Hidroponia Completo
Hidroponia Completo
Hidroponia Completo
Ventajas
No se requiere esfuerzo físico.
Es una técnica adaptable a tus conocimientos, espacios y recursos.
Puede participar toda la familia dedicando cada quien su tiempo libre.
Pueden participar personas discapacitadas.
Reducción de costos de producción en forma considerable.
No se depende de los fenómenos meteorológicos.
Permite producir cosechas fuera de estación (temporada).
Se puede cultivar en ciudades.
Se requiere mucho menor espacio y capital para una mayor
producción.
Ahorro de agua. Se recicla.
Ahorro de fertilizantes e insecticidas.
No se usa maquinaria agrícola.
Mayor limpieza e higiene en el manejo del cultivo, desde la siembra
hasta la cosecha.
Cultivos libres de parásitos, bacterias, hongos y contaminación.
Rápida recuperación de la inversión.
Mayor precocidad de los cultivos.
Posibilidad de automatización casi completa.
Ayuda a eliminar parte de la contaminación.
No provoca los riesgos de erosión que se presentan en la tierra.
Soluciona el problema de producción en zonas áridas o frías.
Se obtiene uniformidad en los cultivos.
Permite ofrecer mejores precios en el mercado.
Nos faculta para contribuir a la solución del problema de la
conservación de los recursos.
No se abona con materia orgánica.
Se utilizan nutrientes naturales y limpios.
Se puede cultivar en aquellos lugares donde la agricultura normal es
difícil o casi imposible.
La profundidad de la
Deep Flow Technque - DFT solución nutriente (varias
pulgadas de profunda) es
circulada alrededor de las
raíces por una bomba y
un dren utilizando la
gravedad. Este método
se refiere como "flotación
dinámica de la raíz" o
"técnica hidropónica de la
alcantarilla". Ideal para
los plantas frondosas.
Plantas crecidas en
substratos inertes u
Drip Irrigation Technique - DIT orgánicos. La solución
nutriente alimenta cerca
de las raíces, se riega 6 -
7 veces al día en gotas
Esta técnica se llama
"técnica de la irrigación
por goteo". Los desiertos
en el Oriente Medio están
exportando producto de
la cosecha debido a esta
técnica. También
conveniente para la
plantaciones comerciales.
Destruyendo mitos
Consideraciones Generales:
Disponer de un mínimo de seis (6) horas de luz solar directa al día en el lugar
elegido.
Que esté próximo a la fuente de suministro de agua.
Que no esté expuesto a vientos fuertes.
Que esté próximo al lugar donde preparamos y guardamos los nutrientes
hidropónicos.
Que no sean lugares excesivamente sombreados por árboles o construcciones.
Que permita ser protegido para evitar el acceso de animales domésticos.
SOLUCIÓN NUTRITIVA
CALCULO DE CONDUCTIVIDAD
Las plantas necesitan, para el desarrollo de su ciclo vital, de una serie de elementos
químicos que se denominan "elementos nutritivos". Todos estos elementos son igualmente
importantes pero, unos los necesita la planta en grandes cantidades y se les llama
macroelementos, mientras que otros los necesita en pequeñas cantidades y se les
denomina microelementos o oligoelementos.
Todos los elementos nutritivos esenciales para la planta son tomados o asimilados en
forma de iones. Estos iones pueden ser positivos (cationes) o negativos (aniones).
Las formas en que pueden expresarse o medirse las concentraciones de los iones en
las aguas de riego son:
Mol
Milimol
Miliequivalente
Partes por millón
Cálculo de la conductividad final de la solución nutritiva
Para calcular la conductividad de la solución nutritiva que se ha de preparar existen
varios métodos.
Método de la aportación salina de los iones:
Consiste en expresar todas las concentraciones de los iones en ppm y multiplicarlas
por unos factores de corrección. Una vez obtenido el valor corregido para cada ión, se
suman todos los valores y el resultado de esta suma dará el valor de la conductividad de
la solución nutritiva expresado en microSiemens/cm.
Método de equivalentes:
En toda solución salina se cumple que la suma del número de miliequivalentes de
aniones es igual a la suma del número de miliequivalentes de cationes. Este método
consiste en dividir el número total de miliequivalentes de aniones o el número total de
miliequivalentes de cationes entre un factor que varía entre 10 y 12. El resultado viene
expresado en microSiemens/cm. Se debe elegir el factor 10 para conductividades bajas y
el 12 para conductividades altas.
Método gravimétrico:
El pH en el suelo
La inmensa mayoría de las aguas de riego que manejamos muestran un pH superior al
óptimo, la cantidad de ácido a aportar depende principalmente de la concentración del ión
bicarbonato presente en el agua de riego, ya que éste actúa como tampón contra los
cambios de pH en el agua de riego y a concentraciones elevadas es necesario mayor
cantidad de ácido para su neutralización y ajuste de pH.
Ajuste del pH
El caso más generalizado es que las aguas para riego tengan el pH superior a 5.8 y
normalmente la presencia de los iones bicarbonato, y algo menos los iones cabonato, son
lo sresponsables de ello. La forma de bajar el pH de estas aguas de riego consiste en
eliminar estos iones, y ello se consigue con la adición de algún ácido. La reacción de
neutralización es la siguiente:
Bicarbonato:
H30+ + HCO3- ---> H2CO3 + H2O
H2CO3 ---> H2O + CO2
_________________________________
H3O + HCO3 ---> 2H20 + CO2
Carbonato:
H30+ + C03= ---> HCO3- + H20
H30+ + HCO3- ---> H2CO3 + H20
H2CO3 ---> H20 + CO2
____________________________________
2H3O+ + CO3= ---> 3H2O+CO2
Los ácidos más utilizados en soluciones nutritivas para cultivos sin suelo, son el ácido
nítrico y el ácido fosfórico. Estos ácidos tienen la ventaja de que además de servir para
hacer el ajuste de pH, aportan elementos nutritivos necesarios para la planta.
SISTEMAS DE CULTIVO EN SUSTRATO: A SOLUCIÓN PERDIDA Y CON
RECIRCULACIÓN DEL LIXIVIADO
1. INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas la horticultura intensiva, fundamentalmente de los países
desarrollados, ha sufrido grandes cambios, de manera que la necesidad de incrementar las
producciones para satisfacer la demanda de los mercados y para mantener la rentabilidad
de estos sistemas productivos, ha llevado hacia un mayor control ambiental con el fin de
poder optimizar el desarrollo de los cultivos. En este sentido el control de la nutrición
vegetal ha sido posible gracias a los sistemas de cultivo sin suelo, con los que se ha
podido eliminar el efecto amortiguador ejercido por el suelo y así someter la plantación a
las condiciones deseadas de fertirrigación.
