Pensarlaeducacion PDF
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compromiso y la espera / Inés Dussel ... [et al.] ; compilado por Inés
Dussel ; Patricia Ferrante ; Darío Pulfer. - 1a ed . - Ciudad Autónoma
de Buenos Aires : UNIPE: Editorial Universitaria, 2020.
Libro digital, PDF - (Políticas educativas ; 6)
Edición y corrección
Juan Manuel Bordón, María Teresa D’Meza Pérez y Julián Mónaco
Diseño
Natalia Ciucci
ISBN: 978-987-3805-51-6
La escuela frente a la pandemia.
Entre la defensa de lo común
y la búsqueda de alternativas1
Nicolás Arata
1.
América Latina atraviesa un momento inédito marcado por el agravamiento
de las desigualdades que ya sufrían grandes sectores sociales antes de la irrup-
ción de la pandemia. Frente a la complejidad y la incertidumbre que plantea el
presente histórico, el Estado y la sociedad deben establecer un nuevo contra-
to social para reposicionar el lugar de la escuela como espacio que potencia y
construye tramas educativas, promoviendo otros modos de estar en común y
enfatizando que nadie está de más; sosteniendo una inclaudicable defensa de lo
público y garantizando la igualdad de los cuidados como condición indispensa-
ble para la vida en democracia. En tiempos de intolerancias crecientes, la escuela
debe postularse como el lugar donde se sensibiliza y piensa en torno al bien co-
mún en cuanto espacio destinado a despertar un interés por el mundo a través
de su descubrimiento e interpretación.
2.
Aun a riesgo de caer en una simplificación excesiva, alcanzo a identificar tres
grandes narrativas que se han desarrollado en torno a la crisis desatada por
la pandemia. Las que han colocado el énfasis en las respuestas tecnocráticas
(delegando la gestión de la crisis en dispositivos tecnológicos orientados a la
videovigilancia o el reconocimiento facial, confiando en que controlar el com-
portamiento de los ciudadanos resolverá per se la crisis); las que abrazaron una
postura neomalthusiana (asumiendo que la población-rebaño contraerá el vi-
rus, que necesariamente se perderán vidas, pero que quienes sobrevivan saldrán
fortalecidos e inmunizados) y las que enfocaron la epidemia como un problema
1. Estas reflexiones tienen lugar cuando todavía no se produjo el regreso a las aulas
en ningún punto de la República Argentina pero cuando ya se anunciaron medidas y
se establecieron protocolos que organizarán el retorno a las clases presenciales. Son
ideas pensadas en la coyuntura, que buscan hacer puente con otras lecturas y aspira-
ciones de más largo aliento. Parten de un reconocimiento a la multiplicidad de esfuer-
zos e iniciativas que cientos de miles de maestros y maestras, profesores y profesoras,
dirigentes gremiales y movimientos sociales, así como los equipos del Ministerio de
Educación Nacional y los ministerios provinciales desarrollan, cada uno con sus im-
prontas y estilos.
64 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
3.
El curso y los efectos de estas narrativas son, en algunos casos, dolorosamente
palpables: los líderes políticos que subestimaron el virus han pagado con una
infinidad de vidas el precio de su soberbia (los casos más resonantes: Inglaterra,
Brasil y Bolivia). Otras generan interrogantes que no pueden responderse de
manera sencilla: la instalación de un tipo de gubernamentalidad algorítmica
mediante la geolocalización obligatoria o los pasaportes de inmunidad, ¿qué
efectos tendrán sobre derechos tan elementales como la privacidad o la movi-
lidad humanas? ¿Qué sucederá cuando estas iniciativas desembarquen en los
ámbitos educativos (como el programa Respondus de reconocimiento facial
incorporado por la Universidad Nacional de Córdoba para controlar la iden-
tidad de estudiantes que rinden exámenes a distancia)? ¿Y después, qué? ¿A
qué distancia estamos de comprar enlatados a empresas multinacionales? ¿De
orientar las propuestas formativas en sintonía con los intereses de los centros
del poder y de espaldas a las necesidades locales y comunitarias, nacionales
y regionales? Un programa así solo comporta una cuestión: abdicar sobera-
nía. Con las excepciones del caso, Argentina no camina ya por esa senda, que
transitó durante los cuatro años del gobierno de Cambiemos y que sintetizo
en tres metáforas importantes de recordar: cuando desde la cúspide el Estado
hablaban con falsa aflicción de «caer en la escuela pública», o con sonrisa bur-
lesca afirmaban que «nadie que nace en la pobreza hoy llega a la universidad»,
o, haciendo gala de una memoria histórica que estremece por la banal reivin-
dicación de una de las peores atrocidades cometidas por el Estado, se decía
que «esta es la nueva Campaña del Desierto, pero no con la espada sino con la
educación». Las expresiones fueron pronunciadas por el presidente Macri, la
gobernadora de la Provincia de Buenos Aires Vidal y el Ministro de Educación
Bullrich, y cifran toda una concepción de la educación, la escuela y la cultura.
Ni más, ni menos.
4.
El caso del actual Estado argentino es sin dudas una experiencia que se inscri-
be en la narrativa político-sanitaria. El Gobierno sentó posición frente a la falsa
disyuntiva entre la preservación de la sociedad o de la economía, anteponiendo
la vida y la salud colectiva a cualquier otro factor. Ello, sin desentenderse de
las responsabilidades que como Estado debe asumir en el marco de una crisis
de alcances inéditos. Y subrayo esto: «inéditos», porque no hay conocimientos
LA ESCUELA FRENTE A LA PANDEMIA 65
5.
El Estado argentino a través de su ministro de Educación ha sostenido que la
escuela es irremplazable. Definición módica pero fundamental, pues permite ins-
cribir el conjunto de acciones emprendidas dentro de una narrativa que entiende
a la escuela como la institución que garantiza –junto al derecho a la educación–
un conjunto de derechos básicos; que reconoce la escuela como el lugar de tra-
bajo de las y los docentes y un espacio de encuentro entre sujetos, en el que inte-
ractúan y aprenden a convivir personas con diversos conocimientos y formas de
conocer, con diferentes experiencias de socialización, con diferentes trayectorias
y saberes. Y sumo: la escuela es irremplazable porque allí se producen infinidad
de relaciones únicas. Dicho de otro modo, sin escuelas, sin las oportunidades
que estas habilitan de contar con momentos de simultaneidad para encontrarse,
para poner en común, sentir y pensar, para compartir el interés por el mundo
y aprender a estar entre iguales, nuestras sociedades serían infinitamente más
desiguales de lo que ya son.
6.
La escuela no deja de estar bajo amenaza. En numerosos países se han vuelto
a levantar las voces que desde hace décadas pregonan el fin de la escuela. Las
grandes compañías de software y de producción de contenidos escolares han
ofrecido sus servicios al Estado a cambio de grandes sumas de dinero o del
acceso a la información de las y los usuarios de los servicios educativos. Hay
un Big Data educativo que segmenta e interpela a los sujetos pedagógicos por
sus capacidades de consumo o sus simpatías políticas, que escala a niveles pla-
netarios y que tuvo y puede tener efectos poderosísimos en la formación de la
percepción y manipulación de la opinión pública. La crisis les ha ofrecido una
nueva oportunidad a los mercaderes de la educación, que se frotan las manos
y despliegan su voracidad para hacer negocios. Precisamente por eso, las y los
referentes educativos de nuestro país tienen ante sí la posibilidad de liderar
una defensa de la escuela a nivel regional combinando los mayores esfuerzos
políticos por conservar su misión pedagógica asociada al bien público, al mis-
mo tiempo que trabajan para transformarla en un espacio más democratizador
que el que tenemos. Dije autoridades educativas, pues esta iniciativa debe ser
promovida desde el Estado, pero sabiendo que solo con el Estado no alcanza.
66 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
7.
