al correr de la historia, se vislumbra el Marqués, junto con dos personajes más, el Recio
y el Otro Muchacho (cuya identidad no se devela nunca; el narrador se limita a dar
pistas para que el propio lector la descubra) habían visitado París luego del Mayo
Francés como parte de una delegación cultural. Es en el París agitado por la revuelta
estudiantil y los comienzos de la liberación sexual donde se toparán, frente a frente, con
un travesti. Este encuentro es casi una "revelación profana" para Alberto Marqués: "Es
perfecta –dije, pues ya sabía de aquellos travestis adelantados de París, que salían a
confundirse y exhibirse, pero nunca pensé en un espectáculo así: aquella mujer hubiera
arrebatado a cualquier hombre porque era más perfecta que una mujer, casi diría que era
la mujer, y así lo dije".

En contexto, cuando triunfó la revolución cubana, la comunidad homosexual sufrió la


crudeza y la intolerancia de quienes pretendían construir un nuevo estado como así lo
dejó bien claro Fidel Castro en su discurso del 13 de marzo de 1963.

Por otra parte, es sabido que en Cuba los líderes lanzaron discursos homófobos como
parte de la estrategia de construcción de la nación cubana. Esos discursos político-
históricos se han visto usualmente influidos por la guerra y, a partir de sus prácticas, los
estereotipos de género y sexo se han reforzado y canalizado. La historia cubana se ha
venido construyendo sobre el principio de exclusión de ciertos grupos sociales; una
historia homofóbica, patriarcal y androcéntrica cuyo objetivo ha sido proteger la
ideología dominante. Por ello, tanto homosexuales como travestis se han visto como
monstruos, deformados y extraños, “locas” o “pajarones” en el cubano vernacular y, por
ello, han estado sujetos a la mayor de las represiones.
En 1971, el Congreso Nacional de Cultura y Educación declaró la homosexualidad
como una desviación incompatible con la revolución, así, no podían ni trabajar en el
mundo de la educación, ni en el universo de la cultura, decisión que daría pie a la
institucionalización y sistematización de la homofobia, generando una represión de la
homosexualidad que marcaría durante décadas el devenir de la isla.

La transfiguración se encuentra en la base de la novela negra ya que esta se define como


la transformación o representación de una acción grave, normalmente una muerte o un
asesinato, en una narrativa. Y si, por una parte, la novela negra nos permite la
transfiguración del crimen, una transfiguración que podría conducir a una redención
política, por otra parte, ayuda a que entendamos este mundo cada vez más confuso,
revelando conexiones casuales a partir del pensamiento racional.

La novela aborda al fenómeno del travestismo, entendiéndolo bajo tres aspectos: como
metamorfosis, como camuflaje y como provocación. El interés del policía Mario Conde
en el travestismo parte del hecho de que la víctima, Alexis Arayán, aparece muerta
vestida en el vestido rojo de Electra Garrigó, la protagonista de la obra teatral (amigo a
su vez de Alberto Marqués, uno de los sospechosos del crimen).

Como se ha mencionado anteriormente, Conde es “sujetador” de ciertos principios y


valores, y está “sujetado” por la multiplicidad de poderes que determinan su
comportamiento. Sin embargo, sigue sintiéndose alienado y distanciado de muchos
aspectos de la Cuba contemporánea, especialmente de la política autoritaria y del
pensamiento grupal, así como de la censura interna que todo ello produce. Durante la
novela observamos que distintos devenires lanzan a los sujetos al margen del patrón de
comportamiento convencional, y se reconoce la diferencia, el desplazamiento y la
autoconstitución del sujeto, rompiendo con la tendencia homogénea global. No es
ninguna sorpresa entonces que Padura diga que, para la ortodoxia cubana, Conde era un
tipo “políticamente incorrecto”.

Esta disyuntiva que surge entre la máscara exterior y su más interna imaginación
femenina está muy presente en Conde, quien experimenta una fuerte tensión entre su
pensamiento y su actitud externa: rasgo que transgrede el fundamento básico de la
novela negra. Además, la ambigüedad juega un papel definitorio en el mensaje de la
novela, ya que mediante la tensión experimentada por Conde y la aparición de
personajes de sexualidad cambiante no solo se desestabiliza el prototipo del detective y
el modelo heterosexual de la nación, sino que, a la vez, la novela se establece como un
arma de subversión política y deconstruye las definiciones totalizadoras (pre)
establecidas.