Para que un sistema de cultivo sin suelo pueda ser empleado a nivel comercial, es
necesario que permita el desarrollo de la raíz en perfectas condiciones, de manera que
debe aportar de forma óptima los siguientes elementos (3):
Aireación: la raíz obtiene la energía que necesita por medio de la respiración
quemando carbohidratos, y requiere por tanto disponer del oxígeno necesario para
ello. Después de cada riego, y una vez establecido el equilibrio hídrico, deberá
quedar en el medio suficiente aire para asegurar el suministro de oxígeno. Las
necesidades dependerán de la intensidad respiratoria, que es función de la
temperatura, la fase de desarrollo, etc, pero en cualquier caso se requiere que un
mínimo de un 20-30 % del espacio útil quede ocupado por aire en sistemas que
utilizan sustrato.
Agua: deberá estar continuamente disponible para la planta en unas condiciones
de extracción muy favorables. El volumen y la configuración de espacios
condicionará la frecuencia y dosis de riego.
Solutos: entre los elementos químicos disueltos deberán encontrarse todos los
necesarios para la nutrición de la planta en cantidades suficientes para prevenir las
carencias, pero no excesivas para evitar niveles altos de presión osmótica a vencer
por la raíz.
Temperatura: deberá ser la apropiada para asegurar una óptima actividad
biológica en la raíz. Si es excesivamente baja, ésta se ralentizará y, si es
demasiado alta, el exceso de actividad acarreará un despilfarro de energía. E
incluso, si se sobrepasan ciertos valores extremos, la raíz muere.
Cualquier sistema de cultivo sin suelo adoptado funcionará tanto mejor cuanto más
óptimamente proporcione los elementos antes mencionados. Así, los sistemas con
sustrato dependerán muy directamente del manejo del riego para conseguir un
adecuado equilibrio aire/agua, mientras que en los hidropónicos es la aireación el
principal problema, al contrario de lo que sucede en los aeropónicos, en los que la
dificultad estriba en mantener humedecida toda la raíz.
3. COMPONENTES DE UN SISTEMA DE CULTIVO SIN SUELO
Cualquier sistema de cultivo sin suelo que se desarrolle, va a estar definido por tres
componentes básicos, que son (3):
Las unidades elementales de cultivo (sacos, macetas, canalones, etc).
El equipamiento adecuado (automatismos, equipo de riego, etc).
La tecnología necesaria para su correcto manejo.
Para conseguir un resultado satisfactorio del cultivo, será necesario conjuntar
adecuadamente estos elementos.
Se puede definir la unidad elemental de cultivo como el módulo básico que comprende
un espacio de cultivo común, de características determinadas, y que es utilizado como
rizosfera por una o más plantas que tienen sus raíces en contacto, empleando
conjuntamente dicho espacio (tabla de lana de roca, saco de perlita, canalón de cultivo
hidropónico, etc). Estas unidades elementales pueden estar interconectadas a través de la
solución nutritiva (sistemas cerrados) o bien pueden estar completamente aisladas y sin
riesgo de transmisión de patógenos radiculares de unas a otras a través de dicha solución
(sistemas abiertos).
Cada módulo unitario consta de dos elementos: por un lado el contenido o sustrato
que es el medio donde va a desarrollarse la raíz del cultivo, y por otro el contenedor o
recipiente que se encarga de aislar, dar forma y condicionar en gran medida las
propiedades del contenido. Sin embargo, no siempre aparecen estos dos componentes, ya
que a veces se prescinde del sustrato de cultivo, como ocurre en los hidropónicos puros,
en los que la raíz se encuentra inmersa directamente en la solución nutritiva. Asimismo,
existen sustratos rígidos en los que el contenedor (generalmente una lámina de
polietileno) tiene como única función impedir la penetración de la luz hasta el medio
radicular y evitar una excesiva desecación de éste.
Veamos por separado cada uno de los componentes de la unidad elemental de cultivo.
a) Contenedores: están compuestos por materiales de diversa naturaleza y su finalidad
es la de delimitar el espacio radicular, proporcionándole aislamiento térmico y
preservándolo de la luz, los agentes contaminantes, la pérdida de agua por evaporación,
etc.
Cuando en el sistema de cultivo se utilizan sustratos amorfos, el contenedor con sus
características propias influye directamente en el comportamiento del sustrato,
condicionando sus propiedades físicas al adquirir la forma determinada por el contenedor.
Cuando los sustratos son rígidos (lana de roca, foam, etc) o no existen (hidropónicos,
aeropónicos, etc), esto no sucede pero aún así condiciona enormemente las características
de la rizosfera (pendiente, altura de agua, aislamiento, etc), por lo que su importancia es
muy grande en el comportamiento final del sistema. Un ejemplo de la influencia del
contenedor sobre las propiedades del sustrato lo encontramos en la inercia térmica, la
cual está más condicionada por el volumen, material y forma del contenedor, que por la
naturaleza del sustrato contenido pues, al estar éste completamente humedecido, su
coeficiente de transmisión calorífica varía muy poco de uno a otro, estando siempre muy
próximo al del agua (2).
En un principio los contenedores se construían de materiales pesados y duraderos
(hormigón, hierro, cerámica, asfalto, etc), constituyendo así las primitivas bancadas de
cultivo. Actualmente se utilizan materiales mucho más ligeros, impermeables e inertes,
generalmente plásticos (polietileno, polipropileno, etc), rígidos, semirrígidos o flexibles, de
precio asequible y fácil manejo y reposición.
b) Sustratos: como se ha comentado con anterioridad, el sustrato no siempre es
necesario en los sistemas de cultivo sin suelo. Sin embargo, actualmente casi la totalidad
de los sistemas empleados a nivel comercial utilizan algún tipo de sustrato.
Cualquier sustrato potencial tiene unas características y propiedades intrínsecas que
debemos conocer y estudiar para diseñar el contenedor más apropiado, de forma que el
módulo de cultivo resultante, sometido a un correcto manejo, proporcione a la raíz el
medio favorable que veíamos con anterioridad. Dentro de estas propiedades tenemos
tanto físicas (porosidad, retención de agua, densidad, estructura, granulometría), como
químicas (capacidad de intercambio catiónico, poder tampón, solubilidad) y biológicas.
Figura 5. Esquema de un sistema de cultivo sin suelo con reutilización del lixiviado.
A la salida del equipo de desinfección, el drenaje es conducido a un depósito de
acumulación final, donde se almacena hasta el momento de volver a ser empleado en
mezcla con agua de aporte exterior. Dado que la composición del drenaje varía a lo largo
del día, debido a la diferente evolución de la absorción de agua con respecto a la de
nutrientes llevada a cabo por la planta en ese periodo, resulta conveniente que el tanque
presente al menos un volumen suficiente como para almacenar el drenaje de un día, con
el fin de conseguir una composición media y amortiguar esas oscilaciones.
