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Historia

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Estructura de la clase colonial

En Venezuela Colonial es posible distinguir por lo menos tres grupos étnicos originales como Blancos integrados por
peninsulares originarios de España, criollos nacidos en Venezuela descendientes de los primeros pobladores y
conquistadores y los llamados de orilla nativos de las Islas Canarias y sus descendientes. La población de origen
africano y sus descendientes capturados con violencia principalmente en la costa oeste de África y traídos con el
propósito de ser sometidos a esclavitud. Los indígenas o población aborigen americana y sus descendientes, quienes
ya se encontraban en estas tierras cuando llegaron los conquistadores españoles. Por último, los pardos, grupo
mayoritario de la población resultado de la mezcla entre los tres grupos originales mencionados anteriormente; con
diferentes categorías y denominaciones, tales como mestizos, mulatos, zambos, tercerón, cuarterón, salto atrás, entre
otros; lo más importante dentro de este grupo que tanto tenían de la población africana original, dentro de los pardos
existían serias contradicciones y grupos más o menos privilegiados según esa condición. Sin distinción todas las
personas pertenecemos a un grupo étnico, constituyendo un grupo muy extenso de personas determinado por
criterios étnicos de raza, cultura, lengua, creencias, entre otros. Resulta evidente la presencia de clases en Venezuela
Colonial, predominando las connotaciones de carácter económicas. Estas clases sociales conforman grupos cerrados,
enmarcados dentro de una base étnica estricta con muy poca o ninguna movilidad social. Dominio económico con
presencia de privilegios aristocráticos y nobiliarios. Una estructura social compleja de clases-castas con gran cantidad
de tensiones y rivalidades, manifiestos a través de profundas contradicciones y conflictos entre las clases sociales. La
sociedad colonial era un polvorín a punto de estallar dentro de la cual el estado metropolitano mantenía un precario
equilibrio.

CLASES SOCIALES EXPLOTADORAS O DOMINANTES Aristocracia Terrateniente Esclavista Dueños de tierras y esclavos,
recibían tierras e indígenas en Encomiendas, blancos criollos, conformaban una verdadera nobleza criolla, eran los
descendientes de los primeros conquistadores y pobladores, monopolizaban el poder político en los Cabildos de los
pueblos y ciudades. Comerciantes Blancos peninsulares, se encargaban del comercio colonial que era el sector
dinámico de la economía. Burocracia Colonial Blancos peninsulares ejercían todos los altos cargos del gobierno
colonial, virreyes, capitanes generales, regidores de la real audiencia, intendente, miembros del consulado, etcétera.

GRUPOS SOCIALES INTERMEDIOS Pequeños Propietarios y Comerciantes/ Artesanos/ Empleados Tenían negocios, se
ocupaban del comercio interno, tenían talleres, ocupaban cargos dentro de la administración. Eran blancos de orilla y
mestizos y reducidos grupos de mulatos e indígenas. En algunos casos acumularon importantes fortunas pero eran
marginados de cualquier privilegio por los criollos.

CLASES SOCIALES EXPLOTADAS O DOMINADAS Mano de Obra esclavizada/Mano de Obra sometida a


Servidumbre/Campesinos y Peones. Correspondían con los sectores sociales más pobres, desposeídos, miserables, sin
privilegios ni derechos, intensamente explotados y marginados, proporcionaban la mano de obra. Eran población de
origen africano, indígenas, mulatos y zambos

