El documento discute la unidad de la iglesia. Menciona que la unidad comienza a nivel individual y se transforma en diversidad dentro de la iglesia. También habla sobre los diferentes ministerios dentro de la iglesia y cómo su propósito es edificar el cuerpo de Cristo. Finalmente, argumenta que la unidad necesita ser alcanzada plenamente para permitir una fe genuina y conocimiento completo de Jesús.
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El documento discute la unidad de la iglesia. Menciona que la unidad comienza a nivel individual y se transforma en diversidad dentro de la iglesia. También habla sobre los diferentes ministerios dentro de la iglesia y cómo su propósito es edificar el cuerpo de Cristo. Finalmente, argumenta que la unidad necesita ser alcanzada plenamente para permitir una fe genuina y conocimiento completo de Jesús.
El documento discute la unidad de la iglesia. Menciona que la unidad comienza a nivel individual y se transforma en diversidad dentro de la iglesia. También habla sobre los diferentes ministerios dentro de la iglesia y cómo su propósito es edificar el cuerpo de Cristo. Finalmente, argumenta que la unidad necesita ser alcanzada plenamente para permitir una fe genuina y conocimiento completo de Jesús.
El documento discute la unidad de la iglesia. Menciona que la unidad comienza a nivel individual y se transforma en diversidad dentro de la iglesia. También habla sobre los diferentes ministerios dentro de la iglesia y cómo su propósito es edificar el cuerpo de Cristo. Finalmente, argumenta que la unidad necesita ser alcanzada plenamente para permitir una fe genuina y conocimiento completo de Jesús.
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La unidad empieza por
cada uno, de manera que la unidad se
transforma en diversidad en la iglesia. Con esto Pablo señala que la unidad no debe ser malentendida como analogía, como si cada cristiano es un clon de otro. Por el contrario La Unidad de la Iglesia es interesante por su complejidad, tanto formativa como educativa, con naturalezas diferentes en el que Cristo trata los dones y ministerios para el beneficio mutuo. El apóstol señala dos tipos de ministerios: aquellos que corresponden al cimiento de la iglesia y los que conciernen a la edificación de la iglesia El propósito de los diferentes ministerios es de proporcionar al pueblo todas las herramientas posibles para su afirmación y a su vez la edificación plena del cuerpo de Cristo que es la iglesia para su vital crecimiento. la unidad de la iglesia, aun cuando en un sentido ya ha sido dada, en otro debe ser tenida además de que es algo que debemos alcanzar que así como la unidad necesita ser tenida visiblemente, también necesita alcanzarse plenamente. Hay niveles de unidad como hay niveles de santidad. Y la unidad a la que debemos alcanzar un día, es esa que es completa la cual hará posible una fe genuina y un conocimiento pleno del Hijo de Dios Es claro que todo seguidor de Cristo tiene el deber y la responsabilidad de crecer hasta la madurez en Jesús, pero aquí se trata de algo colectivo. Aunque por un lado es colectiva, por otro, el desarrollo depende de la madurez de los miembros. Porque la palabra dice que no se puede ser niños fluctuantes, es decir, inestables e ignorantes. Lo que Pablo el apóstol quiso decir es que no podemos ser de los que son llevados de acá para allá, por diferentes tipos de corrientes
Estar juntos no es sinónimo de unidad, o dicho de otra manera,
no quiere decir que por estar juntos necesariamente estaremos unánimes. Un ejemplo claro de este principio lo vemos en el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los ciento veinte, “ estaban todos unánimes juntos” (Hechos 1:1) Y es que si ponemos como referencia este sencillo y poderoso texto, podemos llegar a la conclusión que han sido muchas las veces que nos hemos juntado como ministros o como Iglesia pero el Espíritu Santo no ha obrado no por falta de gente metida en una mesa de trabajo o reunida en un determinado acto, sino porque Dios no ha detectado una genuina unidad, o lo que es lo mismo, el Espíritu Santo no se movió porque no halló unanimidad. Abundando en esta línea de pensamiento, el versículo 20 de este capítulo 18 del Evangelio de Mateo, desvorda una poderosa afirmación: “porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Quiero enfatizar dos aspectos, la congregación y quién la preside. Ya he afirmado que ser congregación no es solo estar juntos, se hace necesaria la unanimidad, pero