En lo que se refiere a la mezcla del drenaje para llevar a cabo su posterior reúso, ésta
puede realizarse directamente con agua exterior y añadir a continuación los fertilizantes
suplementarios, tal y como aparece en la figura 5, o bien preparando previamente
solución nutritiva, a base del agua y los fertilizantes, para mezclarla después con el
drenaje. En cualquier caso un sistema factible de llevar a cabo la mezcla es mediante una
válvula motorizada que permita regular el caudal de paso de drenaje para que, en
combinación con el agua exterior o la solución nutritiva, se alcance un determinado valor
de conductividad eléctrica, el cual se habrá establecido previamente en función del
porcentaje de lixiviado que se pretende reutilizar. Otra forma de realizar la mezcla puede
ser con un tanque al que se va vertiendo el drenaje y en el que se mantiene el nivel de
líquido mediante una boya que, al descender, incorpora agua o solución previamente
preparada. Este tanque puede ser el mismo que el empleado para la acumulación final del
drenaje.
La bomba de impulsión, el sistema de inyección de fertilizantes, la red de distribución,
los goteros y las unidades de cultivo no difieren de los empleados en un sistema abierto.
Sin embargo una importante línea de investigación en la que se está trabajando con
ahínco en la actualidad, trata de desarrollar sondas selectivas de medida en continuo de
las concentraciones de los iones que integran la solución nutritiva, con el fin de poder
integrarlas en los equipos de preparación de dicha solución. De este modo, al
automatismo de control se le introducirían como consignas las concentraciones deseadas
de cada uno de los elementos, y éste daría las correspondientes órdenes de inyección de
los distintos abonos a su disposición para alcanzar tales concentraciones. Con ello se
podría ajustar la solución con gran exactitud y no se produciría desviación de la misma por
desajuste en el aporte de fertilizantes con respecto a la absorción llevada a cabo por el
cultivo, que es uno de los riesgos que se corren con el empleo de los sistemas cerrados.
Asimismo, este desarrollo debe ir acompañado de una evolución en los fertilizantes, ya
que se debería tender hacia soluciones líquidas de calidad ya preparadas, cada una de las
cuales incorporaría un único elemento con el fin de conseguir así el ajuste deseado más
fácilmente. Todo esto es objeto de investigación en algunos países como Holanda, pero
aún tendrá que transcurrir cierto tiempo hasta llegar a ser una realidad disponible a nivel
comercial.
Para poder recoger el lixiviado producido tras el riego, es necesario que las unidades
de cultivo se dispongan sobre canales colectores adecuados para tal fin, aunque existen
casos en los que se pueden evitar ya que el mismo canalón de cultivo permite dicha
recogida, como ocurre en los cultivos en bancadas. No obstante, en el caso más frecuente
de cultivo en sacos resultará imprescindible. Para ello son ideales las bandejas metálicas,
ya que permiten conseguir una pendiente uniforme y son más resistentes, pero tienen el
inconveniente de que son excesivamente caras, por lo que resultan inviables desde un
punto de vista comercial y hay que acudir a otros tipos de materiales más asequibles
como el polipropileno, el poliestireno, etc.
Una vez recogido el drenaje, es necesario llevarlo hacia un depósito intermedio de
acumulación con el fin de almacenar una cantidad suficiente que pueda ser desinfectada.
Por tanto su volumen no tiene que ser necesariamente grande, pero convendrá
aumentarlo con el fin de poder instalar un equipo de desinfección de menor capacidad de
tratamiento y a su vez más barato. Hay que tener en cuenta que siempre resultará más
rentable invertir en volumen de almacenamiento para reducir el tamaño del equipo de
desinfección que viceversa
En lo que se refiere a la desinfección del drenaje, según diversos autores holandeses,
resulta necesaria para controlar posibles ataques al cultivo de patógenos radiculares. Sin
embargo, en los ensayos sobre reutilización realizados en nuestra zona en los que no se
ha desinfectado el drenaje, no ha aparecido ningún problema de este tipo. Evidentemente
esto no constituye prueba alguna que rebata las ideas holandesas, puesto que los
problemas pueden aparecer en cualquier momento y, hasta que no estén disponibles los
resultados de ensayos más específicos al respecto, habrá que considerar que la
desinfección es necesaria.
Existen diferentes sistemas de desinfección que podemos clasificar en dos grupos en
función de su espectro de acción, que son los de desinfección total y los de desinfección
parcial. Lógicamente los primeros, aunque resultan más costosos, permiten eliminar de
manera efectiva todos los patógenos existentes en la solución, incluidos los virus, mientras
que los segundos no, de forma que sólo eliminan algunos microorganismos, en general los
hongos. Dependiendo de cuáles sean los patógenos que pueden afectar al cultivo que se
haya establecido, así habrá que instalar uno u otro tipo de sistema.
Una vez desinfectado, el lixiviado es conducido otra vez al depósito de acumulación
final, desde donde se aprovechará en un nuevo ciclo de riego y recogida.
SUSTRATOS NATURALES.
A) AGUA.
Es común su empleo como portador de nutrientes, aunque también se puede emplear
como sustrato.
B) GRAVAS.
Suelen utilizarse las que poseen un diámetro entre 5 y 15 mm. Destacan las gravas de
cuarzo, la piedra pómez y las que contienen menos de un 10% en carbonato cálcico. Su
densidad aparente es de 1.500-1.800 kg/m 3. Poseen una buena estabilidad estructural, su
capacidad de retención del agua es baja si bien su porosidad es elevada (más del 40% del
volumen). Su uso como sustrato puede durar varios años. Algunos tipos de gravas, como
las de piedra pómez o de arena de río, deben lavarse antes de utilizarse. Existen algunas
gravas sintéticas, como la herculita, obtenida por tratamiento térmico de pizarras.
C) ARENAS.
Las que proporcionan los mejores resultados son las arenas de río. Su granulometría más
adecuada oscila entre 0,5 y 2 mm de diámetro. Su densidad aparente es similar a la
grava. Su capacidad de retención del agua es media (20 % del peso y más del 35 % del
volumen); su capacidad de aireación disminuye con el tiempo a causa de la compactación;
su capacidad de intercambio catiónico es nula. Es relativamente frecuente que su
contenido en caliza alcance el 8-10 %. Algunos tipos de arena deben lavarse previamente.
Su pH varía entre 4 y 8. Su durabilidad es elevada. Es bastante frecuente su mezcla con
turba, como sustrato de enraizamiento y de cultivo en contenedores.
D) TIERRA VOLCÁNICA.
Son materiales de origen volcánico que se utilizan sin someterlos a ningún tipo de
tratamiento, proceso o manipulación. Están compuestos de sílice, alúmina y óxidos de
hierro (tezontle). También contiene calcio, magnesio, fósforo y algunos oligoelementos.
Las granulometrías son muy variables al igual que sus propiedades físicas. El pH de las
tierras volcánicas es ligeramente ácido con tendencias a la neutralidad. La C.I.C. es tan
baja que debe considerarse como nulo. Destaca su buena aireación, la inercia química y la
estabilidad de su estructura. Tiene una baja capacidad de retención de agua, el material
es poco homogéneo y de difícil manejo.
E) TURBAS.
