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Krzysztof Pomian

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D irigido a

tiempo de los hechos,


tiempo de la historia

entimos el tiempo dentro y fuera de nosotros, en nuestro ser que nace y


muere , y en el movimiento constante de los seres y de las cosas que pueblan
nuestro espacio exterior. Sentimos el tiempo como algo unido inseparable-
mente a la existencia en cualquiera de sus formas. El ser humano, al igual que todo
organismo vivo, se comporta como un reloj biológico, con unas funciones básicas que
manifiestan una 01·ganización temporal íntimamente sincronizada a las variaciones
periódicas del entorno. Las diferentes sociedades en que se desenvuelve la vida huma-
na crean formas específicas y variables de tiempo social que interactúan con la con-
ciencia del individuo. Por ello , como señala H elga Nowotny en Tempo privato. Origine
e struttura del concetto di tempo, (Bolobrna, ll Mulino , 1993, p.7): "Il tempo "risiede'
in noi sía attraverso i ritmi biologici ai quali siamo subordinati, sia perché siamo esse-
ri sociali cresciuti in un a societa con strutture temporali mutevoli e ch e apprendono a
vivere nel loro tempo sociale". (Ver también, "Estructuración y medición del tiempo:
sobre la interrelación entre los instrumentos de medición del tiempo y el tiempo social",
en Ramón Ramos Torres, ed., Tiempo y Sociedad, Madrid, CIS/ Siglo XXI, 1992, pp.
133-160 ).

Negar el tiempo, como señala Ilya Prigobrine, puede ser un consuelo o parecer un
triunfo de la razón humana , pero es siempre una negación de la r ealidad (Ilya
Prigogine, "De los relojes a las nubes", en Dora Fried Schnitman, Nuevos Paradigmas ,
Cultura y Subjetividad, Buenos Aires-Barcelona-México, Paidós, 1994, p.4.09). Para
plantearse siquiera la posibilidad de refutar el tiempo, hay que compartir el argumen-
to de la filosofía idealista que , después de negar el objeto que está detrás de las impre-
siones d e lo sentidos (Berkeley) y el sujeto que percibe los cambios (Hume), da un paso
más y r ech aza también el tiempo como un todo, fuera de cada instante presente . Luego

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de exponer semejante argumento , Jorge Luis Borges, en su "Nueva refutación del tiem-
po" (Obras completas, 11, Barcelona, Círculo de Lectores, 1992, pp.351-365) , conclu-
ye : "Negar la sucesión temporal, negar el yo, negar el universo astronómico, son deses-
peraciones aparentes y consuelos secretos. Nuestro destino (a diferencia del infierno de
Swedenborg y del infierno de la mitología tibetana) no es espantoso por irreal: es
espantoso porque es irreversible y de lúerro. El tiempo es la sustancia de que estoy
hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me des-
truye, pero yo soy el tig1·e; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo,
desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges" (Obras Completas,
Buenos Aires , Emecé, 1989 , vol.U, 1952-1972).

El tiempo ha sido experimentado y representado de distintos modos desde la anti-


güedad hasta nuestros días. Una de esas representaciones, quizás la más constante, es
la que imagina el tiempo como un flujo al que puede serle aplicada la analogía con el
río . La idea de un tiempo asimilado al flujo proviene, como señala Krzysztof Pomian,
de su identificación con el cambio (El orden del tiempo, Madrid, Júcar, 1990, p.388).
De ahí deriva la imagen del tiempo como medida del cambio, lo que tiene a su vez dos
consecuencias:

a)-En primer lugar el tiempo cobra existencia e incluso se visualiza con la ayuda de
los distintos instrumentos que miden el a ntes y el después , porque parece un rasgo con-
sustancial a la trayectoria de los objetos, una propiedad objetiva, algo así como la sus-
tancia de que están hechos , en tanto que objetos que cambian. La cronometría tiene ese
origen. Según Giuseppe Barletta, (Chronos. Figure filosofique del tempo, Bari, Dedalo,
1992, p.15), la etimología del término Chronos indica la maduración estacional de los
frutos y muestra el arquetipo de la dimensión temporal, originado sea en la cuotidia-
nidad circular del trabajo agrícola, sea en la naturalidad de la posición del sol y en la
alternancia del calor y del frío .

b)-En segundo lugar, la analogía con el río , o con cualquier otra sustancia que fluye
constantemente, no sólo visualiza el tiempo a través de la medida (relojes de agua, relo-
jes de arena, relojes metálicos ... ), sino que permite también que le asignemos una topo-
logía y una dirección determinada.

A lo largo de la lústoria de las diferentes culturas humanas la cronometría y las for-


mas de concebir el tiempo se han ido modificando, por lo que el mismo tiempo se ha
convertido en un objeto temporal que puede ser estudiado desde diversos puntos de
vista ( técnico, filosófico , artístico); o abordado desde una perspeciva enciclopédica (
como ocurre en el excelente libro de Krzysztof Pominan, El orden del tiempo, (Madrid,
Júcar, 1990). Todas las personas, en todo lugar, en todas las épocas, tienen una expe-
riencia y una concepción car acterística del tiempo que condiciona sus pensamientos y
orienta sus a cciones. Interpretando la cultura como una función del tiempo y del espa-
cio -como apunta Stephen Kern en The Culture of Time and Space 1880-1918,

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Cambridge, 1983- resulta posible confrontar tema por tema diferentes épocas y cultu-
ras con menos confusión de cuanto implica la tentativa de confrontar histórica y cultu-
rahnente categorías interpretativas específicas como Estado, familia o burguesía.

Dos son las topologías y otras tantas las direcciones que definen las relaciones entre
el presente, el pasado y el porvenir, en palabras de K.Pomian, cuyas ideas paso ahora
a resumir.:

a)-Si, en cuanto se suponen diferentes del presente, el pasado y el porvenir se repi-


ten, el tiempo es cíclico: vuelven a suceder los mismos acontecimientos, así sea tras un
larguísimo intervalo. En caso de que vuelvan a suceder todos los acontecimientos del
pasado y tal y como fue, el tiempo gira en redondo.

b )-En caso contrario, los acontecimientos son de dos clases: los que vuelven perío-
dicamente y los que sólo se producen una vez y luego desaparecen para siempre.

Incluso cuando el tiempo global se define como cíclico, el lugar del presente en rela-
ción con el pasado y el futuro no está definid!) de manera unívoca:

a)-Si el presente se sitúa en la fase ascendente del ciclo, el tiempo se vive y se pien-
sa como progresivo, el futuro es objeto de esperanza y al pasado se le supone caduco.

b)-Por el contrario, cuando creemos atravesar una fase descendente, aprehendemos


el tiempo como locahnente regresivo, el futuro suscita angustia y buscamos en el pasa-
do modelos a imitar.

También las "cronosofías" -término empleado por Pomian- que definen el tiempo
como lineal, deben determinar su dirección. No basta con afirmar que el pasado, el
presente y el futuro difieren. Aún falta por precisar si esa tendencia es ascendente o
descendente, si los cambios acumulados son positivos o negativos. Responder a esas
cuestiones, determinar la dirección del tiempo como progresión o retroceso, crecimien-
to o descenso, auge o decadencia, equivale a emitir un juicio de valor sobre el presen-
te, a la vez que se opta por una actitud con respecto al pasado y al futuro. También la
cronosofía lineal puede, como la cíclica, expresarse mediante dos actitudes opuestas en
relación con los problemas de actualidad.

Tal y como señala Pomian, definir la topología del tiempo y determinar su dirección
son dos cosas distintas.

-En el tiempo definido como lineal, la dirección está determinada de una vez por
todas, y viceversa.

-La topología cíclica supone que la dirección del tiempo no es constante, sino que
existen puntos donde, de ascendente, se vuelve descendente.

