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Doors

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27, 28, 29, 30 de Junio de 1969. The Doors en M�xico en el Forum.

El Rey Lagarto, Jim Morrison, sigue haciendo de las suyas. Con la circulaci�n en
las librer�as mexicanas el libro de Jerry Hopkins, El Rey Lagarto. Lo esencial de
Jim Morrison (Grupo Editorial Tomo). Esta obra apareci� originalmente en 1992, y en
1996 Lasser Press lo edit� en espa�ol, con una presentaci�n infame y una traducci�n
p�sima. Esta nueva edici�n la supera notablemente en todo.

Jerry Hopkins es el coautor, junto con Daniel Sugerman, de la exitosa primera


biograf�a de Morrison titulada Morrison. No one here gets out alive (Nadie sale
vivo de aqu�). No obstante, al parecer a Hopkins se le quedaron muchas cosas en el
tintero y en The Lizard King intenta completar su retrato, con detalles m�s
humanos, analizando sus diversas facetas: el ni�o, el estudiante, el poeta, la
estrella de rock, el borracho. Adem�s, incluye una selecci�n de las entrevistas que
Morrison ofreci� en vida a diversas publicaciones, incluyendo a Hopkins mismo, como
redactor de la revista Rolling Stone.

Precisamente, en calidad de enviado de esa publicaci�n, Hopkins fue el �nico


periodista estadounidense que en 1969 viaj� junto con The Doors a M�xico a ofrecer
una serie de conciertos. En efecto, aunque a muchos j�venes de hoy les pueda
parecer incre�ble, The Doors tocaron en la ciudad de M�xico, casi clandestinamente
durante una breve temporada de cuatro noches (27,28,29,30 de Junio). Y decimos que
en forma clandestina porque lo hicieron en un ambiente totalmente ajeno a quienes
eran entonces su verdadero p�blico: en un centro nocturno conocido como El F�rum
(hoy desaparecido).

Tan clandestinas fueron estas hist�ricas presentaciones que son escasas las fuentes
a donde se puede acudir para saber c�mo fueron dichos conciertos. En la biograf�a
de Hopkins y Sugerman, apenas le dedican un par de p�ginas y su informaci�n no es
del todo correcta. En The Lizard King, Hopkins aporta m�s datos, no muchos, sobre
todo algunas an�cdotas de las cuales fue testigo y participante.

En otra biograf�a, Break on through, James Riordan y Jerry Prochnicky no hacen m�s
que parafrasear (para no decir que se fusilan) la misma informaci�n de Hopkins y
Sugerman. Este �ltimo, por otra parte, en su The Doors: The Illustrated History
simplemente se cita a s� mismo en el fragmento de la biograf�a escrita al alim�n
con Hopkins, aunque tiene la decencia de publicar algunas fotos de Jim en el
concierto y de viaje por tierras aztecas.

Es un libro escrito por el mexicano Merced B3l3n (as� lo escribe) Vald�s Cruz, The
Doors: Los d�as extra�os, el que aporta un poco m�s de informaci�n, pues transcribe
fragmentos de cr�nicas de la �poca, aparecidas en revistas de rock casi
subterr�neas, todas ellas desaparecidas. A partir de estas fuentes, reconstruimos
las andanzas de Jim Morrison y The Doors en M�xico.

"A la chingada, no vamos"

Despu�s del incidente en Miami (donde supuestamente Morrison mostr� sus partes
pudendas en p�blico), la consecuente cancelaci�n de la gira y con los promotores de
conciertos huy�ndoles como de la peste, el grupo recibi� la oferta para presentarse
en M�xico por parte de Mario (y no Javier, como lo llaman Hopkins y Sugerman)
Olmos, un joven promotor, y Javier Castro, miembro del grupo Los Castro, que adem�s
era due�o de un centro nocturno conocido como El F�rum, con capacidad para mil
personas.
Originalmente la oferta era presentarse en la Plaza de Toros M�xico, con aforo de
48 mil personas. A The Doors les interesaba tocar ante tanta gente para demostrar
que todav�a pod�an arrastrar multitudes y que lo de Miami no era m�s que un
incidente. Adem�s, hab�a la posibilidad de hacer un concierto a beneficio de la
Cruz Roja o de la ONU en un hotel, el Camino Real. Esos eran los planes iniciales,
por lo que el grupo estaba bastante entusiasmado, sobre todo porque les acababan de
cancelar un par de conciertos en Honolulu.