Las turbas son materiales de origen vegetal, de propiedades físicas y químicas variables en
función de su origen. Se pueden clasificar en dos grupos: turbas rubias y negras. Las
turbas rubias tienen un mayor contenido en materia orgánica y están menos
descompuestas, las turbas negras están más mineralizadas teniendo un menor contenido
en materia orgánica.
Es más frecuente el uso de turbas rubias en cultivo sin suelo, debido a que las negras
tienen una aireación deficiente y unos contenidos elevados en sales solubles. Las turbias
rubias tiene un buen nivel de retención de agua y de aireación, pero muy variable en
cuanto a su composición ya que depende de su origen. La inestabilidad de su estructura y
su alta capacidad de intercambio catiónico interfiere en la nutrición vegetal, presentan un
pH que oscila entre 3,5 y 8,5. Se emplea en la producción ornamental y de plántulas
hortícolas en semilleros.
Propiedades de las turbas (Fernández et al. 1998)
Densidad aparente
0,06 - 0,1 0,3 - 0,5
(gr/cm3)
Capacidad de absorción de
1.049 287
agua (gr/100 gr m.s.)
Agua de reserva (%
6,5 4,7
volumen)
Agua difícilmente
25,3 47,7
disponible (% volumen)
F) CORTEZA DE PINO.
Se pueden emplear cortezas de diversas especies vegetales, aunque la más empleada es
la de pino, que procede básicamente de la industria maderera. Al ser un material de
origen natural posee una gran variabilidad. las cortezas se emplean en estado fresco
(material crudo) o compostadas. Las cortezas crudas pueden provocar problemas de
deficiencia de nitrógeno y de fitotoxicidad. Las propiedades físicas dependen del tamaño
de sus partículas, y se recomienda que el 20-40% de dichas partículas sean con un
tamaño inferior a los 0,8 mm. es un sustrato ligero, con una densidad aparente de 0,1 a
0,45 g/cm3. La porosidad total es superior al 80-85%, la capacidad de retención de agua
es de baja a media, siendo su capacidad de aireación muy elevada. El pH varía de
medianamente ácido a neutro. La CIC es de 55 meq/100 g.
Densidad aparente
0,09
(gr/cm3)
Material sólido (%
3,3
volumen)
Agua difícilmente
4
disponible (% volumen)
B) PERLITA O ARGOLITA.
Material obtenido como consecuencia de un tratamiento térmico a unos 1.000-1.200 ºC de
una roca silícea volcánica del grupo de las riolitas. Se presenta en partículas blancas cuyas
dimensiones varían entre 1,5 y 6 mm, con una densidad baja, en general inferior a los 100
kg/m3. Posee una capacidad de retención de agua de hasta cinco veces su peso y una
elevada porosidad; su C.I.C. es prácticamente nula (1,5-2,5 meq/100 g); su durabilidad
está limitada al tipo de cultivo, pudiendo llegar a los 5-6 años. Su pH está cercano a la
neutralidad (7-7,5) y se utiliza a veces, mezclada con otros sustratos como turba, arena,
etc.
Propiedades de la perlita (Fernández et al. 1998)
Densidad aparente
50-60 105-125 100-120
(Kg/m3)
Material sólido (%
2,2 6 5,3
volumen)
Agua de reserva (%
8,5 6,7 2,7
volumen)
Agua difícilmente
27,3 25,5 19,4
disponible (% volumen)
C) VERMICULITA.
Se obtiene por la exfoliación de un tipo de micas sometido a temperaturas superiores a los
800 ºC. Su densidad aparente es de 90 a 140 kg/m3, presentándose en escamas de 5-10
mm. Puede retener 350 litros de agua por metro cúbico y posee buena capacidad de
aireación, aunque con el tiempo tiende a compactarse. Posee una elevada C.I.C. (80-120
meq/l). Puede contener hasta un 8% de potasio asimilable y hasta un 12% de magnesio
asimilable. Su pH es próximo a la neutralidad (7-7,2).
pH (1:10) 5-7
Ca 86 mg/100 g de arcilla
Na 11 mg/100 g de arcilla
Mg 15 mg/100 g de arcilla
Cl 10 mg/100 g de arcilla
6. BIBLIOGRAFÍA.
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Instituto de Estudios Almerienses. Fundación para la Investigación Agraria en la Provincia
de Almería. Almería.
CANOVAS, F.; MAGNA, J.J.; BOUKHALFA, A. Cultivos sin suelo. Hidroponía. En Técnicas de
producción de frutas y hortalizas en los cultivos protegidos del Sureste español. Ed.
Instituto de la Caja Rural de Almería. Almería.
FERNÁNDEZ, M.M.; AGUILAR, M.I.; CARRIQUE J.R.; TORTOSA, J.; GARCÍA, C.; LÓPEZ,
M.; PÉREZ, J.M. 1998. Suelo y medio ambiente en invernaderos. Consejería de Agricultura
y Pesca. Junta de Andalucía. Sevilla.
LLURBA, M. 1997. Parámetros a tener en cuenta en los sustratos. Revista Horticultura Nº
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SADE, A. 1997. Cultivos bajo condiciones forzadas. Nociones generales. Ed. Hazera España
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TERRES, V.; ARTETXE, A.; BEUNZA, A. 1997. Caracterización física de los sustratos de
cultivo. Revista Horticultura Nº 125 - Diciembre 1997.
URRESTARAZU, M. 1997. Manual De Cultivo Sin Suelo. Ed. Servicio de Publicaciones
Universidad de Almería. Almería
4. CONCEPTOS BÁSICOS PARA EL MANEJO DE LA FERTIRRIGACIÓN EN LOS
SISTEMAS CONVENCIONALES CON SUSTRATO
4.1. SISTEMAS A SOLUCIÓN PERDIDA
Ya se ha comentado con anterioridad que estos sistemas fueron desarrollados
originalmente a solución perdida, por lo que, con el fin de evitar un derroche de agua y
nutrientes, habrá que aportarlos de la forma más ajustada posible a los requerimientos del
cultivo. Esto significa tener que ofrecer riegos puntuales en función de esta demanda, la
cual resulta variable a largo del día, entre días y a lo largo del periodo de desarrollo del
cultivo. Tal filosofía difiere del manejo del riego llevado a cabo en otros sistemas de cultivo
sin suelo, como por ejemplo los hidropónicos, en los que el aporte de solución nutritiva ha
de ser continuo o intermitente de alta frecuencia al no existir una reserva de agua a nivel
de la rizosfera como ocurre en los sistemas convencionales con sustrato.
No obstante, por muy bien que tratemos de manejar el sistema y por buenas que
resulten las condiciones de cultivo (alta uniformidad de la instalación de riego, agua de
buena calidad, etc), será inevitable tener que aportar un volumen de solución superior al
absorbido por el cultivo, originándose de este modo un drenaje mínimo del 15-20 % que
el agricultor no suele bajar del 20-25 % para mayor seguridad. Esto es así porque siempre
van a aparecer ciertas diferencias en el caudal de los emisores de la instalación de riego y
porque dentro del cultivo no todas las plantas van a presentar los mismos requerimientos
hídricos. Además, resulta materialmente imposible ajustarse en cada momento a las
necesidades de agua y nutrientes del cultivo, por lo que será necesario dicho drenaje para
evitar desequilibrios de la solución existente en la rizosfera y la desecación progresiva del
sustrato.