La tensión interna del detective sale a flote principalmente en los encuentros que tiene
con Marques, ya que ambos juegan a mantener posiciones extremas. Así pues, en
contraste con la superficialidad del detective clásico, con sus frías observaciones de un
mundo sin esperanza, el estilo de Padura está cargado de esa ansiedad y de esa tensión
que sufren las personas que viven bajo una presión constante, y despliega el
desfiguramiento que esa presión produce. Del mismo modo, su estilo admira el
rebusque de la gente que saca el mejor partido de lo inexistente y encuentra felicidad en
un mundo de escasez y opresión. Conde vive en la Habana contemporánea; una olla a
presión que parece reforzar esa personalidad dual, ese exterior o esa máscara tras la que
el personaje esconde un alma romántica y artística, afuera de los parámetros del
realismo social.

Por aquella época, cuando tan sólo contaba con dieciséis años, Conde recuerda el cierre
de La Viboreña, la revista del taller literario de sus épocas de colegial: "Lo frustrante,
sin embargo, fue la represión que desató aquella revista que nunca llegó al número uno
y dentro de ella, también su cuento. Cada vez que lo recuerda, el Conde recupera una
vergüenza lejana pero imborrable, muy propia, toda suya, que lo invade físicamente,
muy propia, toda suya, que lo invade físicamente: siente un letargo maligno, unos
deseos asfixiantes de gritar lo que no gritó el día en que los reunieron para clausurar la
revista y el taller, acusándolos de escribir relatos idealistas, poemas evasivos, críticas
inadmisibles, historias ajenas a las necesidades actuales del país, enfrascado en la
construcción de un hombre nuevo y una sociedad nueva".

No obstante, en aquellos tiempos fueron creadas las Unidades Militares de Ayuda a la


Producción (UMAP): campos de trabajo parecidos a los de la Alemania Nazi
(inspirados en otros que ya existían en distintos países soviéticos), en los que las
personas consideradas "lacra social" debían resultar productivas para la sociedad, al
tiempo que recibían una reeducación fuerte con la que, entre otras cosas, se buscaba
curar a los homosexuales de su "patología y debilidad". En esos campos fueron
recluidas todas las personas que eran consideradas dañinas para el país: hippies (para ser
hippie bastaba con tener el pelo largo, vestir a la moda estadounidense o escuchar a los
Beatles), ‘pájaros’ y cualquier otro individuo que manifestase algún tipo de "conducta
impropia".

Sin embargo, tras las lecturas de Conde y los varios encuentros con Marques, la propia
sexualidad, tanto en relación con hombres como con mujeres, es más ambigua y, de
hecho, desarrolla un creciente interés por el tema. Esta atracción hacia el mundo
subterráneo y desconocido por él hasta entonces, lo conduce a acompañar a Marques a
una fiesta gay. Marques le advierte que debe analizar lo que va a encontrar en la fiesta
como el fruto de la represión impuesta por el sistema: “Lo que usted quiere saber no es
demasiado agradable, se lo advierto. Es sórdido, alarmante, descarnado y casi siempre,
trágico porque es el resultado de la soledad, de la represión eterna, de la burla, la
agresión, el desprecio y hasta del monocultivo y el subdesarrollo”.

Sin embargo, la naturaleza ambigua de los invitados a la fiesta sirve además como
ejemplo del desvanecimiento y/o deconstrucción de los límites de género, que atenúa
cualquier distinción entre masculinidad y feminidad. Del mismo modo, la fiesta
gestiona una visión queer que cuestiona la propia estabilidad de la definición de una
identidad política, artística o sexual. En realidad, este evento rompe claramente con el
binarismo de género existente dentro del marco patriarcal caribeño, en particular
cubano, y refuerza el espacio intermedio que ocupan aquellos individuos empujados
socialmente al margen, no tanto por un cambio de identidad sino por el desplazamiento
que ejemplifican.

Conde se siente observado y deseado por los “maricas” y disfruta de alimentar esa
atracción. Esta ambigüedad sexual recuerda de nuevo la identidad transitiva del sujeto y
la evolución y desenmascarización de Conde. Finalmente, se encuentra con “nalguitas
de gorrión”, sujeto ambisexual que transgrede el patrón heterosexual americano de
Conde; una mujer muy “masculina” con la que Conde acaba teniendo sexo anal. Esta
mujer con cuerpo semi transformado indica que la identidad no corresponde a su
constitución somática y enfatiza el carácter ilusorio de las apariencias. Pero, además,
con “nalguitas de gorrión” aparece una lucha erótica que crea nuevas categorías. De esta
manera, la novela de Padura nos presenta, a través de esta fiesta, una perspectiva
ventajosa desde la cual leer, y críticamente re-examinar, tanto las pre-concepciones
sociales como las políticas de género fomentadas en Cuba. Tal como declara Conde, las
teorías expuestas por Marques le permiten pensar y ver a los sujetos a través de un
prisma muy distinto: “ya sabes que no resisto a los maricones, pero este tipo es muy
distinto… el muy cabrón me ha puesto a pensar”.
Así pues, parece ser que las convenciones de la novela negra ofrecen una forma de
reconciliar las dos caras de la personalidad de Conde, implicando que también la
sociedad puede ser reconciliada y evolucionar. Además, el que la historia investigue la
muerte de un homosexual, transvestido y transfigurado en el momento de su muerte,
permite reflexionar sobre la realidad existente bajo las máscaras, y descubrir cómo la
heterogeneidad de los sujetos y las sexualidades camaleónicas reflejan la crisis y el
derrumbe de la homogeneidad maniqueísta de los discursos tradicionales.

