Via Crucis 2020
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Via Crucis 2020
VIERNES SANTO
Mercedarias Misioneras de Bérriz
Que no vengan, que no entren, que son muchos, que no hay para todos, que los acojan otros países…
¿cuántas veces conjugamos el “yo” en vez del “nosotros”? A pesar del momento que estamos viviendo, no
podemos olvidarnos de quienes siguen huyendo de las guerras, de las personas refugiadas confinadas en
los campos de muchos países a las que se cierran las fronteras para que no entren en Europa.
¿Y tú? ¿Qué harías? ¿Hasta dónde caminarías con los pies cansados? Si oyeras mañana las bombas caer, no
muy lejos de tu casa. ¿Qué harías? si te dijera: “Papá tengo miedo”.
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¿No agarrarías dos mudas, la documentación, el dinero, un peluche -porque no pesa y cabe en su mano-
comida y agua? Piensa deprisa. ¿Echarías a andar? ¿Y cuánto andarías? ¿diez kilómetros, cien, mil? ¿Y si
lloviera?
-“Papá tengo frío”. Y su ropa está empapada. Sus manitas frías.
-“Papá tengo hambre”. Ya ni sientes los brazos de cargar, se hace de noche. Y ese calor de tu abrazo que
siempre creíste suficiente, inagotable, invencible, no sirve.
Y llegas a la frontera. Pero no te abren. Porque eres invisible.
Piensas que a tu hijo lo verán, ¿cómo no lo van a ver?
Sería como no ver el cielo. Pero no. Sois muchos y las masas no tienen nombre.
No sois bienvenidos. No hay recursos.
Los de las cumbres hablan de entendimiento, de soluciones, de diálogo internacional.
Mientras tú, tienes un diálogo muy distinto, uno que nadie más puede oír:
Su voz pegada a tu oído, como un beso invisible y tibio:
-“Papá ¿cuándo vamos a llegar?”. -“Pronto, muy pronto”.
Mientes. Porque quieres regalarle otra realidad.
Otro mundo posible. ¿Y tú? ¿Qué harías?
Se llamaba Laurent Barthelemy y tenía 14 años: su padre ha vuelto a Costa de Marfil con los restos
mortales de su hijo, fallecido en enero en su intento de viajar a París escondido en el tren de aterrizaje de
un avión. De mayor quería ser científico.
"La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo" (Nelson Mandela). Peter
Tabichi, franciscano, fue nombrado mejor profesor del mundo en 2019. Imparte clase en Kenia. En su
colegio el 95% de sus alumnos son pobres: a un tercio le falta el padre o la madre, caminan horas para
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llegar al colegio, estudian con lámparas de gas y comen cada día lo mismo (una mezcla de arroz y maíz que
les sirven en el colegio, porque en sus casas muchas veces no hay comida). Por eso sorprende tanto que
vayan a ir a un torneo científico en Estados Unidos. Se reconoce el mérito de una escuela sin recursos, con
un ratio de 58 alumnos por clase, un solo ordenador y una deficiente conexión a internet. “África va a
producir científicos, ingenieros y empresarios, y las mujeres van a tener un enorme protagonismo", augura.
"Como maestros, estamos obligados a ver y sacar lo mejor de ellos".
“Algunos niños no quieren consolas, quieren un libro y un bolígrafo para ir al colegio. Si se quiere acabar
con la guerra, con otra guerra, nunca se alcanzará la paz. El dinero gastado en tanques, en armas y soldados
se debe gastar en libros, lápices, escuelas y profesores” (Malala).
La soledad es una de las cruces más pesadas y muchas personas, más de las
que nos imaginamos, caen bajo su peso insoportable. Dicen que es la
enfermedad de este siglo. En medio de una sociedad globalizada en la que
se sobrevive más que se vive, en la que la felicidad se vende y se compra por
internet, muchas personas se sienten solas a pesar de tener muchos “likes” y
amigos en las redes sociales o de vivir rodeadas de gente. Personas invisibles
que no tienen quién les dé los buenos días ni se preocupe, de corazón, por
cómo les ha ido el día.
