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Katz, Walter Luis - Salinas Chicas Masacre

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WALTER LUIS KATZ

LA MASACRE DE SALINAS
CHICAS
(El caso Galíndez)
Walter Luis Katz

Mi agradecimiento a:
Comité Popular Pro
Defensa de G. Russin
Andrea López, Secretaria
de la Intendencia de Médanos.
Prof.ª Andrea Valdman.
Miguel Novo y Sra.
Ernesto y Rosa Teplitz.
Simón Dorfman.
David y Nélida Valdman
Este libro está basado en hechos reales, en que las
situaciones y personajes auténticos se confunden con
los imaginarios
LA MASACRE DE SALINAS CHICAS
(El caso Galíndez)

1. La colonización.
La situación de la población judía era insoportable en
la Rusia Zarista; el antisemitismo era la causa de per-
secuciones, "pogroms" y matanzas diarias que realiza-
ban grupos organizados; en las pequeñas aldeas por lo
general aparecían durante la noche grupos a caballo
que quemaban las viviendas de los desprevenidos ha-
bitantes y sus sinagogas, y los golpeaban y mataban;
frente a esa realidad las autoridades no intervenían, y a
veces colaboraban.
La discriminación y persecución era notoria y descollaba
por la negación a recibir alumnos judíos en las escuelas,
no daban trabajo a integrantes de esa colectividad, y por
cualquier causa o sin ella desterraban personas a Siberia,
donde debían vivir en condiciones infrahumanas. Los
hostigados habitantes organizaron escapatorias en masa
agrupando familias completas que vendieron o abandona-
ron sus propiedades y aldeas; algunos salieron con lo
puesto y lo que podían cargar con sus manos. Los que
disponían de medios viajaron en diferentes condiciones; a
veces hacinados en barcos no adaptados para el transporte
de pasajeros, soportando incomodidades, malas condicio-
nes climáticas y enfermedades. Los países de destino
muchas veces eran elegidos al azar, sin que conocieran
sus características, lo que convertía a esas emigracio-
nes en verdaderos albures.
Por lo general se dirigieron a países que permitían la
entrada de ese grupo étnico y religioso, donde ya se
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

encontraban algunos familiares o amigos; esa era una


solución para esa gente carente de patria. Algunos se
establecieron en Palestina o estados europeos, y la gran
mayoría se dirigió a los Estados Unidos y países suda-
mericanos. Los hijos mayores de muchas familias se
separaron para probar distintas posibilidades, disper-
sándose en diversos lugares de Europa y América. Con
eso, perdían la posibilidad de volverse a ver.
El catorce de agosto de mil ochocientos ochenta y nue-
ve un grupo de ochocientos veinticuatro personas adul-
tas y niños que habían embarcado en Podolia (Rusia)
bajó del vapor Weser en el puerto de Buenos Aires; el
estado de esos viajeros era deplorable, pues estaban
desnutridos y enfermos a causa del hacinamiento y la
mala alimentación.
Los líderes de la comunidad en los centros europeos
habían negociado y firmado contrato con el Cónsul ar-
gentino en París, quien les prometió tierras para
afincarse en las cercanías de La Plata. Zarparon con la
confianza y esperanzas de tener un asentamiento éxito-
so en esa zona con buenos campos favorecidos por
constantes lluvias, pero al desembarcar supieron que la
operación había sido tratada con desidia y mala
intención y que habían sido estafados; no pudieron
tomar posesión de esas propieda-des que ya estaban
ocupadas, quedando a merced de la suerte, sin recursos
ni idioma para hacerse entender. El representante del
terrateniente Pedro Palacios, enterado del problema les
ofreció tierras de su propiedad cerca de la estación
ferroviaria que llevaba su nombre en la Provincia de
Santa Fe. Cuando llegaron en tren, tuvieron otra
sorpresa; descubrieron que habían sido nuevamente
Walter Luis Katz

estafados, pues las propiedades no estaban en condi-


ciones de ser ocupadas, quedando todos – hombres,
mujeres y niños – abandonados en un lugar donde no
había trabajo ni otras posibilidades para mantenerse.
Estuvieron dos meses carentes de vivienda, incluso pa-
sando hambre; a veces recibían alguna bolsa de harina
o maíz que por lo general venía con gorgojos y gusa-
nos. En forma casual fueron advertidos por un impor-
tante viajero judío; se trataba del Profesor austríaco
William Löwental, que venía de dictar conferencias en
el norte del país; los vio observando el tren, vestidos
con sus ropas tradicionales y las cabezas cubiertas; al-
gunos dormían en las proximidades de las vías del fe-
rrocarril, en un galpón abandonado. Löwental se inte-
resó por la situación de esas personas e hizo gestiones
ante el Ministerio de Relaciones Exteriores y también
escribió al Gran Rabino de París Zadok Kahan, quien
se dirigió al Barón Mauricio Hirsch pidiendo ayuda
para los hermanos estafados.
Mientras tanto, algunos abandonaron el lugar asentán-
dose en Sunchales, otros en la ciudad de Santa Fe y va-
rios regresaron a Buenos Aires. Los que quedaron se es-
tablecieron en las inmediaciones de Palacios y Monigo-
tes, otra población vecina; allí, durante dos años sopor-
taron hambre, enfermedades y epidemias que produjeron
una gran mortalidad infantil. Los niños harapientos vaga-
bundeaban al lado de las vías; algunos viajeros com-
padecidos les arrojaban trozos de comida, y los pequeños
peleaban entre ellos por conseguir un bocado. En poco
tiempo surgieron dos cementerios para sepultar a los
pequeños, y que fueron las bases para el comienzo de los
dos pueblos.
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

Löwental insistió para que se comenzara una coloniza


ción, hasta que convenció al Barón Hirsh. El Barón
ayudó a esos refugiados y también a los oprimidos ju-
díos de Rusia, estableciéndolos en tierras que compró
para ese fin. En realidad su proyecto no estaba basado
en ideología o creencias religiosas, sino que tenía in-
tenciones filantrópicas y en algún modo comerciales,
pues estaba basado en la entrega de tierras para que
fueran trabajadas por los inmigrantes, que deberían pa-
garlas en cómodas cuotas anuales. Para cumplir con
los requisitos legales exigidos por el gobierno crearon
una sociedad comercial aunque sin propósitos de lucro,
llamada Jewish Colonization Association. La sociedad
realizó compras masivas de tierras en distintos lugares
del país, que llegaron a más de doscientos mil hectá-
reas, y aunque el plan en principio fue grandioso, sólo
pudo asentar a veinte mil integrantes. Löwental quedó
como apoderado de los intereses del barón Hirsh en
Argentina.
La asociación firmó con los futuros colonos contratos de
promesas de ventas de parcelas con pagos de hasta veinte
cuotas anuales, con la condición de que las tierras fueran
para su explotación y no como especulación para vender-
las. Al tomar posesión, los colonos recibieron un anticipo
en dinero para edificar la vivienda familiar y la compra de
elementos y animales de trabajo. Las parcelas no eran
grandes y con el tiempo fueron adjudicando otras meno-
res aún; el pequeño tamaño de esos campos invitaba a la
explotación de cultivos intensivos, y a ellos se dedicaron.
Al lado de las colonias agrícolas se fundaron poblacio-
nes para ser ocupadas por inmigrantes; esas personas
debían abrir negocios que proveyeran productos de pri-
Walter Luis Katz

mera necesidad.
La colonización se realizó en las provincias de Santa
Fe, Entre Ríos, Buenos Aires y Santiago del Estero.
Cada población fue construida según las características
de los lugares de los cuales vinieron sus habitantes, y
también del terreno en que se encontraban; en los cam-
pos se dedicaron a producciones que estaban de acuer-
do con el clima de cada lugar.
Palacios tomó el nombre de Moisés Ville; mientras, el
pueblo fue creciendo. Los hermanos Katz llegaron a
Moisés Ville en mil novecientos diez y probaron su
suerte en las parcelas que recibieron. Todos los miem-
bros de cada familia, padres e hijos trabajaban; las mu-
jeres en la casa y los varones en las tareas agrícolas. A
los niños pequeños, de seis o siete años de edad los
ocupaban como caballerizos; se levantaban a las cinco
de la mañana para dar agua y alimento a los caballos, y
después de ellos llegaban los hermanos mayores para
colocarles las bridas y prepararlos para salir al campo
junto con los mayores. La jornada era larga y continua-
ba hasta la caída del sol.
El trabajo de la tierra fue difícil al principio pues no te-
nían experiencia como labradores, pero fueron apren-
diendo; en esas condiciones continuaron varios años so-
portando sequías y plagas, hasta que una inundación des-
truyó todo lo construido. Muchos decidieron trasladarse al
pueblo y dedicarse a los oficios que habían practicado en
la Rusia zarista.
Los cinco hermanos Katz eran músicos; dos de ellos
habían actuado en orquestas clásicas de Vilna y Minsk.
Algunos eran también peluqueros y sastres. Nacieron
nuevos niños; todo continuaba en su rutina, pero una des-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

gracia golpeó a la familia; en un casamiento en que to-


caban los hermanos, uno de ellos cayó del tablado de la
orquesta, desnucándose. Dos de ellos abandonaron el pue-
blo con sus familias buscando nuevos lugares de sustento;
los otros dos permanecieron en Moisés Ville y consoli-
daron raíces atendiendo las parcelas con la ayuda de sus
hijos.

*
En mil ochocientos noventa y uno la Asociación fun-
dada por el barón Hirsch adquirió veinticinco mil hec-
táreas en la Provincia de Buenos Aires, que compren-
dían una estancia vecina al pueblo de Carlos Casares,
donde se instalaron trescientas familias, con una po-
blación de mil setecientos treinta y cinco personas.
Repartieron parcelas de cincuenta a ciento cincuenta
hectáreas y animales e instrumentos de labranza de
acuerdo con la cantidad de la tierra y número de miem-
bros.
Los colonos en su mayoría no tenían experiencia en los
trabajos de campo, pero tenían la voluntad suficiente
para comenzar; con ese asentamiento se fundó la Co-
lonia Mauricio. Hacia mil novecientos cinco la pobla-
ción llegó a dos mil ciento dieciocho colonos traídos
por la Asociación, más ochocientos cuatro que se agre-
garon como inmigrantes venidos por sus propias ini-
ciativas; las diferencias entre los habitantes de Carlos
Casares y los de Moisés Ville consistían en que fueron
atraídos por la cercanía de Buenos Aires, la buena ca-
lidad de las tierras, y por ser la más próspera de las co-
lonias.
Con la adquisición de más tierras, en mil novecientos
Walter Luis Katz

diez el patrimonio llegó a más de cuarenta y tres mil


hectáreas que ya habían cuadruplicado su valor; la
población casi se duplicó alcanzando su apogeo con
tres mil setenta y siete personas; los colonos, casi en su
totalidad eran ya propietarios de sus parcelas. La co-
lonia llegó al máximo de su desarrollo, prosperando
los centros creados en las cercanías de las estaciones
ferroviarias con población enteramente israelita pero,
pasadas dos décadas del período de gran auge comen-
zó el proceso de despoblamiento frente a la crisis co-
menzada en los años veintiuno y veintidós, que influyó
a la decisión de deshacerse de las parcelas para trasla-
darse a las ciudades. Con esto buscaban la posibilidad
de dar a sus hijos una buena educación escolar, y pro-
curarles un porvenir más brillante. La mayoría se tras-
ladó a la ciudad de Carlos Casares, donde llegaron a
construirse cinco sinagogas, una sociedad mutualista,
escuelas y biblioteca; también se desarrolló una gran
actividad comunitaria.
Luego de ser una de las zonas agropecuarias más pro-
ductivas de la provincia, las tierras comenzaron a cam-
biar de manos, no sin antes haber sido los colonos pio-
neros en la siembra de girasol en el país. Ese fue el
área más importante de comercialización, que dio a la
zona de Carlos Casares el título de “La cuna del gi-
rasol argentino”, gran componente de su identidad.
A pesar de haber padecido privaciones, desalojos,
afrentas y persecuciones, esas personas tenían gran
apego a la vida y lo demostraban con buen humor y
disposición para festejar con alegría todo aconteci-
miento. Al poblarse la colonia más densamente, la can-
tidad de cristianos superó a la de los israelitas; esa po-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

blación mixta convivía en común acuerdo en todas las


manifestaciones de la vida social y colectiva y a pesar
de los elementos heterogéneos que la componían, los
habitantes llevaban entre ellos una perfecta armonía.
Pocas familias descendientes de esos pioneros queda-
ron en Casares, pero por su influencia, todos los veci-
nos aprendieron alguna canción en "Idish", comían
"varenikes", los tradicionales ravioles de papa con for-
ma de empanadas, y "momeligue", la polenta dura cu-
yas porciones cortaban con un hilo estirado.
En las tardes, sentados en las veredas descascaraban
semillitas de girasol y tomaban el té colectivo en bom-
billa, cuya taza pasaba de uno a otro, o mate dulce; lo
particular de ello era que ponían en la boca los peque-
ños terrones de azúcar, y no dentro del mate. Pero so-
bre todo, asimilaron el carácter de esas personas, que
dejaron su personalidad en el pueblo

*
Médanos, otro de los asentamientos, estaba en la re-
gión del secano, lugar semidesértico con tierras areno-
sas. Cabeza del partido de Villarino, era una de las pri-
meras poblaciones fundadas desde que se inició la co-
lonización del Barón Hirsh en Argentina, y años atrás
paso obligado de las tropas de la conquista del desierto
hacia el Sur.
Algarrobo era otro pueblo del partido, con muchos co-
lonos judíos; entre los dos se hallaba el paraje Nicolás
Levalle, donde se encontraban dos salinas y un estable-
cimiento agrícola propiedad de la familia Galíndez. En
esa zona las grandes extensiones de tierras fértiles no
tenían riego y dependían de las lluvias para la produc-
Walter Luis Katz

ción de trigo y la cría de ganado vacuno y ovino.


Los habitantes de Médanos fundaron la sociedad social
y religiosa, construyeron una sinagoga y una pequeña
escuela donde se daba clases de idish y también se en-
señaba a los niños a rezar. El gobierno nacional instaló
una escuela con sólo algunos grados inferiores; tam-
bién lo hizo el gobierno provincial. Esta situación con-
tinuó aún en la segunda década del siglo.
En sus comienzos el pueblo tenía el trazado parecido a
muchos de sus similares de la provincia de Buenos Ai-
res, fundados por inmigrantes franceses. Los poblado-
res conservaron el carácter y costumbres de la gente
nacida y criada en aldeas de la Rusia zarista. Cada uno
tenía su apodo otorgado con picardía por los especia-
listas en dar nombres, que aprovechaban alguna cir-
cunstancia o desliz para adosar motes. A un inocentón
lo mandaron al corral a traer la yegua azul; al volver
dijo que no la encontró. Desde ese día lo llamaron "de
blube yegüe" (la yegua azul). A uno bajito lo llamaban
"Iankl petís", traducción libre de la palabra petiso; a un
gordo, "Moishe de grover". Así, en los detalles más
simples, los habitantes del lugar conservaron las cos-
tumbres tomadas y traídas desde sus aldeas natales en
Europa oriental.
La principal preocupación en esa zona era la falta de
agua; por eso en cada campo instalaron molinos para
que la levantaran bombeando de profundos pozos ca-
vados para ese fin. Esas aguas duras con alta propor-
ción de salinidad eran almacenadas en enormes tan-
ques de chapa acanalada; además, en cada casa del
pueblo y en algunas campestres había aljibes que reci-
bían del techo de chapas de cinc el agua de lluvia, que
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

luego recogían usando un balde atado a una soga, o


con una bomba accionada a mano. El agua de las pri-
meras lluvias lavaba los techos y era derivada a los jar-
dines; la que llegaba a continuación, más limpia, era
conducida a los aljibes, pero a causa del polvo y los
pájaros, no tenía garantía de una buena salubridad.
Al transcurrir treinta años la población perdió su ho-
mogeneidad y tomó carácter cosmopolita como las de-
más de la colonización, al instalarse en el lugar perso-
nas de otras nacionalidades y religiones. Eso sirvió pa-
ra una buena integración entre el vecindario compuesto
por diferentes colectividades. La intención primaria
para supervivencia y progreso fue promover la produc-
ción de trigo, pero las características de la tierra y la
falta de precipitaciones suficientes en el lugar los llevó
a un cambio en los proyectos de cultivos. Esas pruebas
convirtieron a la zona ya proveedora de trigo y cebada,
en productora de sandías y ajos, que no requerían gran-
des cantidades de agua para la producción. Los pro-
ductos de Médanos se hicieron famosos en todo el país
por su calidad.
En las calles del pueblo había diariamente mucho mo-
vimiento de grandes chatas cargadas con bolsas de tri-
go, tiradas por seis u ocho caballos, de sulkys, carretas
rusas y jinetes. El desorden dominaba en el tránsito; no
se respetaba la prioridad para los demás vehículos ni
para los peatones y era común escuchar gritos de los
conductores previniendo a los demás. Diariamente ha-
bía choques entre ellos, con consecuencias no simpá-
ticas; en la calle quedaban tiradas bolsas de trigo rotas
y pequeños cúmulos con el grano derramado.
Cuando llegaron los primeros coches a motor, los con-
Walter Luis Katz

ductores se sintieron privilegiados y a fuerza de toque


de bocina pretendieron dominar el tránsito; eso no
ayudó, pues el desorden ya era un mal crónico.
*
Manuel y su esposa Lidia salieron de Moisés Ville y se
instalaron en Coronel Suárez en la provincia de Buenos
Aires, donde nacieron sus hijos menores. Los otros hijos
habían nacido de su matrimonio con Grunilda, su primera
mujer, fallecida en Lituania. Adolfo, el hermano menor,
se fue a Médanos y trabajó como sastre; años después se
casó con una hija de don Gregorio y doña Jaique, que ha-
bían llegado al lugar a comienzos de la segunda década
del siglo junto con sus hermanos Julio, María, Soibl y
Leib, luego de probar suerte en Santa Catalina, otra colo-
nización no lejana de esa zona. Adolfo tuvo suerte al lle-
gar al pueblo en un momento oportuno, pues no había
sastre para confeccionar los trajes a medida que usaban
los novios al casarse. A pesar de que la sencillez era na-
tural en el pueblo, se respetaba el ritual del casamiento en
la vestimenta de los novios, sus padres y padrinos. El no-
vio y el padrino de la boda vestían ambos o ternos negros,
las damas usaban vestidos de fiesta y la novia el tradicio-
nal vestido blanco.
El anterior sastre era un descarado que no sabía nada
de corte de ropa, pero improvisaba y se hacía ayudar
en la costura por algunas costureras que cosían a mano
o en la pequeña "Singer" a manivela. Su forma de me-
dir era muy original, digna de ser presentada en la sec-
ción cómica de los mejores magazines de modas de la
época. Hacía acostar al cliente sobre el suelo, y con
una tiza dibujaba el contorno de su cuerpo; luego pasa-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

ba por debajo de su cintura y torso un centímetro flexi-


ble, y tomaba otras medidas.
Después de confeccionar varios trajes cambió el siste-
ma, pidiendo que el cliente se parara frente a él; tam-
poco funcionó bien y optó por descoser un traje com-
pleto en sus distintas partes, que usó como modelo.
Cortaba la tela en tamaños grandes, y al medir sobre el
cuerpo, iba corrigiendo su trabajo, hasta llegar al talle
deseado. Los retazos los usaba para los bolsillos, sola-
pas y partes menores, y el resto lo tiraba.
Un ataque de ciática lo dejó limitado para ese trabajo;
abandonó sus actividades profesionales dejando un
gran vacío en el pueblo por falta de sastre. Los más ne-
cesitados del servicio viajaban a Bahía Blanca, y aun-
que estaba cerca de Médanos, era incómodo hacerlo
varias veces hasta que la ropa estuviera terminada.
Adolfo fue muy bien aceptado y pronto tuvo una buena
clientela. Pero el robusto sastre y músico no era perse-
verante en el trabajo; prefería dormir largas siestas en
su pieza de soltero en vez de dedicarse a la labor. Los
encargos se amontonaban, y a veces los pobres casa-
menteros debían postergar la boda por falta de vesti-
menta adecuada. Pero su matrimonio con la joven y
hacendosa modista hija de don Gregorio y doña Jaique
solucionó el problema. La mujer tomó la iniciativa y
organizó la sastrería, realizando la mayor parte del tra-
bajo y estimulando a su marido a hacerlo con ella
hombro a hombro. Además, cosía para las muchachas
casaderas que encargaban su traje de novia.
Varios años después salieron de Médanos y se insta-
laron en Cinco Saltos en el valle de Río Negro, donde
abrieron una casa de comidas. Adolfo administraba
Walter Luis Katz

con celo su negocio, y exigía que sirvieran los platos


con rapidez para que los comensales comieran menos
pan.