La historia de la educación argentina y latinoamericana está sembrada de ex-
periencias y proyectos en los que palpitan antecedentes para dotar de densidad
histórica a una nueva narrativa democratizadora e incluyente. Entre las memo-
rias del magisterio argentino y en las tradiciones pedagógicas locales, hay ras-
tros de discursos y prácticas que consignan la escuela como el eje de la vida en
común. Solo hay que detenerse, hacer archivo y conectar tiempos con historias;
lecturas pedagógicas, con preocupaciones políticas. Cada época tiene la misión
de reensamblar tradiciones y conectar orgánicamente el pasado con el presente.
Dicho de otro modo: tenemos la responsabilidad de leer en tradición con el pro-
pósito de recrear, a través de la imaginación político-pedagógica, la educación
pública que un proyecto de país como el que encabeza el presidente Alberto
Fernández necesita. En una conversación mantenida con Marcelo Caruso y Elsie
Rockwell realizada por el INFoD, se avizoró un desafío: recalibrar la relación de
las alternativas pedagógicas con la defensa de los sistemas educativos estatales.
Existe en la actualidad una coaptación del significante «alternativo» por parte
de sectores de derecha y ultraderecha que, lejos de llevarnos a abandonar nues-
tro interés por el significante, desafía a pensar y estudiar nuevas formas de su
apropiación y uso. Desde hace años ejerzo una lucha soterrada en cursos, semi-
narios y talleres reivindicando la necesidad de pensar a Sarmiento más allá de
prejuicios y valoraciones, convencido –como estoy– de que no hay que regalarle
ni el nombre ni el legado del sanjuanino a la derecha conservadora (que, por
cierto, no tiene ningún empacho en apropiárselos). Y no se trata de una reivin-
dicación acrítica o nostálgica, sino de un esfuerzo por liberar nuestra capacidad
para pensar, críticamente y sin prejuicios, las ambivalencias y contradicciones
de un personaje clave de la historia educativa argentina. Si estamos dispuestos
a hacer esto con Sarmiento, ¿cómo no lo vamos a estar con la fecunda noción de
alternativas?
8.
La escuela es irremplazable, por lo que en este tiempo sin escuela lo que un Esta-
do presente debe asegurar es el aprendizaje posible y necesario que contribuya a
atravesar un contexto de emergencia. Cuanto más desigual es la sociedad donde
se encuentra, más importante será el papel de la escuela. Los enormes esfuerzos
desplegados para continuar enseñando no reemplazan los complejos procesos
de transmisión e intercambio que tienen lugar en la escuela, pero atenúan la au-
sencia de ella. Más aún, nacen de una decisión política que se desprende de una
responsabilidad mayor: continuar garantizando el derecho a la educación enun-
ciado en la Ley de Educación Nacional. Afirmar la centralidad de la escuela en un
contexto de pandemia es colocar el centro de los esfuerzos en el fortalecimiento
LA ESCUELA FRENTE A LA PANDEMIA 67
9.
Proveer los medios para asegurar la conectividad es fundamental pero no es esta
un fin en sí misma. Es un derecho que se garantiza cuando hay soberanía pedagó-
gica, es decir cuando existe un Estado garante del acceso efectivo a un conjunto
de experiencias, conocimientos y saberes que permiten el desarrollo integral de
las y los ciudadanos, a través de plataformas propias cuya conexión gratuita esté
garantizada, donde el acceso a toda la información sea de acceso libre y gratuito
y donde los datos de las y los usuarios estén protegidos tanto de intereses co-
merciales como de aquellos ligados a los paradigmas de la seguridad. Asimismo,
el pasaje de la enseñanza presencial a la digital no es lineal ni directo, sino que
está atravesada por sustituciones parciales, desplazamientos y solapamientos:
en un sistema híbrido o bimodal, ¿se mantendría un calendario escolar conce-
bido desde y para la presencialidad? ¿Es equivalente un recreo a una jornada
de desconexión? No solo hay que hacer un trabajo de curaduría en relación con
los contenidos educativos que circularán digitalmente. También hay que sope-
sar los desafíos de la ecuación presencial-digital en torno a la construcción del
saber, sin partir de ideas preconcebidas acerca de su productividad automática
o su baja intensidad. Una lista indiciaria de temas para pensar en este formato
híbrido incluiría la formación de capacidades intelectuales críticas en el mismo
plano que las sensibilidades conviviales, aptitudes para la cooperación y saberes
socialmente productivos; el aprendizaje a través del diálogo y la búsqueda de
consensos en torno a la idea de vida en común; una sensibilidad y compromiso
con el cuidado del ambiente y de los seres que lo habitan; la formación sexual
integral y el respeto por las disidencias; el pensar históricamente y situarse re-
gionalmente tanto desde la perspectiva federal como desde nuestra inserción en
las tradiciones latinoamericanas.
10.
Poco o nada de lo antedicho es posible o viable si no se fortalece la posición do-
cente como herramienta central de una política educativa basada en la defensa
de la escuela pública. El fortalecimiento que imagino principia en tres direccio-
nes: la reivindicación de la especificidad del trabajo docente como responsable
de la selección y transmisión de elementos fundamentales de un legado cultu-
ral (una profesión que tiene mucho de artesanal y que no se parece a ninguna
otra); el desarrollo de nuevas y desafiantes propuestas de formación que pongan
en diálogo y tensen los saberes aprendidos con las nuevas problemáticas peda-
gógicas contemporáneas (que no apunten a la profundización de lo ya sabido
sino a sumergirse en otras lecturas, a la búsqueda de otros enfoques, a la gene-
ración de perplejidades que inviten a revisar nuestros saberes aprendidos sin
descalificarlos); y la generación de condiciones laborales y materiales adecuadas
para desplegarlas. El INFoD es una instancia fundamental para generar y conec-
tar estrategias de formación e intercambio de saberes, para articular espacios
68 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
11.
Hay una oportunidad abierta para promover la democratización de la ciencia y
para repensar la relación entre ciencia y democracia. Las vías pueden ser múl-
tiples (y probablemente algunas de ellas ya se hayan transitado): desde el es-
tímulo a las vocaciones científicas, pasando por la divulgación y enseñanza de
los conocimientos científicos, hasta su relación con el ecosistema de saberes que
se producen y circulan en la sociedad, entre otras. La postura adoptada por el
presidente Alberto Fernández de colocar el conocimiento científico en un lugar
destacado al momento de tomar decisiones que afectan la agenda pública abre
una oportunidad para repensar el lugar, la enseñanza y la difusión de la ciencia
en las escuelas. Iniciativas como el Programa de Promoción de Vocaciones Cien-
tíficas (VocAr) del Conicet o el programa La ciencia va a la escuela de la Comisión
de Investigaciones Científicas (CIC) de la Provincia de Buenos Aires son muy
importantes pero insuficientes. Hay que calar más hondo en la capilaridad de
las culturas escolares. Las instituciones educativas pueden ser un espacio donde
promover y generar reflexiones sobre lo que las y los científicos están diciendo y
pensar a través de las herramientas que nos proveen las Humanidades cómo eso
que aquellos dicen nos afecta o incide en la definición de las políticas públicas.
En el contexto de la pandemia, Sonia Shah (2020) recuerda la importancia de
«democratizar la ciencia, más que influir para que la ciencia se haga aún más
elitista y autoritaria de lo que es». En efecto: ¿de qué sirve preconizar que se vive
en la sociedad del conocimiento si este es secuestrado por elites para su beneficio
propio?
12.
Repensar la enseñanza de las ciencias sociales desde una perspectiva regional
es otro desafío vigente. El carácter de evento global que tiene la pandemia pue-
de servir para situar problemáticas que están afectando de maneras similares a
nuestros países, permitiendo abordarlas desde perspectivas y miradas regiona-
les: la crisis de los sistemas de salud, la cadena de inequidades de género que
enfrentan las mujeres en la región, los enormes desafíos ligados a la soberanía
alimentaria (un dato tan relevante como doloroso: más de 85 millones de niños,
niñas y jóvenes almuerzan en la escuela en América Latina), las vulnerabilidades
a las que están sometidos las y los migrantes, las violaciones a los derechos hu-
manos, la gravedad de la crisis ecológica a escala planetaria, entre otros asuntos.
Como resultado, podrían desarrollarse manuales, documentos y cursos que con-
tribuyan a pensar estos problemas de manera conectada y comparada (poniendo
LA ESCUELA FRENTE A LA PANDEMIA 69
13.