Cuanto menos óptimas sean las condiciones de cultivo, mayor deberá ser el drenaje
desechado. Un ejemplo típico lo constituye el empleo de aguas salinas de baja calidad
agronómica que, en algunos casos, obliga a realizar descartes de más del 50 % del agua
aportada. Este porcentaje de drenaje se puede calcular en función de la acumulación
máxima de los iones más perjudiciales, generalmente cloro o sodio, que el cultivo puede
soportar con una merma asumible de producción, mediante la siguiente expresión:
; [1]
donde:
D es el drenaje mínimo necesario que pretendemos calcular en tanto por uno.
Cg es la concentración existente en el agua de riego del ión perjudicial considerado en
el cálculo.
Cm es la concentración máxima que se permite de ese ión en el sustrato.
Ca es el coeficiente de absorción de ese ión (cantidad consumida del mismo por unidad
de volumen de agua a su vez absorbida por la planta).
Lógicamente, si pretendemos que todas las plantas del cultivo estén sometidas como
mucho a la concentración máxima C m, será necesario incrementar este porcentaje
calculado debido a la incidencia de otros factores como la uniformidad de la instalación de
riego. En este caso habrá que dividir D por el coeficiente de uniformidad (CU) de dicha
instalación para obtener el porcentaje de drenaje final. En lo que se refiere a la incidencia
de otro factor de de uniformidad como es la aparición de diferencias en las necesidades
hídricas de distintas plantas dentro del cultivo, esto se solventa en cierta forma a nivel
práctico colocando un emisor más en aquellas unidades de cultivo que están en los bordes
de la parcela ya que reciben más radiación.
El control del drenaje se realiza mediante unas bandejas que se colocan a tal fin en un
lugar representativo de la explotación. Sobre cada una de ellas se suelen disponer dos
unidades de sustrato con sus correspondientes plantas, y se establece una ligera
pendiente hacia uno de los extremos para recoger el lixiviado y contabilizarlo, bien
manualmente o bien de forma automática por pulsos.
No sólo hay que intentar que el drenaje medio al final del día se ajuste al previamente
calculado, sino que además en cada uno de los riegos efectuados el drenaje obtenido se
debe aproximar lo máximo posible al deseado, objetivo que no es nada fácil de conseguir.
Por otro lado hay que tener en cuenta que la medida diaria del porcentaje de lixiviado
no es más que una forma mecánica y sencilla de controlar la acumulación de sales en la
rizosfera, de manera que conviene acompañarla de medidas más directas de las
condiciones de desarrollo del cultivo, como la conductividad eléctrica y el pH tanto del
drenaje como de la solución de aporte, con el fin de detectar posibles alteraciones
importantes que se puedan producir. Asimismo conviene realizar análisis periódicos de
ambas soluciones e incluso del agua de riego, si se sospecha que puede haber variado su
composición, con el fin de corregir a tiempo ciertas alteraciones no detectadas.
Actualmente en los cultivos a solución perdida de Almería se vienen realizando una media
de unos tres controles analíticos por campaña, dado el alto grado de experiencia que se
ha alcanzado con este tipo de sistemas en la zona.
Un aspecto muy importante a tener en cuenta en el manejo del riego es la decisión del
momento óptimo para llevarlo a cabo. Lógicamente, con el fin de facilitar dicho manejo,
nos interesa dar riegos lo más largos posibles para establecer así una baja frecuencia. Sin
embargo esto tiene un límite, y el momento más adecuado será aquél en que necesitamos
reponer en el sustrato el agua consumida por la planta desde el riego anterior cuando las
condiciones empiezan a no ser favorables para la raíz. Ahora bien, ¿cuándo aparecen esas
condiciones?. En un principio podría pensarse que sería en el momento en el que se
agotase el agua fácilmente disponible existente en el sustrato con el fin de evitar que la
planta tenga que hacer uso del agua de reserva, la cual está retenida a una mayor presión
matricial. Sin embargo esto no es así, pues además de las fuerzas de retención mátricas,
la planta debe vencer la presión osmótica de la solución y ésta irá aumentando conforme
el consumo del agua existente en el sustrato incremente la concentración salina, por lo
que el riego deberá darse antes que la conductividad eléctrica de la solución llegue a ser
excesiva. Pero a niveles prácticos existe otro factor más sensible para definir el momento
del riego que es la composición de la solución nutritiva, ya que en el entorno de la raíz
existe una solución con un equilibrio diferente a la que presenta la solución de aporte y, al
regar, los equilibrios resultantes serán la media ponderada entre ambos. Dado que lo que
se pretende es alterar lo menos posible el status establecido, nos interesa que el
porcentaje de solución entrante sea pequeño. De este modo se acepta que la reposición
se lleve a cabo cuando se haya consumido el 5 % o como mucho el 10 % del agua
retenida por el sustrato (4).
Según lo dicho anteriormente, el volumen de agua a aportar en cada riego quedará
definido por ese porcentaje de un 5 a un 10 % que se ha aceptado como admisible, y
habrá que calcularlo en cada caso concreto en función del volumen de sustrato y de su
contenido en agua. A continuación, dado que, generalmente, los agricultores establecen la
duración de los riegos por tiempo en vez de por volumen, que sería lo ideal, hay que
transformar el volumen en tiempo de riego conociendo el caudal arrojado por los
emisores. Ese tiempo así calculado se suele mantener invariable a lo largo del cultivo,
aunque puede haber situaciones que obliguen a su alteración, como por ejemplo una
desecación excesiva del sustrato debido a un manejo inadecuado, que induzca a acortar
los riegos con el fin de conseguir su rehidratación, o todo lo contrario, un encharcamiento
excesivo que aconseje alargar los riegos con el fin de distanciarlos y evitar problemas de
oxigenación.
Otro aspecto fundamental en el manejo de los cultivos sin suelo es el establecimiento
de la solución nutritiva de aporte ya que, a excepción del carbono y el oxígeno, que la
planta toma del aire, y del hidrógeno, que incorpora del agua, el resto de los nutrientes
minerales los obtiene disueltos en el agua que absorbe por la raíz. Los mecanismos de
absorción son diversos dependiendo del tipo de elemento del que se trate y el proceso
tiene lugar a unas determinadas concentraciones, que resultan diferentes para cada
nutriente y varían en función de la especie, variedad, fase vegetativa, condiciones
ambientales, etc. De este modo, a través de la fertirrigación vamos a intentar que los
iones se encuentren de forma disponible y en cantidad suficiente en el entorno de la raíz,
ya que de lo contrario se producirá la deficiencia de algún elemento y la alteración de los
coeficientes de absorción. En definitiva se trata de mantener el equilibrio y la
concentración de iones en la solución nutritiva del entorno radicular que permita la
absorción por la raíz de cada ion a su coeficiente particular.
