Wolton Dominique - Las Nuevas Tecnologías, El Individuo y La Sociedad
Wolton Dominique - Las Nuevas Tecnologías, El Individuo y La Sociedad
Wolton Dominique - Las Nuevas Tecnologías, El Individuo y La Sociedad
Dominique Wolton*
Una cosa es segura: no hay «progreso» entre estas dos formas de comunicación, las
dos son útiles y, fuera de los ámbitos para los cuales una de las dos está más adaptada,
pronto nos daremos cuenta de que la elección entre las dos depende mucho de la
naturaleza de los servicios y de las preferencias de los individuos, sin que haya ninguna
jerarquía en esta elección. Preferir el ordenador a la televisión no es una prueba «de
inteligencia» o de una mayor «amplitud de espíritu». Por el contrario, preferir leer el
periódico a mirar la televisión tampoco es la prueba de que uno está menos adaptado o es
menos curioso que aquel que pasa horas delante de su terminal. No existe ninguna
jerarquía entre estas dos formas de comunicación, que dependen en realidad de los
soportes, contenidos y preferencias de unos y otros, lo que evidentemente no quiere decir
que, desde el punto de vista de una teoría de la comunicación, las dos sean equivalentes.
Desde hace quince años, las nuevas tecnologías se benefician de una enorme
publicidad, como ninguna otra actividad social, política, deportiva o cultural.
Paradógicamente, casi nadie osa criticarlas, ni plantear la cuestión de si, por una parte,
merecen este sitio en el espacio público y, por la otra, significan un progreso en este punto
indiscutible al cual, permanentemente, reclamamos la imperiosa necesidad de
*
En: Wolton, Dominique, Internet, ¿y después?: una teoría crítica de los nuevos medios de comunicación.
Capítulo 3. Barcelona: Gedisa, 1999. pp. 93-130.
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En todo caso, esta identificación del progreso con las nuevas tecnologías está
omnipresente en los discursos de los políticos, de los medios de comunicación y de las
élites. Por otra parte, es porque todos van en el mismo sentido por lo que estos discursos
tienen un impacto tan fuerte. Hablan de la «revolución de Internet» y afirman doctamente
que la sociedad del mañana está en los teclados. En la realidad, las cosas son mas
complicadas, puesto que incluso si, desde el otoño de 1998, nos felicitamos fervorosamente
por el millonésimo internauta francés, esta cifra continúa siendo ínfima en relación a los
catorce millones de usuarios del teléfono móvil y a los veintitrés millones de televisores. Así
que la realidad es mucho menos «multimedia» de lo que los discursos afirman, pero es
cierto que es omnipresente este discurso de modernización, su carácter obligado, su
rechazo de la menor objeción y esta llamada constante a la juventud.1
1
Esto se explica, sin duda, más por argumentos económicos que educativos: el 80% de programas para gran
público vendidos son juegos (Libération, 16 de agosto de 1998).
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Sin duda, el correo electrónico y las funciones anexas de tratamiento de texto son las
aplicaciones más seductoras. Escribir, intercambiar, almacenar y borrar, sin límite, sin
esfuerzo, contínuamente, fuera de las obligaciones del tiempo y del espacio, constituyen el
principal triunfo de los sistemas automatizados. Sin duda alguna, tanto los resultados como
la autonomía son los que seducen. Cada uno hace lo que quiere y cuando quiere: ni Dios ni
profesor. N os encontramos en el corazón del ideal individualista liberal. El individuo entra y,
fuera de toda estructura, puede desarrollar libremente su competencia, asegurar su destino,
instruirse, intercambiarse mensajes o conocer gente.
El progreso es real también por el acceso a las bases de datos. Acceder, escoger,
circular uno mismo y crearse su propia información permite no sólo ganar tiempo, sino
también acceder a «reservas» de conocimientos totalmente imprevistos. Indudablemente,
hay una apertura para el gran público en algunos servicios documentales. Resulta a la vez
práctico y directo. Es evidente que, para muchas profesiones, el acceso a los bancos de
datos necesarios para la evolución de las profesiones es una ventaja. Es cierto que los
científicos, los juristas, los médicos, en resumen, todos los profesionales enfrentados a una
evolución rápida de los conocimientos y que están obligados a reciclarse pueden encontrar
allí fuentes documentales. El límite está en la competencia. El acceso a «toda la
información» no sustituye la competencia previa para saber qué información pedir y qué uso
hacer de ella. El acceso directo no suprime la jerarquía del saber y de los conocimientos.
