Control Constitucional México
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Control Constitucional México
Las disposiciones constitucionales no son simples declaraciones, sino mandamientos que al surgir de
un órgano popular constituyen normas obligatorias que deben ser observadas. Para ello, desde el
surgimiento de las constituciones escritas se ha ido evolucionando en las formas para que las normas
establecidas en ellas sean cumplidas, lo cual se ha denominado como control constitucional[1].
Hoy en día el control constitucional constituye la principal herramienta del control del poder estatal,
un presupuesto básico para el equilibro de poderes, así como una garantía de la supremacía
constitucional. En la actualidad nos resulta imposible imaginar sentencias dictadas por los Jueces que
no se rijan bajo este principio.
Pero el control constitucional no fue creado de la espontaneidad; sus antecedentes surgen de dos
fuentes históricas importantes, por una parte, en el control centralizado que imperó por el hartazgo
social en Europa de un sistema parlamentario represor y arbitrario con la complacencia de un poder
judicial corrupto y, por la otra, el control difuso a raíz de una voluntad de independencia que comenzó
con de las trece colonias en América y se definió con la sentencia de John Marshall en el famoso caso
Marbury versus Madison.
El control constitucional no surgió de la letra de la Constitución, pero fue bajo ese cobijo de ideas y
circunstancias que, a partir de Estados fallidos y crueles, nacieron los principios sobre el control
jurisdiccional de la constitucionalidad de las leyes.
La diferencia entre los modelos institucionales se debe a las distintas circunstancias históricas y a las
diferentes filosofías políticas que imperaron en los Estados Unidos y en Europa en los momentos en
que éstos fueron diseñados y que evidenciaban una distinta organización del Estado y, muy
especialmente, un distinto órgano en quien depositar la confianza o desconfianza.[2]
Para entender está forma de actuación, resulta de particular relevancia diferenciar dos modalidades
de aplicación del parámetro de constitucionalidad: el concentrado y el difuso. El primero, con
antecedentes en Europa particularmente en Austria y, el segundo, en Estados Unidos.
No obstante, con ambas categorías se pone de manifiesto el tipo de proceso y el modo que dentro de
él, los órganos jurisdiccionales aplican el parámetro de constitucionalidad. Es decir, dichos modelos
presentan diferencias sustanciales en cuanto al órgano encargado de ejercer el citado control.
La constitucionalidad se fundaba en la creencia de que el parlamento era soberano porque había sido
elegido por el pueblo y, por tanto, representaba a la nación; lo cual debería concluir en la voluntad de
los ciudadanos, que se traducía en la legalidad de las leyes. Es decir, la ley era resultado de la voluntad
del pueblo y por ello no podía ser anulada o inaplicarse por los jueces. El juez debía someterse a la ley
y limitarse únicamente a su aplicación.
Fue por ello que hasta la Segunda Guerra Mundial no existió el pensamiento de que el poder
legislativo debía ser limitado por el poder Judicial. Dada las experiencias negativas de los regímenes
totalitarios imperantes hasta la postguerra generó un importante cambio de idealismo, entre el los
que se encuentra, la aceptación de que el parlamento podía cometer excesos en sus funciones. Con
ello, surgió la limitación del poder legislativo y el control constitucional centralista mediante la
creación de tribunales con la tarea de llevar dicho control.
Europa comenzó a centralizar el ejercicio del control de constitucionalidad en un único órgano, que se
denomina tribunal constitucional.[3] A diferencia de Europa, en los Estados Unidos había
desconfianza en el parlamento conquistador que había dictado las leyes con que eran juzgados antes
de la independencia de las trece colonias. Por ello, los ciudadanos estadounidenses depositaron su
confianza en los jueces lo que a la postre llevó a atribuirles el ejercicio del control de
constitucionalidad como mecanismo para cuidar y defender la supremacía de la Constitución. Este
modelo se vería influenciado por el derecho británico.[4]
Con la necesidad de limitar el poder de las legislaturas que sólo representaban los intereses de
mayorías irracionales en perjuicio de las minorías, surgió la judicial review (revisión judicial), la cual no
es otra cosa más que la doctrina en la cual la actividad de los poderes legislativo y ejecutivo está
sujeta a la indagación judicial. Es decir, los jueces pueden invalidar actos del Estado que son
incompatibles con la Constitución.
