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Marafuschi - Formas y Órganos de Control Sobre La Administración Pública de La Provincia de Bs As

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CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

FORMAS Y ÓRGANOS DE CONTROL SOBRE LA


ADMINISTRACIÓN PÚBLICA DE LA PROVINCIA DE
BUENOS AIRES
POR MIGUEL ÁNGEL MARAFUSCHI

Es abogado, graduado de la Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Ciencias Jurídicas y


Sociales. Cursó estudios en el exterior, tales como seminarios en las Universidades de Tulaine,
Nueva Orleans y en la Southen Methodys University de Dallas, Texas, ambas en los Estados
Unidos. Acredita una amplia trayectoria como profesor de Derecho administrativo en la Uni-
versidad Nacional de La Plata y actualmente es profesor titular de Derecho Administraitvo I,
Cátedra dos de dicha alta casa de estudios. Ha publicado numerosos artículos en revistas
especializadas y en colaboración con el Dr. Tomás Hutchinson un libro sobre el Procedimiento
Administrativo en la Prov. de Buenos Aires. Asimismo, ha dirigido diversos trabajos de inves-
tigación entre los que se destaca el publicado por la Editorial de la Universidad: “Servicio
Público. Estudios a la luz de la Reforma del Estado”.
El Dr. Marafuschi fue Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional de La Plata durante los períodos 1995 a 1998 y 1998 a 2001; es además, subsecretario
en Asuntos Administrativos de la Fiscalía de Estado provincial.

I. INTRODUCCIÓN
La legalidad administrativa impone a la Administración Pública un obrar supeditado
al cumplimiento de normas jurídicas preestablecidas. Este principio, en la actualidad
mayoritariamente aceptado por la doctrina y jurisprudencia, requiere, para su cumpli-
miento, formas de control que aseguren su operatividad.
La subordinación de la actividad administrativa a la ley, logro del estado de derecho
democrático, impide los desbordes propios de órganos, cuyas tareas sustanciales con-
sisten en ejecutar y que en ese empeño, muchas veces, pretenden acelerar los tiem-
pos en detrimento de la observación estricta de normas que le son impuestas.
En 1944, Bartolomé Fiorini, en su ya legendaria Teoría de la Justicia Administrativa,
encabezó el capítulo destinado al control sobre la actividad administrativa de este
modo: “Hemos observado y comprobado cómo la actividad de la Administración no
puede ser arbitraria, ilegal e inmoral: cuando desarrolla su labor debe hacerlo jurídi-
camente dentro de las normas de Derecho expresadas en las leyes positivas o en los
principios generales e implícitos que surgen del orden jurídico y al mismo tiempo
tratar de cumplir con la mayor eficacia los fines públicos. La Administración no podrá
realizar su actividad en forma inconstitucional, ilegal, ilegítima e ineficaz”1.
Si a ello se agrega un alto contenido de corrupción en los negocios públicos, se advier-
te, nítidamente, que el control es el único medio eficaz para combatirlo.
Es más, la punición de los delitos contra la Administración, como todos aquellos
incriminados en el Código Penal, demuestra que el fenómeno de la corrupción no

1
Fiorini, Bartolomé, Teoría de la justicia administrativa, Buenos Aires, Ed. Alfa, p.157.

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puede ser combatido exclusivamente por esa vía, atento que su proliferación está a
la vista. Por otra parte, este tipo de actividad delictiva es de muy difícil prueba, lo
que importa un alto grado de impunidad para sus autores.
Por tal razón, cabe concluir que una forma eficiente de impedir la corrupción es el
control y, más precisamente, el control a priori del dictado del acto administrativo.
Asimismo, y para prevenir otras formas corruptivas del actuar administrativo, es pre-
ciso implementar, además del enunciado control preventivo, sistemas de seguimiento
selectivo del trámite del expediente luego de dictado el acto y hasta su agotamiento
por haberse cumplido el objeto de éste.
Con ese fin, el Derecho administrativo moderno ha creado un capítulo destinado a la
fiscalización administrativa, pero, como es lógico suponer, existen otras formas de
control del actuar administrativo ajenas a la propia Administración y que se desarro-
llan en la esfera de competencia de los otros poderes del Estado o, aun, de figuras
creadas a tal fin por las propias constituciones locales.

