La Dictadura de Primo de Rivera
La Dictadura de Primo de Rivera
La Dictadura de Primo de Rivera
(1923-30)
El 13 de septiembre de 1923 el levantamiento militar de Miguel Primo de Rivera, capitán
general de Cataluña, acabó con el Gobierno constitucional y accedió al poder con el beneplácito
del Rey, el apoyo del Ejército, la adhesión de las organizaciones patronales y católicas y la
indiferencia y pasividad de la mayoría de la población. En una primera etapa, hasta la primavera
de 1924, el dictador se propuso terminar con rapidez con el desorden público, la amenaza de los
nacionalismos, el asunto de las «responsabilidades» del desastre de Marruecos y la lacra del
caciquismo, a su juicio los males principales que aquejaban a España. Un «cirujano de hierro» al
que no le iba a temblar la mano.
A partir de ese momento, las medidas excepcionales dictadas a golpe de decreto dieron paso
a un proceso de institucionalización. Si el régimen quería perdurar tenía que abordar los
problemas sociales y económicos y emprender la movilización de sus apoyos sociales,
fundamentalmente el Somatén y la Unión Patriótica. En el otoño de 1925, aprovechando el éxito
de la campaña militar de Marruecos, el dictador comenzó a pensar en una salida política que le
diera legitimidad y estabilidad. Antes de acabar el año, el Directorio militar dejó paso a un
Gobierno de carácter civil que impulsó reformas administrativas y una legislación de carácter
social que redujo notablemente la conflictividad laboral. En el verano de 1926 se puso en marcha
la creación de un parlamento corporativo, la Asamblea Nacional, que abrió sus puertas un año más
tarde con el encargo de redactar un nuevo texto constitucional.
Pero era demasiado tarde. Desde finales de 1928 Primo de Rivera fue perdiendo apoyos al
tiempo que engrosaba la lista de sus enemigos. La oposición de una parte del Ejército, la rebelión
estudiantil, la sucesión de complots y conspiraciones, la desafección de las asociaciones patronales
y de la UGT, el distanciamiento del Rey y la organización de la oposición política en torno al
republicanismo provocaron la descomposición del régimen y el aislamiento del dictador, que tuvo
que dimitir en enero de 1930. La esperanza de Alfonso XIII de cerrar un paréntesis de siete años y
volver a la situación anterior como si nada hubiera pasado fue una ilusión que apenas iba a durar
un año. La suerte de la Monarquía iba unida a la de la Dictadura que había consentido y aprobado
Fuente: CASANOVA, J y GIL, C. (2009): Historia de España en el siglo XX, Ariel, pág. 122-3.
VISIÓN GENERAL
1. Las causas del golpe de Estado.
2. La reorganización del Estado:
• Durante el Directorio militar
• Durante el Directorio civil.
3. La política económica y social
4. La oposición a la Dictadura
5. La caída del dictador
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c. Evitar que el régimen acabara por democratizarse. Prueba: el gobierno de García Prieto
(con miembros del partido reformista se planteó
la libertad de cultos,
la reforma de la ley electoral,
la reforma del Senado,
la reforma de la participación de los trabajadores en los beneficios industriales
la implantación de un impuesto extraordinario sobre los beneficios de la guerra.
2. LA REORGANIZACIÓN DEL ESTADO
La dictadura se inspira en algunas de las ideas de regeneracionismo que había criticado el
sistema de la Restauración y proponía medidas radicales. Pero también Primo de Rivera va a
inspirarse en el estado corporativo que estaba conformando Mussolini en Italia y que caracterizará
al el régimen fascista. A grandes rasgos el estado corporativo se caracteriza por:
• Supresión de las organizaciones sindicales y sustitución por un organismo donde se
agrupan los trabajadores y empresarios. Desde ahí se regulan las relaciones laborales y los
conflictos con elevada intervención del estado a través de la aprobación de una legislación
laboral. Se crea una percepción de colaboración de clases. Así se creará la Organización
Corporativa Nacional (en la que se incluye a UGT, pero no a la CNT)y se aprobarán leyes
dirigidas a favorecer a la familia y las mujeres.
