Blavatsky, Helena - Doctrinas y Enseñanzas Teosóficas
Blavatsky, Helena - Doctrinas y Enseñanzas Teosóficas
Blavatsky, Helena - Doctrinas y Enseñanzas Teosóficas
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MADAME BLAVATSKY
Apareció, al decir de los más intransigentes, en un momento propicio cuando una oleada
de materialismo pretendía ahogar al mundo y parecían consumadas todas las revoluciones.
Y tuvo la suerte –si es que no se acepta su misión providencial y el que cumpliera un
mandato– de volcar de repente sobre el vulgo ilustrado y escéptico la filosofía y el arte
asiático, que ya desde los días de Anquetil Duperron preocupaban a unos cuantos escogidos
en la vieja Europa.
Los primeros trabajos de los indianistas (serios, pacientes), incompletos, nada populares,
no podían llegar a las masas: y cuando alguna vez habían llegado, la monstruosidad aparente
del panteón asiático era más agresiva para la cultura cristiana que la licencia del panteón
griego, o la barbarie que habían señalado en los panteones americanos los conquistadores
españoles y los piratas de todo el mundo.
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El empeño de Madame Blavatsky, que se ofrecía no como una mística enferma al igual de
Antonieta de Bourignon, ni como una doctora en teología, como nuestra santa de Ávila,
sino como la más atrevida al revés y el escolar más díscolo y presuntuoso, al luchar cuerpo a
cuerpo con la mayor autoridad orientalista de entonces, el profesor Max Muller, y los
filósofos Spencer y Solovief; ese empeño parecía temerario y sin fruto para lo venidero. Pero
no fue así. Un núcleo de admiradores y de discípulos la animó a su obra, y recogiendo las
notas fundamentales, predominantes en la realidad del instante y aquellas que perduran en
el espíritu humano, creo la Sociedad Teosófica, llamando a todos los emancipados recientes
que la exaltación democrática acaba de hacer hombres y que trataba de hacer ciudadanos e
iguales por encima de toda condición; los negros y las clases trabajadoras.
La primera vez que pudieron convivir en la América del Norte los negros y los blancos,
en unión duradera para tratar de todos los problemas de la vida, fue en las logias teosóficas,
donde, sin distinción de color, se aceptaba a los hermanos. La obra social, borrando las
distinciones de clases, fue comenzada en los barrios extremos de Londres, congregando a
ingenieros y obreros, a patrones y asalariados para una obra de paz y de concordia, que no
pudo ser realizada la «Gran Inquieta» por morir al poco tiempo de empezarla.
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LA TEOSOFÍA
Es la ciencia o sabiduría divina. Es lo que significan las dos palabras griegas que la
originan. Pero no se toma en la aceptación de lo que Dios o los dioses saben, sino de lo que
podemos saber y sabemos los hombres de Dios o los dioses. Es decir, que es un saber de las
cosas divinas que el hombre recibe, ya por una revelación que se va transmitiendo entre
ellos, ya por una revelación que ellos mismos pueden recibir directamente de Dios o de los
dioses, por medios adecuados a su inteligencia y naturaleza.
La revelación teosófica no es una pura fantasía; se apoya sobre una tradición constante y
permanente que acreditan las Escrituras Sagradas de todas las religiones, las revelaciones de
los videntes, las inspiraciones de los artistas y las creaciones de los hombres de ciencia.
Hablamos de Dios y de los dioses, empleando esas palabras para utilizar las corrientes
cuando se quiere hablar de algo que es súper humano, fuera de las cosas humanas, políticas,
sociales, científicas, artísticas, por encima del hombre.
Muchas personas emplean para el caso las palabras: Absoluto, Infinito, lo Eterno, lo
incognoscible, etc., etc.
Tiene la autoridad de algunos siglos y es un perfecto símbolo universal para los hombres.
Data del siglo III de la era presente. La empleó, a lo que parece primeramente Ammonio de
Saccas, filósofo alejandrino, hijo de padres cristianos, pero dado desde luego a la
especulación platónica, con la que armonizó la doctrina de sus padres, concibiendo así una
síntesis suprema del saber, en la que la ciencia humana venía a ser la encarnación de las
enseñanzas religiosas, no sólo del cristianismo, sino de todas las religiones, que coinciden
admirablemente en sus principios morales.
Este descubrimiento de una unidad moral entre credos distintos, entre pueblos tan
distantes; las anticipaciones que ofrecen los mitos a los descubrimientos humanos; la
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confirmación que la ciencia efectúa a menudo sobre las enseñanzas de los libros religiosos,
no pueden ciertamente ser casuales y fortuitas. Se deben a la misma naturaleza de Dios o de
los dioses, y es menester que los escuchemos si queremos seriamente vivir como hombres.
Es verdad que Ammonio de Saccas no ha dejado escrito alguno, pero sus discípulos -
Orígenes, entre otros - nos han explicado su ética, como los discípulos de Sócrates, de
Budha, de Orfeo, de Zaratustra, nos han legado las enseñanzas de esas grandes figuras.
El triunfo del cristianismo, al tomar posesión en la vida civil, en la vida diaria, ahogó el
sincretismo de Ammonio de Saccas, y la misma palabra «Teosofía» desnaturalizada,
alejada de la inmensa mayoría humana, sólo vive como una herejía de espíritus escogidos,
para significar su independencia frente a los dogmas y frente a la ciencia, separada del
cristianismo, constituyéndose como una entidad opuesta a la religión.
Todo pensador libre que en su estudio cuenta, sin embargo, con el auxilio de los dioses, es
así un teósofo. Lo es Roger Bacón, haciendo una física y una química contra la dogmática
científica, manejando los cuerpos materiales y las ideas como entidades divinas. Lo es
Raimundo Luli, volviendo al árbol de la ciencia del bien y del mal, para escoger sagazmente
los frutos del bien y de la sabiduría. Lo es Jacobo Boehm, encontrando en el aura humana la
verdadera luz para esclarecer las tinieblas que nos envuelven. Lo es un Guillermo Postel, lo
es un Roberto Fludd, lo es Nicolás Flamel, lo es Swedenborg; lo son, en fin, todos los
místicos, los genios, los artistas, los filósofos que no pueden separarse de los dioses, y que
escapan al cielo en un ansia de inmortalidad, por la que les nacen alas.
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LA ENSEÑANZA OCULTA
Y la tradición secreta ha existido y existen todavía; pero no como las imagina el vulgo, y
aun algunos que al vulgo no pertenecen.
El saber, la cultura, los métodos de abreviación y los procedimientos más fáciles para la
acción en la vida no están hoy bajo siete sellos, pero todos exigen una iniciación para
conseguirlos; y esa iniciación es el estudio, que antes también se hacía y se exigía al
investigador.
Pero hay una investigación que no sólo requiere la abnegación del sabio, su
concentración mental, sino que exige un compromiso formal, mucho más íntegro, más
completo que el que puede celebrar y celebra un estudiante a principio de curso al
matricularse en una cátedra.
La tradición oculta no separa los hechos pasivos y materiales del pensar, del sentir y de la
moral del hombre. No separa tampoco los pensamientos de los hombres y de los dioses. De
manera, que en toda investigación positiva, material; en toda obra mecánica hay otra cosa
moral, religiosa, fundamental que afecta a los dioses y a las cosas superiores que no
conocemos aun. Y análogamente, en las cosa divinas hay también una cosa material y
positiva, que es como la ganga que revelan los minerales cogidos naturalmente.
Se puede dejar a Dios al entrar en un laboratorio y prescindir de toda práctica moral para
el examen físico para un corte geológico; pero no dejará el Espíritu Absoluto de actuar
eternamente sobre todos los líquidos, ni de elaborar en misterio impenetrable la generación
de los metales. Tras la admiración de un descubrimiento científico, tras el estupor de una
invención ingeniosa o la más bella acción humana asoma en los cielos su cara el Señor, y el
mismo descubridor, el inventor, el artista, el hombre bueno, en lo íntimo de su conciencia,
devuelven al Espíritu Absoluto el aplauso que se les ha concedido.
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La teosofía no es dogmática, ni puede serlo. Se imagina generalmente como una idea
puramente religiosa, atendiendo a la primera mitad de la palabra; pero es un error. Como
sería imaginarla un sistema tema puramente filosófico, atendiendo a la segunda mitad de la
misma. En cierto modo es un método integral de investigación, porque no examina solo la
materialidad de los hechos y de los cuerpos, ni sólo la psicología de las almas, sino que busca
«las siete claves» de su objeto de estudio.
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LA TEOSOFÍA Y LA CIENCIA
Es más; así como ninguna ciencia positiva esta terminada, ni es como será cuando sea
para incorporarse a la única Sabiduría, la Teosofía misma no esta terminada. Teósofos han
sido Raymundo Lull, Jorge Hamman, Mme, Blavatsky, Emerson, y hoy mismo no sólo el
filosofo Eucken, sino el místico Steiner, el profundo Maeterlinck y el intuicionista Bergson,
ofreciendo cada una como fase mas o menos amplia del método integral y monista de
investigación.
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LA OBRA DE MME. BAVATSKY
En realidad, no hay un manual de Teosofía mejor que este, ni ninguno mas adecuado
podría trazarse que el que se traza en el, porque ofrece, no solo la doctrina ortodoxa, sino el
pensamiento intimo de quien concibió primeramente estas ideas.
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SU VIDA
En 1875 fundo la Sociedad Teosófica. En 1877 publico Isis sin velo. Después hizo más
viajes, más estudios, prosiguió su vida de aventuras y maravillas. Publico en 1888 la Doctrina
Secreta, y antes de morir, en 1891, dio a la estampa La Clave de la Teosofía.
Esta vida absurda, fuera de toda preocupación civil, es la vida de una mujer, la única
mujer que ha creado una religión.
Es la vida ofrecida contra toda preocupación, contra todo prejuicio sobre la vida de los
fundadores, de los profetas y de los mismos enviados.
Sus mejores biógrafos no saben más. Y los más autorizados, los que recibieran de los
propios labios de ella algunas noticias de su existencia, fueron burlados en su pretensión
humana por la Maestra, que dejo en sus manos una sombra que habían de maltratar.
¡Con que vergüenza, como haciéndose solidarios de la farsa que sospechan nos dicen que
juraba como un carretero aquella señorita de quince años! ¡Con que inquietud sobre la
mesa describen la fuga de la novia de un viejo de opereta! ¡Como apuntan las calumniosas
acusaciones sobre sus violencias, sus rarezas, sus fraudes, sus ignorancias, y, sobre todo, como
queriéndola justificar se justifican a si mismo sus biógrafos y admiradores!
Se puede ser profeta en cualquier parte, menos en la misma patria, porque otro pueblo
recogerá al que su pueblo no ha sabido apreciar ni comprender. Pero ¿qué otro mundo, que
otras gentes justificaran a estos profetas que pertenecen al mundo?
La vida aclara y transparente de Madame Blavatsky es una vida para el escándalo del
mayor número. Una vida de prueba para esos biógrafos que empiezan hablando de los
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muertos ofreciendo su fe de bautismo, y que cierran la glorificación de los hombres dejando
caer sobre ellos la lapida del sepulcro con la partida de defunción… ¡Cuando han
resucitado!
La verdadera vida de madame Blavatsky fue una vida oculta, una vida desconocida, y no
esa que han biografiado algunas gentes aptas para tomar la temperatura de un enfermo de
cuidado.
La vida de los santos, en los entendimientos débiles, plenos de pecado, causa admiración
primero. Después, la inteligencia perversa, creyendo a medias, queriendo que los
bienaventurados y los seres admirables sean como es ella, los dispensa la santidad o el genio,
para llegar a esa categoría ella misma en un momento oportuno.
Una humanidad excesiva, menos aún, una simple humanidad, es perjudicial para toda
biografía trascendente, porque el biógrafo desconoce la norma superior de conducta a que
obedece dentro de sus inconsciencias el biografiado.
Las biografías de los dioses, los Evangelios, no pueden ser como las Vidas de Plutarco y de
Diógenes Laertio. Fuera de las cosas humanas, los detalles humanos carecen de sentido; y los
dejan los dioses, los profetas, los santos y los genios en quien pone mano en ellos, como el
expolio que sirve para liberarlos y ascender más pronto al cielo.
Siguiendo paso a paso el calvario de los dioses, tomando también su cruz, la de ellos,
llegaríamos a presenciar el suplicio sin inmutarnos, encontrando más natural aquello que la
protesta de los siglos.
Un abrigo excesivo no nos deja sentir la atmósfera ambiente; y ese cúmulo de hechos, de
hechos pequeños, de hechos distintos, como prendas distintas para preservar el cuerpo, nos
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llevan al campo de la historia tan libre de contactos que podemos creernos victimas de una
anestesia.
Una historia de nuestra emoción por el sujeto seria más sincera y valdría más. He ahí lo
que propongo al lector y lo que tributo a la gloriosa maestra.
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SU MIRADA
El retrato más popular y conocido de madame Blavatsky es este pequeño retrato que
tenemos en este momento en nuestras manos, para asirnos más firmemente al recuerdo que
queremos consagrarles en este instante.
Es muy imperfecto este retrato pero tiene por encima de la imperfección con que le ha
perjudicado el artista, que no le ha hecho con el debido cariño, con aquella unción que
ponía en sus escenas religiosas el famoso pintor que dibujaba de rodillas el rostro de la
Virgen; tiene, como digo, a pesar de todo, una cosa que no puede dibujarse, hacerla mal,
evitarla, desfigurarla si quiera quien ponga manos en esa obra. Es la expresión de los ojos, la
mirada serena y reposada que esta tranquila y segura, aunque no puede precisarse en que
punto imaginario del espacio se detiene.
El rostro, más asiático que europeo descansa firmemente sobre una mano, la mano de los
dones y de las gracias, la misma mano que ha levantado el velo de Isis y que ha prodigado
tantos bienes. La boca esta plegada, dirías que sirviendo a una meditación muy profunda,
voluntaria, querida y deseada libremente. Así, no se ve el labio inferior prominente y
forzado como lo adelanta a veces la mano que, por violencia, soporta toda la faz para esas
meditaciones que parecen mas bien una penosa escudriñacion de lo lejano.
La figura se adivina colocada tras la mesa o el bufete de estudio, y parece que ha sido
sorprendido el original en uno de esos momentos en que vemos los demás las ideas en el
espacio, y en los que el maestro las miraba para copiarlas mas fácilmente.
Esta mirada particular, infalsificable siempre, que no puede dibujarse, nos suministra una
profunda enseñanza que debemos revelar en este instante, precisamente en este momento.
Este portento, la mas piadosa de las mujeres, el mas amable y caritativo de los maestros, la
mas humana y tolerante de las inteligencias que han podido visitarnos, consagro su obra y su
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vida a la redención de la verdad, y cifra todo su empeño en que se comprendiese el mundo
en que amase su pasado.
Su obra fue una misión voluntariamente escogida, que ella condensaba con claridad en
estas palabras: «Rescatar de la degradación las verdades arcaicas que constituyes la base de
todas las religiones».
¿Qué redención ha podido concebirse mas grande y mas necesaria? ¿Que tolerancia ha
sido mas amplia, mas caritativa y mas justa con todos los hombres y con todas las
inteligencias? El exclusivismo de los directores de raza redimía solo a un grupo, a una
familia, que podía ser muy grande, pero que no era toda la familia humana. No tenían, no
tuvieron aquellos hombres la debida tolerancia.
Hay que rescatar, hay que redimir, que cribar las ideas y tamizarlas, haciéndolas pasar por
el mismo harnero, por el mismo cedazo. Esta obra ha sido hecha por esta mujer que nos ha
sido enviada. Su relación con nosotros, con todos los hombres, la ha hecho de la manera más
perfecta que pueda hacerse: mirando, y mirando como debe mirarse, porque sabía y
practicaba el gran misterio y el poderoso secreto de la mirada.
Nuestro valer, nuestra verdad nos salen a la cara. Son los ojos las ventanas del alma, dice
desde hace siglos nuestro vulgo. «Por nuestra propia pupila nos ve el señor», ha dicho he
inspirado Silecio, ver, mirar: Eso es todo.
Todo nuestro espíritu esta en nuestros ojos, y aun sigue revelándose en ellos cuando los
hemos perdido, ciegos por los dolores sufridos, o ciegos porque vinimos sin ellos a la vida.
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«Me hablo como si me mirase», dice uno de los ciegos de Maeterlinck. Y, efectivamente,
no podemos hablar a las gentes sin dirigir a ellas nuestros ojos, a menos de ser ciegos de
nacimiento, y aun así enfrontamos el rostro.
Se ha creído que se educaba la vista presentándola buenos dibujos, las mejores imágenes,
los mas bellos colores. Y la vista no se educa sino viendo las mejores ideas. «Los ojos que
han sufrido son los mas bellos», han dicho en algún sitio en Michelet. Lo son, en verdad,
porque han visto el dolor, porque han visto también alejarse la dicha. La mirada se educa
haciéndola ver lo invisible. Vera siempre mas un estudiante de geometría analítica, por
mediano que sea, que un comisionista en colores. Asimismo el que sepa mirar los grandes
problemas, el que quiere ver las grandes cosas, vera siempre mas que el que ha visto los
mejores monumentos y las mas bellas ciudades. Basta con verse los pensamientos. ¿Y como
ver nuestras ideas? Podemos verlas en nuestro propio interior, volviendo para dentro
nuestros ojos, cerrándolos para fuera; y podemos verlas en el espacio mirando atentamente,
sin parpadear un instante, como si esperásemos la salida y aparición de una estrella. Hay que
mirar con el mayor deseo, con la mejor voluntad, con la más pura intención, sin bañar en
llanto nuestros ojos, para no ver deformados los objetos. En el llanto hay una especie de
miopía que comienza, como hay una ceguera incipiente en la mirada del que sufre un
proceso violento. Hay que estar sereno, tener un ánimo tranquilo para ver lo que debe verse
más allá del horizonte visible. La percepción actual de colores que no fueron sospechados
anteriormente es no tanto un hecho fatal de la evolución del sentido, como una conquista
alcanzada por la mayor tranquilidad de los hombres.
Con tranquilidad, con reposo, yo creo que podremos ver todos los hombres colores más
allá del violeta. Así como se ven y pueden verse las formas que producen las ideas.
He aquí la enseñanza que nos queda, que nos quedara para siempre, en este retrato del
maestro, que, aunque este mal ejecutado, cumple con la condición primera que ha de tener
un retrato: la «pose» honrada, la mas elevada y natural del original vivo.
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SU VOZ
Tienen estas palabras muchos años de vida y serán perdurables y eternas por ser el más
ingenuo y conmovedor relato de la muerte de Helena Petrovna Blavatsky. Nació en Agosto.
La tierra empezaba a caldearse, y el frío, aquel frío tan cruel de aquel invierno que
acababa de morir, se retiraba perezosamente a otras regiones.
La enferma, animada por los últimos efluvios de vida, se incorporó sobre el lecho, y
tanteando las ropas, deshaciéndose de ellas, sin ruido, sin estrépito, sin una contracción que
delatase dolor alguno se ofreció al nuevo reino, tranquilísima y serena, como el que entra en
la paz.
Hace treinta y un años que ha enmudecido su voz, y, sin embargo, sin ruido humano se la
oye y se la siente en sus escritos, donde queda toda la enseñanza y la revelación que ha
podido dejarnos. Su voz es la voz de los muertos, de los grandes maestros; esa voz que se oye
y se siente en los oídos cuando pasan los ojos del discípulo y del curioso por las páginas que
nos quedan de los grandes directores.
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Es un tono uniforme, sin ruido, raro, que no se oye precisamente dentro del cerebro, sino
más bien en el pecho, como si hubiera un oído en el corazón, así como hay un ojo en el de
los tímidos que adivinan lo que no ven los avisados.
Hay un tono de voz muy bajo, muy imperceptible, en las palabras escritas por los
hombres; un tono de voz que creemos que es el tono de nuestra palabra interna y el ruido
que mentalmente hacen nuestros labios en la lectura; pero ese tono es el ruido que tiene la
palabra del que ha dictado las líneas que pasan bajo nuestros ojos.
No han enmudecido los muertos, ni enmudecen tampoco los que se alejan, porque queda
para siempre en el ambiente, la divina vibración de la palabra, se pronuncie o se escriba para
extenderla entre los hombres.
El pensamiento nace con un tono imperceptible para el mundo; pero siempre bastante
sonoro para el espíritu.
Los libros hablan; y escritos, hablan como las palabras habladas, como hablan las
pinturas, como hablan todos los pensamientos de los hombres expresados por escritos o por
señales.
Ese ruido no se oye reparando en los ruidos de la vida que vocea a nuestro lado; pero se
oye dentro de nosotros en la lectura y en la contemplación callada de las cosas que llamamos
erróneamente mudas.
La voz de los muertos es perceptible aún y ha de serlo más adelante todavía, mientras
quede una línea de su enseñanza hay un ritmo interior, una armonía viva y palpitante en la
palabra escrita, que no duerme en la cadencia y en el acento, sino dentro, más interiormente,
en el último significado de la palabra: en su alma.
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La verdad es una eterna poesía, y una poesía que suena y que se oye, aunque no se
pronuncie en voz alta, y sólo desfile ante los ojos como una palabra escrita y pase bajo los
dedos como un cuerpo.
El eco no es una segunda palabra, sino la misma y única palabra que se ha dicho, entrando
y penetrando en lo perdurable. Es la misma palabra divinizada.
La voz del maestro suena aún y sonará siempre, porque la palabra ha sido proferida para
eternizarse. En los primeros instantes no se habla, después se murmuran algunas palabras, y
las gentes se separan llevando cada una en sus oídos el recuerdo y el eco de las palabras que se
han dicho. Se dijeron para esto, para no separarse nunca, para estar unidos, a pesar de todas
las diferencias aparentes que separan a los cuerpos.
Nos quedan las palabras del maestro pero no así, de cualquier modo, sino vivas, vibrante,
perceptible aún.
Leed recogidos vuestros libros, pasad la vista sobre sus páginas y de nuevo vivirá ante
vosotros la imagen del maestro con su propia cara y con su propia voz.
Una indagación paciente nos permite conocer la curva del estilo de los hombres. Hay
palabras que el orador y el artista, el pensador y el poeta, repiten periódicamente de un
modo casi fatal y por fuerza. Hay letras personales, peculiares a cada escritor, que no puede
por menos que repetirlas en sus escritos; y así hay quien tiene preferencia por un estilo labial
o por una guturalidad manifiesta. Hay en fin, una arquitectónica de las ideas, un método,
un orden especial para verter los pensamientos que no se parecen al método y al orden que
observan los demás escritores. Pero hay, sobre todo, un tono, un acento, una palabra
verdaderamente inefable e improferida, que se oye y se percibe en cada estilo con un sonido
personal y propio, inconfundible con el tono y la palabra de los otros.
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Aún las voces gemelas, las voces de familia y la tónica de las razas conservan su
individualidad en cada hombre.
Esta voz es la que debe escucharse. Esta voz s la que se oye aunque no se profiera
exteriormente en apariencia. La palabra escrita no está muerta y silenciosa como se cree. Lo
que ocurre es que está callada y no se oye cuando no pasa ante los ojos y el espíritu del
discípulo; y la palabra escrita duerme en el libro conservada en la tinta, como duerme en las
huellas de un disco fonográfico mientras no se la despierta para que todos la oigan.
El escritor habla alto, habla fuerte, como la voz pronunciada, y se oye como la voz; hay
que poner de nuestra parte la caja vibradora e imprimir movimiento al disco, y la palabra
vuelva a ser lo que ha sido cuando dicha y lo que fue cuando callaba.
