TESIS Politica Cultural en Chile
TESIS Politica Cultural en Chile
TESIS Politica Cultural en Chile
(1990 - 2005)
1
INDICE
2
3.1. Patricio Aylwin (1990 – 1994) ..................................................................................... 105
3.2. Administración Frei (1994 - 2000).......................................................................... 110
3.3. Administración Ricardo Lagos (2000 – 2006) ...................................................... 114
CAPITULO IV ................................................................................................................................ 122
EL ARRIBO A LA NUEVA INSTITUCIONALIDAD Y LA PRIMERA DEFINICIÓN DE
POLÍTICA CULTURAL ................................................................................................................ 122
1. Sobre el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes .................................................. 123
2. Sobre el documento de Políticas Culturales ................................................................ 129
3. Algunos apuntes sobre marco legislativo de la cultura (1990 - 2005) .................... 136
4. Epígrafe.............................................................................................................................. 143
CAPITULO V ................................................................................................................................. 146
RECAPITULACION Y REFLEXIONES FINALES ................................................................... 146
1. A modo de recapitulación ................................................................................................ 147
2. El valor del Estado en la cultura ..................................................................................... 162
3. La Democracia y los caminos de la libertad ................................................................. 164
4. Nuevos escenarios para la creación y la participación ............................................... 173
BIBLIOGRAFIA ............................................................................................................................. 180
3
RESUMEN
Para comprender el proceso que impulsa esta nueva etapa de las políticas
públicas relacionadas al campo cultural en nuestro país, en donde la sociedad civil
comienza a tener un rol preponderante y se abren nuevos espacios de discusión y
reflexión en torno al problema de la cultura desde el Estado, se definieron los
conceptos esenciales de este proceso como relato histórico.
Una vez que se aborda y analizan los principales conceptos que han ocupado un
rol central en la construcción política de la Institucionalidad Cultural en el país, se
realiza una descripción del documento de Política Cultural, “Chile Quiere Más
4
Cultura” que nace de la primera Convención de Cultura impulsada por el reciente
Consejo de la Cultura el año 2003, y que será el primer documento de política
pública desde la recuperación de la democracia.
Los principales objetivos que persigue esta tesis consisten básicamente en hacer
un análisis crítico y una descripción bibliográfica del relato político en cuanto a la
cultura como problema de Estado, lo que a su vez se puede interpretar como una
promesa política en este campo. Para tales efectos, se recurre a un análisis de
tipo descriptivo de la bibliografía documental en torno a las políticas culturales,
documentos de carácter oficial, legislación, y discursos públicos, durante este
proceso.
5
INTRODUCCION
Dado que este proceso político cobra relevancia para esta investigación, la que
buscará describir y analizar la ruta y las transformaciones impulsadas para
concretar una Nueva Institucionalidad Cultural, se hará una descripción de la
trayectoria realizada por los diferentes gobiernos desde el año ’90 hasta el año
2005, para construir inicialmente políticas culturales, posibles de ser
implementadas en el marco de un país que reinicia su aventura democrática a
partir del año 1990.
De esta forma, se advierte que, todas estas discusiones iniciales que se dan tanto
en los arranques de la transición democrática (1990 - 2000), como las más
recientes, inclusive, dan cuenta de una necesidad latente de dotar por una parte al
Estado de un corpus político institucional que respalde las fortalezas de un nuevo
período en la política chilena después de 17 años de dictadura militar. Pero, por
otra parte, también se pretende observar cómo a través de este relato histórico se
busca, a su vez, saldar una deuda con el mundo de la creación en Chile, sus
demandas, sus sueños y desafíos en torno a problemas tan importantes como la
participación en las tomas de decisiones con respecto de la cultura y las artes, el
acceso a los bienes culturales, el uso del espacio público y la apropiación del
nuevo estatus democrático del país en cuanto a su hacer en la esfera cultural y
creativa.
6
En congruencia con los fines propuestos por este documento de tesis, se optará
por presentar una investigación de tipo descriptiva y cualitativa, decisión que por
una parte se sostiene en la idea de documentar el proceso que se señala como un
relato de transición política para llegar al nacimiento de la Ley 19.891, lo que
permitirá concluir, cuál ha sido esta narración en Chile, sus énfasis y en qué
medida ha intervenido en el campo cultural.
¿Cuál sería el trayecto político para llegar a una Institucionalidad Cultural en Chile
a partir del año 1990?
¿Cuáles son los énfasis en materia cultural de los gobiernos de transición
democrática en Chile?
¿Cuál sería la noción y el discurso cultural durante la transición democrática?
2. Objetivo General
3. Objetivos Específicos
Describir cuáles fueron las operaciones entre Estado y campo cultural entre
los años 1990 hasta la creación del Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes en el año 2003.
Realizar una lectura y descripción de las Comisiones Presidenciales en
materia cultural entre los años 1990 y 2003.
Describir las definiciones políticas más relevantes establecidos por 1er
documento de Política Cultural 2005 - 2010 “Chile Quiere Más Cultura”.
7
Explicar en forma general cómo la administración del Estado administra el
discurso sobre política cultural y la cultura.
Desde una mirada tradicional de las Ciencias Sociales, la cultura como materia de
estudio, o más bien dicho lo que a veces se plantea como la dimensión cultural, no
ha sido analizada desde un solo lugar. Sus lecturas son variadas, y la
interpretación de estas también. El análisis más bien, ha sido hecho desde una
perspectiva económica y social, en forma tardía y no como un tema específico de
estudio y reflexión, como la plantea José Joaquín Brunner (Brunner, 1987).
Es así como se dejó poco espacio para el debate y las políticas propiamente
culturales. Más bien sería a partir del surgimiento de los diferentes regímenes
militares en la década de los años ´70, al menos en América Latina, junto con las
consecuencias de las transformaciones propias de los modelos de desarrollo, que
la política dejó de ser el referente de los actores sociales, para dar paso a los
procesos de la globalización que terminan por desfigurar la identidad colectiva y el
papel del Estado.
Parece, en este contexto importante relevar que, por ejemplo, hoy la discusión
general y mundial en torno a la cultura, no deja de tener un protagonismo especial
y preponderante el rol de la organización social de las naciones. De esta forma, la
relación que existe entre la cultura y el desarrollo se ha fortalecido y estrechado,
haciéndose hincapié y dando un valor especial y objetivo al arte y su importancia
en el mejoramiento de la calidad de vida de la población, como también su aporte
8
a un mejoramiento de las relaciones sociales y humanas.
Iniciada la década de los ’90, podemos advertir, que los esfuerzos se centran
fundamentalmente en el intento de resituar al mundo del arte dentro del nuevo
orden democrático del país. Se prioriza de esta forma en dar un nuevo impulso a
la creación y la promoción de las artes a través de recursos frescos del Estado
para poner en circulación y en la escena nacional la libertad de creación. Sin duda,
un ámbito que había sido golpeado con fuerza durante los 17 años de dictadura, y
que, por cierto, reclamaba un nuevo protagonismo en Chile y una respuesta por
parte del Estado.
9
Lectura, ambos instrumentos del Estado que funcionan hasta el día de hoy y que
se constituyeron en su momento como las más relevantes herramientas de
estímulo a los creadores en nuestro país.
No cabe duda de que las políticas culturales impulsadas durante la década de los
noventa, de las que muchas aún permanecen vigentes como los propios fondos
concursables o la Ley de Donaciones con fines Culturales, han realizado un aporte
sustantivo a la difusión y la producción cultural en el país. Sin embargo, más allá
de estos significativos esfuerzos, el problema o la discusión que pretende abrir
este estudio, trata también del significado o el sentido del discurso y el relato
desde los instrumentos y medidas del Estado en torno a la cultura como campo
político.
Otro de los paradigmas en este caso, me refiero a la creación del CNCA como
proceso histórico, si tomamos en cuenta los esfuerzos e iniciativas emprendidas
desde el año ’90 a la fecha, es sin duda, la apertura en su estructura política a la
participación de la Sociedad Civil en la toma de decisiones políticas, hecho que se
concreta en sus cuerpos colegiados y entidades directivas.
10
Por lo mismo, en términos generales, en los últimos años, la política cultural en
Chile ha pasado de ser meramente subsidiaria en el sentido de satisfacer la
demanda directa de los creadores, trasladándose también a la inquietud o
preocupación en torno a cómo instalar e ir resolviendo las diferentes aristas del
mundo de la cultura y las artes, con un enfoque abierto y pluralista, más social y
menos institucional, incorporando a nuevos actores para que la sociedad en su
conjunto pueda tener un mejor acceso y participación en el proyecto cultural del
país. Asunto que, sin duda, tiene diferentes lecturas y que no se pretende despejar
por completo a través de este estudio, pero que al menos se pone en alerta para
la discusión en torno al tema.
Para dar una respuesta concreta a estas inquietudes y preguntas de este estudio
bibliográfico, se hará una exploración a las Comisiones Presidenciales desde el
año 90 en adelante, lo que nos permitirá tener una idea preliminar de sus objetivo
y miradas en torno a la cultura en nuestro país, la responsabilidad del Estado, y la
participación de la sociedad en ésta.
11
Para complementar con instrumental legislativo este trabajo, como ya se explicitó
en párrafos anteriores, se incorporarán las principales leyes sectoriales aprobadas
en materia cultural, además de la Ley que crea la Institucionalidad Cultural, y el
1er documento de Política Cultura “Chile Quiere Más Cultura – Definiciones de
Política Cultura 2005 - 2010”.
Este proceso, que para esta tesis comprende los años señalados anteriormente y
que coinciden con el primero gobierno de Patricio Aylwin hasta el gobierno de
Ricardo Lagos, se consuman en la promulgación de la Ley 18.891 que pone en
marcha el proceso de la Institucionalidad Cultural.
Por otra parte, me parece del todo pertinente establecer que, si bien el estudio no
pretende hacer una teorización en profundidad sobre el campo cultural, la
interpretación y la descripción del relato bibliográfico quedarán como un insumo
para nuevas investigaciones con respecto de la relación que se establece entre
política y cultura, su impacto y las nuevas lecturas que esta dimensión ha cobrado
en la sociedad, como también en el seno de la propia Institucionalidad del ramo.
12
Teniendo de esta forma en cuenta que este documento es exploratorio, hace una
descripción de las políticas públicas en torno a la cultura, insumo que permitirá
hacer nuevas lecturas para el diseño de futuras políticas públicas en la materia.
De esta forma, la presente tesis, más que poner al alcance del lector datos o
estadísticas, se permite abrir un pequeño espacio de reflexión con respecto del
trayecto de la cultura en la vida pública y su relación con el Estado, lo que debiera
generar un análisis, acotado en este caso, a la documentación existente, para
establecer al menos algunos criterios sobre el derrotero de las políticas públicas
implementadas por los gobiernos en este período al que hemos denominado
“transición democrática”.
13
termina con el “ascenso del primer gobierno democrático en marzo de 1990”. No
obstante, Garretón hace una importante distinción: “el término de la transición no
significó que, junto con gobiernos plenamente democráticos, el régimen político y
la sociedad hubieran alcanzado la democracia propiamente tal”. De este modo,
también agrega: “se trató de una transición incompleta que dio origen a una
democracia restringida, llena de enclaves autoritarios y de baja calidad”.
(Garretón, 1991: 7)
14
CAPITULO I
15
Dado que esta investigación transita desde una perspectiva bibliográfica en torno
a las políticas culturales en Chile desde el año ´90 hasta el año 2005 como parte
de un relato de Estado, en un contexto histórico, que se ha denominado de
“transición democrática”, se hace pertinente hacer una reflexión en torno a la
cultura, desde las políticas públicas, en el campo cultural.
Tomaremos como fechas significativas desde el año 1990 hasta el año 2005,
lapso en el que hay dos hechos políticos importantes, como son la eliminación del
Consejo de Seguridad, y la reforma a la Constitución Política de 1980, que
suprime a los senadores designados y vitalicios. Pero, por otra parte, y en lo que
concierne al mundo de la cultura, se crea el Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes el año 2003, y se publica el primer documento oficial de Política Cultural de
Estado desde el retorno a la Democracia.
16
La literatura moderna y las ciencias sociales han dado un valor especial y de
bastante privilegio al término cultura, asunto que ha enriquecido los debates
sociales del siglo XX y de lo que va del XXI. En este sentido, los conceptos sobre
el problema de la cultura, son diversos y también han sido tratados desde la esfera
intelectual e individual con distintos énfasis de autor, o por medio de la propia
narrativa y literatura contemporánea.
De esta forma, este análisis sigue la idea del proyecto moderno, como una
propuesta en evolución, que alejado de sus bases ilustradas originales, en
definitiva, sería un proyecto de organización social.
“(…) para analizar cómo hemos llegado a esto, no basta con inventar
términos como postmodernidad y el resto, sino que debemos posar una
nueva mirada sobre la naturaleza de la propia modernidad, que, por ciertas
razones muy concretas, ha sido hasta ahora precariamente comprendida por
las ciencias sociales. En vez de estar entrando en un periodo de
17
postmodernidad, nos estamos trasladando a uno en que las consecuencias
de la modernidad se están radicalizando y universalizando como nunca (…)”
(Giddens, 1997:16)
Una de las características que dan sentido al proyecto moderno, y que sabemos
deviene de las corrientes del pensamiento ilustrado, es justamente la posibilidad
que tiene (el pensamiento ilustrado) de tomar conciencia de sí misma la
modernidad, en cuanto a realizar una mirada a su propia fisonomía como plan de
pensamiento y de desarrollo.
Esto le permite hacer una reflexión sobre sus modos de producción, desarrollo
económico, formas de vida, e implicancias políticas y todo tipo de organización
que apunte a la proyección en el mundo.
Sin embargo, Junger Habermas nos plantea que la modernidad sería una idea
inconclusa, lo que nos aporta a desplegar una discusión en torno a la cultura, en el
supuesto que esta se sustenta, en parte, en las nociones de la modernidad en
cuanto esta se concibe como un sistema y mundo de vida (Habermas, 1997).
Esta relación nos permitiría observar cuáles son las operaciones de este proyecto
en la organización de la sociedad. En este enfoque, Habermas ayuda a entender
la discusión en torno al papel de la cultura, dado que esta se organiza en la idea
del proyecto moderno construido en torno sobre dos ámbitos (sistema y mundo de
la vida).
18
Esta relación, dirá Habermas permite describir las tendencias por las que ha
atravesado este proyecto en la labor de organizar e integrar la sociedad.
Habermas identificará, de este modo, la dicotomía y dualidad que se presenta en
la modernidad: entre la racionalidad instrumental, ligada a la esfera sistémica, y la
racionalidad comunicativa, ligada a los valores y la tradición.
En una postura similar de análisis se encuentran las ideas Alain Touraine. Este
autor insiste en la necesidad de mirar a la época actual, abandonando los ejes
analíticos propios de la modernidad original o alta modernidad en sus
términos.
19
De este modo describe a la etapa actual como un período “de baja modernidad”,
es decir, como un período distinto dentro de la misma modernidad no superada,
que está construido en torno a un principio de integración débil, en oposición a la
alta y media modernidad. Él dice que “la baja modernidad no está dominada ni por
una unidad (principio del orden) ni por una dualidad (progreso y conflictos
sociales), sino por la posición a la vez central y débil del sujeto entre los universos
opuestos de los mercados y las comunidades”. (Touraine, 1997: 141)
En este contexto, Touraine cree que la sociedad actual debe ser entendida como
multicultural, donde los dos universos de la modernidad: el instrumental y el
simbólico ya no se encuentran unidos por la idea de racionalidad. Idea que se
opone a la homogeneidad, tanto de las reglas mercantiles, como al mantenimiento
de la tradición.
20
El propio autor señala al respecto:
“(…)el malestar surge por doquier allí donde una modernización basada en
las pautas de racionalidad económica y administrativa penetra en ámbitos
vitales que se centran en las tareas de la tradición cultural, integración y
educación social, basadas en otro tipo de pautas, en las de una racionalidad
comunicativa”. (Habermas, 1997: 272)
En este sentido, la preocupación del autor alemán por la integración social, queda
de manifiesto al plantear que ésta, en el desarrollo moderno, se ha visto atrofiada
a causa de lo que llama la contaminación sistémica creciente del mundo de la
vida.
21
Lo interesante de este planteamiento, consiste en que nos da luces para entender
mejor a la sociedad como un sistema y como mundo de vida a su vez. “Fórmula
donde las sociedades son plexos de acción sistémicamente estabilizados de
grupos integrados socialmente”. (Habermas, 1987: 215)
Estas tres utilidades derivan en los tres componentes estructurales del mundo de
la vida: cultura, sociedad y personalidad. No obstante, lo que pasará en el trayecto
de la evolución social moderna será el alejamiento de estos componentes,
producto de la racionalización del mundo de la vida. Este trayecto que complejiza
el ámbito sistémico, con un creciente componente de racionalidad sobre el mundo
de la vida, deviene en el desacoplamiento del proyecto moderno,
transformándose así las relaciones entre ambas esferas. (Habermas, 1987)
22
De esta forma, los planteamientos de los autores citados permiten esbozar un
debate sobre la cultura, en el contexto del proyecto moderno en su fase actual.
