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Teoria Alquimia

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En la historia de la ciencia, la alquimia (del árabe ‫[ الخيمياء‬al-khīmiyā]) es una antigua práctica

protocientífica y una disciplina filosófica que combina elementos de la química, la metalurgia, la


física, la medicina, la astrología, la semiótica, el misticismo, el espiritualismo y el arte.[cita
requerida] La alquimia fue practicada en Mesopotamia, el Antiguo Egipto, Persia, la India y China,
en la Antigua Grecia y el Imperio romano, en el Imperio islámico y después en Europa hasta el siglo
xviii, en una compleja red de escuelas y sistemas filosóficos que abarca al menos 2500 años.

La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo, un


sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trismegisto, una deidad sincrética
grecoegipcia y legendario alquimista. Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del
rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo xvii. En el transcurso de los comienzos
de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.

Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus
aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las
ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han
servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.

Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia
en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u
otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra
filosofal, con la que pretendía conseguir tanto la vida eterna como la transmutación de cualquier
metal en oro.

En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de
transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y
el ayuno.1

Índice

1 Visión general

1.1 La alquimia como investigación de la naturaleza

1.2 La alquimia como disciplina espiritual y filosófica

1.3 Alquimia y astrología

1.4 La alquimia en la época científica


1.5 La alquimia como objeto de investigación histórica

2 Etimología

3 La alquimia en la historia

3.1 La alquimia en el Antiguo Egipto

3.2 La alquimia china

3.3 La alquimia india

3.4 La alquimia en el mundo griego

3.5 La alquimia en el Imperio romano

3.6 La alquimia en el mundo islámico

3.7 La alquimia en la Europa medieval

3.8 La alquimia en la era moderna y el Renacimiento

3.9 El declive de la alquimia occidental

4 Alquimia en la época moderna

4.1 Transmutación nuclear

4.2 Afirmaciones de transmutación no verificadas

4.3 Psicología analítica

5 Obras clásicas de alquimia

6 La alquimia en la cultura popular

7 Véase también

7.1 Otros artículos relacionados con la alquimia

7.2 Filosofías relacionadas

7.3 Conexiones científicas

7.4 Sustancias de los alquimistas

8 Referencias

9 Bibliografía

9.1 Bibliografía citada

9.2 Bibliografía recomendada

10 Enlaces externos

Visión general
La alquimia como investigación de la naturaleza

El alquimista, de Pietro Longhi.

La percepción popular y de los últimos siglos sobre los alquimistas, es que eran charlatanes que
intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando
remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.

Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos clásicos a los que
llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: tierra, aire, fuego y
agua, y con ellos pretendían preparar un quinto elemento que contendría la potencia de los cuatro
en su máxima exaltación y equilibrio.

La mayoría eran investigadores cultos, inteligentes y bien intencionados, e incluso distinguidos


científicos, como Isaac Newton y Robert Boyle. Estos innovadores intentaron explorar e investigar
la naturaleza misma. La base es un conocimiento del régimen del fuego y de las sustancias
elementales del que tras profundas meditaciones se pasa a la práctica, comenzando por construir
un atanor u horno alquímico. A menudo las carencias debían suplirse con la experimentación, las
tradiciones y muchas especulaciones para profundizar en su arte.

Para los alquimistas toda sustancia se componía de tres partes: mercurio, azufre y sal, siendo estos
los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas
tres partes eran llamadas principios. Por manipulación de las sustancias y a través de diferentes
operaciones, separaban cada una de las tres partes que luego debían ser purificadas
individualmente, cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de
fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las tres
partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo, y durante el cual debían vigilarse los
aspectos planetarios, las tres partes debían unirse para formar otra vez la sustancia inicial. Una vez
hecho todo esto la sustancia adquiría ciertos poderes.

A lo largo de la historia de esta disciplina, los aprendices de alquimista, se esforzaron en entender


la naturaleza de estos principios y encontraron algún orden y sentido en los resultados de sus
experimentos alquímicos, si bien a menudo eran socavados por reactivos impuros o mal
caracterizados, falta de medidas cuantitativas y nomenclatura hermética. Esto motivaba que, tras
años de intensos esfuerzos, muchos acabaran arruinados y maldiciendo la alquimia. Los
aprendices por lo general debían empezar por trabajar en el reino vegetal hasta dominar el
régimen del fuego, las diversas operaciones y el régimen del tiempo.
Para diferenciar las sustancias vulgares de aquellas fabricadas por su arte, los alquimistas, las
designaban por el mismo nombre de acuerdo a alguna de sus propiedades, si bien procedían a
añadirle el apelativo de «filosófico» o «nuestro». Así, se hablaba de «nuestra agua» para
diferenciarla del agua corriente. No obstante, a lo largo de los textos alquímicos se asume que el
aprendiz ya sabe diferenciar una de otra y, en ocasiones, explícitamente no se usa, ya que de
acuerdo al arte hermético «no se debe dar perlas a los cerdos», razón por la que muchos
fracasaban al seguir al pie de la letra las diferentes recetas. La «iluminación» solo se alcanzaba tras
arduos años de riguroso estudio y experimentación. Una vez que el aprendiz lograba controlar el
fuego, el tiempo de los procesos y los procesos mismos en el reino vegetal, estaba listo para
acceder a los arcanos mayores, esto es, los mismos trabajos en el reino animal y mineral.
Sostenían que la potencia de los remedios era proporcional a cada naturaleza.

