Clase La Oración
Clase La Oración
Clase La Oración
Demos comienzo a nuestro estudio sobre la oración sopesando nuestra relación con el Señor. La oración no es un
rito. La posición de tu cuerpo no tiene mayor importancia. Lo que cuenta es la posición de tu corazón. Cuando
hablamos de la oración, nos referimos al vínculo y la comunicación que estableces con el Señor, y los que Él establece
con contigo.
Alabanza
El Señor instruye repetidas veces a lo largo de Su Palabra en el sentido de que deberías venir ante Su presencia con
acción de gracias y entrar en Sus atrios con alabanza. ¡Agradece y alaba al Señor! Prodíguele la alabanza y el honor
que se merece
Salmo 100:4. Entrad por Sus puertas con acción de gracias, por Sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid Su nombre.
Petición
Prestar atención
La oración no es un monólogo en el que te limitas a pedirle favores al Señor, sino un diálogo. Consiste en tener
comunión con el Señor y conversar con Él. Muchas personas conversan con el Señor pero en realidad se trata de un
monólogo. Le hablan y le dicen todo lo que quieren, pero nunca le dan ocasión a Él de decirles algo. Eso sí, esperan que
apruebe sus peticiones. Tal vez esperan hasta el final mismo para oír eso. Después de presentarle una larga lista, esperan
que él la apruebe.
¡No debería ser así! Tu relación con el Señor también entraña que le escuches. Orar no consiste solamente en decir
lo que quieres, sino más que nada en dejar que Dios te diga lo que Él quiere, esperar en quietud y confianza hasta que te
responda. Si tomas tiempo para escuchar a Dios, Él se tomará tiempo para resolver tus entuertos.
Marcos 4:2-3. Les decía en Su doctrina: «Oíd».
Marcos 7:14b. Les dijo: «Oídme todos, y entended».
¡La oración da resultado! Enseguida algunos testimonios de cómo responde Dios a las oraciones.
Testimonios de curación
De Manuel: «Una noche, hablábamos de Jesús a una chica muy amiga nuestra que nos visita con frecuencia y a quien le
encanta la Palabra de Dios. Había traído a una amiga suya para que le testificáramos. El Señor nos indicó que le habláramos de la
curación y la importancia de la oración. Al regresar a casa vieron que el bebito de la aquella chica estaba enfermo y tenía una
fiebre muy alta. Ambas rezaron por el bebé y el Señor hizo el milagro de sanarlo allí mismo delante de sus ojos. Demás está decir
que aquello convenció a las dos chicas de que vale la pena poner nuestra confianza en el Señor».
De Nigel: «Un amigo peluquero, al comienzo se mostró bastante frío ante nuestro mensaje y nuestra obra. Oramos que el
Señor lo transformara. Al cabo de un tiempo fuimos a visitarlo y lo encontramos llorando. Nos contó que había contraído cáncer a
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la garganta. Le testificamos y aceptó a Jesús como Salvador. Oramos concretamente por su curación y nos dijo que sentía que el
Señor lo había tocado. Cuando lo volvimos a visitar al cabo de unos días, los médicos no le habían encontrado nada anormal.
Actualmente, persevera en el estudio de la Palabra».
De Alison: «Un día recibí una llamada telefónica de mi hermana que me pedía desesperadamente que fuera a rezar por su
bebita de apenas dos semanas, que estaba en el hospital muriéndose de bronconeumonía. Los médicos dijeron que era
demasiado tarde, que se trataba de un caso terminal y que la niña moriría sin remedio. Mis padres y mi cuñado eran ateos
declarados en aquella época, así que les expliqué que mis oraciones no salvarían a la niña si ellos no se enmendaban con Dios y
oraban con fervor para que ocurriera un milagro. Le dije a mi cuñado que tal vez el Señor quería demostrarle que sí existía y que
lo amaba, y que si oraba de todo corazón, Dios podría sanar a su hija enseguida. Por fin, sintió que necesitaba mucho del Señor,
así que se humilló y rogó a Dios para que obrara un milagro. Al día siguiente, los médicos le iban a hacer unos exámenes para
determinar con más precisión cuál era el estado de la niña. Así que oramos en concreto que cuando los facultativos hicieran los
exámenes, descubrieran que la niña se había sanado del todo. ¡Y eso fue lo que sucedió! ¡Ni más ni menos! ¡Al día siguiente la
bebita estaba completamente sana sin que hubiera una explicación clínica posible! ¡Fue un milagro! Después de aquello, mi
cuñado empezó a dar testimonio ante todos sus amigos y compañeros de trabajo de que Dios sí existe y le salvó la vida a su hija».
¡Transformado!
