Rubricas Domingo Ramos
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DOMINGO DE RAMOS
EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
1. En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo, el Señor, en Jerusalén para consumar su
Misterio pascual. Por esta razón, en todas las misas se hace memoria de la entrada del Señor en la
ciudad santa; esta memoria se hace o bien por la procesión o entrada solemne antes de la misa
principal, o bien por la entrada simple antes de las restantes misas. La entrada solemne, no así la
procesión, puede repetirse antes de aquellas misas que se celebran con gran asistencia de fieles.
Cuando no se pueda hacer ni la procesión ni la entrada solemne, es conveniente que se haga una
celebración de la palabra de Dios con relación a la entrada mesiánica y a la pasión del Señor, ya sea
el sábado al atardecer, ya sea el domingo a la hora más oportuna.
2. A la hora señalada se reúnen todos en una iglesia menor o en otro lugar apto fuera de la iglesia a
la que se va a ir en procesión. Los fieles tienen en sus manos los ramos.
3. El sacerdote y el diácono, revestidos con las vestiduras rojas que se requieren para la celebración
de la misa, se dirigen al lugar donde se ha congregado el pueblo. El sacerdote, en lugar de casulla,
puede llevar capa pluvial, que se quitará una vez acabada la procesión.
4. Mientras los ministros llegan al lugar de la reunión, se canta la siguiente antífona u otro canto
apropiado:
5. El sacerdote y el pueblo se signan, mientras el sacerdote dice: En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Después saluda al pueblo como de costumbre, y hace una breve monición, en
la que invita a los fieles a participar activa y conscientemente en la celebración de este día, con
estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos: Ya desde el principio de la Cuaresma nos venimos preparando con obras de
penitencia y caridad. Hoy nos disponemos a inaugurar, en comunión con toda la Iglesia, la
celebración anual del Misterio pascual de la pasión y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo
quien, para llevarlo a cabo, hizo la entrada en la ciudad santa de Jerusalén.
Por este motivo, recordando con fe y devoción esta entrada salvadora, acompañemos al Señor para
que, participando de su cruz por la gracia, merezcamos un día tener parte en su resurrección y vida.
6. Después de la monición, el sacerdote dice una de las siguientes oraciones, con las manos juntas:
Oremos:
O bien:
A continuación asperja con agua bendita los ramos sin decir nada.
EVANGELIO (año A)
Mt 21, 1-11
Bendito el que viene en nombre del Señor
✠
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.
CUANDO se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, en el monte de Los Olivos, envió a dos
discípulos diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida una borrica atada con su
pollino, los desatáis y me los traéis. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y
los devolverá pronto».
Esto ocurrió para que se cumpliese lo dicho por medio del profeta:
«Decid a la hija de Sion:
“Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en una borrica,
en un pollino, hijo de acémila”».
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino,
echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud alfombró el camino con sus mantos;
algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada.
Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
«¡“Hosanna” al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡“Hosanna” en las
alturas!».
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad se sobresaltó preguntando:
«¿Quién es este?».
La multitud contestaba:
«Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».
CUANDO se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, mandó a
dos de sus discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado
todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo
necesita, y lo devolverá pronto”».
Fueron y encontraron el pollino en la calle atado a una puerta; y lo soltaron. Algunos de los
presentes les preguntaron:
«¿Qué hacéis desatando el pollino?».
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el pollino, le echaron encima los mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el
camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás,
gritaban:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, el de nuestro
padre David! ¡Hosanna en las alturas!».
EN aquel tiempo, la gran multitud de gente que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a
Jerusalén, tomaron ramos de palmeras y salieron a su encuentro gritando:
«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel».
Encontrando Jesús un pollino montó sobre él, como está escrito: «No temas, hija de Sión; he aquí
que viene tu Rey, sentado sobre un pollino de asna».
Estas cosas no las comprendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado,
entonces se acordaron de que esto estaba escrito acerca de él y que así lo habían hecho para con él.
EN aquel tiempo, Jesús caminaba delante de sus discípulos, subiendo hacia Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, mandó a dos discípulos,
diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente; al entrar en ella, encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado
nunca. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?”, le diréis así: “El
Señor lo necesita”».