*
Tebie era uno de los inmigrantes venidos de Polonia
que como casi todos los demás no tenía familia
en el pueblo. Un primo suyo llegado al país junto con
él eligió otra colonización para asentarse, y con ello se
interrumpió el contacto, salvo cartas de felicitación en
ocasión de alguna fiesta, o invitaciones para casamien-
tos.
Tebie trabajaba todos los veranos en la trilla; conocía
los trabajos del campo y tenía experiencia para cerrar
bolsas de arpillera llenas de trigo. Las cosía ordenada-
mente dejando en cada extremo una oreja, que era ele-
mento de apoyo; los cargadores tomaban cada oreja
fuertemente con las manos, y con la fuerza de los bra-
zos y de las piernas se ayudaban para cargar las bolsas
sobre los hombros. Al finalizar la temporada, Tebie se
empleaba en las cuadrillas como changarín, (*) cargan-
do bolsas en los vagones del ferrocarril.
Un día, mientras preparaba las trilladoras para el tra-
bajo, un caballo le dio una patada, fracturándole una
pierna. Lo llevaron inmediatamente al pueblo a una
persona que entendía de huesos, quien decidió ponerle
un yeso alrededor de la parte quebrada. Tebie debió
permanecer acostado o sentado sin poder apoyar el pie
durante más de dos meses, esperando que la fractura se
uniera.
Terminado el plazo y sacado el yeso, al tener las dos
piernas libres comprobó que no podía apoyar la que
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

había recibido el tratamiento, a causa del dolor; el


hombre le aconsejó caminar un poco cada día para
acostumbrarse a la nueva situación, hasta que se esti-
raran los músculos. Transcurridos varios meses tuvo
(*) Trabajador de carga.
una pequeña mejoría; podía caminar trechos cortos pe-
ro estaba sentenciado a quedar rengo y a sufrir cons-
tantes dolores, ya fuera al apoyar la pierna o en horas
de descanso.
Se limitó a trabajar en pequeñas tareas para mante-
nerse; compró una vieja bicicleta con un pequeño porta
equipajes, y así se movilizó por el pueblo. El pequeño
rodado no estaba en muy buenas condiciones; tenía al-
gunas partes desgastadas y sufría roturas a menudo. En
el pueblo había una sola persona que se dedicaba a re-
parar bicicletas y Tebie debía caminar cuatro o cinco
cuadras hasta el taller arrastrando la suya. El biciclete-
ro era José, un haragán; cada vez que alguien llegaba
lo encontraba descansando; tomaba semanas hasta que
terminaba un pequeño arreglo, y todo lo hacía como un
favor, sin considerar que cobraba por hacerlo.
– Te traigo la bicicleta – dijo Tebie – la cadena se sale
y a veces las ruedas se ponen pesadas. Por favor, arre-
glala rápido.
– No hay problema; dejala y vení a buscarla mañana a
la tarde porque ahora estoy muy ocupado – dijo el
hombre y entró en la casa. Tebie se fue caminando a
"duras penas".
Al otro día, a paso lento, llegó renqueando al taller de
bicicletas – ¿está lista? – Preguntó.
– No me salió trabajar; vení la semana que viene para
ver si está – Tebie tuvo vergüenza para protestar y ca-
Walter Luis Katz

lló. Una semana completa estuvo confinado dentro de


su casa porque el dolor de piernas no le permitía ca-
minar, y pidió a una vecina que le hiciera las compras.
Nuevamente preguntó a José por la bicicleta – ¿ya la
puedo llevar? – El otro lo miró con extrañeza y enojo.
– ¿Qué te pasa? ¡Qué cargoso estás! ¿No tenés pa-
ciencia? No me pongas mala cara. Te estoy haciendo
un favor y vos me lo pagás haciendo gestos.
- Por lo menos decime cuando va a estar – imploró Te-
bie – el bicicletero no tenía paciencia para escuchar. Se
dio vuelta y entró a la casa. Tebie golpeó a la puerta.
- ¿Podés decirme cuando puedo venir, así no camino
dos veces? Cada caminata es un sufrimiento para mí –
dijo el pobre rengo.
No te prometo; no me gusta prometer. Vení cuando
quieras – cerró la puerta. Llovía torrencialmente el día
que volvió por la bicicleta, cosa muy rara en esa zona
de sequías. En mitad del camino a lo de José, un cha-
parrón sorprendió a Tebie, que llegó empapado – ¿la
reparaste? – Preguntó.
– No. Está ahí desarmada – contestó José – te estás po-
niendo pesado; no me gustan esas cosas.
– ¿Qué hacemos? – Preguntó Tebie con temor. – Quie-
ro que me digas qué día me la podré llevar – el otro
estaba que reventaba.
– Yo no soy presidente ni ministro para prometer y no
cumplir, así que no me molestes con pedidos tontos.
- Es que me duelen mucho las piernas; ya no doy más
– el bicicletero lo miró con odio.
–Ya empezamos con excusas. Yo también tengo mis
dolores y no me quejo. Terminala con tus ñañas. ¿Sa-
bés qué? Llevate tu porquería de bicicleta, que lo único
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

que hace es molestarme en mi trabajo; es ésa que está


ahí tirada con la cadena desarmada. Andate y dejame
trabajar tranquilo – Entró a la casa dando un portazo.
El pobre Tebie tomó la cadena, la ató al manubrio, le-
vantó el rodado y se fue cojeando hacia un taller de
máquinas agrícolas y autos, dudando si allí se lo arre-
glarían. Al llegar fue recibido con calor – no te esfuer-
ces; nosotros nos encargamos de levantarla y colocarla
en la mesa de trabajo. Sentate, tomate unos mates y en
unos minutos te la damos arreglada.
-¿Cuánto les debo? Preguntó Tebie con agradecimien-
to. La bicicleta se veía como nueva con la cadena bien
estirada y las ruedas aceitadas.
– Avisá. No nos debés nada; con tu visita nos alcanza.
Volvé cuando quieras – dijo el patrón. Lo ayudó a sen-
tarse sobre el rodado y le dio un empujón para que to-
mara impulso. Tebie lloraba mientras pedaleaba, pero
esta vez era por la emoción.

*
Uno de los primeros síntomas de antisemitismo se co-
noció cuando la directora de la escuela provincial tuvo
un acto de diferenciación con un niño israelita. En ac-
titud solidaria con él, todos los alumnos de esa colec-
tividad se levantaron y caminaron directamente a la es-
cuela nacional para inscribirse. Fueron bien recibidos
por el director, que no puso ningún impedimento para
aceptarlos como alumnos en el establecimiento, en
momentos en que las clases estaban avanzadas.
Otro caso ocurrido en esa época conmovió al vecinda-
rio de Médanos. Un grupo de personas cuya identi-
dad no fue dada a conocer, atacó a un anciano judío
Walter Luis Katz

ofendiéndolo en sus creencias más profundas.


Los que respetan las costumbres de la religión suelen
dejarse crecer la barba; también se cubren la cabeza
con un pequeño casquete o birrete de tela o tejido, o
usan sombrero. Los denigradores atraparon al inde-
fenso anciano y lo afeitaron, afectándolo en su mayor
dignidad. El avergonzado viejo, permaneció encerrado
en su casa el tiempo necesario para que la barba cre-
ciera nuevamente, y poder salir a la calle. La policía no
se interesó por el suceso y los autores del infame he-
cho quedaron impunes.
Un suceso importante sirvió para devolver a la colec-
tividad israelita a su natural tranquilidad y optimismo.
El dos de noviembre de mil novecientos diecisiete, el
Reino Unido, queriendo ganarse la confianza de las co-
munidades judías de Europa se declaró a favor de la
creación de un hogar nacional judío en el Mandato Britá-
nico de Palestina. La declaración formal del gobierno era
una carta firmada por el Secretario de Relaciones Exte-
riores británico Arthur James Balfour, dirigida al barón
Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía
en Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sio-
nista. El manifiesto donde el gobierno británico decidió
apoyar la creación de un hogar judío en su Mandato, fue
considerado como el primer reconocimiento de una po-
tencia mundial de los derechos del pueblo judío sobre la
Tierra de Israel. La Declaración Balfour contenía una
serie de promesas y planes hechos por el Reino Unido a
lo largo de los años de la Primera Guerra Mundial en re-
lación al futuro de Oriente Medio. Esos planes y decla-
raciones eran en buena medida contradictorios entre sí, y
estaban determinados por alianzas derivadas de los in-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

tereses que iban evolucionando con el desarrollo de la


contienda.
Unos meses antes, la correspondencia entre el alto comi-
sionado británico en El Cairo y el líder de la Rebelión ára-
be de La Meca, trataba sobre la creación de un Estado
árabe independiente sobre la mayoría de los territorios
árabes de Asia, incluida Palestina. Después de la De-
claración Balfour habría nuevos proyectos de división de
Oriente Medio. Gran Bretaña especulaba con la posibi-
lidad de finalizar la expulsión de los turcos que ocupaban
Palestina, hasta el fin de ese año.Alentados por la De-
claración, los habitantes israelitas de Médanos, grandes y
chicos, salieron a la calle en manifestación espontánea, y
desfilaron portando la bandera de Israel que había sido
presentada al mundo por primera vez durante el primer
Congreso Sionista en mil ochocientos noventa y siete.

*
El pueblo seguía creciendo, pero conservaba su espe-
cial carácter de aldea; las actividades sociales eran
compartidas entre diversos grupos, y como en toda ur-
be, algunas personas se dedicaban a saber artes y par-
tes de los demás. Un buen ejemplo era la capacidad
que los chismosos tenían para reconocer atributos en
los forasteros y adivinar sus intenciones, por ejemplo
si tenían interés en asentarse en el pueblo, o llegaban
para curiosear.
También hacían cálculos sobre la posibilidad de hacer-
le "gancho" a un nuevo muchacho con alguna de las
chicas solteras, y no podían comprender qué atractivo
encontró en el lugar que los demás jóvenes abandona-
ban por falta de trabajo. También especularon sobre
Walter Luis Katz

una pareja joven, ambos con aspecto de italianos; que


caminaban por las veredas del pueblo, y fueron vistos
cuando entraron al hotel; también vieron a otro desco-
nocido que también entró; después no se los vio más.
En una acertada opinión alguien los calificó como per-
sonas de trabajo y elemento positivo para la sociedad
local. Nadie sabía que desde un tiempo atrás el joven
trabajaba en la estancia de Galíndez, y ella lo acompa-
ñaba.
En esos días los que traían y llevaban noticias habían
agotado las novedades, y los chismosos no tenían te-
mas para hablar de los demás. Al pueblo volvieron la
habitual tranquilidad y el tedio.

*
En el pueblo había una gran actividad deportiva y
cultural. Hubo destacados jugadores de futbol y un de-
tallle los diferenciaba de los demás: jugaban descalzos
y tenían en sus pies suficiente potencia para patear con
fuerza la pelota.
También había un grupo que se dedicaba al teatro, en
que representaban obras de autores surgidos de la re-
volución bolchevique, y clásicos de la Europa oriental
del siglo diecinueve.
En cierta oportunidad, durante una actuación se des-
compuso uno de los actores cuando estaban casi al fi-
nal de la presentación; su papel era cerrar la obra con
un monólogo dramático que daba solución a los pro-
blemas planteados en el transcurso de la obra.
De inmediato llamaron a un amigo para que lo suplan-
tara y llenara el vacío; éste vino rápidamente y en po-
cos segundos, dentro del ruido que venía del escenario
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

recibió una hoja con instrucciones no suficientes. El


improvisado actor aún no había tenido tiempo de mirar
el papel, cuando fue empujado hacia el centro del ta-
blado; miró hacia adelante y vio a los espectadores ob-
servándolo en la semi oscuridad. Se dio cuenta que to-
da la responsabilidad de la obra teatral estaba sobre sus
espaldas.
Puso dentro del hueco de una de sus manos el papel y
se dispuso a leer; en ese momento recibió un rayo de
luz directo a sus ojos que lo encandiló; se repuso y mi-
ró; las letras eran tan pequeñas y desprolijas que no le
servían de ayuda. Para salvar el espectáculo comenzó a
improvisar tartamudeando las pocas palabras que en-
tendía; el monólogo original del libreto se convirtió en
la antítesis de la intención del autor. En un costado de
la plataforma los actores se tomaban de la cabeza, y en
la platea se escucharon pequeñas risas que fueron au-
mentando hasta convertirse en carcajadas imposibles
de interrumpir. El improvisado actor, imperturbable
agregó algunas palabras que nadie escuchó, saludó y
salió por detrás de la cortina. En la sala quedó el pú-
blico aplaudiendo y los actores saludando; el acciden-
tado reemplazante escapó por la puerta de atrás.

El auge del bandolerismo en las primeras décadas del


siglo tenía en jaque a a los terratenientes y pagadores.
David Segundo Peralta, apodado Mate cosido por los
puntos de una cicatriz cosida en su frente, nacido en
Monteros provincia de Tucumán, llegó al Chaco en mil
novecientos veintiséis proveniente de la ciudad de Co-
rrientes, y se ganó la admiración de las clases bajas
chaqueñas. Se decía que robaba para ayudar a los des-
Walter Luis Katz

poseídos, pero la verdad era diferente; el hecho de te-


ner una cuenta en la Caja Nacional de Ahorros donde
iban a parar los fondos que obtenía en los robos y res-
cates, propiedades costosas en Córdoba y compra y
venta de ganado indicaron lo contrario. Todo estaba re-
gistrado a nombre de testaferros que también admi-
nistraban sus bienes. Mate cosido, pensando en su fu-
turo, destinaba sus inversiones para el momento de re-
tirarse.
Durante su vida utilizó varios nombres falsos, respal-
dados en documentos otorgados por funcionarios co-
rruptos. Actuaba siempre en bandas organizadas en las
que participaban los bandoleros más temidos, y tuvo el
coraje para llegar a las grandes ciudades presentándose
como viajante de joyería; con esa imagen no desper-
taba sospechas. Pero su principal actividad estaba cen-
trada en el campo y los caminos, donde con sus com-
pinches tendía emboscadas a los vehículos que transi-
taban, en los trenes a pagadores de grandes empresas
acopiadoras de algodón y del sector forestal, y a fuer-
tes ganaderos y comerciantes; también realizó secues-
tros que le reportaron importantes sumas de dinero. Pa-
ra pasar inadvertido se desplazaba vestido como peón
rural. Su característica era no utilizar la violencia, y
varias veces suspendió asaltos para evitar enfrenta-
mientos con la policía, no por temor, sino simplemente
era su manera de operar. Pero también se le atribuye-
ron algunos hechos sangrientos. De todos modos, go-
zaba de la simpatía de mucha gente.
Sorpresivamente, después de una operación fallida de-
sapareció de la vida delictiva. Se especula que fue he-
rido, perdiéndose desde entonces todo todo rastro de su
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

paradero.
Juan Bautista Vairoletto nació en mil ochocientos no-
venta y cuatro en una localidad de la Provincia de San-
ta Fe; luego se radicó en La Pampa. Su sistema era di-
ferente del utilizado por Mate cocido; actuaba solo,
tenía mujer e hijos a los que visitaba esporádicamente,
y fue conocido como buen jinete, seductor y bailarín.
Se dedicaba a asaltar negocios a lo largo de la vieja go-
bernación, y vivía huyendo, escondiéndose entre rese-
ros e indios a quienes ayudaba económicamente.
Chicos y grandes lo conocían como un Robin Hood de
las Pampas, y las historias que se contaban de él siem-
pre eran diferentes. Su elegante caballo alazán era re-
emplazado en algunos cuentos por un pequeño tordillo,
sobre el que montaba trotando sin ostentación. Por su
osadía y valentía lo admiraban todos los niños y ma-
yores, y también los policías que no lograban captu-
rarlo.
Vairoletto murió en su ley, en momentos que vivía re-
tirado en un pueblito de Mendoza, dedicado a su mujer
y dos hijas, acorralado después que lo delataron. No
cedió; antes de recibir un balazo de la policía, prefirió
morir por una de sus propias balas.
También había en el país una serie de asaltantes im-
provisados que mataban por una pequeña suma de di-
nero, y representaban el terror en los caminos. Méda-
nos y sus vecindades eran lugares tranquilos en que no
se conocían esos peligros.

*
Manuel Katz era petiso, cascarrabias, ateo y rezon-
gón; lo llamaban "Mendel de lituik" (Manuel el litua-
Walter Luis Katz

no) no por su procedencia, sino por sus malas pulgas.


Permaneció poco tiempo en Coronel Suárez después
de dejar Moisés Ville y en el año mil novecientos die-
cisiete pasó a Médanos con su señora Lidia, sus tres hi-
jos jóvenes y los otros tres, hijos de su anterior matri-
monio. Los varones aprendieron de él el oficio de pe-
luquero y también estudiaron música; algunos fueron
buenos profesionales y se trasladaron con el tiempo a
Buenos Aires, donde trabajaron en las mejores or-
questas. Hasta entonces animaban los casamientos que
se realizaban en el pueblo, junto con Manuel que era
clarinetista y el robusto Adolfo que tocaba el trombón.
Manuel era sumamente ahorrativo y desconfiado y lo
demostraba en sus acciones. En los últimos años de su
vida ahorró quinientos pesos fuertes y los depositó en
la Caja Nacional de Ahorro Postal; cada tantos meses
iba al correo, extraía el importe, contaba el dinero y
después volvía a hacer un nuevo depósito. Esto con-
tinuó durante varios años.

*
Gregorio y Jaique Sbriller llegaron al país con sus hi-
jos en mil novecientos diez desde Marculesti en Besa-
ravia, y se dirigieron a Santa Catalina, una coloniza-
ción ubicada cerca del ferrocarril del Sud, vía Patago-
nes. Se instalaron en el lugar, laboraron la tierra por un
tiempo, hasta que una inundación destruyó todo. Al
perder su pequeño capital; don Gregorio tomó a su fa-
milia y se radicó en Médanos, donde trabajó como co-
misionista entre el pueblo y la ciudad de Bahía Blanca.

*
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

Antenor Galíndez era un afamado ingeniero civil y


terrateniente que gozaba de las más altas considera-
ciones, y contaba con vastas vinculaciones en todas las
esferas sociales. Participó en los trabajos de triangu-
lación en el delta del Paraná y se rehusó a cobrar hono-
rarios por la labor realizada. Apreciando ese gesto el
gobierno le regaló dos islas.
El hijo Samuel se graduó de doctor en Derecho en mil
novecientos doce en la universidad de Buenos Aires,
presentando una brillante tesis. Fue abogado del Ferro-
carril Central Argentino por varios años.
El Ingeniero Antenor Galíndez y su esposa Elena Mo-
lina de Galíndez eran propietarios de veinte mil hec-
táreas en el distrito de Villlarino, al Sur de la Provincia
de Buenos Aires, que pertenecieron anteriormente a
Samuel Molina. Dentro de esas propiedades se encon-
traban una salina y campos. Antenor Galíndez no tuvo
mejor suerte que los demás en esa zona, pues las tie-
rras se encontraban en la zona del secano y no había
ningún arroyo que proporcionara agua para cultivos y
crianza de ganado, por eso alquilaba parcelas de las
que obtenía buenas ganancias. También era propietario
de unas salinas en el paraje Nicolás Levalle.
El ingeniero Galíndez, su esposa Elena y sus hijos Sa-
muel e Irene viajaron a Médanos en enero de mil nove-
cientos veintisiete para pasar la temporada de verano
en la estancia Salinas Chicas, situada a ocho leguas al
sur de ese pueblo. Galíndez viajaba a veces a Médanos
en el coche conducido por su hombre de confianza pa-
ra realizar alguna operación en el banco y hacer com-
pras. Extremadamente desconfiado, siempre se sentaba
en el asiento posterior llevando a su lado una escopeta
Walter Luis Katz

y un revólver cargados, temeroso de ser atacado, por


causas que nadie conocía y que originaban extrañas
sospechas en los habitantes del pueblo.
Era una persona altanera; no saludaba a nadie y si le
preguntaban algo contestaba con monosílabos o sim-
plemente no contestaba. Parecía extraño decirlo, pero
era así: ese detalle antipático era también parte de las
pequeñas vivencias cotidianas de los habitantes del
pueblo. Raramente entraba a los negocios, y no acep-
talba incluso un vaso de agua; después de la breve vi-
sita volvía a su estancia.

*
El anarquismo de cada simpatizante de esa idea tenía
diferentes grados, y aunque originalmente la intención
era intervenir en acciones sindicalistas y políticas, se
convirtió en actos de protesta, con el propósito de mo-
lestar en todas las actividades. Los jóvenes del pueblo
adoptaron esas ideas, pero nunca las concretaron, pues
no ofrecían soluciones prácticas, sino que sirvieron pa-
ra representar a la generación en su romanticismo.
En uno de los pequeños grupos salidos de Rusia llegó
el joven Moseike. Era conocido por sus dotes de char-
latán, y así lo demostraba en reuniones familiares, en
las que participaba aceptando invitaciones para comer
o para tomar un bromfn (trago).
Era de baja altura, relleno, aceptado entre los jovenes y
mayores, conversador, extrovertido, con dotes natura-
les para ser líder, aunque su educación estaba basada
en simulaciones y poses; lograba reunir a la gente para
darles conferencias, aunque eran inofensivas, sin re-
sultados positivos en sus intentos por convencer, pero
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

su simpatía y humor los conquistaba. Era fanfarrón de


nacimiento, campeón para hacerse invitar a cenar y pa-
ra cortejar, aunque no modelo preferido por las mu-
chachas. Su figura podría representarse por un barrilito
dicharachero, del que sobresalían unos mostachos ne-
gros.
Gregorio Russin llegó siendo niño con su familia; esta-
ba alineado en la línea anarquista y se distinguía por
sus condiciones de orador innato. Alto, musculoso y
elegante, con barba bien recortada, de gran cultura, es-
taba dotado de un poder natural de seducción. A pesar
de ser conversador, era introvertido, y su pensamiento
se anticipaba a las palabras. Su mente estaba en cons-
tante elaboración de situaciones y soluciones para las
discusiones dialécticas que solía mantener todo el
tiempo. La diferencia de edad entre él y Moseike era
grande, pero eran amigos gracias a los convencimien-
tos políticos comunes. Russin Trabajaba como oficial
albañil.
Otros jóvenes de ese grupo tenían también ideas revo-
lucionarias y estaban apartados de las creencias reli-
giosas e ideas de sus progenitores.
Entre ellos varios estaban alineados en el anarquismo,
doctrina que aprendieron de los anarquistas de Buenos
Aires y las provincias, pero que tenía raíces más pro-
fundas en España, en que descollaba el movimiento ga-
llego en la Coruña. Varios jefes de Gobierno fueron ase-
sinados por ellos en España durante tres décadas; un
acontecimiento sobresalía en la historia de los atentados
anarquista en ese país: El treinta y uno de mayo de mil
novecientos seis, en ocasión del casamiento del Rey Al-
fonso XIII y Victoria de Battenberg, fue arrojada una
Walter Luis Katz

bomba desde un balcón con la intención de matar a la


pareja real, pero una guirnalda molestó el pasó del arte-
facto, que no tocó al vehículo pero causó la muerte de
veintitrés personas que presenciaban el desfile, e hirió a
un centenar. Ese suceso no cambió la historia de España,
pero los simpatizantes del anarquismo opinaban que la
muerte del Borbón hubiera evitado la guerra civil. Una
serie de asesinatos afectó a España durante tres décadas.
En abril de mil novecientos treinta y uno, a raíz de la vic-
toria republicana en las elecciones, se proclamó la Repú-
blica y el rey abdicó inmediatamente, saliendo al exilio.
Un detalle despertó el interés de los más cultos: el per-
manganato usado para curar la gonorrea era también uti-
lizado para preparar las bombas asesinas, y tampoco po-
día considerarse inofensivo el extracto de almendras
amargas, también útil para la preparación de explosivos.
En Argentina la Federación Obrera Regional Argentina
(F.O.R.A.), representaba a los anarquistas, enemigos de la
política parlamentaria, y tenía por objetivo no sólo la lu-
cha directa por la conquista de mejoras para el prole-
tariado, sino que pretendía destruir el régimen económico
y político. Su finalidad no era mejorar lo existente sino,
en su opinión, destruirlo para sustituirlo por un orden de
cosas más humano y más justo. Russin consideraba que
se debía combatir a la burguesía y a las instituciones ene-
migas de las clases trabajadoras, y lo proclamaba en todas
las oportunidades que tenía para hablar con la gente
Moseike trabajaba poco pero, si lo hacía, era en tareas
temporales y vivía humildemente; tenía la lengua floja
y generalmente estropeaba sus propios planes para
conquistar alguna muchacha o recibir invitaciones, de-
bido a sus insolencias, producto de su forma de ser ex-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

trovertida e irrespetuosa.
Jacobo Presberg era otro inmigrante venido de Rusia,
era un hombre de familia; casado y padre de dos niños,
practicaba la religión de sus padres, aunque no tenía
educación religiosa. Su oficio era la albañilería y no te-
nía relación diaria con la gente llegada de Europa
oriental.
Tebie pertenecía al grupo de jóvenes inmigrantes, pero
por su carácter recatado y más tarde por el accidente
que lo dejó disminuido físicamente, interrumpió sus
encuentros con ellos.
En esa época, en el pequeño pueblo no había muchos
lugares de diversión; por eso se realizaban fiestas y
reuniones en casas de familia a las que concurrían jó-
venes y también gente mayor. En una ocasión se fes-
tejó un cumpleaños; al principio estuvo animado, pero
pronto algunos jóvenes comenzaron a aburrirse; para
evitar que se fueran, uno apodado Natan de freser (el
tragón) tuvo una brillante idea: realizar un certamen
con otro al que llamaban David de nasher (el goloso).
La apuesta era quien comía más de la torta de crema
que estaba sobre una mesa, en determinado tiempo.
Moishe de grover (el gordo; también el grosero) quiso
participar – momentito; yo entro.
El tragón lo paró en seco – aquí no entra nadie, esa tor-
ta es para dos, no para tres; andá a sentarte, gordo – és-
te lo hizo con pocas ganas. La competición comen-
zó; los comilones atacaron a las dos mitades de torta,
cada uno a la suya; la dueña de casa, al ver el círculo
de muchachos y escuchar que alentaban con gritos y
aplausos, se acercó a mirar y casi se desmayó al ver lo
que ocurría con su torta, a la que había dedicado mu-
Walter Luis Katz

cho trabajo y usado buenos productos para que fuera


sabrosa. Ya era tarde para salvarla de los desenfrena-
dos
David de nasher paladeó las primeras porciones, delei-
tándose al comprobar que la torta era exquisita; Natan
de freser aprovechó para adelantarse, pero uno de los
muchachos, viendo que el goloso iba a perder, lo esti-
muló – dejá de comer con tanto gusto y dedicate a la
apuesta – David retomó el ritmo y alcanzó a Natan,
pero en los últimos segundos fue superado. Finalizado
el juego terminó la media porción que le quedaba, sa-
boreándola y elogiándola.
Natan el tragón preguntó – ¿cuál es el premio? – Por
fin la dueña de casa tuvo oportunidad para hablar. –
¿Todavía pide premio? Esto, en lugar de premio tiene
castigo; el de la gente que se quedó sin comer torta.
Uno de los muchachos dijo – Natan, yo propongo que
en lugar de Natan el tragón, en adelante te llamemos
Natan de jazer (el cerdo). Todos aplaudieron, y desde
ese día Natan de freser fue llamado Natan de jazer.
En aquellos años, decenas de anécdotas sucedieron en
el cosmopolita y peculiar pueblo, y así como aconte-
cieron, quedaron grabados en el recuerdo de sus habi-
tantes.