El silencio no es la mudez, sino el tono más bajo de las palabras y el más fuerte de las
ideas. La música misma, más que ser el arte de combinar los sonidos, es la ciencia de rimar
con el silencio, con todos los silencios; y hay más arte en las notas que no oímos, que van de
una nota a otra nota perceptible, que en la diferencia y en la gradación de todas las que
escuchamos en una obra. El alma y el genio de Wagner, como de Beethoven o Haydn, pasan
por la armonía mental de los silencios de sus poemas, reventando en el estrépito de los
sonidos.
Oímos nada más que el final de las palabras; pero hay muchas palabras en cada una.
Vemos un movimiento como algo repentino y espontáneo, y no es realidad sino el término
de un proceso que ha empezado en lo infinito, que se aproxima hace siglos, toda una
eternidad antes de la existencia.
No es tan difícil oír el silencio lejos de la ciudad. En la soledad del campo, el silencio del
mundo se nos ofrece como el eco más espiritual de todos los sonidos; y se siente, se escucha,
se palpa.
Así oímos la voz de los escritos y el tono de la palabra de los maestros; así, sin haberlos
oído nunca, podemos asegurar infalibles que no hablaron de este modo, ni de aquel, ni de tal
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otro; que su palabra era más alta o más baja, pero no así, ni de ese tono que se nos pone
como ejemplo.
Su voz era como la nuestra, como es la nuestra cuando leemos en silencio un escrito. Su
voz tiene el tono que sentimos interiormente cuando llegamos a la admiración y al
asentimiento ante sus páginas y ante sus obras. ¿Cómo estremecernos si no las oyésemos?
La voz no muere. La voz sigue hablando y se oye en cada uno de nosotros siempre que
apliquemos el oído del corazón para escucharla en él, al parecer, inefable murmuro del
silencio.
Una palabra que aún oyen los que estaban cerca del lecho y que todos oímos y sabemos,
aunque desmañados no sepamos repetirla.
RAFAEL URBANO
NOTA:
El presente «Idearium», de H.P.B. –es como generalmente se designa entre los teósofos
a la señora Blavatsky– se ha formado recogiendo sus enseñanzas de diferentes obras y
escritos suyos, algunos de los cuales se consignan aquí abreviadamente.
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«D.S.» - «La Doctrina Secreta», 3 Vols.
21
PRELIMINARES
Data el nombre Teosofía del siglo III de nuestra era, y los primeros que lo emplearon
fueron Ammonio Saccas y sus discípulos, que fundaron el sistema Teosófico Ecléctico…
El principal objeto que se proponían los fundadores de la Escuela Ecléctica Teosófica era
uno de los tres objetos de su sucesora moderna, la Sociedad Teosófica, o sea el de reconciliar
bajo un sistema de ética común, basado en verdades eternas, a todas las religiones, sectas y
naciones.
(C. de T. - I.)
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Creemos que antiguamente han existido naciones tan cultas, y con seguridad
espiritualmente más «adelantadas» que lo estamos nosotros. Pero hay varias razones que
motivan esa ignorancia voluntaria. Una de ellas la dio San Pablo a los cultos Atenienses: la
falta, durante largos siglos, de verdadero conocimiento espiritual, y hasta de interés por él,
debida a una inclinación exagerada a las cosas sensuales y a una larga sujeción a la letra
muerta del dogma y del ritualismo.
Las causas eran las siguientes: primeramente, la perversidad de la naturaleza del hombre
vulgar y su egoísmo, tendiendo siempre a la satisfacción de sus deseos personales en
detrimento del prójimo. A semejantes seres jamás se les hubiese podido confiar secretos
divinos. En segundo término, su incapacidad para conservar los conocimientos sagrados y
divinos limpios de toda degradación. Esta última fue la causa de la perversión de las
verdades y símbolos más sublimes y de la transformación gradual de las cosas espirituales en
formas antropomórficas y comunes; en otras palabras, el rebajamiento de la idea divina y la
idolatría.
(C. de T. - I.)
NO ES UNA REVELACIÓN
De ninguna manera, ni siquiera en el sentido de una revelación de algunos seres
superiores, sobrenaturales, o, al menos, sobrehumanos, sino solamente en el sentido de un
«descubrimiento» de antiguas, muy antiguas verdades, ante inteligencias hasta ahora
ignorantes de las mismas; ignorantes hasta de la existencia y conservación de tal ciencia
arcaica.
(C. de T. - II.)
23
OBJETOS DE LA TEOSOFÍA
Los objetos de la Teosofía son varios; pero los más importantes de todos son aquellos que
pueden contribuir al alivio del sufrimiento humano bajo cualquier forma, tanto moral
cómo física; y consideramos a la primera mucho más importante que a la segunda. Tiene la
Teosofía que inculcar la ética y purificar el alma, si quiere aliviar al cuerpo físico, cuyas
dolencias, salvo en casos accidentales, son hereditarias.
(C. de T. - II.)
LA DOCTRINA SECRETA
La Doctrina Secreta fue la religión universalmente difundida del mundo antiguo y
prehistórico. Las pruebas de su difusión, los anales auténticos de su historia, una serie
completa de documentos que demuestran su carácter y su presencia en todos los países
juntamente con las enseñanzas de todos sus grandes adeptos, existen hasta en criptas
secretas de las bibliotecas pertenecientes a la Fraternidad Oculta.
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Los ocultistas afirman que todo esto existe, seguro de la expoliación de manos
occidentales, para reaparecer en una época más ilustrada, por la cual, según las palabras del
difunto Swami Dayanand Saravasti, los «mlechchhas» –proscriptos salvajes, aquellos que
se hallan fuera de la civilización–, tendrán que esperar todavía.
No es culpa de los Iniciados que tales documentos estén hoy «perdidos» para el profano,
ni ha sido su conducta aconsejada por el egoísmo o por deseo alguno de monopolizar el
sagrado saber que da la vida. Algunas partes de la Ciencia Secreta debían permanecer ocultas
a los profanos durante edades sin cuento; mas esto era debido a que el comunicar a la
multitud secretos de una importancia tan enorme sin estar preparada para ello, hubiera sido
equivalente a entregar una vela encendida a un vivo y meterle en un polvorín.
(D.S. - I. Introduc.)
Para los fines de un analista filosófico no necesitamos tener en cuenta las enormidades
que han ennegrecido el recuerdo de muchas de las religiones del mundo. La verdadera fe es
la encarnación de la caridad divina; los que ejercen de ministros en sus altares no son más
que humanos. Al volver las sangrientas páginas de la historia eclesiástica notamos que,
cualquiera que haya sido el protagonista, y cualesquiera que hayan sido los trajes llevados
por los actores, el plan de la tragedia ha sido siempre el mismo. Pero la Eterna Noche
reinaba en todo y detrás de todo, y nosotros pasamos de lo que vemos a lo que es invisible a
los ojos de los sentidos. Nuestro ferviente deseo ha sido el hacer ver a las almas sinceras
como pueden correr hacia un lado la cortina, y en medio del resplandor de aquella Noche
convertida en Día, contemplar con mirada serena la VERDAD SIN VELO.
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(I.S.V. II, final.)
LA RELIGIÓN DE LA SABIDURÍA
«La religión de la Sabiduría» era una en la antigüedad, y la identidad de la filosofía
religiosa primitiva nos la prueban las idénticas doctrinas enseñadas a los Iniciados durante
los MISTERIOS, institución universalmente difundida en otros tiempos: «Todos los
cultos antiguos demuestran la existencia de una sola Teosofía anterior a los mismos. La
clave que ha de explicar uno de ellos ha de explicarlos todo; de otro modo no podría ser la
verdadera…»
La religión de la Sabiduría fue siempre una y la misma, y siendo la última palabra del
conocimiento humano posible, fue cuidadosamente conservada. Existían edades antes de
los Teosofistas Alejandrinos, alcanzó a los modernos y sobrevivirá a todas las demás
religiones y filosofías.
(C. de T. - I.)
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que alumbra un vasto panorama de la humana fantasía y pretende representar y reemplazar
a aquella verdad.
(C. de T. - VI)
Entre los Iniciados de cada nación; entre los profundos investigadores de la verdad, sus
discípulos; y en aquellas partes del mundo en donde estas materias fueron siempre más
apreciadas e investigadas, en la India, el Asia Central y Persia…
La mejor prueba que podéis tener consiste en el hecho de que cada culto religioso o,
mejor dicho, filosófico antiguo comprendía una enseñanza esotérica o secreta y un culto
exotérico (público). Es además un hecho bien sabido que los misterios de los antiguos
consistían en «Mayores» (secretos) y «Menores» (públicos), como en las solemnidades
famosas llamadas en Grecia Eleusinas. Desde los Hierofantes de Samotracia, Egipto, los
Brahmanes iniciados de la India Antigua, hasta los Rabinos hebreos, todos, por temor a la
profanación, ocultaron sus verdaderas creencias. Llamaban los Rabinos hebreos a sus series
religiosas seculares la Mercavah (o cuerpo exterior), «el vehículo» o la cubierta que oculta
el alma, es decir, a su Ciencia Secreta más elevada. Jamás en la antigüedad divulgó nación
alguna, por conducto de sus sacerdotes, sus verdaderos secretos filosóficos a las masas,
dando sólo a estas la parte exterior de los mismos. El Budismo del Norte tiene sus
«vehículos» «mayores» y «menores», conocidos bajo el nombre de Mahayana el
esotérico, y de Himayana el exotérico, que son dos Escuelas. No se les debe censurar por el
secreto guardado, pues seguramente a nadie se le ocurriría dar en pasto a un rebaño de
ovejas disertaciones científicas eruditas sobre Botánica en vez de hierba. Pitágoras denomina
a su Gnosis «el conocimiento de las cosas que son» o «hé gnosis ton ontos», y reservaba
esos conocimientos sólo para sus discípulos, que habían jurado guardar el secreto; para
aquellos que podían asimilarse ese alimento mental y hallar en él satisfacción, a los que
juramentaba para guardar el secreto y el silencio.
27
Los alfabetos ocultos y las cifras secretas son el desarrollo de los antiguos escritos
hieráticos egipcios, cuyo secreto estaba antiguamente en poder de los Hierogramatistas,
sacerdotes egipcios iniciados. Según nos dicen sus biógrafos, Ammonio Saccas juramentaba
a sus discípulos para que no divulgasen sus doctrinas superiores, excepto a aquellos que ya
habían sido instruidos en los conocimientos preliminares, y que también estaban ligados
por juramento.
(C. de T. - I.)
28
EL COSMOS
Ahora bien; imaginaos, si podéis, en vez de un año solar de trescientos sesenta y cinco
días, la ETERNIDAD; que el Sol representa al universo, y los días y noches polares de seis
meses son días y noches que duran ciento ochenta y dos trillones o cuatrillones de años en
vez de ciento ochenta y dos días cada uno. Así como sale el Sol cada mañana de su espacio
subjetivo (para nosotros) y antipódico en nuestro horizonte objetivo, del mismo modo
surge periódicamente el Universo en el plano de la objetividad, procediendo del de la
subjetividad –los antípodas del primero–. Tal es el «Ciclo de Vida»; y de igual modo que
desaparece de nuestro horizonte el Sol, desaparece en períodos regulares el Universo cuando
comienza la «noche universal». Los indios llaman a esas alternativas los Días y Noches
Brama o el tiempo del Manvantara y el del Pralaya (disolución). Pueden los Occidentales
llamarlas, si así lo prefieren, Días y Noches Universales. Durante las últimas (las noches).
Todo está en Todo; cada átomo es reabsorbido en la Homogeneidad.
Nadie lo crea. La ciencia llamaría al, proceso evolución; los filósofos precristianos y los
orientalistas lo llamaban emanación; nosotros, ocultistas y teosofistas, vemos n ello a una
única realidad universal y eterna, que proyecta un reflejo periódico de sí misma en las
profundidades infinitas del Espacio. Ese reflejo que consideráis cómo el Universo objetivo
material, lo miramos nosotros como una ilusión pasajera y nada más. Sólo lo que es eterno
es real…
Sea por radiación o emanación –no disputemos sobre los términos–, el Universo pasa de
su subjetividad homogénea al primer plano de manifestación, existiendo según se nos
29
enseña, siete de estos últimos; se va haciendo más material y denso en cada plano, hasta que
alcanza a éste, el nuestro, en el cual el único mundo aproximadamente conocido y
comprendido en su composición física por la Ciencia es el sistema planetario o solar,
sistema sui generis, conforme se nos dice:
(C. de T. - VI.)
30
porvenir remoto… una psicología fundada sobre una nueva base, la de la necesaria
adquisición, por grados, de cada uno de los poderes y facultades mentales».
El hombre físico, como producto de la evolución, puede ser dejado en manos del hombre
de ciencia exacta. Nadie más que él podrá arrojar alguna luz sobre el origen físico de la raza;
pero nosotros debemos negar al materialista el mismo privilegio en lo que se refiere a la
evolución psíquica y espiritual del hombre, porque no puede probarse hasta una evidencia
completa que él y sus más elevadas facultades sean tan productos de la evolución como la
planta más humilde o el gusano más miserable.
EL SEPTENARIO SUPREMO
Todas las cosas en el Universo metafísico y en el físico son septenarias. De aquí que cada
cuerpo sideral, a cada planeta, ya visible o invisible, se le atribuyan seis globos compañeros.
La evolución de la vida procede en estos siete globos o cuerpos, desde el primero al séptimo,
en siete rondas o siete ciclos.
Estos globos se forman por un proceso que los ocultistas llaman «el renacimiento de las
cadenas planetarias o anillos». Cuando uno de tales anillos ha entrado en la séptima y
última ronda, el globo primero o más elevado, seguido por todos los otros hasta el último,
en lugar de entrar en cierto período de reposo o de oscuridad, como en sus rondas
precedentes, comienza a morir. La disolución planetaria (Pralaya) se halla próxima; su hora
ha sonado; cada globo tiene que transferir su vida y su energía a otro planeta.
31
Su humanidad se desenvuelve por completo tan sólo durante la cuarta ronda; la presente.
Sapta-Rishis, o siete sabios, simbolizando a las siete primitivas razas diluvianas (post-
diluvianas como algunos dicen).
Sapta-Soka, los siete mundos inferiores y superiores, de donde cada uno de estos Rishis
han procedido, y adonde han vuelto gloriosos antes de alcanzar la felicidad final del
Moksha.
Sapta-Kula o siete castas, los Brahamanes pretenden ser los descendientes directos de la
más elevada de ellas.
32
Hay además, Sapta-Pura (las siete ciudades santas); Sapta-Duipa (las siete santas islas);
Sapta-Samudra (los siete santos mares); Sapta-Parrata (las siete montañas santas); Sapta-
Arania (los siete desiertos); Sapta-Uruksha Los siete árboles sagrados), y así sucesivamente.
En la magia Caldeo-Babilónica, este número reaparece una y otra vez de un modo tan
preeminente como entre los indios. Este número es doble en sus atributos; esto es, benéfico
en uno de sus aspectos, se convierte en maléfico bajo otras condiciones…
¿Tienen acaso los siete colores prismáticos del arco iris visto por Noel algún otro
significado que no sea el de una alianza entre Dios y el hombre para refrescar la memoria del
primero? Para l cabalista, a lo menos, tienen una significación inseparable de las siete
prácticas de la magia, de las siete esferas superiores, de las siete nota de la escala musical, de
los siete guarismos de Pitágoras, de las siete maravilla del mundo, de las siete época y hasta
de los siete pasos de los masones, que conducen al Santo de los Santos, después de haber
pasado los vuelos de tres y cinco.
¿De donde procede, pues, la identidad de estos enigmáticos guarismos que reaparecen
constantemente y que se encuentran en cada página de las Escrituras indas, del mismo
modo que en cada oda y sloka de los libros budistas y brahmánicos? ¿De donde proceden
estos guarismos, que son el alma del pensamiento pitagórico y platónico, y cuyo origen
ningún orientalista ni estudiante bíblico no iluminado ha sido jamás capaz de sondear? Y,
sin embargo, tienen la clave a mano; sólo les falta saber hacer uso de ella…
33
EL UNIVERSO Y NUESTRO SISTEMA
La concepción teosófica de nuestro Universo y de nuestro sistema, en pugna con todo lo
que se enseña en los tratados de Astronomía, Geología, Geografía, etc., etc., ha recibido
diferentes exposiciones por los teosofistas desde Madame Blavatsky a Rodolfo Steiner, por
ejemplo. Pero hay que confesar paladinamente, rindiéndose a la evidencia que ningún
conocimiento humano ha sido expuesto con menos habilidad y de un modo menos amable
y enojoso.
«El mundo en que vivimos no puede ser bien comprendido sin poseer algún dato
referente a la entera cadena planetaria, de la que es un eslabón; y las manifestaciones cíclicas
sucesivas, a través de las cuales pasa esta cadena, no pueden ser discutidas o analizadas sin
relacionarlas con el plan general –hasta donde lleguen nuestras posibilidades para hacerlo–
de todo el sistema solar al cual pertenecemos.
«El sistema solar incluye siete grandes esquemas de evolución planetaria, en cada uno de
los cuales existen mundos, uno o más pertenecientes al plano físico»
«Cada esquema de evolución consta de una serie de siete manvantaras o días de Brama;
esto es, de 4320 millones de años solares, por siete. Cada manvantara incluye un proceso
34
evolucionario análogo al que en las enseñanzas teosóficas se describe como las siete ondas de
nuestra cadena planetaria. Como que cada ronda constituye un período mundano de
actividad en cada planeta por turno de la misma cadena, y como que cada uno de estos
períodos mundanos está dividido en siete grandes ciclos distintos, podemos conseguir una
idea de la relativa magnitud de un período de raza –como el que se discutió últimamente
con alguna extensión en esta logia referente a la raza Atlante– comparado con todo el
sistema al cual pertenecemos, si consideramos bien la siguiente progresión:
Siete períodos, comprendiendo cada uno de ellos una raza raíz, forman un período
mundano.
Siete períodos mundanos - sucediéndose éstos progresivamente uno tras otro como
diferentes planetas -, una ronda, siete rondas, un manvantara.
Más claramente:
No hay que extrañarse de ello, porque la Tierra no es más que como un anillo, un eslabón
de la cadena de los mundos donde la evolución se efectúa.
En esa cadena se ha empezado con tendencia material, que se ha ido equilibrando con el
espíritu al llegar al mundo D o cuarto, y que desde entonces será más espiritual, como antes
lo fue material.
La evolución se repite en cada mundo, y en cada uno se efectúan siete vueltas sobre sí
mismo, siendo cada uno, en pequeño, un reflejo de la acción y vida de la cadena planetaria.
Ahora bien; los que vivimos actualmente en esta Tierra, esto es, la gran masa de la
humanidad, pues existen casos excepcionales, nos hallamos en la quinta raza de nuestra
presente cuarta ronda.
Cada raza de las siete que constituyen una ronda está también sujeta a subdivisiones…
La historia de la Tierra, que constituye una rama de la ciencia esotérica, comprende los
incidentes de la cuarta raza que precedió a la nuestra, y todos los de la tercera, que precedió a
aquella. Es cierto que va todavía más atrás; pero ni la segunda ni la primera raza
desarrollaron nada a lo que pueda darse el nombre de civilización, y, por lo tanto, hay menos
36
que decir acerca de ellas que acerca de las que les sucedieron. La tercera y la cuarta sí las
desarrollaron, por más extraño que parezca a algunos de nuestros lectores la noción de
civilización en la Tierra varios millones de años hace…
La región propia de la cuarta raza… con aquel continente, del cual algún recuerdo ha sido
conservado hasta en la literatura exotérica; la desaparecida Atlántida…
LA LUNA
En los comienzos de la evolución de nuestro globo, la Luna era mayor que ahora y estaba
más cerca de la Tierra. Se ha alejado de nosotros y disminuido de volumen.
(C. de T. - VI)
38
COSMOLOGÍA OCULTA
La Doctrina Secreta divide el eterno Kosmos, el Macrocosmos (análogo en la división del
hombre o Microcosmos), en tres principios y cuatro vehículos que en suma constituyen los
siete principios. En las Kábalas caldea y egipcia el Cosmos se divide en siete mundos, a saber:
Original, Inteligible; Celestial, Elemental, Menor (astral), Infernal (kamaloka) y Temporal
(humana). Según el sistema caldeo, los siete de la Presencia o Sephirots aparecen el Mundo
Inteligible. Son los «Constructores» de que habla la doctrina oriental, los que en el Tercer
Mundo, o Mundo Celestial, construyeron los siete planetas de nuestro sistema solar, por lo
que también se les llama «ángeles planetarios», cuyos cuerpos visibles son los planetas. De
aquí que, si bien el Universo fue formado de la substancia etérea y única, no le dio forma la
Absoluta Deidad, sino los rayos primarios, los ángeles o dhyanschoanes emanados del
Único Elemento, que en alternativas de Luz y Tinieblas permanece eternamente en su raíz
como desconocida y sin embargo, existente realidad.
La Doctrina Secreta nos enseña que el verdadero creador del Kosmos, así como de toda la
naturaleza visible (pero no de las invisibles huestes de espíritus no venidos aún al «ciclo de
la necesidad o de la evolución»), es la «Hueste Operante», el «Ejército», que
colectivamente implica «unidad en la variedad».
Crearon, o mejor, formaron el Universo los seres que constituyen «La Hueste de Dios»,
y a los que la Doctrina Secreta llama dhyanes-choanes; los indos, prajapatis; los cabalistas,
sephirotes; los budistas, devas y los mazdeistas, anshaspendas, y los cristianos, espíritus de
presencia.
Conviene advertir que mientras para los místicos cristianos la creación es obra de los
«dioses de Dios», para los cristianos dogmáticos el Creador es «el Dios de los dioses y
Señor de los señores».
DIOS
Rechazamos la idea de un Dios personal o extracósmico y antropomórfico, que solo es la
sombra gigantesca del hombre, y ni siquiera del mejor. Decimos y probamos que el Dios de
la teología es un conjunto de contradicciones y una imposibilidad lógica. Por lo tanto, no
tenemos nada que ver con él…
40
Cuando hablamos de la Deidad y la identificamos con la Naturaleza, haciéndola, por lo
tanto, contemporánea de la misma, nos referimos a la naturaleza eterna e increada, y no a
vuestro agregado de sombras pasajeras e imaginarias ilusiones. Dejamos para los fabricantes
de himnos el considerar al cielo visible, o paraíso, como el Trono de Dios, y a nuestra tierra
de fango como su escabel. Nuestra Deidad no se encuentra ni en un paraíso ni en un árbol
especial, edificio o montaña; está en todas partes, en cada átomo del Cosmos, tanto visible
como invisible, dentro, encima y alrededor de cada átomo invisible y molécula divisible;
porque ELLO es aquel misterioso poder de la evolución e involución, la potencialidad
creadora, omnipresente, omnipotente y hasta omnisciente…
En una palabra, nuestra Deidad es la eterna constructora del Universo; no creando, sino
evolucionando incesantemente, surgiendo el Universo de u propia esencia, sin ser creado.
En su simbolismo, es una esfera sin límites, con un atributo único eternamente activo, que
abarca a todos los demás atributos existentes e imaginables: ELLO MISMO. Es la ley única
dando impulso a las leyes manifestadas, eternas inmutables, dentro de esa LEY que jamás se
manifiesta porque es absoluta, y que durante sus períodos de manifestación es Lo
Eternamente Volviendo a Ser, el eterno Devenir.
(C. de T. - V.)
41
(I.S.V. - Introducción).