II. FISCALIZACIÓN POLÍTICA


Poder Legislativo
Es de singular importancia el papel que tiene asignado en ese orden el Poder Legisla-
tivo. El control político, el juzgamiento desde esa órbita del desempeño del Poder
Ejecutivo, alcanza para la sociedad, en primer término, una trascendencia del alto
impacto por el espacioso ámbito en el que se desenvuelve; en segundo orden, permi-
te un rastrillaje pormenorizado de todo el actuar administrativo.
Entiéndase que el control político no está sujeto a cánones estrictos. Debe asegurar
imparcialidad y respeto por el derecho de defensa, pero no se limita a la búsqueda de
ilícitos penales o administrativos, sino que, en un desplazamiento más profundo,
procura determinar la responsabilidad que le cabe al Poder Ejecutivo por su comporta-
miento político frente a una ciudadanía, representada por los legisladores, que exige
un manejo transparente de la res pública.
Una forma de ese cometido, poco ejercitada por los legisladores, es la referida al
control de la ejecución del presupuesto.
Es sabido que la ley que calcula el ingreso de los recursos fiscales y la forma, tiempo
y condiciones de su egreso debe ser cumplida fielmente. Sin embargo, una vez sancio-
nada, el Poder Ejecutivo pareciera que queda en absoluta libertad para la utilización
de los fondos destinados al gasto público. Las partidas destinadas, por ejemplo, a la
obra pública, imputadas particularmente en el presupuesto, no se invierten usual-
mente según el cronograma previsto para el desarrollo de ellas. Es, pues, imprescindi-
ble, que el Congreso o las legislaturas locales, que otorgaron al Poder Ejecutivo los
recursos necesarios y su forma de inversión, ejerzan sobre él un control concreto, que
le permita a lo largo del año presupuestario establecer si el grado de avance de su
gestión se comparece con las previsiones presupuestarias. Esta es una clara responsa-
bilidad política por parte de quien ejecuta la ley y de quien la ha sancionado. Si ese
control no se realiza, el contribuyente carece de la necesaria información respecto
del destino de su dinero volcado a las arcas de fisco.

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Sin perjuicio de lo antes expresado, existen diversos procedimientos que permiten al


Poder Legislativo ejercer el control aludido, tales como el pedido de informes, la
declaración del cuerpo respecto de una cuestión determinada, la formación de comi-
siones investigadoras, la interpelación y, por último, el juicio político.
Como se advierte, difiere, en mucho, la consistencia jurídica de cada una de las
figuras antes enunciadas y, sobre todo, las posibles consecuencias que pueden traer
aparejadas con respecto al Poder Ejecutivo. Ello no obstante, cada una de ellas debe-
ría tener consecuencias políticas.
Cuando una de las Cámaras pide informe al Poder Ejecutivo respecto de un tema en
particular (Art. 90 de la Constitución Provincial), el primer efecto consiste en alertar
a la opinión pública sobre una cuestión que probablemente hasta ese momento ha
permanecido oculta.
De resultas de ese pedido y atento el contenido de la respuesta, pueden decidirse
otras vías de acción, tal vez más efectivas, como puede ser la formación de una
comisión investigadora (Art. 90 de la Constitución Provincial). No es éste el espacio
para desarrollar el alcance y competencia de tales comisiones, pero, si de su cometi-
do surge la existencia de algún delito de acción pública, resulta imperativa la interven-
ción de la justicia del crimen y, en su caso, la iniciación de juicio político.
La declaración emitida por una u otra Cámara Legislativa (Art. 91 de la Constitución
Provincial) tiende a poner en conocimiento del Poder Ejecutivo el pensamiento de los
legisladores que, se supone, reflejan la opinión de la ciudadanía. Es, en primer lugar,
un llamado de atención acerca de una medida dispuesta o por disponer por el Poder
Ejecutivo y que merece el rechazo de los representantes del pueblo y, además, una
forma de control político.
La interpelación prevista en el Art. 71 de la Constitución Nacional y 92 de la Constitu-
ción Provincial es una clara facultad constitucional destinada a controlar la actuación
de los miembros del Poder Ejecutivo e, indirectamente, también la del propio titular
del órgano. En efecto: cada Cámara podrá hacer comparecer en su sala a los minis-
tros del Poder Ejecutivo, esto es, está habilitada para obligarlos a su comparecencia
a fin de que informen sobre lo que se estime conveniente. Clara imposición constitu-
cional, destinada a dotar al Poder Legislativo de un instrumento eficaz para esclare-
cer conductas, tipificar actuaciones o descubrir maniobras ilícitas.
Por último, la figura del juicio político (Arts. 59 de la Constitución Nacional y 73, inc.
2, 74, 79, 80 y 81y conc. de la Constitución Provincial), la más drástica de las cate-
gorías de control ideada por el constituyente, habida cuenta de que puede concluir
con una sanción expulsiva, es la forma más acabada del control político ejercido por
el Poder Legislativo.
Este juicio, como la expresión lo indica, consiste en la valoración política de la con-
ducta de miembros del Poder Ejecutivo y Judicial, como así también, en la provincia
de Buenos Aires, del Fiscal de Estado.
No se trata de una actividad jurisdiccional ejercida por un tribunal ajeno al Poder
Judicial y prohibida enfáticamente por el texto y doctrina del Art. 109 de la Constitu-
ción Nacional, sino que, por el contrario, nos encontramos frente a un juicio de valor
sobre el desempeño en el cargo de los funcionarios antes aludidos. La sanción expul-

