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La Literatura en Iquitos

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LA LITERATURA EN IQUITOS

LITERATURE IN IQUITOS
Ricardo Vírhuez1

SUMILLA: El presente trabajo es un repaso bibliográfico sobre los más destacados libros de
literatura publicados en torno a la ciudad de Iquitos, en Perú, que abarca desde los inicios
literarios a inicios del siglo XX, precisamente durante el auge del ciclo cauchero, hasta nuestros
días. Debido a que se priorizan los libros de creación de autores, hemos omitido los textos de
recopilación de tradiciones orales amazónicas. De este modo, esperamos que la literatura
amazónica – todavía aislada y poco conocida – se transforme en objeto de los estudios literarios
académicos, y sea incorporada en el corpus general de la literatura peruana.

PALABRAS CLAVE: Literatura amazónica; Iquitos; ciclo cauchero; selvismo.

RESUMO: Este trabalho revê os mais destacados livros de literatura publicados sobre a cidade
de Iquitos, no Peru, desde os primórdios do século XX, no auge do ciclo da borracha, até nossos
dias. Ao priorizar os livros de criação, omiti as compilações de tradições orais amazônicas.
Assim, espero que a literatura amazônica – ainda isolada e pouco conhecida — se transforme
em objeto dos estudos literários acadêmicos, e seja incorporada no corpus geral da literatura
peruana.

PALAVRAS-CHAVE: Literatura amazônica; Iquitos, ciclo da borracha; selvismo

La ciudad de Iquitos es una de las ciudades más jóvenes del Perú; sin embargo, ha tenido
un proceso de modernización y urbanización paralelo al de las demás ciudades del país,
principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX.
Por esta razón, no debemos extrañarnos que la primera novela urbana en el Perú sea
amazónica y tenga como escenario los barrios pobres de Iquitos: Días oscuros, de Francisco
Izquierdo Ríos, publicada en 1950 y expresión de la miseria en Belén, el barrio curiosamente
más turístico de la ciudad. O también que la primera revista infantil en el Perú sea amazónica,
Trocha, fundada por Francisco Izquierdo Ríos en 1942 y que acogiera a profesores y poetas que
querían expresar sus anhelos pedagógicos mediante la literatura.
Podemos añadir más muestras de desarrollo literario urbano paralelo con otras ciudades
del país. Lo que nos interesa es señalar que desde sus inicios la Amazonía, e Iquitos en particular,
ha vivido un proceso de desarrollo y de producción literaria bastante rico y complejo, y que por
múltiples razones no ha sido insertado en los estudios académicos y críticos. Esta aproximación
pretende ser una muestra de las publicaciones más importantes de la literatura desarrollada en
Iquitos y que han marcado las pautas de su producción contemporánea.

1
Instituto Pasacalle, Lima, Peru; https://orcid.org/0000-0001-9300-3806
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Rev. Bras. Lit. Comp. Niterói, v. 22, n. 39, pp. 168-177, jan. /abr. 2020
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Los inicios
En 1905 aparece uno de los libros pioneros de la literatura amazónica y que mejor
representa el ciclo del caucho (entre 1882 y 1912). Se trata de Apuntes de viaje en el oriente
peruano, de Jorge von Hassel, ingeniero alemán que vivió mucho tiempo recorriendo el Perú y
construyendo vías y puentes. Son cuentos realistas que abordan el conflicto de la explotación
cauchera sin la decadencia romántica de esos años. Por ejemplo, el cuento “Mashco playa”, que
narra el enfrentamiento entre un mashco y un cauchero, a manos desnudas, y la victoria del
mashco, ilustra el trágico final que tuvo el cauchero Fitzcarrald ahogado en el río.
Iquitos era una ciudad cosmopolita pero humilde, que fue creciendo de manera desigual
entre casas caucheras, palacetes de estilo europeo y grandes riquezas extranjeras, frente a
caseríos humildes que se levantaban alrededor de las calles principales. Antonio Raimondi, que
la visitó en 1868, escribió: “Iquitos, una miserable ranchería de indígenas pocos años ha, es
ahora una población con buenas y sólidas casas con almacenes surtidos de efectos y con
pobladores de distinta nacionalidad”. En ese contexto surge entre 1910 y 1919 una pugna
intelectual, periodística y literaria entre dos grupos culturales, la Cueva, formada por
intelectuales provenientes de distintas partes del Perú, y la Liga, integrada por amazónicos.
Ambos bandos defendían posiciones no solo distintas en lo político, sino también frente a la
explotación cauchera. Muchos intelectuales fueron perseguidos por denunciar los casos de
tortura y asesinatos, como el periodista Benjamín Saldaña Roca. Y el juez Rómulo Paredes, que
escribió el poema A Samarem en 1918, también tuvo que huir ante amenazas de muerte.
La producción literaria, intensa y breve, estuvo guiada por la pasión cauchera, las
denuncias públicas y los poemas sociales, como las Cocolichadas de Jorge Rúnciman y el
famoso Canto al Amazonas de Fabriciano Hernández. En 1918 Jenaro Herrera (Moyobamba
1861-1941) publica Leyendas y tradiciones de Loreto, un clásico de las letras amazónicas por
la elegancia de su estilo y la recopilación de leyendas mestizas y ribereñas.
Aunque editada en Guayaquil en 1928, César Augusto Velarde publica la que sería la
primera novela amazónica, Sacha-novela, escrita con posterioridad a la rebelión de Cervantes
de 1921 en Iquitos, que describe en la parte final del libro. Son las consecuencias del abandono
que sufre la ciudad, y los intentos de colonización de la selva, luego de la decadencia del ciclo
cauchero.