Pero ya saben c�mo se las gastan los promotores mexicanos. Con las heridas de la
matanza de octubre de 1968 todav�a sin suturar, obtener un permiso para tocar en la
Plaza M�xico no s�lo era imposible sino descabellado, pero al ver el entusiasmo de
The Doors por tocar en M�xico, Olmos no quer�a desaprovechar la oportunidad. A
pesar de todo, intent� conseguir permiso para el Auditorio Nacional pero tampoco
tuvo suerte. Pidi� prestados 20 mil d�lares y le dijo a Castro que el grupo se
pod�a presentar en El F�rum cuatro noches a cinco mil d�lares cada una. Sin
contrato y sin nada, se aventaron la puntada de anunciar los conciertos con
desplegados de una plana en los peri�dicos.

Al d�a siguiente se lanzaron a Los Angeles, con los desplegados, el cheque y la


seguridad de que, ante los hechos consumados, The Doors no se negar�an a tocar en
M�xico. Evidentemente, al manager del grupo, Bill Siddons, no le cay� muy bien la
"puntada" de los "j�venes promotores" mexicanos ("a la chingada, no vamos", fue una
de las expresiones atribuidas a Siddons), pero los contratos escaseaban y, adem�s,
ser�a buena experiencia para el grupo.

Aqu� cabe hacer un par�ntesis porque existe un dato equivocado que reproducen
Riordan y Prochnicky: la prohibici�n del concierto en la Plaza de Toros M�xico no
se debi� al aniversario de las movilizaciones estudiantiles de 1968 (que adem�s era
hasta octubre), sino a que el gobierno hab�a prohibido desde entonces cualquier
manifestaci�n juvenil masiva, menos iba a permitir un concierto de rock y todav�a
menos con un grupo de tan "mala fama" como The Doors. Al parecer, el dato apareci�
originalmente en la revista Variety y los bi�grafos lo copiaron sin verificarlo.

En este sentido, Hopkins cuenta que estando en M�xico, Siddons trat� de arreglar un
concierto en un parque p�blico (posiblemente en la Ciudad Universitaria), pero eso
era todav�a m�s impensable que en la Plaza de Toros. Siddons tambi�n quiso montar
un programa de televisi�n de dos horas con el grupo, su m�sica y sus ideas, pero
nada se concret�.

Hopkins y Sugerman afirman que los recibieron a cuerpo de reyes, y hasta hab�a un
tipo que los segu�a a todas partes con una bolsita de coca�na para despacharla
cuando quisieran. Es m�s, hasta conocieron al hijo del entonces presidente Gustavo
D�az Ordaz (Alfredo), que le hab�a salido un poco "loco" y le gustaba el rock. En
tanto, Riordan y Prochnicky se�alan que no pudieron conseguir alojamiento en los
grandes hoteles, pues se los negaban por miedo a posibles desmanes, por lo que
debieron hospedarse en la secci�n residencial de un peque�o hotel privado (whatever
that means).

El grupo y su s�quito (que inclu�a a novias y esposas) fueron tratados a cuerpo de


rey (lagarto, por supuesto). Los pasearon en limusina por toda la ciudad, visitaron
el Museo de Antropolog�a (y no de "Arqueolog�a", como dice el inepto traductor del
libro de Hopkins), se emborracharon en Garibaldi y fueron a las pir�mides de
Teotihuac�n. Es ya conocida la foto de Morrison, barbado, panz�n y en camiseta,
subiendo los escalones de la Pir�mide del Sol.