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siva, cuando se corresponda con una actuación presuntamente delictiva del funciona-
rio, derivará, lógicamente, en la intervención, mediante la denuncia pertinente, de
la justicia del crimen.

III. FISCALIZACIÓN JURISDICCIONAL


En nuestro sistema judicial, el control de la actividad de la Administración se efectúa
mediante la impugnación del acto administrativo definitivo y que causa estado a
través de la acción contencioso administrativa por ante la Suprema Corte de Justicia
de la Provincia.
El Alto Tribunal actuaba en única instancia revisora y juicio pleno, previa denegación
o retardación de la autoridad administrativa competente al reconocimiento de los
derechos que se gestionan por parte interesada de acuerdo con lo preceptuado por el
Art. 149, inc. 3, de la Constitución Provincial de 1934 y aún hoy a pesar de la supre-
sión en el Artículo 161 del contenido del inciso aludido por la reforma de 1994 por
imperio de lo dispuesto por el Art. 215.
Su decisión puede, si lo considera ilegítimo, dejar sin efecto un acto administrativo y,
si se lo requiere en la demanda, por economía procesal, hasta fijar indemnización en
favor del impugnante ganancioso, habida cuenta de que la materia contenciosa ex-
cluye las cuestiones civiles.
Con anterioridad,2 me he expedido respecto de la conveniencia de mantener el siste-
ma previsto por el texto constitucional, por considerarlo superior al de los juzgados
de primera instancia y cámaras revisoras, pero comparándolo a través de tribunales
administrativos con las características del Tribunal Fiscal.
La expresada es la fiscalización jurisdiccional propiamente dicha, atento que el Tri-
bunal Superior controla específicamente el acto proveniente de la autoridad administra-
tiva y, en su caso, se halla facultado para dejarlo sin efecto.
Ello no obsta a que, mediante una acción penal, se ejerza de algún modo también un
control sobre el actuar administrativo, a través del juzgamiento y la sanción de la
conducta del órgano individuo, en los casos tipificados por el Código de la materia.
Por la vía, como es la que habilita el Código Civil, también puede repararse la activi-
dad ilícita de la Administración ya que la facultad constitucional atribuida a la le-
gislatura provincial según el Art. 90, inc. 8, de dictar leyes que establezcan los me-
dios de hacer efectivas las responsabilidades civiles de los funcionarios públicos no ha
sido ejercitada. Sin embargo, y a pesar de la profusa jurisprudencia de la Corte local,
en el sentido de aniquilar un acto administrativo en razón de su ilicitud, la Provincia
muchas veces condenada al pago de una indemnización no acciona contra el funcio-
nario responsable del dictado del acto, aun cuando la prescripción de la acción sólo
opera a partir de la sentencia que lo declara ilegítimo.

