MOREY, MIGUEL - Los Presocráticos (Del Mito Al Logos) (OCR) (Por Ganz1912)
MOREY, MIGUEL - Los Presocráticos (Del Mito Al Logos) (OCR) (Por Ganz1912)
MOREY, MIGUEL - Los Presocráticos (Del Mito Al Logos) (OCR) (Por Ganz1912)
MIGUEL MOREY
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g a n z l9 1 2
Miguel Morey
LOS PRESOCRATICOS
del mito al logos
MONTESINOS
Biblioteca de Divulgación Temática! 3
h t t p s ://www.facebook.com/groups/417603588391937/
"¿Cómo ha advenido la razón sobre
la tierra? Por supuesto que de una
manera irracional, obra de un azar.
Habrá que descifrarlo como se desci
fra un enigma".
F. NIETZSCHE (Aurora.- II. 123)
g a n z l9 1 2
J
i
Introducción
12
Recogiendo las prácticas rituales más importantes de. la
vida colectiva en una representación que las ordena y dota de
sentido, el.mjto es un principio organizador de la vida social
de singular importancia: establece, a la vez^un cuerpo de
.prescripciones y un principio de inteligibilidad,,
Por lo general, el mito instituye uri acontecimiento inau
gural que da razón de la existencia de la colectividad en el
presente por referencia a un momento original. Todo aconteci
miento que tenga lugar hoy es entendido como repetición del
acontecimiento inaugural —el mito reduce así la aspereza de lo
inesperado incluyéndolo dentro de un ciclo eterno en el que
todo es repetición.
En las llamadas "ideologías reales” (p/ej.: Persia, Babi
lonia o Egipto— es decir, la mayor parte de los imperios con
los que la Hélade mantenía algún tipo de relación), las formas
rituales se organizan en un culto fuertemente burocratizado e
igualmente el sistema mítico experimenta singulares variacio
nes. Persiste la idea de ciclo, por lo que el presente no es más
que manifestación de un momento fundacional — pero el Rey
se convierte en encarnación viva de éste principio cosmogó-
tico. El rey es la fuerza que integra los acontecimientos den
tro de un ciclo de repetición, por medio de la instauración de
una distribución espacial de los seres y la implantación de un
calendario. A lo largo de todo un año el rey garantiza el or
den — es decir la repetición de los acontecimientos según el
modelo mítico fundacional. Cuando el año termina, el rey
deja de reinar y se llevan a cabo unas fiestas sacras en las que
se revive el caos original y la fundación del mundo (por ejem
plo el Emana Elish, el Himno de la Creación babilónico), al
cabo de las cuales se restaura de nuevo el orden y se renueva
la soberanía real durante un año más.
En un sistema tal no existe separación entre orden social
y orden natural —cualquier acontecimiento es competencia
del rey: desde un robo o un tumulto hasta la caída de un me
teorito. El es quien garantiza la estabilidad de la realidad. El
orden social es mantenido por medio de un sistema legisla
13
tivo, administrativo y represivo en ocasiones sumamente
complejo. Por lo que respecta al orden natural, es de impor
tancia vital que no ocurra nada imprevisto —así, principal
mente las castas sacerdotales elaborarán un cuerpo de técni
cas para predecir cualquier acontecimiento (especialmente los
astronómicos) que pudiera poner en entredicho la soberanía.
El caso de los eclipses es singularmente importante: no im
portaba si los sacerdotes predecían un eclipse y éste no ocu
rría (o no era visible) pero era fatal si se daba un eclipse sin el
permiso real — la irrupción de un acontecimiento incontro
lado de esta magnitud ponía en crisis la soberanía real.
Probablemente el antiguo imperio micénico y el minoico
seguían el modelo de las grandes monarquías orientales. La
invasión de los dorios destruyó este equilibrio y abrió una
brecha de enormes alcances. Para paliar esa irrupción catas
trófica de la realidad, esa avalancha de acontecimientos sin
avales ni responsables surgirá en buena medida el pensa
miento racional. Asi pues, es sobre la superficie de una vasta
crisis de soberanía como se sientan las bases para el paso del
mito al logos — las condiciones de posibilidad de la razón oc
cidental.
Aunque no pueden ser calificados de bárbaros ya que ha
blaban la lengua griega (y “bárbaro” viene de “bar, bar, bar”
— gentes de hablar ininteligible) lo cierto es que los dorios
eran unos pueblos indoeuropeos, nómadas y guerreros, de un
estadio cultural mucho más atrasado que aqueos y jonios.
Destruirán las instituciones de éstos y no serán capaces de
crear una cultura de recambio. Con la llegada de las invasiones
dorias Grecia se hundirá en una larga Edad Oscura: du
rará cuatro siglos — apenas si tenemos noticia de lo que ocu
rrió en dicho periodo. Es sin embargo durante este lapso
enigmático cuando se llevarán a cabo las transformaciones
decisivas que propician la posibilidad de lo que luego se cono
cerá como cultura griega. Un efecto de la invasión doria, por
lo menos, debe ser reseñado: la fundación de la polis griega: la
ciudad.