Hacer archivo de esta experiencia será vital para darle tratamiento a la multi-
plicidad de traumas que dejará esta pandemia. Preservar la memoria de todos
los tiempos, pero especialmente de los tiempos difíciles, es una responsabilidad
indelegable del Estado. Antes que como repositorio o acervo, entiendo el archi-
vo como lazo social que se construye en un contexto de convivialidad en el que
coexisten, bajo una diversidad de configuraciones desiguales, objetos textuales,
audiovisuales y sonoros. La pregunta sobre quién recopila y bajo qué criterios
es tan apremiante como la preocupación por dónde irán a parar la infinidad de
experiencias e iniciativas que cientos de miles de maestros y maestras realiza-
ron. Son repetidas en la historia de la educación las voces de quienes lamentan
no contar con archivo para poder dar cuenta de una experiencia o abordar un
fragmento del pasado por carecer de fuentes. En este caso, probablemente sea la
Biblioteca Nacional de Maestros la que pueda liderar –en el marco de un proyec-
to como el MEDAR– la tarea de sistematizar documentos, experiencias, voces y
testimonios que puedan –en un futuro próximo– devenir en un valioso archivo
de memorias escolares significativo para abordar el estudio del desenvolvimiento
del sistema educativo en nuestra historia de la educación reciente.
14.
«Nueva normalidad» es el nombre con el que se bautizó al día después de la
pandemia. Difícilmente los efectos que desató puedan absorberse rápidamente
e incorporarse a una cotidianeidad vivible, y más aún cuando lo que todos los
pronósticos indican es que la pandemia dejará sociedades más desiguales que
las que conocimos previo a estos meses de encierro y de lucha contra el virus. El
desarrollo de esta crisis tiene ribetes imprevisibles, giros inesperados y está lejos
de acabar. Sería aventurado o poco responsable sostener cómo y cuándo se sale
de ella. En términos escolares, Dussel, Ferrante y Pulfer mencionan que lo que
deje esta pandemia «No será una simple restauración de la situación anterior ni
tampoco algo radicalmente diferente a la configuración que dejamos antes de la
pandemia» (2020: 1). Por eso, y antes de hablar de nueva normalidad, es fun-
damental comenzar por sistematizar los aprendizajes que la experiencia de la
pandemia nos deja. Entre muchos otros, la prioridad absoluta que debe asumir
un Estado presente consiste en efectuar una mayor inversión en políticas públi-
cas orientadas al fortalecimiento de los sistemas de salud, ciencia y educación
públicas, sin duda alguna los más atacados por las políticas neoliberales. Estas
inversiones deben contar con un plan estratégico para atender primero a quienes
70 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
BIBLIOGRAFÍA
Shah, Sonia
2020 «Building an internationalist response to Coronavirus», intervención en el webinar
organizado por el Transnacional Insitute (TNI), Ámsterdam. https://www.youtube.
com/watch?v=t5qN35qeB1w [Consultado el 6 de agosto de 2020].
Un tiempo escolar fuera de lo común:
los jóvenes y sus sentidos sobre
la escuela secundaria
Pedro Núñez
INTRODUCCIÓN
¿QUÉ ES LA ESCUELA?
Dicho esto, tenemos dos cuestiones que parecen contradictorias: por un lado,
la escuela secundaria del siglo XXI se parece poco y nada a aquella que surgió al
calor de la conformación de los Estados nacionales en América Latina hacia fines
del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX. Por otro, a las instituciones
educativas, y a la escuela secundaria en particular –pero podríamos agregar a las
universidades e institutos de formación–, les cuesta mucho adecuarse a nuevas
realidades, cambiar formas de enseñanza, considerar nuevos aspectos. Aun con
esfuerzos enormes, con docentes que intentan otras maneras y con programas
institucionales que promueven modificaciones, persisten tradiciones de cada ni-
vel que dificultan la realización de cambios. Esto ocurría antes de la covid-19 y se
profundiza hoy.
Desde hace al menos dos décadas que la demanda por mayor acceso al sistema
educativo crece sostenidamente (entre otras cuestiones por la sanción de leyes
que establecen la obligatoriedad del nivel secundario, por el incremento de ex-
pectativas para continuar estudios superiores o porque, incluso ante un escena-
rio de devaluación de credenciales e incertidumbre ante el futuro, el título sigue
siendo un bien anhelado). Este proceso ocurre no solo en el nivel secundario,
sino también en el terciario y en el universitario (presión una vez que se finaliza
un ciclo por acceder a otro), así como en el nivel inicial. De manera concomitante,
a la par de la expansión de la oferta educativa persisten desigualdades o cobran
nuevas dinámicas. Uno de los tipos de desigualdades más extendidos y arraiga-
dos en el sistema se vincula con la cuestión del acceso y el tipo de trayectoria edu-
cativa. Muchas y muchos estudiantes desarrollan trayectorias que buscan ase-
gurar la continuidad de itinerarios trazados por generaciones precedentes, pero
para tantos otros este paso se vive como una ruptura con el origen. En algunos
casos son trayectorias lineales, en muchos otros intermitentes. Como sabemos,
los distintos niveles educativos están planificados como etapas secuenciales que
todos deben realizar eslabonando aprendizajes «al mismo tiempo» para lograr
finalizar los estudios «en tiempo y forma», sin considerar las diferencias, las des-
iguales posiciones, «los tiempos» de cada quien, aquello que requiere de «otros
tiempos» en sus trayectorias reales y no solo teóricas (Terigi, 2007).
De allí que el acceso al sistema no garantiza necesariamente su democratiza-
ción, si la entendemos como ampliación de la calidad de la ciudadanía. La expan-
sión constante del sistema no implicó el acceso a bienes conceptualizados iguales
en su calidad. Las experiencias escolares cada vez más y más parecieran referir
a espacios sociales con poco contacto entre sí y las desigualdades se vinculan
fundamentalmente al ámbito geográfico y a la condición social de los estudiantes
y sus familias. Caben pocas dudas acerca de que estas desigualdades se amplifi-
caron en el escenario de la pandemia.
Esta breve introducción me lleva al primer punto que quisiera plantear, que trata
sobre las funciones de la escuela secundaria, los modos en que venía transfor-
UN TIEMPO ESCOLAR FUERA DE LO COMÚN... 179
los estudiantes hacen referencia a la escuela secundaria como a una instancia que
se valora en sí misma, más allá de obtener o no herramientas y saberes utilizables
en el futuro o como preparación para algo (que recordemos, tiene un carácter
incierto).
Hace tiempo que en las investigaciones que desarrollamos con varios cole-
gas encontramos que, así como persisten sentidos clásicos –entendiendo que la
escuela es vista tanto como parte de un aprendizaje para el futuro que amplía
la posibilidad de tener un trabajo como posibilidad para continuar estudios su-
periores– las y los jóvenes enfatizan cada vez más en otros aspectos (Núñez y
Litichever, 2015). La escuela es así resignificada como lugar para los aprendizajes
concretos o como espacio de aprendizajes ligados al estar con otros, al pasarla
bien, a socializar. La pérdida de especificidad del mundo del trabajo no es vivida
como algo necesariamente negativo, sino que enfatizan en la orientación positiva
de los aprendizajes; una experiencia que ensalza lo que brinda, que se hace fuerte
en las posibilidades de vinculación intra e intergeneracionales. El hincapié en la
posibilidad de disfrutar de la experiencia, de contar con elementos para desen-
volverse, en lograr adquirir un estilo o de disfrutar socializar y relacionarse con
otros en el espacio escolar.
Aun a riesgo de señalar caminos ya transitados, es preciso señalar que la ex-
periencia de las nuevas generaciones se encuentra atravesada por la constatación
de que sin el título no alcanza, pero que el título no garantiza nada. Al mismo
tiempo, casi como fenómeno contradictorio, es plausible señalar que persiste
cierta idea de progresión; lo que podemos llamar una pulsión igualitaria, un afán
por parecerse a otros, lograr un futuro mejor, poder convertirse en alguien dis-
tinto (e igual a las y los demás).
