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El México de ayer, antier y hoy

La historia es bastante sencilla: Carlos se enamora de Mariana, la mamá de su mejor amigo.


“Amor es un algo sin nombre que obsesiona al hombre por una mujer”, eso representa
Mariana para Carlitos, tal como reza otro fragmento de la canción Obsesión, ésa que se
convirtió en símbolo casi por antonomasia del repentino sentimiento que invade a nuestro
protagonista al conocer a su musa. Él sabe de inicio que nunca habrá un nosotros, y quizá
eso es lo que lo impulsa a declararle su amor.
Este sencillo argumento trágico no es más que el pretexto de José Emilio Pacheco para
platicar aquí entre nos sobre una tragedia mucho más severa, una más real y que nos aplasta
a todos: la de México. No importa cuánto tiempo haya pasado o pasará, pues las
circunstancias y las expectativas siguen siendo las mismas. Los adultos de los años
cuarentas se quejaban de “la inflación, los cambios, el tránsito, la inmoralidad, el ruido, la
delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupción, el
enriquecimiento sin límite de unos cuantos y la miseria de casi todos”, ¡qué casualidad! Es
lo mismo de lo que se quejan los de ahora. Desde hace mucho tiempo, México sigue en las
mismas.
Los niños veían la guerra cristera lejana temporalmente y el conflicto árabe-israelí alejado
espacialmente. Se trataba de eso, de un juego de niños: las batallas en el desierto. Acababan
de salir del horror de la segunda guerra mundial para entrar a la época de la incipiente
Guerra fría. Guerra tras guerra, así vivieron ellos y así vivimos nosotros, en tensión
constante.
En nuestros días, parece impensable que existiera una ruptura entre la Iglesia y el Estado
como la que sucedió a finales de la segunda década del siglo XX, pero la madre de Carlos
la recuerda muy bien. Esa guerra en la que los mexicanos lucharon por su derecho a la
libertad de cultos, y de la que en los tiempos de Carlitos sólo quedaban las memorias
contadas, la llamada guerra cristera, demostró que el pueblo mexicano es capaz de unirse.
La causa es lo de menos, lo importante es mantener una conciencia histórica de que somos
capaces de organizarnos eficientemente para lograr un objetivo.
La segunda Guerra Mundial representó muchas cosas. La ciudad de Carlos, nuestra ciudad,
es el reflejo de la prosperidad que significó esa guerra para México, y la consecuente ruina
de la industria nacional a su término. En ese entonces, lo que preocupaba en nuestro país
era la invasión de las compañías trasnacionales, especialmente norteamericanas, que
abandonaban la industria bélica para enfocarse en la producción de bienes de consumo,
aplastando a las débiles empresas mexicanas que tuvieron que optar por aportarles mano de
obra.
Eso era así desde antes de la segunda Guerra Mundial y volvería a ser así ahora. Los
extranjeros vienen a México a buscar materias prima y trabajadores, los altos mandos
vienen de fuera. Hasta el más rebelde acabaría sometiéndose al poder de las trasnacionales,
como Héctor, que hoy es parte de la ultraderecha. Ahora lo más importante era adoptar el
inglés como segunda lengua, tal como el papá de Carlos.
Esa realidad del trabajador, abandonado por el gobierno mexicano a su suerte, también está
ahí, en el retrato que hizo el autor de esta novela. Una mujer trata de formar un sindicato e
inmediatamente es despedida, ése era el gobierno de Miguel Alemán, el Señorpresidente
preocupado por una brillante imagen pública que opacara todos los actos corruptos que él y
sus allegados cometían a costa de la población mexicana.
Personas como el Señor, el papá de Jim, abundaban en los círculos del poder, todos
acostumbrados a los fraudes al erario. Por eso se puede decir que México no ha cambiado
sustancialmente. Vivimos en el México de la infancia de Carlitos, el de su adolescencia, su
madurez, su vejez…

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