Los colonos americanos comenzaron a utilizar la Constitución como un derecho que ni siquiera el
parlamento podría contradecir. Con ello pretendieron justificar los límites del poder legislativo del
Estado opresor y ante su incumplimiento, su lucha por su independencia. Tocqueville dijo:
“…los americanos han establecido el Poder Judicial como contrapeso y barrera al poder legislativo; lo
han hecho un poder legislativo de primer orden (…) El juez americano se parece, por tanto,
perfectamente a los magistrados de otras naciones. Sin embargo, está revestido de un inmenso poder
político que éstos no tienen. Su poder forma la más terrible barrera contra los excesos de la
legislatura (…) La causa está en este solo hecho: los americanos han reconocido a los jueces el
derecho a fundar sus decisiones sobre la Constitución más que en las leyes. En otros términos, le han
permitido no aplicar las leyes que le parezcan inconstitucionales”.[5]
Por otro lado, un parteaguas importante del control constitucional lo fue la sentencia dictada por
John Marshall en 1803 y la teoría de la supremacía de las constituciones, misma que se encuentra
adoptada y reconocida en los órdenes jurídicos modernos en el mundo, la mayor parte de dichos
textos fundamentales contemplan diversas vías para garantizar y defender su superioridad ante los
demás ordenamientos normativos[6]. Es un hecho que a pesar de todas y cada una de las
contradicciones con las que John Marshall fundó la sentencia de Marbury versus Madison, dicha
resolución constituye el antecedente más importante del control de constitucional (al menos así lo es
en el control difuso).
El control constitucional
A partir de los antecedentes históricos de Estados Unidos, la defensa del texto constitucional implica
dos aspectos fundamentales: en primer lugar, que se prevean mecanismos que impliquen una
dificultad considerable para modificarlos, es decir, su rigidez y, en segundo lugar, los medios
procesales establecidos en la propia Constitución que tienen como principal persecución, la limitación
de los poderes del Estado para que actúen únicamente bajo su esfera normativa.[7]
Mediante diversos procesos ciertos órganos del Estado, de carácter jurisdiccional, son competentes
para determinar si una norma es contraria o no a la Constitución y, a fin de mantener la supremacía
mencionada, precisar qué consecuencia acarrea tal consideración. Un tribunal o corte constitucional
es aquel órgano encargado principalmente de hacer efectiva la supremacía de la Constitución. Lo que
de cualquier manera es importante destacar es que el parámetro de control será exclusivamente
constitucional.
Sistema concentrado
Una vez sentadas las bases en los países europeos, se comenzó a institucionalizar el control
constitucional hasta el grado de evolucionar a nuestros días. Así, hoy el sistema centralizado del
modelo europeo centraliza el ejercicio del control constitucional en un único órgano.
Es decir, el control concentrado alude a los procedimientos en los que la norma considerada contraria
a la Constitución de manera expresa se impugna, precisamente, por considerarse específicamente
contraria al texto constitucional.
Sistema difuso
El control difuso es la competencia que permite a los juzgadores considerar en un proceso no dirigido
expresamente hacia tal fin, si una norma es o no contraria a la Constitución. Este sistema denominado
confiere a todos los jueces la tarea del control constitucional. Es decir, todos los jueces son jueces de
legalidad y de constitucionalidad.[9]
El trabajo del juzgador en el control difuso no es, en principio, determinar la validez de las normas
generales invocadas o aplicables en el juicio, sino resolver la lucha de “intereses” de las partes. Sin
embargo, dada la supremacía constitucional y la obligación de acatarla y mantenerla, el propio
juzgador asume la tarea de enfrentar las normas contrarias al texto constitucional, para “hacer algo
con ellas” dentro del proceso y, específicamente, al resolver la contienda.[10]
El juzgador ordinario es aquél que no tiene como competencia directa el control (concentrado) de
constitucionalidad, puede encontrar, motu proprio o a instancia de parte, que una de las normas
mediante las cuales debe resolver el litigio es, evidentemente a su juicio, contraria a la Constitución.