-Finahnente, se puede concebir una cronosofía en la que el tiempo no tenga direc-


ción determinada, "porque los cambios que se produzan sólo provoquen sucesión, sin
sumarse, y sin que sea posible descubrir unidad subyacente alguna. Para esta crono-

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sofía el tiempo sólo puede tener una topología discreta, puntual; es una serie de episo-
dios divergentes crue no se integran en ninguna figura de conjunto". Excluye la posibi-
lidad misma de previsión y, por ello, impuga la legitimidad de todas las demás crono-
sofías. "Como expresión de una actitud escéptica con respecto al futuro , con frecuen-
cia va acompañada de una actitud similar respecto a la posibilidad misma d e conocer
el pasado. Sólo el presente halla gracia a sus ojos, y no siempre" (pp. 15-16).

En la Europa moderna el tiempo cíclico de los antiguos, cultivado aún en el


Renacimiento, dejó paso durante el siglo XVIII al tiempo lineal en la dirección del pro-
g1·eso, hasta que la idea de progreso ha entrado en crisis, sacudido en nuestro siglo por
el impacto de las dos guerras mundiales. Entonces ha dejado paso a la actitud escépti-
ca respecto al futuro , que sólo valora el presente en que el sujeto se halla (P. Ruiz
Torres, El tiempo histórico, Eutopías vol. 71, Valencia, 1994). Son experiencias y repre-
sentaciones del tiempo cuyas diferencias se han puesto de relieve pero cuyas causas
sociales están por descub1·ir y analizar.

Hasta hace poco, el tiempo en la cultura europea moderna , el tiempo considerado


como el flujo externo que percibimos a través de los sentidos, el tiempo que sentimos
como objetivo, el tiempo que puede se1· medido y que se corresponde con la represen-
tación cuantitativo-espacial del cambio, se ha r epr esentado de dos modos:

a)-Por un lado, como un tiempo cíclico, que definen las revoluciones de los cuerpos
celestes y expresan los distintos tipos d e calendarios y de r elojes que miden su paso
como quien regula el curso de los ríos: un tiempo que gira en redondo y donde las repe-
ticiones predominan sobre las diferencias.

b)-Por el otro, el tiempo vivido por los seres humanos, que presenta una forma line-
al y un curso irreversible, el tiempo humano que Aristóteles contrapone al tiempo cós-
mico. Como un río que arrebata y destruye , ese tiempo es una fuerza enigmática que
nos limita y coacciona . "El lamento del poeta (Horacio) - esc1·ibe Norbert Elias- por la
cascada de los fugaces años nos llega desde la Antigüedad con frescura sin
merma ... Desde que el hombre es h ombre e incluso antes con sus antepasados homíni-
dos, el ciclo vital pasa sin cesar de la vida a la muerte. Y este p roceso con su s fases suce-
sivas era obligado y n o dependía de la voluntad o conocimiento de los hombres, que,
sin embargo, sí ordenaron este curso en forma de años, cuando desarrollaron para sus
propios fines este símbolo regulador" (N.Elias,Sobre el tiempo,México,F.C.E.,1989,
pp.31-32).

El lamento del poeta por la cascada de los fugaces años sur ge de la difícil aceptación
de ese curso irrever sible que acompaña a la finitud de la vida. "No se engañe n adie, no ,
/ pensando que a de durar / lo que espera / más que duró lo que vio , / porque todo ha
d e pasar / por tal manera. / Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en el mar / que
es el morir " ("Coplas que hizo Don Jorge Manrique a la muerte del maestre de
Santiago don Rodrigo Manrique su padre" en Poesía, Bar celona , Crítica, 1993, pp.

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149-150). Va unido, ese lamento, a la esperanza de que el mundo visible, que sentimos
en constante movimiento, sea en definitiva el camino para el otro, concebido como
inmutable y eterno, un mundo invisible que las distintas religiones convierten en su más
preciado dogma. Así, a la experiencia más antigua y persistente, que asocia la sustan-
cia temporal de que estamos hechos a la corriente incontrolable del río, le corresponde
la idea de eternidad como remanso.

Porque, en efecto, existe una idea opuesta a la del tiempo como rasgo del cambio de
las cosas, tan antigua como ésta, que rechaza la noción de trayectoria y propone que el
presente, el pasado y el futuro son idénticos. Nada cambia, nada sucede; lo que anta-
ño fue es y será siempre lo mismo. En esta cronosofía de la intemporalidad, sólo tiene
sentido la noción de un presente local y globalmente simétrico. A este presente, "tiem-
po estacionario", se le da el nombre de "eternidad"; a los seres que se encuentran,
desde siempre y por siempre, en él, se les tiene por absolutamente inmutables. "Platón-
señala Pomian- llega a identificar el tiempo con el movimiento de los cuerpos celestes ,
al situarlo en lo visible, mientras que lo invisible se asimila a la sustancia eterna a la
que no se aplica expresión alguna que pudiera sugerir algún cambio" (p .263) . Platón,
como Parménides, creyó que detrás del devenir - mera apariencia sujeta a paradojas
como la de Aquiles y la tortuga (Zenón de E lea)- , se encontraba el mundo del ser, el
mundo real aprehensible por la inteligencia con la ayuda de la razón, como afirma en
el Timeo; un mundo a la vez indivisible e independiente del tiempo.

Aquellos que no aceptan la temporalidad de la existencia se inventan o se aferran a


un absoluto que trasciende absolutamente todos los objetos posibles de conocimiento
que proporciona nuestra experiencia del mundo. Borges comprime en pocas y precio-
sas páginas algunas de las ideas filosóficamente más elaboradas de esa Historia de la
eternidad que se remonta a los exámetros de Pa1·ménide y pasa por Platón, Plotino y
San Agustín. Todo para concluir: "El tiempo es para nosotros un problema , un trému-
lo y exigente problema, el más importante de la metafísica; la eternidad, un juego o una
vana esperanza"

Sin embargo la eternidad n o sólo se muestra en la absoluta negación de la trayec-


toria temporal del mundo. Igualmente se manifiesta con una enorme persistencia en
múltiples expresiones de contenido diverso a rtístico, político, científico-, que no nie-
gan el tiempo sino que lo hacen girar constantemente sobre sí mismo. A Bach, como
recuerda el libro de Douglas R. Hofstadler, le entusiasmaba la idea de un proceso d e
copias del tema musical, no sólo escalonado en el tiempo sino también en el tono, así
como que ese proceso siguiera y siguiera hasta ad infinitum, para mayor "gloria del
rey", el monarca absoluto . El "canon eternamente remontan te", junto con la obra
del artista gráfico M.C.Escher (1898-1971) y la construcción matemática de Godel,
son para Hofstadler ejemplos del concepto de "bucles extraños", un fenómepo que
"ocurre cada vez que habiendo hecho hacia arriba (o hacia abajo) un movimiento a
través de los niveles de un sistema jerárquico dado , nos encontramos inopinadamen-

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te de vuelta en el punto de partida"(Godel, Eschcr, Bach. Un Eterno y Grácil Bucle,


Barcelona, Tusquets, 1987, p .12).