2
Marafuschi, Miguel A., “Reflexiones acerca de la competencia y oportunidad de la modificación de la
competencia de la Suprema Corte de Buenos Aires en materia contencioso administrativa”, La Ley, 1989-
E.1260.

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Esta práctica omisiva perjudica el interés de Buenos Aires, porque se lo priva de la


posibilidad de recuperar los dineros públicos invertidos y reparar el daño producido por
la conducta irregular del funcionario, que se encuentra de este modo amparado por una
especie de bill de indemnidad que lo aleja de toda responsabilidad patrimonial.
Seguramente, otro sería el comportamiento de los funcionarios públicos que, a
sabiendas, suscriben actos administrativos ilegítimos, si tuvieran presente al mo-
mento de estampar su rúbrica que en un futuro no muy lejano su patrimonio habría de
hacer frente al perjuicio infringido al particular administrado.

IV. FISCALIZACIÓN ADMINISTRATIVA INTERNA


La Administración, como un modo de su propia tutela, ha establecido y reglamentado
formas de control que, de alguna manera, le permitan evitar la violación de la esfera
de la legalidad.
Las normas así establecidas se tornan obligatorias para la propia Administración, aun
cuando se generen en su seno y, con más razón todavía, en los casos que resultan de
una imposición legal.
La denuncia, prevista en el Art. 81 del Decreto-ley 7.647 (Adla, 1889-1919, 805), es el
instrumento jurídico que permite a toda persona que tuviere conocimiento de hechos
o actos jurídicamente irregulares producidos por órganos o agentes de la Administra-
ción Pública iniciar actuaciones para lograr el esclarecimiento de ellos.
Se trata, pues, de la posibilidad de poner en conocimiento de la autoridad adminis-
trativa conductas reñidas con leyes, decretos o resoluciones administrativas atribui-
das a órganos o agentes de la Administración.
Ello no obsta, sin embargo, a que la denuncia esté referida a tales violaciones produ-
cidas por terceros cocontratantes de la Administración o quienes de algún modo, sin
ser agentes públicos, se encuentren vinculados a ella mediante una relación jurídica
administrativa. Aun las denuncias pueden extenderse a otro tipo de irregularidades
cometidas por particulares administrados, a las que corresponde dar curso, como ser
aquellas destinadas a poner en conocimiento de la autoridad violaciones al or-
denamiento jurídico, tales como la evasión fiscal. En tal caso, la denuncia debe ser
receptada y dársele el curso correspondiente, aunque el ilícito no provenga de un
agente o funcionario público.
La reclamación administrativa, que ejercita un particular administrado cuando en-
tiende que se le desconoce un derecho o un interés, es una forma de actuar del
procedimiento administrativo en procura del dictado de un acto que, ajustado a de-
recho, decida acerca del requerimiento formulado.
Los recursos, previstos en el capítulo XIII del Decreto-ley N° 7.647, son los instrumen-
tos idóneos destinados a facilitar a los administrados la posibilidad de impugnar todo
acto administrativo que lesione o vulnere, a su criterio, un derecho subjetivo o un
interés legítimo de su pertenencia.
La interposición de cualquiera de los recursos previstos en la norma procedimental
permite agotar la vía administrativa y habilita, consecuentemente, la acción conten-