• Se eliminan los partidos representativos que son sustituidos por un partido único de
carácter transversal (incluye a distintos grupos sociales) y por corporaciones. Así se crea la
Unión Patriótica.
• El estado encabeza un política intervencionista en economía creando empresas nacionales
monopolistas (o nacionalizadas), emprendiendo grandes planes de obras públicas, medidas
proteccionistas.
• El estado interviene en el control ideológico de la población a través de la educación u
organismos políticos.
Por tanto, a lo largo de la dictadura se va a asistir a un proceso de destrucción de algunos
elementos del sistema político de la Restauración y sustituirlo por otros en la línea de crear un
estado corporativo que era compatible con la Monarquía.
a. Primeras medidas del directorio militar:
Suspensión del régimen constitucional.
Disolución de las Cortes
Cese de autoridades civiles.
Prohibición de las actividades de la prensa y de los partidos políticos y sindicatos.
Militarización del orden público y represión del obrerismo radical
Liquidación del caciquismo:
― Estatutos Municipal y Provincial
― Disolución de los ayuntamientos sustituidos por juntas de vocales asociados
nombrados por los gobernadores civiles entre los mayores contribuyentes.
Pero, todo quedó en que unos caciques fueron sustituyeron a otros.
― Sustitución de los gobernadores civiles por militares.
Una nueva forma de hacer política: creación de un partido: la Unión Patriótica. Es
un partido gubernamental, sin ideología precisa y cuya función es el apoyo social al
régimen. Sus afiliados procedían de las filas católicas, funcionariado y caciques
rurales.
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Extensión del somatén, una milicia armada propia de Cataluña que sirvió para
movilizar a la “gente de orden” y usarla como fuerza auxiliar para los cuerpos de
seguridad.
Continuación de la guerra de Marruecos. Ahora en colaboración con Francia:
Desembarco de Alhucemas (1925) y derrota de Abd-El-Krim.
b. Intento de institucionalizar el régimen, es decir, ya no se pretende que sea un gobierno
provisional, un paréntesis, sino consolidarlo marcando las diferencias con el régimen liberal
anterior. Se ponen las bases para la creación de un estado corporativo. Para ello se crea
una Asamblea Nacional Consultiva (1927) y un plebiscito sobre la política interior y
exterior. La Asamblea tenía un carácter corporativo y autoritario. Sus miembros eran:
― Representantes de las corporaciones elegidos por sufragio indirecto
― Funcionarios de la administración
― Representantes sociales
3. LA POLÍTICA ECONÓMICA Y SOCIAL
Se benefició de la buena coyuntura económica internacional.
Es una política de corte nacionalista y de dirigismo estatal que combinaba
elementos intervencionistas: acentuación del proteccionismo:
― Decreto de Protección de la Industria Nacional que suponía ayudas a las
empresas que no podían competir en el exterior.
― Creación de monopolios: Telefónica, CAMPSA
Impulso al desarrollo industrial de los sectores de bienes de inversión: fomento de
obras públicas (ferrocarril, carreteras, planes hidroeléctricos).
Estas políticas condujeron a un crecimiento del déficit presupuestario (se multiplicó
por 6 el endeudamiento del Estado desde 1924.
Balanza comercial deficitaria.
Mantenimiento de un sistema fiscal injusto.
La industria española creció a un ritmo superior al 5 por ciento anual, favorecida por el
fomento de la producción nacional y la restricción de la competencia. Los sectores más activos,
la siderurgia, la construcción, el cemento y la química, se vieron impulsados por el proceso
acelerado de urbanización, la extensión de la electrificación, las necesidades de equipamiento
de las empresas, la llegada de capitales extranjeros y el incremento de las exportaciones.
Fueron años de diversificación industrial y concentración empresarial, con el apoyo estatal
para la creación de oligopolios y monopolios, como la Compañía Arrendataria del Monopolio
de Petróleos, S. A. (CAMPSA) o la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), y la puesta
en marcha de un ambicioso plan de modernización de infraestructuras visible en el
crecimiento del trazado radial de la red viaria y ferroviaria, en la Ley de Puertos y en la
creación de las Confederaciones Hidrográficas
Política social.
