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Unidad I: Clasificación de Las Obligaciones

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UNIDAD I

CLASIFICACIÓN DE LAS OBLIGACIONES

DERECHO CIVIL IV (OBLIGACIONES


II)
Unidad I

Clasificación de las
obligaciones

http://microjurisar.files.wordpress.com/2013/07/justicia1.jpg
Derecho Civil IV
(Obligaciones II)
Introducción

http://www.four-abogados.com.pe/images/servicio-derecho-civil.jpg

Al decir del Prof. Oscar Paciello, en su Libro Estudio de Derecho Romano II, De las Obligaciones en
General, Editora Intercontinental, Edición 2002, el patrimonio de una persona comprende los
llamados derechos reales y los derechos de crédito u obligaciones.
Corrientemente se expresa el concepto de derechos reales, expresando que son aquellos que
establecen una relación directa entre el sujeto y la cosa. Es decir, una persona cuenta con cosas sobre

Prof. Abg. Sylvia Carolina Cabral F.


las que ejerce un señorío o prerrogativas exclusivas y excluyentes, ya sea a nombre propio (dominio)
o de tercero (por ejemplo el usufructo). Su característica más acusada, es la que trata de derechos o
prerrogativas existentes erga omnes, es decir, no existe una persona determinada que tenga el deber
de respetar tales prerrogativas, sino que todos (omnes) deben abstenerse de ejercer sobre ellos
cualquier perturbación. Por eso el derecho o la ley solamente regulan el derecho o la extensión del
derecho del sujeto en relación con la cosa.
Frente a esta regulación legal de las prerrogativas de un sujeto en relación con las cosas, están los
llamados derechos de crédito que, finalmente, se resuelven en las llamadas obligaciones. La
característica de estos derechos es que la relación no se da de manera directa con una cosa sino con
otra persona. Por eso también se llaman “derechos personales”, con lo que se pone una diferencia con
los derechos reales que regulan las relaciones con las cosas. Además, las mutuas prerrogativas de las
personas vinculadas por esta relación solamente a ellas concierne, es decir, no se trata de derechos
establecidos, erga omnes, sino en una pretensión orientada a persona determinada. Esta relación, en
efecto, puede darse a propósito de una cosa, pero es una relación mediata, primero está la exigencia
de una conducta, de un comportamiento que es exigido a la persona con la que se establecen las
relaciones.
En las sociedades primitivas, ciertamente que os derechos reales, probablemente, configuren el
principal componente de los derechos patrimoniales. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo,
progresivamente, la importancia de los derechos de crédito u obligaciones ganan una relevancia cada
vez mayor. La economía del mundo contemporáneo, esencialmente se halla asentada sobre estos
derechos personales. Con sólo pensar que los billetes, las divisas, no son sino otras tantas formas de
representar estos derechos de crédito, ya se tiene idea de su incuestionable importancia.
De ahí que su estudio resulte imprescindible para la comprensión del derecho.
Pues bien, el conjunto de derechos reales y derechos personales conforman los llamados “derechos
patrimoniales” de las personas que, junto con las relaciones de parentesco o de familia y el destino de
los mismos a la muerte de la persona (sucesiones) constituyen la materia fundamental del derecho
privado.

La primitiva obligación en Roma

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La idea de la obligación que aparece en las Institutas y aún hoy día, corresponde a un derecho
relativamente evolucionado, a una época en la que el individuo ha adquirido una cierta independencia
o existen relaciones normales de negocio o la moneda es empleada corrientemente.
No era esta, precisamente, la situación en los tiempos primitivos de Roma, que se hunden en la
nebulosidad de normas e instituciones que debieron reconstruirse con enorme esfuerzo hermenéutico.
Las tradiciones y las fuentes nos hablan de la primitiva existencia de tres tribus, Ramnenses, Titienses
y Lúceres, que se unieron para la conformación de la Roma primitiva. Estas tribus se encontraban
divididas en las Gens (grandes familias), a cuyo frente se hallaba el Pater, que sentaba plaza en el
Senatus. Históricamente se habla de un Senado compuesto de trescientos paters, cifra que
corresponde a un periodo en que ya las instituciones se encontraban muy afirmadas.
En conjunto, estas tres tribus proporcionaban tres mil soldados, entonces, cada pater, cabeza de
familia, tenía una fuerza bélica de un centenar de hombres de armas. Es decir, obtener su sujeción a
la ley o el mandato de cualquier autoridad, no era cosa fácil.
Es en este ambiente, en estas condiciones sociales y políticas, que emerge el concepto de Obligatio.
La palabra Obligatio, hace referencia a un ligamen, atadura: estar atado, bajo atadura: ob + ligatio.
En las Institutas del Emperador Justiniano, Libro Tercero, Título XIII, se define a la Obligación de la
siguiente manera:

“Obligatio est iuris vinculum, quo necessitate adstringimur, alicuius solvandae rei secundum
nostrae civitatis iura”

Obligación es el vínculo jurídico por el cual estamos constreñidos a la necesidad de pagar alguna
cosa según el derecho de nuestra ciudad.

Terminología. Elementos esenciales

a. El deudor: “Obligatus” o “debitor”: Era obligatus, la persona que por obra de los pocos
contratos primitivos (mutuo, sponsio, mancipium), se constituía en prisionero o se
autopignoraba a la otra parte.
b. El “vinculum iuris” (vinculo jurídico): La obligación establece una relación entre dos
personas. Pero las relaciones pueden ser de la más variada naturaleza, es por eso que,

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tratándose de obligación, en su sentido específico, hablamos de la existencia de un vínculo
jurídico, porque la relación establecida es una relación jurídica entre dos o más personas.
c. El “creditor” o acreedor: Naturalmente que, frente al obligatus, como el par antitético de la
relación establecida por el vínculo jurídico, que relaciona a ambos, está la figura del
acreedor. Era el titular de la acción, que en los tiempos primitivos, y así continuó,
necesariamente debía ser una persona capaz.
d. La prestación: “dare, facere, prestare oportere”. La sustancia de la obligación consiste en dar,
hacer o prestar.
En relación con la prestación debe recordarse que debe reunir los caracteres generales de los
actos jurídicos, es decir, ser posible, lícita, determinada y, representar un interés para el
acreedor.