***
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

2. La masacre.
Galíndez no explotaba la totalidad de sus propiedades
que incluían las salinas y campos ubicados en el paraje
Nicolás Levalle. Le convenía arrendar a colonos buena
parte de las tierras; la principal entrada de la estancia
estaba integrada por porcentajes sobre las bolsas de
trigo cosechadas, a la que agregaba lo logrado sobre el
triguillo, mezcla obtenida de los rechazos de trigo, y
paja. Ese producto no se consideraba comercial, y has-
ta entonces ningún propietario de tierras lo tuvo en
cuenta para agregar algunos pesos a sus ingresos.
Federico Winckler, joven inmigrante alemán era el re-
cibidor de los productos y guardaba fidelidad incondi-
cional a su patrón; comenzaba muy temprano su tra-
bajo, recorría el campo a caballo y regresaba muy tar-
de. Había instalado su habitación en forma miserable,
en uno de los galpones.
El día sábado diecinueve de marzo de mil novecientos
veintisiete llegaron a la estancia de Galíndez Jacobo
Presberg, que se ocupaba de trabajos de albañilería, y
su dependiente Gregorio Russin, a quien había cono-
cido un tiempo antes y contratado como oficial albañil
para que lo ayudara en tareas de reparaciones en la
mansión de esa familia, dentro de la estancia.
Salvador Marino los trajo desde Médanos en una vi-
llalonga; esa tarde conocieron a su mujer Elvira. Los
Marino se veían tensos y se expresaban con movi-
mientos nerviosos; era tanta la religiosidad de esas per-
sonas, que podría llegar al fanatismo. Estaban en Sali-
nas Chicas, él como encargado y su mujer como acom-
pañante. Galíndez lo había contratado en Buenos Aires
para trabajar en la estancia. También conocieron a Fe-
Walter Luis Katz

1 derico Winckler; persona agradable que manifestó que


2 hacía como un año que trabajaba con la familia Galín-
3 dez. En esa oportunidad conocieron a los dueños de
4 casa y a sus empleados; tuvieron oportunidad de con-
5 versar sólo con la señora Elena Molina de Galíndez
6 quien le dijo a Russin con amabilidad - si es poca la
7 comida, avíseme para darle órdenes a la cocinera.
8 Presberg y Russin casi no tenían contacto con los tra-
9 bajadores del campo, que volvían tarde de sus tareas.
10 Ellos dos por su parte, estaban ocupados durante mu-
11 chas horas en los trabajos de reparación de la casa.
12 El día martes veintidós de marzo Gregorio oyó que El-
13 vira, la esposa de Marino estaba enferma, y por ese
14 motivo Salvador iba a llevarla a Médanos. Marino se
15 le acercó - hasta mañana joven, me voy con la señora,
16 que está enferma.
17 Al día siguiente, cerca de las cinco de la tarde llega-
18 ron a la estancia Salvador Marino y su mujer; volvían
19 de Médanos viajando en una villalonga que llegó hasta
20 frente el balcón, donde descendieron trayendo consigo
21 también a su pequeña hija. Russin, ocupado en arreglar
22 unas juntas en una pared los vio llegar, sin prestar ma-
23 yor atención.
24 Continuó con su trabajo, agachado en ese lugar hasta
25 que llegó la sirvienta de la estancia - ya está la comi-
26 da; pueden ir a servirse. - él preguntó donde se encon-
27 traba la comida que consistía en mate cocido con le-
28 che y galleta - al lado de la cuarta pieza que sirve de
29 canicería, sobre la madera de sostén de la piedra de afi-
30 lar cuchillos.
31 Russin se levantó y tomó el recipiente que contenía el
32 mate cocido con leche, las tazas y la galleta, y por indi-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 cación de Jacobo Presberg que en ese momento había


2 ido a lavarse las manos, los llevó al galpón, colocando
3 las tazas sobre unos cajones, y junto con Jacobo que en
4 ese momento había entrado se dispuso a tomarlo.
5
6 *
7 Minutos más tarde dentro de la casa se escucharon gri-
8 tos, disparos de arma de fuego y golpes de hacha. An-
9 tenor Galíndez, su esposa y la doncella habían sido
10 asesinados. Enseguida, dentro del galpón varias perso-
11 nas discutían nerviosamente; hubo gritos, amenazas y
12 ruegos, y luego una de ellas, molesta por los quejidos
13 que llegaban de la casa, volvió para ultimar con golpes
14 de hacha a los que quedaban vivos. Luego todos los
15 que se encontraban en el galpón se dirigieron a la man-
16 sión. Sobre el piso del comedor yacían tres cuerpos en-
17 sangrentados.
18 Más tarde llegaron a la estancia los hijos de Galíndez y
19 también fueron muertos a tiros; uno de ellos bajó del
20 coche y corrió para guarecerse, pero fue alcanzado y
21 ultimado.
22
23 *
24 Serafín Pérez era un contratista, principal figura en la
25 cobranza de los alquileres que pagaban los colonos.
26 Todos los meses llegaba a las pequeñas sub-divisiones
27 del campo para cobrar a los arrendatarios los alquileres
28 y porcentajes, que luego entregaba a Galíndez. En esos
29 días tenía que recibir la visita del estanciero para entre-
30 garle una suma de dinero percibida; después de esperar
31 casi una semana, Pérez envió a una persona para ver
32 por qué Galíndez no se presentaba. Luego de concurrir
Walter Luis Katz

1 varias veces a la estancia observó señales sopechosas;


2 vidrios rotos, agujeros de bala en la pared y ausencia
3 de la familia y de los empleados. Después golpeó a la
4 puerta de la mansión y llamó a voces sin obtener res-
5 puesta. No quiso tocar nada y preocupado, dio aviso a
6 la policía de Médanos.
7 En el patio, un perro estaba recostado con desgano ba-
8 jo un árbol, sin fuerzas para ladrar. Pérez caminó ha-
9 cia el gallinero y vio un par de gallinas muertas; en los
10 recipientes no había agua, ni restos de alimentos en el
11 suelo. Tomó un balde, trajo agua del tanque que estaba
12 al lado del molino australiano y esparció granos sobre
13 el suelo; las aves se abalanzaron para beber. Los caba-
14 llos no carecían de agua, pues caía dentro de los bebe-
15 deros en un goteo permanente que venía del tanque.
16 Pérez abrió un fardo de pasto y lo puso en los pese-
17 bres.
18 En la casa y los alrededores no había alma viviente. La
19 familia Galíndez, el matrimonio Marino, el joven Fe-
20 derico Winckler y los albañiles habían desaparecido;
21 tal vez todos habían viajado y si hubo algún atentado
22 los habían raptado, o escaparon por sus propias fuer-
23 zas.
24 En Médanos, días después entró Presberg a la carni-
25 cería de Dorfman, y con tono indiferente preguntó por
26 Galíndez, sin obtener respuesta positiva. Nadie prestó
27 atención especial a su pregunta ni pensó que tenía se-
28 gunda intención. Tal vez quiso expresar que quería co-
29 brar por su trabajo, o quería despertar las sospechas de
30 la gente, pero usando solamente insinuaciones.
31
32 *
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 Después que Serafín Pérez informó a la policía, un ofi-


2 cial y un agente que lo acompañaba llegaron a la es-
3 tancia; observaron dentro de la casa, y buscaron seña-
4 les que indicaran lo que había ocurrido; pensaban que
5 hubo un asalto a mano armada. En el comedor encon-
6 traron varias tazas de té, una dulcera y una manteque-
7 ra, todo en disposición como si hubieran estado desa-
8 yunando o merendando en momentos del hecho.
9 También hallaron un par de anteojos y una gran man-
10 cha de sangre y sesos que resaltaba sobre la pared pin-
11 tada. La habitación estaba revuelta como si hubieran
12 estado buscando dinero.
13 Salieron para dar una vuelta alrededor. – Mire – dijo el
14 agente – hay unas manchas de sangre y no creo que
15 sean de animales; además hay muchas pisadas y mar-
16 cas de cosas que fueron arrastradas. El oficial tomó lo
17 que dijo el agente como indiscutible, pues era conoci-
18 do como buen baqueano, condiciones necesarias en
19 esos lugares apartados.
20 El agente rastreó las cercanías y descubrió un pozo
21 recién tapado cubierto por ramas y yuyos – debería
22 traer a algunos peones con palas para cavar y ver lo
23 que hay en el pozo, mi oficial escribiente; ahí se puede
24 encontrar algo interesante – dijo el agente. Los hom-
25 bres de la justicia solicitaron ayuda a Serafín Pérez,
26 quien trajo algunos peones portando picos y palas.
27 Cinco minutos de trabajo bastaron para descubrir lo
28 que había dentro del pozo – mi oficial escribiente: si
29 no fuera parte de la pesquisa, le pediría que me deje
30 llevar el cuero de este ternerito carneado; es una lásti-
31 ma que lo hayan tirado – dijo el agente. Estaba un po-
32 co avergonzado por haber pensado que allí se encon-
Walter Luis Katz

1 traban restos humanos. Además del cuero, las cosas


2 interesantes eran vísceras y partes del animal achura-
3 do, tal vez muerto por envenenamiento, y enterrado
4 para que no lo comieran los perros.
5 – Llévelo no más, si nadie se opone. Yo creo que si
6 hubo crimen, los asesinos se llevaron los cuerpos so-
7 bre un carro. – El oficial hizo un balance con la mi-
8 rada y comprobó que cerca de ellos había una villalon-
9 ga, vehículo necesario para moverse desde esa distan-
10 cia. – Si hubo asalto y robo, seguramente tomaron ca-
11 ballos del corral y escaparon en un carro. El problema
12 es que el ganado que pastorea en los campos debe ha-
13 ber borrado las huellas con los cascos.
14 – Mientras no hay cuerpos no hay asesinato – dijo el
15 agente – hasta puede ser que las manchas en la pared
16 no sean de sangre humana, sino del ternero achurado –
17 el oficial no estaba seguro si el agente estaba diciendo
18 lo adecuado para ese momento, pero en su opinión no
19 existían motivos para seguir buscando; tal vez Galín-
20 dez se encontraba con su familia veraneando en la la-
21 guna de Chapalcó. Mientras tanto, el estanciero y toda
22 su familia estaban en otro lugar no apto para veraneo.
23 Al no hallar indicios de los cuerpos, se dirigieron al
24 galpón y vieron en las cercanías varias fosas abiertas,
25 pero no descubrieron algo anormal. A pocos metros
26 del lugar, entre un pastizal se encontraban algunas pa-
27 jas secas, detalle que despertó la atención de los poli-
28 cías; al acercarse observaron una zanja; el oficial cla-
29 vó su fusta y la tierra cedió. Ante esto, comenzaron la
30 excavación y se encontraron con tres fosas y un total
31 de seis cuerpos.
32 El oficial dio aviso al juez interino, quien de inmediato
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 se presentó en la estancia acompañado por el oficial de


2 Médanos, el fiscal, el médico de tribunales, el comisa-
3 rio de investigaciones, un concejal municipal, otros
4 funcionarios y algunos periodistas.
5 En el peritaje se reconocieron los cuerpos de Antenor
6 Galíndez, su esposa Elena Molina de Galíndez, Sa-
7 muel Galíndez, Irene Galíndez, la doméstica Emilia C.
8 De García y también el empleado recibidor de la estan-
9 cia Federico Winckler. Las autoridades suponían que
10 los autores podrían ser los otros empleados, debido a
11 que habían desaparecido; creían que el móvil del cri-
12 men fue el robo.
13 Después de sacar los seis cuerpos de los pozos, los co-
14 locaron sobre la camioneta nueva de Novo. Un fotó-
15 grafo de la policía tomó una fotografía de la macabra
16 carga.
17 – Alguien los asaltó y asesinó. Según las informacio-
18 nes ésta no es una familia apreciada por la gente; tal
19 vez los mismos peones sean los autores o, alguien de la
20 talla de Varioletto los redujo y utilizó – dijo el oficial
21 actuante - debemos buscar voluntarios para rastrear los
22 campos; ya hemos perdido demasiado tiempo.
23 Los investigadores indagaron a conocidos de la zona
24 para dar con el paradero del automóvil de la familia
25 Galíndez, y la información la encontraron en el hotel
26 "Comercio" de la localidad de Médanos. Según los da-
27 tos recibidos, viajaban en él dos hombres, una mujer y
28 una niña.
29 Presberg no había aparecido en los lugares que solía
30 frecuentar; tampoco Russin había llegado a su casa. Su
31 novia, maestra de escuela, no tenía noticias de él. Era
32 sabido que había estado trabajando con Presberg en el
Walter Luis Katz

1 campo de Galíndez y quizás eran las personas indica-


2 das para preguntarles por esa familia. Tal vez Pres-
3 berg sabía lo que había ocurrido y estuvo elaborando
4 una historia jugosa. De todos modos, la ausencia de
5 Russin preocupaba a todos.
6 La policía revisó el automóvil y encontró veinte balas
7 calibre 38, que coincidían con las encontradas en casa
8 de los Galíndez. Luego de algunas averiguaciones die-
9 ron con Jacobo Presberg, quien fue citado a declarar y
10 al contradecirse en varias oportunidades, quedó dete-
11 nido como sospechoso.
12 En otra declaración, Presberg afirmó que fue contra-
13 tado para hacer trabajos de albañilería en la estancia, y
14 que él a su vez tomó a Gregorio Russin como obrero, y
15 juntos se trasladaron a Salinas Chicas el sábado dieci-
16 nueve de marzo. Confesó que fue testigo presencial del
17 crimen.
18 Como nadie sabía donde se encontraba Russin, inclu-
19 so su novia y sus amigos, se unieron para obtener in-
20 formación, si estaba con vida, y en ese caso saber có-
21 mo y donde estaba. Esa identificación de sus amigos
22 no ayudaba, porque hasta el momento estaba conside-
23 rado muerto o prófugo.
24 Transcurrida otra semana, con mucha reserva, utili-
25 zando los datos que todos sabían del caso, Moseike co-
26 menzó a contar a sus amigos que estaba enterado de
27 los pormenores del asesinato de la familia Galíndez, y
28 que contaba con todos los detalles que un lector de no-
29 velas policiales podía exigir. Pocos días después su
30 versión era conocida en casi todo el pueblo, aunque ca-
31 da uno trataba de guardar el secreto para que no llegara
32 a oídos de la policía. En forma natural, el cuento se
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 enriqueció con lo que la gente agregó. Todos sentían


2 admiración por Moseike, poseedor de tan buena infor-
3 mación.
4 Se había convertido en foco de las miradas por su
5 amistad con Gregorio Russin; llamado a declarar va-
6 rias veces en la policía local, pudo demostrar clara-
7 mente que durante la semana de la desaparición de Ga-
8 líndez con su familia y los trabajadores, estuvo ocupa-
9 do cargando bolsas de trigo en vagones del ferrocarril
10 y en actividades sociales. En varias casas de familia
11 hubo testigos que afirmaron que después del trabajo
12 estuvo tomando mate con ellos, y en las noches cena-
13 ron y tomaron algunas copitas
14 Una tarde se bañó, se perfumó con agua florida, vistió
15 sus mejores ropas y se dirigió a lo de doña Jaique para
16 visitar a su hija, una viuda joven y linda. En momentos
17 en que estuvo solo con la muchacha le recitó una poe-
18 sía de Pushkin. Moseike estaba tan entusiasmado reci-
19 tando, parado sacando pecho y haciendo ademanes con
20 las manos, que no percibió la cara de desagrado de la
21 viudita.
22 Cuando el enamorado llegó al final de una estrofa, ella
23 lo paró con un gesto. – Moseike, hágame el favor y ter-
24 mine con las tonterías de recitarme poesías y también
25 de andar atrás de mí cortejándome.
26 El "petisón" Moseike se ofendió y se fue, pero antes le
27 dijo a la mujer – usted es una viuda alegre.
28 A sus amigos no contó lo acontecido, pero frente a
29 ellos comenzó a nombrar a la muchacha como "la viu-
30 dita alegre". Eso se divulgó inmediatamente en el pue-
31 blo, y también llegó a la casa de doña Jaique.
32 Pasados un par de días, había olvidado lo sucedido y
Walter Luis Katz

1 fue a visitarla – sírvame un trago para el dolor de mue-


2 las – pidió. Después quiso otro trago para sí mismo,
3 pero la señora le contestó con sequedad. – ¡Mire Mo-
4 seike ¡cuántos dolores de muelas se ha sacado usted en
5 esta casa! Y se permite todas las libertades para hablar
6 de mi hija y más aún tiene el desparpajo de venir a vi-
7 sitar y pedir bromfn como si nada hubiera pasado –
8 Moseike se puso colorado, pidió perdón sin demostrar
9 que lo sentía realmente, y se fue.
10 A los dos días volvió, y sin hablar de lo ocurrido o de-
11 mostrar alguna turbación, pidió un bromfn. Doña Jai-
12 que decidió que Moseike era un caso perdido, y que no
13 valía la pena esforzarse para ayudarlo a cambiar.

14 *
15 La policía había reunido muchos datos, pero no los da-
16 ba a conocer a la prensa; tampoco los rumores eran
17 confirmados. Moseike aprovechó para convertirse en
18 fuente de información. Visitó a cada uno de sus diarios
19 interlocutores y los puso al tanto de las novedades,
20 mientras aprovechaba la invitación para una cena y
21 unos tragos en la sobremesa.
22 "En la huida, los asesinos atravesaron parte de varias
23 provincias y se dirigieron hacia el norte; continuaban
24 la fuga montados a caballo sin dificultades porque en
25 los campos no faltaban pastos frescos y agua para los
26 animales. Cuando quedaban sin provisiones, alguno de
27 ellos entraba a algún almacén o pulpería a comprar al-
28 go para comer; en los bolsillos conservaban los pesos
29 robados a Galíndez."
30 "En el límite entre San Luis y Córdoba se separaron;
31 uno de ellos siguió hacia La Rioja y Catamarca con in-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 tención de pasar la frontera con Bolivia; el otro hacia


2 Córdoba y Santa Fe, para llegar al Chaco y Formosa, e
3 instalarse en Paraguay; allí deberían encontrarse am-
4 bos. Los dos países vecinos eran lugares ideales para
5 forajidos."
6 "Russin ambulaba a pie solo, muerto de miedo; tra-
7 bajaba un par de días en alguna estancia, lo suficiente
8 para recibir algunas comidas y un poco de dinero, y
9 continuaba caminando. Tenía el cabello crecido, y la
10 barba bastante más larga de lo acostumbrado; se veía
11 más adulto y parecía un paisano de los campos; trataba
12 de no hablar para no descubrirse en algún error. De vez
13 en cuando, en las estancias se le acercaba alguna paisa-
14 nita para entablar relaciones, que él solía aceptar por
15 dos motivos; uno de ellos era el placer personal, y el
16 otro era una táctica para estar alejado de la gente. Sa-
17 bía que todas las personas eran curiosas y por lo gene-
18 ral sondeaban a los forasteros para saber quienes eran
19 y de donde venían."
20 "Cuando sentía acercamiento de la gente del campo, se
21 despedía de la "prenda" de turno y seguía camino. Una
22 de ellas le prestó un caballito criollo, con riendas y bo-
23 cado y una manta, para que pudiera moverse con faci-
24 lidad por las pampas."
25 "Se había acostumbrado a ayunar días enteros, y por
26 eso tomó la norma de guardar en los bolsillos pedazos
27 de pan para los momentos de hambre; comprobó que el
28 pan en buen estado, fresco o duro, es un buen alimen-
29 to. A veces, cuando pasaba frente a alguna casa solita-
30 ria pedía llenar alguna botella con agua y dar de beber
31 al caballo, y también tenía la suerte de ser convidado
32 con pasteles o algún bocado. Fue perdiendo el miedo a
Walter Luis Katz