Proyecto que se encontraría cuestionado con respecto de su rol en el progreso y
la integración social, dada la separación entre el mundo sistémico y el mundo
subjetivo o comunidad.
23
Desde esta perspectiva analítica, la mirada estaría puesta sobre el modelo de
racionalidad que impregna todo hecho cotidiano en nuestra sociedad moderna, y que
define el camino a seguir en las tareas del hombre común. Un hombre común, que al
decir de Horkheimer, concibe a las cosas razonables, a las cosas con razón, como
aquellas cosas útiles, condición capaz de ser distinguida por todo hombre medio.
(Horkheimer, y Adorno, 1969).
24
Pues la ilustración implica el arribo del concepto liberador del hombre de una
naturaleza extraña y temida, que a través de la razón logra ejercer su dominio
técnico sobre el mundo. Es la victoria del hombre sobre la superstición,
En este sentido, vale la pena precisar que, con el advenimiento del proyecto
moderno, las lógicas instrumentales como formas de especialización adhieren a
las diversas instancias de representación del mundo, como por ejemplo las artes,
las ciencias, el mundo del derecho, dan espacio para convertirse de alguna
manera en especialidades que, de hecho, funcionan a través de expertos o
especialistas. Es decir, de esta forma, las competencias para ejercer ciertos
saberes se tornan un elemento constitutivo del hacer en la vida y la cultura
moderna.
En este aspecto, para Raymond Williams, “la cultura es algo ordinario: ese es el
primer dato, todas las sociedades poseen su propia forma, sus propias finalidades,
sus propios significados. Todas las sociedades los expresan en las instituciones,
en las artes, y en el saber” (Williams, 1978: 39)
25
Desde esta perspectiva, para Williams la cultura es un sistema significante a
través del cual un orden social se comunica, se reproduce, se experimenta y se
investiga, un elemento constitutivo de procesos sociales y no una simple
representación. Pero debido a que el término es tan variado, resulta complejo
definirla en un solo texto por lo que se hace necesario contextualizar el término
cada vez que se usa y, desde Williams, hay que aclarar que corresponde a la
perspectiva de los estudios culturales ingleses.
La cultura para Williams es, de esta manera, la forma en que los individuos
piensan y dicen. No es sólo una parte de la actividad social sino una esfera
significante y significativa que permite la reproducción de circunstancias sociales,
un espacio en donde se realizan intercambios, la manera en que los individuos
piensan y se comunican, satisfacen sus necesidades materiales y las formas
institucionales que adquieren. (Williams, 1978)
Si bien esta racionalidad cultural, la que es monopolizada, cada día más, por un
grupo selecto, lo que también se ha denominado como la élite, profundiza en
muchos casos la desigualdad social y el acceso a los bienes culturales (en una
lógica de mercado), también corre el riesgo, de convertirse, en un sector de
expertos, que a la larga empobrecen la integración social.
26
cultural.
La sociedad actual en este sentido sería una sociedad de ruptura, tal como
también lo habría sido el caso de las sociedades industriales estructuradas,
básicamente, en función de la economía y la política como ejes organizadores de
un supuesto orden y progreso (Touraine, 1997: 64)
27
encuentran separados.
Para Touraine no se trata de elegir entre uno y otro para recomponer la sociedad,
ya que ni la solución liberal, que apela a un universalismo abstracto, en la cual la
democracia queda reducida a pura formalidad, sin aportar un principio de
integración cultural; ni la solución comunitaria, que insiste en los valores
comunes, sin escapar a la homogeneidad cultural, logran revincular la técnica y lo
simbólico, la unidad y la diversidad. Tampoco se trata de intentar volver atrás, a
una sociedad guiada por valores, transformados en normas jurídicas y sociales,
porque esto no tiene ninguna correspondencia con la realidad observable.
28
No está demás mencionar en este sentido, que Chile suscribió a la Convención
para la protección de la Diversidad Cultural en el año 2007, documento que
textualmente afirma:
Sin embargo, frente a esta aparente debacle al que se enfrenta el mundo social,
siempre aparece en forma insistente la cultura, como parte ya sea de la esfera
pública, privada o a través de lo que se entiende como sociedad civil, para ser
considerada en cuanto a sus potencialidades y recursos, como un espacio para
generar un proyecto inclusivo.
29
Es más, este autor reflexiona sobre lo importante que son esferas como el arte y
la cultura en los procesos emancipa- torios, como una variable crítica al
establishment, que posibilita el camino a un cambio, aportando así a una mejor
relación entre los individuos y la organización social. (Habermas 1994: 45).
Pues bien, esta apertura a la que podríamos llamar la significante cultura es, sin
duda, una búsqueda por resemantizar el vínculo entre la sociedad y sus
integrantes, haciendo un esfuerzo por equilibrar la razón instrumental económica
y las demandas propias asociadas a la autonomía, la libertad de creación, y en
concreto la subjetividad tanto individual como colectiva.
2. Acerca de la Cultura
30
En esta línea, Pedro Güell señala:
Por ejemplo, el antropólogo James Clifford, a fines del siglo XIX, plantea que se
abre en las ciencias sociales un hecho que genera un cambio en la forma de
entender el término cultura, pues bien, se comienza a hablar de las “culturas” de
una manera bastante más amplia que las ciencias y el arte. Hecho que no cabe
duda, hasta el día de hoy marca un derrotero y forma de entender el concepto. Sin
ir más lejos, recientemente, el Ministerio que rige la institucionalidad en Chile se
llama “Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio”, desplegándose de esta
forma un abanico que abarca no solo a las diferentes áreas y mundos que
coexisten bajo esta idea o concepción en torno a lo que significa lo cultural, sino
también en torno, en este preciso caso, a las diversas formas de vida, historias e
identidades que lo conforman.
31
desarrollo artístico, científico, industrial, en una determinada época, grupo
social, etc.
Si observamos bien, por un lado, se infiere de esta mirada que el hacer de los
pueblos y sus modos de vida parecen cruciales para entender de qué se trataría la
cultura como concepto, a la vez que se deriva a la idea de identidad como un
elemento constitutivo de los pueblos en el entendido de sus manifestaciones, los
conocimientos, memorias y costumbres que los integran.
32
En rigor, lo que dice UNESCO es que la cultura se entiende como el “conjunto de
factores de tipo espiritual, material, intelectual, y sensible que caracterizan a una
sociedad o a un grupo social” (UNESCO, 1982)
Sin duda estas clasificaciones son bastante decisivas, puesto que, a partir de esta
matrices conceptuales o nociones en torno a la cultura, es cómo luego se
desarrollarán las políticas públicas en lo referente a este ámbito en toda su gama
tanto tangible como intangible, sus efectos en la producción y en la práctica
simbólica cotidiana, pero, por sobre todo, en la materialización de una política
concreta en el ramo, la que se verá refrendada más adelante en el escrito.
En este aspecto, esta institución nos dice que la cultura, “comprende no solo el
acceso a los bienes y servicios, sino también la oportunidad de elegir un modo de
vida colectivo que sea pleno, satisfactorio, valioso y valorado en el que florezca la
existencia humana en todas sus formas y en su integridad”. (UNESCO, 1966).
33
Es importante señalar, para efectos de esta tesis, que la primera Comisión
Asesora de Cultura en Chile, operó bajo estos criterios o conceptos de la ONU, a
través de una convocatoria efectuada en el año 1990 por el Ministerio de
Educación. Esta gestión estuvo encabezada por el sociólogo chileno Manuel
Antonio Garretón, quien, en su informe definitivo, define a la cultura como el
“conjunto de actividades creativas y artísticas de una sociedad, en todas sus
áreas, industrias, niveles y formas de expresión; y todo lo relativo a su patrimonio
cultural muebles, inmuebles e intangibles”. (MINEDUC, 1991)
34
Comisión Asesora Presidencial en Materias Artístico Culturales. Santiago. Chile)
El documento señalado, hace notar que el Estado tiene un rol central en este
debate, siempre en la búsqueda de los acuerdos y consensos, dados por el
espacio democrático.
Es interesante en este sentido, comparar los postulados del informe Garretón del
año 1991para definir el tema cultura, y complementarse con los del informe Ivelic
de 1997. En este último, se afirma que “la cultura abarca la historia e idiosincrasia
de un pueblo, sus raíces, sus valores, sus diversas formas de representación, los
factores de identidad que lo constituyen como Nación”. (Ministerio de Educación,
1997).
35
Así se entendería que el concepto de cultura que administra un Estado
democrático, no puede agotarse en la idea solamente de los bienes tangibles o el
de las Bellas Artes y el plano de la estética, idea decimonónica que sustentó a
este campo en Chile durante la dictadura militar, sino muy por el contrario, como
un componente de las libertades políticas, que debe integrar factores cualitativos
que permitan a la sociedad reiventarse en su idea de mundo “para comprender,
adaptarse, recrear y reinventar nuevas y mejores condiciones de existencia para
todos sus habitantes”. Ministerio de Educación. Revista “Ciudadanía y Cultura
N°2”. (2003). Chile.
Para efectos de su relación con la cultura es sensato señalar que, como tema, “el
desarrollo” comienza a tener protagonismo entre las naciones después de la
Segunda Guerra Mundial, en donde el escenario mundial se ve en la obligación de
reorganizar la geopolítica planetaria y el orden económico, en vista de los nuevos
paradigmas y bloques que se enfrentarán por mantener el monopolio del avance
científico y militar en el planeta.
En este sentido, por ejemplo, Norbert Lechner nos advierte que la privatización se
orienta a excluir del debate público temas centrales para la sociedad, como la
educación, la salud, el acceso a la cultura, la vivienda, etc. Todos estos, espacios
que deben ser alcanzados a través de la capacidad adquisitiva de los ciudadanos,
36
lo que tendrán para estos efectos, el comportamiento de clientes en forma
individual.
En este marco, el mismo Lechner plantea que, de alguna forma, uno de los
aportes específicos de la modernidad es la constitución de una esfera pública
autónoma en donde la ciudadanía se reconoce como soberana para resolver
sobre las normas que regulan la convivencia colectiva. Como Lechner diría: “la
modernidad entendida como el proceso de desencantamiento con la organización
religiosa del mundo (…); como un proceso, ante todo, de secularización o “el lento
paso de un orden recibido a un orden producido”. (Lechner, 2006: 451).
37
internacional.
Se podrá advertir que la década de los noventa está marcada por una agenda
económica mundial que genera un déficit social, en donde las polarizaciones
sociales se agudizan y las disparidades alcanzan a la mayor parte de la vida
cotidiana. (Kliksberg, 2001)
Sin duda, este nuevo escenario exige que se replanteen los conceptos y las ideas
en torno al desarrollo, ejerciéndose, de esta forma, una mirada más aguda y crítica
al modelo económico preponderante en el mundo capitalista y que, hasta el
38
momento, no tenía su correspondiente crítica por parte del pensamiento
económico tradicional.
“(…) nos enfrentamos al siguiente dilema: por una parte, el desarrollo económico
depende de una inserción competitiva en los campos más dinámicos del mercado
mundial (con todo lo que esto implica) y por otra, la apertura al exterior profundiza
aún más las ya graves desigualdades sociales al interior de la sociedad
latinoamericana”. Norbert Lechner “El debate sobre el Mercado y el Estado:”.
39
neoliberalización ha sido de tal envergadura que ha llegado a forzar
adaptaciones que han variado enormemente de un lugar a otro, así como
también a lo largo del tiempo. Todo intento de extraer una imagen integrada
de un típico Estado neoliberal a partir de esta inestable y voluble geografía
histórica, podría parecer cosa de locos”. (Harvey, 2007:18)
40
Comisión Mundial de la Cultura y del Desarrollo, en donde se sintetizan los
debates que han dado lugar a una nueva noción de creatividad, y que abren
alternativas capaces de dar curso a los múltiples aspectos culturales del
desarrollo.
41
cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas
significaciones, y crea obras que lo trascienden” (UNESCO 1996).
Bajo esta premisa, para Bernardo Kliksberg, por ejemplo, la cultura tiene
potencialidades importantes para el desarrollo social, puesto que vendrá a ser una
dimensión integrante en la conformación social, y la consideración de éste como
un factor del desarrollo, permite precisamente establecer un progreso paralelo
entre lo económico y lo social. (Kliksberg, 2001).
En este mismo sentido, el autor remarca que la cultura debe ser parte de las
políticas sociales, dado que permite, a través de sus elementos constitutivos,
apoyar al mejoramiento de la cohesión social, reforzando la autoestima de los
sectores más vulnerables o simplemente desfavorecidos que se encuentran al
margen o poco integrados socialmente.
Pues bien, en este sentido, la cultura es la que hace que los grupos humanos
puedan construir la imagen de la vida y del mundo que habitan, dándole
significado y poniendo en práctica su trabajo a través de la voluntad y la
imaginación, elementos que son, en definitiva, trascedentes en la elaboración
concreta del proyecto humano como sociedad.
42
En este documento se establece que: “Toda persona tiene derecho a tomar parte
libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar
en el progreso científico y de los beneficios que de él resulten”. (ONU, 1948)
En este sentido, por ejemplo, George Yúdice, nos plantea que se ha dado una
apertura en cuanto al rol de la cultura y las artes en toda la sociedad,
convirtiéndose en un espacio que tiene relevancia en la solución de problemas
sociales, lo que, a su vez, tiene una mayor vinculación con las identidades
multiculturales y los procesos colectivos.
Todo ello, también hace referencia a los relatos institucionales o discursos que
emanan de la oficialidad:
43
Acá de lo que se está hablando en términos muy concretos es que, a partir de la
inclusión de la cultura en las políticas de Estado o en lo que se ha definido a priori
como la “política pública”, se realce en forma autónoma como Estado y no quede a
merced de las élites sociales o artísticas, o al devenir de las lógicas empresariales
que, muchas veces, desde la cultura del mecenazgo, la han visto como una
inversión, sino más bien como un artefacto suntuario.
44
como des-igualitaria o desigual, pero sin claridad sobre la sociedad alternativa.
Muchas de las respuestas sobre la naturaleza de las sociedades contemporáneas
no hacen posible una ciencia social que responda a su fundamento central cuál es
comprender y transformar las sociedades. Por ejemplo, si éstas se nos aparecen
como reducida a individuos o sujetos personales solamente, ella no puede
cambiarse. Si no se entiende el mundo como algo distinto a la suma de individuos
y proyectos personales o de grupos particulares, ni éste interesa ni puede
cambiarse.
En lo que fue del siglo XX, el Estado, al menos en Chile, toma una nueva
configuración que tiene relación con la desaparición del sistema oligárquico, y el
creciente desarrollo de las capas sociales medias, las que irán cobrando cada vez
un mayor protagonismo. Serán bastante conocidas las características que
45
acompañan este proceso y que, en Chile, se funda en un programa de
industrialización (proyecto moderno), que será la base del modelo de desarrollo.
De este modo, como dice Carlos Catalán: “No será la ni la sociedad civil ni el
mercado, sino el Estado el que emergerá como el principal promotor y garante del
desarrollo cultural del país”. (Catalán, 1988). Fenómeno que se debe comprender
dentro de un sistema político que considera la cultura como un tema de la
Educación ajena completamente a la industria, a la entretención y aún más a
factores comerciales.
Es importante señalar que de ahí derivarán el privilegio por la alta cultura, que
será en donde se focaliza la gestión estatal, en la medida que aseguraba, de
alguna forma la “universalidad, trascendencia y perdurabilidad” en los valores
espirituales (Catalán, 1988).
Sin embargo, el privilegio del Estado por la alta cultura tendrá consecuencias,
especialmente en el área de la cultura de masas, la que se orientará en su primera
etapa a una producción vinculada a la entretención. Esta no tendrá inicialmente
acceso a ningún tipo de subsidio fiscal y gozará de poca legitimidad en su
momento, solo para señalar que, en este proceso de modernización, el Estado
tendrá desde sus inicios un rol clave, y que irá mutando en la medida que también
las transformaciones de la sociedad se comienzan a hacer manifiestas, como será
en las décadas venideras hasta llegar al siglo XXI.
46
óptimo de los sistemas de producción, reproducción, y gobierno de la sociedad.
47
instrumental, y que deviene también del orden capitalista existente.
Los procesos que han dado lugar a esta experiencia (moderna), que han logrado
crear las condiciones sobre las que se construye, son múltiples, según lo afirma
por ejemplo Marschall Berman. El dirá, “la gran transformación”, refiriéndose a la
expansión del mercado mundial capitalista, el conjunto de este proceso al que
llamará modernización, trae consigo nuevos valores, visiones e ideas que la
acompañan.
En síntesis, lo que hace Berman, es una lectura de la modernidad que sería símil
a entender el capitalismo como una revolución permanente. Según José Joaquín
Brunner, hará que la sociedad deba:
Por otra parte, Lechner hace énfasis en que las dificultades que el Estado en
América Latina, en el marco del modelo desarrollista. Así como se imponía un
sistema de corte neoliberal, la soberanía se vio debilitada. Finalmente, el
autoritarismo y la concepción más conservadora en términos económicos de las
relaciones entre la economía y la democracia implican algo muy serio y de
consecuencias enormes, porque tenemos “no sólo una economía separada e
independiente de la política, sino, a fin de cuentas, la desaparición de la política”.