Entre los múltiples memes que circularon estos meses, me llamó muchísimo la
atención uno que elaboraron estudiantes de la Universidad Nacional de General
Sarmiento (UNGS): una universidad relativamente joven, creada a principios de
los años noventa del siglo XX y ubicada en la zona noroeste del Gran Buenos Ai-
res. En el meme, viralizado a partir de un tuit de Cecilia Anigstein (investigadora-
docente de la UNGS), un estudiante, todavía metido en su cama, responde a su
teléfono celular: «Sí profe, se escucha» (ver Figura 1).2
La escuela es una de las instituciones que quizás con mayor fuerza nos remite
a nuestro pasado. Muchas veces añoramos nuestros tiempos escolares (que, en
realidad, es añorar lo jóvenes que éramos). Esto me recuerda a un diálogo que
Vivian Gornick (2017) narra en Apegos Feroces: el libro en el que cuenta la re-
lación de acercamiento y distancia que tuvo con su madre, esa figura anclada en
otro tiempo y que «lo único que odia es el presente; en cuanto el presente se hace
pasado, comienza a amarlo inmediatamente».
El pasado escolar no puede funcionar como anclaje; ni es factible pretender
cambiarlo todo, adaptarse a plataformas que aportarían novedades a la carta. Se
trata de pensar el presente que nos toca para proyectar futuros más venturosos.
Precisamos de una nueva hoja de ruta que pase fundamentalmente por recuperar
la potencia de construcción de un tiempo diferente. En un hermoso libro titulado
En defensa de la escuela, Simons y Masschelein (2014) enfatizan que estar en la
escuela es precisamente tener tiempo libre, en tanto pone en suspenso el peso
del orden social, las tareas y roles que deben realizarse en otros espacios como el
trabajo y la familia.
se inscriben en un tipo de escuela, buscan torcer aquello que pareciera como desti-
no escrito. La posibilidad del encuentro, del intercambio de visiones sobre el mun-
do, de conocer otros espacios resulta esencial para sostener la premisa igualitaria.
Ojalá pronto podamos, nuevamente, aburrirnos en el acto escolar mientras
imaginamos cómo resignificarlo el próximo año; conversar y compartir mates
con yerbas de dudosa procedencia en la sala de profesores; vernos en instancias
de formación docente; juntarnos en la puerta de la escuela a fumar mientras con-
tinuamos imaginando futuros posibles e igualdades por venir.
BIBLIOGRAFÍA
Ansaldi, Waldo
2000 «La temporalidad mixta de América Latina, una expresión de multiculturalismo»,
en Silveira Gorski, Héctor (ed.), Identidades comunitarias y democracia, Madrid,
Trotta, pp. 167-183.
Dussel, Inés
2017 «Los tiempos de la escuela digital. Reflexiones desde la investigación en América
Latina», en Memoria electrónica del XIV Congreso Nacional de Investigación Edu-
cativa del COMIE, San Luis de Potosí (México) 20-24 de noviembre, pp. 105-126.
2020 La clase en pantuflas. Reflexiones a partir de la excepcionalidad, conversatorio,
video de la serie Diálogos sobre pedagogía, Córdoba, Instituto Superior de Estudios
Pedagógicos. 23 de abril. https://www.youtube.com/watch?v=6xKvCtBC3Vs [Con-
sultado el 22 de julio de 2020].
Gornick, Vivian
2017 Apegos feroces, Madrid, Sexto Piso.
McLaren, Peter
1995 La escuela como un performance ritual. Hacia una economía de los símbolos y
gestos educativos, México, Siglo Veintiuno.
Morduchowicz, Alejandro
2020 «La inversion educative en tiempos de post pandemia», en Enfoque Educación (BID), 29
de mayo. https://blogs.iadb.org/educacion/es/inversioneducativapostpandemia/
[Consultado el 31 de julio de 2020].
Pineau, Pablo
2001 «¿Por qué triunfó la escuela?, o la modernidad dijo: “Esto es la educación”, y la
escuela respondió: “Yo me ocupo”», en Pineau, Pablo; Dussel, Inés y Caruso, Mar-
celo, La escuela como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la
modernidad, Buenos Aires, Paidós.
Romero, Claudia
2020 «La escuela: del fracaso a la catástrofe», webinar organizado por La Usina Social,
10 de junio. https://www.youtube.com/watch?v=mQRMMa0NmMg [Consultado
el 31 de julio de 2020].
Sennett, Richard
2008 El artesano, Barcelona, Anagrama.
Terigi, Flavia
2007 «Los desafíos que plantean las trayectorias escolares», ponencia presentada en el III
Foro Latinoamericano de Educación jóvenes y docentes «La escuela secundaria en
el mundo hoy» Fundación Santillana, Buenos Aires, 28-30 de mayo. http://www.
ieo.edu.ar/promedu/trayescolar/desafios.pdf [Consultado el 31 de julio de 2020].
Provincia de Buenos Aires. Continúa con breves pinceladas sobre el inicio del
ciclo lectivo en condiciones de pandemia y aislamiento, con una especial mirada
en sus estudiantes y algunas líneas que, en ese devenir, interpelan a la formación
docente. Finalmente, se presentan algunas reflexiones e interrogantes acerca de
la formación docente en la pospandemia.
6. La heterogeneidad de los y las jóvenes que acceden a los institutos coincide con lo
que sucede en las universidades que comparten el territorio provincial. Estos fenóme-
nos también están ligados a la accesibilidad por la distribución territorial, hecho que
se potencia en el caso de los institutos (Rinesi, 2015).
EMERGENCIA Y PEDAGOGÍA: LA CUARENTENA EN... 191
Figura 1.
La irrupción abrupta del ASPO ocurre cuando los ISFD estaban (según su calen-
dario académico) terminando los talleres de inicio (con los que se recibe a las y
los estudiantes ingresantes) y desarrollando las mesas de exámenes.
En las tres semanas que transcurrieron hasta el comienzo del conjunto de las
clases (en la tercera semana de abril) se produjeron, entre la incredulidad y la
angustia, procesos vertiginosos para intentar terminar lo posible de lo inconcluso
(los talleres de inicio) y también para preparar algo que es, a la vez, inédito e in-
cierto: nadie puede afirmar cuánto durará, si se trata de un mes o del año entero.
Así, los equipos docentes, los centros de estudiantes y las autoridades empezaron
a trabajar para diseñar un tiempo (sin precisión) de formación no presencial.
Lo hicieron desde condiciones heterogéneas, en algunos casos muy adversas
a los desafíos que plantea el nuevo contexto. Vale aclarar esto para pensar las
situaciones institucionales de docentes y estudiantes. En particular, las de las y
los ingresantes, a quienes la pandemia toma en el inicio de un proyecto de vida
atravesado por necesidades concretas, a veces muy urgentes y precarias.
El aislamiento intensificó las tareas de las instituciones formadoras (con
sus pliegues, intersticios y también desacuerdos), se debió buscar tecnologías
192 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
marzo a 89.386 usuarios en junio). Del mismo modo, de las 13.904 aulas vir-
tuales que había en uso en marzo, se pasó a 27.990 en junio. Son números
que indican una adhesión significativa, una búsqueda por parte de docentes
y equipos de conducción por reponer un espacio-otro para el funcionamiento
institucional.
Ahora bien, la accesibilidad material7 se convirtió en el primer y más urgente
problema para las y los estudiantes y, también, para un grupo considerable de
enseñantes. Que en los ISFD buena parte de la formación suceda en la virtuali-
dad le dio visibilidad a las limitaciones concretas con las que muchos estudiantes
transitan la educación superior.8 Así, en algunas familias se distribuyen horarios
para el uso de la única computadora, en otras el costo del consumo de datos
obliga a establecer prioridades,9 o se dispone de un único celular (y solo cuando
regresa de trabajar quien lo tiene), entre otros problemas. Es decir que resolver la
conectividad (cuando se logra) no alcanza para atender la variedad de dificulta-
des que se presentan respecto de la accesibilidad material. Además de visibilizar
la desigualdad, estas situaciones limitan algunas alternativas de formación: por
ejemplo, a algunos estudiantes se les hace imposible programar horarios para
participar de encuentros sincrónicos.