1 la soledad y a los peligros del campo, trocándolo por la


2 seguridad que dan la libertad y la responsabilidad para
3 cuidar su vida y su futuro. Pero, de todas maneras ac-
4 tuaba con precaución frente a todos, para no ser descu-
5 bierto."
6 "Uno de los delincuentes llegó desde Santa Fe hasta el
7 Chaco camino hacia Paraguay al paso de su caballo, y
8 se internó en los quebrachales pensando que el lugar
9 estaba libre de personas pero se equivocó, pues se topó
10 con muchos obreros aserrando árboles para un obraje.
11 Al paso lento sorteó las cuadrillas buscando un lugar
12 para desmontar y esperó el anochecer, pero la suerte
13 no le ayudó; dos policías que recorrían el terreno le
14 dieron orden de alto – el que se encuentra detrás de los
15 árboles, levante las manos y espere que nos acerque-
16 mos a controlar; le advertimos que estamos armados y
17 dispuestos a disparar.
18 El hombre preparó su revólver, dispuesto a tirar a ma-
19 tar sobre los policías; cubierto por un árbol se asomó,
20 apuntó y comenzó a disparar sobre los agentes, pero
21 erró todos los tiros; los policías contaron los disparos y
22 en el momento que el bandolero cargaba nuevamente
23 su arma, uno corrió dando un rodeo y tiró dos veces
24 sobre las piernas del sujeto; así pudo imposibilitar sus
25 movimientos. El arma voló lejos, y el otro policía la
26 recogió cubriéndola con un paño para no borrar las se-
27 ñales que estaban en ella. A causa de la casualidad, sin
28 pensar que encontrarían servido ese regalo, los agentes
29 detuvieron al forajido, haciéndose acreedores a una
30 mención especial y tal vez a un ascenso."
31 Moseike continuaba siendo el vocero de los aconteci-
32 mientos; sus amigos le preguntaban por la fuente de su
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 rica información; él contestaba con orgullo – no puedo


2 dar esos datos; confórmense con eso.
3 "Al tranco de su caballo llegó Russin a General Alve-
4 ar en Mendoza; descubrió una pequeña colonia de in-
5 migrantes ucranianos, y se asalarió en una chacra,
6 cambiándose el nombre por Antonin Antonievich. El
7 dueño tenía ideas moderadas, contrarias al anarquismo
8 y al comunismo, y Russin debía morderse los labios
9 para no comenzar una discusión ideológica, represen-
10 tando ante él la figura de persona tranquila e introver-
11 tida, cualidad necesaria en su difícil situación."
12 "Por una natural dinámica las noticias del crimen y la
13 huída llegaron a la zona, y Russin, que temía ser des-
14 cubierto y delatado, "pidió las cuentas" y siguió ca-
15 mino. En San Rafael encontró trabajo en la chacra de
16 una viuda italiana mayor que él. La mujer era fuerte y
17 bonita, muy trabajadora, y desde el primer momento
18 simpatizó con él y lo convirtió en su compañero. Esa
19 situación le dio tranquilidad; si la cuidaba, podía con-
20 tinuar el resto de su vida con Carmela."
21 "– Antonino amore mío – decía la mujer – ¿por qué no
22 te sacás la barba? Te va a hacer más lindo. – No pue-
23 do, Carmela, amore – prometí a la madona dejarla cre-
24 cer si me curaba de una enfermedad de los pulmones –
25 ella no insistía para no ofender a la virgen."
26 "Lo invitaba a pasear por el pueblo, pero Russin ponía
27 cualquier pretexto para no salir – me siento mejor en la
28 tranquilidad de la casa; el ruido de los coches me pro-
29 duce dolor de cabeza. Además, dejé un trabajo pen-
30 diente que quiero terminar antes de que vuelvas. – Car-
31 mela se sentía orgullosa de su hombre, tan joven, tra-
32 bajador y ordenado."
Walter Luis Katz

1 *
2 "Otro de los delincuentes era una mujer; a duras pe-
3 nas llegó a Bolivia bajo el fuerte sol de la puna. Los
4 policías de la frontera la estaban observando desde un
5 lugar alto, y cuando pasó los límites detuvieron su
6 marcha y la obligaron a volver atrás. Debilitada por la
7 sed se entregó en la comisaría de un punto fronterizo, y
8 de allí la enviaron al lugar donde era reclamada, para
9 ser sometida a juicio. En la opinión de las fuerzas poli-
10 ciales, aún quedaba sin capturar un peligroso asesino."
11 Moseike continuaba relatando hechos, recibidos de su
12 secreta fuente de información.
13 "Russin estaba distraído trabajando entre los viñedos,
14 cuando de pronto vio un policía apuntándole con una
15 carabina; miró hacia un costado y vio otro; en el otro
16 costado estaba un tercero; levantó las manos y miró
17 hacia atrás; un cuarto agente armado le apuntaba. Ca-
18 minó hacia uno de ellos con las manos en alto y se de-
19 jó esposar. Lo condujeron caminando hasta la comisa-
20 ría local, donde fue encerrado e incomunicado. Su fuga
21 de casi dos meses había concluido."
22 "Carmela fue citada para declarar lo que sabía del de-
23 tenido. Estaba asombrada y en sus declaraciones mani-
24 festó que el trabajador de su chacra siempre demostró
25 ser una persona tranquila y de buenos sentimientos.
26 Los investigadores no desconfiaron de ella, y le comu-
27 nicaron que estaba libre, pero le advirtieron que se re-
28 servaban la opción de llamarla a declarar nuevamente.

29 *
30 Uno de los hermanos Galíndez y su hijo Totín se sal-
31 varon de la matanza, porque habían viajado a Buenos
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 Aires. Los familiares que sobrevivieron continuaron


2 administrando las propiedades; Totín que era alcohó-
3 lico crónico, siguió bebiendo y descansando de sus re-
4 sacas.
5 La actividad en el pueblo continuó, las rutinas no cam-
6 biaron, pero había gran tensión en la gente angustiada,
7 que esperaba noticias.
8 Nadie pensó que durante todo el tiempo el narrador in-
9 ventaba, y que Russin y los demás habían estado en
10 lugares diferentes al del relato.
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Walter Luis Katz

1 3. La verdadera versión.
2 La realidad de los hechos se recogió de las declaracio-
3 nes de cada uno de los detenidos y los testigos que fue-
4 ron apareciendo en el curso de la investígación.
5 Presberg aseguraba ser inocente junto con Russin y
6 acusó como autores del hecho a Salvador Marino y a
7 su esposa Elvira Farulla. "Dijo que no lo mataron por
8 tenerle lástima, pero lo ataron con alambre, cruzándole
9 los brazos y dejándolo inmóvil mientras cometían las
10 fechorías" (*)
11 Jacobo informó que el veintitrés de marzo en horas de
12 la tarde fueron asesinados los ancianos, mientras sus
13 hijos habían llevado a Médanos a Casares, amigo de la
14 familia. Cuando regresaron a la estancia, fueron muer-
15 tos después que bajaron las mercaderías del auto.
16 Afirmaba que la masacre fue realizada por venganza
17 debido a malos tratos que recibían de los Galíndez, que
18 a Winckler lo asesinaron por que era incondicional de
19 la familia, y a la sirvienta para que no los delatara.
20 Presberg también describió las prendas que el matri-
21 monio vistió en diversas ocasiones, detalle que podría
22 ser relevante en la continuación del sumario.
23 El trato recibido y la poca comida no eran sufícientes
24 causas para cometer semejante atrocidad; más tarde se
25 comentó que el motivo tenía un fondo más profundo.
26 Según los comentarios, más de veinte años atrás, la
27 madre de Elvira Farulla trabajó como mucama en la
28 estancia Salinas Chicas; durante esa época tuvo rela-
29 ciones con un cuñado de Galíndez; la joven quedó em-
30 barazada y Galíndez la despidió para evitar complica-
31 (*) La Nueva Provincia
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 ciones. Cuando Elvira creció, al enterarse de su origen


2 juró vengarse de esa familia; años más tarde, ya casa-
3 da, pidió a su esposo que le ayudara a hacerlo. Esa po-
4 día ser la causa de su odio, pero un importante detalle
5 desmentía esos rumores: Elvira había nacido en Italia y
6 su madre, muchacha humilde, no tenía recursos para
7 realizar semejante viaje, y dar a luz allí a su hija. El
8 dos de abril se presentaron familiares de Galíndez, re-
9 tiraron los cuerpos de la familia y los trasladaron a
10 Buenos Aires para ser sepultados. Ese mismo día las
11 autoridades llevaron a Jacobo Presberg a la estancia
12 para que realizara la reconstrucción del hecho. Se diri-
13 gieron al galpón donde solía dormir Winckler y halla-
14 ron una cama en malas condiciones, cajones y herra-
15 mientas.
16 En las declaraciones de Jacobo Presberg constaba:
17 "Que el matrimonio fue asesinado cuando se disponía
18 a tomar el té. El señor Galíndez (padre) fue muerto a
19 hachazos en el cuerpo y la cabeza, igual que la sir-
20 vienta. En cambio, la señora de Galíndez fue muerta
21 por un disparo de arma de fuego.
22 "Que el revólver Smith Wesson empavonado calibre
23 38 es el mismo que usó la señora Elvira Farullo de Ma-
24 rino el día del crimen y con él efectuó los disparos que
25 ocasionaron la muerte de Samuel e Irene Galíndez, cir-
26 cunstancia que puede asegurar, pues con ese arma lo
27 intimó cuando se hallaba en el galpón antes de ser ata-
28 do con alambre. Que el revólver niquelado marca "Ei-
29 bar" lo conoce como el mismo que cargó Marino en la
30 cintura en su viaje a Médanos
31 "Que reconoce un hacha de leña tamaño grande, una
32 cuchilla de monte para cortar ramas y un cuchillo chi-
Walter Luis Katz

1 co de cabo negro con tres remaches.


2 "Que al hacha grande la vio en manos de Marino cuan-
3 do aplicó golpes en la cabeza del doctor Samuel Galín-
4 dez; que la cuchilla de monte la tenía Marino cuando
5 se presentó en el galpón luego de haber dado muerte a
6 "los viejos Galíndez", oyéndole hacer esta manifesta-
7 ción: "con esta cuchilla antes yo cortaba pasto, y ahora
8 con ella le he cortado la cabeza al patrón, a la patrona
9 y a la pobre sirvienta.
10 "Que los hijos del matrimonio, Samuel e Irene fueron
11 muertos por golpes de hacha en el cuerpo y la cabeza,
12 en momentos en que regresaban de la localidad de Mé-
13 danos.
14 "Que Marino esperó hasta las diecinueve, hora en que
15 Winckler regresó con su caballo del campo, para asesi-
16 narlo de la misma manera.
17 "Que Russin y Marino fueron los que cavaron las fo-
18 sas.
19 "Que Marino se encargó de transportar los cuerpos en
20 una carretilla hasta el lugar donde eran enterrados, y
21 que le ordenaron a él que los ayudara a enterrarlos; que
22 no pudo negarse porque de lo contrario también lo ma-
23 tarían.
24 "Que el hacha utilizada fue arrojada entre los yuyos
25 después que asesinaron a Winckler.
26 "Que pudo desatarse porque Marino lo aflojó y le dijo
27 que se fuera, con la condición de que no los delatara.
28 Presberg señaló el lugar donde se encontraba el arma
29 homicida que había arrojado Marino; ésta fue hallada
30 en el lugar exacto. Pero en su declaración había mu-
31 chos detalles contradictorios, que podían complicarlo
32 en el momento de la verdad.
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 En los considerandos de la sentencia constaba que


2 Antenor Galíndez tenía una herida de bala en el cuello
3 y hachazos en el cráneo; su esposa tenía una herida de
4 bala en el pecho y otra en la nuca con salida que las-
5 timó los labios y rompió dientes. Samuel Galíndez te-
6 nía una herida de bala en uno de los hipocondrios y ha-
7 chazos y martillazos en el cráneo; su hermana Irene te-
8 nía una herida de bala en la espalda y hachazos y mar-
9 tillazos en el cráneo. Emilia García tenía un tiro de ba-
10 la en el abdomen, hachazos y martillazos en el cráneo.
11 Federico Winckler tenía varias heridas cortantes en
12 distintas partes del cuerpo, producidas por un machete
13 de desmonte.
14 Mientras en Médanos, la policía seguía avanzando en
15 el caso obteniendo información entre los vecinos de la
16 zona. Todas las sospechas recaían sobre Salvador Ma-
17 rino, quien en distintas ocasiones manifestó su desa-
18 grado por la forma como se le trataba en la estáncia y
19 al pasar, dijo a un conocido que la familia se las paga-
20 ría todas juntas".
21 "Que les cavaría la fosa a los Galíndez". (*) Como el
22 crimen se realizó pocos días después de esas declara-
23 ciones, se suponía que el italiano era el autor material.
24
25 *
26 Gregorio Russin fue interrogado durante quince horas
27 sin interrupción, y afirmó todo el tiempo su inocencia
28 y que fue obligado por Marino a colaborar. Su declara-
29 ción fue la más extensa y detallada de todas:
30 "En momentos de la masacre él y Jacobo habían al-
31 canzado a tomar sólo unos pocos sorbos del mate co-
32 (*) Cita de la revista Caras y Caretas del 9-4-1927.
Walter Luis Katz

1 cido, cuando oyeron disparos de armas de fuego, y casi


2 simultáneamente unos gritos bastante apagados, pues
3 por la distancia en que se encontraban no podían oírlos
4 claramente. Gregorio quiso salir para averiguar de
5 donde venían esas detonaciones y qué ocurría, pero
6 Jacobo Presberg se opuso – no salgas porque nos en-
7 contramos sin armas y no conviene salir, y quién sabe
8 qué es lo que allí ocurre – Russin no salió, quedando
9 entonces a la expectativa. A su vez, Jacobo Presberg
10 quiso salir con el propósito de enterarse de lo que ha-
11 bía ocurrido, oponiéndose Russin, invocando los mis-
12 mos motivos. Resolvieron permanecer en ese sitio has-
13 ta que pudieran apreciar claramente qué era lo que su-
14 cedía.
15 "Russin declaró que estaban sentados, y en ese mo-
16 mento apareció Salvador Marino sudoroso y agitado;
17 no llevaba armas en sus manos. Al verlo en ese estado
18 Gregorio saltó del lugar en que estaba sentado y pre-
19 guntó qué era lo que pasaba; Marino respondió – nada
20 – llamándolo y diciéndole - venga para acá usted. -
21 Russin obedeció y caminó dos pasos; Salvador Mari-
22 no que se encontraba en la puerta del galpón, sacó de
23 la cintura un revólver niquelado, con el que lo apuntó;
24 se oyó funcionar el percutor, pero el proyectil no salió,
25 quedando Marino en esa posición apuntando, circuns-
26 tancia que aprovechó Russín para pedirle que no lo
27 matara, pues no ganaría nada con su muerte.
28 "Marino, tomando el revólver con las dos manos y
29 blasfemando en italiano, seguía presionando el percu-
30 tor. Después de haberle dicho que no ganaría nada con
31 una muerte más, y para conseguir que no lo matara,
32 Russin dijo que haría todo lo que le mandara. Entones
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 Marino sin contestar nada, dirigió el arma que empu-


2 ñaba en dirección a Jacobo Presberg que se había le-
3 vantado y se encontraba a dos o tres metros de él sin
4 atinar a nada. No se podía precisar con exactitud qué
5 palabras pronunció Jacobo en ese momento; Russin le
6 pidió a Salvador Marino que tampoco lo matara a Pres-
7 berg por ser un padre de familia.
8 "Salvador no había dicho qué cosas ocurrían en la es-
9 tancia; en ese momento entró Elvira, se colocó a su la-
10 do y observó todo lo que acontecía, podía observarse
11 que no llevaba armas de ninguna clase. En momentos
12 que Russin le pedía por la vida de Jacobo haciéndole
13 presente que era padre de familia y que conocía a su
14 mujer y a sus hijos, Marino gritó – ¡arriba las manos!
15 Jacobo estaba confundido y se disculpaba, pero no le-
16 vantaba las manos. Marino le gritó en italiano – ¡por-
17 ca miseria, levante las manos! - Jacobo las levantó in-
18 mediatamente. Se encontraban en una situación difí-
19 cil, apuntados por el revólver que empuñaba el italia-
20 no; éste mandó a su mujer – vaya a buscar alambre de
21 fardo – obedeciendo las órdenes de su marido, se diri-
22 gió hacia afuera. Al rato apareció con alambre; Mari-
23 no le entregó el arma y tomó el alambre; ella a su vez
24 siguió apuntando.
25 "Salvador procedió a atarles las manos, uniéndolas por
26 las muñecas en forma de cruz. Hecho esto ordenó que
27 lo siguieran y entraran a la casa, llevándolos hasta el
28 comedor grande con salida al jardín, y trayendo dos si-
29 llas que había en el corredor los hizo sentar. Durante
30 todo el tiempo los apuntaba con el revólver.
31 "Se encontraban sentados en el comedor; Elvira ha-
32 blaba en voz alta - las cosas no podían pasar de otra
Walter Luis Katz

1 manera, ya que hemos sido despedidos ayer por la fa-


2 milia Galíndez – Presberg y Russin observaban extra-
3 ñados, pues no conocían ese detalle y no entendían qué
4 relación tenía eso con las cosas que estaban ocurrien-
5 do. Marino repitió esas mismas palabras; luego los
6 obligó a salir de allí y los ató con alambre a un poste,
7 dejándolos inmóviles.
8 "En ese momento, viendo la actitud amenazante de
9 Marino que seguía agitado y sudoroso, caminando por
10 el cuarto y dando vueltas, mientras Jacobo lloraba,
11 Gregorio le dijo - vea Salvador: si usted no me mata y
12 si usted no mata a este hombre, en nombre de mi ma-
13 dre y de la esposa y los dos hijitos de Jacobo, para ma-
14 yor seguridad suya, soy capaz de ir con usted hacia
15 donde usted quiera.
16 "Marino repitió varias veces - yo no estoy loco; no ten-
17 ga miedo que no les voy a hacer nada. ¡No estoy loco!
18 ¡No estoy loco! - En ese momento se oyó un quejido
19 que partía del interior de la casa. Dijo Marino – dege-
20 nerados, no volverán a embromar más a los pobres - y
21 tomando un hacha grande que se encontraba al lado del
22 corredor, se internó en una de las piezas que servía de
23 comedor. Elvira permaneció al lado de los prisioneros;
24 enseguida se escucharon unos hachazos; momentos
25 después apareció Marino desde el lado opuesto, con el
26 hacha bañada en sangre, y llegando al lugar en que
27 estaban sentados exclamó - bruta bestia, ésta sí que es
28 sangre cristiana - arrojó el hacha cerca de una bomba
29 de agua diciendo al mismo tiempo - no les chupo la
30 sangre porque sé que están tuberculosos y temo apes-
31 tarme - y agregó - ahora que he aniquilado a estos tres,
32 terminaré con los otros tres que faltan.
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 "Elvira, que había permanecido en silencio junto a Ja-


2 cobo y Gregorio, dirigiéndose a Salvador dijo refi-
3 riéndose a la sirvienta - pobre vieja. Por ella lo sien-
4 to; no tenía nada que ver con la familia, y tuvo que ca-
5 er igual; la vieja doncella cayó en momentos que iba
6 por mi nenita.
7 "Marino le contestó - era una pobre infeliz y no la pu-
8 de dejar viva - los hizo levantar, ordenándoles que fue-
9 ran hasta la pieza que ellos utilizaban como dormito-
10 rio y al penetrar al interior le indicó a cada uno donde
11 debía sentarse, haciéndolo Gregorio sobre un baúl y
12 Jacobo sobre la cama. Marino y Elvira tomaron asiento
13 frente a los dos, esperando que llegaran el doctor Ga-
14 líndez y su hermana Irene, que debían volver de un
15 momento a otro en automóvil, en el que habían salido
16 para Médanos después del almuerzo.
17 "Durante el tiempo que permanecieron en la pieza a la
18 espera de los hermanos, Marino y su mujer conversa-
19 ban entre ellos, refiriéndose a la situación a que habían
20 llegado, porque los Galíndez no habían cumplido con
21 ellos, ya que no les habían devuelto a pesar de las rei-
22 teradas veces que reclamaron, una póliza (boleta de
23 empeño) de unos muebles que ellos habían entregado
24 (empeñado) en Buenos Aires, que dieron a los Galín-
25 dez, y que el doctor les había contestado cuando le
26 reclamaban la póliza, que la devolvería alguna vez en
27 Buenos Aires, cuando los viera. También, comentaron
28 que les debían una suma de dinero por los trabajos que
29 habían hecho en la estancia. Marino se exasperaba ca-
30 da vez más.
31 "Luego permanecieron en silencio esperando, y cuan-
32 do empezaba a oscurecer, oyeron el ruido del motor
Walter Luis Katz

1 del auto en que regresaban los hermanos Samuel e Ire-


2 ne Galíndez. En esa ocasión los esposos Marino, al oír
3 el ruido dijeron - ahí vienen; salgamos a recibirlos - y
4 se alejaron, quedando los otros dos atados y sentados.
5 "Cuando Marino y su mujer salieron dijo Russin - la
6 situación es afligente y quién sabe que será de noso-
7 tros; frente a esta situación y para salvarnos los dos,
8 acompañaría a Marino y a su mujer, y vería el mo-
9 mento de desligarme de ellos. - Jacobo, entretanto se-
10 guía lamentándose de su situación, manifestando que
11 se volvería loco. Así solos, permanecieron dos o tres
12 minutos, hasta que escucharon que el auto se aproxi-
13 maba, un toque de bocina y de inmediato dos o tres de-
14 tonaciones y gritos de terror.
15 "Marino entró empuñando el revólver niquelado, si-
16 guiéndolo Elvira que traía a la chica de la mano; el ha-
17 cha había quedado seguramente al lado de la bomba de
18 agua, pues no la llevaron al dormitorio. Al entrar am-
19 bos dijeron - ahora sólo falta el alemán.
20 "Russin se interesó por el alemán – es un buen mu-
21 chacho y no hay por qué ultimarlo a él también. – Ma-
22 rino replicó - es un tipo alcahuete; hay que matarlo de
23 todas formas, porque sería el primero en delatarnos.
24 "Habían transcurrido casi treinta minutos cuando El-
25 vira, que estaba próxima a la puerta dijo – me parece
26 sentir el trote del caballo del alemán - unos instantes
27 después se escucharon claramente las pisadas del ca-
28 ballo en que llegaba y se paraba a unos cinco metros
29 de la puerta del dormitorio de Marino, que salió afuera
30 a recibirlo. Escucharon que Marino lo saludó - buenas
31 noches - respondiéndole Winckler. Al preguntarle có-
32 mo le iba - bien - respondió el alemán. Salvador le pre-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 guntó a Federico donde iba a largar al caballo, dicién-


2 dole éste que lo echaría al potrero.
3 "Nuevamente preguntó Marino, esta vez en forma gro-
4 sera - ¿a donde va a echar a mis caballos?
5 - Winckler respondió - Yo no soy peón de la estancia y
6 no tengo nada que ver con sus caballos - el italiano in-
7 sistió - ¿y si yo te mandara?
8 Winckler contestó - usted no tiene derechos para man-
9 darme; aquí el que manda es el señor Galíndez. En ese
10 momento se oyó un ruido seco producido al caer el re-
11 cado con que estaba ensillado el caballo que montaba.
12 Ya era noche oscura.
13 "Salvador Marino insistía preguntando si le iba a lar-
14 gar los caballos, y el alemán respondió terminantemen-
15 te que no. Se escuchó el ruido del golpe de machete
16 con que Salvador sorprendió a Winckler; que cayó de-
17 sangrándose, dando quejidos. Volvió Marino a su dor-
18 mitorio diciendo - así vas a aprender, alcahuete –es-
19 grimía una cuchilla de desmonte, en la que se veía san-
20 gre húmeda. Elvira, al escuchar los quejidos, dirigién-
21 dose a Marino le dijo - ultimalo de una vez, pues no
22 quiero oír esos quejidos; me da lástima. – Éste se diri-
23 gió nuevamente al sitio en que había caído el alemán y
24 le aplicó dos machetazos más; ya no se oyeron sus
25 quejidos.
26 "Volvió; tenía el revólver en la cartuchera, apretada al
27 costado derecho del cuerpo como cuando se encontra-
28 ba anteriormente en el dormitorio; no hizo uso del re-
29 vólver para ultimar al alemán, habiendo solamente em-
30 pleado con tremenda furia el cuchillo de desmonte,
31 "Inmediatamente, después de haber ultimado Marino a
32 Federico Winckler, dejó apoyada la cuchilla de des-
Walter Luis Katz