Concepción actual de la obligación

El Profesor De Gásperi, el civilista con mayor lustre en nuestro país, en su obra sobre la
materia, nos da el siguiente concepto: “La obligación es un equivalente o múltiplo de una
unidad ideal de justicia entre los términos activo y pasivo de una relación jurídica, cumplida
mediante la necesidad a que éste se va socialmente constreñido para una prestación
económica y compensatoria a favor de aquél”.

Para ajustar una conceptualización coherente con los adelantos de nuestra actual concepción
de la obligación, sintetizamos algunas cuestiones fundamentales:

1. La relación obligatoria como un proceso: Toda obligación se genera con miras a la


concreción de un fin, que ordinariamente no se alcanza de inmediato sino que requiere de
un tiempo para su obtención.
2. Este proceso se funda en necesidades concretas de la vida social: Ninguna sociedad
puede sobrevivir de mantenerse la concepción de que cualquiera, por su mero arbitrio
individual, puede imponer su voluntad sobre los demás componentes del grupo.
Necesariamente en la sociedad, la obligación surge como una respuesta a una necesidad
de cooperación.

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3. La obligación determina efectos jurídicos precisos: Lo que determina la posibilidad de
elaborar una doctrina unitaria de las obligaciones, no se refiere a que la misma materia
pueda ser considerada desde un punto de vista económico o se trate de las mismas
situaciones vitales, sino por la identidad de los efectos jurídicos que determina.
4. Deberes del deudor: En toda relación obligatoria existen, cuando menos, dos partes: el
acreedor y el deudor. Esta consideración es importante, pues no se concibe obligación a
favor de persona indeterminada ni, mucho menos, puede hablarse de obligación si la
persona del deudor no está también determinada.
5. El deber del acreedor a la prestación: En los tiempos primitivos de Roma el nacimiento
de la relación obligatoria determinaba una situación de verdadera cuasi esclavitud para el
deudor. Se hablaba de “autopignoración”. Pero esta situación cambió al sancionarse la Lex
Poetelia Papiria (326 a.C.). El patrimonio pasó a ser la prenda común de los acreedores.
6. El débito y la responsabilidad del deudor: El deber primario del deudor es satisfacer la
prestación. En esos consiste su deuda, se débito. En caso de incumplimiento el deudor
incurre en responsabilidad. Primariamente, responde con su patrimonio. Es decir, el
acreedor tiene el derecho a embargar la cosa objeto de la prestación si se encuentra dentro
del patrimonio del deudor o, en caso de imposibilidad, es decir, si no se trata de una cosa
específica, realizar su estimación pecuniaria y cobrar su crédito con otros bienes bastantes
del deudor.
En definitiva, el concepto actual de la obligación es el de que se trata de una institución establecida
por el orden jurídico como respuesta a necesidades sociales. Una de ellas es el de deber de cooperación
que debe imperar entre los integrantes de la misma, como forma de organizar armónicamente la
coexistencia.
Esto, exige un comportamiento armónico que se traduce en deberes de conducta que, en el plano de
las relaciones obligatorias hace que el deudor cumpla con la prestación prometida con lealtad y buena
fe, y que el acreedor contribuya a su vez a la realización del fin de la obligación mediante el ejercicio
no abusivo de sus derechos.
Lejos nos hallamos de la primitiva concepción que hacía del deudor un hombre que había perdido su
bien más valioso: su libertad. Y lejos, también, de aquellas concepciones egoístas que confieren al
acreedor un “ius persequendi in judicio”, ajeno e insensible a sus deberes de cooperación. De ahí,
entonces, que por vía de ensayar un concepto, no definitorio sino descriptivo de ella, podemos decir
que:

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“La obligación es un vínculo jurídico entre personas determinadas por el cual una de ellas, el deudor,
debe realizar de buena fe una prestación patrimonial para otra, el acreedor, con la finalidad de
satisfacer necesidades sociales de cooperación, respondiendo con su patrimonio en caso de
incumplimiento”.

Clasificación de las obligaciones desde


el punto de vista de su objeto
Generalidades

Desde el punto de vista del objeto, las obligaciones se clasifican, en primer lugar, en obligaciones de
dar, hacer y de no hacer. Dentro del Libro II, el Código consagra los Arts. 463 a 493 a las diferentes
obligaciones consideradas en sus diferentes tipos según su objeto.
En las obligaciones de dar existe el deber de entregar un objeto, sea para transferir su propiedad o
constituir sobre él algún derecho real, sea para transmitir el simple uso o la tenencia, sea para
restituirla a su propietario.
Es el caso de quien vende una cosa (compraventa) o transfiere un derecho, como el que cede un
crédito, o que arrienda una cosa, o que siendo depositario de un objeto cuya propiedad pertenece a
otro, está obligado a restituirlo.
Las obligaciones de hacer, importan el deber de prestar un servicio. Es el caso de un profesional que
compromete su asistencia a un cliente o el de un operario cualquiera que se obliga a prestar sus
servicios a un empleador.
Las obligaciones de no hacer suponen un deber de abstención. Es el supuesto de quien se obliga a
omitir la realización de determinados actos. Un ejemplo de este tipo de obligaciones estaría dado por
el comerciante que se obliga a no operar en determinadas áreas o zonas con determinados productos.
Sigue mencionando el maestro Silva Alonso que en doctrina se ha destacado la defectuosa
clasificación del Código. Las obligaciones que contienen una cláusula penal no son una especie
particular de obligaciones. Las obligaciones divisibles e indivisibles dicen más a los sujetos, cuando
existe más de un acreedor o más de un deudor. Por último, las obligaciones facultativas y alternativas

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pueden referirse tanto, a las obligaciones de dar como a las obligaciones de hacer o no hacer, pues
son obligaciones de objeto múltiple.
Vamos a considerar las obligaciones desde el punto de vista de su objeto en tres apartados sucesivos:
1. Obligaciones de dar; 2. Obligaciones de hacer y no hacer; 3. Obligaciones de objeto múltiple:
facultativas y alternativas.