Algo parecido se expresa en el sentido original de la palabra revolución, cuyo uso


científico, como señala Hannah Arendt, conserva su significación precisa latina al
designar: " ... el movimiento regular, sometido a leyes y rotatorio de las estrellas , el
cual, desde que se sabía que escapaba a la influencia del hombre y era, poi· tanto, irre-
sistible, no se caracterizaba ciertamente ni por la novedad ni por Ja violencia. Por el
contrario, la palabra indica un movimiento recurrente y cíclico ... Referido a asuntos
seculares del hombre, sólo podía sibrnificar que las pocas formas de gobierno conocidas
giran entre los mortales en una recurrencia eterna y con la misma fuerza irresistible
con que las estrellas siguen su camino predestinado en el firmamento"(Sobre la revolu-
ción, Madrid, Alianza , 1988, pp43-44)

No sólo la eternidad o Ja circularidad de lo sobrenatural , de lo artístico o de lo polí-


tico, son maneras de sobrellevar la difícil aceptación de la realidad d el tiempo.
También la fascinación por lo eterno se mantuvo durante grnn parte de la historia del
pensamiento científico, de un p ensamiento que imaginaba el universo como reversible ,
sin generación propia, incorruptible e inalterable. En el universo de la ciencia clásica,
cualquier fenómeno natural se explica en términos de leyes deterininistas que, a largo
plazo, eliminan la distinción entre el pasado y el futuro, a pesar de que dicha distinción
ha resultado siempre básica y elemental en la corta existencia humana. Como señala
Julius Thomas Fraser, "la dicotomia platónica entre las fo1·mas atemporales y el mundo
temporal es algo implícito en los rasgos de la ley científica" ("Saliendo d e la caverna de
Platón: la historia natural del tiempo", Revista de Occidente, num. 76, septiembre
1987, p.5.).

A pesar de que los seres humanos siempre han tenido plena conciencia d e vivir en
un mundo irreversible, de nacimiento y mortalidad , el tiempo, en el sentido del tiempo
direccional, hasta hace poco ha resultado una apariencia para la ciencia clásica. El
tiempo parecía algo impropio de una naturaleza estable y de una ciencia capaz de creer
que sólo cuando lo eliminaba alcanzaba la más absoluta certeza. Durante casi toda la
historia del pensamiento científico en Occidente, la física clásica ha imaginado al uni-
ve1·so como r ever sible. A lo largo de toda esa historia- como nos recuerda Ilya
Prigogine- , desd e Giordano Bruno hasta Einstein, el universo ha sido concebido como
uno, infinito e inmóvil; sin movimiento local, porque nada podía haber fuera de él; un
universo, en definitiva, sin generación propia, que no er a corruptible, ni tampoco alte-
rable. En consecuencia el tiempo, en el sentido del tiempo direccional , irrever sible,
parecía una ilusión. (l. Prigogine,¿Tan sólo una ilusión?.Una exploración del caos al
orden,Barcelona, 1983).

El gran matemático Godel se tomó muy en serio la convicción de Einstein d e que el


tiempo como irrever sibilidad era ta n sólo una ilusión. Al final de su vida, Einstein r eci-

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Dirigido a

bió una colección de ensayos de Godel que incluía un modelo cosmológico en el que se
concebía como posible el viaje hacia el propio pasado. En las postrimerías de su vida,
para Einstein aceptar que se podía viajar hacia atrás en el tiempo era negar la realidad
del mundo, por lo que no se mostró estusiasta ante el trabajo de Godel. Esta imposibi-
lidad debía hacer, según él, que los físicos reconsideraran el problema de la irreversi-
bilidad. Sin embargo, poco antes de su muerte, en una carta escrita el 21 de marzo de
1955 a la familia de un amigo suyo que acababa de fallecer, todavía Einstein decía:
"Para nosotros, físicos convencidos, la distinción entre el pasado, el presente y el futu-
ro es solamente una ilusión, por persistente que sea". Como consecuencia de la nega-
ción del tiempo por la ciencia clásica, el orden inmutable ha reinado tradicionalmente
en la ciencia desde el átomo a la galaxia (E. Morin,El método,!) y se ha convertido en
la palabra maestra de una ciencia preocupada por las leyes inmutables que describen
el universo.

Sin embargo, los seres humanos siempre han vivido en un mundo de nacimiento y
mortalidad, donde el tiempo existe en un sentido irreversible y unidireccional. La lite-
ratura, desde Homero a Proust, lo ha representado así en todas las épocas. Mientras la
ciencia buscaba las leyes inmutables que· describían el universo estático, el dominio de
las acciones humanas, a diferencia de ese universo de repeticiones, ha sido siempre
concebido como el de las derivas y las bifurcaciones, la temporalidad irreversible, la
complejidad y el azar. Por ello , en el dominio de las acciones humanas desde antiguo
gobierna la narración. La literatura, la cronología, la crónica y la historia han dado
cuenta de la sucesión de los acontecimientos que interesan a causa de su singularidad,
cualquiera que sea su sentido y la significación que de los mismos proporcione cada
relato. La historia pretende explicar o comprender el pasado desde la perspectiva que
proporciona el historiador, mucho más completa que la del contemporáneo de los suce-
sos, que no conoce el futuro de los mismos. Para el historiador, el futuro de los hechos
que estudia ha pasado y, en consecuencia , su interpretación puede contener las dife-
rencias entre los tres tiempos. Sólo cuando existen esas diferencias hay posibilidad de
tener un pensamiento histórico. El pensamiento histórico ha roto así con la conciencia
estática del tiempo, en su forma antigua o moderna. Por el contrario, en las sociedades
antiguas", que según Mircea Eliade sienten nostalgia de un retorno periódico al tiempo
mítico de los orígenes, predomina la rebelión contra el tiempo concreto. (El mito del
eterno retorno, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1984, p.7).

Como ha estudiado R.Koselleck, la idea de querer hacer compatible el tiempo de


las cosas humanas con la eternidad atribuida a Dios o a la naturaleza, se vio en la época
moderna debilitada y amenazada cuando, a partir del siglo XVIII, se produjo el cam-
bio social constantemente acelerado que trajo consigo el desarrollo de la revolución
industrial. Entonces surgió la filosofía de la historia y la historia como disciplina cien-
tífica, así como la contradicción que la palabra ciencia introdujo en el seno mismo del
pensamiento histórico.

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Dirigido a

La historia como disciplina her edó el orden inmutable que presuponía la ciencia y
tuvo que hacedo compatible con la sucesión de los acontecimientos. En los Principios
Fundamentales de la Historia del rumano A.D. Xénopol - según Monod "la obra más
completa y cla r a que existe sobre la materia" (publicada en 1899 y traducida al castella-
no por Domingo Vaca, Madrid, Daniel Jorro, 1911)-, se nos dice que la r epetición es el
fundamento d e todo lo que existe, mientras que la sucesión no es más que su floreci-
miento. " La r ealidad es inmutable en sus bases ; pero, por una y otra parte, se liquida y
comienza a correr a lo largo del tiempo, como glaciar que diese origen a ríos"( .. . ). Los
hechos de repetición son los que se repiten sin diferencias importantes; aquellos cuyas
variaciones oscilan y pueden olvidarse, para preocuparse solo de la esencia, de la p arte
general del hecho. Los hechos de sucesión, por el contrario, son aquellos en los que repe-
tición se realiza de modo que la desemejanza supera al elemento común y en que las val'ia-
ciones son continuas" (pp.4-5).