Los dorados años 40


Entre 1941 y 1942 aparece en Iquitos la revista educativa Trocha, dirigida por Francisco
Izquierdo Ríos, que reunió a interesantes literatos como Juan Ramírez Ríos, Ana Sifuentes,
Julio César de Pina y Peña, Marco Antonio Vértiz y Fernando Barcia, entre muchos otros. Se
trató de un grupo muy influyente en las letras amazónicas y nacionales, y su inclinación
pedagógica definió por aquella época el carácter didáctico de la literatura infantil. Es bueno
señalar que Trocha, durante el cuatricentenario del “descubrimiento” del río Amazonas (1942),
se adhiere a la presencia hispánica por encima de las culturas indígenas, pero hace un llamado
al conocimiento del pasado amazónico.
La celebración de este cuatricentenario origina también el surgimiento de numerosas
obras literarias en Iquitos. La más notable de ellas es Sangama (1942), de Arturo Hernández
(Sintico, 1903-1970). Novela de aventuras, de interrogantes sobre la identidad andino-
amazónica, introspección en la exuberancia y exotismo selváticos, y una trama apasionante, de
entre las mejores creadas en la Amazonía. Posteriormente, Hernández publicaría dos novelas
más, Selva trágica (1954) y Bubinzana (1960), y el libro Tangarana y otros cuentos (1969).

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César Lequerica (Iquitos, 1903-1970), por su parte, publicó Sachachorro (1942), un
muestrario de leyendas, crónicas y estampas costumbristas sobre el Iquitos que iba cambiando
a pasos agigantados. Arturo Burga Freitas (Iquitos, 1908-1975) publica Mal de gente en 1943,
una especie de novela rural, mestiza, donde se desenvuelve el castellano amazónico y la historia
queda anclada en el mundo regional; y poco antes, en 1939, había publicado Ayahuasca, libro
que recoge las tradiciones orales ribereñas. Finalmente, cerrando el ciclo narrativo de estos años,
Juan Ernesto Coriat publicó Un amargado (1946), con dominantes tintes regionalistas.

Los años 50
Los años 50 representan una etapa de ruptura para las letras amazónicas.
Primero Francisco Izquierdo Ríos, quien en 1950 publica la primera novela urbana en la
Amazonía y en el Perú, titulada Días oscuros. Si tenemos en cuenta que en esos años
eclosionaba lo más resaltante de la narrativa urbana peruana, comprenderemos mejor el
esfuerzo de Izquierdo Ríos. Miguel Gutiérrez, en su ensayo La generación del 50: un mundo
dividido (1988: 85) lo resume así:

…entre 1953 y 1955 publicaron Nahuín (Eleodoro Vargas Vicuña), Náufragos y


sobrevivientes (Sebastián Salazar Bondy), La Batalla y Los Ingar (Zavaleta), Los
gallinazos sin plumas (Ribeyro), Lima, hora cero (Congrains) y El avaro (Loayza), todos
libros de cuentos y relatos; y entre 1958 y 1965, las novelas No una, sino muchas muertes
(Congrains), Crónica de San Gabriel (Ribeyro), La ciudad y los perros (Vargas Llosa),
Los geniecillos dominicales (Ribeyro), Una piel de serpiente (Loayza) y En octubre no
hay milagros (Reynoso).