Hay algo de fanfarronada en el hecho de creer que uno se puede instruir sólo con tener
acceso a las redes.
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Otro aspecto positivo concierne al hecho de que las nuevas tecnologías satisfacen
una necesidad de actuar. Es el do it yourself3 que encontramos en todas las esferas de la
vida práctica. Esta necesidad de actuar y esta capacidad de interacción que caracterizan a
los individuos de la sociedad moderna encuentran allí un territorio cada vez más valorizante
que concierne al saber, a la documentación y al conocimiento. Está claro que el acceso a las
mismas máquinas no reduce las desigualdades sociales, sino que les da a algunos, al
menos, el sentimiento real de que hay posibilidades de cortocircuito. Esto reabre el juego
social y es indispensable para cada generación para compensar esta otra percepción, por
otra parte tan real, de «que con la crisis es imposible conseguido».
Más aún, los nuevos medios de comunicación animan la capacidad de creación. Hay,
en efecto, una imaginación y una creación cultural vinculada a la Red, que retorna un poco
la cultura de los cómics, las imágenes de la televisión, la velocidad y las etiquetas y se
interesa por descubrir otra escritura. Internet, después de la televisión y de la radio en su
momento, lanza de nuevo una imaginación, una búsqueda de estilos y de formas que
expresan la modernidad. Estas tecnologías son, a la vez, los vehículos de las otras formas
de cultura y de los lugares de creación de la cultura contemporánea. Si es necesario no
confundir nueva tecnología y nueva cultura, tampoco podemos señalar que este nuevo
soporte facilite una expresión cultural y unos lenguajes todavía en proceso de gestación, ya
que todavía es demasiado pronto para saber si al final supondrán una ruptura cultural
importante.
Los puntos a los que acabamos de hacer referencia explican el interés que el
multimedia tiene, particularmente, por la juventud. Por otra parte, ésta también encuentra en
las nuevas tecnologías un modo de distinguirse de la era de los adultos, simbolizada por el
reino de la televisión. Pero la voluntad de distinción es, sin duda, menos fuerte que la
sensación de participar, por medio de las nuevas tecnologías, en una nueva aventura. No
sólo la historia no ha terminado, sino que el multimedia abre otra historia de la
comunicación, del trabajo, de las relaciones personales y del servicio. Todo se abre de
nuevo, todo puede rediseñarse, todo es posible por poca imaginación que tengamos, y esto,
ya lo hemos visto, sin el peso de la jerarquía social. «Delante del ordenador, todo el mundo
es igual.» Ya no hay jerarquías a priori. Por otro lado, este hecho explica el aumento de las
3
La sede Geocities, que permite a los internautas confeccionar sus páginas personales, también ha entrado en
la Bolsa de Valores. Se trata de una ciudad virtual que agrupa dos millones de internautas (Libération, 14 de
agosto de 1998).
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utopías que rodean desde hace medio siglo el desarrollo de las tecnologías de información.
Regularmente, algunos autores ven en ellas las condiciones de emergencia de una nueva
sociedad en red, libre y solidaria, que permita finalmente el nacimiento de una nueva cultura.
El espíritu de aventura se desdobla en este caso en una utopía igualitaria y en una utopía
social. ¿Qué otra actividad, en efecto, puede pretender hoy en día reunir estas tres
características: capacidad de invención, apertura a todos y una débil presencia de las
barreras sociales y culturales?
La Red como soporte de una nueva solidaridad mundial se encuentra, por otra parte,
en el corazón de un gran número de coloquios, obras y proposiciones políticas y culturales.