Por lo mismo, que procede desaplicarla al caso concreto, es decir, a hacer como si la misma no
formara parte del ordenamiento y, con base en ello, resolver lo que corresponda.
Desde el punto de vista teórico, la diferencia entre un tribunal constitucional y uno ordinario consiste
en que si bien ambos generan y aplican derecho, el segundo sólo origina actos individuales. Mientras
que el primero, al aplicar la Constitución a un acto de producción legislativa y al proceder a la
anulación de la norma constitucional, no elabora, sino que anula una norma general, realiza un acto
contrario a la producción jurídica.
México ha logrado dar un gran salto en materia de control constitucional en los últimos años; sin
embargo, aún falta dar el paso final a un verdadero respeto a los derechos humanos: que la
supremacía de nuestra Constitución no sea letra muerta.
Actualmente existen dos grandes vertientes dentro del modelo de control de constitucionalidad en el
orden jurídico mexicano. En primer término, el control concentrado en los órganos del Poder Judicial
de la Federación con vías directas de control: acciones de inconstitucionalidad, controversias
constitucionales y amparo directo e indirecto; en segundo término, el control por parte del resto de
los jueces del país en forma incidental durante los procesos ordinarios en los que son competentes,
esto es, sin necesidad de abrir un expediente por cuerda separada.
Finalmente, todas las demás autoridades del país en el ámbito de sus competencias tienen la
obligación de aplicar las normas correspondientes haciendo la interpretación más favorable a la
persona para lograr su protección más amplia, sin tener la posibilidad de inaplicar o declarar su
incompatibilidad.[12]
Lo relevante consiste en saber que aquello contra lo que se contrasta la norma jurídica impugnada es
sólo el texto constitucional. Dependiendo del tipo de proceso de que se trate, en algunos casos podrá
ser cualquier norma constitucional, mientras que en otros (primordialmente mediante el amparo),
solo será posible respecto de un tipo específico (derechos humanos).
Conclusiones
Con la reforma en materia de derechos humanos de 2011 se sembró la semilla de una protección más
amplia de los derechos humanos y como muestra para ello, esta, el principio pro homine. Hoy en día
nos resulta imposible imaginar sentencias que no se rijan bajo éste y demás principios engendros de
la interpretación Constitucional de John Marshall.
Propone Jorge Carpizo “una simple actividad protectora de los derechos humanos” que no esté
limitada únicamente a los juzgadores sino también a los ciudadanos, es decir, que dicha protección no
sea un monopolio de ninguna autoridad o institución del país, sigue diciendo Carpizo, que aceptar lo
contrario implicaría sostener una visión restringida donde el reconocimiento de derechos y su
salvaguarda únicamente competa a ciertas autoridades del Estado.[13]
Sin embargo; en el supuesto que propone Carpizo, ¿se les podría exigir de igual manera a ciudadanos
y autoridades el respeto de los derechos humanos? Y ¿quién vigilaría a los “vigilantes” de los derechos
humanos?
De cualquier manera, el control constitucional ha llegado a nuestro país y es una obligación que se
quede para siempre. Hemos dado el primer paso, pero aún falta aprender a dar el más importante, el
paso de una protección real, pronta y expedita, y no sujeta a tecnicismos jurídicos que se llevan años
en resolver en tribunales. De nada sirve un sistema de control constitucional si al final el ciudadano no
percibe un respeto real a sus derechos humanos.
Se deben dejar de lado las resoluciones judiciales que desprotegen derechos por “falta de
argumentación en los amparos” y se debe comenzar a exigir experiencia y expedites a los encargados
de impartir justicia. La sociedad es la única que gana cuando la maquinaria del control constitucional
se dirige correctamente.
Se requiere preparación, pero aún más, se requiere compromiso para la aplicación del control
constitucional y la protección de la dignidad humana y con ello, evitar los intereses más obscuros de
la ambición del poder.
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[1]Cárdenas Gracia, Jaime Fernando, Procedencia del juicio de amparo para impugnar una reforma a
la Constitución Federal, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2011, página 13.
