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Psicopatología

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Psicopatología

La psicopatología es parte del interés básico del hombre por entender la conducta
humana, específicamente entender la conducta anormal y/o patológica.
La psicopatología descriptiva es imprescindible para comprender el
funcionamiento de la mente sana y enferma. Es el lenguaje básico para designar los
síntomas de las enfermedades mentales y luego hacer un diagnóstico de una patología
psiquiátrica. Por esta razón, creemos que la formación clínica comienza con el
conocimiento de la semiología psiquiátrica y su psicopatología, antes de iniciarse en
otras áreas clínicas y debe ser en forma entretenida, interactiva y con múltiples
ejemplos.
Este programa le da la posibilidad al alumno de acceder a este conocimiento de
manera fácil, dando respuesta a la necesidad de nuevas herramientas educacionales y
a su vez usando todos los recursos audiovisuales que hoy la tecnología pone a nuestro
alcance. Este esfuerzo académico se debe a la gran importancia que le damos al
adecuado aprendizaje de la base de la clínica como punto de partida de las carreras del
área de la salud mental.
Tal como el texto de psicopatología y semiología psiquiátrica del Dr. Ricardo
Capponi en su momento fue fruto de una necesidad detectada en la práctica docente, el
desarrollo de un programa de aprendizaje online de psicopatología también lo ha sido.
Creemos de vital importancia seguir desarrollando nuevas estrategias
educativas adecuadas a estos tiempos y por esta razón es que las ventajas del
aprendizaje on-line se hacen atractivas como una interesante propuesta surgida como
respuesta a nuestras interrogantes de como actualizar la enseñanza de la psicopatología
en este nuevo siglo.
Te ofrecemos la posibilidad de aprender psiquiatría de la manera que hoy exige
el mundo moderno. Tanto para pacientes y como para profesionales, es necesario
mantenerse informado de una manera fácil y expedita.
Dra. Valentina Capponi Marshall
Autora del programa de Psicopatología on-line
Dr. Ricardo Capponi MartíneZ
Autor del libro: «Psicopatología y Semiología Psiquiátrica»
Elementos del vivenciar
Esta denominación alude a lo que se ha llamado elementos básicos constitutivos
del aparato psíquico. Entre los elementos del vivenciar, distinguimos:
Sensopercepción
Pensamiento
Afectividad
Psicomotricidad o conación

I.1. Sensopercepción
Estudiar y entender el funcionamiento del sistema sensorial es la base para que
podamos hacer un análisis completo de la manera en que un individuo vivencia una
situación determinada.
Los sentidos son nuestra conexión directa con el ambiente. No puede ser igual
la vivencia de una persona que escucha mal que el de un músico que discrimina variados
sonidos o tiene una hipersensibilidad auditiva.
La causa de la diferencia que existe en cómo sentimos los estímulos externos no
está del todo clara. Pudieran ser el número de receptores, la respuesta de estos o
diferencias en las vías neuronales que trasmiten el impulso nervioso.
Luego de que el medio interactúa con nuestros órganos sensoriales, el impulso
nervioso que se produce debe ser elaborado por algún área específica de la corteza
cerebral. La elaboración cortical de los estímulos sensoriales del ambiente o como
interpretamos la sensación es llamada percepción.
Entonces, además de influir las diferencias en el órgano sensorial propiamente
tal, para evaluar bien la vivencia de un estímulo externo, debemos tener presente que
la estructura cortical varía enormemente en cada individuo y por ende la elaboración de
estos impulsos será muy distinta en cada caso.
Adicionalmente, las patologías tanto de los órganos sensoriales como de las
áreas corticales que elaboran la respuesta podrían alterar este proceso en forma
secundaria y cambiar la manera en que se vivencia el estímulo del medio.
En este capítulo estudiaremos la sensación, percepción y representación, tanto
su desarrollo normal como cuando está alterado.

I.1.a. Sensación
La sensación se define como un proceso fisiológico, en el cual uno de los órganos
de los sentidos responde frente a un estímulo físico del medio ambiente.
Se habla de sensación cuando un estímulo que actúa sobre un órgano sensorial
llamado receptor es capaz de excitarlo y provocar una reacción de transmisión hacia
un centro integrador, que en el caso del hombre es la corteza cerebral. El cerebro
registra dicho estímulo como una experiencia que denominamos sensación.
El estudio de la neuropsicología de nuestro sistema sensorial es la base para
comprender como se reciben, conducen y elaboran los estímulos del ambiente. Al tener
este conocimiento, podremos entender mejor la manera en que un individuo vivencia
una experiencia.