¿Por qué no encontrar en esta red mundial la ocasión de una nueva solidaridad, de una
nueva conciencia? En un mundo con falta de utopías, donde la caída del comunismo no ha
hecho más que confirmar la victoria de un capitalismo que sólo propone una sucesión
imprevisible de crisis y de fases de expansión, ¿por qué no buscar otros principios de
solidaridad? ¿Por qué no intentar hacer algo? Después de todo, la globalización económica
se impone con tanta fuerza y tanta angustia y sabemos cuánto más interdependientes y
frágiles hace a unos y a otros, que hay algo de tranquilizador en encontrar en los sistemas
de información automatizada la base de una nueva solidaridad mundial. ¿En nombre de qué
lucidez histórica se pueden rechazar estas búsquedas y utopías, cuando recordamos por
cuáles otras utopías muchas generaciones de este siglo se han matado entre ellas?
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El contenido de la Red
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A continuación, las aplicaciones de tipo ocio: juegos interactivos en red y, sin duda
dentro de poco, el vídeo (que, por el momento, teniendo en cuenta las presiones
tecnológicas, continúa en estado embrionario). Cuando se haya realizado la unión técnica
entre el audiovisual, las telecomunicaciones y la informática, sin duda alguna este ámbito no
tendrá límites.
4
De hecho, por su historia y por sus usos, algunos de estos servicios, y en particular Usenet (los fórums),
heredan una concepción de la comunicación que será interesante analizar. Los fórums, por ejemplo, constituyen
a veces espacios de discusión regulados por normas votadas democráticamente: se establece una concepción
normativa de la comunicación, conocida con el nombre de «Netiquette». Pero es casi imposible saber la
proporción de usuarios que respetan estas normas.
5
Retorno en este punto los análisis que mostré en dos textos aparecidos en 1980: «Systemes d'information
cherchent besoins. Non solvables s'abstenir», en lnformatisation et société, tomo 4, La Documentation française,
1980, y «Les besoins d'information: la bouteille a l'encre», en Les Enjeux culturels de l'informatisation, La
Documentation française, 1980. Publicados hace casi veinte años, estos textos demuestran (tan necesario es)
que la Red no constituye una novedad revolucionaria e impensable. Desde el punto de vista del análisis de los
objetivos fundamentales, los datos ya estaban allí, aunque en aquella época no se preveían algunas mutaciones
intervenidas después (aumento de las capacidades de cálculo, miniaturización, bajada de precios, interconexión
de servicios...). Todo esto para decir que, en materia de análisis de las tecnologías, sean o no de comunicación e
incluso si resultan fascinantes, es posible mantener un discurso distinto al discurso tecnológico.
6
Una multitud de creaciones individuales (páginas personales, sedes y actividades experimentales o artísticas,
fuente de inspiración más o menos libre o francamente colegial, etc.) rebosa la Red. Este marco caótico
merecería un completo análisis aparte, del que veríamos surgir un espacio híbrido que agrupara las cuatro
categorías que caracterizan las sedes institucionales.
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La red de ferrocarriles franceses. (N del T.)
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Los proveedores potenciales son, por otra parte, numerosos, y compiten por la
captación de estos nuevos mercados. Encontramos evidentemente la prensa escrita y
radiotelevisiva que, hasta hoy, tiene el monopolio de la información, pero también las
editoriales interesadas en la diversificación de su actividad, así como las casas de discos y
empresas de todo tipo especializadas en la entrega de informaciones y programas
culturales, audiovisuales o informáticos bajo la forma de CD-Rom o de otros soportes
existentes.
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La característica es, en efecto, esta oferta que, en conjunto, supera la demanda del
gran público. Es cierto: existe una demanda de públicos especializados, aunque en
proporciones más limitadas. Esto explica las contorsiones formidables para tratar de suscitar
esta demanda y, sobre todo, para legitimarla; esto hace que resurja el viejo tema de las
«necesidades» por satisfacer, puesto que es a partir de la constatación de que «en las
sociedades desarrolladas, las necesidades de información y de comunicación no paran de
crecer», que se legitimiza el nuevo mercado de la Red. Los hombres siempre han tenido la
necesidad de comunicar y de establecer relaciones unos con otros. Estas necesidades
crecen con el nivel sociocultural y la red doméstica permite acceder a informaciones de
género y naturaleza diferentes. ¿Quién se alzaría contra el progreso?