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cioso administrativa. Cabe destacar que en el orden provincial, aunque el acto sea
definitivo y cause estado, sólo puede intentarse la acción precedentemente indicada
cuando se trata de un derecho subjetivo administrativo (Art. 149, inc. 3, de la Cons-
titución Provincial) ya que el interés legítimo no permitía tal acceso, teniendo en
cuenta la estricta interpretación que del artículo citado practicaba la Suprema Corte
de Justicia.3 Ello no obstante, a partir de lo resuelto en la causa “Rusconi Oscar c/
Municipalidad de La Plata s/ contencioso administrativo (Causa B-55.392, 04-07-95),
el interés legítimo lesionado habilita la acción contencioso administrativa.
Otra expresión de la autotutela de la Administración es la prevista en el Art. 74 del
Decreto-ley N° 7.647 que institucionaliza la llamada denuncia de ilegitimidad. Esta
figura es, precisamente, la demostración más acabada de la intención de imponer a
la Administración la exigencia de agotar, dentro de su propia estructura, el procedi-
miento destinado a sanear sus propios actos. Tal como está implantada, la denuncia
de ilegitimidad es una fórmula que permite obviar la interposición de un recurso
fuera del término de legitimidad del acto impugnado. Ello no obstante, la falta de
interposición de los recursos establecidos en el Decreto-ley N° 7.647, aunque la denun-
cia de ilegitimidad sea resuelta desfavorablemente para el administrado, veda la
posibilidad de intentar la acción contencioso administrativa.4
Existen aún otras formas de fiscalización administrativa que importan controles pre-
ventivos, a priori y a posteriori del dictado del acto, como así también mecanismos
de control represivo (sanción disciplinaria) o aun de mayor enjundia, como aquellas
que importan una manera de control sustitutivo, como puede ser la intervención.

V. FISCALIZACIÓN ADMINISTRATIVA EXTERNA


En el orden provincial, la fiscalización administrativa externa se encuentra, por man-
dato constitucional, a cargo del Fiscal de Estado, de quien se ocupará el Dr. Tribiño, el
Contador General y del Tribunal de Cuentas.
Contaduría General
El Decreto-ley N° 8.827 establece dos ámbitos de competencia, en cuanto al control
se refiere, perfectamente delimitados en cuanto al órgano Contaduría General y al
órgano Contador General.
No se trata, como en el caso del Fiscal de Estado, de un órgano unipersonal con la
competencia atribuida a esa figura constitucional. Por el contrario, en el caso particu-
lar en análisis, el decreto-ley citado distingue en forma pormenorizada entre la compe-
tencia atribuida a la Contaduría General y aquella dispensada al Contador General.
En efecto, según el Art. 7°, la Contaduría General tiene fijadas atribuciones y obliga-
ciones, sin perjuicio de las que por otras leyes y reglamentos se le establecen, entre
las que cabe destacar, desde el punto de vista del control, las previstas en los incisos:

3
“Toman, Federico F. y otros c. Municipalidad de Almirante Brown s/ demanda contencioso administrati-
va”, B-49.544, DJBA, 128, 370.
4
A y S, t. 1986-I, p. 774; t. 1.987-I, p.135.

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5) Controlar, en materia de su competencia, el desenvolvimiento general de la ha-


cienda pública, en los organismos administrativos de los poderes Legislativo, Ejecuti-
vo y Judicial.
6) Efectuar tareas de control preventivo, simultáneo o posterior en la Administración
provincial, mediante los procedimientos usuales de auditoría e inspección.
7) Intervenir previamente los ingresos y egresos que se operen por la Tesorería Gene-
ral de la Provincia y controlar sus existencias, lo que podrá efectuarse mediante los
procedimientos y por los funcionarios que el contador general disponga.
8) Controlar, en cualquiera de sus fases, la recaudación de fondos públicos.
9) Intervenir en todo trámite de devolución de impuestos, cuyo pago haya sido efec-
tuado indebidamente.
10) Requerir la rendición de cuentas de los responsables en el tiempo y forma que
establezcan las disposiciones vigentes y disponer las medidas de apremio que el caso
aconseje.
11) Exigir la devolución de los fondos mantenidos sin afectación por los responsables
de la Administración provincial o, en su defecto, disponer de oficio su transferencia a
la Tesorería General de la Provincia, sin perjuicio de iniciar —si así correspondiere— el
pertinente sumario administrativo de responsabilidad.
15) Requerir el envío de balances y estados contables, la exhibición de libros y docu-
mentación originales y toda información que considere necesaria, a los organismos,
entidades y personas comprendidas en el Art. 3° de esta ley.
De su lectura se desprende que la Contaduría General, por sí, tiene facultades propias
que no son las del contador general, que, sin embargo, es el órgano que las debe
ejercitar. En realidad, el texto del decreto-ley no se comparece con lo establecido en
los Arts. 156 y 157 de la Constitución de la Provincia, que sólo se refieren al órgano
Contador y Subcontador y no hace ninguna referencia a la Contaduría General.
Sin embargo, el Art. 8° del Decreto-ley N° 8.827 determina, por separado, las atribu-
ciones del contador general y del subcontador general. De ellas se destacan como
normas de control las comprendidas en el inc. 1: “Formular observación a todo acto
administrativo que importe violación a las disposiciones en vigencia, de acuerdo con
lo que dispone la ley de contabilidad (Adla. XVII-A, 155) y la presente ley”; en el inc.
3: “Disponer la iniciación de sumarios para determinación de irregularidades en la
administración de fondos, valores o bienes fiscales y/ o trasgresiones a disposiciones
legales en vigencia susceptibles de producir prejuicios a la provincia. El contador gene-
ral de la provincia, queda facultado para disponer la no iniciación de sumarios, cuando
el valor presunto del perjuicio fiscal no supere el cincuenta por ciento de la remunera-
ción mínima vigente para el personal de la Administración provincial; y siempre que no
surja, prima facie, la existencia de dolo por parte del presunto responsable”.
En el capítulo V del decreto-ley citado que comprende los Arts. 9° a 13, se regula la
facultad de observación que se le atribuye al órgano Contador o Subcontador.
Así, el Art. 9° fija plazo para el ejercicio de la facultad de observación y establece el
procedimiento para efectuarlas, a saber: “La facultad de observación, que prevé el Art. 8°