En la novela de Padura, uno esperaría que el detective, como el “Superman” americano,


hubiera conseguido trasformar todo lo malo en algo positivo, ya que necesita
convertirse en héroe para reparar el frágil tejido social perturbado por el criminal.

Padura revela la división y desintegración de una familia cubana; una familia que vive
de las apariencias y que aplica la ideología del Estado, provocando el distanciamiento
entre sus miembros. De este modo, Padura representa al Estado Cubano como la fuerza
inexorable de la historia que impulsa a los personajes hacia distintos finales trágicos.
Por ello, el texto implica que es únicamente al enfrentarse a una tragedia que el hombre
se autolibera y obtiene purificación y redención. El sacrificio de Alexis, ejecutado al
nivel de sus “pecados sexuales”, lo libera y, con su muerte, se alcanza el punto más
álgido de la tragedia. Con su muerte, Alexis obtiene su redención. No obstante, el
asesinato y la muerte del hijo de Faustino Arayán van mucho más lejos de cualquier
interés individual. Con su planeada muerte, fuera de la farsa y la representación, Alexis
trata de cambiar la sociedad; de ahí que su transformación alcance real trascendencia.
Por ello, a pesar de ser la víctima, Alexis se convierte también en el héroe de la novela,
y es él quien, incapaz de conseguir la autoridad sobre su propia vida, es glorificado con
y tras su muerte. El impacto de la novela reside en su paradoja: en Máscaras no es el
hombre masculino socialista, el “hombre nuevo”, quien trae consigo el cambio
sociopolítico para Cuba, sino

Al revelar la sucia realidad tras la fachada, Padura también nos muestra una Habana
distinta; la otra ciudad marginal, en donde el crimen, el desorden y el exceso se hallan
continuamente al acecho, merodeando tras la controlada disciplina revolucionaria. La
mayor frustración de Conde deriva de su desconocimiento de los cambios de la ciudad;
de su deterioro progresivo, debido, según algunos personajes de su entorno, a la entrada
del ‘progreso’. La ciudad de Padura queda lejos de aquella Habana monumental descrita
por muchos políticos, colaborando, de alguna manera, con el proceso de desmitificación
del imaginario de la ciudad y con su fragmentación. Ciertamente, Padura se enfrenta a
temas como la hegemonía y la fragmentación al no presentar a la ciudad como un todo
homogéneo, sino como un espacio leíble, heterogéneo, con una distribución imprecisa
de las funciones urbanas y basada en un discurso de identidad nacional que ignora lo
marginal y que rechaza los intersticios.

Si analizamos lo literal con la realidad, se puede sostener las recientes marchas no


autorizadas, siendo estas celebradas en La Habana y en la que participaron activistas de
la comunidad LGBT, pero lamentablemente estas celebraciones terminan con
enfrentamientos entre los participantes y la policía cubana, que detiene a cientos de
personas.

En ese mismo orden, las manifestaciones suelen ser convocadas principalmente en redes
sociales después de que el gobierno cubano decidiera suspender hace años la tradicional
"conga" contra la homofobia que organiza desde hace más de una década el oficialista
Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), que dirige la diputada Mariela
Castro, hija del expresidente Raúl Castro. ¡La historia sigue repitiéndose!

La historia tradicional de detectives o la novela negra muestra a la sociedad civil como


un régimen corrupto en el que reina la duda, la confusión y el crimen. Esto es cierto en
Máscaras, en donde Conde no entiende su propio mundo y debe continuamente buscar
una realidad que, en última instancia, no puede encontrarse. Pero su confusión no hace
más que revelarnos su propia interrogación a la sociedad cubana, y clama por una
transfiguración sociopolítica que reemplace al silencio y la represión por una existencia
en libertad.

