Teoria Alquimia
Teoria Alquimia
Teoria Alquimia
Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus
aspectos místicos, esotéricos y artísticos. La alquimia fue una de las principales precursoras de las
ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han
servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.
Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia
en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u
otros elementos) en oro. Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra
filosofal, con la que pretendía conseguir tanto la vida eterna como la transmutación de cualquier
metal en oro.
En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de
transmutar los metales. Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y
el ayuno.1
Índice
1 Visión general
2 Etimología
3 La alquimia en la historia
7 Véase también
8 Referencias
9 Bibliografía
10 Enlaces externos
Visión general
La alquimia como investigación de la naturaleza
La percepción popular y de los últimos siglos sobre los alquimistas, es que eran charlatanes que
intentaban convertir plomo en oro, y que empleaban la mayor parte de su tiempo elaborando
remedios milagrosos, venenos y pociones mágicas.
Fundaban su ciencia en que el universo estaba compuesto de cuatro elementos clásicos a los que
llamaban por el nombre vulgar de las sustancias que los representan, a saber: tierra, aire, fuego y
agua, y con ellos pretendían preparar un quinto elemento que contendría la potencia de los cuatro
en su máxima exaltación y equilibrio.
Para los alquimistas toda sustancia se componía de tres partes: mercurio, azufre y sal, siendo estos
los nombres vulgares que comúnmente se usaban para designar al espíritu, alma y cuerpo, estas
tres partes eran llamadas principios. Por manipulación de las sustancias y a través de diferentes
operaciones, separaban cada una de las tres partes que luego debían ser purificadas
individualmente, cada una de acuerdo al régimen de fuego que le es propicia, la sal con fuego de
fusión y el mercurio y el azufre con destilaciones recurrentes y suaves. Tras ser purificadas las tres
partes en una labor que solía conllevar mucho tiempo, y durante el cual debían vigilarse los
aspectos planetarios, las tres partes debían unirse para formar otra vez la sustancia inicial. Una vez
hecho todo esto la sustancia adquiría ciertos poderes.
Los trabajos de los alquimistas se basaban en las naturalezas, por lo que a cada reino le
correspondía una meta: al reino mineral la transmutación de metales vulgares en oro o plata, al
reino animal la creación de una «panacea», un remedio que supuestamente curaría todas las
enfermedades y prolongaría la vida indefinidamente. Todas ellas eran el resultado de las mismas
operaciones. Lo que cambiaba era la materia prima, la duración de los procesos y la vigilancia y
fuerza del fuego. Una meta intermedia era crear lo que se conocía como menstruo y que lo que
ofrecía era una multiplicación de sí mismo por inmersión de otras substancias semejantes en
fusión/disolución (según su naturaleza) con estas. De modo que se conseguía tanto la generación
como la regeneración de las substancias elementales. Estos no son los únicos usos de esta ciencia,
aunque sí son los más conocidos y mejor documentados. Desde la Edad Media, los alquimistas
europeos invirtieron mucho esfuerzo y dinero en la búsqueda de la piedra filosofal.
A partir de la Edad Media, algunos alquimistas empezaron a ver cada vez más estos aspectos
metafísicos como los auténticos cimientos de la alquimia y a las sustancias químicas, estados
físicos y procesos materiales como meras metáforas de entidades, estados y transformaciones
espirituales. De esta forma, tanto la transmutación de metales corrientes en oro como la panacea
universal simbolizaban la evolución desde un estado imperfecto, enfermo, corruptible y efímero
hacia un estado perfecto, sano, incorruptible y eterno; y la piedra filosofal representaba entonces
alguna clave mística que haría esta evolución posible. Aplicadas al propio alquimista, esta meta
gemela simbolizaba su evolución desde la ignorancia hasta la iluminación y la piedra representaba
alguna verdad o poder espiritual oculto que llevaría hasta esa meta. En los textos escritos según
este punto de vista, los crípticos símbolos alquímicos, diagramas e imaginería textual de las obras
alquímicas tardías contienen típicamente múltiples capas de significados, alegorías y referencias a
otras obras igualmente crípticas; y deben ser laboriosamente «descodificadas» para poder
descubrir su auténtico significado.
Alquimia y astrología
La alquimia en Occidente y otros lugares donde fue ampliamente practicada estaba (y en muchos
casos aún está) íntimamente relacionada y entrelazada con la astrología tradicional al estilo
griego-babilónico. En muchos sentidos fueron desarrolladas para complementarse una a la otra en
la búsqueda del conocimiento oculto. Tradicionalmente, cada uno de los siete cuerpos celestes del
sistema solar que conocían los antiguos estaba asociado, ejercía el dominio sobre, y gobernaba un
determinado metal. En el hermetismo está relacionada tanto con la astrología como con la teúrgia.
De la alquimia occidental surge la ciencia moderna. Los alquimistas utilizaron muchas de las
herramientas que se usan hoy. Estas herramientas eran a menudo fabricadas por ellos mismos y
podían estar en buen estado, especialmente durante la Alta Edad Media. Muchos intentos de
transmutación fallaban cuando los aprendices de alquimia elaboraban sin conocer compuestos
inestables, lo que se veía empeorado por las precarias condiciones de seguridad.
Hasta el siglo xvii, la alquimia fue en realidad considerada una ciencia seria en Europa: por
ejemplo, Isaac Newton dedicó mucho más tiempo y escritos al estudio de la alquimia que a la
óptica o la física, por lo que es célebre. Otros eminentes alquimistas del mundo occidental son
Roger Bacon, Santo Tomás de Aquino, Tycho Brahe, Thomas Browne, Ramon Llull y Parmigianino.
El nacimiento de la química moderna surgió con los aprendices de alquimia desencantados de su
nulo progreso alquímico y con los críticos resentidos de la alquimia; tanto unos como otros
lograron progresos en varios campos de la naturaleza en el siglo xviii, con el que proporcionaron
un marco más preciso y fiable para las elaboraciones industriales y la medicina, libres del
hermetismo propio de la alquimia (pues la alquimia nunca se prodigó como ciencia de multitudes),
y entrando en un nuevo diseño general de conocimiento basado en el racionalismo. A partir de
entonces, todo personaje que entroncaba con la alquimia o que «oscurecía» sus textos fue
despreciado por la naciente corriente científica moderna.
Tal es el caso, por ejemplo, del barón Carl Reichenbach, un conocido químico de la primera mitad
del siglo xix, que trabajó sobre conceptos parecidos a la antigua alquimia, tales como la fuerza
ódica, pero su trabajo no entró en la corriente dominante de la discusión científica.
La transmutación de la materia, disfrutó de un momento dulce en el siglo xx, cuando los físicos
lograron transformar átomos de plomo en átomos de oro mediante reacciones nucleares. Sin
embargo, los nuevos átomos de oro, al ser isótopos muy inestables, resistían menos de cinco
segundos antes de desintegrarse. Más recientemente, informes de transmutación de elementos
pesados —mediante electrólisis o cavitación sónica— fueron el origen de la controversia sobre
fusión fría en 1989. Ninguno de estos hallazgos ha podido ser aún reproducido con fiabilidad.
El simbolismo alquímico ha sido usado ocasionalmente en el siglo xx por psicólogos y filósofos. Carl
Jung revisó el simbolismo y teoría alquímicos y empezó a concebir el significado profundo del
trabajo alquimista como una senda espiritual. La filosofía, los símbolos y los métodos alquímicos
han gozado de un cierto renacimiento en contextos postmodernos tales como el movimiento
Nueva era.