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GUILLERMO PARRILLA SEVILLA

Fragmento de “El Beso de Judas”,


de Joan Fontcuberta

LOS PECES
DE ENOSHIMA
Comentario de texto por Guillermo Parrilla Sevilla
COMENTARIO DE TEXTO “LOS PECES DE ENOSHIMA”, DE JOAN FONTCUBERTA

Existe una leyenda antigua que data de la guerra entre troyanos y griegos. Este rela-
to narra la historia de una pareja de griegos, en la que el muchacho, joven de unos
19 años, debe partir para combatir. Vista la situación, su pareja decide hacer una
“fotografía” de él. ¿Cómo? Sencillo. Sitúa al chico frente una pared, pone una vela
ante él, y realiza un dibujo de su sombra en la misma pared, dejando constancia de
su presencia física, y dejándolo como recuerdo ante su pronta marcha a la guerra.

A mi entender, lo que Fontcuberta nos presenta con la realidad de los peces de


Enoshima no es otra cosa que esta forma de entender la relación referente/huella
(indexfoto) de la que nos habla esta leyenda. Entendemos la sombra del chico
como la huella de tinta de los peces, algo que se queda aún si no está, y personal-
mente, no creo que exista forma más bonita y poética de entender esta relación
sujeto-objeto.

En “El Acto Fotográfico”, Dubois nos habla de esta relación incluso más en profundi-
dad de cómo lo hace Fontcuberta. Dubois sigue la tónica de Barthes y nos habla de
la fotografía como huella únicamente en el momento en el que se realiza la toma
fotográfica, y no antes o después, ya que una vez tomada la imagen el soporte se
considera como otro posible referente que puede ser fotografiado, como un suje-
to además de objeto. Ésto se puede aplicar únicamente en el ámbito completa-
mente fotográfico ya que si, por poner un ejemplo, hablásemos de una rayografía,
una sombrografía o una cianotipia, éste significado quedaría renegado de las afir-
maciones anteriores, aún si siguiera existiendo ese atestiguamiento del referente
mediante la huella.

Cabe destacar que Fontcuberta es todo un maestro del engaño fotográfico, series
como la de “Sputnik” o “La Isla de los Vascos” le han hecho ganarse un reconocido
lugar en el mundo de la fotografía. Pero si algo caracteriza a Fontcuberta es que no
solo consigue engañar, sino convencer a los que vemos por primera vez sus trabajos
gracias al enorme trabajo de investigación que lleva a cabo, y de la aportación de
“verdaderos” objetos que dan fe de cualquiera que sea la mentira que nos quiere
colar.

Por poner un ejemplo, en su serie “Sputnik”, sobre la carrera espacial de la Unión


Soviética y Estados Unidos, realiza una serie de afirmaciones informativas y gráficas
sobre Ivan Istochnikov, tripulante de la nave, y Kloka, la perrita que le acompaña,
ambos personajes ficticios a los que Fontcuberta trae a la vida en una especie de
desenmascaramiento de las mentiras y verdades de un sistema totalitario. Pues bien,
en la sala de exposición de esta serie, muestra uno de los huesos que la perrita mor-
dió durante el viaje espacial, algo que para cuando te das cuenta de su engaño ya
te lo has creído por el simple hecho de ser documentado como “real”.

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GUILLERMO PARRILLA SEVILLA

De la serie “Sputnik”, de Joan Fontcuberta. 1997.


COMENTARIO DE TEXTO “LOS PECES DE ENOSHIMA”, DE JOAN FONTCUBERTA

“Beso frente al ayuntamiento de París”, de Doisneau. 1950.


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GUILLERMO PARRILLA SEVILLA

Con esto quiero decir que, aún siendo evidentes escenificaciones, una fotografía
puede pasar como huella directa de algo, y de hecho lo es, pero no de manera ve-
raz en lo referente a la línea discursiva. De aquí volvemos a enlazar en lo que Dubois
nos cuenta en sus reflexiones teóricas, concibiendo la fotografía como 3 conceptos
separadores en relación al concepto de “realidad”:

La fotografía como espejo de lo real.


La fotografía como transformación de lo real.
La fotografía como huella de lo real.

El primer concepto podría ser aplicado a la fotografía documental, la fo-


tografía de calle, o fotografía directa. El segundo se adapta más a lo que realiza
Fontcuberta, que transforma la realidad para conseguir engañarnos. Y por último,
el tercer concepto que surge de las reflexiones de otros teóricos como Barthes, D.
Roche, y Rosalind Krauss.