Cuando la historia quiso parecerse aún más a la ciencia clásica , no tuvo más reme-
dio que ser concebida como una historia sin eventos, a la búsqueda de un pasado r emo-
to de r epeticiones y de ciclos donde encontrar sus leyes. Así se alejó cada vez m ás d e la
r ealidad contemporánea, la realidad del cambio social que iba unido a las revoluciones
sociales y a la r evolución industrial , en la que, paradójicamente, se sucedían los acon-
tecimientos y la transformación de las cosas a una velocidad vertiginosa. D e esa reali-
dad contemporánea huyó la "historia científica" de los Annales para r efugiarse en el
estudio del "antiguo régimen ":

"Tuve la mala suerte, o la buena suerte -dijo Fernand Br audel en su intervención en


el coloquio del 18 octubre 1985, celebrado en homenaje a su p ersona, publicado en Una
lección de historia , México, FCE , 1989,pp. 11-12)-, de pasar un poco más d e cinco
años en prisión. Estaba en la línea Maginot. Tuve una suerte ingrata y la padecía lar-
gamente. Me en contraba en 1941 en la ciudadela de Maguncia, hoy felizmente desapa-
r ecida ; era una prisión terrible en absoluto , pues no había espacio. Yo era uno de los
raros prisioneros que no conociera perfectamente el alemán, sino que al menos supie-
ra algo. Cuando oía la radio alemana, resumía las informacion es a nús camaradas. Era
uno de los p ocos que leía atentamente la prensa alemana. El problema consistía en
librarse de alguna manera de los acontecimientos que se oían a nuestro alrededor,
diciéndonos: 'No es tan importante'. ¿No podíamos superar esos vaivenes, ese sube, ese
baja, para ver algo completamente diferente?. E s lo que llamé muy pronto 'el punto de
vista de Dios Padre' . Para Dios Padre, un año no cuenta; un siglo es un parpadeo. Y
poco a poco, por abajo de las fluctuaciones, por deb aj o de la historia de los aconteci-
mientos, de la historia superficial, me interesé en la historia casi inmóvil, la historia
que se mueve, p ero que se mueve lenamente, la hlstoria repetitiva.

"En el Mediterráneo del siglo XV, del siglo XVI, cuando llega el invierno, todos los
navíos regresan a puerto. No vu elven a r ecorrer los mares sino h as ta los b ellos días del
mes de abril. Es así como todos los años, cualesquiera que sean los acontecimientos, las

60.
Dirigi.do a

situaciones, las civilizaciones que están en torno al Mediterráneo, observáis ese movi-
miento. Encontrábais un movimiento comparable en los r ebaños que suben a las mon-
tañas y vuelven a descender a las planicies cálidas. Son movimientos que se r epiten, q ue
continúan, nada parece cambiar. Esta historia inmóvil, esta historia que he terminado
por llamar la lústoria de larga duración, es la estructura de la historia , es la explica-
ción d e la historia. Es la explicaciém del propio Mediterráneo, la de un país como el
nuestro"

Condicionada por una visión p esimista del presente, fascinada p or la eternidad que
iba unida a la imagen clásica de la ciencia y angustiada por la multipicación de lo efí-
mero -el acontecimiento es para Braudel lo superficial, lo efímero , lo provisional, lo
estrecho, el mundo de la ilusión, la r ealidad tal y como se aparece a sus agentes, "trans-
tornos superficiales, crestas de espuma que las olas de la historia llevan en sus fuertes
espaldas"-, la concepción del tiempo de la ciencia clásica dio origen a la llamada "lús-
toria científica". Sin embargo , en las últimas décadas los historiadores h an ido aban-
donando la preocupación obsesiva por encontrar r ep eticiones en la sucesión de los
h echos y han vuelto a interesarse por los acontecimientos y por la narración de los mis-
mos. Preguntar por la significación histórica de un acontecimiento -según reciente-
mente se ha venido repitiendo- es preguntar por algo que sólo puede ser r espondido en
el contexto de una narración, porque sólo el relato considera el significado de los acon-
tecimientos en r elación con una totalidad temporal que comprende el pasado, el pre-
sente y el futuro de cada uno d e ellos (A.Danto).

La contraposición de dos clases d e tiempo, el cíclico de las leyes físicas y el lineal de


los a contecimientos humanos, tiene la responsabilidad de haber contribuido a provo-
ca r el cisma de las dos culturas, la científica y la humanista. Según ello, en el mundo
hay un tiempo mecánico y un tiempo biológico. El primero es rígido y metálico, como
un péndulo d e lúerro que va y vuelve. El segundo gira y se ondula como un pez azul en
una bahía. El primero es inflexible y predeterminado. El segundo elige el futuro a medi-
da que transcurre (Alan Lightman , Sueños de Einstein, Barcelona, Tusquets, 1993 ,
p .25) . Al preferir la certeza a la incertidumbre, la perspectiva de la ciencia ha sido clá-
sicamente reduccionista . En ella sólo interesaban las leyes y no los eventos, "el punto
d e vista de Dios Padre" y no el flujo constan te de los acontecimientos, de los que a toda
costa pretendía librarse.

No en todos los casos, sin embargo , fue así. D.N.Furbank, en su biografía crítica
d e Diderot (1992), distingue la versión científica de la Ilustración de Diderot, de la
de D ' Alembert y la de Voltaire. Si Diderot era escéptico con respecto a las matemáti-
cas, d'Alembert sentía una devoción exager ada, en cuanto verdadera clave de la cien-
cia y único ámbito de verda des claras y d emostrables. D'Alembert era un "simplifi-
cador" y un "positivista". El científico, en cualquier campo, debía según él reducir
los principios científicos al menor número posible . El modelo entre las ciencias físi-
cas era, en su opinión, la física teórica, una ciencia esencialmente deductiva que no

61 .
Dirigido a

dependía del experimento; y su obsesión era la "metafísica'', en la que incluía con-


ceptos como "fuerzas", "poder" y "causas". El tema y el objeto auténticos de la físi-
ca no eras las cau sas, sostenía , sino los efectos, ya que eran los únicos mensurables .
Desconfiaba de la "conjetura". Según D 'Alembert, algunas g1·andes hipótesis podían
explicar fenómenos observados, pero también podían servir paa explicar fenómenos
diferentes con la misma precisión. No le gustaban las ciencias " aproximadas", como
la química o la fisiología, y manifestaba cierto despr ecio por ellas, al igual que hacia
el experimento en general. No tenía empacho en reconocer su ignorancia de hechos
físicos que los h ombres más humildes conocían y que siempre tendría tiempo de
aprender.

Diderot, por el contrario, dejó claramente expuesta sus diferen cias con
D'Alembert en L'interpretation de la nature(l 753) -t.IX de las Obras Completas,
París, Hermann, 1981-, el mismo año que se publicab a el volumen 111 de la
Enciclopedia. La idea central de Diderot era que la ciencia se encontraba en el
umbral de una revolución. Las matemá ticas, con toda su grandeza, estaban a punto
de ser destronadas y con ello la moda social que había generado una oleada d e expe-
rimentos inútiles sin aportar ningún conocimiento nuevo. Lo que se anunciaba, a
cambio, era un papel diferente y más creativo para el experimentalismo. La palabra
francesa experiénce, nos dice D.N. Furbank, significa a la vez "experiencia" y "expe-
rimento" y Diderot d esarrolló un concepto de experiénce en la ciencia que abarcaba
ambos significados . Por una parte, "experimento" se diferencia de la mera observa-
ción y requiere algún tipo de laboratorio y, por añadidura, dinero (los ricos debían
elegir esta forma de empobrecerse antes que otras menos r espetables) . Por otro lado
está la experiencia y la práctica de los mecánicos cualificados, que les da capacidad
para atrapar la verdad " por los pelos" donde los filósofos sólo ven calvicie. "Han
visto obrar a la naturaleza tan a menudo y tan de cer ca que pueden adivinar con
seguridad qué curso tomará cuando la fantasía los induce a ' provocarla' con los expe-
rimentos más extraños".