Esta doctrina de que Dios es la inteligencia universal difundida en todas las cosas se
encuentra en el fondo de todas las antiguas filosofías. Los principios del Budismo, que
nunca pueden ser mejor comprendidos que cuando se estudia la filosofía pitagórica –su fiel
reflejo–, derivan de esta fuente, lo mismo que la religión Brahmánica y que el primitivo
Cristianismo. El proceso purificador de las transmigraciones, la metempsicosis, por más que
posteriormente haya sido groseramente antropomorfizada, debe ser considerada
únicamente como una doctrina suplementaria, desfigurada por los sofismas teológicos con
el objeto de subyugar firmemente a los fieles por medio de una superstición popular. Ni
Gotaza Buda ni Pitágoras pretendieron enseñar literalmente esta alegoría metafísica;
esotéricamente está explicada en el «Misterio» del Kounboum, y se relaciona con las
peregrinaciones espirituales del alma humana. No es en la letra muerta de la sagrada
literatura búddhica en donde los eruditos pueden esperar encontrar la verdadera solución
de estas sutilezas metafísicas. Estas últimas abruman el poder del pensamiento por la
inconcebible profundidad de su sentido, y el investigador no está nunca más lejos de la
verdad que cuando se figura estar más próximo a descubrirla. El conocimiento de cada una
de las doctrinas del asombroso sistema buddhico puede únicamente ser obtenido
procediendo estrictamente según el método pitagórico y platónico, sea descendiendo de lo
universal a lo particular. La clave de esto se halla en los refinados y místicos principios del
influjo espiritual de vida divina. «Todo aquel que desconozca mi ley - dice Buddha - y
muera en tal estado, debe volver a la tierra hasta que se convierta en un perfecto samano.
Para lograr este objeto, debe destruir dentro de sí mismo la trinidad de Maya. Debe
extinguir sus pasiones, unirse e identificarse con la ley (las enseñanzas de la doctrina
secreta), y comprender la religión de la anihilación.»
42
DIOSES Y CUERPOS CELESTES
Ara demostrar que los antiguos nunca consideraron las estrellas como dioses o ángeles ni
al Sol como el dios supremo, sino que adoraron el espíritu de todas las cosas y reverenciaron
a los dioses menores que suponían existentes en el Sol y en los planetas, conviene exponer la
diferencia entre ambas clases de adoración.
No hay que confundir a Saturno, «el padre de los dioses», con el planeta del mismo
nombre que tiene ocho satélites y tres anillos. Ambos se han de separar en lo concerniente a
la adoración, aunque bajo cierto aspecto sean idénticos, como lo son en cierto modo el
hombre físico y su alma. Esta distinción ha de establecerse con mayor cuidado en el caso de
los siete planetas y sus espíritus, a quienes la Doctrina Secreta atribuye la formación de
nuestro sistema planetario. Análoga diferencia se ha de demostrar también entre las estrellas
de la Osa Mayor, el Riksha y el Chitra Shikhandina o «crestas brillantes» y los Rishis o
sabios que aparecieron en la Tierra durante el Satya Yuga.
Algunas razones deben existir para que las opiniones y profecías de los videntes de toda
época, incluso los bíblicos, estén tan íntimamente relacionados con las verdades ocultas. No
es necesario remontarse a lejanos períodos de «superstición y fantasías anticientíficas» para
encontrar en la Edad Moderna hombres eminentes que asistieron a los vaticinios de los
antiguos profetas y a las enseñanzas de los iniciados. Sabido es que el insigne Kepler y otros
de su valía creyeron en la influencia adversa o favorable de los astros sobre el destino de los
hombres y los pueblos; así, que tenían alma pensante y viva.
LA EVOLUCIÓN ETERNA
A doctrina exotérica, como el Budismo y el Brahmanismo, y como también la perseguida
Kábala, enseña que la esencia infinita y desconocida existe desde toda la eternidad, y que
con sucesiones regulares y armónicas, es por turno activa y pasiva. En la fraseología poética
43
de Manú, estas condiciones son llamadas el «día» y la «noche» de Brama. Este último esta
bien «despierto» o «dormido». Los Svâbhâvikkas o filósofos pertenecientes a la más
antigua escuela del Budismo (la que todavía existe en Nepal) especulan solo acerca de la
condición activa de esta «Esencia», a la cual llaman Svahâvât, y consideran como una
locura el teorizar acerca del poder abstracto e incognoscible en su condición pasiva. De aquí
que sean llamados ateos, tanto por la teología cristiana como por los sabios modernos;
porque ni la una ni los otros son capaces de comprender la lógica profunda de su filosofía.
La primera no quiere admitir otro Dios que los poderes secundarios personificados que han
construido ciegamente el Universo visible, y que entre ellos se convirtió en el Dios
antropomórfico de los cristianos –el Jehová, rugiendo en medio de truenos y rayos. A su
vez, la ciencia nacionalista saluda a los budistas y a los svâbhâvicas, como a los positivistas de
las épocas arcaicas. Si solamente consideramos uno de los aspectos de la filosofía de estos
últimos, pueden tener razón nuestros materialistas. Los budistas sostienen que no existe
ningún creador, sino una inmensidad de poderes creadores, que forman colectivamente la
única substancia eterna, cuya esencia es inescrutable –y, por lo tanto, no está sujeta a
especulación por parte de ningún verdadero filósofo. Sócrates rehusaba constantemente
argüir acerca del misterio del ser universal, y no obstante nadie pensó en acusarle de
ateismo, más que aquellos que estaban dispuestos a destruirle. Al inaugurar un período
activo, dice la Doctrina Secreta, tiene lugar una expansión de esta Divina esencia, de dentro
hacia fuera, obedeciendo a la ley eterna e inmutable y el Universo fenomenal o visible es el
resultado acabado de la larga cadena de fuerzas cósmicas, puestas así progresivamente en
movimiento. Del mismo modo, cuando se cumple la condición pasiva, tiene lugar una
contracción de la Esencia Divina, y la obra previa de la Creación se deshace de una manera
gradual y progresiva. El Universo visible se desintegra, sus materiales se dispersan y las
«tinieblas» solitarias se cobijan una vez más por encima del recinto del «abismo».
Empleando una metáfora que presentará la idea de una manera todavía más clara, diremos
que una espiración de la «ciencia conocida» da origen al mundo, y que una inhalación lo
hace desaparecer. Este proceso ha venido verificándose desde toda la eternidad, y nuestro
44
Universo presente no es más que uno entre una infinidad de series que no han tenido
principio y que no tendrá fin.
45
EL HOMBRE
ORIGEN COMÚN
Todos los hombres tienen espiritual y físicamente el mismo origen, lo que constituye la
doctrina fundamental de la Teosofía. Y teniendo la Humanidad una misma y única esencia,
y siendo esa esencia una - infinita, increada y eterna, ya la llamemos Dios o Naturaleza -,
nada por lo tanto, puede afectar a una nación o a un hombre sin afectar a todas las demás
naciones y a todos los demás hombres. Tan cierto y obvio es esto, como el que una piedra
tirada en un estanque pondrá en movimiento pronto o tarde toda gota de agua en él
contenida…
(C de T. - III.)
Toda la teoría Darviniana de la selección natural está incluida en los seis primeros
capítulos del libro del Génesis. El Hombre del capítulo I es radicalmente distinto del
«Adán» del capítulo II, porque el primero fue creado «macho y hembra», o sea bi-sexual y
a imagen de Dios, al paso que el segundo, conforme dice el séptimo versículo, fue formado
del polvo de la tierra y se convirtió en un «alma viviente» después que el Señor Dios «le
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hubo infundido por las ventanas de la nariz el soplo de vida». Además, este Adán era un ser
masculino, y en el versículo veinte se nos dice «que no se encontraba una compañera digna
de él». Los Adonai, siendo puras entidades espirituales, carecían de sexo, o más bien tenían
ambos sexos unidos en sí mismos, como su creador; y los antiguos comprendían esto tan
perfectamente, que representaban con los dos sexos a muchas de sus divinidades. Para todo
el que se fije detenidamente en el texto de la Biblia no cabe más que: o aceptar esta
interpretación, o bien admitir que los pasajes de dos capítulos aludidos se contradicen
absurdamente el uno al otro. La aceptación literal de estos pasajes ha sido lo que ha dado
motivo a los ateos para ridiculizar la narración mosaica y a la letra muerta de los textos es a
lo que debe achacarse el materialismo de nuestra época. No solamente están así indicadas
con toda claridad en el Génesis dos razas de seres, sino que hasta una tercera y una cuarta se
presentan ante el lector en el capítulo IV, en donde se habla de los «hijos de Dios» y de la
raza de «Gigantes».
EL PRIMER HOMBRE
En nuestra doctrina, Adí es el nombre genérico del primer hombre, es decir, de las
primeras razas, en cada una de las siete zonas, y de dicho nombre se deriva tal vez el de Ad-
am. Todos los pueblos dicen que al primer hombre se le revelaron los divinos misterios de la
creación.
47
CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE
Encontramos ante todo en el hombre dos seres distintos: el espiritual y el físico; el
hombre que piensa y el hombre que recuerda tantos de aquellos pensamientos como puede
asimilar. Por consiguiente, consideramos dos naturalezas distintas: el ser superior o
espiritual, compuesto de tres «principios o aspectos, y el inferior o cuaternario físico,
compuesto de cuatro; en total, siete.
(C. de T. - VI.)
48
LOS SIETE SENTIDOS
49
ANTIGÜEDAD DE LA DOCTRINA
Los egipcios mismos aceptaban la división septenaria. Enseñaban que, a su partida, el
alma (Ego) tenía que pasar a través de su siete cámaras o principios; los que dejaba tras de sí
y los que con ella se llevaba. La única diferencia que hay, teniendo siempre en cuenta el
castigo que traía consigo el revelar las doctrinas de los Misterios (lo cual se pagaba con la
vida, consiste en que sólo bosquejaban las enseñanzas en sus grandes rasgos, mientras que
nosotros les damos forma y las explicamos en sus detalles. Pero aunque enseñamos al
mundo tanto como nos es permitido hacerlo, sin embargo, hasta en nuestra doctrina misma
se reserva más de un punto importante que sólo están autorizados a conocer los que
estudian la filosofía esotérica y han prometido el silencio.
(C. de T. - VI.)
SU CONFIRMACIÓN
«El hombre –dice Plutarco– es compuesto; y se equivocan los que le creen compuesto
de dos partes solamente. Pues suponen que el entendimiento (intelecto del cerebro) es una
parte del alma (la triada superior); pero yerran en esto, lo mismo que los que hacen del alma
una parte del cuerpo (es decir, de la triada una parte del cuaternario mortal corruptible),
pues el entendimiento (Nous) tanto excede el alma como ésta sobrepuja en bondad y
divinidad al cuerpo. Ahora bien, ese compuesto del alma (psiche) con el entendimiento
(Nous) forma la razón; y con el cuerpo o thumos, (alma animal), la pasión; siendo el uno
origen o principios del placer y del dolor, y el otro de la virtud y el vicio. De esas tres parte
unidas y compactas entre sí, la Tierra dio el cuerpo, la Luna el alma y el Sol el
entendimiento a la generación humana».
Esta última frase es puramente alegórica, y sólo la entenderán aquellos que están versados
en la ciencia esotérica de las correspondencias y que saben cual es el planeta relacionado con
cada principio. Plutarco divide estos últimos en tres grupos, y hace del cuerpo un
50
compuesto de forma física, sombra astral y aliento, o parte triple inferior, que «de la tierra
fue sacada y a la tierra vuelve». Del principio medio y del alma instintual forma la segunda
parte, derivada de la Luna y siempre influida por ella, y únicamente de la parte superior, del
Alma Espiritual (Buddhi), con los elementos Átmicos y Manásicos en ella, hace una
emanación directa del Sol, que aquí representa a Agathon, la Deidad Suprema. Esto está
probado por lo que más adelante dice:
«Así es que de las muertes por las que pasamos la una hace al hombre dos de tres, y la
otra, uno de dos. La primera ocurre en la región y jurisdicción de Remeter, por lo que el
nombre dado a los misterios, se asemejaba al que daban a la muerte también los atenienses
consideraron antiguamente a los muertos como consagrados a Demeter. En cuanto a la otra
muerte, como tiene lugar en la Luna o región de Persefona».
Aquí tenéis nuestra doctrina, que da a conocer al hombre como septenario durante la
vida; un quinario inmediatamente después de la muerte, en Kamaloka, y una triada, el Ego,
espíritu, alma y conciencia, en el Devachan. Esa separación, primero en los «Prados del
Hades», según llama Plutarco al Kama Loka, y después en el Devachan, formaba pare
integrante de las representaciones durante los sagrados misterios, cuando figuraban los
candidatos a la iniciación el drama entero de la muerte y la resurrección como espíritu
glorioso, entendiéndose por este nombre la plena conciencia. A esto es a lo que se refiere
Plutarco cuando dice:
«Y como el uno, el terrestre, como el otro, el celeste, vive Hermes. Este arranca
repentinamente y violentamente al alma del cuerpo; pero dulcemente, y durante largo
tiempo, separa Proserpina el entendimiento del alma. Por esta razón se le llama Monógenes,
sola engendra, o mejor que engendra a uno sólo; porque la mejor parte del hombre queda
sola cuando es separada por ella. Tanto lo uno como lo otro sucede así de acuerdo con la
Naturaleza. Prescribe el Destino (Fatum o Karma) que cada alma, con o sin entendimiento
(inteligencia), una vez fuera del cuerpo, ha de errar por un tiempo determinado, si bien no
todas por igual, por la región que se extiende entre la Tierra y la Luna, (Kama Loka). Los
51
que fueron injustos y disolutos sufren entonces el castigo merecido por sus culpas; más los
buenos y virtuosos, allí quedan detenidos hasta que estén purificados y hayan purgado por
medio de la expiación todas las corrupciones que puedan haber adquirido por el contagio
del cuerpo, al modo de enfermedades vergonzosas; viviendo en la parte más suave del aire
llamada Prados del Hades, donde han de permanecer durante cierto tiempo determinado y
señalado. Y entonces, como si volviese a su país tras una peregrinación aventurosa o tras
largo destierro, experimentan una sensación de alegría, como la sienten principalmente
aquellos que son iniciados en los Sagrados Misterios, mezclada de inquietud, de admiración,
y cada cual con sus esperanzas peculiares y propias».
(C. de T. - VI.)
52
externas. La Fisiología exotérica divide el contenido del útero en siete esferas, aunque ignora
la semejanza de esta división con la de la matriz universal.
El contenido del útero es como sigue: 1° Embrión. 2° Líquido amniótico, que envuelve
inmediatamente al embrión. 3° Los amnios o membrana derivada del feto, que contiene el
líquido amniótico. 4° Vejiga umbilical, que sirve para alimentar y nutrir al embrión. 5°
Alantoides o alargamiento del embrión en forma de saco ciego que se extiende entre los
amnios y el corion por en medio del intersticio y que concretando la placenta sirve para
alimentar el embrión. 6° Intersticio, entre los amnios y el corion, lleno de un líquido
albuminoso; y 7° Corion o envoltura exterior.
Cada uno de esos siete elementos uterinos se corresponde y está formado con arreglo a
un tipo precedente en cada uno de los planos de existencia; y estos siete anticipos se
corresponden a su vez con los siete estados de materia y todas las demás fuerzas sensibles o
funcionales de la Naturaleza.
(Opúsculo I.)
INDIVIDUO Y PERSONALIDAD
Distinguimos entre el hecho sencillo de nuestra propia conciencia, el sentimiento
sencillo de que «Yo soy» y el pensamiento complejo que «soy el señor Tal» o «la señora
Cual».
53
distinguimos, por lo tanto, entre este conjunto de «experiencias» que llamamos la falsa
personalidad - por ser tan fugaz y finita - y aquel elemento del hombre al que el sentimiento
del «Yo soy yo» se debe.
Es este «Yo soy yo» la verdadera individualidad para nosotros, y sostenemos que este
«Ego», o individualidad, representa como el actor en las tablas, muchos papeles en la
escena de la vida. Consideramos cada una nueva vida del mismo «Ego» en la Tierra como
una representación distinta en el escenario de un teatro. Aparece el actor, o «Ego», una
noche como «Macbeth»; la siguiente, como «Shylock», la tercera, como «Romeo»; la
cuarta, como «Hamlet» o «Rey Lear», y así sucesivamente hasta que ha recorrido el ciclo
completo de encarnaciones. El Ego empieza su peregrinación de vida en papeles muy
secundarios como el de un espectro, un «Ariel» o un «Duende»; representa luego un
papel de comparsa: es un soldado, un criado, un corista; luego asciende a «papeles
hablados»; desempeña papeles principales alternando con otros insignificantes, hasta que
por fin se despide de la escena, como «Próspero» el mago.
(C. de T. - II.)
EL ALMA
Se habla del alma a la gente, y algunos preguntan: «¿Qué es el alma? ¿Habéis probado
jamás su existencia?, Inútil es, por supuesto, argüir a los que son materialistas; pero aun a
estos últimos quisiera dirigir una pregunta: «Podéis acordaros de lo que erais o hacías
cuando niños pequeños. ¿Habéis conservado el menor recuerdo de vuestra vida,
pensamientos o actos, o tan siquiera de que hayáis vivido durante los primeros diez y ocho
meses o dos años de vuestra existencia? ¿Por qué entonces, partiendo del mismo principio,
no negáis también el haber vivido alguna vez como niños?» Cuando a todo esto añadimos
que el Ego que se reencarna, o individualidad, retiene durante el período devachánico
únicamente la esencia de la experiencia de su vida terrestre pasada, o personalidad,
quedando absorbidas toda las experiencias físicas en un estado in potentia, o siendo
54
convertida, por decirlo así, en fórmulas espirituales cuando tenemos en cuenta, además, que
el espacio de tiempo que transcurre entre dos renacimientos se dice que es de diez quince
siglos, durante cuyo período la conciencia física está total y absolutamente inactiva,
careciendo de órganos que obren en ella, y, por consiguiente, de existencia, la razón de la
ausencia de todo recuerdo resulta bien clara.
(C. de T. - VIII.)
ALMA Y ESPÍRITU
Define Platón el alma (Buddhi) como «el movimiento capaz de moverse a sí mismo».
«El alma, añade (Leyes X), es la más antigua de todas las cosas, y el principio del
movimiento»; llamando así a Atma-Buddhi «alma», y a Manas «espíritu», lo que no
hacemos nosotros.
«El alma fue creada antes que el cuerpo, y éste es posterior y secundario, siendo, según la
naturaleza, gobernado por el alma». «El alma que rige todas las cosas que se mueven en
cada dirección, rige igualmente los cielos. El alma, por lo tanto, gobierna todas las cosas en el
cielo y en la tierra, así como en el mar, por sus movimientos, cuyos nombres son: querer,
considerar, vigilar, consultar, formar opiniones justas y erróneas, tener alegría, confianza,
miedo, odio, amor, junto con todos aquellos movimientos primitivos que están unidos a
estos. Siendo una diosa, siempre tiene a Nous, un dios por aliado y ordena todas las cosas
correcta y felizmente; pero cuando se une a Annoia (no a Nous), trabaja en todas las cosas
en opuesto sentido».
En este lenguaje, así como en los textos budistas, se considera lo negativo como existencia
esencial. El aniquilamiento está explicado de un modo semejante. El estado positivo es el ser
esencial, pero no la manifestación como tal. En lenguaje budista, cuando entra el espíritu en
Nirvana pierde la existencia objetiva, pero conserva el ser subjetivo.
(C. de T. - VII.)
55
Aristóteles, en su deducción filosófica Acerca de los sueños, expone con la mayor claridad
esta doctrina d la doble alma, o sea alma y espíritu. «Es necesario para nosotros averiguar en
que porción del alma aparecen los sueños», dice. Todos los antiguos griegos creían que en el
hombre existía, no un alma doble, sino un alma triple. E igualmente nos encontramos a
Homero, denominando al alma animal o alma astral, llamada «espíritu» por Mr. Draper,
thumos, y a la divina nous, nombre con el cual también Platón designa al espíritu más
elevado.
Los indos jainas opinan que el alma, a la cual llaman Jiva, ha sido unida desde toda la
eternidad a dos cuerpos etéreos y sublimados, uno de los cuales es invariable y está formado
de los poderes divinos de la mente más elevada; el otro es variable y está compuesto de las
más groseras pasiones del hombre, de sus afecciones sensuales y atributos terrestres. Cuando
el alma se ha purificado después de la muerte, se une con su Vaycarica o espíritu divino, y se
convierte en un dios. Los partidarios de los Vedas, los sabios Brahmines, exponen la misma
doctrina en la Vedanta. El alma, según sus enseñanzas, como una porción del divino espíritu
universal o inteligencia inmaterial, es capaz de unirse con la esencia de su Entidad más
elevada.
Esta enseñanza es explícita; la Vedanta afirma que cualquiera que logre el completo
conocimiento de su dios se convierte en un dios, aun permaneciendo en su cuerpo mortal, y
adquiere poder sobre todas las cosas.
Citando de la teología védica el verso que dice: «verdaderamente no hay más que una
Divinidad, el Espíritu Supremo; él es de la misma naturaleza que el alma del hombre», Mr.
Draper muestra como las doctrinas buddhicas llegaron a la Europa Oriental por medio de
Aristóteles. Consideramos esta afirmación poco digna de crédito, puesto que Pitágoras y
después de él Platón, las enseñaron mucho tiempo antes que Aristóteles. Si posteriormente
los últimos platónicos admitieron en su dialéctica los argumentos aristotélicos acerca de la
emanación, fue únicamente porque sus opiniones coincidían en algunos puntos con las de
los filósofos orientales.
56
S. V. - I, cap. XII.)
(C. de T. - VI.)
Cada uno de nuestros siete sentidos físicos, dos de los cuales desconoce todavía la
ciencia profana, y cada uno de nuestros siete estados de conciencia (vigilia, ensueño, sueño
natural, sueño hipnótico, estado psíquico, estado súper psíquico y estado espiritual) se
corresponde con uno de los siete planos cósmicos, desenvuelve y utiliza uno de los siete
sentidos espirituales y está directamente relacionado en el plano terreno espiritual con el
cósmico y divino centro de fuerza que le engendró y que es su creador directo.
(Algunos opúsculos—I.)
(NOTA: La ciencia admite más sentidos que los cinco que se citan vulgarmente, y
conoce alguno más que los dos que en los días de Mme. Blavatsky ella señalaba.
Recuerde el lector el sentido muscular, el sentido del peso, el sentido de la
orientación y el sentido interno u orgánico. En este caso hay que confesar que la
ciencia ha ido más allá que los videntes. Es verdad que Mme. Blavatsky se refería, sin
embargo, a los aparatos terminales de sentido.
58
La resistencia de los teosofístas –individuos de la Sociedad Teosófica–, y de los
teósofos –investigadores libres, de la verdad– a la explicación de los fenómenos
espiritistas, descansa precisamente en esta amplia concepción de los sentidos y de los
aparatos terminales de los mismos.- R. U. FINAL NOTA)
PRINCIPIOS ASPECTOS
1º Alma, la vida única 1º Prana. Aliento vital, que al morir el individuo vuelve a ser la
Vida única.
2º Aura, substrato que rodea al hombre 2º Linga Sharira, forma astral, precede a la formación del
cuerpo físico, y es el último en abandonarle a la muerte.
3º Buddhi. Alma espiritual. Rayo del Alma 3º Manas inferior. El alma animal, reflejo de Buddhi y de
Manas superior.
Universal
(NOTA: Es claro que estos siete principios no son completamente distintos y separados
entre sí. Todos ellos integran al hombre, pero esta distinción lógica septenaria es un
instrumento admirable para la comprensión y conocimiento del hombre.- R. U. FINAL
NOTA)
59
El huevo áurico está constituido por curvas análogas a las que forma la arena puesta en
un disco vibratorio...
El niño tiene un huevo áurico muy pequeño, de color blanco, casi puro...
El aura humana tiene siete capas, como las tienen el espacio cósmico y nuestra piel
física. El aura es la que, según nuestro estado puro o impuro, físico y mental, nos abre la
vista de otros mundos o nos la cierra herméticamente, dejándonos tan sólo la de este
mundo de materia densa...