1.b. Percepción
Una vez que llega al cerebro la transmisión nerviosa desde el receptor (que se
manifiesta en el cerebro como un potencial evocado), este registro se somete a una serie
de elaboraciones psíquicas hasta convertirse en una percepción.
Se trata de elaboraciones de las cuales habitualmente no estamos conscientes y
que nos llevan a identificar las percepciones como «sensaciones». No obstante,
es sólo a través de la percepción que el dato se nos aparece con carácter de objeto.
Esto es lo que Jaspers llamó «conciencia de objeto», y que consideró la función
que más caracteriza la percepción.
Iniciaremos tratando de entender cómo se conforma un proceso perceptivo
normal en la «Psicología de la Percepción».
Una vez que podemos entender el proceso de percepción normal, revisaremos
cómo puede alterarse este proceso en la «Psicopatología de la Percepción».

I.1.c. Representación
Las representaciones son imágenes surgidas en la
conciencia, que el sujeto reconoce como un producto de sí
mismo; son íntimas, carecen de vivacidad y nitidez, dependen
totalmente de la actividad psíquica y se modifican por la
voluntad.

I.2. Pensamiento
Desde un punto de vista fenomenológico,
el pensamiento es considerado por el observador como un
flujo de ideas, símbolos y asociaciones dirigidas hacia un
objetivo, que se expresan a través del lenguaje (pensamiento
discursivo-verbal) o a través de la acción (pensamiento
práctico). Las ideas, símbolos y asociaciones han sido
movilizados por un problema, y su objetivo es conducir a
conclusiones eficaces en relación con él.
En este capítulo describiremos la psicología normal del
pensamiento y luego los trastornos del pensamiento que se
producen cuando se afectan cada uno de estos niveles.

I.3. Afectividad
La vida afectiva es el conjunto de estados y
tendencias que el individuo vive de forma propia e
inmediata (subjetividad, que influyen en toda su
personalidad y conducta (trascendencia), especialmente
en su expresión (comunicatividad), y que por lo general
se distribuyen en términos duales, como placer-dolor,
alegria-tristeza, agradable-desagradable, atraccón-
rechazo, etc. (polaridad).

I.4. Psicomotricidad
Es importante enfatizar el valor especial que tiene la psicomotricidad en el estudio
de la psicopatología del paciente, ya que ella es la expresión final de una serie de
instancias psicológicas que nos hablan del sujeto en profundidad. Desde la
psicomotricidad se hace posible inferir la instintividad, las pulsiones o tendencias, los
afectos y las direcciones de la voluntad.
En nuestro enfoque adoptamos una aproximación fenomenológica, la
psicomotricidad en el análisis psicopatológico es la vía regia por la cual el ser humano
se muestra ante y para otros.

II. Instrumentos del vivenciar


Son factores generales de cuya presencia y operabilidad depende la construcción
vivencial, siendo por lo tanto condicionantes necesarios. Estos son:
1. Orientación
2. Memoria
3. Atención y concentración
4. Conciencia
5. Inteligencia
La indemnidad de estas funciones que hemos llamado instrumentos del vivenciar
posibilita la realización de la sensación percepción, representación, pensamiento,
afectividad y psicomotricidad; o sea, los modos de vivenciar dependen del estado de los
instrumentos del vivenciar.

II.1. Orientación
1.1. Psicología de la Orientación
Algunos textos de psicopatología se refieren a la orientación como un subcapítulo
de los trastornos de conciencia. En la práctica clínica, el valor semiológico de los
trastornos la orientación es tal, que se tiende a asimilar desorientación con perturbación
de conciencia. No todo trastorno de la orientación proviene de un trastorno de
conciencia, aunque sí todo trastorno de conciencia necesariamente compromete en
grado leve o mayor la orientación.
Definimos la orientación como el instrumento del vivenciar que permite al sujeto
comprender cada uno de los instantes de su vida en relación al pasado, al presente y al
futuro, así como su ubicación en relación a los espacios que lo rodean, en relación a sí
mismo y al contexto situacional.
Funciones principales
Desde esta definición podemos entender las tres funciones principales de este
instrumento del vivenciar: la función de orientación alopsíquica, tanto temporal como
espacial, y la función autopsíquica u orientación de la propia persona.
Orientación alopsíquica temporal
El hombre tiene una noción del tiempo que trascurre, sin necesidad de aparatos
que lo midan. A través del registro ordenado en la conciencia de las vivencias que
ocurren en el tiempo, y de la capacidad de ser evocadas unas en relación a otras y en
una secuencia determinada, construimos el pasado. Desde el presente miramos el
pasado y, por extrapolación, prevemos en algún grado el futuro. Gracias a esta
capacidad sabemos la fecha, el día, el momento del día, el año, la estación del año.
Orientación alopsíquica espacial
A través de la percepción del mundo externo y de su propia persona, el hombre
dimensiona los objetos con que interactúa, los reconoce por sus apariencias externas y,
gracias a la memoria, guarda recuerdos de su relación vivencial con ellos. Esta capacidad
le permite saber en qué lugar se encuentra: país, ciudad, calle, casa, pieza, lugar de la
pieza, y el lugar que él ocupa en el contexto espacial, en un momento dado.
Orientación autopsíquica
La percepción de uno mismo, acompañada de una memoria que registra la
continuidad del acontecer en el que uno participa, y el recuerdo de aquellos con los que
se participa, permite saber acerca de quién y qué es uno mismo y nos da una visión de
conjunto acerca de lo actual y de lo pasado.