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Y cuando estábamos en ésas, con la agenda saturada de planes, reuniones, compromisos a varias semanas o
meses-vista, con miles de ocupaciones, tareas en mente, estrés y más prisas… todo se paró en seco: un virus
invisible e inesperado irrumpe en nuestras vidas y la pone del revés, obligándonos a parar. Y entonces,
levantamos la vista y empezamos a mirar y a ver, a verles…
Charo vive sola en Madrid, en un piso que, junto al resto de su bloque, pertenece a un fondo buitre que quiere
echarles para hacer un centro comercial. Cumple 80 años en plena pandemia del virus y sus vecinos, con un
sencillo gesto lleno de ternura, le han tocado el timbre (porque a ella no le pueden abrazar) y le han dejado en
la puerta un pastel con una vela. Todo el patio le ha cantado el cumpleaños feliz. Ella emocionada, saluda, no
puede reprimir las lágrimas. Seguramente, el año pasado su cumpleaños pasara desapercibido y nadie cayera
en la cuenta.
Gestos sencillos que resucitan y afloran en tiempos de crisis… porque como dice Ernesto Sábato, “a la vida sólo
le hace falta una grieta para florecer” y nuestra realidad, nuestra sociedad se ha resquebrajado por muchos
lados, dándole a la vida la oportunidad de abrirse camino y brotar en forma de regalos que teníamos sin abrir:
tiempo para compartir y jugar con los hijos sin prisas y sin consolas; tiempo para mirarnos por dentro, tiempo
para hacer llamadas y videollamadas en vez de mandar whatsapps… tiempo para repensar nuestra escala de
valores, volver a lo pequeño, a lo sencillo, a los detalles de cada día, a lo comunitario. Tiempo de conversión.
Te pedimos en este momento por todas las personas enfermas y por sus familias. Por quienes están sufriendo
este momento en angustia y soledad. Te pedimos por todas aquellas personas que hasta hace unos meses
estaban olvidadas, aparcadas en los márgenes de nuestra sociedad. Y damos gracias porque esta situación es
una oportunidad para devolverles la dignidad, para mirarles de nuevo a los ojos y volverlas a llamar por su
nombre. Nos acordamos y te pedimos por las personas mayores de las residencias, por las personas que no
tienen casa en la que quedarse, por quienes no tienen familia con la que confinarse ni nadie a quien llamar
para compartir sus miedos.
Te damos gracias, Señor, porque en medio de la fragilidad y las dificultades te abres camino y nos das la
oportunidad de seguir buscándote, de “nacer de nuevo”, de celebrar agradecidamente la vida a pesar de
nuestras debilidades.
Me abrí paso entre el gentío y caminé junto a mi hijo. Lo llamé a gritos, se detuvo.
Nuestros ojos se encontraron, los míos, llenos de lágrimas y angustia; los de Él,
llenos de dolor y confusión. Me sentí desesperada y entonces sus ojos me dijeron
¡ánimo!, todo esto servirá para algo. A medida que tambaleante caminaba, supe
que tenía razón, y así, lo seguí y recé en silencio. María se hace presente entre su
pueblo sufriente acompañándolo y compartiendo sus angustias como hizo con
Jesús. Su presencia contemplativa inspira y alienta a seguirle, a cambiar las cosas,
a vencer la muerte instalada entre nosotros.
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liberación de la tierra. María nos enseña que el camino de liberación verdadera es el camino de la humildad, el
camino del amor, el camino de una entrega que será también para amarnos y encontrar en ella el camino que
nos lleva a Jesús”. Monseñor Romero.
Hágase en mi, cuanto quieras, como quieras, donde quieras. Aquí estoy para vivir, tu palabra.
“Nuestro modelo de vida ha generado una economía caníbal que se sostiene devorando otros cuerpos y
territorios. Estamos en un momento en el que la economía, la cultura y la política hegemónicas han
declarado la guerra a la vida. Se sostienen y crecen de espaldas y en contraposición a las bases que
permiten sostener la vida humana y de los seres vivos” (Yayo Herrero, antropóloga).