La novedad de Internet es que promueve el interés por las aplicaciones fuera del
trabajo, a una escala de masas, y en un espacio, la vida privada, donde hay poca costumbre
de ser solicitado por un conjunto tecnológico integrado que ofrece servicios nuevos. Esto
explica el segundo aspecto del discurso de promoción, relacionado con una representación
simple de la sociedad: el de una sociedad de comunicación relativamente integrado, lo que
no significa que no haya diferenciación social, sino en todo caso sin demasiados conflictos
aparentes, y de donde emerja fácilmente esta demanda de servicios y de informaciones que,
milagrosamente, encuentra en la Red los elementos de respuesta que busca cada uno de
los miembros. Al final, bastaría con que existiera en cada hogar una terminal inteligente para
que la mayor parte de las necesidades de información, de servicios, de transacciones, de
comercio y de Conocimientos fueran satisfechos.. .
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La dificultad proviene, una vez más, del contraste entre dos escalas de tiempo, la del
cambio tecnológico (unos veinte años) y la de los comportamientos sociales, mucho más
difícil de constituirse.
Así pues, nos imaginamos las diferencias que existen entre esta concepción de la
información y la que está al principio de estos nuevos servicios del multimedia. En un caso,
se trata de un proceso histórico, conflictivo, cuya legitimidad está relacionada con un
sistema de valores. En el otro, se trata de una concepción mucho más instrumental y, sobre
todo, económica. Dicho de otro modo, la presentación de nuevos servicios como la
prolongación de los servicios de información-prensa no es evidente. En el primer caso,
hablamos de política y de valores; en el segundo, de economía y de intereses. Por el
momento, las necesidades que cubre la informática doméstica son, por lo tanto, bastante
diferentes a lo que entendemos, en general, por «información». Esto no indica la ausencia
8
Una encuesta realizada en Francia, Alemania e Inglaterra ha estudiado el perfil del usuario europeo del
buscador Yahoo. Éste se sitúa en la franja de edad entre los veinticinco y los cuarenta y cuatro años, es
mayoritariamente de sexo masculino y se sitúa en las categorías socioprofesionales superiores. Viaja
frecuentemente en avión, posee uno o dos coches, es propietario de su residencia principal y tiene cartera de
valores inmobiliarios (Ressources, 26, Ovarep, 1997).
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de vínculos, sino que significa que no es posible la justificación del desarrollo del multimedia
a través de una «teoría de las necesidades», que es prematura, a menudo ligera y tiende a
hacer creer en una complementación natural entre los diferentes tipos de información.
Por otra parte, las necesidades actualmente anticipadas lo son por un sector muy
pequeño, y se trata, la mayoría de las veces, de necesidades de automatización de lo que
existe o de sus prolongaciones. De ahí el modelo implícito del mobiliario moderno urbano,
de un cierto nivel socio cultural. Es en relación a este marco de vida, a sus problemas y
aspiraciones que, por otro lado, se imaginan los futuros servicios; y además, con un
desplazamiento del uso profesional al uso privado. En efecto, las primeras aplicaciones de
teleinformática han sido concebidas en el marco profesional (ofimática, videoconferencia,
correo...) antes de ser enfocados hacia el espacio privado. Ahora bien, ¡el marco profesional
en el que se desarrollan estos servicios es particular por sí mismo! Se trata de sectores de
tipo terciario, que trabajan en grandes organizaciones, manejan informaciones y viven en
grandes ciudades. Aquí no hay nada que criticar, salvo que este modelo corre el riesgo de
ser transportado a una escala de masas... ¡dado que aquellos que experimentan estos
servicios pertenecen a menudo a los mismos sectores que quienes los han concebido!
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Una vez más, sería preciso razonar caso por caso para evitar las generalizaciones y
la tiranía de un cierto modelo de vida «moderna» muy criticable, pero demasiado a menudo
llevado adelante.
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El problema no es, en efecto, que algunos tendrán acceso y otros no, ya que todo es
posible -a condición de saber y pagar-, sino más bien saber cuál será el nivel de la
demanda. Ahora bien, este problema está relacionado con la posición social de la que cada
uno parte: uno de los efectos de la dominación sociocultural es, precisamente, no pedir otra
cosa que la que se tiene. Desear otra cosa, emprender, ya es situarse en un límite dinámico
de cuestionamiento, de emancipación. El riesgo es que haya un lugar para cada uno, ¡pero
que cada uno esté en su lugar! Los dos obstáculos son, entonces, la selección según el
dinero y la segmentación de los contenidos en función de los medios sociales. En esto, los
periódicos, las radios, las televisiones -y a pesar de las críticas de que son objeto se
manifiestan como más democráticas. Son instrumentos de comunicación que juegan sobre
lo universal y no sobre lo particular. Con estos medios de comunicación, la información está
dirigida a todos, pero cada uno la integra al menos en función de su personalidad y de su
situación social. Esto no significa una ausencia de desigualdades, sino que, como mínimo,
son evidentes y el acceso es menos discriminador.
