Los Orígenes de La Cultura - René Girard
Los Orígenes de La Cultura - René Girard
Los Orígenes de La Cultura - René Girard
René G irard
E D I T O R I A L . T R O T T A
Esta o b ra se be n e fic ió del RA.R G a rc ía Lorca, P rogram a de P ublicación
del Servicio de C o o p e ra c ió n y de A c c ió n C ultu ra l de la E m ba ja da de Francia
en España y de l M in is te rio francés de Asuntos Exteriores
C O L E C C IÓ N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S
S e r i e C ie n c ia s S o c ia le s
ISBN: 8 4 -8 1 Ó 4-854-X
D epósito Legal: M . 3 8 .9 8 1 -2 0 0 6
Im presión
Fernández C iu d a d , S.L.
CONTENIDO
7
Introducción
«UNA LARGA ARGUMENTACIÓN, DE PRINCIPIO A FIN»
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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INTRO DUCCIÓ N
P e n s a r e l m im e t is m o
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
Evolución y victimización
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IN TR O D U C C IÓ N
2. Grasset, París. En lo sucesivo esta edición será citada como Violence. [Cf. en
castellano La violencia y lo sagrado, trad. de J. Jord á, Anagrama, Barcelona, 52 0 0 5 .]
3. Grasset, Paris. En lo sucesivo, citado com o Choses. [Cf. la versión castellana
El misterio de nuestro mundo. Claves para una interpretación antropológica, trad. de
A. Ortiz, Sígueme, Salamanca, 1982.]
4. Desclée de Brouwer, Paris. En lo sucesivo, citado com o Scandale.
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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IN T R O D U C C IÓ N
5. «Por lo que se refiere a los grupos humanos, [René Girard] sería a Darwin lo
que Georges Dumézil es a Linneo, dado que propone una dinámica, pone de manifies
to una evolución y suministra una explicación universal» (M. Serres, A tlas, Julliard,
Paris, 19 9 4 , p. 2 2 0 [Atlas, trad. de A. Martorell, Cátedra, M adrid, 1995]).
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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IN TR O D U C C IÓ N
Epistemología y conversión
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
Cristianismo y postmodernidad
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INTRO DUCCIÓ N
Término hindú que significa tanto religión o religiosidad asumida, como lí
nea de conducta derivada de esa misma asunción. [N. del T.]
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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IN TR O D U C C IÓ N
PlERPAOLO A N T O N E L L O
Joáo C ezar de Castro R o c h a
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I
1. «Desde el principio...»
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LA «VIDA DEL ESPÍRITU»
ninguna otra. La m ayor parte de los cursos no consistían nada más que
en presentarnos una sucesión de hechos de form a totalmente árida.
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ría exponer cuadros allí. Así que nos convirtió, a mi amigo y a mí,
en los organizadores oficiales de la exposición a fin de asegurarse la
colaboración de nuestros padres respectivos, que le era indispensable
para poder realizar su proyecto.
Para que acudieran más visitantes a la exposición de Aviñón, a
Zervos se le ocurrió otra idea: proponerle a Jean Vilar que organi
zase un festival de teatro en el mismo Palacio de los Papas. Y todo se
llevó a cabo tal como se había previsto. La exposición fue un éxito y
el festival de teatro también. ¡Y tanto! ¡Como que existe todavía!
La idea de participar en un proyecto de tamaña envergadura nos
hizo entrar, a mi amigo y a mí, en una auténtica borrachera mimética.
M e acuerdo muy bien de nuestra visita al estudio y taller de Picasso,
en el quai des Grands-Augustins en plena Rive gauche, y de haber
estado cargando, con mis amigos, doce cuadros en una camioneta
que luego llevamos hasta Aviñón. A Picasso, por cierto, le encantaba
contar cómo fue la primera vez que pasó por allí. Viajaba de España
a París, quiso visitar el Palacio de los Papas y, como tenía muy poco
dinero, le propuso a la conserje pagarle los cinco francos de la entra
da con un retrato, a lo que ella se negó. Recordando aquella primera
exposición, Picasso deseaba, hacia el final de su vida, acabar su aluci
nante carrera en la Gran Capilla del Palacio de los Papas, y pudo de
hecho realizar su sueño.
Lo único que le preocupaba era que Matisse cediese el mismo
número exacto de cuadros que él, e igual de importantes. Por cierto,
recuerdo haber sido algo torpe al manejar uno de los lienzos de M a
tisse, con el resultado de un hermoso agujero en una Blusa rumana,
que afortunadamente enseguida se pudo reparar.
En el curso de aquel verano, Picasso se acercó a Aviñón en un
coche conducido por su chófer. Con un cierto toque humorístico,
pero también con bastante insistencia, estuvo quejándose, por el ca
mino, de la ausencia de publicidad de la exposición en la carretera
que va de París a Aviñón. Braque pasó por entonces un mes entero
en Aviñón, y Fernand Léger visitó la exposición. Una de las cosas que
hacían que aquel encargo se nos subiese un poco a la cabeza era el he
cho de estar en contacto cotidiano con actrices como Silvia M onfort
y Jeanne Moreau, quien, por cierto, acababa de terminar sus estudios
de arte dramático y era todavía una perfecta desconocida.
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— ¿No cree que ser marginal puede proporcionar una cierta ven
taja intelectual?
— Siempre nos parece encontrar ventajas en ser uno tal como es.
M i exterior relativo se muestra, creo yo, en mis libros más caracte
rísticos: Mentira romántica y Shakespeare, los fuegos de la envidian .
Sobre todo en las partes que tratan de las relaciones miméticas. Pue
de que ahí se encuentre el auténtico núcleo de mi trabajo, del que
los aspectos antropológicos y religiosos no son sino meras prolon
gaciones.
Cuando pasé de la literatura a la antropología, lo hice de forma
autodidacta. Por eso tardé tantos años en escribir La violencia y lo
sagrado..., ¡como que, entre tanto, tuve que hacerme antropólogo!
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Tomelleri ha editado una recopilación de ensayos de René G irard que tienen en común
la noción de «resentimiento»; cf. R. Girard, ¡l risentimento. Lo scacco del desiderio
nell'uomo contemporáneo. Cortina, Milano, 19 99.
17. Cf. G. Pouiet, Les métamorphoses du cerde, Plon, Paris, 1 9 6 1 , pp. 3 7 5 -3 9 3 .
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LA «VIDA DEL ESPÍRITU»
18. Charles S. Singleton es uno de los mayores especialistas del siglo xx en Dan
te. Enseñó, en efecto, en la Universidad de Harvard y en la Johns Hopkins. Ha publi
cado gran cantidad de obras que constituyen auténticas referencias sobre la literatura
de lengua italiana. A él debemos una nueva edición del Decamerón de Bocaccio (The
Johns Hopkins University Press, Baltimore, 19 7 4 ), pero sobre todo varios estudios
sobre Dante: D ante’s Work: An Essay on the Vita Nuova (1949), Dante’s Commedia:
Elements o f Structure (1954) y Journey to Beatrice (1957), todos ellos publicados por
Harvard University Press. Publicó asimismo una traducción anotada de La Divina
Comedia en seis volúmenes, entre 1 9 7 0 y 19 75, para la colección Bollingen Series de
Princeton University Press.
19. J. Freccero, The Neutral Angels from Dante to Matteo Palmieri, tesis doctoral,
Universidad Johns Hopkins, Baltimore, 1958.
20. Eric Gans es profesor de francés en la Universidad de California, Los Ángeles
(UCLA). Estudió con René Girard en la Universidad Johns Hopkins a finales de los
años sesenta. Ha formulado la teoría de la antropología generativa en varios libros,
entre los que cabe citar The End o f Culture: Toivard a Generative Anthropology, Uni
versity o f C alifornia Press, Berkeley, 1 9 8 5 , y Originary Thinking: Elements o f Genera
tive Anthropology, Stanford University Press, Stanford, 19 93. Es editor del periódico
on-line Anthropoietics, dedicato a los debates que suscita la antropología generativa:
http:/www.anthropoetics.ucla.edu. Andrew McKenna es editor de Contagian: Journal
o f Violence, Mimesis and Culture. Es también autor de Violence and Difference. Girard,
Derrida and Deconstruction, University of Illinois Press, Urbana/Chicago, 19 9 2 .
21. Cf., por ejemplo, C. Bandera, The Sacred Game, Pennsylvania State Univer-
sity Press, University Park, PA, 19 94. [En castellano, El juego sagrado. Lo sagrado y el
origen de la literatura moderna de ficción, Universidad de Sevilla, 1997.]
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22. R. Macksey y E. Donato (eds.), The Languages o f Criticism and the Sciences
o f Man, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1 9 7 0 ; de René Girard es la
introducción «Tiresias and the Critic», ibid., pp. 15 -2 1.
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go, también andaba por allí Theodor Adorno, que mostró mucha
curiosidad al respecto.