Obligaciones de Dar y su régimen jurídico

La expresión dar no tiene en todos los cuerpos de leyes la misma acepción. Ella pretende traducir la
expresión latina dare y en algunas situaciones la de praestare y esto ha traído una confusión en el
uso de la expresión dar en la ley que es preciso especificar.
Alguna vez la expresión praestare ha sido utilizada en el sentido de entrega de una cosa en propiedad
o en otro carácter y otras veces el vocablo de ha utilizado con un sentido amplio que implica cualquier
tipo de entrega.
El objeto de una obligación supone siempre una actividad humana, un acto o una serie de actos del
ser humano, sea que la prestación consista en un dar, sea que consista en un hacer o en un no hacer.
En última instancia, toda prestación debida en virtud de una obligación consiste en un hacer, pues
aún la obligación de dar presupone un acto del hombre que en este caso habrá de consistir en
desarrollar una determinada actividad encaminada a la entrega de un objeto. Siempre, pues, habrá un
hacer. No obstante ello, la distinción entre uno y otro tipo de prestación existe, y ella es fundamental
para los efectos que conlleva.
En la prestación de dar hay fundamentalmente la entrega de un objeto. Lo que se desea es el objeto a
entregarse. Y la actividad desplegada al efecto, se torna así en un medio de alcanzar aquel.
Por el contrario, en la prestación de hacer lo que destaca sobre todo es la aplicación de las facultades
humanas en su realización. De ahí que si en el supuesto anterior podía hablarse de entrega de bienes,
en éste puede hablarse de prestación de servicios. En el hacer, el énfasis está en la actividad del ser
humano. La prestación consiste fundamentalmente en que el deudor entregue su actividad, a través
de sus facultades o habilidades, que es lo que interesa al acreedor. En ella se tiene en cuenta
fundamentalmente una conducta humana considerada en su contenido y valor intrínseco. Puede el
hecho ser intuitu personae, o no serlo, pero de cualquier modo siempre se tiene en cuenta la aplicación
de facultades humanas a la realización de determinada obra.

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Importancia de la clasificación

El interés de la distinción está fundamentalmente en una doble circunstancia: 1. En las obligaciones


de dar, es posible exigir el cumplimiento en especie, por la fuerza, si necesario fuere, en tanto que en
las de hacer, no es posible ejercer violencia sobre la persona del deudor, de modo de que si éste se
negare a ejecutar, el cumplimiento deberá hacerse por un tercero, a su costa, y si la prestación fuere
intuitu personae, sólo cabría la indemnización. 2. En las obligaciones de dar es usualmente indiferente
la persona del deudor, no así en las de hacer.
De aquí se deduce que en las obligaciones de hacer el límite de exigibilidad o de posibilidad está
determinado por la capacidad física y mental del deudor, en tanto que en las obligaciones de dar la
imposibilidad es independiente de la aptitud del obligado para cumplir la prestación.

Clasificación de las obligaciones de dar en el Código

El Código admite tres categorías de dar: a. Cosas ciertas; b. Cosas inciertas no fungibles o de género;
c. Sumas de dinero.

Obligaciones de dar cosas ciertas

Concepto de esta especie

Las obligaciones de dar cosas ciertas son aquellas que tienen por objeto la entrega de una cosa
individualmente determinada desde el momento mismo de la constitución de la obligación. Así, la casa
situada en determinada localidad y en determinado lugar, una obra perteneciente a tal pintor o escultor,
un determinado mueble que perteneció a tal persona, etc. La entrega puede tener lugar sea para
constituir o transferir derechos reales, sea para restituirlas a su dueño, sea, en fin, para transferir el uso
o la tenencia de ellas.

Diferencia con las demás obligaciones de dar

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Las otras clases de obligaciones de dar suponen el deber de entregar un objeto apenas genéricamente
determinado al tiempo de contraerse la obligación y que oportunamente habrá de individualizarse, en
su momento, a fin de que pueda tener lugar el cumplimiento.

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La obligación de prestación indeterminada tiene toda una gradación que va de lo menos indeterminado
(como la obligación facultativa, que envuelve la determinación de la principal o la accesoria, ya que
el deudor podrá pagar con cualquiera de ellas) a lo más indeterminado (una cantidad de cosas, como
mil kilos de arroz y, sobre todo, una suma de dinero) a través de una progresiva indeterminación: en
la obligación alternativa que puede limitarse a dos prestaciones: en la de género limitado vendría el
grado subsiguiente, que a su vez tiene gradaciones propias: uno de los barriles de vino champaña de
mi bodega, uno de los barriles de vino de mi bodega, uno de los libros de poesía de mi biblioteca, un
caballo de andar de tal pelo, etc. y en progresiones también diversas se tendría el grado que precede
al último, el de dar cantidades de cosas.
La obligación de dar cosas ciertas se caracteriza por lo individual y, por lo mismo, único, de la
correspondiente prestación. Lo que se denomina un “cuerpo cierto” es diferente de cualquier otro, no
obstante analogías más o menos intensas. Es una obligación perfecta, en cuento es exigible
inmediatamente.
La determinación, en cambio, no se da en las obligaciones como las de género, mientras no medie un
acto previo que sirve para suprimir la indeterminación que se denomina elección. Hasta ese instante
ni el acreedor puede exigir el cumplimiento de la obligación ni el deudor puede realizarla,
precisamente porque es menester averiguar cuál es la prestación concreta a ser realizada.
El Art. 463 del Código Civil define la situación del deudor de cosas individualmente determinadas.
Consagra este precepto la regla según la cual lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
Debe entenderse que él se refiere a todo aquello que en carácter de accesorio ha sido destinado al uso
perpetuo de la cosa, incluso aunque en el titulo no se lo mencione y aunque al tiempo de constituirse
la obligación estuviese separado de ella.