(Lechner: 2006, 164).
48
De alguna manera, el aporte específico de la modernidad será, precisamente la
constitución de una esfera pública autónoma, en donde la ciudadanía se reconoce
como soberana para resolver sobre las normas que regulan la convivencia
colectiva. Como Lechner diría, “la modernidad entendida como el proceso de
desencantamiento con la organización religiosa del mundo (…); como un proceso,
ante todo, de secularización o “el lento paso de un orden recibido un orden
producido.”(Lechner, 2006: 451)
En este mismo orden, el autor plantea que la idea de soberanía estaría incluida en
el concepto de modernidad, en cuanto se trata, por un lado, de una idea necesaria
en el orden simbólico cultural, como también su capacidad reivindicativa.
En relación a este punto, el autor critica lo que define como un hecho común al
socialismo, al autoritarismo y al pensamiento neoliberal: “el presente como una
“transición” hacia la realización de una utopía (…) Y al concebir la ‘abolición de la
política’ como una meta factible, la acción política presente tiene un carácter
exclusivamente instrumental”. (Lechner, 2006: 355)
49
En cuanto a reducir la política a lo instrumental dejando de lado la subjetividad en
el que los seres humanos se definen como tales, él dice:
Para romper con esta idea que existiría entre política y utopía, Lechner redefine la
utopía no como una meta factible, como objetivo imposible en términos de su
concreción histórica, pero imprescindible para poder definir el espacio de lo
posible. Se troca entonces, -lo utópico- en un concepto trascendental: piensa las
condiciones de posibilidad de algo en el espacio y el tiempo. Al ser utópico, está
fuera del espacio y el tiempo real y posible; sin embargo, fija las condiciones de lo
que es pensable aquí y ahora en relación al orden colectivo. Porque tenemos ese
horizonte utópico definido como imposible, podemos entonces pensar los grados
de lo posible en el presente y futuro.
Sin embargo, por ejemplo, para Michel Foucault “a nivel mundial una diversidad
que coexiste con un monopolio del poder político, siempre estará en situación de
riesgo o de ser administrada por ese poder. De allí la importancia de insistir que la
diversidad y los particularismos culturales no deben entenderse como una
clausura del espacio público o de lo político, sino como una ocasión de darle a ese
espacio una nueva articulación”. (Foucault, 2001: 241)
Bajo este supuesto, del que nos pone en alerta Foucault, el que da pie no solo
para especular sobre el control del Estado con respecto a la administración de la
diversidad, sino también sobre el dirigismo estatal, se hace evidencia sobre las
operaciones del poder. En esta misma dirección, Alfonso Martell (Director Cátedra
Unesco), hace hincapié en los distintos agentes existentes en el plano de la
democracia:
51
Es en este enfoque, entonces, donde estas políticas se verán, de alguna forma
tensionadas o exigidas a definir sus objetivos, de acuerdo a las necesidades y
demandas sociales. Más aún si los sectores que generan preguntas y están
cuestionando al Estado, en forma permanente, son grupos con identidades
definidas y objetivos claros, como es el caso, por ejemplo, de los circuitos
artísticos o ciertas organizaciones afines a la cultura.
Esta es una realidad que hoy más que nunca se hace bastante palpable y
evidente, es decir, el protagonismo de los diversos sectores que expresan,
muchas veces malestar en torno a una política puntual o buscan hacer un cambio
estructural a través de demandas precisas. En Chile, por ejemplo, sería
emblemático referirse en los últimos años al mundo de la Educación que se vio,
primero, interpelado por las federaciones de estudiantes que irrumpieron para
exigir sus derechos, o el caso de los grupos de género y últimamente el
movimiento No + AFP que, hasta la fecha, está en una disputa por el control de las
pensiones y el rol del Estado en estas.
En el caso de la cultura, habría que precisar que este fenómeno, por tratarse
inicialmente de un sector muy acotado a la creación, se vio movilizado con mayor
organización durante la década del ’90 cuando se estaba discutiendo la
Institucionalidad Cultural. Obviamente, no se está tomando en cuenta el rol de las
organizaciones culturales en el período de la dictadura militar, en donde la
discusión tiene una finalidad distinta y apuntó a un problema mucho más de fondo
que lo estrictamente sectorial, que era, en ese entonces, la apertura democrática y
las libertades fundamentales de los chilenos.
Para tales efectos, considerar o más bien incorporar la dimensión cultural a las
políticas públicas, ha sido una tarea de apertura democrática en los últimas tres
décadas en Chile. En este sentido, uno de los temas que más repercusión ha
tenido en Chile en el último tiempo es el de la identidad. Término que también
obviamente se trata en cuanto “identidades”, como saberes, lenguajes y memorias
52
grupales que conforman patrimonio. Por otra parte, también, será como veremos
más adelante, este concepto, importante el desarrollo de las políticas en cultura en
Chile, junto con otros tópicos como por ejemplo el de la diversidad
Pero, por otra parte, nos deja en evidencia, cómo la política pública puede ser,
desde su condición administrativa, una instancia que facilite la idea de una
organización social que se relaciona de manera más democrática con el Estado.
53
Sin entrar en detalle sobre los modelos de política social, que se pueden
básicamente dividir en: paradigma dominante y paradigma emergente, siendo el
primero de corte desarrollista en donde el Estado cumple las funciones
interventoras y de planificación, al contrario del emergente en donde el Estado
pierde protagonismo y se comienza a instalar la idea del mercado como un
regulador natural (años ’80), hay que precisar que ninguno de los dos ha
monopolizado las políticas públicas en cuanto a modelo de desarrollo en Chile.
Como lo plantea Manuel Antonio Garretón claramente, “las políticas culturales son
el conjunto de actividades de una comunidad, dirigidas a satisfacer necesidades
culturales, desarrollar el ámbito expresivo simbólico y generar perspectivas
compartidas de la vida social” (Garretón, 2010).
Otro modo que, sin duda, viene a corroborar esta idea mixta de funcionamiento
especialmente en el mundo de la cultura, se puede ejemplificar en Chile con el
impulso a las Fundaciones o Corporaciones privadas, sin fines de lucro y con
54
aporte del Estado, entidades que ya son parte de la orgánica de las instituciones
que se coordinan con la estructura de la Institucionalidad Cultural.
Sin ir más lejos, instituciones como el Centro Cultural Gabriela Mistral, GAM, y el
Centro Cultural Palacio de la Moneda (CCPLM), son Fundaciones que operan bajo
esta lógica mixta, conformándose con directorios (en ambos casos) que
representan a diferentes sectores de la comunidad cultural. Lo mismo sucede en
el caso del Museo Violeta Parra, que funciona bajo la figura de la Fundación
Museo Violeta Parra, organización privada y con aporte del Estado que recibe 425
millones de pesos anuales para su funcionamiento, programación y gastos
operacionales.
Desde este punto de vista, se puede concluir responsablemente que las políticas
públicas serían, en sí mismas, un instrumento social que permiten relacionar
directamente a la sociedad con sus intereses y valores. En otras palabras, podrían
constituirse como un dispositivo, una herramienta, ojalá lo más eficaz posible, para
dialogar y buscar soluciones desde la lógica del Estado a las problemáticas de la
sociedad.
55
voluntad política, que deviene de la voluntad de un gobierno en particular, es un
asunto distinto que muchas veces se concreta en una política pública que se
deberá expresar en un programa puntual.
Sin embargo, los poderes del Estado no pueden funcionar desde la nada, o desde
un vacío, por lo que el sector político o la clase política tendrán, en este caso, la
misión de desplegar todos sus recursos para diseñar y poner en marcha políticas
públicas representativas de la ciudadanía. Por lo mismo, se reafirma la idea de
que la gobernabilidad y la democracia estarán siempre en un grado de
dependencia en cuanto a los gobiernos y su voluntad política, valga la
redundancia, y su abierta sensibilidad, o no, al mundo ciudadano y también a la
opinión pública, esta última como material discursivo de las elites.
En lo que respecta a las políticas públicas en cultura, que son la materia de este
estudio, vale la pena o más bien puede ser provechoso para el análisis, al menos
trazar la noción de que la cultura y el Estado, a partir de los años ’90, han tenido
un diálogo que, como primera cuestión, no ha sido interrumpido. Como segundo
elemento, habría que destacar que todos los gobiernos democráticos
independientes de su origen político, o su esencia doctrinaria, han manifestado un
interés manifiesto y explícito por la cultura y las responsabilidades del Estado en
este campo. Y, como tercer punto, habría también que decir que, expresado a
través de la figura de la sociedad civil, las políticas públicas en cultura (gremios
artístico culturales fundamentalmente), comienzan a interaccionar con la sociedad
en la búsqueda de acuerdos.
56
En este sentido, Gramsci presenta un modelo en que la economía está separada
de la sociedad civil. Si bien Gramsci proviene de la tradición marxista, transforma
la teoría de tal modo que la sociedad civil no corresponderá al ámbito de las
relaciones de producción y, por lo tanto, de la base económica de la sociedad
capitalista: la sociedad civil será una de las dos capas que conforman la
superestructura, es decir, el ámbito ideológico y político. Gramsci llama sociedad
civil a la esfera en la que actúan los aparatos ideológicos cuya tarea es la de
ejercer la hegemonía y, mediante la hegemonía, de obtener el consenso. (Bobbio,
1989)
57
6. Algunas ideas sobre la Política Pública en la Cultura
En este sentido, deja muy en claro, desde su perspectiva, que cualquier política
cultural, trabaja y se relaciona con distintas formas de organización y con los
propios agentes que conforman el mundo de la cultura y la creación,
entendiéndose estas como interlocutores del Estado en esta materia. La lógica ha
sido, al menos en Chile, por parte del Estado, y de las organizaciones culturales,
bastante coherente para implementar las distintas acciones, proyectos y
programas que conforman la política pública en cultura.
58
Por otra parte, García Canclini, hace ver que toda política cultural, más allá de su
impronta en el acceso y la difusión, también debe tener una base sólida en materia
de educación:
7. La Política Cultural
Claramente este es un tema que no ha sido simple de consensuar, más allá de los
acuerdos tácitos existentes en el seno del propio mundo de la cultura y sus
organizaciones y su interlocución con el Estado. Por otra parte, siempre hay voces
59
que han sido disidentes en cuanto al rol o deber del Estado con la cultura,
fundamentando sus posturas en lo que han denominado como la amenaza del
dirigismo estatal, por una parte, y también como el paternalismo que sería,
también, refractario a la innovación y el emprendimiento creativo, por otra.
En este sentido, García Canclini asume las políticas culturales como un asunto
integral con incidencia en los procesos sociales en todo sentido. De esta forma,
todo el aparataje histórico, como el mismo ripio que generan las diversas
identidades y memorias, que a su vez se expresan en lenguajes distintos, serán
parte de una nación, de tal modo que la política cultural debe expresar esta
continuidad, que está en la dimensión teórica y, a su vez, en la práctica cotidiana,
como el tiempo libre, el goce, la transmisión oral y el juego en sí mismo, como un
todo lúdico y no melodramático necesariamente. Al respecto, dice el autor:
Para tal caso, el sociólogo chileno José Joaquín Brunner releva la tarea del Estado
como también de las instituciones privadas en el sector cultural. En este sentido,
Brunner cree que ambos sectores deben tener la misma influencia en torno a las
60
medidas que se deben utilizar en cuanto organizar, desarrollar, orientar, y difundir
la actividad cultural. Dice Brunner:
“Es un servicio del que debe hacerse cargo el Estado y organismos privados,
distribuyéndose a través de circuitos públicos, de mercado o de base
comunitaria, con la intervención reguladora de organismos representativos
locales, corporativos, empresariales, sindícales y estatales”. (Brunner, 1989)
Brunner, en este sentido, plantea que la cultura tiene una doble dimensión que se
traduce en un nivel microsocial que no puede ser tocado por las políticas
culturales, dado que no operarían estas en los territorios cotidianos de interacción
de los sujetos, las que, a su vez, están fuera del control de la política y la
intervención deliberada del Estado. Pero, a su vez, también habla del plano macro
social, el que se referiría al espacio de la dominación, a través del control, que
sería en donde se ubicaría la institucionalidad.
61
No se puede olvidar que la cultura, opera en todos los ámbitos de la vida humana,
y que la interacción entre los sujetos es fundamental en todas las operaciones
simbólicas que se dan en el arte y la creación, o cualquier tipo de manifestación,
ya sea esta urbana, rural, regional, etc.
Como parte del amplio ámbito que abarca la cultura y sus interacciones, Richard
Sennett por ejemplo, plantea que una ciudad sería un lugar en el que los extraños
tienen probabilidades de conocerse. Sin embargo, un instrumento como el chat, o
el WhatsApp, pueden ser un nuevo modelo de sociabilidad. De este modo, surge
la pregunta por los espacios, y los modos en que se enseña hoy a la ciudadanía a
convivir en el entorno social. Pero, además, también salta a la vista, que esta
nueva forma de relación humana, modifica la vida cotidiana de los seres humanos,
y por lo mismo, a la propia cultura.
Por este motivo, Sennett dirá que las nuevas condiciones del capitalismo llegan a
corroer el carácter, entendido como la apuesta a largo plazo por construir lazos y
relaciones estables:
63
sería el concepto de una hegemonía cultural de un grupo o una élite en particular.
64
Sin embargo, Garretón también habla de una segunda dimensión que se relaciona
en forma sectorial con la política cultural desde ámbitos específicos:
Garretón, a través de un enfoque distinto, deja entrever que una política cultural es
importante en el entendido de que los cambios que sufre la sociedad en forma
permanente, como consecuencia de la ruptura de lo que denomina la “sociedad
polis”, genera que la dimensión cultural surja y tenga un desarrollo autónomo, lo
que no traerá otra cosa que consecuencias para la política cultural en cuanto a
desafíos y nuevas tareas a desarrollar en diversas áreas.
Desde la perspectiva de Garretón, sería clave que la política cultural esté al día
con respecto de las transformaciones que está viviendo la sociedad tanto a nivel
local, como mundial. Esto sería fundamental para redefinir, por ejemplo, las
relaciones con el mercado, el consumo, el acceso, la creación colectiva e
individual con el Estado.
En otras palabras, desde esta lectura lo que se expone es que el Estado debería
funcionar como una caja de resonancia organizada en sus múltiples capacidades
para hacer eco de la creación como parte de la producción simbólica de una
determinada sociedad. Sin embargo, no sería posible lograr este objetivo sin un
Estado moderno, que corra el riesgo de descentralizar efectivamente su hacer y
65
sus políticas, como también de desconcentrar sus enclaves de control y poder. En
este sentido, la creación del Consejo Nacional de la Cultura, CNCA, es un intento
bastante visible de desconcentración de poder.
Sin embargo, también existe la dimensión que conocemos como el de las políticas
culturales sectoriales o específicas, que se refieren a las manifestaciones,
aparatos y expresiones culturales, como el patrimonio y diversos campos de la
creación y difusión artística. Un ejemplo, sería el Consejo Nacional del Libro y la
Lectura.
66
Para el caso de esta investigación es importante hacer la diferencia y al mismo
tiempo hacer notar que el desarrollo de las políticas culturales, desde al año ’90 en
adelante en Chile, se han edificado con la idea de resolver la demanda del sector
puntalmente, como también la pulsión por ir haciendo que esta política interpretara
un problema mayor, el que en este caso no era otra cosa que una sociedad que
había sido despojada de un proyecto político democrático para la cultura. Asunto
que sabemos no ha sido resuelto, pero que ha tenido algunos avances.
Este último punto, el que puede ser de amplia discusión, dada las condiciones de
la transición y el nivel de consensos que se establecieron tanto en lo político,
económico, como judicial con respeto de los Derechos Humanos, parece
recomendable analizarlo con cierta cautela. Aventurarse a plantear que la política
cultural en Chile es un referente democrático inclaudicable, puede ser tan
equívoco como creer que simplemente ha sido una estrategia gubernamental al
servicio de una élite.
67
Es en esta dirección que Garretón ve la política cultural como fundamental para el
desarrollo social. Sin embargo, Jesús Martín Barbero hace la siguiente
advertencia:
Martín Barbero hace referencia a un punto importante, el que tiene relación con el
pragmatismo de los Estados con respecto de la globalización cultural, pero a su
vez, se refiere a la incipiente presencia estatal en el resguardo del patrimonio.
Sobre lo mismo, explica:
No cabe duda que el tema sociedad civil, que viene en muchos casos a ser el
soporte organizador del mundo social, no del Estado, sino más bien como su
contraparte política, es un asunto que ha cobrado fuerza y presencia en el mundo
moderno. Siendo protagónico en sociedades llamadas libres y que tienen un fuerte
componente cívico.
68
El análisis sobre la sociedad civil tiene que ver con las distintas convergencias
como contrapuntos que la definen e interactúan en su matriz como espacio
público. Hasta el día de hoy se entiende así y es, desde esta dimensión política,
que se relaciona con el Estado y se moviliza como un espacio de opinión y
catalizador de masas también. El punto es saber bien, más allá de las
convenciones, cómo opera y bajo que lógica lo hace hoy en una sociedad en
donde las relaciones con el Estado, en gran medida se han visto mermadas por el
mercado y las lógicas de las conveniencias corporativas.