Por consiguiente, la pregunta es: ¿existe una diferencia cualitativa entre las
actividades de información, de servicios, de expresión y de comunicación que utilizan las
mismas herramientas?
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En un momento en que tenemos la impresión de una continuidad por fin posible entre
tecnología y contenido, entre tecnología y sentido, es preciso, por el contrario, aumentar la
vigilancia para distinguir todavía más claramente lo que se desprende de los resultados
tecnológicos de todo lo que ha hecho referencia a la capacidad humana y social de
comunicación. La ideología tecnológica establece una continuidad entre servicio y
aplicación, entre innovación y uso, allí donde la experiencia y una teoría de la comunicación
destacan sus discontinuidades.
Es cierto que Internet es la que ilustra de un modo más espectacular el viejo sueño
según el cual la tecnología crearía el uso; sin embargo, si separamos lo que parece
aparentemente unido, vemos que aparecen tres diferencias.
1) La primera diferencia nos lleva hasta las funciones. Mucho más diversas sobre la
Red, son de tres tipos.
b) Es también el reino de la expresión a través de los múltiples foros que cruzan por
la fantasía de los internautas y desaparecen a voluntad de ella; y cuanta menor sea la
reglamentación, más ocurrirá esto. En la Red se puede decir muchas cosas, en todo caso,
más que en la radio o en la televisión.
c) También puede encontrarse una lógica más clásica de comunicación, como en los
medios de comunicación con una oferta, una programación, una representación y un
público.
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Con Internet, hemos entrado en lo que yo llamo la era de las soledades interactivas11
En una sociedad donde los individuos se han liberado de todas las reglas y obligaciones, la
prueba de que hay soledad es real, del mismo modo que es dolorosa la evidencia de la
inmensa dificultad que existe para entrar en contacto con los demás. Se puede ser un
perfecto internauta y tener las mayores dificultades para entablar un diálogo con el vecino
del cibercafé. Los profesores siempre lo han dicho y nunca se les ha escuchado: los mejores
aprendices de los ordenadores son, por una parte, los buenos alumnos y, por otra, el
inmenso grupo de personas que tienen dificultades para relacionarse. El símbolo de esta
suma (que va en aumento) de las soledades interactivas se ve en la obsesión creciente de
muchos por estar siempre localizables: es el caso del teléfono móvil y de Internet. ¡Miles de
individuos se pasean así, con el móvil en la mano, el correo electrónico conectado y el
contestador como último sistema de seguridad! Como si todo fuera urgente e importante,
como si tuviéramos que morir si no estamos localizables en todo momento. Por el contrario,
vemos dibujarse extrañas angustias en ellos, como no recibir bastantes llamadas o no ver
10
El caso más célebre es la página web del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), los guerrilleros
zapatistas (http://ezln.org), y también, por ejemplo, el de los Reporteros sin Fronteras, que da la palabra a
periodistas de países donde reina la censura (http://www.calva.com.fr/tsfldazibao ).
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Ver el Capítulo 14 de Penser la communication, op. cit., titulado «Les nouvelles technologies».