En lo inmediato la utopía anticapitalista y revolucionaria ha desaparecido del horizonte,


y es incierto el destino que le aguarda a Cuba hoy en 2020, luego de la muerte de Fidel
y de una sociedad agobiada por un bloqueo económico de décadas. Afortunadamente, la
realidad de la comunidad LGTTB en Cuba parece haber mejorado un poquito en los
últimos años, y ya no son víctimas de acoso institucional o violencia (la propia
publicación de Máscaras es testimonio de una apertura e intento de revisión crítica). Por
otra parte, los gays, lesbianas, travestis y transexuales han conseguido conquistas
democráticas importantes en varios países. Al igual que otros 22 países entre los que se
cuentan Estados Unidos, Inglaterra y Francia, la Argentina cuenta con una Ley de
Matrimonio Igualitario. Incluso Cuba como país ha avanzado más allá, al implementar
la Ley de Identidad de Género, promulgada en mayo de 2012, que permite a las
personas trans sean inscritas en sus documentos personales con nombre y género de
elección, a pesar de algunos ataques del heteropatriarcado.
Si se investiga sobre la identidad de genero en Cuba, se resalta la nueva Constitución de
Cuba que ha incluido por primera vez la prohibición de discriminar a las personas por
su identidad de género, una vieja petición del colectivo LGTBI cubano reflejado en la
propuesta de la nueva Carta Magna, que también establece el reconocimiento a la
propiedad privada.

"El proyecto establece que los derechos de las personas solo están limitados por los
derechos de los demás, la seguridad colectiva, el bienestar general, el respeto al orden
público, la Constitución y la ley", indica el borrador que fue expedido en 2018 por las
autoridades correspondientes. Agregando que los principales reclamos del colectivo
LGTBI en Cuba han sido el reconocimiento legal de las parejas homosexuales
(matrimonio igualitario), junto a la adopción y reproducción asistida, así como la
prohibición de la discriminación por orientación sexual e identidad de género.

El prólogo en Máscaras alerta al lector sobre dos características de Conde: su


susceptibilidad a los discursos oficiales que lo prejuician en contra de otros y que
pueden influir en la aplicación injusta de la ley, y su valoración de la amistad por
encima incluso de su responsabilidad ética como revolucionario. En el capítulo inicial,
Padura señala tanto la influencia de los discursos oficiales en el personaje de Conde
como la posibilidad de que él pueda ir en contra de sus propios límites. El episodio que
transcurre en la piloto de Candito el Rojo en este primer capítulo da indicios de las
raíces positivistas de la educación de Conde, las cuales también se ven reflejadas en la
certeza con la cual el Primer Congreso sanciona a aquellos individuos que no se acoplan
al ideal revolucionario. Una piloto es un negocio – una especia de bar – que opera en los
márgenes del socialismo en Cuba. A pesar de que la empresa privada está prohibida en
Cuba, ciertas aperturas hacia el capitalismo durante la década de los ochenta resultaron
en la creación de sitios como éste que no eran parte de la economía oficial del gobierno.
La piloto, por lo tanto, representa en Máscaras un sitio fuera del discurso oficial. El
Flaco, el mejor amigo de Conde quien fue incapacitado en la guerra de Angola y que
por esa causa nunca sale de casa, le pide a Conde que, como regalo de cumpleaños, lo
acompañe a la piloto de Candito el Rojo. Conde, renuente a inmiscuirse en una piloto
debido a que es policía y no debe ser visto por esos lugares, se niega.

CONCLUSIÓN

¿Qué queda entonces de esta experiencia narrada en Máscaras? Quizás muchos piensen
que es tan solo una anécdota que habla de un error cometido por revolucionarios bien
intencionados, quizás otros piensen que se trata de la naturaleza intrínsecamente
totalitaria que tuvo el comunismo en todo el mundo. Yo prefiero pensar que de esta
experiencia surge un aprendizaje: fue una injusticia. Y también una lección de cara al
futuro: no puede haber auténtica emancipación si se perpetúa la opresión hacia las
minorías sexuales. La utopía anticapitalista, para poder recrearse genuinamente, debe
partir de reconocernos a los gays, lesbianas, travestis y transexuales como seres
humanos con una subjetividad propia y particular, que vamos por la vida sin necesidad
de cubrirnos con ninguna máscara.

Máscaras forma parte de una tetralogía de novelas policiacas, protagonizadas por el


mismo personaje, el teniente de policía Conde, hombre solitario y desencantado,
sancionado en la Central por una antigua insubordinación, y a quien vuelven a llamar
para investigar los casos más extraños y menos lucidos. Este entrañable personaje, y el
género novelesco en el que se enmarca, le sirven a Padura para abrirse a un horizonte
más amplio: sus historias trazan, de hecho, un fresco a la vez risueño y sombrío de las
pequeñas grandezas y grandes miserias de la vida cotidiana en la Cuba actual y las
someten, como de pasada, a una brillante y profunda reflexión. 

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