LA REVOLUCIÓN RUSA - Carr - Cap. 2-3-4 Leido
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Edward Carr
3) El comunismo de guerra
La hostilidad del mundo exterior fue sólo uno de los peligros de los bolcheviques tras su toma
del poder: en Moscú hubo fuertes combates entre unidades bolcheviques y cadetes militares; los
partidos políticos desplazados comenzaron a organizarse contra la autoridad de los soviets; las
comunicaciones quedaron interrumpidas por una huelga de los trabajadores del ferrocarril; y se
desorganizaron los servicios administrativos. Por ello, un decreto del gobierno creó la Comisión
Extraordinaria Panrusa (Cheka) para “combatir la contrarrevolución y el sabotaje”. La ferocidad
con la que se desarrolló la lucha durante la guerra civil, llevó la tensión a su clímax. Estas
condiciones se reflejaban en el desorden de la economía, con una producción paralizada y
distorsionada, y con la ausencia de trabajadores agrícolas e industriales que se encontraban en el
frente. La revolución y los estragos de la guerra civil completaron el cuadro de desintegración
económica, social y financiera. Los iniciales remedios bolcheviques para los males económicos no
fueron más allá de la proclamación de principios generales como la distribución igualitaria, la
nacionalización de la industria y la tierra, y el control obrero. En 1918 el gobierno se vio
conducido a tomar drásticas medidas que se conocerían por “Comunismo de Guerra”.
- Distribución igualitaria La comida era la primera prioridad para el gobierno, por lo que
surgió la consigna de organizar “destacamentos de alimentación” para marchar al campo y
recaudar grano, pero el decreto fue más fácil de redactar que de llevar a la práctica. La división
de la tierra entre una multiplicidad de pequeños cultivadores, disminuyó el tamaño de las
unidades agrícolas que no contribuyó a la eficiencia de la agricultura o al suministro de
alimentos a las ciudades. En medio del caos de la guerra civil, ningún expediente podía
estimular la producción agrícola, como fue el caso de un cierto número de comunas agrícolas o
“granjas colectivas” fundadas por comunistas idealistas, pero que contribuyeron escasamente a
resolver el problema de alimentar a las ciudades, al igual que las “granjas soviéticas” (sovjozi)
creadas por el gobierno con el mismo propósito. Estas últimas, hicieron pocos progresos frente
a la resistencia de los campesinos, que las veían como un regreso a las grandes propiedades.
- Nacionalización de la industria y la tierra El comunismo de guerra empezó en la
industria con un decreto de junio de 1918, que nacionalizaba todas las categorías importantes
de la industria, ya que lo que importaba era organizar y administrar lo tomado. El nuevo
régimen disponía en escaso grado de las habilidades y técnicas requeridas por la producción
industrial, por lo que en la práctica, la industria continuaba siendo manejada por quienes habían
trabajado en ella antes de la revolución. La producción industrial se vio cada vez más
dominada por las urgencias de la guerra civil, donde las demandas del Ejército Rojo estaban
por encima de todo, haciendo que el esfuerzo se concentrara en unas pocas industrias
esenciales a expensas de las restantes. Fue así que la mano de obra fue movilizada al frente, el
transporte se vino abajo, y los suministros de materias primas se agotaron y no pudieron ser
repuestas. El Ejército Rojo se llevó a muchos de los hombres hábiles a la vez que las masas de
gente fluyeron hacia al campo, donde se acaso se podía encontrar todavía alimento. Los planes
de establecer precios fijos y racionamiento en las ciudades, se vinieron abajo ante la escasez de
suministros y la ausencia de cualquier administración eficiente, por lo que el comercio fluía por
canales ilícitos. Fue el requisamiento generalizado de los excedentes de grano lo que condujo a
los campesinos a rebelarse contra los rigores del comunismo de guerra.
- Control obrero El comunismo de guerra tuvo importantes consecuencias para la
organización del trabajo, el “control obrero” sobre la producción, que se había sido fomentado
en la revolución y donde había desempeñado un papel en la toma del poder, se convirtió pronto
en una receta para la anarquía. A su vez, Lenin se pronunció a favor del destajo y del
“taylorismo” para mejorar la eficiencia del trabajo, siendo que él mismo lo había denunciado
como “esclavizamiento del hombre a la máquina”. La revolución había puesto de relieve el
ambiguo papel de los sindicatos en un Estado obrero, donde las relaciones entre diputados
obreros y los sindicatos, que pretendían representar los intereses de los trabajadores, habían
sido cruciales desde los primeros días de la revolución cuando los sindicatos más fuertes
estaban dominados por los mencheviques. Fue así que los mencheviques y algunos
bolcheviques, propusieron la completa independencia de los sindicatos frente al Estado, pero el
resto de los bolcheviques no tuvieron dificultades para conseguir una confortable mayoría para
que los sindicatos se “transformasen” en órganos del Estado socialista y asumieran la
organización de la producción. Las urgencias de la guerra civil resucitaron y mantuvieron el
entusiasmo e hicieron aceptables las estrictas medidas de disciplina, por lo que en 1919 se
introdujo el servicio militar obligatorio, el cual llevó a que se instituyeran campos de trabajo
para delincuentes condenados, pero la falta de obreros también se compenso con las llamadas a
la autodisciplina voluntaria, como cuando Lenin convocó a los “sábados comunistas”, donde se
hacían horas extraordinarias de trabajo voluntario sin paga. Sin esta combinación de dura
coerción y entusiasmo espontáneo, la guerra civil no se habría ganado.
