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Cuento Penélope-Margarita-Eggers-Lan

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Penélope

Margarita Eggers Lan

U na vez, nos tuvimos que ir a vivir a México, que


es un país donde hace mucho calor y la gente
usa sombreros grandes. Fue cuando vino el gobierno mili-
tar, y a mi papá le quitaron su trabajo y su máquina de
escribir. Parece que a esos señores no les gustaba la
gente que pensaba demasiado, o por lo menos, la gente
que no pensaba como ellos.
Antes de irnos, papá y mamá envolvieron los libros en
cajas y las cajas en bolsas. Por la noche, hicieron un pozo
bien hondo en el terreno de atrás. Lo taparon, le sembra-
ron flores arriba, y quedó bastante disimulado. A nuestra
casa se mudó el hijo del panadero que recién se casaba, y
prometió cuidar la huerta y nuestros animales.
En el momento en que salía el avión, papá nos dijo a
mi mamá, a Prometeo, a Icaro, a Penélope y a mí, que
pronto volveríamos. Mis otros hermanos no habían nacido
todavía.
En México teníamos una casa grande cerca de la Uni-
versidad, que se llamaba UNAM, y los domingos nos
sentábamos a conversar. Papá nos leía historias o nos
inventaba cuentos, y mamá hacía pan casero calentito. Él Y al otro día, mamá se sintió mejor.
partía el pan en pedacitos y nos daba un poquito a cada Pero la que no se calmaba era mi hermana Penélope.
uno, porque decía que así se volvía a unir dentro nuestro Tenía apenas dos años y un poquito, pero todo el tiempo
y estábamos bien juntos, en cualquier lugar que fuera. extrañaba a su amiga Lucrecia y a su libro. Era de tapas
Después nos quedó la costumbre y ahora lo seguimos duras con dibujos muy lindos (el libro, no Lucrecia), y
haciendo; mejor dicho, comiendo. Penélope siempre se lo llevaba a la cama para dormir. El
A veces papá se pone serio y nos habla de cosas mago protagonista del cuento, les enseñaba a las nenas
serias. Dice que tiene que haber más justicia, que no que querían estudiar para hadas a ser mejores personas,
puede ser un mundo donde tanta gente sea tan pobre y más justas y bondadosas. Parece que a los señores del
tan poca gente sea tan rica. Creo que fue por esas cosas gobierno militar esto no les gustaba, por eso mis papás lo
que piensa que lo echaron aquella vez los militares, pero enterraron también en el jardín de atrás (al libro, no al
la verdad, yo también estoy de acuerdo. mago).
Allá en México jugábamos con Juancito y sus herma- Un domingo de esos en los que papá nos contaba his-
nos, que tenían en ese momento entre cuatro y nueve torias, Penélope se apoyó en la mesa y empezó a llorar.
años, y trabajaban todo el día haciendo jarritos de barro –¡Quiero mi libro! ¡Devúelvanme mi libro! ¡Quiero ver
para vender en la feria. La mamá de Juan era medio filó- a mi mago!
sofa. Estaba siempre pensando en silencio mientras pinta- A todos nos molestaba el berrinche, pero nos daba
ba los cacharros, y de vez en cuando se mandaba una cosa la pena de mi hermana.
frase tan buena que casi estoy segura de que los mexica- –Mirá, Penélope –dijo papá–. Vos llevás el nombre de
nos antiguos deben haber sido tan sabios como los grie- una mujer que esperó veinte años a su marido y tuvo más
gos. Una vez, la bañó a mi mamá con hierbas perfumadas, paciencia que todos los chinos juntos.
porque estaba muy triste, y le dijo: Ella lo miró, paró un segundo de llorar y dijo:
–Usted está como vacía, porque dejó el alma en su –Quiero escuchar ese cuento.
país. Tiene que hacer que le vuelva el espíritu, porque si Así empezó papá:
no va a andar como estas vasijas huecas, que se rompen “Hace muchos, muchísimos años, vivía Penélope con
de nada. su marido Ulises y eran muy felices. Pero un día Ulises
se tuvo que ir de viaje, y le pasaron tantas, pero tantas peligros juntos.”
cosas, que tardó veinte años en volver. A esta altura del relato, mi hermana Penélope fruncía
Mientras tanto, Penélope en el palacio lo esperaba. el ceño y meneaba la cabeza.
–Ya no volverá –decía la gente–. Cásate con otro, que –¿Qué pasa? –preguntó papá–. ¿Dudás que sea ver-
Ulises no regresará. dad lo de Ulises?
Tanto le insistieron, que Penélope prometió: –Mmnnn –pensó ella–. No sé, mnnn...
–Cuando termine de tejer esta manta, me casaré. –Bueno, es lógico –dijo papá–. Lo mismo le pasó a
Entonces se puso a tejer, y tejía todo el día. Pero a la Penélope.
noche destejía y dejaba apenas dos hileritas para el otro –“¿Qué pruebas tengo –pensó– para asegurar que es
día. él? ¿Y si es un impostor, un pretendiente disfrazado? Ya
–¡Cuánto que tardas en terminar esa manta! -le decían veré, puesto que hay secretos que sólo conocemos él y yo.
los hombres que se acercaban a su casa para tratar de En la mesa larga, Ulises estaba en un extremo y su
casarse con ella, y además se comían su comida y se mujer en otro. Ella lo miraba de reojo y no le hablaba.
adueñaban de su ganado y su campo. –¡Qué corazón duro, tienes! –dijo por fin Ulises–. Ve,
Un día, después de veinte años, con una larga barba y nodriza, prepárame la cama, que me iré a dormir ensegui-
vestido de mendigo, regresó Ulises. Había vivido tantas da...
aventuras que su pelo estaba con canas y las arrugas le –¡Oh, sí! –dijo apresuradamente Penélope-. Haz un
adornaban los ojos. favor, mujer, llévale su cama a otro cuarto, y que se vaya a
Los pretendientes de Penélope ocupaban las galerías dormir.
del palacio, muy cómodos ellos, disputando en competen- El rostro de Ulises se transformó.
cias su heroísmo. Ulises, ese mendigo harapiento, disparó –¡No puede ser! ¿Alguien ha trasladado mi lecho?
su flecha como ninguno y los dejó a todos con la boca Espera. Yo planté el olivo en medio del patio, y cuando
abierta. Luego de empujarlos fuera de su casa, fue a ver a se hizo grande, grueso como una columna, hice las pare-
su mujer. des de piedra alrededor, luego el techo, y construí la
–¡Llámala –le dijo a la doncella–. Dile que he vuelto, habitación. Con el tronco del árbol hice nuestra cama, lo
luego de vencer a los cíclopes, a las brujas sirenas y mil pulí con bronce, lo adorné con oro, plata y marfil y en su
interior puse unas correa de cuero que teñí de rojo.
¡Cuánto deben haber trabajado para trasladar ese lecho!
Penélope sintió que le temblaban las rodillas. Nadie
conocía su secreto, ninguna persona había entrado jamás
a su cuarto. Miró los ojos de ese hombre barbudo y extra-
ño y descubrió los de su amado. Entonces sí, la nodriza
preparó el lecho con sábanas perfumadas, y Ulises y
Penélope descansaron juntos después de veinte años.”
Mi hermanita se quedó pensativa, luego dijo:
–Está bien. Pero ni un minuto más de veinte años
espero a mi libro.
Todos nos echamos a reír, porque la tristeza se estaba
terminando.
Casi cinco años después regresamos a nuestro país, y
lo primero que hicimos fue buscar el pozo con los libros.
Y aunque tenían algunas manchas de humedad que
luego mamá sacó con agua lavandina, el mago y las hadas
del libro de Penélope parecían más luminosos que antes.
Allí está, debajo de su almohada, y nada ni nadie
puede volver a separarla de él.

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