1.2. Psicopatología de la Orientación


El estudio de la orientación tiene un valor semiológico muy importante no tan
sólo para la conciencia, sino para todos los instrumentos del vivenciar. Los compromisos
más o menos severos de la memoria o de la atención o de la inteligencia, provocan en
mayor o menor grado, desorientación.
Desorientación parcial
Trastorno psicopatológico de la orientación en el cual el sujeto se orienta
parcialmente. Su ubicación témporo-espacial es insegura e inconstante. Se afecta en
mayor medida la orientación temporal, menos la espacial. Cuando la orientación
autopsíquica está afectada, habitualmente ya está comprometida la orientación
témporo-espacial.
Desorientación temporal
Trastorno psicopatológico de la orientación en el cual el paciente no sabe en qué
fecha está, ignora el día o el mes y el año, y tampoco logra ubicar el momento del día
en que se encuentra (mañana, tarde o noche).
Desorientación espacial
Trastorno psicopatológico de la orientación en el cual el paciente no sabe en qué
lugar físico se encuentra. Puede ignorar en qué ciudad está, si está en su casa, en un
hospital o en otra institución. No sabe en qué parte de la casa se encuentra, ni qué lugar
ocupa.
Desorientación autopsíquica
Trastorno psicopatológico de la orientación en el cual el paciente no sabe quién
es, de dónde viene ni hacia dónde va. Desconoce su rol social, familiar, e incluso puede

II.2. Memoria
La memoria corresponde a aquel instrumento del vivenciar que permite a
la vivencia quedar retenida y conservada en la psique, pudiendo ser posteriormente
evocada.
Esta posibilidad de evocación de hechos pasados permite ampliar la referencia del
hombre en el tiempo, contribuyendo a darle la noción de tiempo transcurrido y, desde
esta experiencia, extrapolar la noción del tiempo venidero. Así la memoria nos posibilita
la conexión entre pasado, presente y futuro. (1)

II.3. Atención y concentración


Psicología de la atención
Al igual que la conciencia, la inteligencia, la memoria y la orientación, la atención
es un instrumento del vivenciar. Por lo tanto, es condición necesaria para un vivenciar
normal.
La atención es la orientación de nuestra actividad psíquica hacia algo que se
experimenta, permitiendo así el vivenciar. En la atención el estímulo se acepta
indiscriminadamente, en forma pasiva y sin esfuerzos. Ese algo que se experimenta
puede provenir de situaciones externas (sensaciones, percepciones, etc.) o de
situaciones internas (pensamientos, sentimientos, etc.).
A través de la atención nos informamos de las modificaciones fisiológicas y
patológicas de nuestro medio interno, ya sea físico o mental, lo que nos permite la
elaboración intelectual.
Tipos
• Atención espontánea: La atención está a merced de los estímulos cambiantes
que la impresionan. Hay ciertas características de los estímulos que atraen con más
facilidad la atención; entre ellas, la mayor intensidad, la repetición, la desaparición del
estímulo, la novedad, la variedad y la rareza de éste.
• Atención voluntaria: La dirección de la atención es gobernada activamente por
el sujeto, que voluntariamente la dirige.
Psicología de la concentración
Cuando la atención permanece orientada en forma persistente hacia una situación
determinada, se está llevando a cabo la función de concentración. A través de la
concentración, la atención crea las condiciones para que una determinada situación pase
a ser la más destacada en el campo de la conciencia, otorgando la psique una mayor
energía y dedicación a tal asunto. Con ello el sujeto adquiere mayor noción, exactitud y
claridad respecto del objeto de su atención, con rendimientos más eficientes en el
manejo de sí mismo y del mundo que lo rodea.
Atención y concentración en el rendimiento intelectual
La atención y concentración son requisitos indispensables para un buen
rendimiento intelectual, y una condición necesaria para que se lleven a cabo los procesos
de asimilación y razonamiento lógico, propios de la inteligencia.
Medición
En el capítulo sobre inteligencia, veremos que el test de Wechsler incluye tres
pruebas que, evalúan fundamentalmente la capacidad de atención y concentración.
Estas pruebas son retención de dígitos, pruebas aritméticas y completamiento de
figuras. Las describiremos acá porque consideramos que ilustran los conceptos de
atención y concentración, y son a menudo usadas por los clínicos en sus entrevistas.
Retención de dígitos
Consiste en mencionar al paciente una secuencia de dígitos de dificultad
creciente, secuencias que el paciente debe retener y repetir. Por ejemplo: 2 – 9 – 3 – 1
– 8.
Esta prueba mide atención, ya que para poder rendir bien en ella se requiere ser
capaz de asimilar sin esfuerzo la serie de dígitos.
Destacando el carácter pasivo de la atención, en la vida cotidiana, la atención
funciona cuando, por ejemplo, podemos seguir el desarrollo de una conferencia o la
lectura de un libro sin un esfuerzo especial. Cuando reiteradamente perdemos el hilo, es
porque nuestra atención está perturbada.
“Aquellos pacientes que tienen que hacer un gran esfuerzo para escucharlos y
para retenerlos, no tardan en empezar a equivocarse; el esfuerzo voluntario no puede
reemplazar la condición —óptima para este test— de la atención pasiva automática”
(Rapaport, 1959).
Pruebas de aritmética
Al paciente se le solicita que resuelva algunos problemas matemáticos sencillos,
usando las cuatro operaciones básicas de suma, resta, multiplicación y división.
Es una prueba fundamentalmente de concentración, ya que el sujeto se concentra
en el continuo de números y en el patrón de los cuatro cálculos aritméticos básicos.
El proceso de concentración se observa en la vida diaria cuando el material que
ha de percibirse se torna demasiado complejo; esto hace necesario el esfuerzo voluntario
para su selección y organización, de modo tal que se vuelva significativo y perdurable;
lo mismo ocurre allí donde la atención se halla disminuida y el esfuerzo voluntario es
necesario para ocuparse de la entrada o salida del estímulo. (8)
“El continuo abstracto de números, y los patrones abstractos de los cuatro
cálculos, están a disposición de la conciencia de cualquier persona media; la tarea de la
concentración consiste en volver los pasos hacia estos patrones interiorizados”
(Rapaport, 1959). (9)
Subtest de completamiento de figuras
Consiste en una secuencia de láminas, a cada una de las cuales le falta un detalle
que debe ser descubierto por el examinado. Por ejemplo: al dibujo de un cerdo le falta
la cola.
Es también un test de concentración, pero a diferencia del test de aritmética, en
el cual la concentración se realiza sobre los patrones interiorizados, en éste el sujeto
debe considerar, además de los patrones interiorizados, los modelos externos que se le
colocan antes su vista. De los modelos externos que son los dibujos, debe captar lo que
falta en ellos, o sea, en qué se desvían de los patrones internos. El esfuerzo de
concentración es voluntario y selectivo, requisito para el éxito de esta prueba.