El tema d el "experimento" lleva a Diderot a la preocupación central de su libro ,


que es la "conjetura". Lo que el mecánico cualificado puede poseer y lo que tal vez
le falte al filósofo experimental es un don para la conjetura o "adivinación", una
forma de "oler" nuevos procedimientos y nuevas conclusiones. Las conjeturas son
especulaciones extravagantes que surgen de un poner se en manos de la Naturaleza y
p ermiten que los pensamientos se desprendan libremente de la pluma y r eflejen
mejor los movimientos y la marcha de la mente. "El plan consiste, en oposición al
método ordenado de Descartes o de D'Alembert , en lanzarse de cabeza y tomar con-
ciencia de la naturaleza precaria , extravagante y posiblemente harto fútil de todo
proceso conjetural. Debemos contemplarlo con todos su s defectos, como lo dicta la
Naturaleza . El arte del pensamiento consiste en tratar de ganarse los favores de esa
deidad recalcitrante, " N a tura leza" , a la que tanto le gusta envolverse en un velo y

62.
Dirigido a

gastar bromas engañosas" (Furbank, Denis Diderot. Una biografía crítica,


Barcelona, Emecé, 1994, p.126).

Hay un punto en que la ciencia debe ceder por completo el paso a la conjetura, pues
la filosofía da por supuesto que la naturaleza es constante, pero ¿qué sucedería si flu-
yera?. ¿Qué pasaría si tuviéramos que incluir el tiempo en nuestra definición de la
naturaleza y redefinida, olvidando toda verborrea mitológica, simplemente como
"resultado general actual, o resultados generales sucesivos, de la combinación de los
elementos"?. En este caso nuestra lústoria natural "sería tan solo la historia incomple-
ta de un solo momento; y la "conjetura" ocuparía su propio lugar. Se podría ver obli-
gada a suponer un proceso de transformación sin fin en el que las especies fueran tan
perecederas como los individuos y cualquier cosa que fuera lógicamente posible en
algún momento llegaría a ser real. Debería imaginar que algunos elementos naturales,
existentes desde la eternidad, se reunieron en algún momento para formar el animal
'Hombre', desarrollando sucesivamente el movimiento, la sensación , las ideas, el pen-
samiento, la reflexión, la conciencia , los sentimientos, las pasiones, los signos, los ade-
manes, los sonidos, los sonidos articulados, el lenguaje , las leyes, las ciencias y las
artes; lo que, a su vez, experimentaría luego un 'debilitamiento' prolongado durante el
cual todas estas facultades abandonarían al animal humano , desaparecerían de la
naturaleza para siempre o volverían a aparecer bajo una forma muy diferente"
(Furbank,op.cit., p.127).

Pocos meses después de la aparición del libro, nos dice Furbank, Diderot publicó
una edición r evisada con una dedicatoria curiosa e inquie tante. Empieza con las pala-
bras "Joven, toma y lee" y concluye así: "P.S. Unas palabras más antes de abando-
narte. Nunca olvides que la naturaleza no es Dios; que el hombre no es una máquina;
que una hipótesis no es un hecho ; y puedes estar seguro de que no me habrás com-
prendido si encuentras ago en mi libro que se oponga a estos principios".

Diderot tenía razón al pensar que el flujo constante de los acontecimientos no


sólo domina la existencia humana sino el devenir mismo del universo. Por ello la
ciencia ha acabado por incorporar el tiempo a su pensamiento. La distinción entre
el pasado y el futuro es un elemento esencial , tanto d e nuestra existencia humana,
como de la mayoría de los fenómenos físico-químicos y biológicos. El desarrollo de
la biología evolucionista, de la física post-rela tivista y de la ciencia social, ha hecho
cada vez más cuestionable la validez de cualquier teoría del conocimiento que con-
templara un mundo dividido entre lo temporal y lo atemporal, entre el tiempo y la
eternidad . El tiempo posee una dirección que va desde el nacimiento a la muerte,
desde el pasado hasta el futuro, donde hay ciclos y repeticiones -en la mecánica del
mundo microscópico, en la economía y en las sociedades creadas por los ser es huma-
nos ... - , pero siempre inscritos en la flecha que encontramos en todas las cosas,
naturales o humanas, sin que hasta el momento haya sido posible detenerla o hacer
que corra en sentido contrario.

63.
Dirigido a

Puestos a especulaciones extravagantes, podemos ima¡,rinar el tiempo de múltiples


formas: como un círculo que se vuelve hacia atrás sobre sí mismo, donde el mundo se
repite exacta, infinitamente. En semejante círculo todas las cosas regresarían en el
futuro y todo lo que ahora sucede habría ocurrido previamente un millón de veces. O
podemos imaginar el tiempo como un curso de agua en el que, de vez en cuando, algu-
na perturbación cósmica haría que un arroyo de ese curso se desvíe de la corriente
principal para conectarse con el caudal anterior. Los prisioneros del ramal desviado se
encontrarían así bruscamente arrastrados al pasado. Podemos también imaginar un
tiempo de tres dimensiones, como el espacio, donde un objeto puede participar en tres
futuros perpendiculares. En esa imagen en tres dimensiones del tiempo cabe una infi-
nidad de mundos (Alan Lightman, Sueños de Einstein, Barcelona, Tusquets, 1993).
Podemos imaginar, por último, un "Viaje a la semilla" , como el relato de Alejo
Carpentier, un viaje en dirección contraria, desde el futuro hasta el pasado, desde el
¿qué quieres viejo?, en el lecho de muerte de Don Marcial, hasta la entrada del uni-
verso por todos los poros de Marcial, un ser sensible y táctil que resbala hacia la vida,
recién nacido de una Marquesa de Capellanías, ahogada, en tarde de mayo. Todas esa
múltiples formas de imaginar el tiempo conciben de modo diverso la sucesión de los
fenómenos, pero no se corresponden con la 1·ealidad temporal que experimentamos -en
el sentido de Diderot- como algo consustancial al mundo y a nuestro propio ser, la fle-
cha del tiempo a que hacen referencia Einstein o Borges, el tiempo irrever sible y cons-
tructivo d e que nos habla Ilya Prigogine.

De entre las flechas que marcan la dife1·encia entre pasado y futuro, la más famosa es
la tendencia de la ma¡,rnitud denominada entropía, que recoge la segunda ley de la termo-
dinámica. Sabemos que la razón última de la unidireccionalidad del tiempo es que el uni-
verso se encontraba hace unos quince mil millones de años en un estado muy diferente del
actual. El universo en sus orígenes era como un infierno capaz de convertir lo que conte-
nía en una gran fuente de ene1·gía , todavía hoy inagotable, repartida en millones de con-
centraciones galácticas. No conocemos de qué modo la energía del Gran Estallido se trans-
formó en esas partículas, jamás hasta ahora detectadas, que son a su vez el origen de las
partículas elementales con masa , descubiertas por la ciencia. Tampoco hemos averiguado
aún cómo las composiciones diversas de las partículas con masa , que dieron origen a múl-
tiples variantes de átomos y de moléculas , han producido una gran diversidad de formas
de vida y finalmente esa inteligencia, a la vez creadora y destructora, que es la inteligen-
cia humana. Sin embargo, toda esta cadena de acontecimientos establece en la naturaleza
la misma diferencia entre el pasado y el futuro que encontramos en la experiencia de nues-
tra vida. Si no estuvieran creándose constantemente formas nuevas -en la materia, en la
vida , en el pensamiento humano, en las organizaciones sociales- no tendríamos la sen sa-
ción de que el tiempo corre en una dirección única , como si fuera una flecha.

Con el tiempo lineal irreversible surge inmediatamente la idea de progreso. Si


caminamos hacia un futuro no sólo nuevo sino mejor, entonces tiene sentido actuar

64.
Dirigido a

en el presente con el fin de anticipar lo que ha de venir más ta rde. La marcha del
progreso es, como señala Stephen Jay Gould (La vida maravillos a, Barcelona ,
Crítica , 1991, pp.25-27), la representación canónica de la evolución. La palabra
evolución en sí misma se convierte en un sinónimo de progreso. Sin embargo, la vida
se parece más bien, como señala Gould, a " un a rbusto que se ramifica copiosamen-
te y que es continuamente podado por el torvo segador que es la extinción, no una
escala de progr eso predecible" Por eso algunos científicos hablan hoy en día de un
tiempo de la naturaleza que se ha humanizado , es d ecir, que resulta tan caótico y tan
cr eativo como el d e los seres humanos, muy lej os de la imagen del universo mecáni-
co, ordenado y eterno , que antes tuvo la cien cia .