Ciertas instituciones armaron apoyos alternativos. Por ejemplo, el ISFDyT No
55 de Escobar implementó un proyecto llamado «En la librería de tu barrio»
como una opción que permite a las y los estudiantes acceder a la bibliografía con
la que cada espacio curricular trabaja. Para ello, a través del profesor y el delega-
do de cada curso, se generó un vínculo con la librería o fotocopiadora del barrio
donde viven, a la cual le envían por correo electrónico los archivos que necesitan.
Así obtienen los materiales en formato papel, retirándolos de los locales de cer-
canía o recibiéndolos en sus domicilios.
En otros institutos (como el No 29 de Merlo) se armaron redes de sostén a
partir de la colaboración de estudiantes del último año de carrera, que acom-
pañan a quienes ingresan. Así, ante clases muy numerosas, algunos profesores
promueven grupos de WhatsApp de no más de quince integrantes donde las y
los estudiantes que están cursando las materias finales orientan y ayudan «a los
recién llegados» frente a las dificultades e inquietudes que un ingreso interrum-
pido provoca.
Cuando las escuelas o los institutos funcionan regularmente, ofrecen la po-
sibilidad de la «suspensión» temporaria de las condiciones de origen, al poner
7. Entendemos acá por accesibilidad material tanto la conexión a internet como dis-
poner de herramientas (computadoras, netbooks, ipad, celulares, etc.) que permitan
sostener una cursada virtual.
11. Apuntes pedagógicos de la Formación Docente, DGCyE, DPES, año 1, no 00. <http://
abc.gob.ar/secretarias/niveles/educaci%C3%B3n_superior/boletin>
13. Un estudio reciente acerca de la vida en los barrios populares del conurbano bo-
naerense durante el aislamiento revela una cartografía de trabajo discontinuado que
afecta especialmente a las mujeres, tensionadas por la conciliación de trabajos domés-
ticos y no domésticos (Maceira et al., 2020).
14. Apuntes pedagógicos de la Formación Docente, DGCyE, DPES, año 1, nº 01. <http://
abc.gob.ar/secretarias/niveles/educaci%C3%B3n_superior/boletin>
196 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Junto con eso, y pasada la primera etapa que tuvo como eje los distintos mo-
dos de sostener la conexión, esa urgencia hoy se trama con preguntas de orden
pedagógico y didáctico que interpelan tanto la relación con lo que se venía ha-
ciendo en las instituciones de formación docente como las reflexiones acerca de
la escuela y la enseñanza para las que nuestros estudiantes están siendo forma-
dos. Una de las cuestiones más fascinantes del trabajo en la formación docente
es que construye, al mismo tiempo, las aulas de hoy y las aulas del mañana; las
aulas en las que se estudia en el presente son espacios en donde se forjan las aulas
por venir.
Entre las múltiples preguntas ligadas a los procesos de formación en tiempos
de confinamiento, quizás las dos que resonaron más fuerte refieren a las preocu-
paciones por la organización curricular de la enseñanza15 y por el desarrollo de
las prácticas y residencias.16
¿Vale la pena sostener la organización de la formación docente siguiendo la
misma malla curricular? ¿Es imprescindible organizarla por disciplinas? ¿Cómo
pensar esa pregunta en relación con el derecho a la educación superior? ¿Se pue-
de diseñar esa enseñanza ofreciendo aulas virtuales por campos? ¿Cómo cambia-
rían las tareas de las y los profesores si así fuera? ¿Qué implican estas decisiones
de orden curricular, en términos de la concepción de saber, a la hora de discutir
la organización disciplinar y proponer un currículum integrado en lugar de uno
agregado? Finalmente, ¿se trata de una discusión nueva?
Respecto de las prácticas (campo articulador del conjunto de la forma-
ción), la pregunta que insistía una y otra vez es si es posible desarrollarlas
cuando los procesos de enseñanza y de aprendizaje transcurren en «escuelas
sin edificio». ¿La presencialidad es una condición sine qua non? Más allá de
la reflexión acerca de la idea misma de las prácticas, a veces tan pegada a su
materialidad, ¿donde transcurren hoy las experiencias escolares? ¿Por qué no
podría pensarse una residencia como ayudantía en el contexto de educación
a distancia, una ayudantía que, a la par, reoriente la reflexión con los futuros
enseñantes sobre los contenidos priorizados, sobre el uso de las tecnologías,
sobre cómo sostener las trayectorias de infancias y adolescencias en este con-
texto extraordinario? ¿Por qué no se pueden pensar las prácticas como un
espacio de trabajo solidario entre la institución formadora y la escuela aso-
BIBLIOGRAFÍA
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2020 «La formación docente hoy, entre atender la emergencia y pensar nuevos horizon-
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tado el 30 de julio 2020].
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2015 Filosofía (y) política de la universidad, Los Polvorines, Ediciones UNGS.
INTRODUCCIÓN
1. shorturl.at/kBG03
202 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
2. Quiero agradecer a Ruth Gotthelf, secretaria académica del ISEP, por su ayuda es-
pecialmente en la escritura de este apartado y, también, por la paciencia y las lecturas
y conversaciones que tuvimos hasta la entrega final del artículo.
PANDEMIA, TECNOLOGÍAS DIGITALES Y FORMACIÓN DOCENTE... 203
– producir textos que explicitaran las metas, las decisiones, los sentidos
del instituto.
– construir un dispositivo técnico que permitiera materializar la política,
definir prácticas y propuestas para cada período.
– revisar los textos y el dispositivo permanentemente para ejercer algo así
como una «vigilancia» que sostenga la perspectiva pedagógica (en térmi-
nos de Simons y Masschelein, 2014), considerando especialmente las rela-
ciones entre medios digitales y procesos de formación. Los protocolos de
uso de medios y plataformas tienden a imponer sus lógicas de funciona-
miento; someterlos a los fines de la pedagogía requiere atención y esfuerzo
constante.
De esta última operación surgen reflexiones que forman parte de los lineamien-
tos pedagógicos del ISEP4 y resultaron especialmente valiosos frente al imprevis-
to de la pandemia.
Sin haber encontrado aún la forma que tomaría la propuesta, surgía otra nece-
sidad, la de armar un equipo5 que pudiese definir una propuesta de formación
docente en tan inesperada circunstancia. En menos de 48 horas se reagruparon
más de veinte tutores/profesores que formaban parte de diferentes equipos del
ISEP y que podrían aportar al desarrollo de una idea que nacía para dar res-
puesta a lo poco que se podía ver con claridad: habría que dar clase desde el
aislamiento, desde los hogares. Llegado el momento de la implementación, fuera
de calendario, fuera de toda previsión, las áreas se dispusieron a resolver lo ne-
cesario para que la propuesta estuviese en tiempo y forma –sin perder el «estilo»
a pesar de la urgencia– disponible a los colegas docentes que esperaban la posi-
bilidad de formarse.
En tanto, pasaban las horas. ¿Por dónde comenzar? Ante la incertidumbre,
el miedo, la soledad, ¿qué sería lo mejor? Finalmente decidimos que se abriría
una conversación, con la idea de que podríamos proponer algunas cosas y de que
también deberíamos escuchar otras.
En ese marco se organizó el primer conversatorio, «La clase en pantuflas»,6 al
que seguiría un taller.7 La propuesta invitaría centralmente a hacer, conversar y
5. Quiero agradecer a Paola Roldán y al equipo que armó, por el desafío que asumie-
ron y por la alegría, el entusiasmo y la responsabilidad con que lo sostuvieron.
6. http://isep-cba.edu.ar/web/2020/04/27/la-clase-en-pantuflas-accede-a-todo-el-
contenido-sobre-la-conferencia-de-ines-dussel/
7. http://isep-cba.edu.ar/web/2020/05/21/comenzo-el-cursado-virtual-del-taller-la-
clase-en-pantuflas/
206 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
pensar con otros, a recorrer como docentes (que no es lo mismo que como usua-
rios) un medio digital, aprender a usar y analizar herramientas digitales para dar
clases. En el marco de un enfoque pedagógico que se venía construyendo desde
hace cuatro años, pero que esta circunstancia interpelaba de un modo singular,
se fue definiendo la propuesta de formación. Fue «surgiendo»: la propuesta se
definía conforme se avanzaba.