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26. Diacritics 8/1 (19 7 8 ). Cf. también el debate que organizó la revista Esprit tras
la publicación de la prim era edición en francés de La violencia y lo sagrado-. Esprit
(noviembre de 19 7 3 ), pp. 5 1 3 - 5 8 1 .
27. V Turner, «Review o f Violence and the Sacred by René Girard»: Human Na
ture (1978), p. 24.
28. Autor de Tennósei no bunka jinrui gaku [Antropología cultural del sistema
imperial] y de «Haisha» no seishinshi [Historia psicológica del vencido].
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30. René Girard presenta un análisis de este texto en Satan, pp. 83 -85.
3 1 . M. Serres, Le parasite, Grasset, París, 1 9 8 0 ; y del mismo autor: Les origines
de la géométrie, Flammarion, Paris, 1 9 9 3 ; Atlas, Julliard, Paris, 1994. Acerca de la
relación entre el pensamiento de Michel Serres y la teoría sacrificial de René G irard,
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cf. A. Delcíó, Morfologie. Cinque studi su Michel Serres, Franco Angelí, M ilano, 1995,
pp. 97-126.
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33. Choses, libro III, «Psicología interindividual», cap. II, «El deseo sin objeto»,
sección D, «Hipnosis y posesión», p. 420.
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— ¿No cree que esa actitud está cambiando, y que los universita
rios e investigadores sienten actualmente la necesidad de atraerse a los
medios de comunicación, para ganar prestigio en su propio medio?
— Nada hay realmente nuevo. No creo que haga falta que les
diga precisamente a ustedes, que los intelectuales que manifiestan
una mayor avidez hacia los medios de comunicación, son casi siem
pre los que más amargamente se quejan de ellos y se dedican a deni
grarlos. Por lo demás, pienso que un gran éxito mediático, por muy
satisfactorio que resulte para sus beneficiarios, no puede asegurar el
éxito a largo plazo de esas ideas alrededor de las cuales se arma tanto
ruido. Los optimistas quieren hacernos creer que, al fin y a la postre,
las ideas verdaderas son las que triunfan, pero yo no estoy seguro de
que tengan razón.
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capítulos. Los dos últimos, Celui par qui le scandale arrive45 y La voix
méconnue du réel, se han publicado en 2 0 0 1 y 2 0 0 2 . ¿Tiene otros
proyectos a largo plazo?
— Sí, desde luego. M e gustaría rectificar la perspectiva de mis
primeros libros en lo que se refiere a las religiones arcaicas. Estoy,
por tanto, rescribiendo todo el proyecto en su conjunto. También
me intereso actualmente por la mitología hindú, y mi reciente lec
tura del Mahabharata quizás vaya a dar algo, aunque tampoco estoy
muy seguro. El gran indianista holandés J.-C. Heesterman, en su li
bro The Inner Conflit o f Tradition4<s, establece la genealogía de los
ritos hindúes y hace ver que hasta los aparentemente más ajenos a la
violencia se enraízan en último extremo en violencias perfectamente
identificables, que define como razzias. Allí todo funciona según el
modo sacrificial. Tendremos que volver a tratar del texto védico, en
el curso de las entrevistas.
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i
II
—Para una m ayor claridad, nos gustaría que, en este capítulo, expusie
ra usted las principales nociones que contiene su teoría. Le pedimos,
para empezar, que vuelva a definir las nociones de deseo y mecanismo
mimético — tal como las desarrolla en sus libros— y que establezca la
diferencia entre ambas.
— La expresión «mecanismo mimético» recubre una amplia se
rie de fenómenos: designa, de hecho, todo el proceso que se inicia
partiendo del deseó mimético, sigue con la rivalidad mimética, se
exaspera en la crisis mimética o sacrificial y concluye con la fase de
resolución que cumple el chivo expiatorio. Para explicar esta trayec
toria, tenemos que empezar por el principio, es decir, por el deseo
mimético.
Primeramente hemos de distinguir entre deseo y apetito. El ape
tito que se siente por los alimentos o por el sexo no es todavía deseo.
Es un mero asunto biológico, que se convierte en deseo cuando entra
en juego la imitación de un modelo; y la presencia de dicho modelo
es un factor decisivo en mi teoría. Si el deseo es mimético — lo que
quiere decir imitativo— , entonces el sujeto desea el objeto poseído
o deseado por aquel al que toma por modelo. El sujeto evoluciona o
bien en el mismo mundo que su modelo o bien en un mundo distin
to. En este último caso, está claro que no puede poseer el objeto de
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1. Cf. Choses, libro III, cap. II: «El deseo sin objeto •>, pp. 3 9 8 -4 0 6 .
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«UNA TEORÍA CON LA QUE SE P U E D E TRABAJAR». EL M E C A N I S M O M IM ÉTICO
un lado, con los apetitos y los instintos, y por otro, con el medio so
cial— hay que añadirle a la salsa un buen pellizco de imitación. Sólo
el deseo mimético puede ser libre, verdaderamente humano, porque
elige el modelo más que el objeto. El deseo mimético es lo que nos
hace humanos, lo que nos permite escapar a los apetitos rutinarios,
puramente animales, y construir nuestra identidad, que no puede en
modo alguno crearse a partir de nada. La naturaleza mimética del de
seo es lo que nos hace capaces de adaptación, es lo que proporciona
al hombre la posibilidad de aprender todo cuanto necesita saber para
poder participar en su propia cultura. Esta última no se la inventa el
individuo, sino que la copia.
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«UNA TEORÍA CON LA QUE SE P U E D E TRABAJAR»: EL MECANISM O MIMÉTICO
11. S. Lévi, La d o ctrin e du sa crifice dans les B rahm anas, PUF, Paris, 1966.
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12. Ib id ., p. 5 1.
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«UNA TEORÍA CON LA QUE SÉ P U E D E TRABAJAR»: EL MECANISMO MIMÉTICO
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16. Cf. acerca de esta cuestión P. Dumouchel y J.-R Dupuy (eds.), L’auto-organi-
sation. De la pbysique au politique, Senil, Paris, 19 8 3 , pp. 283 ss.
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«UNA TEORÍA CON LA QUE SE P U E D E TRABAJAR»: EL M E C A N I S M O MIMÉTICO
17. Cario Ginzburg pone de relieve el vínculo frecuentísimo que, entre los per
sonajes mitológicos, se establece entre la cojera o la mutilación de algún miembro, el
crimen ritual y el reino de la muerte. No obstante, este autor no se toma en serio la
teoría del chivo expiatorio. Cf. C. Ginzburg, The Night Battles. Witchcraft and Agrar-
ian C.ults in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, Johns Hopkins University Press,
Baltimore, 1983.
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«UNA TEORIA CON LA QUE SE P U E D E TRABAJAR»: EL M E C A N I S M O M IM ÉTICO
4. El desconocimiento
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20. Cf. W. Shakespeare, Julio César, acto II, escena 1. Cf. también Shakespeare,
pp. 3 0 8 -3 0 9 .
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
22. W Shakespeare, Julio César, acto II, escena 1, líneas 16 6 y 18 0. René Girard
analiza este pasaje en Shakespeare, pp. 3 3 8 -3 5 4 .
23. Jean-Pierre Dupuy ha desarrollado esta noción en «Totalisation et méconnais-
sance», en R Dumouchel (ed.), Violence et vérité, cit., pp. 1 1 0 -1 3 5 .
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«UNA TEORÍA CON LA QUE SE P U E D E TRABAJAR»: EL MECANISM O MIMÉTICO
— ¿Puede explicar un poco más la crítica que hace usted del con
cepto freudiano de inconsciente?
— Soy hostil a la idea de un aparato psíquico identificable. La
noción de inconsciencia es indispensable, pero la del inconsciente,
que sería una especie de caja negra, se ha mostrado engañosa. Como
ya he señalado, es muy cierto que yo habría debido insistir más, an
teriormente, en la naturaleza inconsciente del mecanismo del chivo
expiatorio, pero me niego a encerrar esta noción en un inconsciente
con vida propia, siguiéndole los pasos a Sigmund Freud.
24. Cf. Satan, pp. 1 9 8 -1 9 9 . Entre los primeros manuscritos de los Evangelios, los
hay que no contienen esta célebre frase que recoge Lucas.
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LOS ORIGENES DE LA CULTURA
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* Fábulas o romances populares franceses del final de la Edad Media. [N. del T.]
2 6 . L. Scubla, «Contribution á la théorie du sacrifice», en M . Deguy y J.-R Dupuy
(eds.), René Girard et le probléme du m al, Grasset, París, 1 9 8 2 , p. 10 5 .
27. Un informe reciente de la OMS sobre las muertes violentas realizado en
ochenta países muestra que la mitad son suicidios y que la mayoría de los homicidios
se cometen en el seno de la familia. Sólo la quinta parte de las muertes violentas son
causadas por la guerra anualmente. Cf. World Report on Violence and H ealth, World
Health Organization Publication, Genéve, 20 02.
