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John Locke y Baruch Spinoza

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Compara y contrasta el pensamiento político de John Locke y Baruch Spinoza.

El pensador holandés quiso encontrar en la filosofía, el bien supremo que temple elánimo y
proporcione una gran dicha en la vida del hombre. Para Spinoza, este bien supremo es
producto del conocimiento de Dios, entendido como unidad del conjuntodel universo. Aquí
no se trata de una identificación mística con un principio supremo alneoplatonismo o
místico, sino de un conocimiento racional que debe comenzar poreliminar todo motivo de
error o síntomas de interpretaciones confusas y vagas. Es precisamente de ahí, de donde
se parte del punto cartesiano en el método y la primacíadel pensar matemático.

Spinoza nos da conocer cuatro tipos de representaciones, aquellas que


son producidas por la mera transmisión verbal; las que nacen por la experiencia vaga; lasori
ginadas por la relación de un efecto con su causa y las que proporcionan unconocimiento
intuitivo y directo de la naturaleza simple examinada, tales como serealizan en el
conocimiento de las verdades matemáticas.

Para Spinoza, este últimotipo de representación, es el único conocimiento auténtico,


además, el filósofo concibela idea en que el método debe basarse en la definición, en tanto
que la construcción delas notas constitutivas del objeto, sean de un modo análogo a la
definición de lasfiguras geométricas.Por un lado tenemos la efectividad de un conocimiento
que es posibilitado por elsupuesto de que dada la correspondencia de los atributos, el orden
y conexión de lasideas entendidas como elementos simples, sea igual al orden de las cosas.
Spinoza nosindica que conocer es contemplar directa e intuitivamente las ideas simples.
Esta es larazón por la cual debe empezarse por las definiciones elementales que al señalar
lasnotas constitutivas de los principios supremos, nos permiten pasar por
deduccionesrigurosas al conocimiento de los principios subordinados

Cuando estudiamos el sistema filosófico de Spinoza, podemos apreciar que


tiene por dominio, la idea de la necesidad en el sentido de libertad, puesto que la libertad pa
ra Spinoza, radica en ser precisamente lo que se es y no otra cosa.

Cuando uno analiza la doctrina spinozista sobre el hombre, esta incluye una teoríadel
conocimiento según la cual, todas las ideas que se refieren a Dios, son ideasverdaderas.
Esto es, porque la verdad de las ideas es su adecuación y perfección,mientras que la
falsedad de estas ideas, vendría a ser su mutilación y confusión. Siexiste un orden y
conexión de las ideas, las cuales son los mismos en las cosas, es porque no existe ninguna
separación estricta entre una cosa y la idea perfecta yadecuada de ella, esto es, porque la
cosa no se concibe sin su idea perfecta y adecuada,la cual es la cosa misma, pero conocida
perfectamente. Dado que la imaginación puedeconcebir a las cosas como contingentes, la
razón las concibe como necesarias, es poresto aquella afirmación en la cual, la razón
percibe las cosas bajo una especie deeternidad.
Personalidad y pensamiento que han estado siempre bajo el signo de la contradicción:
detestado o ignorado deliberadamente por unos, Spinoza es exaltado por otros como
símbolo de la libertad, frente a los modos de vida y las doctrinas dominantes; en otros
tiempos fueron los liberales, especialmente los llamados radicales (1), hoy son los
marxistas revolucionarios y los contestatarios de la sociedad actual (2) los que lo escogen
como patrón; y la verdad es que, no sólo adelantó ideas liberales, sino también algunas de
las que mejor pueden servir para la crítica de los valores en que pretende ampararse la
sociedad de hoy (3).

La filosofía de Spinoza gravita toda ella hacia la práctica, como lo muestran los mismos
títulos de sus obras principales. Lo que ocurre es que él supone, al igual que cualquiera de
su tiempo, que «la ética se debe fundamentar en la metafísica» (4), y como fundamento de
la ética la expone Spinoza. Pero estaba llamada a concentrar sobre sí la atención; y no era
para menos. El rasgo más llamativo de esa metafísica spinoziana es la identificación entre
Dios y la naturaleza (Deus seu Natura), que se repite como expresión en el prefacio a la
parte IV de la Etica, pero que estaba dada a entender mucho antes y había sido ya objeto de
demostración en la parte primera. El otro rasgo más llamativo, no ya de la metafísica, sino
de toda la obra de la Etica, en la que aquélla se expone, es el estilo u orden geométrico o
matemático de la argumentación. En realidad este método es la consecuencia, o la
aplicación consecuente, del principio de Descartes de proceder siempre en el conocimiento
por «ideas claras y distintas»: ninguna fórmula mejor para ello que admitir sólo lo que se
deriva de definiciones, axiomas y postulados anteriormente establecidos con claridad y
evidencia (5)

En el terreno político, rechazó el concepto de moral, por considerar que implicaba una
desvalorización de lo real en nombre de un ideal trascendente. Todos los seres se guían por
el principio de autoconservación, sobre el cual se edifica el Estado como limitación
consensual de los derechos individuales. Sin embargo, lo que el individuo busca en el
Estado es la conservación propia, por lo que puede revolverse contra él en caso de que no
cumpla esta función («Dios crea individuos, no naciones»).