1 monte contra la puerta, penetrando al dormitorio; co-


2 menzó a desatar a Gregorio y a Jacobo haciéndolos sa-
3 lir, llevándolos al lado de la pileta de agua, donde ha-
4 bía una carretilla. Indicó que la tomaran y la llevaran
5 hasta donde estaba el cadáver del alemán, y que lo al-
6 zaran poniéndolo encima. Mientras, alumbraba con un
7 farol y, para hacer desaparecer los rastros de sangre
8 que habían quedado en el suelo removió la tierra con
9 los dos pies. Su relación con los dos era más amigable.
10 "A indicación de Marino llevaron el cadáver a uno de
11 los tres pozos que habían cavado en ese lugar. Los tres
12 volvieron al lugar donde se hallaba el auto, frente a la
13 puertita del garaje y alzaron el cadáver de la joven Ire-
14 ne Galíndez y lo echaron al mismo pozo en que habían
15 dejado al alemán; luego trajeron el cadáver del doctor
16 Samuel Galíndez, que tiraron en el segundo pozo; fue-
17 ron al sitio donde se encontraba el cadáver de la sir-
18 vienta, en el corredor frente a la cocina, y lo deposi-
19 taron también en la carretilla y llevaron al mismo pozo
20 junto al cadáver del doctor Galíndez. Otra vez volvie-
21 ron al comedor, donde se hallaban los cadáveres de los
22 esposos, y alzaron el cuerpo de la señora de Galíndez,
23 que llevaron al tercer pozo, dejándolo allí; por último
24 volvieron los tres en busca del cuerpo del señor Galín-
25 dez y lo condujeron y arrojaron al pozo donde momen-
26 tos antes habían puesto el cadáver de la señora. Los an-
27 cianos quedaron descansando juntos en la misma fosa.
28 "Una vez terminada la tarea, Jacobo dejó la carretilla
29 en el mismo lugar que la había encontrado al principio,
30 cerca de la pileta de agua, y a indicación de Marino se
31 lavaron las manos y volvieron al dormitorio donde se
32 hallaba Elvira, que no se había movido del lugar mien-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 tras acarreaban los cadáveres. Una vez dentro del dor-


2 mitorio Marino propuso buscar algo para beber; los
3 tres se dirigieron a la despensa y sacaron una botella
4 de vermut; una vez descorchada volvieron al dormito-
5 rio, y allí la bebieron entre los tres. Cuando terminaron
6 de tomar el vermut, Marino invitó a los otros a buscar
7 carne en la pieza que hacía de carnicería.
8 "Marino ordenó a su esposa que preparara unos bifes,
9 que debían estar listos para cuando volvieran de lavar
10 los pisos del comedor y corredores que habían queda-
11 do con manchas de sangre. Marino tiraba agua con un
12 balde y los otros dos limpiaban con escoba y cepillo –
13 miren cuánta sangre y sesos – exclamaba Salvador.
14 Cuando volvieron trataron de comer, pero no pudieron,
15 por repugnarles la comida. Regresaron a la casa y re-
16 gistraron las habitaciones buscando dinero, cheques y
17 alhajas. Encontraron sólo un sobre con quince pesos
18 moneda nacional, un revólver Smith y Wesson, un re-
19 loj de hombre y dos "winchester". En otra habitación
20 hallaron otro reloj al parecer de oro, con tres tapas, y
21 una caja con balas. Todo eso lo guardaron en una vali-
22 jita. Después se acostaron a dormir, todos en la habi-
23 tación de Marino. Jacobo y Gregorio durmieron en el
24 suelo. "A las cinco de la mañana se levantaron y fue-
25 ron a tapar las sepulturas con tierra, cubriéndolas con
26 pasto seco. A la luz del farol pudieron observar las he-
27 ridas que tenían los cadáveres, y manchas de sangre en
28 las ropas de Marino, que se ensució al ayudar a levan-
29 tar el cuerpo de la vieja sirvienta. Mientras Elvira ca-
30 lentaba agua para tomar mate, Salvador ensilló un ca-
31 ballo y se trasladó al campo de Serafín Pérez para avi-
32 sarle que el alemán que trabajaba como recibidor no
Walter Luis Katz

1 iría ese día ni los siguientes, porque había sido llevado


2 a pasear por los dueños de la estancia. Marino volvió a
3 los quince minutos, trayendo unos pedazos de carne
4 que tiró a los perros.
5 "Como Russin no tenía ropas adecuadas para viajar,
6 Marino le dio unos botines suyos, unos breeches y un
7 saco de Winckler. Hicieron unos bultos con ropas y en
8 ellos escondieron las armas y otros objetos robados a
9 Galíndez; los cargaron en el coche Ford perteneciente
10 a la familia asesinada.
11 "Salieron de la estancia en dirección a Médanos. El au-
12 tomóvil era conducido por Marino y Russín ocupaba el
13 lugar del acompañante; en el asiento de atrás viajaban
14 Jacobo Presberg, Elvira Farulla y su hija.
15 "Cuando llegaron a la tranquera de la estancia Rava-
16 nessi, situada a una legua de Salinas Chicas, Marino le
17 indicó a Presberg que se bajara y le dijera a aquél que
18 se encontraba enfermo y que viajaba al pueblo. Cuan-
19 do lo hizo, Elvira y su marido lo amenazaron dicién-
20 dole que no dijera nada y que se cuidara de hacer ma-
21 nifestaciones porque en Médanos lo vigilarían miem-
22 bros de la mafia. Siguieron viaje; al llegar fueron al
23 hotel "Comercio", estacionaron el auto en el garaje, y
24 se instalaron los tres y la niña en una habitación.
25 "Elvira llenó varios cheques que entregaron para pa-
26 gar una compra de ropas; el dueño del negocio mandó
27 a su dependiente al banco para cobrarlo, y allí le infor-
28 maron que la firma no coincidía con la que Galíndez
29 tenía registrada. El comerciante le informó a Marino
30 que en el banco no existían depósitos en esa cuenta y
31 también que le parecía extraño que una persona culta
32 como el ingeniero escribiera con faltas de ortografía.
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 Siguieron a otros negocios hasta que consiguieron lo


2 que deseaban.
3
4 *
5 En la tarde posterior a los asesinatos, Marino, su espo-
6 sa, Russin y la hijita de la pareja subieron al tren que
7 los llevaría a Bahía Blanca; allí dejaron a Elvira y la
8 niña en el andén y fueron al centro de la ciudad a com-
9 prar fiambres y pan para el viaje; continuaron viajan-
10 do hacia Buenos Aires, allí se dirigieron a una sucur-
11 sal del Banco Municipal de Préstamos y empeñaron las
12 armas y objetos que robaron. Ese mismo día se trasla-
13 daron a Cañada de Gómez, en Santa Fe, partiendo de
14 la Estación Retiro.
15
16 *
17 La policía de todo el país recibió información y se hizo
18 eco del suceso. Después de varias investigaciones su-
19 pusieron que el matrimonio Marino se encontraba a
20 bordo de un barco con destino a Italia, aunque se con-
21 firmó luego que la suposición era errónea, porque tu-
22 vieron información precisa de que se encontraban en
23 Cañada de Gómez, Provincia de Santa Fe, donde vivía
24 Juan Farulla, hermano de Elvira. El cinco de abril los
25 Marino fueron detenidos en un hábil desempeño de la
26 policía local, que utilizó recursos de simulación para
27 llegar al éxito, y fueron trasladados a Bahía Blanca.
28 Los esposos habían llegado a Cañada de Gómez una
29 semana antes de la detención y se suponía que Grego-
30 rio Russin estuvo con ellos hasta el día anterior.
31 Después de trabajar en el campo en Cañada de Gómez
32 en la cosecha del maíz junto con el matrimonio Mari-
Walter Luis Katz

1 no, Russin se separó de ellos y siguió hacia Moisés


2 Ville, donde fue detenido el catorce de mayo en mo-
3 mentos en que trabajaba en el lugar. Al no entregarse a
4 la policía y continuar huyendo, cometió su más grande
5 error. Alegó ser inocente, no tener nada que ver con
6 los asesinatos y que en todo momento fue obligado por
7 Marino, que lo vigilaba constantemente, pero ya era
8 tarde para corregir su torpeza.
9 El romanticismo de la época y la convicción de que
10 sus ideas eran las verdaderas para salvar al mundo, no
11 le permitían aceptar que tarde o temprano sería descu-
12 bierto y detenido o muerto. En cualquiera de los casos
13 el castigo estaba dentro de esas opciones; su existencia
14 como hombre libre tenía un triste destino.
15 En sus declaraciones pretendió Russin responder con
16 manifestaciones impertinentes, defendiendo su posi-
17 ción anarquista, para justificar su evasión de la justicia.
18 Poseedor de ideas extremistas, no podía aceptar que lo
19 juzgaran por un acto criminal, y estaba convencido que
20 estaban procesándolo por sus ideas.
21 Aunque insistía en que era inocente, no se decidía a
22 obrar con claridad y firmeza cuando pensaba en la po-
23 sibilidad de enfrentarse con las autoridades, y sabien-
24 do que era un anarquista reconocido por la policía de
25 Bahía Blanca, podía ser condenado pese a sus demos-
26 traciones de inocencia.

27 *
28 Declaración de Salvador Marino:
29 "Alegó que el día que trajo de Médanos Jacobo Pres-
30 berg junto con Russin, éste pidió carne para comer; el
31 dueño le dijo que no había y que se arreglaran como
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 podían. Los dos protestaron airadamente, diciendo que


2 esa no era forma de tratar a los obreros, y que Russin
3 dijo que así son todos los burgueses, que tratan de
4 aprovecharse en toda forma de sus desgraciadas con-
5 diciones de hombres de trabajo, y que él era anarquista
6 y no se iba a quedar sin vengarse de la manera brutal
7 como empezaban a tratarlos.
8 "Que Jacobo Presberg, a su vez agregó que estaba dis-
9 puesto a matarlos y ahora que estaban en el medio del
10 campo no iban a hacer con ellos lo que les diera las ga-
11 nas, y que bien caro pagarían su mezquindad al ne-
12 garles que comieran.
13 "Que entonces les dijo que todo lo que podía darles era
14 galleta y un pedazo de queso. Que así continuaron pro-
15 testando los dos días subsiguientes, proponiéndole eli-
16 minarlos matando a toda la familia.
17 "Que al principio él vaciló en acompañarlos a llevar a
18 cabo el asesinato que le proponían, pero que el veinte-
19 trés de marzo, cuando volvió de Médanos y dejó a su
20 esposa y a su hija en la pieza que les servía de dormi-
21 torio, se encontró con Russin y Presberg enfurecidos,
22 insistiéndole que les ayudara a matar a Galíndez, y que
23 era el momento oportuno porque los viejos se encon-
24 traban solos en el comedor y los hermanos Galíndez
25 estaban ausentes en el pueblo de Médanos.
26 "Que vista la insistencia de Russin, quien hacía alarde
27 de sus ideas anarquistas procurando exaltarlo, dicién-
28 dole que así se vengaría de una vez por todas de las
29 iniquidades y abusos que habían cometido con él, y co-
30 mo él estaba ofendido con Galíndez, las palabras de
31 Russin lo determinaron a cooperar en el atentado en
32 que ya habían convenido, pero antes le pedirían plata,
Walter Luis Katz

1 porque si la entregaban nada ganaban con quitarles la


2 vida.
3 "Que Jacobo tomó un machete de monte que había en
4 la estancia y Russin un revólver calibre 38 y un cu-
5 chillo, y como él no tenía armas tomó un hacha de cor-
6 tar leña, y los tres se dirigieron al comedor, tomando a
7 los esposos Galíndez de improviso. Que al apuntarle
8 Russin y decirle "arriba las manos" el señor Galíndez
9 se paró como intentando repeler el ataque, Russin le
10 hizo un disparo de revólver, al mismo tiempo que Ja-
11 cobo lo hería de un hachazo en la cabeza con el ma-
12 chete, cayendo el señor al suelo; el declarante le dio un
13 hachazo en la cabeza. Al mismo tiempo Russin disparó
14 varias veces sobre la señora, aplicándole también Pres-
15 berg varios machetazos en la cabeza, sin que el depo-
16 nente atacara en ninguna forma a la señora. Al salir se
17 encontraron con la señora de García y Russin le hizo
18 un disparo y Presberg le aplicó golpes con el machete,
19 y como a pesar de eso se movía demostrando estar vi-
20 va, para que no sufriera, el dicente le aplicó un hacha-
21 zo en la cabeza.
22 "Que después de todo eso Presberg y Russin se fueron
23 al galpón a calentar agua, y como el declarante oyó
24 que Elvira lloraba y gritaba en su pieza, fue a ver qué
25 le pasaba, y al preguntar ella qué significaban esos ti-
26 ros, le contestó que no ocurría nada y que a ella no le
27 interesaba enterarse, y que se quedara quieta sin salir
28 de la pieza y cuidara a la chica.
29 "Que después de un rato Russin fue a avisarle que ha-
30 bía oído ruido de motor, que debía ser del auto en que
31 regresaban los hermanos Galíndez. Que los tres se es-
32 condieron entre las ramas del cerco y los árboles espe-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 rando que descendieran del coche. Que cuando lo hi-


2 cieron, Russin le hizo un disparo a Irene y otro a Sa-
3 muel; que ella cayó en la parte delantera del coche,
4 dándole Presberg unos hachazos con el machete. Que
5 Samuel huyó, siendo perseguido por el mismo Marino
6 quien le dio varios hachazos.
7 "Que luego se retiraron al galpón a esperar al alemán
8 Winckler a quien, a pesar que el declarante no quería
9 matar, Russin insistió que debían matarlo por alcahue-
10 te, y que era tan burgués como los patrones y los trata-
11 ba como perros, y que matar a un alemán era hacer un
12 servicio a la humanidad. Que al oír la discusión entre
13 él y el alemán porque éste no quería largar a unos ca-
14 ballos, Russin se entrometió y le dio varios hachazos y
15 luego, como continuaba con vida emitiendo unos ron-
16 quidos, le aplicó otro golpe de hacha en la cabeza.
17 "Que luego, a instancia de Russin, entre los tres con-
18 vinieron que en caso de que fueran detenidos, debían
19 decir que la Estancia había sido asaltada por una banda
20 de salteadores enmascarados. También le indicó la
21 conveniencia de que fuera a la chacra de Pérez para
22 avisarle que Antenor Galíndez y Winckler no irían a
23 verlo al otro día porque se habían ausentado a Buenos
24 Aires, y que el alemán pasaría a Tucumán porque allí
25 tenía un hermano enfermo.
26 "Que se declaró inocente y se consideró solamente par-
27 tícipe y no autor por sí mismo del crimen. Aseguraba
28 la inocencia de su esposa, aclarando que en el momen-
29 to del hecho se encontraba en su habitación con su hija
30 Antonia.
31
32 *
Walter Luis Katz

1 Las autoridades mencionaban telegramas secuestrados


2 en la oficina del correo de Médanos durante la inves-
3 tigación¸ que fueron enviados a Buenos Aires por Ma-
4 rino a un tercero, antes del suceso. El detenido se de-
5 fendió diciendo que los telegramas no eran de él y que
6 sólo uno de ellos llevaba su firma, por pedido de una
7 persona que se encontraba en el correo y no sabía fir-
8 mar.
9 Esos telegramas, con textos en clave, eran enviados a
10 una misma dirección pero con distintos destinatarios y
11 firmados con nombres falsos. Se sospechaba que el
12 destinatario era hombre de la mafia, aunque por decla-
13 raciones tomadas a testigos vecinos a su departamento
14 en Buenos Aires no pudieron comprobarlo.
15 Se comentó sobre un rasgo fundamental en la perso-
16 nalidad de Salvador Marino: era un sujeto que habla-
17 ba y hacía consideraciones propias de un enfermo
18 mental. Estuvo dos veces internado; primero en Italia
19 en el año mil novecientos diecinueve, y después del
20 crimen durante dos meses en el hospital Melchor Ro-
21 mero. Su diagnóstico era Psicosis Maníaca Depresiva.
22 Elvira Farulla de Marino declaró que no tuvo nada que
23 ver en el crimen; que los autores fueron Russin, Pres-
24 berg y su esposo, quien le contó que lo hizo para de-
25 fenderse, pues en una discusión con su patrón éste qui-
26 so matarlo y provocó su reacción que motivó la elimi-
27 nación de la familia y sus empleados. Elvira afirmaba
28 que desconocía la existencia de los telegramas que Sal-
29 vador enviaba a un tercero a Buenos Aires.
30
31 *
32 Siete días después del feroz asesinato, el diario bahien-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 se anunciaba con títulos a toda página el hecho desti-


2 nado a dejar huellas imperecederas en el conocimien-
3 to y en la imaginación de la gente. Los datos obteni-
4 dos entonces no ofrecían amplios detalles, pero de to-
5 das formas el cuadro poseía una intensidad aterradora.
6 Sólo la información del asesinato de una familia y sus
7 empleados por motivos no establecidos hasta ese mo-
8 mento, era suficiente causa de la perplejidad y angus-
9 tia de los lectores.
10 Cuando las investigaciones en el crimen de Salinas
11 Chicas avanzaron, más y más siniestra se hizo la tra-
12 gedia, porque más que una reacción de hombres contra
13 hombres, el hecho parecía un episodio dantesco, obra
14 de un insano. Y es evidente que hubo mucho de locura
15 en la psicología de quienes cometieron el crimen.
16 Cumplidos tres años de la tragedia y la justicia termi-
17 nó su tarea en la acumulación de pruebas y resolución
18 de detalles, la prueba sumarial estaba completa pero
19 faltaba la sentencia. La distribución de responsabilida-
20 des para cada uno de los complicados en la masacre de
21 salinas Chicas era aún una incógnita. Mientras el fallo
22 era esperado con nerviosidad por los responsables, por
23 sus familiares y amigos y por toda la opinión pública,
24 el diario deseaba destacar esa fecha como simple re-
25 cuerdo de una horrorosa jornada, aunque la posibilidad
26 de suavizar el contenido de los sucesos era un tanto di-
27 fícil.
28 Cumpliendo la tarea de un periodismo objetivo y sin
29 ser arrastrados por sentimientos en cualquier sentido,
30 sin abrir juicios ni emitir opiniones personales en pro o
31 en contra de las cuatro figuras centrales del drama de-
32 jándolos para la justicia, los corresponsales del diario
Walter Luis Katz

1 La Nueva Provincia se dirigieron al lugar en que se en-


2 contraban los procesados para entrevistarlos y recibir
3 sus comentarios. Según la opinión de los periodistas, el
4 tiempo transcurrido era un elemento importante para
5 que los protagonisas pudieran reflexionar con tranqui-
6 lidad y claridad con respecto a los interrogantes que
7 aún debían resolverse.
8 Frente a la cárcel reinaba la calma más completa; el
9 campo abierto se tendía frente a los ojos en contraste
10 con el severo edificio, silueta que a ratos se antojaba
11 trágica, negación absoluta del panorama que la rodea-
12 ba.
13 A sus presencias anunciadas previamente, se les fran-
14 queó la entrada y, si el exterior de la cárcel imponía, su
15 interior apenaba. No parecía sino, que faltara aire a los
16 pulmones. No debería ser cierto, pero si no era verdad,
17 al menos paradójicamente era una realidad que obse-
18 sionaba. No puede decirse que el interior de la cárcel
19 era atrayente; los años habían dejado allí su patina;
20 muros carcomidos, hierbas mustias en los jardincillos
21 interiores. Mientras hacían la obligada antesala, se aso-
22 maron ante la mirada inquieta de los guardianes hacia
23 el patio interior y hacia ellos. Instintivamente buscaron
24 el cielo nublado que, con todo llenó el alma de alegría,
25 y no dejaron de reconocer que para los libertarios in-
26 mortales la destrucción de la Bastilla debió ser como
27 un consuelo, algo así como el placer de los Dioses.
28 Momentos después departieron con el alcaide de la
29 cárcel que, con sus modales correctos y su cortesía bo-
30 rró la primera mala impresión. Se puso a las órdenes
31 de los reporteros, y éstos llegaron a la conclusión de
32 que se trataba de un hombre simpático, pero con el que
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 sería más grato hablar en otra parte, y no en la cárcel.