Proponer y escuchar
Se propusieron cuatro ejes a partir de preguntas que resonaban en los medios, las
voces de los funcionarios, los conversatorios, los WhatsApp de grupos docentes:
¿dar clase en las pantallas es igual a dar clases virtuales? ¿Cómo trabajar con
herramientas digitales? ¿Qué se enseña o se aprende en estas clases, cómo se tra-
bajan los conocimientos, y qué pasa con el vínculo pedagógico? ¿Cómo evaluar
en este contexto?
Cada eje o pregunta se convirtió en un recorrido; cada recorrido tuvo dife-
rentes paradas en las que se abrió el diálogo, se pudo escuchar, leer, compartir
inquietudes, experiencias, y así avanzar. Cada uno de los recorridos se fue dise-
ñando según lo que aparecía en los encuentros anteriores. Atentos al desarrollo,
a los planteos de los colegas, se fue produciendo una conversación en diferido, a
través de las clases en las aulas virtuales y también en encuentros sincrónicos. A
paso lento, después de escuchar, nos concentramos en proponer.
Todos los docentes cursantes completaron un formulario inicial. Con esos da-
tos se obtuvo información sobre las necesidades de formación que aparecen en
este momento: el nivel en el que dan clases, los vínculos que tienen con los cole-
gas docentes y los equipos de gestión, cuántas clases dan, qué tipo de actividades
desarrollan con más frecuencia, si tienen wifi y dispositivos tecnológicos, etc. Las
respuestas al formulario fueron decisivas en el desarrollo de la propuesta. Sinte-
tizamos algunos rasgos:
de las cuales 122 usaban Facebook, más de 100 usaban Instagram, 83 usa-
ban Padlet, 73 Twitter, pero solo 23 conocían Telegram.
– La mayoría de los consultados, algo más del 70%, dijo no tener adultos a
cargo, y el 47% realizaba el confinamiento con niños bajo su cuidado.
Conversatorio y taller
Figura 1. Imagen de una vista general del taller virtual «La clase en
pantuflas».
9. https://view.genial.ly/5f0efd496497f30da56f12d8
208 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Este recorrido es una posibilidad que los textos digitales –como este– habilitan.
Es una posibilidad también la de escribir con una herramienta digital (genial.ly)
que permite, por ejemplo, hacer una presentación completa del taller sin que esto
lleve demasiado espacio y permitiendo a los lectores ver los cuatro recorridos en
su conjunto, acercándose a la complejidad del tema y por tanto del diseño de la
propuesta. Pueden mirar los recursos que incorpora, los textos a los que lleva, las
actividades a las que invita y los saberes que está ofreciendo.
de los docentes cursantes. Se «ve» en las negociaciones que redefinen los tiem-
pos y los espacios de estudio. El tiempo y el espacio en los encuentros virtuales
pueden sostenerse y/o redefinirse, y esa operación reformula el vínculo con el
objeto de estudio.
Para que todo esto ocurra, tiene que hacerse lugar en la vida, en la política
institucional, en el contexto de la práctica, en términos de S. Ball (Avelar,
2016). Desde esta perspectiva, se admite el movimiento y la construcción de
la política en diferentes contextos. La confianza y la autonomía de la DGES
en el ISEP permitieron que la institución pudiera producir, crear, desarrollar
con bastante agilidad una propuesta como el taller, la que también se man-
tiene en el marco de ciertas condiciones discursivas de la política educativa
provincial.
Las notas que he apuntado no son muy diferentes de las que suelen plantearse
en los espacios donde, desde hace unos años, se analiza la formación en línea,
hasta ahora mayormente referida en el nivel de educación superior y especial-
mente en el ámbito universitario. ¿Es tiempo de que el sistema educativo parti-
cipe en estas discusiones? ¿Es tiempo de que las políticas de formación docente
tomen protagonismo en este asunto? ¿Qué asuntos nuevos surgen con la pande-
mia? ¿Qué asuntos quedan pendientes?
La pandemia, como ya lo han planteado muchos colegas y ha sido también
vivido a lo largo del taller, ha mostrado una serie de cuestiones. Por un lado, la
dificultad de sostener encuentros en las pantallas, así como el agotamiento, la
tristeza de la soledad y el encierro. Por otro, ha visibilizado de modo descarnado
cómo la desigualdad social, económica, cultural impide la acción escolar; cuánto
la interrumpe la familiarización y otros modos de atacarla, como tan claro lo ha-
bían desarrollado Simons y Masschelein (2014).
Pero también pueden apuntarse otras cuestiones que quedan en evidencia. La
pandemia nos ha fortalecido en la defensa de la acción escolar. También nos ha
forzado a inscribirnos en la cultura de la conectividad (Van Dijck, 2016), tratando
de imprimirle sentidos pedagógicos públicos. Por eso mismo, parece necesario
abrir la discusión sobre el oficio docente después de pasar por esta prueba de frío
y fuego.
BIBLIOGRAFÍA
Avelar, Marina
2016 «Entrevista a Stephen J. Ball: su contribución a la investigación de las polí-
ticas educativas», en Education Policy Analysis Archives, vol. 24, nº 24, 29
de febrero. https://www.researchgate.net/publication/296633385_Entrevista_a_
Stephen_J_Ball_Su_Contribucion_a_la_Investigacion_de_las_Politicas_Educa-
tivas [Consultado el 1º de agosto de 2020].
Dussel, Inés
2020a La clase en pantuflas. Reflexiones a partir de la excepcionalidad, conversatorio,
video de la serie Diálogos sobre pedagogía, Córdoba, Instituto Superior de Estudios
PANDEMIA, TECNOLOGÍAS DIGITALES Y FORMACIÓN DOCENTE... 211
Meirieu, Philippe
1998 Frankenstein Educador, Barcelona, Laertes.
2005 Carta a un joven profesor, Barcelona, Graó.
piensen en el «para todos» y que piensen también con horizontes de largo plazo,
en términos de la conservación y la renovación de lo humano. Esa temporalidad
larga y ese diálogo o encuentro intergeneracional en torno a la cultura común es
uno de los núcleos de la escuela.
¿Necesita la escuela, pensada desde esta perspectiva, de una especificidad
edilicia y organizativa? Sabemos que hubo y hay escuela debajo de los árboles,
en casas precarias más que en edificios suntuosos. Pero ¿puede funcionar desde
casa, en una pantalla o en un texto impreso? ¿Puede la escuela actuar a domici-
lio, como el delivery del supermercado o la farmacia? ¿Puede operar por control
remoto? ¿O necesita ineludiblemente de la co-presencia de los cuerpos? Son pre-
guntas básicas que nos hacen revisar ese núcleo central de lo que es la escuela. En
estos días de pandemia nos vimos obligados a ensayar formas para hacer escue-
la en las condiciones de la emergencia, porque no había otras alternativas. Ese
ensayo es muy valioso, pero puede nutrirse de miradas más amplias; podemos
tomarnos el tiempo de pensar cuáles de esas formas son más productivas y cuáles
no contribuyen a hacer escuela. En lo que sigue quiero abordar estas preguntas
sobre lo que produce la «domestización» de la escuela desde tres ejes: los tiem-
pos y espacios de la escuela y el aula; los contenidos; y el peso de las tecnologías
en esta situación.
por eso varias de las medidas de política pública han intentado paliarlas, ya sea
a través de negociaciones con las compañias de telecomunicaciones para lograr
la gratuidad de los datos para acceder a plataformas educativas, del uso de la
televisión o la radio para distribuir contenidos, de la distribución de dispositivos
digitales, entre otras posibilidades. Entre las cuestiones que quedaron claras con
la pandemia es que hay muchos hogares en que, con suerte, hay un solo celu-
lar y con datos limitados, cuyo uso se prioriza para la supervivencia diaria. Los
docentes se vieron obligados a buscar distintas posibilidades para establecer y
sostener conexiones parecidas a las del aula por los medios que encontraron. Es
claro que eso no se resuelve solamente con distribuir impresos que se entregan
junto con las viandas: los materiales impresos son importantes, pero no reempla-
zan el encuentro pedagógico, sobre todo si no hay otras voces, otros cuerpos que
puedan sostener el trabajo con textos y actividades cuando surgen dificultades.