II.4. Conciencia
Al hablar de conciencia del yo, usaremos conciencia en el sentido de saber
acerca de sí: cómo el yo sabe de sus límites, sabe de su pertenencia, sabe de su
existencia, etc.
Nos habría gustado cambiar el término conciencia por otro. Algunos han
usado vivencia, pero creemos que es muy equívoco y se presta a mayor confusión. Por
estas limitaciones del lenguaje nos quedamos con conciencia, pero es importante que se
tenga presente el alcance que le daremos a este término en el capítulo “El Yo”.
En este capítulo, conciencia alude a la capacidad de repliegue reflexivo,
pero no sólo a eso.

1. Psicología de la Conciencia
Jaspers describe lo que él considera que caracteriza a la conciencia, y dice: “Por
conciencia entendemos, primeramente, la interioridad real de la vivencia (en
oposición a la exterioridad del proceso biológico explorable). En segundo término,
la escisión sujeto-objeto (un sujeto que opina es dirigido hacia objetos que percibe,
representa y piensa). En tercer lugar, el conocimiento de la conciencia en torno a sí
misma (conciencia de sí)”.
Podemos decir, entonces, que la conciencia se define desde estas funciones.
1. La interioridad real de la vivencia, en oposición a la exterioridad:
Se refiere a la capacidad de la conciencia de interiorizarnos de nuestro vivenciar
íntimo, a un estar familiarizados y cercanos a ese mundo de nuestro acontecer psíquico;
implica, por ende, tener una claridad segura respecto de la frontera entre nuestro mundo
interno y el mundo externo, entre nuestra conciencia y las otras conciencias, así como
sobre la individualidad e inviolabilidad de nuestra conciencia Esta función de
interioridad a la que aludimos es la que permite que un sujeto se dé cuenta de que
una fantasía es una vivencia interna, que no corresponde a una realidad objetiva exterior
y, por tanto, proviene de su imaginación. Es también la que hace al sujeto darse cuenta
de que el mundo externo que percibe no es un sueño, sino absoluta realidad. Cuando
esta función se pierde, se mezclan imaginaciones, sentimientos, percepciones reales e
imaginarias, todo en un desorden confuso e ininteligible.
2. La escisión sujeto-objeto:
Un sujeto dirige su vivenciar hacia objetos, hacia un mundo externo que percibe
y con el que interactúa. Apunta a la capacidad de la conciencia de relacionarse con las
cosas, con el mundo tanto interno como externo; registrarlas, percibirlas, sentirlas e
incluirlas, a través de sensaciones, percepciones, representaciones y pensamientos. Esta
capacidad de la conciencia de dirigirse hacia el mundo interior o exterior ha sido
denominada función de alerta.
3. El conocimiento de la conciencia en torno a sí misma:
Se realiza a través de la capacidad de reflexividad de la conciencia. La
conciencia se puede detener en el tiempo y tomar conocimiento de sí, esto es, tomar
“scientia” de sus procesos y vivencias. Es ésta la función por la que habitualmente más
se define la conciencia en los textos, y que tiene relación con el origen etimológico de la
palabra, “cum scientia”, darse cuenta y saber de sí mismo.
Visión dinámica de la conciencia
Tratando de entender la conciencia más dinámicamente, diríamos que la
conciencia posibilita la llegada de todos los modos del vivenciar: las sensaciones, las
representaciones, la afectividad, la psicomotricidad, como también los pensamientos. O
más bien, se constituyen vivencias gracias a la conciencia. Es por esta característica de
la conciencia, de ser una condición absolutamente necesaria para que el vivenciar se
lleve a cabo, por lo que se la agrupa junto a la memoria, inteligencia, atención y
orientación, también condiciones básicas del vivenciar y que conforman lo que se ha
designado como instrumentos del vivenciar.