14
leiuplo de Apolo, en Pellos
15
£ Puede explicarse la estructura de la polis griega como
ejemplificación espacial de la crisis de soberanía provocada
por las invasiones dorias. Las antiguas ciudades minoicas y
micénicas están constituidas por un palacio central donde se
albergan los gobernantes y su complejo sistema administra
tivo y un archipiélago de viviendas de agricultores, ganaderos
y artesanos que rodean el palacio — son el demos, el pue
blo. Frente a ello, la polis está constituida por una red de
viviendas alrededor de un espacio central vacio: el ágora. La
plaza pública es el centro de la vida ciudadana: allí se reúnen,
quienes tienen derecho a ello (y las restricciones serán progre
sivamente decrecientes hasta quedar sentadas, durante la de
mocracia, en tres condiciones: ser ciudadano, varón y
adulto), para decidir sobre los problemas colectivos, para dis
cutir la cuestión del arjé —el mando]]
Homero es de los escasos rayos de luz que iluminan, en
sus postrimerías, la Edad Oscura Griega. Como fuente de in
formación histórica es, para nosotros, de valor muy proble
mático: las obras que escribió son deliberadamente arcaizan
tes, y en ellas se intentan glosar las gestas de los antiguos hé
roes micénicos, ignorando por completo cualquier suceso
posterior a su desastrosa desaparición. Aunque no consigue
totalmente su propósito (ya que se filtran a menudo indicios
que delatan, tras la máscara orgullosa de los héroes aqueos, el
rostro de los nuevos amos) sus textos no nos desvelan el
enigma de la Edad Oscura. Ni siquiera sabemos si existió
realmente el Homero de la leyenda, aedo ciego y vagabundo,
o si la 1liada y la Odisea son obra de una estirpe de rapsodas,
los (H)oméridas, naturales de Quíos. En todo caso, la ideolo
gía que se expresa en dichas obras es de gran importancia:
Homero será, en adelante, punto de referencia obligado para
las generaciones futuras — al decir de muchos, él fue el edu
cador de Grecia.
En su intento por restaurar una imagen (épica) del
mundo, Homero lleva a cabo una ordenación de la multitud
de divinidades que pueblan el cielo imaginario griego, esta-
16
bleciendo poéticamente un universo teológico mínimamente
ordenado — con lo que prefigura el Panteón Olímpico, tal
como éste será asumido posteriormente por las diferentes ciu
dades-estado en una religión unificada. El talante como se ex
presa la religiosidad homérica marcaría profundamente el es
píritu griego: en sus poemas se nos narra un conflicto entre
dos entidades igualmente soberanas: el héroe y la voluntad de
los dioses. El hombre está expuesto al acontecimiento — sin
embargo Homero propone una serie de conceptos-guía con
los que orientarse: Moira (destino — originalmente: parte que
corresponde en un botín); Daimon (hado personal, dador de
suerte); A le (ceguera del alma, locura), etc. Estas piezas clave
de la antropología homérica constituirán los ejes mayores so
bre los que se levantará el pensamiento pre-filosófico y el pe
culiar talante de los griegos.
Frente a Homero, la obra de Hesíodo nos muestra un ca
rácter completamente diferente — aunque es. como Ho
mero. el gran ordenador de la religión helénica. Hesíodo es
un racionalizador de los mitos — no hay en él asomo de entu
siasmo religioso, y sí un afán de sistematicidad: establece así
el complejo árbol genealógico de las divinidades griegas. Los
primeros filósofos ordenaron la realidad directamente sobre
el modelo hcsiódico —aunque explícitamente contra él:
pasando de los nombres de los dioses a las parejas de elemen
tos (y propiedades) enfrentados.
La religión Olímpica es un culto sin Libro Sagrado en el
que se exprese la verdad revelada, ni casta sacerdotal que pre
serve la homogeneidad de los dogmas — ésto le confiere una
gran versatilidad; sin esta circunstancia es muy probable que
el nacimiento de la razón no hubiera tenido lugar. También
aquí, en el dominio de lo religioso, la emergencia del pensa
miento racional y un aguda crisis de soberanía aparecen em
parejados.
Frente a la religión Olímpica, cuyo momento más plena
mente armado estaría representado por Hesíodo, pronto sur
girán tendencias religiosas divergentes que expresan una
17
preocupación por el destino del alma — preocupación prácti
camente ausente en la religión oficial y pública. El entu
siasmo es su rasgo más común, así como su carácter secreto.
El orfismo y los misterios de Eleusis son los ejemplos más
significativos. Frente al carácter sereno y el culto a la luz de
la religión olímpica, serán éstas unas prácticas eminente
mente nocturnas, en las que la música, el baile y la enajena
ción mística ocupan un lugar preponderante.