Se puso en marcha la Organización Corporativa Nacional, un sistema para regular las
relaciones laborales y evitar los conflictos sociales mediante la intervención del Estado en el
que intentó integrar a los sectores moderados del obrerismo mientras reprimía a los radicales.
Funciones de la Organización Corporativa Nacional:
― Reglamentar los salarios y las condiciones laborales.
― Mediación y arbitraje en caso de conflictos.
Medidas sociales:
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― Regulación del trabajo femenino.
― Política de viviendas baratas.
― Seguro de maternidad.
― Subsidio a familias numerosas.
― Elaboración de un código del trabajo.
― Continuidad del Instituto de Reformas Sociales.
― Subsidios a emigrantes.
4. LA OPOSICIÓN A LA DICTADURA
• Antiguos líderes de los partidos de turno: consideraban que la dictadura se prolongaba
demasiado tiempo. Algunos de ellos participaron en conspiraciones militares (p.e.
“sanjuanada”, 1926).
• Anarquistas (CNT): En su interior se produce una división entre quienes defienden el uso
de la violencia y quienes defienden posturas más posibilistas como Ángel Pestaña. En julio
de 1927 se crea la FAI partidaria de la insurrección popular.
• Socialistas (PSOE y UGT). Al principio mantuvieron una posición posibilista, pero hacia
1929 se opusieron frontalmente y a favor de la república.
• Nacionalistas. El régimen llevó a cabo una política anticatalanista (prohibición de la
sardana, de la Mancomunidad, el uso público del catalán, clausurar del campo del
Barcelona F.C. La Lliga, al principio simpatizante del golpe se distanció. Macià intentó una
invasión desde Francia en 1926.
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• El rey temeroso de que el descrédito le afectase a su imagen le retiró su confianza y Primo
de Rivera dimitió en enero de 1930 una vez que había comprobado el escaso apoyo de los
capitanes generales a los que consultó.
• El general Berenguer es el encargado de dirigir el proceso de vuelta a la normalidad
constitucional.
• El proceso es demasiado lento para la oposición que se organiza mediante el Pacto de San
Sebastián (agosto de 1930). Se constituye un comité revolucionario que se convertiría en el
gobierno provisional.
• En diciembre de 1930 se produce un intento de insurrección militar con la proclamación de
la República en Jaca cuyos cabecillas, los capitanes Galán y García Hernández fueron
fusilados.
• En febrero de 1931 se constituye el último gobierno de la monarquía presidido por el
almirante Aznar que convocó unas elecciones municipales a las que seguirían otras de
carácter constituyente.
• Estas elecciones celebradas el 12 de abril se plantearon como un plebiscito a favor o en
contra de la monarquía.
• Los partidos de la oposición triunfaron en las zonas donde el control del voto era menor.
Alfonso XIII dimitió.
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Una interpretación de qué fue la dictadura de Primo de Rivera
La Marsellesa de la autoridad no era otra cosa que el ascenso de la derecha radical
antiparlamentaria. El golpe de Primo de Rivera no fue un hecho único, una salida original a la crisis
del sistema liberal o un acontecimiento peculiar de la historia contemporánea de España, sino uno
más de los regímenes militares o semimilitares de corte autoritario surgidos en la Europa de
entreguerras. Como ha estudiado con detalle José Luis Gómez Navarro, las dictaduras que en esos
años se instauraron en los países de la Europa mediterránea y oriental fueron una consecuencia
de los procesos de desarrollo económico, modernización social y movilización política vividos en
los últimos años del siglo XIX y los primeros decenios del siglo XX en países de industrialización
tardía que tuvieron que afrontar el desafío que suponía la incorporación a la escena política de las
masas agrarias e industriales. En ese marco común se inscriben las experiencias autoritarias vividas
en Portugal, Grecia, Polonia, Rumanía, Bulgaria, Hungría o Yugoslavia. En todos los ejemplos
citados, los regímenes dictatoriales fueron una salida ante el fracaso de los sistemas políticos en la
tarea de integrar a los sectores sociales emergentes y caminar hacia una nueva legitimidad
democrática basada en la soberanía popular y la extensión de los derechos ciudadanos. Ante el
descrédito de los partidos tradicionales, y la falta de capacidad o de voluntad política de las élites
para propiciar ese cambio, el Ejército y la burocracia, con el apoyo de la Monarquía, fueron las
instituciones capaces de tomar el poder y salvaguardar el orden social amenazado por el fantasma
de la revolución obrera.