Emma y Corrie (Rusia):
Fuimos a visitar a una amiga nuestra, pero no se encontraba. En cambio, estaba Olga, su mejor amiga. Al darse cuenta de
que éramos los cristianos de los que su amiga le había hablado, Olga comenzó a hacernos preguntas acerca de Dios y si Él era
capaz de proteger a Sus hijos. Nos contó que su marido se había dado a la bebida y que por momentos parecía casi sicótico.
Aquel esposo tierno y amoroso se convertía en un monstruo violento. Para colmo de males, ella había encontrado un arma en la
casa que no sabía de dónde había salido. Añadió: «Estoy tan desesperada que estoy dispuesta a intentar lo que sea»..
Le hablamos a Olga de la eficacia de la oración y de lo había hecho por nosotras. Luego le aconsejamos que se sincerase con
su esposo y le dijese cómo se sentía. Rezamos con ella y le aseguramos que el Señor era capaz de transformar a su marido y su
situación.
Cuando nos volvimos a encontrar con ella un par de días después, nos echó los brazos al cuello y nos abrazó profusamente.
Nos contó que había seguido nuestro consejo, le había dicho a su esposo cómo se sentía y había escuchado lo que él tenía que
decirle. A consecuencia de ello, había dejado de beber y su relación había mejorado de un modo ostensible. Le contó a su marido
que habíamos orado con ella. Los dos reconocen que fue el Señor Quien transformó sus vidas. Ahora quieren aprender más
acerca de Dios, de la Biblia y de la oración.
Examinemos ahora 12 pasos fundamentales para que nuestras oraciones tengan la debida eficacia.
5. Ser concretos.
Principio clave: Ser concretos en la oración garantiza que obtengamos respuestas concretas.
Jesús quiere que seamos concretos en nuestras peticiones. Él nos pregunta:
Juan 15:7. «¿Qué queréis que haga por vosotros?»
Las oraciones concretas obtienen respuestas concretas. Las plegarias elevadas en forma vaga y generalizada
normalmente son indicativas de una de tres cosas: O no estás demasiado preocupado por el asunto; o no sabes qué es lo
que quieres que el Señor haga; o, por último, no tienes fe en que sea capaz de hacerlo. De modo que te conviene ser tan
claro y concreto como si estuvieras firmando un cheque a cobrar en el Banco del Cielo. Llénalo con la cantidad exacta
que quieres, hazlo a tu nombre o del de otra persona que lo necesite, ponle fecha y será tuyo.
En los negocios que llevamos a cabo con otras personas solemos ser muy concretos, sobre todo si se trata de un
asunto importante que entraña una transacción monetaria. Somos muy cuidadosos de entender bien lo que pactamos.
Afirmamos que estamos «haciendo un trato» o «cerrando un trato» con una persona. Ello significa que en algún
momento estampamos nuestra rúbrica en la línea punteada y de forma muy concreta y con gran prudencia, cerramos el
trato. En nuestros tratos con Dios, tenemos que ser igual de concretos. Hay un momento en que firmamos —por así
decirlo— debajo de Sus promesas, tomamos a pie juntillas Su Palabra y cerramos el trato.
7. Ejercitar tu fe.
Principio clave: Cuando la fe va al mercado, siempre lleva consigo una cesta.
¿En qué consiste la fe? En tomarle la Palabra a Dios. Consiste en creer que cumplirá lo prometido. Si tienes fe, poco
importa si la lógica o la razón no apuntan en la dirección de lo que quieres; sabes que se cumplirá porque Dios lo
prometió, ya sea que tu mente humana lo entienda o no.
Cuanto mayor es tu fe en la capacidad del Señor para responder a tus oraciones, mayores son las respuestas que
obtienes. Los dos ejemplos opuestos a los que hacemos referencia a continuación ilustran muy bien este principio: Al
acudir dos ciegos a Jesús para que les devolviese la vista, Él les preguntó si creían que era capaz de hacerlo. Al
responderle que sí, Él les dijo que «conforme a su fe» les sería hecho, y procedió a sanarlos.
Mateo 9:27-30. Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: «¡Ten misericordia de nosotros, Hijo
de David!» Y llegado a la casa, vinieron a Él los ciegos; y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacer esto?» Ellos dijeron:
«Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Conforme a vuestra fe os sea hecho». Y los ojos de ellos fueron abiertos.
Sin embargo, en otro caso leemos que en cierta ciudad no hizo muchos milagros a causa de la incredulidad de la
gente.
Mateo 13:58. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
Así pues, queda bastante claro que la respuesta divina a tus oraciones está supeditada a la medida de tu fe.
¿Cómo se fortalece el músculo de la fe? Se nutre con la Palabra de Dios y se ejercita a diario por medio de la
oración.
Nota:
Hay otros aspectos de la oración los cuales no hemos tenido mucho tiempo para estudiarlos, tales como: respuestas
atrasadas, clases de oración, como establecer buenos hábitos de oración, más alabanza, escuchar al Señor, y mucho
más. Estos temas los abordaremos en la siguiente clase.