Dado que los equilibrios de consumo de la planta no son exactamente iguales a los de
la solución de entorno, tampoco tienen que serlo los de la solución de aporte con la que
se pretende reponer los consumos de agua y nutrientes efectuados por la planta. Tan sólo
en el caso hipotético de que no se produjese lixiviado alguno, la solución entrante debería
coincidir plenamente con las concentraciones de absorción del cultivo, pero ya hemos visto
que en la práctica esto no va a suceder nunca. No obstante, aún así tampoco coincidirá
con la solución de entorno.
Para diseñar la solución nutritiva de aporte, habrá que tener en cuenta tanto la
solución de entorno que pretendemos mantener, como los coeficientes de absorción del
cultivo y el porcentaje de drenaje a establecer. De este modo para cada ion particular
podemos calcular matemáticamente la concentración de entrada necesaria mediante la
siguiente expresión:
[2]
donde:
Ce es la concentración del ión para el que realizamos el cálculo en la solución de
aporte.
Ca es el coeficiente de absorción para ese ión.
Cr es la concentración requerida en el entorno radicular.
D es el porcentaje de drenaje.
La concentración de un ion en la rizosfera será mayor o menor que en la solución de
aporte dependiendo de la facilidad con que lo absorba la planta. De este modo, en el caso
de iones de fácil absorción como el amonio, el fósforo o el potasio, podemos aportarlos a
una concentración inferior a su coeficiente de absorción, lo que va a reducir su nivel en la
raíz sin que se afecte el cultivo y disminuir las pérdidas por lixiviación. En cambio, en el
caso de aquellos iones que la planta absorbe de forma pasiva y con dificultad como el
calcio, tendremos que aportarlos a una concentración superior a su coeficiente de
absorción, para que se acumulen en la rizosfera y se “fuerce” la entrada en la planta,
alcanzándose así su máximo potencial de absorción. En el cuadro 1 se muestran las
relaciones que suelen encontrarse entre las concentraciones de diferentes iones en la
solución de aporte y en la del entorno de la raíz en un sustrato inerte.
Cuadro 1. Relaciones más usuales entre las concentraciones iónicas de la solución de
aporte y la de la rizosfera en un sustrato inerte (5).
ION Concentración en la solución Concentración en la solución
de aporte de la rizosfera
NO3- 100 % 75-125 %
NH4+ 100 % 0-50 %
H2PO4- 100 % 50-75 %
K+ 100 % 50-75%
Ca++ 100 % 125-200 %
Mg++ 100 % 200-300 %
SO4= 100 % 150-200 %
pH 100 % + 0,5 Ud
CE 100 % + 1-2 Ud
Teniendo en cuenta la relación: C r=R·Ce, podemos modificar la ecuación 2 de la
siguiente forma:
[3]
Una vez diseñada la solución nutritiva de aporte y, por tanto, definidas las
concentraciones de los diferentes iones presentes en ella, tan sólo queda llevar a cabo su
formulación, deduciendo de tales concentraciones las que aporta el agua de riego y
añadiendo la diferencia mediante abonos minerales.
Sin embargo, a pesar de la importancia que se ha concedido en los párrafos anteriores
al adecuado diseño de la solución de aporte con el fin de cubrir las absorciones del cultivo
y fijar a nivel radicular una solución óptima que no constituya un factor limitante para el
proceso de absorción, la experiencia práctica demuestra que, al menos en nuestras
condiciones de cultivo, no resultan determinantes para el desarrollo de la plantación
ligeras variaciones en la composición química de dicha solución debido a la capacidad de
adaptación del cultivo. Además, como en los sistemas abiertos no se reutiliza el lixiviado
obtenido, no existe el riesgo de que se desequilibre la solución con el tiempo debido a un
aporte desajustado de fertilizantes, tal y como ocurre en los sistemas cerrados. Por tanto
es posible llevar a cabo un cultivo de este tipo con muy pocos controles analíticos, tal y
como se comentó con anterioridad.
4.2. SISTEMAS CON REUTILIZACIÓN DEL LIXIVIADO
Ya se vio previamente que estos sistemas, a pesar de ser cerrados, derivan de los
sistemas convencionales abiertos con sustrato, por lo que en su manejo habrá que tener
en cuenta muchas de las consideraciones apuntadas con anterioridad. No obstante es
necesario realizar una serie de anotaciones adicionales.
El volumen de riego se fija del mismo modo que en un sistema abierto pero, dado que
el drenaje es recogido y reutilizado, se pueden establecer porcentajes de lixiviación más
elevados sin que ello suponga un despilfarro de agua y nutrientes. Esto permite evitar en
momentos puntuales posibles déficits hídricos que pueden llegar a producirse si se realiza
un aporte muy ajustado de solución nutritiva. Además, al regarse con mayor frecuencia, el
contenido mínimo de agua en el sustrato será mayor y la solución estará sometida a una
menor presión matricial, con lo que el gasto energético llevado a cabo por parte de la
planta en el proceso de absorción disminuirá. Finalmente, si se trabaja a un porcentaje de
lixiviación muy elevado, resultará factible mantener concentraciones de nutrientes en la
rizosfera más bajas de las habituales sin que el cultivo se resienta ya que la reposición
frecuente de la solución a nivel radicular impedirá un déficit local de nutrientes. No
obstante, esto tiene un límite ya que, debido a la necesidad de desinfectar la solución
nutritiva para evitar la propagación de patógenos radiculares a través de ella, no es
posible mantener porcentajes de drenaje muy altos. Éstos repercutirían en unos elevados
costes de desinfección que harían inviable la técnica desde un punto de vista económico.
Por ello dicho porcentaje se suele mantener en un nivel de un 30-40 % para agua de
buena calidad, compatible con un cierto grado de seguridad y un coste moderado en
desinfección.
Por otro lado, debido a las razones antes apuntadas, un alto porcentaje de lixiviación
va a estimular la absorción de agua por parte del cultivo, de manera que en algunos
ensayos experimentales que comparan sistemas de reúso con otros a solución perdida (1,
6, 18), se ha llegado a obtener una mayor absorción en el primer sistema que en el
segundo, a pesar de la acumulación en el sistema cerrado de las sales aportadas en
exceso a través del agua de riego o los fertilizantes. Esto puede contrarrestar en parte el
efecto negativo de dicha acumulación (6) y puede ser una buena táctica de manejo en
sistemas de reúso, especialmente en primavera, cuando las necesidades de agua del
cultivo se disparan.
Ya vimos al hablar de las instalaciones suplementarias que se requieren para reutilizar
el lixiviado, que la preparación de la solución nutritiva puede llevarse a cabo bien
mezclando en primer lugar el drenaje con agua exterior y completando a continuación
dicha solución mediante la adición de los fertilizantes, o bien obteniendo una solución
previa a base del agua exterior y los fertilizantes ajustada a las necesidades de absorción
del cultivo (solución de entrada), a la que se añade el drenaje. De la primera forma nos
aseguramos una determinada conductividad eléctrica y podemos conseguir la solución
nutritiva final óptima deseada conociendo la composición del drenaje mediante análisis.