Sin embargo, no es sino hasta el siglo XVIII, bajo el influjo de la ilustración, que la
sociedad civil aparece como un componente que abre, de alguna forma, el debate
moderno, desde la perspectiva de la organización de las distintas áreas de la
producción y sus intereses en el espacio público. Sería en este contexto de
pensamiento ilustrado, entonces, que se fundan los puntales de la futura
República como forma de gobierno y organización política del Estado.
69
En pocas palabras, a lo que hace referencia la ONU, no es otra cosa que al
conjunto de organizaciones que tienen un nivel de autonomía del Estado,
compuestas por individuos que poseen intereses particulares de acuerdo a la
temática o valores que los motiven. Cabe resaltar que en Chile esta pléyade de
organizaciones en el ámbito cultural, en la actualidad, son de diferente naturaleza
y experticia técnica.
70
En este sentido, el autor nos dice:
“Es evidente, por ejemplo, que las instituciones culturales llamadas, escuela,
liceo o universidad, guardan una cierta correspondencia con la sociedad
industrial de Estado nacional puesto que son los lugares, donde se desarrolla
la personalidad, se reproduce la herencia cultural, se producen y reproducen
conocimientos y se prepara para la ciudadanía y el trabajo”. (Garretón, 1998:
86)
En este sentido, Garretón apela a la polis también como centro ciudadano, que
significa el “centro”, que puede ser como él bien dice, democrático, autoritario,
monárquico o de cualquier especie. Sin embargo, en lo que concierne a la
sociedad actual, la que se puede definir según Garretón como “post – industrial
globalizada, nos encontramos con una configuración distinta en cuanto a su
organización y tipo de movilidad que tiene en el contexto de un sistema de
mercado, por ejemplo.
71
De esta forma, tal como se ha planteado la relación entre el Estado y la sociedad,
y en el caso particular de la institucionalidad cultural, a través de la figura de la
sociedad civil, como grupo organizado, habría que entender que se trata de una
relación que se da en el contexto de una sociedad post- industrial globalizada.
72
Por otra parte, en este mismo sentido, la puesta en marcha de una lógica
consumista ha restringido claramente la actividad cultural y la ha puesto en el
discurso de un “bien de consumo”. Este fenómeno, que tiene un marcado acento a
partir de la década del ’90 en Chile, quizás es un punto de inflexión importante
para entender no solo la Política Cultural, sino también el comportamiento de la
sociedad civil y el de los individuos como sujetos de consumo. Reducción analítica
que puede ser arriesgada, pero que no cabe la menor duda tiene un paragua
mayor, y que es el modelo de desarrollo económico de los gobiernos de la
transición hasta el día de hoy.
73
(PNUD, 2002)
En esta perspectiva, de acuerdo al análisis que hace este documento del PNUD,
en nuestro país existiría una pérdida de sentido de las personas en cuanto a su
norte o futuro, situación que, si uno la mira con cierta perspectiva, contrasta con la
idea de una sociedad democrática, participativa y alentada por un desarrollo
equitativo para todos. Más bien, la descripción, que por lo demás es bastante gris,
pone en tela de juicio las capacidades del Estado y sus políticas para poner freno
a un estado de ánimo social como al que se refiere el documento aludido.
Parece evidente que, a la luz de este análisis, la sociedad en civil más allá de su
aparente transformación en un espacio de participación, se ve como un territorio
bastante carente de significado, como también debilitado en su accionar, y
muchas veces cooptado por las propias influencias o recursos políticos del Estado.
“El Estado no debe dirigir la cultura, pero sí, el Estado tiene una
responsabilidad social frente a ella. Esta responsabilidad es la equidad por
el acceso a la cultura. Ahora, debemos entender al ciudadano no sólo como
un consumidor ciudadano, sino como un autor de su propia cultura: como
un sujeto cultural”. (División de Cultura, 2003)
74
Sin embargo, la apuesta anterior, política de Di Girólamo, que antecede a la
creación del CNCA, tiene un valor enorme desde el punto de vista de la
participación, pero a la vez otorgándole fuerza a la autonomía y a la diversidad en
todo sentido, que finalmente se expresa en una diversidad cultural y creativa tanto
individual como colectiva.
75
supranacional y mundial? Sin duda, y creo que ya lo estamos viendo. Hay
que reivindicar el papel de la institucionalidad del Estado para normar y crear
las instituciones que rijan la ciudadanía cultural, para generar una
interlocución respecto de ello, y para que pueda haber ciudadanía cultural”.
(División de Cultura, 2001)
Sin embargo, los enfoques sobre esta materia no han sido siempre uniformes o
han estado caracterizados por una sola interpretación sobre la cultura y la
intervención del Estado en esta. Son diferentes los actores que han atravesado
esta discusión, y lo más importante sería rescatar la diversidad de ideas, como
también los tópicos que unen, no solo como voluntad de consenso a la
institucionalidad, sino también como elementos de la propia cultura que reflejan,
de alguna forma, aspectos identitarios de una cultura democrática.
76
Como ya sabemos, antes del año 2003, el país no contaba con una institución que
centralizara tanto el presupuesto como los diferentes programas culturales y las
actividades artísticas desde el Estado. Esto incluía, por cierto, una enorme gama
de iniciativas de distinta índole encasilladas en diferentes áreas e instituciones o
Servicios Públicos, para ser más preciso. Dispersión que fue una de las bases de
la discusión para iniciar un proceso institucional integral, y que, a su vez,
profundizaba las diferencias políticas y programáticas.
Para Manuel Antonio Garretón hay dos formas de ver el asunto. Como primera
cuestión, habla del Estado como el organizador y como la estructura desde donde
emergen las políticas culturales y los modelos para hacerlas efectivas, ya sea a
través de un Ministerio de la Cultura o un Consejo Nacional de la Cultura, y la
segunda, sería la institucionalidad normativa o el soporte legislativo que
intervienen en el sector cultural.
En este sentido, Garretón dice: “Ocurre que los orígenes de las leyes culturales en
un país son muy diversos y provienen o de presiones de grupos corporativos, o de
algún sector legislativo u otra instancia estatal sensibles al mundo cultural”.
(Garretón, 2003: 114)
De igual manera, la propia Comisión Asesora que elaboró el informe que lleva su
nombre el año 1991, entiende por institucionalidad pública el conjunto de
instituciones y organizaciones que en el sector público están relacionadas con la
dimensión cultural. Del mismo modo, por ejemplo, en los inicios de la década del
77
’90, ya se plantea con claridad que la Institucionalidad debería ser un cuerpo
normativo y organizado del Estado.
Será así que, se plantea que la institucionalidad deberá tener una orgánica, es
decir una estructura que la acoja y le dé un orden normativo. Garretón lo precisa
de la siguiente manera:
78
Parece bastante pertinente señalar que la Comisión Ivelic, conocida por el
documento “Chile está en deuda con la Cultura”, frase que deja muy en claro cuál
es la toma de posición con respecto del problema y las responsabilidades del
Estado, dice lo siguiente: “comprobamos que esta suerte de indiferencia del
Estado chileno en relación a la cultura, contrasta visible y paradójicamente con la
gran vitalidad que encontramos en la sociedad misma”. Frase que, sin duda,
devela el abandono por parte del mundo público y político del sector, el que
claramente tiene una dinámica y una expresión evidente en las áreas donde
opera. Hay que hacer hincapié que este informe se hace bajo la administración de
Eduardo Frei, es decir en plena década del noventa, cuando tanto la sociedad
civil, como las fuerzas políticas beligerantes y existentes buscan un espacio de
representación y visibilidad en la opinión pública.
“En efecto, bajo la superficie existe una realidad que da cuenta de diversas
formas de expresión artística y de creación en general, que subsisten y se
desarrollan de manera casi heroica. Es el terreno fértil sobre el cual debe
cimentarse cualquier esfuerzo nacional, representativo de la acción tanto del
sector público como privado, es decir, de la sociedad en su conjunto”.
(Ministerio de Educación, 1997)
79
CAPITULO II
METODOLOGÍA DE TRABAJO
80
En la siguiente sección se describen los puntos o ejes que desarrollan este estudio
o trabajo de tesis, metodológicamente. De esta manera, se busca explicar y al
mismo tiempo acotar los pasos a seguir y las decisiones con respecto de esta
incursión analítica.
Para efectos del análisis documental, la base de trabajo será: ordenar conceptos
científicos mediante la creación de sistemas de conceptos; formular y resumir
información científica; prever la posibilidad de traducir el lenguaje natural del
documento a otro artificial, especialmente concebido para compatibilizar las
distintas terminologías empleadas: del documento, del sistema de información y
del usuario; almacenar y recuperar información. (Pinto Molina, 1991)
De este modo, el análisis documental será una operación intelectual que da lugar
a un documento o más bien subproducto que se debe entender como un
instrumento de búsqueda entre el documento original y el usuario que solicita
información. El calificativo de intelectual se debe a que el documentalista debe
realizar un proceso de interpretación de la información de los documentos y luego
sintetizarlo. (Castillo, Lourdes, 2004).
81
El objetivo del análisis será entonces también trasformar la documentación original
en un documento secundario que a la vez se convierta en un instrumento de
trabajo. Documento que permitirá ir a la recuperación de los primeros documentos
como también la difusión de los mismos. En esta lógica, el análisis documental
permitirá, a mi modo de ver, construir un documento final de estudio, trabajo y
promoción de una idea de investigación.
Desde el punto de vista del soporte en cuanto a la información registrada, hay que
decir que toda esta, cualquiera sea su naturaleza, puede servir para realizar el
análisis.
“Toda la información registrada, en el soporte que sea, puede ser objeto del
análisis documental: un artículo original de una revista científica, una noticia de
prensa, un reportaje de revista, una obra musical, un registro sonoro, una imagen
de vídeo, una película, una fotografía, una página web”. (Castillo, Lourdes 2004)
82
María Pinto Molina, en su documento Introducción al análisis documenta y sus
niveles: el análisis de contenido, lo explica de la siguiente manera:
“Los niveles de análisis estarán en relación directa con los elementos dicotómicos
que integran el documento: contenido (información) y forma (soporte),
distinguiéndose pues entre análisis formal o externo y análisis de contenido o
interno ambos con sus campos teóricos concretos. El análisis externo se efectúa
sobre el continente, envase o soporte documental, y el interno se refiere al
contenido del documento. Cada uno de ellos cuenta con sus propias operaciones,
que podrán llevarse a cabo con mayor o menor, profundidad, en función de las
demandas y necesidades científico – informativas de los usuarios.” (Pinto Molina,
1991: 24)
Considerando que se deberá hacer una descripción y una síntesis del período
acotado por el estudio (1990 - 2003), indicando sus propósitos y desarrollos,
debilidades y fortalezas, éste se acomoda de mejor manera al paradigma
metodológico indicado, ya que, para poder describir este fenómeno, resulta
necesario explorar, identificar y describir los objetivos propuestos en la
investigación.
Por otra parte, el método escogido, permite en forma adecuada hacer un registro
de los aspectos discursivos y de contenido que se encuentran en las políticas
públicas en cultura, lo que, por cierto, significa realizar un examen cuidadoso del
proceso.
83
De esta forma, el estudio, nos permite acercarnos a un proceso que no cabe duda
está y es parte de un relato histórico, pero que, a la luz de la información pública,
es poco difundido o explicitado.
1. Fuentes utilizadas
Dada las características del análisis documental, que es el método escogido para
llevar adelante este trabajo de recopilación, el esfuerzo central radicará entonces
en una cabal lectura de estos documentos, tomando en cuenta todos aquellos
antecedentes al alcance del contexto, de su época y espacios tanto institucionales
como sociales, a la vez que también de sus protagonistas y destinatarios, lo que
84
nos permitirá hacer una descripción amplia y confiable.
2. El corpus
85
Para dar cumplimiento entonces los criterios establecidos son:
Para hacer el análisis del corpus, que por cierto se entiende como el corpus
analítico que le da sustento al contenido final de este documento, se hace
necesario tener en cuenta las preguntas y los objetivos de esta investigación, las
que, en lo medular, contienen la esencia de la discusión en torno a las políticas
culturales analizadas en este repertorio de ideas que vienen siendo las comisiones
asesoras para una institucionalidad en la materia.
86
los documentos aludidos, sin entrar a realizar necesariamente un análisis
semiótico de los contenidos. Al acoger esta definición, y a partir de los contenidos
de los programas a estudiar, esta técnica, como herramienta de inferencia, nos
permite realizar relaciones y encuadres con la política nacional en cultura que se
ha llevado a cabo en el último período, intentado desglosar el discurso contenido
en estas iniciativas.
4. Objetivos de la metodología
Para tales efectos se han propuesto los siguientes objetivos:
87
en materia cultura entre los años 1990 y 2003.
4.3. Describir las definiciones políticas más relevantes en materia de
difusión, participación y acceso a la cultura y las artes establecidos
por 1er documento de Política Cultural 2005 - 2010 “Chile Quiere
Más Cultura”.
4.4. Explicar en forma general como la administración del Estado
administra el discurso sobre política cultural y la cultura.
88
CAPÍTULO III
89
1. Una breve reflexión en torno a la ruptura democrática y la cultura
90
oficiales. (Catalán y Munizaga, 1986: 24)
Desde sus inicios, la dictadura militar, que comienza como ya hemos dicho y es
sabido mundialmente con el golpe de Estado en septiembre del año 1973, se
instala con la destrucción y la muerte en casi todos los ámbitos de la vida en el
país, incluyendo, evidentemente, al mundo de la cultura, espacio que se convertirá
en un referente de resistencia material y simbólica al gobierno militar.
Es así como una gran cantidad de acciones por parte de las nuevas autoridades
golpistas, darán paso no solo a detenciones de actores del mundo del arte y la
cultura, sino también a violaciones a los derechos humanos, desapariciones y
muertes, siendo una de las más emblemáticas y simbólicas, la del compositor,
director de teatro y cantautor Víctor Jara, a manos de militares en el Estadio Chile,
así como también la del compositor, director de orquesta y educador Jorge Peña
Hen, víctima de la Caravana de la muerte. Cabe decir que, en el primer caso, a
más de 40 años de este lamentable y cobarde suceso, aún no hay culpables
condenados por la justicia chilena.
91
Rettig y a Comisión Valech (años 1991 y 2011 respectivamente). Sabemos que la
represión y la censura, por largos años, generaron no solo un clima de
desconfianza y temor en la población, sino que también el exilio y arrinconamiento
de muchos artistas y creadores que vieron amenazadas sus vidas.
Sin embargo, todo este intento por erradicar cualquier vestigio de manifestación
libre y de memoria, es también infructuoso y no puede detener, con el paso del
tiempo, lo que es inherente a cualquier sociedad que vive bajo el control y la
represión, puesto que aparte de las manifestaciones que se dan bajo un clima de
clandestinidad, también paradójicamente surgen manifestaciones artísticas y
culturales en variadas disciplinas que dan paso, no sólo a un contexto histórico
único por su valor artístico y político, sino además a un período de gran riqueza
creativa desde la propia clandestinidad hasta la periferia cultural, en compañía de
diversos movimientos y agrupaciones de orden artísticas.
Entre los años ‘70 y ‘80 en Chile, la cultura tiene una dimensión que claramente se
debe observar desde la lógica de un Estado represivo y de carácter nacionalista,
con un fuerte énfasis en los “valores de la Patria”. Sin embargo, es evidente que la
dictadura tiene un plan para la cultura el que tiene distintas interpretaciones y que
es eficaz en alguna medida.
92
constituyen, en suma, una institucionalidad actuante en el campo cultural con
mayor o menor consistencia y eficacia” (Catalán y Munizaga, 1986)
Lo que nos plantean los autores, en este sentido, tiene que ver con lo que
podríamos llamar una suerte de propósito hegemónico en torno a la cultura desde
el Estado represivo durante los años que duró la dictadura.
En este sentido, ahondar en la supuesta Política Cultural del régimen militar que
no es en ningún caso el fin de esta investigación, nos permite observar que, a luz
de los hechos y la información existente, es bastante claro que no solo existe un
93
ethos que guía las acciones de la Junta Militar en Chile los primeros años de la
dictadura, sino también, prácticas y énfasis muy concretos que se instauran en
diferentes esferas de la vida cotidiana de los chilenos. Todo esto bajo un régimen
de excepción, que tal como lo plantea Agamben, llevaría a un sistema totalitario de
funcionamiento como operación del poder.
Como todo Estado represivo, que deviene de una dinámica del control social, el
mundo cultural, desde esta perspectiva no solo sufre un claro abandono, sino
además un desmembramiento generalizado:
Sin ir más lejos, quienes respaldaron el golpe militar vieron el espectro político-
cultural de aquella época desde una óptica diferente. Utilizando, por ejemplo,
como espacio editorial el diario El Mercurio, ponen en evidencia su mirada de lo
acontecido en el gobierno de la Unidad Popular y reaccionan con afirmaciones
como “el marxismo en Chile tuvo hasta hace poco un control predominante de los
medios culturales. Durante varias décadas, en literatura, plástica, música, cine y
otras disciplinas análogas, los elementos izquierdistas gozaron de nombradía, a
menudo inmerecida, aprovecharon las franquicias que a los creadores deparan
numerosos organismos, constituyéndose en activistas políticos cuyos mensajes
94
adquirían formas singulares. (El Mercurio, 1974)
De igual manera, independientemente del nivel de eficacia que pudo tener una
posible propuesta de política cultural durante el régimen militar, hay dos hechos
muy concretos y simbólicos a la vez, que ponen en evidencia que este no sería un
asunto trivial.