En El F�rum pusieron a la entrada un mural gigantesco con la efigie de Jim sin


barba y el manager Siddons quer�a que Jim se rasurara, pero todo fue in�til.
Incluso al llegar al lugar, los fan�ticos no lo reconocieron, mientras se lanzaban
detr�s de los dem�s Doors. Jim les grit�: "�Hey, aqu�! �Dejen algo para el
cantante!".

La verdad es que, seg�n Hopkins, Jim se port� bastante bien, pues tra�a marcaje
personal a cargo de Pamela Courson, su compa�era. Se la pas� leyendo y practicando
su espa�ol aprendido en los burdeles de Tijuana. Lo m�s "grueso" que hizo fue
asomarse por la ventanilla de la limusina, totalmente borracho, y apuntarle con los
dedos, a guisa de pistola, a unos polic�as incr�dulos: "�Andele, �ndele!", como "un
bandido cabalgando con el fantasma de Zapata en un Cadillac por Avenida
Revoluci�n", escribe Hopkins en evidente rapto l�rico.

"Morrison, apaga mi fuego"

La verdad es que los conciertos fueron bastante deslucidos, por lo que se puede
deducir al leer algunas otras rese�as de la prensa musical de la �poca. En el
mencionado libro de Vald�s Cruz se reproduce una cr�nica de V�ctor Blanco Labra
aparecida en el n�mero de agosto de 1969 de la revista Pop (ya desaparecida). A
continuaci�n, reproducimos fragmentos de ella, pues es una de las pocas fuentes de
primera mano que se pueden conseguir acerca de lo que fue el primer concierto de
The Doors en M�xico. (Se respeta la intrincada redacci�n original.)

"De las profundidades cavernosas del Underground (rock subterr�neo o


anticomercial), surgi� el show de los Doors en M�xico, para perderse en una serie
de poses que se desinflaron con el destrozo que hicieron de `Light my fire`, en un
espect�culo que fue de menos a m�s y desilusion� a los fans de Las Puertas.

"Con el `F�rum` de Javier Castro a reventar, plet�rico de juventud popis dio


comienzo el espect�culo al presentar Mario Olmos un `light show` a base de
transparencias de varios conciertos de rock (del Canned Heat, Hendrix, Bloomfield,
Kooper, etc�tera, menos de los Doors) y con m�sica de fondo de los incre�bles
Blood, Sweat & Tears (que siguen a Los Doors en las listas de los rockanroleros
contratados por el F�rum), poniendo a todo el mundo en la mejor disposici�n para
aplaudir a rabiar a `Las Puertas de la Percepci�n`.

"De pronto se hizo la oscuridad completa, se escuch� la bater�a de John Densmore


(el coraz�n nos lat�a m�s fuerte) y la guitarra de Krieger se afinaba con el �rgano
de Manzarek (los nervios se apoderaron del ambiente). Pronto el reflector rojizo
ilumin� la escena descubriendo a un fulano de enorme barba y melena ocupando el
lugar de Morrison, quien comenz� a jadear comi�ndose casi el micr�fono. Era
Morrison.

"Un terrible, dram�tico, esquizofr�nico, er�tico y enfermizo rock subterr�neo,


`Five to One`, empez� a desgarrar la garganta de un Morrison completamente distinto
a la imagen idolatrada por sus fans. Cantaba con los ojos cerrados, `limpi�ndose`
los bigotes a cada instante, agarrado (ese es el t�rmino) con desesperaci�n al
micr�fono y secundado incre�blemente por la precisi�n sin paralelo de sus
estupendos m�sicos de rock.

"Muy de vez en cuando, Morrison abr�a sus ojillos obscuros, con expresi�n de
sorpresa, quiz�s por no escuchar gritos, aplausos o exclamaciones por su
interpretaci�n insana, provocativa, insinuante, destructiva y tremendamente
introspectiva.