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No existe la comunicación sin la prueba del tiempo: del tiempo para hablar, para
entenderse, para leer un periódico o un libro o para ver una película; y esto
independientemente de las cuestiones de desplazamiento. Siempre hay una duración en el
acto de la comunicación. El ordenador, después de la televisión, que ya por su presencia en
el domicilio reducía los desplazamientos, acentúa, gracias a la velocidad, esta idea de una
posible disminución de la obligación del tiempo. Comprimiéndolo casi se anula. Es cierto,
navegar por la red ocupa tiempo, pero hay tanta diferencia entre el volumen de aquello a lo
que se accede y el tiempo pasado, que entramos así en otra escala de tiempo. Por otro
lado, la observación de los internautas confirma la impresión de que están en un espacio-
tiempo sin duración. Este aplastamiento de la duración, esta desaparición de la prueba del
tiempo inherente a toda experiencia de comunicación, plantea problemas desde el punto de
vista antropológico, puesto que el tiempo de las nuevas tecnologías es homogéneo,
racional, liso, mientras que el tiempo humano es siempre discontinuo y diferenciado. Según
los momentos y las etapas de la vida, el mundo no se vive de la misma manera, ni se utiliza
las informaciones y los conocimientos de la misma forma. Encontramos este choque de las
escalas de tiempo en el hecho de que, mayoritariamente, son los jóvenes los adeptos a este
tiempo corto, homogéneo y comprimido. La experiencia de (la edad reduce, la mayor parte
de las veces, el placer de «conectarse» a este tiempo rápido. El razonamiento puede
ampliarse a las sociedades. Según los momentos de paz, de crisis, de crecimiento o de
paro, se constata que se está atento de maneras muy diferentes a las informaciones y, más
generalmente, a los distintos aspectos de la realidad.
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La transparencia imposible
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Es cierto que la radio, igual que la televisión, ha tenido un impacto sobre las
relaciones sociales, pero la gran diferencia radica en el hecho de que los medios de
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La hipótesis que sostiene esta idea de una mejor comunicación gracias a las
máquinas supone ella misma otra hipótesis falsa: no existe diferencia alguna entre el emisor,
el mensaje y el receptor. La historia de la comunicación, humana o mediática, demuestra
evidentemente lo contrario. El sueño de los hombres ha sido siempre disminuir esta
diferencia; la utopía de cada nueva tecnología es hacer creer que esto es posible. Si estas
diferencias, relativamente incomprensibles, tienen el inconveniente de que reducen la
eficacia de toda comunicación, tienen, en cambio, la ventaja, ya lo hemos visto, de explicar
por qué la comunicación es raramente totalitaria: precisamente porque no hay
correspondencia entre estos tres espacios. Los nuevos medios de comunicación no
anularán la diferencia - casi ontológica- de la que nace la libertad humana y social en toda
situación de comunicación. La tiranía empezará el día que los hombres crean realmente que
la racionalidad de los sistemas técnicos aniquila el «ruido» inherente a toda situación de
comunicación.
Hemos visto que los medios de comunicación de masas no han gustado jamás,
puesto que unían la cuestión del número y la democracia de masas. En cambio, este mismo
número, despreciado por los medios de comunicación de masas, es alabado por las nuevas
tecnologías de comunicación. Celebramos escandalosamente el usuario de Internet un
millón; nos maravillamos ante la velocidad de conexión de los usuarios a las redes, ante la
expansión de los CD- ROM y, en general, ante el triunfo de todo el multimedia, y esperamos
ansiosamente el momento en que podamos anunciar que no hay cincuenta sino cien
millones de internautas conectados a la red en todo el mundo. Y todo ello al tiempo que
volveremos a encontrar la cuestión del número que tanto molestaba con los medios de
comunicación de masas. ¿Por qué esto, tan nefasto para los medios de comunicación,
tendría que ser tan prometedor de riquezas humanas para las nuevas tecnologías?
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Esta dimisión intelectual, que concierne a las reflexiones sobre el número, «malo» en
algún sitio y «destacable» en otro, tiene una consecuencia directa: el silencio en lo que
respecta al control, indispensable sin embargo, de la información que circula por las redes.12
Durante dos siglos, la batalla por la libertad de la información ha sido inseparable de una
batalla jurídica y política para definir unas reglas de protección. Por el contrario, el gran
bazar se ha instalado aquí, libre de toda reglamentación. Todo el mundo puede proveer la
red de información: nadie lo controla. Pensamos en los proveedores como virtuosos y
honestos, desprovistos de toda voluntad de perjudicar, y en los usuarios, al igual que
aquéllos, nobles y racionales. ¡Las informaciones son verdaderas porque están en la Red!