La ausencia del espacio físico muestra que, con todas sus dificultades, las aulas
organizaban un encuentro en condiciones más igualitarias para muchos chicos
que lo que permite una infraestructura tecnológica tremendamente desigual.
Una segunda tensión tiene que ver con que la desaparición física de las aulas,
en estas condiciones sociotécnicas en las que no hay garantizados espacios co-
munes que permitan interacciones sincrónicas, está generando una mayor indi-
vidualización del trabajo pedagógico y este es un aspecto del que se habla menos
pero que, de nuevo, revela algo importante. La escuela es un espacio colectivo,
un espacio de lo común; para los chicos, la falta del aula produce una ausencia
de otras voces infantiles para aprender juntos, lo que hace que se pierdan algo
importante. Algunos chicos, sobre todo los que asisten a escuelas urbanas de cla-
se media y con mucha oferta pedagógica, señalan sentirse saturados de tanta
observación y atención adulta puesta sobre ellos; ponen en evidencia que en el
aula se reparten la carga, se escuchan, aprenden de lo que dicen otras u otros,
encuentran con quién o en dónde esconderse de la demanda adulta.
Esto permite volver a pensar algunas hipótesis sobre la escuela que subra-
yaron su condición disciplinaria, de encierro y hasta de castigo de la infancia
(Foucault, 1976). Pero lo que se ve es que la escuela es también, y quizás sobre
todo, un espacio de autonomía, de potencial emancipación de los chicos respecto
a sus familias y de las familias respecto a sus hijos (Rancière, 2009; Simons y
Masschelein, 2014). La autonomía se vincula también a una característica del
encierro, que es una menor visibilidad. Los maestros de las escuelas urbanas de
clase media manifiestan algo parecido a sus alumnos, en el sentido de que se
sienten muy observados por las familias. De pronto, el espacio del aula se volvió
muy público y, aunque sin duda esto tiene una parte positiva, porque se viene re-
clamando desde hace tiempo que la clase tiene que ser pensada como un asunto
público (Sadovsky y Lerner, 2006), hay otra parte que tiene efectos menos auspi-
ciosos, por ejemplo, cuando los interlocutores principales de los maestros pasan
a ser las familias (es decir, otros adultos). Este enunciado no quiere sostener
un lugar paidocéntrico ingenuo de «poner en el centro al niño», sino más bien
subrayar que la nueva escena pedagógica virtualizada tiene mucho de panópti-
co, del todo visible que lejos de convertirla en un asunto público la convierte en
LA CLASE EN PANTUFLAS 341
un juego de exigencias, de espejos que desplazan que se está ahí para enseñar y
aprender y no para satisfacer al cliente.
Estas escenas pedagógicas en escuelas de clase media, que parecen mostrar
cierto exceso de miradas y atención, contrastan con otras de sectores más pobres,
donde parece primar la desvinculación y el desenganche (Unicef, 2020). Más que
excesos, en estos casos hay ausencias, hay cortes. Los desafíos son muy distintos
en ambos lugares y puede decirse que esas diferencias estaban desde antes de la
pandemia y que las clases ya eran muy distintas en contextos más privilegiados y
en contextos con enormes privaciones. Sin embargo, había un mínimo común de
reglas, de atención, de señalamientos que posibilitaban una cierta nivelación de
lo que se ofrece. Y sobre todo permitían, a los docentes y directivos comprometi-
dos, otro tipo de trabajo que el que se puede hacer a distancia.
La dislocación del tiempo y espacio escolares trae una tensión propiamente
espacial, la tercera que quisiera abordar. Para eso propongo pensar la «domes-
tización» de la escuela desde la noción de «espacios otros» de Foucault. En un
texto que originalmente fue una conferencia pronunciada en 1967 en el Círculo
de Estudios Arquitectónicos (en París), Foucault hablaba del espacio como un
gran lente para mirar la experiencia contemporánea y formuló la idea de espa-
cios otros, que para él no son las utopías (espacios irreales) sino las heterotopías:
emplazamientos reales que contestan o invierten los lugares habituales (inter-
nados o colegios, hotel de viajes de boda, servicio militar, cementerio, el cine,
el jardín y la alfombra) (Foucault, 1999). En estos espacios otros se juega la he-
terogeneidad, la posibilidad del pasaje, del umbral, que son importantes para
una autonomía intelectual, afectiva, política. Puede llamar la atención incluir a la
escuela en esta serie, porque para el filósofo francés la institución escolar estaba
dentro de los ámbitos que organizaban el espacio habitual, es decir, las jerarquías
establecidas de poder. Pero en estas nuevas condiciones socio-técnicas, de apren-
dizajes ubicuos, de la des-especificación de lugares, se pone de manifiesto que los
encuadres y las territorialidades, aunque sean digitales, son importantes y que
las escuelas pueden operar como espacios donde se subvierten ciertas jerarquías
y, sin duda, se instalan otras. Las escuelas pueden ser pensadas como espacios
otros si acordamos que conocer, como dice Chantal Maillard, implica merodear
por lo ajeno, exraviarse, alejarse, irse lejos y volver para producir una «re-flexión
sobre lo propio. [...] De no ser así, habremos hecho lo que cualquier turista: ir de
lo mismo a lo mismo, salir de lo propio no tanto para desestabilizarlo como para
reforzarlo por medio de lo otro» (Maillard, 2014: 13). En esta época de platafor-
mas «homofílicas» (Chun, 2018), de los filtros de burbujas que nos hacen ir «de
lo mismo a lo mismo», la escuela puede operar como un espacio otro que ayude
a animarse a ese merodeo por lo ajeno, por lo de otros y lo de todos, para volver
a pensarse a sí mismo con otras herramientas.
El «borramiento» de fronteras entre la escuela y la casa trae varios problemas,
difíciles de solucionar en estas condiciones: las familias se ven obligadas a asumir
tareas que pueden confundir y complicar los vínculos (visible en las peleas de los
padres con los hijos para que hagan la tarea) y los chicos pierden la posibilidad
de un tiempo autónomo y de construir redes de conocimiento y afectivas fuera
342 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Paso al segundo tema: los contenidos de la escuela. ¿Cómo cambian los conteni-
dos de la escuela con esta nueva situación? ¿De qué tiene que tratar la clase hoy?
¿Qué lenguajes y qué tipo de actividad habría que privillegiar? Hay un debate
entre los especialistas sobre si la escuela tiene que seguir enseñando el programa
ya establecido (los continuistas) o si tiene que adaptar sus contenidos a lo que
está sucediendo. Francesco Tonucci decía en una entrevista reciente en El País
que habría que seguir la segunda línea: hacer de esta experiencia una oportuni-
dad de aprender sobre el mundo, sobre la organización del trabajo doméstico,
entre otros aspectos, pero no como lecciones sino como una transmisión que
ocurre mientras se cocina y se limpia la casa o se escuchan las noticias (Tonucci,
2020). Tonucci tiene razón en la importancia de abrir proyectos de conocimiento
sobre esta crisis y en recordar que los saberes valiosos no se reducen al programa
escolar.
Será necesario, en el futuro, documentar mejor qué representó la continui-
dad pedagógica en las escuelas. En las primeras semanas, como ya fue descrip-
to, hubo una tendencia a distribuir tareas con la intención de ocupar la jornada
infantil y, también, de protegerse de posibles críticas a la desatención docente.
Pero muchas de esas tareas fueron largas, no estaban pensadas para la situación
actual y tenían demandas cognitivas muy altas, difíciles de lograr sin otros apo-
yos (por ejemplo, requerían de una reflexividad o una capacidad crítica que no
muchos tienen disponible si no hay un andamiaje cerca que ayude a dar el salto).