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«el objeto es una auténtica creación del deseo mimético» y que «es la
integración de todas las determinaciones miméticas concurrentes lo
que le hace surgir de la nada: ni se crea a partir de la pura libertad, ni
es tampoco la focalización de un ciego determinismo»33?
— Decir esto es, en mi opinión, ir demasiado lejos. De ser verdad,
no percibiríamos nada más que aquellos objetos que deseamos, y no
es así. El mundo está repleto de objetos que nos estorban y nos abu
rren enormemente. Y, muchas veces, los objetos más deliberadamen
te producidos para seducirnos son los que antes nos cansan. A estas
alturas, ir de compras consiste, las más de las veces, en disponer de
una buena cantidad de objetos para tirar a la basura casi sin solución
de continuidad. Con una mano se compran los objetos y con la otra
se tiran. ¡Y esto ocurre en un mundo en el que la mitad de la huma
nidad pasa hambre!
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«UNA TEORÍA CON LA QUE SE P U E D E TRABAJAR»: EL M ECANISM O MIMÉTICO
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III
1 . La antropología de la Biblia
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
2. Mito y monoteísmo
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etimología (el término eloh — alef-lamed-he— es la raíz tanto del verbo que significa
«jurar» o «prestar juramento», como del que significa «deificar» o «venerar») parecen
probar el carácter sacrificial de la deidad original, que presenta rasgos de double bind,
de ser a la vez una entidad maldita y deificada, como era siempre el caso tratándose
de las víctimas del mecanismo del chivo expiatorio, que a la vez representan el mal
supremo — puesto que son responsables de la crisis— y el supremo bien — dado que
restablecen la paz— . El origen de la cultura es sacrificial, y la Biblia incluye, en su
comienzo mismo, ese elemento. Y si es cierto que el texto bíblico se inicia con una
referencia explícita a la religión arcaica politeísta, también lo es que da paso enseguida
a la religión monoteísta de Yahvé. Por otra parte, esta misma palabra, Yahvé, sin duda
de origen mosaico, aparece por primera vez en Génesis 2, 4, y se repite a lo largo de
toda la versión hebrea del Antiguo Testamento. Sin embargo, en el Nuevo Testamento
esta palabra desaparece. La venida de Cristo aporta un cambio enorme en la relación
de Dios con su pueblo, ya que, a partir de ese momento, a Dios se le ve únicamente
como el Padre de todos los verdaderos creyentes, judíos y gentiles en pie de igualad,
sin que se haga entre ellos ninguna distinción, tal como dice Pablo en Romanos 10, 12.
6. Cf. Satan, pp. 16 9 -18 2 .
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7. Sófocles, Edipo rey: «De acuerdo a tu declaración, son bandidos los que, se
gún él [un testigo], han asesinado a Layo. Pero si él mantiene ese plural, resulta que no
soy yo el asesino, porque uno y varios no son, ciertamente, la misma cosa. En cambio,
si no habla más que de un solo hombre, de un viajero solitario, entonces la cosa vuelve
a estar clara y la culpa recae sobre mí».
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8. Números 14, 2 -1 0 .
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—En Figura, Auerbach afirma que san Pablo fue el primero que
aplicó la interpretación figural a los textos bíblicos. Sin embargo, lo
que usted parece decir es que la estructura misma del Antiguo Testa
mento es figural.
— Diría más bien que es profética.-Los profetas mismos se refie
ren ya a textos proféticos anteriores para desacreditar la designación
arbitraria y violenta de un chivo expiatorio. Puede que el texto bíbli
co que vaya más lejos en lo referente a esta revelación sea el que se
encuentra en Isaías 2, 4 0 -5 5 , «El Libro de la consolación de Israel».
Este comienza describiendo una crisis en la que las montañas quedan
arrasadas y los valles colmatados10. Según los exegetas, tendríamos
aquí una referencia a la construcción de una calzada para Ciro, el
emperador de Persia que liberó a los judíos de su exilio. Da la im
presión también de tratarse de erosión geológica. Pero lo que yo
creo es que se trata en realidad de una figura o imagen de la crisis
sacrificial, del proceso de indiferenciación violenta. Esto es lo que
querría decir eso de que ya no hay diferencias entre las montañas
y los valles. El hecho de que Juan el Bautista cite este pasaje (como
recogen los cuatro Evangelios, al comienzo), significa que Jesús sur
ge en el paroxismo de una crisis, la cual exige que sea designado un
nuevo chivo expiatorio, que habrá de ser Jesús precisamente; y es ahí
donde Dios tendrá ocasión de revelarse11. La noción de profecía im
plica un retorno permanente a crisis anteriores, que permite prever
su resolución victimaria; por ejemplo, los Evangelios recuerdan una
frase significativa de los Salmos: «Me odiaban sin razón»12. Esta queja
de una víctima que, en un tiempo anterior, entiende que se la escogió
al azar, que no es — a fin de cuentas— otra cosa que un chivo expia
torio, puede ser aplicada, en cierta medida, a Cristo. Porque es abo
rrecido sin causa cuando todos se ponen a imitar a la muchedumbre
que sus enemigos constituyen. Pilato imita, por miedo, a la multitud,
y Pedro también imita a la multitud. Lo más notable, a propósito de
esta cita de los Salmos, es que para comprender lo que es el elemento
central de la Biblia y de los Evangelios, según el punto de vista mi
mético, hay que poner entre paréntesis toda noción de trascendencia.
10 . Cf. Isaías 4 0 , 3-4: «Voz que clama en el desierto: Barred el camino a Yahvé,
enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo
monte y collado; y que lo torcido se enderece y lo áspero se allane».
11 . Cf. Mateo 3, 3; M arcos 1, 1-3 ; Lucas 3, 4 ; Juan 1, 2-3.
12. Cf., por ejemplo, Salmos 10 9 , 3: «Y con palabras de odio me rodearon, y
pelearon contra mí sin causa»; Salmos 1 1 9 , 86; 7, 4 ; 3 5 , 19: «No se alegren de mí mis
enemigos injustos, ni los que me aborrecen sin causa se guiñen el ojo»; Salmos 1 1 9 ,
2 7 8 ; 1 1 9 , 1 6 1 ; Lamentaciones 3, 52.
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tas. Sabían que el ser humano debe librarse de la ira, del rencor, del
resentimiento y de la envidia; pero, por otra parte, nunca llegaron
a ser conscientes del mecanismo del chivo expiatorio. Sabían lo que
era el sacrificio en realidad, y trataron de conseguir su prohibición
paulatina. La diferencia que encuentra-entre esas religiones y el cris
tianismo es que este último, en los Evangelios, vierte luz sobre los
mecanismos antropológicos miméticos del chivo expiatorio y del sa
crificio.
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propia violencia. Pero nunca lo consiguen del todo, por lo que todos
ellos tienen necesidad de Cristo, que viene a suplir sus insuficiencias.
Son los hombres los que cambian, no Dios.
Hay una diferencia estructural entre la religión arcaica y el cris
tianismo. En el contexto arcaico no se comprende que el chivo ex
piatorio no es más que eso, un «chivo expiatorio». Se piensa que la
víctima es culpable porque eso es lo que dicen todos. También en el
Evangelio se da un momento de unanimidad, cuando los discípulos
se apartan de Jesús y se mezclan con la multitud. Más tarde, esa
unanimidad queda destruida con la Resurrección, y los discípulos
— que son, directa o indirectamente, responsables de los Evange
lios— denuncian el funcionamiento de la masa y el sistema del chivo
expiatorio. En los Evangelios se confrontan estas dos actitudes, y el
sistema queda totalmente al descubierto siendo así que primero los
discípulos se integran en la masa, pero luego se vuelven contra ella y
la denuncian.
El Dios «pasajero y mutable» del que hablan los pensadores que
acabamos de citar no es sino la transformación gradual de lo sagra
do, que se convierte en lo santo. El Dios de la Biblia, que es prime
ramente el Dios de lo sagrado, se va transformando cada vez más
en un Dios de santidad, ajeno a cualquier forma de violencia, en el
Dios, en suma, de los Evangelios. El rechazo cristiano de la postura
marcionita, es decir, la negativa cristiana a abandonar la Biblia de los
judíos, el Antiguo Testamento, es justamente un signo de la concien
cia en aumento de las comunidades antiguas. El Dios antiguo tiene
todavía ciertos elementos componentes de violencia, pero que son
necesarios para comprender que hay a la vez ruptura y continuidad
entre lo religioso arcaico, sacrificial, y la revelación bíblica, que nos
hace emerger fuera del sacrificio pero que no por ello nos autoriza
a condenar los sacrificios como si no tuviésemos nada que ver, por
naturaleza, con la violencia.