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inc. 1, de la presente ley, deberá ser ejercida por el contador general de la provincia,
dentro del plazo de quince días hábiles, desde la fecha en que tuvo conocimiento
oficial del acto administrativo.
El aludido plazo, quedará en suspenso cuando requiera antecedentes para el mejor
análisis del acto administrativo.
La observación se comunicará en forma inmediata al organismo respectivo, el que
deberá abstenerse de obrar hasta tanto se dicte la resolución definitiva.
El hecho de que la observación no se produzca en el plazo establecido, no cercena la
facultad de observar”.
El Artículo 10 prevé el desistimiento: “La observación quedará sin efecto, cuando la
autoridad que dispuso el acto desista o lo modifique, conforme al pronunciamiento
del contador general de la provincia”.
El Artículo 11 fija el procedimiento de insistencia: “Para la insistencia del acto obser-
vado, se requiere decreto del Poder Ejecutivo o resolución de los presidentes de la
Cámaras Legislativas o de la Corte Suprema de Justicia, según sea la dependencia
institucional de la autoridad que lo dictó”.
Producida la insistencia, se dará cumplimiento al acto observado, y el contador gene-
ral de la provincia comunicará tal circunstancia a la Honorable Legislatura y al Tribu-
nal de Cuentas con copia de los antecedentes de la observación y de la insistencia.
Por el Artículo 12, se mantiene la responsabilidad del funcionario que dicta el acto,
aunque éste no haya sido observado, y, por el Artículo 13, se faculta al contador
general para no oponer reparos a los actos administrativos que mantengan errores
formales.
Como se puede observar, tanto la Contaduría General como el contador general de la
Provincia complementan mediante la competencia atribuida por el respectivo de-
creto-ley orgánico los mecanismos que aseguran el control a priori del desenvolvi-
miento general de la hacienda pública y la inversión de los fondos por parte del Poder
Ejecutivo.
Tribunal de Cuentas
De acuerdo con lo preceptuado por el Art. 1° de la Ley N° 10.869 (Adla, 1889-1919,
1094), el Tribunal de Cuentas es un órgano de control administrativo con funciones
jurisdiccionales y posee atribuciones que le confiere la Constitución de la Provincia
(Art. 159 de la Constitución Provincial) y las que le otorga la ley.
En nuestro sistema institucional, las funciones jurisdiccionales, según mi criterio,
sólo son propias del Poder Judicial. La categórica prescripción del Art. 95 de la Cons-
titución Nacional aventa toda duda sobre ello, a pesar de los reconocimientos de
índole puramente pragmáticos, enunciados por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en autos “Elena Fernández Arias y otros c. José Poggio/ Sucesión”.5