No se trata solo del tema urbano de estas grandes obras, sino también del uso de nuevos
recursos, del desarrollo del personaje y de su subconsciente, y de un rompimiento frontal con
el regionalismo. En Días oscuros de Izquierdo Ríos el escenario es la ciudad de Iquitos, la
pobreza, la búsqueda de la salud que parece ser la misma búsqueda de la existencia, el
enfrentamiento con personajes anclados en el pasado, y una atmósfera de realismo psicológico
novedoso. Adicionalmente, Izquierdo Ríos publica en 1952 la novela En la tierra de los árboles,
y en 1957, Gregorillo. Pero Izquierdo, fiel a la tierra, regresa a sus narraciones de corte regional
y costumbrista, como en su inicial Ande y selva (1939), y retoma sus hallazgos en narrativa
urbana de Iquitos con su libro Belén (1971).
En 1957, Germán Lequerica (Iquitos, 1932-2000) publica su mejor poemario, La
búsqueda del alba, con el cual da fin a la poesía romántica y modernista que había caracterizado
a las letras amazónicas. Poco antes, en 1952, había publicado Selva lírica, hermoso libro con
poemarios de tres autores, en el que confluyen las voces de la época, pero inquietas, anunciando
el cambio. En La búsqueda del alba asistimos a la dura batalla que animaba a los escritores en
Lima, entre poetas puros y poetas comprometidos. Lequerica, comunista militante, desarrolla
una poesía cercana a la lírica anglosajona sin abandonar del todo el ritmo hispánico, pero
inaugurando una voz nueva, una emoción honesta frente al puro ritmo retórico de la poesía
hispánica. Su poesía apuesta por los humildes, y lo hace con una profundidad y belleza nunca
antes vista en las letras de la Amazonía. Por ello, con La búsqueda del alba inaugura la moderna
poesía amazónica, que pronto se abriría a aires más contemporáneos y abandonaría por fin la
retórica modernista.
De otro lado, en 1958 se publica en Madrid el libro Cuentos amazónicos, de Humberto
del Águila Arriaga (Moyobamba, 1893-1970), amigo de José Carlos Mariátegui, periodista de
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fina pluma y quien fuera, probablemente, el primero a quien llamaran “Charapa” en Lima. Se
trata de cuentos escritos con el placer de narrar, ambientados en el interior de la selva, con
lenguaje elegante y colorido. Sin duda, uno de los más importantes libros de cuentos de la
Amazonía en su etapa de autodescubrimiento, plena de sorpresas y anécdotas. Sin embargo, es
bueno destacar que varios de estos cuentos fueron publicados en los años 20 en el diario El
Oriente, de Iquitos, conforme a las pesquisas del estudioso Manuel Marticorena. Como vemos,
mediante Humberto del Águila, que fundó con Mariátegui y César Falcón el diario La Razón,
en Lima, la Amazonía estuvo presente en los avatares culturales de nuestro país, incluyendo a
autores limeños que escribían sobre la selva, como Manuel Beingolea y sus Cuentos pretéritos
(1933), Fernando Romero y sus Doce novelas de la selva (1934) y Ventura García Calderón
(que en realidad nació en París) y La venganza del cóndor (1923), para citar solo a unos cuantos
que mantenían presente a la selva en el imaginario literario peruano.

La década del 60
La década del 60 tiene una particular importancia para la literatura amazónica. En 1963
se funda el grupo Bubinzana (en homenaje a la novela Bubinzana de Arturo Hernández,
publicada en 1960), formado por buenos lectores como Jaime Vásquez Izquierdo, Javier Dávila,
Róger Rumrrill, Teddy Bendayán y Manuel Túnjar. Solo los cuatro primeros lograron publicar
libros; Túnjar, ninguno. Se trata de un grupo de intelectuales que tenían ideas poco claras sobre
la literatura y muchas buenas intenciones sobre actividades culturales. Su Manifiesto literario
resulta interesante por su ingenuidad, y anacrónico porque no asumieron la literatura como un
proceso regional o nacional, en plena construcción; no incluyeron en su proyecto al indígena
amazónico ni a las múltiples lenguas en el proceso verbal literario, y no comprendieron tampoco
el decisivo aporte de modernización poética de Germán Lequerica en la década anterior. Fueron
incendiarios que desconocieron los esfuerzos creativos de décadas anteriores. Bubinzana como
grupo literario no tuvo mucha importancia (no hicieron lo que en su manifiesto afirmaron que
“se debería hacer”), pero sus integrantes siguieron desarrollando en años posteriores una intensa
actividad periodística y literaria de modo personal, en las aulas universitarias o en Lima y el
extranjero.
Pero ha sido Jaime Vásquez Izquierdo (Iquitos, 1935-2008) el que desarrolló una
impresionante novelística que sepultó los esfuerzos narrativos de sus antecesores y
contemporáneos, y posee no solo el mayor logro literario en este campo, con novelas como Río
Putumayo (1996), Cordero de dios (1989 y 1991, trilogía cuyo último tomo aún permanece
inédito), Meditaciones del hambriento (1993), Kontinente Negro (1998), La guerra del sarjento
Ballesteros (2006), Hashkivenu avinu (2008, póstumo), sino también por lo menos media
docena de novelas, poemarios y cuentarios inéditos. Cordero de dios, en sus tres tomos, narra
el surgimiento y desarrollo de Iquitos y sus contradicciones urbanas desde la mirada sensible
de un niño judío, cuya vida enfermiza lo hará caer fácilmente en las trampas del amor, los
médicos y las difíciles amistades.
En esta década de 1960 también surge un poeta importante y sin embargo olvidado, Pedro
Gori (Iquitos 1934), autor del hermoso poemario En la lejanía más honda (1964), que confronta
con serenidad la lucha contra la poesía modernista y nos acerca a una lírica más limpia,
apasionada y honesta. Un poco antes, en 1961, había publicado Poesía de emergencia.
Y no puedo dejar de mencionar el hermoso y breve poemario No a la posada lleva este
camino (1969), de Igor Calvo, poeta nacido en Iquitos que al parecer no volvió a publicar más
libros.

