El Yo Piel
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El Yo Piel
El Yo Piel
Didier Anzieu.
Expondré algunas de mis ideas concernientes al Yo Piel y las envolturas psíquicas a partir de dos
principios: uno freudiano y fundamental, toda función psíquica deriva de una función biológica; el
segundo, “jacksoniano” –del neurólogo Jackson-, según el cual en el desarrollo del sistema
nervioso, es el órgano más reciente y más superficial el que integra el conjunto del sistema. En
efecto, existe en ello una diferencia fundamental entre el sistema nervioso y todos los otros
sistemas biológicos.
¿De dónde proviene el Yo?. Freud responde rápidamente a la pregunta en su obra “El Yo y el Ello”
de 1923: el Yo deriva de las sensaciones táctiles. Y agrega: El Súper yo deriva de las sensaciones
acústicas. Esas son sus únicas explicaciones..
Es posible suponer en efecto que el Súper yo deriva de las sensaciones acústicas no sólo a causa de
las prohibiciones enunciadas por sus padres, sino también porque, para adquirir la palabra, el niño
debe obedecer a las reglas del lenguaje, que es el primer sistema de reglas al que se somete. Se
puede decir entonces que el Súper Yo está estructurado como un lenguaje.
Pero volvamos al Yo. Las sensaciones táctiles poseen una característica particular, diferente a
todas las otras sensaciones exteroceptivas, a saber, que pueden ser al mismo tiempo pasivas y
activas. Si me toco la nariz con el dedo, tengo la sensación de ser tocado en la nariz, y por otra
parte la de tocar con el dedo.
Ahora bien, lo que caracteriza al yo es el hecho de tener una doble faz, externa e interna. En
términos de topología matemática, el Yo es una interfaz que permite distinguir dos espacios
diferentes que obedecen a principios de funcionamiento igualmente diferentes. La piel, en tanto
recibe sensaciones de origen a la vez externo e interno, provee al modelo del Yo.
De este modo, el Yo por su doble faz, puede conocer las sensaciones internas proyectándolas al
exterior y percibiéndolas entonces como si fueran objetos exteriores. Desde este punto de vista,
siempre en términos de topología matemática, la estructura del Yo es una banda de Moebius, es
decir, una banda en la cual hay una torsión de la superficie, torsión por la cual la faz externa se
vuelve faz interna y recíprocamente.
Esto es lo que permite percibir el exterior y llevarlo al interior del psiquismo y percibir las
pulsiones y sus representantes proyectándolas al exterior. No obstante, el modelo de la piel no se
reduce a este único aspecto, es mucho más complejo y volvemos a encontrar en las funciones del
Yo cada una de las grandes funciones de la piel.
La primera función de la piel (no me ubico en un punto de vista cronológico o lógico, sino para
establecer un orden arbitrario), es una función de envoltura, de bolsa. Freud describe al Yo como
una “vesícula”. El Yo es lo que contiene a todo el psiquismo. Lo intenta, al menos. Ahora, saber si
lo logra, eso ya es otra historia. Tal como la piel asegura la unidad del organismo, el yo asegura la
de la persona.
Una segunda función de la piel, la más superficial de todas, la de esa capa endurecida córnea y
queratinizada que es la epidermis, es la de servir de protección contra las excitaciones exteriores.
Freud, en sus primeros escritos sobre el aparato psíquico, hablaba ya del Yo. Mostraba que esta
función consiste en reducir la energía de manera de poder hacerla circular en el organismo sin
peligro de destruirlo. La segunda función del Yo-piel es entonces la de protector contra las
excitaciones (pare-excitations).
Pero la piel tiene igualmente una función de comunicación: filtra los intercambios entre el interior
y el exterior. Es en la piel que se originan los órganos de los sentidos. Esta función se encuentra
también en el Yo, que decide sobre lo que percibe o no percibe en el mundo exterior. Otro tanto
ocurre con las informaciones que deja penetrar al interior.