En 1920 la crisis militar quedó superada, pero dejó paso al problema del colapso económico
casi total. Allí Trostki se convirtió en abanderado de la recluta obligatoria y la “militarización”
del trabajo para abrir el camino hacia la recuperación económica. Los partidarios de la
independencia de los sindicatos y quienes se sentían agraviados por la preeminencia de Trostki en
el partido, se unieron para atacar sus procedimientos autoritarios. Trostki defendió su política
obteniendo el apoyo de Lenin, pero con la guerra con Polonia se acallaron todas las voces, aunque
cuando terminó la misma y la propia guerra civil, en el partido surgió una dura oposición contra el
mantenimiento de la recluta de trabajo y la virtual marginación de los sindicatos. Fue allí que
Trostki pasó a pedir una enérgica reorganización de los sindicatos, pero esta vez no contó con el
apoyo de Lenin, y el debate sólo se resolvió cuando la política del comunismo de guerra fue
abandonada por el congreso del partido en marzo de 1921. En el partido hubo distintas y
ambivalentes actitudes ante el comunismo de guerra.
4) El respiro de la NEP
El comunismo de guerra había constado de dos elementos principales:
- La concentración de la autoridad y el poder económico, la sustitución de las pequeñas
unidades de producción por otras grandes y cierto grado de planificación unificada.
- El abandono de las formas comerciales y monetarias de distribución, la introducción de
suministros de productos y servicios básicos gratuitamente o a precios fijos, el
racionamiento, los pagos en especie y la producción para el uso directo antes que para un
hipotético mercado.
Pero los procesos de concentración y centralización, eran la continuación de procesos que ya
estaban en marcha durante el primer período de la revolución y durante la guerra europea, y en
cambio, la sustitución de la economía “de mercado” por una economía “natural”, no contaba con
tales cimientos. Fueron estos aspectos los que más le desacreditaron a los ojos de sus críticos, y
los que la NEP descartó decisivamente, además, las políticas de concentración y centralización
fueron aplicadas casi exclusivamente en la industria, siendo que los intentos de exportarlas a la
agricultura no tuvieron éxito. Fueron precisamente estas medidas y sus incompatibilidades las que
provocaron la revuelta contra el comunismo de guerra y le destruyeron.
Hacia 1920 la economía se encontraba atascada, y tomando en cuenta de que en la economía
rusa el punto nodal era el grano, la política del requisamiento comenzó a entrar en bancarrota, a la
vez que el campesino había retrocedido a una economía de subsistencia y no tenía incentivos para
producir excedentes, por ello, era imperativo proporcionar al campesino los incentivos. Dentro del
partido, un grupo disidente autodenominado Oposición Obrera se había formado, y su programa
se dirigía contra la proliferación de controles económicos y políticos, y contra el creciente poder
de la maquinaria del partido y del Estado, pretendía defender los ideales originarios de la
revolución. La esencia de la nueva política de 1920-1921, era permitir al campesino tras la entrega
a los órganos del Estado de una proporción fija de su producción, vender el resto en el mercado,
para lo que era necesario incitar a la industria pequeña artesanal a producir bienes que el
campesino quisiera comprar. Se debía permitir el renacimiento del comercio privado, y todo esto
implicaba poner fin a la caída del rublo y establecer una moneda estable. Fue así que el conjunto
de medidas conocido como Nueva Política Económica (NEP), que insistía en las concesiones al
campesino, fue aprobado por el comité central, y luego presentado en el X Congreso del partido
por Lenin.
La más aguda diferencia de opinión en el congreso fue sobre la cuestión de los sindicatos.
Trostki propuso una vez más su plan para transformar a los sindicatos en “agrupaciones de
producción” y hacerlos parte del “aparato del Estado obrero”. La Oposición Obrera quería poner
la organización y el control de la producción en manos de los obreros, representados por los
sindicatos. Entre las dos posturas, Lenin consiguió unir al partido en torno a una solución que
evitaba todo olor a “militarización”, donde los sindicatos eran reconocidos como “organizaciones
de masas no partidarias”. La resolución fue aprobada por una amplia mayoría, pero la violencia de
la controversia causó impresión en el partido y el Congreso adoptó una resolución especial donde
quedaba prohibida la formación de grupos con “plataformas” propias. La infracción de esta regla
podía conducir a la expulsión del partido. La severa prohibición de toda oposición dentro del
partido fue el producto de la crisis que acompañó a la introducción de la NEP. En vísperas de
dicho hecho, la extinción de la oposición menchevique coincidió con la supresión de la disidencia
dentro del partido bolchevique gobernante.
Las ventajas ofrecidas al campesino por la NEP se vieron retrasadas por una calamidad natural,
en el que las cosechas de 1921 quedaron arruinadas por la sequía en una amplia área, haciendo del
hambre general una gran preocupación. Para 1922 las siembras se ampliaron y parecían anunciar
un renacimiento de la agricultura soviética. La NEP, al reintroducir los procesos de mercado en el
campo, había invertido las medidas igualitarias del comunismo de guerra potenciando la
reaparición del campesino rico o kulak como figura clave de la economía rural, mientras que el
campesino pobre producía para su propia subsistencia. Ésta era la esencia de la NEP, donde el
derecho a arrendar tierra y a emplear trabajo asalariado fue concedido con algunas restricciones,
en la medida en que los campesinos proporcionaban excedentes suficientes para alimentar a las
ciudades, por lo que pocos se sintieron urgidos a desafiar aquella derogación de los ideales y
principios revolucionarios que arrojaba tan afortunados resultados. Lenin llamó a la NEP “una
derrota” y “una retirada para un nuevo ataque”, dando argumentos a favor de que la NEP era una
corrección deseable y necesaria de los errores del comunismo de guerra, y de la concepción de
que la misma a su vez tendría que ser corregida y superada en el futuro. Las diferencias
momentáneamente acalladas por la satisfacción de la resolución de la aguda crisis de 1920-1921,
reaparecerían dos años más tarde en medio de una nueva crisis de la economía del partido.