2. Psicopatología de la Conciencia
Desde un punto de vista fenomenológico, dividiremos los trastornos de la
conciencia en dos grupos: los trastornos cuantitativos de conciencia y cualitativos de
conciencia.
II.5. Inteligencia
III. Cualidades del vivenciar
Corresponde a ciertas cualidades generales que sólo surgen en la naturaleza
humana y que son resultantes de la funcionalidad yoica. Su carácter dinámico exige
una aproximación dimensional que distingue las siguientes dimensiones:
1. Dimensión realidad-irrealidad
2. Dimensión actividad-pasividad
3. Dimensión acercamiento-evitación
4. Dimensión dependencia-independencia
Los eventos psíquicos se cualifican vivencialmente bajo la funcionalidad yoica.
Desde el yo, adquieren su sello propio y se configuran en vivencias personales. Es
decir, los acuña y les imprime un carácter propio bajo un proceso integrador que estará
condicionado por su propia estructura y organización dinámica, la cual se ha
configurado a través de su historia, en relación a los caminos de resolución que adopte
frente a las cuatro dimensiones polares que lo constituyen desde su génesis.
Consideramos que estas cuatro dimensiones son operacionalmente
fundamentales pero no excluyentes de otras posibles dimensiones susceptibles de
formulación.

III.1. Dimensión realidad-irrealidad


El Yo está expuesto a vivencias de realidad e irrealidad. Percibe un mundo externo
desde el cual elabora un juicio de realidad, pero también convive con su mundo interno
de fantasías, imaginaciones y ensueños. El Yo maduro y sano delimita con precisión y
claridad las fronteras que separan la realidad externa del mundo de la fantasía y de la
imaginación.
Esta estricta delimitación, sin embargo, no impide que el Yo pueda convivir con
ambas áreas, aceptando la integración dialéctica de estos opuestos, vale decir, pudiendo
sentir sin ambivalencia cuánto de real hay en lo irreal y cuánto de irreal hay en lo real.
Es evidente que la interacción entre los polos de esta dimensión tiene lugar a través del
desarrollo del sujeto; por lo tanto, esta dimensión va a tener características propias y
diferentes en cada una de las etapas del desarrollo.
El juicio de realidad
El juicio de realidad de un sujeto nos es comunicado fundamentalmente a través
de sus ideas. Son las ideas —en otras palabras, el pensamiento— las que nos permiten
evaluar el juicio de realidad de una persona. Pero en la elaboración de este juicio
participa también la afectividad, la percepción y, por supuesto, el Yo (además de sus
instrumentos: conciencia, memoria, atención, orientación e inteligencia). En este
sentido, pudiéramos decir que así como el estado afectivo en un momento dado
determina en cierto grado la percepción, el pensamiento y, por ende, el juicio de
realidad, así también la estructura y organización del Yo van a orientar la percepción y
el juicio de realidad.
Por ejemplo. La diferencia entre la idea deliroide de un depresivo y la idea
delirante primaria de un paranoico o de una esquizofrenia incipiente. En la primera es el
ánimo pesimista y desesperanzado el que alimenta el delirio; en la segunda es una
mantenida y permanente estructura que se empecina en mirar el mundo como
amenazante (en el caso del paranoico) o en sentir cómo esta estructura se disuelve, no
tiene límites y/o no existe (en el esquizofrénico incipiente). La angustia del
esquizofrénico incipiente, su trastorno del juicio y de la percepción, no son más que la
consecuencia del proceso de disolución yoica al que asiste el paciente.
El principio de realidad
Denominamos principio de realidad la función yoica que se constituye
dinámicamente y se expresa a través de la dimensión realidad-irrealidad, para
diferenciarla del ‘juicio de realidad’ como función del pensamiento.
Consideramos que el trastorno del juicio de realidad es un trastorno del
pensamiento. Su alteración puede no provenir necesariamente de un trastorno del Yo.
Ejemplos son la idea deliroide que proviene de un trastorno afectivo o la idea
deliriosa a consecuencia de un compromiso de conciencia.
También un compromiso grave del principio de realidad puede llevar a un
trastorno del pensamiento y, por ende, del juicio de realidad. Esto es lo que sucede en
la esquizofrenia. El principio de realidad está tan gravemente alterado que compromete
el pensamiento, surgiendo así las ideas delirantes.
En las personalidades fronterizas, el compromiso severo del principio de realidad
lleva a los pacientes a presentar breves episodios de trastornos de juicio de realidad.
Lo que queremos enfatizar es que el juicio de realidad se ubica en la categoría de
los elementos del vivenciar, y se hace sintomático cuando se ve afectado el pensamiento
desde cualquier vía. El principio de realidad, en cambio, es una función yoica que se ve
afectada cuando se compromete su estructura u organización. Tal compromiso es un
continuo que va desde grados muy leves en el normal, pasando por grados medianos en
los trastornos de personalidad propiamente tales, hasta el compromiso severo en los
fronterizos, llegando a ser grave en los psicóticos.
Función de realidad normal
Queremos señalar cómo la integración de un sano irrealismo nos permite vivir
más tranquilos y confiados frente a situaciones que, por lo grave que son, deberían
mantenernos amargados. Es la integración de la lógica del mundo interno, de la
irrealidad donde las cosas pueden ser y no ser a la vez, lo que nos permite apostar a
que aquello no sucederá o no tiene inminencia, sin más detención ni análisis en el
problema.
El Yo debe ser capaz de separar lo que acontece en su vida interna —
imaginaciones, sentimientos, deseos, fantasías y ensueños— de aquello que acontece