"Pero su show era preciso, muy serio, muy profesional. Estupendo. Termina la pieza.
Aplauso fuerte, desconcertado, esperanzado. Empieza otro rock super-subterr�neo,
Morrison hincado y con la cabeza metida en el boom de la bater�a de Densmore, y el
pie de �ste golpeando el cuero sin piedad. Morrison pega un salto felino (y
teatral) e intenta destrozar a gritos y aullidos las 48 bocinas que trataban de
hacer vibrar a la juventud popis mexicana. Termina `When the music`s over`. Nuevo
aplauso. Fuerte. Esperanzado.

"Con ademanes rid�culos, Jim lee unas palabras en espa�ol y el p�blico celebra
calurosamente el cotorreo. `Quiero presentarles a mis m�sicos` -dijo,
contone�ndose-, `Roberto Krieger en la guitarra, Juan Densmore en la bater�a y Ray
Manzarek en el �rgano... y yo soy... �Fidel Castro!`, m�s aplausos y ah� comenz� a
declinar el show. Primeramente nos ten�an apantallados Los Doors con su onda
superunderground y la incre�ble precisi�n y agresividad de todos sus integrantes.
Despu�s de la presentaci�n semic�mica, los Doors se perdieron en una serie de
interpretaciones que, salvo contados chispazos que lograban emocionarnos, adoptaron
una l�nea pareja-declinante del show, al no encontrar comunicaci�n con el p�blico.
`Break on through` y se escuchan chillidos aislados. Gusta el primer hit que
tuvieron Los Doors y Morrison se emociona, hace la se�al de la `V` indicando `por
fin estamos en onda`, pero no fue as�. Dos n�meros m�s y no pasa nada.

"Morrison viaja frecuentemente al fondo del foro a tomar cerveza (pose), se


tambalea (pose) y pone cara de pasado (m�s pose). `Touch me` levanta aplausos y
sube un poco el ambiente. Manzarek por s� solo es todo un show. No se le ve el
rostro, tapado completamente por una cabellera dorada, ondulada, limpia y sedosa
que lleva el ritmazo incre�ble que implica, con todo su ser, al �rgano. Encorvado,
con las garras crispadas (la izquierda arriba, la derecha abajo) aporrea el teclado
con furia salvaje. �No hay quien lo iguale en el �rgano! El baterista es lo mejor
que hemos visto. Violento y efusivo en sus tambores. El requinto domina a la
perfecci�n la t�cnica sicod�lica-distorsionante en forma casi infernal.

"Jim Morrison es un mito. Su figura hab�a llegado hasta nosotros desfigurada por la
leyenda de `Morrison el sucio`, de quien se dec�an atrocidades y se narraban los
m�s incre�bles atrevimientos en su show, que era tan sexy o m�s que Mick Jagger o
el de Elvis Presley. Mentira, Morrison no estuvo a la altura de su mito, de su
imagen, de su leyenda. Quiso excitar y escandalizar, pero no lo logr�.

"Cant� muy bien. Tiene una voz magn�fica y una fogosidad y agresividad tremendas,
pero su show no convenci� a nadie. Estuvo bien, quiz� estuvo muy bien, pero
esper�bamos que estuviera demasiado bien, incre�ble, lo m�ximo, incomparable!!!

"Suenan las notas de `Light my fire` (`Enciende mi fuego`) y todos nos


entusiasmamos. �Morrison no puede con el paquete! Su voz suena insegura, fingida.
Desconcierta a los otros Doors y la pieza se desploma, se viene abajo arrastrando a
Las Puertas en su derrumbe. Al terminar Morrison y compa��a huyen despavoridos,
casi dir�amos que avergonzados de la escena y en los rostros desconcertados y
desilusionados de los cientos de parejitas juveniles que llenaban el `F�rum`, se
pod�a leer claramente: `APAGA MI FUEGO`. L�stima. No hubo onda."

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