Con el tiempo físico convenientemente humanizado, irreversible y creativo, des-


prendido de la idea de que existe un progreso mecánico y predecible de antemano,
surge una vez más la dicotomía que señalábamos al principio: ¿es esa dirección un
hecho objetivo que en contramos en la naturaleza, como parece sugerir la asociación
con el río , o una construcción subjetiva del ser humano?. ¿Es el tiempo una r ealidad
univer sal e indep endiente o, por el contrario, existe como un concepto creado por los
seres humanos, que varía con las distintas épocas, sociedades y cuturas? .

Hay dos r espuestas clásicas a esa pregunta:

a)-La primera de ellas imagina el tiempo como algo externo e independiente de noso-
tros, como algo que percibimos a través de los sentidos y que va intrínsecamente unido
al movimiento de los objetos. E s un tiempo que puede ser medido y que se correspon-
de con la representación cuantitativo-espacial del movimiento de los objetos, sea cuál
sea la topog1·afía y la dirección del mismo . De alú procede la antigua noción del tiempo
como medida del movimiento, que pasará después a la ciencia moderna.

b )-La segunda de las concepciones clásicas del tiempo lo considera una construcción
subj etiva que, lejos de proceder directamente d e la experiencia externa del movimien -
to de los cuerpos, responde a la experiencia interna d el devenir de la existencia huma-
na. San Agustín consideraba el tiempo como una extensión de un alma que espera,
atiende y r ecu erda , de un alma en definitiva que contien e en sí misma la representación
del futuro , del presente y del pasado . El tiempo, en este caso, ya no procede sin más de
la experiencia del cambio, sino de una conceptualización previa construida subjetiva-
mente y que predetermina interamente dicha experiencia.

Tiempo cuantitativo o tiempo cualitativo, estas dos formas de concebir el tiempo


siguen planteando hoy, como hace miles de años, el mismo problema d el carácter
objetivo o subj etivo del tiempo. A ellas hace referencia Stéphane Mosés en la intro-
ducción de su libro L'ange de l'histoire( l992), a través d el ejemplo sacado del relato
de Borges, "El milagro secreto". Veamos ahora el r elato d e Borges, publicado en
194·3, tal y como aparece r ecogido en el volumen segundo de sus obras completas
(pp.100- 105):

65.
Dirigido a

Jeromir ffiadík, autor de la inconclusa tragedia Los enemigos, d e una Vindicación


de la eternidad y de un examen de las indirectas fuentes judías de Jacob Boehme, fue
detenido el 19 de marzo de 1939 por la Gestapo, pocos días después de la ocupación de
Praga por el Ter cer Reich . De todo su pasado equívoco y lánguido de escritor quería
redimirse con un drama en ver so, en el que el protagonista vivía interminablemente un
delirio circular que rescataba lo fundamental de su vida, sin que a lo largo d e los tres
actos transcurriera el tiempo . La noche antes de la ej ecución, ffiadík habló con Dios en
la oscuridad: "Si de algún modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, exis-
to como autor de Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificar-
me y justificarte, requiero un año más. Otórgame esos días, Tú d e Quien son los siglos
y el tiempo".

Llegó el día de la ej ecución y cuando el sargento vociferó la orden final , el universo


físico se detuvo El condenado pensó que el tiempo se había parado también, pero luego
reflexionó: en ese caso su p ensamiento se habría detenido. Sin embargo, era capaz de
recitar la cuarta égloga de Virgilio, de imaginar cómo los remotos soldados compartirí-
a n su angustia, de tener deseos, de dormir... "Al d espertar, el mundo seguía inmóvil y
sordo. En su mejilla perduraba la gota de agua; en el patio, la sombra de la abeja; el
humo del cigarrillo que había tirado no acababa nunca de dispersarse."

"Un año entero -prosigue Borges- ha bía solicitado de Dios p a r a terminar su labor:
un año le otorgaba su omnipotencia. Dios operaba para él un milagro secreto: lo mata-
ría el plomo alemán, en la hora determinada, pero en su mente un año trascurriría
entre la orden y la ejecución de la orden." No disponía de otro documento que la memo-
ria, no trabajó para la posteridad ni aun para Dios, de cuyas preferencias literarias
poco sabía. Terminó su drama. La cuádruple descarga lo abatió dos minutos después
de que el sargento hubiera vociferado la orden de ej ecución.

El universo físico no se había parado r ealmente -n os aclara Stéphane Mosés- ; sólo


había cesado ele moverse en el espíritu del condenado que, a cambio, había inten sifica-
do su tiempo p síquico. Hablar aquí de una contracción del tiempo físico o de una exten-
sión del tiempo psíquico es lo mismo . Durante apenas unos segundos la conciencia del
condenado se exacerbó h asta el punto d e r ealizar en unos brnves instantes el trabajo de
un año entero. En su psiquismo , el contenido vivido de un año enter o se condensó en el
fulgor de un instante. Dios había obrado el milagro de intensificar el ritmo habitual del
tiempo humano sin que na die, excepto el condenado, supiera que el autor había termi-
nado su tragedia. Por eso se trataba de un milagro secreto .

La idea d e un tiempo interior y cualitativo, que el personaje de Borges vive como


una experiencia eminentemente per sonal, se difer encia de la de un tiempo físico, divi-
dido en unidades mensurables y de igual duración. La pimera se expone en libro XI de
las Confesiones de San Agustín , donde el tiempo se concibe como una extensión d el pen-
samiento y no como el movimiento de lo cuerpos. Mientras los movimientos d e los cuer-

66.
Dirigido a

pos sólo serían signos para distinguir el tiempo, la naturaleza del tiempo es para San
Agustín una "cierta distensión", una "extensión del alma", con la que medimos los
tiempos gracias a la "expectación del futuro", la "atención del presente" y la " memo-
ria del pretérito" que residen en ella . El tiempo, como cualidad intrínseca del alma,
ordena el movimiento de los objetos en el eje psíquico continuo, formado por el pre-
sente de las cosas pasadas (la memoria), el presente de las cosas presentes (la visión) y
el presente de las cosas futuras (la expectación) . Muy diferente a la idea subjetiva del
tiempo es la del tiempo unido al movimiento de los cuerpos: un tiempo que puede ser
observado y medido del mismo modo por cualquier persona y que por ello se convierte
en una realidad independiente de la cualidad del sujeto que la percibe, en una realidad
objetiva, en donde cada instante se dispone inevitablemente en un eje como las etapas
de un proceso irreversible.