El hombre actual es una neblina de color violado pálido dentro de un círculo azulado
ovoide, sobre el cual irradian en incesantes vibraciones los colores del espectro,
predominando el color correspondiente al principio más activo de cada personalidad en el
momento de la observación clarividente.
LA HUMANIDAD
Una planta se compone de raíz, tronco, tallos y hojas. Del mismo modo, la Humanidad,
como un todo, es el tronco que procede de la raíz espiritual; el tronco es la unidad de la
planta. Atacado el tronco, es evidente que cada rama y cada hoja se han de resentir. Así
sucede con la Humanidad.
(C. de T. — III.)
EVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD
La Humanidad se desenvuelve por completo tan sólo durante la cuarta ronda; la
presente. . .
60
Como la oruga se convierte en crisálida y en mariposa, el hombre, o más bien lo
precursor del hombre, pasa al través de todas las formas y reinos durante la primera
ronda, y al través de todas las formas humanas durante las dos rondas siguientes. Una vez
llegado a nuestra tierra, al principio de la cuarta en la serie presente de ciclos de vida de
razas, el hombre es la primer forma que aparece en ella, siendo precedido únicamente
por los reinos mineral y vegetal; teniendo aún el último que desarrollarse y continuar su
evolución ulterior por medio del hombre...
Durante las tres rondas que han de venir, la Humanidad, lo mismo que el globo en
que vive, tenderá siempre a reasumir su forma primitiva: de la Hueste Dhyan choánica. El
hombre tiende a convertirse en un dios, y después en Dios, lo mismo que todos los
demás átomos del Universo.
Cada ciclo de vida es el cuarto globo: la Tierra se compone de siete razas raíces, que
comienzan con la etérea y terminan con la espiritual en una línea doble de evolución física
y moral, desde el principio de la rondes terrestre hasta que concluye. El uno es una «ronda
planetaria», desde el globo A al globo B, el séptimo; el otro, la «ronda del globo», o sea la
terrestre.
El mundo procede por ciclos. Las razas futuras serán re producciones de razas largo
tiempo desaparecidas, y nosotros, quizás, somos las imágenes de aquellos que vivían hace
cien siglos. Llegará el tiempo en que todos los que ahora en público calumnian a los
herméticos, pero que en secreto registran sus volúmenes cubiertos de polvo, y son sólo
61
plagiarios de sus ideas, que se asimilan y dan como propias, recibirán su merecido.¿Quién
—honradamente exclama Pfaff—, qué hombre ha tenido ideas más claras acerca de la
naturaleza que Paracelso? El es el intrépido creador de los medicamentos químicos: él,
fundador de valientes sociedades, victorioso en la controversia, siendo uno de aquellos
espíritus que entre nosotros crearon un nuevo modo de pensar acerca de la existencia
natural de las cosas. Lo que anda esparcido por sus escritos referente a la piedra filosofal,
a los píameos y espíritus de las minas portentos, a los homunculi, al elixir de vida;
todo lo que es empleado por muchos para rebajar su mérito, no puede extinguir
nuestro sincero agradecimiento por sus trabajos en general nuestra admiración por sus
libres e intrépidos esfuerzos, y por su vida tan noble como intelectual.
62
EL ESPÍRITU
CONCIENCIA
La conciencia puramente animal está constituida por conciencia de todas las células
del cuerpo, menos las del razón, porque este órgano es el más importante y rey de
órganos del cuerpo, hasta el punto de que el corazón de los decapitados sigue latiendo
hasta treinta minutos despues de separada la cabeza del tronco, y continúa palpitan
durante algunas horas si el cuerpo se envuelve en algodón rama y se coloca en un paraje
de temperatura elevada.
Hay en el corazón un punto, centro de vida, que es último en cesar de latir. Este
punto central se llama «sede Brahma», y es el primer centro vital que funciona en el
feto y el último que muere en el organismo. A veces han sido en terrados algunos yoguis
que se hallaban en estado cataléptico y aunque todo el cuerpo era cadáver, subsistía la
vida en «sede de Brahma»; por lo que es posible resucitar a un muerto mientras viva
este último centro del corazón que contiene potencia la mente, la vida, la energía y la
voluntad. Durante la vida física irradia este centro irisados colores de matiz opalescente.
El corazón es el centro de la conciencia espiritual como el cerebro lo es de la intelectual;
pero la persona no puede guiar ni dirigir su energía mientras no esté unida a Buddhi
Manas, Hasta entonces la conciencia guía a la persona, ésta se deja guiar.
De aquí los torcedores del remordimiento y los escrúpulos de conciencia, que nacen del
corazón y no de la cabeza...
63
El corazón representa la tría superior; el hígado y el bazo, el cuaternario. El plexo
solar es el centro cerebral del estómago.
(Opúsculos. —I.)
LA G L Á N D U L A P I N E A L
El cerebro es el órgano propio de la percepción física, y la percepción está localizada
en el aura de la glándula pineal. Esta aura vibra en respuesta a todas las impresiones, pero
en el hombre viviente sólo puede sentirse y no percibirse. Durante el proceso del
pensamiento, que se manifiesta en conciencia, vibra constantemente la luz de esta aura, y
si un clarividente mira con el ojo espiritual el cerebro de un hombre vivo, puede casi contar
las siete escalas, los siete matices de luz del tono más oscuro al más brillante. Si os tocáis la
mano, antes del toque vibra ya el aura de la glándula pineal con su correspondiente matiz.
(Opúsculos. — III.)
EL OJO DIVINO
La ciencia esotérica enseña que Manas, el Ego mental bacas u ojo divino. Es el órgano
principal de la espiritualidad en el cerebro humano, la sede del genio, el mágico «sésamo»
pronunciado por la purificada voluntad del místico que abre los canales de la verdad para
quien sabe cómo aprovecharla.
La ciencia esotérica enseña que Manas, el Ego mental no se une del todo al niño
hasta los seis o siete años de edad, antes de la cual ningún niño es responsable, ni según la
Iglesia ni según los códigos legales. Ahora bien: el famoso anatómico Herman Wengel
observó en algunos miles de casos el extraño hecho de que, con rarísimas excepciones, la
arenilla o concreción de color dorado (que hay en la glándula pineal) sólo se
encontraba en niños mayores de siete años. En los locos apenas hay arenilla, y en los
64
idiotas falta por completo, Morgagni, Granding y Gura son los únicos fisiólogos, verda-
deramente sabios por ello, que han relacionado la arenilla pineal con la mentalidad. Así,
pues, basándonos en que los niños de corta edad, los viejos decrépitos y los idiotas no tienen
arenilla, llegaremos inevitablemente a la conclusión de que debe estar relacionada con la
mentalidad.
(Opúsculos. —III.)
INMORTALIDAD
Decimos que el hombre y el alma han de conquistar su inmortalidad por medio de la
ascensión hacia la unidad; con la cual, si logran el éxito, quedarán unidas al fin, y en la
que son finalmente absorbidas, por decirlo así. La individualización del hombre después
de la muerte, depende del espíritu, no de su alma y su cuerpo. Aunque la palabra
«personalidad» en el sentido en que se entiende usualmente, es un absurdo si se aplica
literalmente a nuestra esencia inmortal, sin embargo, esta última es, como Ego, nuestro
individual, una entidad distinta, inmortal y eterna, perse. Sólo en el caso de tratarse de
magos negros o de criminales cuya redención no es posible –criminales que así lo han
sido durante una larga serie de vidas– es cuando el hilo brillante, que une el espíritu al
alma personal desde el momento del nacimiento de la criatura, es violentamente roto, y
la entidad desencarnada se encuentra divorciada del alma personal, siendo esta última
aniquilada sin dejar la más pequeña impresión o rastro de sí misma en la primera. Si esta
unión entre el manas inferior, o personal, y el Ego individual que se reencarna no ha
sido efectuada durante la vida, entonces tócale al primero la suerte de los anímale;
inferiores que gradualmente se disuelven en el éter y cuya personalidad es aniquilada;
pero aun entonces es el Ego un ser individual. En tal caso sólo pierde un estado
devacánico (después de esa vida especial, y en este caso, por cierto inútil). como
personalidad idealizada; y se reencarna casi inmediatamente, después de haber disfrutado
por corto espacio de tiempo de su libertad, como espíritu planetario...
65
«Desde la más remota antigüedad, la humanidad en conjunto ha estado siempre
convencida de la existencia de una entidad personal dentro del hombre físico. Esta
entidad interna era más o menos divina, según su proximidad a la corona... Cuanto más
íntima es la unión, más apacible y puro es el destino del hombre, menos peligrosas las
condiciones externas. Esta creencia no es fanática, ni supersticiosa, sino un sentimiento
instintivo, constante, de la proximidad de otro mundo espiritual e invisible que, aunque
subjetivo para los sentidos del hombre exterior, es perfectamente objetivo para el Ego in-
terno. Se creía además que existen condiciones externas e internas que afectan a la
determinación de nuestra voluntad sobre nuestros actos. Se rechazaba el fatalismo, porque
el fatalismo implica la conducta ciega de un poder más ciego aún. Pero se creía en el destino
o Karma, que el hombre, semejante a la araña, teje hilo por hilo desde que nace hasta que
muere; y ese destino está guiado por aquella presencia, que algunos llaman el ángel de la
guarda, o por nuestro hombre astral interno más íntimo, que demasiado a menudo es el
genio del mal para el hombre de carne (o la personalidad). Ambos guían al Hombre, pero
uno de los dos ha de prevalecer; y desde el principio mismo de la invisible lucha, la severa e
implacable ley de compensación (y retribución), interviene y continúa su curso,
siguiendo con fidelidad las fluctuaciones (del conflicto). Concluida la última trama,
queda el hombre envuelto en la red que él mismo ha tejido, y entonces se halla enteramente
bajo el imperio de ese destino forjado por él mismo. Entonces el destino lo fija, cual
concha inerte a la roca inmóvil, o bien los arrastra como una pluma en el torbellino
producido por sus propias acciones.»
(C. de T. - X.)
66
conciencia no interrumpida; y difícilmente puede la conciencia personal duran más
tiempo que la personalidad misma. Esta conciencia, a ya os dije, sobrevive tan sólo
durante el período devacánico, después del cual es reabsorbida en la conciencia
individual mero, y en la universal después. Preguntad a vuestros teólogos por qué han
alterado tan profundamente las escrituras judaicas Leed la Biblia, si queréis tener una
buena prueba de que los escritores del Pentateuco y del Génesis, especialmente, jamás
consideraron a nephesh el soplo con que Dios dotó a Adán (Gen. cap. II. 7) como
alma inmortal. He aquí algunos ejemplos: –«Y Dios creó... a cada nephesh (vida), que
se mueve» (Gen. I, 21), refiriéndose a los animales; y dice (el Gén. II,7): «Y el
hombre se volvió un nephes» (alma viviente). Lo que demuestra que la palabra nephesh
se aplicaba indiferentemente al hombre inmortal, así como al animal mortal. «Y
seguramente os pediré la sangre de vuestro nepheshim (vidas lo pediré a cada animal y al
hombre». (Gén. IX, IX., 5.) «Huye por tu nephesh». (Gen. XIX, 17.) «No le
matemos», dice la versión inglesa (XXXVII, 21). «No matemos a su nephesh» dice el
texto hebraico. «Nephesh por nephesh», dice el Levítico «Aquel que mata a cualquier
hombre, será seguramente muerto», literalmente: «Aquel que mata al nephesh de un
hombre» (Lev. XXIV, 17). «Y el que mata a un animal (nephesh) tiene que pagarlo...
Animal por animal», en vez del texto que dice: «nephesh por nephesh». ¿Cómo
podría el hombre matar lo que es inmortal? Y esto también explica por qué, los
saduceos negaban la inmortalidad del alma; como también prueba que, muy
probablemente, los judíos mosaicos (los no iniciados al menos) jamás creyeron en la
supervivencia del alma.
67
LA M U E R T E
Si el universo objetivo es en sí mismo una falacia transitoria, porque tuvo principio y
ha de tener fin, también han de ser la vida y la muerte meros aspectos e ilusiones. Hay,
en efecto, cambios de estado y nada más.
(Opúsculos.-III.)
EL DEVACAN
Literalmente, la «tierra de los dioses»; una condición, un estado de felicidad mental.
Filosóficamente, una condición mental análoga al ensueño, pero mucho más viva y real que
el en sueño más vivo. Es el estado de la mayoría de los mortales después de la muerte.
(C. de T. - VI.)
EL TRANSITO
Cuando muere el hombre, sus tres principios inferiores le donan para siempre; es
decir; el cuerpo, la vida y el vehículo de esta última, el cuerpo astral o doble del hombre
viviente. Entonces sus otros cuatro principios—el principio central o medio (el alma
animal o Kama-rupa), con lo que se ha asimilado del Manas inferior, y la Triada superior,
se encuentran en Kama-loka. Esta es una localidad astral, el limbus de la teología
escolástica, el hades de los antiguos, y, estrictamente hablando, una localidad sólo en un
sentido relativo. No tiene definida, ni tampoco límite, pero existe dentro del espacio
subjetivo; es decir, fuera del alcance de nuestras percepciones sensoriales: Existe, sin
embargo; y allí es donde los cidolons tírales de todos cuantos seres han vivido, incluso los
68
animales, esperan su segunda muerte. Viene esta última, para los animales, con la
desintegración y la completa desaparición de sus partículas astrales. Principia para el
edolon humano cuando la Triada Atma Buddhi-Manásica «se separa» de, sus
principios inferiores, o sea del reflejo de la personalidad que fue, al entrar en el estado
devachánico.
LOS LIBERADOS
Aquel que se ha colocado fuera del velo de Maya (como sucede con los Adeptos e
iniciados más elevados), no Devachan. En cuanto al común de los mortales, su
bienaventuranza es completa en el Devachan. Es un olvido absoluto de todo cuanto les
causara dolor o pena en su encarnación última; y hasta un olvido del hecho mismo de
que existan semejantes sufrimientos. La entidad devachánica vive, durante su ciclo
intermedio entre dos encarnaciones, rodeada por todo aquello a que aspiró y deseó en vano, en
compañía de todos los que amó en la tierra. Ha alcanzado la realización de todas las
aspiraciones de su alma, y así vive durante largos siglos de una existencia de dicha sin
mezcla, que es el premio de sus sufrimientos en la vida terrestre. En una palabra: se baña en
un mar de continua felicidad, intercalada tan sólo por sucesos de un grado de felicidad aún
mayor.
69
LA NUEVA VIDA
Apenas termina el estado devacánico o de recompensa queda el Ego indisolublemente
unido, o mejor dicho, arrastrado por la nueva forma astral que se dirige kármicamente ha-
cia la mujer de cuyo seno ha de nacer la criatura animal, acogida por Karma para vehículo del
Ego, que acaba de despertar de su estado devacánico. Entonces entra en la mujer la
nueva forma astral, compuesta, en parte, de la pura esencia akástica del huevo áurico, y en
parte de los terrenales elementos de las culpas cometidas por la última personalidad.
Una vez posesionada de la mujer esta nueva forma astral, la naturaleza modela el feto de
carne, según el patrón astral, valiéndose de los materiales proporcionados por la simiente
masculina en el suelo femenino. Así, de la esencia de una simiente brota el fruto físico, que,
a su vez, lleva dentro de sí otras simientes de futuras plantas.
(Opúsculos.–I.)
REENCARNACIÓN
Puede uno, durante un largo viaje en ferrocarril, quedar-se profundamente
dormido y dejar pasar varias estaciones, sin el más ligero recuerdo o conciencia de ello;
despertar luego en otra estación y continuar el viaje, pasando por innumerables puntos
de parada, hasta llegar, por fin, al término del mismo. Os he hablado de tres, clases de
sueño; el sueño sin ensueños, el caótico y el sueño tan real que al hombre dormido le
parecen sus ensueños realidades completas. Si creéis 'en el último, ¿por qué no podéis
creer en el primero? Según la creencia que haya tenido el hombre respecto a la vida
futura, lo que Aquel que no haya esperado vida futura alguna, hallará un vacío absoluto,
semejante al aniquilamiento, en el intervalo que media los dos renacimientos.
(C. de T. -§ IX.)
70
Vamos ahora a presentar unos pocos fragmentos de esta misteriosa doctrina de la
reencarnación, como distinta de la metempsicosis, doctrina que tomamos de una
autoridad en la materia. La reencarnación consiste en la aparición del mismo individuo,
o, mejor dicho, de su mónada astral repetidas veces en el mismo planeta, y tiene lugar
cuando la naturaleza, procurando restablecer su equilibrio perturbado, lanza violen-
tamente otra vez en la vida terrena a la mónada astral, que ha sido arrojada fuera del
círculo de necesidad en virtud de un crimen o accidente. Así, en los casos de aborto, de
niños que mueren antes de cierta edad y de idiotismo congénito e incurable, el designio
original de la naturaleza de producir un ser humano perfecto ha sido interrumpido. Por
consiguiente, mientras que la materia grosera de cada una de estas varias entidades está
condenada, en el momento de la muerte, a dispersarse por el vasto reino del ser, el
espíritu inmortal y la monada astral del individuo «–habiéndose esta última separado pa-
ra animar una forma, y él primero para derramar su luz divina sobre la organización
corporal– deben intentar por segunda vez llevar a cabo el propósito de la inteligencia
creadora.
71
TRES CLASES DE ENCARNACIONES
Verdaderamente, vinieron al mundo en su respectiva época los Maestros que, como
Gotama, Shankara y Jesús, tenían por misión «salvar el bien y destruir el mal». Así se
dijo: «Yo nazco en cada yuga». Y todos nacen por el mismo poder.
Muy misteriosa son, en efecto, esas encarnaciones que caen fuera del círculo general de
los renacimientos. En tres grupos pueden dividirse las encarnaciones divinas: los
avataras, o en carnaciones divinas; las de los nirmanakayas, o adeptos que renuncian al
nirvana con el propósito de auxiliar a la humanidad y las naturales encarnaciones de la
masa general sujeta a rueda de nacimientos y muertes. El avatara es una apariencia que
podríamos llamar una ilusión especial dentro de la natural ilusión producida por
Maya. El adepto renace conscientemente a voluntad y albedrío; pero la grey general
obedece a la gran ley de la doble evolución inconscientemente.
ENCARNACIONES DIVINAS
Siempre que la humanidad está a punto de hundirse en el materialismo y en la
degradación moral, un Espíritu Supremo se encarna en su criatura, escogida para el
objeto. El «Mensajero del Altísimo» se une con la dualidad de materia y alma, y
habiéndose de esta suerte completada la triada por medio de la unión de su Corona,
nace un salvador que ayuda a la humanidad a volver al sendero de la verdad y de la
virtud. La primitiva Iglesia Cristiana, impregnada por completo de filosofía asiática, tuvo
evidentemente la misma creencia –de otra manera ni hubiera erigido en un artículo de fe al
segundo advenimiento, ni astutamente inventado la fábula del Anti-Cristo como una
precaución contra posibles encarnaciones futuras. Ni pudieron ellos imaginar que
Melquisidec era un avatar de Cristo. Sólo tenían que dirigirse al Bhagavad Gita para en-
contrar a Krishna o Bhagavad diciendo a Arjuna: «Aquel que me sigue se salva por la
72
sabiduría y también por las obras. Tan pronto como la virtud decae en el mundo, yo me
manifiesto para salvarlo».
A la verdad, es más que difícil el dejar de tener en cuenta esta doctrina de las
encarnaciones periódicas. ¿No ha presenciado el mundo a grandes intervalos la aparición de
grandes caracteres tales como Krishna, Sakya-muni, y Jesús? Lo mismo que los dos últimos
personajes, Krishna parece haber sido un ser real, divinizado por su escuela, en algún
período de los albores de la historia, y adaptado a la forma del programa religioso
sancionado por el tiempo. Compárese a los dos Redentores, al Indo y al Cristiano, el uno
precediendo al otro, de algunos millares de años; colóquese entre ambos a Siddhártha
Buddha, reflejando a Krishna y proyectando en la noche del futuro a su propia sombra
luminosa, con cuyos rayos reunidos fueron dibujando los contornos del místico Jesús, y de
cuyas enseñanzas fueron tomadas las del Cristo histórico; y nos encontraremos con que
bajo de un mismo ropaje de poéticas leyendas, han vivido y alentado tres figuras humanas
reales. El mérito individual de cada uno de ellos es puesto de relieve, más que por otra cosa,
por este mismo colorido místico, puesto que a ningún carácter indigno hubiera escogido
para la deificación el instinto popular, tan infalible y justo cuando se le deja en
libertad. Vox populi, vox Dei, fue en otro tiempo verdad por erróneo que sea cuando es
aplicado al actual populacho, gobernado por clérigos.
MEMORIA Y RECUERDO
La memoria es simplemente un poder innato en los seres racionales, y hasta en los
animales, para reproducir pasadas impresiones por medio de una asociación de ideas,
sugeridas principalmente por cosas objetivas o por alguna impresión sobre nuestros
órganos sensorios externos. La memoria es una facultad que depende enteramente del
funcionamiento más o menos sano y normal de nuestro cerebro físico; el recuerdo y la
reproducción son los atributos y los servidores de esa memoria. Pero la reminiscencia es una
cosa enteramente distinta. El psicólogo moderno define la reminiscencia como algo
intermedio entre el recuerdo y la reproducción «un proceso consciente por el que se
recuerdan los hechos pasados, pero sin aquella referencia completa y variada de objetos
determinados que caracteriza la reproducción».
Locke, hablando de la reproducción y del recuerdo, dice: «Cuanto una idea ofrece de
nuevo a la memoria, sin la influencia del mismo objeto sobre el sensorio externo esto se
llama recuerdo; si la mente encuentra una idea que buscara con trabajo y esfuerzo, esto
es reproducción». Mas Locke mismo deja de darnos una definición clara de la
reminiscencia, porque no es una facultad o atributo de nuestra memoria física, sino una
percepción intuitiva aparte y fuera de nuestro cerebro físico; una percepción que, al ser
puesta en acción por el conocimiento siempre presente de nuestro Ego espiritual,
74
abarca aquellas visiones consideradas anormales en el hombre (desde las pinturas
inspiradas por el genio, hasta el delirio y devaneos de la fiebre y de la locura misma),
clasificadas por la ciencia como no existentes, excepto en nuestra imaginación. El
Ocultismo y la Teosofía consideran, sin embargo, la reminiscencia desde un punto de
vista completamente distinto. Para nosotros, la memoria es física y pasajera y depende
de las condiciones físicas del cerebro, proposición fundamental entre todos los profesores
de mnemotecnia, apoyados además por las investigaciones de los psicólogos científicos
modernos; pero la reminiscencia es la memoria del alma. Esa memoria es la que da a casi
todos los seres humanos, sea que lo comprendan o no, la certeza de haber vivido
anteriormente y de tener que vivir de nuevo. .. Sostenemos, con el profesor W. Knight, que
«la ausencia de la memoria de cualquier acto ejecutado en un estado previo no puede ser
argumento concluyente contra la posibilidad de haber vivido en el mismo». Y todo
adversario de buena fe deberá convenir. En lo que dice Butler en sus Lecturas sobre la
filosofía platónica, «que la idea de extravagancia que esto (la pre-existencia) produce tiene su
secreto origen en los prejuicios materialistas o semimaterialistas». Sostenernos además
que la memoria, como la llamó Olimpiodoro, es simplemente una fantasía, y la más
insegura de todas las cosas en nosotros. Aseguraba Ammonio Saccas que la única facultad
en el hombre, directamente opuesta a la profecía o visión en el futuro es la memoria.
Acordaos también de que una cosa es la memoria y otra la mente o pensamiento; la una es
una máquina para archivar, un registro que muy fácilmente se descompone; los pensamientos
son eternos e imperecederos. ¿Os negaríais a creer en la existencia de ciertas cosas u hombres,
sólo porque no los hubiesen visto vuestros ojos físicos? ¿No es garantía suficiente de haber
vivido Julio César el testimonio colectivo de generaciones pasadas que les vieron? ¿Por qué
no se habría de tomar en consideración el mismo testimonio de los sentidos psíquicos de las
masas?