Efectos

Deberes del deudor. Responsabilidad del deudor

En la obligación de dar cosas ciertas el deudor tiene dos deberes esenciales: 1. La conservación de
la cosa prometida, 2. Su entrega en lugar y tiempo propio (Art. 419 Código Civil).

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Deber de conservación

El deber del deudor de conservar la cosa,


preceptuado en el citado artículo 419, lo
responsabiliza por la falta de diligencia necesaria
para la entrega de la misma. En consecuencia, el
deudor será responsable al acreedor por la
pérdida de la cosa por su culpa o negligencia.

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Entrega en lugar y tiempo

Este deber lo responsabiliza por la falta de entrega de la cosa debida en el momento y en el lugar
convenido por su culpa, y con mayor razón, en su caso, por su dolo.
La entrega deberá efectuarse en el lugar y tiempo propio, el cual será el que hubiesen convenido el
acreedor y el deudor. A falta de convención, el pago debe ser efectuado “si se tratase de una cosa
cierta, en el lugar donde ella existía al constituirse la obligación y en el domicilio del deudor en
cualquier otro caso” (Art. 563 Código Civil).

Principio Legal

La obligación de dar cosa cierta con el fin de transferir sobre ella derechos reales alcanza su objetivo
cuando se logra la constitución del derecho real previsto. De aquí la importancia de conocer en qué
momento el acreedor mero titular de un derecho personal, pasa a convertirse en titular de la cosa
debida o del correspondiente derecho real, en su caso. O, lo que es lo mismo, qué requisitos son
necesarios para que el derecho de crédito pase a convertirse en derecho real.
Sobre el particular es de suma importancia destacar la fundamental modificación del régimen de
constitución de los derechos reales en el Código, teniendo en cuenta que hasta la vigencia del mismo
regía entre nosotros el principio romanista de la tradición, consagrado en el Código de Vélez Sársfield
y expresado en el famoso Art. 577 del mismo Código en el cual se disponía que: “Antes de la
tradición de la cosa el acreedor no adquiere sobre ella ningún derecho real”.

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Como se sabe, una de las modificaciones fundamentales en el sistema del derecho civil efectuadas a
partir de nuestro actual Código Civil, se refiere a la supresión de la tradición como modo de constituir
derechos reales que forma parte del Código de Vélez.
Vélez Sársfield no deja lugar a dudas sobre el propósito que le guía al constituir la tradición como
modo de transferir derechos reales. Advierte los peligros que encierra para los adquirentes la
transmisión que se lleva a cabo sin la publicidad suficiente y deseando protegerlos instituye la
tradición.
Ahora bien, cabe preguntar, ¿cumple la tradición la finalidad que ha pretendido conferirle el
codificador? En absoluto: primero, porque en el tráfago de la vida moderna ella escapa al control de
la inmensa mayoría de los terceros y, segundo, porque, aún dado que pudiera controlarse tal tradición,
ella es, por sí misma, equívoca, ya que en absoluto aclara la calidad en que la cosa es entregada.
De todo lo expuesto surge que las obligaciones para la constitución y transmisión de derechos reales,
incluso inmuebles, se hallan dispersas en los preceptos que el Código destina a obligaciones de dar
cosas ciertas (Arts. 463 a 468), a las normas sobre contratos que deben ser otorgados por escritura
pública (Art. 700) y a las reglas relativas a obligaciones del vendedor (Arts. 759 a 763).

Riesgos y Provechos de la cosa

Los provechos y riesgos de la cosa pasan al comprador desde la conclusión del contrato, salvo los
casos en que la adquisición del derecho se produzca por efectos exclusivos de la convención, dice al
Art. 761 del Código.
Y el Art. 564 expresa: Si la cosa que debe ser transferida a título oneroso para constituir dominio,
usufructo, derecho de uso o habitación, mejorare o aumentare, después de constituida la obligación,
por hecho ajeno al deudor y aunque fuere sin desembolso alguno, podrá éste exigir su suplemento
proporcional de la contraprestación. En caso de disconformidad del acreedor, la obligación quedara
disuelta.
La norma responde a la idea contenida en el aforismo latino res periit domino, según la cual la cosa
perece o acrece en beneficio o perjuicio de su dueño.

Consecuencias jurídicas que se derivan de las obligaciones


específicas. Pérdida o deterioro de la cosa. Caso de culpa del
deudor. Ausencia de culpa.

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Según la máxima “genus non periit” el género no perece, para el caso del cumplimiento de las
obligaciones genéricas, las cuales subsisten porque difícilmente el género se extinga; sin embargo, no
ocurre lo propio tratándose de una obligación específica, pues si por ejemplo uno se compromete a
entregar el “caballo tal”, si éste animal perece, sin culpa ni negligencia del deudor, éste se libera por
haber desaparecido el objeto de la obligación.
Debe aclararse bien que la cosa específica, es este caso de pérdida o destrucción, debe haberse perdido
o destruido, sin culpa del deudor, puesto que si media de parte de este dolo o negligencia, debe la
estimación de la cosa y aún de los daños y perjuicios que su dolo o negligencia pudiese haber irrogado
al acreedor.
La primera parte del Art.629 del Código Civil establece: “La prestación que tiene por objeto una
cosa determinada se considerará imposible también, cuando la cosa desapareciere sin que pueda
probarse su perecimiento…”