Por un lado, hay que notar que Augusto Pinochet nombra a un asesor cultural,
quien será una figura importante dentro del régimen hasta mediados de la década
de los ‘80. Este personaje es Enrique Campos Menéndez, escritor y político
reconocido por su trayectoria de derecha, quien habría tenido gran influencia como
asesor ideológico del régimen militar. Según se afirma en una columna editorial de
El Mercurio, en abril de 1974 titulada “La Universidad creadora”. (El Mercurio,
1974)
95
Por otra parte, las instituciones universitarias, pilares de la actividad cultural y la
promoción de las artes, antes del golpe militar, se encuentran en un completo
aislamiento y desmembramiento político.
Sin embargo, iniciada la década del ’90, el Estado chileno comienza a promover la
cultura a través de herramientas de financiamiento vía concurso público y por Ley
de Donaciones con incentivo al sector privado.
Este nuevo período se podrá leer como un nuevo escenario para la cultura en el
país desde el Estado, por una parte, y desde un sector privado que, en forma
inicial, comienza a visualizar un nuevo territorio de mercado y de relaciones
96
corporativas, que al final de la década del ‘90 dará señales de nuevas
transformaciones en la sociedad chilena, como lo son las variables de una
sociedad de consumo, que se expresa en la expansión y omnipresencia del
mercado y sus lógicas en todas las áreas.
Del mismo modo, el Estado sigue cumpliendo un rol de apoyo a través del
FONDART que se aloja aún a principios de los años noventa en la División de
Cultura del Ministerio de Educación, instancia que estará empeñada, durante esos
años, en ofrecer una propuesta participativa y de alta convocatoria al sector
cultural y artístico.
97
La discusión en torno a la figura institucional, y más específicamente a qué tipo de
instancia ministerial se requería en el país, tuvo un largo proceso que pasó por las
comisiones Garretón en el gobierno de Aylwin, Comisión Ivelic en el gobierno de
Frei, y por último la comisión Squella en el gobierno de Lagos, la que finalmente
instituye el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, y que marca un hito en el
desarrollo de la institucionalidad cultural en Chile.
Es evidente que las Políticas de Estado han modificado las formas de comprender
las dinámicas de la esfera creativa y de la cultura en términos generales, por
medio de conceptos como las Industrias Creativas, el Turismo Cultural, el
emprendimiento y el Patrimonio, entendiendo a la cultura como un factor de
crecimiento económico. Operación que, a mi juicio, debiera ser contrastada con el
discurso oficial de las autoridades culturales.
Las encuestas de consumo y acceso cultural son claras y dan muestras evidentes
de que existe un problema real en la sociedad chilena con respecto a esta esfera,
y que ni las políticas de fondos concursables ni los documentos y políticas
sectoriales han logrado paliar o dar solución. Es más, la lectura estadística que se
hace del problema es de tipo económica y se asocia claramente no solo a la oferta
98
del Estado y del mercado, sino también a la capacidad de consumo de los
ciudadanos. Es decir, estamos frente a un tratamiento económico para un
problema que es, sobre todo, cultural y político.
No cabe duda que la creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes,
CNCA, es un hito importante desde el año 1990 a la fecha. Período en el que se
discutieron, a través de distintas comisiones, las políticas culturales que debía
promover el Estado en nuestro país, y que dieron como resultado la promulgación
de la Ley 19.891 del año 2003.
Es evidente que con la creación del CNCA, el tema cobra una dimensión diferente
desde el propio aparato estatal, que se ve en la obligación de construir un diseño
político en torno a la política pública en cultura, y también se profundiza en otras
esferas y capas del mundo social.
Sin embargo, los esfuerzos por redimir el ámbito cultural después de 17 años de
dictadura fueron bastante claros desde sus inicios. En términos simbólicos, y como
99
un hito de cambio de época, el recital de Amnistía “Un abrazo a la Esperanza”,
realizado el año 1989 en el Estadio Nacional, y que congregó a cerca de 100 mil
personas, es un hecho emblemático que viene a reforzar la idea de que en Chile
deberá emerger un nuevo campo de acción para la ciudadanía y la vida cultural.
Bajo este prisma, lo que se observa es que hay dos puntos cruciales en el debate
de principios de los años noventa, que vendrán a determinar la ruta a seguir por
los gobiernos de la transición.
“En efecto, bajo la dictadura militar, aunque no había una política cultural, ni
políticas culturales explícitas, todas las actividades de este campo quedaban
regidas por el doble componente autoritario - represivo en lo político –
cultural y neoliberal en lo socio - económico, con lo que ello significa la
ausencia de impulso al desarrollo cultural, censuras y falta de pluralismo.”
(Garretón, 2008)
En este contexto es que parece muy claro que, bajo estas nuevas condiciones
políticas que se comienzan a vivir en el país surgen desde su génesis dos asuntos
100
importantes, uno sería la difusión y promoción de una agenda cultural, y, dos, la
apertura para crear las condiciones para generar desde el Estado mayor acceso
de manera más equitativa en la población. Todo esto se materializa, en efecto, en
distintas acciones que van desde los temas relacionados con los Derechos
Humanos y la justicia, la reconciliación y la participación social, lo que se ha
denominado como “democracia de consensos” (Garretón, 2008)
Sin embargo, para el profesor Garretón, si bien la legitimidad del primer gobierno
de la Concertación necesitó un consenso para “hacer que la mayoría social,
política y electoral, que representaba, se transformara efectivamente en una
mayoría institucional”, también hace ver que, en nuestra tradición política como
país, el consenso es otra cosa. (Garretón, 1994)
Por otra parte, el autor si identifica una debilidad en esta transición, a la que llama
“incompleta”, y esta radicaría, fundamentalmente, en la carencia de un debate de
futuro y actores que lo ejerzan.
101
actores. (Garretón, 1994: 128)
En este sentido, se pueden percibir con cierta claridad algunos puntos que serán
clave en el desarrollo de las políticas culturales iniciadas la década anterior, pero
que se materializarán específicamente en: la generación de espacios para el
financiamiento cultural, el apoyo a las actividades y el fomento a la cultura, y por
último lo que llamaremos la democratización de la cultura en cuanto al acceso y
las libertades de creación y participación en el propio ámbito.
Otro de los avances importantes, que se consolidan en este momento inicial, fue la
102
creación de la Ley de Donaciones Culturales. Esta iniciativa impulsada por el
político demócrata cristiano Gabriel Valdés Subercaseaux, involucra por primera
vez en Chile, directamente al mundo privado en el mecenazgo cultural.
Es importante destacar que, de acuerdo con el inciso número 10º del artículo 19,
de la Constitución Política, corresponderá al Estado promover las artes, la cultura,
y dar identidad al aspecto cultural del país y promover la preservación y muestra
del patrimonio cultural.
Es así como, en forma muy temprana, quedó de manifiesto que las instancias que
trabajan en la promoción de la cultura y que administran las acciones sobre la
misma desde el gobierno, no solo parecen insuficientes, sino también están
dispersas y no coordinadas entre sí.
A esto se le debe sumar la poca valoración que existía en esos años por vincular
el arte con los procesos de la Educación y la dispersión de recursos humanos y
financieros, que implicaban tener instituciones distintas, muchas veces abocadas a
tareas similares.
103
En este tránsito, los hitos que se van generando en torno a la instalación de
políticas referidas a la cultura, como también la propia discusión sobre la Nueva
Institucionalidad, serán numerosos y cada uno tendrá una significación diferente,
según el gobierno de turno.
Será de este modo cómo cada una de las administraciones, desde Patricio Aylwin
hasta Ricardo Lagos, realizarán avances, los que, a su vez, tendrán marcados
énfasis según el periodo presidencial correspondiente con mayor o menor
presencia en relación a este campo de acción. No obstante, ello, lo que será
indesmentible es la mantención, casi como un eje rector, de la preocupación por
dotar de manera definitiva al país de una institución a cargo de las políticas
públicas en cultura.
Para tales efectos, se hará inicialmente una revisión de cada uno de los periodos
presidenciales, indicándose para el caso de este análisis histórico los puntos
centrales de cada gobierno de la transición hasta el año 2003.
104
como también con los gremios artísticos. Esta idea, que se plantea como una
democratización de la cultura, será la base de la futura estructura institucional a
futuro. Estructura que a su vez, desplegará según mi interpretación, toda su
instrumental para dar cuerpo a una nueva política cultural, en un contexto de
modernización capitalista ya explícito e instalado en Chile y casi todo el resto de
Latinoamérica.
Esta novedosa disposición (en Chile), que será parte de la reforma tributaria de la
época, buscará incentivar la participación del sector privado en el financiamiento
de proyectos artísticos y culturales. De esta manera, instituciones sin fines de
lucro como universidades, museos, corporaciones, municipalidades, podrán
beneficiarse de esta norma que hasta el día de hoy está vigente y que se ha
consolidado como un instrumento de financiamiento para el sector cultural. En
concreto, esta nueva norma legislativa, dará pie para que un donante de carácter
privado pueda descontar de sus impuestos el 50% del aporte que haya ejecutado.
105
Parece importante señalar que esta nueva herramienta de financiamiento en Chile,
si bien es propiciada por el Estado, genera por primera vez, y desde una lógica
fiscal, establecer una relación entre el mundo privado y el cultural. Situación que,
como ya se ha dicho, se consolidará con el transcurso del tiempo, y que a su vez,
tiene un correlato coherente con las definiciones económicas y con el modelo de
desarrollo llevado a cabo por los gobiernos de la transición.
- Comisión Garretón
106
- Estimular y promover la participación del sector privado en el desarrollo
cultural nacional, regional y local, y asociarse a él para actividades o
empresas comunes.
- Ser el interlocutor o la instancia en el ámbito público que procesa las
demandas, define las políticas y coordina las acciones en el campo cultural.
En sus comienzos, el Fondart contaba solo con una línea de financiamiento que se
regía por la asignación de recursos a diversas disciplinas artísticas y, con los
años, se abrirá a las regiones del país, como también irá especializando sus líneas
de participación e incrementando sus recursos. No será casual que, a mediados
de la presente década, este instrumento equivaliera a casi 1/3 del total de recursos
que destinaba el Estado al aparato cultural.
Sin embargo, vale la pena también recordar que este instrumento tendrá una alta
presencia en el mundo de las artes y de la cultura, llegando incluso a constituirse,
para ciertos sectores, como indispensable para poder desarrollar y poner en
circulación proyectos de carácter creativo. No obstante, también, ha sido flanco de
críticas por ser considerado, en algún momento un espacio de privilegio para
cierto grupo de artistas, como también por su nivel de tecnificación y
107
burocratización.
Por otra parte, si bien, el Fondart, ha sido uno de los instrumentos más
importantes del Estado en materia de promoción de las artes, hay que decir
también, que, al cabo de 20 años desde su creación, se hace necesaria una
revisión de su diseño y metodología de funcionamiento. Son permanentes, los
problemas que se dan año a año en sus plataformas online, por ejemplo, como
también, para algunos, poco convincentes sus sistemas de evaluación y jurados.
Sin embargo, quizá el elemento más de fondo, que debiera ser examinado en el
seno de la propia institucionalidad, es la lógica subsidiaria del Fondart, como
instrumento de fomento, el que desde sus inicios ha tenido una proyección y
desarrollo bastante limitados, especialmente para las regiones del país,
concentrándose mayormente los recursos en la capital.
Por otra parte, algunos sectores más conservadores, también lo han criticado por
considerar que los recursos del Estado se malgastarían en obras o proyectos sin
mayor impacto en la ciudadanía y que, en algunos casos, atentarían contra ciertos
valores nacionales, como el emblemático caso de la obra Prat, dirigida por
Manuela Infante el año 2002 y que significó la renuncia de la entonces
coordinadora del Fondart, Nivia Palma. Así también podemos ejemplificar con el
proyecto Casa de Vidrio, un par de años antes, que generó una gran polémica
mediática por los desnudos de la actriz Daniela Tobar dentro de la misma
locación, que se ubicaba entre las calles Moneda y Bandera, en pleno centro
cívico de Santiago.
No obstante, es casi innegable que este instrumento estatal ha sido no solo una
herramienta útil para miles de personas, sino que también ha permitido poner en
valor obras de impacto a nivel mundial en el circuito artístico cultural.
108
Ejemplos importantes, solo por mencionar dos, serían el caso de la obra de Teatro
“Gemelos”, que puso en escena la compañía La Troppa el año 1999, considerada
una de las obras teatrales más importantes de las últimas tres décadas, y la
película “El chacotero Sentimental” dirigida por Cristian Galaz, el mismo año y que
marcará un hito en la historia del cine nacional.
Sin duda, este tipo de acontecimientos, como muchos otros que se reiteran
durante varios años en otras disciplinas, también darán un prestigio a esta fuente
de recursos del Estado, asignándole un valor no solo material, sino además
simbólico en el circuito.
De esta forma, junto a la Ley Valdés, el Fondart se convertirá en los primeros años
de la transición en uno de los principales instrumentos de financiamiento del
Estado.
Otra de las áreas que fueron vitales durante el gobierno de Patricio Aylwin fue la
relacionada con el libro. Es así como, en el año 1993, se promulga la Ley que
puso en marcha el Consejo y el Fondo de Fomento del Libro y la Lectura,
sumándose así, junto al Fondart, como el principal instrumento de financiamiento
completamente público.
Entre las tareas que deberá cumplir este nuevo organismo, estarán:
109
prácticas de reproducción no autorizadas. Para el cumplimiento y desarrollo
de esta política”. (Biblioteca del Congreso, Ley N° 19.227)
Cabe destacar que, al igual que el Fondart, el Consejo y Fondo Nacional del Libro
y la Lectura, será una instancia de enorme relevancia para el desarrollo de las
políticas asociadas con este sector. Se impulsarán desde este Consejo sectorial
(libro), programas y distintos planes de Fomento del Libro y la Lectura, como
también concursos anuales, becas de creación literaria, y algunos premios para
estimular el trabajo de nuevas generaciones de escritores. También se crearán
premios internacionales, como, por ejemplo, el Premio Iberoamericano de Poesía
Pablo Neruda y el Premio Manuel Rojas.
De la misma forma, en el ámbito político hay que agregar que, a través de este
espacio sectorial, se aprobó durante el año 2015 - 2020 la primera Política
Nacional del Libro y la Lectura con amplio consenso de todos los sectores y que
“reconoce la importancia del acceso a la lectura y el libro como un derecho que
debe ser garantizado por el Estado, como un factor esencial en la formación de
ciudadanos creativos, reflexivos y participativos.” (CNCA, 2015)
110
deuda con la Cultura) que esta vez estará a cargo del académico, crítico de arte y
ex Director del Museo Nacional de Bellas Artes, Milan Ivelic Kusanovic.
111
creación artística y de las industrias culturales, la inserción cultural de Chile en el
mundo y el desarrollo de incentivos para la participación privada en el
financiamiento de la cultura.
Durante el año 1999 se realizaron 268 cabildos locales, los que tienen en total una
cobertura que alcanza al 78% de las comunas del país. Lo particular de este
programa es que cada una de estas comunas establecía un delegado que sería su
representante en el Cabildo Nacional de Cultura. La primera versión se llevó a
cabo el año 2000 y su lema fue “Del Chile vivido al chile soñado”. Más propositivos
que resolutivos, los Cabildos Culturales dan como resultado un número importante
y valioso de documentos de los que habría que destacar la Carta de Derechos
Culturales y las 10 Propuestas Programáticas para la Cultura de Chile.
112
Posteriormente, este proceso no continuará bajo la administración de Ricardo
Lagos, discusión que no deja de ser interesante, a la luz del futuro Consejo
Nacional de la Cultura y las Artes, dada la impronta que le entrega Claudio Di
Girólamo, tanto como artista y hombre de la cultura, como también por su
propuesta cultural basada en la idea de una ciudadanía cultural democrática, la
que será importante y reveladora. Sin ir más lejos, toda la discusión en torno a los
cabildos, tienen un eco en los futuros acuerdos y son reconocidos hasta el día de
hoy como un aporte sustantivo al proceso cultural en Chile.
Hay que precisar que para la UNESCO, el concepto de ciudadanía cultural, tiene
que ver con el de derecho a la cultura el que está estrechamente relacionado al de
los derechos colectivos a la cultura y, en algunos casos, implica la lucha por la
reconstitución de las culturas y comunidades indígenas seriamente afectadas por
la conquista, la colonización y el proceso de asimilación.