(C. de T. -§ VIII.)
75
CóMO SE EXPLICA EL OLVIDO. ¿CÓMO SE EXPLICA LA
FALTA DE MEMORIA RESPECTO DE NUESTRAS VIDAS
ANTERIORES?
Muy fácilmente. Los «principios» que llamamos físicos (A saber: el cuerpo, la vida, los
instintos pasionales y animales, y el fantasma astral o eidolon, de cada hombre, sea
percibido en pensamiento por nuestro ojo mental, u objetivamente y separado del
cuerpo físico; cuyos principios llamamos Sthula sharira, Prana, Kama-Rupa y Linga
sharira. Ningún principio de estos es negado por la ciencia, aunque los llame de modo
distinto) son desintegrados después de la muerte, a la par que sus elementos constitutivos, y
la memoria a la vez que su cerebro. Esa memoria, desvanecida de un cuerpo que desapareció,
no puede recordar ni registrar cosa alguna en la encarnación posterior del Ego. La
reencarnación significa que ese Ego ha de ser dotado de un nuevo cuerpo, de un nuevo
cerebro y de una nueva memoria. Tan absurda sería, por consiguiente, esperar que se
acordase la memoria de aquello que jamás pudo registrar, como inútil resultaría examinar
con el microscopio una camisa que nunca hubiese llevado puesta un asesino, y buscar en ella
las manchas de sangre que sólo habían de hallarse en la ropa que llevó en otra ocasión. No es
la camisa limpia la que hemos de interrogar, sino la ropa que llevaba cuando ejecutó el
crimen; y si ésta ha sido quemada y destruida, ¿cómo la podéis encontrar?...
Pero existe la evidencia circunstancial, que nuestras sabias leyes admiten quizá más de lo
que debieran. Para convencerse del hecho de la reencarnación y de las vidas pasadas debe
ponerse uno en relación con el propio Ego real permanente, y no con la memoria, que es
pasajera. ..
Si la gente más ilustrada, de buena gana cree en «la gravedad», el «éter», la «fuerza» y
tantas otras cosas de Ciencia; en abstracciones e «hipótesis» que ni ha visto, tocado, olido,
oído ni probado, ¿por qué no habrían de creer otras personas, en virtud del mismo
76
principio, en el Ego propio permanente, «hipótesis» muchísimo más lógica e importante
que ninguna otra?...
(C. de T. — VIII.)
Después de la muerte empieza a efectuarse ante los ojos espirituales del alma una
representación correspondiente al programa aprendido y que con mucha frecuencia ha sido
compuesto por nosotros mismos: la realización práctica de las creencias correctas o de las
ilusiones que fueron creadas por nosotros. El Metodista será Metodista; el Musulmán será
Musulmán, por algún tiempo al menos, en un paraíso de insensatos, creado según el gusto
de cada cual. Tales son los frutos post mortem del árbol de la vida. Nuestra creencia o
77
incredulidad del hecho de la inmortalidad consciente, es incapaz, naturalmente, de ejercer
influencia alguna sobre la realidad incondicionada del hecho en sí, puesto que existe; pero la
creencia o incredulidad en aquella inmortalidad como propiedad de entidades
independientes o separadas, no puede dejar de prestar color a aquel hecho en su aplicación a
cada una de esas entidades. ¿Empezáis ahora a entenderlo?
Tiene lugar la primera excepción durante los primeros días inmediatamente después de
la muerte de una persona y de que entre el Ego en el estado devachánico. En cuanto a que
mortal alguno haya obtenido mucho beneficio del regreso del espíritu al plano objetivo, esa
es otra cuestión. Quizá haya ocurrido así en algunos raros casos excepcionales, cuándo la
intensidad del deseo del moribundo por algún objeto determinado haya forzado la
78
conciencia superior a permanecer despierta, y, por lo tanto, fue la individualidad, el
«espíritu», lo que se comunicó. Después de la muerte, el espíritu está ofuscado,
deslumbrado, y muy pronto cae en lo que llamamos la inconsciencia pre-devachánica.
(C. de T. -§ IX.)
79
EL KARMA
LA LEY SUPREMA
El ciclo de la vida, o, más bien, el ciclo de la vida consciente, empiezan con la separación
en sexos del hombre animal mortal y terminará con el fin de la última generación de
hombres, en la séptima ronda y séptima raza de la humanidad. Si consideramos que sólo nos
hallamos en la cuarta ronda y quinta raza, más fácil es imaginar su duración que expresarla...
Precisamente. Sólo por medio de esos nacimientos es como puede lograrse el progreso
perpetuo de los innumerables millones de Egos hacia la perfección, y un descanso final por
tanto tiempo como haya durado el período de actividad.
Para el materialista, que considera la ley de periodicidad que regula el orden de las cosas y
todas las demás leyes de la Naturaleza como fuerzas ciegas y leyes mecánicas, no cabe duda
de que Karma ha de ser una ley o casualidad, y nada más. Para nosotros, no hay adjetivo o
calificativo alguno capaz de describir lo que es impersonal, lo que no es una entidad, sino
una ley operativa universal. Sí me preguntáis acerca de la inteligencia causal que existe en
ello, os contestaré que no lo sé. Pero si deseáis que os defina sus efectos, y que os diga, según
nuestras creencias, cuáles son, puedo deciros que la experiencia de miles de años nos ha
80
demostrado que son la equidad, la sabiduría y la inteligencia absolutas e infalibles. Porque,
en sus efectos, Karma es un reparador seguro de la injusticia humana y de todas las demás
faltas de la Naturaleza, y corrige los errores con estricta justicia; es una ley retributiva que
recompensa y castiga con igual imparcialidad. Estrictamente hablando, «no respeta a
persona alguna», y por otra parte, no se logra aplacar ni modificar por medio de la oración.
Esta creencia es común a los indos y a los buddhistas, pues ambos creen en Karma.
Si nuestras vidas presentes dependen del desarrollo de ciertos principios, que son
producto de los gérmenes que una existencia anterior nos dejó, la ley es exacta en cuanto al
futuro. Una vez bien comprendida la idea de que la causalidad universal no es puramente
presente, sino pasada, presente y futura, y que cada acción halla en nuestro plano el lugar
que naturalmente le corresponde, se verá su verdadera relación con nosotros y con los
demás. Cada acción mezquina y egoísta nos impulsa hacia atrás y no hacia adelante, y todo
pensamiento noble y todo acto generoso son escalones que conducen a los planos más
elevados y gloriosos del ser. Si esta vida lo fuese todo, entonces, por muchos conceptos, sería
bien pobre y despreciable; mas, considerada como una preparación para la esfera inmediata
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de existencia puede servir de puerta dorada por la que podemos pasar, no solos y
egoístamente, sino en compañía de nuestros semejantes, a los palacios de más allá.
(C. de T. —§ XII.)
«En pocas palabras la doctrina de Karma explica que nosotros mismos nos hemos hecho
lo que somos por actos anteriores, y que formamos nuestra eternidad futura con las acciones
presentes. No existe otro destino fuera del que nosotros mismos determinamos. No hay
salvación ni condenación alguna, excepto la que nosotros mismos nos originamos. . . Como
Karma no ofrece amparo alguno a los actos culpables y requiere mucho valor, no encuentra
entre las naturalezas débiles tan buena acogida como las fáciles doctrinas religiosas de la
remisión de los pecados, la intercesión, el perdón y las conversaciones de última hora... En el
dominio de la eterna justicia, la ofensa y el castigo están inseparablemente unidos como un
solo hecho porque no existe diferencia real entre la acción y su consecuencia. Karma o
nuestros antiguos actos son los que nos vuelven a traer a la vida terrestre. La residencia del
espíritu cambia según su Karma, y Karma, no consiente una larga permanencia en una
misma condición, porque siempre se está modifican do. Mientras esté gobernada la acción
por motivos materiales y egoístas, deberán manifestarse sus efectos en renacimientos físicos.
Sólo el hombre perfectamente desinteresado puede eludir el peso de la vida material. Pocos
lo han logrado, mas es la meta a la que tiende la humanidad. . . »
Otro distinguido escritor teosófico dice (Objeto de la Teosofía, por Mr. A. P. Sinnett):
«Cada individuo, con cada acto y pensamiento diario, está creando Karma bueno o
malo, y está al mismo tiempo agotando en esta vida el Karma producido por los actos y
deseos de la anterior. Cuando vemos personas afligidas por sufrimientos naturales, puede
decirse que esos sufrimientos son resultados inevitables de causas originadas por ellas
82
mismas en un nacimiento anterior. Podrá argüirse que como esas aflicciones son
hereditarias, nada pueden tener que ver con una encarnación pasada; más preciso es tener
en cuenta que el Ego, el hombre real, la individualidad, no tiene su origen espiritual en la
parentela que lo reencarna, sino que es atraído por las afinidades que su género de vida
anterior agrupó en derredor suyo, dentro de la corriente que lo lleva, cuando llega la hora
del renacimiento, hacia la morada más adecuada para el desarrollo de esas tendencias... Esta
doctrina de Karma, bien entendida, guía y auxilia a aquellos que comprenden su verdad,
elevando y mejorando su vida; porque no hay que olvidar que no sólo nuestros actos, sino
también nuestros pensamientos, atraen segurísimamente un cúmulo de circunstancias que
han de influir bien o mal en nuestro porvenir, y lo que es más importante aun, en el
porvenir de nuestros semejantes. Si los pecados por omisión o comisión sólo interesasen al
Karma del pecado, el hecho tendría menos consecuencias; pero como cada pensamiento y
acto en la vida entraña una influencia correspondiente, buena o mala, sobre otros miembros
de la familia humana, el sentido estricto de la justicia, moralidad y generosidad son
necesarias a la felicidad o progreso futuros. Ningún arrepentimiento, por grande que sea,
puede borrar los resultados de un crimen ya cometido o los efectos de un mal pensamiento.
El arrepentimiento, si es sincero, detendrá al hombre impidiéndole volver a caer en sus
faltas; pero ni a él mismo ni a los demás tampoco puede librar de los efectos va producidos
por aquéllas, que infaliblemente recaerán sobre él, sea en esta vida o en el próximo
renacimiento.»
(C. de T. -§ XI.)
Según nuestra doctrina, todos esos males sociales, la distinción de clases en la sociedad, y
la de los sexos en los asuntos de la vida: la distribución desigual del capital y del trabajo, etc.,
son debidas a lo que llamamos Karma...
(C. de T. -§ IX.)
INEXORABILIDAD DE KARMA
Karma devuelve a cada hombre las consecuencias precisa de sus propios actos, sin tener
en cuenta para nada su carácter moral; pero puesto que recibe lo que le es debido por todo,
es evidente que tendrá que expiar todos los sufrimientos que haya causado, exactamente del
mismo modo que recogerá con júbilo los frutos de la felicidad y armonía que haya
contribuido a producir.
UN NUEVO K A R M A
El suicidio es siempre debido a una enfermedad morbosa del cerebro, o a opiniones
materialistas arraigadas. Es el peor de todos los crímenes, y terrible en sus resultados.
(C. de T. —§ XII.)
84
L A M ORAL
EL DEBER
El deber es aquello que se debe a la Humanidad, a nuestros semejantes, a nuestros
vecinos, a nuestra familia, y especialmente lo que debemos a todos aquellos que son más
pobres y desamparados que nosotros. Esta es una deuda que, no satisfecha durante la vida,
nos hace espiritualmente insolventes y crea un estado de quiebra moral en nuestra
encarnación próxima. La Teosofía es la quintaesencia del deber...
Lo que llamáis «deberes cristianos» fueron inculcados por todos los grandes
reformadores morales y religiosos, siglos antes de la Era Cristiana. No sólo se trataba
antiguamente todo lo que era grande, generoso y heroico, siendo objeto, como hoy día, de
predicaciones desde el púlpito, sino que se practicaba, a veces por naciones enteras. La
historia buddhista esta llena de los actos más nobles y más heroicamente generosa «Sed
todos una sola voluntad; compadeceos el uno del otro quereos como hermanos; sed
misericordiosos, afables; no devolváis mal por mal, o injuria por injuria, sino al contrario,
sed bondadosos». Observaban prácticamente estos preceptos los discípulos de Buddha,
algunos siglos antes de Pedro. Es gran ríe, sin duda, la ética del Cristianismo; pero también
es innegable que no es nueva, y que nació del mismo modo que los deberes paganos...
Los que practican su deber hacia todos, y sólo por el deber mismo, son pocos; y aún son
menos los que cumplen este deber contentándose con la satisfacción de su propia
conciencia...
Hermosa, para leída y discutida, es la ética moderna; pero ¿que son las palabras si no se
convierten en actos? Finalmente; si me preguntáis de qué modo comprendemos el deber
teosófico puesto en práctica y con relación a Karma, puedo contestaros que nuestro deber es
beber, sin una queja, hasta la última gota de cualquier contenido que el destino nos ofrezca
en la copa de la vida; coger las rosas de la vida tan sólo por el aroma que puedan exhalar para
85
los demás, y contentarnos nosotros únicamente con las espinas, si no podemos gozar de
aquel aroma sin privar a otro de él.
LOS DEBERES
El primero de los deberes teosóficos es el de cumplir el propio deber hacia todos los
hombres y principalmente hacia aquellas personas con quienes tenemos obligaciones
especiales, bien por haberlas asumido voluntariamente, como son los lazos del matrimonio,
o porque el destino nos ha ligado a ellas, como las que debemos a nuestros padres o
parientes.
86
te dejes apartar de tu deber por cual quiera reflexión vana que de ti pueda hacer el mundo
necio porque en tu poder no están sus censuras, y, consiguiente, no deben importarte
nada...»
Ningún hombre tiene derecho a decir que nada puede hacer por los demás, bajo
cualquier pretexto que sea. «Cumpliendo su deber en la ocasión conveniente, puede el
hombre convertirse en acreedor del mundo», dice un escritor inglés. Un vaso de agua
ofrecido a tiempo al viajero sediento realiza v. deber más noble y más digno que una docena
de comidas da das sin oportunidad a gentes que pueden pagarlas. Un hombre que no sienta
esto, jamás será Teosofísta; pero podrá, sin embargo, seguir siendo miembro de nuestra
Sociedad. Carecemos de reglas para obligar a ningún hombre a convertirse en Teosofísta
práctico si no desea serlo.
(C. de T. -§ XII.)
EL SACRIFICIO
La Teosofía considera el propio sacrificio por el bien práctico de los muchos, como muy
superior a la abnegación por un idea sectaria, como, por ejemplo, la de «salvar a los paganos
de la condenación».
En nuestra opinión, el padre Damiano (aquel joven de treinta años que sacrificó su vida
entera por aliviar los sufrimientos los leprosos de Molokai, y se fue a vivir durante diez y
ocho años solo con ellos, siendo al fin atacado por tan terrible enfermedad, de la cual murió)
no ha muerto en vano. El alivió proporcionó una relativa felicidad a miles de pobres
desgraciados. Les llevó el consuelo mental y físico. Derramó un rayo de luz en la noche
oscura y terrible de una existencia, cuya amargura no encuentra otra comparable en los
anales del sufrimiento humano. Era un verdadero Teosofísta, y su memoria vivirá
eternamente en nosotros. Consideramos a ese pobre sacerdote belga
inconmensurablemente más elevado que, por ejemplo, aquellos sinceros, pero insensatos y
87
vanos misioneros, que han sacrificado su vida en las islas de los mares del Sur o en China.
¿Qué bien han hecho? En las primeras trataron con seres que no eran aún aptos para recibir
verdad alguna; y en cuanto a la segunda, se trata de una nación cuyos sistemas de filosofía
religiosa son tan elevados como cualesquiera otros, si quisieran los que los poseen seguir el
modelo de Confucio y demás sabios de su raza. Murieron víctimas de caníbales y de salvajes
irresponsables, o del fanatismo y del odio populares; mientras que si hubiesen ido a los
tugurios de Whitechapel u otra localidad de aquellas que se estancan y pudren bajo el sol
brillante de nuestra civilización, llenas de salvajes cristianos y de lepra mental hubieran
podido hacer su verdadero bien y haber conservado su vida para una causa mejor y más
digna.
Si dispusiésemos de los medios necesarios para ello, levantaríamos una estatua para el
padre Damiano, santo verdadero y práctico, y perpetuaríamos su memoria para siempre,
como ejemplo viviente de heroísmo teosófico y de compasión, y propio sacrificio budista y
cristiano…
Pero hemos de distinguir. Ningún hombre tiene derecho a dejarse morir de hambre para
que pueda otro alimentarse, a no ser que la vida de éste último, de un modo evidente, sea
más útil a los muchos que la suya propia. Pero es deber suyo sacrificar su propio bienestar y
trabajar por los demás, si éstos son incapaces de trabajar por sí mismos. Deber suyo es dar
todo lo que le pertenece, por completo, si a nadie aprovecha más que a él mismo, caso que lo
guarde egoístamente. La teosofía enseña la propia abnegación, pero no el propio sacrificio
impulsivo e inútil, ni justifica el fanatismo.
LA CARIDAD
Las ideas teosóficas acerca de la caridad significan esfuerzo personal para los demás;
compasión y bondad personales; interés personal en el bienestar y prosperidad de los que
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sufren; previsión y ayuda personales en sus penas y necesidades. Nosotros, teosofístas, no
creemos en la eficacia del sistema de dar dinero por conducto ajeno: creemos aumentar cien
veces el poder del dinero y su eficacia por nuestro contacto y simpatía personales con los que
lo necesitan. Creemos en el alivio del alma tanto, si no más, como en del estómago; porque
el agradecimiento hace un bien mayor al hombre que lo siente que al que lo ha hecho sentir.
¿Dónde está el agradecimiento que vuestros millones de libras esterlinas debieran haber
despertado, o los buenos sentimientos provocados por ellos? ¿Acaso en el odio que siente el
pobre del East-End hacia el rico? ¿En el aumento del partido de la anarquía y del desorden,
o en esos centenares de infelices muchachas obreras, víctimas del sistema «del sudor»,
obligadas diariamente a andar por las calles para ganarse la subsistencia?...
Creemos que un buen libro que ofrece a las personas materia para pensar que fortalece y
esclarece su mente, facilitándoles la inteligencia de verdades sentidas vagamente, pero que
no podían formular, produce un bien real y substancial. En cuanto a lo que llamáis actos
prácticos de caridad en beneficio de nuestros semejantes, hacemos lo poco que podemos;
pero, como ya os he dicho, la mayor parte de nuestros hermanos son pobres, y la sociedad
por sí misma, no tiene bastantes recursos para tener a sueldo gente dedicada a su servicio.
Todos los que nos esforzamos en realizarlo damos gratis nuestro trabajo y en muchísimos
casos nuestro dinero. Los pocos que poseen medios de hacer lo que se llama vulgarmente
actos de caridad siguen los preceptos budistas y trabajan por sí mismos, pero no por
procuración o suscribiéndose públicamente a obras caritativas. Lo que tiene que hacer ante
todo el Teosofísta es olvidar su personalidad.
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LAS CLAVES DE LA FRATERNIDAD
Los cuatro eslabones de la cadena dorada que debiera unir a la humanidad, haciendo de
ella una sola familia y una fraternidad universal, son: Unidad y Causalidad universales,
Solidaridad humana, Ley del Karma y Reencarnación. ¿Cómo?
(C. de T. -§ XII.)
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LA MÍSTICA
LA ORACIÓN
Un ocultista o un teósofo dirige su oración a su Padre que existe en secreto (leed y tratad
de comprender el cap. VI, vers. 6 de Mateo), y no a un Dios extracósmico, y, por lo tanto,
finito; y ese «Padre» se encuentra en el hombre mismo...
Para nosotros, el hombre interno es el único Dios que podemos conocer. ¿Y cómo puede
ser de otro modo? Concedednos lo que pretendemos, es decir, que Dios es un principio
infinito universalmente difundido. ¿Cómo puede en tal caso no compenetrarse el hombre
con, por y en la Divinidad? Llamamos nuestro «Padre en el cielo» a aquella deífica esencia
que reconocemos en nosotros, en nuestro corazón y conciencia espiritual y que nada tiene
que ver con el concepto antropomórfico que podemos formar en nuestro cerebro o en
nuestra imaginación: «¿No sabéis que sois el templo de Dios y que en vosotros habita el
espíritu de (lo absoluto) Dios? » Sin embargo, evite el hombre antropomorfizar a aquella
esencia que está en nosotros. No diga un Teosofísta, si quiere seguir la verdad divina y no la
humana, que ese «Dios en secreto» escucha al hombre finito, o es distinto del mismo o de
la esencia infinita, porque todos son uno. Ni tampoco que la oración es una petición.
No sólo significa un ruego o petición, sino que antiguamente significaba más que nada
una invocación o encantamiento. El mantra o la oración rítmica cantada de los Hindúes
tienen precisamente este sentido, pues los Brahmanes se consideran superiores a los devas
comunes o «dioses». Una oración puede ser una apelación o encantamiento para una
maldición y una blasfemia (como en el caso de dos ejércitos rezando simultáneamente para
conseguir su mutua destrucción), o para una bendición. Y como la gran mayoría de la gente
es sumamente egoísta y sólo reza para sí misma, pidiendo que se les dé su «pan de cada
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día», en vez de trabajar para conseguirlo; y rogando que Dios no les induzca «en
tentación», sino que les libre del mal (sólo al suplicante), resulta que la oración, tal como se
entiende hoy, es doblemente perniciosa; a) Destruye en el hombre la propia confianza, y b)
Desarrolla en él un egoísmo aún más feroz del que ya posee naturalmente. Repetimos que
creemos en la «comunión» y acción simultánea con nuestro «Padre en Secreto», y en
raros momentos de felicidad extática; en la fusión de nuestra alma superior con la esencia
universal, siendo atraída hacia su origen y centro; estado llamado Samadhi durante la vida y
Nirvana después de la muerte. Nos negamos a orar ante seres creados finitos; por ejemplo:
dioses, santos, ángeles, etc., porque lo consideramos como idolatría. No podemos rezar a lo
Absoluto por las razones antes expuestas, y por consiguiente, tratamos de reemplazar la
oración, estéril e inútil, por actos meritorios y buenas acciones.
C. de T. -§ V.)
LA MAGIA
En el cementerio del pasado remoto permanecen sus robles sagrados, ahora secos y
despojados de su simbolismo espiritual por el venenoso soplo del materialismo. Para el
estudiante de las ciencias ocultas, su vegetación es todavía exuberante y lozana, y tan llenos
de verdades profundas y sagradas como cuando el archidruida verificaba sus curaciones
mágicas y, tremolando la rama del muérdago, arrancaba con su dorada hoz el ramo verde de
su madre, el roble. La Magia es tan antigua como el hombre. Es tan imposible citar la época
en que por primera vez aparece, como indicar el día en que nació el primer hombre. Siempre
que algún escritor ha intentado relacionar sus orígenes en algún país en armonía con ciertos
datos históricos, investigaciones posteriores han demostrado que sus opiniones eran
infundadas. Odín, el sacerdote y monarca escandinavo, creen algunos fue el primero que
introdujo las prácticas mágicas unos setenta años antes de Cristo. Pero puede fácilmente
demostrarse que los misteriosos ritos de las sacerdotisas llamadas Voilers, Valas, son de
mucho anteriores a aquella época. Algunos autores modernos se esfuerzan en probar que
93
Zoroastro fue el fundador de la Magia, únicamente porque fue el fundador de la Religión de
los magos. Ammiano, Marcelino, Arnobio, Plinio y otros historiadores antiguos
demuestran de una manera concluyente que sólo fue un reformador de la Magia tal como
practicaban los Caldeos y los Egipcios.