Sin embargo tiene el problema de que, si se produce la acumulación de algún nutriente
por aporte excesivo del mismo y teniendo en cuenta que se ha fijado el límite de salinidad
de la solución, se reducirá el aporte mediante fertilizantes del resto de nutrientes,
disminuyendo la concentración de los mismos progresivamente y pudiéndose alcanzar
límites críticos para el desarrollo normal del cultivo. Esto se solventa de la segunda forma
ya que con ella mantenemos constante un aporte definido de cada nutriente. Por supuesto
presenta el inconveniente de que no nos permite asegurar una determinada
conductividad, ya que ésta aumentará o disminuirá en el caso de que los nutrientes se
aporten en mayor o menor cantidad respectivamente que las necesidades del cultivo.
La primera técnica de preparación de la solución nutritiva se utiliza ampliamente en
Holanda, ya que los agricultores de allí cuentan con aguas de muy buena calidad
agronómica (incluso algunos riegan con agua de lluvia), lo que permite que apenas se
acumulen las sales nocivas. Sin embargo en la costa mediterránea la situación resulta
bastante diferente ya que se dispone de aguas con una calidad notablemente peor, por lo
que, al reutilizarlas, se suele producir la acumulación de iones como el sodio, los cloruros,
los sulfatos, etc, los cuales suelen aparecer en cantidades superiores a las necesidades del
cultivo. En este caso puede resultar más conveniente la segunda técnica ya que el
aumento de la salinidad puede controlarse fácilmente mediante medidas de conductividad
y se pueden fijar criterios prácticos en base a ésta que nos indiquen cuándo resulta
necesario descartar la solución nutritiva. Esto resultará menos costoso que la realización
de análisis frecuentes para evitar desequilibrios nutricionales.
En los sistemas con reúso el objetivo es conseguir una solución a nivel radicular óptima
para el desarrollo del cultivo y, por tanto, semejante a la mantenida en un sistema a
solución perdida. Tan sólo en el caso hipotético de mantener un porcentaje de lixiviación
muy elevado podría pensarse en reducir la concentración de los iones fácilmente
asimilables por el cultivo, como los fosfatos, el potasio, etc, tal y como se comentó con
anterioridad. De este modo, si tratamos de conseguir una situación estacionaria en la que
no se produzca la acumulación o disminución excesiva de ningún ion con el fin de poder
reutilizar el drenaje el mayor tiempo posible sin tener que tirarlo, será necesario que la
concentración de cada nutriente en el agua exterior incorporada al sistema, obtenida
como suma de la concentración del mismo ya existente en el agua de riego y de la
cantidad aportada mediante fertilizantes, sea igual a su coeficiente de absorción; en el
caso de que resulte mayor que éste, tal nutriente irá acumulándose progresivamente en el
drenaje conforme sea reutilizado, y al contrario si es menor. De esto se deduce que
resulta fundamental conocer los coeficientes de absorción del cultivo para poder manejar
los sistemas cerrados, cosa que no es estrictamente necesaria en los sistemas abiertos. El
problema es que, como ya se comentó, dichos coeficientes son bastante variables y
dependen de muchos factores. Con el ánimo de que puedan servir como referencia, en el
cuadro 2 se han incluido los rangos en los que han oscilado los coeficientes de absorción
calculados en la Estación Experimental Las Palmerillas de Caja Rural de Almería para un
cultivo de tomate tipo larga vida, cv. Daniela, con un ciclo comprendido entre septiembre
y mayo.
Cuadro 2. Rangos de oscilación en mmol·L -1 de los coeficientes de
absorción obtenidos para un cultivo de tomate tipo larga vida cv.
Daniela de ciclo largo.
N H2PO4- SO4= K+ Ca++ Mg++
8-14 1,25-1,5 0,5-1,5 4-8 1,75-3 0,75-1,2
Los valores más altos en la absorción de nitrógeno se registran al inicio del cultivo,
cuando el crecimiento vegetativo es más acelerado, y se mantienen hasta que la planta
empieza a cargarse de fruto. Un momento crítico en la absorción de este elemento tiene
lugar poco antes del inicio de la recolección ya que su coeficiente cae a unos 10 mmol·L -1.
Posteriormente se recupera el ritmo de crecimiento, aunque no hasta los niveles previos, y
con ello ligeramente la absorción de nitrógeno, la cual vuelve a descender en primavera al
aumentar la tasa de transpiración del cultivo.
En lo que se refiere a los fosfatos, su absorción tiende a mantenerse mucho más
estable. En general se ha calculado un coeficiente entorno a 1,5 mmol·L -1, que descendió
a 1,25 en el periodo invernal debido a las dificultades que tiene la planta para absorber
este ión con bajas temperaturas. En primavera volvió a aumentar debido a la mayor
actividad de la planta y las mayores necesidades energéticas que se presentan con altas
temperaturas. No obstante los valores calculados resultan algo mayores que los obtenidos
por otros investigadores, quizás debido a que en todo momento el pH existente en el
drenaje ha sido superior a 7 y a veces próximo a 8, lo que ha podido provocar ciertas
precipitaciones de este ión.
Los sulfatos mostraron, en cambio, un amplio rango de oscilación a lo largo de la
campaña. Los valores más altos se registraron en los primeros meses de cultivo pero, tras
la entrada en producción, se inició un descenso paulatino de su absorción.
El potasio también sufre importantes oscilaciones. Su coeficiente inicial se estableció
en unos 6 mmol·L-1, aumentando posteriormente conforme se produjo el cuajado de los
frutos hasta llegar a un máximo de 8 al inicio de la recolección. Posteriormente tendió a
disminuir progresivamente, de forma que se alcanzó un mínimo de 4 mmol·L -1 en
primavera debido a la alta transpiración del cultivo en ese periodo.
El calcio tuvo su mayor absorción en los primeros meses de cultivo pero, tras la
recolección de los primeros frutos y coincidiendo con la bajada de la temperatura y el
aumento de la humedad relativa en invierno, lo cual dificulta su asimilación, se alcanzaron
coeficientes bastante bajos (tan sólo 1,75 mmol·L -1).Ya en primavera este índice volvió a
subir hasta un nivel aceptable de 2,5 mmol·L -1 gracias a la mayor temperatura y
transpiración en este periodo. Hay que tener en cuenta que el calcio se absorbe de forma
pasiva.
Finalmente el magnesio tuvo un comportamiento bastante estable y su coeficiente de
absorción se situó entorno a 0,9-1 mmol·L -1, valor que subió ligeramente al acumularse
este elemento en la solución y se redujo un poco cuando fue necesario renovar dicha
solución y de este modo descendió bruscamente su concentración.
Una vez conocidos los coeficientes de absorción que debemos aplicar en nuestro caso
concreto, resulta sencillo ajustar la solución nutritiva a utilizar en los sistemas con reúso.