El fascismo es un fenómeno diferente. Es cierto que el triunfo de los «camisas negras» en
Italia se produjo un año antes del golpe de Primo de Rivera, quien nunca ocultó su admiración por
la figura de Mussolini. Poco después, en la visita oficial realizada al país transalpino, el Dictador
español confesó que su pronunciamiento tenía mucho que ver con la «electrificación de la
atmósfera» provocada por el movimiento fascista. En el mismo viaje, Alfonso XIII presentó a Primo
de Rivera como su Mussolini particular. Ambos dictadores compartían el rechazo a la democracia y
al parlamentarismo, la apelación nacionalista al uso de la fuerza y la coacción para terminar con el
«caos» revolucionario y la apuesta por un Estado corporativo que regulara las relaciones sociales.
Los mismos enemigos y objetivos parecidos. Pero el contexto histórico común y las semejanzas de
estilo o de lenguaje no difuminan las fronteras entre las dictaduras autoritarias y los regímenes
fascistas.
Fuente: CASANOVA, J y GIL, C. (2009): Historia de España en el siglo XX, Ariel, pág. 147-8.
¿Por qué triunfa con facilitad del golpe de estado de Primo de Rivera?
En el fondo, cuando publicó su manifiesto, Primo de Rivera contaba sólo con el general
Sanjurjo, gobernador militar de Zaragoza, y con el círculo de generales cercano a la Corte, el
llamado cuadrilátero de Madrid. El resto de los capitanes generales y gobernadores militares no
apoyaban la rebelión, pero tampoco estaban dispuestos a enfrentarse a sus compañeros de
armas. En las horas cruciales del 13 al 14 de septiembre la sublevación se vio claramente
favorecida por la abstención del grueso del Ejército, la debilidad del Gobierno, confuso y vacilante,
la pasividad de la opinión pública y, sobre todo, por los pasos seguidos por el Rey. Primero, su
retraso deliberado a la hora de volver de San Sebastián a Madrid; luego su decisión, en la mañana
del día 14, de consultar con sus asesores militares antes de tomar una determinación, lo que
provocó la dimisión de García Prieto, y, finalmente, la entrega voluntaria del poder a Primo de
Rivera, incluso cuando éste declaró, después de jurar su cargo de presidente del Consejo de
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Ministros, que no tenía intención de formar un Gobierno de hombres civiles, más o menos
respetuoso con la Constitución, sino un Directorio Militar.
Apenas hubo reacciones de protesta. Era de esperar la adhesión unánime de las
organizaciones patronales, las Cámaras de Comercio e Industria, las asociaciones de agricultores y
los sectores católicos. Pero no el silencio de los partidos dinásticos y la pasividad de los
republicanos, expectantes sobre las verdaderas intenciones de la rebelión, que contrastaron con el
apoyo abierto, aunque con divisiones internas, mostrado por los mauristas, los tradicionalistas, la
Lliga y el Partido Social Popular. El PSOE y la UGT pidieron tranquilidad a sus afiliados y les
recomendaron que no participaran en «movimientos estériles» como los tímidos conatos de
protesta promovidos por la CNT y los comunistas. Primo de Rivera había amenazado con el uso de
la fuerza contra cualquier intento de oposición. Pero no hizo falta. Como escribió Arturo Barea, «el
hombre de la calle se quedó mirando atónito lo que pasaba, como la gallina hipnotizada se queda
mirando el trozo de tiza; y cuando trató de recobrar su equilibrio, los acontecimientos le habían
sobrepasado: el Gobierno había dimitido, algunos de sus miembros habían huido al extranjero, el
Rey había dado su aprobación al hecho consumado y España tenía un nuevo Gobierno llamado El
Directorio»
Fuente: CASANOVA, J y GIL, C. (2009): Historia de España en el siglo XX, Ariel, pág. 126-7.