La Magia aparece en el mundo con las primeras razas de hombres. Cassiano menciona un
tratado bien conocido en los siglos IV y V, que se atribuía a Cam, el hijo de Noé, quien se
creía lo había recibido de Jared, la cuarta generación de Seth, el hijo de Adam.
Orígenes, que había pertenecido a la Escuela Platónica de Alejandría, declara que Moisés,
además de la doctrina que enseñó a las turbas, comunicó algunos secretos importantes «de
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las ocultas profundidades de la ley» a los setenta ancianos, y les mandó no comunicarlos
más que a personas que fueran dignas de poseerlos.
San Jerónimo habla de los judíos de Tiberías y de Lydda como de los únicos que enseñan
el sistema místico de interpretar. Finalmente, Ennemoser sostiene enérgicamente la opinión
de que «los escritos de Dionisio Areopagita están visiblemente fundados en la Kabala
judía».
Así, pues, mientras el ocultismo teórico es inocente y hasta puede ser beneficioso, la
magia práctica, el fruto del árbol de la vida y sabiduría, o sea «la ciencia del bien y del mal«,
está llena de riesgos y peligros.
Para estudiar el ocultismo teórico hay, sin duda, varias obras de provechosa lectura,
además de libros como Fuerzas sutiles de la naturaleza, el Zohar, el Sepher Ietsirah, el Libro
de Enoch, la Kabala y otros tratados herméticos, que si raros en las lenguas vulgares de
Europa, abundan en latín por haber sido sus autores los filósofos medioevales, a quienes
generalmente se les llama alquimistas o romances (NOTA: Eso era cierto cuando la autora
escribió esas líneas; pero hoy todos esos libros pueden leerse en inglés, francés alemán e
italiano, y lejos de ser secretos pueden estar en manos de todo el mundo.—R.U. FINAL
NOTA) Sin embargo, aun la lectura de esos libros puede perjudicar al estudiante sin guía
que los abra sin llave adecuada ni capacidad para distinguir los senderos diestro y siniestro
de la magia. En este caso aconsejaríamos al estudiante que no emprendiese la tarea, pues
acarrearía sobre sí y los suyos males y opiniones sin conocer su procedencia y naturaleza,
que, despertados por su mente, gravitarían sobre su vida.
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Muchas son las obras adecuadas a los estudiantes adelantados; pero tan sólo deben
ponerse a disposición de discípulos juramentados o chelas, cuyo explícito y solemne
compromiso les dé derecho a protección y ayuda. En cualquier otro caso la lectura por bien
intencionadas que sean las obras, llevará indefectiblemente, por falta de dirección, a la magia
hechicera, o tal vez a cosa peor.
Los caracteres místicos, las letras, los números, especialmente estos últimos, son la parte
más peligrosa de cuanto se habla en la Gran Kábala. Y decimos la más peligrosa por la mera
rapidez de su efecto, independientemente de la voluntad del experimentador y aun sin su
conocimiento. Algunos estudiantes pueden corroborar la exactitud de esta afirmación por
cuanto después de manipular con estos números advirtieron horrendos resultados de orden
físico, siendo todavía más peligrosas las causas morales producidas y los varios
acontecimientos sobrevenidos en imprevistas crisis.
(D.S.-III. § VI.)
Esto atestigua cuán cierto es que no conviene dejar a los estudiantes profanos la facultad
de discernir.
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locomoción del cuerpo físico. No es más milagroso este fenómeno que la reflexión de uno
vista en un espejo. «Nadie puede percibir en semejante imagen una sola partícula de
materia, y, sin embargo, allí está nuestro doble reflejando fielmente hasta cada uno de
nuestros cabellos». Si por medio de esta simple ley de reflexión, puede verse nuestro doble
en un espejo, ¡cuánto mayor y más real no es la prueba que de su existencia nos da el arte de
la fotografía! El que nuestros físicos no hayan encontrado todavía los medios de sacar
fotografías como no sea a cortas distancias, no es una razón para que esta adquisición sea
una cosa imposible para aquellos que han encontrado estos medios en el poder de la misma
voluntad humana, desligada de toda suerte de intereses mundanos (Allá por los años de
1838 y 1840, corría como válida una anécdota entre los amigos de Daguerre. Unos meses
antes de la presentación del célebre procedimiento Daguerriano a L'Academie des Sciences,
por Arago (junio, 1839), madame Daguerre, en una tertulia consultó con grandísimo
interés a una de las celebridades médicas del día, acerca de la condición mental de su
marido. Después de explicar al médico los numerosos síntomas de lo que creía ella ser
observación mental de su marido, añadió, con lágrimas en los ojos, que para ella la mayor
prueba de la locura de Daguerre, era su firme convicción de que lograría clavar su propia
sombra en la pared, o fijarla en placas metálicas mágicas. Escuchó el facultativo con mucha
atención la consulta y contestó, que él mismo había observado últimamente en Daguerre los
más inequívocos síntomas de lo que, según su modo de ver, era una prueba innegable de
locura, concluyendo por aconsejarla formalmente que, con el mayor sigilo y sin pérdida de
tiempo, enviase a su marido a Bicetre, el bien conocido asilo de lunáticos. Dos meses
después, un profundo interés se despertaba en el mundo del Arfe y de la Ciencia con la
exhibición de numerosos dibujos sacados con el nuevo procedimiento. Las sombras fueron
fijadas sobre placas metálicas, y el «lunático», proclamado el padre de la Fotografía).
Nuestros pensamientos son materia, dice la ciencia; toda energía produce una perturbación
mayor o menor en las ondas atmosféricas. Por lo tanto, desde el momento que cada
hombres en común con todos los demás seres vivientes y hasta los objetivos inertes poseen
una aura producida por sus propias emanaciones, que le circunda, y que además puede, por
97
un simple esfuerzo de su voluntad trasladarse en imaginación adonde quiere, ¿por qué ha de
ser científicamente imposible que su pensamiento, regulado, intensificado y guiado por
aquel poderoso mago, la VOLUNTAD, educada, pueda asumir forma corpórea durante un
tiempo dado y aparecer ante quien desee como una fiel duplicación original? ¿Es acaso esta
anunciación, dado el estado actual de la ciencia, algo más inconcebible de lo que eran la
fotografía o el telégrafo aun no hace de ello cuarenta años o el teléfono no hace aun catorce
meses? (Isis sin Velo apareció en 1877).
LA TAUMATURGIA ADQUIRIDA
La plegaria y la contemplación, unidas al ascetismo, son los mejores medios para llegar a
ser taumaturgo cuando falta la iniciación. Por la plegaria sostenida, por el cumplimiento de
determinado objeto se concretan en magia inconsciente la interna voluntad y el vivo anhelo.
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(D.S.-III, § XIV.)
TRANSMISIONES MÁGICAS
Los ganaderos nos dicen que los animales jóvenes no deben juntarse con los adultos, y los
médicos inteligentes prohíben a los padres tener a sus hijos en su misma cama. Cuando
David era viejo y débil se reanimaron sus fuerzas vitales teniendo el rey una joven en su
lecho, en íntimo contacto con él, de modo que pudiese absorber su vigor. La última
emperatriz de Rusia, hermana del actual emperador de Alemania, estaba tan débil en los
últimos años de su vida, que los médicos la aconsejaron formalmente que tuviese por las
noches en su cama una muchacha campesina, sana y robusta Cualquiera que haya leído la
descripción hecha por el doctor Kerner acerca de la vidente de Prevost, Mme. Hauffe,
recordará bien las palabras de ésta, Decía ella continuamente que sólo sostenía su vida
gracias a la atmósfera de las personas que la rodeaban y a sus emanaciones magnéticas, las
cuales se avivaban extraordinariamente en virtud de su sola presencia. La vidente era
evidentemente un vampiro magnético, que absorbía, atrayéndola a sí, la vida de todos
aquellos que eran bastante robustos para cederle parte de su vitalidad en forma de sangre
volatilizada. El doctor Kerner hace notar que dichas personas estaban más o menos
afectadas por esta pérdida de fuerzas.
Con estos ejemplos familiares acerca de la posibilidad de que un fluido sutil sea
comunicado de un individuo a otro, o las substancias que dicho individuo toque, se hace
menos difícil el comprender que por medio de una determinada concentración de la
voluntad, un objeto, que de otro modo sería inerte, puede ser dotado de una potencia
protectora o destructora, según sea el objeto que se proponga.
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EL OCULTISMO PREVALECERÁ AL FIN
Las verdades subyacentes en los misterios ocultos serán imposturas para mil lectores, y
uno tan sólo podrá estimarlas en su valor. Esto es muy natural y justifica el «voto de
silencio» de los pitagóricos, renovables cada cinco años, pues de otro modo la sociedad
llamada culta (cuyos dos tercios se consideran obligados a creer que desde la aparición del
primer adepto medio mundo engaña al otro medio) afirmaría su hereditario y tradicional
derecho de apedrear al innovador. Tal vez tan triste hecho dé mayor fuerza a quienes,
aplicando precipitadamente el célebre axioma de Carlyle sobre la necedad del vulgo, tienen
la precaución de contarse entre las excepciones y miran a la humanidad como una
mezcolanza de idiotas y bribones. Pero esto importa poco. El desquite de los ocultistas y de
su ciencia secreta se está preparando lenta y firmemente por sí propio en el corazón de la
sociedad, hora por ahora, día por día y año por año en forma de dos ramas colosales: el
espiritismo fenoménico y la Iglesia romana.
Los hechos resaltan con frecuencia entre las ficciones. Las varias modalidades del error
constriñen cual una enorme boa al género humane, intentando ahogar con su flagelante
cola toda aspiración a la verdad y toda ansia de luz. Pero el error sólo tiene potencia
superficial, porque no puede ahondar la naturaleza oculta que circuye el globo entero en
todos sentidos, sin excepción de un solo punto; y por fenómenos o por milagros, por el
aliciente del espiritista o por el del clérigo, el ocultismo triunfará antes de que nuestra Era
llegue al «triple septenario de Saturno» del ciclo occidental en Europa, o sea antes de
terminar el siglo XXI.
Verdaderamente el mantillo del remoto pasado no está muerto, tan sólo reposa. El
esqueleto de los sagrados robles draídicos aun puede retoñar a nueva vida, como brotó
hermosa espiga del grano de trigo hallado en el sarcófago de una momia cuatro veces
100
milenaria. ¿Y por qué no? La verdad es mucho más extraña que la ficción. Cualquier día
puede vindicarse inopinadamente y humillar la arrogante presunción de nuestra época,
probando que la Fraternidad Secreta no se extinguió con los filaleteos ni con la escuela
ecléctica, que todavía hay gnósticos en la tierra y que son muchos sus discípulos, aunque
permanezcan ignorados. Todo esto pueden llevarlo a cabo uno o varios de los grandes
Maestros que visitan a Europa, burlando 3 su vez a los presuntuosos burladores y
detractores de la magia. Varios autores de nota han mencionado esta Fraternidad Secreta, y
de ella se habla en la Real Enciclopedia Masónica, de Mackenzie.
LOS MAHATMAS
Son hombres de gran instrucción, a los que designamos con el nombre de Iniciados, y
cuya santidad de vida es aun mayor. No son ascetas en el sentido ordinario del término,
aunque seguramente permanecen apartados de la agitación y de las luchas del mundo
occidental...
Oí decir una vez a una persona extraña a la Sociedad Teosófica que era una especie de
sirenas masculinas, o cosa por el estilo. Pero si hacéis caso de lo que dice la gente, jamás
podréis formaros de ellos un concepto exacto. En primer lugar son hombres vivientes, que
han nacido como nosotros y están condenados a morir como los demás mortales.
(C. de T. —§ XIV.)
101
UN MAESTRO PASA
Más de dos años antes de que dejásemos el suelo de Norteamérica veníamos
manteniendo correspondencia con un sapientísimo brahmán, que actualmente (1879) es
una legítima gloria en toda la India. Bajo su dirección habíamos venido para estudiar el
antiguo país de los arias, sus Vedas y su lengua. Llámese el sabio el swami Dayanand
Saraswati. Swamis se dice a los anacoretas iniciados en muchos misterios de la Naturaleza y
del Hombre, misterios que yacen impenetrables para el común de los mortales. Son ellos
monjes ascetas, que jamás se casan, y absolutamente distintos de esotras fraternidades
mendicantes llamadas de los Hossein y de los Sannyasis. Este pandit en un perfecto enigma
para todo el mundo, y está considerado como el mayor sanscritista de toda la India. Hasta
hace unos cinco años había vivido solitario, aislado de todo en una espesa selva, al modo de
los antiguos gimnosofistas que mencionan los clásicos griegos y latinos, apareciendo de
nuevo en el mundo como adalid de las más heroicas empresas. Después de su voluntario
aislamiento, estaba a la sazón estudiando los principales sistemas filosóficos de la
«Aryavartta» y el significado oculto de los Vedas, auxiliado por otros místicos y
anacoretas...
Tan luego como apareció en público Dayanand Saraswati, causó una sensación inmensa,
y mereció bien pronto por sus atrevimientos el nombre de «el Lutero de la India».
Vagando de una en otra población, tan pronto en el Norte como en el Sur, y trasladándose
de un extremo a otro del país con celeridad increíble, él ha visitado toda la India desde
Bombay a Calcuta y del Cabo Comorín a los Himalayas, predicando la Deidad Una y
Única, y probando, con las Vedas en la mano, que en las más antiguas escrituras no hay ni
una sola palabra que pueda justificar el actual politeísmo. El gran orador sagrado lucha con
todo su poder contra las castas, contra el casamiento de los niños, y contra todo linaje, en
fin, de supersticiones, lanzando rayos y truenos contra la idolatría. Pero sus más formidables
arremetidas las guarda contra los brahmanes, a quienes culpa de haber fomentado todos los
102
males incrustados en la India por siglos y más siglos de casuística interpretación de los
Vedas, y acusándoles públicamente de ser los únicos culpables del estado de abyecta
humillación en la que yace el país, antaño grande e independiente y hoy esclavizado y
envilecido. No obstante tan atrevidas predicaciones, la Gran Bretaña tiene en él un aliado y
no un enemigo, por cuanto suele decir a todos los que quieren oírle; «—Si expulsáis a los
ingleses, inmediatamente después, vosotros, yo y todo aquel que se alce contra el culto de los
ídolos, seremos degollados cual pobres corderillos.
Los musulmanes son más fuertes que los idólatras; pero los idólatras son más fuertes que
nosotros.
El swami Dayanand, en meros cinco años de predicaciones estupendas, hizo unos dos
millones de prosélitos, principalmente entre las altas clases, y, a juzgar por todas las
apariencias, ellos están prontos a sacrificar por él sus almas, sus vidas, y lo que les es con
frecuencia más estimado que la vida misma, o sean sus bienes materiales. Dayanand, como
verdadero yogui, jamás toca dinero alguno con sus manos y hasta desprecia estas cuestiones
ínfimas, contentándose por todo alimento con unos cuantos puñados de arroz cada día,
sobriedad ante la cual uno casi llega a pensar que acaso que acaso lleva una como encantada
vida, en vista, además, de su serenidad pasmosa ante el torrente desatado de las pasiones
humanas más inferiores que despierta, y que tan peligrosa suelen ser en la India. Una
marmórea estatua no permanecería más impasible que él ante las irritadas muchedumbres
de fanáticos, y una vez pudimos verle en acción; despidió, en efecto, a todos sus fieles
secuaces, prohibiéndoles que velasen sobre él ni menos que le defendiesen, y se quedó solo,
frente por frente de una multitud furibunda, mirando impasible al monstruo colectivo que
parecía dispuesto a lanzarse sobre él y despedazarle.
SU EXISTENCIA REAL
Afirmamos que existen. Sin embargo, de poco sirve nuestra afirmación. Muchas
personas, entre estas algunos teosofístas, y ex teosofístas, declaran que jamás han tenido
103
pruebas de su existencia. Está muy bien. En este caso. Mme. Blavatsky con testa con la
alternativa siguiente: Si los ha inventado, ha inventado también su filosofía y los
conocimientos prácticos que unos pocos han adquirido; y si es así, ¿qué importa que existan
o no, puesto que ella misma está presente y que en todo caso difícilmente puede negarse su
propia existencia? Si los conocimientos que ella supone le han sido transmitidos por ellos
son intrínsecamente buenos, y son aceptados como tales por muchas personas de una
inteligencia superior, ¿por qué han de armar semejante algazara sobre esta cuestión? Jamás
se ha probado que fuese una impostora, y este punto siempre quedará sub judice: mientras
que es un hecho cierto e innegable que, sea quien fuese el inventor de la filosofía predicada
por los Maestros, ésta es una de las filosofías más grandiosas y benéficas que hayan existido
jamás si se la comprende exactamente. Así, pues, los calumniadores, movidos por los
sentimientos más bajos y mezquinos (como son el odio, venganza, malignidad, vanidad
ofendida o ambición frustrada), no parecen darse cuenta alguna de que están pagando el
mayor tributo a sus poderes intelectuales. Sea, ya que esos desgraciados locos así lo quieren.
Realmente, Mme. Blavatsky no se opone en lo más mínimo a que sus enemigos la
representen como un triple adepto y un «Mahatma» completo. Tan sólo la repugnancia
que siente ante sus propios ojos a vestirse con plumas de pavo real es la que la ha obligado a
insistir en la verdad hasta ahora.
(C. de T. -§ X.)
(C. de T.—Conclusión.)
(C. de T. -§ X.)
105
LA DOCTRINA SUBLIME
La versión se hizo para bautizar a los más perfectos cristianos con las aguas del Ganges, no
para borrar en ellos los efectos de las del Jordán, sino para que descendiese sobre ellos el
Supremo Espíritu en una nueva desgarradura de los velos celestes y de los densos de Maya,
que nos ocultan la realidad de las cosas y de nosotros mismos. —R. U.
El que pretenda oír la voz de la Nada, el «sonido insonoro», y comprenderla, tiene que
enterarse de la naturaleza de la concentración.
Porqué:
106
Cuando su propia forma le parezca ilusoria, como, al despertar, todas las formas que en
sueños ve; cuando él haya cesado de oír los muchos sonidos, entonces podrá discernir al
UNO, al sonido interno que mata al externo; entonces únicamente, y no antes abandonará
la región de lo falso, para entrar en el reino de lo verdadero.
Antes que alma pueda ver, debe haberse alcanzado la armonía interior, y los ojos carnales
han de estar cegados a toda ilusión.
Antes que el alma pueda oír, es menester que la imagen (hombre) se vuelva tan sorda a los
rugidos como a los susurros; a los bramidos de los elefantes furiosos, como al zumbido
argentino de la dorada mosca de fuego.
Antes que el alma sea capaz de comprender y recordar, debe estar unida con el Hablante
silencioso, de igual modo que la forma en la cual es modelada la arcilla lo está al principio
con la mente del alfarero.
Si tu alma sonríe mientras se baña en la luz del Sol de tu vida; si canta tu alma dentro de
su crisálida de carne y materia; si llora en su castillo de ilusiones; si pugna por romper el hilo
argentino que la une al Maestro, sabe, discípulo, que tu alma es de la tierra.
107
Esta tierra, discípulo, es la Mansión de dolor, en donde hay colocados a lo largo del
Sendero, de tremendas pruebas, diferentes lazos para coger a tu Yo, engañado con la ilusión
llamada «Gran Herejía».
Esta tierra, ¡OH, ignorante discípulo!, no es sino el sombrío vestíbulo por el cual uno se
encamina al crepúsculo que precede al valle de la luz verdadera; luz que ningún viento
puede extinguir; luz que arde sin pabilo ni combustible.
Dice la gran Ley: «Para llegar a ser conocedor del Yo entero, debes primeramente ser
conocedor del Yo». Para lograr el conocimiento de tal Yo, tienes que abandonar el Yo al
No-Yo, el Ser al No Ser, y entonces podrás tú reposar entre las alas de la Gran Ave. Sí, dulce
es el reposo entre las alas de aquello que no ha nacido ni muere; antes bien es el Aun a través
de las eternidades.
Tres vestíbulos, ¡OH fatigado peregrino!, conducen al término de los penosos trabajos.
Tres vestíbulos, ¡OH vencedor del Engañador!, te conducirán por tres diversos estados al
cuarto, y de allí a los siete mundos, a los mundos del Eterno reposo.
El nombre del tercero es Sabiduría, más allá del cual se extiende las aguas sin orillas de la
fuente inagotable de Omnisciencia.
Si quieres cruzar seguro el primer vestíbulo, haz que tu mente no tome por la luz del sol
de vida los fuegos de concupiscencia que allí arden.
108
Si pretendes cruzar sano y salvo el segundo, no te detengas a aspirar el aletargador
perfume de sus flores. Si de las cadenas kármicas quieres libertarte, no busques tu maestro
en aquellas mayávicas regiones.
Aquello que es increado reside en ti, discípulo, como reside en aquel vestíbulo. Si quieres
llegar a él y fundir los dos en uno, debes despojarte de las negras vestiduras de la ilusión.
Acalla la voz de la carne, no consientas que ninguna imagen de los sentidos se interponga
entre su luz y la tuya, para que así las dos puedan confundirse en una. Y tan pronto te hayas
persuadido de tu propia ignorancia, huye del vestíbulo de la Instrucción. Este vestíbulo, tan
peligroso en su pérfida belleza. Es necesario sólo para tu prueba. Cuidado, discípulo, no sea
que, deslumbrada por el resplandor ilusorio, se detenga tu alma y en su engañosa luz quede
presa.
Esta luz radiante emana de la joya del Gran Engañador, hechiza los sentidos, ciega la
mente y convierte al incauto en un náufrago desvalido.
Contempla las legiones de almas. Mira cómo se ciernen sobre el proceloso mar de la vida
humana, y cómo exhaustas, perdiendo sangre, rotas las alas, caen una tras otra en las
encrespadas olas. Sacudidas por los huracanes, acosadas por el furioso vendaval, precipítanse
en los regolfos y desaparecen abismada en el primer gran vórtice.
109
Si desde el vestíbulo de la Sabiduría pretendes pasar al Valle de Bienaventuranza, cierra
por completo tus sentidos, discípulo, a la grande y espantable herejía de separatividad que te
aparta de los demás.
No permitas que tu «nacido del cielo«, sumido en el mar de la ilusión, se desprenda del
Padre Universal; antes deja que el ígneo Poder se retire al recinto más interno, la cámara del
corazón y morada de la Madre del Mundo.
Entonces, desde el corazón, aquel Poder ascenderá a la región sexta, la región media, el
lugar situado entre tus ojos, cuando se convierte en el aliento del Alma una la voz todo lo
llena, la voz de tu Maestro.
Sólo entonces podrás tú convertirte en «Paseante del cielo», que con su planta huella las
auras sobre las olas, sin que a su paso los pies toquen las aguas.
Antes que puedas sentar el pie en el peldaño superior de la escala, la escala de los místicos
sonidos, tienes que oír la voz de tu Dios interno de siete modos distintos.
Suena el siguiente como el lamento melodioso del espíritu del océano aprisionado dentro
de su concha
El séptimo absorbe todos los demás sonidos. Estos se extinguen, y no se les vuelve a oír
más.
110
Cuando los seis han sido muertos y abandonados a los pies del Maestro, entonces el
discípulo está sumido en el UNO, se convierte en este UNO y en él vive.
Antes de entrar en aquel sendero, debes destruir tu cuerpo mental y purificar tu corazón.
Las puras aguas de eterna vida, claras y cristalinas, no pueden mezclarse con los cenagosos
torrentes del tempestuoso monzón.
La gota de rocío celeste que, acariciada por el primer rayo de sol matutino, brilla en el
seno del loto, una vez caída al suelo, conviértese en barro; mira: la perla es ahora una
partícula de cieno.