Se puede describir una patología correspondiente a cada una de sus funciones. Para la primera, la
del Yo-piel como bolsa o vesícula, una patología subsiguiente es la de un Yo-piel “colador”. Es
decir, que en este caso la bolsa agujereada y que lo que está en el interior no puede ser
conservado. De lo cual deriva una angustia de vacío, y también el sentimiento de pérdida de la
unidad personal.
Para la segunda función, la de protector contra las excitaciones (pare excitations), puede haber
dos patologías: por exceso y por defecto. El protector contra las excitaciones puede estar hasta tal
punto rugoso y endurecido que no deja pasar más nada al interior. El Yo-piel se vuelve una
verdadera caparazón, lo que ha sido descrito en ciertos niños autistas. Estos están obligados a
defenderse contra las intrusiones exteriores. Es lo que E. Bick llama un Yo-piel crustáceo.
Otra anomalía consiste por el contrario, en una insuficiencia de la protección, como sise estuviera
en carne viva, lo cual es otra forma de autismo, que ha sido descrita, siempre por Bick, como un
Yo-piel blando y desnudo, a imagen, por ejemplo, del pulso que carece de caparazón.
Esto me lleva a discutir algunas de las repre4sentaciones tradicionales del cuerpo y del psiquismo.
Uno se representa con frecuencia al núcleo como siendo la cosa esencial, y a la membrana, la
envoltura, la corteza, como menos importante. Ahora bien, en la actualidad, los trabajos de
química biológica demuestran que hay una actividad química extremadamente importante en la
membrana y de la cual han derivado nuevas explicaciones de la hipertensión arterial y del cáncer.
Considero esta representación por parcial que sea, como más verosímil que la representación que
ubica al Yo en el centro del psiquismo. Se trata, en todo caso, de una hipótesis de trabajo que
presenta la ventaja de integrar más elementos que la precedente. Otra de las características de
esta envoltura psíquica es la de no ser total. El Yo es solamente una envoltura parcial. Esto es lo
que permite estar en contacto con el inconsciente como con el Superyo.
Es posible señalar en este nivel, dos patologías importantes: el Yo ocupa una superficie demasiado
pequeña, o una demasiado grande. Si no envuelve más que una pequeña parte del psiquismo. Se
tratará por ejemplo, de la psicosis o de la psicopatía.. Pero se puede encontrar el caso contrario en
la que el Yo tiende a envolver totalmente al psiquismo.
Tal sería el caso de aquella niña apenas púber que practicaba pesca submarina. Un día, al emerger
a la superficie, chocó con una embarcación, la hélice le corto el pie y debió ser amputada. Por
reacción desarrolló un Yo-piel enteramente cerrado, a tal punto que no pudo vivirse ni como
mujer, ni como hombre, sino como un ser neutro. No tuvo jamás vida sentimental ni vida sexual –
ya fuera activa como imaginaria-.
Otra característica del Yo es la simetría entre la superficie y la faz interna. La faz interna y la faz
externa no cumplen la misma función; la faz externa cumple la función de protector contra los
estímulos y la faz interna al modo de la banda de Moebius, la función de percepción y conciencia.
Varias patologías se enraizan en este nivel como confusión de ambas faces (caras). La intervención
de las dos faces, una puesta en lugar de la otra en una alternancia continua, se manifiesta
clínicamente por la dificultad de diferenciar lo mío y lo no-mío. Hay por ejemplo, pacientes que se
creen siempre responsables de cosas con las que no sólo no tenían nada que ver, sino que las han
padecido.
Estos pacientes van a sacrificarse a sí mismos haciéndose responsables de hechos que en realidad
se originan en el comportamiento de su entorno. El Yo-piel permite las primeras discriminaciones
sensoriales a partir de las cuales se vuelven posibles las primeras discriminaciones del
pensamiento. Esta es la razón por la cual planteo la hipótesis de que la piel es la base del
pensamiento.