Mejoras

Los aumentos que experimenta la cosa favorecen al deudor, que es su dueño, por lo que el acreedor
debe satisfacer el mayor valor cobrado por la cosa.
Las mejoras necesarias dan derecho al deudor a cobrar el mayor valor adquirido por la cosa, a causa
de la mejora, independientemente del gasto que hubiese efectuado.
Las mejoras necesarias no pueden ser cobradas al acreedor porque no incrementan el valor de la cosa.
Las mejoras útiles introducidas deben ser solventadas por el acreedor que como dueño de la cosa se
beneficia con ellas.
Las mejoras útiles realizadas por el deudor no son cobrables al acreedor, porque el primero estaba
obligado a conservar la cosa en el estado en que se hallaba al tiempo de constituirse el vínculo. Sin
embargo, sin el acreedor deseare mantener el estado actual de la cosa deberá abonar el costo de las
mejoras hasta la concurrencia del mayor valor introducido en la cosa. El deudor, por su parte, no
podrá retirar las mejoras si el acreedor está dispuesto a abonarlas de ese modo.
Las mejoras suntuarias no pueden ser cobradas al acreedor. El mismo puede oponerse a su retiro si
ello perjudicase a la cosa o cuando la destrucción no beneficiara al deudor o bien si él quisiera
adquirirlas reembolsando lo gastado por el deudor.

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Mejoras o aumentos. Suplemento de la contraprestación.
Disconformidad del acreedor

Habiendo mejoras, debiendo darse un suplemento en la contraprestación que corresponde al acreedor


y no estando el mismo conforme con ella, la obligación quedará disuelta (Art. 465).

Aumentos o mejoras por hechos del deudor posteriores al


contrato
Estos no confieren derecho alguno, por lo que no pueden ser reclamados (Art. 465).

Deber de constituir derechos reales. Inmuebles. Concurrencia


de acreedores a la entrega de un mismo inmueble

El Art. 465 del Código Civil establece: “Si la cosa que deba ser transferida a título oneroso para
constituir dominio, usufructo, o derecho de uso o habitación, mejorare o aumentare después de
constituida la obligación, por hecho ajeno al deudor, y aunque fuere sin desembolso alguno, podrá
éste exigir un suplemento proporcional de la contraprestación. En caso de disconformidad del
acreedor, la obligación quedará disuelta. Los aumentos o mejoras por hecho del deudor, posteriores
al contrato, no dan lugar a derecho alguno”.
Pudiera darse el caso de que varios acreedores apareciesen con derecho a la entrega de un mismo
inmueble. En tal caso se procederá como dispone el Art. 466 del Código.

En tal hipótesis será preferido el primero que inscribió el título. En ningún caso podrá invocarse
el conocimiento del acreedor sobre la existencia de otros títulos, aunque fueren de fecha
anterior. Pudiera asimismo darse el caso de falta de inscripción. En tal hipótesis la preferencia
corresponderá al acreedor de título más antiguo.
Restituir cosas a su propietario. Concurrencia de acreedores
sobre cosa mueble

En el caso de restitución de cosas a su dueño, el Código sólo alude en esta parte a la concurrencia de
acreedores sobre cosa mueble (Art. 467).

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En el caso de concurrencia de acreedores sobre cosa mueble, si no se hubiese hecho tradición,
será preferido aquel a quien ella debía ser restituida si tenía título que acreditase el dominio de
la misma. En defecto de tal título será preferido el de título más antiguo (Art. 467).

De transferir el uso o la tenencia. Obligación de transferir


simple uso o tenencia

El Código contempla en el Art. 468 dos hipótesis:


Primera: Obligación de dar cosas ciertas para transferir el uso. En tal caso el cuerpo legal establece
que se aplicarán al caso las reglas relativas a la locación de cosas.
Segunda: Obligación de dar cosas ciertas para transmitir sólo la tenencia. En ese caso, las reglas
aplicables serán, según el Código, las reglas del depósito.

Frutos

Con respecto a las obligaciones de dar cosas ciertas, el Código Civil, en su Art. 463 establece: “Si la
prestación tiene por objeto cosas individualmente determinadas, comprende todos los accesorios de
ellas al tiempo de constituirse la deuda, aunque no hubieses sido mencionadas en el título. Los frutos
percibidos antes de la entrega pertenecen al deudor, y los pendientes al acreedor”.

Obligaciones de Género

Concepto

A diferencia de las obligaciones de dar cosas ciertas en las que se adeuda un objeto o unos objetos
individualmente determinados, las que estudiamos en esta parte están determinadas sólo por su
género.
En aquellas el objeto no es fungible. En éstas un individuo de la misma especie puede ser substituido
por otro de la misma especie.
Se entiende por género el conjunto de individuos que tienen caracteres comunes. Así, un caballo, un
buey, un automóvil, etc.
La expresión género puede ser tomada en un sentido más amplio o más restringido. Si yo prometiera
un libro de mi biblioteca, adeudaría una obligación de género, pues, puedo dentro de los volúmenes

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que la componen elegir un libro u otro. Igualmente, si prometiera un caballo de mi estancia, debería
una obligación de género lo mismo que si me obligara a entregar un perro.
De ahí, lo relativamente ambiguo de la expresión género, la que no debe ser tomada en su acepción
estricta, sino en la de individuos o cosas que pueden ser substituidas por otras de igual calidad, dentro
de un grupo mayor o menor.
Art. 469 Código Civil: “El obligado a dar cosas inciertas debe entregarlas de la especie y calidad
determinadas en el título constitutivo. Cuando sólo estuviere fijada la especie, el deudor deberá cosas
de calidad media. Si la elección correspondiere al acreedor, se ceñirá a la misma regla”.