Vivimos en la cultura del “sálvese quien pueda”. Todo a nuestro alrededor invita a “preocuparme sólo por
lo mío” y huimos muchas veces del dolor ajeno. Como dice J.M Rodríguez Olaizola, “amar es darle la
posibilidad a alguien de que su vida nos duela”, pero es verdad que el individualismo en el que nos vemos
envueltas nos lo pone muy difícil. Compartir sufrimientos ajenos, acompañar y acariciar heridas cercanas,
ayudar a cargar con su cruz a quienes ya no pueden más, no está de moda y supone invertir energías y
tiempo que cuesta regalar.
“Cristo no proporciona alas a sus seguidores para que puedan evadirse hacia el cielo, sino un peso que los
arrastra hacia lo más profundo de la tierra. Esta vocación hacia el mundo no es más que la consecuencia de
ser abrazados por Cristo” (M. Délbrel).
En ti que no quiebras la caña cascada, en ti que sostienes la mecha humeante, en ti mi vida encuentra
descanso, confío en ti buen Jesús (bis).
Hazme como tú, sanadora de quebrantos, hazme como tú soplo alentador, portadora de tu paz y tu
consuelo, hazme como tú Señor Jesús (bis).
Unos pocos poderosos se reparten para su único beneficio, los recursos de la naturaleza. No dudan en
saquear territorios, ríos, selvas y mares, en arrasar la Casa Común y en explotar a los más débiles para
lograrlo. El Amazonas es el banquete de los depredadores: cerca de 33 millones de personas viven y
dependen directamente de la selva, entre ellas 1,5 millones de indígenas. Es el hogar 40.000 especies de
plantas, 1.300 especies de pájaros y unos 430 mamíferos.
"Somos impactados por las actividades de extractivismo que tiene que ver con la explotación ilegal y
saqueo en las tierras indígenas, petróleo, el agronegocio que avanzan cada vez más. Cuando nosotros
dividimos la tierra, no existe pobre, rico, clase alta, clase baja, ni ninguna clase, no existe clasificación en
nuestro contexto cultural" (Armindo Goes, Pueblo Yanomami, Brasil).
En el Congo se encuentra el 80% de las reservas mundiales de coltán, mineral sin el cual la revolución de las
nuevas tecnologías, en especial la de los móviles, no habría sido posible.
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"Desde que trabajo aquí tengo problemas con mi piel, dolores en el cuerpo, y picor en los ojos", nos cuenta
Jean, un niño de ocho años de edad, que trabaja en la mina. “Pasaba 24 horas en los túneles. Llegaba por la
mañana y me marchaba al día siguiente. Tenía que hacer mis necesidades en la mina”.
Presumir de tener el último modelo, móviles que valen más que lo que gana mucha gente en un mes y que
cambiamos cada poco tiempo: el consumo voraz de tecnología está detrás de la explotación de recursos
naturales y de personas, de los pobres de la Tierra. “Escucharás el clamor de los pobres y el clamor de la
Tierra” (LS 49).
“Me confirmo en que el mundo tiene futuro, pues Jesús el marginal, tiene
futuro y los últimos con él. podemos esperar y tener esperanza porque los
marginados son la clave de nuestro destino y con ellos el Señor ha sellado
una alianza irrompible. La pequeñez es el reflejo manso y amistoso de la
grandeza de Dios”. (Patxi A. de los Mozos, sj).
¿Qué puedo hacer yo? ¿Podemos desarrollar una conciencia crítica, un
consumo responsable que redunde en el beneficio de los más débiles y de la Casa Común?
Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde
sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes modos, en
distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones,
también entre los que más lejos se encuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que
escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y
sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso
sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.
CANTO
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte, cuando un hombre pasa sed y agua nos da,
cuando hermano le llamamos al extraño, va Dios mismo en nuestro mismo caminar (bis).