además, la consecuencia más inmediata es que Jesús estará en medio de esa congregación. Esto es vital, necesitamos que Jesús esté en medio de nuestras convocatorias, proyectos, eventos, iniciativas, negocios, planes, campañas, cultos, vigilias, foros, debates… Jesús debe estar presente porque de lo contrario acabaremos dispersos en nuestra individualidad. Debemos ser conscientes que la primera consecuencia de la Unidad es que Jesús nos invadirá con su Gloria y, por el contrario, la primera consecuencia de nuestra falta de Unidad es la desintegración del cuerpo, por lo que Su Gloria se ausentará y vendremos a ser una alternativa religiosa más en el mundo que se verá impotente para cambiar nada porque no fuimos capaces en nostros mismos de solucionar nuestros propios problemas. 2. UNIDOS TODO ES POSIBLE La unidad es la clave para salir de la crisis y avanzar hacia un progreso sostenido. Jesús nos está dando esa clave por medio de la frase “acerca de cualquier cosa”. En esta frase encontramos un importante llamado a la unidad con propósito. Jesús nos insta a que apuntemos hacia la misma meta, que no dispersemos nuestros esfuerzos, a no despilfarrar nuestros talentos, a focalizarnos sobre algo que nos impulse a lograr un objetivo loable y que sea acorde a nuestra razón de ser. En este apartado cabría preguntarnos: ¿Tenemos claro en qué debemos ponernos de acuerdo? ¿Sabemos qué queremos o a dónde queremos ir?Qué razón tenía el sabio Salomón cuando afirma en Proverbios 29:18 que “sin visión el pueblo se desenfrena” Otra versión dice: “donde no hay dirección divina no hay orden” (BHH) Claro está, leyendo este versículo de la Biblia llego a una conclusión primaria: debo estar seguro que mi objetivo, o lo que propongo para la unidad provenga de Dios. Es vital porque de lo contrario puedo convocar una unidad basada en visión propia y provocaré división, desenfreno, desorden, desintegración. En definitiva, estamos hablando de las consecuencias de lo que emana de la imprevisión o improvisación que son actitudes aliadas del caos o de la desintegración. El apóstol Pablo, en Filipenses 3:16 declara: “ Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”. Lo que nos está proponiendo nos resulta a la Iglesia en España un verdadero desafío. En cuanto al Qué sintamos lo mismo y en cuanto al Cómo somos instados a conducirnos bajo las mismas reglas. Así que en cuanto al Qué debemos recordar que la Iglesia está para llevar a cabo la Misión. Y respecto al Cómo seguramente en forma muy diversa pero bajo el poder del Espíritu Santo que solo es posible que sea derramado cuando hay Unidad con Propósito. 3. DESAFÍOS PARA LA UNIDAD CON PROPÓSITO En este apartado pretendo señalar algunos aspectos que resultan propios de un análisis crítico pero carente de acritud. Pretendo simplemente llamar la atención sobre aspectos que evidencian ciertas praxis necesarias de ser analizadas y, como consecuencia, llevar a cabo iniciativas que nos transporten a mejorar lo presente en cuanto a la acción de la Iglesia Evangélica en España. EL TEMPLOCENTRISMO. Se ha hablado mucho en cuanto al localismo de muchas iglesias o denominaciones. Este enfoque ha malogrado los esfuerzos por lograr unidad en una visión translocal o universal. En definitiva la Unidad no es posible verla efectiva sin una visión de Reino, o dicho en lenguaje político, una visión de Estado y no partidista. Las dos últimas décadas podemos ver en España una tendencia a lo que he denominado Templocentrismo . Para definirlo de alguna manera: Todo gira en torno al templo.La mega Iglesia y los ministerios de éxito se han convertido en referentes para el impulso y desarrollo de muchas iglesias y ministerios en España. Esto también tiene que ver con la emanación de la llamada “teología de la prosperidad”. Este enfoque gira entorno a una influencia empresarial y exitista del ministerio que ha hecho que muchos hayan priorizado el templo antes que al Cuerpo, al ladrillo antes que a las almas. Es más, el templo se ha convertido para muchos su máxima realización. De hecho llenar un templo ha impulsado las más devastadoras actitudes de arrogancia personal que ha traído como consecuencia que muchas iglesias hayan hipotecado sus arcas y se vean mermadas financieramente para contribuir en el impulso misionero o evangelizador. El Templocentrismo ha generado actitudes soberbias o exhibicionistas, ha propiciado una prepotencia que ha aislado a hermosos hombres de Dios en sus proyectos personales y grandilocuentes, pero