Nunca un sistema técnico ha creado de tal forma su propia legitimidad, suprimiendo de un
solo golpe el conjunto de realidades de poder, desigualdades, mentiras y relaciones de
fuerza que, desde siempre, ha rodeado la información. Incluso los periodistas, que, sin
embargo, son los primeros en saber lo dura que es la batalla por la libertad de información,
no reclaman ningún control, no destacan ningún problema, no manifiestan ninguna ironía, no
se sorprenden ante tanta irritación. «Es justo y cierto, puesto que está en la Red.» ¡Los
resultados técnicos se convierten en la garantía de la veracidad del contenido! Sin embargo,
la cibercriminalidad, la especulación mundial, el espionaje electrónico y otras desviaciones
12
Entre las ideas recibidas, muy parecidas a estereotipos, existe aquella según la cual sería imposible
jurídicamente controlar Internet a causa de su carácter mundial y por ser motor de la circulación de la
información. Este mito tiene una vida difícil. Sin embargo, miles de juristas trabajan desde hace treinta años en
estas cuestiones, sin hablar de las legislaciones ya creadas y, en Francia, de la CNIL (Commission National
Informatique et Libertés). Por mucho que la voluntad política sea lo bastante fuerte, es posible legislar en este
terreno. Pueden encontrarse algunas referencias jurídicas en la bibliografía de este capítulo.
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criminales todavía poco conocidas se expanden a la misma velocidad que las pantallas...
pero no pasa nada.
Por el momento, una especie de pureza virginal rodea los sistemas de información
automatizados, mientras que uno de los objetivos principales habla de las libertades
individuales Y públicas. Durante los años setenta, nos conmovieron mucho las amenazas de
que la informática era un peso para las libertades. Ahora bien, treinta años después,
mientras que estas amenazas, en términos de crecimiento de ficheros, de fichaje electrónico
y de ausencia de protección de los datos personales, son mucho más fuertes sobre todo en
los Estados Unidos, nosotros hacemos como si no pasara nada. Sin embargo, se aconseja
vivamente a los internautas que naveguen por la Red bajo un seudónimo para evitar
posibles atentados a la vida privada. En realidad, la distinción, en Internet, entre consumidor
y ciudadano no se establece claramente, sobre todo en Estados Unidos. Hacemos como si
protegiéramos a la persona cuando, en realidad, se le considera como un consumidor
potencial. Esta gran ambigüedad en las consecuencias no siempre está presente; sin
embargo, los militares -primeros usuarios de Internet- sabían perfectamente discriminar las
informaciones. Pero desde entonces la Red ha pasado a ser pública y muchas zonas se han
vuelto oscuras, precisamente las que afectan a la posición y a la protección de datos, lo que
explica la lógica de fichajes y el crecimiento de los ficheros, compatibles con una lógica
comercial pero incompatibles con los derechos del hombre. Aquí encontramos de nuevo
toda la ambigüedad que existe en Internet entre comercio y democracia. ¿Es el individuo
sólo un consumidor o es igualmente una persona? ¿Quién es el responsable de lo que está
escrito o difundido? ¿Cómo se administra la relación expresión-responsabilidad?
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esperan buenos días. Progresivamente, aunque con demasiada lentitud, las organizaciones
internacionales, a pesar de estar directamente vinculadas a esta contramanera del ideal
democrático de circulación de la información, se dan cuenta de que urge defender alguna
concepción de la comunicación normativa en relación a este triunfo de la comunicación
funcional. La UNESCO, por ejemplo, en otoño de 1998, gracias a su «Declaración de
Mónaco», ha puesto en guardia solemnemente a los Estados sobre la necesidad de
proteger la vida privada y de impedir la difusión de cualquier información; pero esto todavía
es insuficiente. El cerrojo mental que debe hacerse saltar es el siguiente: admitir que, desde
el punto de vista de la libertad y de la democracia, un acceso directo a la información, tanto
para el abastecimiento como para la utilización, sin control y sin intermediario, no constituye
un progreso para la democracia sino, al contrario, una regresión y una amenaza. No hay una
relación entre acceso directo y democracia. La democracia está, por el contrario, vinculada a
la existencia de intermediarios de calidad.