103
LOS o r íg e n e s d e la c u l t u r a
104
EL ESCÁNDALO DEL CR ISTIAN ISM O
105
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
del que define el eterno retorno como una sucesión sin fin de ciclos
sacrificiales de los que dan referencia los aforismos más conocidos
de Anaximandro y Heráclito. Los comentaristas, incluido Heidegger,
reconducen este texto hacia la cantinela modernista de la muerte de
Dios, pero es que yo no pienso, lo vuelvo a repetir, que Nietzsche
haya sido plenamente consciente de lo que estaba diciendo en su
célebre aforism o. C reo que estamos aquí ante un ejemplo claro
de un texto que escapa a su autor. No estoy seguro de que Nietzsche
se haya dado cuenta de que estaba utilizando palabras cargadas de
connotaciones esencialmente rituales y sacrificiales. Se trata de una
lectura más rica que la centrada en «la muerte de Dios». El texto ha
bla del nacimiento de la religión, al mismo tiempo que de su muerte,
ya que se trata, a fin de cuentas, de lo mismo. La frase más clara del
texto es la que dice que el asesinato de Dios fuerza a los asesinos a
inventar, y que lo que inventan es un nuevo culto.
—De acuerdo con su teoría, parece que los seres humanos no sean ni
autónomos —pues su deseo siempre es mimético— ni pacíficos, ya
que no pueden evitar la aparición de formas de violencia engendradas
por la naturaleza mimética de sus deseos. ¿No cree que esta manera
106
EL ESCÁNDALO DEL C R ISTIAN ISM O
27. «¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi palabra. Vo
sotros, de vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir.
El homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad porque no hay
verdad en él. Cuando habla, mentira, de suyo, habla; porque es m entiroso y padre
de mentira. Y porque yo digo verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me rearguye
de pecado? Pues si digo verdad ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios,
las palabras de Dios oye: por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios» (Juan
8, 43-47).
107
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
28. Romanos 6, 17 -18 : «Gracias a Dios, aunque fuisteis siervos del pecado, ha
béis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la que sois entregados. Y
liberados del pecado, sois hechos siervos de la justicia».
29. Cf. Satan, cap. III, «Satan», p. 61.
108
EL E S C Á N D A L O DEL CR ISTIAN ISM O
así que lo que quieren es alejarse el uno del otro; mientras que Sa
tán hace referencia a todo el mecanismo mimético en su conjunto.
También es verdad que la palabra skandalon se aplica a la cruz, ya
que Jesús dijo: «Bienaventurado es el que no fuere escandalizado en
mí» (Mateo 1 1 , 6 ). Y una de las formulaciones más bellas de san
Pablo es ésta: «Mas nosotros predicamos a Cristo crucificado, a los
judíos ciertamente tropezadero (skandalon) y a los gentiles locura»
(1 Corintios 1, 23). La cruz es skandalon porque los hombres no
entenderán un Dios débil, que sufre humildemente todo lo que le
hacen sus perseguidores. Y por eso «tropiezan» frente a esta idea, que
les resulta de lo más «chocante».
Tanto Jesús como Satán incitan a la imitación. La imitación edu
ca nuestra libertad, porque somos libres de imitar a Cristo en un
espíritu de sumisión humilde a su incomparable sabiduría, o de pre
tender, por el contrario, imitar a Dios, «ser como Dios», en actitud
de rivalidad. Entonces skandalon significa incapacidad para escapar
al estado de espíritu que lleva a rivalizar por encima de todo, que es
de hecho un espíritu, una actitud, de pura servidumbre, ya que nos
pone de rodillas ante cualquiera que «nos esté ganando la partida»,
sin lograr ver la insignificancia de semejante juego. La proliferación
de los escándalos, y por tanto de rivalidades miméticas, es lo que
produce el desorden y la inestabilidad de la sociedad, si bien a esa
inestabilidad pone coto la resolución final del mecanismo del chivo
expiatorio, que produce orden nuevamente. Entonces Satán expulsa
a Satán, lo que quiere decir que el mecanismo en cuestión origina una
falsa trascendencia que estabiliza la sociedad por un camino desviado
que coincide con el principio satánico. Está claro que un orden así
sólo puede ser temporal, ya que podemos estar seguros de que, tarde
o temprano, se recaerá en el desorden de los escándalos.
109
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
fundo de los abismos infernales, como una gran máquina, como una
especie de maniquí inmenso. En el fenómeno de la rivalidad de los
dobles se percibió siempre una especie de fuerza trascendental: en los
relatos épicos de la India se llama destino, moira en la cultura griega,
Schicksal en Heidegger. Es importante constatar que en la Biblia, em
pezando por la historia de Caín y Abel, no está presente esta noción
de destino. Caín es libre en su elección, y Dios trata de convencerle
de que no mate a su hermano. Por eso decimos que Satán no tiene ser
sustancial; es más bien el sistema mimético entero que gobierna las
relaciones humanas. Este es el significado más profundo de todo esto.
Siempre seremos miméticos, pero no hemos de serlo de la manera sa
tánica30. No tenemos que entrar en el juego de alimentar rivalidades
miméticas perpetuas. No hemos de acusar a nuestro vecino, sino que
más bien podemos aprender a perdonarle.
30. En Marcos 12, 2 9 -33 queda especialmente clara la sustitución, que opera el
cristianismo, del orden sacrificial por un orden nuevo basado en los diez mandamien
tos: «Amar a Dios de todo corazón y con todo el entendimiento y con toda el alma y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, más es que todos los holo
caustos y sacrificios».
110
IV
1. El eslabón perdido
—Dice Michel Serres que la obra de usted suministra una teoría dar
vinian a de la cultura, puesto que «propone una dinámica, permite
apreciar una evolución y suministra una explicación universal» de la
c u ltu r a ¿ S u objetivo es ése realmente?
— ¿Y por qué no? Pienso que Darwin, en el fondo, era terrible
mente ingenuo en su manera de entender lo religioso, pero siempre
me ha maravillado su modo de argumentar. Por eso, justamente, es
por lo que el proceso de hominización, tal como lo expongo en Las
cosas ocultas, me parece darwiniano. M e siento realmente próximo
de la manera como avanza él en su pensamiento: «una larga argu
mentación, de principio a fin»2. Y encuentro la teoría de la selección
natural eficazmente sacrificial. Refiriéndose a la teoría de Malthus
sobre el crecimiento de la población, Darwin enfatiza la importan
cia de la muerte, por encima de la supervivencia. Su teoría presenta
a la naturaleza como una máquina hipersacrificial. Todo gran des
cubrimiento científico que representa un cambio de paradigma está
111
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
112
EL H O M B R E . «AN IM AL SIM BÓ LIC O »
113
LOS ORIGENES DE LA CULTURA
—En este sentido, una hipótesis como la del gen egoísta de Ri
chard Dawkins parece incapaz de explicar las interacciones sociales.
Recurre principalmente, en efecto, a la teoría de juegos para hacer ver
que el altruismo anim al es posible, como si las interacciones sociales,
y la cultura por tanto, pudiesen reducirse a una explicación puramen
te económica. Para extender su teoría a la esfera cultural, ha tenido
que inventarse esa noción, todavía más problemática, del meme, que
ya hemos sacado antes a colación, como «unidad cultural mínima»
(por lo demás esta noción parece aproximarse bastante a la idea que
expone Gabriel Tarde en Les lois de l’imitationj.
— Manteniendo esta postura, Dawkins presupone una ruptura
radical entre el animal y el ser humano, dado que no suministra la
más mínima explicación de la aparición de la cultura. En su análisis,
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EL H O M B R E , «ANIM AL SIM BÓLICO»
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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EL HOMBRE. «AN IM AL S IM BÓ LICO »
12. E. Canetti, Masa y poder [trad. de H. Vogel, Muchnik, Barcelona, 1994}. Cf.
especialmente cap. II.
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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EL HOMBRE. «ANIM AL S IM BÓ LICO »
14. Cf., por ejemplo, C. Boesch, «Hunting strategies o f Gombe and Tha'i chim-
panzees», en R. W. Wrangham, W. C. Me Grew, F. B. M. de Waal y P. G. Heltne,
Cbimpanzec Cultures, introd. de J. Goodall, Harvard University Press, Cambridge,
MA, 19 94.
119
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
—A rthur C. Clarke y Stanley Kubrick han intuido muy bien este me
canismo en las primeras escenas de 2 0 0 1 , una Odisea del espacio15.
— Da la impresión de que sí. La víctima es el punto focal del
acontecimiento del chivo expiatorio que tiene lugar, considerado
globalmente, ya que los homínidos son vagamente «conscientes» de
haber hecho algo «malo», y al mismo tiempo se asombran del hecho
de que se restablezca la paz y del maravilloso vínculo recién estable
cido, que perciben como resultado de la muerte de la víctima. Este
complejo sistema de sentimientos entrecruzados produce una especie
de cortocircuito en su percepción, que a partir de ese instante pasa a
un nivel más elevado. Inicialmente, incluso si el mecanismo es total
mente endógeno, es percibido como algo externo (que, en el relato
de Kubrick, viene representado por el monolito negro). Más tarde,
el punto focal del mecanismo, es decir, siempre la víctima — en tanto
que fuente natural de ese «algo» que debe amarse hasta la adora
ción— , se vuelve sagrado.