2 El alcaide adelantó a los entrevistadores que no ob-
3 tendrían de Gregorio Russin ninguna información o
4 declaración. Los periodistas sonrieron; en su fuero in-
5 terno disentían con el alcaide, pues tenían la certeza de
6 que el preso no iba a negarse al reportaje. Habían
7 transcurrido varios años desde la última vez que uno
8 de ellos y Gregorio se vieron, pero el hecho de haber
9 sido condiscípulos allá por el año mil novecientos ca-
10 torce, y luego haber convivido en un pueblo donde to-
11 dos tenían vinculación en diferentes grados según las
12 circunstancias, los hizo sentir optimistas.
13 Russin se presentó en silencio pero con energía, ten-
14 diéndoles la mano y dándoles un fuerte apretón. Ya no
15 eran las manos rudas y callosas a causa de su trabajo.
16 Se veían blancas y bien cuidadas; en su cautiverio ha-
17 llaba tiempo para cuidarlas, para cortarse las uñas y
18 para atender de su aspecto personal. El saludo duró
19 unos minutos; todos estaban emocionados; los peque-
20 ños ojos azules de Russin se veían un poco empaña-
21 dos. Nadie hablaba. Desde cierta distancia el alcaide
22 los invitó a sentarse y a hablar de lo que desearan.
23 Los reporteros seguían mudos; tenían plena concien-
24 cia de que hacían un triste papel. Russin rompió el si-
25 lencio – justamente hace tres años que ocurrió el cri-
26 men en Médanos. Tres años que llevo en la cárcel – el
27 hielo estaba roto.
28 Para decir algo, un reportero le preguntó – ¿y qué tal la
29 vida?
30 - Te imaginarás lo que es la vida en la cárcel; privar al
31 hombre de la libertad es lo mismo que matarlo. Sola-
32 mente nos impele a vivir la esperanza de que un día
Walter Luis Katz

1 nos harán justicia. – Siguió hablando. Podía recono-


2 cerse que había leído mucho; por momentos llegó a ser
3 elocuente; a ratos a los periodistas les dio la impresión
4 de que recitaba un discurso de memoria; tal era su do-
5 minio del idioma y de la comunicación. Habló del cri-
6 men y se horrorizó por los cargos que se le hacían.
7 Acusó a los instructores del sumario de haber encarado
8 la cuestión desde puntos de vista que no eran de la más
9 estricta justicia. En ese tren de cosas agregó – ya ven
10 lo que son las cosas de la vida. Yo que de niño era in-
11 capaz de pelear con mis compañeros; yo que había he-
12 cho un culto de amor a la familia; yo que de hombre
13 había abrazado ideales de justicia y de redención hu-
14 mana, estoy catalogado como uno de los más feroces
15 criminales. Siguió exponiendo sus ideas. No se refirió
16 al crimen; tampoco a sus compañeros del horrendo
17 drama. Parecía que tenía obsesión de una idea fija; la
18 idea de que lo creyeran inocente. Mientras hablaba,
19 uno de los visitantes recordaba la imagen de Russin
20 pequeño, y se asombraba de que una criatura tan apo-
21 cada y tímida como él era cuando cursaban el segundo
22 grado, había podido colocarse en un plano tan diame-
23 tralmente opuesto, en la antípoda misma de la docili-
24 dad, del apocamiento y de la timidez.
25 -¡Cuánto tiempo perdido inútilmente! – Dijo luego –
26 tres años es como un retroceso en mi vida. Ansío ver-
27 me libre para comenzar de nuevo; para reintegrarme al
28 hogar que me espera. Confío que al fin de este año esta
29 pesadilla habrá terminado. Tengo ganas de reintegrar-
30 me a la sociedad sacudiendo todo este lastre. Yo sé que
31 la tarea será difícil, pero prefiero la lucha a estar en
32 una situación como ésta, que mucho tiene de las con-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 torsiones de un payaso.
2 Al finalizar la entrevista les apretó las manos y agra-
3 deció la visita. Cuando se fue el alcaide dijo - ¡ustedes
4 habían sido amigos! Si le hacen caso van a quedar
5 aturdidos. – Pero ellos ya estaban aturdidos. De la con-
6 versación mantenida con Gregorio Russin tenían mu-
7 cho para pensar, y en el fondo de sus almas se reen-
8 contraban con un montón de recuerdos. (*)
9
10 *
11 El abogado defensor se propuso encarar la defensa
12 desde un punto de vista sumamente interesante. En el
13 sumario se hizo pie al parecer en las ideas avanzadas
14 de Russin. Se estableció que tenía numerosos ascen-
15 dientes que tuvieron activa participación en las luchas
16 sociales, y el Dr. Palacio Zino se propuso desenvolver
17 el tema "La doctrina socialista en la perversidad de
18 Russin". Prometía ser una pieza interesante y el acusa-
19 do confiaba que iba a ser documento importante para
20 gravitar en la hora definitiva de la sentencia.
21
22 *
23 La puerta de rejas se abrió con un chirrido quejum-
24 broso; un perrazo que dormía en el patio de la guardia
25 corrió presurosamente al lado del guardián y esperó la
26 salida del recluso. Marino ya estaba frente a ellos ca-
27 minando con agilidad. Estaba perfectamente afeitado;
28 parecía que acababa de salir de una peluquería; sus ro-
29 pas eran claras y limpias. Llegó frente a los periodistas
30 y se cuadró frente al alcaide, haciendo un saludo que
31 bien podría ser militar. La cortesía de Marino les hizo
32 (*) Extractado de la Nueva Provincia del 30-3-1930.
Walter Luis Katz

1 sonreír; tenía mucho de esa obsequiosidad que se


2 aprende en los cuarteles y las cárceles a base de trom-
3 picones y puntapiés.
4 Los reporteros comenzaron a anunciarse, pero no al-
5 canzaron a terminar la frase; Marino se irguió. Su mi-
6 rada tenía la agudeza de la punta de un alfiler; los miró
7 de arriba abajo y casi con ira dijo dirigiéndose al alcai-
8 de en castellano enrevesado – vea señor; si usted me
9 obliga, me quedo y me dejo sacar la foto; si no, me
10 voy. Ya han venido como veinte veces estos de los dia-
11 rios para sacarme la fotografía y para preguntarme co-
12 sas. ¡Total, para qué! Para hacer decir después maca-
13 nas. Siempre esto, siempre lo otro, y nunca dicen que
14 uno es inocente.
15 - ¿Siempre macanas? – dijo el alcaide. Sonrió y miró a
16 los visitantes.
17 - Bueno, que se vaya – dijeron los reporteros, y al "está
18 listo" del alcaide, giró sobre sus talones y se fue. Así,
19 durante unos minutos, gentil primero, iracundo des-
20 pués, tuvieron frente a sus ojos al terrible, al siniestro
21 Salvador Marino.
22
23 *
24 Todavía estaban bajo la impresión de la breve entre-
25 vista con Salvador Marino, cuando una mujer apare-
26 ció en la galería que une a los pabellones de la cárcel.
27 Era Elvira Farulla que traía en sus brazos a una cria-
28 tura de dos años más o menos. Elvira salvó la distancia
29 que separaba el pabellón del patio de la guardia, casi
30 corriendo. Ágilmente subió los dos o tres escalones,
31 siempre con la criatura en brazos se acercó al alcaide y
32 deliberadamente dio la espalda.
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 Su físico había mejorado; daba buena impresión con


2 respecto a su salud. El alcalde la interrogó preguntán-
3 dole si deseaba que la fotografiaran. Rápidamente dio
4 vuelta la cabeza y miró a los periodistas en una acción
5 tan rápida que no alcanzaron a percibir la más mínima
6 característica de su rostro. La chiquita, que había gira-
7 do sobre el hombro de su madre aceptó complacida las
8 caricias. En tanto Elvira siguió hablando con el alcai-
9 de. Por el movimiento de su cabeza entendieron que
10 como su esposo, ella declinó también el reportaje. La
11 entrevista, como la de su marido, terminó rápidamente.
12 A la orden del alcaide, regresó al pabellón corriendo;
13 en pocos segundos la perdieron de vista.

14 *
15 Jacobo Presberg vino hacia los periodistas caminando
16 despaciosamente. Lo miraban venir desde el patio de la
17 guardia. El alcaide como adivinando los pensamientos
18 de los otros exclamó – de los cuatro, éste es el más
19 desgraciado. – Ciertamente, parecía que vivía agobia-
20 do, sumergido en sus pensamientos.
21 - De La Nueva Provincia. Desearíamos fotografiarlo y
22 también conversar con usted – Presberg pareció reani-
23 marse; una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro.
24 - ¡Oh! ¡Cómo no! – Dijo con una inflexión particular
25 en su extraño castellano. Cuando el fotógrafo cumplió
26 con su trabajo Presberg se acercó. - Ya he visto que La
27 Nueva Provincia publicó la defensa que me hizo el
28 doctor Dillon.
29 - ¿La ha visto nomás? - Preguntaron los periodistas.
30 - También me la han leído los muchachos, porque yo
31 no sé leer.
Walter Luis Katz

1 -¿Tampoco el idish? – Le preguntaron - Presberg los


2 miró intensamente; le parecía raro que ellos sabían eso.
3 Sus ojillos parecían reanimarse más aún.
4 Finalmente dijo – Sí. El idish sí. También el ruso cris-
5 tiano. – Contestando a una pregunta, dijo – Creo que
6 para dentro de dos meses habrá novedades en el asun-
7 to. Así me lo ha dicho el doctor Dillon.
8 - ¿Y qué espera usted? – Preguntó uno de los perio-
9 distas.
10 - Nosotros esperamos siempre lo mejor – fue la res-
11 puesta. – Pero esa afirmación a los reporteros no les
12 pareció sincera; la cara preocupada de Jacobo Presberg
13 lo demostraba. Como respondiendo a una pregunta que
14 nadie le había formulado, informó que su esposa y sus
15 hijitos estaban en Rivera, y que dos días atrás recibió
16 la visita de un amigo de allá. A continuación se engol-
17 fó en una larga disertación sobre la crisis agrícola y las
18 penurias de los colonos. Parecía interesarse hondamen-
19 te por la cuestión.
20 Mientras se iba, pensaron que el alcaide había fallado
21 en sus juicios. Para ellos, Presberg no era el más des-
22 graciado de los cuatro. Tal vez fue el que tomó las co-
23 sas con más filosofía. Y la filosofía, las más de las ve-
24 ces, no sirve más que para consuelo.
25
26 *
27 En media hora vieron a los cuatro personajes del dra-
28 ma de Salinas Chicas. Rápidamente salieron a la ca-
29 lle.Una lluvia parecía resolverse en ese momento, pero
30 transcurrió un buen tiempo hasta que sintieron que
31 efectivamente llovía…
32
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 *
2 La defensa llegó a la conclusión de que a Jacobo Pres-
3 berg le correspondía únicamente la responsabilidad de
4 encubrimiento en el hecho, e hizo una serie de consi-
5 deraciones que fueron publicadas en el diario. Pidió
6 que en el más riguroso de los casos se le aplicara la
7 condena que merecía tal delito atento a los buenos an-
8 tecedentes y por ser delincuente primario, es decir
9 quince días de prisión.
10 *
11 Dolorosa repugnancia se siente al recordar los detalles
12 de la cruenta jornada en la que perdió la vida una fa-
13 milia entera, masacrada por el instinto incontenible de
14 la fiera humana. Llegó la hora de la sentencia. La vin-
15 dicta pública se sentirá satisfecha, pero la sociedad ha-
16 brá logrado a medias su reparación, ya que deberá sen-
17 tir una vez más el triste desgarramiento que produce
18 toda separación, aún cuando ellos sean reos de un de-
19 lito cometido en un cuarto de hora en que, pese a todas
20 las explicaciones, sus actores necesariamente deberán
21 vivir el resto de una vida fantásticamente anormal y
22 tristemente sangrienta.
23 Dentro de las normas taxativas de la justicia humana,
24 de la imperfecta y limitada justicia humana, este fallo
25 será entonces el epílogo normal de la dolorosa trage-
26 dia. (*)
27 Las sentencias provisorias se dictaron en el año mil
28 nove cientos treinta y uno. Russin recibió la condena
29 de reclusión perpetua y Presberg veinte años de re-
30 clusión.
31 (*) La Nueva Provincia del 25 de marzo de 1931
Walter Luis Katz

1 El juez que atendió el juicio tuvo en cuenta esos ante-


2 cedentes y los móviles personales de cada uno de los
3 acusados según su entendimiento; agregaron detalles
4 para las conclusiones, pero no tuvieron mucho peso en
5 la sentencia y la disminución de las penas; muy al con-
6 trario. Marino, que organizó la matanza y asesinó a
7 sangre fría con hacha, machete y arma de fuego, fue
8 condenado a prisión perpetua. Elvira fue condenada
9 por complicidad a diecisiete años de reclusión y obtu-
10 vo la libertad condicional. Todos tuvieron inhabili-
11 tación absoluta durante el tiempo de la condena, pérdi-
12 da de la patria potestad, de la administración de sus
13 bienes y del derecho de disponer de ellos por actos en-
14 tre vivos y demás accesorios legales.
15
16 *
17 Las sentencias definitivas de Russin y Presberg fueron
18 dictadas en el año mil novecientos treinta y ocho. El
19 fiscal pidió la relegación de los hombres en una de las
20 cárceles del Sur del país; se entendía que una opción
21 era Ushuaia, en Tierra del Fuego. Estaban destinados a
22 pasar el resto de sus vidas encerrados en el penal más
23 austral del mundo, lejos de la civilización, y soportan-
24 do fríos intolerables en compañía de los mayores des-
25 hechos sociales.
26 Los habitantes del pueblo de Médanos nunca aceptaron
27 que Russin y Presberg fueran culpables y lo demostra-
28 ron a través de los años identificandose con ellos, pero
29 no pudieron demostrar que eran inocentes, ante la
30 complicación de la trama, y la falta de otras pruebas.
31
32 *
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 4. La reclusión.
2 Durante las primeras décadas del siglo los movimien-
3 tos de protesta en el país estaban representados por el
4 anarquismo y el comunismo. Las raíces del anarquis-
5 mo estaban en la inmigración de países europeos, en
6 especial de España y el este de Europa. Se agrupaban
7 en sindicatos, difundiendo sus ideas y participando en
8 acciones de terror.
9 Los movimientos de represión del país eran antisemi-
10 tas y xenófobos, y con aquiescencia y colaboración de
11 la policía asesinaban a obreros y anarquistas, y a ve-
12 ces también a los que tenían aspecto de extranjeros.
13 El país era reaccionario en relación con elementos ex-
14 tremistas, a los que detenían sin que cometieran deli-
15 tos; los anarquistas eran enviados a las prisiones más
16 seguras del país, en especial a la que esperaba a Rus-
17 sin, Marino y Presberg en el lejano sur. Los asesinos
18 más peligrosos se encontraban allí cumpliendo conde-
19 na, y los envíos continuaban; con ellos deberían con-
20 vivir.

21 ***
22 En Médanos la vida proseguía. Había fiesta en la casa
23 de doña Jaique y don Gregorio; se casaba una hija de
24 ambos con un amigo de Russín y Moseike. El novio,
25 hijo de Manuel el lituano había regresado de Buenos
26 Aires, donde trabajó varios años y ahorró algo para po-
27 der comenzar. Era uno de los chicos llegados desde
28 Moisés Ville y Coronel Suárez muchos años antes. Por
29 falta de trabajo en Médanos para los jóvenes con ofi-
30 cio, éstos viajaban a las grandes ciudades y se emple-
31 aban; algunos formaban familia y permanecían; otros
Walter Luis Katz

1 volvían al pueblo o se instalaban en Bahía Blanca, la


2 ciudad más cercana.
3 Los casamientos y celebraciones en lo de don Grego-
4 rio Sbriller y doña Jaique eran conocidos por su ale-
5 gría; se bailaba y festejaba hasta la madrugada, y el
6 que encabezaba los bailes era el maduro jefe de fami-
7 lia.
8 Moseike estaba invitado a la fiesta, oportunidad para
9 comer bien y tomar mucho; trató de no emborracharse
10 temprano, pues quería reunir un buen auditorio para
11 sus comentarios políticos y sociales en la sobremesa.
12 Cerca de la madrugada los bailes se calmaron y la gen-
13 te se preparó para irse. En ese momento Moseike se
14 paró haciendo ademanes fastuosos, llamando a sus
15 clientes para charlar al lado de algunas botellas.
16 – Vengan; tengo noticias frescas. Recibí carta del ami-
17 go Russín, quien dice que tiene una buena defensa y
18 que pronto lo soltarán, porque piensan que ayudó con-
19 tra su voluntad. Allá es un verdadero dirigente, y todos
20 le piden consejos y ayuda para los que no se saben
21 arreglar solos; gracias a él consiguieron muchas mejo-
22 ras – los que rodeaban la amplia mesa levantaron los
23 vasos, y los que los tenían vacíos los llenaron para
24 brindar. Lo que ellos no sabían era que Moseike inven-
25 taba todo lo que decía, e ignoraba el sufrimiento que
26 padecía Russín en el presidio.
27 Después Moseike dio una lección de política mientras
28 saboreaba vaso tras vaso. El monólogo avanzaba, y los
29 oyentes se levantaron uno por uno para ir a dormir su
30 embriaguez; en la mesa, algunos de sus seguidores me-
31 dio dormidos permanecían, más por seguir tomando
32 que por escuchar al orador. Moseike tenía los ojos casi
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 cerrados y su voz salía sin expresión ni ritmo; en cierto


2 momento posó su frente sobre la mesa y comenzó a
3 roncar.
4 No quedaron invitados en el lugar del casamiento; sólo
5 los miembros del selecto grupo, que dormían la mona
6 apoyados sobre la mesa. Don Gregorio los despertó
7 con suavidad, y los mandó a dormir en sus propias ca-
8 mas; a los más imposibilitados los acompañó hasta la
9 entrada de sus casas, y les ayudó a introducir la llave
10 en la cerradura.
11
12 *
13 Russin y Presberg estaban afligidos en la creencia de
14 que iban a ser enviados al penal de Ushuaia, en el lu-
15 gar más austral del país, con condiciones infrahuma-
16 nas y mal trato como torturas, mala alimentación, y ve-
17 jámenes que superaban todo lo que la imaginación de
18 la persona pudiera suponer. Cuando recibieron la sen-
19 tencia, los condenados no fueron enviados a Ushuaia,
20 sino al penal de Sierra Chica, a trescientos kilómetros
21 de Bahía Blanca; no estaba en un lugar lejano, pero era
22 una de las cárceles más seguras, con régimen suma-
23 mente severo. La parte edificada ocupaba una super-
24 ficie de nueve hectáreas que constaba de pabellones
25 para reclusos, oficinas y servicios; las celdas eran muy
26 frías en invierno, y en verano calurosas y asfixiantes.
27 Durante las horas del día los presos estaban ocupados
28 en los distintos lugares de trabajo, algunos muy activos
29 como la cantera, la carpintería y la panadería, que
30 abastecía de pan, facturas y grisines al establecimiento
31 y también a las escuelas de Olavarría y Azul, ciudades
32 establecidas en las cercanías.
Walter Luis Katz

1 A pesar de la severidad, había en el presidio una inten-


2 sa vida deportiva y cultural; en los patios se organiza-
3 ban partidos de fútbol y podía verse a muchos presos
4 dedicados a la lectura. Había también instalaciones pa-
5 ra la educación de los penados, que abarcaba todos los
6 niveles, desde el primario a universitario - donde es-
7 tudiaban varios centenares de reclusos.
8 Mucho tiempo estuvo Russin encerrado en la celda sin
9 ver el sol; sufría terriblemente el frío del cuarto y la
10 falta de buena luz le produjo problemas en los ojos que
11 no le permitían hacer nada que necesitara el uso de la
12 vista; se le anticipaba una futura ceguera. A esto se
13 agravaba su decaído estado de ánimo provocado por la
14 situación humillante en que se encontraba. En su es-
15 taldo depresivo descuidó su alimentación y por conse-
16 cuencia del encierro y la inmovilidad, su organismo se
17 debilitó y sus articulaciones comenzaron a anquilo-
18 sarse.
19 Cuando comenzó a salir evitó el contacto con asesinos
20 y ladrones y buscó a sus correligionarios políticos pra
21 conversar y cambiar opiniones. Pero esos presos cum-
22 plían pequeñas condenas y al ser liberados dejaban un
23 gran vacío; cuando llegaban presos políticos, su redu-
24 cida estadía no daba oportunidad para comenzar rela-
25 ciones. Por eso se retraía más y más, sin darse la chan-
26 ce de formar un pequeño grupo para conversar.
27 El anarquismo estaba perdiendo fuerzas en calidad y
28 cantidad, y el cambio se hacía sentir en las ideas, cada
29 vez más moderadas. Además, la desaparición física de
30 muchos dirigentes lo estaba convirtiendo en un movi-
31 miento sin significación ni influencia.
32 Mientras tanto, en Médanos había un nuevo líder doc-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 trinario, aunque sin los conocimientos, la intelectuali-


2 dad y atributos de conductor que tenía Russin a pesar
3 de su juventud. Se trataba del charlatán Moseike, que
4 agrupaba seguidores capaces de asimilar sus enseñan-
5 zas. Los encuentros eran apropiados para sus momen-
6 tos de ocio que eran muchos; después de esas reunio-
7 nes era invitado a comer y beber.
8 Hasta recibir su condena Russin permaneció en la cár-
9 cel Departamental de Villa Floresta, a dos horas de
10 viaje en ferrocarril desde el pueblo de Médanos, donde
11 vivía su novia, quien pidió traslado para desempeñar-
12 se como maestra en Bahía Blanca. Fijó su domicilio en
13 esa ciudad para estar cerca de él, y aprovechar la mo-
14 deración de las condiciones en el presidio para visitar-
15 lo. Con su traspaso a Sierra Chica, la distancia para vi-
16 sitarlo se extendió considerablemente.
17 Gregorio acentuó su carácter introvertido y se encerró
18 en sí mismo; sus conversaciones se convirtieron en
19 verdaderos documentos políticos, carentes de confi-
20 dencias personales y demostraciones emocionales. Su
21 forma de actuar testimoniaba un cambio drástico en
22 que el pesimismo era el elemento dominante.
23 Al recibir el dictamen definitivo casi doce años des-
24 pués del crimen, Presberg y Russin comenzaron a vivir
25 el verdadero encarcelamiento, en la certidumbre de
26 que nunca conseguirían la conmutación de la condena.
27 Al sentirse lejos de la realidad de verse libres, se les
28 borraron todas las esperanzas; la introversión se fijó en
29 ellos como forma de vida, y por consecuencia de ello se
30 replegaron dentro de ellos mismos.
31 Russin se preguntaba si ser mejor cada día justificaba el
32 esfuerzo, pues en su caso un mal golpe de la fortuna había
Walter Luis Katz

1 decidido su futuro. Deploró no haberse opuesto a colabo-


2 rar con Marino a pesar de que lo amenazaba con un arma
3 de fuego y haber demostrado falta de carácter, incluso co-
4 bardía al no enfrentar al asesino, jugándose el albur de sa-
5 lir del embrollo en que se encontraba, incluso sufriendo
6 en su integridad física.
7 El resto de su vida estaba destinado para sólo pensamien-
8 tos y conjeturas. La pregunta por qué todo fue diferente
9 estaba frente a sí misma¸ pero la respuesta se encontraba
10 en una nebulosa. Su estado depresivo se acentuaba día a
11 día, minuto a minuto; debía salir de él, pero no tenía fuer-
12 zas para hacerlo. Su personalidad combatiente y optimista
13 se trocó en pesimismo y resignación. El quebranto de su
14 salud era un hecho irreversible que sólo la muerte podía
15 anular.
16
17 ***
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 5. El recurso de revisión.
2 Cuando la Suprema Corte de la Provincia de Buenos
3 Aires ya había dictado su sentencia contra Gregorio
4 Russin, y sus defensores la Doctora María Rosa Ro-
5 senblat y el Doctor Julio C. Martella tenían en trámite
6 un recurso ante la Suprema Corte de Justicia de la Na-
7 ción, se publicó una carta en que Salvador Marino
8 anunciaba la inocencia de aquél y de Jacobo Presberg
9 en el hecho de Salinas Chicas, manifestándose como
10 único responsable de esas muertes.
11 Amigos de Gregorio Russin de la ciudad de Bahía
12 Blanca y Médanos formaron un comité en su defensa,
13 lo acompañaron en el transcurso del recurso de revi-
14 sión presentado por sus abogados en abril del año mil
15 novecientos treinta y nueve, y publicaron un manifies-
16 to, a manera de prólogo del Recurso Extraordinario de
17 Revisión y lo repartieron para ser conocido por los ha-
18 bitantes de ambos lugares instituciones y autoridades.
19 "Los amigos del condenado, a quien conocemos desde
20 la infancia, con quien muchos hemos frecuentado la
21 misma aula escolar y pasado momentos de la juventud,
22 nos sentimos gratamente sorprendidos. Pensamos que
23 sería posible al fin lograr su libertad.
24 "Pasaron algunos días y entrevistamos a Gregorio Rus-
25 sin en la Cárcel Departamental, el que nos dijo: "He
26 sostenido siempre mi inocencia y la seguiré afirman-
27 do. Sólo deseo ahora que mi defensora encuentre la co-
28 laboración necesaria para la revisación del proceso y
29 todo se andará".
30 "La verdad es una, y siempre se llega a la verdad".
31 "Él mismo nos sugirió el nombre de un colaborador,
32 por cierto lo suficientemente conocido en nuestro me-
Walter Luis Katz