Lo más importante es, sin duda alguna, la ruptura de esta ecuación del credo liberal
que, desde hace dos siglos, quiere que el progreso desemboque en un crecimiento de la
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libertad individual. Hoy en día, el progreso de los sistemas de comunicación pone en duda
esta ecuación, no sólo porque los nuevos medios de comunicación corren el riesgo de
acentuar la soledad, sino también porque pueden reforzar la jerarquía social y perjudicar las
libertades fundamentales tal como se conciben y defienden en los países democráticos.
La paradoja es que hemos criticado durante medio siglo los medios de comunicación
de masas en nombre de la libertad individual, puesto que se difundía a todos un mensaje
por el que se les reprochaba el hecho de constituir un factor de estandarización, de
racionalización y de control de las libertades individuales. Por el contrario, nos damos cuenta
de que no sólo los medios de comunicación de masas no han perjudicado forzosamente las
libertades individuales, sino que sobre todo han tratado de transcribir este ideal de libertad
individual en un contexto de democracia de masas, es decir, en un contexto del número.
Esta cuestión fundamental demuestra que, a pesar de todas las diferencias técnicas
que distinguen la televisión de la Red, los antiguos y los nuevos medios de comunicación
tienen en común, desde el punto de vista de una teoría de la comunicación, más similitudes
que diferencias.
Referencias bibliográficas
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Machlup, F., The Production and Distribution of Knowledge in the US, Princeton
University Press, 1962.
McLuhan, M., La Galaxie Gutenberg. Face a l'ere électronique, Montreal, HMH Ltée,
1967.
Nora, D., Les Conquérants du cybermonde, París, Gallimard, 1997 (Col. Folio actuel).
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Turkle, S., Life on the Screen. Identity in the Age of the Internet, Simon & Schuster,
1995.
Vattimo, G., La Société transparente, Desclée de Brouwer, 1990. Venne, M., Ces
fascinantes inforoutes, Quebec, Institut québécqis de recherche sur la culture (diagnostic),
1995.
Se trata de estudios que han solicitado las autoridades políticas y han sido
publicados. Se han multiplicado considerablemente desde hace unos diez años, lo que ha
alimentado la ideología técnica por su contenido y su forma, aunque ésta no fuera la
intención de sus autores. En todo caso, ellos han contribuido a una cierta fascinación por la
«revolución de las nuevas tecnologías» ya un cierto miedo de ser superados por ella.
Probablemente, la dificultad de separar en los textos los objetivos tecnológicos, industriales
y económicos, de los objetivos sociales y culturales explica el tono general de estos
estudios.
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Cluzel, J., L’Audiovisuel a l'oire du numérique (Estudio del Senado), 456 (1997-1998).
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Poignant, S., Pour une stratégie francophone des autoroutes de l'information, Estudio
informativo n° 2941, Asamblea nacional, Comisión de asuntos culturales, 1996.
Trégouet, R., Des pyramides du pouvoir aux réseaux de savoirs: comment les
nouvelles technologies de l'information vont' aider la France a entrer dans le XXIe siecle,
Estudio del Senado n° 331,1997-1998.
No se trata de una bibliografía exhaustiva, sino que tiene como finalidad demostrar
que los juristas que trabajan desde hace muchos años en las nuevas tecnologías no están
demasiado fascinados por ellas. Por el contrario, estos trabajos demuestran la posibilidad de
una reglamentación jurídica de los nuevos medios de comunicación en el ámbito nacional e
internacional, así como de los medios para pensar en estos nuevos problemas que socorren
los grandes principios de la filosofía del derecho. Pero esta calidad de reflexión jurídica y la
clara resistencia a la ideología técnica que resulta de ella no tienen siempre la expresión del
momento. Hay incluso una diferencia entre el juridicismo» que invade escandalosamente
todas las relaciones sociales, y el silencio que desde siempre acompaña a esta reflexión
dinámica y creadora de derecho en lo que respecta a las nuevas tecnologías. ..
Bernat, C., Les Autarautes de l'infarmatian: un défi paur les libertés, LGDJ, 1997.
Chamoux, J.-P., Le Drait de l'infarmatian, París, PUF, 1996 (Col. Que sais-je?).
Charmot, Cl., I.:Éehange de dannés informatisées, PUF, col. «Que sais-je?», 1997.
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Delmas-Marty, M., Trois défis pour un drait mandial, París, Le Seuil, 1998. Derieux,
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