Estos auténticos «dones», el de la paz recuperada y el del vínculo
maravilloso, empujan a la mente primitiva a repetir miméticamente
15. La idea fue de Giuseppe Fornari, Fra Dioniso e Cristo, Pitagora, Bolonia,
2 0 0 1, pp. 17 -18 .
120
EL HOMBRE, «AN IM AL S IM BÓ LICO »
121
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
16. M. Donald, Origins o f the Modern Mind: three stages in the Evolution o f
Culture and Cagnition, Harvard University Press, Cambridge, MA, 1 9 9 1 .
17. Ibid., pp. 2 2 6 -2 2 7 .
122
EL H O M B R E , «ANIM AL SIM BÓLICO»
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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EL HOMBRE. «AN IM AL SIM BÓ LIC O »
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
1 26
EL HOMBRE. «ANIM AL SJMBÓLICO»
4. La inteligencia social
—En Las cosas ocultas usted afirma que, a consecuencia del proce
so de encefalización que caracteriza a los homínidos, la invención de
herramientas y armas ha alterado las sociedades primitivas basadas
en la jerarquía social. Y que de ahí se derivaría la crisis mimética. Por
su parte, Robin Dunbar sostiene la idea de que la encefalización no
habría sido desencadenada ni por necesidades cognitivas ligadas a la
fabricación de herramientas, ni por el análisis mental que debía dar
respuesta a los cambios en el medio ambiente, sino que provendría
más bien de la necesidad de reaccionar frente a las dimensiones cada
vez mayores de los grupos sociales. Nuestra inteligencia sería entonces
fundamentalmente social27.
— Lo que yo digo en Las cosas ocultas es que las herramientas
pueden convertirse en armas, como pasa con las piedras. El Australo-
piteco, por ejemplo, sólo hacía un uso relativamente bastante sencillo
de objetos-herramientas, mientras que el Homo habilis, hace alre
dedor de dos millones de años, da testim onio auténtico de la apa
rición de una forma de cultura. Preferiría no arriesgarme a sacar con
clusiones, pero supongo que, en el nivel evolutivo del Homo habilis,
debió de darse una especie de temor religioso, con tabúes incluidos.
Puede haber indicios de tal cosa. Entre otros, que la capacidad cere
bral era ya la suficiente para que esos seres poseyeran un lenguaje,
y que la fabricación de herramientas había llegado a alcanzar una
complejidad notable. Considere un dato como el de la posición que
ocupaban los herreros en las sociedades arcaicas. Se les temía, porque
los instrumentos que fabricaban podían ser utilizados como armas.
El herrero era una especie de chivo expiatorio permanente, vivía de
hecho fuera de la comunidad. Digamos que era, a la vez, temido y
respetado. Es probable que fenómenos de este tipo apareciesen muy
pronto; ahora bien, ese temor que inspiraba el miembro del grupo
que fabricaba instrumentos mortíferos seguramente se asemeja mu
cho al que llevó a los primates a asumir prohibiciones o tabúes.
127
LOS ORÍGENES d e l a c u l t u r a
128
EL H O M B R E . «AN IM AL SIM BÓLICO»
29 . Cf. R. S. Lazarus, Psychological Stress and the Coping Process, New York,
1 9 6 6 ; J. Cullen et al., Breakdoum in Human Adaptation to Stress, Boston, 19 8 4 ; A.
M onat y R. S. Lazarus, Stress and Coping, New York, 19 85.
30. 1. Eibl-Eibesfeldt, Liebe und Hafi. Zur Naturgeschichte elementarer Verhal-
tensweisen, Piper, Miinchen, 19 70.
3 1 . R. F. Murphy, «Intergroup hostility and social cohesion»: American Anthro-
pologist 5 9 (1957), p. 10 2 8 .
1 29
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
32. Esta misma teoría fue, de hecho, propuesta anteriorm ente por E. Hahn,
justificándola a partir de unas bases totalmente distintas, en Die Haustiere und ihre
Beziehungen zur Wirtschaft des Menschen, Leipzig, 1 8 9 6 . Cf. también J. Z. Smith, «The
domestication o f sacrifice», en Violent Origins. Ritual Killing and C ultural Formation,
Stanford University Press, Stanford, 19 8 7 , p. 19 9 : «El sacrificio es, en parte, una me
ditación sobre la domesticación».
130
EL HOMBRE, «AN IM AL SIM BÓLICO»
3 3 . Cf. D. Carrasco, City o f Sacrifi.ce: The Aztec Empire and the Role ofViolence
in Civilization, Beacon, Boston, 19 99.
3 4 . Chases, p. 97.
3 5 . J. Z. Smith, «The domestication of sacrifice», cit., p. 2 0 0 .
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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EL HOMBRE, «AN IM AL SIM BÓ LICO »
37. Cf. M. Serres, La légende des anges, Flammarion, Paris, 19 93, p. 5 6 ; Id., Les
cinq sens, Grasset, Paris, 1 9 8 5 , pp. 2 5 9 ss. La idea del enterram iento como marca de
propiedad ha sido planteada igualmente por algunos arqueólogos. Cf. B. D. Smith,
The Emergence o f Agriculture, Scientific American Library, N ew York, 1 9 9 5 , p. 80. Por
su parte, Roberto Calasso recuerda que «en nahuatl, quechcotona significa a la vez cor
tarle a alguien la cabeza y arrancar una espiga con la m ano» (La ruina de Kasch, cit.).
38. M ircea Eliade corrobora esta interpretación cuando, en Mito y realidad, se
refiere al mito de H ainuwele que fue reseñado p or A. E. Jensen en la isla indonesia
de Seram, en el archipiélago de las M olucas: «Al día siguiente, viendo que H ainuwe
le no regresaba a casa, Am eta adivinó que había sido asesinado. Descubrió entonces
el cuerpo, lo desenterró y lo cortó en trozos, que enterró en diferentes lugares (con
excepción de los brazos). Dichos trozos hicieron b rotar plantas hasta entonces desco
nocidas, tubérculos especialmente, que constituyen desde entonces el alim ento p rin
cipal de los seres humanos" (trad. y resumen de A. E. Jensen, Das reltgióse Weltbild
einer frühen K ultur [Stuttgart, 1 9 4 8 , pp. 35 -38], en M. Eliade, Aspectos del m ito,
cap. 6 [Paidós, Buenos Aires/México/Barcelona, 2000]).
39. Cf. J. Frazer, La rama dorada, en especial cap. XVIII, 4.
133
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
pues es más que una simple metáfora. ¿Qué cosa hay más esencial
para el ser humano que la agricultura? Cabe pensar que cuando los
hombres empezaron a enterrar semillas — como lo hacían ya con los
cadáveres de sus deudos, a la espera de su resurrección— , semejante
acción se reveló eficaz, ya que se vio que el grano que se sembraba
renacía a la vida más tarde. ¿Cómo se puede explicar esto? ¿Qué clase
de razonamiento está detrás de esas prácticas? Una visión naturalista
del mundo vegetal es simplemente anacrónica, puesto que los víncu
los biológicos de causa-efecto, que tan evidentes son para nosotros,
no estaban todavía a disposición de los que inventaron la agricultura.
Y una explicación en términos puramente económicos tampoco es de
recibo. Sólo teniendo en cuenta los estrechos vínculos existentes entre
el ritual y la naturaleza se pueden entender los orígenes de actividades
como la agricultura. Cada elemento natural adquiere un sentido, pero
sólo concebido en el marco del espacio ritual. No hay mentalidad pri
mitiva, pero sí que hay un pensamiento ritual cuya eficacia es real. Lo
religioso ha dado nacimiento a toda la cultura de la humanidad.
134
EL HOMBRE. «ANIM AL SIM BÓLICO»
6. La «pavorosa simetría»
—Eric Gans propone una teoría acerca de los orígenes del hombre
según la cual el lenguaje funciona como un probable sucedáneo de los
verdaderos sacrificios. Según su propia versión del «acontecimiento
original», se produce una crisis mimética siguiendo el esquema que
135
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
1 36
EL H O M B R E , «AN IM AL SIM BÓ LICO »
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
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44 . J. E. Pfeiffer, The Creative Explosion. An Inquiry into the Origins o f Art and
Religión, Cornell University Press, Ithaca, NY, 19 8 5 , p. 65.
4 5 . Cf. B. M alinowski, Los argonautas del Pacífico occidental [Península, Bar
celona, 19 9 5 ], particularm ente cap. XIV, «Los Kula, de Dobu. M odalidad del inter
cambio».