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Mientras desataban el pollino, los
dueños les dijeron:
«¿Por qué desatáis el pollino?».
Ellos dijeron:
«El Señor lo necesita».
Se lo llevaron a Jesús y, después de poner sus mantos sobre el pollino, ayudaron a Jesús a montar
sobre él.
Mientras él iba avanzando, extendían sus mantos por el camino. Y, cuando se acercaba ya a la
bajada del monte de los Olivos, la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar
a Dios a grandes voces por todos los milagros que habían visto, diciendo:
«¡Bendito el rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas».
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
«Maestro, reprende a tus discípulos».
Y respondiendo, dijo:
«Os digo que, si estos callan, gritarán las piedras».
8. Después del evangelio, se puede hacer una breve homilía. Antes de comenzar la procesión, el
sacerdote, el diácono o un ministro laico, dice con estas u otras palabras:
O bien:
Vayamos en paz.
Antífona 1
[R/.] Los niños hebreos, llevando ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor, aclamando:
Hosanna en el cielo.
Salmo 23
Antífona 2
[R/.] Los niños hebreos extendían mantos por el camino y aclamaban: Hosanna al Hijo de David,
bendito el que viene en nombre del Señor.
Salmo 46
Pueblo:
Cantores:
10. Al entrar la procesión en la iglesia se canta el siguiente responsorio u otro canto que haga
alusión a la entrada del Señor:
12. Cuando no es posible hacer la procesión fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra
dentro de la iglesia, por medio de una entrada solemne antes de la misa principal.
13. Los fieles se reúnen o en la puerta de la iglesia o en la misma iglesia, teniendo los ramos en las
manos. El sacerdote, los ministros y una representación de fieles se dirigen a un lugar apto de la
iglesia, fuera del presbiterio, donde por la mayor parte de los fieles pueda ver el rito.
14. Mientras el sacerdote se dirige al lugar indicado, se canta la antífona: Hosanna u otro canto
adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el evangelio de la entrada del Señor en
Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7). Después del evangelio, el sacerdote con los
ministros y algunos fieles se dirigen al presbiterio por la iglesia; mientras tanto se canta el
responsorio: Al entrar el Señor (n. 10), u otro canto apto.
15. Cuando ha llegado al altar, el sacerdote lo venera, después va a la sede, y, omitiendo los ritos
iniciales de la misa y, según la oportunidad, el Señor ten piedad, dice la oración colecta. Después la
misa continúa como de costumbre.
16. En las restantes misas de este domingo en las que no se hace la entrada solemne, se hace
memoria de la entrada del Señor en Jerusalén como entrada simple.
17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la antífona de entrada con el salmo (n. 18), u
otro canto que haga alusión a la entrada del Señor. El sacerdote, llegado al altar, lo venera y se
dirige a la sede. Después de hacer la señal de la cruz, saluda al pueblo y la misa prosigue como de
costumbre.
En otras misas, en las que no es posible cantar una antífona de entrada, el sacerdote,
inmediatamente después de llegar al altar y venerarlo, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y
prosigue la misa como de costumbre.
18. Antífona de entrada Cf. Jn 12, 1. 12, 12-13; Sal 23, 9-10
Seis días antes de la solemnidad de la Pascua, cuando Jesús iba a la ciudad de Jerusalén, salieron a
su encuentro los niños: en las manos tomaron ramos y aclamaban gritando:
Misa
19. Después de la procesión o de la entrada solemne, el sacerdote comienza la misa con la oración
colecta.
21. Para la lectura de la Pasión del Señor no se llevan ni cirios ni incienso, no se hace al principio el
saludo habitual, ni se signa el libro. La lee el diácono o, en su defecto, el mismo celebrante. Puede
también ser leída por lectores, reservando, si es posible, al sacerdote la parte correspondiente a
Cristo.
Si son diáconos, antes de la lectura de la Pasión, piden la bendición al sacerdote, como en otras
ocasiones antes del Evangelio.
22. Después de la lectura de la historia de la Pasión téngase, oportunamente, una breve homilía.
También puede observarse algún espacio de silencio.