Vamos a desarrollar como ejemplo el de un cultivo de tomate en su etapa de máximo
desarrollo vegetativo. Las cifras se expresan en mmol·L -1:
Nutrientes N H2PO4- SO4= K+ Ca++ Mg++ HCO3- CE
Agua de riego 0 0 0,21 0,08 0,64 1,19 3,26 0,4
Drenaje 11,8 0,7 5,94 6,39 7,73 3,29 5,3 3,1
Coef. Absorción 14 1,5 1,3 6 3 1
Si estamos trabajando con un 30 % de lixiviación y al mismo porcentaje de reúso,
resultará aproximadamente la siguiente conductividad en la mezcla entre el agua de
aporte exterior y el drenaje:
CE mezcla: dS·m-1
Y la concentración de bicarbonatos de dicha mezcla será:
[HCO3-] : mmol·L-1
Como en la solución final hay que dejar 0,5 mmol·L -1 de bicarbonatos para ajustar el
pH a 5,5, la cantidad a neutralizar con ácido será: 3,87 - 0,5 = =3,37 mmol·L -1. Tal
concentración equivale en la solución de entrada a:
mmol·L-1
0,7 es el tanto por uno de agua de aporte exterior ya que se está reutilizando un 30 %
de lixiviado.
Ahora ajustamos el equilibrio en mmol·L -1 en base a los coeficientes de absorción
estimados:
Nutrientes N H2 SO K+ Ca Mg HC
PO 4
-
4
= ++ ++
O3-
Coeficientes absorción 14 1,5 1,3 6 3 1
Agua de riego 0 0 0,21 0,08 0,64 1,19 3,26
Aporte de fertilizantes 14 1,5 1,09 5,92 2,36 0 -4,81
FERTILIZANTES mmol·
L-1
Ácido fosfórico 1,5 1,5 -1,5
Ácido nítrico 3,31 3,31 -3,31
Nitrato cálcico 2,36 4,72 2,36
Sulfato potásico 1,09 1,09 2,18
Nitrato potásico 3,74 3,74 3,74
Nitrato amónico 1,115 2,23
TOTAL APORTES 14 1,5 1,09 5,92 2,36 0 -4,81
SOLUCIÓN ENTRADA 14 1,5 1,3 6 3 1,19 -1,55
Los porcentajes que debemos introducir en el programador de riego los calcularemos
a partir de los mmol·L-1 fijados de cada fertilizante y teniendo en cuenta las
concentraciones a las que se van a preparar las soluciones madre, de la misma forma que
como se haría en un sistema a solución perdida.
En cuanto a la conductividad eléctrica de la solución final, ésta la obtendremos
sumando la componente correspondiente al aporte de fertilizantes y la correspondiente a
la mezcla de agua de aporte exterior y drenaje, que es de 1,2 dS·m -1. La primera
componente la calcularemos sumando el número de miliequivalentes de cada uno de los
fertilizantes aportados (sin incluir los ácidos ya que se compensan aproximadamente con
la destrucción de bicarbonatos que provocan), dividiendo por 10 y multiplicando
finalmente por el porcentaje de agua exterior que se incorpora al sistema. Así pues:
; [4]
expresión que permite calcular el porcentaje del agua total aplicada en el riego que es
necesario eliminar del sistema para evitar la acumulación del ion por encima de su
concentración máxima permitida. Sin embargo, para poder utilizar esta expresión, es
necesario definir, en primer lugar, cuál es la concentración máxima que podemos tolerar
en la solución de entorno del ion limitante, y ésta no es una cuestión fácil pues, además
de depender de la especie de la que se trate, también está influida por muchos otros
factores, como son las condiciones ambientales, los antecedentes del cultivo, etc. No
obstante en el cuadro 4 se indican las concentraciones de cloruro sódico a las cuales la
legislación holandesa permite eliminar el drenaje del sistema para evitar mermas
productivas en diferentes cultivos.
Cuadro 4. Contenido de sodio en el drenaje por encima
del cual está permitida en Holanda su emisión al agua
superficial (10).
CULTIVO Contenido de Na+
(mmol·L-1)
Tomate 8
Pimiento dulce 6
Pepino 6
Berenjena 6
Melón 6
Calabacín 6
Fresa 3
Rosa 4
Clavel 4
Gerbera 4
Anthurium 3
Cymbidium 1
Otros 5
Aunque es de suponer que estos límites incluyen un margen de seguridad de cara al
agricultor, parecen algo bajos para la zona de Almería pues la experiencia local indica que,
por ejemplo, el tomate puede soportar perfectamente en invierno concentraciones de
cloruro sódico de 20 mmol·L -1 si la conductividad de la solución de entorno no supera unos
5,5 dS·m-1. Lógicamente este límite hay que reducirlo considerablemente en primavera
pues el déficit de presión de vapor y la radiación son mayores y la tasa de transpiración
del cultivo más alta, de manera que la planta necesita una menor presión osmótica en la
rizosfera para poder absorber la gran cantidad de agua que pierde en esas condiciones.
A la vista de la afirmación anterior se desprende que es posible aumentar la tolerancia
a la salinidad del cultivo manipulando las condiciones ambientales del invernadero, para lo
cual resulta necesario disponer de los sistemas de control climático pertinentes, como
pueda ser un equipo adecuado de nebulización con el que poder aumentar la humedad
relativa y bajar la temperatura. Se trata, en definitiva, de reducir el déficit de presión de
vapor para que disminuya la transpiración del cultivo.
De hecho diversas experiencias llevadas a cabo al efecto (16, 17) demuestran como
cultivos que se encuentran a un bajo déficit de presión de vapor son capaces de soportar
muy aceptablemente altos niveles salinos, al contrario que aquellos sometidos a mayores
niveles. En definitiva, este tipo de estrategias van a permitir un aumento de la
concentración máxima admisible a nivel radicular de aquellos iones presentes en exceso
en el agua de riego, al tiempo que puede conseguirse un mayor coeficiente de absorción
de los mismos, con lo que se reducirá el porcentaje de solución que es necesario eliminar
del sistema para no sobrepasar tales límites y se obtendrá un aumento de la eficiencia en
el uso del agua. Es éste un amplio campo aún por investigar.
En el caso de que resulte necesario eliminar del sistema un cierto porcentaje de
lixiviado para evitar la acumulación excesiva de algún ion, hay que modificar ligeramente
las concentraciones de nutrientes a incorporar con el agua de aporte exterior, pues una
parte de dichos nutrientes se perderán con el descarte. La fórmula a emplear para calcular
dicha concentración de entrada será la siguiente:
[5]
donde:
Ce es la concentración necesaria del ión para el que realizamos el cálculo en la solución
de entrada al sistema.
Ca es el coeficiente de absorción para ese ión.
Cr es la concentración de ese ión en la solución de descarte (o en el drenaje).
Pa es el porcentaje de agua absorbida por el cultivo.
X es el porcentaje de agua eliminada del sistema.
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