Bruja
Bruja
Bruja
Pareciera que por un lado está Paula con su anhelo de irse, de ser feliz, de
conseguir eso que quiere y no sabe qué; y por otro su deseo, que la complace en
sus caprichos inmediatos, le da gusto, la hace “pasablemente dichosa”. Lo que la
obliga a abandonar los primeros (anhelos) y refugiarse en los segundos (deseos)
es su miedo. El deseo creador de gustos y caprichos es eso que le ayuda ante la
acometida de sus anhelos, para contrarrestar sus miedos. “Sonríe ante la fácil y
ventajosa sustitución de anhelos; su horrible ansiedad de fuga se ha resumido en
un modesto capricho”.
Este deseo amigable, complaciente y creador, tiene una cara oscura. Narra el
texto cómo aparece como otro que la invade, la acomete, sucede en forma de
necesidades imperiosas, sensaciones intensas hasta darle nauseas, opresiones
físicas, y un sinfín de nominaciones similares que denuncian cómo es dominada
por ese otro, el guardia que custodia la prisión de sus anhelos y, en colaboración
con sus miedos, hacen que le sea forzoso refugiarse en sí misma, la obligan a
concluir que no hay alternativa, que no puede ser descubierta, de manera que
debe quedarse, incluso aislarse. El deseo es ese otro que hace ver a los demás
como un peligro.
Ese otro se camufla entre los gustos de su huésped y la hace pensar que es su
voluntad la que actúa. Pero en este episodio de la mosca nos queda claro que no
es un acto volitivo y, por el contrario, es otro dentro de ella el que crea. Imagino
que si en el instante alguien hubiera preguntado a Paula sobre el origen de aquella
mosca, su respuesta más sincera hubiera sido: “apareció sola” ó “sólo apareció”, y
no “yo la hice aparecer”. El texto señala como ella misma tiene que construir una
seguridad sobre lo que apenas sospecha, y enuncia de manera particularmente
impersonal la frase en la que la protagonista se afirma en su pensamiento: “Paula
ha guardado en el basto cofre de sus muchos silencios una íntima seguridad; algo
le dice que ella puede” algo, ese otro, su deseo creador.
Todo esto puede resumirse en el pasaje del texto que introduce el suceso de la
mosca, que dice: “Pero deja de sonreír como si le arrancaran la risa de la boca: el
recuerdo de la mosca se asocia a su deseo, le trae un temblor a las manos
vacantes”. Tiembla, claro. Después de todo, no es tan apacible su relación.
Pero Paula no crea por crear. Crea para quedarse, quiere alejarse, evadirse, y al
final aislarse. Crea porque le es forzoso crear, para no interactuar con los otros y
así no levantar sospecha, crea por miedo, así lo resuelve. La cárcel en la que
encerró sus grandes anhelos y su vida misma, tenía las paredes hechas de miedo,
y los barrotes forjados con caprichos materializados, premios de consolación.
Así, la palabra bruja dentro del contexto del cuento es todo lo mencionado al
principio, condensado en los ejes de la creencia, el miedo y la creación.
Paula ha entendido que debe morir para liberarse del otro que es ella, y tiene una
herramienta expedita para lograrlo: su facultad para materializar sus deseos. Entre
todas las pequeñas salidas que configuraban siempre la realización de sus
caprichos, aparece la más contundente, una que no la mantendrá atada a su
destino, a su cárcel. La muerte la liberará de sus miedos y de sus deseos, los
captores de su vida. Por eso la necesita para ser enteramente feliz. Con un tinte
de engaño a ese otro creador, Paula pretende liberarse. Su muerte fue una más
de sus creaciones.
Los pocos amigos del pueblo que acuden a su velorio, observan el resultado de la
que podría ser la única acción voluntaria de Paula: la muerte del demiurgo, y a la
vez su propia muerte. Hasta aquí, todo parece claro, pero en el párrafo final las
cosas se ponen de película. Con la muerte del creador, todas las materializaciones
desaparecen. Lo relata el texto así: “a través del pecho de Esteban está viendo los
calados del respaldo del sillón. Los otros siguen su mirada y lividecen […] Más allá
de la puerta cerrada se yergue de pronto la masa espesa del monte de eucaliptos
bañado de luna; y ellos comprenden que lo están viendo a través de la puerta
cerrada.” Y hasta el punto final describe cómo las realizaciones de paula se van
desvaneciendo hasta desaparecer. Es comprensible que muerta la fuente de las
apariciones mágicas, estas desaparezcan con su creadora. Pero en el ambiente
queda una duda que retumba, ¿qué sucede entonces con su último deseo
materializado, su muerte? Por ser su muerte una materialización más de sus
deseos ¿se desvanece como las demás? El autor juega con nuestra imaginación,
dejando abiertas una suerte de posibilidades cuando propone “Y por los cinco
amigos pasa, alternativamente, el mismo tierno y manido pensamiento: parece
dormida”. Está claro que el demiurgo ha muerto, y con él sus realizaciones. Pero
¿y Paula?... y si paula viviera ¿Qué tan muerto estaría el otro, su deseo creador?
No lo sabremos. Solo sabemos que ahí están los cinco amigos con Paula, o su
cadáver, bajo la luna inevitable.
MEDELLIN
2017