Los trabajos de los alquimistas se basaban en las naturalezas, por lo que a cada reino le
correspondía una meta: al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al
reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las
enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas
operaciones. Lo que cambiaba era la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y
fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo y que lo que
ofrecía era una multiplicación de sí mismo por inmersión de otras substancias semejantes en
fusión/disolución (según su naturaleza) con estas. De modo que se conseguía tanto la generación
como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos de esta ciencia,
aunque sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas
europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal.

La alquimia como disciplina espiritual y filosófica

Alegoría de la alquimia ubicada en el pilar de la entrada central de la catedral de Notre Dame de


París.2

Los alquimistas sostenían que la piedra filosofal amplificaba místicamente el conocimiento de


alquimia de quien la usaba tanto como fuera posible. Muchos aprendices y falsos alquimistas,
tenidos por auténticos alquimistas, gozaron de prestigio y apoyo durante siglos, aunque no por su
búsqueda de estas metas ni por la especulación mística y filosófica que se desprendía de su
literatura, sino por sus contribuciones mundanas a las industrias artesanales de la época: la
obtención de pólvora, el análisis y refinamiento de minerales, la metalurgia, la producción de tinta,
tintes, pinturas y cosméticos, el curtido del cuero, la fabricación de cerámica y cristal, la
preparación de extractos y licores, etc. La preparación del aqua vitae, el «agua de vida», era un
experimento bastante popular entre los alquimistas europeos.
Los alquimistas nunca tuvieron voluntad para separar los aspectos físicos de las interpretaciones
metafísicas de su arte. La falta de vocabulario común para procesos y conceptos químicos, así
como también la necesidad de secretismo, llevaba a los alquimistas a tomar prestados términos y
símbolos de la mitología bíblica y pagana, la astrología, la cábala y otros campos místicos y
esotéricos, de forma que incluso la receta química más simple terminaba pareciendo un obtuso
conjuro mágico. Más aún, los alquimistas buscaron en esos campos los marcos de referencia
teóricos en los que poder encajar su creciente colección de hechos experimentales inconexos.

A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos
metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados
físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones
espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea
universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero
hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces
alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta
gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba
alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según
este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras
alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a
otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder
descubrir su auténtico significado.

Alquimia y astrología

Artículo principal: Astrología y alquimia

La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos
casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo
griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en
la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del
sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un
determinado metal. En el hermetismo está relacionada tanto con la astrología como con la teúrgia.

La alquimia en la época científica

Alquimista, por Miguel Hernández Nájera.

De la alquimia occidental surge la ciencia moderna. Los alquimistas utilizaron muchas de las
herramientas que se usan hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y
podían estar en buen estado, especialmente durante la Alta Edad Media. Muchos intentos de
transmutación fallaban cuando los aprendices de alquimia elaboraban sin conocer compuestos
inestables, lo que se veía empeorado por las precarias condiciones de seguridad.

Hasta el siglo xvii, la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por
ejemplo, Isaac Newton dedicó mucho más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la
óptica o la física, por lo que es célebre. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son
Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne, Ramon Llull y Parmigianino.
El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia desencantados de su
nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la alquimia; tanto unos como otros
lograron progresos en varios campos de la naturaleza en el siglo xviii, con el que proporcionaron
un marco más preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina, libres del
hermetismo propio de la alquimia (pues la alquimia nunca se prodigó como ciencia de multitudes),
y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento basado en el racionalismo. A partir de
entonces, todo personaje que entroncaba con la alquimia o que «oscurecía» sus textos fue
despreciado por la naciente corriente científica moderna.

Tal es el caso, por ejemplo, del barón Carl Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad
del siglo xix, que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia, tales como la fuerza
ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.

La transmutación de la materia, disfrutó de un momento dulce en el siglo xx, cuando los físicos
lograron transformar átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin
embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos muy inestables, resistían menos de cinco
segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos
pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre
fusión fría en 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.

El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo xx por psicólogos y filósofos. Carl
Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado profundo del
trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos
han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento
Nueva era.

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