Sin duda, para Di Girólamo la idea de un “ciudadano cultural” tiene que ver con la
calidad de vida de los seres humanos, además de los deberes y derechos que
tiene este en la sociedad. En esta misma línea, haciendo referencia al Programa
113
de Cabildos Culturales, Di Girólamo recalca: “Desde la noción de ciudadanía
cultural, nos hicimos cargo de esta realidad de historias y biografías que marcan
muy profundamente el acontecer nacional de los últimos cincuenta años.”(CNCA,
2006: 63)
114
Otro de los temas que puso sobre la palestra la administración de Lagos, fue la
creación de la Comisión Bicentenario, entidad que tuvo la finalidad de orientar las
acciones del Estado en función de la futura conmemoración de los doscientos
años de la República. Este espacio se constituye como un lugar para ejercer el
debate y la reflexión sobre qué país se quería en vísperas a este acontecimiento
de magnitud histórica.
115
de sus demandas, las demandas de la belleza del arte y el espíritu también”.
(Lagos, 2005)
Por otra parte, en materia legislativa, se avanza hacia nuevas reformas a la Ley de
Donaciones Culturales, y se promulga la nueva ley sobre calificación
cinematográfica, pero sin duda, y luego de haber sido rechazada en el Senado el
año 2002, se promulga, finalmente, en julio de 2003, la Ley 19.891 que creará la
Nueva Institucionalidad Cultural en Chile, bajo el nombre de Consejo Nacional de
la Cultura y las Artes. En este mismo aparato legislativo se crea el Fondo Nacional
de Desarrollo Cultural y las Artes, que reemplazará al FONDART, aunque
mantendrá su sigla.
Sin ahondar en exceso, hay una lista de iniciativas que acompañan este proceso
en el que la sensibilidad en torno a la cultura no solo se percibe en la
materialización de la propia Institucionalidad, sino además en la sociedad civil y el
entorno cultural del país.
No debemos olvidar que esta nueva institución estará compuesta por un Consejo
Directivo y un Comité Consultivo que representaría la voz y el voto de distintos
integrantes del cuerpo social y político, como también de la gestión. Pero, además,
tendrá representación en todas las regiones del país a través de un Director
Regional, figura político- administrativa, quien será la autoridad del CNCA en cada
región del país.
Por otra parte, y como lo refiere la Ley, el CNCA, tendrá su domicilio y sede
116
administrativa en la ciudad de Valparaíso, que el año 2004 será declarada por la
UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Como parte de todas estas actividades, el gobierno, a través del CNCA, que
estará en ese entonces liderado por José Weinstein -quien en rigor será el primer
Ministro Presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes- organizará el
Centenario del Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda. Este acontecimiento,
que estará acompañado de la creación del Premio Iberoamericano de Poesía
Pablo Neruda que, entre otras cosas, lo obtiene en su primera versión el poeta
mexicano José Emilio Pacheco, será de trascendencia internacional en todos los
117
ámbitos artísticos, involucrándose todas las agregadurías culturales de Chile en el
exterior y prácticamente toda la comunidad nacional y mundial.
Hay que admitir que, si bien serán actividades que aportan a la difusión de la
cultura y los programas del Estado, son, en su gran mayoría, acciones transitorias,
que no responden a una política de fondo, y que tampoco están orientadas a la
creación de audiencias seriamente.
118
informe de la Comisión de Prisión Política y Tortura (Informe Valech), “para nunca
más vivirlo, para nunca más negarlo”.
Después de hacer este breve recorrido por el trayecto que han pasado las
distintas iniciativas culturales en los gobiernos de la transición, Se podría
aventurar que, durante los primeros años, luego de la dictadura, la cultura fue un
eje que permitió unir a diferentes sectores políticos, y también crear puentes
concretos entre la sociedad civil y el aparato del Estado.
119
acuerdos para una cultura más diversa en muchos campos del país. (Garretón,
2003)
Sin duda, todo esto no quiere decir por ningún motivo que la demanda cultural en
Chile se resolvió después de la dictadura militar. Tampoco hay que creer que la
transición es el sinónimo de un estado de florecimiento total del campo cultural en
Chile. Muy por el contrario, a pesar de los innumerables logros en materia
legislativa, de infraestructura, de acceso y participación, la deuda con los pueblos
originarios, las poblaciones más vulnerables, y las zonas rurales con menos
posibilidades de acceso aún son pedestres. En este sentido, no podemos hablar
de una modernización completa, y menos aún de una democratización total de la
cultura.
Una cosa son las palabras, y la promesa política que está en los diferentes
documentos de política cultural, y las discusiones políticas que se han dado en el
poder legislativo, por ejemplo, pero otra muy distinta, es la realidad de la población
y su relación con el arte y el conocimiento. En este sentido, es evidente que la
deuda, aún existe.
120
Sin embargo, el tema cultural en la política chilena y la sociedad es un asunto ya
instalado, y ha permitido ampliar la mirada, poniendo a este sector como un factor
de desarrollo para la economía y la sociedad en términos globales.
121
CAPITULO IV
122
1. Sobre el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
Esta tarea que viene a representar un trabajo colectivo en torno a la cultura será,
sin duda en adelante, un referente institucional para la comunidad artística en
nuestro país, pero, a su vez, un espacio político para el impulso al sector cultural.
En palabras de José Weinstein, quien fue el primer Ministro Presidente del
Consejo de la Cultura, existe una relación fundamental entre cultura y democracia:
El Estado será, sin duda, en quien recaerá la responsabilidad, a través del CNCA,
de generar las condiciones para que la cultura se convierta en un espacio
democrático. Así lo refrenda también Agustín Squella, en su libro “El Jinete en la
lluvia”, manifestando desde su punto de vista que, el Estado tiene el deber de
participar en el mundo cultural contribuyendo a buscar las mejores condiciones
que permitan su expansión.
123
Al respecto Squella sostiene:
Este punto es importante, dado que, en este sentido, será el Consejo de la Cultura
el que deberá ordenar desde el aparato público los programas y las actividades
culturales en el país. Esto también significará ordenar los presupuestos fiscales en
esta materia, como también recursos humanos dispersos en distintas reparticiones
públicas.
Hasta el año 2005, eran diferentes organismos públicos que tenían programas
relacionados con actividades culturales, ya sea de extensión, formación, o
difusión. Por citar a los más importantes, se pueden mencionar a: el Ministerio de
Educación (MINEDUC), a través de la División de Cultura; la Dirección de
Bibliotecas Archivos y Museos (DIBAM), el Consejo de Monumentos Nacionales,
el Consejo de Calificación Cinematográfica y el Comité de Donaciones Culturales;
124
el Ministerio Secretaria General de Gobierno, a través del Departamento de
Cultura de la Secretaria de Comunicación y Cultura; el Ministerio de Relaciones
Exteriores, a través de la Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC); el Ministerio
de Obras Públicas (MOP), a través del Departamento de Obras y Artes de la
Dirección de Arquitectura. Otras instancias que participaban en esta materia eran
el Centro Cultural Estación Mapocho y la Corporación Balmaceda 1215, el
Consejo Nacional de Televisión (CNTV) y la Corporación de Fomento (CORFO).
125
En este sentido, la cultura será vista como un eje del desarrollo, que quedará
plasmado en la introducción del documento de política cultural “Chile quiere más
Cultura” que plantea:
Este último término, hace referencia a que el sistema democrático en Chile post-
dictadura, será un régimen truncado debido a los enclaves autoritarios heredados
de la dictadura.
126
“El Estado reconoce y promueve el derecho del público para desarrollar
preferencias y escoger una variedad amplia y directa de propuestas artísticas y
culturales. La igualdad de acceso al arte y a la cultura debe ser promovida no sólo
en cuanto al goce de las distintas expresiones artísticas y manifestaciones
culturales, sino también en las oportunidades que debe tener cada persona para
intervenir activamente en la creación de tales expresiones y manifestaciones”.
(CNCA, 2005: 17)
127
No obstante, estos avances, hay que decir que una de las falencias que ha tenido
la institucionalidad hasta la fecha, es la falta de evaluación y seguimiento a las
medidas y políticas que se han implementado.
En este sentido, tal como lo ha anteado Yúdice, una política cultural se debe
cimentar en la realidad y su diagnóstico:
Este documento, que fue entregado al Presidente Lagos en mayo del 2005, y
tendrá como objetivo poner en marcha un ambicioso plan de políticas públicas
para el sector, además de los ejes programáticos de la futura institucionalidad con
miras al Bicentenario de la República.
El documento, que será la base hasta el día de hoy de las futuras propuestas de
política cultural, también será un modelo participativo para las posteriores
estrategias a seguir por las Direcciones Regionales de Cultura, los Consejo
sectoriales (libro, música, cine), y se constituirá en un referente para la
construcción de políticas de las diversas áreas de la creación, que, hasta el día de
hoy, discuten y trabajan el camino a seguir en este ámbito.
Hay que consignar que al día de hoy se encuentran aprobadas la Política del Libro
y la Lectura y la Política de la Música Nacional, la Política del Audiovisual y de las
Artes Visuales.
128
Durante el año 2004 se promulgan dos nuevas leyes: La Ley de Fomento de la
Música Nacional (enero), la cual creó el Consejo de Fomento de la Música
Nacional, que administra el Fondo asignado al área; y la Ley de Fomento del
Audiovisual Nacional (noviembre), que conlleva la creación, durante el 2005, del
Consejo del Arte y la Industria Audiovisual y su respectivo Fondo.
En este acápite, se hará una revisión de las principales propuestas realizadas por
el documento de Política Cultural “Chile Quiere Más Cultura”, con el fin de acotar
el marco temático que resumen los principales ejes de la discusión que antecede a
este documento a través de las Comisiones Garretón, Ivelic y Squella desde el
año 90 hasta el 2005.
129
por tener una institucionalidad pública y propia y por dejar de ser un pariente pobre
y subordinado en el concierto internacional gubernamental”. (CNCA, 2005: 3).
“La ley que creó el Consejo estableció que el Directorio de éste, cuya
integración era mixta, estatal y de la sociedad civil, aunque con predominio
de la segunda, tenía competencia para estudiar y aprobar políticas culturales,
de manera que cuando hicimos eso en el primer Directorio que tuvo el
Consejo, nos preguntamos unos a otros, antes de llevar el documento para
conocimiento del Presidente de la República, cuál sería realmente el objetivo
de esa visita al Jefe de Estado. Y todos coincidimos en que lo visitaríamos
para informarlo acerca de las políticas que habíamos aprobado, para
130
notificarlo, si quiere usted una expresión más fuerte, pero de eso era de lo
que se trataba realmente”. (Squella, 2017. “Entre Principes y Villanos”.
Recuperado de http://www.elmostrador.cl/cultura/2017/04/23/agustin-squella-
entre-principes-y-villanos-en-nuestro-pais-subsisten-graves-y-prolongadas-
desigualdades/
Si bien, hasta el momento la Ley que inspira al Consejo da cuenta, a primera vista
de una concepción bastante democrática de la Cultura, habrá que evaluar con el
tiempo su verdadero impacto, y su real dimensión social. Salta hoy a la vista, que
el problema cultural no ha sido resuelto en varios aspectos, como por ejemplo, el
acceso de la población a la oferta cultural existente en el medio.
De la misma forma, Squella señala que este documento será una suerte de
directriz o guía para las futuras acciones del Consejo, “transformándose en
una suerte de carta de navegación que orientará la actividad de la nueva
institucionalidad cultural y que, a la vez, servirá de marco para evaluar los
avances y logros de ésta” (Squella, 2017. “Entre Príncipes y Villanos”.
Recuperado de http://www.elmostrador.cl/cultura/2017/04/23/agustin-squella-
entre-principes-y-villanos-en-nuestro-pais-subsisten-graves-y-prolongadas-
desigualdades/
Para tales efectos, y tal como lo plantea el propio documento de política “Chile
Quiere Más Cultura”, los acentos estarán en: garantizar oportunidades de acceso
a la cultura; elevar el tema patrimonial, en un sentido amplio, a la condición de
131
prioridad de una política cultural; mejorar la calidad de los medios de
comunicación y su relación con la cultura, apoyar con decisión a las industrias
culturales. (CNCA, 2006. “Chile Quiere Más Cultura - Definiciones de Política
Cultural 2005 - 2010)
“Lo que se instaló fue un modelo que subsidia la oferta, determinado por el
diseño de institucionalidad cultural que se empezó a discutir a principios de
los 90 y que tuvo como consecuencia un debate centrado en las
prerrogativas del Estado en cuanto al financiamiento de la cultura”. (Ossa,
Carlos. Arte en la Chile, 2015)
Desde esta perspectiva, hay que decir que ha sido justamente el Estado en Chile
el que ha tenido que preocuparse, desde el año ‘90 en adelante, del desarrollo de
la cultura y su industria. Al respecto, Carlos Ossa añade:
132
De esta forma, las líneas estratégicas que definirá este documento serán:
133
social.
Por otra parte, uno de los temas que será central, y que está presente en las
líneas que guiarán la política, es la preservación de la identidad y la diversidad.
En este sentido, el documento plantea lo siguiente:
De esta forma, se explica en forma bastante resumida, cómo esta nueva figura
institucional se coordinará con las diferentes instancias públicas que abordan
temas culturales, como por ejemplo la DIBAM o el Consejo de Monumentos
Nacionales que son los más emblemáticos en esta materia. Cómo, a su vez,
comprende el conjunto de normas legislativas, reglamentos y disposiciones que
integran el marco jurídico del sector cultural, que incluirán la dimensión
internacional, del patrimonio y las industrias.
Se indica también que el Estado tiene un rol destacado en cuanto a ser garante en
el desarrollo de la cultura y la creación, como también en la difusión y la
producción artística. En ese entonces el país destinaba un 0.27 % del gasto
público (DIPRES 2005 y CNCA), y que hoy alcanza el 0.5 %, y que representa un
134
PIB en materia cultural de un 2.2 %.
135
3. Algunos apuntes sobre marco legislativo de la cultura (1990 - 2005)
La idea de este apéndice es hacer una radiografía de las Leyes que han operado
en el ámbito cultural hasta la creación y desarrollo del Consejo Nacional de la
Cultura y las Artes, desde el momento en que se inicia la transición hasta el año
2005. De esta manera, las referencias que se han tomado para obtener la
información, corresponden a la Biblioteca del Congreso Nacional.
El marco legislativo, si bien ha sido desde los inicios de la década del noventa un
aporte y una guía para el desarrollo de diversas propuestas y ámbitos del
escenario cultural en Chile, también se debe interpretar como un eje en la línea del
tiempo que ha permitido completar la propia institucionalidad, y darle un cuerpo
robusto en materia normativa y reglamentaria.
En los próximos párrafos se describirán en forma breve, las Leyes que han estado
relacionadas con la cultura y que han sido un complemento a la Nueva
Institucionalidad Cultural, entendiéndose por esta última el Consejo Nacional de la
Cultura y las Artes, como también proyectos en ese entonces en trámite.
136
a) Ley de Donaciones Culturales. (Ley Nº 18.985 de Reforma Tributaria de
1990, Art. 8): esta Ley busca hacer confluir los aportes de la empresa
privada y el Estado en el financiamiento de la cultura. Permite a los
contribuyentes que cancelan el Impuesto de primera y segunda categoría y
a quienes pagan el Impuesto Global Complementario (personas naturales)-
deducir de sus tributos el 50 por ciento de las donaciones efectuadas con
fines culturales. La donación se puede destinar solamente a la adquisición
de bienes necesarios para llevar a cabo el proyecto, el pago de gastos
relacionados con la realización de las actividades y con el funcionamiento
general de la iniciativa.
El límite que la Ley establece es que el total de las donaciones realizadas por el
contribuyente no exceda el 2 por ciento de la renta imponible o bien las 14 mil
Unidades Tributarias Mensuales (UTM) al año. Pueden acogerse, como
beneficiarios, las corporaciones y fundaciones sin fines de lucro dedicadas a la
investigación, desarrollo y difusión de la cultura y el arte; universidades e institutos
profesionales, estatales o particulares, reconocidos por el Estado. Los proyectos
son evaluados por el Comité Calificador de Donaciones Privadas, un órgano mixto
(público y privado) integrado por el Ministro de Cultura o su delegado, el
Presidente del Senado, el Presidente de la Cámara de Diputados, el Presidente de
la Confederación Nacional de la Producción y del Comercio y un representante del
Consejo de Rectores de las Universidades Tradicionales. Los beneficiarios de una
donación deben presentar en la Secretaría del Comité o en los Departamentos
Provinciales de Educación el proyecto que contará con la especificación del
programa de actividades, el que no puede exceder los dos años en su ejecución.
Además, deben presentar una explicación detallada de las adquisiciones y gastos
que se requerirán.
137
b) Ley de Fomento del Libro y la Lectura (Ley Nº 19.227):
Ley que determina la creación de un Fondo de Fomento del Libro y la Lectura,
destinado a financiar proyectos y programas en dichas materias. Su patrimonio
está integrado por recursos provenientes de la Ley de Presupuestos de la Nación;
medios que el Gobierno reciba por concepto de asistencia técnica y/o
cooperación internacional para el cumplimiento de los fines de la Ley y por
donaciones, herencias o legados. El fondo es administrado por el Consejo
Nacional del Libro y la Lectura.