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Los 80
Los años 80 son una década interesante. En 1981 aparece Cuentos y algo más, de uno de
los buenos narradores nacidos en Iquitos, Arnaldo Panaifo Texeira (1948-2005), y en 1982, El
pescador de sueños. Luego siguieron El ocaso de Ulderico el multiforme, Julia Zumba la
nodriza reina, El parpadeo insomne, etc.; hasta su obra póstuma Palabras para el shamán y
Cushuri (2006). La obra de Panaifo es una muestra de poesía y narrativa rebelde, apasionada,
iconoclasta. Su pensamiento fue igualmente anticlerical, y lo expuso en su pequeña revista Los
shamiros decidores, cada mes.
Aunque nacido en Lima (1940-2000), el poeta César Calvo Soriano publicó una de las
novelas clave para la Amazonía peruana, Las tres mitades de Ino Moxo (1981). El ayahuasca
no solo es el vehículo sino también el objeto social de un vuelo intenso, lírico narrativo, donde
explora los caminos de la historia (el genocidio cauchero, por ejemplo), las rutas del mundo
indígena contadas desde una visión mestiza y la confrontación con Occidente mediante
esquemas y recursos poéticos contemporáneos (acumulación de imágenes, contradicción,
monólogo interior, etc.). La tercera orilla como manifiesto de las múltiples partes de la sociedad,
o mejor, como la conciencia de que la “relación” es lo único que dinamiza la existencia de las
partes. La ciudad de Iquitos aparece como fondo de la memoria tanto como la selva misma, y
en ellas es la Historia la que surge implacable, conminatoria.
Julio Nelson (Iquitos, 1943) publicó en 1982 el hermoso poemario Caminos de la
montaña, libro donde la poesía china, el elegante aliento de Saint John Perse o, a veces, cierto
conceptismo se dan la mano para mostrarnos una obra original y única para nuestra Amazonía.
Su segundo poemario, El otro universo (1994), de lenguaje depurado y preciso, solo confirmó
la maestría de Julio Nelson en una poética muy personal, sumergida en anhelos populares. En
1998 publicó su único libro de cuentos La tierra del sol, que es la emoción de un amazónico
por el mundo andino. Augusto Roa Bastos dice de este libro:

A mí me alcanzó muy particularmente el suyo, por su lirismo y fuerza vital. Su cuento


“La agencia de ómnibus” enriquece esa cultura tan bella y peculiar que es la cultura
andina, ya que además de los dones que he anotado, está dotado de suma modernidad
en su elaboración.