1 dio, a quien deseaba encomendar conjuntamente con la


2 defensa que lo había atendido en los trámite en la Su-
3 prema Corte, la revisión de la causa. Han pasado días
4 que han importado para los Doctores María Rosenblat
5 y Julio C. Martella horas de paciente trabajo en pro-
6 cura de aclaración de los hechos. Y hemos conocido al
7 final los términos del recurso.
8 "No hemos podido resistir a la sugestión de publicar-
9 lo, pero nos han exigido su impresión fiel, hasta en los
10 errores ortográficos de los testimonios. Nos han dicho
11 que "siendo fiel siempre a la verdad, se llega a la ver-
12 dad".
13 "Y hoy, cuando el recurso llegará a las manos de los
14 Jueces que juzgan en nombre del pueblo, nosotros lo
15 entregamos también al juicio de la opinión pública que
16 un día alarmada reclamó una condena rápida, desco-
17 nociendo las actuaciones judiciales, hasta en sus deta-
18 lles más gruesos, sabrá ahora, sin duda, reclamar tam-
19 bién justicia rápida. Ahora que se convencerá, como lo
20 hemos estado siempre nosotros, que ha habido un error
21 judicial y que Gregorio Russin es inocente.
22 "Comité Pro-Defensa de Gregorio Russin
23 "Bahía Blanca, Abril 29 de 1939

24 *
25 El prólogo de ese recurso no carente de sentimientos
26 anunciaba muchos datos esclarecedores:
27 Cuando el delito ocurre la conciencia pública se alar-
28 ma y busca con ansias al culpable. Hasta aquí nada hay
29 de malo. Turbada la seguridad de las ciudades y cam-
30 pos, todos se sienten amenazados, a todos interesa que
31 el delito no pueda repetirse por obra del reo o de cual-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 quier otro animado por la inmunidad de éste. Pero no


2 falta quien quiera sacar provecho de esto, y el delito, a
3 veces uno vulgar que no tiene otra consecuencia que la
4 del hecho en sí, desde luego siempre censurable, sirve
5 para otros fines.
6 ¡Qué de afirmaciones y suposiciones se han hecho en
7 su hora con este crimen de Salinas Chicas! Ni siquiera
8 los familiares de las víctimas se han librado de ellas. Y
9 la verdad es que – como lo sostenemos en el recurso
10 extraordinario – todo es obra de un desequilibrado, que
11 aunque reconocido como tal, supo disimular la verdad,
12 cometiendo con la ayuda de su mujer así, no sólo el
13 séxtuple homicidio – el delito por el que ya tiene con-
14 dena – sino el otro, por el que no será procesado, pero
15 que es tanto o más grave, porque ha llevado a la cárcel
16 a dos inocentes.
17 Desde luego que nos proponemos aquí en esta nota
18 ajena al recurso, algo que creemos de nuestro deber se-
19 ñalar a los lectores, para que la situación como la que
20 denuncia el trámite de este proceso no se reproduzca, y
21 para el logro de una mejor Justicia. De una Justicia que
22 como ideal desean todos los buenos ciudadanos, que
23 día a día se realiza mejor en nuestro medio, pero en cu-
24 yo camino hay obstáculos que es necesario quitar, para
25 acelerar el progreso y acercarse más y de pronto, a lo
26 ideal.
27 La causa por el hecho de Salinas Chicas ha durado
28 hasta que la Doctora María Rosenblat presentó el re-
29 curso ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
30 diez años después. Ocurrió el 23 de marzo de 1927, se
31 denunció a los pocos días, y a fines del mismo año,
32 prácticamente se había agotado el diligenciamiento de
Walter Luis Katz

1 las pruebas, demoradas un tanto por la internación de


2 Salvador Marino por dos meses en el Hospicio de Mel-
3 chor Romero; sin embargo, el 24 de marzo de 1931 se
4 dictó la sentencia de Primera Instancia. La Excma. Cá-
5 mara dictó la suya el 16 de mayo de 1936, y dos años
6 después, es decir, cuando habían pasado once años,
7 seis meses y veintiséis días del hecho, la Suprema Cor-
8 te de la Provincia dictó la definitiva en cuanto a los
9 procesados, porque los otros dos aceptaron la condena
10 impuesta por la Cámara.
11 Y sin duda estas resoluciones se dictaron en ese plazo,
12 porque desde la prensa se llevó una campaña de efecto.
13 No afirmamos esto porque sí. Basta leer los grandes
14 diarios en sus ediciones correspondientes al mes en
15 que se dictaron las sentencias, para establecer que a los
16 pocos días en que por serios editoriales se reclamaban
17 las resoluciones o fallos, aparecieron suscriptos por los
18 jueces, fallos que si se hubieran dictado, no dentro de
19 los términos de la ley, sino aun usando el doble de
20 tiempo, hubieran dado fin a la causa a los dos años de
21 iniciada.
22 En esos once años se han acumulado centenares de fo-
23 jas, sin que las unas aclaren el contenido de las otras.
24 Sin que tales fojas hayan ni siquiera satisfecho la ne-
25 cesidad que de pruebas convincentes y legales tenían
26 los magistrados para establecer la responsabilidad de
27 cada procesado, sin duda como ellos hubieran querido
28 hacerlo, conociendo la verdad del suceso.
29 Esta causa debe ser un campanazo más de alarma con-
30 tra el procedimiento escrito. Estamos seguros, como lo
31 estará quien lea con atención lo actuado, y sin otra pa-
32 sión que la del bien público, que si hubiese habido jui-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 cio oral, y ante un jurado, hubiesen desfilado proce-


2 sado, testigos y peritos, en días inmediatos o próximos
3 al suceso, el fallo hubiera sido otro.
4 Allí está el expediente: cartas extraviadas que parecen
5 en el momento no leídas, telegramas cuya explicación
6 nunca se procuró, notas escritas en idish sin siquiera
7 traducir y que por lo menos orientaron a la policía para
8 detener a uno de los procesados; informes médicos en
9 italiano sin traducir sobre la insania de un procesado,
10 indagatorias tomadas durante más de diez horas en
11 presencia de un Fiscal que quiere inquirir, a quien el
12 procesado se niega a contestar, pero a quien el Juez no
13 deja preguntar; de un Fiscal que con enojo se retira de
14 la audiencia y no firma siquiera el acta respectiva, sin
15 que el Juez ni el Secretario dejen constancia de ello. Y
16 procesados que declaran, no sobre cuestiones acciden-
17 tales, sino desdiciéndose de indagatorias anteriores y
18 rectificándolas una, dos y tres veces, sin que la Defen-
19 sa de los otros procesados pueda siquiera asistir a es-
20 cuchar, para luego tener que admitir que esas indaga-
21 torias sean con algunas presunciones la prueba que sir-
22 va para condenar a quien dice que es inocente, y peri-
23 tajes que los mismos Magistrados reconocen deficien-
24 tes, como resulta de su simple lectura.
25 Aún para quienes están acostumbrados a leer actua-
26 ciones judiciales de este tipo, estos expedientes des-
27 consuelan. Cuánto mejor sería que el pueblo que recla-
28 ma Justicia, presenciara cómo se administra, con gran
29 ventaja para los propios jueces, que tendrían en el mo-
30 mento de fallar, la impresión de lo que han visto y oí-
31 do, no de lo que leen, de lo que otro Juez preguntó y
32 algún empleado disciplente llevó al papel, cuando no
Walter Luis Katz

1 fue el mismo empleado el encargado de hacerlo todo:


2 preguntar, traducir la contestación del testigo a su cas-
3 tellano y escribirlo con su ortografía. De Jueces que
4 habrían visto declarar a un coprocesado en presencia
5 de los otros; a testigos que teniendo ante sí a sus con-
6 ciudadanos no contestarían sí a cada pregunta, y agre-
7 garían lógicamente menos de su cosecha o de lo que
8 han imaginado, y de peritos médicos que informarían
9 que el cuerpo tiene tantas heridas de tal clase porque
10 han revisado con atención, y no que primero hablan de
11 heridas de arma blanca para luego producir otro infor-
12 me, en que también afirman la existencia de heridas de
13 armas de fuego, como sucede en una de las víctimas de
14 Salinas Chicas.
15 ¿Cuándo llegará el momento en que se termine en ma-
16 terial criminal, y sobre todo en los hechos graves, con
17 el procedimiento actual? No lo sabemos, pero sí pode-
18 mos desde ya descontar que errores como los actuales,
19 como el que motiva este recurso, no se cometerían.
20 Léase la sentencia definitiva para los cuatro condena-
21 dos y obsérvese cómo el hecho en sí no resulta acla-
22 rado lo suficiente para establecer la responsabilidad de
23 cada procesado. Si la absolución de Jacobo Presberg
24 en cuanto al robo plantea ya un interrogante, porque no
25 aparecería el motivo de su participación en los homi-
26 cidios por que se lo condena, a no ser que hubiese
27 obrado por intimidación o miedo, lo que el fallo no
28 acepta; la condena de la esposa de Marino plantea otro.
29 En efecto: para admitir el desarrollo del hecho tal co-
30 mo lo narra Salvador Marino y en principio se acepta
31 en la sentencia, y establecer la participación que en-
32 tonces dijo habían tenido Russin y Presberg y que aho-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 ra dice no ser exacta, hay que aceptar que la esposa de


2 Marino estuvo todo el período de tiempo en que se co-
3 metieron los homicidios, encerrada en su habitación. Y
4 si es así, teniendo en cuenta el vínculo con su esposo,
5 para justificar el encubrimiento ¿por qué se la condena
6 a ella por participación en los homicidios?
7 Se dan unos argumentos que ahora analizados no con-
8 vencen, pero que quizás en su hora satisficieron a la opi-
9 nión pública manifestada en comentarios, artículos y
10 crónicas que gravitaron indiscutiblemente sobre quienes
11 instruyeron el sumario y dictaron la sentencia. La opinión
12 pública, que desconocía el contenido de las actuaciones,
13 ha sido un factor de los tantos coadyuvantes para preci-
14 pitar en el camino del error a la Justicia. Hay un interés
15 público y se deduce de lo que antes hemos expuesto, en
16 revisar este proceso. Primero, porque revela la existencia
17 de prácticas y procedimientos ya inadmisibles dado el
18 progreso y cultura del pueblo, con las que debe termi-
19 narse, y segundo, porque ante la evidencia para nosotros,
20 y por lo menos la duda para todos, de que un inocente
21 está privado de libertad condenado por un delito que no
22 ha cometido, es necesario hacer lo humanamente posible
23 para llegar a la verdad. Aún en los espíritus mejor do-
24 tados, y en aquellas personas capaces de comprender que
25 la vida en sociedad impone a veces grandes sacrificios, un
26 caso como éste llena de alarma ¿es posible concebir peor
27 tormento que el de estar condenado a prisión perpetua por
28 un delito que no se ha cometido? ¿Por qué este sacrificio?
29 Se dirá en contra del pedido de revisión que han pasado
30 muchos años y que los nuevos elementos de prueba que
31 se traen, por lo menos algunos de ellos, no pueden ad-
32 mitirse sin reparos, sobre todo porque los testigos no pue-
Walter Luis Katz

1 den ser muy precisos, ya que deberán hablar sobre


2 hechos y personas vistos hace doce años, y porque el
3 origen del recurso está en las manifestaciones de un
4 desequilibrado, de un enfermo mental, autor confeso
5 del hecho. En cuanto a este último, afirmamos que la
6 indagatoria admitida como útil fue dada estando en pe-
7 or estado de salud mental que ahora, y que en base a
8 ella se ordenó el fallo; y en cuanto al tiempo transcu-
9 rrido, que siempre hubo voces que decían de la ino-
10 cencia de dos procesados, desde el mismo momento en
11 que se los detuvo, y que el hecho ha sido mantenido
12 siempre tan en la actualidad, que ni siquiera los meno-
13 res incidentes han pasado al olvido.
14 Todavía están húmedas las firmas de la última senten-
15 cia dictada el 18 de octubre de 1938 que condena a Ja-
16 cobo Presberg y Gregorio Russin a prisión perpetua, y
17 el polvo y la tierra no han empezado a cubrir en el ar-
18 chivo las actuaciones. Se está muy a tiempo para co-
19 rregir un error que envuelve a dos personas que siem-
20 pre juraron que son inocentes, con la única diferencia
21 que uno sólo tiene valor para decir y llorar su inocen-
22 cia, y el otro para proclamarla y reclamarla. Quizás
23 porque uno, Presberg, ya pasó la juventud, y el otro to-
24 davía la vive: fue detenido cuando no tenía veinte
25 años; tiene ahora treinta y dos, casi toda la vida aún sin
26 recorrer y quiere hacer el camino como hombre libre.
27 Y busca que se le permita ejercer ese derecho, del que
28 sólo pueden ser privados los hombres que sin lugar a
29 dudas hayan cometido algún delito.

30 *
31 En el Recurso extraordinario de Revisión, los presen-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 tantes hicieron resaltar los factores que condujeron al


2 error judicial, como la calumnia, la voz pública, la de-
3 ferencia ciega a la acusación, lo falaz y engañoso de
4 las apariencias, las leyes defectuosas de procedimien-
5 to, las malas investigaciones policiales y los prejuicios
6 raciales y/o ideológicos, porque algunos de ellos han
7 contribuido en el caso que nos ocupa a equivocar a los
8 juzgadores. En enero de mil novecientos treinta y nue-
9 ve recibió la abogada María Rosenblat una carta en
10 que Salvador Marino, condenado a reclusión perpetua
11 en la causa del séxtuple homicidio de Salinas Chicas,
12 manifestó que Gregorio Russin era inocente. A pesar
13 de que la defensora tenía el convencimiento de la ino-
14 cencia de su defendido, la carta en principio la sor-
15 prendió. Antes de decidirse a promover la revisión de
16 la causa, procuró conocer si la misma era consecuencia
17 de un acto voluntario propia de una persona que al fin
18 se dispone a decir la verdad, o si era el resultante de
19 una coacción u otro factor extraño. Por eso se presentó
20 ante el Juez de Feria denunciando el hecho y solici-
21 tando se llamara a Marino para que reconociera la car-
22 ta, y dijera el motivo que lo había inducido a escribirla.
23 Una serie de confesiones extrajudiciales de Marino
24 dieron orientación para nuevas investigaciones. En dos
25 oportunidades conversaron los abogados con él en la
26 cárcel, y también anotaron manifestaciones de presos
27 y empleados de la misma, que le escucharon decir tal o
28 cual cosa en momentos de lucidez. Así podía explicar-
29 se el envío de la carta al Jefe de la Policía de Rosario
30 con la esperanza de que ese funcionario tomara alguna
31 medida que permitiera hacer luz en el asunto.
32 Los datos suministrados están relacionados con la vin-
Walter Luis Katz

1 culación de Marino y agentes de la mafia en la prepa-


2 ración de un hecho delictual a cometerse en Salinas
3 Chicas, mucho antes de que Presberg y Russin llega-
4 ran al lugar. Podría decirse que no resulta claro el mo-
5 tivo del crimen y resulta indiscutible en autos, que Ma-
6 rino es un desequilibrado, que preparó la comisión del
7 hecho por motivos que él, cuando prestara declaración
8 explicaría sin duda, pero que no dejarían de ser los
9 propios de un insano, como que el hecho fue cometido
10 por ese anormal ayudado por su mujer, que tampoco es
11 mentalmente sana.
12 Las circunstancias de haber sido trasladado al penal de
13 Sierra Chica cuando iniciaban las investigaciones, im-
14 pidieron agregar otros elementos de juicio para ahon-
15 dar en las explicaciones o motivo que él da al delito, y
16 hasta para dar en detalle y explicar todo el proceso del
17 hecho que no pudieron ver Russin y Presberg porque
18 estaban atados. Si hubiéramos podido ir sometiéndolo
19 a interrogatorios precisos sin ejercer ninguna violencia,
20 a pesar de su estado mental hubiéramos podido, ya que
21 era su voluntad decirnos la verdad, lograr una narra-
22 ción circunstanciada. Pero también en este aspecto po-
23 demos ofrecer elementos de juicio a la Exma. Cámara.
24 Ya en el año mil novecientos veintisiete Marino tuvo
25 entrevistas con periodistas, que aparecen publicadas en
26 órganos de la Capital Federal y La Plata; existen cons-
27 tancias de expresas manifestaciones de éste, en las que
28 afirma que Russin y Presberg no han intervenido en la
29 comisión de ningún homicidio. Desde luego que esas
30 afirmaciones pueden discutirse por haber sido interna-
31 do en aquella época en Melchor Romero pero, es que
32 últimamente y mientras estuvo en la cárcel Departa-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 mental, presos y empleados, inclusive el Alcaide y Sub


2 Alcaide, le han escuchado gritar en más de una opor-
3 tunidad "quiero que me escuche el Tribunal en pleno,
4 para que se sepa la verdad".
5 La evidencia del error la hemos tenido cuando Marino,
6 al contestar nuestras cuestiones, él mismo nos ha dado
7 las pruebas ya citadas, y los argumentos que destruyen
8 las presunciones admitidas por el tribunal para dividir
9 la confesión de Russin y condenarlo. Cuando quisimos
10 averiguar si era cierto que Presberg y Russin estuvie-
11 ron atados con alambre y cómo era posible que la po-
12 licía y los instructores no encontraran esos alambres,
13 Marino se río y nos dijo: "claro, ¿y con qué atamos las
14 bolsas que llevamos en el auto conteniendo los efectos,
15 ropas y armas? Claro está que vano era que el Juez y la
16 Policía buscaran los alambres en Salinas Chicas, cuan-
17 do parte de ellos habían ido a parar a Buenos Aires y el
18 resto a Cañada de Gómez.
19 El mencionado revólver Smith Wesson era propiedad
20 de Galíndez y no estuvo en manos de los sopechosos
21 hasta después del crimen, por lo que el peritaje balísti-
22 co no era decisivo.
23 No se descartó la vinculación de Marino con la mafia,
24 como él lo insinuó, sospecha que la amplió la existen-
25 cia de telegramas escritos en clave, redactados de su
26 puño y letra, según el peritaje caligráfico. También
27 existieron cartas, anteriores a la fecha del hecho, que
28 no se presentaron como pruebas, como así las declara-
29 ciones de los testigos Juan María Garay y Magdalena
30 R. De Cattáneo que manifestaron que días antes del su-
31 ceso habían visto a Marino con unas personas con as-
32 pecto de italianas. Se les exhibió las fotografías de los
Walter Luis Katz

1 habitantes de la casa en que se recibieron los telegra-


2 mas, pero no reconocieron a las personas que habían
3 visto con Marino en Médanos.
4 Juan María Garay reconoció en una fotografía a un
5 delincuente que había visto en Médanos, traído por
6 Marino para la preparación de un delito, del que no al-
7 canzó a ser autor material. Se trataba de Juan Loiáco-
8 mo. El delito tramado por éste y Marino se frustró sin
9 duda, porque sumas de dinero que debían entrar en el
10 establecimiento Salinas Chicas, dejaron de percibirse.
11 Esa fue la causa por la que el delincuente se separó de
12 Marino; el atraco se suspendió pero éste prosiguió con
13 sus propósitos de venganza.

14 *
15 José María Garay compareció como testigo en marzo
16 de mil novecientos veintisiete y también envió a los
17 abogados de Russin una carta de reconocimiento en
18 febrero de mil novecientos treinta y nueve:
19 "Médanos, 6 de febrero de 1939. Doctores María Ro-
20 senblat y Julio C. Martella. "Bahía Blanca. De mi con-
21 sideración:
22 Por la presente ratifico a Uds. Las manifestaciones ver-
23 bales que he hecho, de que la fotografía publicada en
24 "Noticias Gráficas" del Viernes 3 de Febrero y que se
25 da como correspondiente a Juan Galiffi, reconozco a la
26 persona que se entrevistó con Salvador Marino en Mé-
27 danos, pocos días antes del hecho de Salinas Chicas y
28 a quien me referí en la declaración prestada ante el
29 Juez de Crimen Doctor Manuel Cañas. Entonces no
30 pude, de las fotografías que se exhibieron, identificar
31 al mismo, porque su fotografía no estaba comprendida
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 entre ellas. A la fecha y de la que publica el diario, no-


2 to que la persona eludida está un poco más gruesa que
3 en el año 1927, pero sus rasgos fisonómicos son igua-
4 les.
5 Cuando Galiffi llegó a Médanos, indagó sobre las es-
6 tancias de los alrededores simulando que venía a una y
7 no recordaba cual, y cuando se le citó la de los Galín-
8 dez dijo recordar que esa era la que le interesaba y pi-
9 dió un carruaje para dirigirse a la misma, que yo per-
10 sonalmente le procuré, pero decidió no ir entonces, y
11 manifestó que sabía que los Galíndez vendrían al pue-
12 blo y lo llevarían en automóvil. Los Galíndez vinieron
13 al pueblo pero cuando se le indicó a Galiffi que ellos
14 eran, éste los miró y sin hablar una palabra se dirigió a
15 las piezas interiores, porque esto sucedía en mi hotel.
16 Estuvo unos cinco días y en ese plazo de tiempo llegó
17 Marino, a quien saludó abrazándolo efusivamente
18 cuando llegó aquél en la villalonga que usaba; conver-
19 saron largamente y cuando se despidieron volvieron a
20 tratarse como viejos conocidos.
21 Dos hechos quiero señalarles además; uno es que en
22 época anterior al crimen como Salvador Marino se
23 quejaba del sueldo que percibía y el trato, un vecino de
24 ésta, el señor Sabattini le ofreció una oportunidad a él
25 y su señora que importaba a todas luces una mejora de
26 sueldo, trato y condición de trabajo, y sin embargo
27 Marino no aceptó. Y dos, que en los días inmediatos
28 anteriores del hecho en que Elvira Farulla y Salvador
29 Marino se alojaron en mi hotel, ésta lloraba constante-
30 mente, mientras Marino trataba de calmarla, conven-
31 cerla o persuadirla de algo. Esto lo comprobé porque
32 me llegué hasta las habitaciones que ocupaban los mis-
Walter Luis Katz

1 mos alguna vez alarmado.