138
y comercialización del patrimonio cultural chileno se encuentran dispersas en
cuerpos legales de distinto rango y alcance, tales como el artículo 19 de la
Constitución Política del Estado (1980); la Ley General de Urbanismo y
Construcciones y la Ley de Pueblos Indígenas (1993). Sin embargo, las acciones y
fundamentos en relación al patrimonio nacional están en la Ley de Monumentos
Nacionales, Ley Nº 17.288, de febrero de 1970 (Ley que, a juicio de los actores
involucrados, debería modificarse, con el fin de contar con normas acordes con la
época y las necesidades del país). Esta Ley define las distintas categorías de
monumentos nacionales y establece las atribuciones y deberes del Consejo de
Monumentos Nacionales (CMN).
139
Museo Nacional de Bellas Artes, de la Corporación de Mejoramiento Urbano, de la
Asociación Chilena de Pintores y Escultores y de la Sociedad Nacional de Bellas
Artes. Todo esto se rige por el reglamento de la Comisión Nemesio Antúnez,
creada en 1994.
140
complementa la legislación de Nueva Institucionalidad Cultural y tiene los
siguientes aspectos relevantes: creación del Consejo de fomento de la Música
Nacional, con participación de sector estatal y universitario, de los autores y
artistas y de la industria de la música; creación del Fondo de Fomento de la
Música, destinado a apoyar sectorialmente la creación, producción y difusión de la
música; creación del Premio Presidente de la República, de carácter anual, para
autores y artistas de los diferentes géneros de expresión musical; Fondo especial
para radioemisoras que transmitan preferentemente música nacional, a través del
Fondo de Fomento de la Música; creación de una biblioteca especial de toda la
creación de música chilena, a través de la obligación de depósito, a través de la
Biblioteca Nacional; y Obligación de difusión de música en actos oficiales públicos.
141
Patrimonio del Fondo se conformará con recursos de la Ley de Presupuestos, de
la cooperación internacional y de donaciones y herencias. El Fondo apoyará
tareas como el desarrollo de la producción y post producción de obras
audiovisuales de largometraje; otorgará subvenciones al desarrollo de proyectos y
al apoyo a la producción y post producción de cortometrajes, documentales,
animación, multimedia y videos, mediante concurso público; apoyará proyectos
orientados a la distribución, difusión y exhibición de obras audiovisuales
nacionales, o realizadas en régimen de coproducción o que forman parte de
acuerdos de integración con otros países, para el territorio nacional, con créditos
reembolsable.
142
incitan conductas agresivas que lesionan la dignidad humana, sin encontrar
fundamento bastante en el contexto en que se producen o rebasando las causas
que los hubieran motivado; f) exhibición pública: exposición de material
cinematográfico a que tenga acceso el público, cualquiera sea el lugar en que se
efectúe; g) exhibición privada: exposición de material cinematográfico a personas
determinadas, sin que el público general pueda acceder a ella.
4. Epígrafe
Hecha esta revisión final, del marco normativo de leyes creadas en el contexto de
la institucionalidad cultural, sería pertinente plantear que, de acuerdo a la narrativa
expuesta en el documento, se puede identificar que la política cultural, hasta la
creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes el año 2003, pone sus
energías inicialmente en la promoción de las artes, la participación y el acceso,
todos estos elementos, que a mi juicio, se han enfrentado a contradicciones
heredadas por las propias fisuras de la transición política, y por ende, también
como factor económico, de la instalación del sistema neoliberal de mercado en la
sociedad chilena.
143
Estado, más allá de la coordinación que establece entre los organismos públicos
que operan en el mundo cultural, se mantendrá como un síntoma negativo. Se
supone, que este problema, como recién acabo de consignar, se vendrá a
refrendar con la reciente creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el
Patrimonio, que no es materia de este estudio, pero que, sin duda, es la
continuidad de la misma institucionalidad creada el año 2003, deberá solucionar
este importante problema de recursos materiales, humanos y financieros, además
de todos sus aspectos programáticos.
Sin duda, hay elementos del análisis que son bastante determinantes, pero no en
lo absoluto. Por una parte, tenemos el problema de las élites que en Chile han
operado en el mundo de la cultura y las Artes desde diferentes dimensiones y
épocas, pero siempre desde el poder económico o político. Por otra parte, nos
encontramos con los problemas propios de la modernidad y su ethos instrumental
y racional por sobre el mundo de los valores. Todos estos, elementos en los que
no cabe duda la institucionalidad ha avanzado, pero no lo suficiente aún. La
mecánica y lógica instrumental de muchas de sus iniciativas, deben ser revisadas
y analizadas con detención. Especialmente en lo concerniente a concursabilidad y
asignación de recursos a privados y regiones.
144
1990 hasta el año 2005, dejando en claro que, lo que se pretende plasmar, es la
contradicción latente y que, considero, aún persiste, entre un modelo de transición
a la democracia y la instalación de la política cultural en Chile.
145
CAPITULO V
146
Este capítulo, tiene como finalidad revisarla discusión o más bien el relato en torno
a la cultura en el período estudiado, el que va desde el año 1990 hasta el año
2003, considerado para estos efectos, como de transición democrática.
1. A modo de recapitulación
De esta forma, es importante constatar que la Ley N° 19.891, que creó el Consejo
Nacional de la Cultura y las Artes, es la concreción de un largo debate que duró
más de diez años y que, incluso como lo habría dicho el ex Premio Nacional y
miembro del primer Directorio del CNCA, José Balmes, en la década de los
cincuenta habría existido la idea de crear una Institucionalidad para la cultura, pero
no habría sido hasta el año 1990, que se comienza a tomar conciencia por una
parte de la necesidad de abrir esta discusión, como también, de hacerse cargo, el
147
Estado, de la demanda social del sector artístico.
Por otra parte, también se asume en esta misma etapa que existe una gran
fragmentación entre las propias instituciones del Estado y una importante
dispersión de recursos. Todo esto, sumado a la evidente ausencia de políticas
culturales que aportaran a la creación de una futura institucionalidad cultural en
condiciones abiertamente democráticas para el país, como también la inexistencia
de canales formales para la ciudadanía.
En este sentido, si uno analiza la misión del Consejo Nacional de la Cultura y las
Artes se encontrará con la siguiente descripción:
“El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), es el órgano del Estado
encargado de implementar las políticas públicas para el desarrollo cultural de
Chile. Educación” (Ley 19.891).
Bajo esta premisa, la idea que sostiene a este órgano institucional será como
primera cosa, la del Estado como figura central y responsable del desarrollo de la
cultura.
148
Se podría decir, que el concepto que ha primado, ha sido el de promoción, y
acceso en términos generales, entendiéndose el acceso, también como una
herramienta de participación ciudadana. En esta lógica, se pueden comprender
mejor el desarrollo de las herramientas de financiamiento como los fondos
concursables, el presupuesto para asignaciones directas, y la propia Ley de
Donaciones. Pero también, se puede entender, el acceso a la cultura, desde la
misma orgánica de la participación de la sociedad civil en los cuerpos colegiados
del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
Será toda esta orquestación de conceptos, la que daría sentido a una concepción
del Estado chileno sobre la cultura desde una perspectiva formal obviamente.
Creo que, si se observa desde la lógica instrumental, la concepción del Estado ha
sido por un lado eminentemente técnica, subsidiaria, y a fin a la mercantilización
del arte y la creación. El propio protagonismo de la Industria Creativa como
concepto de desarrollo, ponen al Estado en una abierta posición neoliberal frente a
la creación.
Sin embargo, hay que admitir, es que la confluencia de ideas y posturas en torno
al problema cultural, sin duda abrió caminos y permitió mirar este asunto también
desde una perspectiva un poco más integradora, aunque también manifestó sus
dudas y aprensiones en cuanto a los modelos a seguir.
Hay que decir que no siempre las iniciativas tuvieron una buena recepción de
parte del poder legislativo. Reiterada excusa de la Concertación no solo en el caso
cultural, pero que, en este sentido, viene a aplazar una definición que debería
haberse resuelto mucho antes, y con una voluntad política más clara.
149
tema requería por una parte de una voluntad política más clara por parte del Poder
Ejecutivo, sino también del acuerdo parlamentario, y de un encuentro real con la
sociedad civil. Este último tema, hasta entonces, no estaba para nada bien
resuelto.
Un caso bastante emblemático fue el fracaso del proyecto presentado por Eduardo
Frei Ruiz-Tagle quien, en 1998, propone la Dirección Nacional de Cultura,
iniciativa que fue rechazada en el Congreso, por la verticalidad de su propuesta y
por ser considerada poco autónoma y burocrática.
Sin embargo, más tarde también, tendrá su turno Ricardo Lagos, quien, a través
de una indicación sustitutiva, logra rescatar el proyecto que da origen al Consejo
de la Cultura, aunque con la idea de un Estado que no sea el rector de la Cultura,
pero sí su garante en cuanto a su desarrollo en todos sus ámbitos de acción.
Otorgando, al mismo tiempo, la representatividad de lo que llamamos “sociedad
civil”, en la figura del Presidente de un Consejo Nacional con rango de ministro.
Este último punto no es menor si lo vemos desde la lógica de Gramsci, quien verá
a la sociedad civil como un sector hegemónico, organizado y con poder. Será este
mismo autor quien establece que “estado y sociedad civil se identifican”. (Gramsci,
1975)
Como parte de los principios que guían la Ley, sabemos que la cultura se
considera como un derecho inalienable de todos quienes conformamos el mundo
social. Por lo mismo, desde la perspectiva orgánica, la posibilidad que se
expresen, aunque sean parcialmente las propuestas y puntos de vista de lo que
entendemos por sociedad civil, será un avance concreto, en la figura tanto del
Directorio Nacional, como del Consejo Consultivo Nacional que incorporará en su
estructura institucional el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
150
Todo esto entendiéndose desde un plano formal y bastante oficial. La relación
entre el Estado y la ciudadanía no ha sido sencilla y aún tiene que perfeccionarse
para cumplir a cabalidad las propuestas políticas que debieran nacer del diálogo
entre ambos sectores.
Sin embargo, la relevancia que tuvo la formación del CNCA el año 2003, no hace
otra cosa que dar un salto cualitativo en lo que se refiere a cierta consolidación de
las políticas culturales, más allá de los programas y tendencias de los gobiernos
de turno.
Por un parte será ésta el epicentro en donde confluyen, desde distintos ámbitos,
estas expresiones, como también la entidad que deberá recabar y organizar sus
151
políticas en torno a este nuevo escenario. No obstante, el proceso cultural no es
de corto plazo y sería inocente creer que las transformaciones se podrían realizar
en un tiempo acotado o que serán solo de responsabilidad de un gobierno. No
obstante, en esta nueva figura, debiera ser más relevante la voz de la sociedad
civil, que es la única instancia que puede fiscalizar el cumplimiento y los avances
del Consejo de la Cultura.
Sin embargo, también sería fundamental revisar con mucha rigurosidad, los
mecanismos de representación de la sociedad civil en los cuerpos colegiados del
Consejo de la Cultura. Parecería importante conocer con mucha transparencia
cómo se asignan estos cargos representativos, y que validación real tienen entre
sus pares. También sería recomendable, que ninguno de estos esté por mapas de
un período y que su trabajo también esté evaluado objetivamente por las
instituciones a las que representan y por algún organismo vinculado a la
Institucionalidad, pero que no sea parte de su orgánica.
Un buen referente del trabajo realizado entre Estado y ciudadanía podrían ser los
Cabildos Culturales que organizó con éxito de convocatoria la ex División de
Cultura del Mineduc, bajo la conducción de Claudio Di Girólamo, a fines de los
años ‘90. Pues bien, si se atiende al desarrollo de este ejercicio ciudadano, se
puede ver que se dio en el contexto de los cabildos, un extenso trabajo en cuanto
a sus planteamientos, y al compromiso de sus representantes de todas las
regiones del país, generándose no solo un proceso de gran protagonismo social,
sino además una base importante para la futura discusión y encuadre institucional,
152
a través del Consejo de la Cultura, institución que será finalmente la encargada de
canalizar las inquietudes y propuestas que se dieron en los anteriores cabildos
culturales.
Este punto no es menor. Si analizamos bien este episodio nos percataremos que
el gobierno de Ricardo Lagos toma la decisión de construir un espacio normativo
por el que tendrá que pasar la discusión. Eso quiere decir que la Ley que crea el
Consejo Nacional de la Cultura será la base legislativa y administrativa por donde,
en adelante, deberán relacionarse la sociedad civil y las organizaciones culturales,
en cuanto a la construcción de nuevas propuestas e iniciativas con el Estado para
la Cultura.
153
Unidad del gabinete del Ministro Presidente y que estaba dividida entre Santiago -
en donde funcionaba una Dirección de Prensa- y Valparaíso -en donde se
realizaba un trabajo de Comunicación Corporativa (revista Pausa y Portal
Institucional). Esta nuevo Departamento se encargará en adelante de relevar el
trabajo en todo Chile y coordinar también las comunicaciones con los Agregados
Culturales en el extranjero.
154
concepto de capitalismo cognitivo para referirse a una etapa en que la
producción simbólica se vuelve el eje de lo que podríamos llamar la nueva
economía contemporánea” (CNCA, 2012. “Entrevista Carlos Ossa”. Autor de
El Ego Explotado)
En esta misma línea, hay que decir que el apoyo del Estado a los creadores, a
través de fondos concursables incluso, ha estado sometido a esta lógica
instrumental que impone la idea de un capitalismo cognitivo como lo afirma el
profesor Ossa.
Ossa señala:
155
Ossa, autor de El ego explotado]. Departamento de Estudios)
Por ejemplo, con respecto del OCDE en materia de PIB cultural Chile está bajo.
En los países de la OCDE, el aporte de la Economía Creativa al Producto Interno
Bruto (PIB) es del 7% y ocupa entre el 3% y el 5% de la mano de obra. En Chile,
hasta la fecha este sector representa el 2,2% del PIB, ocupando alrededor del
2,7% de la mano de obra.
Más aún, según el Índice Mundial de la Creatividad, Chile está por debajo de otros
países de Latinoamérica en esta materia, como Argentina, Costa Rica, Nicaragua,
Brasil y Uruguay. Asimismo, el Ranking Mundial de la Innovación, ubica a Chile en
el 40% superior (46° entre 143 países); sin embargo, al desagregar categorías, a
nivel de bienes y servicios creativos, su posición baja ostensiblemente (103°
lugar). (CNCA, 2015. Observatorio Cultural)
156
financiamiento del Estado.
Como bien concluye Carlos Ossa, los creadores estarían en un espacio que
parece darles cobijo, pero del mismo modo, los expone:
“Que los creadores de alguna u otra manera sean los afectados por una
dinámica que parece protegerlos y al mismo tiempo exponerlos a un nuevo
escenario, es probablemente una de las grandes paradojas de situar a la
cultura, no sólo en una nueva economía, sino que también en una nueva
forma de organizar la circulación de sentido en las sociedades
contemporáneas” (CNCA, 2012. [Entrevista a Carlos Ossa, autor de El ego
explotado]. Departamento de Estudios).
Hay que recordar que Max Horkheimer y Theodor Adorno, desde la teoría crítica,
aportaron el concepto de Industrias Culturales, el que anunciaba el hecho de una
cultura industrialmente organizada técnicamente para elaborar los productos.
Sin embargo, hablar de una cultura de masas, también puede presuponer una
idea bastante peyorativa de los distintos grupos sociales que conforman una
población. Si bien el enfoque de “cultura de masas” también se hace desde la
comunicación y por ende desde el consumo, es una idea que por ejemplo a
Raymond Williams no le causa simpatía.
158
inestables, fáciles de influir.” (1976, 77).
Por otra parte, Jesús Martín-Barbero, por ejemplo, afirma que la cultura de masas
“no se identifica ni puede ser reducida a lo “que pasa en o por los medios masivos”
(Martín-Barbero, 1987).
Este autor cree que la relación de la cultura masiva con la popular es íntima y que,
por lo tanto, el estudio de lo popular tiene que “incluir no sólo aquello que
culturalmente producen las masas, sino también lo que consumen, aquello de que
se alimenta” (Martín-Barbero, 1987: 47).
159
industria.
Este no deja de ser un hecho interesante desde el punto de vista del mundo
cultural. Si tomamos en cuenta que, al ser la institucionalidad la cara más visible
de las políticas del Estado en esta materia, habría que analizar cómo el ciudadano
que deposita expectativas en el aparato público, se verá también a sus espaldas
con el mercado.
160
económica. Brunner, lo plantea en forma elocuente y dice que ahora el Estado
tiene clientes en un sistema de consumo:
“En efecto el Estado se mide ahora con las reglas del mercado y se
reestructura en función de él. Con un dejo de condescendencia se le exige
hoy, cual se hace con el hermano menor, que muestre comportamientos
amistosos con el primogénito de la familia. Se le retira de la producción
directa de bienes y servicios, opta por financiar la demanda de los individuos
antes que la oferta de sus propias instituciones, somete a éstas y sus
programas a evaluaciones de desempeño e impacto, busca como remunerar
a su personal conforme a resultados, crea incentivos para aumentar la
productividad y establece compromisos de calidad y garantías de atención a
sus clientes. Sí el Estado tiene clientes ahora y declara que sus servicios
deben orientarse al consumidor” (CNCA, 2006: 31)
Este último punto, acotado por Brunner, es importante. Si hay algo de lo que se ha
hablado en los últimos años es del “clientelismo” del Estado y de la cultura. Si bien
el término está asociado al mundo político electoral, en cultura se le ha puesto
este apodo desde los largos años del Fondart, debido a que se insinuaba de esta
manera una relación extraoficial entre algunos ganadores y las Secretarías
Ejecutivas que administraban los concursos.