La Cruz en nuestra sociedad es vista como la máxima expresión de lo absurdo, del dolor inútil y el
sinsentido. Pero en la contemplación del Cristo “sonriente” de Javier se evidencia el mayor de los misterios:
la vida que encierra la Cruz, el amor mayúsculo donde sólo se espera dolor y muerte. “Busca mi rostro” nos
dices… y hoy, en medio del caos y el dolor que estamos viviendo te miramos y contemplamos. La Paz y la
serenidad que nos devuelve tu rostro nos dice que no todo
está perdido. Tu sonrisa es el beso del Padre, el abrazo al hijo,
la entrega amorosa de lo más preciado: la vida. La ternura del
rostro nos interpela, nos cuestiona… ¿cómo afrontamos las
dificultades de la vida? ¿en quién ponemos la confianza
cuando todo parece fracasar y el suelo se nos abre debajo de
nuestros pies, cuando se nos hace de noche y el desierto
aprieta?, ¿qué refleja entonces nuestro rostro?
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“Esto es una alegría que brota de una existencia plenamente oblativa. Es la plenitud que experimenta el
que siente que otros cobran más vida a costa de la propia. El despojo total del seguidor no lleva a la ruina.
El fracaso es transitorio. Conduce a la plenitud de una modo de existencia que sólo se alcanza por ese
camino, y finalmente se instaura como comunión de amor permanente en el que hace suyo el programa de
su Señor” (Germán Arana, sj).
Jesús sigue muriendo en nuestros días: en cada una de las personas fallecidas en esta pandemia a las que la
muerte sorprendió cuando menos lo esperaban. En sus familias y amigos, que al dolor de la pérdida se le
une la impotencia de no poderse despedir dejando un vacío inmenso.
Muere en Mónica, Yaneth, Almudena, asesinadas delante de sus hijos; muere en los ancianos sin esperanza
a los que nadie va a visitar, “aparcados” en una residencia o pegados a la televisión como única compañía.
Jesús muere cada vez que una mujer es vendida sexualmente, explotada y prostituida. Jesús sigue
muriendo en muchas guerras ya olvidadas a lo largo y ancho del mundo, en las personas refugiadas.
Jesús muere cada vez que una persona huye de su país por ser LGTBI: en Daniel, que huyó de Guatemala
por ser gay y acabó durmiendo en la calle. Muere en las cicatrices de Bayee por los cinturonazos de su
padre; muere en el corazón de Clara, camerunesa, violada en su país por ser lesbiana.
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Silencio y oramos juntas: QUIERO PEDIRTE
Quiero pedirte prestados tus ojos para poder contemplar mis cegueras.
Quiero pedirte prestados tus brazos para tomar mi camilla y ponerme de pie.
Pedirte prestadas tus entrañas para llenarme de tu misma misericordia.
Pedirte prestado tu corazón para hacer de mi vida un sacramento de tu amor.
Pedirte prestadas tus lágrimas para aprender a sonreír con los demás.
Pedirte prestada tu encarnación para que, sin perder de vista el Reino,
me embarre cada día con nuestra historia (Marcos Alemán, sj)
“Ayer tuve que acompañar a mi paciente en su despedida. Su familia no pudo cogerle la mano ni acercarse
a él más allá de la puerta. Después, en la soledad del box, puse música de fondo, le hice llegar la carta de
sus nietos, le cogí la mano y le di ánimos en sus últimos momentos, y así, intentando que recibiera el mayor
cariño posible, se fue. Quiero compartirlo para que en estos duros momentos en los que la familia no
puede hacerlo, sepan que nosotras les estamos cogiendo la mano, día a día, y seguiremos haciendo de
transmisión a través de nuestros cuidados. De esto trata también ser enfermera: si puedes curar, cura. Si
no puedes curar, alivia. Si no puedes aliviar, consuela. Y si no puedes consolar, acompaña” (enfermera de
intensivos).