Germán Lequerica, reconocido poeta iquiteño a quien ya nos hemos referido, publica en
1984 el libro de cuentos Ese maldito viento, extraordinario trabajo narrativo, de entre los
mejores escritos en esta parte de nuestro país. Sus historias son construcciones redondas, con
uso de técnicas diversificadas, monólogo interior en forma dominante, lenguaje popular
debidamente poetizado y finales sorpresivos.
Orlando Casanova (Iquitos, 1943-1997) se desenvolvió principalmente como escritor de
libros infantiles y es reconocido actualmente, con todo derecho, como el máximo exponente de
la literatura infantil loretana. Sus cuentos cargados de alegría y ternura parten desde El niño y
el chichirichi (1981), La oruga que quería vivir (1985) hasta El viaje de la vida (1986, escrito
a dos manos con Germán Lequerica), El pescador embrujado, etc. Casanova era profesor, y por
ello sus cuentos buscan enseñar, formar, mostrar caminos, pero sin perder su valor literario ni
la magia de sus historias donde niños y animales del bosque se ayudan mutuamente.
Nacido en el caserío de Chimbote (río Amazonas) en 1955, César Arias Ochoa es un buen
poeta que desde su primer libro, Neblinas (1982), supo domar el lirismo del verso breve e
intenso, que alargó en La casa sin puerta (1983), título que se convirtió en la mejor metáfora
para mostrar el saqueo de la Amazonía, la explotación de sus habitantes y la destrucción de una
de las regiones más hermosas del mundo.
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Juan Saavedra Andaluz (Iquitos, 1940) es uno de los escritores más urbanos de la
Amazonía, con una extraordinaria capacidad para el humor y el alegre juego de palabras. Entre
sus libros más importantes destacamos Los hombres astados (1986) y La muerte de Medel
Mendiola (1988), en los que mezcla la narración de prosa directa con situaciones fantásticas, a
veces humorísticas y otras rompiendo la estructura tradicional del cuento, hasta culminar como
relatos abiertos y anécdotas pintorescas.
Sui Yun, seudónimo de Katty Wong (Iquitos, 1955) publicó el poemario Rosa fálica
(1983) y Soy un animal con el misterio de un ángel (2000). Tiene poemas sueltos en revistas y
plaquetas. Su poesía es feminista en tanto externaliza el yo femenino, sin ataduras patriarcales,
principalmente mediante el erotismo. Su manejo del ritmo es sorprendente, algo que solo
notamos en Lequerica y Nelson, y la brevedad de su versificación la hace intensa, clara, de frase
límpida.

Los rebeldes años 90


Luis Urresti Pereira (Iquitos, 1964) publica en 1989 su primer poemario, Arquitectura y
piedra, y en 1991 su segundo libro, Espacio para conspirar. Un aliento social atraviesa las
palabras de Urresti, incluso en los poemas más íntimos, dando la voz de alarma a una década
intensa. A veces son expresiones conminatorias, como “Miramos desde el portal”:
Ambos miramos desde el portal
y descubrimos la vida a migajitas
la misma bodega discretamente
abarrotada y huidiza
La misma calle y sus desagües
cloacas repletas de ratas
El mismo bar emanando olor a muerte
sabor a vida
La misma tarde enmudecida
cubierta de tules
caminando debajo del portal
Aun así partimos desde la tarde
llegamos hasta la tarde
nos posamos debajo del portal
y vemos pasar la vida lamentándose
la muerte cantando.

En 1993 Martín Reátegui Bartra (Iquitos 1960) publica su primer libro de cuentos, La
mesa ensangrentada, al que seguirían El idioma del fuego (2007), Tres cuentos amazónicos
(1990) y De cárcel, guerras y burdeles (2011). Pese a que ha publicado también el ensayo Wika
Ritama, la lucha de los cocamas del Bajo Nanay (2002) y posee una formidable vocación y
conocimientos sobre historia amazónica, son sus narraciones las que resultan interesantes
porque se trata de la primera vez que se ficciona sobre la guerra interna en la selva baja. Con
humor, irreverencia y compromiso político, Martín Reátegui nos cuenta historias de guerra, de
personajes encarcelados y, con bastante ironía, sobre los seres fantásticos que la creatividad
popular ha instaurado en el imaginario colectivo. Cuentos de ternura y denuncia social como
“La embarcada” son construcciones narrativas perfectas, de entre lo mejor de la cuentística
loretana. Su libro “Shunto” (2016) reúne sus principales narraciones y representa uno de los
más intensos y hermosos libros de cuentos publicados en la Amazonía.
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En 1990 el poeta Carlos Fuller (Puerto Maldonado, 1951), afincado durante muchos años
en Iquitos, publica su hasta ahora único libro, Acuarelas de la tarde. Poesía intensamente lírica,
con un lenguaje despojado de retórica y metáforas, con imágenes claras y una contenida
emoción de ternura, que según Luis Hernán Ramírez posee “una capacidad lírica para
impactarse de impresiones visuales y paisajistas”.
Armando Almeida Nacimento (Orán, 1962) nos sorprende con Composición del tiempo
(1992), un poemario escrito con palabras sencillas, contenido lirismo y un espíritu popular que
todo lo atraviesa. Se trata de una forma expresiva que ya advertíamos en César Arias y Luis
Urresti, y que en Almeida se manifiesta entero, renuncia a toda retórica y expresa lo
mínimamente necesario. La dedicatoria como poema breve es la mejor muestra:

A Isaac Palermo (Shaquito)


que nunca podrá leer un poema
pero su remo y canoa surcan
este libro por medio río.