Apolo y Dionisos simbolizarán perfectamente esta doble
vertiente de la religiosidad griega — que es también una pola
ridad definitoria del espíritu griego. Apolo es el dios de la luz,
de la forma, de la belleza. Dionisos es el dios de la exaltación,
la música y la embriaguez. Entre ambos no se establece una
contradicción ética, sino más bien una complementariedad:
ambos son dioses de la vida. Pero reflejan dos dimensiones de
la vida que el griego no dejará de tener presente. Apolo es el
.dios de la Vida Personal (Bios), individuada y bella, pero por
.ello mismo condenada a la muerte. Dionisos es el dios de la
Vida como fuerza Impersonal y ciega (Zoé), la vida vegetal
que muere y renace cada primavera. El sabio griego culti
vará las formas (ideal), pero nunca dejará de olvidar que en
ellas se expresa un principio informe y poderoso, cuyo go
bierno nocturno debe ser oído y respetado. El daimon que
guía a Sócrates puede ser un ejemplo de esta polaridad.
En un principio mito y logos no se ponen — el logos es
hieras logos— , narración sagrada que recoge las gestas de los
héroes y la vida de los dioses. Poco a poco, el logos se va
transformando —pasa de mera representación a concepto.
Una serie de transformaciones sirvieron de condición de po
sibilidad para esta mutación.
En primer lugar, el descubrimiento de la escritura. Con
la invasión de los dorios, la antigua escritura silábica de los
minoico-micénicos (lineal B), ejercida con fines de registro
administrativo por una casta de escribas, desaparece. Hacia el
siglo VIH. los griegos recogen el alfabeto fenicio, lo modifi
can (dotándolo de vocales) e inauguran una escritura fonética.
18
La escritura fonética desplaza lo secreto y lo hace pú
blico: no es un registro en un código propio de los escribas,
sino que permite escribir ¡al como se habla — sin necesidad
de transformar el discurso en una fórmula menmotécnica—
y reflexionar sobre este habla. Así, el paso de lo oral a lo es
crito tiene una importancia fundamental en el nacimiento del
logos. Añádase a lo anterior, la incorporación del artículo
neutro tó (lo) que permite un mecanismo de sustantivación y
abstracción (lo caliente, lo húmedo, lo bueno...) y la importa
ción del papiro de Egipto (durante el reinado de Psamético 1)
que posibilitaría la circulación cómoda de la escritura.
En segundo lugar» la invención de la moneda acuñada
que. por un lado, permite el nacimiento de una economía de
mercado (que es una transformación del agora en funda
mento de la vida económica), y además propicia uno de los
rasgos fundamentales del logos: su carácter de representación
universal. Una moneda posibilita, de un modo mucho más
ágil que los bueyes o los calderos usados antiguamente, esta
blecer correspondencias exactas entre series de objetos abso
lutamente dispares. El logos, tal como habla de él Heráclito,
por ejemplo, recoge este carácter: trata de ser un principio de
inteligibilidad abstracto que permita homogeneizar toda la
multiplicidad de lo real bajo una medida universal.
Finalmente, las técnicas geométricas y astronómicas, im
portadas de Egipto y Babilonia, por los primeros filósofos y
despojadas de todo contenido religioso, permiten una ubica
ción laica del hombre en la realidad — un sistema de referen
cias continuo sobre el espacio y el tiempo: un modo de ubi
car los acontecimientos, plegándolos bajo algún tipo de sobe
ranía. La geometría brindará un modelo de mecanismo de
abstracción (establecerá la superioridad del ver sobre el tocar:
las ventajas de la teoría); la astronomía posibilitará un princi
pio general de orientación: en el espacio (por ejemplo, en la
navegación) y en el tiempo (mediante el establecimiento de un
calendario).
Frente a la reducción apolínea del acontecimiento, su for-
19
malización bajo el espacio y el tiempo, existe una modalidad
dionisíaca de orientación cuya importancia en el nacimiento
de la racionalidad no puede ser desdeñada: se trata de la adi
vinación. La adivinación intenta el conocimiento de aconteci
mientos singulares como tales —es, por lo general, un meca
nismo de ayuda a la decisión y se plantea bajo la forma lógica
de la alternativa. Los sofistas primero y luego los filósofos
heredarán este modo sacro de argumentar que posterior
mente ocupará un lugar importante en las especulaciones ló
gicas y retóricas. Cuando el dilema que el consultante pro
pone al oráculo concierne al porvenir, la respuesta adopta fre
cuentemente la forma de un enigma: "el señor cuyo oráculo
es el que está en Delfos ni habla ni oculta nada, sino que se
manifiesta por señales” — escribe Heráclito (fr. 93). Este
enigma se irá desvelando progresivamente en el curso mismo
del cumplimiento del destino, funcionando así como una ins
tancia de reflexión e interpretación del sentido de los aconte
cimientos. en el momento mismo en que éstos se dan. En lo
que atañe a la vida ciudadana, los oráculos son un factor más
a ser tenido en cuenta antes de tomar cualquier decisión repu
tada como grave — factor que puede cambiar de sentido si cae
en manos de un argumentador hábil que muestre lo razona
ble que es la opción contraria a la supuesta originalmente.