139
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
140
V
141
LOS ORÍGENES de la c u l t u r a
1. M. Proust, Sodoma y Gomorra [/I ¡a busca del tiempo perdido, II, ed. de M.
Armiño, Valdemar, M adrid, 2 0 0 2 ) . Cf. Mensonge, p. 2 3 1 . En La parte de Guermantes
(A la basca del tiempo perdido, II) encontramos una escena análoga, en la que una
joven cantante es linchada simbólicamente por el público.
2. J. Frazer, La rama dorada. Magia y religión, caps. V («Sobre los chivos ex
piatorios en general») y VI («Chivos expiatorios humanos en la Antigüedad»). Para un
142
FUENTES Y CRÍTICA DE LA TEORÍA: DE FRAZER A LÉVI-STRAUSS
estudio general de la obra de Frazer, cf. R. A c k e r m a n G. Frazer. His Life and Work,
Cambridge University Press, Cambridge, 1987.
3. Cf. J. Frazer, op. c i t cap. I, «Transferencia del mal».
143
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
10. «Hay que tom ar partido: los mitos no dicen nada que nos instruya sobre el
orden del mundo, la naturaleza de la realidad, el origen del hombre o su destino» (C.
Lévi-Strauss, Uhomme nu, Mythologiques IV, Plon, Paris, 1 9 7 1 , p. 5 7 1). [Cf. en caste
llano El hombre desnudo, Mitológicas IV, Siglo XX I, M éxico, 1997.]
11 . V Valeri, Kingship and Sacrifice. Ritual and Society in Ancient H awaii, Uni-
versity o f Chicago Press, Chicago, 19 85, p. 70. Valeri hace referencia a Walter Burkert,
Homo Necans: Interpretationen altgriechischer Opferriten und Mythen, De Gruyter,
Berlin/New York, 19 7 2 .
12. W Burkert, Griechische Religión der archaischen und klassischen Epoche,
Stuttgart, 19 77.
146
FUENTES Y CRÍTICA DE LA TEORÍA: DE FRAZER A LÉVI-STRAUSS
147
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
148
FUENTES V CRÍTICA DE LA TEORÍA: DE FRAZER A LÉVI-STRAUSS
149
LOS ORIGENES DE LA CULTURA
mético. Este deseo, y sólo él, proporciona a los objetos un valor que no tienen. En sí
mismos, no cuentan, no son nada. Al revelar el proceso de acusación, Girard, como
Boltanski y Thévenot, acaba definitivamente con nuestra capacidad para acusar. Pero
él lleva más lejos todavía la tendencia de los intelectuales modernos a despreciar los
objetos, y lanza esa acusación con toda su alma, creyéndosela totalmente, y tomando
ese desprecio por prueba máxima de moralidad. iSi no queríais denunciador, tomad
ración doble!» (B. Latour, Nunca hemos sido modernos [Debate, Barcelona, 19931).
15 0
FUENTES Y CRÍTICA DE LA TEORÍA: DE FRAZER A LÉVI-STRAUSS
151
LOS ORÍGENES de l a c u l t u r a
24. S. Gardner, Myths and Freedom, Equality, Modem Thought and Philosopbi-
cal Radicalism, Greenwood, 19 9 8 .
152
FUENTES Y CRÍTICA DE LA TEORÍA: DE FRAZER A LÉVI-STRAUSS
25. E. E. Evans-Pritchard, Las teorías de la religión prim itiva [Siglo XXI, ¡Madrid,
19 91].
26. E. Webb, The S elf Between, From Freud to the New Social Psychology o f
Frartce, University o f Washington Press, Seattle/London, 19 9 3 , p. 213 .
153
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
154
FUENTES Y CRÍTICA DE LA TEORÍA: DE FRAZER A LÉVI-STRAUSS
155
VI
157
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
siento que existe un camino idóneo de pasar del mito y de los ritos
a la Biblia y viceversa, una manera totalmente convincente. Giuse-
ppe Fornari ha apuntado del modo más directo hacia un dato a la
vez muy simple y esencial para la antropología mimética, cual es la
perfecta concordancia entre mito y ritual2. Todo lo que es posible
demostrar que se encuentra en el mito tiene un equivalente directo
en el rito, y lo contrario es igualmente cierto, como si se tratara de
dos círculos concéntricos. Queda resuelta la vieja cuestión acerca de
qué fue antes, si el mito o el ritual: el rito es la repetición delibera
da del mecanismo, mientras que el mito es el relato de su génesis,
necesariamente distorsionado. Lo normal es que el ritual sea más
directamente revelador que el mito y, precisamente por eso, con
firma la interpretación de éste como resolución de la crisis mimé-
tica. Esta clarificación mutua permite resolver muchos problemas
de hermenéutica. El ritual viene a confirmar que la «víctima fun
dacional» efectivamente ha perecido; y el mito sugiere que se mata
a las víctimas para reproducir los efectos del primer asesinato. Sin
embargo, la Biblia aporta algo más — un verdadero desmontaje de
todo el esquema— , al revelar la inocencia de la víctima. Más aun, los
textos bíblicos siempre tratan de descargar el ritual y el sacrificio de
sus elementos originales de violencia. Por eso mismo encontramos
una abierta condena de las drogas alucinógenas y los demás factores
de orgía e indiferenciación. Las drogas juegan un papel importante
en la práctica ritual, ya que permiten recrear la violencia extática
del primer crimen, y está claro que numerosas culturas arcaicas hi
cieron uso de ellas. En el Antiguo Testamento siempre está presente
el sacrificio ritual, pero en cambio la dimensión orgiástica ha sido
eliminada totalmente.
158
MÉTODO. EVIDENCIA Y VERDAD
159
LOS ORÍGENES d e la c u l t u r a
1 60
MÉTODO. EVIDENC IA Y VERDAD
161
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
Acababa de señalarlo cuando el doble se presentó a Rómulo. Cada uno de los dos
hermanos fue proclamado rey por su propio grupo. Unos hacían valer la prioridad de
la visión y otros el número de aves, para concluir en la realeza del hermano por ellos
preferido. Se entabló fuerte disputa y se llegó a las manos; los ánimos se encresparon
y acabaron degenerando en lucha fratricida. Fue entonces cuando, en el fragor de la
pelea, Remo cayó herido de muerte. Según otra tradición más extendida, Remo habría
saltado por encima de las murallas recién levantadas, para mofarse de su hermano,
y éste, irritado, le habría matado a continuación, apostrofando: ‘Así perecerá en los
tiempos venideros todo aquel que franquee mis murallas’. Así pues, Rómulo quedó
como único dueño del poder y, tras su fundación, la ciudad tom ó el nombre del fun
dador» (Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación I [Gredos, M adrid, 1990]).
10. M. Eliade, Historia de las creencias y de las ideas religiosas, vol. I [Paidós,
Barcelona, 1999].
11 . H. White, «Ethnological ‘lie’ and mythical ‘truth’»: Diacritics 8/1 (1978).
J. Williams, The Bible, Violence and the Sacred: Liberation from the Myth o f Sanc-
tioned Violence, Harper San Francisco, San Francisco, 1 9 9 1 . René Girard es autor del
prefacio de esta obra (pp. 7-10).
162
MÉTODO. EVIDENC IA Y VERDAD
163
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
13. «El análisis del contenido es un método de investigación que sigue un con
junto de procedimientos que permiten llevar a cabo inferencias válidas a partir de un
determinado texto.» Por ejemplo, «refleja los esquemas culturales de los grupos, insti
tuciones o sociedades; revela cuál es el centro de interés del individuo, del grupo o de
la sociedad; describe las tendencias de la comunicación» (R. P. Weber, Basic Contení
Analysis, Sage, London, 19 8 5 , p. 9).
14. «La naturaleza de los testimonios no difiere según los ámbitos en que se pre
sentan; es igual en los tribunales y en el campo de la ciencia» (A. M. Hocart, Kings and
Councillors, University of Chicago Press, Chicago, 1970, p. 87).
15. Ibid.
164
MÉTODO, EVIDENC IA Y VERDAD
165
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
parecería que los mitos y rituales fueran tan sumamente variados que
no se les pudiese encontrar ningún denominador común, por lo que
sería vana la esperanza de dar con una teoría global. Y de ahí la ver
sión oficial según la cual el mito no es más que pura ficción.
166
MÉTODO. EVIDENC IA Y VERDAD
— -tede que sea ésta la razón por la que resulta tan arduo presen
tar e tecanismo mimético de forma convincente. Es porque las ins-
titu nes mismas son esos «fósiles rituales» que nos impiden avanzar.