en el mundo externo real, lo que son las cosas, objetos y personas que lo rodean. Al
mismo tiempo, es capaz de delimitar este juego real-irreal con relación a sí mismo: qué
es aquello que él es; cuáles son sus límites; cuál es su real existencia, su continuidad,
su unidad, su propia pertenencia, su salud y su corporalidad.
Expresiones de la funcionalidad yoica con relación al principio de realidad son el
manejo y control de la realidad que reflejan una adecuada percepción de ella. Este
criterio, que examina fundamentalmente las conductas del sujeto, está gravemente
comprometida en los trastornos fronterizos y el manejo de la realidad es muy
contradictorio, auto y heterodestructivo.
Alteración de la función de realidad
El principio de realidad del Yo se puede describir desde la dimensión realidad-
irrealidad del Yo, la cual puede ser analizada tanto en su relación con el mundo externo
como en su relación consigo mismo, y en ambas áreas podemos ver la capacidad del Yo
de delimitar aquello que corresponde a lo real y aquello que corresponde a lo irreal.
Cuando esta función está alterada, el Yo tiende a percibir a los demás según su mundo
interno. El fracaso en la integración de sus opuestos se traducirá en que el Yo es incapaz
de percibir el mundo con la adecuada dosis de realismo, y al mismo tiempo incapaz de
sentir cuánto hay de irrealidad en esa realidad, vale decir, permitirse en cierto modo
integrar su mundo interno.
El hiperrealismo no adquiere nunca la gravedad del irrealismo, tal vez porque
nosotros juzgamos desde los parámetros de la adaptabilidad a nuestra cultura. Pero
mirado desde la perspectiva de la pérdida de libertad, se hace tan grave uno como el
otro.
Por ejemplo, en el esquizofrénico el desplazamiento y anulación de la realidad en
esta dimensión son evidentes, y fácilmente comprensibles. La falta de integración de los
extremos llega a ser caricaturesca. Cuando la irrealidad no ha invadido totalmente la
realidad, la falta de integración se muestra en esa escisión de dos mundos que vive el
esquizofrénico y que lo lleva a la doble orientación. Fue lo que Bleuler describió bajo el
término de ‘ambivalencia’.
Esta misma escisión la viven las personalidades limítrofes, aunque de manera
menos grave y más transitoria.
Un fóbico obsesivo, orientado por la necesidad de anular tenazmente su mundo
interno, asume un realismo que le impide el juego de esa lógica del mundo interno, que
hace que lo posible no parezca amenazante. Si bien se adecuará a lo que la sociedad
espera de él, el grado de sufrimiento y limitación de sus capacidades afectivas y creativas
en esa adecuación es tan intenso y grave como en la alternativa opuesta.
Áreas de exploración
El área del vínculo (relaciones objetales tempranas y forma de vincularse actual),
en la que se explora la dimensión realidad-irrealidad; el área de las interacciones
(“propia identidad”), en la que se explora la dimensión dependencia-independencia; y el
área de las relaciones (tendencia a acercarse al otro), en la que se explora la dimensión
adhesividad-evitación.
La normalidad o funcionalidad del Yo se expresa en su capacidad integradora de
los extremos polares de sus dimensiones básicas; y, consecuentemente, su
psicopatología incide en la escisión de uno o varios de tales extremos dimensiónales
antagónicos, en tal forma que la patología psíquica ligada al Yo acerca su limitación
funcional a los estadios más primarios de su desarrollo. Y mientras más grave sea su
limitación funcional, más puros serán los polos dimensionales, en cuanto a expresión
conductual patológica.
1.1 PSICOLOGÍA DE LA DIMENSIÓN REALIDAD-IRREALIDAD CON
RELACIÓN AL ENTORNO
En su función comandadora de la vida psíquica, el Yo se instala en la realidad,
manejándola. La calidad de este manejo depende de la indemnidad de lo que hemos
llamado principio de realidad, el cual no es sino la resultante de la integración de las
polaridades realidad-irrealidad.
Este principio de realidad se expresa fenomenológicamente en tres niveles: un
primer nivel que denominamos apreciación de realidad; un segundo nivel que llamamos
sentido de realidad; y un tercer nivel llamado juicio de realidad.
Con el fin de delimitar más pedagógicamente la alteración de la función de
realidad usando términos diferenciadores, designamos trastorno de la apreciación de
realidad al compromiso leve del principio de realidad propio del neurótico; trastorno del
sentido de realidad el compromiso severo del principio de realidad propio del fronterizo;
y trastorno del juicio de realidad al compromiso grave del principio de realidad propio
del psicótico.
a) Apreciación de realidad con relación al entorno
Inevitablemente la realidad es percibida desde el prisma de las necesidades,
motivaciones, deseos, temores, etc., del Yo del sujeto. Una adecuada apreciación de la
realidad supone que ni el mundo interno motivacional desplaza la realidad, ni la realidad
descarnada impide que sea investida por estas necesidades internas, de tal manera que
el Yo viva con una flexibilidad que le permita captar la realidad tal cual es, pero también
moldearla y distorsionarla levemente, para su propia tranquilidad. Esto confluye a su
estabilidad y sensación de fortaleza.Como no le teme a la realidad por esta buena
interacción, se enriquece con ella y, por lo tanto, tiene capacidad de cambio.
b) Sentido de realidad con relación al entorno
El Yo extrae de la realidad una información en un todo desde donde elabora el
sentido de su proyección y existencia en la vida. En esta interacción con la realidad
construye planes coherentes que tienen que ver con sus posibilidades, tanto las relativas