Su madre era muy hostil con respecto a esta niña que le recordaba al hombre que la había
abandonado durante su embarazo. Mi paciente recupera el recuerdo del cadáver de su abuela en
la capilla ardiente. Ella había llegado en el momento en que arreglaban el cadáver. Lo levantaban
para ponerle las vestiduras mortuorias.
Vio pues al cadáver moverse. Lo inanimado se había vuelto animado, la idea de que el muerto
podía moverse le produjo una angustia espantosa. Esa angustia es la que revivió en ocasión de
aquel error de percepción, pero no es una explicación suficiente, pues a todos nos angustia ver un
cadáver y tememos que el muerto se mueva y se reanime, la angustia de ella era más fuerte que
esta angustia universal.
Durante su primer año había tenido problemas de osificación y le habían mantenido las piernas
separadas poro un aparato, para favorecer un mejor desarrollo de su esqueleto. Había
permanecido así varios meses tendida e inmovilizada. Es en este hecho que se origina su confusión
animado-inanimado, se sentía viva, necesitando moverse y ese aparato la mantenía inmóvil, la
volvía inanimada.
De ello surgió una angustia de muerte; con su abuela reencontró la misma angustia en sentido
inverso, en efecto, si lo animado puede volverse inanimado, recíprocamente, lo inanimado puede
volverse animado. La discriminación fundamental animado-inanimado, no había podido
constituirse de manera suficiente, ¿por qué?, porque la madre era rechazante con respecto a esta
niña, no comprendía cuales eran sus necesidades, sus sensaciones, sus emociones. Hubo por lo
tanto, en ella, una constitución muy insuficiente del Yo-piel.
Esto me permite dar un esbozo de explicación sobre el origen del Yo-piel: el Yo-piel se constituye
en la relación primitiva del cuerpo de la madre, o la persona que la sustituye, con el cuerpo del
niño. Es decir, con la persona del primer entorno que cumple la función de continente de las
sensaciones y los efectos del pequeño y que, por sus gestos, por sus palabras, por su mímica, sus
miradas, por su manera de tocar al niño, de estrecharlo contra ella, de llevarlo alzado, de
manipularlo, hace comprender al niño que ella ha comprendido lo que le ocurre. Es decir, que ella
le devuelve en espejo lo que siente de él, y el niño no puede enterarse de lo que siente si no lo lee
en ese espejo que es a la sazón su madre.
Es en este momento que el niño puede interiorizar el continente materno, y es una vez que él
posee un continente propio que puede tener contenidos psíquicos. No puede hablarse de
contenido psíquico sino cuando un continente ha sido interiorizado; de la discriminación
insuficiente continente contenido se desprende toda una serie de perturbaciones que pueden
manifestarse tanto a nivel de pensamiento lógico y del razonamiento, como a nivel de la expresión
literaria, ya que la confusión del continente y el contenido se reencuentra en una figura retórica: la
metonimia.
Existe un tipo de confusión aún más importante, la del sueño nocturno. En efecto, el sueño
nocturno juega sin descanso con la confusión continente- contenido; en un principio Freud explicó
el sueño nocturno como el cumplimiento imaginario de deseos reprimidos. Luego, se percató de
que aunque esta explicación se aplica perfectamente ciertos sueños, no es válida para los sueños
post-traumáticos, es decir, los sueños en que el durmiente revive todas las circunstancias que
precedieron al accidente del que fue victima.
En este caso no hay cumplimiento de deseos, se trata poro el contrario de una experiencia
sumamente dolorosa; de este modo, el estudio de los sueños post-traumáticos condujo a Freud a
abandonar su primera teoría del aparato psíquico para construir la hipótesis del Yo, del Ello y del
Súper-yo y a presentar la idea del Yo como una envoltura.