Existe un caso bastante llamativo de una fotografía de Doisneau, su famoso “Beso


frente al ayuntamiento de París”, en el que la fotografía se muestra como una fo-
tografía espontánea, pero que realmente se trata de una escenificación. Algo que
también podemos aplicar a la más que conocida “Muerte de un Miliciano”, de
Capa, o algunas de las fotografías también de la Guerra Civil de Agustí Centelles,
por no hablar del maravilloso retrato de la madre migrante de Dorothea Langue.
¿Por ello son fotografías de menor validez o rigurosidad? En mi opinión, no. Aún sien-
do éstas transformaciones de la realidad siguen siendo espejos de lo real. Hay algo
delante del objetivo (referente) que deja huella en un soporte (película).

También debemos tener en cuenta la fecha en la que Fontcuberta publica este


libro, en el año 97. La fotografía digital aún está comenzando a abrirse paso, y los
programas de edición digital tienen mucho camino por recorrer. De alguna manera
estamos hablando anacrónicamente de un texto en el que la realidad de la fo-
tografía era otra a la actual, pero que aún sirve para comprenderla teóricamente,
algo que sucede también con los escritos de otros autores, como Barthes, Sontag,
Dubois u Otto Steinert.

Por último me gustaría hacer referencia al primer gran engaño de la historia de


la fotografía. Debemos remontarnos a los inicios de la fotografía, en la segunda
mitad del S. XIX., cuando la lucha por la patente fotográfica se debatía entre
Talbot, Niepce, Daguerre y Bayard. Finalmente, la influencia notoria de Daguerre, le
valió el renombre de padre de la fotografía cuando presenta en la Academia de
las Ciencias de París su Daguerrotipo gracias a la ayuda de un contacto, el político
François Aragó. Éste daguerrotipo no era otra cosa que el fruto de los estudios de
Niepce. La única desventaja del Daguerrotipo fue la imposibilidad de crear copias
de las imágenes, de manera que Talbot, en Inglaterra, se puso a ello hasta que
consiguió los calotipos; copias en papel de fotografías que se podían reproducir.
COMENTARIO DE TEXTO “LOS PECES DE ENOSHIMA”, DE JOAN FONTCUBERTA

Irónicamente, meses antes, ya circulaban por las calles de París copias en papel
de una fotografía muy particular; un hombre ahogado; Hippolyte Bayard.

Sin duda, el gran olvidado de esta carrera fue Bayard, ya que su origen humilde
no le concedió jugosos contactos dentro de la academia. Su impotencia ante
la injusticia cometida, le llevó a “morir” en su fotografía escenificada, en cuyo
reverso se lee:

Este cadáver que ven ustedes es el del señor Bayard, inventor del procedimiento que
acaban ustedes de presenciar, o cuyos maravillosos resultados pronto presenciarán.
Según mis conocimientos, este ingenioso e infatigable investigador ha trabajado du-
rante unos tres años para perfeccionar su invención.

La academia, el Rey y todos aquellos que han visto sus imágenes, que él mismo con-
sideraba imperfectas, las han admirado como ustedes lo hacen en este momento.
Esto le ha supuesto un gran honor, pero no le rendido un céntimo. El gobierno que dio
demasiado al señor Daguerre, declaró que nada podía hacer por señor Bayard y el
desdichado decidió ahogarse.

¡Oh veleidad de los asuntos humanos! Artistas, académicos y periodistas le prestaron


atención durante mucho tiempo, pero ahora permanecen la morgue desde hace vari-
os días y nadie le ha reconocido ni reclamado. Damas y caballeros, mejor será que
pasen ustedes de largo por temor a ofender su sentido del olfato, pues, como pueden
observar, el rostro y las manos de caballero comienza descomponerse”

H.B. 18 de octubre de 1840.

Personalmente, pienso que la fotografía no es otra cosa que una forma de


creación artística, se mire como se mire. Toda fotografía tiene un sustento
teórico, la relación indexfoto es su mejor ejemplo. Pero si bien esta base teóri-
ca es necesaria para comprender y construir nuestra mirada fotográfica, no
hay mejor forma de dejar huella, que cogiendo una cámara y ahogarse en las
profundidades del basto mar que es el arte fotográfico.

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GUILLERMO PARRILLA SEVILLA

“Le Noyè”, de Hippolytte Bayard. 1840.

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