-La situación no es exactamente ésa; tengo la impresión de que
el oblema de la explicación no puede en modo alguno resolverse
y' Jo únicamente por el camino de un planteamiento estrictamen-
f jientífico, por mucho que éste pueda contribuir, como pienso, a
cer la explicación más convincente. Según veo yo las cosas, el ver-
adero obstáculo en lo que se refiere a la teoría mimética no consiste
167
LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
tanto en el hecho de que los datos sean incompletos, sino que viene
más bien de la reticencia y la incapacidad de nuestro mundo científi
co, y de la humanidad en general, de cuestionar sus postulados bási
cos. Es el caso de la antropología actual, que ni siquiera es capaz de
tomar en consideración, ni tan sólo como hipótesis, los problemas
que planteo. Es posible que los antropólogos de fines del siglo XIX y
principios del XX fuesen unos colonialistas, pero de lo que no cabe
ninguna duda es de que eran antirreligiosos por encima de todo. Aca
riciaban la ambición de llegar a ser los Darwin de la antropología, y
de desacreditar la religión de forma todavía más radical que como se
suponía que la había desacreditado Darwin. Con escasas excepcio
nes, su más profunda ambición era demostrar que el cristianismo era
un mito como otro cualquiera. Y en cierto sentido, lo que estoy ha
ciendo yo no es sino retomar sus investigaciones, puesto que he en
tendido que el cristianismo ofrece una lectura de la mitología mucho
más satisfactoria que la de cualquiera de las escuelas de antropología.
Nos permite además, por primera vez, desenmascarar el mecanismo
mimético y, en especial, la verdadera naturaleza del crimen original.
Ultimamente, esta paradoja ha llegado a resultarme más evidente aún
que antes... He comprendido que los textos más importantes, de cara
a la comprensión del mecanismo mimético, son justamente los Evan
gelios. La mimesis se expone en ellos con toda claridad, en concreto
en la noción de skandalon, en la problemática de la imitación, en la
referencia a Satán como acusador, etcétera17.
17. En relación con este tema, véase el capítulo III de la presenta obra.
18. Acerca de este debate, véase por ejemplo, L. Holy (ed.), Comparative Anthro-
pology, Basil Blackwel!, O xford, 19 8 7 , p. 8: «El gran valor que se otorga a la descrip
ción analítica no comparativa refleja la redefinición de la antropología como ciencia
interpretativa que se ocupa de la especificidad cultural y de la diversidad cultural; la
antropología ha dejado de ser una ciencia general. [...] Existe también una razón de
urden práctico para este abandono de la comparación. El interés por la particularidad
etnográfica ha aportado datos que, en sus detalles cualitativos, eran muy diferentes de
los datos con los que trabajaban los antropólogos hace cosa de veinte años».
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superar esa vana ilusión pasa por vivir una conversión que nos lleve a
revisar nuestras creencias y que suponga una mayor comprensión de
la naturaleza mimética de nuestro propio deseo. Llamé, en mi primer
libro, a esta conversión «verdad novelesca» (vérité romanesque), opo
niéndola a la «mentira romántica» (mensonge romantique)22.
—No ha dedicado usted mucho tiempo a l debate sobre las «dos cul
turas», es decir, sobre la relación (y contraposición) entre literatura y
ciencia, pese a ser uno de los escasos pensadores que intentan asociar
ambas. Ha convertido la literatura en un instrumento de investiga
ción científica, utilizándola como una prueba indirecta de la constan
cia de los comportamientos humanos. Por otra parte, insiste en que la
literatura ha estado describiendo con notable precisión las relaciones
humanas, desde mucho antes de que la psicología, la antropología y la
sociología hubiesen llegado a ser disciplinas académicas.
— Para mí, las ciencias de la naturaleza revisten una gran impor
tancia. Y en lo que se refiere a las dos culturas, creo que si existiese
una ciencia del hombre, sería religiosa. Desde este prisma, la literatu
ra es ¡o que más se acerca a unas ciencias humanas auténticas, hasta
el punto de que vendría a ser un prolegómeno o, incluso, una justi
ficación de semejante ciencia del hombre. Es verdad que, al mismo
tiempo, esto puede resultar peligroso para el arte en general, y para
la literatura en particular, que se pueden ver como vías privilegiadas
de revelación de la naturaleza mimética de nuestro deseo, sobre todo
teniendo en cuenta que no tenemos demasiadas ganas de conocer el
papel que la violencia jugó en la emergencia de la cultura humana.
Giuseppe Fornari tiene sobre todo esto una visión más optimista:
según él, el arte es un instrumento que permite desarrollar lo que
denomina la mediación positiva interna23.
22. «Reservamos la palabra romantique (romántico) para aquellas obras que re
flejan la presencia del mediador sin revelarla nunca, y la palabra romanesque (noveles
co) para las obras que sí revelan esa presencia» (Mensonge, p. 31).
23. Cf. G. Fornari, Fra Dioniso e Cristo, cit., pp. 14, 2 2 -2 3 , 1 6 3 -1 6 7 (sobre el
arte) y 4 0 6 -4 1 3 (teoría más general).
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MÉTODO. EVIDENC IA Y VERDAD
del deseo — y eso era a finales de los años cincuenta— , creía que esa
intuición mía no se podía aplicar a Proust. Pero su obra Jean Santeuil
fue publicada2S unos años antes de que yo sacara Mentira románti
ca. ¡Y fue entonces cuando descubrí la cara oculta de la Luna! Esta
obra tiene ciertas escenas a la vez muy. parecidas y muy diferentes de
las que encontramos en A la busca del tiempo perdido. Por ejemplo,
en La parte de Guermantes tenemos ese episodio que ocurre en un
teatro, en el que el narrador está mezclado con la gente, en una fila
delantera del patio de butacas, en tanto que los Guermantes ocupan
un palco de lujo, en la parte alta del teatro. El los mira como si fuesen
auténticos dioses, personas que se hallan jerárquicamente muy por
encima de toda esa gente en medio de la cual se encuentra él en ese
preciso instante26. La misma escena, pero invertida, se encuentra en
Jean Santeuil: el narrador se halla en el palco, al lado de un antiguo
rey de Portugal que se coloca bien la corbata y le trata de igual a
igual27. Los enemigos de Jean, los Marmet, asisten, amarillos de en
vidia, a su triunfo personal. Jean está entonces en el séptimo cielo...
Ha alcanzado plenamente su objetivo, y sin embargo sigue deseando
lo que ya posee. Vemos de inmediato en qué consiste la diferencia
entre ambas escenas. En A la busca del tiempo perdido se invierte la
perspectiva: como buen comediante, el escritor sabe perfectamente
que no puede hacer buena literatura si no se implica él mismo, si no
deja que salga su propio deseo mimético. ¡El paso de Jean Santeuil
a. A la busca del tiempo perdido es toda una revolución copernicana!
Ahora el sufrimiento se vuelve subjetivo, mientras que en Jean San
teuil asistíamos simplemente a la venganza triunfante de un esnob,
a un deseo hecho realidad, ¡como si el deseo mimético no quedara
permanentemente insatisfecho, frustrado! Porque, como ya vimos
anteriormente, el carácter ilusorio del deseo mimético viene de que,
una vez se ha alcanzado la posesión del objeto, éste pierde todo el
interés que tenía inicialmente. Pero en la literatura de la satisfacción
del narcisismo, esto ni se sueña.
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28. «Shakespeare desafía con sentido del humor la resistencia del público; y lo
hace sin miedo a provocar reacciones de hostilidad por parte de aquellos que, de llegar
a captar el reto, se sentirían ofendidos. Pero no hay por qué preocuparse, porque nadie
va a entender nada. Como un torero sublime, se roza en todo momento con el toro,
pero actúa con tanta soltura y elegancia que apenas hay alguien que capte la proeza ex
traordinaria que la comedia permanentemente representa en realidad» (Shakespeare,
p. 127).
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30. «El padre violento primordial era ciertamente el m odelo envidiado y temi
do a la vez por todos los hermanos. Partiendo de esta base, en el acto de consumir,
llegaban a identificarse con él, apropiándose cada uno de una parte de su fuerza. El
banquete totémico, quizás la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición, la
ceremonia conmemorativa, de ese memorable acto criminal gracias al cual tantas cosas
comenzaron, las organizaciones sociales, las restricciones morales y la religión» (S.
Freud, Tótem y tabú [trad. de L. López Ballesteros, Alianza, Madrid, 1989)).
3 1 . E. Auerbach, Figura [prólogo de J. M. Cuesta Abad, trad. de Y. García y J.
Pardos, Trotta, Madrid, 1998].
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Conclusión'
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saber a priori qué especies eran domesticables, sino que tampoco po
dían ni siquiera imaginar que la domesticación era posible. Parece
encontrar perfectamente normal el hecho de que un hombre prehis
tórico se pusiera a domesticar bóvidos porque soñaba con bistés muy
tiernos y con café con leche.