Cuando existe traumatismo, se produce un desborde del protector contra las excitaciones, ruptura
del Yo-piel. El sueño tiene por función la de reparar los trozos desgarrados del Yo-piel, es decir,
que allí donde el Yo-piel ya no puede funcionar, una piel de sueños intenta sustituirlo. Se puede
incluso generalizar la explicación: padecemos cada día traumatismos, pequeños ciertamente, pero
que se acumulan, y es necesario que todas las noches soñemos para reparar nuestro Yo en el cual
estos traumatismos han provocado efracciones sin cesar.
Esta es la razón por la cual el sueño es indispensable a la salud tanto física como psíquica. Se sabe
que impedir a los animales y a los seres humanos soñar provoca enfermedades a veces mortales.
Si el sueño tuviera como única función la de satisfacer los deseos, su ausencia no sería mortal. Uno
no se muere por no poder cumplir sus deseos, por el contrario, no poder reparar las efracciones
traumáticas presenta un riesgo mortal.
Esto conduce a revisar la primera teoría freudiana del sueño, que diferencia un contenido
manifiesto y un contenido latente, considerando al contenido manifiesto secundario y superficial,
y al contenido latente como más esencial, más profundo. Propongo la hipótesis siguiente: el
contenido manifiesto es el continente del sueño, es la reconstrucción de la envoltura psíquica
traumatizada.
Desde este punto de vista, el contenido manifiesto tiene pues una importancia esencial que no
disminuye para nada la importancia del contenido latente en cuanto al placer reprimido, incluso,
es lo que muestra la necesidad de que haya un contenido manifiesto y un contenido latente en el
sueño para satisfacer ambas funciones.
Por ejemplo, la diferenciación familiar-extraño. Ustedes conocen los trabajos del psicoanalista
norteamericano Spitz sobre la angustia del octavo mes en el niño: el rostro familiar es
tranquilizador y el rostro desconocido es inquietante; esto ocurre en un niño normal, que posee ya
una constitución muy avanzada del Yo-piel.
Los límites del Yo ofrecen igualmente ejemplos conflictivos. En un individuo normal se dan límites
flexibles y variables a lo largo de un mismo día: dormirse y despertarse producen una modificación
importante de los límites de Yo. Desde este punto de vista, se pueden observar dos patologías:
una consiste en establecer límites rígidos, otra en no establecer ninguno.
Esto nos conduce a evocar una variable más de extrema importancia, la variable limitado-
ilimitado; existen sujetos que desean preservar en ellos algo ilimitado, por tanto, van a resistirse al
establecimiento de discriminaciones, de diferenciaciones. Con frecuencia se trata de una
resistencia l proceso psicoterapéutico, ya que, por el progreso psicoterapéutico, los pacientes se
dan cuenta de que se verán conducidos a establecer distinciones y delimitaciones, es decir, que les
será necesario abandonar el sueño, la utopía, de ser ilimitados.
No hay duda de que nadie, tampoco los psicoanalistas, ha abandonado por completo el sueño de
ser ilimitado, todos tenemos esta creencia de que algo de nosotros quedará después de nuestra
muerte, es decir, que algo permanecerá ilimitado, ya sea en el espacio, ya sea en el tiempo. Este
aspecto, este sentimiento de sí ilimitado comporta cierto número de funcionamientos psíquicos
de “todo o nada”, o incluso “o Yo o el otro”; o bien, uno vive o el otro muere, o bien, soy yo quien
muere y es el otro quien vive; este funcionamiento psíquico es característico de los pacientes
borderline.
En lugar de describir todas las patologías que corresponden a esta variable, me contentaré con
estudiar una que es tal vez menos conocida que las otras: se trata de los sujetos borderline que no
experimentan el sentimiento de existir por sí mismos, es decir, que su Yo es exterior al psiquismo.
Esto se traduce en el sentimiento que tienen de vivir la vida como observadores de ellos mismos,
son exteriores u propia ida, observan lo que les ocurre, lo que hacen, pero no se habitan. Incluso
en estos casos es necesario poder trabajar el nivel del Yo-piel y reparar sus fallas específicas.
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