Lo que evidencia lo sucedido es que la clase no es repartir tareas y corregirlas,
sino que implica abrir algunos proyectos de conocimiento entre todos, en gru-
po, y construir condiciones para que cada uno pueda ir apropiándose de esos
lenguajes, esas formas de pensar que propone el currículum escolar, a su ritmo
y a su modo. La clase es un conjunto de interacciones en el que se conversa, se
dialoga, se va y se viene por distintos caminos que, al final, tienen que encontrar
algún cauce común. Hay que buscar de qué forma se puede sostener esto en las
condiciones tecnológicas que tenemos: muchas veces precarias y heterogéneas.
344 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
de materiales y cursos que apoyen y acompañen a las y los maestros para que el
trabajo docente sea realmente más colectivo y más en común, precisamente para
que no se profundice el escenario de fragmentación y de sálvese quien pueda que
se describía al principio.
El tercer y último punto, más breve que los anteriores, se vincula a las tecnolo-
gías de la escuela. La escuela siempre se apoyó en distintos soportes (pizarras,
tablitas, cuadernos, pizarrones, pantallas) y fue adaptándose, mejor o peor, a
los cambios tecnológicos. Esas tecnologías permiten realizar ciertas operacio-
nes y dificultan otras (por ejemplo, escribir con tinta o lápiz supone distintas
posibilidades para corregir textos; el pizarrón a veces actúa como soporte de un
trabajo colectivo, pero también exhibe debilidades y puede exponer procesos
que requieren otro tipo de cuidados). Quizás la pandemia, con todo lo que puso
de manifiesto, ayude a ver con más detenimiento los condicionamientos que
imponen los artefactos y las plataformas que se usan en las clases y que la en-
señanza siempre tiene una materialidad sociotécnica a la que hay que prestarle
atención.
La pregunta que surge en estas condiciones es cuáles son los mejores soportes
para sostener «la clase en pantuflas», de modo de atender al bienestar de los
estudiantes y la desigualdad de condiciones sin perder de vista como horizonte la
justicia curricular. La escuela tiene que pensarse, siempre, en una combinación
de soportes/medios si quiere proponer espacios de encuentro para los chicos,
encuentros que son con palabras, imágenes, conocimientos, voces y gestos de
los cuerpos −aunque sucedan en las pantallas−. Hay que ensayar cuáles son los
soportes que permiten recrear algo de lo común y algo de lo singular en este
contexto de infraestructuras tecnológicas tan heterogéneas, hasta tanto poda-
mos volver a encontrarnos en las escuelas. La sincronicidad es un problema en
las plataformas, pero ¿cómo generar espacios de encuentro considerando estos
límites? Quizás algunos encuentros pueden darse en los grupos de WhatsApp,
también reconociendo sus límites de plataforma corporativa, datificada, con po-
tenciales pérdidas de soberanía sobre los datos y la privacidad, y también habrá
que buscar generar trabajos asincrónicos en donde se planteen algunas pregun-
tas o propuestas, trabajo en pequeños grupos que obligue a los estudiantes a co-
municarse entre ellos de algún modo, para que se pueda sostener algún diálogo
y construcción colectiva, por las redes sociales o los correos personales o de los
familiares, de manera transmedial.
Hace unos años, entrevisté a una profesora de geografía de una escuela priva-
da de la Ciudad de México que realizó un trabajo colaborativo entre esa escuela
y una telesecundaria rural en Oaxaca, en el suroeste mexicano. Promovió un tra-
bajo sobre las migraciones, vividas de manera muy distinta en ambos contextos,
y planificó un encuentro virtual para el cierre de la actividad entre los dos grupos
escolares. Pero al momento de concretarla, la conexión a internet se cayó. Des-
pués de la frustración inicial, la profesora decidió que los chicos graben mensajes
por el celular a modo de videocartas, tal y como lo hicieron los cineastas Víctor
346 PENSAR LA EDUCACIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Erice y Abbas Kiarostami.4 Esto muestra que la conversación puede ser asincró-
nica, pero lo central es que se quiera establecer alguna conversación. Y también
que lo fundamental es decidir qué es lo que se quiere hacer y tratar de buscar los
mejores soportes para lograrlo. Esta pandemia puede ser una buena oportunidad
para ensayar otros artefactos, para probar posibilidades y límites de los sopor-
tes, para aprender algo nuevo, algo que no sabíamos, que no nos imaginábamos
como docentes. La digitalización no es un destino único, sino que ofrece distintas
posibilidades, algunas más ricas y productivas pedagógicamente que otras, y no
excluye otros soportes que se usaban y se seguirán usando en la medida en que
ayuden a lograr lo que se busca.
Como reflexión final, señalo que habría que buscar las formas de que las es-
cuelas y los docentes no desistan de la enseñanza y que traten por todos los me-
dios de que los chicos tampoco desistan. Contrariamente a lo que se decía de
que es más fácil aprender de manera virtual, estamos viendo que es más difícil,
al menos en estas condiciones de desigualdad que tenemos. Lo que es fácil es
engancharse a YouTube o jugar algunos videojuegos, pero animarse a lecturas o
a problemas de conocimiento más difíciles requiere de otros andamiajes, otros
apoyos; solos o sueltos cuesta mucho más. ¿Cómo contrapesar esa dificultad?
Por un lado, está la importancia y la responsabilidad de las políticas públicas de
proveer las mejores condiciones posibles para el trabajo escolar y para paliar, en
lo que se pueda en un contexto económico muy crítico a nivel mundial y nacional,
las desigualdades existentes. Por otro, está la responsabilidad de cada docente
para tener en cuenta cuáles son las condiciones y las escenas reales de trabajo
de sus alumnos para ayudarlos a que se puedan alzar sobre sus hombros, como
dicen Simons y Masschelein. La metáfora de alzarse sobre los hombros es buena
porque nadie lo logra solo: se necesita ayuda de afuera. Esa es una tarea que le
toca a las escuelas.
El filósofo y sociólogo francés Bruno Latour propuso, al inicio de la pan-
demia, un ejercicio colectivo: imaginar las medidas de protección para evitar
volver al modelo de producción anterior a la crisis (Latour, 2020). Sugirió pre-
guntas, entre las que estaban qué actividades de las suspendidas no queremos
que vuelvan y qué transición imaginar para la gente que vive de esas activi-
dades; qué actividades de las suspendidas queremos que se reanuden y cómo
ayudar a que se reanuden. Este momento de desaceleración, de cierre forzado,
quizás pueda ser un momento para imaginar otros mundos posibles. Si pienso
en mi propia lista, quisiera que la escuela vuelva, pero que vuelva mejor. Hay
que tratar de hacer escuela por otros medios, por los que tenemos hoy disponi-
bles, y hay que insistir en que la clase sea, del modo que podamos, un espacio
de conversación, de trabajo de lo común y de lo singular. No hay dudas de que
en las escuelas del futuro va a haber tecnologías digitales, en grados variables,
y estoy convencida de que hay que pensar la cultura común en diálogo con las
condiciones tecnológicas y mediáticas en las que vivimos. Pero, en cualquier
caso, lo valioso va a ser que este espacio que llamamos escuela siga operando
como alguna forma de encuentro que permita un cierto trabajo con el cono-
cimiento que no suceda de forma suelta, que no es para ganarle a nadie, sino
que tiene que ver con abrirse otros mundos propios y con otros. Si tengo que
escribir mi carta de deseos, diría que hay que hacer escuela en las condiciones
que nos tocan, hay que dar clase en pantuflas mientras sea necesario, hay que
disponerse lo mejor que podamos en este tiempo tan raro para dar lo mejor
de nosotros, para que el día en que volvamos a vernos las caras en el aula los
chicos sepan, y nosotros sepamos, que este no fue un tiempo perdido sino que
fue un momento excepcional en el que estuvimos dispuestos, contra viento y
marea, a seguir aprendiendo y construyendo algo juntos. Que sepan que cada
uno de nosotros importa, y que al final lo mejor que tenemos es esa fuerza co-
lectiva de construir un mundo común. Si aprenden eso, si aprendemos eso, este
tiempo habrá valido la pena.
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