Esclavitud, rasismo y resistencia

La institución esclavista y la colonización de América Latina Contrario a lo que tradicionalmente se ha hecho creer,
-que la esclavitud se fundamenta en criterios de carácter racial, es decir, diferencias de tipo biológicas- la esclavitud
surgió en diversos escenarios socio-territoriales y se consolido como una institución universal en el mundo antiguo,
como una relación de clases sociales. La organización de la sociedad de forma jerárquica colocó a unos pocos en la
situación de poseedores de bienes, recursos y riquezas; y a otros muchos en condición de desposeídos, al ser privados
de la posibilidad de tenencia de aquellos definidos como “bienes escasos”, entre los cuales es posible considerar la
tenencia de la tierra y medios productivos. De esta forma aquellos poseedores de los recursos arbitrariamente
adquiridos (por medio del saqueo, hurto, apropiación, matanzas e invasiones), apelaron al sometimiento y sistemática
explotación de aquellos desposeídos en pro del mantenimiento, conservación e incremento de los recursos a través
del uso de la fuerza y coacción física, a lo que se llamaría esclavitud. Estos sujetos esclavizados por ser
económicamente “inferiores” laboraron en los diferentes ámbitos de producción sin remuneración económica, política
o socio-cultural alguna, siendo sometidos al trabajo a cambio de un precario y limitado sustento, solo el necesario para
el mantenimiento de su existencia y la continuidad del trabajo. A partir de esta dinámica se consolidó una economía
fundamentada en la explotación, dando paso a la institucionalización de una clase ociosa dependiente del trabajo
ajeno. El referido régimen esclavista nació en Mesopotamia, se desarrolló en Egipto, trasladándose después a India y
China, en occidente apareció en Grecia y más tarde en Roma donde alcanzó su máximo desarrollo, pues de acuerdo al
historiador Alemán Theodor Mommsen: En todos los Estados de la Antigüedad, el cáncer de la esclavitud roía las
fuerzas de la sociedad en proporción a su grado evolutivo, pues el poder y la riqueza de un Estado llevaban consigo
inevitablemente un aumento desproporcionado del número de esclavos (Mommsen en Naudon, 1987: 27). De
acuerdo a Patterson (1992) el sistema esclavista en la antigua Grecia se caracterizó por la reducción a esclavitud de los
deudores griegos que no podían cancelar sus deudas y, aún más, la nueva costumbre de vender al extranjero, como
esclavos, a los griegos endeudados. Ahora Esther Pineda G 239Sección General RELIGACIÓN Vol II • No. 5 • Marzo
2017 • pp. 237-254 bien, el sistema esclavista en Roma no fue muy distinto, pues para un agricultor plebeyo tener
deudas significaba perder sus tierras y convertirse en esclavo para la explotación de su mano de obra en los
latifundios. Los esclavos empleados en los hogares romanos eran en general bien tratados pero los explotados en los
latifundios arrastraban una existencia subhumana, marcados en la frente y encadenados, eran conducidos al trabajo a
latigazos, no teniendo ni un momento de reposo; motivo por el cual las rebeliones no se hicieron esperar: Desde el
siglo VI a.e.c. el gobierno romano tuvo que mandar tropas contra grupos de esclavos fugitivos que saqueaban los
campos. En tiempos de los Graco el problema cobró palpitante actualidad, estallando rebeliones esclavas en distintos
lugares. Durante el consulado de Mario, en tanto cimbrios y teutones amenazaban la existencia de Roma, los esclavos
de Sicilia aprovecharon la ocasión para sublevarse contra sus opresores (137-132 a.e.c), acaudillados por Euno. Cuatro
ejércitos romanos fueron vencidos, uno tras otro, durante casi siete años, hasta que reprimieron al fin la rebelión,
vengándose con crueldad: se dice que fueron crucificados no menos de 20 mil esclavos. Pero treinta años más tarde
estallaba otra sublevación similar, Encabezada esta vez por Salvio. Cuatro años necesitaron los romanos para
sofocarla, pereciendo casi todos los esclavos. Sin embargo, la insurrección de esclavos más grades y peligrosa que
conoció Roma no se produjo hasta el año 74 a.c. bajo la dirección del famoso gladiador Espartaco (Naudon, 1987: 27).
Durante la Alta Edad Media también existió la esclavitud; -no obstante, a diferencia de las sociedades antiguas- los
códigos germánicos prescribían la esclavización como pena de muchos delitos (violaciones de leyes o derechos).
Existen indicios de que la esclavitud era algo relativamente común, en especial en España, Italia y el Mediterráneo
Oriental, sin embargo, con frecuencia el proceso de invasión y esclavitud en América es presentado como un hecho
aislado, desvinculado de los procesos de invasión y el sistema esclavista antecesor. El sistema esclavista feudal
desarrollado principalmente en España, Italia y el Mediterráneo Oriental creó las condiciones por medio de las cuales a
partir del trabajo no remunerado de la gran mayoría -de la expoliación y latrocinio de sus tierras y recursos- se
