Embalsamamiento de Cadaveres en Egipto
Embalsamamiento de Cadaveres en Egipto
Embalsamamiento de Cadaveres en Egipto
Las referencias más antiguas de la práctica se remontan al antiguo Egipto, pero se ha descrito que
la preservación de los cadáveres usando bálsamos y procesos físico-químicos, también se
acostumbraba entre las culturas sudamericanas, particularmente en el Perú y entre los incas,
aunque mediante técnicas diferentes a las egipcias.
En el antiguo Egipto enterraban, inicialmente, a sus muertos en la caliente arena del desierto, en
recipientes con hierbas, lo que provocaba que los restos se desecaran rápidamente,
previniéndolos así de la descomposición; posteriormente eran sepultados.
La persona encargada de efectuar el corte inicial del cuerpo con un cuchillo de piedra, a un lado
del abdomen, era elegida en la ceremonia y posteriormente sometido a un ritual de persecución y
lapidación, ya que constituía una ofensa dañar el cuerpo del faraón, incluso después de su muerte
física.
Después de extraerlo del natrón, el cuerpo era recubierto, tanto por dentro como por fuera, con
resina para preservarlo, se envolvía con vendajes de lino, engarzando escarabajos, amuletos y
otros talismanes religiosos. En el caso de la realeza, eran colocados dentro de una serie de ataúdes
jerarquizados, siendo el exterior un sarcófago de piedra, normalmente. Los intestinos, pulmones,
hígado y estómago eran preservados por separado y almacenados en los vasos canopos,
quedando protegidos así por los cuatro hijos de Horus.
Dos papiros describen el ritual del embalsamamiento, aunque de forma incompleta: el conocido
como "Papiro 3 de Bulaq", el más extenso, que se halla en el Museo Egipcio de El Cairo, y el papiro
número 5.158, que se encuentra en el Museo del Louvre.