En la medida en que la ley limita el poder de cada uno mediante un sistema de recompensas
y castigos, la política descansa necesariamente en pasiones tristes (temor, seguridad). La
principal preocupación política de Spinoza fue: ¿por qué los hombres combaten por su
esclavitud como si se tratara de su libertad? Aunque la democracia es el mejor de los
regímenes políticos, pues tiende a sustituir las pasiones tristes por el amor a la libertad y
favorece el acceso al estado de razón, sólo se llega al tercer género de conocimiento por la
vía individual y privada.

La filosofía del generó un importante rechazo en el tiempo que le tocó vivir, aunque un
siglo más tarde sería recuperada y la influencia fue importante no sólo en el terreno de la
metafísica, sino entre poetas románticos como Shelley y Wordsworth. Él no perteneció a
ninguna escuela, y resulta difícil destacar al nivel que merecen la profunda originalidad y la
independencia de pensamiento.
Locke:

El pensamiento político de John Locke se encuentra desarrollado en las


«Cartas sobre la tolerancia», (de 1689,1690 y 1693), y en los «Tratados
sobre el gobierno civil», de 1690, especialmente en el segundo. Las
primeras suponen un alegato en favor de la democracia, y en las últimas
Locke intenta fundamentar filosófica y políticamente el Estado, buscando en
su origen su legitimidad.

Locke, a partir de sus aportes, se considera como uno de los pilares de la


doctrina liberal. Su concepción de la naturaleza del hombre y del orden
social y político cimentó las bases y cualidades sobre la que posteriores
autores asumieron a la corriente liberal.

En su primer tratado sobre el gobierno civil, John Locke desarrolló una


visión crítica respecto de la teoría divina del derecho de los reyes. En este
sentido, la relación entre los hombres estará definida en términos de
igualdad natural mientras que la relación entre los hombres y la creación
estará definida en términos de propiedad.

La libertad será aquella condición en la que «cada uno ordena sus acciones
y dispone sus posesiones y personas como juzga oportuno» y opera cuando
la relación entre los hombres no obstaculiza la relación entre hombres y
cosas, abriendo paso a su equiparación en términos del derecho a la
propiedad privada. Según el filósofo, la propiedad privada corresponde al
propio metabolismo humano: el hombre, al procurarse las cosas necesarias
para la subsistencia, opera sobre la naturaleza mediante su trabajo,
transformando los bienes colectivos de la creación en bienes privados.

John Locke, desde su experiencia y entendimiento, define el pasaje del


Estado de Naturaleza a la Sociedad Civil. A partir de una naturalización de
la propiedad privada, Locke da lugar a la precesión de la relación hombres-
cosas respecto de la relación entre hombres. La persona queda entonces
definida en términos de propiedad que, en su sentido amplio, incluye «vida,
libertad y hacienda».

El filósofo postula que los hombres viven en el estado de naturaleza en una


situación de paz y sometidos a leyes naturales que surgen de la razón. Los
hombres salen de esta situación tras haberse generado una situación de
injusticia, tanto en el castigo como en el resarcimiento por el crimen
cometido, que desemboca en un ciclo infinito de injusticias posteriores.

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John Locke (1632-1704) ocupa una merecida posición sobresaliente,


principal, en la teorización de la democracia liberal. Una posición que
ha sido universalmente reconocida por lo innovador y revolucionario
de su pensamiento. Pero para entender esa posición hay que
referirse a algo más que a la innovación intelectual, indudable, que
significó. Se ha de unir el hecho de su participación directa en la
Gloriosa Revolución inglesa (1688) y, sobre todo, el de su
influencia, también directa, en la primera gran revolución de la
modernidad, la Revolución Americana (1776-1783). El liberalismo
nació como una propuesta de rebeldía y de crítica al orden
establecido, con el propósito de cambiar el mundo en dirección
hacia la libertad. Una propuesta que sostenía, y todavía hoy
sostiene, que toda aristocracia, toda posición dominante y todo
monopolio, así como en general todas las concentraciones de poder,
tienden a convertirse siempre en fuentes de privilegio y opresión. El
liberal no puede ser considerado un conservador, pues el liberalismo
surgió para combatir los privilegios y defender todos los derechos
individuales, todos.