erigieron imperios económicos, los cuales monopolizaron para sus límites territoriales y los miembros de su clase el
poder político, económico, social y cultural. Esclavitud, colonialismo y racismo discursivo en América Latina 240
RELIGACIÓN Vol II • No. 5 • Marzo 2017 • pp. 237-254 Los procesos bélicos entre las grandes potencias europeas
producidos principalmente por sus intereses expansionistas, tuvieron como consecuencia el declive económico de
estos países y la puesta en riesgo del sostenimiento de la monarquía como modelo político imperante. Es a razón de
ello que surge como alternativa la exploración de nuevos territorios con el objetivo de expandir sus espacios de
dominación y en búsqueda de inagotables tesoros prometidos a través de mitologemas transmitidos en la historia
mediante el relato oral y escrito. Es en este contexto que se desarrolla la ocupación violenta del continente americano,
el genocidio de los pueblos originarios como respuesta a la resistencia ejercida, y la posterior penetración del
continente africano -previamente constituido en área de influencia de los imperios europeos- para trasladar también
de manera violenta a la población africana, quienes se convertirían en la mano de obra a explotar en el continente
americano para la expoliación de los recursos que permitirían mantener el imperio europeo. Este genocidio de los
pueblos indígenas originarios de América y de los pueblos de África, aunada a la esclavización de estos últimos,
requirió una justificación para su ejercicio y puesta en práctica por parte de los colonos esclavizadores; se hizo
necesaria la diferenciación, la construcción de otredades, los “otros” indígenas, los “otro” africanos, que desde la
perspectiva colonial fueron desprovistos de humanidad y por tanto de capacidades éticas, intelectuales, morales,
relacionales y organizativas. A lo largo del proceso histórico social de la humanidad, han sido múltiples y diversas las
explicaciones que se han intentado dar para comprender el fenómeno del racismo y la discriminación racial, uno de los
argumentos señalados con más énfasis han sido aquellos de carácter biológico; sin embargo, este hecho puede
explicarse como consecuencia de relaciones económicas ligadas a un modo de producción específico, es decir, como
lucha de clases, en el contexto de una infraestructura económica, condicionante de una dinámica social antagónica y
desigual. Como bien afirmase Eric Williams (2011) la esclavitud en el Caribe ha sido estrechamente identificada con «el
negro», dando así un giro racial a lo que, básicamente, constituye un fenómeno económico; sin embargo, la esclavitud
no nació del racismo, por el contrario, el racismo fue la consecuencia de la esclavitud pues, las diferencias raciales
hacían más fácil justificar y racionalizar la esclavitud negra: Esther Pineda G 241Sección General RELIGACIÓN Vol II •
No. 5 • Marzo 2017 • pp. 237-254 He aquí, pues, el origen de la esclavitud de los negros. La razón era económica, no
racial; no tenía nada que ver con el color del trabajador, sino con los bajos costes de su trabajo. Comparado con el
trabajo de los indios y de los blancos, el del esclavo negro era eminentemente superior. (…) Los rasgos del hombre, su
cabello, color y dentadura, sus características «sub-humanas», tan ampliamente comentadas, fueron sólo las
posteriores racionalizaciones que se emplearon para justificar un simple hecho económico: que las colonias
necesitaban trabajo y recurrían al trabajo de los negros porque era el más barato y el mejor (Williams, 2011: 49). Los
pueblos originarios de América y África fueron considerados inferiores, salvajes, amenazadores, con lo cual se justificó
su dominio y explotación. Ahora bien, contrario a la concepción generalizada y transmitida en las diferentes etapas del
proceso histórico social, la racialización, inferiorización y supeditación colonial no fue superada con la abolición de la
esclavitud en América, por el contrario, se legitimó y naturalizó a través de otros espacios, discursos y mecanismos.
Como afirma Wade (2000) este proceso de racialización ha atravesado tres grandes momentos históricos y contextos
sociales que han favorecido su mantenimiento, entre estos: 1.La etapa de naturalización de las diferencias, 2.La era del
racismo científico, 3.La etapa de construcción social de la raza que enfatiza aspectos culturales, económicos y políticos.
De este modo, los múltiples y diversos agentes socializadores y aparatos ideológicos entre los que destacan el
pensamiento religioso, filosófico y científico, contribuyeron a trasladar la discriminación racial desde la dimensión
económica -que constituyera su génesis- hacia los diferentes ámbitos de la vida social; estos hechos en su conjunto
sentaron las bases para la construcción, legitimación, propagación y mantenimiento del racismo en la sociedad
contemporánea.