Para llegar a domesticar una especie animal, desde luego habrá
habido que someter a un adecuado tratamiento, que hacer vivir de
una manera un tanto especial a toda una larga cadena de ejemplares
— descendientes unos de otros— de esa especie, como si fueran seres
humanos; y además habrá habido que proceder así, no esporádica ni
caprichosamente, sino sin dejarlo nunca, continuando de generación
en generación. En cuanto uno se pone a meditar en serio acerca de
esto, se da cuenta de que semejante comportamiento sólo es concebi
ble en el contexto del sacrificio de animales, y más precisamente en
el de los preparativos para dicho sacrificio. Está claro que los sacrifi-
cadores trataban por todos los medios de humanizar a las futuras víc
timas, es decir, de hacer que se parecieran lo más posible a los miem
bros de la comunidad a los cuales estaban destinados a reemplazar.
Para obtener la semejanza buscada, se hacía que las futuras víctimas
vivieran, e incluso se reprodujeran, en el seno de la comunidad, en
una palabra, se las impregnaba de la humanidad de ésta. La verdad
es que en muchas culturas se hacía lo mismo con los seres humanos,
y más en concreto con los prisioneros de guerra, destinados a ser
sacrificados. Esta preparación para el sacrificio podía durar años, y
solamente ella permite entender cómo ejemplares de ciertas especies
han podido convertirse en animales domésticos, sin que nadie, nunca
anteriormente, hubiese imaginado que se podían domesticar.
Un indicio del papel jugado por los sacrificios en la domestica
ción es el hecho de que, en nuestro mundo actual en el que ya no
hay sacrificios rituales, ciertas especies que habían sido domesticadas
retornan al estado salvaje. Observemos, por lo demás, que ninguna
especie nueva ha sido domesticada en estos últimos tiempos.
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«CON LOS MEDIOS COMUNES». RESPUESTA A RÉGIS DEBRAY
eos hay hechos reales, que una violencia real se oculta detrás de las
palabras que la sugieren. Reproduzco, a continuación, las primeras
líneas del capítulo titulado «Hostilidades»:
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ros rincones no hay nada que se pueda leer, sólo cosas para mirar. ¿Y
qué nos muestran las primeras figuras que fueron pintadas y grabadas
en el Paleolítico? Siluetas rígidas que yacen en el suelo atravesadas por
lanzas, y agonizan con las tripas fuera, como en Lascaux (—15000)5.
Según Régis Debray, las significacióñes religiosas son siempre ilu
sorias y falaces, porque disimulan, en realidad, otra cosa. Las verda
deras razones de la violencia no están dadas.
Si es una gran verdad que no hay civilización que no cuente con
una clave de bóveda religiosa, única cosa capaz de estabilizar el con
junto, podemos preguntarnos en qué consiste esa piedra angular, de
dónde sale y qué la hace tan importante. ¿No existiría acaso un pro
ceso fundador que sería, más o menos, siempre el mismo, y que se
podría llegar a identificar? He aquí una pregunta que se diría que
Régis Debray siempre está a punto de hacer, pero que, por desgracia,
nunca acaba de plantear.
El punto más esencial de todos los que contiene la tesis que de
fiendo, un punto tan fundamental como el de la rivalidad mimética
— y puede que más todavía— , es la teoría de la víctima propiciatoria.
Y en las páginas que Régis Debray me dedica, ésta brilla por su au
sencia. Si él conociera mis teorías, aunque fuese sucintamente, nos
diría que se trata de una chifladura mía, de algo que he plagiado, no
de Tarde esta vez, sino de Freud, etc. Pero no. ¡Absolutamente nada,
ni una vaga alusión siquiera acerca del chivo expiatorio! Parece como
que el autor de Le feu sacré nunca hubiese oído hablar de este ani
mal fabuloso. Sin embargo, si seguimos avanzando en las páginas del
libro en cuestión, encontramos, exactamente en la página 2 23, una
reflexión sobre la especificidad del hecho religioso. Sugiere el autor
que ciertos sistemas espirituales de la Antigüedad, habrían podido
transformarse en religiones, y que si ello no sucedió así, fue —se
gún él— porque un ingrediente esencial no estaba presente. Veamos
cómo define Régis Debray esa cosa indispensable, sin la cual una
religión no puede fraguarse:
¿No habrá sido acaso la bestia negra lo que les ha faltado a muchas
espiritualidades de la Antigüedad, para cristalizar como modelos de
vida y de sociedad? Consideremos, por ejemplo, el epicureismo, en el
que perfectamente podemos ver una religión frustrada, como sugiere
ya su relativa indiferencia en lo que a la ciencia se refiere (física suma
ria, ausencia de una lógica específica, inmediatez ética)6.
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
Ahora bien, bestia negra significa casi lo mismo que «chivo ex
piatorio», en sentido, claro está, «figurado» que, por lo demás, es el
único que utilizo. Viendo a Régis Debray remplazar el chivo por la
bestia negra, casi lamento no haberlo hecho yo también más a me
nudo, para decepcionar así de forma irremediable a cuantos tratan
de ver (¡a toda costa!) en el Levítico el origen (que no lo es) de mi
víctima propiciatoria. ¿Por qué no utilizar varios términos para evitar
malentendidos? ¿Por qué no ampliar el vocabulario, a fin de subrayar
más la dimensión metafórica de las expresiones de que me sirvo?
La ventaja de «bestia negra» es que su carácter metafórico es más
evidente: no nos arriesgamos a que nadie confunda una bestia negra
con un ritual concreto, como el del chivo expiatorio. Eso no quiere
decir que la expresión en cuestión carezca totalmente de riesgos...
En un mundo tan grotescamente ideologizado como el nuestro, decir
que la bestia es «negra» ¡puede interpretarse como racismo!
¿Pero qué es una bestia negra? Cuando se acumulan las dificulta
des en el seno de una comunidad, cuando todos sus miembros están
tensos y se sienten desamparados, tienen tendencia inconscientemen
te a seleccionar, en sus rebaños, al animal más proclive a caerles a to
dos antipático. Y se trata a menudo del ejemplar de pelaje más oscuro.
El color realmente negro de la bestia negra es «un signo preferen-
cial de selección victimaria», uno entre tantos otros rasgos capaces de
incrementar las posibilidades de sus poseedores de ser seleccionados
espontáneamente para cumplir la función de víctimas propiciatorias
del colectivo. Es un hecho que la mayoría de los seres humanos, in
dependientemente del color de su piel, prefieren espontáneamente
los tonos claros a los oscuros, el rubio al moreno, el blanco al negro.
Lejos de enraizarse en un etnocentrismo o en un racismo del hombre
blanco, este simbolismo es común a todos los pueblos del planeta,
y los negros no se sienten más concernidos por los usos peyorativos
de la palabra «negro» de lo que se sienten los blancos por los usos
análogos — que también existen— de la palabra «blanco». Segura
mente el simbolismo del color negro puede favorecer el racismo,
pero no es a priori racista. Del amor a la luz, que disipa las tinieblas,
participa la humanidad entera.
Sugiere Régis Debray que este fenómeno de la bestia negra, cuan
do se generaliza, comunicándose de unos a otros entre los miembros
de un grupo, adquiere una especie de energía colectiva que la hace
capaz de transformar las simples ideas filosóficas en esa estructura
mucho más poderosa y duradera que llamamos una religión.
Sea como fuere, si resulta que es cierto que el nacimiento de una
religión puede fracasar a falta de bestia negra o de víctima propicia
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Aquel que quiera aclarar el hecho religioso utilizando los medios co
munes [les moyens du bord, literalmente «los medios de a bordo»]
debe renunciar a la pretensión de sumar los valores de la explicación
racional y de la Revelación religiosa. Quédese para antropologías eso
téricas ese plus de autoridad que tanto desaconseja la moral laica, por
más que la misma le deje a cada cual —una vez finalizadas sus tareas
investigadoras— entera libertad para hacer lo que mejor le plazca...
leer a los Santos Padres de la Iglesia, suscribirse a Les Cahiers ratio-
nalistes o ir al cine de su barrio. Enfocar, como lo hace todo biblista,
cristiano o no, la mirada de la ciencia sobre los datos de las Escrituras
no consiste en dar valor de ciencia a esos mismos datos7.
7. Ibid., p. 38 l.
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ÍNDI^F
Contenido
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LOS ORÍGENES DE LA CULTURA
2. Mito y monoteísmo..................................................................... 86
3. La Revelación y las religiones orientales.................................. 97
4. El juicio de Salomón y el espacio no sacrificial........................ 99
5. La Historia y la conciencia sacrificial........................................ 102
6. «Con quien llega el escándalo».................................................. 106
V F u e n te s y c r í t i c a d e l a t e o r í a : d e F r a z e r a L é v i- S t r a u s s ......... 141
VI. M é t o d o , e v id e n c ia y v e r d a d ..................................................................... 1 5 7
1. La cuestión de la prueba en relación a los mitos y los rituales 157
2. Ciencia, antropología y entendimiento.................................... 166
3. La literatura como prueba......................................................... 171
4. El pensamiento conjetural y los indicios enla Historia.......... 179
5. Desconocimiento y verdad........................................................ 182
212