a su vocación de estudio y trabajo, como respecto de sus amistades, su vida afectiva de
pareja y familiar, sus compromisos con la sociedad, con la trascendencia, etc. En la
disfunción yoica del fronterizo, esta categoría se ve seriamente comprometida.
c) Juicio de realidad con relación al entorno
El juicio de realidad se estructura desde la vivencia de realidad. La indemnidad
de esta función, básica y primaria, permite al Yo registrar el significado de lo percibido.
Es a partir de estas significaciones básicas de lo percibido en su entorno, que el Yo es
capaz de construir sentidos de realidad y puede apreciar la realidad.
Cuando el principio de realidad se compromete a este nivel, tan fundamental, el
Yo está prácticamente desintegrado en su estructura y organización.
1.2 PSICOLOGÍA DE LA DIMENSIÓN REALIDAD-IRREALIDAD CON
RELACIÓN A SÍ MISMO (SELF)
En su función personalizadora y cualificadora del vivenciar, el Yo percibe una
conciencia de sí mismo que los psicopatólogos clásicos, como Jaspers y Schneider, han
descrito con referencia a cinco características: conciencia de pertenencia del propio Yo;
conciencia de la unidad del Yo; conciencia de la identidad del Yo; conciencia del Yo en
oposición a lo externo o límites del Yo; y conciencia del existir del Yo.
Agregamos dos características importantes en el análisis psicopatológico, que
consideramos corresponden a la psicología del Yo: conciencia de salud y enfermedad, y
conciencia corporal.
Conciencia de pertenencia del propio Yo. Nos experimentamos a nosotros mismos
como autores de aquello que hacemos, vivimos y logramos. Este sello de la acción “mía”,
del “Yo personal”, que se da a los fenómenos psíquicos, sean éstos percepciones,
sensaciones, recuerdos, representaciones, pensamientos o afectos, se llama
personalización de la vivencia.
Conciencia de la unidad del Yo. Yo soy uno en el mismo momento, esto es, nos
experimentamos como unidad, como correspondientes a nuestro ser “nosotros mismos”
y no varios. Esto, incluso, es válido cuando tenemos discrepancias internas, aspectos
opuestos y contradictorios en nuestra intimidad.
Conciencia de la identidad del Yo. Tenemos una conciencia de nuestra
continuidad. Los cambios experimentados con el medio y con los demás a través de
nuestra biografía no alteran el hecho de saber que desde que nacimos hasta ahora,
somos siempre él mismo bajo una historia unitaria.
Conciencia del Yo en oposición a lo externo, o límites del Yo. Así como hemos
señalado que somos conscientes de nosotros mismos, también somos conscientes de
aquello que nosotros no somos, estableciendo así un límite. Esto nos permite tener
conciencia de que hay fenómenos que, al ser externos, no tienen la capacidad de
provocar modificaciones en nuestro Yo, en nuestro ser. Interactuamos tranquilamente
con los demás objetos, sin la necesidad de poner una barrera, que surgirá del temor de
esta confusión entre mundo-externo y mundo-interno, y que nos llevaría necesariamente
a un aislamiento.
Conciencia del existir del Yo. Nos experimentamos como existentes, “con plena
consistencia” y de modo natural y lógico como seres vivientes corporal y psíquicamente
presentes.
Conciencia de salud y enfermedad. Sentimos como enfermedad la amenaza y
pérdida de nuestra estabilidad, fortaleza, de la sensación de agradable bienestar que
nos permite enfrentar confiados la vida. Valorizamos nuestra salud cuando la tenemos
y, si bien la cuidamos, no vivimos preocupados en exceso. Cuando enfermamos tenemos
conciencia de la limitación presente o a futuro que la enfermedad nos depara, solicitamos
ayuda, y nos comprometemos en el proceso terapéutico.
Conciencia corporal. En la perspectiva psiquiátrica, cuerpo es la representación
que tiene nuestro Yo de nuestro cuerpo a través de la conciencia corporal. Esta
conciencia corporal no es una idea primaria. Es consecuencia de la relación que el sujeto
ha establecido con su cuerpo a lo largo de todo su desarrollo, desde su nacimiento hasta
la muerte. En esta relación, el cuerpo es para el Yo un instrumento de expresión
privilegiado, y de ahí la importancia de esta área en la semiología de la funcionalidad
yoica.
Principio de realidad en la conciencia de sí mismo
La percepción de la conciencia de sí mismo en estas siete características, al igual
que la relación del Yo con el entorno, está condicionada por el principio de realidad.
Fenomenológicamente, también se expresa en tres niveles: apreciación, sentido y juicio
de realidad.
a) Apreciación de realidad con relación a sí mismo
Una adecuada integración de la dimensión realidad-irrealidad permite al Yo
apreciar su propia pertenencia, su unidad, identidad, límites y existencia de tal manera
que no siente amenazada su integridad; se siente seguro de sí, se aprecia y estima,
conoce sus propios límites y la salud con que cuenta. Podríamos decir que es lo que en
psicología dinámica se considera una identidad lograda.
b) Sentido de realidad con relación a sí mismo
La concepción que el Yo tiene de su pertenencia, unidad, existencia, identidad,
límites y salud le permite proyectarse en el tiempo, dándole un sentido a su existencia.
El manejo de la realidad para sus propósitos está condicionado por esta auto-conciencia
de sentido, que va más allá de la inmediatez del aquí y ahora.
c) Juicio de realidad con relación a sí mismo
Las vivencias de realidad de su propia existencia, límites, identidad, pertenencia,
unidad y salud son básicas, y es a partir de la percepción de estas significaciones básicas
que el Yo puede darle sentido a su conciencia de sí mismo, y apreciar adecuadamente
su conciencia de sí mismo. Su compromiso equivale a su desintegración como
estructura.