Resistensia

Los pueblos indios, pese a la profunda y duradera destrucción provocada por la conquista y pese al intenso proceso de
aculturación a que se les somete, conservan cierta capacidad de resistencia y desde el inicio de la colonización
expresan su protesta y su rechazo a la dominación colonial. Los mecanismos de defensa fueron variados, desde la
resistencia pasiva o la simple huida hasta la rebelión armada, o también la adaptación, siquiera aparente, fórmula
escogida, por ejemplo, por los indígenas de la península de Santa Elena (Ecuador), que adoptan muy pronto la lengua y
la indumentaria españolas pero mantienen sus costumbres y una relativa independencia en sus pueblos. Pero al
margen del rechazo a la integración manifestado por los indios de algunas áreas (norte de México, centro de Chile)
que resistieron a la conquista durante mucho tiempo, casi hasta el fin de la época colonial, entre los indios sometidos
pocas veces la resistencia llegó a plasmarse en un verdadero movimiento de masas, aunque son frecuentes los
motines espontáneos, muy localizados y de corta duración, dirigidos casi siempre contra los corregidores o los curas,
como la rebelión de los zendales, en Chiapas (1712) o la de Jacinto Canek en Quisteil, Yucatán (1761). Hay también, sin
embargo, verdaderas rebeliones indígenas con fuerte impacto en la vida económica y social de la región en que se
producen, como la de Juan Santos Atahualpa en la provincia de Tarma (Perú), a partir de 1742. El caso paradigmático
lo proporciona la sublevación de Túpac Amaru, una impresionante conmoción armada que, al coincidir en el tiempo
con otros dos grandes levantamientos de masas (Túpac Catari en Bolivia y los comuneros del Socorro en Colombia),
puso en serio peligro el sistema colonial español: como años después diría Godoy, fue una "gran borrasca" que barrió
toda Suramérica. La rebelión tupamarista reviste una importancia especial por la personalidad de su jefe, por su
extensión y su arraigo, pero sobre todo por sus objetivos: supresión de gravámenes y explotación (aduana, alcabalas,
repartos forzosos de mercancías), eliminación de formas de trabajo degradantes (mitas, obrajes), ruptura con España y
restauración del poder inca bajo nuevas formas, manteniendo la religión católica (coronación de Túpac Amaru como
"José I, por la gracia de Dios Inca Rey del Perú..."), y unión de todos los peruanos (los paisanos, sin distinción de razas)
en contra de los europeos intrusos. Se trata, pues, de un programa utópico, especialmente en su apelación a la
solidaridad y la unidad peruana, incluyendo a los amados criollos, que desde luego no se unieron al movimiento sino
que lo combatieron. La rebelión tupamarista comenzó el día 4 de noviembre de 1780, con la detención del corregidor
de Tinta, Antonio de Arriaga, que seis días después es ejecutado públicamente en la plaza de Tungasuca. A partir de
este momento, y desde su epicentro en la provincia de Tinta, la rebelión se expande con gran rapidez tanto hacia el
norte (hasta el Cuzco) como hacia el sur, llegando hasta el lago Titicaca para penetrar finalmente en territorio de
la Audiencia de Charcas, hoy Bolivia. Se movilizan decenas de miles de personas, tanto por parte de los rebeldes como
de las autoridades coloniales, siendo los principales hechos de armas la batalla de Sangarará (18 de noviembre), el
asedio del Cuzco (del 28 de diciembre al 6 de enero de 1781) y la batalla de Tinta (6 de abril), que supone la derrota y
captura de Túpac Amaru (por la traición de uno de los suyos) y otros jefes rebeldes. Tras el correspondiente juicio, el
visitador José Antonio de Areche dicta la sentencia (15 de mayo) condenando a muerte a José Gabriel, su esposa, su
hijo mayor y otros reos, todos los cuales son ejecutados en la plaza del Cuzco el día 18 de mayo de 1781. Comienza
entonces la segunda fase del movimiento tupamarista, que será mucho más sangrienta que la primera y se prolongará
durante todo el año 1781, bajo el liderazgo de Diego Cristóbal Túpac Amaru (primo hermano de José Gabriel),
extendiéndose hasta el norte de Argentina y Chile y enlazando en el altiplano boliviano con la rebelión de  Túpac
Catari (Julián Apasa Sisa, el más importante caudillo indígena altoperuano, que será ejecutado el 13 de noviembre de
1781). Sucesos notables de esta etapa son la conquista de Sorata y el prolongado y penoso asedio de la ciudad de La
Paz. Finalmente, los rebeldes aceptan el indulto general ofrecido por el virrey y el 11 de diciembre de 1781 se firma el
tratado de paz, que a comienzos de 1783 será violado por las autoridades coloniales al ordenar, con el pretexto de
"nueva sublevación", la detención y posterior ejecución de los principales protagonistas de los sucesos anteriores,
incluido Diego Cristóbal el 19 de julio de 1783. Termina así la gran rebelión iniciada en noviembre de 1780, aunque
durante mucho tiempo continuará el gran miedo de españoles y criollos ante las masas indígenas, miedo que
contribuirá a reforzar el conservadurismo político de los peruanos.

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