Del mismo modo, desde que las crisis religiosas del siglo
VII y la presión popular imponen la presencia de Dionisio en
el Oráculo de Delfos (forzando un período anual de hegemo
nía de éste) y la mántica se desplaza de simbólica (interpreta
ción de las visceras de los animales sacrificados, del vuelo de
las aves, etc.) a extática (delirio de la Pitia por cuya boca se
supone que habla el dios), la interpretación que los sacerdotes
hacen de las incoherencias enunciadas por la Pitia es de una
importancia primordial. Los rudimentos hermenéuticos que se
crean alrededor de la adivinación, unidos a su obligado corre
lato retórico (que esta surgiendo en el agora y en los tribunales)
constituirán un armazón de doble faz de gran influencia en la
incipiente racionalidad.
20
Un último beneficio del Oráculo de Delfos debe ser seña
lado-. el prestigio de dicho santuario en toda la Hélade hace de
él un foro cultural v centro de intercambio de ideas de singu
lar importancia: es el agora de las ciudades griegas.
La filosofía no sólo es una actitud y un nuevo punto de
vista, es también un género expresivo — una forma de escri
tura que se diferencia claramente de otros géneros, anteriores
o contiguos. Dos modalidades expresivas vecinas son singu
larmente importantes-, la poesía lírica j la tragedia.
Surgida de la música como poesía para ser cantada, la lí
rica propone una primera ordenación simbólica de la realidad
sin recurso a categorías teológicas. La categorización de la
realidad que la lírica pretende responde, antes que a un punto
de vista objelivador o cosista, a un asiento de las intensidades
vividas —-los acontecimientos son inscritos y evaluados sobre
una superficie de registro vital y personal.
21
. La tragedia, surgida también de la música y guardando
juna jestrecha,relación con los cultos mistéricos, pone en es
cena acontecimientos específicos de la vida de los héroes para
que la ciudad los considere y valore. En su forma arcaica, los
espectadores ejercían como una suerte de tribunal popular y
el desenlace de la obra (antes de que ésta adoptara la forma
escrita y cerrada de la Ilustración Griega) constituía un vere
dicto con el que se enjuiciaban las acciones que se habían
visto representadas. Nociones como: culpa, destino, respon
sabilidad, error y crimen, etc. —son temas que, mucho antes
_d.e_ser recogidos por la filosofía bajo una lógica de la identi
dad, constituían, ordenados por una lógica de la polaridad, el
horizonte espiritual de la tragedia.
Frente a los rasgos dionisíacos, musicales, de la lírica y
la tragedia, la filosofía se nos presentará, formalmente, como
mucho más próxima al registro apolíneo. La filosofía es una
práctica personal como la lírica, pero se apoya en lo común;
trata de dar a ese quehacer individual una forma que parti
cipa de la naturaleza deliberativa y la voluntad de acuerdo
propias del carácter colectivo de la antigua tragedia.
23
Los presocráticos del Asia Menor
TALES DE MILETO
F. NIF.TZSCI1E. I 87.1
ANAXIMANDRO DE MILETO
a n a x im e n e s DE MILETO
36
globa al universo en una unidad” —escribe Gomperz. Algu
nos testimonios tardíos (Cicerón, Aecio, San Agustín) añaden
que Anaxímenes afirmó también que el aire era divino, o tal
vez mejor, que “dioses y cosas divinas surgieron del aire”
(Kikr y Raven).
Finalmente, parece ser que fue precisamente Anaxíme
nes el pensador milesio que más influencia tuvo en su tiempo
— marca el punto culminante de la filosofía milesia y es a él a
quien tomarán como punto de partida pensadores como los
atomistas, que, años más tarde, se ocuparán de nuevo de pro
blemas físicos, renovando la tradición jonia que sientan estos
tres grandes pensadores.
HERACLITO DE EFESO
46
Los presocráticos de la Magna Grecia
FITAGORAS Y EL PITAGORISMO
• •
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A este diagrama que manifiesta a simple vista que
10 = I - 2 - 3 - 4. le denominaron los pitagóricos la Te-
tractys de la Década, y por ella juraban en sus juram en
tos más solemnes".
KIRKy RAYEN
De Pitágoras apenas sí sabemos con seguridad tres cosas
(Nestle): que reunió a sus discípulos en una asociación orga
nizada; que enseñaba la doctrina de las transmigración del
alma; y que desarrolló estudios matemáticos y astronómicos.