Una continuidad de esta tendencia expresiva, cargada de ternura y denuncia, la notamos


en su segundo poemario, La huimba (2006).
Magín Barcia Boria publica una novela increíble, Oro verde (1995), en la que asistimos
al resurgimiento de la novela de aventuras, inaugurada por Sangama de Arturo Hernández. El
libro está construido a partir de los elementos básicos de la narrativa de aventuras: un personaje
principal (un ingeniero, descendiente de caucheros, álter ego del autor) que debe enfrentar y
soportar las zozobras debidas para cumplir con su objetivo. Para ello, el personaje posee
cualidades especiales, domina las artes marciales, dispara armas de fuego con sorprendente
puntería y además tiene éxitos con las mujeres. Y sus logros son justicieros, enrumbados hacia
la verdad y la equidad. El ambiente de la novela es variado, desde los desiertos costeños hasta
centrar la aventura en Iquitos y luego los ríos, la selva, el paisaje como un telón exótico y
colorido. Se trata de una narrativa ágil, de lenguaje dinámico y un discurso que se desarrolla
sin ambigüedades.
Un narrador que merece no solo mucha atención sino toda nuestra admiración es Walter
Meza Valera (Balsapuerto, 1940), que en 1994 publicó su primera novela De Lima la ilusión,
a la que siguieron La inocencia del grillo cantor (2000), Cuando amar sí es un delito (2003) y
Para que no te coma el otorongo (2009). De este último libro precisamente destaca su novela
breve o cuento largo “¡Aaaaaguaaaa!”, en la que retrata una situación futurista: la ciudad de
Iquitos sin agua, sin una sola gota de lluvia, sin río, con un calor insoportable y las mil formas
para soportar la sequía más terrible. Su lenguaje es vigoroso y sus imágenes directas, con un
regionalismo lexical moderado, dotando a sus personajes de imaginación y valor para enfrentar
las adversidades, y también de la miseria que cubre los oportunismos ante la desgracia ajena.
En 1997 el poeta Wilder Rojas (Iquitos, 1965) nos regaló una breve sorpresa con su
poemario Caballero de bosque, hermoso título al que luego sumaría Avenida amarilla (2007).
Entre la poesía lúdica que quiere mirar el mundo desde la lejana infancia o los recuerdos de un
Iquitos transformado, el poeta construye imágenes atractivas, plenas de sentimiento, en
formatos de versos breves, en cascada, como una acumulación cortada por el suspiro, el
parpadeo, la frase exacta.
Eleazar Huansi Pino (Contamana 1960), por su parte, publicó en 1998 su exitoso libro
Cuentos del río, que tiene numerosas ediciones y que se ha difundido principalmente entre el
público infantil y escolar de Iquitos. A este libro primigenio, pleno de aventuras donde
intervienen animales y niños, conciliando el cuento y la fábula, le siguieron Cuentos de
amanecer (1996) y el poemario Lluvias de verano (1996), entre otros libros.
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Yulino Dávila (Iquitos, 1952) publicó en 1995 El tratante, deslumbrante poemario pleno
de ejercicios expresivos, experimentos verbales y sintácticos, una suma de expresionismo
moderno. Fusión seguido de Diapasón de lo inverosímil de la carne (2010) y Tálamo y
escalpelo (2013) son sus últimos poemarios.
José Carlos Rodríguez Nájar (Iquitos, 1945) es autor de un libro donde ha reunido buena
parte de su poesía, Quintesencia (1996), reelaboración propia de su arte poética y mucho más
cercano a la versificación y aliento anglosajones, como en “Marome símbolo”:

Yo seré la luz que portará tu sombra hasta la muerte


y tú serás, por último, la divina palabra de mi canto.

Junto a Yulino Dávila y Julio Nelson, uno de los más líricos, intensos y modernos poetas
de Iquitos.