III.2. Dimensión actividad-pasividad

III.3. Dimensión acercamiento-evitación


La falta de integración de esta dimensión se traduce en un acercamiento
insistente e indiscriminado. Frente a cualquier situación, el Yo se imanta y, además,
tiende a quedarse adherido, ya que el acercamiento desplazaría, negaría y anularía
cualquier sentimiento de evitación.
Lo mismo sucede en la situación opuesta, en la que el distanciamiento se
impone como una conducta repetitiva y rígida frente a casi toda posibilidad de
interacción, en que no hay deseo de acercamiento sino un tenaz quedarse en la lejanía.
Adhesividad
Esta dimensión pudiera definirse en sus extremos como la atracción o rechazo
a la relación afectiva con los demás.
A un «Yo sano» le resulta atractivo estar con otro, compartir, vivir emociones y
sentimientos, ya sea agradables o desagradables. Un Yo que ha integrado bien esta
dimensión es atraído por el vínculo, aunque éste suponga intensificación emocional. En
su desarrollo, se ha familiarizado con estas emociones y las vive con soltura.
Evitación
El yo, al mismo tiempo, se hace capaz de distanciarse al sentir que una relación
le es de alto riesgo o que su sentido se pierde.
No se acerca ni se distancia indiscriminadamente. Al igual que las demás
dimensiones, la integración dialéctica de sus polos hace que cuando el Yo vive en
situación de acercamiento, por intensa y atractiva que sea, se va permitiendo sentir la
saciedad, de donde irá paralelamente surgiendo el distanciamiento.

III.4. Dimensión dependencia-independencia

https://psicopatologiacapponi.cl/psicopatologiacapponi/clasificacion-
2/dimension-actividad-pasividad/

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