Entre la Gloriosa Revolución (1688) y la Revolución Americana


(1776), casi pasaron cien años. En la primera, John Locke fue el
hombre que pensó el sistema político resultante de esa
revolución. Y de la segunda fue inspirador, directamente citado en
la Declaración de Independencia (1776). En ambas revoluciones Locke
fue trascendental. Y lo fue porque había formulado una teoría que
estableció de modo concluyente que la legitimidad de todo gobierno
depende del consentimiento de los gobernados y que, cuando los
gobernantes violan reiterada y gravemente y los derechos de los
gobernados, Locke afirma la existencia de un derecho de resistencia a
la opresión.

Locke ha sido considerado el iniciador de la Ilustración Inglesa, el


Enlightenment, y las dos líneas principales en las que ésta se
bifurcó, le tuvieron como inspirador y reivindicaron su filiación
empirista y lockeana.

La obra política de Locke está influida y unida de modo


inseparable con la obra política de Spinoza (1632-1677). Fueron
ambos, no uno sólo, los inspiradores de esos sistemas de
gobierno denominados con el tiempo ‘democracia liberal’, que
han terminado por afirmarse en todo el mundo como modelos del
buen gobierno. Y ambos se apoyaron abundantemente en la
teoría del origen del poder formulada por los autores españoles
de la Escuela de Salamanca, quienes habían establecido que el
gobernante no recibe el poder de Dios, sino que lo recibe del
Pueblo, a quien Dios lo ha entregado. Una teoría formulada en
contraposición a la teoría del poder de luteranos y anglicanos, que
proponían que era Dios quien entregaba directamente el poder al
Gobernante que, de este modo, asumía en la perspectiva protestante
el doble papel de Rey y Papa, a la vez.

Se sabe que Spinoza y Locke se relacionaron y cruzaron


correspondencia. Y Locke estuvo en contacto directo con el
círculo de Spinoza durante su exilio en Holanda (1683-
1688), donde conoció las dos obras políticas de Spinoza, el Tratado
Teológico-Político y el inconcluso Tratado Político. Y también fue en su
exilio holandés donde compuso Locke sus dos Tratados sobre el
Gobierno. Pero en el orden mundano de esa época Spinoza era una
compañía, más que mala, pésima. Debe recordarse que Spinoza (el
gran maldito), y el spinosismo todo, a causa de su presunto ateísmo,
tuvieron siempre encima el anatema simultáneo de protestantes,
judíos y católicos, de todos, hasta bien entrado el siglo XIX. Como
sabemos, Spinoza no firmó con su nombre ninguna de sus obras
principales.

Fueron pues ambos, Locke y Spinoza, los creadores de las bases


teóricas de un pensamiento político que se fue afirmando
durante el siglo XVIII y que recibió el nombre de ‘liberalismo’ en
España, a comienzos del siglo XIX. Un pensamiento que establece la
libertad individual y el consentimiento de los gobernados, como base
del buen gobierno. Una base que, a su vez, es consecuencia directa de
la teorización del ‘contrato social’ de Locke, o de ‘convenio social’ en
Spinoza. Los ciudadanos, en tanto que partes contratantes, nunca
pierden su soberanía. Pueden delegarla, pero sólo en un contexto
legal de participación ciudadana y de sistemas de control del
gobierno. Spinoza avanzaría incluso un paso más y llegó a plantear la
antigua idea del gobierno de la mayoría, es decir, la democracia. Si
bien, como Aristóteles, aceptó los sistemas de gobierno mixto, es
decir, monárquico-democrático o aristocrático-democrático. Por su
parte Locke se centró en definir como ideal un sistema de gobierno
mixto, monárquico-democrático, fundamentado en un Parlamento
elegido por los ciudadanos, cuya función es elaborar las leyes y elegir
y controlar al gobierno. También planteó el principio de la separación
de poderes entre el legislativo y el ejecutivo. Y, como antes se apuntó,
bajo la influencia de Mariana, Locke fundamentó igualmente el
derecho de los ciudadanos a rebelarse si el estado se transforma en
tiranía, es decir, el derecho de resistencia a la opresión.

Los liberales siempre han defendido, y desde luego Spinoza y Locke lo


hicieron, la propiedad privada y la libre empresa, como derechos
humanos. Y lo hicieron por razón de su concepción del individuo, de
la persona, como el centro de la acción en la sociedad, pues el
hombre, cada hombre, nunca puede considerarse que sea un medio,
sino que es un fin en sí mismo. Frente a todos los colectivismos, los
liberales siempre han sido partidarios del individualismo filosófico,
que afirma la primacía del individuo. 

Locke, inspirándose en Spìnoza, pero más atemperado, adoptó en


este punto una postura pragmática y posibilista, al proponer la
separación entre la ‘sociedad civil’ y la ‘sociedad religiosa’, sobre
la base de la libertad de conciencia en materia de creencias, es decir,
sobre la base de la libertad religiosa. Y sobre la base la tolerancia,
pese a las mencionadas autolimitaciones que él mismo se impuso.

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