Sin embargo, como muestra el relato de Borges, la objetividad concierne igualmen-


te a la subjetividad, aunque la imaginación pueda obrar el milagro de diferenciar el
tiempo físico y el psíquico. A la contracción del tiempo físico le corresponde una exten-
sión del tiempo psíquico y viceversa, puesto que en cada uno de nosotros y en nuestras
respectivas sociedades y culturas, el tiempo tiene una cualidad históricamente variable,
que se añade a unas formas de medirlo cada vez más uniformes y precisas . Por ello el
tiempo es a la vez subjetivo y objetivo. Transcurre de un modo distinto, incluso con
mayor o menor lentitud, según los momentos y edades de nuestra vida. También social-
mente transcurre de un modo distinto en cada- época histórica. Porque el tiempo, como
señala Pomian, es una relación; más exactamente una clase de relaciones cualitativas y
cuantitativas. En cuanto tal no se puede observar, al contrario que las instancias coor-
dinadoras o que los cambios que coordinan . El carácter relacional del tiempo va acom-
pañado de una cierta autonomía con respecto a los objetos. "El tiempo, clase de rela-
ciones, no es un flujo. No fluye, no pasa, no huye y no puede serle aplicada la analogía
con el río ... Con todo, se tiene todo el derecho a hablar de una dirección del tiempo o
de la flecha del tiempo (o de un determinado tiempo). Estas expresiones designan, efec-
tivamente, la relación de convergencia entre todos los cambios de una determinada
categoría o todos los cambios en el universo, que se supone están orientados hacia un
mismo estado final. Por lo mismo, la idea de la irreversibilidad del tiempo es perfecta-
mente legítima. Si queda probado, como ocurre, que los cambios que se producen en
un orden de sucesión determinado nunca podrían producirse en el orden inverso, nos
encontramos con la irreversibilidad" (p.388).

Las representaciones sensoriales y conceptuales propias de nuestra especie hacen


que podamos experimentar un sentimiento de duración en nosotros y en el mundo que
nos rodea cada vez que relacionamos la situación presente con la experiencia pasada o
la expectativa y el deseo futuros. No hay ninguna razón para mantener la clásica dico-
tomía que contrapone la concepción idealista del tiempo, considerado como una pecu-
liaridad innata del ser humano extendida al conocimiento de las cosas, a la concepción

67.
Dirigido a

empirista, que identifica el tiempo con el movimiento de los objetos p ercibido a través
de los sentidos. En tanto que individuos, existe en cada uno de nosotros un concepto de
tiempo que es mucho más que una idea innata, en definitiva un concepto socialmente
aprendido, elaborado paso a paso en función de las distintas experiencias históricas
que ha tenido el ser huma no. Desde niños adquirimos gradualmente los conceptos por
medio del desarrnllo del uso del lenguaj e. Por ello nuestra manera de concebir los fenó-
menos y las acciones en el pasado, en el presente y en el futuro, dependen estrecha-
mente de las formas verbales temporales que hemos aprendimos y que resultan muy
diversas en cada una de las lenguas. " La adquisición gradual por parte del niño de con-
ceptos temporales puede relacionarse íntimamente con el desarrollo del uso del lengua-
j e . Pues , aunque la conciencia del tiempo es producto de la evolución humana, las ideas
del tiempo no son innatas, sino que son construcciones intelectuales resultados de la
experiencia y la acción"(G.J .Whitrow, El tiempo en la historia,Barcelona,
Crítica,1990,p.18, citando a J.Piaget)

Los conceptos sirven p ara conocer el mundo y actuar en él. Parafraseando a


Norbert Elias, conocemos el mundo a través de unos "anteojos conceptuales" que
aprendemos desde pequeños y que r esponden a necesidades, no ya del individuo , sino
d el colectivo cuya historia ha cristalizado en ellos y en ellos sigue resonando (El proce-
so de civilización, México ,F.C.E. , 1987, p.60). E stas necesidades a las que responden
los conceptos son de dos tipos: por una parte los conceptos son útiles para comunicar
experiencias p ero, por otra, los conceptos resultan imprescindibles para conocer el
mundo y orientar nuestra acción en él. Los conceptos nos proporciona n un valioso ins-
trmnento de comunicación, puesto que con ellos expr esamos experiencias comunes y
tratamos de hacernos entender ; pero también algo aún más básico y elemental: una
forma de acceder al mundo a través de cierta clase de 1·epresentación.

Los conceptos abstraen del flujo de información que nos ofrecen nuestras represen-
taciones sen soriales, las constantes que pueden dar una pauta al conocimiento del
mundo. Según el físico y descubridor del quark Murray Gell-Mann, todo sistema com-
plejo adaptativo -son ej emplos de ello un niño que aprende su lengua materna, una bac-
teria que desarrolla r esistencia a los antibióticos y la empresa científica huma na -, que
adquiere información acer ca tanto de su entorno como de la interacción entre el pro-
pio sistema y dicho entorno , identifica regularidades y las condensa en una especie de
esquema o modelo, y actúa en el mundo r eal sobre la base de dicho esquema. Cuando
hay diversos esquemas en competencia, los r esultados de la acción en el mundo r eal
influyen de modo retroactivo en dicha competencia (El quark y el jaguar.Aventuras de
lo simple y lo complejo,Barcelona,Tusquets,1995,p.35).

Dereck Bickerton, por su parte, en el libro Lenguaje y especies (Madrid, Alianza,


1994), ha estudiado el desarrnllo de las formas cada vez más sofisticadas de represen-
tar el mundo exterior de las criaturas, un desarrollo que corre parejo al progresivo dis-
tanciamiento del mundo real d e los objetos y acontecimientos externos, en cuyo proce-

68.
Dirigido a

so surge la paradoja de la conciencia: "El prob•Tesivo distanciamiento del mundo exte-


rior es simplemente el precio que se paga por conocer algo sobre el mundo . Cuanto más
profunda y amplia se hace la conciencia del mundo , más complejos son los estratos de
proceso necesarios para obtener esa conciencia . Cuanto más complejos son los estratos
de proceso, mayor es la probabilidad de que las propiedades de esos estratos, como las
de todos los sistemas de representación, se impongan sobre lo que representan, provo-
cando distorsiones de las que difícilmente es consciente el procesador. De hecho, la cla-
ridad y el detalle que proporcionan las representaciones complejas son tan grandes, tan
convincentes, que es dificil creer que en ocasiones puedan ser imprecisas o engañosas
como guía de la realidad"(p.119). Por ello, según el citado autor citado, no tiene senti-
do hablar de "una visión verdadera del mundo", sino más bien de una visión única del
mundo propia de cada especie. "Lo que los sentidos presentan a cualquier especie,
incluidos nosotros mismos, no es la 'realidad', sino una visión de la realidad específica
de cada especie- no es 'lo que hay alú fuera', sino lo que a la especie le resulta útil saber
de lo que hay alú fuera".

Si conoce1· es producir una traducción de las realidades del mundo exterior, enton-
ces no cabe la menor duda de que somos coproductores del objeto que conocemos; coo-
peramos con el mundo exterior y es esa coproducción la que nos da la objetividad del
objeto, por lo que en definitiva somos coproductores de la objetividad. Es por ello que
la objetividad no es solamente un dato sino también un producto. La objetividad con-
cierne igualmente a la subjetividad y esto es precisamente lo que ocurre en el relato
sobre el tiempo físico y el psíquico que construyó Borges para mostrarnos que ambos
resultan inseparables.