El siglo XXI

El nuevo siglo nos ha traído buenas novedades. Armando Ayarza (Iquitos, 1960) publicó
el poemario Crónica del río de las Amazonas (2000), que tiene exitosos antecedentes como
Ítaca (1983) de Jorge Eslava, por el uso del español arcaico para poetizar una época. Ayarza
poetiza el “descubrimiento” del Amazonas partiendo de la visión alucinada del cura Gaspar de
Carvajal y el viaje de Orellana. Ha publicado, además, Voces del Yacuruna (2007), continuando
con la poetización histórica de la Amazonía con personajes populares como voceros, y La
canción de los amantes (2007), poesía amorosa y celebratoria. Pero Armando Ayarza es,
además, crítico literario y tiene numerosos estudios sobre períodos literarios en la Amazonía,
aún inéditos, y sobre títulos específicos y ensayos pedagógicos.
Manuel Marticorena (Arma, 1949), por su parte, es el mayor investigador de la literatura
amazónica desde hace muchos años. Ha publicado poemarios como Viento del olvido (1998),
Encuentros y desencuentros (2010), Evocaciones 1 (2011), voces de la memoria y líricos, a
veces de largo aliento y otras de ritmo breve y sosegado. Su único libro de cuentos es Otro día
me toca a mí (2013), de brillante factura, y entre sus ensayos tenemos El castellano amazónico
del Perú (2010), importantísimo libro para cualquier estudioso del habla regional; Ciro Alegría
y la Amazonía peruana (2009), y su libro imprescindible, De Shamiro decidores, proceso de la
literatura amazónica peruana (de 1542 a 2009), publicado en 2009, formidable resultado de
décadas de investigación, acopio bibliográfico y estudio minucioso.
El 2005 Werner Bartra (Moyobamba, 1970) publica su novela El patio de los pasos
invisibles, una de las obras mejor construidas por su buen desarrollo de la historia y el uso de
recursos dosificados. Una historia de amor que es al mismo tiempo historia de remembranzas,
conflictos sociales y eventos fantásticos.
Asimismo, en 2006 Cayo Vásquez publica su agitada y polémica novela Hostal Amor,
cuyo punto de partida es el estilo testimonial de prostitutas, policías, homosexuales, traficantes,
agentes extranjeros, ancianos, etc., cobijados en hostales de mala muerte y todos, sin excepción,
con historias sublevantes, pero llenos de alegría de vivir pese a la pobreza. Libro que ha sido
calificado por Oswaldo Reynoso como “la novela” de Iquitos.
El día que se hizo noche (2006) es un magnífico libro de cuentos de Edgardo Pezo Pérez,
quien construye un lenguaje limpio y perfecto para narrar incluso las peripecias más cotidianas.
Entre la redondez de sus historias y la expresión medida, el arte literario de Edgardo Pezo es

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una buena propuesta de modernidad dentro de la selva, como las historias de amores quebrados,
mujeres aquejadas por la memoria amenazante y la búsqueda del hijo muerto, más distante
incluso por lejanías fronterizas.
Otro de los importantes narradores surgidos en Iquitos es Julio Oliveira Valles, autor de
Treinta días perdido en la selva (2002), Entre ríos y bosques (2004), Travesía insólita (2007)
y El indomable curaca (2009), entre otros títulos. Su narrativa posee un colorido impresionante,
pero lo que más nos sorprende es su profundo conocimiento de la selva. Probablemente no
exista en la Amazonía un escritor que conozca tan profundamente los detalles y vericuetos de
la selva como Julio Oliveira, lo que plasma en sus cuentos y novelas con mucho humor, perfecta
construcción de las historias y defensa de los hábitats naturales y de los pueblos indígenas. Y
se da el lujo, incluso, de ser crítico con el machismo loretano, como en el cuento “El cazador
cazado” (del libro Travesía insólita), en que el profesor visitante que anhela tener sexo con
todas las mujeres del pueblo, al final debe huir ante el acoso repentino de las mismas mujeres
que lo visitan y suben por el techo de su casa para tenerlo primero.
Juan Andrés Sicchar Vílchez (Iquitos, 1977) publicó el poemario Plegaria de los
convencidos (2006), una muestra de la nueva y vigorosa poesía joven de Iquitos, de verso libre
y acumulativo, donde se funden ironía, denuncia, grito y rebeldía, que el profesor Manuel
Marticorena califica como “neobeatnick”. Una poesía que se desnuda a sí misma para
confrontarse con la sociedad minusválida, corrupta; un alegato, que también es un llamado de
atención, y que no busca regodearse con la frase perfecta ni la imagen feliz. Es, en esencia,
poesía viva. Su vitalismo es su manera de existir y de ser.