Hemos mencionado ya el carácter ambivalente de la organi
zación pitagórica y su proyección pública; en cuanto a los ras
gos específicamente religiosos, ésta se apoyaba en un orfismo
intelectualizado, cuya finalidad era la salvación del alma,
para lo cual se insistía especialmente en la disciplina (son cé
lebres, por lo curiosas, las prohibiciones rituales que regían
en la secta: no entrar en la casa de un muerto; no comer hue
vos ni habas; no vestir prendas de lana; no atizar el fuego del
hogar con una espada; no plantar palmeras, etc.), la purifica
ción, el exámen de conciencia diario y el silencio. De este
modo, el orfismo deja de ser un culto para transformarse en
una norma de vida (Cornford, 1974).
Tiene singular importancia la doctrina pitagórica del
alma cuya influencia será más que notable en buena parte de
50
los pensadores posteriores. Pero dejemos que sea E. Ronde
quien nos describa los ragos más importantes de dicha doc
trina: “El alma humana, concebida también por los pitagóri
cos como una réplica del cuerpo visible y de sus potencias, es
un ser daimoniaco de naturaleza inmortal, expulsada en otro
tiempo de las alturas habitadas por los dioses y condenada a la
'cárcel' del cuerpo. No tiene relación íntima con él. No es lo
que podríamos llamar la personalidad del hombre individual y
visible. En un cuerpo cualquiera vive un alma cualquiera.
Cuando la muerte la separa del cuerpo, tiene que volver a la tie
rra después de una época de purificación en el Hades. Las
almas revolotean en torno a los hombres, son los minúsculos
cuerpecillos brillantes que se agitan en el rayo de sol. El aire
está lleno de almas que andan a la busca de un nuevo recinto
habitable, una y otra vez, en un viaje sin fin a través de los ani
males y de los hombres. Según antiquísimas leyendas, Pitágo-
ras conservaba memoria de las anteriores encarnaciones de su
alma y sobre ellas instruía y aleccionaba a sus adeptos. La
transmigración, en la doctrina de Pitágoras, ofrece también
(...), un marcado carácter ético-religioso. Las acciones del
hombre, en una existencia anterior, son las que condicionan
las encarnaciones futuras y el sentido de la existencia nueva.
Todo lo que el hombre ha hecho se vuelve contra él cuando re
nace, es ahora el paciente de su propia actividad pasada".
Tal vez sea el tercer aspecto, su doctrina numérica, el
rasgo más característico del pitagorismo, sin que ésto signifi
que negar la influencia de otras de sus lineas de pensamiento en
la filosofía posterior— por ejemplo, la huella que hallamos en
Platón de su doctrina del alma. Según Aristóxenes de Tarento
(músico y principal cronista del pitagorismo, cuyas Proposicio
nes Pitagóricas y Vida Pitagórica nos han llegado a tra
vés de Jámblico), Pitágoras “elevó las matemáticas por en
cima de las necesidades de los comerciantes", convirtiendo
así lo que, para Egipto o Babilonia, era un cuerpo de recursos
empíricos en una ciencia demostrativa. La aritmosofía enten
día los números como principio y raíz de todas las cosas y.
51
según ésto desarrollaron una simbólica matemática que iden
tificaba los números con puntos que formaban figuras geo
métricas (en lugar de seguir la notación alfabética tradicional
en Grecia), cuya unidad era el diez o teiraktys, representado
como un triángulo equilátero. Así, con Pitágoras, el pro
blema del arjé se desplaza de la materia a la forma (Cornford,
1974), de un modo diferente a como lo hará también la doc
trina del logos de Heráclito.
Tres son los dominios en los que la aritmosofía pitagó
rica alcanzó especial relieve y una mayor efectividad:
1. Teoría de los Números: Partiendo de la identificación
entre determinados números y figuras geométricas se pro
duce un cruce enormemente interesante entre aritmética y
geometría. Así, los números se clasifican en pares e impares,
y según la forma o estructura geométrica a la que dan lugar:
habrá pues números triangulares, cuadrados, oblongos, cúbi
cos, piramidales, etc. Esta posibilidad es la que sostiene su
afirmación de que la estructura intima de la realidad es nú-
merica — y no sólo formalmente (en la medida en que todo
cuerpo puede reducirse a una esquematización geométrica),
sino también, en algún modo, materialmente (según el testi
monio de Aristóteles).
Esta identificación entre número y figura geométrica
confiere a ésta última una dignidad específica — la figura ya
no es un mero dibujo sino que empieza a ser susceptible de
demostración— demostración lógica que J.D. Bernal, en su
Historia Social de la Ciencia, estima como la aportación helé
nica más importante en el dominio de la ciencia, considerán
dola surgida del traslado del modelo de la argumentación ju
rídica a las matemáticas: “la noción de prueba a partir de pos
tulados e incluso el argumento de reductio ad absurdum pare
cen proceder de los tribunales. Q.E.D., quod eral demostran-
dum, es el argumento decisivo para ganar el caso ante el tri
bunal de la razón.” Estamos ante una nueva vuelta de tuerca
en el dominio de la geometría: si con Tales hablamos de un
paso del modelo táctil al modelo visual, aquí la geometría se
52
hace consciente de su capacidad argumentativa — toma la pa
labra. Sobre este fondo habrá que entender la declaración
que, según la leyenda, colgaba en el pórtico de la Academia
platónica: “No entre aquí nadie que desconozca la geome
tría”.