Este alcance, que más bien parece de carácter anecdótico, sin embargo, nos pone
en alerta. Claramente se ha dado y existe una relación entre ciudadanos,
organizaciones, y el aparato cultural de Estado. Relación que debe estar
condicionada por leyes de probidad y transparencia que eviten conflictos de
interés o actos de corrupción.
161
de un asunto que opera en un nivel macro. Es decir, mercado y Estado se
hermanan en un modelo de desarrollo. Circunstancia que debiera ser considerada
en la realidad cultural chilena, y que opera socialmente con gran fuerza a través
de la variable de consumo. Con esto no se quiere decir, que el modelo deba ser
netamente estatista, sino más bien, dejar en claro, que la actual forma que tiene el
Estado de administrar la cultura, como tantas otras áreas, es débil por decir lo
menos.
162
administrativo, político y social. En este sentido, el ideal de este artista italiano, se
centra en la base de la sociedad civil que se expresa en las organizaciones locales
y comunales. Idea bastante precursora en su momento y que tendrá luego un
correlato institucional en el Consejo de la Cultura, pero desde una perspectiva
articulada institucionalmente.
Con respecto de las obligaciones del Estado con la cultura, Agustín Squella,
asegura que para ello debe existir una institución rectora:
Por otra parte, La misma Constitución Política indica que el Estado que como
espacio que tiene en su propia naturaleza, tendrá deberes en la preservación de
las expresiones artísticas y el patrimonio. ““Corresponderá al Estado fomentar la
creación artística y la protección e incremento del patrimonio cultural de la Nación”
(Constitución Política, 2005: 19)
163
3. La Democracia y los caminos de la libertad
Sin embargo, es necesario precisar que este no ha sido un camino sencillo. Basta
con recordar algunos casos que demuestran que, también, durante el inicio de los
gobiernos de la Concertación, hubo impedimentos hacia el mundo de la creación,
y que no fueron del todo noticias que dieran cuenta de una sociedad plural,
164
tolerante, o diversa, como se suele decir.
Por ejemplo, está el caso del libro “Impunidad Diplomática” de Francisco Martorell,
publicado en 1993, que el gobierno de la época prohíbe hacer circular, o las
presiones que se hicieron a TVN para que no transmitiera un reportaje a Michael
Townley, quien estaba involucrado en el asesinado al ex Canciller de la Unidad
Popular, Orlando Letelier.
Pero también es la propia sociedad chilena la que tampoco estaba preparada aún
para enfrentar algunos debates que emergían en el mundo. Sería el caso por
ejemplo de las campañas contra el SIDA y el uso del condón, la obra Prat de
Manuela Infante, la pintura sobre Simón Bolívar del artista Juan Dávila, y otros
como el Falo de Machalí. Todas estas manifestaciones causaron gran revuelo y
polémica en su momento.
Hay hechos que tienen otro espesor y que no son materia de este estudio, pero
que, a la luz de los años, son importantes. Sería ético, en este sentido, rememorar
a la figura de Andrés Pérez, quizás uno de los creadores chilenos más importantes
de fines de la década de los ‘80, y quien contribuye enormemente no solo a la
puesta en circulación de un nuevo lenguaje teatral, renovando la escena teatral
durante estos años.
Su trabajo cumbre, La Negra Ester, con la compañía “El Gran Circo Teatro” que
funda el año 1988 es sin duda uno de los hitos más relevantes del teatro moderno
en nuestro país, y su contribución a la cultura es innegable, tanto así que el
Senado de Chile declaró el día 11 de mayo (fecha de su nacimiento), como el Día
Nacional del Teatro.
Sin embargo, Andrés Pérez muere de sida en el Hospital San José el 3 de enero
de 2002, luego de haber sido despojado del Centro Cultural Matucana 100 que él
recuperó como espacio para la creación, y al que llamaría “Bodega Teatral o
165
Ciudadela Teatral”. La disputa del creador fue con el entonces ministro Demócrata
Cristiano Jaime Ravinet, quien lideraba la cartera de Vivienda y Urbanismo, y de
Bienes Nacionales, a inicios del gobierno de Ricardo Lagos.
Quizá este sea uno de los episodios más tristes y oscuros del acontecer cultural
en democracia. Como bien lo plantea el Gran Circo Teatro, deja de manifiesto la
relación entre el poder y libertad:
Este hecho, que ha sido poco difundido y hasta ocultado por quienes han liderado
las banderas de la gestión cultural, pone de manifiesto simbólicamente, pero con
el costo brutal hacia Andrés Pérez, y el Gran Circo Teatro, que las relaciones con
el poder no siempre han sido amistosas, sino más bien han tenido que cruzar
momentos en los que, sencillamente, la lógica instrumental ha dejado en la
marginalidad voces importantes del mundo de las artes.
166
otorga facilidades para desarrollar su propuesta creativa y cultural.
Sea como sea este caso, que merece más investigación, dado que Andrés Pérez
qué duda cabe, es uno de los grandes ausentes de la cultura hoy, revela que el
poder del Estado siguió un modelo privatizador al dar un nuevo estatus a
Matucana 100, como una Corporación de Derecho Privado sin fines de lucro y
aliada con el gobierno.
Este modelo, que servirá de ejemplo a prácticamente a todos los demás centros
culturales con asignación presupuestaria del Estado, administrados por lo que se
ha transformado como una elite consolidada por los distintos gobiernos hasta el
día de hoy. Elites que obviamente se constituyen como un sector dominante y de
poder, que, a su vez, administra la figura difusa de la sociedad civil en una
economía de interés mercantil.
Por ejemplo, cuando Gramsci estudia la formación de los intelectuales dirá que
todo grupo social que nace por factores económicos en una sociedad, “se crea al
mismo tiempo y orgánicamente como una capa de intelectuales que le dan
homogeneidad y conciencia con su propia función, no solo en el campo
167
económico, sino también en el social y político”. Es decir, define la relación
orgánica entre élite y clase social. (Gramsci, 1974)
Para el caso de la élite cultural, que operará bajo este modo de razonamiento,
creando diferentes grupos de especialistas y cuadros políticos militantes,
conformará una gran red de operadores del sector cultural, que, a la larga, no solo
administrarán la política y su implementación, sino también, mucho más lejos que
eso, las cuotas de poder dentro del aparato burocrático.
168
Por ejemplo, para Foucault, el poder no es algo que posee la clase dominante; no
es una propiedad sino que es una estrategia. En tal sentido, el poder no se posee,
se ejerce y sus efectos no son atribuibles a una apropiación sino a ciertos
dispositivos que le permiten funcionar. Tal como lo han hecho en Chile las élites
políticas y culturales, a través de una estrategia que llamaremos en este caso
Institucionalidad Cultural.
Además, este autor dice que el Estado no es el lugar privilegiado del poder, sino
que es un efecto de conjunto, por lo que hay que estudiar lo que él llama sus
hogares moleculares. En este orden de ideas, cree que el poder no es intrínseco
al aparato del Estado, el cual dependería de un modo de producción que sería su
infraestructura. Por el contrario, destaca que el poder no es una mera
sobrestructura, es decir, toda economía supone unos mecanismos de poder
intrínsecos a ella, a pesar de que es posible hallar correspondencias entre un
modo de producción que esgrime algunas necesidades y un conjunto de
mecanismos que se ofrecen como solución.
De la misma manera, ante la proposición, según la que, el poder actúa por medio
de mecanismos de represión e ideología, manifiesta que ambas no son más que
estrategias extremas del poder, Foucault intenta romper una complicidad de la ley
con el Estado y en tal sentido, habla de entender la ley no como algo que demarca
los dominios de la legalidad-ilegalidad sino como un procedimiento por medio del
que dicha ley permite, tolera o inventa como privilegios de clase, y que define
como medio de dominación. En tal sentido postula que “(...) las leyes están hechas
por unos y que se imponen a los demás” Foucault, M. (2001).
169
todo tipo de orden de cosas.
Volviendo a Andrés Pérez, quien claramente se vio confrontado a una élite que
impuso todo el peso del poder sobre su figura, hay que decir que, “La Negra Ester”
es, hasta el día de hoy, la obra más vista en la historia del teatro en Chile. Fue
estrenada en 1988 y está basada en las décimas del cantautor Roberto Parra
Sandoval, hermano de Violeta Parra.
“La libertad como el aire, nunca es suficiente (sobre todo cuando se trata de
creación o de autodeterminación de los sujetos, de las comunidades y de los
colectivos). En los últimos 16 años, en el plano de la libertad de expresión y
creación y de las libertades individuales, el camino ha debido sortear algunas
vallas, casi todas vinculadas, en última instancia, a la cautela (a veces,
según algunos, excesiva) de una transición pactada; prudencia que llevó al
Gobierno a evitar - con criterios de eficiencia y gobernabilidad – conflictos
más allá de lo necesario. (CNCA, 2006: 19).
El caso expuesto u otros que tienen relación con la creación artística revelan que,
efectivamente, desde el poder político, la transición como proceso “pactado”
habría generado baches en torno a la discusión y la reflexión con respecto al
camino a seguir de las propias políticas de Estado en cultura.
170
participativa también lo es en un sistema que conserva, como ya sabemos, el
ideario neoliberal impuesto por la dictadura, pero que es sostenido exitosamente
por los gobiernos de la transición.
En este nuevo escenario, hay que observar que, en las últimas décadas, Chile ha
sufrido transformaciones profundas en lo que respecta a las comunicaciones y las
nuevas tecnologías. Durante la década del ‘90 la mediatización de la cultura a
través de la televisión y la radio, como también cierto auge de la incipiente
industria audiovisual, abren un nuevo camino para el consumo, y quienes operan
desde esta lógica, ya sea desde el Estado o desde el mundo privado.
171
En resumen, una parte importante de la vida cultural del país comienza a pasar
por la industria de la cultura, que opera en la matriz del mercado, generándose a
la vez, un debate en cuanto a la visión sobre el mismo. Para algunos, la industria,
y en especial la televisión, es leída como una variable de democratización y
acceso, para otros, simplemente, se trata de un fenómeno que no aporta
realmente a la cultura, y que exacerba y/o profundiza la desigualdad, la
competencia, la vulgaridad y el consumo en sí mismo.
Debemos tomar en cuenta que la industria desde la década del ’90 a la fecha ha
tenido cambios. En ese entonces, el tema multimedial prácticamente no existía o
no era un asunto cotidiano. Lo mismo la telefonía y la computación que generan
realidades, lenguajes y sectores que asimilan y viven la cultura con una identidad
distinta, claro está, en un circuito de mercado.
Hay bastante consenso en que no puede quedar la cultura en manos del mercado.
Como también un acuerdo en que no puede ser el Estado por completo quien
monopolice la política cultural. Estaríamos entonces frente a un axioma complejo,
que debiera ser debatido con mayor rigurosidad, y puesto a la palestra. Quizá, la
cultura es un territorio como muchos dicen, que debe ser gobernado por la
comunidad creativa. El punto es saber cuál sería realmente esta comunidad, y si
está libre de intereses políticos y económicos. Ya la figura del Fondart y su
relación con el mundo creativo, ha generado sospechas que, a la larga hablan de
172
un diálogo entre el poder y el mundo de la creación.
173
Tal como lo plantea Subercaseaux, el miedo se comienza a disipar: “En 1990 con
el primer Gobierno de la Concertación, se inicia entonces con una etapa que se
termina o se van desvaneciendo los sistemas de control, y lo que es más
importante: el miedo”. (CNCA, 2006: 19)
174
algo que requiere con cierta urgencia el sector público en cultura, es una
renovación de sus cuadros dirigentes, políticos, y burocráticos.
175
En este sentido, será interesante observar, que si bien el Estado como entidad
homogenizante, liderará desde el inicio de los ‘90 el camino hacia una política
cultural que se entenderá, como democrática, será la sociedad civil, gravitante en
la recuperación, por decirlo así, del espacio cultural, disputando así un espacio de
poder y administración de la política. Será también, en la misma dirección, el factor
que podrá desbloquear al propio Estado de su auto-referencia discursiva, y un
elemento importante para impulsar la producción artística.
176
Es indiscutible que durante los gobiernos de la Concertación se avanzó en lo
relativo a las políticas culturales en relación a los años de dictadura, en donde no
se manifiesta una política cultural que emane de un acuerdo democrático. Lo
mismo, con respecto de los años anteriores a 1973, en donde se percibe más que
una política cultural organizada y sistematizada legalmente, una voluntad política
de apoyo a los movimiento sociales y artísticos que son transversales a una
vanguardia revolucionaria del período (1970 – 1973)
Podríamos decir, entonces, que a partir de 1990 hay una modernización del
espectro de la cultura en Chile. El que en adelante, será abordado, si bien, con
todos los silencios y fisuras, de una transición política, con una diversidad mayor
de actores sociales, y un animoso empuje por abrir nuevos espacios a la cultura.
Será así que se discutirá con mayor profundidad por ejemplo sobre el rol de los
gobiernos locales en la cultura y se creará también en el futuro un plan para
trabajar en el fomento de la gestión en el mundo local. Un buen ejemplo de esto es
la Red Cultura que lleva adelante el Consejo de la Cultura, y que no habría sido
posible, sin un diagnóstico de los gobiernos locales en este ámbito, el que se hizo
los años 2006 y 2010. Es evidente que aún se trata de una política precaria y por
sobre todo perfeccionable, pero que como muestra da algunos indicios positivos.
También se asume que el rol del Estado estará puesto en el fomento y en facilitar
el proceso cultural, pero en ningún caso de un agente directo. Proceso que queda
de manifestó con la creación de los fondos concursables y la promoción de
políticas sectoriales (cine, música, libro, etc.) y regionales.
177
Sin embargo, parece ser este punto, el del rol del Estado en la promoción de la
cultura como una entidad que facilita el proceso creativo, un acápite en el que
habría que poner más atención. Ya se ha hecho mención a este punto
anteriormente, y es evidente que la figura del Estado en el marco de una sociedad
capitalista de cuño neoliberal, tiene debilidades. No se trata de hacer un viraje al
otro extremo y construir una política cultural dirigiste o paternalista. No parecería el
camino a primera vista, pero sí, al menos sería recomendable debatir y poner
ciertas reglas de control sobre el sistema de mercado que opera en la industria
cultural, y en los hábitos de consumo cultural.
Lo que sí parece bastante prioritario, sería, al igual que en otras áreas del aparato
público, desarrollar una institucionalidad, en la que, su lógica mixta en términos
económicos (público- privado), pueda fomentar un desarrollo más equitativo de
acceso, participación, educación y fomento de la cultura, las artes, y el patrimonio
para las poblaciones más vulnerables. Dejar el tema de la pobreza solo en manos
del Ministerio de Desarrollo Social, por ejemplo, sería tener una mirada bastante
miope, como a su vez elitista desde la perspectiva cultural.
178
179
BIBLIOGRAFIA
180
Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA).”Chile quiere más Cultura.
Definiciones de Política Cultural 2005-2010”. 2005
181
Garretón, Manuel Antonio: “La Faz sumergida del Iceberg”. Editorial CESOC
LOM, 1993.
182
Lechner, Norbert. Textos Escogidos, “Vol.I-II”. Santiago, Chile. LOM, 2006.
Sennett, Richard. “La corrosión del carácter” Las consecuencias personales del
trabajo en el nuevo capitalismo” Anagrama. Barcelona. 2000.
183
Squella, Agustín. “Nueva Institucionalidad Cultural para Chile: Una Introducción”.
Versión escrita de la ponencia en “Encuentro Nacional de Regiones: Por Una
Nueva Institucionalidad Cultural”. Centro de Documentación de la División de
Cultura. Ministerio de Educación. Concepción. 2001.
184
Decreto Ley n° 190, del 10 de diciembre de 1973. Documental de Ignacio
Agüero/Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.
chilebicentenario2010 bligoo.com/content/view/598146/CHILE-
BICENTENARIO.html.
Clifford, www.oei.org.co/cult001.htm
El Mostradorhttp://www.elmostrador.cl/cultura/2017/04/23/agustin-squella-entre-
principes-y-villanos-en-nuestro-pais-subsisten-graves-y-prolongadas-
desigualdades/
Errázuriz, Luis Hernán. “Política cultural del régimen militar chileno (1973-1976)”.
Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal en
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=163221399004
185
Fundación Teatro a Mil. “Festival de Teatro de las Naciones: retorno a la
democracia” en http://www.fundacionteatroamil.cl/noticia/festival-teatro-las-
naciones-la-transicion-la-democracia/
Güel, Pedro. Qué se dice cuando se dice cultura? Notas sobre el nombre de un
problema.http://www.facso.uchile.cl/publicaciones/sociologia/articulos/22/2202-
Guell.pdf. (2010)
ONU.http://www.un.org/es/sections/resources/civil-society/index.html
Ley número 19.891. Ley del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
http://transparenciaactiva.cultura.gob.cl/uploads/marcoNormativo/ley19891_3.pdf
186