Palabras finales
Lo primero que se me ocurre decir es que se trata de un panorama incompleto sobre la
literatura de Iquitos. Existe mucha más literatura que he debido obviar, olvidar, desconocer, y
libros que me producen interrogantes y autores en quienes me hubiese gustado detenerme. No
he dicho una palabra sobre las tradiciones orales de los pueblos originarios ni ribereñas, por
ejemplo, que se reproducen en Iquitos y se mezclan con versiones mestizas en Belén, Nanay o
Masusa. Hablar, por ejemplo, de la obra de Teddy Bendayán, defensor de una literatura
comprometida; o de Erwin Rengifo, cuyos cuentos para niños son extraordinarios; así como los
primeros cantos para niños de Daphne Viena; o la promesa poética de Karen Morote, que ya no
tuvo continuidad, o el largo aliento poético de Fernando Fonseca, excelente amigo y poeta
campesino a quien la extensa versificación, de corte narrativo como himnos, le brota por los
poros. Y no olvidar la poesía concentrada de Remigio Reátegui Borges. O referirme a la poesía
cargada de ternura de Pedro del Castillo Bardález, médico y poeta que compartiera el dolor
humano en los hospitales de Iquitos, o la locura verbal, poética y narrativa, de Álvaro Ique
Ramírez, o los esfuerzos culturales, que incluyen poesía, canciones y cuentos, del musicólogo
Luis Salazar Orsi. O referirme a las harto conocidas novelas de Mario Vargas Llosa
ambientadas en Iquitos, como La Casa Verde y Pantaleón y las visitadoras. En fin, la lista es
larga y depende de la memoria.
No existe una producción literaria “nacional” que no sea al mismo tiempo “regional”. Es
decir, las literaturas locales muestran el proceso (adelantado, paralelo o retrasado) de lo que se
publica en la capital, que es al fin y al cabo, sobre todo en los últimos años, termómetro de la
vida cultural nacional. Pero no siempre fue así. A inicios del siglo XX el Sur creó el
vanguardismo peruano y demostró el gran atraso cultural de Lima. La Amazonía, e Iquitos en
particular, bien puede liberarse de las ataduras centralistas y afirmarse en su propio proceso,
reconocer el rico legado de los que nos antecedieron, y saber que los que vienen lo harán mejor
que nosotros.
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REFERÊNCIAS

RÍOS, Francisco Izquierdo. Días oscuros. S.L. : Ediciones Trilce, 1950.


HASSEL, Jorge von. Apuntes de viaje en el oriente peruano. Lima: Imprenta y Libreria de
San Pedro, 1905. Disponível em: https://www.academia.edu/26253990/Apuntes_de_viaje_
en_el_Oriente_peruano_de_Jorge_von_Hassel?auto=download

Ricardo Vírhuez nació en Lima en 1964. A los 17 años obtuvo sus dos primeros premios
nacionales de literatura, el de cuento ‘José María Arguedas’, y el de ensayo ‘José Joaquín
Inclán’. Estudió Lingüística y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos. En 2005 participó invitado al I Encuentro de Narradores Peruanos realizado en Madrid,
España. Ha publicado más de 40 libros, entre los que destacan las sagas de Nina y de Rumi, las
novelas infantiles "Ojitos el osito valiente" (2012) y "Tanith y la casita de los pájaros" (2012),
los ensayos "Letras indígenas en la Amazonía peruana" (1993), "Marca: historias y tradiciones"
(2003) y "Voces de la selva" (2013); el poemario "Voces" (1998), los cuentos de "El olor del
agua" (2000) y las novelas "El Periodista" (1996), "Volver a Marca" (2001), "El dios Araña"
(2010), "El campeón de marinera" (2011), "Las guerras secretas" (2012), "Las trampas del
Chusalongo" (2014), "Después del verano" (2017) y el libro "Seres Fantásticos del Perú" (2014),
entre otros títulos. El año 2004 fundó el Instituto Pasacalle, con el cual desarrolló los sellos
editoriales Pasacalle, Dunduri y Maloca Libros, así como la Revista Peruana de Literatura, el
Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas, el Congreso Latinoamericano de Tradición
Oral y la Jornada de Literaturas Andinas, en Perú. Ha sido declarado Hijo Predilecto por la
municipalidad distrital de Marca, y Huésped Ilustre por las municipalidades provinciales de
Abancay, Huánuco, Huamanga y Lamas, y ha recibido la Medalla del Dios Guari de Chavín, la
máxima distinción cultural de la región Áncash. Fundó el Instituto Pasacalle, con el cual
desarrolló los sellos editoriales Pasacalle, Dunduri y Maloca Libros, así como la Revista
Peruana de Literatura, el Coloquio Internacional de Literaturas Amazónicas, el Congreso
Latinoamericano de Tradición Oral y la Jornada de Literaturas Andinas, en Perú. Iquitos, Peru.

Submetido em 03/11/2019
Aceito em 20/12/2019

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