Lucha con tus pensamientos impuros antes que ellos te dominen. Trátalos como
pretenden ellos tratarte a ti, porque si, usando de tolerancia con ellos, arraigan y crecen,
sábelo bien, estos pensamientos te subyugarán y matarán. Cuidado, discípulo, no permitas
que ni aun la sombra de ellos se acerque a ti. Porque crecerá, aumentará en magnitud y
poder y entonces esta cosa de tinieblas absorberá tu ser antes que te hayas dado cuenta de la
presencia del monstruo negro y abominable.
Antes que el «místico Poder» pueda hacer de ti un dios. ¡OH, discípulo!, debes haber
adquirido la facultad de destruir a voluntad tu forma lunar.
El Yo material y el Yo espiritual jamás pueden estar juntos. Uno de los dos tiene que
desaparecer: no hay lugar para entrambos.
Antes que la mente de tu alma pueda comprender, el capullo de la personalidad debe ser
aplastado, y el gusano del sensualismo ha de ser aniquilado, sin resurrección posible.
Haz que tu alma preste oído a todo grito de dolor, de igual modo que descubre su
corazón el loto para absorber los rayos del sol matutino.
No permitas que el sol ardiente seque una sola lágrima de dolor antes que tú mismo la
hayas enjugado en el ojo del afligido.
111
Pero deja que las ardientes lágrimas humanas caigan una por una en tu corazón, y que en
él permanezcan sin enjugarlas, hasta que se haya desvanecido el dolor que las causara.
Estas lágrimas, ¡OH, tú, de corazón muy compasivo!, son los arroyos que riegan los
campos de caridad inmortal. En este suelo es donde crece la flor de la medía noche, la flor de
Buddha, más difícil de encontrar y más rara de ver que la flor del árbol vogay. Es la semilla
que libra del renacimiento. Pone al iniciado a cubierto de toda lucha y concupiscencia y le
guía a través de las regiones del Ser a la paz y beatitud conocidas únicamente en la región del
Silencio y del No-Ser.
Mata el deseo; pero si lo matas, vigila atentamente, no sea que de los muertos se levante
de nuevo.
Mata el amor a la vida; pero si lo matas, procura que no sea por la sed de vida eterna, sino
para sustituir lo pasajero con lo perdurable.
Ayuda a la Naturaleza y con ella trabaja, y la Naturaleza te considerará como uno de sus
creadores y te prestará obediencia.
Y ante ti abrirá de par en par las puertas de sus recintos secretos, y pondrá de manifiesto
ante tus ojos los tesoros ocultos en las profundidades mismas de su seno puro y virginal. No
contaminados por la mano de la materia, muestra ella sus tesoros únicamente al ojo del
Espíritu, ojo que jamás se cierra y para el cual no hay velo alguno en todos sus reinos.
Sólo existe una vereda que conduzca al sendero; sólo al término de ella puede oírse la
«Voz del Silencio». La escala por la cual asciende el candidato está formada por peldaños
de sufrimiento y de dolor: estos únicamente pueden ser acallados por la voz de la virtud. ¡Ay
112
de ti, discípulo, si queda un solo vicio que no hayas dejado atrás! Porque entonces la escala
cederá bajo tus plantas, y te precipitará: su base descansa en el profundo cenagal de tus
pecados y defectos, y antes que puedas aventurarte a cruzar este ancho abismo de materia,
tienes que lavar tus pies en las aguas de la Renunciación. Sé precavido, no sea que pongas un
pie todavía manchado en el peldaño inferior de la escala. ¡Ay de aquel que se atreva a
ensuciar con sus pies fangosos un escalón tan sólo! El cieno inmundo y pegajoso se secará, se
hará tenaz, pegará sus pies en aquel sitio, y como el pájaro cogido en la liga del cazador
astuto, quedará imposibilitado para un nuevo progreso. Sus vicios adquirirán forma, y le
arrastrarán hasta el fondo. Sus pecados levantarán la voz, semejante a la risa y al plañido del
chacal después de la puesta del sol; sus pensamientos se convertirán en un ejército y se lo
llevarán tras sí como a un esclavo.
Mata tus deseos, reduce tus vicios a la impotencia, antes de dar el primer paso en el
solemne viaje.
Ahoga tus pecados, enmudécelos para siempre, antes de levantar un píe para subir la
escala.
Aquieta tus pensamientos y fija toda la atención en tu Maestro, a quien todavía no ves,
pero a quien tú sientes.
Funde tus sentidos en uno solo si quieres estar seguro contra el enemigo. Por medio de
este sentido único, que está oculto en la concavidad de tu cerebro, es como puede mostrar-se
ante los ofuscados ojos de tu alma el escarpado sendero que a tu Maestro conduce.
Largo y penoso es el camino que tienes ante ti. Un solo pensamiento acerca de lo pasado
que dejaste en pos de ti, te arrastrará al fondo y tendrán que emprender de nuevo la subida.
Mata en ti mismo todo recuerdo de pasadas experiencias. No mires atrás, o estás perdido.
113
La rosa tiene que convertirse nuevamente en el capullo nacido de su tallo generador antes
que el parásito haya roído su corazón y chupado su savia vital.
El árbol de oro produce las yemas preciosas antes que la tormenta haya maleado su
tronco.
El discípulo ha de recobrar el estado infantil que perdió antes que el sonido primero
pueda herir su oído.
La luz del Maestro uno, la luz áurea e inextinguible cíe Espíritu, lanza desde el principio
mismo sus refulgentes rayos sobre el discípulo. Sus rayos pasan a través de las densas y
obscuras nubes de la materia.
Ora aquí, ora allí estos rayos la iluminan, de igual modo que a través del espeso follaje de
la selva los rayos del sol alumbran la tierra. Pero a menos de ser pasivos la carne, fría la
cabeza y el alma tan firme y pura como deslumbrador diamante, sus irradiaciones no
llegarán a lo más íntimo, sus rayos no calentarán el corazón, ni los místicos sonidos de las
alturas akásicas llegarán al oído del discípulo, a pesar de todo su entusiasmo, en el grado
inicial.
Cuando el discípulo ve y oye, y cuando huele y gusta teniendo cerrados los ojos, los oídos,
la boca y la nariz; cuando los cuatro sentidos se confunden y se hallan prestos a pasar al
quinto, al del tacto interno, entonces ha pasado él al grado cuarto.
Y en el quinto, ¡oh, matador de tus pensamientos!, todos éstos tienen que ser muertos de
nuevo, sin esperanza alguna de reanimación.
Aparta tu mente de todos los objetos externos, de toda visión exterior. Aparta las
imágenes internas, no sea que proyecten una negra sombra en la luz de tu alma.
114
Una vez hayas pasado al séptimo, ¡oh, tú, dichoso! no verás ya más el Tres sagrado,
porque tu mismo habrás venido a ser
Dicho Tres. Tu mismo y la mente, como gemelos en una línea, y la estrella que es tu
meta, ardiendo encima de tu cabeza. Los tres que moran en la gloria y bienaventuranza
inefables han perdido ahora sus nombres en el mundo de la ilusión. Se han convertido en
una estrella única: el fuego que arde, pero que no consume; aquél fuego que es la base de la
Llama.
¿En donde está tu individualidad? ¿En donde está el discípulo mismo? Es la chispa
perdida en el fuego, la gota en el océano, el rayo siempre presente convertido en la radiación
universal y eterna.
Tú eres su vencedor, el maestro del sexto, el expositor de los cuatro modos de verdad. La
luz que sobre ellos se difunde radia de ti mismo, ¡oh, tu, que fuiste discípulo y eres en la
actualidad Maestro!
¿No has vencido al Rey de los Engañadores en Ti, el pórtico de la asamblea, la verdad
segunda?
115
¿No has entrado en el «Sendero» que conduce al conocimiento, la verdad cuarta?
Y ahora reposa bajo el árbol Bodhi, que es la perfección de todo conocimiento; porque
sábelo, tú eres Maestro de éxtasis el estado de visión perfecta.
¡Mira! Tú has llegado a ser la Luz, tú te has convertido en el Sonido, tú eres tu Maestro y
tu Dios. Tú eres TU MIS MO, el objeto de tus investigaciones, la incesante VOZ que
resuena a través de las eternidades, libre de cambio, exenta de pecado; los siete sonidos en
uno, la voz DEL SILENCIO OM TAT SAT.
116
LA PRÁCTICA
EL DESEO DE PRACTICAR
Muchos de los que se convierten realmente en verdaderos estudiantes de Teosofía y en
trabajadores activos dentro de nuestra Sociedad, desean hacer algo más que estudiar
teóricamente las verdades que enseñamos. Desean conocer la verdad por experiencia
personal y directa y estudiar Ocultismo, con el objeto de adquirir sabiduría y el poder, que
sienten necesitar, para ayudar a los demás eficaz y juiciosamente, en vez de obrar a ciegas y a
la ventura.
Hoy por hoy, se ha de comer para vivir; así es que aconsejamos a los estudiantes
realmente celosos que tomen el alimento que tenga influencia menos pesada sobre su
117
cerebro y su cuerpo, y cuyo efecto de estorbar y retrasar el desarrollo de su intuición,
facultades internas y poderes sea el menor posible...
(C de T.- § XIII.)
EL VINO Y EL ALCOHOL
Son peores para el desarrollo moral y espiritual que la carne, porque el alcohol, en todas
sus formas, tiene una in fluencia directa, marcada y muy deletérea en la condición psíquica
del hombre. El uso del vino y los licores sólo es inferior como destructor del desarrollo de
los poderes internos, al uso habitual del hashish, del opio y otras drogas semejantes.
LA EDUCAClON
Consideremos esta cuestión de la educación desde un amplio punto de vista y os probaré
que con muchas de vuestras decantadas mejoras hacéis daño y no bien. Las escuelas para
niños pobres, aunque mucho menos útiles de lo que debían son buenas, comparadas con la
corrupción que lo rodea y que están condenados por la sociedad moderna. La infusión de
118
un poco de Teosofía práctica aliviaría cien veces más la vida de las masas pobres que sufren
que toda esa inútil cultura... Reconozco por completo la gran ventaja que hay para un niño
criado en las calles, jugando en el arroyo y viviendo entre la continua grosería de gustos y
palabras, al encontrarse diariamente en una escuela clara, limpia con cuadros y muchas veces
adornada con flores. Allí le enseñan a ser limpio, amable, ordenado; le enseñan a cantar y a
jugar; tiene juguetes que despiertan su inteligencia; aprende a servirse hábilmente de sus
manos; le hablan con una sonrisa en vez de hacerlo con una amenaza; le castigan o premian
con benevolencia, en lugar de maldecirle. Todo esto humaniza a los niños, activa sus
cerebros y los hace susceptibles a las influencias intelectuales y morales. Las escuelas no son
lo que podrían y debieran ser; pero comparadas con sus casas, son paraísos, y poco a poco
dejan sentir su acción en ellos. Mas si bien esto es cierto en muchas escuelas públicas, el
sistema, es peor que todo cuanto de él pueda decirse.
Debiera, ante todo, enseñarse a los niños la propia confianza, el amor a todos los
hombres, el altruismo, la caridad mutua y, más que nada, a pensar y razonar por sí mismos.
Reduciríamos el trabajo puramente de la memoria a un mínimum absoluto, y emplearíamos
el tiempo en el desarrollo y ejercicio de los sentidos, facultades y capacidades latentes
interinas. Nos esforzaríamos en tratar a cada niño como una unidad y en educarlo de modo
que produjese la manifestación más armoniosa e igual de sus poderes, para que sus aptitudes
120
especiales hallasen su completo y natural desarrollo. Aspiraríamos a crear hombres y
mujeres libres, libres intelectualmente, libres moral-mente, despreocupados bajo todos
conceptos y, sobre todo, antiegoístas. Y creemos que gran parte de esto, si no todo, podría
conseguirse con la educación teosófica conveniente y verdadera.
(C. de T. - § XIII.)
TEOSOFÍA Y MATRIMONIO
¿Debe casarse un hombre o permanecer soltero? Esto depende de la clase de hombres a
que hagamos referencia. Si se trata del que se propone vivir en el mundo, del que aun siendo
un sincero Teosofísta, un trabajador celoso de nuestra causa, todavía está ligado al mundo
por sus obligaciones y deseos; del que, en una palabra, siente que no ha concluido para
siempre con lo que los hombres llaman vida, y sólo desea una cosa: conocer la verdad y ser
capaz de ayudar a los demás. Entonces, digo, no hay motivo para que no se case si quiere
correr los riesgos de esa lotería en la que salen tan pocos números premiados. Supongo que
no nos creeréis absurdos y fanáticos hasta el punto de predicar también contra el
matrimonio; Por el contrarío, el matrimonio, salvo algunos casos excepcionales de
ocultismo práctico, es el único remedio contra la inmoralidad...
121
LA TEOSOFÍA
LA TEOSOFÍA NO ES EL BUDDHISMO
No, pues equivaldría a decir que todos los músicos son discípulos de Wagner. Algunos,
entre nosotros, pertenecen a la religión Buddhista; sin embargo, contamos entre nosotros
muchos más hindos y brahmanes que buddhistas, y más cristianos (europeos y americanos)
que buddhistas convertidos.
Nació el error de la mala interpretación del verdadero sentido del título de la excelente
obra de míster Sinnett, el Buddhismo esotérico, debiendo haberse escrito la palabra
buddhismo con una d en vez de dos, porque en ese caso esta palabra hubiese expresado la
idea del autor, o sea: Sabiduría (Borha, bodhi, «inteligencia», «sabiduría»), en vez de
122
Buddhismo, que significa la filosofía religiosa de Buddha o Gotama. La Teosofía, como ya se
ha dicho, es la Religión de la Sabiduría . ..
La ética teosófica es semejante a la enseñada por Buddha, porque aquella ética es el alma
de la Religión de la Sabiduría y ha sido en otros tiempos la propiedad común de los
iniciados de todas las naciones. Pero Buddha fue el primero en fundir esa ética sublime con
sus enseñanzas públicas y en hacer de ella la base y la ciencia misma de su sistema público.
En esto consiste la inmensa diferencia que existe entre el Buddhismo esotérico y todas las
demás religiones. Porque mientras en algunas de estas ocupan el ritualismo y el dogma el
primero y más importante lugar, la ética siempre ha sido Buddhismo lo principal.
Esto explica la semejanza, casi idéntica, que existe entre la ética de la Teosofía y la de la
religión de Buddha. . .
Hay una distinción muy grande entre la Teosofía y el Buddhismo esotérico, y es que este
último representado por la Iglesia del Sur, niega por completo: a) La existencia de deidad
alguna; y b) Una vida consciente post-mostem y hasta una individualidad consciente que
sobreviva en el hombre. Tal es, al menos, la doctrina de la Secta Siamesa, hoy considerada
como la forma más pura del Buddhismo esotérico. Es así, en efecto, si nos referimos
únicamente a las enseñanzas públicas de Buda, y daré más adelante el motivo de esa
reticencia de su parte. Pero las escuelas de la Iglesia Budista del Norte, establecidas en
aquellos países donde se retiraron los Arhats iniciados después de la muerte del Maestro,
enseñan todo lo que se conoce hoy día con el nombre de Doctrinas Teosóficas, porque
forman parte de la ciencia de los iniciados, pro bando así cómo fue sacrificada la verdad en
123
aras de la letra muerta por la ortodoxia demasiado celosa del Buddhismo del Sur. ¡Cuánto
más sublime, más nobles, más filosóficas y cien tíficas, aun en la letra muerta, son, sin
embargo, sus enseñanzas, comparadas con las de cualquiera otra iglesia o religión! Sin
embargo, la Teosofía no es el Buddhismo.
(C. de T. -§ I.)
¿CREEMOS EN EL ESPIRITISMO?
Si por «Espiritismo» os referís a la explicación que dan los espiritistas de algunos
fenómenos anormales, declaramos decididamente, en este caso, que no. Ellos sostienen que
todas esas manifestaciones son producidas por los «espíritus« de los muertos, sus parientes
generalmente, que vuelven a la Tierra según dicen, para comunicarse con los que han
querido o con aquellos a quienes les une el afecto. Negamos este punto en absoluto.
Afirmamos que los espíritus de los muertos no pueden volver a la Tierra –salvo en casos
raros y excepcionales de los que hablare más adelante–, ni tampoco se comunica; con los
hombres, excepto por medios enteramente subjetivos. Lo que aparece objetivamente es tan
sólo el fantasma del hombre «ex físico«. Pero creemos decididamente en el Espiritismo
psíquico o, por decirle así, «Espiritual». . .
No son las causas de tales manifestaciones tan simples como creen los Espiritistas.
Ante todo, el deus ex machina de las llamadas «materializaciones» es generalmente el
cuerpo astral o «doble» del riédium, o bien de otras personas presentes. También es ese
cuerpo astral el productor o fuerza activa en las manifestaciones de escritura sobre pizarras,
como las de «Davenport»...
Afirmamos que, siendo la chispa divina en el hombre una e idéntica en su esencia con el
Espíritu Universal, nuestro «Yo espiritual» es prácticamente omnisciente; pero que por los
obstáculos de la materia no puede manifestar su saber. Cuanto más desaparezcan esos
obstáculos; en otras palabras: CUANTO MAS SE PARALICE EL CUERPO FÍSICO
124
POR LO QUE TOCA A SU ACTITUD Y CONCIENCIA PROPIAS E
INDEPENDIENTES, como en estados de sueño profundo, PROFUNDO ÉXTASIS, o
también de enfermedad, más perfectamente podrá manifestarse el Yo interior en este plano.
Tal es nuestra explicación acerca de esos fenómenos de un orden elevado verdaderamente
asombroso, en los que se muestra una inteligencia y un saber innegables. En cuanto a las
manifestaciones de orden inferior, como los fenómenos físicos, las vulgaridades y charlas del
consabido «espíritu«, necesitaríamos (para explicar tan sólo nuestras más importantes
doctrinas con respecto a este punto), más tiempo y espacio del que podemos por ahora
dedicar al asunto. No es nuestro deseo intervenir en las creencias de los Espiritistas, como
tampoco en las demás creencias. El unus probandi debe recaer en los que creen en los
«espíritus», y actualmente los directores y los más inteligentes e instruidos entre los
Espiritistas, si bien convencidos aun de que las manifestaciones de orden, más elevado
tienen por causa las almas desencarnadas, son los primeros en confesar que no todos los
fenómenos son producidos por espíritus Llegarán gradualmente a reconocer la verdad
entera; pero, mientras tanto, no tenemos el derecho ni el deseo de convertirlos a nuestras
opiniones, tanto menos cuanto que, en los casos de manifestaciones puramente psíquicas y
espirituales creemos en la comunicación mutua del espíritu del hombre viviente con el de
las personalidades desencarnadas.
(C. de T. - § II.)
(C. de T. —§ XIII.)
125
LOS «ESPÍRITUS» TEOSOFISTAS
Los teosofístas creen en los espíritus tanto como los espiritistas, pero creen que son tan
diferentes en sus variedades como las tribus aladas en el aire.
La única diferencia entre los «espíritus« de otras sociedades, sectas o instituciones y los
nuestros, consiste en sus nombres y en los asertos dogmáticos con respecto a su naturaleza.
En aquellos a quienes los millones de espiritistas llaman los «espíritus de los muertos», en
quienes la Iglesia romana ve los demonios de Satanás, no vemos nosotros ni lo uno ni lo
otro. Los llamamos Dhyan Choanes. Devas, Pitris Elementales superiores e inferiores, y los
conocemos como los «dioses» de los gentiles, a veces imperfectos, nunca santos. Cada
orden tiene su sitio, su nombre, sus funciones, que la naturaleza le ha asignado, y cada
muerte es el complemento y la coronación de su propia esfera particular, lo mismo que el
hombre es el complemento y la coronación de su globo; de aquí que sean una necesidad
natural y lógica en el Cosmos.
TEOSOFÍA Y OCULTISMO
Puede un hombre ser muy buen Teosofísta, dentro o fuera de la Sociedad, sin ser, en
modo alguno, Ocultista. Pero nadie puede ser un verdadero Ocultista, sin ser Teosófico en
toda la extensión de la palabra; de otro modo no es más que un mago negro, consciente o
inconsciente.
Ya he dicho que un Teosofísta verdadero debe poner en práctica el ideal moral más
elevado; debe esforzarse en conocer la unidad con la humanidad entera, y trabajar incesante
mente para los demás. Ahora bien, si un Ocultista no lleva todo esto a cabo, obrará de un
modo egoísta para su beneficio personal; y si ha adquirido mayores poderes prácticos que los
que los demás hombres, por lo común se convierte, por esto mismo, en enemigo del mundo
y de los que le rodean, mucho más temibles que el simple mortal. Esto es claro...
126
No son las ciencias ocultas «aquellas ciencias imaginarias de la Edad Media que trataban
de la supuesta acción o influencia de cualidades Ocultas o poderes sobrenaturales, como la
alquimia, la magia, la nigromancia y la Astrología nos las describen las Enciclopedias»;
porque son ciencias reales influencia verdaderas y muy peligrosas. Enseñan la fuerza e
influencia secretas de las cosas de la Naturaleza, desarrollando y cultivando los poderes
ocultos «latentes en el hombre», dándole enormes ventajas sobre los mortales más
ignorantes. Buen ejemplo de ello es el Hipnotismo, hoy día ya tan común y objeto de las
indagaciones científicas, fue descubierto el poder hipnótico casi por casualidad, habiendo
preparado el camino el Mesmerismo. Hoy día un hipnotizador experimentado puede con su
poder hacer casi todo cuanto se le ocurra: desde obligar a un hombre a hacer el tonto
inconscientemente, hasta hacerlo cometer un crimen –a menudo, por medio de un
cómplice del hipnotizador y en beneficio de este último–. ¿No es este un terrible poder, si se
entrega en manos sin escrúpulos? Y, sin embargo, tened presente que esta no es más que una
de las ramas menores del Ocultismo...
(C de T. - § II.)
127
COMO DEBE COMPORTARSE EL TEÓSOFO FRENTE A
LAS IDEAS RELIGIOSAS.
El teósofo no cree en milagros divinos ni diabólicos. A través del tiempo puede sólo
obtener evidencias y juzgar de ellas por los resultados.
Para él no hay santos ni brujos, ni profetas ni angares, sino sólo adeptos u hombres
capaces de realizar hechos de carácter fenomenal, a quienes juzga por su palabras y
acciones. La única distinción que actualmente le cabe hacer a teósofo depende de los
resultados obtenidos según fueren beneficiosos o perjudiciales para aquellos sobre quienes el
adepto ejerció sus poderes. Además, el ocultista ha de prescindir de la arbitraria división que
los definidores religiosos hicieron de los hechos llamados milagrosos. Los cristianos, por
ejemplo, tienen el deber de considerar como santos a los apóstoles San Pedro y San Pablo, y
ver en Vimar el Mago y en Apolonio de Tiana nigromantes al servicio de potestades
diabólicas; pero también está obligado el ocultista, si quiere serlo de veras, rechazar toda
mira exclusivista en este punto. El estudiante de ocultismo no ha de profesar determinada
religión, si bien tiene el deber de respetar toda opinión y creencia para llegar a ser adepto de
la Buena Ley. No debe supeditarse a los prejuicios y opiniones sectarias de nadie y ha de
formar sus propias convicciones de conformidad con las reglas de evidencias que
proporcionen la ciencia a que se dedica. Si el ocultista profesa por ejemplo, el buddhismo,
considerará a Gotama Buddha, como el mayor adepto que haya existido, como la
encarnación del amor sin egoísmo, de la cavidad inmensa y de la moral purísima; pero verá
iluminado con la misma luz a Jesucristo, considerándole como otra encarnación de las
virtudes divinas Venerará la memoria del Gran Mártir, aunque no le crea Dios humanado
en la tierra y Dios de dioses en el cielo. Amará al hombre ideal por sus personales virtudes,
sin atender a encomios de fanáticos soñadores ni a dogmatismos teológicos. Creerá también
en la mayor parte de los milagros si los discierne de conformidad con las reglas de su ciencia.