[3] Highton Elena I., “Sistemas concentrado y difuso de control de constitucionalidad”, Bogdandy,
Armin von et al. (coords.), La justicia constitucional y su internacionalización. ¿Hacia un Ius
ConstitutionaleCommune en Amé- rica Latina?, t. l, México, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas-MaxPlank-InstitutfürausländischesöffentlichesRecht and Völkerrecht-Instituto
Iberoamericano de Derecho Constitucional, 2011, páginas 110-111.
[4] La actuación de Edgar Coke que en el caso Bonham afirmó la idea de que cuando un acto del
Parlamento es contrario a derecho y a la razón, repugnante o imposible de ser ejecutado,
el commonlawlo controlará, declarando nulo tal acto. Las ideas de Coke no tuvieron éxito en
Inglaterra.
[5] Tocqueville, Alejandro de, De la democracia en América, Madrid, Daniel Jorro, 1911, páginas 71-
74.
[6] Cossío Díaz, José Ramón, Sistemas y modelos de control constitucional en México, 2da edición,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2013, página 170.
[7] Cárdenas Gracia, Jaime Fernando, Procedencia del juicio de amparo para impugnar una reforma a
la Constitución Federal, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2011, página 14.
[8] Cossío Díaz, José Ramón, Sistemas y modelos de control constitucional en México, 2da edición,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2013, páginas 172 – 174.
[9] Highton Elena I., “Sistemas concentrado y difuso de control de constitucionalidad”, Bogdandy,
Armin von et al. (coords.), La justicia constitucional y su internacionalización. ¿Hacia un Ius
ConstitutionaleCommune en Amé- rica Latina?, t. l, México, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas-MaxPlank-InstitutfürausländischesöffentlichesRecht and Völkerrecht-Instituto
Iberoamericano de Derecho Constitucional, 2011, página 106.
[10] Cossío Díaz, José Ramón, Sistemas y modelos de control constitucional en México, 2da edición,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2013, páginas 175-176.
[11] Carpizo, Enrique, “Algunas reflexiones sobre el control de convencionalidad y su relación con el
control de constitucionalidad difuso en México”, Vázquez Ramos, Homero, Cátedra nacional de
derecho Jorge Carpizo. Reflexiones constitucionales, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 2014, páginas 125-126.
[12] Tesis: P. LXX/2011 (9a.), Décima Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta,
Tomo 1, Libro III, Diciembre de 2011, p. 557, Aislada, Constitucional. IUS: 160480.
[13] Carpizo, Enrique, “Algunas reflexiones sobre el control de convencionalidad y su relación con el
control de constitucionalidad difuso en México”, Vázquez Ramos, Homero, Cátedra nacional de
derecho Jorge Carpizo. Reflexiones constitucionales, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 2014, páginas 125-137.
Fuentes de consulta
Cárdenas Gracia, Jaime Fernando, Procedencia del juicio de amparo para impugnar una reforma a la
Constitución Federal, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2011, 159 páginas.
Highton Elena I., “Sistemas concentrado y difuso de control de constitucionalidad”, Bogdandy, Armin
von et al. (coords.), La justicia constitucional y su internacionalización. ¿Hacia un Ius
ConstitutionaleCommune en Amé- rica Latina?, t. l, México, UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas-MaxPlank-InstitutfürausländischesöffentlichesRecht and Völkerrecht-Instituto
Iberoamericano de Derecho Constitucional, 2011, 878 páginas.
Tocqueville, Alejandro de, De la democracia en América, Madrid, Daniel Jorro, 1911, 292 páginas.
Cossío Díaz, José Ramón, Sistemas y modelos de control constitucional en México, 2da edición,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2013, 296 página.
Carpizo, Enrique, “Algunas reflexiones sobre el control de convencionalidad y su relación con el control
de constitucionalidad difuso en México”, Vázquez Ramos, Homero, Cátedra nacional de derecho Jorge
Carpizo. Reflexiones constitucionales, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2014, 470
páginas.
Tesis: P. LXX/2011 (9a.), Décima Época, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Tomo
1, Libro III, Diciembre de 2011, p. 557, Aislada, Constitucional. IUS: 160480.