5
CSJN, Fallos: 247:646.

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CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Pero, más allá de la disputa doctrinaria acerca del tema, para el caso específico del
Tribunal de Cuentas de la Provincia, la Corte local en la Causa B-49.102 “Pizagalli”6
ha expresado que el Tribunal de Cuentas es un organismo estatal cuya competencia y
organización se encuentran establecidos por ley a partir de pautas fijadas por la
Constitución, y su cometido debe subsumirse en algunas de las tres funciones esen-
ciales del Estado.
Por ello, y atento su inclusión constitucional en la sección cuarta referida al Poder
Ejecutivo de la provincia de Buenos Aires, resulta de aplicación a sus decisiones la
doctrina jurisprudencial que atribuye a la sentencia dictada por tribunales adminis-
trativos carácter de resolución definitiva equivalente a un decreto del Poder Ejecu-
tivo, en cuanto a su recurribilidad ante la Corte por demanda contencioso adminis-
trativa.
De ello se desprende que, a pesar de la atribución de supuestas facultades jurisdic-
cionales, el resultado del cometido del Tribunal de Cuentas no es una sentencia, sino
un acto administrativo sujeto a revisión judicial.
Esta es una conclusión correcta que permitió el control judicial de los actos del Tribu-
nal de Cuentas, impedida por pronunciamiento de la misma Corte Provincial muy
anterior. Se trata del caso “Bonora” —Causa B-23.649—,7 donde se pronunció sobre la
inconstitucionalidad del Art. 26 de la Ley N° 4.373 (Adla, 1889-1919, 627) orgánica
del Tribunal de Cuentas y anterior a la actual, entendiendo que aquélla no pudo
extender fuera de los límites fijados por la Constitución Provincial la jurisdicción de
la Corte para atribuirle el reconocimiento las resoluciones del referido tribunal.
Ello no obstante y sin tener en cuenta lo expresado por la Suprema Corte en el caso
“Pizagalli”, el legislador al sancionar el Art. 31 de la Ley N° 10.869 incurrió en idén-
tico error al establecer que la sentencia final del Tribunal de Cuentas será recurrible
ante la Suprema Corte de Justicia por la vía de los recursos que prevé el Código de
Procedimiento en lo Civil y Comercial de la provincia de Buenos Aires y no mediante el
ejercicio de la acción contencioso administrativa prevista en el Código de Varela,
como realmente corresponde en Derecho.
La competencia controladora del Tribunal de Cuentas que abarca las llamadas cuen-
tas provinciales y municipales se prescribe en el Art. 14 que lo faculta a: “1. Exami-
nar los libros de contabilidad y la documentación existente en las dependencias pú-
blicas provinciales o comunales o en aquellos entes que de cualquier forma perciban,
posean o administren fondos o bienes fiscales. 2. Inspeccionar las mismas. 3. Realizar
arqueos de Caja. 4. Efectuar la comprobación sumaria de los hechos delictuosos co-
metidos en la inversión de los fondos públicos. 5. Celebrar convenio con organismos
similares de otras jurisdicciones para la fiscalización conjunta de entes interestatales,
sujetos a su competencia. 6. Toda actividad que coadyuve al cumplimiento de las
funciones previstas en la presente ley”.

6
DJBA, 31-421.
7
“Bonora, Eduardo B. s/ recurso extraordinario c. Resolución del Tribunal de Cuentas Ley N° 4.373”, A y
S. serie XV, t. III, p. 394.