Afinidad con las alternativas

No siempre resulta fácil discernir si se está en presencia de una obligación de género o una alternativa.
Si dijéramos adeudar uno de los libros de nuestra biblioteca o uno cualquiera de los varios volúmenes,
el resultado sería el mismo. El deudor debería la misma cosa, empero que hay que reconocer que en
el primer caso parecería existir una obligación de género, y en la segunda, una obligación alternativa.
En la práctica, en casos como el examinado, no existe diferencia práctica entre una y otra obligación.
No obstante, en teoría siempre es posible la diferenciación. En la obligación de género cualquiera de
los individuos de él puede substituir al otro, pues se trata de objetos fungibles. En cambio, en las
alternativas, si bien la substitución es posible, los objetos no son necesariamente homogéneos entre
sí.
La importancia de la distinción está en que en la obligación alternativa el que tiene el derecho de
elección puede elegir el objeto. El acreedor, el de mejor calidad. El deudor, el menos bueno, en tanto
que en la de género el que goza del derecho de elección, sólo puede elegir un objeto de calidad
intermedia.

Principio

Existe una máxima romana que dice “genus non periit”, es decir, el género no perece. Quiere esto
significar, que si por ejemplo, una persona se obliga a entregar un caballo, difícilmente el género
“caballo” se extinga. De manera que, aunque el obligado sea propietario de un caballo que es el que
se propone entregar para cumplir su obligación, simplemente, a entregar un caballo resulta que tiene
que adquirir otro caballo y entregárselo al acreedor. La única limitación, en este caso, es que el
acreedor no puede exigir el caballo de la mejor clase ni el deudor ofrecer el caballo de la peor calidad,
pero siempre tiene que entregar un caballo.

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Efectos

Los efectos de esta especie de obligaciones deben ser estudiadas en dos momentos: a. Antes de la
individualización de la cosa; b. Después de la individualización de la cosa.

Antes de la elección de la cosa

En tanto la individualización de la cosa no ha tenido lugar el deudor no se exime de la obligación de


cumplimiento, por razón alguna (Art. 470). Esta disposición se funda en la idea de que habiéndose
determinado la cosa sólo por su género, su cumplimiento, pues, supone que el género no perece. El
derecho romano decía ya en este sentido: Genus nunquam periit (Art. 470).

Después de la elección

Efectuada la elección, la obligación deja de ser de género. Así lo dispone el Art. 472 del Código
Civil: “Después de la individualización de la cosa, serán aplicables las reglas sobre obligaciones
de dar cosas ciertas”.

Facultad de elección. Regla de elección

El Código indica que la facultad de elección corresponde al deudor (Art. 469).


La regla es antigua y viene del Derecho Romano.
Naturalmente, supone que las partes nada han convenido, pues de existir acuerdo de voluntad, la
elección incumbe a aquel a quien se atribuyera la facultad. Incluso a un tercero (Art. 715).

Doctrinas sobre la elección

Los comentaristas del Código no están de acuerdo respecto del modo como se opera la elección.
Tres doctrinas debaten la cuestión. La de la separación, la de la entrega y la de la declaración. En
nuestro derecho la cuestión se presta a controversia debido a que existen diversos principios
aplicables.
Creemos que no existiendo en el Código una definición clara sobre el particular lo más propio es
concluir que la elección de sebe tener por hecha cuando exista al respecto una declaración de voluntad.

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En efecto, no exigiendo la ley expresamente la entrega de la cosa para su individualización y pudiendo
la separación no importar necesariamente una intención de individualización lo que interesa es una
declaración de voluntad.
Ésta puede manifestarse a través de la entrega de la cosa o de la separación del individuo que hace
parte del género o especie.

Limitación a la facultad de elección

El Código limita la facultad de elección estableciendo que el deudor no podrá escoger cosa de la peor
calidad de la especie (cuando invistiere la facultad de elección), ni el acreedor la de mejor calidad
cuando se hubiese convenido en dejar en sus manos el derecho de elección. (Art. 469).

Caracteres. Necesidad de individualización

Lo característico de las obligaciones de género es la posibilidad de la substitución de un individuo de


la especie prometida por otro de la misma especie o calidad.
Esto implica la necesidad de elegir el objeto que debe entregarse. El acto de elección hace desaparecer
la obligación de prestación indeterminada para transformarla en obligación de prestación cierta. Es
decir, individualiza el objeto.

Obligaciones de género limitado

El Código consagra una excepción muy importante al principio de que el género nunca perece cuando
se trata de obligaciones que consistieran en entregar una cosa no individualizada dentro de un grupo
limitado. En tal hipótesis, la obligación se extingue si se pierden todos los objetos del grupo.
Así ocurriría si yo debiese un caballo de mi establecimiento ganadero, y perecieran todos los que
existían en él (Art. 473).

Obligaciones de dar sumas de dinero

Concepto de obligación dineraria

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Las obligaciones de dar sumas de dinero son aquellas que connotan el deber del deudor de efectuar
entrega de determinada cantidad de moneda.

Objeto de las obligaciones dinerarias

Las deudas puras de dinero deben ser distinguidas de otras obligaciones que también suponen entrega
de dinero pero que no son deudas pecuniarias puras, como las deudas de valor. En las primeras, el
objeto es la moneda misma. En las de valor, el acreedor está facultado a exigir una prestación
equivalente, que se medirá en moneda pero que no tiene valor fijo.

Naturaleza de la obligación dineraria

La obligación dineraria es una especie particular de las obligaciones teniendo en cuenta la prestación
a que se obliga el deudor. El dinero no es propiamente una cosa sino por su carácter representativo,
según ocurre con la moneda de papel y el papel moneda.
Además, es posible que se hubiese estipulado la entrega de una suma de dinero sin curso legal en el
país. La hipótesis está contemplada en el Art. 474 del Código Civil.
El mismo preceptúa que en tal caso las soluciones se rigen por leyes especiales, no por los preceptos
del Código Civil (Art. 474).

Importancia

Este tipo de obligaciones tiene en la vida del comercio jurídico una importancia fundamental. Siendo
el dinero el denominador común de todas las prestaciones, las obligaciones que se refieren a él son
las más frecuentes de la vida diaria. La contratación de bienes y servicios de toda índole se efectúa
por medio del dinero. Además, el cumplimiento indirecto o por indemnización no puede efectuarse
sino mediante él. De ahí su importancia, y el hecho de que sea la más corriente de las especies de las
obligaciones.