2 No sé si estos hechos pueden servir para elementos de
3 juicio, pero los expongo por ser la verdad y suscribo la
4 presente a los fines de que Uds. puedan acreditar ante
5 terceros los hechos comprendidos.
6 Saludo a Uds. atentamente. José Garay
7 (Esta declaración está autorizada por el Juez de Paz de
8 Villarino)
9
10 *
11 Carta del Dr. Julio Martella:
12 Señor Jefe de Policía – Rosario
13 De mi consideración:
14 Me atrevo a dirigirle la presente, en el afán de serles
15 útil a dos personas condenadas en esta Ciudad a pri-
16 sión perpetua que llevan once años encarceladas y que
17 juran su inocencia en la participación de un grave cri-
18 men cometido cerca de la localidad de Médanos, Pro-
19 vincia de Buenos Aires, el 23 de Marzo de 1927, y co-
20 nocido en los anales policiales de esta Provincia como
21 el séxtuple homicidio de Salinas Chicas.
22 Posiblemente no sea exacto lo que expongo, que me ha
23 sido narrado por los interesados hace algún tiempo, a
24 lo que en principio no di crédito, pero como se citaron
25 nombres que la policía de esa ciudad ahora tiene actua-
26 lizados, y además con nuevas pruebas podría revisarse
27 la sentencia, espero que Ud. Procure proveer a los fi-
28 nes de que pueda informarme si las personas y lugares
29 existen, con lo que se serviría a la salvación de un
30 error judicial y además quizá el personal a sus órdenes
31 tal vez pudiera orientarse en la detención de gente que
32 busca por graves hechos, que la prensa de esa ciudad
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 ha denunciado últimamente.
2 En el expediente de estos Tribunales se condenó a re-
3 clusión perpetua a Salvador Marino, autor confeso del
4 hecho; a 17 años de de prisión a su esposa Elvira Fa-
5 rulla, que ahora está radicada en libertad provisional en
6 esa provincia; y a prisión perpetua a Gregorio Russin y
7 Jacobo Presberg, dos israelitas que habían sido contra-
8 tados para trabajar en el lugar cuatro días antes del he-
9 cho (el último apenas hablaba el castellano); a quienes
10 Marino y la Farulla imputaron participación, y que son
11 los que afirman ser inocentes.
12 Las imputaciones de los dos coprocesados y el hecho
13 de que el primero siguió a Marino en su fuga y el se-
14 gundo guardara silencio, han sido las causas principa-
15 les que justificaron la condena. Russin en su declara-
16 ción indagatoria en el año 1927 dice que cuando Salva-
17 dor Marino los obligó a seguirlos y dejó a Presberg, los
18 amenazó con la "maffia", que los vigilaría, si lo delata-
19 ban. Le hemos preguntado ahora en la prisión e insiste
20 en la verdad.
21 En autos aparece copia de un telegrama que el 19 de
22 Marzo dirigió Salvador Marino a un tal Felipe Lubba-
23 bo, domiciliado en la calle Aráoz de la Capital Federal,
24 concebido en estos términos: "Salga mañana. Lo espe-
25 ro Lunes en la estación". Está despachado en la oficina
26 de Correos de Médanos.
27 Hay antes en autos otro telegrama dirigido a la misma
28 persona y suscripto por Juan Gate. Salvador Marino el
29 año 1927 negó que los telegramas fueran de él, pero se
30 estableció por peritaje su caligrafía. Además un parien-
31 te de los asesinados lo vio despachar el último y de-
32 claró en el sumario que a Marino lo acompañaba otra
Walter Luis Katz

1 persona en el correo, que le pareció era Presberg.


2 Cuando la Policía de la Capital procuró averiguar en el
3 domicilio de la calle Aráoz, los ocupantes de la casa le
4 manifestaron que un señor Felipe Lubbabo había re-
5 clamado y ellos le habían entregado cartas titulándose
6 inquilino anterior, que no sabían su domicilio, pero
7 que en caso le preguntaran al dueño de la casa que era
8 el Señor Juan Galiffi.
9 Sin embargo la investigación no se continuó en la Ca-
10 pital, porque no se le dio importancia en el sumario, y
11 el motivo del telegrama quedó sin explicar. Ahora Ma-
12 rino nos dice que él estaba vinculado a la "maffia", a
13 cuyos integrantes o dirigentes conocía. En 1923, en la
14 localidad de Cruz Alta se vinculó a Juan Loiácono, que
15 entonces repartía leche, según parece, en el lugar y con
16 quien estuvo hasta Diciembre de 1923. Que tres años
17 más tarde volvió a trabajar o vincularse a Loiácono en
18 Rosario, donde Salvador Marino trabajaba en la Tele-
19 fónica. Que al venir a Médanos al principio preparó o
20 dispuso un secuestro de algunas de las personas que
21 después asesinó, y para ello escribió a Loiácono, a
22 quien le giró en el año 1927 en Febrero o Marzo, la su-
23 ma de ochenta pesos, haciendo el giro a nombre de un
24 señor Andrés D'Angelis o D'Angelo, de San Lorenzo,
25 quien debía entregárselo a Juan Loiácono, lo que efec-
26 tivamente hizo, porque con tal dinero Loiácono vino
27 de ésa a Médanos. Que fue Loiácono el que le hizo
28 mandar los telegramas al tal Felipe Lubbabo, con
29 quien había combinado algo a su paso por Buenos Ai-
30 res y que fue Loiácono el que lo acompañó al correo
31 de Médanos. (Y así el testigo antes citado habría con-
32 fundido a Presberg con Loiácono).
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 El procesado Russin dice que al seguir a Salvador Ma-


2 rino y a su esposa intimado en la fuga, éste de Rosario
3 fue a Cañada de Gómez, donde en una chacra lo detu-
4 vieron, pero un día debió acompañar a Salvador Mari-
5 no a una casa quinta, tipo chalet, sin revocar, como de
6 diez o doce habitaciones, que rodean un patio, ubicada
7 entre San Lorenzo y Araya, a cuyos fondos a unos 50
8 metros pasa una línea férrea. Casa que él cree recordar
9 está como a 300 metros de la estación Araya y que a
10 unos 100 metros en dirección a San Lorenzo (a esa
11 distancia de la casa) había una plantación de árboles
12 que le pareció eran eucaliptus. (Los datos no son muy
13 precisos, sin duda por el tiempo transcurrido). Al pre-
14 guntarle a Salvador Marino, éste nos informó que en
15 esa casa vivía entonces Juan Loiácono.
16 Desde luego que por el señor Andrés D'Angelis o
17 D'Angelo de San Lorenzo, de existir, podría demos-
18 trarse lo exacto del giro y el viaje de Juan Loiácono a
19 Médanos, sobre todo porque en el sumario consta que
20 una persona de tipo italiano fue vista por varios testi-
21 gos con Marino esos días en Médanos. A estos testi-
22 gos la Policía les exhibió fotografías de delincuentes
23 de esta Provincia, pero no identificaron a ninguno. El
24 viaje de Juan Loiácono y su vinculación a Marino sería
25 una prueba para la revisión de la causa, y contra esta
26 persona, que creo tiene antecedentes, un cargo, porque
27 estaría vinculado a este hecho.
28 Por otra parte es posible que la Policía en sus órdenes,
29 y en los archivos de la dependencia, se tenga antece-
30 dentes de quién es Felipe Lubbabo y Juan Gate, salvo
31 que sean nombre supuestos. Si este Felipe Lubbabo
32 existe, resultaría que con Juan Gate, Juan Loiácono,
Walter Luis Katz

1 Juan Galiffi y Salvador Marino, estaban en vincula-


2 ciones criticables el año 1927; sin contar con este Se-
3 ñor Andrés D'Angelis o D'Angelo que en San Lorenzo
4 recibía el giro para Juan Loiácono.
5 La mayoría de estas informaciones, salvo las que re-
6 sultan de los autos respectivos, se las hemos podido
7 sacar a Salvador Marino, que ha manifestado sus de-
8 seos de rectificar la indagatoria que prestó el año 1927,
9 y que es un hombre un tanto desequilibrado, que antes
10 del hecho en Italia y después del hecho ha estado in-
11 ternado por enfermedades mentales, pero que tiene
12 momentos lúcidos, en los que nos ha contestado a al-
13 gunas cuestiones que le hemos formulado, o se ha ne-
14 gado a veces rotundamente a hacerlo.
15 Si el señor Jefe de Policía, pudiera informarnos si las
16 personas antes citadas tienen antecedentes, en esa Poli-
17 cía; y si ese Andrés D'Angelis pudo estar vinculado a
18 Juan Loiácono en 1927; y pudiera remitirse alguna fo-
19 tografía de Juan Loiácono, para exhibírsela a los tes-
20 tigos de Médanos, podría, como abogado servir a estos
21 dos hombres que insisten en sostener su inocencia. Sé
22 que lo que pido es algo extraordinario y que la Policía
23 se mueve en sus investigaciones frente a una denuncia
24 concreta que pueda dar motivo a causa correccional o
25 criminal. Pero es el caso que para proveer a la revisión
26 de una causa, hay que llevar ante los jueces elementos
27 de juicio que prueban la existencia de hechos des-
28 conocidos en circunstancias de dictar la sentencia, y no
29 veo otro procedimiento práctico que el de procurarme
30 de las dependencias públicas, informes y elementos de
31 juicio, que desde luego tienen el propósito confesado
32 que he anotado en el transcurso de la presente. Al agra-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 decer desde ya los informes que pueda suministrar por


2 intermedio de quien corresponda el Señor Jefe de Po-
3 licía, aprovecho la oportunidad para saludarlo con la
4 consideración más distinguida.
5 Juan C. Martella.
6
7 Contestación de la Policía de Rosario:
8 En contestación a su atenta carta, fecha 10 de febrero
9 ppdo. tengo el agrado de dirigirme a usted, llevando a
10 su conocimiento que practicadas las averiguaciones
11 correspondientes por personal de esta División, se ha
12 establecido que Juan Loiácono, alojado actualmente en
13 la Cárcel de esta Ciudad reconoce que en el año 1923
14 estaba radicado en Cruz Alta (Pcia. de Córdoba), don-
15 de poseía un tambo, y en 1927 en San Lorenzo, de
16 nuestra Provincia. Manifestó no conocer a Salvador
17 Marino ni a Andrés D'Angelis o D'Angelo; que no ha
18 viajado a Médanos y que no ha recibido giro alguno de
19 esa procedencia; tampoco conoce a Felipe Lubbabo o
20 Lubbaro, ni a Juan Gate.
21 En la localidad de San Lorenzo no han dado resultado
22 favorable las diligencias realizadas para tratar de in-
23 dividualizar al referido D'Angelis o D'Angelo, quien
24 resulta ser desconocido en el Correo, en la Jefatura de
25 Policía y entre los vecinos antiguos de ese pueblo. En
26 el Correo no se ha podido establecer la existencia del
27 giro a que se hace referencia pues informan que de la
28 fecha que se menciona, ya no existen antecedentes en
29 el archivo.
30 Las características de la casa tipo chalet, a que se hace
31 referencia en vuestra carta, como que era habitada por
32 Loiácono en San Lorenzo, coincide en todos sus deta-
Walter Luis Katz

1 lles, con las señales dadas por Gregorio Russin, lo que


2 deja entrever que en realidad, la persona que ha hecho
3 tales manifestaciones conoce el lugar y es evidente que
4 ha estado allí; pues cierto que la casa está ubicada en-
5 tre las estaciones Araya del F.C. de Santa Fe y San
6 Lorenzo del F.C.C. Argentino; como a 50 metros de
7 los fondos de la casa, cruza la vía del Central Argenti-
8 no y existen las plantaciones de árboles, entre ellos
9 muchos eucaliptus.
10 De conformidad con vuestro pedido, adjunto a la pre-
11 sente, copia fotográfica del llamado Juan Loiácono; en
12 cuanto a Felipe Lubbabo y Juan Gate, no registran an-
13 tecedentes en esta Policía, con esos nombres.
14 Con tal motivo, saludo a usted muy atentamente.
15 Ernesto Carreras – Jefe de Investigaciones.
16
17 *
18 El veintidós de marzo, en que viajaron a Médanos los
19 esposos Marino con intenciones de visitar a un médico
20 para la atención de Elvira, no lo hicieron, y no sólo
21 eso, sino que dos días después la mujer seguía a su
22 marido en el fantástico y agitado viaje de fuga, y luego
23 se sometió al pesado trabajo en la recolección de maíz.
24 Una persona enferma no puede realizar esas activida-
25 des. En realidad no existió interés jurídico en contestar
26 a todos los aspectos de la sentencia; por esto el carác-
27 ter del recurso. Se basaron más en los hechos que en
28 el derecho.
29 En el país no hay antecedentes, pero sí en la Jurispru-
30 dencia extranjera en el combate contra el error judicial.
31 En líneas generales, si el damnificado declara la ino-
32 cencia de quien acusó, aunque éste haya sido condena-
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 do, procede por este hecho la revisión de la causa.


2 El terrible anarquista, según la sentencia de Russín,
3 que a los veinte años participó en el asesinato de seis
4 personas, un año antes había vivido un suceso que lo
5 pintaba cual era en realidad. Trabajaba entonces en el
6 molino "América" realizando unas refecciones con
7 otros obreros, y se produjo un accidente de trabajo.
8 Unas poleas tomaron a otro operario y le produjeron
9 desgarramientos, lesiones y muerte. Debió llamarse a
10 las asistencia pública para transportar, no al obrero ac-
11 cidentado, sino a Gregorio Russin que, impresionado
12 por el suceso había caído desmayado, a quien llevaron
13 al hospital y quien por un tiempo sufrió de una afec-
14 ción propia y característica de los hombres fuertemente
15 impresionados. Los seis testigos que firmaron la carta
16 y un informe del Hospital Municipal probaban que
17 Russin era una persona fácilmente impresionable y por
18 naturaleza falta de carácter para obrar con riesgo de su
19 persona. Esos antecedentes y el miedo, explican su ac-
20 titud, que en la sentencia fue tomada como presunción
21 de complicidad.
22 También plantean el interrogante ¿es posible concebir
23 que un hombre que se impresiona frente a un accidente
24 de trabajo pueda disponerse porque sí a cometer, o in-
25 citar a cometer un hecho como el de Salinas Chicas?
26 Todos los crímenes, incluso los cometidos por un insa-
27 no tienen motivos, como lo tienen todas las acciones
28 humanas. No se mueve voluntariamente si no es con
29 un propósito.
30 Nuestro defendido es el único de los condenados que
31 fue interrogado una sola vez; su indagatoria duró más
32 de quince horas y nunca se opuso a ser careado o pre-
Walter Luis Katz

1 guntado. En el momento de ser detenido afirmó su ino-


2 cencia, la sostuvo en la cárcel con gesto de rebeldía
3 durante el primer período de detención; después, sere-
4 nado su espíritu, con gesto más pacífico; desde enton-
5 ces ajustó su vida y su conducta a la disciplina del es-
6 tablecimiento, pero en ningún instante dejó de afirmar
7 que era inocente. Han pasado doce años; ha presentado
8 un recurso extraordinario ante la Suprema Corte de
9 Justicia de la Nación, y en el penal de Sierra Chica si-
10 gue afirmando su inocencia.
11 Para quienes conocen lo que ocurre en las cárceles, es-
12 to es digno de señalarse, porque aunque los detenidos
13 al principio se dicen inocentes, y ni siquiera le confie-
14 san el hecho a sus defensores, al recibir la primera sen-
15 tencia, cerrado el período de prueba, ya afirman su cul-
16 pabilidad; y en los delitos graves como homicidios, se
17 jactan de lo que han hecho. No hay un hombre que re-
18 sista doce años en la cárcel afirmando que es inocente,
19 si no lo es.
20 Ayer la ignorancia de unos, la maldad de otros, cuando
21 no el miedo de muchos, impidieron que nuestro de-
22 fendido hubiera ofrecido por lo menos parte de la prue-
23 ba que hoy traemos con este recurso, y esto quizás pu-
24 do hacer decidir en su contra. Pero hoy, después de lo
25 que hemos expuesto, con los nuevos elementos de jui-
26 cio que ofrecemos al conocimiento de la Exma. Cáma-
27 ra, la situación ha cambiado totalmente; su inocencia
28 resulta evidente. Afirmamos que del nuevo sumario se
29 obtendrá el conocimiento claro y preciso del suceso de
30 Salinas Chicas.
31
32 *
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 El Juez no dio lugar. Un condenado no puede ser tes-


2 tigo, pero hay que aceptar que las manifestaciones de
3 Salvador Marino y Elvira Farulla en las indagatorias
4 fueron utilizadas como prueba de cargo contra Russín,
5 y sobre todo decidieron en el ánimo de los Jueces en la
6 condena del mismo.
7 No se puede afirmar si se agotaron todos los temas de
8 interés o si no fueron abordados con suficiente profun-
9 didad. Quedaron sembradas dudas que en su mayoría
10 atañen a la Justicia. De todas maneras, los esfuerzos
11 fueron vanos, el recurso no fue aceptado, y aún ha-
12 biendo concluido el tema, quedaron ciertos interro-
13 gantes.
14 Si Presberg era culpable ¿Por qué se quedó en la loca-
15 lidad de Médanos, sabiendo que habría más posibili-
16 dades de que lo detuvieran?
17 Si hacía sólo cuatro días que Presberg y Russin tra-
18 bajaban en la estancia no como empleados, sino como
19 contratistas ¿por qué tanto odio a la familia?
20 Con respecto a los telegramas ¿a quiénes fueron en-
21 viados? ¿Tenían relación con el crimen? ¿Existian ter-
22 ceros? ¿Fue un homicidio por encargo?
23 El móvil del crimen ¿fue en realidad una venganza por
24 malos tratos?
25 ¿Quiénes fueron los verdaderos culpables?
26 Si se tenía en cuenta la carta en que Salvador Marino
27 se declara culpable de todos los hechos, y por otra par-
28 te se lo considera inepto para ser juzgado, no quedaría
29 nadie para ser acusado. La situación era inaceptable
30 para el fiscal y para la opinión pública, que reclamaba
31 culpables para ser castigados. Entonces, en la opinión
32 de la acusación era obligación que debía haber culpa-
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1 bles.
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La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 6. Coda.
2 Se sabe de la buena conducta de Gregorio Russin en el
3 presidio y que estudió abogacía y se recibió estando re-
4 cluido.
5 En los años cincuenta, por consejo de amigos y el apo-
6 yo de un comité popular fundado para su defensa, ele-
7 vó un pedido especial de amnistía a la Señora Eva
8 Duarte de Perón; quien intercedió para que recobrara
9 la libertad. Después de su absolución, Russin se trasla-
10 dó a Bahía Blanca al hogar en que su esposa lo esperó
11 durante veintiocho años. Algunos amigos de la adoles-
12 cencia viajaron contentos a visitarlo, pero volvieron
13 decepcionados; no era la persona activa y optimista
14 que habían conocido. Ya era tarde para que gozara de
15 la libertad. Cuando salió de la cárcel era otra persona,
16 destrozada y pesimista. En su rostro no se veían arru-
17 gas producidas por sonrisas, sino las que traen el sufri-
18 miento y la amargura. Enfermo, casi ciego y sin moti-
19 vación para seguir viviendo, falleció pocos meses des-
20 pués.
21 Marino permaneció en la cárcel de Sierra Chica, incon-
22 movible ante su situación personal y sin demostrar
23 arrepentimiento por el daño hecho. Su esposa, que lo
24 visitaba periódicamente comenzó relaciones con un
25 empleado de la cárcel. En el transcurso de los años
26 Salvador ganó la confianza del director del instituto
27 penal, fue bien tratado y recibió un buen puesto de tra-
28 bajo. Fue encargado de uno de los depósitos y disfrutó
29 de algunas preferencias del director del penal; continuó
30 con su condena hasta que falleció en el presidio. Jaco-
31 bo Presberg continuó su reclusión llorando a solas su
32 desgracia, y esperando con estoicismo el momento de
Walter Luis Katz

1 recobrar su libertad. Recibió un buen trato y después


2 de ser liberado por buena conducta volvió a Médanos,
3 a su familia.
4 La hija de doña Jaique se fue con sus hijos a vivir a
5 otro pueblo de la provincia, y Moseike quedó sin posi-
6 bilidad de seguir cortejándola. La vida le daba la opor-
7 tunidad para seguir bien soltero; más que eso, bien so-
8 lo. Los antiguos amigos o conocidos se fueron del pue-
9 blo a probar suerte en las grandes ciudades, y al casar-
10 se y tratar de progresar, eligieron lugares nuevos, con
11 formas de vida diferentes.
12 Doña Jaique se enfermó gravemente, los viejos cono-
13 cidos envejecieron y las oportunidades para comer
14 bien y tomar un trago gratis se fueron esfumando. Mé-
15 danos quedó siendo como fue siempre, un oasis in-
16 completo en medio del desierto, con sus calles anchas
17 descuidadas, polvorientas en verano y lodosas en in-
18 vierno, con cabezas de ajo dispersas. En los años cua-
19 renta Moseike pasó a Cipolletti en Río Negro; aunque
20 por su edad no estaba apto para tareas pesadas, traba-
21 jaba en las cuadrillas que cargaban cajones de fruta en
22 los vagones del ferrocarril. La tía María, hermana de
23 don Gregorio, le facilitó un lugar dentro de un galpón
24 en el fondo de su casa, y ahí él ordenó una habitación,
25 donde contaba chistes y tomaba sus buenos tragos con
26 sus invitados, trabajadores de esas cuadrillas. Se lo ve-
27 ía llegar caminando en medio de ellos, como si fueran
28 sus guardaespaldas, mientras conversaba con adema-
29 nes ostentosos.
30 Una noche hubo una fiesta en el galpón donde tenía su
31 reino en la que participaron sus amigotes; no faltaron
32 los cuentos de comité en los que Moseike se destacaba,
La masacre de Salinas Chicas - Radowitzky

1 y muchas risas y tragos. A la mañana siguiente no des-


2 pertó. En horas de la tarde paró frente a la casa de la
3 tía Majlie la camioneta "Chevrolet Campeón" de la
4 Asociación Israelita de General Roca. La habían con-
5 vertido en furgón, pintado de negro, y lucía en el techo
6 una estrella de David de bronce.
7 Minutos más tarde viajó sin ningún acompañamiento,
8 llevando en su interior a quien había sido en vida Mo-
9 seike, petiso bigotudo, charlatán, inventor de historias
10 y fiel a sus ideas hasta el final.

11 *
12 El caso de Salinas Chica caso de Salinas Chicas en su
13 momento puso al Partido de Villarino y a la localidad
14 de Médanos en el conocimiento público de todo el pa-
15 ís, y con el correr del tiempo fue el señuelo que atrajo
16 gente para visitar el lugar y establecerse en él. Aunque
17 los sucesos fueron negativos, los participantes son con-
18 siderados pequeños héroes dentro de la tragedia.
19
20 ** *
21 Observación del autor:
22 Con el paso de los años y el avance de la ciencia se descu-
23 brió el ADN. Si los comentarios de que Elvira Farulla po-
24 dría ser hija natural de un cuñado de Galíndez tenían valor,
25 la comparación del ADN entre esas personas o descendien-
26 tes de ellas podrían traer la verdad. Con ella se podría acla-
27 rar los verdaderos motivos del crimen, la culpabilidad abso-
28 luta de Marino y la inocencia de Russin y Presberg.
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BIBLIOGRAFIA
Diario "La Nueva Provincia"
Comité Popular Pro Defensa de G. Russin "Recurso
Extraordinario de Revisión"
Extraordinario de Revisión"

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