47
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CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Por su Artículo 15, se determina: “El tribunal es la única autoridad que puede aprobar
o desaprobar definitivamente las cuentas rendidas por los obligados previstos en el
Art. 5° de la presente ley. Declarará su competencia para intervenir en una rendición
de cuentas sin recurso alguno”.
En el Artículo 16, se fijan sus facultades disciplinarias: “En el ejercicio de sus atribu-
ciones sobre el control de hacienda pública o cuando se obstruyan sus actos o frente
a la desobediencia a sus resoluciones, el tribunal podrá aplicar las siguientes sancio-
nes: 1.Llamado de atención. 2. Amonestaciones. 3. Cargos pecuniarios hasta un im-
porte igual a los valores sometidos a juicio. 4. Multas, cuyos montos se graduarán
entre dos y veinte sueldos mínimos de la Administración Pública provincial, vigente al
momento de la aplicación. 5. Inhabilitación hasta cinco años para el desempeño de
funciones provinciales o municipales. Para el cumplimiento de sus resoluciones el
tribunal podrá hacer uso de la fuerza pública. El procedimiento será establecido en la
respectiva reglamentación”.
En definitiva, si el tribunal se expidiera luego del procedimiento de estudio de la
cuenta por la formulación del cargo deudor, el incumplimiento del obligado al pago
provocará la intervención del Fiscal de Estado a fin de promover el pertinente juicio
de apremio (cfr. Art. 159, inc. 2, in fine, de la Constitución Provincial).

VI. CONCLUSIONES
Como puede apreciarse, el control sobre la actividad administrativa de la provincia
de Buenos Aires se desarrolla en el ámbito de los llamados tres poderes, y existen,
además, organismos especialmente creados por la Constitución con ese fin y con
independencia funcional.
Si bien el sistema no es perfecto, ha permitido un aceptable manejo de la cosa públi-
ca, en la medida en que ha sido respetado. Es naturalmente perfectible y tiene meca-
nismos que no pueden ser dejados de lado si se pretende ejercer el control de manera
eficaz.
De tal modo, con el objeto de mejorar los medios que permiten ejercer una eficiente
supervisión de las acciones administrativas se propone:
1) Los organismos de control previstos en la Constitución deben mantener sus carac-
terísticas, y, en lo que hace al funcionamiento del organismo de control de legalidad,
como lo es el Fiscal de Estado, es imprescindible que esa actividad sea ejercida a
priori del dictado del acto y su imperatividad debe resultar de una cláusula inserta en
el texto constitucional, tal como lo expresó en el artículo “La reforma constitucional
y el Fiscal de Estado”8.
2) Es imprescindible que el Poder Legislativo se avoque orgánicamente al control de
la ejecución del presupuesto y ejerza además y de igual modo el control de la gestión
del Poder Ejecutivo a través de los procedimientos que le son propios.

8
La Ley, Actualidad del 21-11-89.

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CONTROL DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

3) El sometimiento a la legalidad formal puede ocultar, sin embargo, maniobras espe-


culativas que perjudiquen el erario público. Por ello, es conveniente estructurar una
comisión integrada por representantes del Fiscal de Estado, Tribunal de Cuentas y
Contaduría General de la Provincia, destinada a establecer, en primer término, si las
contrataciones que efectúa la provincia, en sus distintas reparticiones, se celebran a
valores de mercado. En segundo lugar, si el cumplimiento del contrato se realiza
acabadamente, en cuanto a la calidad y cantidad del material y obra entregados y
que fueran objeto de él. Este aspecto del control puede, inclusive, ejercitarse por
muestreo para evitar una actividad burocrática y dispendiosa. La referida comisión
debe operar con funcionarios designados a ese fin por lapsos de corta duración y que,
al no pertenecer a la Administración activa, observen una actitud imparcial.
4) Sin perjuicio de lo expuesto, es también útil al propósito perseguido actualizar y
recomponer el LEMIT, organismo especializado en ensayo de materiales y a través del
cual la Provincia puede ejercer un control de calidad de los materiales que adquiere,
constatando que ellos se compadezcan con los requisitos exigidos en los pliegos res-
pectivos.
5) Por último, es necesario destacar que, más allá de sistemas que se implementan
para asegurar un correcto y eficaz desempeño de los órganos administrativos, la cues-
tión fundamental está centrada en la conducta, honradez y austeridad que deben
presidir, junto con el reconocimiento y la eficacia, el actuar de todo funcionario
público.
Si se llega a la función para servir y no para servirse, si la carrera administrativa es
respetada y los funcionarios cumplimentan acabadamente los recaudos legales, el
control sólo será un requisito más y no deberá desempeñar el papel preponderante
que en el momento actual exige la sociedad en su conjunto.

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