La moneda

¿Qué es el dinero, la moneda? Es un medio de pago que siendo certificado como portador de valor
por el Estado o su agente autorizado, está destinado a la circulación pública independientemente de
su curso legal.

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Especies

Las deudas en dinero hacen referencia normalmente a la moneda en la que se debe la obligación. Hay
que distinguir los tipos de moneda. Existen tres tipos de moneda: La metálica, la moneda de papel y
el papel moneda.
La primera es la elaborada con metales generalmente nobles, oro, plata, níquel y cuyo valor intrínseco
puede corresponder al valor representativo.
La moneda de papel consiste en un valor emitido por el Estado con respaldo de oro y que él se obliga
a canjear por su equivalente en ese metal a su presentación ante el Banco oficial.
El papel moneda es aquel que no supone la facultad del tenedor de exigir su convertibilidad en oro.
Es emitido sin respaldo metálico y tiene curso forzoso. Su firmeza depende, pues, de otros factores
de carácter económico, social e incluso político. Es el sistema universalmente aceptado en nuestros
días.

El principio nominalista

Los economistas no están de acuerdo en el valor de los signos monetarios. Para la doctrina nominalista
o estatista el exclusivo fundamento del valor del dinero descansa en la ley. Para los partidarios del
sistema del valor intrínseco de la moneda, lo que le confiere poder a ella es el que tiene en sí.
En nuestros días el nominalismo es la tendencia universalmente predominante.
Según ella, pues, existiendo una suma de dinero ha de pagarse siempre la cantidad o suma que aparece
debiéndose, al margen de cualquier fluctuación que haya padecido su valor.
Como es fácil de advertir, este sistema impone con frecuencia a alguno de los contratantes graves
penurias, sobre todo en épocas de fluctuaciones del valor de los signos monetarios, pero tiene la
ventaja de dar seguridad a las transacciones y al comercio jurídico.

Sistema monetario paraguayo

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Fuente:http://2.bp.blogspot.com/-RT02BkiCJLM/TuYq7nkvBoI/AAAAAAAABbE/-
c5lparNf9A/s1600/Royal%2BCaribbean.JPG

Nuestro Código consagra el sistema nominalista en el Art. 474.


Según él, las deudas pecuniarias se extinguen por el pago hecho con el signo monetario que tenga
curso legal y fuerza cancelatoria de la fecha de su vencimiento y por su valor nominal.

Ley del guaraní. Moneda de curso legal en la República

Sabido es que, por Decreto Ley N° 655 del 6 de octubre de 1943, se establecía el régimen monetario
orgánico de la República del Paraguay, se crea el guaraní., se eliminaban totalmente de las
transacciones las monedas extranjeras, sea que imponga pagos en plata u oro metálico u oro sellado.

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Monedas o divisas extranjeras o cualquier otra unidad monetaria que no sea el guaraní eran nulas y
no tendrán efecto jurídico.
El expresado Decreto Ley convertía al guaraní en la única moneda de curso legal en la República.
Este instrumento jurídico se vio complementado con el Decreto Ley N° 18 del 24 de marzo de 1952,
cuyo Art. 63 establecía que todos los precios, impuestos, tasas, contribuciones, honorarios, sueldos,
contratos y obligaciones de cualquier clase y naturaleza que deban ser pagados, cobrados o
ejecutados en la República se expresaran y liquidaran exclusivamente en guaraníes.

Modo de cumplimiento. Principio general

Debiéndose determinada suma de dinero corriente nacional (el supuesto más común), se cumple
entregando el signo monetario con curso legal y fuerza cancelatoria.

Obligaciones en moneda extranjera. Reforma del Sistema


Monetario Paraguayo

En setiembre de 1994, el Congreso de la Nación sanciona la Ley N° 434 sobre Obligaciones en


Moneda Extranjera. Esta ley viene a reformar el sistema monetario paraguayo de manera radical.
Dicho sistema, el arbitrado por Decreto Ley N° 655 de 1943, de creación de guaraní, establecía:
“Todos los precios, impuestos, tasas, honorarios, sueldos, salarios, contratos y obligaciones de
cualquier clase o naturaleza que deben ser pagados, cobrados o ejecutados en la República se
expresarán y liquidarán en guaraníes. Toda cláusula calificativa o restrictiva que imponga pagos en
plata, oro metálico, oro sellado, monedas o divisas extranjeras o cualquier otra unidad monetaria que
no sea el guaraní, será nula y no tendrá ningún efecto jurídico”.
Así, la única moneda de curso legal en la República resultaba ser el guaraní y quedaban eliminadas
todas las monedas extrajeras como monedas de contrato y, desde luego, de pago.
La nueva ley vino a cambiar todo el sistema. En su Art. 1 ella dispone: “Los actos jurídicos, las
obligaciones y los contratos realizados en moneda extranjera son válidos y serán exigibles en la
moneda pactada”.

Como puede advertirse, el cambio es radical. No sólo se reconoce la validez de cualquier acto
celebrado en moneda extranjera sino que se afirma que los contratos serán exigibles en la moneda
pactada.

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Es el fin del antiguo sistema monetario paraguayo y su reemplazo por un nuevo régimen monetario.
Esta reforma vino a colmar antiguas aspiraciones de la ciudadanía que advertía las dificultades que el
anterior sistema monetario imponía al tráfico jurídico.

Obligaciones en moneda sin curso legal

El Código Civil establece una distinción en el Art. 474. Obligaciones dinerarias en moneda de curso
legal en la República y obligaciones dinerarias en moneda que carece de curso legal en la República.
A estas últimas las comete a las leyes especiales que rigen la cuestión monetaria.