Al igual como toda longitud puede expresarse numérica
mente, las relaciones y proporciones entre diferentes longitu
des pueden precisarse por medio de una razón númerica. Sin
embargo, no todas las razones pueden expresarse mediante
números enteros (los únicos que utilizaban los pitagóricos):
así, por ejemplo (y piénsese en el conocido “teorema de Pitá-
goras”) el lado y la diagonal del cuadrado mantienen una re
lación que no se deja reducir a números enteros: son, en este
sentido, inconmensurables. El descubrimiento de la irracio
nalidad de ^¡2 significó una crisis de vasto alcance en el seno
de la matemática pitagórica — hasta el punto de que los pita
góricos mantuvieron su conocimiento del número irracional
como doctrina esotérica. Los ataques que Zenón de Elea diri
girá a la concepción pitagórica del espacio se apoyan, como
veremos, directamente en este descubrimiento.
JENOFANES DE COLOFON
58
PARMENIDES DE ELEA
PARMENIDES (frag. 2)
— Fis. 30, 14) y los fragmentos que poseemos permiten supo
ner que era un compendio de cosmología de la época —aun
que se han mantenido opiniones muy variadas acerca de cuál
es la valoración que de esta doctrina hacia Parménides; si se
ocupó en resumir las doctrinas “de los mortales” que ante
riormente, y con la ayuda de la Diosa, había refutado; o bien
si podía ser entendida como una doctrina que, en algún
modo, suscribía el propio Parménides. En cualquier caso, la
diferencia de rango entre las dos vías está clara: la una, la vía
de la Verdad, pertenece a los inmortales —es la del Saber. La
otra, la vía de la apariencia, es el dominio en el que se mue
ven los hombres — la opinión: “el orden de las cosas verosí
miles (eoikota)", que la diosa le revela “para que nunca te
aventaje ninguna opinión de los mortales” (fr. 8). El alcance
histórico de ambas partes fue curiosamente dispar: así, mien
tras la primera parte causó una verdadera conmoción en el
curso del pensamiento griego (y occidental), la segunda, (que
comprendía una cosmogonía, una cosmología, una antropo
logía y una demonologia), apenas si mereció atención.
La Via de la verdad se abre con una recomendación o
una exigencia que podemos esquematizar así:
El Ser Es.
El No Ser No es.
No (El ser No Es).
No (El No Ser Es).
La formulación, al permitir el cruce de los sentidos pre
dicativo (Ser) y existencial (Existir) del verbo ser, es de difícil
interpretación —en especial, si el análisis se guia por la pre
tensión de restituir el sentido originario querido por Parmé
nides. Al decir “el ser es”, ¿estaba afirmando “el ser existe”
— “sólo lo que existe, es"; sólo lo que es, existe.’? ¿O bien es
taba estableciendo una serie de tautologías, como exigencias
lógicas del pensamiento — tales como el principio de identi
dad. o la exigencia de no contradicción? Enfrentar el poema
de Parménides con esta dicotomía nos daría como resultado
62
una interpretación reduccionista, fuertemente retrospectiva
— en la medida en que está lastrada por problemáticas que, si
bien se inauguran con el poema, no tienen el grado de nítida
elaboración que alcanzarán posteriormente.- no son aún pro
blemas. sino temas; temas que posteriormente la especulación
sofista o la reflexión platónica problematizará. Así. debemos
leer sus versos manteniendo el cruce entre los dos niveles
— sin pretender asignarle a Parménides la intención de fun
dar una cosmología ni una lógica. En el inicio de la vía de la
Verdad, Parménides impone unas reglas para la construcción
de las oraciones: Nunca pondrás el verbo “ser" negado ante
un sujeto positivo — tan sólo él puede ser sujeto de si mismo;
nunca colocarás un sujeto negativo ante el verbo “ser" afir
mado. Sienta de éste modo las reglas más generales de los
usos legítimos del lenguaje.
Los milesios, al interrogarse por los la anta, por lo que
hay (lo que es o existe), realizaron una crítica de lo que se ha
bía dicho acerca de lo que hay, y sobre esta crítica avanzan
sus propuestas de qué puede decirse razonablemente acerca
de lo que es. Parménides deshecha este discurso (o mejor di
cho, lo relega a la segunda parte de su poema-, la vía de la
Apariencia o de la Opinión) y en lugar de llevar adelante una
crítica de las opiniones acerca de lo que hay, establece los
modos legítimos según los cuales puede decirse el ser de lo
que es — del ser puede decirse que es, y no puede decirse que
no es. Así, el nivel de su discurso ya no es la especulación fí
sica, sino un dominio de más alta abstracción que, con el
tiempo, vendrá en llamarse “metafísica”.