El conocimiento de las cosas por los seres humanos y su actuación en el mundo real
va unido estrechamente a la adquisición de los conceptos y en definitiva del lenguaje.
Según Dereck Bickerton, tres son los rasgos que distinguen a los seres humanos.

a)-El primer aspecto que nos distingue de otras especies es el poder sobre la natu-
raleza. Si miramos a nuestro alrededor veremos que todo está construido, fabricado o
desarrollado por miembros de nuestra propia especie. Nuestro mundo es, en gran
parte, nuestra propia creación. Otras especies se adaptan al mundo natural; nosotros
adaptamos el mundo natural a nosotros.La mayoría de las especies están restringidas a
sus propios nichos , cercados por infranqueables barreras del clima, la vegetación y el
terreno . Tan sólo nosotros parecemos exentos de tales límites.

b )-El segundo aspecto que nos diferencia es que tenemos una aguda y persistente
conciencia de que no sólo podemos actuar en el mundo, sino también retroceder y ver-
nos a nosotros mismos actuando; revisar nuestras propias acciones y las de otras per-
sonas y ponderarlas y juzgarlas deliberadamente; catalogar nuestra esperanzas, nues-
tros temores, nuestros sueños y realizar innumerables operaciones que agrupamos bajo
el epígrafe de actividades "mentales" o "conscientes". "Es sólo porque podemos imagi-

69.
Dirigido a

nar las cosas de forma diferente a como son, por lo que somos capaces de cambiarlas"
(p.16). Puesto que ninguna especie altera el mundo , podemos decir que la con ciencia y
el p oder de la naturaleza son únicos de nuestra epecie y que sólo a través de la prime-
ra puede suceder lo segundo.

c)- No son solamente dos aspectos, la conciencia y el poder sob1·e la naturaleza, los
que no distinguen de otras especies. Hay un tercero: el lenguaje. El lenguaje no sólo fue
la fuerza que nos lanzó más allá de los límites de otras especies, sino también el requi-
sito necesario tanto de nuestra con ciencia como de nuestra capacidades únicas". El len-
guaje es, de todas nuestras capacidades mentales, la más profunda bajo el umbral de
nuestra conciencia, la menos accesible a la mente racionalizadora. Cuando por prime-
ra vez pudimos formular un pensamiento, allí estaba el lenguaje, puesto que difícil-
mente recordamos la época en que carecíamos de lenguaje y cómo lo adquirimos. "Es
como una lámina de vidrio transparente a través de la cual cualquier obj eto concebible
en el mundo n os parece claramente visible . Nos resulta difícil creer que si la lámina se
quitara , esos objetos y el mundo ya no existirían de la forma en que los hemos venido
conociendo". A su vez, esto es así porque para la mayoría de nosotros el lenguaje pare-
ce ser principalmente, o aún exclusivamente, un medio de comunicación. Pero ni
siquiera es principalmente un medio de comunicación. "Más bien es principalmente un
sistema de r epresentación, un medio para clasificar y manipular la plétora de infor-
mación que nos inunda a lo largo de nuestra vida".Cómo apareció dicho sistema, cómo
funciona y qué tareas cumple, son los temas principales del libro de Derek
Bickerton,Lenguaj e y especies (1990), Madrid,Alianza ,1994 ,"Introducción" (pp.15-
22)

El lenguaje, tal y como allí se argumenta, es una adaptación evolutiva de una espe-
cie determinada y funciona como tal en beneficio de la especie. E l lenguaj e es un siste-
ma de representación que no r efleja pasivamente lo que r epresenta, sino que crea un
nuevo mundo paralelo, limitado tanto por las leyes de su propia naturaleza como por
la naturaleza de los fenómenos que representa. El lenguaje no sólo nos permite una
representación más o menos obj etiva del mundo, sino también la posibilidad de imagi-
narlo de un modo difer ente a como es, lo que abre siquiera la posibilidad de que poda-
mos conscientemente transformarlo.

El conocimiento d e las cosas cambia en la medida en que cambian también los nive-
les de representación, por lo que la tra nsformación producida conscientemente por los
ser es humanos en el mundo depende,en grnn medida, de que se modifiquen estos nive-
les de r epresentación del mundo, especiamente los lenguajes y los sistemas de con cep-
tos. Los seres humanos se han pensado a sí mismos y han pensado el mundo de muy
diver sos modos, con lenguajes y conceptos producidos y apr endidos socialmente en
momentos determinados de sus vidas. Así ha ocurrido con la experiencia más universal
y básica de nuestra existencia, la experiencia de la sucesión temporal, del movimiento,
de la duración y del cambio; la sustancia de que estamos h echos, en palabras de Marc

70.
Dirigi.do a

Bloch, el plasma en el que están sumergidos los fenómenos que estudia el historiador y
el lugar de su inteligibilidad, como escribió Marc Bloch (Mar Bloch, Apología d e la
Historia, Barcelona , Empúries, 1984·). Cada una de las diversas concepciones del tiem-
po, tan importantes para nosotros los historiadores a la hora de estudiar cualquier tipo
de fenómenos , sintetiza aspectos muy variados de las experiencias adquiridas y de las
expectativas con que dichas experiencias se encuentran relacionadas, de un modo cara-
cerístico, en cada cultura y en cada época. Porque, como escribió Simone Weil: "El
presente es lo que nos une. El futuro nos lo creamos en la imaginación. Sólo el pasado
es la pura realidad". Una realidad que el historiador ha de aprender a concebirla.

Pedro Ruíz Torres

Dpto. Historia Contemporania, Universitat de Valencia

71.
DEL ACTO, DEL OBJETO

Grupo de Estudios Valenciano de la E sc uela Europea de Psicoanálisis

3.
Lapsus, revista de psicoanalisi

Edita: Grupo de Estudios Valenciano de la Escuela Europea de Psicoanálisis


Elabora: Equipo Autónomo "La Revista". Consejo d e Redacción:Francisco Berenguer,
Concha Lechón, Esteban Jordan, Julia Moro, Isabel Soro Dirección: Julia Moro
Asesor Editorial: E. Laurent

ISSN: 1132-7642
Depósito Legal: V- 3.680 - 1996
Maquetación: JM.P, & R. V. B. & F. P. G.
Impresión: Arts Grafiques García Besó

4.
Sumario

Editorial

Analizando 9
0Entre Paréntesis
o Una Mirada
° Cuando las Mujeres Aman Demasiado

JJo Producimos, Aquí 29


o Grito, Palabra y Silencio en la Cura Analítica
0 Palabra y Sentido
0 Sobre la Realidad Psíquica

Dirigido a Analistas . . . . . 45
0 El Tiempo en la Física
0 Tiempo d e los Hechos, Tiempo de la Historia

Escrito por Analistas 73


o Apuntes sobre el Concepto de Tiempo en el Psicoanálisis

IVa Dicho Aquí •.... .. . . . . . . . . . 79


o La Bellesa i els Límits de la Realitat

Hablado por Nosotros 91


0 Sin Título Posible

Subrayado • . . . . . 97
0 La Razón Sexual en F1·eud

Resaltado 107
" Un Comentario a las "Cárceles del Goce"
0 A Propósito de M. Merleau-Ponty

0 Satisfacer al Entreprest

Encuentros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • • . • . 131
° Comentario de un Stage
• Convocatorias

5.
editorial

uando el pasado septiembre nos sentamos, por primera vez juntos, ante una

C mesa éramos ya responsables de una cabecera y de una impronta. A ello,


unimos nuestra inexperiencia y algún conocimiento, cierto saber y, -¿por
qué no decirlo?- entusiasmo.

Aconteció en aquella reunión la primera sorpresa: por unanimidad decidimos fun-


cionar a la manera de un cartel, refrendando la forma de nuestra propia constitución.

Así trabajamos: desde el primer día .

Las preferencias, las opiniones, las discrepancias, algunas discusiones abrrias y bas-
tante desenfado, fueron enhebrándose en el hacer: este prime1· número.

Construido sobre una coincidencia: eje y pivote fundamental sería la clínica, abor-
dada desde las preguntas que rozan los límites de la teoría, como elemento transmisor
de un hacer que "hace caso".

Y sobre otr a: la experiencia que devendrá letra, tipografía, la seguimos proponien-


do a cada uno de los que hacen , hablan, dicen y escriben, configurando el estar del
G.E.P.-Valencia.

Porque nuestra voluntad es que "LAPSUS" haga presencia: con ese criterio hemos
diseñado el entramado de distribución, de ventas, de suscripciones; la difusión, en una
palabra.

Volvamos a este número: aprendimos en los "Lapsus" anteriores; oteamos en los


próximos Encuentros nacionales e inte1·nacionales; tematizamos las Jornadas celebra-
das en Valencia; nos acercamos a la insignia de las próximas; leímos algún texto; estu-

7.

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