Eficacia. Correcciones al principio nominalista

La jurisprudencia nacional ha expresado sobre el particular. La obligación expresada en moneda


extranjera es válida. Sólo debe considerarse nula cuando se ha impuesto el pago en moneda extranjera
y se pretende que el pago sea realizado en una moneda extraña al signo nacional (T. Apel. Civil y
Comercial, 2° Sala, Asunción, 21 de set, 1995 – voto del Dr. Correa – Rev. La Ley Paraguaya, 1979,
n. 2, p.96).

La cláusula oro y la cláusula valor oro

La llamada cláusula oro puede adoptar dos modalidades. La denominada cláusula moneda de oro,
por la cual el deudor se obliga a abonar una determinada moneda de oro. Y luego, la llamada
cláusula valor oro, por la cual se obliga a abonar en moneda corriente la cantidad necesaria para la
adquisición de una determinada cantidad de monedas de oro o simplemente de una cantidad de oro.
La primera de estas cláusulas si con ella se pretende exigir el pago en especie, y en consecuencia
desechar el pago en moneda nacional debe considerarse eficaz, de acuerdo al nuevo régimen
monetario.
Nada obsta a tener por válida la segunda de estas cláusulas.
Si se considera a aquella cláusula como valor oro, nada obstaría a su validez.
Intereses. Concepto

El interés es la remuneración que reciben los dueños del capital de crédito por cederlo a los
inversionistas o consumidores durante un periodo de tiempo.
Es el provecho, utilidad, ganancia, o el pago que se hace por el uso del dinero ajeno.

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En las obligaciones dinerarias no podrá estipularse intereses moratorios o compensatorios ni
comisorios superiores a las tasas máximas establecidas por el Banco Central del Paraguay, bajo pena
de nulidad de la cláusula correspondiente, cualquiera sea la denominación que se asigne a la
prestación accesoria a cargo del deudor, establece el Código ( Art. 475, 1° p.).

Mora e Intereses

El simple hecho de la mora impone la obligación de pagar intereses. No es menester en modo alguno
que el acreedor justifique la existencia de perjuicios. Los intereses se deben por el simple hecho de la
mora.

Inejecución y Perjuicio

El acreedor no puede pretender una mayor indemnización en virtud de haber sufrido un perjuicio
mayor por la inejecución, pues los intereses representan la compensación del daño, sufrido por el
retardo en el cumplimiento. Se trata de los intereses compensatorios (Art. 475, 2° p.).

Clases de intereses

Los intereses pueden clasificarse desde puntos de vista diferentes:


1. Desde el punto de sus fuentes: Se clasifican en convencionales y legales, según que el origen
de ellos esté en la ley o en la convención.
2. Desde el punto de vista de la función que desempeñan: Son compensatorios y moratorios.
Son compensatorios o retributivos los que se abonan por el uso o la utilización de un capital
ajeno. Moratorios, llamados también punitivos, son aquellos que se abonan en concepto de
indemnización o reparación por el prejuicio ocasionado al acreedor por el retardo en el
cumplimiento de la obligación.
Estos tipos de intereses, si bien son distintos, no se contraponen. A veces, se superponen.
Así, no es infrecuente que en los contratos de mutuo se establezca un interés, que reviste el
carácter de compensatorio, y se estipule, para el supuesto de mora en la devolución un interés
que tiene el carácter de punitorio.
El interés punitorio comporta una real cláusula penal, lo que significa que tiende a fijar el
perjuicio sufrido por el acreedor debido por el retardo en la devolución. Siendo ello así,
establece de modo inmutable el daño que la demora puede ocasionar al acreedor (Art. 655).

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Los intereses moratorios o punitorios sancionan la conducta reacia del deudor, que muchas
veces se suman a los intereses compensatorios, si estos han sido pactados o impuestos por la
ley, por el mero uso del dinero ajeno.
Para que no exista usura, la suma de ambos intereses (compensatorios y punitorios) no debe
exceder el porcentaje establecido por el Banco Central del Paraguay.

Pago y Prescripciones

El pago constituye un modo de extinción de las obligaciones. El Art. 547 del Código Civil establece:
“La obligación se extingue por el cumplimiento de la obligación”.

Art. 560: “Si la obligación fue de dar una suma de dinero con intereses, el pago sólo se estimará
completo, después de satisfecho el capital y los intereses”.

Asimismo, la prescripción liberatoria, es una forma con la cual el obligado puede eximirse de su
cumplimiento fundado en el trascurso del tiempo, tal como reza el Art. 633 del cuerpo legal citado:
“Todo aquel que estuviere obligado al cumplimiento de un hecho o a abstenerse de él, podrá eximirse
de su obligación fundado en el trascurso del tiempo, conforme con las disposiciones de este Código.
No estarán sometidos a prescripción extintiva los derechos derivados de las relaciones de familia”.

Anatocismo

La capitalización de intereses recibe el nombre de anatocismo. Los intereses se acumulan al capital,


y este capital aumentado de esta manera reditúa intereses.
El anatocismo aparece como una modalidad de la usura, y por tal razón el Código lo rechaza, no
obstante su liberalidad en materia de intereses.
El artículo que alude a la cuestión establece el principio. De acuerdo con él, no se deben intereses de
intereses.

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La regla no es, sin embargo, absoluta. Ella reconoce las siguientes excepciones:
1. Cabe la acumulación de intereses al capital cuando esta acumulación resulte de una
convención posterior al tiempo en que los intereses se devengaron.
2. La acumulación de capital a intereses produce intereses cuando la obligación hubiese sido
judicialmente liquidada en cuanto a aquél y a éstos, y el deudor se mostrase remiso en abonar
la cantidad así liquidada.
BIBLIOGRAFÍA
1. Silva Alonso, R. (2006). Derecho de las Obligaciones en el Código Civil Paraguayo. General.
2. Paciello, O. (2002). Estudio de Derecho Romano II De las Obligaciones en
Intercontinental Editora. Paraguay.
3. Rivarola Paoli, J. B. (2003). Economía Política. Ediciones y Arte S.R.L. Paraguay.

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