Aunque rechace la palabra milagro, en su acepción teológica, o sea como suceso contrario a
128
las leyes de la naturaleza, lo considerará como una desviación de las leyes hoy conocidas, lo
cual es muy distinto. Por otra parte, el ocultista echará de ver desde luego en los Evangelios
muchos de tales hechos, de naturaleza divina, con la precaución de tomar algunos de ellos,
como, por ejemplo, el de enviar los demonios a una piara de cerdos, en un sentido alegórico
y no en el literal Esta debe ser la mira del legítimo e imparcial ocultista.
Los mismos musulmanes, que consideran a Jesús como un gran profeta y por tal le
respetan, dan con ello una hermosa lección a los cristianos que condenan la tolerancia
religiosa y llaman a Mahoma el falso profeta.
L A SOCIEDAD TEOSÓFICA
La Sociedad Teosófica se organizó en Nueva York en 1875. El objeto de sus fundadores
fue experimentar prácticamente los poderes ocultos de la naturaleza y recoger y diseminar
entre los cristianos informes y conocimientos acerca de las propias religiones de Oriente.
ES LA SUBLIMACIÓN DE LA TOLERANCIA
La Sociedad no posee una sabiduría propia que defender o enseñar. Es simplemente el
receptáculo de todas las verdades emitidas por los grandes videntes, iniciados y profetas de
las edades históricas y hasta prehistóricas, al menos de tantos como puede reconocer. Es, por
consiguiente, tan sólo el órgano por el cual los fragmentos de la verdad, que se encuentran
en las acumuladas enseñanzas de los grandes Maestros del mundo, son recogidos y expuestos
a los hombres.
(C de T. -§ IV.)
129
LOS GRANDES ENEMIGOS
El dogma y la autoridad fueron siempre azotes del género humano y los más violentos
enemigos de la luz de la verdad.
(D.S.—III, § XIV.)
PORVENIR DE LA TEOSOFÍA
Así como ha existido eternamente a través de los infinitos ciclos del pasado, así también
vivirá en el infinito porvenir porque Teosofía es sinónimo de VERDAD ETERNA.
(C. de T. — Conclusión.)
130
EL MUNDO SAGRADO
BOMBAY
La isla de Bombay, o de Mambai según la llaman los naturales, recibió tal nombre de la
diosa Mamba de Maharatu diosa que es Mahima o Amba, Mama y Amma según las diversas
formas dialectales, y cuyo significado literal es de la Gran Madre. Un Templo consagrado a
la diosa Mamba-Devi se alzaba, todavía no hace cien años, en el mismo sitio de la moderna
explanada. Sin reparar en gastos ni en dificultades, fue llevado más próximo a la ribera y del
fuerte frente a Balesh-wara, o sea al Señor de los, Inocentes«, uno de los infinitos nombres
del Dios Shiva.
Bombay es todo un archipiélago, cuyas islas más notables son Salseta, enlazada con
Bombay por un muelle; Elefanta, que se llamó así por los portugueses, merced a la roca de
su mole, tallada en forma de colosal elefante de unos treinta y cinco pies de largo, y
Trombay, cuya enhiesta roca se eleva novecientos pies sobre el mar, Bombay, a la cabeza de
las demás islas, parece en el mapa un enorme cangrejo fluvial, que extiende a lo lejos sus dos
patas, velando vigilante por sus hermanos menores. Entre dicha isla primordial y el
continente corre un estrecho brazo de río que se ensancha y se ciñe alternativamente,
destellándose en él entre ambas orillas, bajo un cielo que no tiene rival en el mundo. No sin
131
razón los portugueses que, andando el tiempo, fueron sustituidos por los ingleses, la
denominaban la Bona. Bahía, bahía que viajeros entusiastas compararon con el propio golfo
de Nápoles, pero, a decir verdad, se parecen entre sí como pueda parecerse un aristocrático
kuli a un mísero lazaron, pues el único parecido que puedan entre ambas tener en el que
tienen aguas en las dos.
(cap. I.)
BALESH-WARA
La sagrada leyenda del Balesh-wara refiere en efecto, que allí mismo permitió una vez
Rama, cuando pasaba desde Ayodya u Oudh, a Lanka o Ceilán, en busca de su esposa Sita,
robada por Ravana, el perverso rey. Créese firmemente por aquellos que Sakshman, el
hermano de Rama, estaba obligado a enviar diariamente a éste un nuevo lingham cada día
desde Benarés la santa, pero una tarde hubo de descuidarse en puntual cumplimiento de su
misión. Impaciente entonces Rama construyóse uno de arena, y cuando el consabido que
esperaba llegó de Benarés, fue éste puesto en el templo y dejado el otro allí en la orilla,
permaneciendo en tal estado siglos tras siglos hasta la llegada de los portugueses, contra
quienes hubo de sentirse el Lingham tan indignado por sus profanaciones, que alejóse mar
adentro para nunca más volver… un poco más allá del repetido templo se muestra el
estanque de Vanatistha o de «la punta de la flecha», porque se cuenta que al llegar allí
Rama tuvo sed y lanzó una flecha contra la roca, surgiendo así el estanque al punto. Antaño
los líquidos cristales del lago estaban rodeados de un alto muro, y hubieron de construirse
escalinatas para descender hasta su orilla y una serie de palacetes en mármol blanco para que
los habitasen los brahmanes divija o «dos veces nacidos».
Con ser la India el país más rico en leyendas, no hay una de estas en las ruinas, como en
las frondas y en los lagos que no estén fundadas en los hechos, si bien la grosera fantasía
popular las ha entenebrecido, echando de generación en generación un velo cada vez más
denso y tupido sobre ellos. Con cierta habilidad y paciencia, máxime si se tiene el auxilio de
132
algún brahmán instruido de quien haya uno captado la amistad y la suficiente confianza,
puede, no obstante, llegarse a descubrir la verdad histórica que la fábula desnaturaliza.
Por allí se encuentra, asimismo, el camino que conduce al templo parsi de los adoradores
del Fuego. En su ara manteniése perpetuamente encendido un fuego sagrado que consume
todos los días enormes cantidades de madera de sándalo y plantas aromáticas. Dicho fuego
encendiese hace trescientos años, y, desde entonces, luce inextinguible, no obstante, mil
desordenes, luchas sectarias y hasta guerras. Aquellos guébros, discípulos de Zaratustra o
Zoroastro, se sienten orgullosos con su templo, templo en comparación del cual parecen
pintarrajeados huevos de pascua las pagodas indias. Estas últimas están casi todas
consagradas al Hanuman, el dios-mono fiel aliado de Rama y también de Ghanesa, el dios
de la Oculta Sabiduría, o bien a uno de los dioses Devas. Veanse ellas en cada calle, con sus
dobles hileras de pipales o ficus religiosa de varios siglos de edad, árboles de los que ningún
templo puede carecer, puesto que constituyen la morada de los elementales y demás almas
pecadoras.
(cap. I.)
LA INDIA SE OCULTA
Muchos individuos de la Sociedad Teosófica han visitado la India misma y han
presenciado, por sí propios, las brujerías de los brahmanes y los fundadores de aquella
agrupación, convencidos de cuan crasilísima es la ignorancia moderna respecto del hombre
espiritual y anhelaban que se aplicase a los problemas metafísicos ese mismo método
comparativo, que tan buen fruto le diese a Cuvler en anatomía. Con ello los métodos
inductivo y deductivo unidos por Occidente pasarían de las regiones físicas al mundo
genuino de la psiquis. «De otro modo –decían– la Psicología quedará estancada y hasta
constituirá una rémora de las demás ciencias de la Naturaleza». Y no han faltado tampoco
ocasiones en las que la Fisiología occidental ha merodeado y cazado furtivamente en los
campos de los conocimientos puramente abstractos y metafísicos, fungiendo al par ignorar
133
por completo estos últimos, y pretendiendo, en vano, clasificar la Psicología entre las
llamadas «Ciencias positivas», no sin arrancarla previamente al lecho de Procrusto, donde
hoy yace, aunque vengándose con negar sus secretos a tan groseros atormentadores.
Añadamos que, en poco tiempo, la repetida Sociedad llegó a contar sus individuos, no
por cientos, sino por miles, pues en ella ingresaron bien pronto todos los «descontentos«
del espiritismo americano, en un tiempo en el que había en América doce millones de
espiritistas. Otras ramas de aquel tronco brotaron en Londres, Corfú, Australia, España,
Cuba, California, etc., y en cuantas partes se hacían nuevos experimentos, se afirmaba la
creencia de que los fenómenos en cuestión no eran causados únicamente por los espíritus.
Después se fundaron otras ramas en la India y en Ceilán. Los miembros buddhistas y
brahmanes llegaron en ellas a ser más numerosos que los europeos. Se formó una Liga
internacional y añadiese al nombre de la Sociedad el subtítulo de «La Fraternidad
Humana». Después de una cordial y activa correspondencia entre la Sociedad Teosófica y
la Arya-Samaj, fundada por el swami Dayanand, se fusionaron entre ambas asociaciones, y
entonces el Consejo Supremo de la rama de Nueva York, decidió enviar una delegación
especial a la India para estudiar sobre el terreno la antiquísima lengua en que se escribiesen
los Vedas, cuanto los manuscritos y fenomenología del yoguismo. El día 17 de diciembre de
1778, la Delegación, compuesta de dos secretarios y dos miembros del Consejo de la
Sociedad Teosófica, salió de Nueva York, deteniéndose unos días en Londres, y
prosiguiendo después a Bombay, donde desembarcó en febrero de 1879.
(Cap. I.)
LA SIMBOLOGÍA INDIA
País alguno de la antigüedad, ni siquiera el Egipto de los faraones, ha traducido como la
India los ideales del espíritu en formas objetivas con más gráfica mano y maestría más
artística. El panteísmo entero de la Vedánta se halla comprendido en el símbolo bisexual de
la diosa Ardhanári, Rodeada ésta por el doble triángulo o sello salomónico, denominado en
134
la India el signo de Vishnú, yacen a sus píes un león, un toro y un águila. En sus manos brilla
la luna llena que riela sobre las aguas de sus pies. La Vedánta, en efecto, ha enseñado durante
millares de años lo que sólo comenzaron a enseñar algunos filósofos alemanes a fines del
siglo XVIII y principios del XIX, o sea que todas las cosas del mundo objetivo, igual que este
mundo mismo, son mera ilusión: pura Maya, vagos fantasmas creados por nuestra
imaginación, pero desprovistos de más realidad que la que tener pueda el reflejo de la luz de
la luna reflejándose sobre las aguas. El mundo fenomenal igual que nuestras ideas acerca de
nuestro verdadero Yo, son tan sólo una reflexión, una sombra de cosas más excelsas. Por eso
el sabio verdadero jamás se deja engañar por tales apariencias ilusorias. El sabe harto bien
que ningún hombre alcanzará el verdadero conocimiento, ni se identificará con su supremo
Ego, sino después que sus elementos personales inferiores se sumerjan en el gran Todo,
convirtiéndose así en un Brahma inmutable universal, infinito. De aquí que miren al cielo
del nacimiento, de la vida y de la muerte como algo que es producto simplemente de la
ilusión imaginativa.
(Cap. III.)
ANTIGÜEDAD INDISCUTIBLE
El templo de Karli, por otra parte, está cuajado de nada hábiles trabajos en piedra, y los
brahmanes aseguran que este sagrado recinto no se vería tan abandonado si los hombres,
tanto de las generaciones pasadas, como de la actual, no fuesen realmente indignos de
visitarlo. En cuanto a Kankari y algunos otros templos hipogeos, no cabe duda alguna que se
deben a los budistas, porque en algunos de ellos se tropezaron inscripciones en perfecta
136
conservación, cuyo estilo en nada se asemeja a las construcciones simbólicas del
brahmanismo. El arzobispo Heber opina que el hipogeo de Kanari fue labrado en los siglos I
o II del cristianismo; pero Elefanta es mucho más antiguo y debe ser catalogado entre los
monumentos prehistóricos, como perteneciente a la época que siguió inmediatamente a la
gran guerra cantada en el Mahabharata. Por desgracia, respecto a la fecha de esta célebre
guerra no media acuerdo entre los científicos europeos, pues mientras que el sapientísimo
Dr. Martín Haug la cree antediluviana, el no me nos célebre y sabio profesor Max Müller la
coloca lo más cerca posible del siglo I de nuestra Era.
(Cap. III)
HISTORIA Y FABULA
Meros niños de pecho son los pueblos más antiguos de Europa respecto de las tribus
asiáticas, especialmente las de la India, y ante las gloriosas genealogías de los rajputs resultan
de ayer y las más antiguas noblezas europeas. Ellas constituyen al par los anales más veraces y
antiguos de todos los pueblos, al decir del coronel Tod, quien hubo de estudiar durante más
de cuatro lustros aquellas genealogías. Datan ellas, en efecto, de mil a dos mil doscientos
años antes de Cristo, y sus frecuentes referencias a autores griegos testimonian su
autenticidad. Tras larga y esmeradísima compulsa de las inscripciones epigráficas con el
texto de los Purunas, dicho autor formuló la conclusión de que los archivos de Oodeypore
(ahora inaccesibles al público), sin necesidad de otras fuentes de estudio, constituyen la
clave, tanto para la historia de la India en particular, como para toda la historia del mundo.
Por supuesto que el coronel Tod cuida muy bien de aconsejar, a diferencia de tantos
arqueólogos charlatanes que ignoran lo que es la India, que no se tome la historia de Rama,
de Krishna y de los cinco hermanos Pandúes del Mahabharata como meras alegorías
poéticas. Antes al contrario, quien medite atentamente acerca de estas pretendidas
leyendas, se convencerá de que sus fábulas no son sino vivos recuerdos históricos ya que las
comprueban los propios descendientes de estos héroes, sus tribus, sus ciudades antiguas y
137
sus monedas. Nadie puede aventurarse a juzgar, en definitiva, sin haber consultado como
aquél las inscripciones de las columnas de Purag, de Mevar y de Inda-Prestha, las de las rocas
de Junagur, Bijoli, Aravuri y demás antiquísimos templos jainos, esparcidos por la India, y
donde aparecen epigrafías numerosas en lengua hoy completamente desconocida, y en
comparación de la cual son meros juegos de niños los jeroglíficos egipcios.
(Cap. III.)
(Cap. IV.)
(Cap. IV.)
139
LOS TEMPLOS SEPULTADOS
No deja de ser harto extraña la circunstancia de que todos los hipogeos de la India se
hallen cobijados por cónicas rocas y montañas, cual si sus constructores hubiesen buscado
de intento a semejantes pirámides naturales. Semejante peculiaridad que ya tuve ocasión de
observar en Karlí, es exclusiva de la India. ¿Se trata, pues, de una mera coincidencia, u obe-
dece ello a una exigencia arquitectónica del remoto pasado aquel? Y en tal supuesto,
¿quienes son los originales y quienes los imitadores: los constructores de las pirámides de
Egipto, o esotros arquitectos de los hipogeos indostánicos? Lo mismo en los hipogeos que
en las cuevas, todo aparece sometido a la más rigurosa exactitud geométrica. En entrambos
casos las entradas se abren en la base, pero siempre a cierta altura sobre el exterior. Por otra
parte, nadie ignora que no es la Naturaleza la que copia del arte, sino que el arte trata
siempre de reproducir esta o la otra forma de las que nos muestra la Naturaleza, y si
expresadas semejanzas entre los respectivos simbolismos de la India y el Egipto no son sino
meras coincidencias casuales, hay que reconocer que son ellas demasiado chocantes por lo
extraordinarias. Es indudable que el Egipto ha tomado infinitas cosas de la India y que los
pocos hechos que acerca de los remotos Faraones ha podido descubrir nuestra ciencia, lejos
de contradecir tal teoría proclaman que la India fue la cuna de la egipcia raza, Allá en la
remota antigüedad Kalluka-Bhatta escribió en efecto: «Durante el reinado de Visvamitra,
primer rey de la estirpe de Soma-Vansha, tras cinco días de sangrienta batalla, Manú-Vena,
el he redero de tantos reyes gloriosos, fue abandonado por los brahmanes y tuvo que emigrar
con sus gentes, atravesando la Arya y la Barría para llegar, al fin, a las orillas de Masra».
Conviene no olvidar que Arya es la Persía o el Irán, y que Barria es el más antiguo nombre
de la Arabia, mientras que Masra es uno de los primitivos nombres del Cairo, desfigurado
por los musulmanes en el de Misro o Musr.
(Cap. IV.)
140
IMPERIO DEL RITO
¿Como puede un europeo concebir un país en el que las acciones más nimias de la vida
diaria estén sujetas todas a un rito religioso y que no puedan ellas ser ejecutadas sino al tenor
de un minucioso y rutinario programa?
Pues tal país es la India. En ésta los momentos más solemnes de la vida, tales como el
nacimiento, la pubertad el matrimonio, la paternidad, la vejez, la muerte, y además los
menesteres más corrientes de la vida, tales como las abluciones matinales, el vestirse, el
comer y lo que después sigue desde el primer vagido de la criatura hasta que ella lanza el
último suspiro, tiene precisión de ser ejecutado con arreglo al más estricto ritual
brahmánico, bajo pena de ser expulsado de la casa sacerdotal. Son los brahmanes a la manera
de los músicos de una orquesta en la que cada instrumento representase a una de tantas
sectas diferentes como hay en el país. Podrán tales instrumentos variar en timbre o en
naturaleza, pero todos obedecen ciegamente a una sola batuta. Esta batuta es la Ley o
Código de Manú, seguida por todos los brahmanes, cual quiera que sea el modo que tenga
su secta respectiva de interpretar los libros sagrados, y por más hostiles que sean entre sí al
enaltecer sus particulares deidades. Es, pues, dicho Código el punto central al que convergen
todos ellos, cual si tuviesen una sola mente; ¡y desdichado de aquel que con la más pequeña
nota discordante interrumpa el sinfónico acorde!, porque los ancianos consejeros vitalicios
de la casta y las subcastas, que existen en número indefinido, son unos gobernantes, más que
severos, inexorables. Contra el fallo de éstos no hay apelación, y la expulsión de un
individuo de la casta brahmánica es una verdadera calamidad de funestísimas consecuencias.
Ante la estrecha solidaridad de la casta, el excomulgado es mirado peor que un leproso cuyo
mero contacto es mortal Tamaña solidaridad sólo puede compararse a la que media entre
los discípulos de Loyola. Si los individuos de dos castas diferentes, por muy unidos que estén
por respeto o amistad, ni pueden casarse entre sí, ni comer juntos, ni aceptar recípro-
camente ni un vaso de agua u ofrecerse un hukah, ¿cuáles no serán las restricciones
impuestas respecto a la persona excomulgada? El desgraciado debe morir para todo el
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mundo, incluso para los de su misma familia; y su padre, esposa o hijos están estrictamente
obligados a volverle la espalda, so pena de ser excomulgados a su vez. Ni aun esperanza de
casarse pueden tener sus hijos, o hijas, por inocentes que se encuentren en el pecado de su
padre.
(Cap. VI.)
(cap. IX)
FASCINACIÓN INDIA
La India es el país de lo anticonvencional, lo inesperado y lo extraño. Todos los rasgos
característicos de su vida llevan un sello de originalidad contrario a cuanto puede
sospecharse El movimiento de cabeza de un lado a otro en todo el mundo significa no, pero
en la India no es sino un sí, el más enfático. Si a un indio se le pregunta cómo está su mujer o
cuántos hijos tiene; o si tiene hermanos, se sentirá ofendido, aunque se trate de un amigo
íntimo, de cada diez casos, en nueve. A un invitado no se le ocurrirá jamás el dejar la casa del
convite mientras su dueño no señale hacia la puerta, después de haber rociado con agua de
rosas a su huésped. Antes se quedaría éste allí sin comer nada ni hacer nada en todo el día,
para no ofender a su anfitrión marchándose sin su previa venia. Todo pugna en la India con
nuestros prejuicios occidentales. Y si los indios son extraños y originales, su religión lo es
más todavía. Tiene ella sus puntos obscuros, y los ritos de muchas de sus sectas son hasta
repulsivos. Los mismos brahmanes verdad están bien lejos de ser perfectos; mas, a pesar de
estas menudencias, posee la religión india algo tan profunda y misteriosamente irresistible
que atrae y subyuga hasta los tan poco fantaseadores ingleses.
(Cap, XII.)
144
GLOSARIO
La literatura teosófica moderna, es decir, la de los Teosofístas, de la Sociedad Teosófica,
emplea, generalmente, algunas palabras cuyo significado y sentido no son del dominio
público por proceder de diferentes idiomas y emplearse no siempre con el significado que en
su país de origen tienen.
Ahamkara.–Egoísmo.
Ain-Soph.–Sin forma, sin ser. En la Kábala vale tanto como el «Ser en su pura
indeterminación».
Akasha.–La materia del universo, algo así como el éter de la Física, atacada por Einstein,
que llena y puebla el mundo.
Astral.–Mundo astral es el mundo de los espíritus. Plano astral es el plano donde viven
los espíritus que esperan una en carnación. Astral equivale a proyección espiritual o
anímica. La presencia astral de un individuo es como su presencia en espíritu.
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existido antes de Gotama no está completamente precisado. Se dice que han sido tres, seis,
veinticuatro. Se ha sostenido que no ha existido más que un solo Buddha, y también que no
ha existido ninguno, siendo la palabra sólo la expresión de un estado superior de perfección
moral que puede llevar a quien lo alcanza al deseado Nirvana. La mejor exposición de la vida
y doctrina de Gotama Buddha puede verse en la preciosa obra de Paul Carus: El Evangelio
del Buddha, cuya versión, publicada no hace mucho (F. Beltrán, Madrid), ha merecido una
feliz acogida por él público docto; hasta el extremo de provocar un curioso movimiento en
pro de las enseñanzas del Mejor Amigo de los Hombres.
Deva.–Dios, deidad.
Devachan.–Se pronuncia Devachan. Morada de los dioses. Estado intermedio entre dos
vidas terrestres. La verdadera palabra es Devaloka. Devachan es realmente una palabra
inventada por Mme. Blavatsky, utilizando equivocadamente una palabra sánscrita y otra
tibetana para formarla.
Dhavana.–Concentración.
146
Dharma.–Ley. Norma. Es una traducción abusiva traducir el mote de los maharajas de
Benarés: Satyat masti para dharma, por No hay religión más elevada que la verdad, porque
la palabra dharma jamás puede tener el significado de religión.
Dhyana.–Meditación. Vigilancia.
Esotérica.–Oculto, interior.
Exotérico.–Público, exterior.
Gnosis.–Conocimiento.
Gurú.–Guía, Maestro.
Kama-Rupa.–La forma subjetiva creada por medio de los deseos. Una forma que
sobrevive a la muerte.
147
Karma.–Acción, obra, ley de acción, retribución, consecuencia de los actos antes
realizados y destino que de ellos se deriva. Eitel define el Karma: «Ese fruto moral (de cada
ser) que sólo sobrevive a la muerte y se continúa por la trasmigración». En el Angguttara
Nikaya Pancaka Nipata se dice: «Mi acción (karma) es mi propiedad, mi acción es mi
herencia, mi acción es la matriz que me ha llevado, mi acción es la familia a que pertenezco,
mi acción es mi refugio».
Mantra.–En plural se designa así a los versos de los Vedas que se emplean para las
fórmulas de encantamiento. En la literatura teosófica se emplea la palabra muchas veces
para indicar el valor y la palabra de poder.
Maya.–Ilusión.
Mayávico.–Ilusorio.
Pralaya.–Disolución.
Prana.–Principio vital.
148
Samadhi.–Éxtasis.
Sramana.–Asceta,
Tetragrama.–Las cuatro letras hebreas que sirven para trazar el nombre de Dios.
Upadhi.–Base, vehículo.
149