“La esperanza sólo se la merecen los que caminan. No podemos
olvidarnos de que la esperanza es una esperanza Pascual. Y la
Pascua quiere decir también Pasión, aunque sea sobre todo
Resurrección. Los cristianos somos el pueblo de las Pascua, que
equivale al pueblo de la esperanza” (Pedro Casaldáliga).
El crucificado representa todas las muertes de la historia humana, y nos urge a buscarle precisamente ahí.
A adentrarnos en los rostros heridos de tanta gente, a mirar a los ojos y no apartar la mirada, a dejarnos
atravesar por Su presencia encarnada en los pobres y excluidos, los del mundo, los de cerca.
Nos urge a no racanear en nuestra entrega, a llegar al final del día con las manos vacías. A ser portadoras
de esperanza, desclavando y bajando de sus cruces a quienes en ellas permanecen: en nuestras familias, en
nuestras comunidades, en el barrio, el voluntariado o en el trabajo, allí donde cada día nos jugamos la vida
como cristianas y cristianos.
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Silencio y oramos juntas: PARA TI TAMBIÉN HAY ESPERANZA
Para ti que esperas junto al teléfono una llamada que te saque de tu soledad, también hay esperanza.
Para ti, que huiste de los golpes e insultos con lo puesto, también hay esperanza.
Para ti, que esperas aterrorizada en la orilla para subir con tu hijo a la patera, también hay esperanza.
Para ti, que dejaste tu país y tu familia para cuidar de nuestros mayores, también hay esperanza.
En medio del camino de la Cruz elevamos un grito de acción de Gracias por la fuerza de la fragilidad, la que
se esconde en tu muerte, como un signo de esperanza y libertad.
El sepulcro, las vendas, la noche, las dudas… el silencio sin sentido, el frío de la piedra…
Unos días antes de morir, estuvo conmigo, y le dije: “Estás siendo amenazada”. Entonces ella respondió:
“¿Quién va a matar a una anciana como yo?”. Esa es la prueba de la confianza de alguien que no temía a la
muerte, a pesar de saber que estaba cerca, que entendía la vida en función de Alguien que es mayor”.
Dorothy Stang, religiosa, se dirigía a una comunidad para hablar de los derechos de la Amazonia cuando fue
abordada por dos pistoleros. Le preguntaron si iba armada. Respondió que su única arma era el evangelio, y
mientras leía las bienaventuranzas, le asesinaron.
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Cruces, y gritos que rasgan el cielo
sin encontrar más eco que el silencio.
DESPEDIDA
Es verdad que estamos viviendo un momento muy difícil. Desde él, hoy, Viernes Santo, hemos contemplado
el dolor de nuestra realidad cercana y el del mundo y en él, Señor, seguimos buscado tu rostro. Pero este
momento lo queremos vivir como ocasión y oportunidad de conversión profunda a la Vida: “Elije la vida y
vivirás”, “busca mi rostro y yo seré vuestra esperanza” nos susurras al oído.
Madeleine Delbrêl decía: “Este amor que nos habita, ¿acaso no va a modelarnos?”. Respondemos, desde la
confianza absoluta en el Dios de la vida, que SÍ!!!. Hoy, más que nunca elegimos ser buscadores incansables
y esperanzados, buscadoras contemplativas y activas rastreadoras del Dios encarnado en este mundo del
que brotan mares de Vida. Que impulsadas por la propia experiencia de Su Amor en cada una de nosotras y
desde la contemplación de la cruz como máxima expresión de ternura y amor del Padre, nuestra única
respuesta sea esa: Elegir la vida, elegir ser luz y agua en la oscuridad y el desierto de tanta gente; llevar tu
calor y cercanía, y ser testimonio de Vida y transparencia del amor de Dios allí donde estamos presentes.
Merece la pena apasionarse y comprometerse con un proyecto que nos coja la vida, que nos haga sentirnos
felices, útiles, vitales.... Que nos haga sentir que nuestra vida tiene razón de ser. Que la vida merece la pena
ser Vivida.
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