Ahora bien, si ésto es así, si del ser sólo puede decirse
que es y del no-ser que no es, ésto implica una serie de conse
cuencias, de exigencias subsiguientes para el discurso — que
no pueden ser obviadas. Podríamos esquematizar las princi
pales así.-
1. El Ser es Eterno: ¿Cómo podría tener principio o fin?
Ello equivaldría a afirmar que antes de ser era no-ser; o que
63
después de ser pasará a no ser — lo cual implica vulnerar la
regla y afirmar que el no ser es.
G. THOMSON
A A A A A
D 8 B B B - E
—Y YYY
A : Cuerpos en reposo
B: Cuerpos que se mueven desde D a E
Y: Cuerpos que se mueven desde E a D
D: Punto de partida
E: Meta
KIRK y RAYEN
las consecuencias históricas a las que una y otra doctrina ha
dado lugar (y al modo como, en su superficie argumentativa,
Platón las enfrenta), hay entre ambas una significativa colec
ción de puntos comunes que no deberían desestimarse: desde
su radical crítica a los datos de los sentidos o su negativa a
conceder ninguna dignidad ontológica a la multiplicidad que
nos rodea (meros nombres con los que los hombres distin
guen entre apariencias) hasta la reivindicación de un punto de
vista “superior” de serena visión que apenas si puede expre
sarse con palabras, pero que, de algún modo, “salva” al que
lo detenta del desconcierto atropellado que es la realidad — le
coloca más allá de todo acontecimiento. En ambos casos, la
puerta de acceso a esta sabiduría viene formulada de un
modo que, lingüísticamente, recuerda los antiguos enig
mas— tanto Parménides como Heráclito, apoyándose única
mente en lo común, ¿1 logos, construyen el desafío más mo
numental al sentido común que conoce el pensamiento anti
guo: su instante de vértigo. En ambos casos, nos hallamos
ante dos “sabios”, y la sabiduría (esa modalidad griega de
santidad) que dicen detentar ha sido adquirida tras un largo
itinerario — que en un caso conduce a la morada de la diosa y
en el otro al fondo de uno mismo. Tal vez, los enunciados tó
picos de uno y otro de estos grandes autores tenga que ver con
la peculiar naturaleza de su viaje: para los dioses, el no ser no
es — en el fondo de uno mismo, todo fluye.
ZENON DEELEA
71
Los presocráticos tardíos
73
"A mediados del siglo V, la especulación física
griega habia alcanzado una considerable variedad, tanto
en método como en conclusiones. El método de los pri
meros pensadores jónicos, basado en el supuesto de que
todos los fenómenos naturales se podian explicar a partir
de la simple observación, resultaba inadecuado después
de la crítica de Parménides y de la física numérica de los
pitagóricos. También habían sido abandonadas las teo
rías que identificaban la sustancia primaria con el agua,
lo Indeterminado o el aire. Heráclito. aunque habia con
siderado al fuego como sustancia primaria, hacia hinca
pié en el cambio y en la oposición de tensiones. Los pita
góricos destacaban la importancia del modelo de las
cosas, de las relaciones numéricas y geométricas. Y Par
ménides, en nombre de la razón desechaba el mundo de
los sentidos como mera ilusión”.
B. FARRINGTON. 1971
EMPEDOCLES DE AGRIGENTO
75
de sus atavíos rituales y la secularizaron como una forma ar
tística” (tal como Estesicoro había hecho con la lírica coral).
Escribió dos obras, en verso: Las Purificaciones (Cathar-
moi) de la que se conservan pocos fragmentos y que estaba
destinada “al pueblo”, según cuenta la tradición, y Sobre la
Naturaleza, texto de carácter esotérico en el que se trata
acerca de la naturaleza de las cosas, y donde la tradición física
jónica y el talante órfico-pitagórico se combinan de modo sin
gular con objeto de mediar el antagonismo entre Ser y Deve
nir (o entre lo Uno y lo Múltiple).
Las principales proposiciones que constituyen el entra
mado básico de su tratado Sobre la Naturaleza, pueden es
quematizarse así:
1. La realidad está sometida a un ciclo cósmico intermi
nable.
2. En el curso de este ciclo, se pasa de lo Uno (todos los
entes están unificados en un ser, perfecto como una Esfera) a
lo Múltiple (estadio en el que los entes están dispersos).
3. Los entes mismos son compuestos (“mezclas”) de
cuatro elementos básicos (o “raíces”): Fuego, Aire, Tierra y
Agua, que Empédocles identifica poéticamente con cuatro di
vinidades: Zeus, Hera, Edoneo y Nestis.