que de paso han menospreciados a los más pequeños al manifestar falta de sensibilidad hacia su realidad más humilde. Tristemente, lo cierto es que ciertas mega iglesias en vez de convertirse en un foco de admiración e inspiración para los menos agraciados en tamaño han venido a ser un foco de conflicto por resultar una amenaza a su integridad institucional y vital. LA EVENTOLITIS. Es una alusión a la fiebre existente en un sector del liderazgo por el impulso de ciertos eventos que se han convertido en una verdadera obsesión. El evento por el evento es otro de los despropósitos que más frustración ha ocasionado en la Iglesia de España. Muchos de los eventos anunciados o promovidos en nuestro país han sido la excusa para incentivar la unidad. Una unidad que en muchas ocasiones se ha solicitado para relleno o el engorde de una determinada ambición. Esta ambición se detecta cuando acompañando a ciertos lemas, se dicen o se leen frases que aluden a la numerología o al logro de hacer lo que antes nadie hizo, o dicho de otra manera, ¡¡a ver quien la hace más gorda!! Es triste llegar a la conclusión de que muchos de los eventos que se han hecho en nombre de la unidad o para la unidad se han convertido en un foco de distracción, si bien hasta podría afirmar que han sido verdaderos despropósitos. Me preocupan los excesos en torno a ciertos honorarios para los oradores, músicos o cantantes, me asusta el gasto invertido en equipos de sonido, en los alquileres de ciertas infraestructuras… y sobre todo me asusta más cuando pienso que eso se paga con la inversión de quienes están dispuestos a viajar de una punta del país a otra para recibir, pero luego son miserables en la inversión para una campaña de evangelización. Es más, no me siento muy orgulloso en pensar que las campañas más multitudinarias de nuestro país nos las han tenido que costear en gran medida con dinero exterior. Debemos tomar ciertos pasos de corrección. Pensar que debemos unir a la Iglesia para un evento es un error. Buscar completar un gran cartel y no cumplir la misión es un grave error que nos llevará a la frustración. Personalmente, he sido partícipe de eventos que me ha tocado organizar, sin embargo, siempre he mantenido unas pautas bien claras en las que me he mantenido con firmeza: El evento debe nacer en el altar para asegurar el enfoque y la motivación correcta; el evento debe servir para promover la unidad de la Iglesia; el evento ha de contribuir a cumplir la Gran Comisión; el evento deber apoyar y ministrar al liderazgo; y, por último, el evento debe contribuir a un despertar espiritual.
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Algunos medios de comunicación cristianos, especialmente la televisión, son un verdadero reflejo de un enfoque equivocado. Asistimos a un escenario en el que las pantallas de las llamadas televisiones cristianas se han convertido en un medio de promoción no del Evangelio, sino de determinados ministerios. Qué nocivo resulta que ciertos ministerios aterricen en nuestro país o emerjan desde nuestra propia nación con vista a satisfacer sus propias expectativas de influencia, crecimiento o expansión. No resulta agradable observar como se pagan los favores de Dios, o como se recompensan a los profetas lisonjeros esquilmando a quienes con una sincera expectativa aportan sus ofrendas en detrimento de sus propias economías familiares o de sus propias iglesias locales. Estoy seguro que la televisión o cualquier medio de comunicación debiera ser un punto de encuentro para proclamar el mensaje de Jesucristo y proyectar una imagen representativa de la Iglesia en España. Es cierto que resulta difícil conformar una imagen que unifique la pluralidad doctrinal y de estilos que conforman la Iglesia evangélica española. Sin embargo, lo que sí es posible es trabajar juntos por unir esfuerzos y recursos para lograr que se proyecte el mensaje de La Iglesia y no de una determinada iglesia . Juntos podemos impulsar el protagonismo de Jesús y evitar que los personalismos distorsionen la imagen que debemos dar por las pantallas acerca de Jesús y de Su Evangelio. Tengo la certeza de que se nos abre un tiempo de oportunidad para ver emerger iniciativas en televisión con un enfoque correcto que apunte a satisfacer la necesidad de la gente y por medio de la misma puedan conocer la respuesta a sus vidas. Creo que es posible una televisión impulsada por convicciones que contribuyan a la unidad de la Iglesia y dignifique al pueblo evangélico en España.