4. Dos fuerzas antagónicas mueven este ciclo cósmico-,
el Amor y la Discordia. El Amor tiende a reunir todos los
elementos y homogeneizarlos bajo la ley del Uno, en una Es
fera. La Discordia tiende a separarlos en una multiplicidad de
entes particulares.
5. El dominio del Amor y de la Discordia es alternativo
en el ciclo cósmico-, pudiendo establecerse, entre los períodos
de hegemonía de cada uno de ambos, dos estadios de transi
ción: del Amor a la Discordia; y de la Discordia al Amor.
6 . Durante los estadios de transición, surge la vida. Em
pédocles identifica el período de la emergencia del hombre so
bre la tierra con aquel que transcurre de la Discordia al
Amor — del mismo modo como entendía la creación del Cos
mos como una separación, un paso del Amor a la Discordia.
76
7. De ahí surge una teoría de la evolución orgánica en
cuatro estadios que podríamos resumir utilizando el testimo
nio de Aecio (Ve/. Plac. V, 19, 5): "Empédocles sostuvo que
las primeras generaciones de animales y plantas no fueron
completas, sino que constaban de miembros disyectos sin
unir; las segundas nacidas de la unión de dichos miembros,
fueron seres fantásticos-, la tercera generación fue la de las
formas totalmente naturales; la cuarta no surgió ya de sustan
cias homeomeras como la tierra y el agua, sino por genera
ción. como resultado unas veces de la condensación de sus
alimentos y otras debido a que la hermosura de la hembra ex
citaba el apetito sexual; las diversas especies de animales se
distinguieron por la calidad de sus mezclas”.
Empédocles inicia un movimiento que seguirán todos los
pluralistas: pulveriza el ser de Parménides en una multiplici
dad de elementos y explica las transformaciones de los seres,
su nacimiento y su muerte, al modo geométrico — como
uniones y separaciones: agregaciones de cuerpos minúscu
los. Este modo de sortear la tensan entre lo Uno y lo Múlti
ple será, en sus líneas generales, adoptado por todos los físi
cos presocráticos tardíos — variando únicamente el nombre,
número y cualidades de estos elementos últimos que forman
la realidad (raíces, homeomerías, átomos) y los mecanismos
por medio de los cuales se supone que se relacionan entre
ellos: componiendo y descomponiendo las figuras que regis
tran como entes nuestros sentidos. Según se solvente de un
modo u otro esta problemática, así serán los diferentes siste
mas cosmogónicos.
ANAXAGORAS DE CLAZOMENE
85
A modo de conclusión
DE FISIS A POLIS
En realidad, aunque temáticamente Demócrito se integra
con pleno derecho entre los pensadores presocráticos, no ocu
rre lo mismo si nos atenemos a un criterio cronológico. De
mócrito es un pensador físico tardío, coetáneo de Sócrates.
Escribe su obra mientras Atenas ha conquistado ya la hege
monía espiritual de la Hélade, e irradia de ella una renovación
cultural de vastos alcances. La fisis, la naturaleza y el orden
cósmico, ha dejado de ser el centro de atención del pensa
miento. Ya no se interrogan por cual es el arjé de esta fisis,
sino que todo el interés está centrado en la vida ciudadana, en
la polis, y en la pregunta por cuál ha de ser el principio sobe
rano que debe regirla —cuál es el nomos: la ley.
El problema de la naturaleza cede así ante la preocupa
ción ciudadana — incluso en sus rasgos más íntimos: la vir-
86
"Un doble relato te voy a contar: en un tiempo
todas las cosas llegaron de una pluralidad a constituirse
en unidad, y en otro pasaron de unas a ser múltiples: do
ble es la génesis de los hombres mortales y doble su des
trucción. A la una la engendra y la destruye su reunión, y
la otra crece y se disipa a medida que los seres se dividen
de nuevo. Jamás cesan en su constante cambio, convi
niendo unas veces en la unidad por efecto del Amor y se
parándose otras bajo el odio de la Discordia. (Asi. en la
medida en que aprendieron a desarrollarse en una unidad
a partir de una pluralidad) y de nuevo, cuando dejan de
ser unas se convierten en plurales. Así nacen y no tienen
una vida estable, sino que. asi como jamás cesan de cam
biar constantemente de lugar, tampoco son siempre in
mutables en el ciclo."
89
CRONOLOGIA
91
Bibliografía
y
Doxografía
G.S. Kirk y J.E. Raven: Los Filósofos Presocráticos. Ed. Gredos: Ma
drid, 1970.
C. Eggers Lan y V.E. Juliá: Los Filósofos Presocráticos. Ed. Credos;
Madrid, 1978.
93
I
Indice
Introducción.................................................................... 9
Del mito al logos ........................................................... 12
Los presocráticos del Asia Menor ................................. 24
Los presócráticos de la Magna G recia.......................... 47
Los presocráticos tardíos ......................................... 72
A modo de conclusión .................................................. 86
Cronología...................................................................... 90
95